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Padilla Villada_Edwin Mauricio Tesis

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Universidad de Concepción 
Dirección de Postgrado 
Facultad de Humanidades y Arte 
Programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana 
 
 
EL MAL Y EL (DES)ENCANTO NACIONAL EN NOVELAS 
CHILENAS Y ARGENTINAS DE LA DÉCADA DE 1920 
 
 
Tesis presentada a la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de 
Concepción para optar al grado de Doctor en Literatura Latinoamericana 
EDWIN MAURICIO PADILLA VILLADA 
CONCEPCIÓN, CHILE 
2023 
 
 
Profesor Guía: Dr. Edson Faúndez Valenzuela 
Universidad de Concepción, Chile 
 
Profesor Co-Guía: Dr. Claudio Maíz 
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina 
 
Se autoriza la reproducción total o parcial, con fines académicos, por cualquier medio o 
procedimiento, incluyendo la cita bibliográfica del documento. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 3 
DEDICATORIA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A Paula, David Alejandro y Juan Felipe, amores de 
siempre. 
 A mis padres. 
 A mis hermanos. 
AGRADECIMIENTOS 
Comienzo expresando mi profundo agradecimiento al Dr. Edson Faúndez Valenzuela, mi 
tutor de tesis, cuya dedicación y sabiduría han sido pilares fundamentales a lo largo de 
este extenso viaje académico. Su orientación y apoyo fueron invaluables en cada fase de 
mi investigación. Además, no puedo dejar de mencionar la formación y el valioso 
respaldo brindado por la Universidad de Concepción, el programa de Doctorado en 
Literatura Latinoamericana, y a mis profesores, quienes enriquecieron mi formación 
académica de manera significativa. Asimismo, deseo expresar mi sincera gratitud a la 
Dra. María Luisa Martínez, cuya grata compañía y mano amiga constituyeron un 
verdadero regalo en este recorrido académico. A mi compañera e investigadora Ilsen 
Jofré, con quien mantuve enriquecedoras conversaciones sobre la obra de Luis Orrego 
Luco que se materializaron en valiosos y contundentes aportes a mi investigación. 
También, agradezco a quienes desempeñaron un rol esencial en mi investigación durante 
mi pasantía doctoral patrocinada por el Proyecto UCO 1866 de la Universidad de 
Concepción, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en 
la ciudad de Mendoza, Argentina. El Dr. Claudio Maíz, co-guía de mi tesis, ha sido un 
gran orientador y colaborador en este proceso. Destaco, además, el trabajo de la 
directora de la biblioteca, la señora Sandra Ficarra, así como la amabilidad y 
profesionalismo de las señoras Carina Cortez, Noelia Vicario y Natalia Ribes, quienes 
forman parte del equipo de biblioteca. Con ellas compartí gratos momentos y forjé 
amistades que valoro profundamente. Su incansable ayuda en la búsqueda de recursos de 
investigación fue crucial para el desarrollo y consolidación de mi trabajo académico. Por 
último, resalto que esta tesis se escribió gracias a la Beca de Doctorado Nacional año 
2021, Folio 21211112 otorgada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo 
de Chile (ANID). Se circunscribe, igualmente, dentro del Proyecto Fondecyt Regular N°. 
1171498 denominado “Sentidos, formas y figuraciones del mal en la novela chilena 
producida entre 1858 y 1929”, y cuyo investigador principal es el Dr. Edson Faúndez. 
 
ÍNDICE 
1. INTRODUCCIÓN .................................................................................................................................. 8 
2. OBJETIVOS ......................................................................................................................................... 22 
2.1. OBJETIVO GENERAL .................................................................................................................... 22 
2.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS ............................................................................................................ 22 
3. HIPÓTESIS .......................................................................................................................................... 24 
3.1. PRIMERA HIPÓTESIS .................................................................................................................... 24 
3.2. SEGUNDA HIPÓTESIS ................................................................................................................... 24 
4. LA PROBLEMÁTICA DEL MAL EN LA LITERATURA ESTUDIADA ....................................... 25 
4.1. EL MAL COMO DISIDENCIA DE LA CONDICIÓN HEGEMÓNICA ........................................ 25 
4.2. EL ESPACIO LATINOAMERICANO EN EL RELATO FICCIONAL: UN DESPLIEGUE DE LA 
VIDA EN TENSIÓN .................................................................................................................................... 27 
4.3. LA EMERGENCIA DEL MAL Y LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD LATINOAMERICANA .. 29 
4.4. EL RELATO FICCIONAL: UNA ARQUETA DE SECRETOS ...................................................... 32 
5. EL MAL ÍNTIMO Y SOCIAL: DOS ESFERAS DE LA REALIDAD NOVELESCA CHILENA DE 
LA DÉCADA DE 1920 ................................................................................................................................ 36 
5.1. CAPÍTULO 1. SEDUCCIÓN E IDEAL ASCÉTICO: EL PROBLEMA DEL MAL EN PASIÓN Y 
MUERTE DEL CURA DEUSTO (1924) DE AUGUSTO D’HALMAR ....................................................... 36 
5.1.1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 36 
5.1.2. D’HALMAR Y EL (DES)ENCANTO FRENTE A PROYECTOS POLÍTICOS DECIMONÓNICOS 
EN LA LITERATURA ................................................................................................................................. 48 
5.1.3. ENTRE EL ASCETISMO ESTOICO Y EL DESEO MIMÉTICO COMO FUENTE DEL MAL .... 59 
5.1.4. EL MAL Y LA SEDUCCIÓN: LA CONFIRMACIÓN DE LA MUERTE COMO PENA DEL 
ESTADO HERÉTICO .................................................................................................................................. 71 
5.2. CAPÍTULO 2. EL TRONCO HERIDO: LA CONSIGNA DE LOS MALES NACIONALES O EL 
INFORTUNIO DEL YO RUINOSO ............................................................................................................. 79 
5.2.1. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 79 
5.2.2. EL DOBLEZ SOCIAL: UNA PRESENTACIÓN ASIMÉTRICA DE LOS MALES NACIONALES ..... 84 
5.2.3. UN PRESENTE DESHILACHADO Y LA RUINA DEL CUERPO: LA CONFESIÓN DEL MAL EN 
EL EJEMPLO DE UN CONTEMPORÁNEO. ............................................................................................... 94 
5.2.4. EL YO RUINOSO PASIONAL Y LA CONFIGURACIÓN DEL MAL NACIONAL ................... 106 
5.2.5. ALGUNAS CONSIDERACIONES ROMÁNTICAS ENTRE LUIS ORREGO LUCO Y AUGUSTO 
D’HALMAR ............................................................................................................................................... 114 
6. LO RESIDUAL: SUJETOS (DES)CENTRALIZADOS O LA AFECTACIÓN DEL TERRITORIO 
INDIVIDUAL Y SOCIAL ......................................................................................................................... 121 
 6 
6.1. CAPÍTULO 3. LOS SIETE LOCOS Y EL SENTIDO DEL MAL EN LOS SUJETOS RESIDUALES: 
LITERATURA QUE SE HACE CARGO DE UN TERRITORIO (DES)ENCANTADO ......................... 121 
6.1.1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................... 121 
6.1.2. ROBERTO ARLT: LA VUELTA DE TUERCA EN LA NARRATIVA ARGENTINA DE 
PRINCIPIOS DE SIGLO ............................................................................................................................ 129 
6.1.3. LA FORMULACIÓN DEL MAL EN LA CIUDAD MODERNA LATINOAMERICANA: EL CASO 
DE BUENOS AIRES .................................................................................................................................. 139 
6.1.4. LOS PORMENORES DE LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DEL MAL...................................... 150 
6.2. CAPÍTULO 4. MANUEL GÁLVEZ Y SU HISTORIA DE ARRABAL: EL ESPANTO DE LO 
RESIDUAL EN LA EXTERIORIZACIÓN DEL MAL ............................................................................. 163 
6.2.1. INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................... 163 
6.2.2. MANUEL GÁLVEZ Y LO RESIDUAL DESDE UNA MIRADA NACIONALISTA .................. 172 
6.2.3. UN MAL DESVAÍDO: ENTRE LA AFECTACIÓN DE LA VOLUNTAD EN LOS RESIDUOS DE 
LA MODERNIDAD Y LA ENERGÍA SINIESTRA DE LO CRIOLLO ...................................................... 186 
7. CONCLUSIONES .............................................................................................................................. 196 
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ....................................................................................................... 209 
 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
La presente investigación doctoral estudia varias novelas publicadas en la 
década de 1920, concernientes a dos tradiciones literarias: la chilena y la argentina. 
El análisis se centra en dilucidar cómo los escritores Augusto D'Halmar, Luis 
Orrego Luco, Roberto Arlt y Manuel Gálvez exteriorizan, en sus narrativas, el mal 
que se origina en los proyectos modernos de Chile y Argentina, manifestando, a 
su vez, el (des)encanto inherente a los ideales nacionalistas e ilustrados del siglo 
XIX. Observamos que los autores distanciaron sus narrativas de la retórica erótica 
y de la unión entre heterogéneos, principales fundamentos de la nación. El primer 
capítulo se cuestiona cómo se percibe el mal en la lucha interna de los personajes 
de la obra de Augusto D’Halmar, y explora las tensiones entre el deseo y la 
moralidad en una sociedad represiva. El segundo capítulo desentraña las 
complejidades y los mensajes subyacentes en la narrativa de Luis Orrego Luco, 
revelando la manera como los personajes muestran sus verdaderas intenciones bajo 
apariencias superficiales. El Capítulo 3 explora la manifestación del mal como una 
entidad contagiosa y banal en la obra de Roberto Arlt que desafía las expectativas 
modernas y expone la fragilidad del sistema. Y, finalmente, el cuarto capítulo 
dilucida las tensiones entre la energía rebelde del territorio y la influencia 
extranjera durante la transformación de la ciudad colonial a la urbe moderna en la 
Argentina de Manuel Gálvez. 
 
