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JE SUIS L’INMACULÉE CONCEPTION Las apariciones de la Virgen de Lourdes. 1 Este documento abarca las ocho primeras apariciones Francisco Martínez A. Febrero 2014 Fuente: René Laurentin JUEVES, 11 DE FEBRERO DE 1858 PRIMERA APARICIÓN “Aquí, la Virgen invitó a Bernardita a rezar el Rosario, desgranando ella misma un Rosario. De este modo, esta Gruta se ha convertido en la sede de una sorprendente escuela de oración, en la que María enseña a todos a contemplar con ardiente amor el rostro de Cristo” Las tres niñas llegaron a Masse-vieille (vieja roca) o Massabielle. Era un enorme arco rocoso entre cuatro y cinco metros de ancho, que cubría una gruta alargada de ocho metros de ancho. Dicho montorio estaba apuntalado en el agua del Gave y se elevaba, con suavidad y oblicuamente, hasta una altura de tres o cuatro metros y medía aproximadamente 27 metros de alto. Bernadette no acompañó a sus hermanas al otro lado del río por causa del asma que ella padecía, se quedó en la isla, frente a la gruta, atendiendo a la petición de su madre. Ella se dispuso a quitarse los zuecos. Apenas se había sacado la primera media oyó un ruido como el producido por una racha de viento. ¿Qué fue aquél soplo? El aire estaba en calma, nada se movía. Bernadette volvió la cabeza hacia atrás, del lado del prado, en sentido contrario a la gruta; los álamos se erguían inmoviles. Dentro de la luz, una sonrisa; era una maravillosa niña blanca. ≪Me habré equivocado...≫ Bernadette se inclino y empezó a quitarse la otra media. !Otra vez el mismo ruido! En esa ocasión levantó la cabeza y miró directamente enfrente. En medio del paisaje inmóvil, en una especie de nicho que formaba una mancha oscura en la parte derecha de la roca, a tres metros por encima del suelo, se agitaba una mata de espinos. Una suave luz iluminó en forma progresiva aquel agujero en sombra. Y dentro de la luz, una sonrisa; era una maravillosa niña blanca. Separó los brazos al tiempo que se inclinaba en un gesto de recibimiento que parecía decir: ≪Acercaos...≫ Bernadette, paralizada por la sorpresa, pasmada, no se atrevió a moverse. En un principio tuvo miedo, pero luego se tranquilizó y no quería irse del lugar, pues encontraba a la niña muy dulce. Aún así lo primero que hizo fue sacar su rosario Levantó el brazo en forma mecánica para hacer la señal de la cruz con el crucifijo. !Sorpresa! el brazo se detuvo a medio camino; la mano cayó. Ella quizo levantarlo nuevamente, pero no pudo, pero si sentía la cruz en sus dedos. Fue tal el miedo que exprimentó, que su mano le temblaba. En la gruta, la niña dulce le esbozó un gesto, que Bernadette quisiera imitar. También Ella sostenía un rosario en la mano, un rosario blanco con una gran cruz brillante. Se lo llevó a la frente. Acompañando su gesto, el brazo de Bernadette se levantó por sí solo y dibujó a su vez una amplia señal de la cruz. Con este gesto se desvaneció todo el temor y solo quedó una intensa alegría. Ella se arrodilló. Mientras pasaba las cuentas del rosario, Bernadette observaba todo lo que podía, y ambas acciones se acompañaban en forma maravillosa. El tiempo volaba y permanecía como una pequeña eternidad. La aparición hacía correr las cuentas entre sus dedos pero no movía los labios. Tan pronto terminó la oración, desapareció. Los ojos de Bernadette escrutaron en vano una estela de luz que se prolongó un instante antes de disiparse como una nube. Todavía impregnada de su reciente contemplación, pero no soñadora, Bernadette terminó de quitarse la otra media que descubrió enrollada al tobillo como la había dejado. Sus piernas flacas hollaron el agua clara resistiendo la corriente que la empujaba hacia abajo y fue en busca de sus hermanas. Ella le narró a su hermana Toinette lo que había visto y al llegar a la casa poco tiempo después ésta se lo dijo a su madre la cual se disgustó e interrogó a Bernadette quien le contó al respecto. —¿Qué has visto? Dime, ¿qué has visto? Las palabras no acudían a la boca de Bernadette. —Algo blanco. Las dos niñas recibieron una buena tunda con el bastón de sacudir las mantas, menos fuerte para Bernadette. —Tus ojos te han engañado. Solo has visto una piedra blanca — exclamó la madre. —No, que tenía una cara muy bonita — protestó Bernadette. —Os prohibo que volváis —concluyó la madre. DOMINGO, 14 DE FEBRERO DE 1858 SEGUNDA APARICIÓN Bernardita le tiró agua bendita para asegurarse que venía de Dios. La Señora sonrío cuando el agua lanzada por Bernadette tocó sus pies, tomó el rosario y se persignó con él y ambas lo rezaron. El domingo 14 de febrero, un grupo de niñas estaban charlando en la plaza antes de la misa mayor de las diez. Ellas charlaban de que ≪Bernadette había visto una cosa en Massebielle.≫ Este y ningún otro era el tema de conversación. Bernadette las escuchaba en forma silenciosa, ellas le decían: “Vamos a Massabielle, nosotras te acompañamos”. Ella les dijo que no porque su mamá le había prohibido ir. Bernadette vacilaba entre dos sentimientos. Le atraía la gruta: sentía curiosidad, deseaba verificar lo ocurrido, y algo más que no sabía explicar. Pero el padre y la madre habían pronunciado sobre el tema unas palabras definitivas, a las que no podía oponerse. Las otras niñas no mostraban su misma moderación. —!Vamos a preguntar nosotras! Ellas fueron a buscar el respectivo permiso. Toinette, escoltada por Therese Courouau y Catherine Mengot, se llevó a Bernadette a buscar a su padre Francois el cual estaba en su trabajo. Cazenave su patrón lo convenció para que dejara ir a las niñas, éste accedió y les dijo que no tardaran mucho. Ellas se fueron muy contentas