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La_masa_ante_lo_morbido_la_mirada_morbos

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO
FACULTAD DE ARTES
MAESTRÍA EN ESTUDIOS VISUALES
LA MASA ANTE LO MÓRBIDO:
LA MIRADA MORBOSA MEDIADA POR LA MASA-PANTALLA
TRABAJO TERMINAL DE GRADO QUE PARA OBTENER 
EL GRADO DE MAESTRO EN ESTUDIOS VISUALES
PRESENTA:
LUIS FERNANDO DÁVILA AGUILAR
LINEA DE GENERACIÓN Y APLICACIÓN DEL CONOCIMIENTO:
PENSAMIENTO EN LA IMAGEN Y MEDIACIONES SOCIALES
TUTOR ACADÉMICO Y DIRECTORA DE TESIS:
Mtra. en A.V. Betsabé Yolitzin Tirado Torres
TUTORES ADJUNTOS:
Dra. en A. Angélica Marengla León Álvarez
Mtra. en E.V. Claudia Marcela Cadena Sandoval
ASESORES:
Dr. en A. Juan Luis Ramírez Torres
Dr. en CC. y CA. Alejandro García Carranco
Toluca, Estado de México, Julio 2023
La publicación de este material se financió con recursos de las Becas 
para Estudios de Posgrado CONAHCYT 2021-2023
Disclaimer
El presente proyecto y texto ha sido realizado por el autor con apo-
yo del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías 
(CONAHCYT), la Universidad Autónoma del Estado de México 
(UAEMéx) y la Maestría en Estudios Visuales de la Facultad de Artes.
El contenido del presente texto tiene únicamente fines académicos 
y las perspectivas presentadas en el mismo son responsabilidad del 
autor, no reflejando necesariamente las opiniones del CONAHCYT, 
UAEMéx y la Maestría en Estudios Visuales.
Los contenidos presentados son propiedad del autor y los respectivos 
autores citados y/o utilizados como fuentes de consulta; cualquier 
omisión de autores, fuentes consultadas o materiales en la presente 
o futuras ediciones no fueron realizadas con dolo y se dará crédito y 
mención correspondiente de haber ocurrido tal omisión.
Los logros de los individuos son la suma del esfuerzo colectivo. El 
texto que se encuentra a continuación fue posible gracias a todas las 
personas que influyeron en los pensamientos que planteo a conti-
nuación.
En especial, agradezco a quienes formaron parte del proceso de rea-
lización de este proyecto. A Diana Rosy por el apoyo incondicional, 
por vivir conmigo el proceso y ser parte del vínculo que decidimos 
tener. Le agradezco a la Mtra. Betsabé por el conocimiento que me 
compartió, por la actitud que hizo amena cada asesoría y por siem-
pre estar dispuesta a brindarme su apoyo. A la Dra. Marengla por sus 
puntuales observaciones sobre psicoanálisis que me inspiran a seguir 
investigando y por su siempre amable disposición para ayudar. Agra-
dezco las recomendaciones y el esmero de la Mtra. Marcela quien 
siempre detonó ideas con los ejemplos que propone. Al Dr. Alejan-
dro por ayudarme a centrar mis ideas, identificar mis intereses y por 
cada gesto de amabilidad que me sacó de dudas. Le agradezco al Dr. 
Juan Luis por brindarme su perspectiva, por el interés que mostró en 
mi trabajo y la disposición para enriquecer mi punto de vista.
Agradezco a las personas que me formaron, pues su ejemplo fue cru-
cial para mi estadía en los estudios de posgrado. A Guadalupe, Abel, 
Hermenegildo, Martha Patricia y Teresa, infinitas gracias.
Agradecimientos
Índice
Introducción
1. La masa
1.1 Pensamiento sobre la masa
1.2 La masa como pantalla
2. El morbo
2.1 La mirada morbosa
2.2 El objeto mórbido
3. Perversión desde la mirada
3.1 De la ley, goce y perversión
3.2. Uso perverso de la imagen mórbida
Referencias bibliográficas
Contenido gráfico citado
Créditos
9
15
18
30
41
50
59
81
85
96
127
131
133
Conclusiones 117
Introducción 9
Sangre, cuerpos, tripas, genitales, fluidos, drogas, suciedad, sexo, 
fetiche, excremento, pornografía, obscenidad, inmoralidad, ilegali-
dad, destrucción y muerte. Por alguna razón existe un cúmulo de 
cosas muy variadas que según las buenas consciencias no deberían 
ser vistas, éstas pueden causar sensaciones que transitan por el asco, 
la culpa y el remordimiento, pero que al mismo tiempo son fuente 
de un placer inexplicable, como si alguien nos hubiera enseñado que 
ver algo está mal, pero eso mismo hace que tengamos una mayor 
curiosidad por ver eso que nos fue prohibido.
 Cuando acontece un accidente mortal, el cuerpo de la vícti-
ma suele ser cubierto con una manta que evita que las miradas cai-
gan sobre éste y, aun así, grupos de gente se arremolinan alrededor 
de los siniestros, como cazadores que se debaten entre lo insopor-
table y lo irresistible de su no necesaria presencia en ese lugar, sólo 
para estremecerse con la inolvidable imagen de un cuerpo abatido 
y con suerte con alguna víscera expuesta. De forma similar, cuando 
alguna red social digital muestra una imagen censurada bajo el texto 
que indica Contenido Delicado junto a una breve descripción de la 
potencial imagen que podría ser considerada ofensiva o perturbado-
ra, nos hace evidente que esa imagen por alguna razón necesita estar 
bajo un velo que impida que sea vista; sin embargo, la advertencia 
viene acompañada de un botón que permite ver aquello que se nos 
avisó no observar, ¿por qué se nos da la opción de ser ofendidos o 
perturbados?, así como muchos miran un cuerpo cuando se retira 
la manta que lo cubre, también hay quien decide ser potencialmente 
perturbado u ofendido. Tal parece que se intenta cubrir las cosas en 
vano, pues la gente busca la forma de ver a través de los velos.
Introducción
Introducción10
 Pareciera que ciertas situaciones hacen que aquello que po-
dría ser más insoportable que irresistible de ver pueda ser mirado 
con más facilidad. Esto no quiere decir que no haya quien se aven-
ture a observar cualquier posible escena perturbadora sin ninguna 
clase de mediación, pero también es cierto que ciertas cosas o situa-
ciones hacen que el individuo esté en una posición más cómoda ante
lo que le debería de estar velado según la moral de su contexto. De 
forma específica, este trabajo propone a las masas, conjuntos de gen-
te con al menos una mínima organización como aquello que se in-
terpone y a la vez permite mirar aquello que, para el consenso moral 
de una determinada cultura, no se debe ver. El concepto de masa 
propuesto tiene como base al ensayo Masa y poder de Elias Cane-
tti y al psicoanálisis de Sigmund Freud, el mismo que sigue siendo 
utilizado por pensadores contemporáneos como Byung-Chul Han. 
El presente análisis comienza problematizando esta mediación de la 
masa, ¿por qué la gente se reúne para mirar aquello que se supone 
no debería? Algo en las masas tiene las cualidades que permiten que 
estas cosas prohibidas sean vistas con una mayor facilidad y no sólo 
ofrecen una opción viable para ejercer la mirada, también invitan a 
que la gente vea, las personas pueden ser atraídas por la posibilidad 
de mirar en masa.
 Aquellas cosas que están prohibidas suelen tener un común 
denominador: la violencia. La eterna búsqueda por evitar la violen-
cia se ha desarrollado dejando a su paso un gran cúmulo de prohi-
biciones; pero, a pesar de los intentos por tratar de que las personas 
se alejen por completo de lo violento, esto ha resultado imposible, 
puesto que entidades como las masas pueden tender a mirar escenas 
donde la violencia está presente, ¿qué hace de lo violento algo con las 
cualidades para atraer miradas?, diversos factores entran en juego al 
momento de analizar el carácter inmoral de la mirada.
 En las páginas siguientes ese impulso que invita a transgre-
dir viendo lo que está prohibido ver es descrito como morbo, este 
concepto puede ser usado para describir la sensación de alguien que 
se debate entre voltear a ver o no algo que se supone no debería, tal 
Introducción 11
como sucede cuando se está cerca de un accidente y pareciera que 
hay algo inadecuado con la idea de observar lo sucedido. Si bien la 
violencia puede ser un común denominador sobre lo que pueden re-
caer las prohibiciones, ciertas cosas prohibidas pudieran no parecer 
violentas a simple vista; sin embargo, la prohibición que recae en, 
por ejemplo, lo sexual, es muestra de lo compleja que es la construc-
ción de la moral, que puede ser distinta en cada contexto. Un sujetopuede estar transgrediendo al ver cualquier cosa que está más allá de 
los límites establecidos por su contexto cultural. En este punto tam-
bién cabe preguntarse ¿Cómo los sujetos modifican la relación que 
tienen con su entorno cuando algo es catalogado como inmoral?, 
ello no solo implica al morbo, sino a toda la serie de conductas que 
derivan de la relación con aquello que se prohíbe.
 El texto que comienza tras la presente introducción contie-
ne una construcción metodológica que contempla los tres conceptos 
principales de este trabajo: masa, morbo y perversión. Para dar res-
puesta a las cuestiones antes planteadas se exponen a continuación 
postulados y conceptos a partir del análisis de las ideas de diversos 
autores. Similitudes, contrastes y disensos con las ideas encontradas 
en los textos analizados son la clave para desplazar dicho conoci-
miento hacia las nuevas propuestas que serán planteadas a continua-
ción para comprender por qué se reúnen las masas ante lo mórbido, 
estas masas que miran aquello que está prohibido, junto con los fe-
nómenos derivados de ellas, son el objeto de estudio y la razón de 
ser de este texto. El desplazamiento de los planteamientos de autores 
como Georges Bataille, Julia Kristeva, Sigmund Freud, Elias Cane-
tti, Jaques Lacan, Hal Foster, entre otros, es lo que compone a las 
ideas que propone este texto, los postulados que serán desarrollados 
pueden usarse para analizar fenómenos similares a los que serán uti-
lizados, esta metodología concilia conocimientos de distintas áreas 
para el desarrollo de nuevas ideas con las que pueden interpretarse 
nuevos casos donde se impliquen masas ante lo mórbido. En el tex-
to se realizan distinciones según la naturaleza de cada caso, pero el 
análisis mediante los tres conceptos clave es la base para explicar el 
porqué de cada fenómeno desde la perspectiva planteada. Este pro-
ceso de construcción del conocimiento es realizado en tres capítulos, 
Introducción12
uno por cada concepto clave, aunque el fenómeno completo puede 
dejarse ver en cada uno de los apartados.
