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apariciones de la Virgen de Lourdes completo

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JE SUIS L’INMACULÉE 
CONCEPTION 
Las apariciones 
de la Virgen de 
Lourdes. 1 
 
Este documento 
abarca las ocho 
primeras 
apariciones 
 
Francisco Martínez 
A. 
 
Febrero 2014 
 
 
Fuente: René Laurentin 
JUEVES, 11 DE FEBRERO DE 1858 
PRIMERA APARICIÓN 
“Aquí, la Virgen invitó a 
Bernardita a rezar el 
Rosario, desgranando 
ella misma un Rosario. 
De este modo, esta Gruta 
se ha convertido en la 
sede de una 
sorprendente escuela de 
oración, en la que María 
enseña a todos a 
contemplar con ardiente 
amor el rostro de Cristo” 
Las tres niñas llegaron a 
Masse-vieille (vieja roca) o 
Massabielle. 
Era un enorme arco rocoso 
entre cuatro y cinco metros 
de ancho, que cubría una 
gruta alargada de ocho 
metros de 
 ancho. Dicho montorio 
estaba apuntalado en el 
agua del Gave y se 
elevaba, con suavidad y 
oblicuamente, hasta una 
altura de tres o cuatro 
metros y medía 
aproximadamente 27 
metros de alto. 
Bernadette no acompañó a sus 
hermanas al otro lado del río 
por causa del asma que ella 
padecía, se quedó en la isla, 
frente a la gruta, atendiendo a 
la petición de su madre. 
Ella se dispuso a quitarse los 
zuecos. Apenas se había 
sacado la primera media oyó un 
ruido como el producido por una 
racha de viento. ¿Qué fue aquél 
soplo? El aire estaba en calma, 
nada se movía. Bernadette 
volvió la cabeza hacia atrás, del 
lado del prado, en sentido 
contrario a la gruta; los álamos 
se erguían inmoviles. 
Dentro de la luz, una sonrisa; era 
una maravillosa niña blanca. 
≪Me habré equivocado...≫ 
Bernadette se inclino y empezó 
 a quitarse la otra media. !Otra 
vez el mismo ruido! En esa 
ocasión levantó la cabeza y 
miró directamente enfrente. En 
medio del paisaje inmóvil, en 
una especie de nicho que 
formaba una mancha oscura en 
la parte derecha de la roca, a 
tres metros por encima del 
suelo, se agitaba una mata de 
espinos. Una suave luz iluminó 
en forma progresiva aquel 
agujero en sombra. Y dentro de 
la luz, una sonrisa; era una 
maravillosa niña blanca. 
 Separó los brazos al tiempo 
que se inclinaba en un gesto de 
recibimiento que parecía decir: 
≪Acercaos...≫ Bernadette, 
paralizada por la sorpresa, 
pasmada, no se atrevió a 
moverse. En un principio tuvo 
miedo, pero luego se tranquilizó 
y no quería irse del lugar, pues 
encontraba a la niña muy dulce. 
Aún así lo primero que hizo fue 
sacar su rosario Levantó el 
brazo en forma mecánica para 
hacer la señal de la cruz con el 
crucifijo. !Sorpresa! el brazo se 
detuvo a medio camino; la 
mano cayó. 
Ella quizo levantarlo 
nuevamente, pero no pudo, 
pero si sentía la cruz en sus 
dedos. Fue tal el miedo que 
exprimentó, que su mano le 
temblaba. En la gruta, la niña 
dulce le esbozó un gesto, que 
Bernadette quisiera imitar. 
También Ella sostenía un 
rosario en la 
mano, un rosario blanco con 
una gran cruz brillante. Se lo 
llevó a la frente. Acompañando 
su gesto, el brazo de 
Bernadette se levantó por sí 
solo y dibujó a su vez una 
amplia señal de la cruz. 
Con este gesto se desvaneció 
todo el temor y solo quedó 
una intensa alegría. Ella se 
arrodilló. 
 Mientras pasaba las cuentas 
del rosario, Bernadette 
observaba todo lo que podía, 
y ambas acciones se 
acompañaban en forma 
maravillosa. El tiempo volaba 
y permanecía como una 
pequeña eternidad. La 
aparición hacía correr las 
cuentas entre sus dedos pero 
no movía los labios. Tan 
pronto terminó la oración, 
desapareció. 
Los ojos de Bernadette 
escrutaron en vano 
una estela de luz que se 
prolongó un instante antes de 
disiparse como una nube. 
Todavía impregnada de su 
reciente contemplación, pero 
no soñadora, Bernadette 
terminó de quitarse la otra 
media que descubrió 
enrollada al tobillo como la 
había dejado. Sus 
piernas flacas hollaron el 
agua clara resistiendo la 
corriente que la empujaba 
hacia abajo y fue en busca de 
sus hermanas. 
Ella le narró a su 
hermana Toinette lo 
que había visto y al 
llegar a la casa poco 
tiempo después ésta 
se lo dijo a su madre la 
cual se disgustó e 
interrogó a Bernadette 
quien le contó al 
respecto. 
—¿Qué has visto? 
Dime, ¿qué has visto? 
Las palabras no 
acudían a la boca de 
Bernadette. 
—Algo blanco. 
Las dos niñas recibieron 
una buena tunda con el 
bastón de sacudir las 
mantas, menos fuerte para 
Bernadette. 
—Tus ojos te han 
engañado. Solo has visto 
una piedra blanca — 
exclamó la madre. 
—No, que tenía una cara 
muy bonita 
— protestó Bernadette. 
—Os prohibo que volváis 
—concluyó la madre. 
DOMINGO, 14 DE FEBRERO DE 1858 
SEGUNDA APARICIÓN 
Bernardita le tiró agua 
bendita para 
asegurarse que venía 
de Dios. La Señora 
sonrío cuando el agua 
lanzada por 
Bernadette tocó sus 
pies, tomó el rosario y 
se persignó con él y 
ambas lo rezaron. 
El domingo 14 de febrero, 
un grupo de niñas estaban 
charlando en la plaza antes 
de la misa mayor de las 
diez. Ellas charlaban de 
que ≪Bernadette había 
visto una cosa en 
Massebielle.≫ Este y 
ningún otro era el tema de 
conversación. Bernadette 
las escuchaba en forma 
silenciosa, ellas le decían: 
“Vamos a Massabielle, 
nosotras te 
acompañamos”. Ella les 
dijo que no porque su 
mamá le había prohibido ir. 
Bernadette vacilaba entre 
dos sentimientos. Le atraía 
la gruta: sentía curiosidad, 
deseaba verificar lo ocurrido, 
y algo más que no sabía 
explicar. Pero el padre y la 
madre habían pronunciado 
sobre el tema unas palabras 
definitivas, a las que no 
podía oponerse. Las otras 
niñas no mostraban su 
misma moderación. 
—!Vamos a preguntar 
nosotras! 
Ellas fueron a buscar el 
respectivo permiso. 
Toinette, escoltada por 
Therese Courouau y 
Catherine Mengot, se llevó a 
Bernadette a buscar a su 
padre Francois el cual 
estaba en su trabajo. 