en dirección a Massabeille. Las que iban no eran solo ellas, sino cerca de una docena de niñas. Se formaron dos grupos. Las pequeñas caminaban presurosas al lado de Bernadette y de su hermana. Las mayores lo hacían a su paso, por detrás. Por fin llegaron a Massabielle; Bernadette tomo aliento en el torrente cavado por las pisadas de los puercos. Dejo atrás a las otras niñas, se deslizó y se levantó con una agilidad desconcertante, como suspendida en la alegría que planeaba por encima de ella. Bernadette se separó de sus amigas y se fue por el bosque, ellas la buscaron y la encontraron de rodillas, con el rosario en la mano, cerca de la entrada de la gruta. Ella se encontraba concentrada en la oración y no escuchaba lo que las compañeras le decían. Ellas optaron por sacar el rosario, algunas se arrodillaron, otras permanecieron de pie. Las compañeras mayores llegaron al rato y las vieron. Cuando terminaron la primera decena del Santo Rosario, Bernadette se estremeció en forma imperceptible. Ella dijo, ahí está la claridad, miren ahí está, lleva el rosario colgando en su brazo derecho. Os está mirando. Ellas no vieron nada. La escucharon dando saludos. Intrigadas, emocionadas e irritadas, solo vieron como su amiga empezaba a moverse enérgicamente. Llevaba la botella que le había pasado su vecina. Dejemos que sea ella quien nos lo cuente. Empecé a echarle agua bendita mientras le decía que si venía de parte de Dios se quedase, y si no, que se fuese, y me daba prisa en seguir echándole agua. Ella sonrió, inclinó la cabeza y cuanto más la rociaba yo, más sonreía ella e inclinaba la cabeza, y más la veía yo hacer sus señas... y entonces, muy asustada, me apresuraba a rociarla y lo hice hasta que la botella se vació. Las otras contemplaron la escenacon curiosidad y preocupación. Durante toda la primera parte de la aparición, sin dejar de ≪ver≫, había podido hablar con las otras con entera libertad. Pero de repente Bernadette cayó en éxtasis, Ahora, ajena al mundo exterior, se hallaba absorta en la visión.≪¿Qué te pasa? .Donde te duele? !Responde!≫ No hubo respuesta. Bernadette seguía arrodillada con las manos juntas. Sus ojos, clavados en el agujero del peñasco, no parpadeaban. Sus compañeras empezaron a empujarla y a zarandearla, tratando de forzarla a levantarse, estaba muy pesada. Ellas fueron a buscar ayuda, en eso vieron que la madre del molinero de Savy, Jeanne Barrau-Nicolau, y su hermana, Jeanne-Marie, que iban paseando por el pie de la cuesta, subieron al oír los gritos y ahora se las veía bajar por el sendero que llevaba a la gruta. También ellas intentaron levantar a Bernadette, pero sin éxito. Regresaron al molino; ahí hacía falta un hombre. Antoine, el molinero, un mocetón de veintiocho años. ≪Bernadette Soubirous está en la gruta. Esta viendo algo. No sé que es, pero no puedo traerla. Ven a ayudarnos, tú que eres fuerte.≫ Antoine Nicolau interrumpió su aseo y acudió a todo correr, sin recoger siquiera la gorra y la chaqueta. En el camino se cruzó con Pauline Bourdeau, que huyó asustada. Abajo solo encontró a ≪tres o cuatro niñas pobres≫ llorando El molinero se puso a contemplar a Bernardette. Bernadette estaba de rodillas... con los ojos muy abiertos, clavados en la hornacina..., las manos juntas... el rosario entre los dedos. Las lágrimas le caían por la cara. Estaba sonriendo y tenía una expresión hermosa... más hermosa que todo lo que yo he visto. Me dio pena y alegría, y todo el día me sentí conmovido al pensar en ella... Me quedé quieto un rato, mirándola... Las chicas estaban como yo, se decían algo unas a otras; mi madre y mi tía estaban tan embelesadas como yo... Miré hacia la hornacina, pero no vi nada. A pesar de su sonrisa, me daba pena lo pálida que estaba. Fue la tía Nicolau quien puso fin a la contemplación. ≪Cógela, y vamos a llevarnosla a casa.≫ Nicolau la levantó cogiéndola por debajo de los brazos, por detrás. Bernadette no emitió ≪ningún gemido; solo una respiración un poco rápida≫. Para llevársela, él la cogió por el brazo derecho, mientras su madre la cogía por el izquierdo. De cerca pudo verle la cara brillante por las lágrimas. A falta de pañuelo, se las secó con los dedos. Luego intentó sacarla de allí. Opuso más resistencia de lo que cabría esperar de aquel gato flacucho que no pesaba ni la mitad de un saco de harina. Nicolau entendió que estaba pasando: lo que la retenía era lo que ella estaba viendo, con los ojos ≪clavados en lo alto≫. Entonces abordó la dificultad por su causa. Le tapé los ojos con la mano e intenté obligarla a inclinar la cabeza, pero ella la levantaba y volvía a abrir los ojos con la misma sonrisa. Aún así, ellos se la llevaron, pero ella continuaba pálida con los ojos abiertos y fijos, al llegar al llano, ella estaba sudando. Ellos no comprendían cómo podía derramar esas lágrimas mientras sonreía tan dichosa. Ellos la llevaron al molino de Savy, Bernadette bajó la cabeza, su sonrisa desapareció y el color de su rostro volvió a su cara. El molinero y los presentes le preguntaban sobre lo que veía en el agujero de la gruta, ella les dijo que era una muchacha muy bonita con el rosario colgando en el brazo derecho. Pese a todo, sentía que una gran calma la aislaba y la mantenía por encima de todo el alboroto: algo nuevo que no sabría como explicar, habitaba en su corazón. JUEVES, 18 DE FEBRERO DE 1858 TERCERA APARICIÓN Bernadette le ofrece papel y una pluma y le pide que escriba su nombre. La Señora le dice: "Lo que tengo que comunicarte no es necesario escribirlo, hazme únicamente el regalo de venir aquí durante quince días seguidos". “Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro". Jeanne-Marie