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Sobre la conquista del alma 
Aportes a la lectura de los diagnósticos en la cuestión criminal1 
Por Mario Federico Blanc2 
 
 “…la noción de que existe algo semejante a un Progreso de la 
humanidad como conjunto y que el mismo forma la ley que rige todos los 
procesos de la especie humana fue desconocida con anterioridad al siglo 
XVIII” 
 
 Anna Arendt (1969) 
 
 
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Estoy muy contento de poder estar acá, les agradezco profundamente a Soledad Córdoba y a 
Juan Pigliacampo, ambos de la Cátedra de Psicología y Penología de esta Facultad de Psicología y 
compañeros de trabajo en el espacio carcelario. La profesora Diana Porta, es también un referente 
en estos temas y en estos ámbitos por su experiencia también en ambas instituciones y por eso la 
saludo cordialmente. Es un orgullo, a la vez, tener la posibilidad de estar aquí con Antonia Caparros, 
de compartir este espacio con Antonia, que es una reconocida psicoanalista en esta Ciudad y con 
quien muchos se han formado profesionalmente. No es mi caso, porque yo me probé en una 
entrevista de admisión que ella misma me tomó hace algunos años, para cursar el postgrado que 
ella, con otros profesionales, dictaban en el Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba. Pero 
 
1 Texto ampliado y corregido de la presentación en el marco del Curso de Extensión “Tratamiento penitenciario: 
aspectos sobre la ejecución de la pena”, 17 de septiembre de 2011, dictado en el ámbito de la Facultad de Psicología de la 
UNC.- 
2 Lic. En Psicología, Especialista en Psicología Jurídica, Jefe de División Psicología del Complejo Carcelario N° 2 de la 
Ciudad de Cruz del Eje, Docente Supervisor de Prácticas pre profesionales del Contexto Jurídico de la Facultad de 
Psicología (UNC), ex docente adscripto a las Cátedras de Psicopatología I y II y maestrando en Antropología (FFyH).- 
3 “El Angelus Novus”, de Paul Klee.- 
 
 
 
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…recuerdo que pasé la prueba, gracias a dios, y luego no pude cursarlo, ya no recuerdo por qué 
motivo. Pero valoro mucho, se lo quiero decir personalmente, que la formación que ella ofrece, no 
todos aquí quizás lo saben, está muy ligada a la práctica clínica, quizás a lo que los psiquiatras de 
tiempo atrás llamaban, la práctica dura, la psicosis, el caso grave, lo que se aparta del campo de las 
neurosis, por decirlo de alguna manera. Y me siento identificado con esta forma que adquiere la 
enseñanza, porque es media griega, dado que hay el ejemplo, la experiencia práctica, la 
presentación de casos, etc. Con Soledad y con Juan, a su vez, somos compañeros de ruta, no sé si 
compañeros “de causa”, quiero decir que compartimos nuestro trabajo en las cárceles, en tanto que 
psicólogos que atendemos presos, desde hace ya un tiempo considerable. Eso, creo yo, produce una 
cierta sintonía del pensamiento que es bastante difícil de expresar. En cuanto a los aquí presentes, 
los saludo con cordialidad, me sorprende, debo decir, que algo tan específico como es el 
Tratamiento Penitenciario y todo lo que rodea la ejecución de la pena haya despertado un interés 
considerable, que se refleja en una gran concurrencia a este curso. Y me gustaría preguntar por qué, 
de qué tipo de interés se trata, qué es lo que llama la atención de este artificio, este objeto que denominamos “cárcel” y espero también, finalmente, poder dialogar sobre este punto, que me parece central, a saber, el “objeto-cárcel” y, sobre todo, su relación también con lo que se ha denominado “la cuestión latinoamericana”, si me puedo expresar de este modo. 
Mi objetivo en esta exposición es poder realizar un aporte para pensar los diagnósticos en la 
cuestión criminal. Esto es, a partir de discursos presentes en el campo donde las prácticas, intentar 
pensar el diagnóstico psicológico, psiquiátrico, psicosocial, clínico, criminológico, incluso 
institucional, situacional, etc. El método será la comparación, el análisis comparativo entre los 
discursos que conceptualizan nociones tales como sociedad, cultura, sujeto, administración de 
justicia, etc., y “la mirada psi”. 
Dicho esto, presentado este saludo, el tema del que hablaré y el objetivo que persigo, comenzaré diciendo que yo no soy un “outsider”. 
Yo no soy un outsider, en principio, porque estoy metido hasta la pera en el trabajo, tanto en la 
cárcel como en la universidad. Estoy –o intento estar- involucrado como sujeto y como psicólogo en 
cada una de las acciones que me toca desempeñar en mi trabajo. Si tuviera que explicar esto 
mediante imágenes, encuentro una que es bastante penosa y cruel a la vez, que es de una película casi muda que se llama “La guerra del fuego”, de 1981 y que es algo de lo que hablaré más adelante. 
Se muestra aquí al primate humano tratando de proteger el fuego robado, guardado en una especie 
de capillita móvil -porque no sabían prepararlo- mientras se hunde desesperado en el fango, una 
especie de pantano. En el momento en que la pequeña llama se apaga ante sus ojos, al mismo 
tiempo, se apaga su propia vida, ante la mirada desesperada también de sus compañeros de tribu 
que, por supuesto, no pueden hacer nada. Es una escena tétrica y triste a la vez, es una especie de 
metáfora de la alienación que produce el trabajo, o este tipo de trabajo. La alienación del trabajador 
de la salud mental en la cárcel es un tema que deberíamos tocar alguna vez, supongo. Pero lo que quiero decir es que un “outsider”, si me siguen en esta analogía que intento presentar, sería poder 
hablar sin mojarse, sin hundirse en el fango, hablar desde afuera, en suma, negar el fango o negar “este” fango. Pero eso no es posible, al menos para mi, y ese es el valor supremo que yo le otorgo al concepto de “experiencia”. Tampoco es posible, porque aparte de temor de dios, tengo dignidad, y 
entonces no puedo, luego de identificar el fango circundante, asociarme al primer convoy que pasa 
para reducirlo a la nada, pisarlo como si fuera un charquito inexistente. Porque está muy claro el mensaje que lleva el convoy… y es que se hunda el más débil o, hacerse fuerte, lo cual es otra forma 
de decir lo mismo. Si hiciera eso estaría hipotecando mi nombre por el convoy, por el progreso 
irrefrenable de la técnica, sería hablar en nombre del progreso de la ciencia, etc. y es lo que muchos 
 
 
 