Cazenave su patrón lo 
convenció para que dejara ir 
a las niñas, éste accedió y 
les dijo que no tardaran 
mucho. Ellas se fueron muy 
contentas en dirección a 
Massabeille. 
Las que iban no eran solo 
ellas, sino cerca de una 
docena de niñas. Se 
formaron dos grupos. 
Las pequeñas caminaban 
presurosas al lado de 
Bernadette y de su hermana. 
Las mayores lo hacían a su 
paso, por detrás. Por fin 
llegaron a Massabielle; 
Bernadette tomo aliento en el 
torrente cavado por las 
pisadas 
de los puercos. Dejo atrás a 
las otras niñas, se deslizó y 
se levantó con una 
agilidad desconcertante, 
como suspendida en la 
alegría que planeaba por 
encima de ella. 
Bernadette se separó de sus 
amigas y se fue por el 
bosque, ellas la buscaron y 
la encontraron de rodillas, 
con el rosario en la mano, 
cerca de la entrada de la 
gruta. Ella se encontraba 
concentrada en la oración y 
no escuchaba lo que las 
compañeras le decían. Ellas 
optaron por sacar el rosario, 
algunas se arrodillaron, 
otras permanecieron de pie. 
Las compañeras mayores 
llegaron al rato y las vieron. 
Cuando terminaron la primera 
decena del Santo Rosario, 
Bernadette se estremeció en 
forma imperceptible. Ella dijo, 
ahí está la claridad, miren ahí 
está, lleva el rosario colgando 
en su brazo derecho. Os está 
mirando. Ellas no vieron nada. 
La escucharon dando saludos. 
Intrigadas, emocionadas e 
irritadas, solo vieron como su 
amiga empezaba a moverse 
enérgicamente. Llevaba la 
botella que le había pasado su 
vecina. Dejemos que sea ella 
quien nos lo cuente. 
Empecé a echarle agua 
bendita mientras le decía 
que si venía de parte de 
Dios se quedase, y si no, 
que se fuese, y me daba 
prisa en seguir echándole 
agua. Ella sonrió, inclinó la 
cabeza y cuanto más la 
rociaba yo, más sonreía ella 
e inclinaba la cabeza, y más 
la veía yo hacer sus señas... 
y entonces, muy asustada, 
me apresuraba a rociarla y 
lo hice hasta que la botella 
se vació. Las otras 
contemplaron la escenacon 
curiosidad y preocupación. 
Durante toda la primera parte de 
la aparición, sin dejar de ≪ver≫, 
había podido hablar con las otras 
 con entera libertad. Pero de 
repente Bernadette cayó en 
éxtasis, Ahora, ajena al mundo 
exterior, se hallaba absorta en la 
visión.≪¿Qué te pasa? .Donde 
te duele? !Responde!≫ No hubo 
respuesta. Bernadette seguía 
arrodillada con las manos juntas. 
Sus ojos, clavados en el agujero 
del peñasco, no parpadeaban. 
Sus compañeras empezaron a 
empujarla y a zarandearla, 
tratando de forzarla a 
levantarse, estaba muy pesada. 
Ellas fueron a buscar ayuda, 
en eso vieron que la madre 
del molinero de Savy, Jeanne 
Barrau-Nicolau, y su 
hermana, 
Jeanne-Marie, que iban 
paseando por el pie de la 
cuesta, subieron al oír los 
gritos y ahora se las veía 
bajar por el sendero que 
llevaba a la gruta. También 
ellas intentaron levantar a 
Bernadette, pero sin éxito. 
Regresaron al molino; ahí 
hacía falta un hombre. 
Antoine, el molinero, un 
mocetón de veintiocho años. 
≪Bernadette Soubirous está 
en la gruta. Esta viendo algo. 
No sé que es, pero no puedo 
traerla. Ven a ayudarnos, tú 
que eres fuerte.≫ 
Antoine Nicolau interrumpió 
su aseo y acudió a todo 
correr, sin recoger siquiera la 
gorra y la chaqueta. En el 
camino se cruzó con Pauline 
Bourdeau, que huyó 
asustada. Abajo solo 
encontró a ≪tres o cuatro 
niñas pobres≫ llorando 
El molinero se puso a 
contemplar a Bernardette. 
Bernadette estaba de 
rodillas... con los ojos 
muy abiertos, clavados en 
la hornacina..., las manos 
juntas... el rosario entre 
los dedos. Las lágrimas le 
caían por la cara. Estaba 
sonriendo y tenía una 
expresión hermosa... más 
hermosa que todo lo que 
yo he visto. Me dio pena y 
alegría, y todo el día me 
sentí conmovido al 
pensar en ella... Me 
quedé quieto un rato, 
mirándola... 
Las chicas estaban como yo, 
se decían algo unas a otras; 
mi madre y mi tía estaban tan 
embelesadas como yo... Miré 
hacia la hornacina, pero no vi 
nada. A pesar de su sonrisa, 
me daba pena lo pálida que 
estaba. Fue la tía Nicolau 
quien puso fin a la 
contemplación. ≪Cógela, y 
vamos a llevarnosla a casa.≫ 
Nicolau la levantó cogiéndola 
por debajo de los brazos, por 
detrás. Bernadette no emitió 
≪ningún gemido; solo una 
respiración un poco rápida≫. 
Para llevársela, él la cogió 
por el brazo derecho, 
mientras su 
madre la cogía por el 
izquierdo. De cerca pudo 
verle la cara brillante por 
las lágrimas. A falta de 
pañuelo, se las secó con los 
dedos. Luego intentó 
sacarla de allí. Opuso más 
resistencia de lo que cabría 
esperar de aquel 
gato flacucho que no 
pesaba ni la mitad de un 
saco de harina. Nicolau 
entendió que estaba 
pasando: 
lo que la retenía era lo que ella 
estaba viendo, con los ojos 
≪clavados en lo alto≫. 
Entonces abordó la dificultad 
por su causa. 
Le tapé los ojos con la mano e 
intenté obligarla a inclinar la 
cabeza, pero ella la levantaba y 
volvía a abrir los ojos con la 
misma sonrisa. Aún así, ellos se 
la llevaron, pero ella continuaba 
pálida con los ojos abiertos y 
fijos, al llegar al llano, ella 
estaba sudando. Ellos no 
comprendían cómo podía 
derramar esas lágrimas 
mientras sonreía tan dichosa. 
Ellos la llevaron al molino de 
Savy, Bernadette bajó la 
cabeza, su sonrisa desapareció 
y el color de su rostro volvió a 
su cara. 
El molinero y los presentes le 
preguntaban sobre lo que veía 
en el agujero de la gruta, ella 
les dijo que era una muchacha 
muy bonita con el rosario 
colgando en el brazo derecho. 
Pese a todo, sentía que una 
gran calma la aislaba y la 
mantenía por encima de todo el 
alboroto: algo nuevo que no 
sabría como explicar, 
habitaba en su corazón. 