Milhet y Antoinette Peyret acompañan a Bernadette en la noche a Massabielle. Estando cerca de la gruta, ella corrió y las dos mujeres le dijeron: “Bernadette espera” y ella las esperó.Ellas llegaron a la gruta y se arrodillaron. Antoinette a la izquierda con un cirio y a la derecha la señora Milhet. Bernadette les dice que la niña está ahí, ellas no lograron ver la aparición y se volvieron a ella y el rostro era plácido, ella miraba a lo alto, con un brillo de alegría. La visión celestial se produjo en forma rápida, y se pusieron a rezar el Santo Rosario . Las damas querían que Bernadette le dijera a la Niña que escribiera en un papel que es lo que quería, se adelantaron hacia la gruta pero la vidente las detuvo, ellas atemorizadas se hicieron a un lado. Bernadette camina hacia la Niña, ella les hace un gesto, con el dedo, pues no pudo articular ninguna palabra, les indicaba por donde debían venir. Ella se aproximó tanto a la muchacha blanca, extendió sus brazos y le pide que escriba en el papel cuál es su nombre. La muchacha blanca envuelta en su luz, se puso a reír, era una riza angelical y le dice que no es necesario. Bernadette se puso muy contenta, era la primera vez que escuchaba su voz fina y suave y que no era una simple visión. Ella le dice: “Quiere tener la cortesía de venir aquí durante quince días”. Ella estaba desconcertada y le respondió de corazón sin detenerse a pensar en las consecuencias. La bella Niña le dice: “No prometo hacerte feliz en este mundo sino en el otro”. Las dos acompañantes no habían escuchado nada, ellas la interrogan y le dicen que si ellas pueden acercarse, la joven Soubirous les dijo que nada impide que vengan. Ellas se acercaron y se pusieron a rezar pero la visión se había ido. De regreso, Bernadette las consuela y les dice que la muchacha todo el tiempo las estuvo mirando; ellas en su interior sentían una gran paz que las embargaba. Ellas le dijeron a Soubirous si la bella Niña era la Virgen María, ella guardó silencio, porque no sabía, pero en su interior guardaba una gran alegría. La señora Milhet pide el consentimiento a los padres de Bernadette, ella se la va a llevar a su casa, con la finalidad de brindarle un mayor apoyo. Los padres consintieron. VIERNES 19 DE FEBRERO DE 1858 CUARTA APARICIÓN Bernardita llega a la Gruta con una vela encendida, que fue bendecida. De aquel gesto nacerá la costumbre de llevar velas para encenderlas ante la Gruta. Bernadette, la señora Milhet y otras diez personas llegaron a la gruta, la primera en llegar fue la vidente. Cuando las otras personas llegaron, la . encontraron de rodillas; eran cerca de las seis de la mañana, Bernadette empezó a rezar. Su semblante era tranquilo, cuando iba por la tercera Dios te Salve María, su rostro se puso lívido y sus ojos no vacilaban, de repente ella sonrió, y con las manos y la cabeza saludó. Para las otras era un placer contemplarla, daba la impresión de que siempre había saludado con aquellos gestos; todas se arrodillaron y estaban muy emocionadas, pero la palidez de la vidente era tal que creyeron que se estaba muriendo. Su madrina se apresuró a recogerla en sus brazos, de repente el hechizo se rompió, el semblante de la niña volvió a recuperar el color. De inmediato todas regresaron y acordaron verse al siguiente día en la mañana. SÁBADO 20 DE FEBRERO DE 1858 QUINTA APARICIÓN La Señora le ha enseñó una oración personal que solo la conoció ella. Al terminar la visión, Bernadette se sintió muy triste, estaba apesadumbrada.A las seis y media más o menos, Bernadette salió hacia Massabielle, acompañada por las mismas mujeres del día anterior y otras que también llegaron, eran como trinta personas las que iban. Bernadette inició el rosario. Un cuarto de hora después de estar de rodillas, ella comenzó a saludar y las presentes empezaron a murmurar: !Oh ya la está viendo”. Sí, ella sonreía y saludaba, sus párpados «no se movían ni siquiera cuando inclinaba la cabeza para los saludos». Poco a poco el recogimiento alcanzó a todo el mundo. Quince minutos después el rostro de la vidente cambió, se puso muy triste y Bernadette se incorporó. En el camino de regreso ellas la asediaron a preguntas, pero ella no tenía nada que decir al respecto. Ella ingresó a la casa de su tía Basile, estaba muy contenta. El rumor de las apariciones se extendía por doquier. DOMINGO 21 DE FEBRERO DE 1858 SEXTA APARICIÓN Bernadette observó que la Señora estaba muy triste. Ella le preguntó, mi niña ¿qué te pasa?, ¿qué es lo que puedo hacer por Ti? La Virgen respondió: "Rogad por los pecadores". Un médico la examina y dice: "Aquí hay un hecho extraordinario, totalmente desconocido a la ciencia y a la medicina" El domingo antes de las seis de la mañana estaban esperando a Bernardette cerca de cien personas, quienes la iban a acompañar a la gruta. Todas esta personas contemplaron el éxtasis silencioso de Bernadette, y regresaron muy felices y como era de esperar, la noticia se expandió por todas partes. Ese mismo día, el cura mandó a llamar a Bernadette, él quería hablar con ella. Bernadette no conocía al padre Pene, pero ella lo fue a ver. Una vez más tuvo que contar todas aquellas cosas tan difíciles de explicar, y que la gente no comprendía, sino que cada cual lo hacía a su manera. Esta vez encontró una cordialidad discreta. Su sencillez, su modestia, la tranquila claridad de sus respuestas impresionaron al vicario..., pero éste le preguntó tanto que la fatigó en demasía. Eran las dos y treinta de la tarde cuando un hombre con un atuendo entre campesino y militar: blusa con ribete rojo y gorra galonada; lucía el águila imperial bordada en el pecho y