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han hecho hasta ahora supongo, de hecho es lo más frecuente, …asociarse ideológicamente para destruir al que juzgan de menor grado o inferior o amenazante para sus ideales… en suma, al enemigo. Yo observo ese fenómeno con mucha tristeza, porque hoy veo que es más “destruir” al otro que “proteger” un ideal, una persona, un niño, lo que sea. Pero no lo niego, existe. De costadito, 
quisiera decir entonces que cada uno sabe a qué convoy se ha subido, hasta donde le llega el fango y 
hasta donde puede proteger su fuego, en este caso, fuente de la vida. Incluso el sentimiento 
belicoso, que es anterior al amor, se plantea como protección de la vida. Es cierto que los hombres que se asocian para destruir algo, también se están asociando para proteger algo, “un interés”. Pero 
lo que está en cuestión es que este interés, que es supuestamente un “interés común” al grupo, en el 
fondo –o en el interior del mismo- no lo es, porque vela un importante costado. Y este costado es el 
amor, como fuente de cohesión. Si uno les pregunta, refieren que ellos no lo harían, que no se 
asociarían, que no piensan como piensa el convoy, pero al mismo tiempo refieren que no les queda 
opción porque deben sobrevivir. Y entonces, a veces sin estar del todo de acuerdo, llegan hacer 
arriesgadas concesiones en nombre del convoy. Y en este “aunar voluntades” el convoy se morfa 
literalmente al sujeto, y entonces el que tenía un interés se ve ahora hundido en otro fango, que es 
mucho peor, supongo. Es más o menos lo que, con Freud, conocemos como masa. Pura fagocitosis. El “outsider” quizás tiene esta ventaja, en tanto funciona como espectador, o como observador: no 
se hundeen el fango de los asociados, pero se hunde en el fango de los excluidos. En fin, no hay como salir del fango y en el fondo acaso haya un solo y único fango que se llama “estado de cultura”. 
Pero en el caso del amor, uno podría ubicar ahí debajo una serie de cuestiones, de las que solo 
nombraré cuatro: la maternidad y la paternidad, por un lado, y la herencia y la filiación, por el otro. 
Son cuatro puntos muy pesados, muy caros a la antropología pero bastante obviados por la 
psicología jurídica. De lo que yo conozco, después de Freud y de Levi-strauss, solo recuerdo a Marta 
Gerez Ambertín, y un grupo de investigadores, que han trabajado estas cuestiones desde lo que se 
puede llamar la clínica y la investigación psicoanalítica. 
En fin. No soy un outsider. Soy alguien inmerso en la cuestión de la que pretendo hablar. Pero, 
insisto, ¿Qué sería entonces ser un outsider? Bueno, hay famoso libro de un tal Becker, editado por 
Siglo XXI en el año 2009, que se llama justamente, “Outsiders”. El Dr. Mariano Gutierrez, que es un 
joven criminólogo argentino, una persona que aparte de ser muy inteligente es alguien a quien he 
leído y que respeto mucho, cita de modo frecuente a este autor. Pero yo creo, sin embargo, que son 
las expresiones artísticas o culturales las que mejor podrían definir conceptualmente el término. Con Charly García, en el tema “No soy un extraño” incluido en el álbum “Clips Modernos” de 1982, 
creo yo que es justamente no querer llegar a ser un extraño, no querer ser un outsider, es la expresión del Ideal por vía de su negación (“quiero ser no un extraño”), hay como un sesgo 
melancólico en esa canción, una cuestión bien tanguera que es que el sujeto se afana por no caerse 
del yugo de lo social. Con Los Ramones o en la versión de la banda norteamericana Green Day, me refiero al tema “outsiders”, lo que hay es el caído de la sociedad, “pero aún tengo libertad y diversión”, solo que ellos, los que están dentro, no lo entienden. Se hunden en su propio fango. A la famosa película de Francis Ford Coppola, “Los rebeldes”, no le paso la menor cabida. Quizás hable 
más de la idiosincrasia de los Estados Unidos que de otra cosa sin embargo, muestra la barra, la 
banda, la patota incluso como forma de estar caídos pero siendo algo. Toda la obra de Patricio Rey… 
y gran parte de la del Indio Solari, en su poética, en su estética, es –entiendo yo- un culto outsider. El 
arte, en general, bajo todas sus formas, decía Juan Gelman una vuelta que anduvo acá por la 
Facultad, es resistencia. Y ahí entran, desde Fransis Bacon hasta Amy Winehouse, pasando por la 
Kurt Cobain y Janis Joplin. Resistencia en el sentido que la propia condición del artista es en gran 
medida la de un outsider. El arte tiene necesariamente un fundamento outsider aunque se proyecte 
 
 
 
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sobre la sociedad en un segundo movimiento. La Mona jimenez cantaba: “…el marginal me llaman” y si tuviera la posibilidad yo le preguntaría, “Mona… ¿quién lo llama marginal? ¿No habría que 
decir, mona, “el marginado me llaman” en vez de “marginal”, en la medida en que siempre hay 
alguien que margina? Esta es una rosca interminable. Lo podemos ver en el fenómeno de la 
inmigración a Europa, por caso, es un poco distinto, pero igual en el fondo, y lo hablábamos con 
Antonia en una pequeña charla que tuvimos hace unos días, previo a este encuentro. Los outsiders 
son los afganos, búlgaros, marroquíes que ingresan a Berlín, Paris, Roma, etc. A su vez, son los 
latinoamericanos y los sudafricanos que ingresan por el norte de África. No es lo mismo el 
inmigrante portorriqueño, o centroamericano, negro y sin trabajo que el inmigrante argentino o 
uruguayo, capacitado, etc. Difieren sustancialmente por sus problemáticas personales, 
poblacionales, sociales, culturales, etc. Pero, en fin, el tema de fondo es el caído de la sociedad e, 
intentando dar un paso más, el tema es la adaptación, dios mío, si puedo expresarme así, a la 
sociedad. 
En fin. 
Decía al principio que quería establecer una comparación para poder hablar del tema de los 
diagnósticos en la cuestión criminal. La comparación es un método de análisis de un estado de cosas o de un objeto determinado. Conocido como “análisis comparativo”, en filosofía es hijo 
reconocido de la hermenéutica. 
Una comparación ¿entre qué elementos? Bueno, entre dos elementos. 
El primer elemento, el elemento que vamos a llamar “A”, lo ubico bajo el nombre de “la conquista del fuego” por parte del hombre, si se lo puede llamar así en el momento que lo conquistó, porque 
era una especie de bestia y no creo que haya dicho “oigan, conquisté el fuego”. De hecho, tampoco 
creo que lo haya llamado así. Quizás solo hizo un ademán, un gesto de sorpresa, a lo mejor un 
sonido gutural, sacudió un hueso. En fin. Ustedes saben que la aparición de la vida en el planeta 
data de miles de millones de años atrás y que las eras geológicas se han dividido en fases y 
períodos, más o menos como se ha dividido la progresividad de la pena privativa de la libertad, 
también en períodos y fases. Sin embargo, voy a arrancar desde un poquito antes y voy a seguir, 
momentáneamente, el discurso imperante de la biología evolucionista. 
Dice la biología evolucionista que la vida en la tierra arrancó hace unos 3.500 millones de años y 
que al principio, no éramos más que algas y gusanos. Este primer periodo de la vida se conoce como 
precámbrico. Luego viene la era primaria o paleozoica que también reconoce varios periodos o 
fases. En el cámbrico no éramos más que moluscos y crustáceos, y en el ordovícico aparecen los 
primeros peces. En el silúrico los peces son gigantes. El devónico se caracteriza por los anfibios y 
evolucionan las plantas terrestres. Luego hay otro, que no me acuerdo como se llama, donde 
aparecen los primeros reptiles, también los helechos. Y finalmente, en un último periodo de esta 
primera era, reinan los reptiles. Todo eso es el pre cámbrico. La segunda era, se llama era 
secundaria o mesozoica. También está dividida en fases o períodos. En el triásico aparecen los 
primeros dinosaurios y los primeros mamíferos. En el famoso jurásico, los dinosaurios dominan la 
Tierra. En el cretácico, se extinguen los dinosaurios. Tenemos luego la era terciaria o cenozoica 
también dividida en varias fases. En el paleoceno, proliferan los mamíferos. En el eoceno aparecen el 
caballo y el elefante, grandes valores. En el oligoceno pululan plantas con flores y los primeros 
simios. En el mioceno, este es importante porque nos incumbe, disculpen el antropocentrismo, se 
multiplican los simios y aparecen los primeros homínidos. Finalmente, en el plioceno tras la 
extinción de muchos mamíferos de gran tamaño, proliferan los homínidos. 
 