1. Introducción 
Esta investigación propone estudiar la relación y el diálogo que se da en novelas 
escritas en la década de 1920 con el problema del mal. Los autores elegidos pertenecen a 
dos tradiciones literarias latinoamericanas. De la tradición literaria chilena, leeremos, de 
Augusto D’Halmar (1882-1950) y de Luis Orrego Luco (1866-1948), las novelas Pasión 
y muerte del cura Deusto (1924) y El tronco herido (1929), respectivamente. De la 
tradición literaria argentina estudiaremos las novelas Los siete locos (1929) y Los 
lanzallamas (1931) de Roberto Arlt (1900-1942), e Historia de arrabal (1922) de Manuel 
Gálvez (1882-1962). Planteamos que las ficciones elegidas manifiestan el (des)encanto 
de los proyectos nacionalistas e ilustrados del siglo XIX, de manera que los escritores 
toman distancia de la retórica del erotismo y de la unión entre heterogéneos como vía 
para fundar la nación. 
La idea de nación ilustrada y liberal entra en crisis y los conceptos de identidad se 
emancipan del sentimiento nacionalista, del proyecto ilustrado y de sus nexos con la 
literatura. En el análisis nos adentraremos en el estudio de las novelas chilenas y argentinas 
de este período, con el propósito de dilucidar las representaciones del mal, el (des)encanto 
nacional en la ficción y su relación con los proyectos utópicos que emergieron en el siglo 
XIX. A lo largo de estas páginas se cuestionará cómo las obras literarias de la década de 
1920, en un periodo de transición de las ciudades latinoamericanas y del auge moderno, 
dialogan con conceptos fundamentales como el mal, los sujetos residuales, la 
 9 
marginalidad y el (des)encanto nacional, ofreciendo una visión notable de la interacción 
entre la literatura, el problema del mal y la identidad cultural. 
Determinaremos cómo las narrativas de Chile y Argentina de esta época dan voz 
a los sujetos marginales e inspeccionan aspectos oscuros de la condición humana. 
Comprenderemos la manera en que los personajes, configurados como héroes 
imperfectos, derruidos, fracturados y conminados a los bordes, resquebrajan, desde el 
interior mismo, el sistema que los produjo. Estas literaturas construyen nuevos paradigmas 
y determinan contrasentidos de realidad para subvertir la modernidad chilena y argentina 
gestada en los últimos años del siglo XIX y habiéndose intensificado en el comienzo del 
siglo XX. A través de un enfoque interdisciplinario que incorpora conceptos filosóficos, 
literarios y sociopolíticos, esta tesis busca arrojar luz sobre las percepciones cambiantes 
de lo nacional y el mal en un período de creciente introspección y cuestionamiento. 
El estudio se organiza en dos bloques que, a su vez, cada uno de ellos se divide en 
dos capítulos. El primer bloque se intitula “El mal íntimo y social: dos esferas de la 
realidad novelesca chilena de la década de 1920”, y lo integran los capítulos uno, 
denominado “Seducción e ideal ascético: el problema del mal en Pasión y muerte del cura 
Deusto (1924) de Augusto D´Halmar”, y dos, “El tronco herido: la consigna de los males 
nacionales o el infortunio del yo ruinoso”. En el Capítulo 1 se examinarán las formas en 
que el mal se manifiesta en la lucha interna de los personajes novelescos de Pasión y 
muerte del cura Deusto, explorando cómo las tensiones entre el deseo y la moralidad 
moldean las percepciones del desencanto de proyectos políticos homogeneizantes. A 
través de la obra de D'Halmar, se sondearán las intersecciones entre el mal, el ascetismo, 
 10 
el deseo mimético y la construcción de la identidad en el contexto de una sociedad que, 
aunque en transformación, contiene en su haber la contención de los deseos de la carne. 
En el Capítulo 2 descifraremos las complejidades sutiles y los mensajes ocultos 
que yacen en la intersección entre los personajes, sus acciones aparentemente 
convencionales y la revelación de secretos profundos. A través de una lente 
multidisciplinaria que combina literatura y filosofía, este capítulo se adentra en la trama 
melancólica de la narrativa de Orrego Luco, exponiendo los giros y desplazamientos que 
caracterizan a la época en la que escribe. El capítulo también profundiza en el papel del 
cuerpo como depositario simbólico del mal, y cómo las inversiones de sensibilidades 
desafían las expectativas tradicionales de género y socavan las estructuras hegemónicas. 
A través de personajes complejos y multidimensionales, Orrego Luco interpela a los de 
su clase hegemónica sobre la pérdida del control de la nación. Lo hace mediante la 
denuncia del tejido de una red de relaciones y dinámicas que exploran la lucha entre las 
inclinaciones pasionales y las restricciones morales y sociales de la sociedad hegemónica. 
El capítulo desvela cómo las novelas de Luis Orrego Luco operan como dispositivos 
literarios de doble sentido, en donde las verdaderas intenciones y deseos se ocultan bajo 
una superficie de apariencias. Estas obras se convierten en reflejos complejos de una época 
de cambios y de crisis en la que podemos sumergirnos para descubrir las verdades ocultas 
y los giros que dan forma a la literatura de la década de 1920. 
El segundo bloque lo hemos llamado “Lo residual: sujetos (des)centralizados o la 
afectación del territorio individual y social”, y se compone de los capítulos tres y cuatro. 
El Capítulo 3 se intitula “Los siete locos y el sentido del mal en los sujetos residuales: 
 11 
literatura que se hace cargo de unterritorio (des)encantado”. En este apartado estudiamos 
el mal como una potencia que no se limita al “otro” desconocido, sino que se insinúa 
insidiosamente en las fibras mismas del sistema. Bajo el análisis de pensadores como 
Baudrillard y Hannah Arendt, esta narrativa revela cómo el mal contemporáneo, lejos de 
ser una fuerza abstrusa, se manifiesta como una entidad banal, virulenta y contagiosa que 
germina en el corazón mismo de la modernidad. Los protagonistas arltianos, los locos de 
la trama, encarnan una crueldad que desafía las expectativas y destapa la fragilidad del 
sistema, dejando al descubierto el resquebrajamiento de la civilización. En este capítulo, 
sopesamos el periplo estético de Roberto Arlt en contraste con la obra de Manuel Gálvez, 
trazando una línea entre la visión realista y naturalista del arrabal de este último y la 
perspectiva desencantada de Arlt. Con un enfoque particular en los personajes y sus 
itinerarios urbanos, exploramos cómo la literatura de Arlt desmitifica la noción de 
progreso y modernidad, sumiendo al individuo en la sensación de superfluidad en medio 
de un sistema que promete, pero no cumple. 
Finalmente, en el Capítulo 4 denominado “Manuel Gálvez (1882-1962) y su 
historia de arrabal: el espanto de lo residual en la exteriorización del mal”, la obra de 
Manuel Gálvez emerge como representación de las tensiones y contradicciones que 
definieron la transición de la ciudad colonial a la urbe moderna en Argentina. En su novela 
Historia de arrabal Gálvez se adentra en los rincones oscuros y marginales de la sociedad 
argentina, y nos permite vislumbrar una forma de energía rebelde arraigada en la herencia 
criolla y el mundo hispánico antiguo. Al explorar la interacción entre esta energía rebelde 
y la influencia extranjera, el escritor argentino plantea preguntas sobre la identidad 
 12 
nacional, el problema de la modernidad desde una perspectiva diferente a la que tenía 
Roberto Arlt, y la transformación del espacio urbano. En el capítulo analizaremos en 
detalle cómo Gálvez aborda y da forma a estas cuestiones a través de su narrativa. El autor 
se sumerge en dos vertientes fundamentales de la Argentina en transición: por un lado, la 
energía y “malignidad” de lo telúrico y lo argentino, que se erige como una respuesta al 
poder extranjerizante y al materialismo; por otro lado, la presencia preponderante de los 
sujetos residuales en el tejido social de la modernidad argentina. 
Para la revisión crítica de los textos emplearemos las teorías y planteamientos de 
Deleuze y Guattari (2004) en relación con los devenires. De estos postulados nos interesan 
aquellas ideas relacionadas con los procesos de desterritorialización y reterritorializacion 
de los seres y el devenir de un estado molar a otro molecular de los sujetos marginales o 
antihéroes. Para analizar el problema del mal, nos basaremos en las tesis que sobre esta 
noción tienen Immanuel Kant (1876; 2007) y Friedrich Nietzsche (2003; 2013) y las 
interpretaciones de Richard Bernstein (2006), Susan Neiman (2012) y María Pía Lara 
(2009). Nos interesa, de los planteamientos kantianos, la exteriorización del mal y su 
relación entre la virtud y la felicidad leídas desde las formas sociales y el pensamiento 
común chileno y argentino. De Nietzsche retomaremos la idea del resentimiento y la 
maldad como elemento político que determina una mirada previa y espontánea del otro 
que está desprovisto de privilegios. Nos interesa del filósofo alemán, a su vez, los axiomas 
relacionados con el ideal ascético problematizado por la pobreza, la humildad y la 
castidad. 
 13 
En la misma línea del problema del mal, nuestro análisis recurre a los fundamentos 
de Paul Ricoeur expuestos en su libro El mal. Un desafío a la filosofía y a la teología 
(2007). Ricoeur propone que el mal moral, o las acciones humanas que contravienen la 
moral, son objeto de imputación, acusación y reprobación. A partir de los conceptos de 
René Girard (1985) expuestos en Mentira romántica y verdad novelesca estudiamos los 
procesos miméticos en la literatura elegida y la evolución del mal a partir del deseo y de 
las tensiones que se reproducen entre los personajes novelescos. Por otro lado, hemos 
examinado las propuestas teóricas de Zygmunt Bauman (2005) para esclarecer la 
evolución de los sujetos residuales en la literatura y su conexión con la problemática del 
mal. Esta dinámica se manifiesta cuando los individuos se vuelven superfluos y 
excedentes de la modernidad. Elegimos, de igual manera, la noción de “doblez cómplice” 
de Jean Baudrillard (2011) para determinar en las novelas del corpus el surgimiento y 
funcionalidad del terrorismo como fuerza virulenta que se potencia desde el poder 
establecido. Además, empleamos los postulados de Michel Foucault (2005; 2007; 2008) 
con respecto al ascetismo en las sociedades heteronormativas, la confesión como una 
transgresión deliberada, y sus razonamientos relacionados con las tecnologías del yo. 
Además, este trabajo analítico tiene muy presente los procesos sociales, culturales 
y políticos de principios del siglo XX llevados a cabo en las naciones que participan de la 
investigación, y considera, también, los comentarios críticos y las lecturas que se han 
hecho de las obras estudiadas. Para dar cuenta de lo anterior, el lector encontrará en cada 
uno de los capítulos el despliegue teórico, el diálogo con la crítica precedente y los niveles 
de análisis llevados a cabo en nuestra investigación. Nuestro análisis nos ha guiado a 
 14 
comprobar que en las novelas del periodo revisado se da cierta libertad para narrar, con 
otros paradigmas y variados temas, los movimientos sociales, las desesperanzas y las 
esferas locales e internacionales que pesaron sobre Chile y Argentina, una vez finalizado 
el siglo XIX y en los comienzos del siglo XX. Para Doris Sommer (2004), las novelas 
románticas junto a la historia nacional en América Latina, “despertaron un ferviente deseo 
de felicidad doméstica que se desbordó en sueños de prosperidad nacional materializados 
en proyectos de construcción de naciones que invistieron a las pasiones privadas con 
objetivos públicos” (p. 23), por lo tanto, desprendidos de esta visión utópica, los escritores 
de las primeras décadas del siglo XX materializaron la desilusión de la modernidad. 
Si, por un lado, el lenguaje literario, custodio de las políticas que cimentaron las 
recién fundadas naciones latinoamericanas, presentaba el prototipo de héroe requerido 
para consolidar los Estados y legitimar una familia pública que constituyera el bien de la 
unidad nacional (como en Amalia y Martín Fierro), por el otro, las narraciones de la 
década de 1920, descifraron a aquellas naciones agitadas por la decadencia de sus mismas 
instituciones, el conglomerado social y la caída del héroe nacional, ahora expuesto como 
residuo y destinado a ser un sujeto marginal. Las innovaciones literarias de la región en la 
década en cuestión, perfilaron la competencia científico-antropológica (González 
Echevarría, 2011) vinculada al conocimiento de las identidades nacionales. Lo anterior 
conllevó a que este saber problematizara la realidad social, política, cultural y económica 
que enajenó las creaciones literarias de la época. 
Los esfuerzos por modernizar e industrializar a las naciones latinoamericanas y las 
consecuencias de tales fenómenos, así como las nuevas tendencias de pensamiento que se 
 15 
redefinieron en el mundo occidental, sumadas a la decadencia de la utopía del Nuevo 
Mundo, son la gran fuente de material novelable para los autores elegidos en esta 
investigación. El modernismo de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo 
XX confiere la expurgación de los caracteres cientificistas, positivistas y laicistas de la 
modernidad y referencia la metódica apropiación por parte de los escritores 
latinoamericanos del Realismo y delNaturalismo, movimientos europeos con grandes 
repercusiones en Chile y Argentina. 
A partir de esta idea, en nuestra investigación nos hemos preguntado por el 
desplazamiento que sufren los personajes novelescos y la manera como los escritores 
reformulan las tradiciones literarias. En sí, las novelas participan de las tendencias 
estéticas que redefinen las maneras en que se advierten los cambios estructurales de esta 
parte del mundo y contravienen otras configuraciones culturalmente definidas y 
homogeneizantes. El realismo al que se adscriben las novelas nacionales que estudió Doris 
Sommer (2004) cumple, como efecto determinante y característico de su modo y de su 
forma, “la función de la desmitificación” (Jameson, 2018, p. 11) de las literaturas 
paradigmáticas en Latinoamérica. De esta manera, el realismo pone en “primer plano las 
características de la realidad social que no pueden asumir” (p. 11) estas obras. 
En esa revelación y desmitificación estilística se produce el giro hacia el 
naturalismo. Dicho movimiento es propiciado, en América Latina, por el desnivel que se 
da entre el fin del siglo XIX y la nueva centuria que pone a los escritores frente a diversos 
cambios estructurales que visibilizaron las formas particulares de la condición marginal. 
La región vivía un auge modernizador, caracterizado por la evolución de la minería, la 
 16 
expansión de las ciudades, los avances agrícolas y ganaderos y la evolución del transporte, 
sumado todo esto a una agitada actividad política. Todo esto fraguó proyectos capitales, 
en algunos casos, y dio continuidad a otros, haciendo que las personas que no encontraban 
acomodo en la modernidad chilena y argentina, fueran vertidos como residuos y 
confinados a habitar las zonas marginales. De ahí, el desplazamiento del realismo hacia el 
naturalismo en los últimos años del siglo XIX y la apropiación que hicieron del 
naturalismo los escritores latinoamericanos. Según Fredric Jameson (2018), el 
naturalismo 
será, pues, el espacio literario asignado al cuarto gran jugador en la sociedad del 
siglo XIX: junto al joven en formación, el «individuo histórico-mundial» político 
y la mujer, el naturalismo abre un espacio para el trabajador y junto a él a la 
población más heterogénea de las «profundidades inferiores» del 
lumpenproletariado y los marginados en general (p.174). 
 
