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Acta Bioethica 2000; año VI, nº 2
308
MÁS ALLÁ DE LA ENFERMEDAD:
LAS PRERROGATIVAS DE LA BIOMEDICINA ACTUAL
Prof. Dra. María Lucrecia Rovaletti
Institución: “Departamento de Humanidades Médicas” de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires e “Instituto de Bioética y Humanidades Médicas” de la Fun-
dación Mainetti - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. (Argentina).
Correspondencia: Juramento 1453 4º piso Dpto. 29
(1428) Capital Federal Argentina
Fono/Fax: (+ 54 11) 4 783-9110
E-mail: mlrova@psi.uba.ar
Acta Bioethica 2000; año VI, nº 2
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Más allá de la enfermedad: las prerrogativas de la biomedicina actual - M. Rovaletti
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Acta Bioethica 2000; año VI, nº 2
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Resumen
Ante los problemas planteados por las nue-
vas tecnologías, la ética médica tradicional no está
capacitada para responder satisfactoriamente.
Actualmente, las investigaciones y aplicaciones
experimentales biotecnológicas son cada vez más
numerosas y artificiosas, siguiendo un deseo y
una constancia que no conoce límites y cuyo
desequilibrio o meta-estabilidad constituye su
único e infatigable motor. La búsqueda de cono-
cimiento se borra frente a la implacable “lógica
de la eficacia”. Este problema se agrava puesto
que la actual revolución biológica (Bernard), a
diferencia de la revolución terapéutica que afec-
taba al ejercicio de la medicina en relación al
individuo, alcanza a la humanidad en tanto que
especie. Pero, ¿controlar las actividades científi-
cas no sería equivalente a restringir la adquisi-
ción de los conocimientos fundamentales?
A dominios nuevos corresponden responsa-
bilidades nuevas. Frente al viejo humanismo
finalista y paternalista, un nuevo humanismo ape-
la a la responsabilidad. Por esto el “principio de
responsabilidad” (Jonas) no adquiere un sentido
ético sino en la medida que cada individuo se des-
cubre como autor, de un modo u otro, de los cam-
bios de gran amplitud de fuerzas que él no
controla. En una época donde la ciencia se ha
hecho cada vez más operatoria, activa y manipu-
ladora, es decir donde el saber es también poder
y actuar, la reflexión filosófica tiene que dirigir-
se a una nueva Razón Práctica.
Palabras clave: Biotecnología, Biomedicina,
Control social de la ciencia, Investigación con
propósitos cognitivos
MÁS ALLÁ DE LA ENFERMEDAD:
LAS PRERROGATIVAS DE LA BIOMEDICINA ACTUAL
Prof. Dra. María Lucrecia Rovaletti (*)
* Investigador Independiente del CONICET. Docente Adscripta a cargo del Curso Superior de Antropología Médica y Bioética
de la Facultad de Medicina y Profesora Regular de Psicología Fenomenológica de la Facultad de Psicología, Universidad de
Buenos Aires.
Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto “Ética y vida urbana contemporánea. Transformaciones, desplazamientos
y nuevos sentidos de los conceptos éticos”, PIP- CONICET Nº 4560/96, 1997-2000. E-mail: mlrova@psi.uba.ar
Resumo
Ante os problemas apresentados pelas
novas tecnologias, a ética médica tradicional
encontra-se incapacitada para respondê-los
satisfatoriamente. Atualmente, as investigações
e aplicações experimentais biotecnológicas são
cada vez mais numerosas e sofisticadas, porém
cativas de desejo e constância que desconhecem
limites e cujo desequilíbrio constitui seu único e
infatigável motor. A busca do conhecimento turva-
se frente à implacável “lógica da eficácia”. Este
problema apresenta-se grave já que a revolução
biológica (Bernard) diferentemente da revolução
terapêutica que afetava o exercício da medicina
no prisma individual, alcança a humanidade
enquanto espécie. Questiona-se, então, controlar
as atividades científicas não significa restringir a
aquisição de novos conhecimentos fundamentais?
