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GIORDANO MARIANA DISCURSO_E_IMAGEN_SOBRE_EL_INDIGENA_CHAQ

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DISCURSO E IMAGEN SOBRE EL INDÍGENA CHAQUEÑO 
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de manifiesto con mayor énfasis ante la sublevación de Napalpí de 1924:
mientras La Voz del Chaco reafirmaba la imagen del indio holgazán, cos-
tumbre que los llevaba al robo y al malón (a excepción de los tobas),506 el
Heraldo del Norte, La Razón y La Vanguardia los consideraban como exce-
lentes trabajadores que sabían explotar las tierras como cualquier otro co-
lono europeo, a la vez que su mano de obra era útil para el blanco, razón
por la cual los colonos de Sáenz Peña se habían opuesto a que los fueran
llevados a los ingenios de Salta y Jujuy. Expresaba el Heraldo al respecto:
“El pedido telegráfico de los colonos (de Sáenz Peña al ministro
de Agricultura) evidencia con toda claridad que el indio es utilísimo y
que sin él no puede ser próspera la cosecha.
La emigración del indio de que los colonos hablan, evidencia
a la vez que la situación del aborigen no es grata desde que prefiere
ir a los ingenios.
Napalpí sirve para explotar más en lugar de civilizar. Es un
pretexto”.507
Todos los discursos periodísticos de defensa del indígena en la épo-
ca de Napalpí revelan la imagen del “pobre infeliz”, el “esclavo”, los “ino-
centes indígenas” que son explotados por el blanco bajo el amparo de las
instituciones y de los “pseudo tutores”, es decir, de la Comisión Honoraria
de Reducciones y su delegado. El “indio chacarero” –como generalmente
se lo mencionaba para hacer valer la imagen de trabajador– en este imagi-
nario se oponía a la “policía corrupta”, a los “colonos blancos aprovecha-
dores” y a las “autoridades cómplices”. El indio protegido por las autorida-
des era sinónimo de indio esclavo, por la situación de aprovechamiento
que las autoridades de la reducción hacían del fruto de su trabajo.
3. De la “integración” a la “asimilación”
El trabajo fue considerado desde el siglo XIX como uno de los me-
dios de “incorporación” del indio a la civilización, tanto en el discurso ofi-
cial, religioso y periodístico. El concepto “integración” fue una reformula-
ción del de “incorporación”: el primero se comenzó a utilizar con mayor
frecuencia en la segunda y tercera década del siglo XX, cuando en la socie-
dad chaqueña había entrado en declive la imagen del malón, en especial
después del sometimiento armado de las sublevaciones de Napalpí, Pam-
pa del Indio y El Zapallar. La “incorporación” del indio a través del trabajo
suponía su utilización como mano de obra del blanco, mientras que la
506 La Voz del Chaco, 31/VII/1924.
507Heraldo del Norte. Año IX, N°652, 27/VI/1925.
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“integración” era un concepto más abarcador, que además del trabajo in-
cluía la propiedad de la tierra, el acceso a la educación, la regularización
de su situación civil, el acceso a los beneficios sociales. En lo referido espe-
cíficamente al trabajo, el discurso de la integración continuó planteándolo
como un medio para obtener cánones civilizados, pero se conjugó con la
necesidad de entregarles tierras para que dispongan del fruto de su labor.
Las misiones religiosas y reducciones civiles debían lograr la ansiada
integración, para lo cual debían inculcarles hábitos de trabajo y enseñarles
a cultivar la tierra, “su tierra”, ya que en los discursos reparacionistas de las
décadas del veinte y treinta se hacía hincapié en la entrega de tierras. Más
adelante, y en especial a partir del discurso reivindicatorio del indigenismo,
la integración pasó a englobar otro elemento más, que fue el respeto, in-
centivo y acogida al mercado laboral de las tareas propiamente indígenas,
como la alfarería y la realización de tejidos, labores que generalmente eran
realizadas por las mujeres.