JUEVES, 18 DE FEBRERO DE 1858 
TERCERA APARICIÓN 
Bernadette le ofrece papel y 
una pluma y le pide que 
escriba su nombre. La 
Señora le dice: 
"Lo que tengo que 
comunicarte no es necesario 
escribirlo, hazme únicamente 
el regalo de venir aquí 
durante quince días 
seguidos". 
“Yo también te prometo 
hacerte dichosa, no 
ciertamente en este mundo, 
sino en el otro". 
 Jeanne-Marie Milhet y 
Antoinette Peyret 
acompañan a 
Bernadette en la noche 
a Massabielle. Estando 
cerca de la gruta, ella 
corrió y las dos 
mujeres le dijeron: 
“Bernadette espera” y 
ella las esperó.Ellas 
llegaron a la gruta y se 
arrodillaron. Antoinette 
a la izquierda con un 
cirio y a la derecha la 
señora Milhet. 
Bernadette les dice que la niña 
está ahí, ellas no lograron ver 
la aparición y se volvieron a 
ella y el rostro era plácido, ella 
miraba a lo alto, con un brillo 
de alegría. La visión celestial 
se produjo en forma rápida, y 
se pusieron a rezar el Santo 
Rosario . 
Las damas querían que 
Bernadette le dijera a la Niña 
que escribiera en un papel que 
es lo que quería, se 
adelantaron hacia la gruta pero 
la vidente las detuvo, ellas 
atemorizadas se hicieron a un 
lado. 
Bernadette camina hacia la Niña, 
ella les hace un gesto, con el 
dedo, pues no pudo articular 
ninguna palabra, les indicaba por 
donde debían venir. Ella se 
aproximó tanto a la muchacha 
blanca, extendió sus brazos y le 
pide que escriba en el papel cuál 
es su nombre. 
La muchacha blanca envuelta en 
su luz, se puso a reír, era una 
riza angelical y le dice que no es 
necesario. Bernadette se puso 
muy contenta, era la primera vez 
que escuchaba su voz fina y 
suave y que no era una simple 
visión. 
Ella le dice: “Quiere tener la 
cortesía de venir aquí durante 
quince días”. 
 Ella estaba desconcertada y le 
respondió de corazón sin 
detenerse a pensar en las 
consecuencias. La bella Niña le 
dice: “No prometo hacerte feliz 
en este mundo sino en el otro”. 
Las dos acompañantes no 
habían escuchado nada, ellas la 
interrogan y le dicen que si ellas 
pueden acercarse, la joven 
Soubirous les dijo que nada 
impide que vengan. Ellas se 
acercaron y se pusieron a rezar 
pero la visión se había ido. 
De regreso, Bernadette las 
consuela y les dice que la 
muchacha todo el tiempo las 
estuvo mirando; ellas en su 
interior sentían una gran paz 
que las embargaba. Ellas le 
dijeron a Soubirous si la bella 
Niña era la Virgen María, ella 
guardó silencio, porque no 
sabía, pero en su interior 
guardaba una gran alegría. 
La señora Milhet pide el 
consentimiento a los padres de 
Bernadette, ella se la va a llevar 
a su casa, con la finalidad de 
brindarle un mayor apoyo. Los 
padres consintieron. 
VIERNES 19 DE FEBRERO DE 1858 
CUARTA APARICIÓN 
Bernardita llega a la 
Gruta con una vela 
encendida, que fue 
bendecida. De aquel 
gesto nacerá la 
costumbre de llevar 
velas para 
encenderlas ante la 
Gruta. 
Bernadette, la señora Milhet 
y otras diez personas 
llegaron a la gruta, la 
primera en llegar fue la 
vidente. Cuando las otras 
personas llegaron, la . 
encontraron de rodillas; eran 
cerca de las seis de la 
mañana, Bernadette 
empezó a rezar. Su 
semblante era tranquilo, 
cuando iba por la tercera 
Dios te Salve María, su 
rostro se puso lívido y sus 
ojos no vacilaban, de 
repente ella sonrió, y con las 
manos y la cabeza saludó. 
Para las otras era un placer 
contemplarla, daba la 
impresión de que siempre 
había saludado con aquellos 
gestos; todas se arrodillaron y 
estaban muy emocionadas, 
pero la palidez de la vidente 
era tal que creyeron que se 
estaba muriendo. 
Su madrina se apresuró a 
recogerla en sus brazos, de 
repente el hechizo se rompió, 
el semblante de la niña volvió 
a recuperar el color. 
De inmediato todas 
regresaron y acordaron verse 
al siguiente día en la mañana. 
SÁBADO 20 DE FEBRERO DE 1858 
QUINTA APARICIÓN 
La Señora le ha 
enseñó una oración 
personal que solo 
la conoció ella. 
 Al terminar la 
visión, Bernadette 
se sintió muy triste, 
estaba 
apesadumbrada.A las seis y media más o 
menos, Bernadette salió 
hacia Massabielle, 
acompañada por las 
mismas mujeres del día 
anterior y otras que 
también llegaron, eran 
como trinta 
personas las que iban. 
Bernadette inició el rosario. 
Un cuarto de hora después 
de estar de rodillas, ella 
comenzó a saludar y las 
presentes empezaron a 
murmurar: !Oh ya la está 
viendo”. 
Sí, ella sonreía y saludaba, sus 
párpados «no se movían ni 
siquiera cuando inclinaba la 
cabeza para los saludos». Poco 
a poco el recogimiento alcanzó a 
todo el mundo. 
Quince minutos después el 
rostro de la vidente cambió, se 
puso muy triste y Bernadette se 
incorporó. En el camino de 
regreso ellas la asediaron a 
preguntas, pero ella no tenía 
nada que decir al respecto. Ella 
ingresó a la casa de su tía 
Basile, estaba muy contenta. 
El rumor de las apariciones se 
extendía por doquier. 
DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 1858 
SEXTA APARICIÓN 
Bernadette observó que la 
Señora estaba muy triste. Ella le 
preguntó, mi niña ¿qué te pasa?, 
¿qué es lo que puedo hacer por 
Ti? La Virgen respondió: 
"Rogad 
por los pecadores". 
 
Un médico la examina y dice: 
"Aquí hay un hecho 
extraordinario, totalmente 
desconocido a la ciencia y a la 
medicina" 
El domingo antes de las 
seis de la mañana 
estaban esperando a 
Bernardette cerca de cien 
personas, quienes la iban 
a acompañar a la gruta. 
Todas esta personas 
contemplaron el éxtasis 
silencioso de Bernadette, y 
regresaron muy felices y 
como era de esperar, la 
noticia se 
expandió por todas partes. 
Ese mismo día, el cura 
mandó a llamar a 
Bernadette, él quería 
hablar con ella. 
Bernadette no conocía al padre 
Pene, pero ella lo fue a ver. Una 
vez más tuvo que contar todas 
aquellas cosas tan difíciles de 
explicar, y que la gente no 
comprendía, sino que cada cual lo 
hacía a su manera. 
Esta vez encontró una cordialidad 
discreta. Su sencillez, su modestia, 
la tranquila claridad de sus 
respuestas impresionaron al 
vicario..., pero éste le preguntó 
tanto que la fatigó en demasía. 