 Como autor del texto, pensando en cómo sería para otros 
leer lo descrito, es inevitable recordar las inquietudes iniciales que 
motivaron esta búsqueda de conocimiento. Las palabras con las que 
se inició esta introducción tienen la intención de impactar mediante 
lo obsceno, grotesco, inmoral, etc. Esto fue hecho de forma delibera-
da con el propósito de atraer al lector de la misma forma que yo soy 
atraído por algo cuando entro en crisis al encontrarme con lo que se 
supone no debería ver. Al tiempo que podía sorprenderme juzgando 
moralmente a alguien cuyos actos no corresponden con mi morali-
dad, puedo asombrarme al verme viendo imágenes violentas o algo 
que otro podría considerar incorrecto, asqueroso o prohibido. Aque-
llo que yo mismo en algún momento consideré que sería incorrecto 
ver y que, por alguna razón u otra terminé viendo, despertó mi fas-
cinación, sobre todo cuando aquello me era menos insoportable por 
estar acompañado, ¿habrá entrado allí la idea de masa?, quizá vi en 
la compañía de otros una posibilidad para no ser el único inmoral y 
en masa encontrar el alivio de no ser mirado. Una de las múltiples 
situaciones que detonaron la investigación fue conocer las fotogra-
fías de la guerra de Vietnam, donde me conmovieron los horrores de 
la guerra, aunque el mayor impacto fue cuando horas después vi un 
periódico de nota roja, con la típica portada que muestra un cuerpo 
abatido acompañado de un texto que pretende ser un chiste, antes de 
poder pensar en por qué yo encontré el sentido del humor en aquella 
portada, vi como otros compraban aquello y se reían sin disimulo. 
Que alivio, pensé, no fui el único que no se horrorizó, ¿acaso debí 
haber reaccionado de otra forma?
 Una de las primeras labores de este texto fue identificar mis 
propios juicios morales, para poder pensar en mirada e inmoralidad 
lo más lejos posible de mis juicios de valor. Las dudas que aquello 
causó me llevaron a preguntas que sólo causaban más cuestiona-
mientos, ¿por qué hay cosas que está mal ver?, esto no está deter-
minado por un solo sujeto, sino por su contexto, por la cultura que 
permea las formas de hacer y pensar las cosas. Este texto analiza la 
Introducción 13
cultura, en específico la cultura visual, no solo para hablar de las 
imágenes prohibidas, lo hace para hablar de la mirada morbosa des-
de los Estudios Visuales. Construir lo que está bien y lo que está mal 
puede ser un acto desde lo racional, en los tiempos desde donde se 
escribe este texto otros autores ya han cuestionado a la racionalidad 
y a otros valores de la modernidad. El presente análisis propone mi-
rar lo irracional, lo que parece carecer de sentido, aquello que nos 
hace pensar ¿qué hago viendo estas cosas? Esto reivindica la condi-
ción humana que nos mantiene atados ante lo mórbido, al tiempo 
que genera aportes al conocimiento desde lo transgresor. Romper los 
límites hace más grandes los horizontes de lo cognoscible.
1. La Masa 15
En alguna calle mexicana, a mediados del siglo XX, un grupo de per-
sonas se reúne ante el resultado de un accidente. Como una mara-
bunta de observadores, sus pasos se sienten desde diversos puntos, 
como si todos los individuos presentes en un diámetro determinado 
se agruparan al centro de éste. Hombro con hombro, los mirones 
buscan un lugar adecuado para ver el suceso, y a su vez, poder sen-
tirse parte de aquella muchedumbre. La escena se percibe cálida, con 
el sol casi en el cenit, la carrocería del auto reflejando el brillo y las 
personas emitiendo calor corporal. Mientras observan el siniestro, 
un fotógrafo se acerca para retratar la escena, varias personas voltean 
a la cámara y el fotorreportero captura la imagen.
 La fotografía de este suceso tuvo la función de ilustrar la no-
ticia sobre el accidente, la imagen fue hecha como material de nota 
roja, un tipo de noticias dedicado a la difusión de información sobre 
1. La Masa
Figura 1
Accidente automovilístico con bomberos.
Nota. Tomado de Accidente automovilístico con bomberos [Fotografía], por E. Metinides, 1960, Phi-
llips (https://www.phillips.com/detail/enrique-metinides/NY010515/48).
1. La Masa16
crímenes, accidentes o cualquier hecho periodístico que muestre y 
describa violencia física. El autor de la imagen, Enrique Metinides, 
dedicó varios años al trabajo como fotógrafo de nota roja, labor des-
de donde ilustra escenas similares a la de la fotografía mostrada. En 
varias de las fotografías de Metinides es posible ver como su atención 
no se centra solo en el percance, pues también retrata a las personas 
que rodean los hechos, logrando tomas donde una especie de públi-
co juega un papel importante en la escena representada.
Figura 2
Extracto de La Prensa, 25 de mayo (accidente de autobús).
Nota. Tomado de Extracto de La Prensa, 25 de mayo (accidente de autobús) [Fotografía], por E. Metinides, 
1969, Michael Hoppen Gallery (https://www.michaelhoppengallery.com/artists/146-enrique-metinides/
overview/#/artworks/10483).
Incluir a las personas que observan el siniestro era una constante en 
el trabajo del fotógrafo. En una entrevista con la agencia de fotope-
riodismo Cuartoscuro, Metinides narra la forma en que aconsejaba 
(sin mucho éxito) a otros fotorreporteros para que incluyeran en las 
imágenes a las personas que veían el hecho noticioso.
En todas mis fotos yo retrataba a los mirones, pero en el 
accidente, porque los muchachos no me han agarrado la 
onda, yo les digo: ¡tomen a los mirones!, pero ellos retra-
tan al grupito que está ahí parado, y no, el chiste es que 
1. La Masa 17
salgan en el mismo accidente, el mirón, metiche, o como 
le quieras llamar, le da más fuerza a la foto. (Metinides, 
2016).
Los mirones que describe Metinides son el grupo de gente que se 
reúne ante el accidente, si el fotógrafo les llama mirones es porque su 
función dentro de la escena es, justamente, la de estar ante lo sucedi-
do y ser partedel suceso gracias a su observación. Salvo la presencia 
de policías, paramédicos y otros trabajadores dedicados a socorrer a 
las personas en estos casos, los mirones de Metinides están ahí con el 
fin de mirar la escena, estar presentes y juntos ante el hecho. 
 Estos grupos de mirones va más allá de ver (como quien ve 
la foto publicada en el periódico), pues muchos de ellos voltean ha-
cia la cámara, se saben mirados. Sobre ello, Metinides explica en el 
documental El Hombre Que Vio Demasiado (2015) lo que en su ex-
periencia parecía que buscaban estas personas. “Tengo fotos donde 
están docenas y docenas de gentes, todos viendo a la cámara. Posa-
ban se puede decir, todos quieren salir, todos quieren figurar, todos 
quieren verse en el periódico” (Metinides, 2015) Parece que en las 
fotografías de Metinides existe un complejo juego de miradas entre 
la gente que ve el suceso trágico, aquellos que se miran entre sí y las 
personas que voltean hacia la cámara. Esos individuos comparten 
una característica esencial, no es solo el hecho de encontrarse viendo 
el mismo evento, sino que al estar ahí conforman una masa.
 Los mirones que retrata Metinides son, antes que mirones, 
una masa de gente. Por lo que se ve en las fotografías, la masa que 
será analizada está mirando algo: accidentes, muertos, violencia, etc. 
Aquello que mira no es aleatorio, sino que parece haber algo que 
llama a la masa, aunque antes de ahondar en aquello que se ve es per-
tinente conceptualizar al grupo de mirones, para ello ya se les llamó 
masa.
1. La Masa18
Al tratar de definir el concepto de masa es posible pensar que cual-
quier grupo de personas reunidas en un espacio cumple con las ca-
racterísticas para ser una masa; sin embargo, esto puede llegar a ser 
más complejo de lo que parece.
 Si bien es cierto que una masa puede ser un conjunto de 
gente, no en todas las situaciones estamos hablando del mismo fe-
nómeno. Por ejemplo, una multitud de personas caminando sobre 
la misma calle es, en efecto, un conjunto de gente. En este caso, es 
bastante probable que cada individuo se dirija hacia un destino en 
particular y esté inmerso en sus propios pensamientos, puede darse 
el caso de que algunos interactúen entre sí, pero esto no los vuelve 
necesariamente una masa en la forma en que se aborda por la psi-
cología de masas. El fenómeno se vuelve más complejo, pues a pesar 
de su casi nula interacción, existe cierta organización rudimentaria 
en este ejemplo que posibilita un orden ínfimo en el caminar de las 
personas.
 Un caso muy distinto sería hablar de una manifestación, que 
en esencia podría ser también un grupo de personas caminando so-
bre una calle, aunque a diferencia del ejemplo anterior, este grupo 
camina hacia un mismo destino, interactúa con mayor intensidad e 
incluso sus pensamientos están abocados hacia el mismo tema. En 
algunos casos, las personas en una manifestación pueden tener orga-
nizaciones más complejas que incluyan repartición de tareas, separa-
ción por contingentes y hasta liderazgos.
 Ambos casos retratan a un conjunto de personas, pero la 
forma de relacionarse en ambos conjuntos es muy distinta entre sí. 
Teniendo esto en cuenta, son varios los autores que han propuesto 
conceptos e incluso han trazado una suerte de morfología de masas 
con base en las diferentes cualidades que un grupo puede tener. Al 
1.1. Pensamiento sobre la masa
1. La Masa 19
conceptualizar la masa resulta útil referirse a las cualidades que sepa-
ran al conjunto de individuos sin un interés común de aquellos que 
si lo tienen.