Os novos domínios da ciência exigem novas
responsabilidades. Frente ao velho humanismo
finalista e paternalista, o novo humanismo apela
para a responsabilidade. Assim, o “princípio da
responsabilidade” (Jonas) somente adquire um
sentido ético na medida em que cada indivíduo
descobre-se, de alguma maneira, como autor das
mudanças de grande magnitude de forças que ele
próprio não controla. Num tempo em que a ciência
torna-se cada vez mais operativa e manipuladora,
ou seja, quando o saber também significa poder, a
reflexão filosófica tem que dirigir-se para uma nova
Razão Prática.
Palavras chaves: Biotecnologia, Biomedicina,
Contrôle social da ciência, Investigação com
propósitos cognitivos.
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Résumé
Devant les problèmes posés par les
nouvelles technologies l’éthique traditionnelle
n’est pas qualifié pour répondre d’une manière
satisfaisante. Actuellement les recherches et les
applications expérimentales biotechnologiques
sont de plus en plus nombreuses et artificieuses,
suivant un désir et une persévérance qui ne
connait pas de limites et dont l’équilibre
constitue son seul et infatigable moteur. La
recherche de la connaissance disparaît face à
l’implacable “logique de l’efficacité”. Ce
problème s’aggrave car l’actuelle révolution
biologique (Bernard), au contraire de la
revolution therapeutique qui transformait la
medicine au regard de l’individu atteint
l’humanité en tant qu’espèce.
Mais, le fait de contrôler les activités
scientifiques ne serait-il pas équivalent à
restreindre l’adquisition des connaissances
fondamentales?
Des nouvelles responsabilité correspondent
à de nouveaux domaines. Vieux humanisme
finaliste et paternaliste, un nouveau humanisme
fait appel à la responsabilité.
C’est pour sa que le “principe de responsabilité”
(Jonas) n’acquiert un sens éthique que dans la
mesure que chaque individu se découvre à lui
même tel qu’auteur, d’une facon ou d’une autre,
des changements importants de forces qu’il ne
contrôle pas. Dans une époque dans laquelle la
science est devenue de plus en plus opératoire,
active et manipulatrice, c’est à dire où sont lieés
le savoir, le pouvoir et l’agir, la réflexion
philosophique doit être dirigée vers une
nouvelle Raison Pratique.
Mots clés: Biotéchnologie, Biomédecine,
Contrôle social de la science, Recherche à de
fins cognitives.
Abstract
In the presence of the problems posed
by new technologies, traditional medical
ethics is not able to respond satisfactorily.
At the present time, research and
biotechnological experimental applications
are more and more numerous and artificial,
following a desire and a constancy that ig-
nores limits and whose unbalanced condition
or meta-stability constitutes its unique and
tireless motive. The search for knowledge
vanishes in front of the implacable “logic of
efficacy”. This problem becomes worse
because present biological revolution
(Bernard), in contrast to therapeutical
revolution –which affected the medical
practice related to the individual– affects
humanity as a species. But, wouldn’t the
control of scientific activities be equivalent
to restrict the acquisition of fundamental
knowledge?
To new domains correspond new
responsibilities. Opposite to the old
humanism founded on finality and
paternalism, a new humanism appeals to
responsibility. Thus, the “principle of
responsibility” (Hans Jonas) has an ethical
sense only when each individual discovers
himself as author, in one sense or the other,
of long-range changes and of forces he does
not control. In a time in which science has
become more operative, active and
manipulative –that is to say where
knowledge is also power and acting–
philosophical thinking has to be directed to
a new Practical Reason.
