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Universidad de Concepción Dirección de Postgrado Facultad de Humanidades y Arte Programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana EL MAL Y EL (DES)ENCANTO NACIONAL EN NOVELAS CHILENAS Y ARGENTINAS DE LA DÉCADA DE 1920 Tesis presentada a la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción para optar al grado de Doctor en Literatura Latinoamericana EDWIN MAURICIO PADILLA VILLADA CONCEPCIÓN, CHILE 2023 Profesor Guía: Dr. Edson Faúndez Valenzuela Universidad de Concepción, Chile Profesor Co-Guía: Dr. Claudio Maíz Universidad Nacional de Cuyo, Argentina Se autoriza la reproducción total o parcial, con fines académicos, por cualquier medio o procedimiento, incluyendo la cita bibliográfica del documento. 3 DEDICATORIA A Paula, David Alejandro y Juan Felipe, amores de siempre. A mis padres. A mis hermanos. AGRADECIMIENTOS Comienzo expresando mi profundo agradecimiento al Dr. Edson Faúndez Valenzuela, mi tutor de tesis, cuya dedicación y sabiduría han sido pilares fundamentales a lo largo de este extenso viaje académico. Su orientación y apoyo fueron invaluables en cada fase de mi investigación. Además, no puedo dejar de mencionar la formación y el valioso respaldo brindado por la Universidad de Concepción, el programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana, y a mis profesores, quienes enriquecieron mi formación académica de manera significativa. Asimismo, deseo expresar mi sincera gratitud a la Dra. María Luisa Martínez, cuya grata compañía y mano amiga constituyeron un verdadero regalo en este recorrido académico. A mi compañera e investigadora Ilsen Jofré, con quien mantuve enriquecedoras conversaciones sobre la obra de Luis Orrego Luco que se materializaron en valiosos y contundentes aportes a mi investigación. También, agradezco a quienes desempeñaron un rol esencial en mi investigación durante mi pasantía doctoral patrocinada por el Proyecto UCO 1866 de la Universidad de Concepción, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en la ciudad de Mendoza, Argentina. El Dr. Claudio Maíz, co-guía de mi tesis, ha sido un gran orientador y colaborador en este proceso. Destaco, además, el trabajo de la directora de la biblioteca, la señora Sandra Ficarra, así como la amabilidad y profesionalismo de las señoras Carina Cortez, Noelia Vicario y Natalia Ribes, quienes forman parte del equipo de biblioteca. Con ellas compartí gratos momentos y forjé amistades que valoro profundamente. Su incansable ayuda en la búsqueda de recursos de investigación fue crucial para el desarrollo y consolidación de mi trabajo académico. Por último, resalto que esta tesis se escribió gracias a la Beca de Doctorado Nacional año 2021, Folio 21211112 otorgada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID). Se circunscribe, igualmente, dentro del Proyecto Fondecyt Regular N°. 1171498 denominado “Sentidos, formas y figuraciones del mal en la novela chilena producida entre 1858 y 1929”, y cuyo investigador principal es el Dr. Edson Faúndez. ÍNDICE 1. INTRODUCCIÓN .................................................................................................................................. 8 2. OBJETIVOS ......................................................................................................................................... 22 2.1. OBJETIVO GENERAL .................................................................................................................... 22 2.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS ............................................................................................................ 22 3. HIPÓTESIS .......................................................................................................................................... 24 3.1. PRIMERA HIPÓTESIS .................................................................................................................... 24 3.2. SEGUNDA HIPÓTESIS ................................................................................................................... 24 4. LA PROBLEMÁTICA DEL MAL EN LA LITERATURA ESTUDIADA ....................................... 25 4.1. EL MAL COMO DISIDENCIA DE LA CONDICIÓN HEGEMÓNICA ........................................ 25 4.2. EL ESPACIO LATINOAMERICANO EN EL RELATO FICCIONAL: UN DESPLIEGUE DE LA VIDA EN TENSIÓN .................................................................................................................................... 27 4.3. LA EMERGENCIA DEL MAL Y LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD LATINOAMERICANA .. 29 4.4. EL RELATO FICCIONAL: UNA ARQUETA DE SECRETOS ...................................................... 32 5. EL MAL ÍNTIMO Y SOCIAL: DOS ESFERAS DE LA REALIDAD NOVELESCA CHILENA DE LA DÉCADA DE 1920 ................................................................................................................................ 36 5.1. CAPÍTULO 1. SEDUCCIÓN E IDEAL ASCÉTICO: EL PROBLEMA DEL MAL EN PASIÓN Y MUERTE DEL CURA DEUSTO (1924) DE AUGUSTO D’HALMAR ....................................................... 36 5.1.1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 36 5.1.2. D’HALMAR Y EL (DES)ENCANTO FRENTE A PROYECTOS POLÍTICOS DECIMONÓNICOS EN LA LITERATURA ................................................................................................................................. 48 5.1.3. ENTRE EL ASCETISMO ESTOICO Y EL DESEO MIMÉTICO COMO FUENTE DEL MAL .... 59 5.1.4. EL MAL Y LA SEDUCCIÓN: LA CONFIRMACIÓN DE LA MUERTE COMO PENA DEL ESTADO HERÉTICO .................................................................................................................................. 71 5.2. CAPÍTULO 2. EL TRONCO HERIDO: LA CONSIGNA DE LOS MALES NACIONALES O EL INFORTUNIO DEL YO RUINOSO ............................................................................................................. 79 5.2.1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 79 5.2.2. EL DOBLEZ SOCIAL: UNA PRESENTACIÓN ASIMÉTRICA DE LOS MALES NACIONALES ..... 84 5.2.3. UN PRESENTE DESHILACHADO Y LA RUINA DEL CUERPO: LA CONFESIÓN DEL MAL EN EL EJEMPLO DE UN CONTEMPORÁNEO. ............................................................................................... 94 5.2.4. EL YO RUINOSO PASIONAL Y LA CONFIGURACIÓN DEL MAL NACIONAL ................... 106 5.2.5. ALGUNAS CONSIDERACIONES ROMÁNTICAS ENTRE LUIS ORREGO LUCO Y AUGUSTO D’HALMAR ............................................................................................................................................... 114 6. LO RESIDUAL: SUJETOS (DES)CENTRALIZADOS O LA AFECTACIÓN DEL TERRITORIO INDIVIDUAL Y SOCIAL ......................................................................................................................... 121 6 6.1. CAPÍTULO 3. LOS SIETE LOCOS Y EL SENTIDO DEL MAL EN LOS SUJETOS RESIDUALES: LITERATURA QUE SE HACE CARGO DE UN TERRITORIO (DES)ENCANTADO ......................... 121 6.1.1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................... 121 6.1.2. ROBERTO ARLT: LA VUELTA DE TUERCA EN LA NARRATIVA ARGENTINA DE PRINCIPIOS DE SIGLO ............................................................................................................................ 129 6.1.3. LA FORMULACIÓN DEL MAL EN LA CIUDAD MODERNA LATINOAMERICANA: EL CASO DE BUENOS AIRES .................................................................................................................................. 139 6.1.4. LOS PORMENORES DE LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DEL MAL...................................... 150 6.2. CAPÍTULO 4. MANUEL GÁLVEZ Y SU HISTORIA DE ARRABAL: EL ESPANTO DE LO RESIDUAL EN LA EXTERIORIZACIÓN DEL MAL ............................................................................. 163 6.2.1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................... 163 6.2.2. MANUEL GÁLVEZ Y LO RESIDUAL DESDE UNA MIRADA NACIONALISTA .................. 172 6.2.3. UN MAL DESVAÍDO: ENTRE LA AFECTACIÓN DE LA VOLUNTAD EN LOS RESIDUOS DE LA MODERNIDAD Y LA ENERGÍA SINIESTRA DE LO CRIOLLO ...................................................... 186 7. CONCLUSIONES .............................................................................................................................. 196 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ....................................................................................................... 209 RESUMEN La presente investigación doctoral estudia varias novelas publicadas en la década de 1920, concernientes a dos tradiciones literarias: la chilena y la argentina. El análisis se centra en dilucidar cómo los escritores Augusto D'Halmar, Luis Orrego Luco, Roberto Arlt y Manuel Gálvez exteriorizan, en sus narrativas, el mal que se origina en los proyectos modernos de Chile y Argentina, manifestando, a su vez, el (des)encanto inherente a los ideales nacionalistas e ilustrados del siglo XIX. Observamos que los autores distanciaron sus narrativas de la retórica erótica y de la unión entre heterogéneos, principales fundamentos de la nación. El primer capítulo se cuestiona cómo se percibe el mal en la lucha interna de los personajes de la obra de Augusto D’Halmar, y explora las tensiones entre el deseo y la moralidad en una sociedad represiva. El segundo capítulo desentraña las complejidades y los mensajes subyacentes en la narrativa de Luis Orrego Luco, revelando la manera como los personajes muestran sus verdaderas intenciones bajo apariencias superficiales. El Capítulo 3 explora la manifestación del mal como una entidad contagiosa y banal en la obra de Roberto Arlt que desafía las expectativas modernas y expone la fragilidad del sistema. Y, finalmente, el cuarto capítulo dilucida las tensiones entre la energía rebelde del territorio y la influencia extranjera durante la transformación de la ciudad colonial a la urbe moderna en la Argentina de Manuel Gálvez. 