 El psicólogo William McDougall en su libro The Group Mind 
(1920) desarrolló ideas sobre las que puede definirse la masa que 
busca la presente investigación. El autor encuentra en la organiza-
ción un factor clave para hablar del pensamiento de masas. La or-
ganización de un grupo puede variar entre la efímera multitud de 
transeúntes hasta instituciones altamente complejas como la iglesia 
o el Estado.
 McDougall se refiere al grupo no organizado como mob o 
crowd (multitud) “En algunos casos, las relaciones de los individuos 
que se constituyen entre sí y con todo el grupo no están determina-
das o fijadas de ninguna manera por eventos anteriores; tal grupo 
constituye simplemente una multitud”1 (McDougall, 1920, p. 21). La 
multitud sería entonces una primera categoría donde podrían desig-
narse aquellos grupos no organizados, los cuales se debaten entre el 
ser o no ser una masa, para ello, varios autores postulan el término 
de masa psicológica.
 En su texto, McDougall usa la palabra group (grupo) para 
hablar de los conjuntos de personas en su generalidad. Las multitu-
des tampoco escapan a esta definición, pues el autor señala la exis-
tencia de una organización rudimentaria hasta en los grupos donde 
cada sujeto está inmerso en su individualidad “Difícilmente pode-
mos imaginar un concurso de seres humanos, por fortuito que sea, 
completamente desprovisto de los rudimentos de la organización”2 
(McDougall, 1920, p. 22).
1 traducción propia del inglés: “In some cases the relations of the constituent individuals to one another 
and to the whole group are not in any way determined or fixed by previous events; such a group consti-
tutes merely a mob” (McDougall, 1920: 21).
2 traducción propia del inglés: “We can hardly imagine any concourse of human beings, however fortui-
tous it may be, utterly devoid of the rudiments of organisation” (McDougall, 1920: 22).
1. La Masa20
 Sin embargo, esta inclusión de las multitudes fortuitas en el 
término de masa no es suficiente para lo que la construcción del fe-
nómeno ha buscado abarcar. McDougall señala que “en muchos con-
cursos fortuitos, la influencia de una organización tan rudimentaria 
es tan pequeña que resulta insignificante. Tal grupo es una multitud 
o muchedumbre desorganizada”1 (McDougall, 1920, p. 22).
 Dado que los fenómenos fundamentales existentes en la psi-
cología de masas se presentan de forma simple en las multitudes, el 
autor enuncia la existencia de masas en un sentido psicológico, esto 
con la intención de señalar que las masas a las que se refiere existen al 
manifestar un cierto grado de organización, “No toda masa de seres 
humanos reunidos en un lugar dentro de la vista y el oído de los de-
más constituye una multitud en el sentido psicológico de la palabra”2 
(McDougall, 1920, p. 22).
 A partir de este punto puede hablarse de multitud para re-
ferirse a las masas no organizadas, mientras que el término masa 
abarcará a la masa en un sentido psicológico. Sigmund Freud es otro 
autor que ha descrito a las masas y ha usado el término de masa en 
sentido psicológico para hablar de masa tras haber separado el tér-
mino del concepto de multitud. En su libro Psicología de las masas 
y análisis del yo, Freud (1992, p. 80) también usa la información de 
McDougall para construir el concepto de masa psicológica, él men-
ciona que esta masa debe ser conformada por individuos, que man-
tienen en común sus afectos e intereses, además de contar con la 
capacidad de influirse recíprocamente.
 Tras esta aclaración conceptual, es posible regresar a la masa 
vista en las fotografías de Enrique Metinides y establecer que dicho 
conjunto de gente puede ser clasificado dentro del concepto de masa 
1 traducción propia del inglés: “in many a fortuitous concourse the influence of such rudimentary or-
ganisation is so slight as to be negligible. Such a group is an unorganised crowd or mob” (McDougall, 
1920: 22).
2 traducción propia del inglés: “Not every mass of human beings gathered together in one place within 
sight and sound of one another constitutes a crowd in the psychological sense of the word” (McDougall, 
1920: 22).
1. La Masa 21
psicológica, pues el interés de estas personas por mirar el siniestro las 
une, de forma efímera, en un mismo nivel de organización colectiva 
a partir de su mirada. Dejando de lado el objeto de la mirada, una vía 
para lograr comprender por qué la gente está ahí reunidacompar-
tiendo un mismo interés puede estructurarse a partir de la pregunta 
¿qué une a las masas? Aquello que provoca su cohesión y las mantie-
ne unidas tiene un componente de especial interés interdisciplinar 
para los campos de estudio que abarcan lo social y psíquico de los 
sujetos.
 En el año 1981, el pensador Elias Canetti publicó su obra 
Masa y Poder, el libro comienza describiendo una idea que podría 
ser contraria al instinto gregario. “Nada teme más el hombre que ser 
tocado por lo desconocido” (Canetti, 2018, p. 6). Con esta frase co-
mienza el texto, esto dentro del primer apartado Inversión del temor 
a ser tocado en la misma página. Esta primera descripción de Ca-
netti sobre la conducta de las personas ante lo desconocido incluye 
al contacto con otros humanos. Canetti habla sobre el modo en que 
las personas se mueven en espacios públicos, donde se suele evitar 
el contacto con los demás, no muy distinto a la multitud de la que se 
habló en páginas anteriores.
 Canetti inicia dando diversas razones para que la masa no 
ocurra; sin embargo, hay una posible inversión del temor que enun-
cia, “Solo inmerso en la masa puede el hombre redimirse de este te-
mor al contacto” (Canetti, 2018, p. 7). Para el autor la masa causa 
un alivio a sus integrantes, es el único momento en que este temor 
desaparece y las personas, en aparente igualdad, pueden estar en la 
masa densa, hombro con hombro, sin temor al contacto.
 Desde el campo del psicoanálisis, uno de los conceptos criti-
cados por Freud en su texto sobre las masas es el de instinto gregario. 
Este concepto parte de la idea de que todos los seres vivos miembros 
de una misma especie tienen una tendencia a agruparse, tal como 
lo hacen las células de un organismo. Este concepto difiere del pos-
tulado anterior hecho por Elias Canetti, pues en el temor a ser toca-
do no habría lugar para un instinto que condujera a las personas a 
1. La Masa22
reunirse con otras. Freud también refuta dicho término de Wilfred 
Trotter con argumentos que comulgan con las ideas de Canetti, “La 
angustia del niño pequeño que está solo no se calma a la vista de otro 
cualquiera «del rebaño»; al contrario: es provocada únicamente por 
la llegada de uno de estos «extraños». Además, por largo tiempo no 
se observa en el niño nada de un instinto gregario o sentimiento de 
masa”. (Freud, 1992, p. 113).
 Tras lo visto, es sabido que el hecho de que las personas se 
unan en masa no es una conducta instintiva o que sea una habilidad 
con la que se nace. Por lo tanto, estamos ante un fenómeno psico-
social que las personas desarrollan al estar inmersas en la cultura. 
Sigmund Freud da respuestas a esta pregunta a lo largo de su libro 
Psicología de las masas y análisis del yo mientras explica las implica-
ciones psicológicas de las relaciones humanas.
 Freud (1992, p. 68) desarrolla el texto de forma que procura 
dar con la respuesta a tres incógnitas con respecto a la psicología de 
masas: ¿qué es una masa?, ¿qué le presta la capacidad de influir en 
la vida anímica de los individuos? Y ¿en qué consiste la alteración 
anímica que impone a este último? Durante el desarrollo argumental 
responde a estas preguntas desde la última a la primera, y aunque 
no se extiende en la definición de masa (aquella que incluye a los 
grupos con y sin organización), sí que describe desde un inicio la 
idea de masa psicológica. Para ello realiza un extenso análisis de di-
versos postulados encontrados en el libro del autor Gustav Le Bon La 
psicología de las masas, si bien Freud enuncia algunas propiedades 
adicionales a las de Le Bon, también es cierto que las definiciones del 
psicoanalista vienés se apoyan fuertemente de las de Le Bon.
 Es de hecho Le Bon, quien al publicar su libro en 1895 da 
una definición temprana de la masa psicológica, esto antes que Mc-
Dougall o Freud. Al enunciar dicho concepto, señala la existencia 
de un alma colectiva o de masa, dicha alma permea a los individuos 
incluidos en la masa psicológica y es por ella que las personas actúan 
de forma distinta en la masa de como lo harían en solitario.
1. La Masa 23
“El hecho más llamativo que presenta una masa psicoló-
gica es el siguiente: sean cuales fueren los individuos que 
la componen, por similares o distintos que puedan ser su 
género de vida, ocupaciones, carácter o inteligencia, el 
simple hecho de que se hayan transformado en masa les 
dota de una especie de alma colectiva. Este alma les hace 
sentir, pensar y actuar de un modo completamente dis-
tinto de como lo haría cada uno de ellos por separado”. 
(Le Bon, 1983, p. 29).
Esta alma colectiva, que puede funcionar como una unidad mental, 
es parte de la respuesta de Le Bon para explicar el comportamiento 
de la masa; sin embargo, no da respuesta a las razones por las que una 
multitud de individuos se unirían en una masa psicológica. Freud se-
ñala esto en la crítica realizada dentro de su libro; con base en ello, el 
camino que traza Freud desde los aportes de Le Bon no solo confir-
man las características del alma de la masa, sino que responde a las 
razones por las que la gente se uniría de esta forma. Freud incluso 
señala que aquello que une a las masas sería justamente lo que dota 
de características a la masa.
 Para el psicoanalista, detrás de todas las cualidades que ha-
cen identificable a una masa están las pulsiones sexuales, ellas son la 
razón de que las personas dejen de lado su individualidad y queden 
inmersas en el alma de la masa; a partir de dicha postura, puede in-
cluso justificarse la enunciación de Elias Canetti sobre la inversión 
del temor a ser tocado.
 Para referirse a las pulsiones sexuales en los integrantes de 
la masa, Freud usa el concepto de libido, que, desde su sentido psi-
coanalítico, el autor sintetiza como amor, lo que invita a pensar que 
existe cierto amor filial, compañerismo, o, mejor dicho: identifica-
ción con los otros individuos pertenecientes a la masa. Freud pun-
tualiza que el amor al que hace referencia incluye aquel cuya meta es 
la unión sexual, pero también a otras formas de afectividad que se 
engloban dentro del término.