tenía aspecto bonachón. Era el guarda rural Callet. Con él estaba el comisario de policía Jacomet. Él estaba buscando a Bernardette Cuando la vio, cogió a la niña del brazo con un gesto cortés aunque enérgico. Y le dijo: —Sígueme. Ella accedió. Jacomet Empezó a caminar llevando a Bernadette a su lado. Luego iba el guardia. Y detrás le seguía la gente. Ellos llegaron a la comisaría. Dentro de la comisaría, Jacomet empezó a interrogar a la joven. —Bernadette Soubirous. ¿Así que vas todos los días a Massabielle? —Sí, señor. —¿Y ves algo bonito? Parecía interesado, su tono de voz y su mirada animaban a hablar. —Sí señor. De la minúscula silueta cubierta con la capucha salía una voz fuerte, ingenua aunque no tímida. Aquello prometía ser interesante. Él le pregunta: —¿Cómo te llamas? —¡Bernadette Soubirous! —¿Y tu padre? —Francois. — ¿Tu madre? —Louise Casterot. Jacomet continuó el interrogatotio. —Así, Bernadette, que ves a la Virgen. —Yo no he dicho que vea a la Virgen. —¡Ah, vaya! ¡tú no has visto nada! (.El problema quedaría eliminado de raíz?) —¡Sí que he visto algo! —Entonces, ¿que has visto? —Una cosa blanca. —¿Es una cosa o es alguien? —Eso, tiene la forma de una niña. —.Y eso no te ha dicho: ¿Soy la Virgen? —Eso no me lo ha dicho. El comisario se da cuenta que lo que dice la niña difiere de lo que dice la gente. Bernardette le cuenta todo al comisario desde lo que sucedió el 11 de febrero hasta ese instante. Bernadette respondió al punto, con claridad y de manera concisa, sin rebasar en ningún momento los límites de la pregunta, sin emoción tampoco. Bernadette respondió al punto, con claridad y de manera concisa, sin rebasar en ningún momento los límites de la pregunta; Jacomet asedió con cuanta pregunta quizo, pero ella permaneció tranquila hasta el final, cuando llegó Francois le dijo a Jacomet: — Soy el padre de la niña. El comisario le recreminó algunas cosas al respecto y le dijo un montón de mentiras, las cuales no fueron creídas por el molinero. Aún así, Francois accede a no dejar ir más a su hija a la gruta y que cerraría las puertas de su casa para que nadie llegara a importunarles. Después de ese acuerdo, se concedió el lujo de felicitar a Soubirous por sus buenos sentimientos y mientras terminaba sus cumplidos, abrió la puerta que daba al patio... y la volvió a cerrar. La sesión había terminado LUNES, 22 DE FEBRERO DE 1858 DÍA SIN APARICIÓN Las personas que acompañaban a Bernadette, le preguntaron una vez: "Dime, ¿quién te ha enseñado a hacer tan graciosos saludos?". "Nadie, contestó, no se como habré saludado, trato de hacerlo como lo hace la Señora y ella me saluda de este modo cuando se marcha." Berdadette obedeciendo a sus padres se fue a la escuela, pero estaba inquieta, su pensamiento estaba en Massabielle. De regreso a su casa, ella sintió la imperosa necesidad de no ir a la casa sino a la gruta y se dirigió a ella. Dos gendarmes la siguieron y se colocaron cada uno a su lado, su misión era vigilarla y la acompañaron hasta la gruta. Ella encendió el cirio, se arrodilló y se puso a rezar el rosario. Eran cerca de cincuenta personas las que se encontraban en el lugar. El semblante de ella era tranquilo, sin ninguna alteración, uno de los gendarmes le tocaba el hombro y le decía en forma irónica “¿La vez?, ella no respondió nada, ella estaba triste y mantenía un silencio imperturbable. La gente creía que la bella dama no se aparecía por la presencia del gendarmen, que la estaba molestando. La tía cogió a Berdadette y se la llevó del lugar, no sin antes dirigir algunas palabras ásperas al gendarme. La no aparición trajo como consecuencia una serie de mumullos, entre los pobladores, los escépticos como siempre que era una simple invención de la niña, los blandos su fe se tambaleaba, y los creyentes estaban anuentes de que estas apariciones eran verdaderas. Bernadette estaba muy triste, ella murmuraba, que no sabía en que le había falladado a la señora. Ese lunes 22 de febrero, ella no se apareció. La Gendarmería accedió para que Bernadette visitara la gruta. MARTES, 23 DE FEBRERO DE 1858 SÉPTIMA APARICIÓN La Señora le da un secreto a Bernadette que únicamente le concernía a ella. Le enseñó una oración y la cual la puso a repitir, pero ella no la dio a conocer por solicitud de la Señora. La bella Señora le dijo a ella: "Y ahora, hija mía, ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse un Santuario, y que a él debe venirse en procesión". Bernadette se fue en forma inmediata a buscar al Sacerdote. Cuando ella le brindó el mensaje, el Cura Párroco Peyramale quiso saber el nombre de la Señora y le dijo a la vidente, que le pidiera de su parte que hiciese el milagro de hacer florecer el rosal silvestre sobre el que se aparecía. Bernadette llegó más o menos a las seis de la mañana de ese martes 23 de febrero, ella ocupó su lugar, se arrodilló y sacó su rosario, su semblante aunque se veía tranquilo, daba muestras de tristeza y ansiedad. Como de costumbre, sus rostro cambió y reflejaba alegría, la bella señora se había hecho presente. Esto ocurrió cuando ella había finalizado la primera decena del santo rosario. Ella mostraba una gran alegría, así como sonrisas, saludos, y amplias señales de la cruz. Bernadette movía los labios; ella escuchaba, mostrabaSorpresa y decía ≪si≫ con la cabeza y luego ≪no≫. Por momentos se afligía, luego se echaba a reír, abiertamente, con alegría aunque de una manera que en su extrema sencillez se mantenía un tono por encima de la realidad. En el lugar habían cerca de cien personas, las cuales estaban sobrecogidas y muy emocionadas con lo que ocurría ahí. Durante el éxtasis de Bernadette, el cirio