 
 
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Marquemos que es a partir del mioceno que se conoce el período llamado de “hominización”. 
Realmente espero no cansar con esta descripción. Si la acentúo, solo es para marcar esta tendencia 
clasificacionista de la biología. 
Bueno, como decía recién, durante lo que se conoce como el mioceno, esto es, la última etapa de 
la era terciaria y antes de pasar a la cuaternaria, proliferaron los primates. Estos primates vivían 
como podían, pero fundamentalmente arriba de los árboles, no se puede creer pero es así. Se 
alimentaban de frutos y prácticamente no tenían predadores. Este es un punto interesante, la 
escases de predadores implica considerar que había la posibilidad de lucha entre ellos. De hecho, 
existía lucha entre ellos. Con el paso del tiempo, muchos de ellos se vieron obligados a abandonar 
su hábitat y la vida fácil se terminó. Al parecer, esto es lo que dicen los libros, los libros de biología 
evolucionista, esto se debió a una especie de “superpoblación”, sin embargo, habría que considerar 
cierto protosentimiento bélico o de protección. Es una idea que no se encuentra muy 
fundamentada, sin embargo, la he podido leer en algunos textos. Lo cierto es que algunos grupos 
tuvieron que mudarse a los bosques, un ambiente que en unprimer momento encontraron hostil 
porque muchos de estos homínidos eran incapaces de digerir hierba y eran pobremente dotados 
para la caza. Estos homínidos, denominados por la biología como Ramapithecus, en esta mudanza 
obligada, se dice que adquirieron “progresivamente” una posición más erguida a raíz de lo cual 
comenzaron a unirse en manadas, y esta postura favorecía que cada miembro pudiera mantener contacto visual con los restantes, de modo que podían “avisar” si detectaban algún peligro. Hasta 
aquí, vemos un desarrollo evolucionista plenamente comparable con la que propuso un Darwin. No solo eso, vemos establecerse lo que él llamaba “selección natural”. De hecho, algunos biólogos 
analizan este punto desde la perspectiva de la selección natural. 
Posteriormente, este mono, el Ramapithecus se extinguió, no existe más. No se sabe porqué un 
mono parecido apareció luego en el Este de África que recibió el nombre de Australopithecus. Este 
homínido adquirió de modo definitivo la postura erguida como postura habitual y su capacidad 
craneana, dice la biología, fue aumentando, insisto, “progresivamente”. Los mismos biólogos 
relacionan el crecimiento del cerebro con la adquisición de ciertas habilidades, lo cual luego se 
volvió improbable, a la luz de otros desarrollos. Hay algunos porfiados, incluso en la actualidad, que 
siguen intentando estas vías de investigación. No es mi caso, porque la porfía es un tipo de 
autoerotismo. Pura repetición. Puedo acordar con ellos, cuando leo que la postura erguida, en esta 
época, hizo que ya no necesitaran sus manos para caminar, se alejaron de la tierra, perdieron olfato, 
y entonces aprendieron a usar las manos para matar presas pequeñas con piedras, potenciaron su 
agilidad, su capacidad de comunicación, su capacidad de observación, etc. Y todo eso, nos dicen 
ellos, se corresponde “fisiológicamente” con una complejización neuronal de la corteza cerebral. 
Por otra parte, durante este período se dio también algo que los biólogos llaman la maduración 
retardada, un fenómeno bastante extraño a nuestros ojos, ominoso diría yo, que consistió 
aparentemente en que algunos homínidos nacían prematuramente y su crecimiento era demasiado 
lento, retardado. Lo nombro solo a título ilustrativo, porque me ha llamado la atención. Las crías 
llegaron a nacer sin pelo, sin dientes, con la caja craneal todavía sin soldar, sin capacidad de andar, 
y tardaban un tiempo sustancialmente largo para valerse por sí mismas. Se trata de un fenómeno en 
verdad extraño que, si es que existió, no se puede atribuir más que a la madre naturaleza, tanto en 
su causa como en sus efectos. Sin embargo, estos tipos tienen explicaciones para todo, se nos dice 
que esto implicaba la existencia de una infancia más larga, y por ende, un mayor tiempo para 
aprender. O sea que el hombre, tal cual como lo vemos hoy, no solo que devendría del mono, sino de 
una especie de mono retardado. En fin. Luego, apareció entre los Australopithecus una especie 
paralela, por así decir, que ya no puede englobarse en este género. 
 
 
 
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Se trataba del homo habilis. Se dice que su capacidad craneana y su inteligencia eran superiores a 
los de su vecino, el Australopithecus. Quiero decir que soy forastero en este discurso, no tengo 
formación y no lo manejo. Pero dicen que fue el primer mono que aprendió a tallar piedras para 
hacerlas útiles para cortar o punzar. Se trata de “armas” utilizadas para la caza. Estamos de lleno en 
la Edad de Piedra, esto es, si mal no recuerdo, el paleolítico. El tema es que poco después de que el 
habilis hiciera su inteligente aparición se produjo un terrible cambio climático: bajó la temperatura, 
se congeló todo y sobrevinieron periodos de frío conocidos como las glaciaciones. 
Consecuentemente todo empeoró. La caza fue más escasa y los inviernos eran periodos de hambre. 
Sin embargo, el astuto habilis parece que se adaptó, insisto con esta palabrita, y comprendió lo que 
tenía que hacer para sobrevivir. En realidad, es aquí donde los biólogos sitúan de modo concreto la 
aparición del el homo erectus y refieren que con él da comienzo la era cuaternaria, cuyo primer 
periodo se conoce como pleistoceno. Todo este frío mundial duró como un millón de años, inviernos 
largos si los hay. Luego vendrían más glaciaciones más, separadas por breves periodos 
interglaciares. 
Bueno, ya termino con esta panoplia. La primera glaciación fue una de las más intensas y terminó 
con el pobre australopithecus y también con el astuto habilis. Sin embargo, el erectus, más pillo que 
todos, parece que sobrevivió, por estar simplemente parado, ahí, mirando la nada. Es que era un 
auténtico erectus, y eso le había proporcionado “conquistas”, medios de supervivencia. Esto es en 
realidad lo más importante: el erectus aprendió, palabrita importante también, aprendió a valerse 
del fuego. Se da aquí la conquista más importante de la historia de la humanidad hasta ese 
momento, conquista que permitió la que vida de este protohombre, de esta especie de mezcla entre 
bestia humana y mono evolucionado continuara. 
Si. El hombre conquistó el fuego. Pero no lo conquistó de cualquier manera ni en cualquier 
momento. Se dice que durante un tiempo inicial, es lógico pensarlo, no sabía producirlo ni 
controlarlo. La bibliografía “oficial”, -que es el discurso de la biología- refiere que al fuego solo se lo “encontraba” cuando un rayo incendiaba un árbol o algo así. Ya veremos que es medio ingenuo 
creer que solo era así. Lo que sí no puede dudarse es que aprendió a conservarlo como algo valioso. 
Después de este invierno eterno que congelaba hasta las piedras, no pasó mucho tiempo, solo unos 
miles de años, hasta que el gran erectus aprendió a controlar el fuego, otra palabrita importante, 
controlar. La gran conquista, como decía recién. Lo que dicen los biólogos es que esto no solo le 
procuró una mayor protección frente al frío, sino que también le otorgó la posibilidad de 
alimentarse de la carne caliente o cocinada de muchos animales que difícilmente podía digerir en 
estado crudo. 
Pero, contra la ingenua pretensión del biólogo, llega también hasta nosotros la historia de que el fuego se “robaba”. Y llega desde varios lados. Les quiero decir que el propio Freud se interesó en el 
tema y escribió un pequeño ensayito agregado al texto del Malestar en la cultura, creo que en 1932, que se llamó, justamente, “Sobre la conquista del fuego”. Entre otras cosas, cuenta Freud allí la 
historia del mito prometeico, cuya lectura sugiero. Dice que Prometeo, que era un semidiós, es 
decir, que tenía la capacidad de crear a los hombres, robó el fuego a los dioses y que los dioses lo 
castigaron por eso enviándole un ave que le comiera el hígado por el resto de la eternidad. Es decir 
que Prometeo fue, sino el primero, uno de los primeros choros de la Humanidad, el primer caco de 
la mitología griega. Freud prolonga su interpretación sobre el mito en varias direcciones, diciendo 
que pese al castigo, Prometeo se abstiene de apagar el fuego robado con un chorro de orina en pos 
del “progreso” de la humanidad y que soporta el castigo por dicho motivo. Entonces, Freud ve algo 
supremo en este acto, si es que he comprendido bien, …Prometeo es un “héroe cultural”, una 
 