1. Introducción Esta investigación propone estudiar la relación y el diálogo que se da en novelas escritas en la década de 1920 con el problema del mal. Los autores elegidos pertenecen a dos tradiciones literarias latinoamericanas. De la tradición literaria chilena, leeremos, de Augusto D’Halmar (1882-1950) y de Luis Orrego Luco (1866-1948), las novelas Pasión y muerte del cura Deusto (1924) y El tronco herido (1929), respectivamente. De la tradición literaria argentina estudiaremos las novelas Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931) de Roberto Arlt (1900-1942), e Historia de arrabal (1922) de Manuel Gálvez (1882-1962). Planteamos que las ficciones elegidas manifiestan el (des)encanto de los proyectos nacionalistas e ilustrados del siglo XIX, de manera que los escritores toman distancia de la retórica del erotismo y de la unión entre heterogéneos como vía para fundar la nación. La idea de nación ilustrada y liberal entra en crisis y los conceptos de identidad se emancipan del sentimiento nacionalista, del proyecto ilustrado y de sus nexos con la literatura. En el análisis nos adentraremos en el estudio de las novelas chilenas y argentinas de este período, con el propósito de dilucidar las representaciones del mal, el (des)encanto nacional en la ficción y su relación con los proyectos utópicos que emergieron en el siglo XIX. A lo largo de estas páginas se cuestionará cómo las obras literarias de la década de 1920, en un periodo de transición de las ciudades latinoamericanas y del auge moderno, dialogan con conceptos fundamentales como el mal, los sujetos residuales, la 9 marginalidad y el (des)encanto nacional, ofreciendo una visión notable de la interacción entre la literatura, el problema del mal y la identidad cultural. Determinaremos cómo las narrativas de Chile y Argentina de esta época dan voz a los sujetos marginales e inspeccionan aspectos oscuros de la condición humana. Comprenderemos la manera en que los personajes, configurados como héroes imperfectos, derruidos, fracturados y conminados a los bordes, resquebrajan, desde el interior mismo, el sistema que los produjo. Estas literaturas construyen nuevos paradigmas y determinan contrasentidos de realidad para subvertir la modernidad chilena y argentina gestada en los últimos años del siglo XIX y habiéndose intensificado en el comienzo del siglo XX. A través de un enfoque interdisciplinario que incorpora conceptos filosóficos, literarios y sociopolíticos, esta tesis busca arrojar luz sobre las percepciones cambiantes de lo nacional y el mal en un período de creciente introspección y cuestionamiento. El estudio se organiza en dos bloques que, a su vez, cada uno de ellos se divide en dos capítulos. El primer bloque se intitula “El mal íntimo y social: dos esferas de la realidad novelesca chilena de la década de 1920”, y lo integran los capítulos uno, denominado “Seducción e ideal ascético: el problema del mal en Pasión y muerte del cura Deusto (1924) de Augusto D´Halmar”, y dos, “El tronco herido: la consigna de los males nacionales o el infortunio del yo ruinoso”. En el Capítulo 1 se examinarán las formas en que el mal se manifiesta en la lucha interna de los personajes novelescos de Pasión y muerte del cura Deusto, explorando cómo las tensiones entre el deseo y la moralidad moldean las percepciones del desencanto de proyectos políticos homogeneizantes. A través de la obra de D'Halmar, se sondearán las intersecciones entre el mal, el ascetismo, 10 el deseo mimético y la construcción de la identidad en el contexto de una sociedad que, aunque en transformación, contiene en su haber la contención de los deseos de la carne. En el Capítulo 2 descifraremos las complejidades sutiles y los mensajes ocultos que yacen en la intersección entre los personajes, sus acciones aparentemente convencionales y la revelación de secretos profundos. A través de una lente multidisciplinaria que combina literatura y filosofía, este capítulo se adentra en la trama melancólica de la narrativa de Orrego Luco, exponiendo los giros y desplazamientos que caracterizan a la época en la que escribe. El capítulo también profundiza en el papel del cuerpo como depositario simbólico del mal, y cómo las inversiones de sensibilidades desafían las expectativas tradicionales de género y socavan las estructuras hegemónicas. A través de personajes complejos y multidimensionales, Orrego Luco interpela a los de su clase hegemónica sobre la pérdida del control de la nación. Lo hace mediante la denuncia del tejido de una red de relaciones y dinámicas que exploran la lucha entre las inclinaciones pasionales y las restricciones morales y sociales de la sociedad hegemónica. El capítulo desvela cómo las novelas de Luis Orrego Luco operan como dispositivos literarios de doble sentido, en donde las verdaderas intenciones y deseos se ocultan bajo una superficie de apariencias. Estas obras se convierten en reflejos complejos de una época de cambios y de crisis en la que podemos sumergirnos para descubrir las verdades ocultas y los giros que dan forma a la literatura de la década de 1920. El segundo bloque lo hemos llamado “Lo residual: sujetos (des)centralizados o la afectación del territorio individual y social”, y se compone de los capítulos tres y cuatro. El Capítulo 3 se intitula “Los siete locos y el sentido del mal en los sujetos residuales: 11 literatura que se hace cargo de unterritorio (des)encantado”. En este apartado estudiamos el mal como una potencia que no se limita al “otro” desconocido, sino que se insinúa insidiosamente en las fibras mismas del sistema. Bajo el análisis de pensadores como Baudrillard y Hannah Arendt, esta narrativa revela cómo el mal contemporáneo, lejos de ser una fuerza abstrusa, se manifiesta como una entidad banal, virulenta y contagiosa que germina en el corazón mismo de la modernidad. Los protagonistas arltianos, los locos de la trama, encarnan una crueldad que desafía las expectativas y destapa la fragilidad del sistema, dejando al descubierto el resquebrajamiento de la civilización. En este capítulo, sopesamos el periplo estético de Roberto Arlt en contraste con la obra de Manuel Gálvez, trazando una línea entre la visión realista y naturalista del arrabal de este último y la perspectiva desencantada de Arlt. Con un enfoque particular en los personajes y sus itinerarios urbanos, exploramos cómo la literatura de Arlt desmitifica la noción de progreso y modernidad, sumiendo al individuo en la sensación de superfluidad en medio de un sistema que promete, pero no cumple. Finalmente, en el Capítulo 4 denominado “Manuel Gálvez (1882-1962) y su historia de arrabal: el espanto de lo residual en la exteriorización del mal”, la obra de Manuel Gálvez emerge como representación de las tensiones y contradicciones que definieron la transición de la ciudad colonial a la urbe moderna en Argentina. En su novela Historia de arrabal Gálvez se adentra en los rincones oscuros y marginales de la sociedad argentina, y nos permite vislumbrar una forma de energía rebelde arraigada en la herencia criolla y el mundo hispánico antiguo. Al explorar la interacción entre esta energía rebelde y la influencia extranjera, el escritor argentino plantea preguntas sobre la identidad 12 nacional, el problema de la modernidad desde una perspectiva diferente a la que tenía Roberto Arlt, y la transformación del espacio urbano. En el capítulo analizaremos en detalle cómo Gálvez aborda y da forma a estas cuestiones a través de su narrativa. El autor se sumerge en dos vertientes fundamentales de la Argentina en transición: por un lado, la energía y “malignidad” de lo telúrico y lo argentino, que se erige como una respuesta al poder extranjerizante y al materialismo; por otro lado, la presencia preponderante de los sujetos residuales en el tejido social de la modernidad argentina. Para la revisión crítica de los textos emplearemos las teorías y planteamientos de Deleuze y Guattari (2004) en relación con los devenires. De estos postulados nos interesan aquellas ideas relacionadas con los procesos de desterritorialización y reterritorializacion de los seres y el devenir de un estado molar a otro molecular de los sujetos marginales o antihéroes. Para analizar el problema del mal, nos basaremos en las tesis que sobre esta noción tienen Immanuel Kant (1876; 2007) y Friedrich Nietzsche (2003; 2013) y las interpretaciones de Richard Bernstein (2006), Susan Neiman (2012) y María Pía Lara (2009). Nos interesa, de los planteamientos kantianos, la exteriorización del mal y su relación entre la virtud y la felicidad leídas desde las formas sociales y el pensamiento común chileno y argentino. De Nietzsche retomaremos la idea del resentimiento y la maldad como elemento político que determina una mirada previa y espontánea del otro que está desprovisto de privilegios. Nos interesa del filósofo alemán, a su vez, los axiomas relacionados con el ideal ascético problematizado por la pobreza, la humildad y la castidad. 