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Semana 7 Isaías 43: 1-7: "¿Quién eres tú, comparado a Dios?" Comienza con la oración Amantísimo Dios, Gracias por ser un Dios de relación. Gracias por la oportunidad que nos has dado de conocerte y de conocer a otras personas en tu comunidad. Señor, a veces la vida es un reto, sabemos que tú estás allí, pero nos cuesta sentir tu presencia en nuestras vidas. Te pedimos que podamos conocer tu presencia y encontrar consuelo y paz en ti, aun en nuestros momentos más oscuros y distantes. En el nombre de Jesús oramos, Amén Lean el pasaje Bíblico de hoy. (Sugerencia: Vayan alrededor del círculo, y cada persona lea un versículo en voz alta.) Pregunta: ¿Qué les llama la atención en este texto? ¿Hay algo a lo que no le encuentren sentido? ¿Qué cosas les llaman la atención y despiertan su curiosidad? En cuanto a profecías divinas se refiere, no hay nada mejor que esto. Hay dos características para resaltar en este pasaje. Es fácil perderse el primer punto, pero dice mucho en cuanto a lo que Israel tenía que conocer y aceptar. Al principio y otra vez al final, enmarcando el pasaje más grande, el Señor deja en claro que el pueblo de Israel le pertenece sólo a Él: Versículo 1: Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. En otras palabras: Yo te hice y por lo tanto eres mío. Me perteneces. Yo soy el alfarero, tú eres la arcilla. Cualquiera que sea la forma que tengas, es debido a mi obra creativa. Me perteneces. Versículo 7: todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, yo los formé y los hice. En otras palabras, mi nombre es tu nombre y no existes para ti mismo. Tú no existes para hacerte un nombre a ti mismo, o para generar un sentido de gloria u orgullo nacional como un fin en sí mismo. No, te hice para que me glorificaras. Existes para proclamarme a todas las naciones. ¡Los derechos de fanfarronear son míos, dice vuestro Dios! ¡Qué Interesante! Al parecer, para que las buenas nuevas de Isaías 43 se conviertan en buenas noticias para el pueblo, deben aceptar primero su lugar en la jerarquía divina. Israel es y siempre ha sido el pueblo del pacto de Dios. Su existencia siempre apuntaba más allá de sí mismo a los propósitos de Dios. Pero aquí está lo difícil. Los pueblos siempre han tenido una tendencia a ser egoístas y pretenciosos. Israel no fue la excepción. El profeta Samuel casi se arranca la barba cuando el pueblo le pidió un rey (1 Samuel 8). Israel quería un rey para poder ser "como las otras naciones." Samuel trató de señalarles que el punto de Israel era precisamente que no iban a ser como las otras naciones. Las otras naciones y su modo arrogante y pretencioso eran el problema a resolver, no el modelo a seguir. Pero no importaba: el pueblo quiso un rey y eso fue lo que consiguieron. Finalmente consiguieron un imperio. No mucho tiempo después, se convirtieron en un imperio corrupto y egoísta, lleno de deseos de riquezas y de gloria. Utilizaron el templo de Dios como una especie de manto de seguridad nacional y esperaban que Dios autorizara y bendijera todo lo que hicieran o quisieran hacer (estuviera o no de acuerdo con la Ley de Dios). Todas las cosas de oscuridad y condenación descritas primero en Isaías fueron el resultado de la excesiva indiferencia del pueblo hacia las cosas de Dios; por no poner a Dios en primer lugar, por no darse cuenta de que su propósito como nación era el darle gloria y honor a Dios, no a sí mismos. Israel quería toda la protección, la esperanza, y la comodidad de Isaías 43, sin los recordatorios de los versículos 1 y 7 de que todas las cosas están bajo propiedad divina. Esta es una tentación que trasciende el tiempo. Muchos predicadores enseñan la prosperidad divina sin mencionar la devoción y el servicio a Dios. No son capaces de reconocer que le pertenecemos completamente a Dios, y que Dios tiene mucho que decir acerca de lo que hacemos con la riqueza o las propiedades que nos han sido confiadas. Con demasiada frecuencia, queremos disfrutar de los beneficios divinos sin cumplir las exigencias divinas. La otra característica de estos versículos es el uso de la palabra "Cuando..." en el versículo 2. La promesa no es que el pueblo iba a evitarse todas las dificultades, sino que una presencia divina moraría en ellos. El hecho simple y desafortunado es que vamos a pasar a través de las aguas y los fuegos de la vida. Todavía vivimos a la sombra de terribles masacres. Sólo nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que podemos evitar estas cosas para siempre (aunque sí debemos hacer lo que podemos para que este tipo de horror sea menos probable). Vivimos a la sombra de las personas que murieron el año pasado. Y habrá más dolor en nuestras comunidades este año. Habrá decepción. La pura verdad es que no hemos visto nuestro último funeral. Sin embargo, a lo que sí nos aferramos es a la esperanza de que Dios está con nosotros en todas las dificultades de la vida. Siempre habrá algo nuevo por venir en la gracia de Dios y en su reino venidero. En ninguna parte de las Escrituras se nos abandona a confiar en nuestros propios recursos. No se nos dice que nuestro propio optimismo o fortaleza de carácter nos va a sacar de los retos. Cuando las aguas se hacen más profundas, cuando los ríos en los que estamos hundidos se ponen violentos, cuando los fuegos de las pruebas de la vida queman nuestra carne, es la presencia permanente de Dios la que nos tranquiliza. Isaías 43 nos recuerda hechos individuales en los que es adecuado encontrar consuelo: primero, Dios nos ama porque Él nos hizo. Fuimos creados para ser testigos de Dios y para darle la gloria por todo lo que Él es y hace. En segundo lugar, cuando nos abandonamos al Dios que nos creó, podemos saber que este Dios nunca nos abandonará, aun en medio de las pruebas. Hablemos de esto: ● ¿Cómo es el "pertenecerle a Dios" reconfortante para ustedes? ● Dios no dice, "Ten miedo, porque yo te he abandonado; desmaya, porque yo ya no soy tu Dios; no te voy a ayudar." Todo lo contrario: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios; Yo te ayudaré” (Isaías 41:10). Cuando la gracia está respaldada por el poder infinito, echa fuera el temor. A veces nombrar nuestros miedos puede ayudar a traerlos a la luz para que podamos aprender a dejar que dejen de gobernarnos. ¿De qué tienen miedo? Tómense un tiempo y hagan una lista - ya sea como individuos o como un grupo. ● Oremos juntos para que esos temores ya dejen de gobernarnos. ● En Juan 16: 32-33, Jesús nos recuerda que tendremos problemas, pero que estos problemas no son el fin. Vamos a enfrentar dificultades, y vamos a llorar. Pero no nos enfrentamos a estas cosas solos. ¿Quiénes son las personas de su comunidad que les ayudan a recordar esta verdad? ¿Quién en su comunidad está pasando por dificultades en este momento? ¿Cómo va esta persona a apoyarse en el consuelo de la fuerza y el poder de Dios?
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