Key words: Biotechnology, Biomedicine,
Social control of science, Research of
cognitive purpose
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La biotecnología: una herencia de la
modernidad
La constante transformación de la
realidad y las innumerables intervenciones
sobre la vida del hombre traducen de modo
preciso el ideal de liberación de la
humanidad propio del Iluminismo.El
programa de la Modernidad, de expandir
siempre más allá los límites –ya para
modificar la realidad objetiva ya para
perfeccionar la capacidad de acción
humana– se acrecienta ahora en la
tecnociencia actual. Esta, en su acelerado
avance, ya no se contenta con alcanzar un
punto de equilibrio o de saturación respecto
a los objetivos prefijados, sino que produce
otros nuevos que acaban convirtiéndose en
nuevas y posteriores motivaciones (2).
Como la ciencia para lograr sus propios
objetivos teóricos necesita de una tecnología
cada vez más refinada, desaparece ahora la
“vieja y noble” distinción entre “teoría” y
“práctica”. Se produce entonces una
profunda socialización del “síndrome
tecnológico” (3) al ser puesto al servicio de
las necesidades comunes. Ni la ciencia ni la
tecnología pueden ser juzgadas como
entidades independientes, y si ellas aparecen
a menudo como potencias benéficas para
unos y maléficas para otros, ello se debe a
procesos socio-históricos mucho más
amplios.
Después de la época moderna en más, no
tiene sentido ni teórica ni históricamente
continuar pensando según esta prospectiva
dual –homo sapiens/homo faber– ...el
momento técnico y aquél especulativo
están íntimamente conexos, contribuyendo
a la construcción práctica y teórica, de la
imagen de la realidad (4, p.49-50).
Por otra parte, como cada innovación
científico-tecnológica se difunde rápidamente
tanto en el plano del conocimiento como en
el de la apropiación práctica, la tecnociencia
sufre la presión de la competencia no sólo
por los beneficios que ofrece sino también
por el poder, la seguridad y el prestigio que
otorga.
De este modo, todo descubrimiento y
toda realización tecnológica nueva se
presenta aureolada de la sacrosanta palabra
de “progreso”, y sostenida por una visión
cuasi-utópica de una “vida cada vez mejor”
a la cual la técnica pareciera haber
respondido (5,6).
Dado que hoy en día la técnica alcanza a
casi todo lo que concierne a los hombres –
vida y muerte, pensamiento y sentimiento,
acción y padecimiento, entorno y cosas,
deseos y destino, presente y futuro-, se ha
convertido en un problema tanto central
como apremiante de toda la existencia
humana sobre la tierra... (3, p.15).
En el ámbito de la biomedicina, las
investigaciones y aplicaciones experi-
mentales biotecnológicas (7) son cada vez
más numerosas y artificiosas, siguiendo un
deseo y una constancia que no conoce
fronteras y cuyo desequilibrio o meta-
estabilidad constituye su único e infatigable
motor. Las demandas aumentan con la
misma rapidez que los medios inventados
para satisfacerlas. La comunicación en
materia de salud-enfermedad, sostenida
“Las nuevas tecnologías desarrolladas en el ámbito de la Biología y la Medicina han
llevado a que la sociedad se cuestione con insistencia sobre sus repercusiones, tanto para
el modelo de vida actual como para el futuro de la humanidad. Ante el rápido ritmo de los
descubrimientos biotecnológicos se suscita una actitud ambivalente que va desde la ciega
confianza en el progreso técnico hasta el temor a la posibilidad de que los científicos
‘jueguen a dioses’ y pongan en el envite la supervivencia del planeta” (1, p.11).
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desde la asimetría del “saber médico” y
constantemente distorsionada por la
“racionalidad” de la ganancia, se dirige a un
terreno necesitado de ayuda, pero sobre todo,
altamente predispuesto.
En otros tiempos, todo progreso médico se
emprendía desde una perspectiva terapéutica,
paliativa, o aún cognitiva, pero siempre
preparatoria de prácticas posteriores, a fin de
que aparezcan aceptables y convenientes,
respetando los límites y equilibrios naturales.
Los discursos y las prácticas de la medicina
competían juntas para el mejoramiento de la
salud, y la eliminación de la enfermedad.