13 En la misma línea del problema del mal, nuestro análisis recurre a los fundamentos de Paul Ricoeur expuestos en su libro El mal. Un desafío a la filosofía y a la teología (2007). Ricoeur propone que el mal moral, o las acciones humanas que contravienen la moral, son objeto de imputación, acusación y reprobación. A partir de los conceptos de René Girard (1985) expuestos en Mentira romántica y verdad novelesca estudiamos los procesos miméticos en la literatura elegida y la evolución del mal a partir del deseo y de las tensiones que se reproducen entre los personajes novelescos. Por otro lado, hemos examinado las propuestas teóricas de Zygmunt Bauman (2005) para esclarecer la evolución de los sujetos residuales en la literatura y su conexión con la problemática del mal. Esta dinámica se manifiesta cuando los individuos se vuelven superfluos y excedentes de la modernidad. Elegimos, de igual manera, la noción de “doblez cómplice” de Jean Baudrillard (2011) para determinar en las novelas del corpus el surgimiento y funcionalidad del terrorismo como fuerza virulenta que se potencia desde el poder establecido. Además, empleamos los postulados de Michel Foucault (2005; 2007; 2008) con respecto al ascetismo en las sociedades heteronormativas, la confesión como una transgresión deliberada, y sus razonamientos relacionados con las tecnologías del yo. Además, este trabajo analítico tiene muy presente los procesos sociales, culturales y políticos de principios del siglo XX llevados a cabo en las naciones que participan de la investigación, y considera, también, los comentarios críticos y las lecturas que se han hecho de las obras estudiadas. Para dar cuenta de lo anterior, el lector encontrará en cada uno de los capítulos el despliegue teórico, el diálogo con la crítica precedente y los niveles de análisis llevados a cabo en nuestra investigación. Nuestro análisis nos ha guiado a 14 comprobar que en las novelas del periodo revisado se da cierta libertad para narrar, con otros paradigmas y variados temas, los movimientos sociales, las desesperanzas y las esferas locales e internacionales que pesaron sobre Chile y Argentina, una vez finalizado el siglo XIX y en los comienzos del siglo XX. Para Doris Sommer (2004), las novelas románticas junto a la historia nacional en América Latina, “despertaron un ferviente deseo de felicidad doméstica que se desbordó en sueños de prosperidad nacional materializados en proyectos de construcción de naciones que invistieron a las pasiones privadas con objetivos públicos” (p. 23), por lo tanto, desprendidos de esta visión utópica, los escritores de las primeras décadas del siglo XX materializaron la desilusión de la modernidad. Si, por un lado, el lenguaje literario, custodio de las políticas que cimentaron las recién fundadas naciones latinoamericanas, presentaba el prototipo de héroe requerido para consolidar los Estados y legitimar una familia pública que constituyera el bien de la unidad nacional (como en Amalia y Martín Fierro), por el otro, las narraciones de la década de 1920, descifraron a aquellas naciones agitadas por la decadencia de sus mismas instituciones, el conglomerado social y la caída del héroe nacional, ahora expuesto como residuo y destinado a ser un sujeto marginal. Las innovaciones literarias de la región en la década en cuestión, perfilaron la competencia científico-antropológica (González Echevarría, 2011) vinculada al conocimiento de las identidades nacionales. Lo anterior conllevó a que este saber problematizara la realidad social, política, cultural y económica que enajenó las creaciones literarias de la época. Los esfuerzos por modernizar e industrializar a las naciones latinoamericanas y las consecuencias de tales fenómenos, así como las nuevas tendencias de pensamiento que se 15 redefinieron en el mundo occidental, sumadas a la decadencia de la utopía del Nuevo Mundo, son la gran fuente de material novelable para los autores elegidos en esta investigación. El modernismo de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX confiere la expurgación de los caracteres cientificistas, positivistas y laicistas de la modernidad y referencia la metódica apropiación por parte de los escritores latinoamericanos del Realismo y delNaturalismo, movimientos europeos con grandes repercusiones en Chile y Argentina. A partir de esta idea, en nuestra investigación nos hemos preguntado por el desplazamiento que sufren los personajes novelescos y la manera como los escritores reformulan las tradiciones literarias. En sí, las novelas participan de las tendencias estéticas que redefinen las maneras en que se advierten los cambios estructurales de esta parte del mundo y contravienen otras configuraciones culturalmente definidas y homogeneizantes. El realismo al que se adscriben las novelas nacionales que estudió Doris Sommer (2004) cumple, como efecto determinante y característico de su modo y de su forma, “la función de la desmitificación” (Jameson, 2018, p. 11) de las literaturas paradigmáticas en Latinoamérica. De esta manera, el realismo pone en “primer plano las características de la realidad social que no pueden asumir” (p. 11) estas obras. En esa revelación y desmitificación estilística se produce el giro hacia el naturalismo. Dicho movimiento es propiciado, en América Latina, por el desnivel que se da entre el fin del siglo XIX y la nueva centuria que pone a los escritores frente a diversos cambios estructurales que visibilizaron las formas particulares de la condición marginal. La región vivía un auge modernizador, caracterizado por la evolución de la minería, la 16 expansión de las ciudades, los avances agrícolas y ganaderos y la evolución del transporte, sumado todo esto a una agitada actividad política. Todo esto fraguó proyectos capitales, en algunos casos, y dio continuidad a otros, haciendo que las personas que no encontraban acomodo en la modernidad chilena y argentina, fueran vertidos como residuos y confinados a habitar las zonas marginales. De ahí, el desplazamiento del realismo hacia el naturalismo en los últimos años del siglo XIX y la apropiación que hicieron del naturalismo los escritores latinoamericanos. Según Fredric Jameson (2018), el naturalismo será, pues, el espacio literario asignado al cuarto gran jugador en la sociedad del siglo XIX: junto al joven en formación, el «individuo histórico-mundial» político y la mujer, el naturalismo abre un espacio para el trabajador y junto a él a la población más heterogénea de las «profundidades inferiores» del lumpenproletariado y los marginados en general (p.174). La narrativa revisada, en ese sentido, nos plantea ambientes, percepciones y configuraciones de una realidad periférica que se desplaza hacia la visibilización de personajes cada vez más abyectos y marginales. Cada uno de los fenómenos sociales acaecidos en los dos países que participan en este trabajo, motivaron las transformaciones literarias hasta ahora dependientes de la ilusión de realidad prevista por las tendencias europeas. De manera que estas nuevas concepciones pugnaron a las tradiciones literarias nacionales. Según Muñoz y Oelker (1993), en Chile “como resultado del creciente influjo de los sectores medios y del impacto de la coyuntura internacional, se operaron, entre 1920 y 1938, una serie de profundos cambios en la estructura social, económica, política y cultural del país” (p. 129). En consecuencia, se constituyeron, a partir de estos cambios, 17 diversas visiones intelectuales que trajeron consigo corrientes estéticas innovadoras erigidas en formas recientes de la expresión literaria del país. No es un secreto que iniciado el siglo XX en Latinoamérica las tendencias económicas y políticas acabaron por demarcar las enormes brechas sociales. Los escritores se dieron a la tarea de llevar a la escritura novelesca aquellos elementos de impacto que marcaron a las sociedades establecidas después de los proyectos nacionalistas. Ahora bien, existen grandes diferencias de uno y de otro lado en relación con el desarrollo del proyecto moderno en los diferentes países latinoamericanos; es decir, el fenómeno de la modernidad no fue un proceso homogéneo, más bien, tal ejecución se llevó a cabo de diferentes maneras y con profundas y variadas formas de permear las sociedades hispanoamericanas. Contrario a lo que pasaba en los países que conforman nuestra investigación, en Colombia, por ejemplo, ante este impulso modernizador “la literatura buscaba varios objetivos a comienzos del siglo XX, y las novelas aceptadas oficialmente conllevaban un proyecto ideológico y moral” (Williams, 1992, p. 64) con el que se intentaba combatir la presencia de los aires modernos, pese al rezago económico del país. Lo que significó el desplazamiento de la escritura novelesca hacia los límites del criollismo para exaltar los valores nacionales con los que se había fundado la República. Después de María, como romance nacional, el costumbrismo se enfocó con entusiasmo patriótico, en captar las notas distintivas de la nacionalidad. Cierto es que tal afán patriótico pecó de unilateral, ya que comúnmente solo explotó y exaltó una de las raíces de la nacionalidad. Por heredar del romanticismo la tendencia a la idealización y al pintoresquismo, los costumbristas describieron a porfía un campo horaciano, “antesala del paraíso”, y encontraron en el campesino 18 nuestro la quintaesencia de las virtudes nacionales y cristianas (Curcio Altamar, 1975, p. 120). La literatura una vez más sirvió como instrumento para generar un sistema de pensamiento que reivindicara el campo valórico de las regiones culturales colombianas. A ellas había que volver la mirada para reconocer las riquezas, no solo naturales según el apogeo de la explotación de recursos en los comienzos del siglo XX, sino también aquellas relacionadas con los valores fundamentales sobre los que se había fundado la nación. Si en María el doble propósito de Isaacs era el de “referir una historia amorosa y de evocar el paisaje tanto humano como natural de su tierra” (Menton, 2007, p. 9), en posteriores novelas