 
 
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bellísima expresión, por cierto, y por otro lado, lleva para su rebaño que esto es una digna 
expresión más de la represión de los instintos que impone la vida en la cultura. 
Nos alejamos entonces un poquito del discurso de la biología oficial y nos adentramos en otras 
lecturas, que también refieren que el fuego era robado, como les decía, y que su conquista tenía un 
carácter sacrílego, que incluía otros elementos que no han sido elaborados por la biología clásica, al 
menos en lo que yo he podido leer. Tenemos en esta vía, la mitología, la arqueología, etc. La palabra “conquista”, que es la que utiliza Freud, debo decir que esto me llama mucho la atención, quiero 
decir, la precisión, la selección exquisita quehace Freud de las palabras que emplea, tiene dos 
acepciones muy interesantes. Por un lado, conquista refiere a lo conseguido por medio de una 
operación de guerra, por medio de una disputa o ante alguna dificultad, pero también la palabra conquista significa “lograr el amor del otro”, la conquista como conquista de amor. Y ambas 
acepciones, creo yo, están incluidas en la denominada conquista del fuego. 
Siguiendo entonces estos otros discursos, que van como por la colectora de la gran autopista de 
la Biología tenemos que en este mismo sector de la tierra, en el Este de África y en ese mismo 
momento histórico, lo que ocurría era que había clanes más o menos organizados, más o menos 
autónomos que vagaban por la zona y sobrevivían en base a la caza de mamíferos, algunos de gran 
tamaño. Existían básicamente dos tipos de estas tribus pequeñas que iban de tres a diez o doce 
miembros, no más. Unas eran esencialmente bélicas, habían desarrollado una especie de 
sentimiento bélico orientado a conseguir comida y cobijo a partir de arrasar a otros mediante 
instrumentos y armas talladas en piedra que construían para tal fin. El método que utilizaban, al 
parecer era el de la “emboscada”, la acechanza, es decir, atacar de noche, mientras los golosos 
duermen, golpear a las víctimas y llevarse todo cuanto podía serles útil, entre otras cosas, pieles y 
utensilios, pero también y principalmente el fuego, y en algunos casos, las mujeres. Si, ya en esta 
época la mujer era un objeto, un objeto de intercambio, a tal punto lo era que hasta se las podía 
robar, disponer de ellas, abusar de ellas parecía ser la regla. Estos clanes bélicos, por llamarles de 
alguna manera, no conocían el modo de preparar el fuego y eran bastante inhábiles para 
conservarlo. Por otra parte, debe haber sido bastante difícil en virtud del frío imperante y de su 
impacto en la vegetación. Lo cierto es que utilizaban esta especie de capillita donde guardaban una 
brasa y se lo encargaba a un miembro del clan, por lo general el menos preparado para el combate, 
para la lucha cuerpo a cuerpo, desde punto de vista físico. Es precioso observar en esto una 
distribución de roles, hecha a partir de algo que no son las palabras ni las imposiciones imperativas, como si fuera, “vos, mono tal, te vas a ocupar de esto, vos, mono otro, te vas a ocupar de esto otro” 
sino a partir de cierta naturalidad, si puedo decirlo así, de cierto desempeño, como si fuera un “mostrar” al interior y al exterior del clan. La adquisición de roles sociales, esto me parece un 
hallazgo, probablemente impactó en la biología, al menos esto es lo que a mí me parece, y no al 
revés. Los modos alimenticios, por ejemplo, comer carne cruda o cocida, tenía impacto en la 
conformación de la dentadura, en la cavidad maxilar, etc. No es que su cuerpo evolucionaba sin 
motivo hacia determinada forma, sería inentendible plantearlo así, era más bien que la vida social 
adquiría tal forma que modificaba la anatomía. 
Decía recién que estos pequeños agrupamientos no conocían como preparar el fuego y vivían a 
costa de los que sí sabían. Es decir que había un saber en juego, “un interés”, como decía al 
principio, en disputa, puesto en cuestión. Dicho en términos carcelarios, eran los primeros wachos, cachivaches, cabezas de fierro… que vivían envidiando y haciéndole daño al otro, sumado a un especie de “pluma” que comandaba toda la estrategia del mal… 
Por el otro lado, estaban estos otros clanes, la clase media, que también se agrupaban en un 
número pequeño de miembros pero que, a diferencia de los anteriores, tendían a hacerse cada vez 
 
 
 