1. La Masa24
Llamamos así a la energía, considerada como magnitud 
cuantitativa —aunque por ahora no medible—, de aque-
llas pulsiones que tienen que ver con todo lo que puede 
sintetizarse como «amor». El núcleo de lo que designa-
mos «amor» lo forma, desde luego, lo que comúnmente 
llamamos así y cantan los poetas, el amor cuya meta es 
la unión sexual. Pero no apartamos de ello lo otro que 
participa de ese mismo nombre: por un lado, el amor a 
sí mismo, por el otro, el amor filial y el amor a los hijos, 
la amistad y el amor a la humanidad; tampoco la consa-
gración a objetos concretos y a ideas abstractas. (Freud, 
1992, p. 86).
Estos vínculos, o ligazones libidinosas como los llama el autor, dan 
explicación a los aportes que Gustav Le Bon realizó, pues hacía falta 
una explicación a las razones que dan existencia a la masa en sentido 
psicológico. Para Freud, dichas ligazones entre los miembros de la 
masa constituyen en sí la esencia del alma de las masas de Le Bon. 
El eros (libido-amor) es lo que une y mantiene cohesionadas a las 
masas, por este poder los individuos postergan su individualidad y 
entran en un estado de sugestión generalizada, según Freud (1992, p. 
88) los vínculos afectivos componen la esencia del alma de las masas.
 La ligazón libidinal existente entre los miembros de la masa 
es aquello que causa su surgimiento y cohesión; sin embargo, aún 
hace falta establecer de donde surge esta libido. Si bien es sabido 
que la libido no es causada por ninguna pulsión netamente social, se 
vuelve menester saber cuál es la vía de desarrollo de esta a partir de 
las pulsiones sexuales básicas de los individuos. Freud establece que 
“Esta se apuntala en la satisfacción de las grandes necesidades vitales, 
y escoge como sus primeros objetos a las personas que participan en 
dicho desarrollo” (Freud, 1992, pp. 97-98). Las personas partícipesdel desarrollo temprano de los individuos, al volverse los primeros 
objetos del sujeto, pueden desarrollar más sentimientos de afecto a 
su favor que las hostilidades propias hacia lo desconocido.
1. La Masa 25
 Freud (1992, p. 100) hace énfasis en la existencia de dos ti-
pos de ligazón afectiva temprana: identificación e investidura sexual 
de objeto. La explicación de ambas ligazones la hace de la siguiente 
forma: el objeto de la investidura sexual es lo que se quiere tener, 
mientras que el modelo de identificación es lo que se aspira a ser.
 Ambas ligazones libidinales se van volviendo más complejas 
conforme el crecimiento del individuo diversifica su actividad aní-
mica. Una vez que el individuo puede sentir el influjo de estos lazos 
en el contexto de una masa psicológica, dichas ligazones le permiten 
unirse a la masa y formar parte de su alma colectiva. Freud ejemplifi-
ca este fenómeno con una masa psicológica de organización simple, 
pero con un líder o conductor. En esta masa descrita por Freud es la 
identificación la que permite la convivencia entre los individuos que 
conforman la masa, además de que dicha ligazón los vuelve proclives 
a ser sugestionados por el resto de los individuos, frente a los que 
la identificación buscaría convertirlos en un modelo, aquello que el 
individuo quiere ser. Por otro lado, los individuos mantienen a un 
mismo objeto en el lugar del ideal del yo. Freud lo explica de la si-
guiente forma: “Una masa primaria de esta índole es una multitud de 
individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de 
su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí 
y su yo”. (Freud, 1992, p. 110).
 A pesar de que la complejidad de las ligazones libidinales 
y de sus efectos en el comportamiento de los individuos dentro de 
una masa, Freud (1992, pp. 78-79) señala la existencia de distintas 
cualidades de las masas que necesitan una construcción aún más 
compleja. Debilitamiento de la actividad intelectual y aumento de la 
capacidad afectiva son algunos de los rasgos presentes en el compor-
tamiento de los individuos que conforman las masas y que el autor 
no termina de encajar con la propuesta de la ligazón libidinal.
 Si bien, la libido es parte de lo que une a la masa, aún hay 
ciertas características del fenómeno que requieren otras perspecti-
vas. Entre el temor al desconocido y la construcción de afectos hacia 
otros individuos podría haber una construcción de la socialización 
1. La Masa26
desde la cultura. Unirse a la masa sería una habilidad no nata, algo 
que se aprende, “La pulsión social acaso no sea originaria e irreduc-
tible y que los comienzos de su formación puedan hallarse en un 
círculo estrecho, como el de la familia”. (Freud, 1992, p. 68).
 Ya se mencionó el rechazo del psicoanalista a la idea de ins-
tinto gregario, en cambio, Freud (1992, p. 116), construyó una hipó-
tesis con base en la idea de horda primordial (aquellas primeras ma-
sas de humanos primitivos). Aunque, evidentemente, dicha hipótesis 
no puede ser comprobada empíricamente, es una idea que puede co-
nectar el conocimiento psicoanalítico de la masa con la explicación 
desde el campo antropológico de Elias Canetti.
 Otros de los aportes realizados al conocimiento sobre la masa 
han sido los distintos postulados que proponen clasificar a las masas. 
Tanto Freud como Canetti postulan algunas formas de clasificar a 
las masas según distintas características. De entre los distintos cri-
terios de clasificación, Canetti distingue a las masas por dominante 
afectiva. Al retomar el interés en común de los individuos en la masa 
de Enrique Metinides, una de las interrogantes sobre dicho interés 
podría apuntar a saber qué los motiva a tener inclinación por mirar 
siniestros, antes de ahondar en la mirada, aquí se presenta una opor-
tunidad para hacer un desplazamiento previo donde el fenómeno de 
masas y aquello que mira la masa de Metinides se unen.
 Elias Canetti realiza distintas clasificaciones según otras ca-
racterísticas formales de la masa, basadas en su crecimiento y pro-
piedades, tras ello propone clasificar a las masas por su interés afecti-
vo. Para Canetti, algunos de los afectos tienen orígenes más antiguos 
que la cultura misma, estas son las masas de acoso y fuga “la de acoso 
y la de fuga son las dos más antiguas. Se dan tanto entre los animales 
como en el hombre, y es verosímil que su formación entre hombres 
se haya vuelto a nutrir siempre de modelos animales” (Canetti, 2018, 
p. 51).
 “La masa de acoso se constituye teniendo como finalidad la 
consecución de una meta con toda rapidez”. Canetti, E. (2018, p. 51). 
1. La Masa 27
Dicha finalidad es la de la eliminación del otro. Para el autor es una 
de las masas donde los individuos actúan más intensamente. Esta 
masa se vuelve particularmente importante para el objeto de la pre-
sente investigación por lo que puede decir acerca de la masa de mi-
rones de Metinides. Si bien, la concentración esencial tiene como fin 
realizar un asesinato, Canetti menciona brevemente la importancia 
de ver dicha acción “si no puede golpear, quiere ver como golpean los 
demás” (Canetti, 2018, p. 51). Además, para el autor la masa de acoso 
es un fenómeno donde el sujeto puede realizar un asesinato sin las 
consecuencias que gracias a dicha acción le esperarían en su círculo 
social.
El asesinato permitido reemplaza a todos los asesinatos 
de los que uno debe abstenerse y por cuya ejecución han 
de temerse duras penas. Un asesinato sin riesgo, permi-
tido, recomendado y compartido con muchos otros im-
plica una sensación irresistible para la gran mayoría de 
los hombres. Sobre esto cabe decir que la amenaza de 
muerte que pende sobre todos los hombres y que bajo 
diferentes disfraces está siempre activa, aunque nos en-
frentemos con ella continuamente, hace necesaria una 
derivación de la muerte sobre otros. La formación de 
las masas de acoso responde a esta necesidad. (Canetti, 
2018, p. 52).
Esta satisfacción por el asesinato no se limita a ciertas épocas o so-
ciedades, Canetti va describiendo diversas situaciones donde han 
actuado masas de acoso a través de la historia. Culmina citando un 
ejemplo contemporáneo al autor: la masa de acoso en los lectores de 
periódico.
En el público de los lectores de diarios se ha mantenido 
con vida una masa de acoso, moderada, pero, debido a 
su distancia de los acontecimientos tanto más irrespon-
sable, estaríamos tentados a decir, con una forma más 
execrable y al mismo tiempo más estable. Como ni si-
1. La Masa28
quiera necesita reunirse, se ahorra también su desinte-
gración y de su distracción se encarga la diaria repeti-
ción del periódico. (Canetti, 2018, p. 56).
Es posible que algunos sujetos en solitario puedan considerar que 
evitarían en lo posible dejarse llevar por una masa de acoso; sin em-
bargo, Sigmund Freud (1992, pp. 71-72) explica a través de sus ci-
tas de Gustav Le Bon las causas por las que los individuos tienen 
alteraciones en su comportamiento y pensamiento. Sentimiento de 
poder, contagio y sugestionabilidad acrecentada son explicaciones 
a este cambio en la forma de actuar del individuo, por lo que “para 
juzgar correctamente la moralidad de las masas es preciso tener en 
cuenta que al reunirse los individuos de la masa desaparecen todas 
las inhibiciones y son llamados a una libre satisfacción pulsional to-
dos los instintos crueles, brutales, destructivos, que dormitan en el 
individuo como relictos del tiempo primordial” (Freud, 1992, p. 75).
 Además de la masa de acoso, tanto Freud como Canetti enun-
cian la posibilidad de otros tipos de masa y otras clasificaciones. No 
es el objetivo de la presente investigación trabajar en una morfología 
de las masas, pero es importante tener en cuenta su existencia. Posi-
bilidad de ingreso o salida de la masa, durabilidad, tipo de integran-
tes y por adhesión (con y sin compulsión externa), son las distintas 
formas de clasificar los tipos de masa. Además, Canettirealiza una 
descripción sobre las propiedades de las distintas masas, en donde 
el sentimiento de igualdad va definiendo las cualidades observables 
en dicha masa, teniendo como objetivo la descarga (Canetti, 2018, 
p. 10), el cuál es el instante donde los individuos pertenecientes a la 
masa experimentan el sentimiento máximo de igualdad, despojados 
de sus diferencias. Es importante reconocer que una masa no nece-
sariamente permanece en una sola clasificación, puede situarse en 
distintas conceptualizaciones al mismo tiempo o irse moviendo de 
una a otra, incluso de masa psicológica a multitud.