de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, las tramas de la ficción (Carrasquilla y Marroquín) merodearon con nostalgia en ese pasado rural en vías de desaparición y fueron sensibles para entender la modernidad colombiana (Williams, 1992, p. 59). El auge de la burguesía en Chile y Argentina y el fortalecimiento de las clases medias urbanas propiciaron una nivelación formal en los procesos de creación y de recepción de la literatura. En el caso argentino, según Laforgue y Rivera (1968), el movimiento cultural en el que la escritura novelesca encuentra momentos de esplendor con la aparición de lectores cotidianos para un escritor profesional, se da en medio de eventos como la legislación que reguló la propiedad literaria (1910) y la colonización de la cátedra universitaria por parte de la literatura (1913). De otro lado, el crecimiento de Buenos Aires debido en gran medida al aumento de la población inmigrante, a los proyectos económicos que emprendieron y, junto a estos factores, el acceso al sistema 19 educativo de una gran parte de la población, conformaron el desarrollo y “el área social ampliada de un público lector potencial, no solo de capas medias sino de sectores populares” (Sarlo, 2007, p. 18). Se inauguró, en ese sentido, el estudio y la difusión de la narrativa nacional y se hizo partícipe, tanto a la población estudiantil como al público en general, del reconocimiento de las diferentes obras de la literatura vernácula en colecciones como “La Biblioteca Argentina” (1916) y “La Cultura Argentina”, posteriormente (Laforgue & Rivera, p. 867). Todos estos movimientos, reformas y estallidos de las culturas estudiadas mantuvieron una enunciación sincrónica en las letras hispanoamericanas. De suerte que las narrativas se instalaron como sistemas estéticos que explicitaron los fenómenos sociales. Consecuentemente, las novelas que estudiamos aquí, escritas varias décadas después de los romances nacionales, precisaron esa simultaneidad temática y referenciaronlas situaciones particulares en las que el desencanto del “paraíso” moderno latinoamericano perseveraba. Por supuesto que esta realidad como fenómeno postcolonial es la materia prima utilizada por diversos pensadores para construir sus trabajos críticos y literarios. Roberto Fernández Retamar en su Calibán lo confirmó: como sistema utópico, América Latina constituyó el lugar propicio para ejecutar los proyectos frustrados de Europa. Tal promoción fue ejercida por los continuadores de esos ideales originales y, en consecuencia, por los “numerosos consejeros que proponen incansablemente a los países que emergen del colonialismo mágicas fórmulas metropolitanas para resolver los graves problemas que el colonialismo nos ha dejado, y que, por supuesto, ellos no han resuelto 20 en sus propios países” (Fernández Retamar, 2005, p. 38). Ahora bien, después de la división intelectual del trabajo (Sommer, 2004, p. 21) en el ocaso del siglo XIX, la reformulación de una literatura capaz de considerar los profundos cambios sociales del nuevo siglo XX, tiene que ver con la evidente participación de nuevos pensadores que novelaron, desde diferentes ópticas y con formas estilísticas variadas, el espacio en tensión latinoamericano. De manera que la literatura de esta parte del mundo no solo interpretó la domesticidad de los materiales novelables y los avances tecnológicos que trajo consigo la modernidad; también lo hizo con el rompimiento y fracaso de los proyectos de nación, tanto del intelecto renovador latinoamericano como de las viejas castas hegemónicas. Desde esta óptica, aparece la representación del personaje de frontera, imagen de los rezagos y de las características de la modernidad en los Estados latinoamericanos. En la literatura argentina, por ejemplo, se realiza un giro inclinado a “poner en foco y elaborar un punto de vista nuevo sobre los marginales. Como sujetos sociales, pobres y marginales se vuelven más visibles, cambian las formas de su representación y las historias que se inventan con ellos como personajes” (Sarlo, 2007, p. 179). La cultura de mezcla en la Buenos Aires de la década de 1920 es una confirmación de las fantasías que aquejaban a la urbe en proceso de modernización, ya resuelta a ser problematizada por los recién conformados grupos de intelectuales. Lo que es lo mismo, la cultura de los pensadores argentinos de la época, según Sarlo, esgrime fenómenos como “modernidad europea y diferencia rioplatense, aceleración y angustia, tradicionalismo y espíritu renovador; criollismo y vanguardia” (Sarlo, 2007, p. 15). Los autores de la década 21 de 1920 estudiados aquí, conforman una visión diferenciada y desencantada, por supuesto, de aquella ejercida por la pasión romántica que “proporcionó una retórica a los proyectos hegemónicos, en el sentido expuesto por Grossi de conquistar al adversario por medio del interés mutuo, del ‘amor’, más que por la coerción” (Sommer, 2004, p. 23). 22 2. Objetivos 2.1. Objetivo general El propósito fundamental es investigar la representación del mal y su intrincada relación con la marginalidad, además de su influencia en la percepción del (des)encanto respecto de los sueños utópicos nacionales tal como se reflejan en novelas chilenas y argentinas de la década de 1920. 2.2. Objetivos específicos El primer objetivo se centra en desentrañar la representación del mal en las obras literarias seleccionadas, explorando en particular cómo esta noción se manifiesta en las dinámicas e interacciones que se dan entre los personajes novelescos y su influencia en el desarrollo de la trama. El segundo objetivo se enfoca en identificar y comprender la relación que las novelas objeto de estudio establecen con el (des)encanto respecto de los proyectos nacionales e ilustrados que surgieron en el siglo XIX en los contextos de Chile y Argentina. Este análisis profundizará en cómo las novelas estudiadas reflejaron y cuestionaron los ideales nacionales. El tercer objetivo apunta a investigar el diálogo intertextual que se reactualiza entre las novelas dentro de este corpus, con el propósito de analizar cómo interpretan el problema del mal y desarrollan las conexiones temáticas que enriquecen la comprensión de las obras y las perspectivas de sus autores. Finalmente, el cuarto objetivo se dedica a examinar detenidamente las representaciones de formas residuales y marginales, así como 23 los procesos de territorialización y desterritorialización presentes en las novelas examinadas de la década de 1920. Este análisis permitirá contextualizar el sistema de pensamiento de cada uno de los autores estudiados y comprender su relación con el contexto sociopolítico de la época. 3. Hipótesis 3.1. Primera hipótesis Las novelas chilenas y argentinas escritas entre 1920 y 1930 se distancian de los proyectos políticos e ilustrados desplegados en los romances nacionales del siglo XIX. Existe un desencantamiento manifestado por parte de los escritores de la década que estudiaremos. Ellos toman distancia respecto del pensamiento extendido en las ficciones fundacionales. Por lo tanto, la idea de la relación entre la literatura y la conformación de los Estados entra en crisis y los conceptos de identidad se emancipan del sentimiento nacionalista, del proyecto ilustrado y de sus nexos con la literatura. 3.2. Segunda hipótesis En novelas chilenas y argentinas escritas entre 1920 y 1930, la idea de lo nacional es una constante que presenta diferentes funciones y ramificaciones que consolidan un periodo de demostraciones simbólicas, denuncias y representaciones de los Estados conformados en el siglo XIX. Los novelistas que hacen posible nuestra investigación responden a una función paradigmática de la realidad con tendencias literarias que transforman las ya establecidas por Europa y con las que se permiten mostrar el (des)encanto de lo nacional y de las cópulas sociales. 4. La problemática del mal en la literatura estudiada 4.1. El mal como disidencia de la condición hegemónica En contravía de los proyectos hegemónicos, los narradores de la época estudiada se dieron a la tarea de extrapolar la condición del sujeto de frontera o personaje marginal. Entramos, así, en los intersticios del mal para definir aquellas estructuras en las que dicha noción abre mundos en paralelo de la realidad y de la ficción. También, destina a los ciudadanos a la vida de los bordes y los enfrenta en medio de acciones que determinan el influjo del mal en la sociedad. Para Immanuel Kant, el mal “presupone una conexión sistemática entre la felicidad y la virtud o, a la inversa, entre los males natural y moral” (Neiman, 2012, p. 96). El mal se exterioriza en las diferentes capas sociales, es decir, allí en donde la humanidad espera que la conexión entre la virtud y la felicidad sea casual y en donde se espera que “quienes son íntegros por la mera voluntad de serlo deberían ser benditos por esa razón” (p. 101). Para el filósofo alemán, la esperanza de la liberación del mal se configura a partir de una acción moral en cuyo sentido, la experiencia del mal es un fenómeno expuesto que debe ser expulsado de quienes poseen la virtud. Entendemos, entonces, que en la escritura novelesca de nuestro corpus la sistematicidad del mal corresponde a instancias en donde las acciones sojuzgan las condiciones de vida del otro y atentan contra él. En ese sentido, pareciera haber una moral derrumbada, situación que solo es lograda, según Kant, alcanzando el conocimiento científico de Dios en donde el hombre, en su accionar voluntario, “representaría ante él mismo a Dios, para recompensar o para 26 vengar. Esta imagen se impondría en su alma, y su esperanza de recompensa y su miedo de castigo tomarían el lugar