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La Santa Cuaresma - P Félix Sarda y Salvany

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DETODO EL Μ,Ι/NDO
P O «
f. &1 S.
X Kl.
3La Santa ÍDuarmna.
CON LICENCIA DB LA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA,
BIBLIOTECA LIGERA,
p o r XX F é l i r 8 a r d á y S a l v a n ^ P b
l . ¿H ablem os de 're lig ’ió a ? —-2. ¿ Q,uíén ee ocupa ( 
«G o?-3, ¿En que quedam os: h a y o no h a y D io s ? — 
L a razón da la sin razón .—5. ¿Si seré y o alpo m áe <ji 
un bruto an im al?—6. Baeno; pero el a lm a n ad ie ! 
ha v is to ,—7. ¿Qué m e cu en ta V , d el otro m undo?— 
Loft am igos d el p u eb lo .—9. ¿Y s í la hay? -10 , ¡A. co 
Fesarl—11. ¿9oy ca tó lic o ? —12, A m igo U a l,—13. Jes 
cristo y «1 E r& ngalio .—14, ¿M ilagros? N o so y U 
b o b o .—15, N o m e h a b le V . d e l P a p a .—16t. P aá 
N u estro , A ve M aría y G lor ia ,—17. ¿Y cóm o no tu 
ah ora m ilagros?—IB. T o no creo sino lo que coi 
prendo.^ 19, ¿Y eso de la Bala?*-2f>. L ibertad , igu£ 
dad, fratern id ad .—31. L a san ta C uaresm a.—22* M cu 
te y ju lc io .^ 3 3 , Infierno y g lo r ia .—84. Q uerer es í 
a e r ,— 85. E sos curas ¡loa h a y ta n m alos! -2 0 , Bue
BIBLIOTECA LIGERA, A.“ *1.
LA SANTA CUARESMA
p n E s católico, leclor? ¿sí 6 n o ? Si 
t l -i do lo eres, no hablo contigo en e s ­
te día : suéltame y vete á otro asunto . 
Mas si lo eres, si algo retienes aún de 
tu verdadera Religión, si no te has 
atrevido todavía á renegar de la fe de 
tu Bautismo, léeme bien, medítame, y 
. luego haz como te dicte tn concien­
cia católica. Para esto, de tres puntos 
quiero conversar ahora contigo, redu­
ciéndolos á estas tres preguntas: 
¿Q ué viene á ser la santa Cuares­
ma?
¿Q ué exige de nosotros?
¿Qué tenemos derecho á esperar 
nosotros de ella?
¿Qué viene á ser la santa Cuaresma? 
Nunca tal vez le has hecho eu tu vida 
esta pregunta. Acostumbrado á oir tal 
palabra y á pasar este tiempo como el 
restante del año, jamás paraste la 
atención eD saber por qué razón hay 
en el decurso de él ana temporada 
que se llame así. Voy á explicártelo 
tan sencillamente y al mismo Liempo 
tan exactamente como pueda.
£1 alma necesita, como el cuerpo, 
restablecer de vez en cuando sus fuer­
zas gastadas. El combate de cada día 
la trae fatigada, y es necesario a le n ­
tarla. O bien la indiferencia y la ru ti­
na la traen como adormecida, y es ne­
cesario despertarla. O bien el contacto 
con las miserias de la tierra en que 
vive encenagada la han puesto sucia, 
y es necesario limpiarla .
— 2 -
Para lodo esto es necesaria la san ta 
Cuaresma.
Para los dormidos y los descuidados, 
que necesitan quien les despierte coa 
el trueno de las amenazas de Dios.
Para los desdichados hundidos en 
el cieno de asquerosas maldades, que 
necesitan ser purificados.
Para los buenos á quienes el can­
sancio podría hacer desfallecer, y q ue 
necesitan ser sostenidos.
No sé si me equivoco, pero creo que 
esto es todo lo que necesita el hombre 
en cuanto á su espíritu, y creo que á 
todo esto satisface cumplidamente la 
santa Cuaresma. Para ello tiene esta­
blecidas la Iglesia tres prácticas im ­
portan lisi mas:
La predicación de la divina palabra.
La confesión de las culpas y la Co­
munión pascual.