le resbaló de la mano. Por uno de sus extremos (el contrario al que ardía) tocó el suelo de manera que el segundo dedo de su mano quedó tocando la llama durante varios minutos. Una dama dijo: «Creí que aquel pobre dedo estaría totalmente calcinado. No pude reprimir un gemido en voz alta, y... no tuve el valor de apartarlo de la llama». Ese día, el éxtasis se prolongó, durante una hora. El éxtasis de Bernadette había soportado la luz del día. Al terminar la aparición, su rostro recuperó en forma gradual el color. Los párpados recuperaron su movimiento habitual. Bernadette estaba tan feliz con lo que había sucedido. La gente quería saber sobre el diálogo, pero ella no dijo nada. Lo más probable es que el diálogo tratara de la oración secreta ≪solo para ella≫ que recitaría a partir de entonces todos los días de su vida. Ese día, muchos llegaron incrédulos y salieron creyentes. Para ellos todo era ≪¡Prodigioso! ¡Sublime! !Divino!...≫ La dama que había presenciado lo del cirio y el dedo de Bernadette, la fue a buscar a su casa, la encontró con su hermanito en los regasos. En estas circunstancias tuvo ocasión de examinar el dedo de Bernadette. No había rastro de quemadura alguna. MIÉRCOLES, 24 DE FEBRERO DE 1858 OCTAVA APARICIÓN La vidente le contó a la Señora, el pedimento de Párroco, Ella se limitó a sonreír, sin articular palabra alguna. Ella se volvió a Bernadette y le pidió que rogara por los pecadores y la Señora exclamó tres veces: ¡“Penitencia, Penitencia, Penitencia”!, y le pidió a la vidente que repitiera estas palabras y así lo hizo, mientras caminó de rodillas por la gruta. La Señora le dijo: ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores! Ella lo hizo y pidió a los presentes que hicieran lo mismo, es decir que rogaran a Dios por los pecadores. Bernadette llegó a la gruta en horas de la mañana, al ocupar su sitio miró con asombro a la gran cantidad de personas que se habían reunido, más o menos trecientas personas. Bernadette se arrodilló, encendió el cirio y se persignó con una devoción contagiosa. Las cuentas del rosario corrían entre sus dedos cruzados. Al terminar la primera decena, se produjo un suceso inusual, una especie de movimiento hacia adelante, o más bien un impulso muy suave, pues Bernadette no se había movido. Pero su semblante había cambiado. La cara de Bernadette palideció y adquirió una luminosa blancura. La gente que estaba a la par de ella se asustó al verla tan desmejorada. Sin embargo, varios minutos después, ella dejó de sonreír y una especie de nube cubrió su rostro y recuperó el color en su semblante. Ella no estuvo contenta con la gente que tenía enfrente, justo debajo de la hornacina. Bernadette se incorporó y dio varios pasos por la gruta, se volvió a la derecha mirando hacia arriba, a la parte ancha de la gruta. Su semblante cambió con un aire de palidez y de sonrisa; daba la impresión de estar viendo y sus labios se movían como hablando, pero no se escuchaba nada. Ella regresó a su mismo sitio y se desplazaba del interior, al exterior de la cavidad, su tristeza desapareció y se empezó a reír. Todos distinguían las diversas modificaciones del estado extático Su tez era como una dulce iluminación, ≪como el sol que reaparece y luego como el sol que se oculta≫, era el pensamiento de algunos de los que estaban ahí. Bajo la cavidad, Bernadette saludó tres veces, inclinándose un poco más profundo en cada ocasión; decía ≪sí≫ y luego ≪no≫... El éxtasis de la niña se interrumpió, cuando su tía lanzó un grito y se desvaneció. Ella se incorporó algo triste, y se alejó y le dijo a su tía: ≪Tía, no hace falta que vuelvas a venir conmigo.≫ Algunas personas querían saber que le había dicho la joven señora; ella les respondió: Pronunció la palabra «¡Penitencia!» y también dijo: «¡Rogad a Dios por la conversión de los pecadores!». Luego me pidió que «me arrodillara y besara el suelo como penitencia por los pecadores». La señora estaba triste Le señora me había preguntado que si «eso me molestaba» le dije que no. Luego la señora se fue. Continúa la segunda parte de las apariciones de la Virgen María en Lourdes Francia. APARICIONES DE LA VIRGEN EN LOURDES 2 APARICIONES DE LA VIRGEN DE LOURDES 2 Este documento abarca de la novena a la décima quinta aparición. Francisco Martínez A. Marzo 2014 Fuente: René Laurentin JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858 NOVENA APARICIÓN JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858 NOVENA APARICIÓN La Señora brinda un tercer y último secreto a Bernadette. Ella le dijo:, Ve a beber y lavarte los pies a la fuente, y come de la hierba que hay allí. Ella buscó la fuente. Creyó que la mandaba al torrente y se dirigió hacia allá. La Señora la detuvo y le dijo: "No vayas allá, ve a la fuente que está aquí". Le señaló hacia el fondo de la gruta. La gente creía que estaba loca por hacer tales cosas. A lo que ella contestaba: ¡ES POR LOS PECADORES! JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858 NOVENA APARICIÓN La vidente con su débil mano y con sus labios acababa de abrir, sin saberlo, el manantial de las curaciones y de los milagros más grandes que han conmovido la humanidad. Esta fuente milagrosa de Lourdes ha sido analizada por hábiles químicos: es un agua virgen, muy pura, un agua natural que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad que ninguna bacteria sobrevive en ella. Bernardette llegó muy temprano, antes de las seis de la mañana, ella se puso de rodillas, en el momento de la aparición de la Señora. Estando de rodillas comenzó a caminar en esta posición. La vidente besaba el suelo y se le oyó decir por tres veces «penitencia». Sus