de los motivos morales” (Neiman, 2012, p. 105). Lo que podemos entender como la finitudde las teodiceas. Nuestros escritores, los que estudiaremos en esta tesis, dejan a merced del pensamiento humano las acciones y reacciones del sujeto novelesco en una forma de relacionarse con la otredad. En el sistema social novelesco se condensa el movimiento de las máximas de la volición humana en el sentido kantiano. En esas relaciones, los personajes adhieren su comportamiento a la vida social y a las relaciones personales. Desde esa voluntad, los sujetos deciden la manera de actuar, liberados de un mal original en donde “la Willkür, el nombre que le damos a la capacidad de elegir entre alternativas, no es intrínsecamente ni buena ni mala; más bien, es la capacidad gracias a la cual escogemos libremente máximas buenas o malas” (Bernstein, 2006, p. 31). Entendemos que la experiencia es un factor determinante en el problema del mal. Revelaremos que las novelas de nuestro corpus proponen intensidades asociadas al comportamiento humano que se desarrollan en escenarios disciplinantes. El personaje de acción es enajenado por tensiones personales que lo llevan a actuar de diferentes maneras y a contrapelo de las leyes y reglas que dictaminan las sociedades modernas. En esos momentos, el mal se muestra como una acción concluyente que resulta de las tensiones ocurridas en los sistemas sociales. Los cambios políticos, el poder, el ambiente, las situaciones morales y religiosas, las clases dominantes, las tensiones entre clases sociales y todas aquellas coyunturas creadas por la humanidad, dictaminan la aparición del mal en la ficción. Para Philip Zimbardo (2008) 27 nuestra naturaleza puede virar hacia el lado bueno o el lado malo del ser humano. Según esta perspectiva incremental, las cualidades se adquieren mediante la experiencia o la práctica intensiva o por medio de una intervención externa, como el hecho de hallarse ante una oportunidad especial” (p. 28). Desde esta perspectiva, el investigador sugiere que las personas pueden aprender a hacer el bien o el mal. De ahí que factores como la herencia genética o la transmisión familiar, no interfieren en el sujeto y en su inclinación para obrar de alguna manera. 4.2. El espacio latinoamericano en el relato ficcional: un despliegue de la vida en tensión Pensamos que el relato ficcional es el escenario propicio para mostrar las condiciones experimentales y experienciales de la humanidad, sobre todo, porque la literatura nos confronta con las formas más complejas del accionar humano y nos sitúa frente a los intereses del poder. Por eso ocurre que muchos poetas y escritores se interesan por desvelar desde la creación artística los movimientos del poder político, social y económico y, en suma, se oponen a las estructuras artísticas y culturales socialmente elaboradas. La literatura, en consecuencia, puede constituir una ideología y transformarse en una fuerza política. Así lo afirmó Terry Eagleton (2007) en el contexto de la Inglaterra del Romanticismo, quien afirmó que la misión de la literatura consistía en transformar la sociedad en nombre de los valores y energías que encarnan en el arte. La mayor parte de los poetas románticos militaron en la política, pues en vez de conflicto vieron continuidad entre su compromiso con la literatura y su compromiso con la sociedad (p. 32). 28 Pondremos en diálogo, en ese sentido, la literaria de la época que estudiamos con las disposiciones sociales y políticas de Chile y Argentina. De manera que la expresión literaria de la región, representada en estas obras seleccionadas es, de cierta manera, el espejo que nos permite ver y detenernos en el pensamiento crítico de nuestros escritores en los que “el texto naturalista, con su nostalgie de la boue, parece más bien respirar una especie de Stimmung o afecto asociado con el pesimismo o la melancolía”1 (Jameson, 2018, p. 174) del espacio latinoamericano. Las denuncias del mal, la revelación de la configuración de la maldad y, además, la crudeza de la operación del mal asociado a los fenómenos de la vida ordinaria en espacios complejos como los de Chile y Argentina, son, en un sentido más amplio, parte de la formulación de una retórica del mal en esta investigación. Lo anterior se debe a las tensiones del contexto en el que emergen las obras de arte y los sistemas de pensamiento que componen la singularidad de cada uno de los escritores. En la literatura elegida apreciamos la vida de hombres y de mujeres sin prestigio, según Foucault (1996), en donde el poder es un elemento indispensable para que la marginalidad de la vida de todos los días pueda consumar su propia existencia más allá de los discursos del heroísmo y de 1 En el capítulo denominado “Fuentes gemelas del realismo: el afecto, o el presente del texto” del libro Las antinomias del realismo (2018), Fredric Jameson define los “afectos” como “singularidades e intensidades, existencias más que esencias, lo que desestabiliza, afortunadamente, las categorías psicológicas y fisiológicas más arraigadas” (p. 47). Estas singularidades son desconocidas y se reifican en la nominación. Para definir el afecto, el crítico sigue a Rei Terada para quien los afectos son sensaciones corporales que se diferencian de las emociones, principalmente, porque estas últimas son estados conscientes del ser (p. 42). 29 lo legendario. Foucault propuso que desde el siglo XVII el mundo occidental vio nacer una literatura liberada de lo fabuloso. En tal sentido, nace así un arte del lenguaje cuya tarea ya no consiste en cánticos a lo improbable sino en hacer aflorar lo que permanecía oculto, lo que no podía o no debía salir a la luz, o, en otros términos, los grados más bajos y más persistentes de lo real (p. 136). Como resultado del accionar del poder en la vida de hombres y de mujeres condenados a una vida sin gloria, aparecen diversos “discursos que atraviesan en todos los sentidos lo cotidiano y gestionan, de un modo absolutamente diferente al de la confesión, el mal minúsculo de las vidas sin importancia” (p. 132). De acuerdo con los postulados de Foucault, la literatura que revisaremos, heredera de esa forma de extrapolar las condiciones de lo real como un producto de la palabra prestada a la masa anónima, evidencia la manera como las estructuras del poder hacen que la ficción referencie los secretos más abyectos del orden cotidiano. 4.3. La emergencia del mal y la búsqueda de una identidad latinoamericana En las literaturas que estudiaremos la emergencia del mal, las formas como se producen los sujetos residuales y la conformación de los perfiles que se instalan en los márgenes, convergen en el fracaso de ideologías, sucesiones de formas gubernamentales, la crisis en la modernidad y un accionar político de gran agitación en América Latina. Por supuesto que la escritura novelesca se mueve en la escena gubernativa desde su llegada al Nuevo Mundo junto a los procesos civilizatorios que permitieron la hegemonía europea 30 en los pueblos americanos. Antonio Cándido (2018), desde el contexto brasileño del siglo XVIII, refirió la forma en la que se acomoda la cultura a la literatura, lo que resulta significativo si tenemos presente que, en los nuevos Estados, la convergencia entre proyecto de nación y mímesis europea es un aspecto relevante desde donde se tejieron todas las formas posibles de nacionalismo y se exaltó el surgimiento de estructuras culturales reformadas e híbridos artísticos. La literatura ofrece un diálogo fresco y otra cosmovisión a partir de los correlatos producidos en el contexto latinoamericano y se convierte, así, en uno de los medios para llevar a cabo el ejercicio hegemónico. Pensemos en los proyectos liberales de Chile y de Argentina gestados en el siglo XIX, y en las novelas de Luis Orrego Luco y Manuel Gálvez en el siglo XX, temas que profundizaremos en los capítulos siguientes. Antonio Cándido (2018) escribió quelas obras que más buscan acentuar y reforzar el orden político y cultural dominante son, al mismo tiempo, las que utilizan las sugestiones locales con mayor cariño y discernimiento, que finalmente parecen ante la posteridad que afirmaban nuestras peculiaridades y sentimientos contra la súper imposición externa (Cándido, 2018, p. 50). Para el escritor colombiano Gabriel García Márquez, la región es un enigma en donde los sucesos culturales, sociales, religiosos y políticos parecen tomados de la imaginación y afirmó que toda esa complejidad abruma hasta a los mismos habitantes de estos espacios en tensión. Por eso, refiere el nobel colombiano, el raciocinio europeo se queda corto a la hora de abordar la problemática latinoamericana, dado el hecho de que cada cultura debe encontrarse y reafirmarse en su identidad: 31 No es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios (García Márquez, 1982). Con la mezcla característica de magia y de realidad en su obra, García Márquez creyó encontrar la fórmula de una identidad propia latinoamericana. Los espacios exuberantes, las heterogeneidades, las incongruencias y los mitos sobre los que se han fundado las comunidades americanas, sumados a la adopción de corrientes de pensamiento europeo, componen la vastedad de su universo escritural. Por supuesto que la literatura precedente es un hito importante para el surgimiento del Boom latinoamericano, por lo que la mencionada producción artística heredó un patrimonio ficcional que observó con detenimiento las dificultades e incertidumbres que aquejaron a esta parte del mundo. Se podrá apreciar en el conjunto de obras que analizaremos las dificultades de la búsqueda de una identidad cuando los proyectos políticos de homogenización (cultural, social, racial) y de mímesis europea son tan comunes en Hispanoamérica. La indeterminación identitaria, en ese sentido, no se desune del espacio del otro como sujeto residual, marginal y de frontera, que viene a ser disímil en todas las novelas del corpus. El mal, como idea que surge de la precisión y funcionamiento de conceptos como “personas residuales” y la instalación en zonas de borde de “sujetos marginales”, en la 32 narrativa estudiada, es la consecuencia visible de transiciones económicas, políticas, religiosas y culturales de los países que participan de la investigación. En ese contexto, la noción de marginalidad se desplaza y se establece como componente que transmuta la individualidad de los sujetos novelescos dentro de contextos disímiles, aislando su representación como proceso social. 