La creación de la reducción de Napalpí había tenido como propósi-
to, entre otros, el “ofrecerles trabajo constante” para que se arraigasen a la
tierra.508 El supuesto éxito de las reducciones que exclamaba el gobierno,
fue puesto de manifiesto desde la segunda década del siglo, tanto por
autoridades metropolitanas como territorianas. En 1914 el gobernador del
Territorio Nacional del Chaco Anacarsis Lanús consideraba “resuelto” el pro-
blema indígena, mencionando el “éxito de Napalpí”, donde los indígenas
allí radicados ganaban un buen jornal y vivían en forma pacífica.509
Los buenos resultados de la integración lograda a través del trabajo
fueron un tema repetitivo en diversos tipos de documentos oficiales de la
época. En 1922 el mensaje del presidente Yrigoyen resaltaba la labor de la
Comisión Honoraria de Reducciones de Indios en las colonias de Napalpí y
Bartolomé de las Casas, “...con los consiguientes resultados de orden, dis-
ciplina y honestidad en el trabajo. Gracias a ello el indio encuentra hoy un
albergue seguro y eficaz protección, con el satisfactorio resultado de ha-
berse instalado innumerables chacras que los mismos indígenas cultivan
bajo la dirección de dicha Comisión [...] El sistema de reducción, a base
de la colonización agrícola, da excelentes resultados”.510 En este discurso
se pone de manifiesto, por un lado, la imagen central del indio de la época,
y por otro, aquella específica vinculada al trabajo: la primera remarcaba la
necesidad de “protección” del indio, el que era considerado un menor de
edad e indefenso, para lo cual se habían creado las instituciones adecua-
508 Decreto del 27/IV/1912.
509 AHPCh. “Antecedentes de la Memoria 1913-1914 del gobernador Anacarsis Lanús”.
En: El Chaco a través de sus Memorias... (I Parte). Op. cit., p. 167.
510 Mensaje del presidente Hipólito Yrigoyen. En: Congreso Nacional. Diario de Sesiones
de la Cámara de Senadores del 6/VII/1922. Buenos Aires, Imprenta y Encuadernación
de la Cámara de Diputados, p. 72.
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das, como la Comisión Honoraria, que había logrado sus objetivos: inte-
grar al indio a la sociedad del blanco, utilizando para ello el trabajo que
aseguraba su afincamiento en la tierra.
Los discursos oficiales simbolizaban la imagen del éxito reduccional,
que tenía como fundamento el trabajo metódico y orientado; pero esta
imagen sintió un quiebre profundo con la sublevación de Napalpí: entonces
se demostró que la reducción, en lugar de proteger al indio y de garantizar
su trabajo, se había aprovechado del fruto del mismo, situación que se
expuso en la Cámara de Diputados conforme a un informe solicitado sobre
lo ocurrido en Napalpí. Se mencionaba a la obligación que la administra-
ción impuso a los colonos indígenas de entregar el 15% de la cosecha,511
como una causal de la sublevación o levantamiento, como se dio en llamar.
Lo que se estaba poniendo de manifiesto, en definitiva, era el fracaso re-
duccional de Napalpí y la falsedad del discurso integracionista que había
existido hasta entonces. Ésta fue una razón para que nuevamente aparecie-
ra la “necesidad de lograr la integración” con posterioridad a estos sucesos
y se replanteó la labor de la Comisión Honoraria de Reducciones.
Cuando esta institución envió a Lorenzo Galíndez, Ramón Pardal y
Arturo Ameghino para la inspección de la situación de los aborígenes del
norte argentino en 1936, las condiciones laborales de muchos indígenas
seguían siendo muy precarias, tanto en relación a su permanencia en los
lugares de trabajo y a las condiciones contractuales, como a la situación
de higiene, salubridad y alimentación en los lugares de trabajo, en especial
en los ingenios azucareros. La diferencia entre la integración del indígena a
través de las reducciones civiles y el mismo proceso a través de su inser-
ción como asalariado de los ingenios es lo que intentaron resaltar los envia-
dos de la Comisión Honoraria, reivindicando la labor de este organismo. El
indígena reducido era considerado “colono” que había logrado “prosperar”
a través del trabajo. Decía el doctor Ameghino que:
“...muchos indígenas reducidos suelen estimularse en el deseo de
prosperar. El colono toba Manuel López, por ejemplo, residente en Napal-
pí, cuida su sembradío con tanto esmero como lo haría un floricultor per-
feccionado,y cosecha año tras año el mejor algodón de su comarca”.512
Ameghino quería resaltar el papel protector y tutelar del sistema re-
duccional para con el trabajador indígena, que era la fórmula correcta para
lograr la integración del “otro” a la sociedad blanca. Distinguía por ello entre
los indígenas que accidentalmente trabajaban como peones y aquellos que
lo hacían de manera estable: los primeros, al no encontrarse bajo el control
511 Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Buenos Aires, T. V,
Imprenta y Encuadernación de la Cámara de Diputados, 1924, p. 420.
