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Los_grupos_una_alternativa_para_la_salud

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Poíésís --- Edición 004 JUNIO 2002
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Fabiola Restrepo Ruiz 
Psicóloga U. de A.,
Profesora del program a de Psicología
de la Funlam
Fernando Botero
Naturaleza m uerta
1994
Lápiz y acuarela sobre lienzo
115 x 98 cm
Regist ro 3393
 
 NÚMERO 4 • JUNIO 2002
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Segunda Jornada de Lectura de Ensayos de los Docentes del Programa de Psicología-Funlam
Los grupos, ¿una alternat iva para la salud m ental?
 
Asist im os a una época donde el lazo social sufre profundas fracturas éstas constantem ente
denunciadas por el colect ivo, el cual a su vez sufre un evidente y significat ivo m alestar, no sólo
por las exigencias de la cultura respecto a la rest r icción de la sat isfacción de sus pulsiones, sino
tam bién por el profundo desequilibr io ent re lo que está dem anda y lo que otorga. Colet te Soler
al respecto afirm a: “ .. . tenem os ahora una conciencia histór ica que em pezó en el siglo XVI I I y
que desem boca siem pre m ás en un cuest ionam iento de la cultura actual” [ 1] . Esa conciencia
histór ica revela los diferentes ám bitos desde los cuales los sujetos se ven profundam ente
afectados y vulnerados en todos sus derechos y posibilidades: lo económ ico, lo polít ico, lo
laboral, lo recreat ivo, la libertad, la violencia en sus m últ iples expresiones: asesinatos, hurtos,
secuest ros, ent re ot ras m odalidades, todo ello cont r ibuyendo aún m ás, al deter ioro de la salud
m ental de la com unidad
Es de aceptación universal en las diversas disciplinas que se ocupan del carácter de lo hum ano,
cóm o éste se hace, cóm o se est ructura y en ese est ructurarse el contexto, el lenguaje, la
cultura y todo lo que ella involucra hace sus grandes aportes; así el nacim iento, el ingreso a la
cultura por parte del infante const ituye un acto fundam ental que m arca la existencia del sujeto
tanto en su parte interna en la est ructuración psíquica y la representación de im aginaria de los
ot ros, com o en la externa en la relación con el sem ejante. Desde el inicio de la vida
ext rauter ina, el nuevo ser debe librar grandes batallas inter iores, enfrentando sus propias
pulsiones dest ruct ivas y sus pulsiones am orosas; las pr im eras lo confrontan con el
aniquilam iento, la persecución y la dest rucción, las segundas con el deseo de vivir , am ar y ser
am ado. Esta dualidad interna avasallante ent re una tendencia y ot ra no sólo se vive com o
realidad interna psíquica, sino que se ve reforzada en el m edio, dependiendo de la respuesta
externa oportuna o no del ot ro, el aliv io y el or igen de cálidos sent im ientos o por el cont rar io el
surgim iento de sent im ientos host iles que generan profundo m alestar y angust ia.
El ot ro, la m adre o quien asum e dichas funciones ante el llanto del niño, - que no posee
inicialm ente intencionalidad alguna - responderá de acuerdo a su propia histor ia, const ruida a su
vez en interacción con ot ros en un contexto cultural y hum anizado, dándole así significaciones a
sus com portam ientos. De esta m anera subjet ividad y sociedad se art iculan m utuam ente pues la
m adre le otorga al hijo las significaciones aprendidas e int royectadas de su cultura.
Ante lo difícil que ya resulta la realidad psíquica interna por los conflictos a los cuales cada
sujeto se debe enfrentar y resolver, le sum am os la realidad de la cot idianidad que le dem anda
unas condiciones part iculares para no desfallecer y cont inuar enfrentando los retos que le depara
la existencia. Freud en su texto: El m alestar en la cultura propone com o los síntom as m ás
peculiares del sujeto t ienen cada uno parte de sus condiciones en la civilización,( Colet te Soler,
1998 ) y com plem enta “ al bárbaro le resulta fácil ser sano; para el hom bre de cultura es una
tarea dura” [ 2] .
Si vivim os en un m om ento histór ico part icular, qué significa hablar de salud m ental en dicho
lapso de t iem po?, de qué salud m ental se habla, acaso equivale al concepto de salud m ental
postulado desde el discurso m édico o, en su defecto en las ciencias sociales éste se ha
t ransform ado?, de cuáles espacios dispone el colect ivo para la prom oción de la salud m ental y
prevención de los factores de r iesgo que afectan la salud m ental? Con qué técnicas de
intervención se cuenta hoy para la prom oción de la salud m ental desde las ciencias sociales y
concretam ente desde la psicología social?, Es acaso el grupo un m edio pr ivilegiado para lograrlo?
qué m edios t iene el grupo para cont r ibuir a la salud m ental de quienes part icipan de la
experiencia grupal?, cuáles enfoques grupales posibilitan la const rucción de la palabra, del
discurso grupal para m ejorar la salud m ental?.