4.4. El relato ficcional: una arqueta de secretos El poder ejercido desde la política, la religión y desde lo económico; pero también, el poder de la palabra escrita, de la cultura letrada, y aquel que se generó en el restallar de los movimientos sociales de comienzos del siglo XX, hace que se puedan apreciar, en las literaturas chilenas y argentinas de la década de 1920, las condiciones consuetudinarias exclusivas de las revoluciones propias de la época y de los contextos. Entendemos, justamente, cómo la literatura y su discurso, que es el discurso de la infamia, se pone a favor o en contra de los proyectos conservadores de las élites dominantes, y, de lado y lado, se instala fuera de la ley haciendo “recaer sobre ella la carga del escándalo, de la transgresión, o de la revuelta” (Foucault, 1996, p. 137). Hoy, una lectura de las novelas elegidas reactualiza la percepción del mal como una elaboración humana de sentidos y de experiencias que se hallan ocultas en los textos literarios de la década de 1920. En estas dimensiones se expresan otras formas de relaciones entre los sujetos en las que la ejecución de las acciones daña a los otros. Nuestra percepción del mal, según María Pía Lara (2009), está predeterminada por las narrativas que exteriorizan el mal y otros tipos de relatos como los históricos. Por eso, “las narraciones nos permiten ilustrar 33 dimensiones ocultas distintas de nuestras capacidades para lastimar y destruir a otros. También, nos conminan a aprender a pensar sobre la especificidad de este tipo de acciones mediante el ejercicio del juicio reflexionante” (Lara, 2009, pp. 54-55). Para la filósofa, el ejercicio del juicio reflexionante es el que hace que adoptemos una postura moral de los actos que menoscaban a los otros y, de esa forma, establecer diferencias entre la maldad y las otras acciones humanas. El análisis de la literatura elegida proporcionará ricas y variadas formas de percibir y de contemplar el mal en las narrativas estudiadas de la década de 1920, porque los procesos modernizadores de la región no se dieron de la misma forma y al mismo tiempo. A lo anterior, se le suma que nuestra literaria es heredera del populismo que declaró el sueño de la integración bolivariana. Para Mabel Moraña (1984), el populismo visto desde un enfoque funcionalista se distingue “por la introducción de una serie de modificaciones a nivel de los tipos de acción social, con vistas a la progresiva diferenciación y especialización de las instituciones, durante el periodo de transición de la sociedad tradicional a la sociedad industrial” (p. 17). Este fenómeno político-social en Chile y Argentina nos lleva a considerar una máquina ideológica funcional que pone a prueba las relaciones entre literatura y conformación de una identidad de tipo nacional. Las relaciones del texto literario con el aparataje ideológico de la época en cuestión, revelan cómo funciona la máquina que busca una transformación social sobre la base de utopías, de ideales y de sueños políticos posteriores a los que se esgrimieron en el siglo XIX. Con la ilación creada entre la literatura y los sistemas de pensamiento dispersados en las primeras décadas del siglo XX, es posible determinar la estética de los discursos 34 literarios y la exclusividad de estas formas ficcionales, como, a modo de ejemplo, sucede con el escritor chileno Augusto D’Halmar. El estilo, la conformación de los personajes y hasta las formalidades estructurales de la obra de D’Halmar, tienen su origen en la objetividad de los discursos ideológicos, sociales, religiosos y políticos que establecieron estructuras diferenciadas en los textos literarios. Lo anterior se debió a que “la diversidad de contextos nacionales y la variedad de proyectos partidistas en las novelas patrióticas de los siglos XIX y XX sobrecargarían cualquier estructura común hasta el punto de reventarla” (Lara, 2009, p. 41). Las novelas elegidas de Augusto D’Halmar, Luis Orrego Luco, Roberto Arlt y Manuel Gálvez, son elaboraciones que surgieron en la época de los discursos hegemónicos cientificistas y antropológicos latinoamericanos (González Echevarría, 2011, p. 77). En ellas, el lenguaje literario es un paradigma que entrelaza las funciones estéticas decimonónicas y las realidades y tendencias del nuevo siglo, consolidado también con una estética motivada por los cambios y movimientos sociales que trajo consigo la nueva centuria. Tales convenciones fueron aprovechadas por nuestros escritores como material novelesco. En ellas, el mal, lo residual y la frontera del cuerpo en el discurso literario, dejaron al descubierto posibilidades de comprensión que podemos abordar desde una visión mediadora de la literatura. Aquí seguimos de nuevoa María Pía Lara (2009) cuando afirmó lo que sigue: Una teoría sobre el mal no puede ser comprendida totalmente sin la dimensión normativa-moral, que sólo emerge de la específica correlación que surge del filtro moral conectado con el recurso estético de su expresividad. Otra manera de expresarlo es diciendo que parte de la elocuencia literaria capta la atención moral de los espectadores porque posee una expresión develatoria de la mirada crítica de quien lo escribe o de quien narra la historia (p. 71). 35 Entendemos, entonces, los lazos que estas literaturas han creado con la política, con la religión, con el poder y con las problemáticas sociales y económicas de la región. Lo anterior, debido a las formas adoptadas por los escritores para estar en medio del sistema mientras ejercían una condición política, pese a la división del trabajo llevada a cabo después de 1890 por la prosperidad que ocasionó la aplicación de los principios del liberalismo económico (Henríquez Ureña, 1964, p. 159). El sentido político de los novelistas fue una constante necesaria para ir más allá de una visión puramente artística y creativa y, bien entrado el siglo XX, desempeñar un ejercicio intelectual. Para Henríquez Ureña, gran parte de la mejor literatura de la América hispánica expone hoy problemas sociales, o al menos describe situaciones sociales que contienen en germen los problemas. Normalmente es la novela el género que con más frecuencia apunta a estos aspectos de la sociedad en los tiempos modernos (p. 190). Así, en cada una de las obras, las condiciones en las que el mal y los sujetos residuales reaparecen una y otra vez añaden los signos necesarios para comprender las situaciones sociales en la literatura, así como los paradigmas de pensamiento de los que echa mano el autor en el proceso escritural. Estas marcas nos hacen degustar la forma y el estilo utilizados en la creación literaria. 5. El mal íntimo y social: dos esferas de la realidad novelesca chilena de la década de 1920 5.1. Capítulo 1. Seducción e ideal ascético: el problema del mal en Pasión y muerte del cura Deusto (1924) de Augusto D’Halmar 5.1.1. Introducción Augusto D’Halmar (1882-1950) escribió desde muy joven y con exclusividad; su abuela cubría los gastos del hogar y sus hermanas realizaban los trabajos de la casa, de manera que podía dedicar una buena parte de su tiempo a la producción literaria y hacerlo de forma independiente (Santiván, 1955, p. 95). Fue testigo activo de esa generación de 1900 que él mismo denominó como la primera auténticamente literaria puesto que, “consagrábase un grupo selecto de elegidos a esa alta labor que habíales asignado el destino dentro de su patria y en la historia de su desenvolvimiento” (D’Halmar, 1975, p. 124). La precocidad literaria del escritor chileno y su encabalgamiento en los siglos XIX y XX, sumado al hecho privilegiado de codearse con artistas y escritores de la vida santiaguina de los primeros años del siglo anterior, permitieron que el autor equiparara las tendencias literarias que abandonaban los proyectos nacionales decimonónicos en Latinoamérica, con el naturalismo que comenzaba finalizando el siglo XIX, para escribir su literatura. 