La narrativa revisada, en ese sentido, nos plantea ambientes, percepciones y 
configuraciones de una realidad periférica que se desplaza hacia la visibilización de 
personajes cada vez más abyectos y marginales. Cada uno de los fenómenos sociales 
acaecidos en los dos países que participan en este trabajo, motivaron las transformaciones 
literarias hasta ahora dependientes de la ilusión de realidad prevista por las tendencias 
europeas. De manera que estas nuevas concepciones pugnaron a las tradiciones literarias 
nacionales. Según Muñoz y Oelker (1993), en Chile “como resultado del creciente influjo 
de los sectores medios y del impacto de la coyuntura internacional, se operaron, entre 
1920 y 1938, una serie de profundos cambios en la estructura social, económica, política 
y cultural del país” (p. 129). En consecuencia, se constituyeron, a partir de estos cambios, 
 17 
diversas visiones intelectuales que trajeron consigo corrientes estéticas innovadoras 
erigidas en formas recientes de la expresión literaria del país. 
No es un secreto que iniciado el siglo XX en Latinoamérica las tendencias 
económicas y políticas acabaron por demarcar las enormes brechas sociales. Los escritores 
se dieron a la tarea de llevar a la escritura novelesca aquellos elementos de impacto que 
marcaron a las sociedades establecidas después de los proyectos nacionalistas. Ahora bien, 
existen grandes diferencias de uno y de otro lado en relación con el desarrollo del proyecto 
moderno en los diferentes países latinoamericanos; es decir, el fenómeno de la 
modernidad no fue un proceso homogéneo, más bien, tal ejecución se llevó a cabo de 
diferentes maneras y con profundas y variadas formas de permear las sociedades 
hispanoamericanas. Contrario a lo que pasaba en los países que conforman nuestra 
investigación, en Colombia, por ejemplo, ante este impulso modernizador “la literatura 
buscaba varios objetivos a comienzos del siglo XX, y las novelas aceptadas oficialmente 
conllevaban un proyecto ideológico y moral” (Williams, 1992, p. 64) con el que se 
intentaba combatir la presencia de los aires modernos, pese al rezago económico del país. 
Lo que significó el desplazamiento de la escritura novelesca hacia los límites del 
criollismo para exaltar los valores nacionales con los que se había fundado la República. 
Después de María, como romance nacional, el costumbrismo se enfocó 
con entusiasmo patriótico, en captar las notas distintivas de la nacionalidad. Cierto 
es que tal afán patriótico pecó de unilateral, ya que comúnmente solo explotó y 
exaltó una de las raíces de la nacionalidad. Por heredar del romanticismo la 
tendencia a la idealización y al pintoresquismo, los costumbristas describieron a 
porfía un campo horaciano, “antesala del paraíso”, y encontraron en el campesino 
 18 
nuestro la quintaesencia de las virtudes nacionales y cristianas (Curcio Altamar, 
1975, p. 120). 
 