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más numerosos, quizás por las bondades y el confort que ofrecía el manejo del fuego. Estas 
condiciones, el aburguesamiento primitivo, funcionaban al parecer como una alta fuente de 
cohesión social: los hombres se aglutinan en torno al confort. En esta época, los hombres se 
agrupaban en torno al fuego y desarrollaban una especie de sentimiento de adoración, no sabría decir si se trataba o no de un “sentimiento religioso”, pero en todo caso, se le otorgaba un valor al 
fuego en términos de protección, cuidado, etc. Lo curioso es que parecían olvidar que los wachos 
andaban al acecho, escondidos bajo cualquier yuyo cercano listos para arrebatarles la paz 
conseguida mientras ellos dormían embriagados en la abundancia y viviendo a lo lindo. 
El hecho está en que el asalto arrasaba con todo, no solo con el fuego, sino con pieles, comida, 
armas, utensilios, etc. Agresiones físicas, mutilaciones, muertes, violaciones, abusos de las mujeres, 
robo de las mujeres, etc. Todo se daba en ese momento. También creo que en el asalto mismo 
estaba la intensión de saber cómo hacían para vivir así, …robarles la forma de vivir. Pero ocurría que 
no lograban conseguir esto, y como dice la criminología, el botín, por lo general, se dilapida, se 
esfuma en una noche. Y lo que cuenta la historia es que los clanes de características belicosas solo 
aprendieron a manejar el fuego a partir del robo de las mujeres, porque curiosamente, eran ellas las 
que sabían cómo prepararlo. Seguramente, esto estaba relacionado con la idea del cuidado de las 
crías que nacían en los momentos de paz, por eso decía al principio que la maternidad o el 
maternaje es uno de los elementos que ha de tomarse muy en cuenta en la constitución de la 
sociedad, incluso tal como la vivimos hoy. 
Bueno, pero no solo eso. 
¿Qué es lo que, en definitiva, “la conquista del fuego” nos legó como hallazgo de la humanidad? 
Bueno, en parte ya lo he dicho. Es el saber sobre la técnica que permite pasar de un estado de menor 
conocimiento a un estado de mayor conocimiento, lo que se dio no sin sangre, no sin violencia. Esto 
es, un tipo específico de “progresividad”. En la cárcel, la “progresividad” es vivida justamente como 
eso, pasar de una situación de mayor encierro a una situación de menor restricción de la libertad. Y 
es lo que resume el primer elemento de mi comparación. 
Lo interesante en realidad es justamente esto: en estos dos clanes en disputa, uno podría decir 
entre estos Montescos y Capuletos de la Era de piedra, aparte de una idea de sociedad, de un 
concepto de sociedad, hay una idea “progreso” que es fundamentalmente desarrollada y leída, 
pensada y conceptualizada, por el hombre moderno, por la modernidad mejor dicho. De costadito 
nomás, diré nomás que Freud, cuando le responde a Einstein sobre la razón de la existencia de la 
guerra, entre los argumentos que esgrime, Freud dice que la desigualdad social también funciona 
como causa de la violencia. Una concepción de progreso que se tiene, determina en algún punto el 
concepto de sociedad, y esta es la concepción “moderna” de progreso, que está tomando como 
parámetro en la evolución fundamentalmente biológica del hombre, y debajo de la biología, la 
medicina, la fisiología, la economía, la política, etc. Saben ustedes que la idea moderna del progreso, 
se sitúa a partir del siglo XVIII. Así, es en ésta época que el progreso se trata de una acumulación de 
habilidades, de saberes, de capitales, de fuerzas, etc. Esta idea, se creía, acercaba al hombre a un 
supuesto estado de perfección, la ciencia como acumulación. Ahí lo tienen a Comte, Bunge y toda la 
runfla. El que más tiene, más sabe. Mientras más se tenía, mejor era. Esta es la idea de progreso, 
incluso científico, en el siglo XVIII. Y todos conocemos el inmenso desarrollo científico desplegado 
desde el siglo XVIII en adelante. Consecuentemente, se trata del hombre moderno en busca de más 
y más. Este hombre moderno, científico, acumulador de saber, si se inclinara a analizar el paleolítico 
inferior seguramente diría que lo que hubo en la conquista del fuego fue claramente un “progreso”, 
sin dudas diría que la humanidad progresó, en la medida en que se pasa de un no saber a un saber y 
que ese paso trajo muy valoradas consecuencias para la humanidad. De hecho, probablemente lo es, 
 
 
 
9 
 
creo que todo el mundo aceptaría estaidea sin más. El modelo aquí son las ciencias cuyos objetos eran medibles, observables, …como el cráneo de un austrolopitecus, por caso. 
En fin. 
Dejo ahí el primer elemento y paso al segundo para que la comparación que intento realizar 
pueda existir, porque hacen falta al menos dos elementos. También se podría comparar este primer 
elemento con él mismo, lo que escrito quedaría más o menos así: (A – A´) = A´´. Pero no es el caso. 
Yo intento hacer una comparación entre dos elementos disímiles y diferentes, lo que sería: (A – B) = 
X, léase por resultado, una incógnita. El primer elemento fue “la conquista del fuego” y asociada a 
esta conquista, una idea de progreso. Y este segundo elemento es “la conquista del alma”, que 
vamos a llamar, de entrada nomás, supuesta, la supuesta conquista del alma. Veremos si hay allí o 
no una idea de progreso. 
Si el otro elemento lo situamos en el mioceno, entre el final de la era terciaria y el inicio de la 
cuaternaria, lo que denominamos el paleolítico inferior, este segundo elemento, conquista frustrada 
si las hay, lo vamos a situar en un año preciso, el año 1890, sobre finales del siglo XVIII, en pleno 
hervor de la modernidad clásica aunque no en su punto caramelo, que es el año en que Freud 
publica el denominado ensayo “Tratamiento psíquico” o tratamiento “desde” el alma. Es verdad que 
hay una distancia sustancial de años entre uno y otro momento, tal vez unos millones de años, pero 
bueno, estamos quizás ante otra temporalidad que no es cronológica y es lo que pretendo plantear. 
Inicialmente, esta conquista no fue ni supuesta ni no supuesta sino que fue bien real y concreta, 
que durante cierto lapso de tiempo los “cráneos” de la época creyeron haber encontrado, creyeron 
haber capturado el elixir mismo de lo humano. Incluso filósofos, teólogos, científicos cayeron en 
esta tesitura que duró un montón de años, no tanto como el paleolítico inferior, pero más o menos. 
Pero Freud, como comúnmente se dice, y hacia ese año, da inicio a una subversión del pensamiento 
científico cuya profundidad aún hoy se hace sentir y que intentaré describir brevemente. 
En mi opinión, Freud sí era un outsider, más o menos como el tema de Charly García, “no soy un extraño”, como también lo fue Sartre o Jim Morrison, en la medida en que se ubicó, desde el inicio 
de su obra por fuera del pensamiento imperante de la época pero dentro de los debates que lo 
trascendían. Una posición antagónica, no un mero opositor a un sistema dado. Y solo Dios sabe el 
fango en el que se hundía Freud. Fue alguien que identificó claramente, no sin obstáculos, y no sin 
exclusión, que en este pensamiento cientificista de la época había algo que no cerraba, alguien a 
quien uno más uno no le daba dos. De hecho, un fundador y, por qué no decirlo, un conquistador. 
Un conquistador cuya conquista ha quedado como un gran signo de interrogación, una conquista 
inacabada, abierta, siempre inconmensurable. Como la de un Sócrates, supongo. ¿Y cuál es el descubrimiento freudiano que nosotros tratamos de pensar bajo la “supuesta conquista del alma”? 
Bueno, yo no lo voy a retomar ahora en su real dimensión, tampoco creo estar mucho a la altura de 
un comentario semejante. Si alguien está interesado en el impacto que produjo el psicoanálisis en la 
cultura y en la historia de la ciencia, creo que se puede leer un interesante artículo de Serge cottet, 
con aroma francés, que se llama, El descubrimiento de Freud. Los remito a estas lecturas y, de lo que 
yo puedo decir, digo que el descubrimiento de Freud tiene carácter de subversión4. 
De subversión del sujeto, si. Y fundamentalmente subversión de la concepción de sujeto, y esto 
incluye al sujeto de la ciencia, supongo que de cualquier ciencia. Después de Freud y con el 
descubrimiento del inconsciente, hablamos de un sujeto que no es tan objetivable, tan apresable, 
 
4 En el prólogo de un libro que se llama “El ello de Freud”, de Georg Groddeck leía que “el aspecto elusivo que 
adquiere la figura de Groddeck en el campo abierto por Freud es consecuencia de su audaz tentativa: subvertir un 
campo de por sí subversivo, ser un outsider entre los outsiders”. Es decir que, más allá de las tesis de este autor, Freud 
es considerado un outsider también por otros autores. 
 