 ¿Son los mirones de Metinides un relicto del tiempo primor-
dial? Estas personas que miran accidentes no necesariamente buscan 
estar expuestos (al menos no todos) a tales situaciones, ni tendrían 
1. La Masa 29
que buscar representaciones violentas en solitario. Es probable que 
la emergencia de su fenómeno se remonte a las masas de acoso, que 
los individuos que no mirarían un accidente a solas se vean suges-
tionados ante la presencia de los demás y que, inmersos en la masa, 
experimenten un sentimiento de poder que les permita ver aquello 
que no mirarían sin el cobijo de la masa.
 La masa de Metinides es una masa en sentido psicológico, 
efímera, sin una organización compleja, más allá de su pose y mi-
rada. Posible masa de acoso, es probable que su desintegración haya 
sido rápida, al momento de que se retirara el auto chocado o que 
alguna persona haya dispersado a los mirones. Canetti enuncia que 
la masa de acoso no necesariamente asesina, también puede ver. La 
derivación de la muerte sobre otros es un punto interesante, por lo 
que es momento de comenzar a desplazar el tema hacia aquello que 
la masa mira.
 Construido el fenómeno de masa, es menester reconocer su 
mirada, que una masa puede reunirse con el único fin de mirar algo. 
Canetti habla del asesinato permitido, ese que solo la masa de aco-
so puede perpetuar sin consecuencias. Para los individuos hay cosas 
que no está permitido ver, pero la masa podría ser esa entidad que 
permite al individuo mirar aquello que no puede estando solo. ¿qué 
hace de la masa un fenómeno que permite mirar a los individuos? El 
siguiente apartado será el espacio conceptual desde donde se mez-
clan masa y mirada.
1. La Masa30
La mirada está condicionada por la mirada del otro. Esta contunden-
te afirmación no sólo puede hacerse desde los campos psicoanalítico 
o antropológico. También en el mundo de la ciencia natural, la neu-
robiología ha dedicado estudios al entendimiento de la mirada y sus 
mecanismos cerebrales en distintas especies, incluyendo humanos. 
En el fenómeno del Gaze Following (seguimiento de la mirada), un 
sujeto cualquiera, de determinada especie, tiende a ver lo que otros 
individuos del mismo orden biológico miran. De entre toda la in-
formación sobre esto, el artículo Gaze Following del neurobiólogo 
Klaus Zuberbühler resulta bastante aclarador, en el destaca que “El 
seguimiento de la mirada ocurre si un individuo percibe la mirada 
de otro y, como resultado, entra en contacto con el objeto o evento al 
que el otro está atento”1 (2008).
 Zuberbühler habla del seguimiento de la mirada desde el es-
tudio en primates, incluso describe que el fenómeno es observable 
en algunas otras especies. Este tema fascinante puede complejizarse 
aún más, pues en humanos no podría hablarse de instinto por ver lo 
que otros miran al estar mediados por la cultura. Aun así, el segui-
miento de la mirada, propio de los primates, puede verse también 
en el comportamiento de masa, por las características vistas ante-
riormente, puede decirse que una masa voltearía a mirar un objeto 
o evento que otros individuos observan, como un seguimiento de la 
mirada colectivo.
 En la masa de la fotografía de Metinides tenemos una escena 
bastante particular. Para Canetti, una masa de acoso otorga al indi-
viduo una forma de permiso para el asesinato, cosa que no podría 
hacer de forma individual, pues la responsabilidad de la acción pasa 
1.2 La masa como pantalla
1 traducición propia del inglés: “Gaze following occurs if an individual perceives another’s gaze and, 
as a result, comes into contact with the object or event the other is attending to” (Zuberbühler, 2008).
1. La Masa 31
a ser de la masa, y, por ende, de ningún individuo. En el contexto de 
la fotografía, ninguna ley formalmente constituida prohíbe al indivi-
duo ver un accidente de tránsito, sin embargo ¿por qué las imágenes 
de Metinides retratan mirones y no al mirón individual? En el ima-
ginario, el típico voyeur que mira a una persona desnuda detrás del 
picaporte de la puerta procura mantenerse oculto, anónimo. Parecie-
ra haber en el cuerpo y la intimidad alguna conexión entre cadáver, 
desnudez y otras distintas situaciones que involucran estos concep-
tos. Entre la masa y el agujero del picaporte hay una posibilidad en 
común, la de mediar la mirada. En el caso de los mirones dentro 
de la fotografía Metinides, la masa les permite mirar un accidente, 
¿acaso este debió permanecer oculto? Hay en ello algo de paradójico, 
el individuo no ver el accidente directamente, la masa es una de las 
entidades que median la mirada para el individuo, como si existiera 
algo que debiera quedar detrás de una pantalla evidente; no obstan-
te, el fenómeno no termina ahí, la imagen misma se convierte en un 
dispositivo que muestra el siniestro al lector de periódicos contem-
poráneo del suceso y a quienes vemos el hecho años después. Hay 
algo que es mediado para el individuo, que parece que solo puede ver 
acompañado de la masa o en imagen, tamizado o hecho más ligero 
por la repetición de los periódicos y la distancia ante la noticia.
 En la mirada, en su concepción desde Lacan, esta pantalla 
desde la que observa el individuo en la masa está presente en el ejerci-
cio cotidiano de la mirada. La pantalla, como ese velo opaco que pro-
tege de lo real descrito por Lacan y lo traumático de su contingencia, 
como una película que vuelve difuso aquello que ya fue significado, 
lo del mundo de lo simbólico. La pantalla puede ser literal: pantalla 
de cine, de teléfono inteligente o de televisión; también puede estar 
en el ambiente en forma de neblina, está en los significados con que 
se cubren las cosas, la pantalla puede ser la manta con la que tapan 
un cuerpo o el reflejo que permite ver el interior de una casa ajena, 
revelando la intimidad de sus habitantes. La pantalla tiene opacidad, 
evita un encuentro con lo real y con ello permite cierta protección 
al sujeto. El registro escópico es una constante observación a través 
de la pantalla, del sujeto al objeto y viceversa. En el esquema que 
presenta Lacan cuando describe la función cuadro (Figura 3), la pan-
1. La Masa32
talla siempre media ante la mirada de los objetos que posicionan al 
sujeto en la escena que se forma en el ambiente en donde se desen-
vuelve, o mejor dicho por Lacan: en el cuadro (1987, pp. 112 – 114).
Figura 3
Esquema del campo escópico.
Nota. Tomado de El Seminario de Jaques Lacan. (Vol. 11) (p. 113), por J. Lacan, 1987, Editorial Paidós.
Sobre el cuadro, la clásica historia de Lacan, Petite-Jean y la lata que 
flotaba en el agua ha sido citada para ejemplificar este fenómeno 
donde están en juego mirada y pantalla. El joven Lacan, llamado 
por su inquietud, pasaba un momento en un barco pesquero con 
una familia de escasos recursos en Bretaña, donde lo extraño era la 
presencia del Lacan, ajeno a ese entorno social. La anécdota llega a 
su momento cúspide cuando Petite-Jean, un joven de la familia que 
acompañaba a Lacan, señala una lata que flotaba sobre el agua mien-
tras el sol la hacía resplandecer. Petite-Jean le dice a Lacan – ¿Ves esa 
lata? ¡Pues ella no te ve! Mientras al pequeño le parecía un chiste, 
Lacan no pudo evitar sentir cierta incomodidad al saberse mirado 
de alguna forma por la lata y todo el cuadro en donde el extraño 
era él. Esta anécdota fue la que el psicoanalista usó para describirla 
función mancha (producida al saberse mirado), y con ello, al cuadro 
donde se ubica al sujeto como objeto de la mirada. (Lacan, 1987, pp. 
102-104).
 En aquel momento, el joven Lacan pudo haber sido o no 
consciente de lo insólito de su presencia en el lugar, por otro lado, 
la lata ya estaba ahí formando parte del cuadro sin ser el objeto de 
1. La Masa 33
reflexión de aquel joven Jaques. El punto de inflexión, la broma de 
Petite-Jean fue la causa de que Lacan se sintiera mirado en ese cua-
dro, la incomodidad de Lacan ante la broma inocente del chico hizo 
evidente la mirada de la lata, no de una forma literal o biológica, sino 
que el objeto miró a Lacan inserto en un contexto al que el futuro 
psicoanalista no pertenecía, volviéndolo la mancha en el cuadro, al 
que otros voltean a ver, por un momento la lata pudo mirar a Lacan 
tras una pantalla rasgada por la broma de Petite-Jean.
La pantalla rasgada (Foster, 2001, p. 153) tiene la particularidad de 
colocar al sujeto, al menos por un instante, en contacto directo con 
la mirada del objeto. Esta sensación, que lo abruma y lo vuelve objeto 
de la mirada hace surgir la necesidad de una protección que pue-
de ser motivo de más reflexión, por el momento se puede pensar 
en el efecto de la pantalla digital, que permite observar imágenes de 
situaciones en las que el sujeto estaría, cuando menos incómodo o 
imposibilitado de ver en persona. En el cine, una gran pantalla di-
gital y una multitud difusa se vuelven el escenario desde el que el 
sujeto puede mirar insólitas escenas. No es lo mismo ver la guerra en 
la gran pantalla que observarla desde una trinchera. Sobre pantalla, 
cine y Lacan ya habló Bernhard Hetzenauer, quien también usó el 
término pantalla, presentándolo como una mediación que permite 
mirar sin el peso de lo insoportable.