Aquel utópico título con que Vesalio
nombrara en 1543 a su libro De humani
fabrica corporis pareciera ahora haberse
hecho realidad: es el “fetichismo de la
tecnología” como dice Portillo (8). Sin
embargo, en la medida que la tecno-medicina
actual reduce al hombre a una máquina
sofisticada (9) de piezas sustituibles,
desprovista de valor o digna de interés
solamente por su utilidad práctica, dejando
de lado la relación íntima consigo mismo o
con el prójimo (10, p.275), se corre el peligro
de convertirlo en un animal desnaturalizado
y también en una mercancía con la que se
puede lograr una buena ganancia. La cultura
occidental mientras endiosa al cuerpo
sataniza la enfermedad y la muerte: el cuerpo
es el chivo expiatorio médico-mitológico
moderno. “La enfermedad, la vejez y la
muerte son disfunciones y desperfectos que
el médico, técnico de los cuerpos-máquina,
podrá remediar”i (8).
Como señalara Heidegger ya en 1947, en
Brief über den Humanismus (11) el error del
biologismo es no haber comprendido que “el
cuerpo del hombre es algo esencialmente
distinto que el de un organismo animal”. Nos
preguntamos entonces ¿cómo podrá la
biomedicina actual en su voluntad
demiúrgica satisfacer a la ética, si por su
misma naturaleza busca fomentar su
subversión?
¿Búsqueda de conocimientos o lógica de
la eficiencia?
Bien sabemos que “la realización histórica
de un paradigma epistemológico de carácter
general” no se lleva a cabo “al margen de la
realidad social y cultural en la que se instaura”
(12, p.13). La racionalidad tecnológica, como
toda forma de racionalidad, debe responder a
un conjunto de exigencias determinadas por la
situación social, política, económica, de su
tiempo.
La “tecnociencia” como expresión
acentuada de la voluntad de dominio del hombre
moderno, exige la disponibilidad y la utilidad
pragmática de los conocimientos; más aún, no
puede ya ser comprendida sólo en términos de
una “lógica de los conocimientos”, pues está
invadida por la competencia desenfrenada,
la rentabilidad industrial y la especulación
bursátil. Como dice George Ferné, “la
ciencia se ha convertido en una mercadería”
(13, p.435).
En este sentido, la biomedicina y las
biotecnologías no pueden escapar de esta
situación en la medida que sufren el ataque
frontal del capital que busca movilizar a través
de ellas montos millonarios. El mundo de los
descubrimientos biológicos y de la innovación
biomédica se ha convertido en un campo
donde se habla cada vez en términos de
mercado, de portafolios de patentes,
estrategias de grupos y alianzas a escala
transnacional. Hasta los eventos científicos
parecieran constituir una buena ocasión para
orientar y hasta reorientar el tema de
investigación de los científicos. Las fronteras
del conocimiento se borran frente a la
implacable “lógica de la eficacia”, donde la
salud cuenta menos que la “voluntad de
dominio técnico”: la investigación está más
orientada a la producción que al conocimiento.
i THOMAS, J.V.: La muerte, una lectura cultural,
Barcelona, Paidós, 1991. Citado por J. Portillo, o.c.
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En nuestra sociedad, lo “normal” lo
constituye la salud, y la enfermedad está
asociada al fracaso, al rol productivo y
autónomo. Esto permite que la publicidad
y promoción de nuevos productos
biotecnológicos que combaten la “ruptura
del orden normal”, aprovechando su
dimensión simbólica, logren un impacto
muy superior del que se podría esperar si
la respuesta fuera absolutamente racional
y lógica.