labios se movían, ella estaba conversando con alguien, pero ellos no oían nada. Bernadette se puso de pie, luego de rodillas, se desplazaba hacia el torrrente, pero de repente se detuvo, estaba confundida e indecisa. Ella miró hacia la hornacina , donde se encontraba la Señora. La vidente se movía como si estuviese buscando algo. Bernadette se inclinó sobre el suelo húmedo y se puso a escarbar con su mano derecha e hizo un hoyo o cuenco, se formó una mezcla de barro, ella metió su mano y se la empezó a pasar por la cara, luego recogió con su mano un poco de agua sucia y la empezó a beber, también tomó unas hierbas y las empezó a comer. Los hechos protagonizados por Bernadette no fueron bien recibidos por la gente que se había reunido. Ella continuó por unos minutos con la visión Celestial. Al terminar esta manifestación, ella se retiró con sus dos tías las cuales estaban anonadadas, y le reprocharon su actitud. Cénac, en presencia del padre Pene y de Estrade, la interrogó sobre su quehacer. Ella le dijo: la señora me dijo: «ve, bebe y lávate en la fuente»; yo me dirijí al raudal, pero ella me dijo: «no, allá bajo la peña». Al llegar ahí vi un poco de agua enlodada, entonces me puse a remover la tierra, quise beber, pero estaba muy sucia, no fue sino hasta la cuarta vez que bebí el poco que había en mi mano. ¿Y la hierba que comiste? Ella me dijo: «Coma de esa hierba que hay ahí». Ella también me dijo: «besala tierra, como penitencia por «los pecadores». Ellos vieron que la niña Soubirous realmente mostraba una verdadera impresión que sobrecogía, así como el tono de su voz y su sencillez a la hora de hablar. El agua que salía manaba de las entrañas de la tierra, por más turbia que estuviese, parecía traer consigo una promesa. Sin que nadie pensara aún en hablar de milagro, discreta y cálidamente, la esperanza, comprometida durante un momento, renacía en el corazón de las almas sencillas. VIERNES, 26 DE FEBRERO DE 1858 DÍA SIN APARICIÓN El agua milagrosa obró el primer milagro. El buen párroco de Lourdes había pedido una señal, y en vez de la muy pequeña que había pedido, la Señora acababa de darle una muy grande, y no solo a él, sino a toda la población. Fue a un pobre obrero, Bourriette, quien por 20 años había tenido el ojo izquierdo horriblemente mutilado por la explosión de una mina. Al orar y brotarse el ojo con el agua de la fuente, comenzó a gritar de alegría. Las negras tinieblas habían desaparecido; no le quedaba más que una ligera nubecilla, la cual desapareció, a medida que se iba lavando. Lo más grande era que el milagro había dejado las cicatrices y las lesiones profundas de la herida, pero aún así, le había devuelto la vista. El agua de la fuente era aún poco apetecible, pero los visitantes del jueves habían ahondado en el hoyo y el aLo sucedido hizo que la gente desfilara gua manaba más abundante y menos turbia. Se podía oír como brotaba y escapaba por el suelo. Devotamente, Josephe Barique, la zapatera, bebió y se lavó en esa agua. De esta agua misteriosa precisamente se hablaba en la ciudad, mucho más que de la ausencia de la aparición. SÁBADO, 27 DE FEBRERO DE 1858 DÉCIMA APARICIÓN Bernadette llega a las siete de la mañana, al rato, ella bebe agua del manantial y hace los gestos habituales de penitencia. Ese día la Señora permanece silenciosa. DOMINGO, 28 DE FEBRERO DE 1858 UNDÉCIMA APARICIÓN Bernadette efectuó los ejercicios de penitencia que hacía cada vez que llegaba a la gruta y besaba el suelo durante y después de la aparición. También llegaba mucha gente con recipientes a sacar agua de la fuente cuyo caudal cada vez era mayor; y esto se dio entre persecuciones efectuadas por las autoridades locales. Se han congregado cerca de mil ciento cincuenta personas. LUNES, 1 DE MARZO DE 1858 DUODÉCIMA APARICIÓN Y entre ellas, por primera vez, un sacerdote. El 1 de marzo hubo una afluencia a la gruta: 1500 personas. Bernadette se encuentra con una niña la cual lleva un rosario y le dice que el rosario que lleva no es de ella, sino de una amiga que está enferma, Pauline Saus. Posteriormente durante la aparición Bernadette presenta a la Señora el rosario de la enferma. Dos cazadores de Visens mostrando autoridad,se colocaron delante de Bernadette y, fueron apartando a la gente hasta llegar a la gruta. Bernadette llegó hasta la fuente, inclinó el rostro y bebió del hoyo, ≪sin recoger el agua con la mano≫, Jean Vergez, alcalde de Ossen, quedó ≪impresionado, enternecido≫, cuando vio como se volvía y dirigía aquella mirada hacia la cavidad interior. Cuando Bernadette estaba bajo la bóveda y había dejado bastante atrás el rosal, la gente llegó hasta el rosal y apartó las ramas para verla. Aquí se da otro milagro: Durante la noche, Catherine Latapie, una amiga de Lourdes, con nueve meses de embarazo acude a la Gruta, moja su brazo dislocado en el agua del manantial y el brazo y la mano recuperan su agilidad. De repente sintió un violento dolor en sus entrañas, era su quinta gestación. Era la criatura que quería venir al mundo. Nacería ahí, en una gruta como la de Belén, delante de toda aquella gente? Catherine, llena de confianza, reiteró ahora: ≪Santa Virgen, que acabas de curarme, !déjame volver a casa!