La pantalla es el lugar de la mediación en donde el sujeto 
experimenta su propio deseo de manera oculta o bien 
donde puede exhibirlo. Es una interfaz, un lienzo en el 
cual la pantalla se duplica. La pantalla le sirve como pro-
tección para que pueda resistir la mirada del otro y para 
que su propio deseo se vuelva más soportable. (Hetze-
nauer, 2016, p. 43)
Lo que ve el sujeto, la mirada del objeto y la mirada de otros sujetos 
en el cuadro es lo que la pantalla logra mediar, en la definición de 
Hetzenauer entra en juego el deseo ¿acaso el sujeto desea ser mi-
rado en el cuadro?, aquello capaz de rasgar la pantalla puede con-
frontar al sujeto y hacerlo objeto de mirada. La pantalla protege al 
1. La Masa34
sujeto, a su subjetividad; las fotografías de Metinides nos muestran 
a la masa-pantalla ante un accidente automovilístico y un cadáver, 
anteriormente se describieron otras miradas que necesitan de una 
gran pantalla, una pantalla que va más allá del signo, los mirones 
de Metinides debían proteger su mirada mediante la masa, tal como 
el mirón que espía la intimidad de alguien en una habitación debe 
proteger su mirada mediante el picaporte de la puerta. A la relación 
entre íntimo, cuerpo y cadáver puede sumarse al sujeto, como si este 
debiera protegerse de algo que lo mira en la intimidad del otro, con la 
posibilidad de mermar (aunque sea por un momento) su construc-
ción como sujeto.
 Hal Foster (2001, p. 157), describe el concepto de abyecto, 
que retoma de Julia Kristeva. En lo abyecto encuentra algo que el 
sujeto debe repeler para poder mantener su subjetividad, su yo; Fos-
ter (2001, p. 170) escribe sobre el cadáver como el absoluto de la 
abyección, teniendo sentido pues fue el sujeto que perdió su subjeti-
vidad y que con sus secreciones recuerda a los sujetos su destino de 
objeto, además de que su cercanía es un potencial riesgo higiénico 
que deteriora al sujeto desde lo biológico. El consenso médico oc-
cidental pareciera ser explicación suficiente para repeler al cadáver, 
pero tal como este conocimiento es una mera construcción social, 
evitar ciertas imágenes, desde su prohibición hasta su posición tras la 
pantalla, es también un constructo que engloba al interior del sujeto, 
tanto su interior físico como psíquico, aquello llamado resguardar la 
intimidad podría estar resguardando la posición como sujeto.
 Hetzenauer habla del deseo soportable desde donde es posi-
ble hacer otro planteamiento paradójico, el del impulso irresistible 
por mirar y a su vez lo insoportable de aquello. En la fotografía de 
Metinides están los individuos que no pueden soportar lo que ven, 
por eso no van solos, exponiéndose al objeto traumático y a la mira-
da del otro que juzga, pero también está la masa que se preocupa por 
la muerte, que guarda la esencia de las masas primitivas, de la caza 
grupal y el linchamiento, si algo es común al interés en masa (con 
independencia a la cultura a la que pertenece) es la muerte “Segura-
mente no existe ninguna horda, ninguna tribu, ningún pueblo que 
1. La Masa 35
no se preocupe en serio de sus muertos” (Canetti, 2018, p. 42). La 
masa se preocupa por su propia existencia, por ello la muerte no le es 
indiferente, de forma contradictoria es la misma masa mundial, pro-
ducto de la globalización, la famosa aldea global de McLuhan que, 
con la cultura, construcción de normas y nociones morales postula 
lo que no debe ser visto, por otro lado, la masa simple, más cercana a 
su esencia primitiva se convierte en la pantalla que protege al indivi-
duo de lo velado, velo que ha sido puesto por la civilización.
 Con todo y lo compleja que puede ser la cultura del siglo 
XXI, la masa simple desnuda las pulsiones básicas de la psicología de 
masas, la masa en su impulso destructivo, se vuelve una fuerza que 
pone en crisis las normatividades morales y permite al sujeto tener 
una experiencia de mirada fuera de lo que la cultura espera de él, en 
la masa el sujeto puede evitar las limitaciones a las que está impuesto 
“La masa odia sus futuras prisiones que siempre le fueron cárceles. A 
la masa desnuda todo le parece La Bastilla” (Canetti, 2018: 13).
 Ver algo del universo de lo íntimo, corporal o prohibido pue-
de provocar el rechazo a partir de la mirada de otros. Quienes son 
descubiertos observando pornografía, diarios de terceros o que pa-
recieran estar viendo demasiado en el lugar de una tragedia parecen 
saber, en muchos casos, que hay algo de malo (en términos morales) 
en su mirada, o mejor dicho en el hecho de ver aquello, por ello se 
vuelven sujeto estigmatizado. Por eso el mirón ve desde lo lejos, des-
de la seguridad de la pantalla que le permite observar aquello que 
le dicta el deseo. La imagen desde Lacan está ligada a la pantalla, 
además de ello la imagen en su sentido de representación visual de 
un objeto tangible o imaginario también puede ser pantalla, y en al-
gunos casos, presentarse lo suficientemente rasgada para poder con-
frontar al sujeto. Sin embargo, la imagen tiende más a ser pantalla 
que a ser portadora de una pantalla rasgada.
 
 En el caso de las imágenes de los periódicos de nota roja, 
siguiendo el género fotografiado por Enrique Metinides, pareciera 
que sus portadas son una mezcla de todo lo antes descrito, al retratar 
cadáveres, cuerpos y espacios íntimos, además del anclaje de la ima-
1. La Masa36
gen con textos que pretenden ser cómicos; una primera impresión a 
estas portadas puede resultar impactante para el neófito de la roja, 
en cambio, la repetición de imágenes similares que experimenta el 
lector asiduo de estos medios impresos van haciendo de la repetición 
una pantalla en sí, que reduce el efecto traumático, protegiendo al 
lector de la noticia, no sería casualidad encontrar argumentos que 
defiendan a la nota roja como un mecanismo de protección de los 
lectores ante la realidad traumática del entorno que habitan.
Figura 4
Portada de periódico de nota roja.
Nota. Tomado de Portada de periódico ¡Pásala! [Portada de periódico], por ¡Pásala!, 15 de mayo de 2017, 
¡Pásala!.
1. La Masa 37
Entre masa e imagen hay dinámicas que llevan a la pantalla a mediar 
de formas distintas a los sujetoscon sus contrapartes de objetos con 
potencial de ofrecer un encuentro con la mirada. Conforme la cultu-
ra permite la visualización de una imagen y estigmatiza otras, nue-
vos encuentros se van formando, las imágenes estigmatizadas van 
normalizándose conforme se aumenta la exposición de los sujetos a 
ellas, tal es el caso del cuerpo desnudo, que los medios digitales vuel-
ven accesible en imagen. Para que el sujeto experimente otra con-
frontación ante la mirada del objeto en la imagen, tendría que evitar 
ver la repetición de éstas o mirar un nuevo tipo de imagen que lo 
haga confrontarse de nuevo ante la mirada del objeto, la imagen está 
en constante evolución de forma dependiente de la cultura.
 En cambio, la masa-pantalla es a su vez imagen de la horda 
primordial que devela los tabúes más primitivos de la cultura. Es la 
masa la que hace visible lo velado al individuo, que una vez dentro de 
la masa y mirando aquello que se le habría negado ver puede experi-
mentar las sensaciones propias de la masa, que mientras siga integra-
da pueden alejarse de la idea traumática del encuentro ante lo real. 
En la obra de Hermann Nitsch convive la imagen de la pieza como 
obra de arte y el performance de una masa en plena descarga que “se 
trata del instante en el que todos los que pertenecen a ella quedan 
despojados de sus diferencias y se sienten como iguales” (Canetti, 
2018, p. 10). Aún en masa, los individuos podrían experimentar un 
rasgamiento de la pantalla, sin embargo, al hacerlo de forma abrupta 
se estaría ante una desintegración violenta de la masa, lo que Canetti 
(2018, p. 21) describe como pánico. El caso no es tan distinto al de 
la masa de Metinides, salvo que ahí no se está registrando ningún 
performance, aun así, los individuos mimetizados se funden en el 
ambiente tal como algunas especies animales hacen, se vuelven el 
cuadro de una forma literal al posar para la cámara.
1. La Masa38
En la imagen anterior (Figura 5) se aprecia la escena de un perfor-
mance de Hermann Nitsch, parte de lo que llama El Teatro de las 
Orgías y los Misterios donde experimenta con sacrificios animales, 
sangre, excremento y vísceras. En dichos actos la masa es parte de la 
obra y a pesar de las críticas y censuras sufridas por el artista, la masa 
pudo encontrar en este performance un ejercicio de experimenta-
ción con lo interior de un cuerpo. Lejos del pánico que provocaría la 
pantalla rasgada, aquí la masa se regocija entre los fluidos animales. 
Si la masa es pantalla, sería errado decir que se está produciendo 
un efecto traumático ante lo real entre las personas participantes, 
en cambio estas masas pasan por las etapas e impulsos descritos por 
Canetti sin llegar al pánico. La pantalla en esta masa no se rasga, se 
lleva al límite, se estira y se exploran sus posibilidades, se usa para 
proteger al sujeto a la vez que experimenta lo que se considera fuera 
de la norma. En cambio, las imágenes obtenidas por Nitsch han sido 
objeto de distintas consideraciones, de entre las que están las censu-
ras que su obra ha sufrido, al no ser exhibidas por las faltas a la moral 
Figura 5
Fragmento de El Teatro de las Orgías y los Misterios de Hermann Nitsch.
Nota. Adaptado de El Teatro de las Orgías y los Misterios [Fotograma de performance registrado en 
video], por H. Nitsch, 1996, nitsch.org (https://www.nitsch.org/aktionen/).
1. La Masa 39
que supone el sacrificio de animales y el uso de sus secreciones. La 
imagen de la masa ensangrentada de Nitsch ha sido vetada y cierto 
es que produce un encuentro incómodo entre las personas que re-
chazan su obra, la imagen ha rasgado la pantalla, al menos por un 
momento y con cierto público.
 Dicho lo anterior, la masa es la pantalla que no solo permite 
ver aquello que se prohíbe, sino que puede poner en crisis lo que la 
civilización mantiene velado. Lo que se prohíbe para una cultura no 
es necesariamente lo mismo en todas, sin embargo, el factor común 
suele ser desprenderse de lo que se expulsa para seguir siendo sujeto.