 
Eran las dos y treinta de la tarde 
cuando un hombre con un atuendo 
entre campesino y militar: 
blusa con ribete rojo y gorra 
galonada; lucía el águila 
imperial bordada en el pecho y 
tenía aspecto bonachón. 
Era el guarda rural Callet. Con 
él estaba el comisario de policía 
Jacomet. Él estaba buscando a 
Bernardette Cuando la vio, 
cogió a la niña del brazo con un 
gesto cortés aunque enérgico. Y 
le dijo: —Sígueme. Ella 
accedió. 
Jacomet Empezó a caminar 
llevando a Bernadette a su lado. 
Luego iba el guardia. Y detrás le 
seguía la gente. 
Ellos llegaron a la comisaría. 
 Dentro de la comisaría, Jacomet 
empezó a interrogar a la joven. 
—Bernadette Soubirous. ¿Así 
que vas todos los días a 
Massabielle? —Sí, señor. 
—¿Y ves algo bonito? 
Parecía interesado, su tono de 
voz y su mirada animaban a 
hablar. —Sí señor. 
De la minúscula silueta cubierta 
con la capucha salía una voz 
fuerte, ingenua aunque no tímida. 
Aquello prometía ser interesante. 
Él le pregunta: —¿Cómo te 
llamas? —¡Bernadette Soubirous! 
—¿Y tu padre? —Francois. —
¿Tu madre? —Louise Casterot. 
Jacomet continuó el interrogatotio. 
—Así, Bernadette, que ves a la 
Virgen. 
—Yo no he dicho que vea a la 
Virgen. —¡Ah, vaya! ¡tú no has 
visto nada! (.El problema quedaría 
eliminado de raíz?) —¡Sí que he 
visto algo! —Entonces, ¿que has 
visto? —Una cosa blanca. 
—¿Es una cosa o es alguien? 
—Eso, tiene la forma de una 
niña. —.Y eso no te ha dicho: 
¿Soy la Virgen? —Eso no me lo 
ha dicho. 
El comisario se da cuenta que lo 
que dice la niña difiere de lo que 
dice la gente. 
Bernardette le cuenta todo al 
comisario desde lo que sucedió el 
11 de febrero hasta ese instante. 
Bernadette respondió al punto, 
con claridad y de manera concisa, 
sin rebasar en ningún momento 
los límites de la pregunta, sin 
emoción tampoco. Bernadette 
respondió al punto, con claridad y 
de manera concisa, sin rebasar en 
ningún momento los límites de la 
pregunta; Jacomet asedió con 
cuanta pregunta quizo, pero ella 
permaneció tranquila hasta el 
final, cuando llegó Francois le dijo 
a Jacomet: 
— Soy el padre de la niña. El 
comisario le recreminó algunas 
cosas al respecto y le dijo un 
montón de mentiras, las cuales no 
fueron creídas por el molinero. 
Aún así, Francois accede a no 
dejar ir más a su hija a la gruta y 
que cerraría las puertas de su 
casa para que nadie llegara a 
importunarles. Después de ese 
acuerdo, se concedió el lujo de 
felicitar a 
Soubirous por sus buenos 
sentimientos y mientras terminaba 
sus cumplidos, abrió la puerta que 
daba al patio... y la volvió a cerrar. 
La sesión había terminado 
LUNES, 22 DE FEBRERO DE 1858 
DÍA SIN APARICIÓN 
Las personas que 
acompañaban a Bernadette, 
le preguntaron una vez: 
"Dime, ¿quién te ha 
enseñado a hacer tan 
graciosos saludos?". 
"Nadie, contestó, no se 
como habré saludado, trato 
de hacerlo como lo hace la 
Señora y ella me saluda de 
este modo cuando se 
marcha." 
Berdadette obedeciendo a 
sus padres se fue a la 
escuela, pero estaba 
inquieta, su pensamiento 
estaba en Massabielle. De 
regreso a su casa, ella 
sintió la imperosa 
necesidad de no ir a la 
casa sino a la gruta y se 
dirigió a ella. Dos 
gendarmes la siguieron y 
se colocaron cada uno a su 
lado, su misión era vigilarla 
y la acompañaron hasta la 
gruta. Ella encendió el cirio, 
se arrodilló y se puso a 
rezar el rosario. 
Eran cerca de cincuenta 
personas las que se encontraban 
en el lugar. El semblante de ella 
era tranquilo, sin ninguna 
alteración, uno de los gendarmes 
le tocaba el hombro y le decía en 
forma irónica “¿La vez?, ella no 
respondió nada, ella estaba triste 
y mantenía un silencio 
imperturbable. La gente creía 
que la bella dama no se aparecía 
por la presencia del gendarmen, 
que la estaba molestando. 
La tía cogió a Berdadette y se la 
llevó del lugar, no sin antes dirigir 
algunas palabras ásperas al 
gendarme. 
La no aparición trajo como 
consecuencia una serie de 
mumullos, entre los pobladores, 
los escépticos como siempre que 
era una simple invención de la 
niña, los blandos su fe se 
tambaleaba, y los creyentes 
estaban anuentes de que estas 
apariciones eran verdaderas. 
Bernadette estaba muy triste, 
ella murmuraba, que no sabía en 
 que le había falladado a la 
señora. 
Ese lunes 22 de febrero, ella no 
se apareció. 
La Gendarmería accedió para 
que Bernadette visitara la gruta. 
MARTES, 23 DE FEBRERO DE 1858 
 SÉPTIMA APARICIÓN 
La Señora le da un secreto a 
Bernadette que únicamente le 
concernía a ella. Le enseñó una 
oración y la cual la puso a 
repitir, pero ella no la dio a 
conocer por solicitud de la 
Señora. 
La bella Señora le dijo a ella: 
"Y ahora, hija mía, ve a decir a 
los sacerdotes que aquí, en 
este lugar, debe levantarse un 
Santuario, y que a él debe 
venirse en procesión". 
Bernadette se fue en 
forma inmediata a 
buscar al Sacerdote. 
Cuando ella le brindó el 
mensaje, el Cura 
Párroco Peyramale quiso 
saber el nombre de la 
Señora y le dijo a la 
vidente, que le pidiera de 
su parte que hiciese el 
milagro de hacer florecer 
el rosal silvestre sobre el 
que se aparecía. 
Bernadette llegó más o 
menos a las seis de la 
mañana de ese martes 23 
de febrero, ella ocupó su 
lugar, se arrodilló y sacó 
su rosario, su semblante 
aunque se veía tranquilo, 
daba muestras de tristeza 
y ansiedad. Como de 
costumbre, sus rostro 
cambió y reflejaba 
alegría, la bella señora se 
había hecho presente. 
Esto ocurrió cuando ella 
había finalizado la 
primera decena del santo 
rosario. 
Ella mostraba una gran alegría, 
así como sonrisas, saludos, y 
amplias señales de la cruz. 