La literatura una vez más sirvió como instrumento para generar un sistema de 
pensamiento que reivindicara el campo valórico de las regiones culturales colombianas. 
A ellas había que volver la mirada para reconocer las riquezas, no solo naturales según el 
apogeo de la explotación de recursos en los comienzos del siglo XX, sino también aquellas 
relacionadas con los valores fundamentales sobre los que se había fundado la nación. Si 
en María el doble propósito de Isaacs era el de “referir una historia amorosa y de evocar 
el paisaje tanto humano como natural de su tierra” (Menton, 2007, p. 9), en posteriores 
novelas de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, las tramas de la ficción 
(Carrasquilla y Marroquín) merodearon con nostalgia en ese pasado rural en vías de 
desaparición y fueron sensibles para entender la modernidad colombiana (Williams, 1992, 
p. 59). 
El auge de la burguesía en Chile y Argentina y el fortalecimiento de las clases 
medias urbanas propiciaron una nivelación formal en los procesos de creación y de 
recepción de la literatura. En el caso argentino, según Laforgue y Rivera (1968), el 
movimiento cultural en el que la escritura novelesca encuentra momentos de esplendor 
con la aparición de lectores cotidianos para un escritor profesional, se da en medio de 
eventos como la legislación que reguló la propiedad literaria (1910) y la colonización de 
la cátedra universitaria por parte de la literatura (1913). De otro lado, el crecimiento de 
Buenos Aires debido en gran medida al aumento de la población inmigrante, a los 
proyectos económicos que emprendieron y, junto a estos factores, el acceso al sistema 
 19 
educativo de una gran parte de la población, conformaron el desarrollo y “el área social 
ampliada de un público lector potencial, no solo de capas medias sino de sectores 
populares” (Sarlo, 2007, p. 18). 
Se inauguró, en ese sentido, el estudio y la difusión de la narrativa nacional y se 
hizo partícipe, tanto a la población estudiantil como al público en general, del 
reconocimiento de las diferentes obras de la literatura vernácula en colecciones como “La 
Biblioteca Argentina” (1916) y “La Cultura Argentina”, posteriormente (Laforgue & 
Rivera, p. 867). Todos estos movimientos, reformas y estallidos de las culturas estudiadas 
mantuvieron una enunciación sincrónica en las letras hispanoamericanas. De suerte que 
las narrativas se instalaron como sistemas estéticos que explicitaron los fenómenos 
sociales. Consecuentemente, las novelas que estudiamos aquí, escritas varias décadas 
después de los romances nacionales, precisaron esa simultaneidad temática y 
referenciaronlas situaciones particulares en las que el desencanto del “paraíso” moderno 
latinoamericano perseveraba. Por supuesto que esta realidad como fenómeno postcolonial 
es la materia prima utilizada por diversos pensadores para construir sus trabajos críticos y 
literarios. 
Roberto Fernández Retamar en su Calibán lo confirmó: como sistema utópico, 
América Latina constituyó el lugar propicio para ejecutar los proyectos frustrados de 
Europa. Tal promoción fue ejercida por los continuadores de esos ideales originales y, en 
consecuencia, por los “numerosos consejeros que proponen incansablemente a los países 
que emergen del colonialismo mágicas fórmulas metropolitanas para resolver los graves 
problemas que el colonialismo nos ha dejado, y que, por supuesto, ellos no han resuelto 
 20 
en sus propios países” (Fernández Retamar, 2005, p. 38). Ahora bien, después de la 
división intelectual del trabajo (Sommer, 2004, p. 21) en el ocaso del siglo XIX, la 
reformulación de una literatura capaz de considerar los profundos cambios sociales del 
nuevo siglo XX, tiene que ver con la evidente participación de nuevos pensadores que 
novelaron, desde diferentes ópticas y con formas estilísticas variadas, el espacio en tensión 
latinoamericano. 
De manera que la literatura de esta parte del mundo no solo interpretó la 
domesticidad de los materiales novelables y los avances tecnológicos que trajo consigo la 
modernidad; también lo hizo con el rompimiento y fracaso de los proyectos de nación, 
tanto del intelecto renovador latinoamericano como de las viejas castas hegemónicas. 
Desde esta óptica, aparece la representación del personaje de frontera, imagen de los 
rezagos y de las características de la modernidad en los Estados latinoamericanos. En la 
literatura argentina, por ejemplo, se realiza un giro inclinado a “poner en foco y elaborar 
un punto de vista nuevo sobre los marginales. Como sujetos sociales, pobres y marginales 
se vuelven más visibles, cambian las formas de su representación y las historias que se 
inventan con ellos como personajes” (Sarlo, 2007, p. 179). 
La cultura de mezcla en la Buenos Aires de la década de 1920 es una confirmación 
de las fantasías que aquejaban a la urbe en proceso de modernización, ya resuelta a ser 
problematizada por los recién conformados grupos de intelectuales. Lo que es lo mismo, 
la cultura de los pensadores argentinos de la época, según Sarlo, esgrime fenómenos como 
“modernidad europea y diferencia rioplatense, aceleración y angustia, tradicionalismo y 
espíritu renovador; criollismo y vanguardia” (Sarlo, 2007, p. 15). Los autores de la década 
 21 
de 1920 estudiados aquí, conforman una visión diferenciada y desencantada, por supuesto, 
de aquella ejercida por la pasión romántica que “proporcionó una retórica a los proyectos 
hegemónicos, en el sentido expuesto por Grossi de conquistar al adversario por medio del 
interés mutuo, del ‘amor’, más que por la coerción” (Sommer, 2004, p. 23). 
 
 
 
 
 
 
 
 22 
2. Objetivos 
2.1. Objetivo general 
El propósito fundamental es investigar la representación del mal y su intrincada 
relación con la marginalidad, además de su influencia en la percepción del (des)encanto 
respecto de los sueños utópicos nacionales tal como se reflejan en novelas chilenas y 
argentinas de la década de 1920. 
2.2. Objetivos específicos 
El primer objetivo se centra en desentrañar la representación del mal en las obras 
literarias seleccionadas, explorando en particular cómo esta noción se manifiesta en las 
dinámicas e interacciones que se dan entre los personajes novelescos y su influencia en el 
desarrollo de la trama. El segundo objetivo se enfoca en identificar y comprender la 
relación que las novelas objeto de estudio establecen con el (des)encanto respecto de los 
proyectos nacionales e ilustrados que surgieron en el siglo XIX en los contextos de Chile 
y Argentina. Este análisis profundizará en cómo las novelas estudiadas reflejaron y 
cuestionaron los ideales nacionales. 
El tercer objetivo apunta a investigar el diálogo intertextual que se reactualiza entre 
las novelas dentro de este corpus, con el propósito de analizar cómo interpretan el 
problema del mal y desarrollan las conexiones temáticas que enriquecen la comprensión 
de las obras y las perspectivas de sus autores. Finalmente, el cuarto objetivo se dedica a 
examinar detenidamente las representaciones de formas residuales y marginales, así como 
 23 
los procesos de territorialización y desterritorialización presentes en las novelas 
examinadas de la década de 1920. Este análisis permitirá contextualizar el sistema de 
pensamiento de cada uno de los autores estudiados y comprender su relación con el 
contexto sociopolítico de la época. 
 
3. Hipótesis 
3.1. Primera hipótesis 
Las novelas chilenas y argentinas escritas entre 1920 y 1930 se distancian de los 
proyectos políticos e ilustrados desplegados en los romances nacionales del siglo XIX. 
Existe un desencantamiento manifestado por parte de los escritores de la década que 
estudiaremos. Ellos toman distancia respecto del pensamiento extendido en las ficciones 
fundacionales. Por lo tanto, la idea de la relación entre la literatura y la conformación de 
los Estados entra en crisis y los conceptos de identidad se emancipan del sentimiento 
nacionalista, del proyecto ilustrado y de sus nexos con la literatura. 
3.2. Segunda hipótesis 
En novelas chilenas y argentinas escritas entre 1920 y 1930, la idea de lo nacional 
es una constante que presenta diferentes funciones y ramificaciones que consolidan un 
periodo de demostraciones simbólicas, denuncias y representaciones de los Estados 
conformados en el siglo XIX. Los novelistas que hacen posible nuestra investigación 
responden a una función paradigmática de la realidad con tendencias literarias que 
transforman las ya establecidas por Europa y con las que se permiten mostrar el 
(des)encanto de lo nacional y de las cópulas sociales. 
 