512 Ameghino. “Observaciones sobre el psiquismo de los aborígenes”. Op. cit., p. 16.
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de la administración, se embriagaban y por ello no rendían, en cambio los
segundos, se embriagaban mucho menos, mostrando mayor resistencia y
más capacidad de trabajo.513 En consecuencia, la visión de este especialista
percibía a la reducción civil como la garantía para lograr una conducta labo-
ral del indígena, pues atenuaba los malos hábitos como la haraganería y el
alcoholismo, y convertía al indígena en un ciudadano útil al Chaco.
Pardal consideró el “régimen de incorporación” de los indios a la
reducción de Napalpí como la manera de llegar a la propiedad de la tierra
y habituarse a los métodos y técnicas del trabajo agrícola-ganadero. Su
visión de la reducción era semejante a la de Ameghino: era el medio más
adecuado para lograr la integración del indio, ya que sus observaciones
enfatizan los cambios producidos en tribus como la del cacique Durán, que
había participado de la sublevación de El Zapallar en 1933 y que después
de incorporarse a la reducción logró una profunda transformación en sus
cánones de vida, en especial en lo relativo al trabajo. Las imágenes fotográ-
ficas que acompañaban a sus afirmaciones tenían por objetivo documentar
visualmente los adelantos de este cacique y su familia, como así también la
labor agrícola llevada a cabo por los indios reducidos, con el apoyo técni-
co de agrónomos que trabajaban para la reducción: imágenes de niños
trabajando la tierra, de campos cubiertos de algodón, simbolizaban el éxi-
to reduccional y el logro de un objetivo largamente buscado por el Estado
Nacional desde el siglo XIX: la transformación del Chaco salvaje y feroz en
el Chaco pujante, en la “tierra del porvenir”, cambio que, desde esta visión,
también se produjo gracias a la mano de obra indígena, que recién en la
década del treinta se comienza a valorar como tal.
El texto fotográfico se convirtió de esta manera, en otro testimonio
de la integración del indígena a través del trabajo. Como ya expresamos en
la Parte I, numerosas fotografías acompañaron los informes de estos tres
enviados de la Comisión Honoraria. En lo que al trabajo respecta, estos
textos enfatizaron los aspectos mencionados en el discurso: los beneficios
del colono de las reducciones en oposición a la explotación de los asalaria-
dos de los ingenios azucareros.
513 Ibídem, p. 17.
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56.“Así se enseña a arar a los indígenas de Napalpí. Tres hijos del cacique
Durán aprendiendo con un capataz (agrónomo)”
Fuente: Ministerio del Interior. Comisión Honoraria de Reducciones de Indios.
Publicación Nº 4. Cit., p. 72
La revista Estampa Chaqueña se ubicaba en la misma línea de aquellos
que exponían la ventaja del sistema reduccional para integrar al indio y
convertirlo en un trabajador que aporte al progreso del Chaco. En un artículo
dedicado a la reducción de Napalpí, texto escrito y visual se complementaban
para enfatizar los aspectos mencionados. Pronunciaba al respecto:
“Es suficientemente conocida la psicología del indígena, en lo que
al trabajo se refiere, pues tiene modalidades que siempre están en pugna
con el progreso, de tal suerte que se hace menester una vigilancia conti-
nua en la labor que desempeña, enseñándole hasta en los pequeños
detalles. En una palabra, hay que asesorarlo en todo momento”.514
Aun cuando esta revista siempre se presentó como defensora del
indígena, en el texto citado, además de resaltar la necesidad de tutela esta-
tal (a través del sistema reduccional), revela la imagen siempre presente del
indio haragán, pero que bien orientado y controlado permanentemente,
podía integrarse a la sociedad.