Bernadette movía los labios; ella 
escuchaba, mostrabaSorpresa y 
decía ≪si≫ con la cabeza y 
luego ≪no≫. Por momentos se 
afligía, luego se echaba a reír, 
abiertamente, con alegría 
aunque de una manera 
que en su extrema sencillez se 
mantenía un tono por encima de 
la realidad. En el lugar habían 
cerca de cien personas, las 
cuales estaban sobrecogidas y 
muy emocionadas con lo que 
ocurría ahí. 
Durante el éxtasis de 
Bernadette, el cirio le resbaló 
de la mano. Por uno de sus 
extremos (el contrario 
al que ardía) tocó el suelo de 
manera que el segundo dedo 
de su mano quedó tocando 
la llama durante varios 
minutos. Una dama dijo: 
«Creí que aquel pobre dedo 
estaría totalmente calcinado. 
No pude reprimir un gemido 
en voz alta, y... no tuve el 
valor de apartarlo de la 
llama». Ese día, el éxtasis se 
prolongó, durante una hora. 
El éxtasis de Bernadette había 
soportado la luz del día. Al 
terminar la aparición, su rostro 
recuperó en forma gradual el 
color. Los párpados 
recuperaron su movimiento 
habitual. Bernadette estaba 
tan feliz con lo que había 
sucedido. La gente quería 
saber sobre el diálogo, pero 
ella no dijo nada. 
Lo más probable es que el 
diálogo tratara de la oración 
secreta ≪solo para ella≫ que 
recitaría a partir de entonces 
todos los días de su vida. 
Ese día, muchos llegaron 
incrédulos y salieron 
creyentes. 
Para ellos todo era 
≪¡Prodigioso! ¡Sublime! 
!Divino!...≫ 
La dama que había 
presenciado lo del cirio y el 
dedo de Bernadette, la fue a 
buscar a su casa, la encontró 
con su hermanito en los 
regasos. En estas 
circunstancias tuvo ocasión de 
examinar el dedo de 
Bernadette. No había rastro 
de quemadura alguna. 
MIÉRCOLES, 24 DE FEBRERO DE 1858 
OCTAVA APARICIÓN 
La vidente le contó a la 
Señora, el pedimento 
de Párroco, Ella se 
limitó a sonreír, sin 
articular palabra alguna. 
Ella se volvió a 
Bernadette y le pidió 
que rogara por los 
pecadores y la Señora 
exclamó tres veces: 
¡“Penitencia, 
Penitencia, Penitencia”!, 
y le pidió a la vidente que 
repitiera estas palabras y 
así lo hizo, mientras 
caminó de rodillas por la 
gruta. La Señora le dijo: 
¡Ruega a Dios por los 
pecadores! ¡Besa la tierra 
en penitencia por los 
pecadores! 
Ella lo hizo y pidió a los 
presentes que hicieran lo 
mismo, es decir que 
rogaran a Dios por los 
pecadores. 
Bernadette llegó a la gruta en 
horas de la mañana, al ocupar 
su sitio miró con asombro a la 
gran cantidad de personas 
que se habían reunido, más o 
menos trecientas personas. 
Bernadette se arrodilló, 
encendió el cirio y se persignó 
con una devoción contagiosa. 
Las cuentas del rosario 
corrían entre sus dedos 
cruzados. 
Al terminar la primera decena, 
se produjo un suceso inusual, 
una especie de movimiento hacia 
adelante, o más bien un impulso 
muy suave, pues Bernadette no 
se había movido. Pero su 
semblante había cambiado. La 
cara de Bernadette palideció y 
adquirió una luminosa blancura. 
La gente que estaba a la par de 
ella se asustó al verla tan 
desmejorada. Sin embargo, 
varios minutos después, ella dejó 
de sonreír y una especie de nube 
cubrió su rostro y recuperó el 
color en su semblante. Ella no 
estuvo contenta con la gente que 
tenía enfrente, justo debajo de la 
hornacina. 
Bernadette se incorporó y dio 
varios pasos por la gruta, se 
volvió a la derecha mirando 
hacia arriba, a la parte ancha de 
la gruta. Su semblante cambió 
con un aire de palidez y de 
sonrisa; daba la impresión de 
estar viendo y sus labios se 
movían como hablando, pero no 
se escuchaba nada. Ella regresó 
a su mismo sitio y se 
desplazaba del interior, al 
exterior de la cavidad, su tristeza 
desapareció y se empezó a reír. 
 Todos distinguían las diversas 
modificaciones del estado 
extático 
Su tez era como una dulce 
iluminación, ≪como el sol que 
reaparece y luego como el sol que 
se oculta≫, era el pensamiento de 
algunos de los que estaban ahí. 
Bajo la cavidad, Bernadette 
saludó tres veces, inclinándose un 
poco más profundo en cada 
ocasión; decía ≪sí≫ y luego 
≪no≫... 
El éxtasis de la niña se 
interrumpió, cuando su tía lanzó 
un grito y se desvaneció. Ella se 
incorporó algo triste, y se alejó y 
le dijo a su tía: ≪Tía, no hace falta 
que vuelvas a venir conmigo.≫ 
Algunas personas querían 
saber que le había dicho la 
joven señora; ella les 
respondió: Pronunció la 
palabra «¡Penitencia!» y 
también dijo: «¡Rogad a 
Dios por la conversión de 
los pecadores!». Luego me 
pidió que «me arrodillara y 
besara el suelo como 
penitencia por los 
pecadores». La señora 
estaba triste Le señora me 
había preguntado que si 
«eso me molestaba» le dije 
que no. 
Luego la señora se fue. 
Continúa la segunda parte de las 
apariciones de la Virgen María en Lourdes 
Francia. 
APARICIONES DE LA 
VIRGEN EN LOURDES 2 
APARICIONES DE LA 
VIRGEN DE LOURDES 2 
 
Este documento abarca de 
la novena a la décima 
quinta aparición. 
 
Francisco Martínez A. 
 
Marzo 2014 
 
 
Fuente: René Laurentin 
JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858 
NOVENA APARICIÓN JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858 
NOVENA APARICIÓN 
La Señora brinda un tercer y último 
secreto a Bernadette. Ella le dijo:, Ve a 
beber y lavarte los pies a la fuente, y 
come de la hierba que hay allí. 
Ella buscó la fuente. Creyó que la 
mandaba al torrente y se dirigió hacia 
allá. La Señora la detuvo y le dijo: "No 
vayas allá, ve a la fuente que está aquí". 
Le señaló hacia el fondo de la gruta. La 
gente creía que estaba loca por hacer 
tales cosas. 
A lo que ella contestaba: 
¡ES POR LOS PECADORES! 
JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858 
NOVENA APARICIÓN 
La vidente con su débil mano y 
con sus labios acababa de abrir, 
sin saberlo, el manantial de las 
curaciones y de los milagros más 
grandes que han conmovido la 
humanidad. 
Esta fuente milagrosa de Lourdes 
ha sido analizada por hábiles 
químicos: es un agua virgen, muy 
pura, un agua natural que carece 
de toda propiedad térmica. 
Además tiene la peculiaridad que 
ninguna bacteria sobrevive en 
ella. 
Bernardette llegó muy temprano, 
antes de las seis de la mañana, ella 
se puso de rodillas, en el momento 
de la aparición de la Señora. 