4. La problemática del mal en la literatura estudiada 
4.1. El mal como disidencia de la condición hegemónica 
En contravía de los proyectos hegemónicos, los narradores de la época estudiada 
se dieron a la tarea de extrapolar la condición del sujeto de frontera o personaje marginal. 
Entramos, así, en los intersticios del mal para definir aquellas estructuras en las que dicha 
noción abre mundos en paralelo de la realidad y de la ficción. También, destina a los 
ciudadanos a la vida de los bordes y los enfrenta en medio de acciones que determinan el 
influjo del mal en la sociedad. Para Immanuel Kant, el mal “presupone una conexión 
sistemática entre la felicidad y la virtud o, a la inversa, entre los males natural y moral” 
(Neiman, 2012, p. 96). El mal se exterioriza en las diferentes capas sociales, es decir, allí 
en donde la humanidad espera que la conexión entre la virtud y la felicidad sea casual y 
en donde se espera que “quienes son íntegros por la mera voluntad de serlo deberían ser 
benditos por esa razón” (p. 101). Para el filósofo alemán, la esperanza de la liberación del 
mal se configura a partir de una acción moral en cuyo sentido, la experiencia del mal es 
un fenómeno expuesto que debe ser expulsado de quienes poseen la virtud. Entendemos, 
entonces, que en la escritura novelesca de nuestro corpus la sistematicidad del mal 
corresponde a instancias en donde las acciones sojuzgan las condiciones de vida del otro 
y atentan contra él. 
En ese sentido, pareciera haber una moral derrumbada, situación que solo es 
lograda, según Kant, alcanzando el conocimiento científico de Dios en donde el hombre, 
en su accionar voluntario, “representaría ante él mismo a Dios, para recompensar o para 
 26 
vengar. Esta imagen se impondría en su alma, y su esperanza de recompensa y su miedo 
de castigo tomarían el lugar de los motivos morales” (Neiman, 2012, p. 105). Lo que 
podemos entender como la finitudde las teodiceas. Nuestros escritores, los que 
estudiaremos en esta tesis, dejan a merced del pensamiento humano las acciones y 
reacciones del sujeto novelesco en una forma de relacionarse con la otredad. En el sistema 
social novelesco se condensa el movimiento de las máximas de la volición humana en el 
sentido kantiano. En esas relaciones, los personajes adhieren su comportamiento a la vida 
social y a las relaciones personales. Desde esa voluntad, los sujetos deciden la manera de 
actuar, liberados de un mal original en donde “la Willkür, el nombre que le damos a la 
capacidad de elegir entre alternativas, no es intrínsecamente ni buena ni mala; más bien, 
es la capacidad gracias a la cual escogemos libremente máximas buenas o malas” 
(Bernstein, 2006, p. 31). 
Entendemos que la experiencia es un factor determinante en el problema del mal. 
Revelaremos que las novelas de nuestro corpus proponen intensidades asociadas al 
comportamiento humano que se desarrollan en escenarios disciplinantes. El personaje de 
acción es enajenado por tensiones personales que lo llevan a actuar de diferentes maneras 
y a contrapelo de las leyes y reglas que dictaminan las sociedades modernas. En esos 
momentos, el mal se muestra como una acción concluyente que resulta de las tensiones 
ocurridas en los sistemas sociales. Los cambios políticos, el poder, el ambiente, las 
situaciones morales y religiosas, las clases dominantes, las tensiones entre clases sociales 
y todas aquellas coyunturas creadas por la humanidad, dictaminan la aparición del mal en 
la ficción. Para Philip Zimbardo (2008) 
 27 
nuestra naturaleza puede virar hacia el lado bueno o el lado malo del ser humano. 
Según esta perspectiva incremental, las cualidades se adquieren mediante la 
experiencia o la práctica intensiva o por medio de una intervención externa, como 
el hecho de hallarse ante una oportunidad especial” (p. 28). 
Desde esta perspectiva, el investigador sugiere que las personas pueden aprender 
a hacer el bien o el mal. De ahí que factores como la herencia genética o la transmisión 
familiar, no interfieren en el sujeto y en su inclinación para obrar de alguna manera. 
4.2. El espacio latinoamericano en el relato ficcional: un 
despliegue de la vida en tensión 
Pensamos que el relato ficcional es el escenario propicio para mostrar las 
condiciones experimentales y experienciales de la humanidad, sobre todo, porque la 
literatura nos confronta con las formas más complejas del accionar humano y nos sitúa 
frente a los intereses del poder. Por eso ocurre que muchos poetas y escritores se interesan 
por desvelar desde la creación artística los movimientos del poder político, social y 
económico y, en suma, se oponen a las estructuras artísticas y culturales socialmente 
elaboradas. La literatura, en consecuencia, puede constituir una ideología y transformarse 
en una fuerza política. Así lo afirmó Terry Eagleton (2007) en el contexto de la Inglaterra 
del Romanticismo, quien afirmó que la misión de la literatura 
consistía en transformar la sociedad en nombre de los valores y energías que 
encarnan en el arte. La mayor parte de los poetas románticos militaron en la 
política, pues en vez de conflicto vieron continuidad entre su compromiso con la 
literatura y su compromiso con la sociedad (p. 32). 
 28 
Pondremos en diálogo, en ese sentido, la literaria de la época que estudiamos con 
las disposiciones sociales y políticas de Chile y Argentina. De manera que la expresión 
literaria de la región, representada en estas obras seleccionadas es, de cierta manera, el 
espejo que nos permite ver y detenernos en el pensamiento crítico de nuestros escritores 
en los que “el texto naturalista, con su nostalgie de la boue, parece más bien respirar una 
especie de Stimmung o afecto asociado con el pesimismo o la melancolía”1 (Jameson, 
2018, p. 174) del espacio latinoamericano. 
Las denuncias del mal, la revelación de la configuración de la maldad y, además, 
la crudeza de la operación del mal asociado a los fenómenos de la vida ordinaria en 
espacios complejos como los de Chile y Argentina, son, en un sentido más amplio, parte 
de la formulación de una retórica del mal en esta investigación. Lo anterior se debe a las 
tensiones del contexto en el que emergen las obras de arte y los sistemas de pensamiento 
que componen la singularidad de cada uno de los escritores. En la literatura elegida 
apreciamos la vida de hombres y de mujeres sin prestigio, según Foucault (1996), en 
donde el poder es un elemento indispensable para que la marginalidad de la vida de todos 
los días pueda consumar su propia existencia más allá de los discursos del heroísmo y de 
 