 
 
10 
 
tan situable, en la medida en que está atravesado por la palabra y el lenguaje. Con Freud se trata de 
un sujeto que dice mucho más de lo que dice, mucho más de lo que quiere decir, un sujeto a quien 
uno más uno no le da dos, en definitiva, un sujeto que no es dueño en su propia casa, según su 
propia expresión. De alguna manera, se trata de un sujeto ciertamente inescrutable e insondable 
salvo -y acá está el chiste- que se cuente con un método adecuado. Y entonces Freud se rompe la 
cabeza con este método, denominado por algunos el método psicoanalítico, Freud fracasa una y 
otra vez con este método, lo vuelve a retomar, lo da vuelta, lo vuelve a inventar, a perfeccionar. Y en 
esa maroma permanente Freud avanza, con actitud firme y ante una multitud de obstáculos. Y 
¿cómo avanza? “…como puede”, supongo, aun sabiendo mejor que nadie que se trata de una 
empresa que de entrada se pretende imposible. 
Hago un paréntesis acá para decir que, ustedes seguramente saben, en 1907, 17 años después de que Freud publica “Tratamiento psíquico”, se crea en Argentina el primer Instituto de Criminología, 
de la mano un José Ingenieros, un autor de espíritu inquieto. La creación de este instituto es central 
para la historia de la Psicología Jurídica en nuestro país, habría que leerlo a Varela, para tomar una 
dimensión de lo que fue. Se trata de un primer hito, un primer mojón. Luego vinieron otros, como lo 
fue quizás la vuelta al país de Oscar Masotta y su influencia en el desarrollo del psicoanálisis 
lacaniano. Pero el modo en el que se inicia y se inserta este Instituto, es curioso, porque se liga tanto 
a la medicina y a la psiquiatría como al psicoanálisis. Y hay que ver la formación que tuvo este 
autor, porque al parecer le ha permitido discutir con Lombroso y las tesis de la biología y de la 
fisiología, el criminal nato y toda esa rosca. Esto es central, no solo desde el punto de vista histórico, 
sino también porque esos debates aún hoy nos atraviesan de modos más o menos implícitos en las 
instituciones y el las prácticas. De todos modos, Ingenieros es la primera persona que propone un 
estudio de lo propiamente psicológico y psicopatológico de la persona que delinque. Y entonces 
plantea unas clasificaciones psicopatológicas, no libres de arbitrariedad, como toda clasificación, …un vicio de la época, de todas las épocas. Más allá de ello, de este vicio clasificacionista -que todos 
tenemos por otra parte- el gran aporte de este criminólogo pionero, nacido en Italia, ha sido que 
son las perturbaciones mentales de la persona tienden a determinar la conducta antisocial, más que 
el ambiente social o cultural donde el mismo se desarrolla o crece. Esta es una tesis importante, que 
habría que retomar, ahora, ciento cinco años después, porque la criminología clínica, de la que 
Ingenieros fue prácticamente el padre, el creador, el fundador, reviste hoy características 
específicas que no se pueden dejar de tener en cuenta. Visto en perspectiva, y más allá del espíritu 
inquieto del autor, creo que es demasiado reciente, esos 17 años, para que se establezca claramente un “discurso sobre el alma” en las instituciones que trataban con personas que delinquen, y 
naturalmente esto se debe haber mezclado con intereses políticos o ligados al ejercicio del poder. 
Pero bueno, fueron los inicios. Para mi forma de ver las cosas, hubo un olvido, un desliz que la 
historia delata, un olvidar el puerto en el mismo acto en que zarpa el barco y un pensar en nada más 
que en el destino prometido, supuesto siempre feliz, …la modernidad. Lo digo porque a lo mejor se 
pensaba que existía este destino feliz, el diagnósticocomo “captura”, como abrochamiento del 
sujeto y como hallazgo de la nueva ciencia criminológica. Pero si bien había el estudio, el 
diagnóstico no dejaba de errar, de fracasar y la práctica lo evidenciaba. Y al día de hoy pasa igual. 
Cierro este paréntesis. 
Voy a ir dando unos ejemplos, tomados de la obra de Freud, para ilustrar “lo supuesto” de esta 
conquista. Por ejemplo, en Tratamiento Psíquico Freud dice que al fin y al cabo no disponemos más 
que del mismo instrumento del que disponía el hombre primitivo a los fines de curar 
enfermedades. Esto es, la palabra como ensalmadora, como instrumento para la curación. Dice que, 
al fin y al cabo, para el hombre primitivo no había otro tratamiento que el psíquico, y que además, 
 
 
 
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no deberíamos ser tan desagradecidos respecto de curanderos y chamanes, toda vez que nos 
valemos, muchas veces de las mismas herramientas en el abordaje de las patologías que atendemos. 
Está bien que en la cárcel no hablamos de cura, en el sentido de la dirección de la cura, en el sentido 
de un psicoanálisis, pero sí es la palabra el medio por el cual intervenimos. 
Y les decía que Freud fracasa, una y otra vez, como también fracasaba Socrates en las comilonas 
que se organizaban en la antigüedad griega, de hecho la muerte trágica de Sócrates pinta su fracaso, 
trago amargo le tocó al maestro. Diría que es el mismo fracaso. Con Freud, hasta el día de su muerte 
siguen quedando interrogantes sobre las estructuras psicopatológicas, sobre la relación del sujeto 
con la cultura, la posición subjetiva de la mujer, etc. 
Otro ejemplo es la historia del sujeto, la historia vital. En este sentido, habría que rastrear esto 
en la obra de Freud, lo diré como me salga, pero Freud produce una estimación muy particular de lo 
que podemos entender como el tiempo. ¿Qué sería “lo actual”?. Por ejemplo, lo traumático sería 
algo así como lo traído al día de hoy, el presente es algo así como poner en palabras el pasado. Eso le 
permite pensar a Freud que, en realidad, en el inconsciente no existe el tiempo. Lo pasado está 
siendo pisado, todo el tiempo. Una zapatilla que se pisa a si misma, al tiempo que camina... O como 
decía Borges, no hacemos más que caminar sobre nuestras propias huellas. Entonces el trauma 
existe en un segundo momento, en el momento en que es puesto en palabras, pero también estaba 
operando allí, sin que se supiera del todo, mientras el sujeto lo callaba o no lo podía hablar. Entonces “avanzar” a veces es retroceder en el tiempo. Por eso decía que hay otra idea de la 
temporalidad en este segundo elemento de mi comparación, de mi intento de comparación. Y 
bueno, a partir de estos elementos que ofrece el psicoanálisis, azas fugaces, intentamos realizar 
diagnósticos, seguimientos psicológicos, etc. en el marco que ofrece la institución carcelaria con las 
leyes que la rigen. No se trata de una tarea fácil. 
El punto a donde quiero llegar, con este segundo elemento es lo siguiente: es muy difícil pensar, 
dadas así las cosas una idea de progreso, incluso es casi imposible relacionar esto que describimos 
con una idea de progreso o de progresividad, como lo marca la Ley 24 660. No sé si se alcanza a ver 
que, en el fondo, no hay punto de comparación con la idea moderna de progreso. Y por eso digo 
también que Freud era un outsider, porque no se lo puede encuadrar o encasillar ni a él ni a su obra 
dentro de la idea moderna de progreso. Uno se siente tentado de gritar a los cuatro vientos “Oigan 
señores… no hay progreso del alma!!” Si es que la hubiere, si acaso fuera posible pensar en una idea 
de progreso en relación a esto, porque hay quien ha hecho el intento, yo podría citar a o traer el 
análisis que Walter Benjamín hace de un cuadro de Paul Klee que se llama “El ángelus novus”. Una 
idea muy interesante… 
¿Conocen el cuadro? Voy a citar textual las palabras del filósofo. Dice Benjamín: “Hay un cuadro 
de Klee (1920) que se titula Ángelus Novus. Se ve en él a un Ángel al parecer en el momento de 
alejarse de algo sobre lo cual clava su mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas 
tendidas. El ángel de la Historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo 
que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que 
acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar 
a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se 
arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas… Esta tempestad lo arrastra 
irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso”. Es bellísimo el texto. Se trata de 
alguien que expresa con dolor una figura muy cruel, vivida quizás como muy cruel. Esto está 
tomado de un pequeño librito, por si lo quieren leer, que se llama Tesis de filosofía de la historia, 
particularmente en la Tesis IX. Ustedes saben que Walter Benjamín se suicidó en 1940, cerca de una 
 