Los interrogantes son m últ iples, t ratar de responder a ellos de m anera clara y locuaz excede el
propósito de este ensayo, pero aún así se procurará de bosquejar líneas de aproxim ación
aunque incom pletas; para tal efecto es necesario recurr ir a algunos desarrollos teóricos sobre los
enfoques grupales que han m arcado los avances actuales.
La histor ia nos m uest ra com o el hom bre no puede prescindir del vínculo con ot ros para diversos
fines, oscilando así ent re lo individual y lo grupal, por tanto los grupos siem pre han exist ido, y
esto se evidencia en diversos contextos: en la m itología, en la religión, en la polít ica, en la
fam ilia, en la econom ía y en la ciencia, ent re ot ros. Sin em bargo, es sólo en 1905 cuando
PRATT descubre que el grupo podía tener ot ros cam pos de aplicación diferentes a los ya
conocidos y que sería de am plía ut ilidad en el cam po de la salud, específicam ente, en el proceso
terapéut ico de los pacientes con tuberculosis al int roducir el m étodo de “clases colect ivas” , que
consist ía en una breve conferencia en la cual el terapeuta disertaba sobre la higiene y los
problem as propios del t ratam iento de la tuberculosis, a cont inuación, los pacientes form ulaban
sus preguntas o debat ían con el m édico. Su objet ivo era acelerar la recuperación física de los
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Poíésís --- Edición 004 JUNIO 2002
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enferm os, m ediante una serie de m edidas sugest ivas encam inadas a que los enferm os
cum plieran de la m ejor form a posible su régim en, dent ro de un clim a de cooperación. Su técnica
se apoyaba por tanto en dos ejes, siendo el pr im ero la act ivación cont rolada de la aparición de
sent im ientos de r ivalidad, em ulación y solidaridad en el grupo; y el segundo el terapeuta quien
ocupa el lugar de la figura paternal idealizada.
Los m étodos que cont inúan vigentes y se or ientan bajo los lineam ientos de PRATT, se les
denom ina terapias exhortat ivas paternales, éstas actúan “por” el grupo, es decir , incitan y se
valen de las em ociones colect ivas sin t ratar de com prenderlas, el grupo es em pleado com o un
m edio adecuado y económ ico para influir en num erosas personas.
Surge una segunda corr iente cuyas direct r ices m etodológicas grupales se oponen a las creadas
por PRATT, donde el terapeuta ocupa un lugar diam et ralm ente opuesto, pero cont inuando las
ligazones afect ivas ent re los m iem bros del grupo, destacándose una est ructura fraternal que
hom ogeniza al m áxim o a sus m iem bros,dism inuyendo el liderazgo del terapeuta al m ínim o.
Una tercera corr iente se inspira en los postulados psicoanalít icos, iniciándose así un nuevo
m om ento en la histor ia de los grupos. La interpretación de corte psicoanalít ico es im plem entada
en la dinám ica grupal, dando com o resultado la com prensión y m odificación de los dinam ism os
m ás profundos de la vida grupal y t ransform ando por tanto su est ructura.
A part ir de la or ientación psicoanalít ica diversas líneas de t rabajo grupal se est ructuran, tom an
auge y em piezan a ser ut ilizadas en el t rabajo con los grupos, cada una de ellas retom a los
desarrollos teóricos considerados fundam entales para explicar los fenóm enos allí presentados.
Algunos autores conceptualizan al grupo com o la reproducción t ransferencial de los vínculos
em ocionales dados en la vida fam iliar de sus integrantes, consist iendo el t rabajo en el
esclarecim iento de los verdaderos lazos t ransferenciales desplazados a los integrantes y al
terapeuta, repit iendo lo ocurr ido en el grupo fam iliar pr im ario.
Ot ros autores en el desarrollo de sus postulados sobre los grupos y las form as de intervención
del coordinador, retom an el lugar que ocupa el psicoanalista en el proceso analít ico y reproducen
en el grupo desde la coordinación el lugar de no saber para que em erja la palabra de sus
integrantes y se de la const rucción grupal a part ir de la palabra propia de éstos poniendo en
juego su subjet ividad y su verdad. Dichas or ientaciones logran un efecto diferente en sus
integrantes al no convert irse el coordinador en am o y es la rest itución de su lugar com o sujetos
en un contexto grupal, reconociendo su form a singular de concebir y explicar la relación consigo
m ism o, con los ot ros y con el m undo.