Estando de rodillas comenzó a 
caminar en esta posición. La 
vidente besaba el suelo y se le oyó 
decir por tres veces «penitencia». 
Sus labios se movían, ella estaba 
conversando con alguien, pero 
ellos no oían nada. Bernadette se 
puso de pie, luego de rodillas, se 
desplazaba hacia el torrrente, pero 
de repente se detuvo, estaba 
confundida e indecisa. 
Ella miró hacia la hornacina , 
donde se encontraba la Señora. 
La vidente se movía como si 
estuviese buscando algo. 
Bernadette se inclinó sobre el 
suelo húmedo y se puso a 
escarbar con su mano derecha 
e hizo un hoyo o cuenco, se 
formó una mezcla de barro, ella 
metió su mano y se la empezó 
a pasar por la cara, luego 
recogió con su mano un poco 
de agua sucia y la empezó a 
beber, también tomó unas 
hierbas y las empezó a comer. 
Los hechos protagonizados 
por Bernadette no fueron 
bien recibidos por la gente 
que se había reunido. Ella 
continuó por unos minutos 
con la visión Celestial. 
Al terminar esta 
manifestación, ella se retiró 
con sus dos tías las cuales 
estaban anonadadas, y le 
reprocharon su actitud. 
Cénac, en presencia del 
padre Pene y de Estrade, la 
interrogó sobre su 
quehacer. 
Ella le dijo: la señora me dijo: 
«ve, bebe y lávate en la 
fuente»; 
yo me dirijí al raudal, pero 
ella me dijo: 
«no, allá bajo la peña». 
Al llegar ahí vi un poco de 
agua enlodada, entonces me 
puse a remover la tierra, 
quise beber, pero estaba muy 
sucia, no fue sino hasta la 
cuarta vez que bebí el poco 
que había en mi mano. 
¿Y la hierba que comiste? 
Ella me dijo: 
«Coma de esa hierba que 
hay ahí». 
Ella también me dijo: 
«besala tierra, como 
penitencia por 
«los pecadores». 
Ellos vieron que la niña 
Soubirous realmente 
mostraba una verdadera 
impresión que 
sobrecogía, así como el 
tono de su voz y su 
sencillez a la hora de 
hablar. 
El agua que salía manaba 
de las entrañas de la 
tierra, por más 
turbia que estuviese, 
parecía traer consigo una 
promesa. Sin que nadie 
pensara aún en hablar de 
milagro, discreta y 
cálidamente, la 
esperanza, 
comprometida durante un 
momento, renacía en el 
corazón de las almas 
sencillas. 
VIERNES, 26 DE FEBRERO DE 1858 
DÍA SIN APARICIÓN 
El agua milagrosa obró el primer 
milagro. El buen párroco de 
Lourdes había pedido una señal, 
y en vez de la muy pequeña que 
había pedido, la Señora acababa 
de darle una muy grande, y no 
solo a él, sino a toda la 
población. Fue a un pobre 
obrero, Bourriette, quien por 20 
años había tenido el ojo 
izquierdo horriblemente 
mutilado por la explosión de 
una mina. 
Al orar y brotarse el ojo con el 
agua de la fuente, comenzó a 
gritar de alegría. Las negras 
tinieblas habían desaparecido; 
no le quedaba más que una 
ligera nubecilla, la cual 
desapareció, a medida que se 
iba lavando. Lo más grande 
era que el milagro había 
dejado las cicatrices y las 
lesiones profundas de la 
herida, pero aún así, le había 
devuelto la vista. El agua de la 
fuente era aún poco 
apetecible, 
pero los visitantes 
del jueves habían ahondado 
en el hoyo y el aLo sucedido 
hizo que la gente desfilara gua 
manaba más abundante y 
menos turbia. Se podía oír 
como brotaba y escapaba por 
el suelo. 
Devotamente, Josephe 
Barique, la zapatera, bebió y 
se lavó en esa agua. De esta 
agua misteriosa precisamente 
se hablaba en la ciudad, 
mucho más que de la 
ausencia de la aparición. 
SÁBADO, 27 DE FEBRERO DE 1858 
DÉCIMA APARICIÓN 
Bernadette llega a 
las siete de la 
mañana, al rato, 
ella bebe agua del 
manantial y hace 
los gestos 
habituales de 
penitencia. 
Ese día la Señora 
permanece 
silenciosa. 
DOMINGO, 28 DE FEBRERO DE 1858 
UNDÉCIMA APARICIÓN 
Bernadette efectuó los 
ejercicios de penitencia que 
hacía cada vez que llegaba a 
la gruta y besaba el suelo 
durante y después de la 
aparición. También llegaba 
mucha gente con recipientes 
a sacar agua de la fuente 
cuyo caudal cada vez era 
mayor; y esto se dio entre 
persecuciones efectuadas por 
las autoridades locales. Se 
han congregado cerca de mil 
ciento cincuenta personas. 
LUNES, 1 DE MARZO DE 1858 
DUODÉCIMA APARICIÓN 
Y entre ellas, por primera vez, un sacerdote. 
El 1 de marzo hubo una 
afluencia a la gruta: 
1500 personas. 
Bernadette se encuentra 
con una niña la cual lleva 
un rosario y le dice que el 
rosario que lleva no es de 
ella, sino de una amiga que 
está enferma, Pauline Saus. 
Posteriormente durante la 
aparición Bernadette 
presenta a la Señora el 
rosario de la enferma. 
Dos cazadores de 
Visens mostrando 
autoridad,se 
colocaron delante de 
Bernadette y, fueron 
apartando a la gente 
hasta llegar a la 
gruta. 
Bernadette llegó 
hasta la fuente, 
inclinó el rostro y 
bebió del hoyo, 
≪sin recoger el agua 
con la mano≫, 
Jean Vergez, alcalde de 
Ossen, quedó 
≪impresionado, 
enternecido≫, cuando 
vio como se volvía y 
dirigía aquella mirada 
hacia la cavidad 
interior. Cuando 
Bernadette estaba bajo 
la bóveda y había 
dejado bastante atrás 
el rosal, la gente llegó 
hasta el rosal y apartó 
las ramas para verla. 
Aquí se da otro milagro: 
Durante la noche, 
Catherine Latapie, una 
amiga de Lourdes, con 
nueve meses de embarazo 
acude a la Gruta, moja su 
brazo dislocado en el agua 
del manantial y el brazo y la 
mano recuperan su 
agilidad. 
De repente sintió un 
violento dolor en sus 
entrañas, era su quinta 
gestación. Era la criatura 
que quería venir al mundo. 
Nacería ahí, en una gruta 
como la de Belén, delante 
de toda aquella gente? 
Catherine, llena de 
confianza, reiteró ahora: 
≪Santa Virgen, que acabas 
de curarme, !déjame volver 
a casa!≫ 
Antes de terminar su 
súplica se sintió atendida 
pues los dolores habían 
cesado y estos no 
retornaron mientras 
terminaba la oración. Sus 
dudas se disiparon. 
La gente se maravilló y daban 
gracias por lo que había 
sucedido. 