El discurso nacional metropolitano y territoriano también comenzó a
destacar la necesidad de integrar al indio a la sociedad a través del trabako,
de la tierra y de la obtención de los beneficios civiles de cualquier otro ciuda-
dano argentioo. Los gobernantes chaqueños, cuando les fue posible mostrar
el Chaco a nivel nacional –a través de publicaciones o en exposiciones– lo
hicieron utilizando la imagen del indio ya integrado a través del trabajo, mien-
tras en otros discursos todavía aparecía la necesidad de lograr tal integra-
514 Estampa Chaqueña. Resistencia, Año VI, N°297, 14/IX/1935.
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ción. De tal manera, cuando se realizó la Primera Gran Exposición del Chaco
en la Capital Federal, y se publicó El Chaco de 1940, la única fotografía que
acompañaba el texto representaba la imagen del indio trabajador en los in-
genios: ya no se buscaba lo alegórico ni lo exótico de la figura del indio, sino
resaltar el triunfo de una misión del “nosotros” encarnado en el Estado, y los
beneficios que ello significaba para el “otro” indígena. La descripción de la
misma revela asimismo la persistencia de la imagen del siglo XIX que respon-
día a la dicotomía civilización/barbarie, la que podría ser resuelta, de acuer-
do a esta visión, a través del trabajo. Texto e imagen se complementaban
para reflejar la labor integracionista que el Estado había llevado adelante a
través del trabajo: la imagen del “indio trabajador” se oponía así a la del
“indio holgazán”. Implícitamente se atribuía el mérito al Estado, que había
logrado que el indio chaqueño abandone las costumbres ancestrales de la
caza y la pesca, para que, ligado a la tierra, se transforme en un “excelente
trabajador adaptado a la vida civilizada”.
El periodismo chaqueño también vio en el indio un “elemento útil”
como mano de obra para el cultivo algodonero, en auge hacia la déca-
da del treinta. La necesidad de integrar al indio a través del trabajo tenía
como fundamento la urgencia de mano de obra, que el gobierno territo-
riano debía traer de otras provincias en épocas de cosecha algodonera.
En oposición a los jornaleros que venían del sur, La Voz del Chaco mani-
festaba que “...no se ha tomado ninguna medida para el total aprove-
chamiento de la mano de obra de nuestra población indígena, que sin
distinción de sexo ni edad puede ser ocupada con la mayor eficiencia
en las tareas rurales”.515
El discurso integracionista de las décadas del treinta y cuarenta con-
templaba dos aspectos íntimamente ligados: la tierra y el trabajo. La entre-
ga de tierras permitiría que las mismas fueran trabajadas metódicamente
por los propios indígenas, bajo la protección y tutela estatal, de manera tal
que se lograría el mejoramiento socio-económico del indígena y la adop-
ción en forma definitiva de los hábitos “civilizados”. Se lograría, en otras
palabras, su integración a la vida del blanco. En 1943 el periódico Tribuna
Chaqueña manifestaba que cuando a los indígenas se les entregaban tie-
rras, como había ocurrido un año antes en la colonia El Pastoril de la juris-
dicción de Villa Ángela, las trabajaban: “Era una columna humana trabajan-
do la tierra con sus uñas y con los escasos recursos que tenían”.516
Por su parte, la revista Chaco y Formosa perteneciente a la Asocia-
ción Fomento de los Territorios Nacionales del Chaco y Formosa, se había
convertido en defensora del indio en contra de la inoperancia de los pode-
res públicos, postulando la necesidad de protección y sosteniendo que
515 La Voz del Chaco, 9/I/1936.
516 AHPCh. Caja Aborígenes. Recorte periodístico de Tribuna Chaqueña, 21/VIII/1943.
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“...era indispensable arraigaral aborigen y darle instrumentos de trabajo
para transformarlo en elemento útil a la sociedad”.517
La posición indigenista de las décadas del cuarenta y cincuenta, si
bien se basaba en una postura reivindicatoria, contemplaba la necesidad
de integración del indio a través de la tierra, el trabajo, la educación y la
religión. Pero, en lo específicamente referido al trabajo, consideraba que el
indio ya se había integrado a los hábitos laborales del blanco, y por lo
tanto, centraron su discurso en las denuncias de la situación laboral que
vivía el indígena, solicitando a las autoridades, en repetidas oportunidades,
la realización de estudios sobre la explotación indígena, conceptos que
tuviera el indigenismo a nivel latinoamericano en la misma época.