Este doble discurso de la eficacia técnica
y la eficacia simbólica (8), se difunde a
través de los medios masivos de
comunicación, para “vender” a la opinión
pública, incluso a los médicos, no sólo
productos farmacéuticos que prometen
efectos terapéuticos cada vez más
maravillosos, sino también una aparatología
sofisticada cuyas imágenes o gráficas
resultan a menudo incomprensibles incluso
para muchos médicos. Finalmente uno
puede ofertar hasta “noticias provenientes
de célebres científicos” en cualquier tipo de
programas periodísticos o de telenovelas.La opinión pública, incluidos los médicos,
devienen espectadores deslumbrados que
reciben más o menos pasivamente el
bombardeo de una información indis-
criminada. El nuevo escenario de la publicidad
médica comienza a ser dominada por la
tecnología ultrasofisticada, al mismo
tiempo que la farmacología acaba
descentrando la antigua relación personal
entre el médico y el paciente. Si la
tendencia al consumismo propia de la
post-modernidad ha creado objetos que
quitan hasta el insomnio, la angustia, las
úlcera y un largo etcétera, “qué mejor y
más ‘normal’ que esperar todo de los
expertos y consumir mercancías
preciosas” (14, p.108). Y si el médico no
satisface la demanda, ésta se desplaza
sobre el medicamento que deviene el
“objeto bueno”, mientras la frustración y
falta de confianza convierten al médico
en “objeto malo”.
Metas y tensiones en la medicina actual
Pocas transformaciones de la vida
humana han sido tan grandes como aquellas
producidas por las ciencias biomédicas y por
la práctica misma de la medicinaii. A pesar
de ello, razones científicas, económicas,
sociales y políticas colocan a la medicina
actual en constante tensión ya sea por los
éxitos alcanzados como por los fracasos
admitidos (15). La investigación biomédica
no se presenta ni más ni menos indemne a
las lógicas del mercado que de cualquier otra
actividad. La promoción de la salud y de la
enfermedad no son un discurso homogéneo.
¿Será tal vez que la medicina se ha alejado
de su propia identidad?
• Los adelantos de la medicina y el
perfeccionamiento de sus servicios
han servido de poderoso estímulo para
la lucha a favor de la salud, pero han
creado expectativas que producen a
veces demandas públicas irreales.
En tanto que el deseo por el progreso
conduce a mayor conocimiento e innova-
ción, también incrementa –paradó-
jicamente– el nivel de descontento con cada
situación presente, que tiende a ser vista
como inadecuada a la luz de las futuras
posibilidades (16, p.10-11).
• La biomedicina ha multiplicado el
tipo de intervenciones para aliviar el
sufrimiento y salvar a los enfermos,
pero son aún soluciones incompletas.
Gracias a la biotecnología, se puede
mantener funcionando enfermos
ii Los avances en el campo de la salud no se deben
sólo a los conocimientos biológicos y a las técnicas
curativas sino a la creación y generalización de los
seguros de salud, que permitieron el acceso a la salud
de todos. Por ello, no se puede acreditar a la ciencia y
a la técnica beneficios que no son solamente los suyos.
Desconocer que la ciencia y la técnica son obra de un
mundo social implica mistificar las explicaciones
científico-tecnológicas.
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graves y con características irre-
versibles, pero también se puede
generar con ello dilemas éticos en
torno a la suspensión del tratamiento,
o puede ser cuestionada por la
futilidad de sus prácticas.
• Si bien la alta tecnología diagnóstica
y terapéutica ha logrado éxitos en
muchos casos cercano a lo milagroso,
ella ha elevado enormemente el costo
de la medicina y de la asistencia
sanitaria. El productivismo encubre
una serie de artificios, los cuales pone
a nuestra disposición y satisfacción
sin que se verifique si éstos nos
permiten vivir mejor, y si no
conllevan daños a cada uno y a la
humanidad en su totalidad.
• A pesar que los desarrollos biotec-
nológicos han ampliado las opciones y
posibilidades humanas, la medicina
actual corre el peligro de trans-formarse
en una mera colección de actos y
técnicas que pueden ser utilizadas sin
otra restricción que la económica. Se
abandonan los sistemas defensivos
propios y se los transfiere a los aparatos
y a los fármacos. Aparece aquello que
Baudrillard (17) llamará “patologías
de tercer tipo”, es decir nuevas
enfermedades de cuerpos superpro-
tegidos por el escudo artificial, médico
o informático. “El hombre se vuelve
vulnerable a la medicina” (8).