 
 
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estación de trenes entre España y Francia, cuando intentaba huir de las garras del nazismo y 
exiliarse en América. Pero se trata de un autor sumamente sensible, para quien América pudo ser 
un sueño, el sueño de poder vivir, sobrevivir. Un sueño frustrado. 
Volviendo al tema, ¿qué se puede decir? Yo creo que lo que nos ocurre a los psicólogos en 
nuestras prácticas y en lo cotidiano de nuestra tarea en las cárceles es que transitamos entre una y 
otra idea de progreso, siendo la primera, la dominante, el discurso imperante, el discurso del amo, y 
a la cual la masa muchas veces se identifica, la televisión, etc. y la segunda, un discurso dominado, la 
resistencia, ubicado bajo la órbita del primero. Visto así, se pone en tensión el lugar al cual puede advenir el profesional “psi” que trabaja en ámbitos atravesados por la ley jurídica, adscribiendo a 
uno o a otro discurso según las posibilidades que le ofrece su posición subjetiva, esto es, 
adscribiendo a la idea moderna de progreso o bajo la influencia del “ángelus novus”. 
Pero avancemos un poco más antes de cerrar. 
Intentemos dar un ejemplo, y yo los invito a dar un paseo por este pasillo central, como si fuera 
el pasillo de una cárcel cualquiera de las que caminamos cotidianamente, tratar de transitar este 
espacio intermedio, que da por resultado un elemento que no es ni el primero ni el segundo, es un 
tercer elemento. Intentemos ver como se vive en esta especie de “limbo del progreso” y que 
configura a la vez todo un campo de intervención y de investigación. Preguntémonos por caso, con 
estos dos elementos que hemos descripto en una apretada síntesis, ¿cómo pensar un diagnóstico, o 
los diagnósticos cuando se encuentran atravesados por la cuestión criminal? El diagnóstico como 
evolución biológica, desde la fisiología moderna y el diagnóstico como tratamiento desde el alma. 
Dicho en los términos de nuestro pequeño artificio, sería, tomar el diagnóstico como objeto de estudio y dar ejemplos de “A” y ejemplos de “B” Los ejemplos de “A”, sobran por todas partes. En medicina, el diagnóstico apunta a la localización 
y la naturaleza de una enfermedad, llegando a la identificación por los diversos síntomas y signos 
presentes en el enfermo. Se trata de un proceso en el que se asignan determinados atributos 
clínicos a una categoría determinada de un sistema de clasificación. Diagnosticar, en este sentido, es 
definir un proceso patológico diferenciándolo de otros. Lo interesante aquí es justamente esto: 
diagnosticar es diferenciar, discriminar. Pero diferenciar qué, ¿síntomas, signos, sujetos, 
enfermedades, procesos patológicos? Básicamente síntomas. El sujeto, bien gracias, ausente. En 
Psiquiatría, como bien sabemos nosotros, existen dos sistemas de diagnóstico que son “oficiales”, 
cada uno de los cuales contiene una lista de todas las enfermedades del mundo, una especie de 
códigopenal del trastornado: lo que no está ahí, pues no existe como enfermedad, el tipo está sano. 
Llegando a la psicología, no tenemos diagnóstico sino Psicodiagnóstico. Se trata de un proceso que 
tiene por objetivos lograr un acercamiento al examinado, tener una visión más dinámica del mismo, 
comprendiendo e integrando los elementos parciales de éste, describirlo en algún aspecto 
específico o en su totalidad, de acuerdo a un propósito inicial. Comporta a la vez varias etapas, etc. 
Un informe psicológico es un escrito que expone los resultados de un proceso de psicodiagnóstico. 
En Criminología, en psicología jurídica y forense y psicopatología forense, y desde un punto de vista 
sociológico o comunitario, el diagnóstico criminológico debe ser entendido como la localización y 
caracterización de los problemas más acuciantes y de incidencia más significativa en el desarrollo 
de la criminalidad. Se refiere aquí al conjunto de factores que van a permitir una definición de la 
situación criminógena en un territorio determinado y en un específico período de tiempo. Durante 
un tiempo se habló también del diagnóstico clínico criminológico, en el cual se decía que, el 
delincuente ha de tratarse como una individualidad biológica, psicológica y social. El modo en que 
cada uno llega a comisión de la conducta delictiva es distinto y por lo tanto debe ser estudiado, 
conocido y comprendido desde su historia familiar como el personal y social, lo cual en definitiva 
 
 
 