Tam bién las intervenciones de los ot ros m iem bros del grupo y las significaciones devenidas de
ellas, producen un efecto de resonancia en los dem ás que les lleva a am pliar el m arco
referencial de su m undo; a considerar ot ras interpretaciones de los conflictos objeto de análisis
en la vivencia grupal; a obtener ot ros aprendizajes que los conducen a considerar los suyos
para m odificar los o reafirm arlos, igualm ente a considerar la parcialidad de sus concepciones y
por tanto, lo poco funcionales para explicar la realidad y lograr una acom odación m ás adecuada
a ella.
Es innegable entonces, com o el grupo a part ir de la palabra, de las significaciones que allí
circulan y dependiendo del enfoque, el m anejo de quién or iente el t rabajo proporcionará en
m ayor o m enor m edida - pero tam bién considerando las part icular idades de los sujetos que
intervienen- un alivio de las dificultades propias de lo hum ano, const ituyéndose en un m edio que
ayuda a la salud m ental, entendida no com o la ausencia de enferm edad sino com o la opción de
cada sujeto en part icular y de la com unidad en general de vivir y buscar una form a m enos
conflict iva y angust iante para estar consigo m ism o, con los ot ros y con el m undo a nivel
psicoem ocional, que aún siendo inestable, porque vivir ya lo es, no le acarree m ás sufr im iento
que el inherente para conservar cierto equilibr io que le perm ita enfrentar y resolver las nuevas
circunstancias que le depara su realidad.
Lo descrito a cont inuación, es el resultado de la experiencia grupal , realizada por los
estudiantes de tercer sem est re de la jornada diurna y m ixta, del sem est re 01y 02 del 2001, los
cuales ejecutaron su t rabajo de cam po con la m etodología de Taller Reflexivo, cuya técnica
posibilita la puesta en evidencia de los saberes y la posición de los sujetos derivada de éstos,
siendo esencial la escucha por parte del coordinador para devolver y ubicar lo producido a nivel
grupal. Dicho t rabajo fue adelantado en diversas inst ituciones de la ciudad de Medellín, con
diferentes grupos y los resultados obtenidos cont r ibuyen indudablem ente a reafirm ar los efectos
de la palabra en el cam po de la subjet ividad, dism inuyendo el m alestar y la angust ia propia de
lo hum ano.
Þ Hablar y ser escuchado en los talleres sobre las dificultades fam iliares con los hijos,
proporciona un gran alivio respecto al sent im iento de ser m adre, llevando a asum ir act itudes
m ás adecuadas en la relación con ellos. Al respecto una m adre part icipante com enta:
“estoy m uy feliz ya que m is hijos t ienen en cuenta lo que les digo y es que en vez de alegar,
llego m ás t ranquila, m ás relajada y en vez de “cantalet iar” com o antes, m e pongo a hablar con
ellos y m e escuchan” .
Lo regist rado no significa que el m anejo de dicha escena sea siem pre igual en ot ros m om entos,
pero le br inda un elem ento de diferenciación al sujeto para ser objet ivo y m irar los efectos de
su posición, no tocando aspectos profundos de su est ructura psicodinám ica, lo cual im plicaría un
t rabajo en ot ro nivel y de corte psicoterapéut ico.
Þ Escuchar y reconocer la posición de sus pares:
“Com o jóvenes pocas veces nos escucham os y de esta m anera aprendem os a saber lo que
piensa el ot ro, a conocerlo y a valorar lo”
Poíésís --- Edición 004 JUNIO 2002
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Þ Reconocerse en el discurso grupal com o sujeto part icular cuya histor ia de vida determ ina su
singular posición y evidenciar la t rascendencia de los lazos de solidaridad en el vínculo y
const rucción de saberes.
“Ahí todas fuim os im portantes, ninguna sabía m ás que las ot ras”
Þ El t rabajo grupal posibilita asum ir una act itud m ás responsable frente a las vicisitudes que
cada sujeto enfrenta consigo m ism o y con ot ros.
Þ Mayor seguridad para expresar las ideas y las opiniones respecto a los tem as t rabajados,
confrontando así su posición.
Þ Reconocerse com o m ujeres adolescentes con tem ores part iculares condicionantes del vínculo
am oroso con el ot ro.
Þ Considerar nuevos puntos de vista, flexibilizando la r igidez de su pensam iento a part ir de la
exposición de los saberes de los ot ros part icipantes.
“Esto es com part ir ideas, decir las cosas, lo que uno siente es m uy difícil, pero uno cae en
cuenta de m uchas cosas que no sabía o no entendía” . Ot ra cont inúa argum entando: “es m uy
enriquecedor, se encuent ran soluciones a los problem as, pues a veces uno se ahoga en un vaso
de agua y luego las ideas le salen”
Þ Para algunas m ujeres que aún cont inúan en posición de objeto y no de sujeto en la relación
con el ot ro, les br inda la posibilidad de cuest ionarse su act itud y encont rar una posibilidad donde
son escuchadas y esto parece increm entar un sent im iento de valoración personal:
“Nunca había tenido oportunidad de hablar y decir lo que pienso, se siente m ucho susto, pero
luego surge la confianza” . O t ra cont inúa diciendo: “ uno se va com o em bellecida para la casa” .