El cuerpo se vuelve punto de partida para dicho análisis: la muerte, 
la sexualidad, los fluidos y otros aspectos orgánicos son objeto re-
currente de estigma, por ello los mecanismos elaborados para po-
der ver ciertas escenas. Aunque el cuerpo no es el único objeto de 
prohibiciones, los individuos protegen lo oculto, íntimo y/o sagrado, 
como si al ser mirados fuesen vulnerados.
 No debe perderse de vista que, como fenómeno de la cultura, 
lo que se prohíbe es un constructo que solo forma parte del objeto en 
la medida en que las personas se relacionan con ello. Es posible que 
el problema para las normas culturales no recaiga exclusivamente 
en la imagen u objeto prohibidos, sino en los ojos de quien lo ve, 
la mirada como fuente de peligro, y su depositario como individuo 
que blasfema y ofende al objeto en cuestión. ¿Qué hay en la mirada? 
Quien ve se encuentra en una posición vulnerable, que se debate en-
tre ver o no ver, o al menos en tratar de no ser mirado. Pareciera que 
la cultura procede como si una especie de mal habitara el ojo, una 
enfermedad del orden moral: el morbo.
2. El Morbo 41
Sangre, pus y cadáveres; la civilización occidental contemporánea 
parece diseñada para segregar la presencia de estos objetos putresci-
bles y fluidos: hospitales, morgues y cementerios cumplen la función 
de mantener lejos la presencia de esta materia orgánica de la vista del 
sujeto promedio. La segregación de fluidos no se reduce a los deri-
vados del proceso de descomposición del cuerpo humano, basta con 
revisar la historia de los mataderos y las curtidurías, antiguamente a 
cielo abierto, siendo escaparates de fluidos animales y carne podrida, 
hoy la mayoría de ciudades ha relegado estos espacios a las afueras, 
en bloques arquitectónicos cerrados donde entra un animal y sale 
un producto hecho de su cuerpo, sin que el ciudadano común deba 
sentir las emisiones que produce el trabajo en dichos lugares.
 Esta heterotopía foucaultiana del que la materia orgánica es 
objeto incluye a la materia fecal y la orina, fluidos desterrados por 
la civilización, para los cuales se han construido complejos sistemas 
de drenaje. La cultura global se ocupa en ocultar todo índice de sus 
desechos y señala a las sociedades que mantienen sistemas sanitarios 
distintos al drenaje, pues resulta inconcebible, a ojos de la cultura 
occidental, que un grupo social tenga contacto con sus heces más 
allá del momento de la excreción.
 Bajo una mirada sanitaria, lo enunciado anteriormente es ló-
gico, el cadáver putrefacto es un foco infeccioso al que evitar y los 
mataderos a cielo abierto producen mal olor. Es comprensible que la 
humanidad procure mantener su salud y por lo tanto su vida alejan-
do aquellas mezclas entre lo infeccioso y todo aquello que recuerde 
la idea de la muerte y la naturaleza mortal de las personas. Casi pa-
reciera paradójico que además de evitar la muerte, también hay múl-
tiples mecanismos culturales para ocultar el origen del nacimiento y 
el correspondiente acto sexual que lo produce.
2. El Morbo
2. El Morbo42
 El sexo ha sido objeto histórico de censura, durante la mo-
dernidad, el lenguaje científico fue un parteaguas que comenzó a 
develar la mácula que la moral religiosa regulaba. Para ello se habló 
de sexo con tecnicismos, envuelto en la pantalla de la razón, pero 
los aspectos eróticos del sexo, no necesariamente vinculados a la re-
producción han dependido de la moral de las mayorías y de quienes 
ostentan el poder en una sociedad. Lo obsceno, aquellas cosas con-
sideradas repulsivas, y de las cuales uno debe alejarse, cambia tanto 
como la cultura misma, pero la obscenidad sigue ahí, aunque el ob-
jeto obsceno cambie.
 Un sujeto, dentro de los límites de la decencia en distintas 
culturas, se constituye preservando su intimidad manteniendo ocul-
to al público una serie de circunstancias que no puede hacer del co-
nocimiento de otros. Un sujeto sano procuraría evitar excretar en 
la presenciade otras personas, tampoco podría expresar ciertos as-
pectos de su sexualidad, comenzando por mantener ocultos sus ge-
nitales. En cambio, un individuo insano podría regocijarse entre su 
mierda, masturbarse en público y manifestar placer explícitamente 
ante la presencia de un cadáver, aunque esto implicaría su segrega-
ción, quedando a las afueras de la sociedad, tal como los mataderos 
afuera de las ciudades.
 Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos de la civilización 
por segregar a los fluidos, la humanidad sigue teniendo relaciones 
sexuales, continúa defecando y el destino de todo ser vivo sigue sien-
do la muerte. El cuerpo, aún culturizado, no deja de ser parte de la 
naturaleza, con todo lo violento que resulta el existir y la muerte al 
final de la vida. La cultura emerge de la naturaleza evitando todo lo 
que la arrastra de nuevo a la tierra, como Georges Bataille señala “El 
objeto fundamental de las prohibiciones es la violencia” (1997, p. 45). 
La violencia que prohíbe una sociedad está ligada a la muerte a la 
que se dirigen todos los sujetos, y su rechazo que funda a la razón, es 
un intento de evitar el final al que es sometida la consciencia en este 
abrupto fenómeno del ciclo natural de la vida.
2. El Morbo 43
 “Podemos decir que el erotismo es la aprobación de la vida 
hasta en la muerte” (Bataille, 1997, p. 15), con esta enunciación Ba-
taille conjuga desde el inicio de su libro El Erotismo a la inseparable 
relación entre sexualidad y muerte. Desde la perspectiva de Batai-
lle, el erotismo está en todas aquellas experiencias sexuales humanas 
que no necesariamente están relacionadas a la reproducción, sino 
que son una búsqueda personal que reafirma a la vida a pesar de la 
mortalidad de los sujetos. Los actos sexuales son también violentos, 
la alegoría microscópica de Bataille sobre la bipartición celular pone 
en perspectiva a la violencia que sufren, y que, sin embargo, perpe-
túa la vida entre los más primigenios seres. Un ser vivo inmortal, 
incapaz de reproducirse, no sería tan distinto a una roca capaz de 
existir por milenios hasta que un fenómeno natural la desintegre; 
en cambio, una especie unicelular logra mantener su existencia con 
la bipartición, en donde el organismo muere en el momento que su 
cuerpo se divide en dos organismos nuevos. La efímera vida del mi-
crorganismo termina con la violenta desaparición de un ser, pero ese 
violento ciclo de muerte y reproducción ha hecho posible a la vida tal 
y como la conocemos.
 Los humanos no morimos al reproducirnos, pero hay en la 
reproducción sexual una violenta descarga de energía, un choque 
entre dos cuerpos que estimulan diversas posibilidades sensoriales 
que pueden derivar en la perpetuidad de la vida. La palabra pueden 
no es un azar producto de la redacción, pues el erotismo humano no 
solo tiene por objeto la reproducción, también hace sensible lo que 
Bataille llama el abismo entre dos seres discontinuos, este abismo es 
la futura muerte. (1997, p.17) En otras palabras, el erotismo reafir-
ma la vida entre seres mortales, está ligado a la idea de infinitud de 
la vida y ésta está profundamente relacionada con la muerte. Puede 
decirse que la cultura global entera, con sus complejas normas y pro-
hibiciones, es un intento masivo que trata de evitar la violencia que 
es la muerte, y el pensamiento racional ha evolucionado en aras de 
ser contrario a esta violencia, de evitarla en formas cada vez más so-
fisticadas, aunque siempre se vea superado por la inevitable muerte 
de los sujetos y la violencia de la naturaleza presente en el entorno, 
así como en los humanos a pesar de todo impulso racional.
2. El Morbo44
 La fascinación ante lo muerto, aunque parezca aberrante 
para ciertas ideas morales, tiene relación hasta con la más común 
de las fantasías sexuales o la más tierna concepción sobre el amor, 
dado que las fuerzas libidinales y la muerte componen un ciclo en el 
cual el sujeto es condenado a la desaparición, procurando una mayor 
duración de la vida a través de la reproducción, y es en el erotismo 
(derivación humana de la reproducción) donde la humanidad expe-
rimenta un encuentro con la vida en su momento más exuberante, a 
pesar de que esta recuerde a la mortalidad que termina con el sujeto. 
Lo muerto genera una sensación de vacío, de angustia ante lo in-
comprensible; lo real concebido por Lacan, aquello de lo que protege 
la pantalla, puede encontrar analogía con la experiencia traumática 
que es la consciencia humana ante la muerte, así como el abismo que 
produce el vacío; el sexo y el erotismo no se oponen totalmente a la 
muerte, de hecho, es la reproducción el mecanismo de la vida para 
perpetuarse a costa de la condena al vacío de los sujetos, si acaso el 
erotismo es solo otra perspectiva del abismo “lo único que podemos 
hacer es sentir en común el vértigo del abismo. Puede fascinarnos. 
Ese abismo es, en cierto sentido, la muerte, y la muerte es vertigino-
sa, es fascinante” (Bataille, 1997, p. 17).
 De entre los diversos estudios prehistóricos sobre las costum-
bres de los antropoides y los primeros humanos modernos, la cultura 
en el paleolítico ha podido ser rastreada mediante diversas hipótesis 
apoyadas en el tratamiento que se les da a los muertos. Otras especies 
homínidas, como los neandertales, ya acostumbraban a enterrar a 
sus muertos, prueba de ello son las investigaciones realizadas en el 
yacimiento arqueológico de La Ferrasie. Enterrar a los muertos es 
una actividad ajena a la satisfacción de las necesidades más inme-
diatas de la vida, como comer; en cambio, enterrar a un muerto con-
lleva la oposición al orden natural de las cosas tal como sucede en el 
mundo animal. Al enterrar al muerto, el homínido se separa por un 
instante de su estado natural para ocuparse en algo que lo angustia, 
que lo hace consciente de su propio fin.