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nos podrá brindar un diagnóstico criminológico en cuanto al perfil de personalidad criminológica y 
génesis de la conducta delictiva. 
Con Freud, la cosa cambia. Nos cruzamos de paradigma. Lo que tenemos aquí son dolencias del 
alma, heridas del corazón, o de los afectos, y entonces él establece una etiopatogenia específica, 
derivada de una causalidad que llamamos psíquica. También tenemos una Etiología específica, que 
sería el estudio de las causas de la dolencia. Frente a las clasificaciones que se atienen a protocolos 
diagnósticos y escalas de evaluación, que prescinden de la teoría o la aplican de manera automática 
el psicoanálisis intenta introducir un costado diferente en relación a lo que es diagnosticar. Se trata, precisamente, del “acto de decisión”, de un acto que en sí mismo no es universalizable. Este hecho, 
esta juntura, esta variación de la verdad, que por otra parte parece ser una constante, convierte el 
acto de diagnosticar, sobre todo en las prácticas psi-jurídicas- en un problema, pues la verdad se 
escurre de los discursos, entre los hallazgos de la ciencia, entre el ejercicio del poder, entre la 
política, etc. 
Quedaría más o menos así nuestro mapa: de un lado tenemos la idea de progresividad, el espíritu 
de la Ley 24 660, con los paradigmas biológico-evolucionistas que hablan de adaptación, 
aprendizaje y control. Del otro lado, tenemos el tratamiento, la palabra tratamiento, con las 
palabras alma, palabra e inconsciente. Bajo esas rúbricas se ubican, del primer lado, el lado que 
manda, la sartén por el mango, el saber jurídico. Y del otro lado, el lado blando, el tratamiento desde 
la palabra. La tercera posición, comienza a verse, creo. 
Bueno, para ir terminando creo que hemos podido ver a los diagnósticos ahí, transitando entre los 
pasillos de la cárcel, al menos someramente. 
Después de presentar todo esto, situar en una especie de sinopsis todo lo que tenemos como 
ventaja y como obstáculo, pienso que nos debemos aún el desafío de salir del pensamiento binario, 
binarista, dual. Mi primera reflexión a todo este respecto la merecen los DLA, los Dispositivos 
Ligados al Arte. ¿Qué son los DLA? En principio una tentativa de salir del pensamiento dualista, 
pero también, bajo tabla, salir de un tipo de pensamiento causalista, bilogisista, evolucionista. Por eso es que les llamamos también “C”, el tercer elemento, lo que quiebra con el dos, A y B. No se trata 
de ser un revolucionario o de ir en contra del sistema. Se trata de encontrar métodos que sean 
eficaces a los fines que se persiguen. 
En otro trabajo yo he intentado desarrollar esta cuestión de los DLA. Básicamente, tenemos que 
pensar que los dispositivos instituidos para el tratamiento de las personas presas, se basan en 
oposiciones conceptuales construidas sobre la base prácticas en las que se sostienen. Entonces 
tenemos: por un lado, el incapaz y en la otra vereda el cráneo evaluador. Toda la arquitectura de 
esta oposición esta finamente representada en la cárcel, uno lo puede palpar. Por eso intentamos 
pensar más allá de esto. Esto es inaugurar más que diálogos, verdaderos coloquios. Y bueno, en esta 
dirección, está lo que plantean Simondon y Deleuze. Ellos, entienden al arte puede ser pensado en 
su dimensión social y entonces postulan un concepto que se llama modulación. No lo voy a 
desarrollar ahora. Solo plantearé la pregunta que ellos intentan plantear y que me ha parecido 
interesantísma. ¿Cuál es el modo de existencia que mi acto-obra de arte implica? O bien, ¿qué es lo 
que estoy diciendo con mi acto, obra, acción? Esto es completamente afin a lo que se ha entendido 
hoy por campo psi jurídico o psicoanálisis y derecho. Es genial esto, nos viene como anillo al dedo, 
porque las acciones de los hombres, así como sus obras, muchas veces sirven para revelar lo bajo y 
lo elevado, lo vil y lo noble. Este acto habla de mi, esa es un poco la hipótesis. Y ¿qué ocurre 
entonces si yo invito a otros a hablar de mi acto? El arte, en lo social, es un capturador de fuerzas. 
La obra produce un efecto en un campo complejo y problemático que relaciona al creador, a la obra 
 
 
 
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en sí y al receptor en un devenir real. Si llevamos las cosas a cierto extremo, el arte pasa a ser un 
indicador de salud, de esos que la OMS estipula. 
Con respecto al diagnóstico, a los diagnósticos, porque dentro de este marco, tenemos que ser 
capaces de pensar el diagnóstico, diré lo que decía Miller que es como un arte, exactamente, como 
un arte de juzgar un caso. Un diagnóstico, no puede ser automático, no hay posibilidad de que el 
diagnóstico sea una cuestión automática. Si el problema general es la sistematización del dato, del 
dato clínico, observacional, que es lo que se busca en un diagnóstico automático, nunca se llegará a 
considerar el sujeto en cuestión, involucrado en los síntomas observados o escuchados. 
Por lo demás, sobre la cuestión del fuego y todo ese embrollo que armé con las eras geológicas y 
el paleolítico inferior, que lo armé solamente para mostrar que la concepción de hombre que 
subyace a la ley y al concepto de progreso, es de tipo evolucionista, diré que el conocimiento sobre 
el fuego, y se abre aquí una línea de investigación para quien quiera retomarla, ha llegado al 
hombre por el lado del amor. Si, del lado del amor. Freud hablaba de la pulsión de apoderamiento, 
depende de las traducciones de cómo lo encuentren, así está en Amorrortu. La pulsión de 
apoderamiento es nombrada en varios lugares de la obra de Freud, yo lo estoy recordando desde 
Varum Krieg, el por qué de la guerra, donde dice que en el amor transitamos un borde, una cornisa, 
que puede hacernos virar hacia la violencia o hacia lo tierno. En suma, dice, no se puede erradicar la 
violencia como si fuera el chagas o la lepra. Se precisa de otros puntos de apoyo para el análisis, eso 
es tan evidente que quien no lo tome en cuenta, no solo que fracasará como tantos, sino que además 
se equivocará muy fiero, errará en los objetivos y en los resultados, etc. Esto no me parece para 
nada una menudencia, lo digo de vuelta, ha venido de parte de una mujer, de una mujer enamorada 
y embarazada. Vean, si no me creen, esta película de la que hablé al comienzo, que se llama La 
guerra del fuego. 
Por otra parte, ¿cuáles son los ideales de la sociedad? Esa es otra cuestión muy importante, 
quizás demasiado amplia. Pero digo que habría que identificarlos, sean cuales fueren, yo como 
psicólogo, trato de ver el fenómeno individual y perciboque los DLA apuntan a la responsabilidad 
subjetiva, no solo sobre los hechos de violencia desplegados en el pasado, como se expresan los 
jueces, sino sobre lo que soy, sobre lo que fui, sobre lo que hice, etc. Yo lo he leído al Bauman, que es 
sociólogo, y me ha quedado un sinsabor, el mismo que me queda muchas veces cuando uno adhiere, 
sin más, a la corriente interaccionista de la criminología. No se trata de una cuestión meramente 
social, de la reacción social de la que tanto habla la criminología. Es una cuestión que en el fondo es 
clínica. A veces se piensa que todo es por la sociedad, que el hombre es un producto de lo social, que 
el hombre es el lobo del hombre y ahí se acaba todo. En realidad, se trata de una puerta que se abre 
a pensar el sujeto, el sujeto en esta sociedad, tal cual la vivimos, tal cual la sufrimos, y tal cual la 
consumimos. 
Aprender a valerse del fuego… poco importa. Lo que tiene que ver con la revisión de los actos de 
violencia desplegados en un pasado… no es el aprendizaje, el control. Es la concepción de progreso, 
la que está como en juego. Y necesariamente se precisa de otro paradigma, quizás complementario, 
que pueda hacer decir lo que el progreso no dice. Otra serie de ideas que pueda incluir, en primer 
lugar, una temporalidad especial, y además, que incluya la historia, el pasado y el futuro en su 
valencia actual para el sujeto. 
A todos, muchas gracias. 
 
 
fedeblanc@hotmail.com 
 Octubre de 2011 
mailto:fedeblanc@hotmail.com

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