≫ Antes de terminar su súplica se sintió atendida pues los dolores habían cesado y estos no retornaron mientras terminaba la oración. Sus dudas se disiparon. La gente se maravilló y daban gracias por lo que había sucedido. Recién llegó a su casa se mejoró y tuvo un hermoso chico, al que pusieron el nombre de Jean Baptiste; con los años llegó a ser sacerdote. En cuanto a la curación de Catherine, la suya sería una de las siete que retuvo el sumario episcopal. El comisario había prohibido la visita al lugar, sus allegados la acusaban y le dijeron que: ≪Había un sacerdote entre la gente≫; ≪Bernadette hizo bendecir los rosarios≫; ≪Sus padres estaban allí y dirigían a la gente≫... el prefecto consideraba, el asunto como un incidente local sin importancia; pero algunos instigaban, sobre todo por la permanencía del sacerdote en el lugar. Antoine Dezirat, ordenado desde el 19 de septiembre, y que aún vivía con su familia, a la espera de que se le asignara dónde tenía que ir como sacerdote. El padre, quien estaba en la casa del padre Glaire, sacerdote de Omex, salió por la mañana acompañado por un grupo de feligreses, algo preocupado pues había oído hablar de la prohibición del párroco, padre Peyramale. Por otra parte, se preguntaba, ≪¿qué era esa aparición?≫ ≪.Sería cosa de Dios o del diablo?≫ Conducido por el camino del bosque, El padre llegó a la gruta justo al mismo tiempo que lo hacía Bernadette. Todos los ojos, que él no veía, estaban clavados en su sotana. La gente se apartaba con respeto y los que no lo hacían se veían conminados a hacerlo de inmediato. «!Dejen pasar al sacerdote!». El cura llegó hasta donde estaba Bernadette cerca de la hornacina. Estaba a menos de un metro de la niña. El padre se ajustó las gafas y se acercó, a muy poca distancia de la cara de la niña, a unos centímetros. Bernadette, rezaba el rosario, movía apenas los labios pero, en su actitud, en los rasgos de su rostro, se percibía que su alma estaba absorta... Su sonrisa superaba cualquier expresión. Me impresionó la alegría y la tristeza pintadas en su rostro. Cuando uno de estos fenómenos sucedía al otro, ocurría con la rapidez de un rayo; y sin embargo no había en esa variación nada brusco: era una transición admirable. Había observado a la niña cuando se dirigía a la gruta. La había observado con escrupulosa atención. ¡Qué diferencia entre lo que era entonces y cómo la vi en el momento de la aparición! La misma diferencia que entre la materia y el espíritu... Bernadette era la única que veía la aparición, pero todo el mundo parecía sentir su presencia... El respeto, el silencio, el recogimiento reinaban en todas partes... ¡Oh! Qué bien se estaba allí. Yo me creía en la antesala del paraíso. Pero la sombra altiva del padre Peyramale, así como el temor a que la visión no fuera lo que el esperaba, perturbaron esa serenidad. Imposible seguir ahí, convertido en punto de mira de todos. Debía irse. El padre Dezirat se prometió aprovechar la primera ocasión para abandonar el lugar. Pero en ese mismo momento, la cara de Bernadette cambió de semblante. Acaba de iniciar el camino de rodillas. Era la señal de que la aparición había terminado e inmediatamente de puntillas se alejó lo más rápido posible, sin advertir los prodigios que hacían los espectadores para abrirle paso. Más tarde el sacerdote comentó: Ella mostraba una perfecta paz , serenidad y santidad. Es imposible que ella invente esto que he visto, tan puro, tan bello y tan agradable. Yo me sentía como si estuviese en las puertas del cielo. MARTES, 2 DE MARZO DE 1858 DÉCIMOTERCERAAPARICIÓN Cada día que pasaba, la gente era más madrugadora y la afluencia más densa. El martes, 2 de marzo, los primeros visitantes bajaron a Massabielle hacia medianoche. A las siete, cuando llegó Bernadette, había 1650 personas reunidas, que desbordaban la gruta y el estrecho arenal que la bordeaba. Por doquier había gente, todo estaba abarrotado. Por la cantidad de personas, Bernadette tuvo dificultades para realizar sus habituales ejercicios: caminar de rodillas, besar el suelo y beber de la fuente. Pero el hecho señalado del día fue su parada bajo la cavidad interior. Se echó a reír y luego se puso seria. Mantenía una conversación. Los espectadores contemplaban con curiosidad y ansiedad las fases de este diálogo... ansiedad porque a como se iba acercando el último día —!el ≪gran día≫!, la efervescencia era mayor. Una vez terminada la aparición Apenas terminó el éxtasis, las mujeres que había, presenciado las fases del diálogo rodearon a la vidente. ≪.¿Qué te ha dicho?≫ Ella quizo esquivarlas y, como le era imposible hacerlo sin decir algo, les respondió en forma apresurada: ≪Que vaya y pida a los sacerdotes que construyan una iglesia y que vengamos todos aquí en procesión...≫ Luego se fue con prisa, ella llegó a la casa cural a darle al párroco el mensaje de la Señora. En la casa cural estaba el padre Peyramale, quien estaba preocupado por lo que sucedía cada día. Él estaba preocupado por lo que estaba pasando en la parroquia. La vidente llega con otras donde el padre, éste estaba con tres capellanes, el padre Pene y Serres sus dos vicarios y el Padre Pomian, capellán del hospicio. El padre empezó a preguntar a la joven repecto a las apariciones en un diálogo muy brusco y grosero. Al rato, el cura se propuso mantener la calma. Después y con cierto temor, ella le brinda el mensaje dado por la Señora, respecto de ir en procesión con la gente al lugar de las apariciones y la construcción de una capilla. Él le dijo: ¿Estás segura? Sí, señor cura. !Estoy segura! Sus palabras brotaron en un gran impulso de convicción. Después de escucharla, el párroco, le dice que le pregunte a la Señora cuál es su nombre. MIÉRCOLES, 3 DE MARZO 1858 DÉCIMOCUARTA APARICIÓN A las siete de la mañana se encuentran, en Massabielle más de 3 mil personas presentes en la gruta, Bernadette se encamina hacia la Gruta; pero este día no se da la aparición. ≪Bernadette ha dicho que no se le ha aparecido la Señora porque había demasiada gente, le quebraron el cirio, por el alboroto y desorden.