Recién llegó a su casa se 
mejoró y tuvo un hermoso 
chico, al que pusieron el 
nombre de Jean Baptiste; con 
los años llegó a ser sacerdote. 
En cuanto a la curación de 
Catherine, la suya sería una de 
las siete que retuvo el sumario 
episcopal. 
El comisario había prohibido la 
visita al lugar, sus allegados la 
acusaban y le dijeron que: 
≪Había un sacerdote 
entre la gente≫; 
≪Bernadette hizo 
bendecir los rosarios≫; 
≪Sus padres estaban allí 
y dirigían a la gente≫... 
el prefecto consideraba, 
el asunto como un 
incidente local sin 
importancia; pero algunos 
instigaban, sobre todo 
por la permanencía del 
sacerdote en el lugar. 
Antoine Dezirat, ordenado 
desde el 19 de 
septiembre, 
y que aún vivía con su 
familia, a la espera de 
que se le asignara 
dónde tenía que ir como 
sacerdote. El padre, 
quien estaba en la casa 
del padre Glaire, 
sacerdote de Omex, 
salió por la mañana 
acompañado por un 
grupo de feligreses, 
algo preocupado pues 
había oído hablar de la 
prohibición del párroco, 
padre Peyramale. 
 
 
Por otra parte, se preguntaba, 
≪¿qué era esa aparición?≫ 
≪.Sería cosa de Dios o del 
diablo?≫ 
Conducido por el camino del 
bosque, El padre llegó a la 
gruta justo al mismo tiempo 
que lo hacía Bernadette. 
Todos los ojos, que él no veía, 
estaban clavados en su 
sotana. La gente se apartaba 
con respeto y los que no lo 
hacían se veían conminados a 
hacerlo de inmediato. 
«!Dejen pasar al 
sacerdote!». 
El cura llegó hasta donde 
estaba Bernadette cerca 
de la hornacina. Estaba a 
menos de un metro de la 
niña. El padre se ajustó 
las gafas y se acercó, a 
muy poca distancia de la 
cara de la niña, a unos 
centímetros. 
Bernadette, rezaba el 
rosario, movía apenas los 
labios pero, en su actitud, 
en los rasgos de su rostro, 
se percibía que su alma 
estaba absorta... Su sonrisa 
superaba cualquier 
expresión. Me impresionó 
la alegría y la tristeza 
pintadas en su rostro. 
Cuando uno de estos 
fenómenos sucedía al otro, 
ocurría con la rapidez de un 
rayo; y sin embargo no 
había en esa variación nada 
brusco: era una transición 
admirable. 
Había observado a la niña 
cuando se dirigía a la 
gruta. La había observado 
con escrupulosa atención. 
¡Qué diferencia entre lo 
que era entonces y cómo 
la vi en el momento de la 
aparición! La misma 
diferencia que entre la 
materia y el espíritu... 
Bernadette era la única 
que veía la aparición, pero 
todo el mundo parecía 
sentir su presencia... 
El respeto, el silencio, el 
recogimiento 
reinaban en todas 
partes... 
¡Oh! Qué bien se estaba 
allí. Yo me creía en la 
antesala del paraíso. Pero 
la sombra altiva del padre 
Peyramale, así como el 
temor a que la visión no 
fuera lo que el esperaba, 
perturbaron esa 
serenidad. Imposible 
seguir ahí, convertido en 
punto de mira de todos. 
Debía irse. El padre Dezirat 
se prometió aprovechar la 
primera ocasión para 
abandonar el lugar. 
Pero en ese mismo 
momento, la cara de 
Bernadette cambió de 
semblante. Acaba de 
iniciar el camino de 
rodillas. Era la señal de 
que la aparición había 
terminado e 
inmediatamente de 
puntillas se alejó lo más 
rápido posible, 
sin advertir los 
prodigios que hacían 
los espectadores para 
abrirle paso. 
Más tarde el sacerdote 
comentó: Ella mostraba 
una perfecta paz , 
serenidad y santidad. 
Es imposible que ella 
invente esto que he visto, 
tan puro, tan bello y tan 
agradable. Yo me sentía 
como si estuviese en las 
puertas del cielo. 
MARTES, 2 DE MARZO DE 1858 
DÉCIMOTERCERAAPARICIÓN 
Cada día que pasaba, la 
gente era más 
madrugadora y la afluencia 
más densa. El martes, 2 de 
marzo, los primeros 
visitantes bajaron a 
Massabielle hacia 
medianoche. A las siete, 
cuando llegó Bernadette, 
había 1650 personas 
reunidas, que desbordaban 
la gruta y el estrecho arenal 
que la bordeaba. 
Por doquier había gente, 
todo estaba abarrotado. 
Por la cantidad de 
personas, Bernadette 
tuvo dificultades para 
realizar sus habituales 
ejercicios: caminar de 
rodillas, besar el suelo y 
beber de la fuente. 
Pero el hecho señalado 
del día fue su parada bajo 
la cavidad interior. 
Se echó a reír y luego se 
puso seria. Mantenía una 
conversación. 
Los espectadores contemplaban 
con curiosidad y ansiedad las 
fases de este diálogo... ansiedad 
porque a como se iba acercando 
el último día —!el ≪gran día≫!, la 
efervescencia era mayor. 
Una vez terminada la aparición 
Apenas terminó el éxtasis, las 
mujeres que había, presenciado 
las fases del diálogo rodearon a 
la vidente. 
≪.¿Qué te ha dicho?≫ 
Ella quizo esquivarlas y, como le 
era imposible hacerlo sin decir 
algo, les respondió en forma 
apresurada: 
≪Que vaya y pida a los 
sacerdotes que 
construyan una iglesia y 
que vengamos todos 
aquí en procesión...≫ 
Luego se fue con prisa, 
ella llegó a la casa cural 
a darle al párroco el 
mensaje de la Señora. En 
la casa cural 
estaba el padre 
Peyramale, quien estaba 
preocupado por lo que 
sucedía cada día. 
Él estaba preocupado por lo 
que estaba pasando en la 
parroquia. 
La vidente llega con otras donde 
el padre, éste estaba con tres 
capellanes, el padre Pene y 
Serres sus dos vicarios y el 
Padre Pomian, capellán del 
hospicio. El padre empezó a 
preguntar a la joven repecto a las 
apariciones en un diálogo muy 
brusco y grosero. Al rato, el 
cura se propuso mantener la 
calma. 
Después y con cierto temor, 
ella le brinda el mensaje dado 
por la Señora, respecto de ir en 
procesión con la gente al lugar 
de las apariciones y la 
construcción de una capilla. Él 
le dijo: ¿Estás segura? Sí, 
señor cura. !Estoy segura! 
Sus palabras brotaron en un 
gran impulso de convicción. 
 Después de escucharla, el 
párroco, le dice que le pregunte 
a la Señora cuál es su nombre. 
MIÉRCOLES, 3 DE MARZO 1858 
DÉCIMOCUARTA APARICIÓN 
A las siete de la mañana se 
encuentran, en Massabielle más 
de 3 mil personas presentes en 
la gruta, Bernadette se encamina 
hacia la Gruta; pero este día no 
se da la aparición. 