Þ Reconocer el conflicto com o una dim ensión propia de lo hum ano y relat ivizar el m alestar y el
sufr im iento.
“A veces hay dificultades en la fam ilia y pensam os que no le está pasando sino a uno y en el
m om ento que com parte estas situaciones y experiencias con ot ros, se da cuenta que todos
tenem os problem as y hasta sim ilares y esto ayuda por que la solución la puede encont rar
tam bién ahí” .
Þ I gualm ente perm ite reconocer a ot ros las dificultades que m anejan respecto a la part icipación
y cóm o ésto los afecta en el vínculo con los ot ros.
“Part icipo m uy poquito, es que no soy capaz de hablar en público; es m ás fácil escribirque
hablar cuando se hace el círculo” .
Lo anter ior podría indicar com o la técnica encubre una dificultad , pero a su vez le proporciona
una salida al sujeto para arreglárselas con su m alestar.
Þ La experiencia grupal prom ueve espacios de reflexión colect ivos que perm iten repensar la
cot idianidad y fortalecerse para enfrentar la.
Þ A la fam ilia ingenuam ente se le responsabiliza de los conflictos psicosociales existentes hoy,
el espacio grupal perm ite reconocer ot ros aspectos que tam bién cont r ibuyen a éstos y adem ás
que expresen los elem entos subjet ivos que se juegan en la interacción fam iliar que apuntan a
crear el conflicto y así reconocerlo para enfrentar lo.
Resulta evidente para los propósitos de este texto com o retom ando elem entos de orden
conceptual sobre los grupos y los correlatos de experiencias de quienes se inician en su
form ación en Psicología Social, hay un enorm e potencial por redescubrir en torno al
acercam iento ent re los grupos y la salud m ental, justam ente en una coyuntura com o la que hoy
se presenta en los m últ iples escenarios de la vida cot idiana que com part im os en Colom bia, o en
cualquier país que viva los r igores de la violencia, de la guerra, del terror ism o o de las polít icas
económ icas neoliberales ent re ot ros, situaciones que por dem ás, reclam an alternat ivas nuevas -
si se quiere llam arlas así - a problem as viejos que van de la m ano con la condición hum ana, y
es ahí precisam ente donde encaja el reto de la academ ia, para interpretar esas “nuevas
realidades” y br indar est rategias, m etodologías com o es el caso de los GRUPOS con sus
m últ iples vert ientes y posibilidades, que perm itan encarar las com plej idades sociales que hoy
parecen desbordar cualquier nivel de racionalidad y por supuesto, donde la salud m ental para
m uchos todavía es asunto de unos pocos expertos, cuando no una colección de estadíst icas que
reposan en los anaqueles de las bibliotecas.
[ 1] SOLER, Colet te. Enferm edades del lazo social. En: Síntom as. Asociación del Cam po Freudiano de Colom bia. Santa Fe de Bogotá,1998. Pág. 67.
[ 2] FREUD, Sigm und. Esquem a del psicoanálisis. En: Obras com pletas, tom . XXI I I . Buenos Aires: Am orrortu. 1976. Pág. 185.
BI BLI OGRAFÍ A
* ANZI EU, Didier y ot ros. El t rabajo psicoanalít ico en los grupos. México: Siglo Veint iuno Editores.1978.
* FI ORI NI , Héctor J. Est ructuras y abordajes en psicoterapias psicoanalít icas. Buenos Aires: Nueva Visión. 1993.
* FREUD, Sigm und. El m alestar en la cultura. En: obras com pletas, tom . XXI . Buenos Aires: Am orrortu editores. 1976.
* _______________. Esquem a del psicoanálisis. En: obras com pletas, tom . XXI I I . Buenos Aires: Am orrortu editores.1976.
* GONZÁLEZ, José de J. Psicoterapia de grupo: teoría y técnica a part ir de diferentes escuelas psicológicas. México: Manual Moderno. 1999.
* GUTI ÉRREZ, Guillerm o. El Taller Reflexivo. Medellín: Universidad Pont ificia Bolivariana. 2002.
* LACAN, Jacques. Escritos 1.México: Siglo Veint iuno editores.1984.
* MOI SE, Cecilia. Prevención y psicoanálisis: propuestas en salud com unitar ia. Buenos Aires: Paidós.1998.
* MUSI TU, Gonzalo. BERJANO, Enrique y ot ros. I ntervención psicosocial: program as y experiencias. Madrid: editor ial Popular s. a. 1993.
* SOLER, Colet te. Síntom as. Santa Fe de Bogotá: Asociación del Cam po Freudiano de Colom bia. 1998.
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