1 En el capítulo denominado “Fuentes gemelas del realismo: el afecto, o el presente del texto” del libro Las 
antinomias del realismo (2018), Fredric Jameson define los “afectos” como “singularidades e intensidades, 
existencias más que esencias, lo que desestabiliza, afortunadamente, las categorías psicológicas y 
fisiológicas más arraigadas” (p. 47). Estas singularidades son desconocidas y se reifican en la nominación. 
Para definir el afecto, el crítico sigue a Rei Terada para quien los afectos son sensaciones corporales que se 
diferencian de las emociones, principalmente, porque estas últimas son estados conscientes del ser (p. 42). 
 29 
lo legendario. Foucault propuso que desde el siglo XVII el mundo occidental vio nacer 
una literatura liberada de lo fabuloso. En tal sentido, 
nace así un arte del lenguaje cuya tarea ya no consiste en cánticos a lo improbable 
sino en hacer aflorar lo que permanecía oculto, lo que no podía o no debía salir a 
la luz, o, en otros términos, los grados más bajos y más persistentes de lo real (p. 
136). 
Como resultado del accionar del poder en la vida de hombres y de mujeres 
condenados a una vida sin gloria, aparecen diversos “discursos que atraviesan en todos 
los sentidos lo cotidiano y gestionan, de un modo absolutamente diferente al de la 
confesión, el mal minúsculo de las vidas sin importancia” (p. 132). De acuerdo con los 
postulados de Foucault, la literatura que revisaremos, heredera de esa forma de extrapolar 
las condiciones de lo real como un producto de la palabra prestada a la masa anónima, 
evidencia la manera como las estructuras del poder hacen que la ficción referencie los 
secretos más abyectos del orden cotidiano. 
4.3. La emergencia del mal y la búsqueda de una identidad 
latinoamericana 
En las literaturas que estudiaremos la emergencia del mal, las formas como se 
producen los sujetos residuales y la conformación de los perfiles que se instalan en los 
márgenes, convergen en el fracaso de ideologías, sucesiones de formas gubernamentales, 
la crisis en la modernidad y un accionar político de gran agitación en América Latina. Por 
supuesto que la escritura novelesca se mueve en la escena gubernativa desde su llegada al 
Nuevo Mundo junto a los procesos civilizatorios que permitieron la hegemonía europea 
 30 
en los pueblos americanos. Antonio Cándido (2018), desde el contexto brasileño del siglo 
XVIII, refirió la forma en la que se acomoda la cultura a la literatura, lo que resulta 
significativo si tenemos presente que, en los nuevos Estados, la convergencia entre 
proyecto de nación y mímesis europea es un aspecto relevante desde donde se tejieron 
todas las formas posibles de nacionalismo y se exaltó el surgimiento de estructuras 
culturales reformadas e híbridos artísticos. La literatura ofrece un diálogo fresco y otra 
cosmovisión a partir de los correlatos producidos en el contexto latinoamericano y se 
convierte, así, en uno de los medios para llevar a cabo el ejercicio hegemónico. Pensemos 
en los proyectos liberales de Chile y de Argentina gestados en el siglo XIX, y en las 
novelas de Luis Orrego Luco y Manuel Gálvez en el siglo XX, temas que profundizaremos 
en los capítulos siguientes. Antonio Cándido (2018) escribió quelas obras que más buscan acentuar y reforzar el orden político y cultural dominante 
son, al mismo tiempo, las que utilizan las sugestiones locales con mayor cariño y 
discernimiento, que finalmente parecen ante la posteridad que afirmaban nuestras 
peculiaridades y sentimientos contra la súper imposición externa (Cándido, 2018, 
p. 50). 
Para el escritor colombiano Gabriel García Márquez, la región es un enigma en 
donde los sucesos culturales, sociales, religiosos y políticos parecen tomados de la 
imaginación y afirmó que toda esa complejidad abruma hasta a los mismos habitantes de 
estos espacios en tensión. Por eso, refiere el nobel colombiano, el raciocinio europeo se 
queda corto a la hora de abordar la problemática latinoamericana, dado el hecho de que 
cada cultura debe encontrarse y reafirmarse en su identidad: 
 31 
No es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, 
extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un 
método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con 
la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la 
vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan 
ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de 
nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más 
desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios (García Márquez, 
1982). 
Con la mezcla característica de magia y de realidad en su obra, García Márquez 
creyó encontrar la fórmula de una identidad propia latinoamericana. Los espacios 
exuberantes, las heterogeneidades, las incongruencias y los mitos sobre los que se han 
fundado las comunidades americanas, sumados a la adopción de corrientes de 
pensamiento europeo, componen la vastedad de su universo escritural. Por supuesto que 
la literatura precedente es un hito importante para el surgimiento del Boom 
latinoamericano, por lo que la mencionada producción artística heredó un patrimonio 
ficcional que observó con detenimiento las dificultades e incertidumbres que aquejaron a 
esta parte del mundo. 
Se podrá apreciar en el conjunto de obras que analizaremos las dificultades de la 
búsqueda de una identidad cuando los proyectos políticos de homogenización (cultural, 
social, racial) y de mímesis europea son tan comunes en Hispanoamérica. La 
indeterminación identitaria, en ese sentido, no se desune del espacio del otro como sujeto 
residual, marginal y de frontera, que viene a ser disímil en todas las novelas del corpus. 
El mal, como idea que surge de la precisión y funcionamiento de conceptos como 
“personas residuales” y la instalación en zonas de borde de “sujetos marginales”, en la 
 32 
narrativa estudiada, es la consecuencia visible de transiciones económicas, políticas, 
religiosas y culturales de los países que participan de la investigación. En ese contexto, la 
noción de marginalidad se desplaza y se establece como componente que transmuta la 
individualidad de los sujetos novelescos dentro de contextos disímiles, aislando su 
representación como proceso social. 
4.4. El relato ficcional: una arqueta de secretos 
El poder ejercido desde la política, la religión y desde lo económico; pero también, 
el poder de la palabra escrita, de la cultura letrada, y aquel que se generó en el restallar de 
los movimientos sociales de comienzos del siglo XX, hace que se puedan apreciar, en las 
literaturas chilenas y argentinas de la década de 1920, las condiciones consuetudinarias 
exclusivas de las revoluciones propias de la época y de los contextos. Entendemos, 
justamente, cómo la literatura y su discurso, que es el discurso de la infamia, se pone a 
favor o en contra de los proyectos conservadores de las élites dominantes, y, de lado y 
lado, se instala fuera de la ley haciendo “recaer sobre ella la carga del escándalo, de la 
transgresión, o de la revuelta” (Foucault, 1996, p. 137). Hoy, una lectura de las novelas 
elegidas reactualiza la percepción del mal como una elaboración humana de sentidos y de 
experiencias que se hallan ocultas en los textos literarios de la década de 1920. 
En estas dimensiones se expresan otras formas de relaciones entre los sujetos en 
las que la ejecución de las acciones daña a los otros. Nuestra percepción del mal, según 
María Pía Lara (2009), está predeterminada por las narrativas que exteriorizan el mal y 
otros tipos de relatos como los históricos. Por eso, “las narraciones nos permiten ilustrar 
 33 
dimensiones ocultas distintas de nuestras capacidades para lastimar y destruir a otros. 
También, nos conminan a aprender a pensar sobre la especificidad de este tipo de acciones 
mediante el ejercicio del juicio reflexionante” (Lara, 2009, pp. 54-55). Para la filósofa, el 
ejercicio del juicio reflexionante es el que hace que adoptemos una postura moral de los 
actos que menoscaban a los otros y, de esa forma, establecer diferencias entre la maldad 
y las otras acciones humanas. 
El análisis de la literatura elegida proporcionará ricas y variadas formas de percibir 
y de contemplar el mal en las narrativas estudiadas de la década de 1920, porque los 
procesos modernizadores de la región no se dieron de la misma forma y al mismo tiempo. 
A lo anterior, se le suma que nuestra literaria es heredera del populismo que declaró el 
sueño de la integración bolivariana. Para Mabel Moraña (1984), el populismo visto desde 
un enfoque funcionalista se distingue “por la introducción de una serie de modificaciones 
a nivel de los tipos de acción social, con vistas a la progresiva diferenciación y 
especialización de las instituciones, durante el periodo de transición de la sociedad 
tradicional a la sociedad industrial” (p. 17). Este fenómeno político-social en Chile y 
Argentina nos lleva a considerar una máquina ideológica funcional que pone a prueba las 
relaciones entre literatura y conformación de una identidad de tipo nacional. Las 
relaciones del texto literario con el aparataje ideológico de la época en cuestión, revelan 
cómo funciona la máquina que busca una transformación social sobre la base de utopías, 
de ideales y de sueños políticos posteriores a los que se esgrimieron en el siglo XIX. 
Con la ilación creada entre la literatura y los sistemas de pensamiento dispersados 
en las primeras décadas del siglo XX, es posible determinar la estética de los discursos 
 34 
literarios y la exclusividad de estas formas ficcionales, como, a modo de ejemplo, sucede 
con el escritor chileno Augusto D’Halmar. El estilo, la conformación de los personajes y 
hasta las formalidades estructurales de la obra de D’Halmar, tienen su origen en la 
objetividad de los discursos ideológicos, sociales, religiosos y políticos que establecieron 
estructuras diferenciadas en los textos literarios. Lo anterior se debió a que “la diversidad 
de contextos nacionales y la variedad de proyectos partidistas en las novelas patrióticas 
de los siglos XIX y XX sobrecargarían cualquier estructura común hasta el punto de 
reventarla” (Lara, 2009, p. 41). Las novelas elegidas de Augusto D’Halmar, Luis Orrego 
Luco, Roberto Arlt y Manuel Gálvez, son elaboraciones que surgieron en la época de los 
discursos hegemónicos cientificistas y antropológicos latinoamericanos (González 
Echevarría, 2011, p. 77). En ellas, el lenguaje literario es un paradigma que entrelaza las 
funciones estéticas decimonónicas y las realidades y tendencias del nuevo siglo, 
consolidado también con una estética motivada por los cambios y movimientos sociales 
que trajo consigo la nueva centuria. Tales convenciones fueron aprovechadas por nuestros 
escritores como material novelesco. En ellas, el mal, lo residual y la frontera del cuerpo 
en el discurso literario, dejaron al descubierto posibilidades de comprensión que podemos 
abordar desde una visión mediadora de la literatura. Aquí seguimos de nuevoa María Pía 
Lara (2009) cuando afirmó lo que sigue: 
Una teoría sobre el mal no puede ser comprendida totalmente sin la dimensión 
normativa-moral, que sólo emerge de la específica correlación que surge del filtro 
moral conectado con el recurso estético de su expresividad. Otra manera de 
expresarlo es diciendo que parte de la elocuencia literaria capta la atención moral 
de los espectadores porque posee una expresión develatoria de la mirada crítica de 
quien lo escribe o de quien narra la historia (p. 71). 
 35 
Entendemos, entonces, los lazos que estas literaturas han creado con la política, 
con la religión, con el poder y con las problemáticas sociales y económicas de la región. 
Lo anterior, debido a las formas adoptadas por los escritores para estar en medio del 
sistema mientras ejercían una condición política, pese a la división del trabajo llevada a 
cabo después de 1890 por la prosperidad que ocasionó la aplicación de los principios del 
liberalismo económico (Henríquez Ureña, 1964, p. 159). El sentido político de los 
novelistas fue una constante necesaria para ir más allá de una visión puramente artística y 
creativa y, bien entrado el siglo XX, desempeñar un ejercicio intelectual. Para Henríquez 
Ureña, 
gran parte de la mejor literatura de la América hispánica expone hoy problemas 
sociales, o al menos describe situaciones sociales que contienen en germen los 
problemas. Normalmente es la novela el género que con más frecuencia apunta a 
estos aspectos de la sociedad en los tiempos modernos (p. 190). 
Así, en cada una de las obras, las condiciones en las que el mal y los sujetos 
residuales reaparecen una y otra vez añaden los signos necesarios para comprender las 
situaciones sociales en la literatura, así como los paradigmas de pensamiento de los que 
echa mano el autor en el proceso escritural. Estas marcas nos hacen degustar la forma y el 
estilo utilizados en la creación literaria. 
 