37 En algunas páginas de sus discursos D’Halmar expresó nostalgia precisamente hacia esa época. Lo hizo evocando, con un tono aristocrático, exaltador de la intelectualidad y con una marcada ironía, a los pensadores de la generación del novecientos. Además, recalcó su formación de escritor con ciertos privilegios y el reconocimiento que, desde muy temprano, empezaba a tener por aquellos días en el ambiente íntimo de Santiago: Entonces, los muchachos, cómo seríamos de primitivos en esta tierra nuestra, que admirábamos a los grandes hombres. Era corriente, yendo por la calle, ver volverse a la gente y susurrar un nombre. Cuando alguna vez, muy joven, fui a esperar esa salida de la Catedral en que las mujeres llevaban todavía el manto, los fieles y las fieles se distraían diciendo: “Allí está Augusto Thomson”. Es que era, señores, una época tan primitiva que hasta a los pequeños aspirantes a grandes hombres también se les admiraba (D’Halmar, 1975, p. 520). La enunciación de esa época tan primitiva y el carácter nostálgico que de cierta manera se le imprime, posibilita el estudio de su obra como materialización de un desencanto de discursos y propuestas literarias hegemónicas. Manifestaciones empeñadas en establecer y reafirmar criterios de realidad, verdad y llaneza a todas luces relacionados con el “novomundismo” y con el naturalismo altamente practicado por los escritores latinoamericanos de su época, sin un cambio visible en la escena literaria hispanoamericana al comenzar el siglo XX (Brushwood, 2005, p. 18). Contrario a esto, recalca John Brushwood, la escritura novelesca de la época, e inclusive la que se da varios años después, mantiene características heredadas de la narrativa que data de 1885: “Varias novelas que ocupan sitios destacables en esta muestra expresan el idealismo espiritual y 38 vago del modernismo en contraste obvio con la visión práctica del realismo-naturalismo” (Brushwood, 2005, p. 18). El crítico Alone (1963) afirmó que la novela Pasión y muerte del cura Deusto se construye como una revancha; un desquite por aquello que pudo haberle sucedido a D’Halmar en la atmósfera colonial de Santiago durante su juventud. Lo que, según Díaz Arrieta, explicaría su afán de huir, los símbolos confusos de su obra y, al gastado lamento que lo acompaña, “lo reemplaza la tragedia, viene en su lugar la muerte” (p. 37). Nada nos dice tanto como la singularidad de un personaje novelesco creado por un autor como Augusto D’Halmar. Mas no se trata de referenciar la tan citada homosexualidad (si se quiere emplear el término), tanto de Deusto como de Augusto Thomson, con la que creemos entender la novela del escritor chileno; es decir, “el uranismo de D’Halmar, que no lo explica todo, pero sin lo cual nada se entiende” (Alone, 1963, p. 19). Antes bien, intentamos comprender a partir de estas alusiones y hallazgos de la crítica, la manera como el autor de Pasión y muerte del cura Deusto contradice proyectos estandarizados y homogeneizantes de tipo ideológico, social y político. En tal caso, nos distanciamos de la apreciación de Díaz Arrieta que afirma que la posición política del autor pesa poco en su obra. Alone expresa que el escritor “nunca tomó realmente partido ni se supo al servicio de nadie; lo que en verdad influye es otra actitud más honda, relacionada, no con intereses materiales, sino con la sensibilidad y el gusto, es decir, con su alma” (pp. 38-39). Si bien es cierto que la sensibilidad del autor es apremiante para comprender su obra, también lo es que, a partir de su producción, el pensamiento d’halmariano se despliega en innumerables líneas temáticas y sentidos 39 críticos con los que acude a la escena mundial de su época. Un ejemplo es el D’Halmar columnista. En un estudio titulado Augusto D’Halmar en Madrid. Sus columnas en el periódico Informaciones, Jaime Galgani (2011) escribió que en sus participaciones periodísticas el escritor chileno no solo demostró un conocimiento exhaustivo de la cultura española (que podemos apreciar también en la literatura que escribe por aquella época, entre ella, Pasión y muerte del cura Deusto), sino también manifestó una posición crítica frente a los acontecimientos de la modernidad y el suceso mundial más demoledor del nuevo siglo: la Primera Guerra Mundial (Galgani, 2011, p. 66). En su obra periodística publicada en Informaciones, de acuerdo con la investigación de Galgani, D’Halmar ve desmoronarse un mundo a su alrededor y siente que poco o nada se puede hacer frente a los oficiantes de la nueva cultura, frente a su pragmatismo, su indolencia, su falta de respeto por la vida humana, y su posicionamientopúblico que, transando con los peores vicios y con no mejores mediadores y socios, peca no sólo de antiética, sino también de antiestética (2011, p. 66). El crítico precisa, además, que junto a este evidente ejercicio intelectual, la muerte es un tema recurrente en sus artículos periodísticos. Estos vienen a ser un repertorio “de muertes y el relato de preocupaciones que se adivinan siempre transitorias o distractoras, dibujadas sobre ese escenario de fondo donde no se adivina sino el misterio de una ‘puerta hermética’ tras la cual nadie puede asegurar lo que hay” (Galgani, 2011, p. 67). La eliminación corpórea en Pasión y muerte del cura Deusto devela la transitoriedad de la vida, pero de una vida que no encuentra un espacio colectivo y acogedor. El aniquilamiento propone el fin de la seducción, pero también sugiere la liberación, tal vez 40 la trascendencia que puede venir tras cruzar esa “puerta hermética” que menciona D’Halmar en su publicación periodística. Junto a estas dos lecturas, existe una tercera igual de válida y es aquella que tiene que ver con el tránsito opositor dentro de un mismo sistema de pensamiento que es totalizador y normalizador. De esta manera, “los deseos eróticos que persiguen la unión entre personajes ejemplares se van desplazando cada vez más hacia el hemisferio del mal, que edifican y defienden los dispositivos de poder y saber que dominan en el entramado social” (Faúndez & Martínez, 2019, p. 43). Ese desplazamiento es, también, un tránsito del sujeto hacia los bordes, juicio que ya ha sido catalogado como un maridaje entre la escritura literaria del autor y su propia vida. Además, estudiosos como Orlandi y Ramírez (1960) han hablado de una angustia representativa en la obra del autor que se da por el peso que le trae la soledad infinita del hombre en el universo, sentimiento que, según ellos, conminó al escritor a recurrir al imaginismo. Por lo tanto, esa “Escuela en que la realidad y el pensamiento se funden en poético e imperceptible lazo, brota como mágico asidero en ese derrumbe de ilusiones” (Orlandi & Ramírez, 1960, p. 15). D’Halmar selló una diferencia y singularidad en la literatura chilena de principios de siglo al iniciar ese “idealismo espiritual” del ser que va más allá de todo automatismo y vivisección naturalista de la vida común y la fascinación por narrar el nuevo mundo. Jaime Galgani (2008) encontró un vínculo entre la obra de D’Halmar y la filosofía fenomenológica de Husserl que propone el concepto Lebenswelt como una formulación 41 antitética de la mecanización de la vida y el logicismo naturalista de la comprensión del ser humano2: Lo que observo en la obra de Augusto D’Halmar es, precisamente, esa conjunción entre “vida” y “mundo”, ese trágico acontecer de personajes que, teniendo sus alas, aspiraciones y deseos, se ven sujetos a un mundo con leyes no del todo escamoteables. No es totalmente descartable la existencia de un cierto naturalismo que tiende a anular la existencia del sujeto individual, pero tampoco es discutible la fuerza con que los personajes desean pujar por un gesto de individuación espiritual que los remonte, aunque sea en la enajenación de la locura o del sueño, al mundo personal que quieren vivir (Galgani, 2008, p. 168). El arrobamiento de tal individuación encuentra su génesis quizás en el deseo d’halmariano de rememorar la pasión juvenil perdida como una forma poderosa para afectar el futuro que se vislumbra sombrío e incomprensible. Además, junto a este tópico, se instala la materialización que hace el autor de la huerfanía de su vida3 mientras evoca todo aquello que estuvo presente en la nación chilena de finales del siglo XIX. Desde su condición intelectual y política, D’Halmar, en su obra Pasión y muerte del cura Deusto, se propuso ir en contravía de un recato sexual en la literatura bastante custodiado por el conservadurismo hispanoamericano, pero, sustrayendo este discurso de la escena chilena, 2 Para Galgani (2008) el método fenomenológico de Husserl se instala “frente a la aprehensión naturalista del mundo que pretende hacer de la persona una entidad mecánica causal. Intenta rehuir la reducción del ser humano a una lógica físico-matemática, socio-política, biológica. En esa perspectiva, crea el concepto Lebenswelt, procediendo a realizar una hipostasis aventurada, pues reúne en una sola palabra dos conceptos que tienen algo de antitético: Welt, relacionado con lo que se considera estable, duradero y físico del “mundo”. Y Leben, relacionado con la mutabilidad e irreductibilidad de la ‘vida’” (p. 168). 3 El tema de la huerfanía d´halmariana, la concepción ilegítima y el abandono del padre ha sido de gran interés para la crítica del escritor chileno. Varios estudios tratan el asunto y otros por lo menos lo mencionan. Lo anterior se puede comprobar, entre otros autores, en Jaime Concha (1975); Sylvia Molloy (1999); Natalia Brizuela (2001); y Jaime Galgani (2008). 42 incluso, de la latinoamericana, lejos de los límites del denominado criollismo hispanoamericano. Es allí en donde D’Halmar configuró una creación literaria desinhibida y desprendida de un realismo político-social que se dio después de la segunda mitad del siglo XIX y que perduró inclusive hasta las primeras décadas del siglo XX.4 Los deseos y las pasiones que contravienen la moral conservadora marcarán (en la novela analizada) la imposibilidad del acercamiento corporal, y la muerte como penalizadora que expurga toda situación herética. La novela narra la relación de amistad y de deseo entre un cura que llega a la ciudad española de Sevilla y un niño gitano por el que sentirá una manifiesta atracción. Este personaje juvenil es un seductor que hará que el religioso, ante la imposibilidad de un acercamiento amoroso, encuentre un estado sacrificial del cuerpo que se traduce como estado final del “ideal ascético”. Es una consecuencia que se origina porque ejercer dominio sobre sí mismo, propio del monaquismo y de la preocupación por decir la verdad (confesión) ante la inminente tentación o el pecado corporal, es contrario a la acción del cuidado de sí promulgada por el estoicismo y que, pensamos, es una característica relacionada con el yo autoral. Ello lleva, finalmente, a la repulsión del cuerpo, elemento que ligamos al personaje d’halmariano que deviene imperceptible con 4 La primera novela de Augusto Thomson se publicó en 1902 como La Lucero (Los Vicios de Chile). La novela fue dedicada al pintor chileno Alfredo Melossi, editor de la revista Luz i sombra que él mismo fundó en 1900 y en la que participó enérgicamente el joven Augusto Thomson. En Juana Lucero, como se llamó después, el escritor austral ya integraba elementos metafísicos, sobrenaturales y espirituales provenientes del idealismo espiritual del modernismo, según Brushwood (2005), que se mezclaban con el naturalismo zoliano. Dichos elementos se pueden apreciar en la denuncia precisa y fehaciente que hace el escritor de una sociedad considerada desigual e injusta en la que sufren y sobresalen los sujetos residuales. 