Habría que preguntarse si con ello
hemos transformado las simples
necesidades en demandas fantasmáticas
a las cuales ninguna satisfacción les
puede otorgar una respuesta plena. Como
cuestiona Testart (18), ¿se trata sólo de
un mero desplazamiento del deseo, o hay
además una dialéctica entre la ganancia
y la ciencia, propia de la era tecnológica?
La tecno-ciencia incriminada, entre una
“heurística del temor” y la “ideología del
progreso indefinido”
Cuando se hace objeto de incriminación a
la “tecno-ciencia”, la acusación se dirige menos
a su producción que a las leyes del mercado
que distorsionan a menudo sus objetivos, la
sustraen a nuestro dominio, y hasta la vuelven
contra nosotros mismos. “Sucede entonces que
lo más humano se conmuta en lo más
inhumano” (19, p.277).
Heidegger en Die Frage nach der Technik
(20) muestra que el hombre al estar sometido
“al cálculo y a la organización”, acaba
reduciéndose a la “materia prima” más
importante; y por eso se piensa que un día,
sobre las bases de investigaciones químicas,
se edificarán fabricas para la producción
artificial de la misma. Esta transformación de
la biología en biofísica, supone que el hombre
puede ser producido, de acuerdo a parámetros
determinados, como cualquier objeto técnico.
Pero la autoproducción del hombre conlleva
el peligro de su autodestrucción. Precisamente,
la biofísica no puede saltar fuera de ella misma,
ni ese salto tampoco puede hacerlo la política
porque ella misma vive hoy en la dimensión
de la ciencia, por ella y para ella (21). La
reflexión heideggeriana nos muestra ya, que
el peligro no nos viene de la técnica sino por la
técnica.
Pero este cuestionamiento no implica un
resentimiento a la ciencia pues constituiría una
nueva manifestación de la intolerancia al
progreso que otrora marcara a la historia
de la ciencia. Tampoco busca restringir
la adquisición de los conocimientos
fundamentales, ni renovar con vehemencia los
ataques ético-filosóficos contra una biociencia
que quiere “jugar el rol de Dios”, ni implantar
una heurística del temor (22) pues este
alarmismo diaboliza en vez de analizar,
excomulga en lugar de solidarizar (19).
Como no se puede hablar del poder de la
ciencias (23) sin dejar de subrayar también la
responsabilidad y el poder de los científicos
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que han contribuido ampliamente a la creciente
dependencia de los individuos respecto a las
técnicas, nos preguntamos si se busca controlar
la “ciencia” o “controlar sus actividades
científicas”. ¿No lleva esto a concebir el control
como una polémica vigilancia externa, a
alimentar sospechas recíprocas que generan
una interminable querella al progreso que
impide una fructífera cooperación entre las
partes?
Se trata de hacer entrar la biomedicina
dentro del marco de los derechos humanos y
no adaptar los derechos humanos a la
biomedicina. Sólo se podrá avanzar hacia una
real solución del problema si se trabaja en el
acercamiento de la cultura científica y los
valores humanos, planteando nuevas alianzas
entre las tareas científicas y las demandas
humanas: no al mero freno ético que se oponga
al desarrollo científico, y sí a un esfuerzo
sostenido que integre la dimensión ética a la
dinámica científica. La técnica y la ciencia en
general tienen que asumir la responsabilidad
profunda de las lógicas deshumanizantes que
se asocian a la producción impetuosa de
saberes: la búsqueda de conocimientos muy a
menudo se borra frente a la necesidad de
dominio a la cual éstos le sirven de coartada.