 
5. El mal íntimo y social: dos esferas de la realidad novelesca 
chilena de la década de 1920 
5.1. Capítulo 1. Seducción e ideal ascético: el problema del mal 
en Pasión y muerte del cura Deusto (1924) de Augusto 
D’Halmar 
5.1.1. Introducción 
Augusto D’Halmar (1882-1950) escribió desde muy joven y con exclusividad; su 
abuela cubría los gastos del hogar y sus hermanas realizaban los trabajos de la casa, de 
manera que podía dedicar una buena parte de su tiempo a la producción literaria y hacerlo 
de forma independiente (Santiván, 1955, p. 95). Fue testigo activo de esa generación de 
1900 que él mismo denominó como la primera auténticamente literaria puesto que, 
“consagrábase un grupo selecto de elegidos a esa alta labor que habíales asignado el 
destino dentro de su patria y en la historia de su desenvolvimiento” (D’Halmar, 1975, p. 
124). La precocidad literaria del escritor chileno y su encabalgamiento en los siglos XIX 
y XX, sumado al hecho privilegiado de codearse con artistas y escritores de la vida 
santiaguina de los primeros años del siglo anterior, permitieron que el autor equiparara las 
tendencias literarias que abandonaban los proyectos nacionales decimonónicos en 
Latinoamérica, con el naturalismo que comenzaba finalizando el siglo XIX, para escribir 
su literatura. 
 37 
En algunas páginas de sus discursos D’Halmar expresó nostalgia precisamente 
hacia esa época. Lo hizo evocando, con un tono aristocrático, exaltador de la 
intelectualidad y con una marcada ironía, a los pensadores de la generación del 
novecientos. Además, recalcó su formación de escritor con ciertos privilegios y el 
reconocimiento que, desde muy temprano, empezaba a tener por aquellos días en el 
ambiente íntimo de Santiago: 
Entonces, los muchachos, cómo seríamos de primitivos en esta tierra nuestra, que 
admirábamos a los grandes hombres. Era corriente, yendo por la calle, ver volverse 
a la gente y susurrar un nombre. Cuando alguna vez, muy joven, fui a esperar esa 
salida de la Catedral en que las mujeres llevaban todavía el manto, los fieles y las 
fieles se distraían diciendo: “Allí está Augusto Thomson”. Es que era, señores, una 
época tan primitiva que hasta a los pequeños aspirantes a grandes hombres también 
se les admiraba (D’Halmar, 1975, p. 520). 
La enunciación de esa época tan primitiva y el carácter nostálgico que de cierta 
manera se le imprime, posibilita el estudio de su obra como materialización de un 
desencanto de discursos y propuestas literarias hegemónicas. Manifestaciones empeñadas 
en establecer y reafirmar criterios de realidad, verdad y llaneza a todas luces relacionados 
con el “novomundismo” y con el naturalismo altamente practicado por los escritores 
latinoamericanos de su época, sin un cambio visible en la escena literaria 
hispanoamericana al comenzar el siglo XX (Brushwood, 2005, p. 18). Contrario a esto, 
recalca John Brushwood, la escritura novelesca de la época, e inclusive la que se da varios 
años después, mantiene características heredadas de la narrativa que data de 1885: “Varias 
novelas que ocupan sitios destacables en esta muestra expresan el idealismo espiritual y 
 38 
vago del modernismo en contraste obvio con la visión práctica del realismo-naturalismo” 
(Brushwood, 2005, p. 18). 
El crítico Alone (1963) afirmó que la novela Pasión y muerte del cura Deusto se 
construye como una revancha; un desquite por aquello que pudo haberle sucedido a 
D’Halmar en la atmósfera colonial de Santiago durante su juventud. Lo que, según Díaz 
Arrieta, explicaría su afán de huir, los símbolos confusos de su obra y, al gastado lamento 
que lo acompaña, “lo reemplaza la tragedia, viene en su lugar la muerte” (p. 37). Nada nos 
dice tanto como la singularidad de un personaje novelesco creado por un autor como 
Augusto D’Halmar. Mas no se trata de referenciar la tan citada homosexualidad (si se 
quiere emplear el término), tanto de Deusto como de Augusto Thomson, con la que 
creemos entender la novela del escritor chileno; es decir, “el uranismo de D’Halmar, que 
no lo explica todo, pero sin lo cual nada se entiende” (Alone, 1963, p. 19). Antes bien, 
intentamos comprender a partir de estas alusiones y hallazgos de la crítica, la manera como 
el autor de Pasión y muerte del cura Deusto contradice proyectos estandarizados y 
homogeneizantes de tipo ideológico, social y político. 
En tal caso, nos distanciamos de la apreciación de Díaz Arrieta que afirma que la 
posición política del autor pesa poco en su obra. Alone expresa que el escritor “nunca 
tomó realmente partido ni se supo al servicio de nadie; lo que en verdad influye es otra 
actitud más honda, relacionada, no con intereses materiales, sino con la sensibilidad y el 
gusto, es decir, con su alma” (pp. 38-39). Si bien es cierto que la sensibilidad del autor es 
apremiante para comprender su obra, también lo es que, a partir de su producción, el 
pensamiento d’halmariano se despliega en innumerables líneas temáticas y sentidos 
 39 
críticos con los que acude a la escena mundial de su época. Un ejemplo es el D’Halmar 
columnista. En un estudio titulado Augusto D’Halmar en Madrid. Sus columnas en el 
periódico Informaciones, Jaime Galgani (2011) escribió que en sus participaciones 
periodísticas el escritor chileno no solo demostró un conocimiento exhaustivo de la cultura 
española (que podemos apreciar también en la literatura que escribe por aquella época, 
entre ella, Pasión y muerte del cura Deusto), sino también manifestó una posición crítica 
frente a los acontecimientos de la modernidad y el suceso mundial más demoledor del 
nuevo siglo: la Primera Guerra Mundial (Galgani, 2011, p. 66). 
En su obra periodística publicada en Informaciones, de acuerdo con la 
investigación de Galgani, D’Halmar 
ve desmoronarse un mundo a su alrededor y siente que poco o nada se puede hacer 
frente a los oficiantes de la nueva cultura, frente a su pragmatismo, su indolencia, 
su falta de respeto por la vida humana, y su posicionamientopúblico que, 
transando con los peores vicios y con no mejores mediadores y socios, peca no 
sólo de antiética, sino también de antiestética (2011, p. 66). 
El crítico precisa, además, que junto a este evidente ejercicio intelectual, la muerte 
es un tema recurrente en sus artículos periodísticos. Estos vienen a ser un repertorio “de 
muertes y el relato de preocupaciones que se adivinan siempre transitorias o distractoras, 
dibujadas sobre ese escenario de fondo donde no se adivina sino el misterio de una ‘puerta 
hermética’ tras la cual nadie puede asegurar lo que hay” (Galgani, 2011, p. 67). La 
eliminación corpórea en Pasión y muerte del cura Deusto devela la transitoriedad de la 
vida, pero de una vida que no encuentra un espacio colectivo y acogedor. El 
aniquilamiento propone el fin de la seducción, pero también sugiere la liberación, tal vez 
 40 
la trascendencia que puede venir tras cruzar esa “puerta hermética” que menciona 
D’Halmar en su publicación periodística. Junto a estas dos lecturas, existe una tercera 
igual de válida y es aquella que tiene que ver con el tránsito opositor dentro de un mismo 
sistema de pensamiento que es totalizador y normalizador. De esta manera, “los deseos 
eróticos que persiguen la unión entre personajes ejemplares se van desplazando cada vez 
más hacia el hemisferio del mal, que edifican y defienden los dispositivos de poder y saber 
que dominan en el entramado social” (Faúndez & Martínez, 2019, p. 43). Ese 
desplazamiento es, también, un tránsito del sujeto hacia los bordes, juicio que ya ha sido 
catalogado como un maridaje entre la escritura literaria del autor y su propia vida. 
Además, estudiosos como Orlandi y Ramírez (1960) han hablado de una angustia 
representativa en la obra del autor que se da por el peso que le trae la soledad infinita del 
hombre en el universo, sentimiento que, según ellos, conminó al escritor a recurrir al 
imaginismo. Por lo tanto, esa “Escuela en que la realidad y el pensamiento se funden en 
poético e imperceptible lazo, brota como mágico asidero en ese derrumbe de ilusiones” 
(Orlandi & Ramírez, 1960, p. 15). 
D’Halmar selló una diferencia y singularidad en la literatura chilena de principios 
de siglo al iniciar ese “idealismo espiritual” del ser que va más allá de todo automatismo 
y vivisección naturalista de la vida común y la fascinación por narrar el nuevo mundo. 
Jaime Galgani (2008) encontró un vínculo entre la obra de D’Halmar y la filosofía 
fenomenológica de Husserl que propone el concepto Lebenswelt como una formulación 
 41 
antitética de la mecanización de la vida y el logicismo naturalista de la comprensión del 
ser humano2: 
Lo que observo en la obra de Augusto D’Halmar es, precisamente, esa conjunción 
entre “vida” y “mundo”, ese trágico acontecer de personajes que, teniendo sus alas, 
aspiraciones y deseos, se ven sujetos a un mundo con leyes no del todo 
escamoteables. No es totalmente descartable la existencia de un cierto naturalismo 
que tiende a anular la existencia del sujeto individual, pero tampoco es discutible 
la fuerza con que los personajes desean pujar por un gesto de individuación 
espiritual que los remonte, aunque sea en la enajenación de la locura o del sueño, 
al mundo personal que quieren vivir (Galgani, 2008, p. 168). 
El arrobamiento de tal individuación encuentra su génesis quizás en el deseo 
d’halmariano de rememorar la pasión juvenil perdida como una forma poderosa para 
afectar el futuro que se vislumbra sombrío e incomprensible. Además, junto a este tópico, 
se instala la materialización que hace el autor de la huerfanía de su vida3 mientras evoca 
todo aquello que estuvo presente en la nación chilena de finales del siglo XIX. Desde su 
condición intelectual y política, D’Halmar, en su obra Pasión y muerte del cura Deusto, 
se propuso ir en contravía de un recato sexual en la literatura bastante custodiado por el 
conservadurismo hispanoamericano, pero, sustrayendo este discurso de la escena chilena, 
 
2 Para Galgani (2008) el método fenomenológico de Husserl se instala “frente a la aprehensión naturalista 
del mundo que pretende hacer de la persona una entidad mecánica causal. Intenta rehuir la reducción del ser 
humano a una lógica físico-matemática, socio-política, biológica. En esa perspectiva, crea el concepto 
Lebenswelt, procediendo a realizar una hipostasis aventurada, pues reúne en una sola palabra dos conceptos 
que tienen algo de antitético: Welt, relacionado con lo que se considera estable, duradero y físico del 
“mundo”. Y Leben, relacionado con la mutabilidad e irreductibilidad de la ‘vida’” (p. 168). 
3 El tema de la huerfanía d´halmariana, la concepción ilegítima y el abandono del padre ha sido de gran 
interés para la crítica del escritor chileno. Varios estudios tratan el asunto y otros por lo menos lo mencionan. 
Lo anterior se puede comprobar, entre otros autores, en Jaime Concha (1975); Sylvia Molloy (1999); Natalia 
Brizuela (2001); y Jaime Galgani (2008). 
 42 
incluso, de la latinoamericana, lejos de los límites del denominado criollismo 
hispanoamericano. 
Es allí en donde D’Halmar configuró una creación literaria desinhibida y 
desprendida de un realismo político-social que se dio después de la segunda mitad del 
siglo XIX y que perduró inclusive hasta las primeras décadas del siglo XX.4 Los deseos y 
las pasiones que contravienen la moral conservadora marcarán (en la novela analizada) la 
imposibilidad del acercamiento corporal, y la muerte como penalizadora que expurga toda 
situación herética. La novela narra la relación de amistad y de deseo entre un cura que 
llega a la ciudad española de Sevilla y un niño gitano por el que sentirá una manifiesta 
atracción. Este personaje juvenil es un seductor que hará que el religioso, ante la 
imposibilidad de un acercamiento amoroso, encuentre un estado sacrificial del cuerpo que 
se traduce como estado final del “ideal ascético”. Es una consecuencia que se origina 
porque ejercer dominio sobre sí mismo, propio del monaquismo y de la preocupación por 
decir la verdad (confesión) ante la inminente tentación o el pecado corporal, es contrario 
a la acción del cuidado de sí promulgada por el estoicismo y que, pensamos, es una 
característica relacionada con el yo autoral. Ello lleva, finalmente, a la repulsión del 
cuerpo, elemento que ligamos al personaje d’halmariano que deviene imperceptible con 
 