≪Bernadette ha dicho que no 
se le ha aparecido la Señora 
porque había demasiada 
gente, le quebraron el cirio, 
por el alboroto y desorden.≫ 
Ella regresó con su mamá 
y su tía y se fue a la 
escuela. Al salir del 
colegio, en la tarde, ella 
siente la llamada interior de 
la Señora; al ser las dos de 
la tarde, ella acude a la 
Gruta y en presencia de 
cien personas, la Señora se 
le aparece. El semblante de 
la vidente era de felicidad, 
ella vuelve a preguntarle su 
nombre tal a como se lo 
pidió el padre. La 
respuesta es una sonrisa. 
Ella se fue a casa del 
Padre y le dijo que la 
Señora no le dio el 
nombre. El padre 
Peyramale vuelve a 
decirle:— "Si de verdad la 
Señora quiere una capilla, 
que diga su nombre y haga 
florecer el rosal de la Gruta 
y le construiremos la 
capilla, y no será una 
≪capilla muy pequeña≫, 
no, será muy grande. 
JUEVES, 4 DE MARZO DE 1858 
DECIMOQUINTA APARICIÓN 
Lourdes estaba conmocionada 
por la cantidad de gente, cerca 
de 20 mil personas pululan en las 
cercanías de Massabielle. 
Bernardette llega a la gruta y a 
los pocos minutos entra en 
trance, la aparición se hace 
presente y ella conversa con la 
Señora cerca de cuarenta y cinco 
minutos. Al final de la aparición, 
tuvo una gran tristeza, la tristeza 
de la separación. ¿Volvería a ver 
a la Virgen? 
La Virgen siempre 
generosa, no quiso que 
terminara el día sin una 
manifestación de su 
bondad: un gran milagro, 
un milagro maternal. 
Un niño de dos años 
estaba ya agonizando, se 
llamaba Justino. Desde 
que nació tuvo una fiebre 
que iba poco a poco 
desmoronando su vida. 
Sus padres, ese día, lo 
creían muerto. 
La Madre en su desesperación 
lo tomó y lo llevó a la fuente. 
El niño no daba señales de 
vida. La madre lo metió 15 
minutos en el agua que estaba 
muy fría. Al llegar a la casa, 
notó que se oía con 
normalidad la respiración del 
niño. 
Al día siguiente, Justino se 
despertó con tez fresca y viva, 
sus ojos llenos de vida, 
pidiendo comida y sus piernas 
fortalecidas. 
Este hecho conmocionó a toda 
la comarca y pronto a toda 
Francia y Europa; tres médicos 
de gran fama certificaron el 
milagro, llamándolo de primer 
orden. 
También un hombre que venía 
de Luz se le acercó. 
≪Rece por mi hija, que está 
ciega.≫ Su hija estaba con él, 
abrigada con una capucha 
roja. Llevaba los ojos 
vendados. 
Su aspecto era tan frágil que 
costaba atribuirle una edad; 
su expresión, muy 
desdichada. Bernadette la 
miró y respondió: 
≪Llévela a que se lave en la 
fuente.≫ 
Al ingresar a la gruta 
Bernadette se santiguó, 
empezó a rezar el rosario con 
sencillez, sin un ápice de 
afectación. Ella hizo un signo 
que todos imitaron. 
Los rosarios detenidos 
volvieron a deslizarse entre los 
dedos que habían olvidado 
este movimiento. Algunos que 
≪no creían≫, rebuscaron en 
sus recuerdos las palabras de 
una oración lejana: 
≪Ruega por nosotros, pobres 
pecadores.≫ 
En el tercer Ave de la segunda 
decena, la mano de la vidente 
palideció y una sonrisa 
apareció en su cara, que 
también palideció : 
Los que la vieron quedaron 
impresionados por la evidencia 
de su felicidad: era una 
bendición tan especial que no 
se comparaba con ninguna otra 
que hubieran podido imaginar 
hasta entonces; era una dicha 
que todos compartían y que, 
para ellos, de forma intuitiva, 
tenía ya un nombre: 
≪Dios te salve, María≫; 
al repetir con Bernadette estas 
palabras sentían próxima la 
presencia de la que estaban 
invocando. 
Bernadette prosiguió lentamente 
el rezo del rosario, entrecortado 
de saludos y sonrisas durante un 
cuarto de hora. 
Luego ella sube hasta debajo de 
la bóveda, se mantuvo en actitud 
de espera durante dos minuto 
como mucho; luego, parece 
contrariada, bajó una vez más, 
miró hacia a la hornacina, se 
persignó, y estaba ensimismada 
y volvió a levantarse. Todo 
sucedió al terminar el rosario. 
Ella apagó la vela y se marchó 
del lugar 
DEL 5 AL 24 DE MARZO DE 1858 
Durante los veinte días 
siguientes, Bernardita no acudirá 
a la Gruta; no siente dentro de sí 
la irresistible invitación. Durante 
la aparición la Señora había 
dejado impresa su huella en las 
entrañas de la roca. Un hecho 
importante fue el misterioso 
resplandor de la noche del 4 de 
marzo; la ≪curación≫ de la 
pequeña Sempolis, y de la ≪ciega 
de Bareges≫, que había 
suscitado tanto entusiasmo, 
e igualmente la curación del niño 
que estaba en trance de muerte y 
que fue sanado en las aguas de la 
fuente y que al pasar de los años 
se ordenó sacerdote. 
Las peregrinaciones se siguieron 
dando en forma continua. Antes 
del alba, la primera luz del día 
revelaba algunas formas 
arrodilladas, silenciosas, 
asombrosamente inmoviles. Tanto 
al llegar como al irse, los 
peregrinas bebían y se lavaban en 
la fuente, cuyo caudal aumentaba 
día a día. 
Durante varios días, 
Bernadette fue a la casa de 
una compañera a visitar su 
hermano Jean Marie Doucet, 
de 9 años quien estaba muy 
enfermo y el cual días 
después se curó. 
 El niño estaba tan enfermo 
que ya ni caminaba. De vez en 
cuando sufría violentos 
espasmos. En cuanto a la 
boca, era mucho si la cerraba 
una vez al día para una muy 
breve comida. 
Los doctores Lacrampe, Peyrus 
y Borderes habían arriesgado 
todo susaber en un diagnóstico. 
Nunca habían visto nada 
semejante y pronunciaron 
graves palabras: 
≪neuralgia... incurable≫. 
A la vidente le decían que era 
una santita, pero ella no veía que 
hubiese ahí ningún milagro. 
Ella decía en el interrogatorio del 
jueves, en presencia del 
procurador, del comisario y del 
alcalde, asistido por el secretario 
del ayuntamiento, 
—Yo no creo que haya 
curado a nadie, y 
además yo no he hecho 
nada para curar —
concluyó, en Importante 
declaración. 
Ella no había prometido 
ir después de los 
quince días; no tenía la 
intención de volver. 
El cura Peyramale se 
mantenía en su postura. 
Continúa la tercera parte de las apariciones de la 
Virgen María en Lourdes

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