≫ Ella regresó con su mamá y su tía y se fue a la escuela. Al salir del colegio, en la tarde, ella siente la llamada interior de la Señora; al ser las dos de la tarde, ella acude a la Gruta y en presencia de cien personas, la Señora se le aparece. El semblante de la vidente era de felicidad, ella vuelve a preguntarle su nombre tal a como se lo pidió el padre. La respuesta es una sonrisa. Ella se fue a casa del Padre y le dijo que la Señora no le dio el nombre. El padre Peyramale vuelve a decirle:— "Si de verdad la Señora quiere una capilla, que diga su nombre y haga florecer el rosal de la Gruta y le construiremos la capilla, y no será una ≪capilla muy pequeña≫, no, será muy grande. JUEVES, 4 DE MARZO DE 1858 DECIMOQUINTA APARICIÓN Lourdes estaba conmocionada por la cantidad de gente, cerca de 20 mil personas pululan en las cercanías de Massabielle. Bernardette llega a la gruta y a los pocos minutos entra en trance, la aparición se hace presente y ella conversa con la Señora cerca de cuarenta y cinco minutos. Al final de la aparición, tuvo una gran tristeza, la tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen? La Virgen siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una manifestación de su bondad: un gran milagro, un milagro maternal. Un niño de dos años estaba ya agonizando, se llamaba Justino. Desde que nació tuvo una fiebre que iba poco a poco desmoronando su vida. Sus padres, ese día, lo creían muerto. La Madre en su desesperación lo tomó y lo llevó a la fuente. El niño no daba señales de vida. La madre lo metió 15 minutos en el agua que estaba muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con normalidad la respiración del niño. Al día siguiente, Justino se despertó con tez fresca y viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo comida y sus piernas fortalecidas. Este hecho conmocionó a toda la comarca y pronto a toda Francia y Europa; tres médicos de gran fama certificaron el milagro, llamándolo de primer orden. También un hombre que venía de Luz se le acercó. ≪Rece por mi hija, que está ciega.≫ Su hija estaba con él, abrigada con una capucha roja. Llevaba los ojos vendados. Su aspecto era tan frágil que costaba atribuirle una edad; su expresión, muy desdichada. Bernadette la miró y respondió: ≪Llévela a que se lave en la fuente.≫ Al ingresar a la gruta Bernadette se santiguó, empezó a rezar el rosario con sencillez, sin un ápice de afectación. Ella hizo un signo que todos imitaron. Los rosarios detenidos volvieron a deslizarse entre los dedos que habían olvidado este movimiento. Algunos que ≪no creían≫, rebuscaron en sus recuerdos las palabras de una oración lejana: ≪Ruega por nosotros, pobres pecadores.≫ En el tercer Ave de la segunda decena, la mano de la vidente palideció y una sonrisa apareció en su cara, que también palideció : Los que la vieron quedaron impresionados por la evidencia de su felicidad: era una bendición tan especial que no se comparaba con ninguna otra que hubieran podido imaginar hasta entonces; era una dicha que todos compartían y que, para ellos, de forma intuitiva, tenía ya un nombre: ≪Dios te salve, María≫; al repetir con Bernadette estas palabras sentían próxima la presencia de la que estaban invocando. Bernadette prosiguió lentamente el rezo del rosario, entrecortado de saludos y sonrisas durante un cuarto de hora. Luego ella sube hasta debajo de la bóveda, se mantuvo en actitud de espera durante dos minuto como mucho; luego, parece contrariada, bajó una vez más, miró hacia a la hornacina, se persignó, y estaba ensimismada y volvió a levantarse. Todo sucedió al terminar el rosario. Ella apagó la vela y se marchó del lugar DEL 5 AL 24 DE MARZO DE 1858 Durante los veinte días siguientes, Bernardita no acudirá a la Gruta; no siente dentro de sí la irresistible invitación. Durante la aparición la Señora había dejado impresa su huella en las entrañas de la roca. Un hecho importante fue el misterioso resplandor de la noche del 4 de marzo; la ≪curación≫ de la pequeña Sempolis, y de la ≪ciega de Bareges≫, que había suscitado tanto entusiasmo, e igualmente la curación del niño que estaba en trance de muerte y que fue sanado en las aguas de la fuente y que al pasar de los años se ordenó sacerdote. Las peregrinaciones se siguieron dando en forma continua. Antes del alba, la primera luz del día revelaba algunas formas arrodilladas, silenciosas, asombrosamente inmoviles. Tanto al llegar como al irse, los peregrinas bebían y se lavaban en la fuente, cuyo caudal aumentaba día a día. Durante varios días, Bernadette fue a la casa de una compañera a visitar su hermano Jean Marie Doucet, de 9 años quien estaba muy enfermo y el cual días después se curó. El niño estaba tan enfermo que ya ni caminaba. De vez en cuando sufría violentos espasmos. En cuanto a la boca, era mucho si la cerraba una vez al día para una muy breve comida. Los doctores Lacrampe, Peyrus y Borderes habían arriesgado todo susaber en un diagnóstico. Nunca habían visto nada semejante y pronunciaron graves palabras: ≪neuralgia... incurable≫. A la vidente le decían que era una santita, pero ella no veía que hubiese ahí ningún milagro. Ella decía en el interrogatorio del jueves, en presencia del procurador, del comisario y del alcalde, asistido por el secretario del ayuntamiento, —Yo no creo que haya curado a nadie, y además yo no he hecho nada para curar — concluyó, en Importante declaración. Ella no había prometido ir después de los quince días; no tenía la intención de volver. El cura Peyramale se mantenía en su postura. Continúa la tercera parte de las apariciones de la Virgen María en Lourdes
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