De esta manera, en el discurso indigenista se revela una gran contra-
dicción: por un lado, había que reivindicar todos los aspectos de la vida del
indígena, incluidos sus hábitos y costumbres, pero por otro lado, había
que integrarlo y lograr que asimile los conocimientos que el blanco le debía
enseñar sobre el trabajo, ya que era una raza fuerte, laboriosa y promisoria
para el Chaco. Es decir, la asimilación de la cultura del blanco no aparecía
como opuesta al mantenimiento de sus valores culturales.
A nivel nacional, el indigenismo también había ejercido cierta presión
en los gobiernos, ya que en 1959, al aprobarse los convenios adoptados
por la Conferencia Interamericana del Trabajo, se logró la inclusión del Con-
venio Nº107, que en el tema laboral pretendía acentuar la protección legal
del indígena: el discurso sobre este punto ya no manifiesta la necesidad de
integrarlo al mercado laboral, etapa superada, sino de protegerlo como a
cualquier otro obrero, con la diferencia que se hacía referencia a los aspec-
tos discriminatorios que podrían surgir en la relación laboral.
Hacia la finalización de nuestro período de estudio, los indígenas
chaqueños, en su gran mayoría, se habían integrado al mercado laboral del
blanco y, al igual que obreros blancos y mestizos, sufrían en muchos casos
la explotación de sus patrones. El haberse “integrado” a través del trabajo
reconocía, por otro lado, el hecho de haber abandonado los hábitos de la
caza y la pesca (objetivo largamente declamado en los discursos desde el
siglo XIX), habiéndose trasladado en muchos casos a otro hábitat, ya sea
en centros urbanos o cercanos a ellos, y principalmente adoptaron otra
forma de vida. Incluso las actividades artesanales propias de su cultura,
entraron en el circuito de producción y circulación del blanco, ya que co-
menzaron a realizarse talleres que enseñaban esas técnicas y los productos
se comercializaban en los centros urbanos.
517 Revista Chaco y Formosa. Año XVIII, Nº188, septiembre de 1944.
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Un ejemplo de esta visión del indígena integrado a los hábitos labo-
rales del blanco lo constituye el mismo texto de la Constitución Provincial
que, si bien hace mención sobre su “integración a la vida nacional y provin-
cial”, menciona el tema de la tierra y la necesidad de protección legal, pero
no hace referencia explícita al trabajo. Implícitamente se puede deducir que
la protección legal contemplaba la protección contra los abusos en el tra-
bajo, pero no se hablaba de la “integración” o “incorporación” a través del
trabajo, aspecto que, aparentemente, ya se había logrado.
Esta integración-asimilación a las tareas y a los hábitos laborales del
blanco fue representada por algunos artistas chaqueños como el pionero
Rafael Galíndez en su obra Los cosecheros, indios amestizados que regre-
san de su tarea diaria. Entre los elementos asimilacionistas que el artista
vislumbra en su contemporáneo indígena se encuentran las vestimentas y
las actividades económicas (carpida, cosecha) que eran las mismas que
identificaban al campesino blanco, como así también la guitarra en mano
que lleva uno de los personajes, típica del gaucho. En relación a obras del
mismo artista de las décadas del treinta y cuarenta, se advierte una mayor
mestización en los personajes, la que no está relacionada con los caracte-
res fisonómicos de los indios, sino con los elementos culturales menciona-
dos. Si bien esta obra fue realizada en la década del setenta sintetiza la
integración del indio al mercado laboral y la consiguiente adopción de
hábitos, costumbres y elementos de la sociedad blanca.
57. Rafael Galíndez. Los cosecheros, 1976
Museo Provincial de Bellas Artes “René Brusau” - Resistencia.

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