Frente al des-fondamiento de las referencias
tradicionales, frente a una era llamada
“individualista” y a la carencia vertiginosa de
apropiación social nos preguntamos: ¿en
nombre de qué criterios es posible fijar unos
marcos y límites a las investigaciones y
desarrollos tecnológicos? ¿cómo lograr un
consenso que pueda responder a estas
urgencias?
Una razón práctica para la responsa-
bilidad cósmica
A diferenciade la revolución terapéutica
que afectaba al ejercicio de la medicina
respecto al sujeto individual, la actual
revolución biológica alcanza a la humanidad
en tanto que especie (24). El hombre es capaz
de acciones cuyos efectos nocivos son de
dimensión cósmica, y es por ello que la
sociedad está confrontada a elecciones de las
cuales depende la humanidad de mañana.
En las ciencias de la vida, el dominio de
la reproducción (en las tres áreas de la
contracepción, inseminación artificial y
fecundación in vitro) o el dominio de la
herencia a través de la genética o el dominio
del sistema nervioso constituyen un nuevo
modo de actuar que puede modificar la
evolución de las especies, más aún de
modificar la especie humana.
A dominios nuevos corresponden
responsabilidades nuevas. Frente al viejo
humanismo finalista y paternalista, un nuevo
humanismo apela a la responsabilidad.
Frente a un concepto de “respon-
sabilidad” en cuanto imputabilidad por las
acciones del pasado, Jonas postula el
“principio de responsabilidad” (3, 25), de
una responsabilidad dirigida a un futuro que
supera aquél de las consecuencias
previsibles. Es una responsabilidad sin
responsabilidad asignable, ante una
humanidad futura esencialmente frágil. El
hombre actual ha devenido peligroso para
el hombre, poniendo en riesgo la vida y el
habitat donde vive.
El “principio de responsabilidad” no
adquiere un sentido ético sino en la medida
que cada individuo se descubre como autor
de un modo u otro de los cambios de gran
amplitud de fuerzas que él no controla.
Como las prácticas individuales devienen
actualmente prácticas institucionales, este
problema no sólo concierne hoy a los
individuos que son responsables de los actos
científicos-tecnológicos, sino a toda la
sociedad.
“La especie humana es el único producto
de la evolución que sabe que ha
evolucionando y que quiere continuar
evolucionando” (26, p.17) apostando a una
evolución cultural en la cual nuestras
acciones puedan justificarse éticamente (27).
El hombre ha tenido que recorrer sinuosos e
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imprescindibles caminos para convertirse
en la especie homo sapiens, y está
constantemente urgido a encontrar nuevos
equilibrios que movilizan a su vez nuevos
riesgos e incertezas. “La dimensión
tecnológica de la existencia humana es ya
una dimensión ontológica”(12, p.203).
¿Cómo entonces la sociedad puede renunciar
a tales avances, ante las sorpresivas
dificultades que se puedan plantear?
Si la sobrevivencia de la especie humana
constituye un objetivo ampliamente
aceptado, más aún si “el derecho a la
humanidad a existir” (3) deviene un nuevo
imperativo, “el problema de la ciencia” se
transforma en el problema ético al que hay
que descubrir el apropiado curso de sus
acciones reorientando nuestro modo de
pensar y de comportarnos, y revisando
antiguas y arraigadas creencias. Si la ciencia
como proyecto occidental ha devenido no
sólo conocer sino también poder y actuar, si
“la razón técnica significa además la
culminación de la dinámica histórica abierta
por la Modernidad siglos atrás, y quizás
también una de su principales herencias para
el futuro próximo”(12, p.211), entonces la
reflexión filosófica tiene que dirigirse a una
nueva Razón Práctica. La novedad del
imperativo moral del “principio de
responsabilidad cósmica ” de Hans Jonas (3),
excede el respeto de la persona humana de
Kant en tanto ética centrada en la projimidad
y la reciprocidad. Precisamente porque:
La responsabilidad en la era tecnológica,
se extiende tan lejos como lo hacen
nuestros poderes en el espacio y en el
tiempo, y en las profundidades de la vida
(28, p.261).
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