 La fabricación de artefactos tecnológicos, incluidas las más 
simples piedras talladas, tienen como objetivo reducir tiempo, dis-
2. El Morbo 45
tancia y gasto de energía al realizar una tarea. En otras palabras, fa-
cilitar las tareas a realizar por los sujetos; pero estos sujetos tienen 
que realizar estas tareas, como objetivo primordial, para salvaguar-
dar su supervivencia. Al cavarse la primera tumba también se realizó 
uno de los primeros trabajos fundados en la prohibición: el cadá-
ver debe ser rechazado. El entierro no solo disminuyó la angustia de 
los sujetos primitivos frente al cadáver, también hizo que su estado 
putrefacto no produjera un foco de infección, a esos homínidos no 
los movían conceptos como la sanidad pública, pero el terror y asco 
frente al cadáver y la podredumbre que produce su descomposición 
bastan para realizar este trabajo.
Si la naturaleza es violenta, la prohibición es un intento por ponerle 
fin mediante las barreras que el trabajo y la razón humana pueden 
oponer. Ante la violencia del cadáver viene el entierro, toda destruc-
ción atribuible a la naturaleza es evitada por la ley en la medida de 
lo posible. Un sujeto que convive con cadáveres es un peligro para 
la comunidad, su virulencia o maldición podría propagarse entre 
otros sujetos y por ello se vuelve necesario evitar el contacto con el 
cadáver, aunque la prohibición requiera a la violencia misma para 
asegurar su cumplimiento. He ahí la paradoja de la prohibición, pues 
la razón nunca es una oposición definitiva a la naturaleza, pues se 
asemeja a las construcciones humanas, que al recibir el azote de la 
naturaleza deben ser reparadas o abandonadas hasta su derrumbe. 
“Todo intento de quebrar la coacción natural quebrando a la natu-
raleza cae tanto más profundamente en la coacción que pretendía 
quebrar” (Horkheimer y Adorno, 1998, p. 68). De ahí que las prohi-
biciones hechas por la humanidad, sujetos atravesados por cultura y 
naturaleza, sean violadas continuamente por la transgresión.
El hombre quiso, y creyó, poder apremiar a la naturaleza 
oponiéndole de manera general el rechazo de lo prohi-
bido. Limitándoloen sí mismo el impulso a la violencia, 
pensó limitarlo al mismo tiempo en el orden real. Pero, 
cuando se dio cuenta de lo ineficaz que es la barrera que 
imponía a la violencia, los límites que había entendi-
do observar él mismo perdían su sentido; sus impulsos 
2. El Morbo46
contenidos se desencadenaban, a partir de ese momento 
mataba libremente, dejaba de moderar su exuberancia 
sexual y no temía ya hacer en público y de manera des-
enfrenada todo lo que hasta entonces sólo hacía discre-
tamente. (Bataille, 1997, p. 71).
La concepción de la primera prohibición trajo consigo a la transgre-
sión, en una paradoja similar a la que pareciese estar entre muerte 
y erotismo, pero de nuevo existe una relación entre éstas que posi-
bilita al mundo social que habitamos actualmente. La prohibición 
es el intento de negación a la violencia, pero la transgresión no es 
la negación de la prohibición (Bataille, 1997, p. 67). La prohibición 
es un estado de angustia, donde el humano que se sabe inmerso en 
violencia se ve en el intento de frenarla solo para darse cuenta de 
su imposibilidad, la transgresión se convierte en el umbral donde se 
supera esa angustia.
El terror meridiano en el que los hombres tomaron con-
ciencia súbitamente de la naturaleza en cuanto totalidad 
ha encontrado su correspondencia en el pánico que hoy 
está listo para estallar en cualquier instante: los hombres 
esperan que el mundo, carente de salida, sea convertido 
en llamas. (Horkheimer y Adorno, p. 82)
Una vez cometida la transgresión, la angustia es superada junto con 
la oposición de la humanidad a su naturaleza violenta, no quitando 
la prohibición, pues la humanidad solo encuentra métodos más ela-
borados para gestionar las transgresiones que sus propias prohibicio-
nes han pronosticado. Tras la transgresión, las personas no regresan 
al estado natural existente antes de la prohibición, ya no es posible 
volver a lo que había anteriormente, solo mantienen o complejizan a 
la prohibición que les dio el impulso transgresor.
 La prohibición de la violencia no solo se apoya en el acto, 
la humanidad también ha creado prohibiciones para lo simbólico y 
sensorial. Cuando Canetti (2018, p. 58) al hablar de masa, describe 
que ésta “si no puede golpear, quiere ver como golpean los demás” 
2. El Morbo 47
habla de la contemplación como acción pasiva que sustituye a la 
acción en sí. Bataille no es indiferente a la mirada, pues parece ser 
un medio para sentir experiencias de forma cercana la continuidad, 
“Pero la muerte, al menos la contemplación de la muerte, los devuel-
ve a la experiencia de la continuidad” (Bataille, 1997, p. 88). Dado 
que la muerte es algo que los sujetos solo experimentan de forma 
definitiva sin retorno, la contemplación de la muerte es un recurso 
que acerca su abismo en la medida de lo posible y en lo muerto hay 
un remanente de continuidad presente para el observador.
 La mirada provoca experiencias, es un símil del tacto con 
más alcance ya que no requiere del contacto de un objeto con la piel 
para poder saber lo que rodea al cuerpo. La mirada es un sentido 
que descansa poco, pues está en permanente vigilia salvo las horas de 
sueño. Si bien el tacto puede ser más íntimo en tanto que la distancia 
entre sujeto tocante y tocado es mínima, la mirada confiere a su por-
tador un aparato de control que le permite experimentar, aún con la 
distancia, lo que está a la disposición de los ojos.
 El sujeto transgresor lo es al atravesar el umbral de la prohi-
bición ¿qué pasa cuando lo atraviesa con la mirada? Las transgre-
siones, incluidas las rituales y/o lícitas, traen consigo la liberación 
de la angustia de la violencia contenida, quien transgrede con la 
mirada puede atravesar dichos umbrales. Cuando la mirada es ilíci-
ta, o cuando menos inmoral para la sociedad, el sujeto se vuelve la 
mancha en el cuadro para la mirada de los otros, dependiendo de la 
gravedad de la transgresión le tocará someterse a las penas que dicha 
sociedad prescriba o cuando menos será visto con reproche por los 
portadores de miradas que no han cruzado la prohibición y que la 
resguardan como sus guardianes moralinos.
 Alrededor de la muerte, objeto de prohibición por excelen-
cia, existen diversos ritos, que de no llevarse a cabo tal como han sido 
proscritos puede caerse en el rompimiento de la ley o como mínimo 
en una falta moral. ¿Qué pasa entonces con los que la miran fuera 
de las convenciones morales? La mirada transgresora no es exclusiva 
ante el cadáver, los mismos estigmas caen ante la mirada que se 
2. El Morbo48
posiciona hacia los fluidos anteriormente descritos. La mirada ante 
el cadáver, el sexo o la excreción es básicamente una mirada ante 
los tópicos del cuerpo que se relacionan con sus aspectos biológicos, 
mismos de los que es parte la muerte y por tanto la violencia.
 La mirada transgresora puede ser violenta en sí misma, al 
mismo tiempo puede violentar al mirón y al mirado. Cuando se mira 
un expediente oculto se transgrede la integridad de aquel objeto y 
con ello a quien lo oculta. Cuando alguien es mirado excretando en 
una cultura que ha relegado esto a un rincón oculto de las viviendas, 
se le mira evacuando los objetos que debe abyectar para seguir vivo, 
al mirarse queda revelada su frágil mortalidad. Incluso, en un plano 
racional que poco tendría que ver con los fluidos, presenciar la hu-
millación intelectual de alguien, por ejemplo, cuando sale al público 
la información privada de alguna figura en un medio de comunica-
ción, lo que se mira es la destrucción simbólica de ese sujeto, se le 
ensucia de forma simbólica de una manera similar al de las lapida-
ciones de otros contextos. Al mismo tiempo, cuando quien mira es 
sorprendido por el vacío de lo que está frente a él, es violentado en 
la medida que se le angustia, cuando el sujeto sabe que observa lo 
que no quiere ver y, sin embargo, ahí está contemplando la escena, 
quedando al borde del abismo.
 La transgresión a una prohibición hecha en un grupo suele 
estar regulada o acompañada de una sanción. El castigo tiene consi-
go una dosis de violencia regulada para quien comete la infracción. 
Dicha sanción que se impone al transgresor que rompe los límites 
más allá de lo establecido por una sociedad suele indicar que el suje-
to transgresor ha cometido una falta, que puede ser a la ley de un Es-
tado o, menos formalizado, una falta a la moral establecida. En este 
contexto, lo que sería considerado bueno por un grupo sería todo 
aquello que permite la realización de sus usos y costumbres, lo que 
incluye no transgredir alguna prohibición; en cambio un sujeto malo 
sería aquel que no se alinea a las normas impuestas por la cultura co-
rrespondiente. Dicho sea esto, un sujeto que convive con cadáveres 
en estado de putrefacción (sin que éste sea su trabajo), los cuales son 
los mayores objetos de prohibición en diversas culturas, podría estar 
2. El Morbo 49
incurriendo en actos considerados malos en términos morales.
 Sin embargo, la fascinación por la transgresión suele poner 
en angustia a los sujetos. En términos de mirada, el estadio angus-
tiante entre lo irresistible y lo insoportable ante el objeto al que se 
prohíbe (al menos moralmente) contemplar pone en crisis al sujeto 
que se debate entre ver o no ver. Esta angustia suele ser considera-
da como la causa de que el sujeto cometa la transgresión, en este 
querer y no querer el sujeto puede caer preso de sus pulsiones, tal 
como puede caer preso de alguna patología que afecte las funciones 
biológicas consideradas normales de su cuerpo. Cuando un sujeto 
se ve afectado moralmente por algo que le incita a observar lo que, 
se supone, no debería ver, pareciera también verse afectado por algo 
que le resulta irresistible. Este estado donde el sujeto es atravesado 
por la posibilidad de la transgresión es el morbo. Del latín morbus, 
dicha palabra significa enfermedad. La forma en la que se usará esta 
definición no refiere a ninguna patología biológica,

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