4 La primera novela de Augusto Thomson se publicó en 1902 como La Lucero (Los Vicios de Chile). La 
novela fue dedicada al pintor chileno Alfredo Melossi, editor de la revista Luz i sombra que él mismo fundó 
en 1900 y en la que participó enérgicamente el joven Augusto Thomson. En Juana Lucero, como se llamó 
después, el escritor austral ya integraba elementos metafísicos, sobrenaturales y espirituales provenientes 
del idealismo espiritual del modernismo, según Brushwood (2005), que se mezclaban con el naturalismo 
zoliano. Dichos elementos se pueden apreciar en la denuncia precisa y fehaciente que hace el escritor de 
una sociedad considerada desigual e injusta en la que sufren y sobresalen los sujetos residuales. 
 43 
la muerte: “El ‘Conócete a ti mismo’ ha oscurecido al ‘Preocúpate de ti mismo’, porque 
nuestra moralidad insiste en que lo que se debe rechazar es el sujeto” (Foucault, 2008, p. 
54). El filósofo francés afirma que entre ascetismo y conducta sexual tercia la prohibición 
verbal inducida por el secreto y la decencia, y, paradójicamente, la obligación de decir la 
verdad mediante la confesión. 
El secreto que permanece como negación del pecado, pero también como 
herramienta de señorío y de poder monástico que objeta al sujeto, se articula con la moral 
de los esclavos proclamada por Nietzsche (2003) 5. Las tres palabras que problematizan el 
ideal ascético: “pobreza, humildad, castidad” (Nietzsche, 2003, p. 153), están 
íntegramente relacionadas con la pasión de Iñigo Deusto, quien sufrirá la seducción yreprimirá sus deseos e impulsos vitales para encontrar la virtud del espíritu. El filósofo 
alemán, a la pregunta de ¿qué significan los ideales ascéticos?, responde: 
[…] en los seres fisiológicamente malogrados y desafinados (la mayoría de los 
mortales), un intento de creerse ‘demasiado buenos’ para este mundo, una forma 
sagrada de desenfreno, su medio principal en la lucha contra el dolor lento y el 
aburrimiento; en los sacerdotes, la auténtica fe sacerdotal, el mejor instrumento de 
su poder, también el permiso ‘supremo’ para ejercer el poder; en los santos, 
finalmente, un pretexto para hibernar, su novissima gloriae cupido, su descanso en 
la nada (‘Dios’), su forma de locura (Nietzsche, 2003, pp. 141-142). 
 
5 Nietzsche (2003) escribió que el ascetismo se relaciona con la mnemotécnica. La conciencia moral se 
vuelve imperecedera en la memoria del animal hombre a través del sufrimiento, principio que se obtiene, 
según Nietzsche, “de la más antigua (y, por desgracia, también de la más extendida) psicología que hay 
sobre la tierra”; es decir, el horror que ha existido en los pactos o negociaciones del hombre configura un 
lema para la creación de la conciencia moral: “Se marca algo con fuego para que permanezca en la memoria: 
sólo lo que no cesa de hacer daño permanece en la memoria” (p. 101). 
 44 
De acuerdo con la cita anterior, el ingreso en la nada del antihéroe de la novela 
analizada, cualifica la problematización que se hace del amor, de la pasión y del deseo 
cuando este, mediado por la seducción, se propone alcanzar un estado metafísico de 
probidad. Tal estado puede ser considerado como un intento del antihéroe por trascender 
lo corpóreo desde la resistencia al deseo y, junto al pensamiento d’halmariano y la novela 
en sí, como una manera de increpar el estado de la confesión que deviene secreto. Lo 
anterior se evidencia en el recurso de la escritura como transcripción de un estado de 
conciencia (Foucault, 2008, p. 65) que promulga su Ars erótica. Una finalidad, podríamos 
decir, sería evidenciar la condena que sufre el individuo en una época en la que los 
discursos humanísticos y los proyectos ilustrados son cuestionados.6 D’Halmar plantea 
una resistencia dentro de la misma resistencia a la norma. La primera resistencia es algo 
muy parecido a la noción de Enkrateia que Michel Foucault (2005) rescató del 
pensamiento griego clásico y que definió al problematizar la moral de los placeres. Es 
decir, si no existe el deseo y por consiguiente no se desarrolla una lucha contra ese deseo, 
 
6 En consonancia con la relación entre Pasión y muerte del cura Deusto y la heteronormatividad, este trabajo 
reconoce postulados actuales como los de Faúndez y Villa (2019), quienes estudiaron cinco novelas 
latinoamericanas en las que el sujeto homosexual es un personaje constituido a partir de su interacción con 
el poder disciplinario (p. 111). De la novela de D´Halmar, Faúndez y Villa escribieron: “Deusto, como 
sacerdote, debe seguir una estricta disciplina religiosa, marcada por la abnegación, el arduo trabajo, el asedio 
de la culpa y el castigo constante como forma de resarcimiento, sometiendo su cuerpo y espíritu mediante 
actos que van desde el simple ayuno hasta las privaciones más exageradas” (p. 106). Desde este punto, 
nuestra disposición principal es relacionar tales elementos y vínculos con el mal, el ideal de ascetismo y el 
deseo mimético cuando el individuo experimenta un padecimiento psicológico debido a los lazos que lo 
unen a una sociedad metódica que le infringe un daño corporal. 
 45 
entonces no hay un vencedor y nadie podrá afirmarse virtuoso, si parafraseamos a Antifón 
el Sofista (Foucault, 2005, p. 64). 
De ahí parte el principio de ideal ascético que estudiamos en la novela de 
D’Halmar. No obstante, pensamos que, como categoría de análisis, el ascetismo no es más 
que una forma de problematizar esa resistencia a la norma y al control del Establishment. 
En el pensamiento griego clásico –escribió Foucault– la idea de los “adversarios que el 
individuo debe combatir no solo están en él o cuando mucho cerca de él. Son una parte de 
sí mismo” (p. 66). La formulación de una ascética en Pasión y muerte del cura Deusto 
previene una manera de impugnar la moral dominante porque el deseo es ingénito de la 
persona. No habrá en el discurso novelístico tal liberación en vida. Los “males” previstos 
que inculpan y que provienen del individuo como sujeto deseante, solo podrán ser 
depurados a través de la muerte porque estos no le son extraños al sujeto deseante quien 
es, en nuestro caso, Deusto, el personaje que consolida el deseo homoerótico. Así, lo que 
no debemos olvidar “para definir el estilo general de esta ‘ascética’ es que el adversario 
al que debe combatirse –por alejado que esté, por su naturaleza, de lo que pueda ser el 
alma, o la razón o la virtud– no representa otro poder, ontológicamente extraño” (Foucault, 
2005, p. 66). 
Si bien es cierto que una parte de la crítica de Pasión y muerte del cura Deusto 
(1924) ha planteado la existencia de una posición de alteridad del autor en los sucesos 
novelados, para críticos como Vicente Urbistondo (1982) la novela de Augusto D’Halmar 
produce un desenmascaramiento que, aunque español, “abre una brecha harto más ancha 
que la de Blest Gana” (p. 173) y pone de manifiesto las pasiones alborozadas que no 
 46 
podrían tratarse sino con cierta sinuosidad en una sociedad con un amplio sentido 
mimético de afrancesamiento. Héctor Domínguez Rubalcava (2001) habla de un discurso 
del ritual católico que resignifica y construye metáforas que guían la narración por 
sentidos más complejos, distanciados del mero curso de los acontecimientos. Del análisis 
de Domínguez nos interesa la observación de una forma de la envoltura que empezaría 
por la sotana del cura como un límite corporal, para llegar a otros empaques como el de 
la homilía que contiene todo el drama pasional de Deusto, o el discurso de lo estético que 
empaqueta la atracción y la seducción de Pedro Miguel. Lo anterior marca el inicio de una 
relación mimética o deseo mimético en la ficción, y aquí radica parte de la propuesta de 
este capítulo, que contiene las relevantes formas de parecer ser o de llegar a ser según las 
relaciones triangulares entre el sujeto deseante, el mediador y el objeto del deseo, de 
acuerdo con René Girard (1985). 
La envoltura es, entonces, una determinada forma de mediación que se destaca 
junto a los arbitrios principales. Sylvia Molloy (1999), por su parte, escribe de la novela 
y del seudónimo de Augusto Thompson como su primera ficción homoerótica7, “que cifra 
la pérdida, la imposibilidad de unión con el objeto amado, el deseo masculino y la fallida 
colaboración entre hombres no solo en el texto mismo sino en la figura de su autor” (p. 
271). Por eso, la investigadora declaró que, como texto fundador, 
 
7 Juan Cornejo Espejo (2009) señala que varios autores prefieren la noción de “homoerotismo” en lugar de 
“homosexual” y “homosexualismo”, principalmente, porque este término “describe mejor la pluralidad de 
prácticas y deseos de los hombres orientados hacia el mismo sexo” (p. 144). 
 
 47 
el seudónimo es también una primera ficción de desplazamiento, el comienzo de 
una interminable errancia que es tema de la mayoría de los libros de D’Halmar. 
D’Halmar bien puede ser el nombre de un antepasado sueco, pero es también al 
mar, llamado que el autor, después de su ruptura con Santiván, acata con furia 
(Molloy, 1999, p. 271). 
Según Molloy, Pasión y muerte del cura Deusto es un intento del autor por alterar 
el orden establecido de una hispanidad eurocéntrica, reclamarla para Hispanoamérica y, a 
la vez, trastocarla por completo. Lo anterior podría explicar la gran variedad de imágenes 
culturales y religiosas como prácticas notables abarcadoras de una conciencia hispánica y 
de un conocimiento social español por parte de un escritor latinoamericano.

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