43 la muerte: “El ‘Conócete a ti mismo’ ha oscurecido al ‘Preocúpate de ti mismo’, porque nuestra moralidad insiste en que lo que se debe rechazar es el sujeto” (Foucault, 2008, p. 54). El filósofo francés afirma que entre ascetismo y conducta sexual tercia la prohibición verbal inducida por el secreto y la decencia, y, paradójicamente, la obligación de decir la verdad mediante la confesión. El secreto que permanece como negación del pecado, pero también como herramienta de señorío y de poder monástico que objeta al sujeto, se articula con la moral de los esclavos proclamada por Nietzsche (2003) 5. Las tres palabras que problematizan el ideal ascético: “pobreza, humildad, castidad” (Nietzsche, 2003, p. 153), están íntegramente relacionadas con la pasión de Iñigo Deusto, quien sufrirá la seducción yreprimirá sus deseos e impulsos vitales para encontrar la virtud del espíritu. El filósofo alemán, a la pregunta de ¿qué significan los ideales ascéticos?, responde: […] en los seres fisiológicamente malogrados y desafinados (la mayoría de los mortales), un intento de creerse ‘demasiado buenos’ para este mundo, una forma sagrada de desenfreno, su medio principal en la lucha contra el dolor lento y el aburrimiento; en los sacerdotes, la auténtica fe sacerdotal, el mejor instrumento de su poder, también el permiso ‘supremo’ para ejercer el poder; en los santos, finalmente, un pretexto para hibernar, su novissima gloriae cupido, su descanso en la nada (‘Dios’), su forma de locura (Nietzsche, 2003, pp. 141-142). 5 Nietzsche (2003) escribió que el ascetismo se relaciona con la mnemotécnica. La conciencia moral se vuelve imperecedera en la memoria del animal hombre a través del sufrimiento, principio que se obtiene, según Nietzsche, “de la más antigua (y, por desgracia, también de la más extendida) psicología que hay sobre la tierra”; es decir, el horror que ha existido en los pactos o negociaciones del hombre configura un lema para la creación de la conciencia moral: “Se marca algo con fuego para que permanezca en la memoria: sólo lo que no cesa de hacer daño permanece en la memoria” (p. 101). 44 De acuerdo con la cita anterior, el ingreso en la nada del antihéroe de la novela analizada, cualifica la problematización que se hace del amor, de la pasión y del deseo cuando este, mediado por la seducción, se propone alcanzar un estado metafísico de probidad. Tal estado puede ser considerado como un intento del antihéroe por trascender lo corpóreo desde la resistencia al deseo y, junto al pensamiento d’halmariano y la novela en sí, como una manera de increpar el estado de la confesión que deviene secreto. Lo anterior se evidencia en el recurso de la escritura como transcripción de un estado de conciencia (Foucault, 2008, p. 65) que promulga su Ars erótica. Una finalidad, podríamos decir, sería evidenciar la condena que sufre el individuo en una época en la que los discursos humanísticos y los proyectos ilustrados son cuestionados.6 D’Halmar plantea una resistencia dentro de la misma resistencia a la norma. La primera resistencia es algo muy parecido a la noción de Enkrateia que Michel Foucault (2005) rescató del pensamiento griego clásico y que definió al problematizar la moral de los placeres. Es decir, si no existe el deseo y por consiguiente no se desarrolla una lucha contra ese deseo, 6 En consonancia con la relación entre Pasión y muerte del cura Deusto y la heteronormatividad, este trabajo reconoce postulados actuales como los de Faúndez y Villa (2019), quienes estudiaron cinco novelas latinoamericanas en las que el sujeto homosexual es un personaje constituido a partir de su interacción con el poder disciplinario (p. 111). De la novela de D´Halmar, Faúndez y Villa escribieron: “Deusto, como sacerdote, debe seguir una estricta disciplina religiosa, marcada por la abnegación, el arduo trabajo, el asedio de la culpa y el castigo constante como forma de resarcimiento, sometiendo su cuerpo y espíritu mediante actos que van desde el simple ayuno hasta las privaciones más exageradas” (p. 106). Desde este punto, nuestra disposición principal es relacionar tales elementos y vínculos con el mal, el ideal de ascetismo y el deseo mimético cuando el individuo experimenta un padecimiento psicológico debido a los lazos que lo unen a una sociedad metódica que le infringe un daño corporal. 45 entonces no hay un vencedor y nadie podrá afirmarse virtuoso, si parafraseamos a Antifón el Sofista (Foucault, 2005, p. 64). De ahí parte el principio de ideal ascético que estudiamos en la novela de D’Halmar. No obstante, pensamos que, como categoría de análisis, el ascetismo no es más que una forma de problematizar esa resistencia a la norma y al control del Establishment. En el pensamiento griego clásico –escribió Foucault– la idea de los “adversarios que el individuo debe combatir no solo están en él o cuando mucho cerca de él. Son una parte de sí mismo” (p. 66). La formulación de una ascética en Pasión y muerte del cura Deusto previene una manera de impugnar la moral dominante porque el deseo es ingénito de la persona. No habrá en el discurso novelístico tal liberación en vida. Los “males” previstos que inculpan y que provienen del individuo como sujeto deseante, solo podrán ser depurados a través de la muerte porque estos no le son extraños al sujeto deseante quien es, en nuestro caso, Deusto, el personaje que consolida el deseo homoerótico. Así, lo que no debemos olvidar “para definir el estilo general de esta ‘ascética’ es que el adversario al que debe combatirse –por alejado que esté, por su naturaleza, de lo que pueda ser el alma, o la razón o la virtud– no representa otro poder, ontológicamente extraño” (Foucault, 2005, p. 66). Si bien es cierto que una parte de la crítica de Pasión y muerte del cura Deusto (1924) ha planteado la existencia de una posición de alteridad del autor en los sucesos novelados, para críticos como Vicente Urbistondo (1982) la novela de Augusto D’Halmar produce un desenmascaramiento que, aunque español, “abre una brecha harto más ancha que la de Blest Gana” (p. 173) y pone de manifiesto las pasiones alborozadas que no 46 podrían tratarse sino con cierta sinuosidad en una sociedad con un amplio sentido mimético de afrancesamiento. Héctor Domínguez Rubalcava (2001) habla de un discurso del ritual católico que resignifica y construye metáforas que guían la narración por sentidos más complejos, distanciados del mero curso de los acontecimientos. Del análisis de Domínguez nos interesa la observación de una forma de la envoltura que empezaría por la sotana del cura como un límite corporal, para llegar a otros empaques como el de la homilía que contiene todo el drama pasional de Deusto, o el discurso de lo estético que empaqueta la atracción y la seducción de Pedro Miguel. Lo anterior marca el inicio de una relación mimética o deseo mimético en la ficción, y aquí radica parte de la propuesta de este capítulo, que contiene las relevantes formas de parecer ser o de llegar a ser según las relaciones triangulares entre el sujeto deseante, el mediador y el objeto del deseo, de acuerdo con René Girard (1985). La envoltura es, entonces, una determinada forma de mediación que se destaca junto a los arbitrios principales. Sylvia Molloy (1999), por su parte, escribe de la novela y del seudónimo de Augusto Thompson como su primera ficción homoerótica7, “que cifra la pérdida, la imposibilidad de unión con el objeto amado, el deseo masculino y la fallida colaboración entre hombres no solo en el texto mismo sino en la figura de su autor” (p. 271). Por eso, la investigadora declaró que, como texto fundador, 7 Juan Cornejo Espejo (2009) señala que varios autores prefieren la noción de “homoerotismo” en lugar de “homosexual” y “homosexualismo”, principalmente, porque este término “describe mejor la pluralidad de prácticas y deseos de los hombres orientados hacia el mismo sexo” (p. 144). 47 el seudónimo es también una primera ficción de desplazamiento, el comienzo de una interminable errancia que es tema de la mayoría de los libros de D’Halmar. D’Halmar bien puede ser el nombre de un antepasado sueco, pero es también al mar, llamado que el autor, después de su ruptura con Santiván, acata con furia (Molloy, 1999, p. 271). Según Molloy, Pasión y muerte del cura Deusto es un intento del autor por alterar el orden establecido de una hispanidad eurocéntrica, reclamarla para Hispanoamérica y, a la vez, trastocarla por completo. Lo anterior podría explicar la gran variedad de imágenes culturales y religiosas como prácticas notables abarcadoras de una conciencia hispánica y de un conocimiento social español por parte de un escritor latinoamericano.
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