La mortificación por medio delayu* 
do y abstinencia.
A estas tres cosas viene obligado 
du ran te la Cuaresma todo cristiano q ue 
no presente verdadero impedimento. 
No obstante, me parece que cada una 
de ellas corresponde de uo modo par­
ticular á una de las tres clases indi­
cadas.
La predicación, para sacudir el sueño 
á los dormidos.
.La confesión, para purificar de sus 
culpas á los sucios.
La mortificación, para sostener en 
la virtud á los vacilantes.
Muchos son en este mundo los que 
andan dormidos, y antes que la m uer­
te les dé un cruel despertar, prefiere 
la Iglesia despertarlos ella con su voz 
de madre. Dormidos son los que aquí 
viven como si debiesen vivir siempre: 
los fabricantes que no piensan más que 
en fabricar; los comerciantes que do 
ven en este mundo más que un centro
d e operaciones mercantiles; los ambi­
ciosos que no buscan más cielo que el 
logro desús sueños de poder; los liber­
tinos que lodo lo reducen á esta p a la ­
bra, más propia de niños que de hom­
bres, divertirse; la dama cuyo único 
cuidado es el figurín; el banquero cuya 
única religión es el alza y baja de los 
valores públicos; el artesano que no 
ve más allá de sus herramientas; el 
sabio orgulloso que no tiene otro ideal 
q u e adquirir algunos conocimientos 
más. Todos éstos y otros muchos que 
tú sabes, están dormidos, amigo mío, 
dormidos, como tal vez lo estás tam­
bién tú, y lo peor de todo, dormidos á. 
la misma orilla ó borde de un prec i­
picio espantoso.
Saben que ban de morir, es cierto; 
pero todo el mundo diría que lo ig n o ­
ran , según viven tranquilos y confia­
dos. La muerte , que cada día a r ran ca
de su lado á personas llenas de vida, 
de salud y de ilusiones, llamará un 
día á su puerta; y si no tienen otra 
preparación para recibirla que los 
adelantos fabriles, ó el movimiento 
comercial, ó el traje de última moda, 
ó las aventuras del baile de máscaras, 
dígote, por vida mía, que habrán he­
cho un bonito negocio.
Ea, dime tú, amigo mió, quien qu ie­
ra que seas, rico ó pobre, mozo ó vie­
jo , sabio ó rudo: ¿es cierto lodo esto, 
ó no lo es?
He aquí, pues, por qué la Iglesia 
levanta la voz constantemente, pero 
mucho más en eslos días. Be aquí por 
qué desde el miércoles de Ceniza no 
cesa de gritarte con voz de trueno : 
¡Bas de morir! ¡Ras de ser juzgado! 
¡Has de salverte ó condenarle! ¡El 
infierno es eterno! He aquí por qué 
salen para todas las parroquias celosos
- 6 -
misioneros que repUen todo esto en 
todos los Io d o s , así en las capitales 
como en las aldeas, así á los ricos co­
mo á los pobres, así á los sabios como 
á los rudos. Porque ricos y pobres, 
sabios y rudos, cortesanos y aldeanos, 
todos hemos de sufrir igual suerte , 
igual juicio é 'igual sentencia.
He aquí, pues, la importancia q ue 
tiene la santa Cuaresma para los dor­
midos.
Pero puede que no sólo estés dormi­
do y descuidado, sino que és muy fá­
cil, es casi seguro, que seas lambién 
criminal. Criminal, sí, y no retiro la 
palabra. El mundo llama solamente 
criminales á los que roban 6 matan. 
¡Cuántos crímenes se cometen que el 
m undo no conoce por tales y que Dios 
ve en el fondo de cada corazón! Cri­
minal eres sj has infringido la ley de 
Dios ó la de sn Iglesia, y estos cr ím e-
_ 7 —
oes do le llevarán al pres id io , amigo 
mío, pero te llevarán al infierno. Para 
evitarlo es indispensable el a r rep e n ­
timiento sincero y la confesión. Por 
es to la Iglesia la ha puesto como obli­
gación á todos sus hijos en la santa 
-Cuaresma, y s in o te confiesas duran te 
ella, preparándote para el cum plí- 
miento pascual, das muestra d e q u e no 
perteneces á nuestra santa Religión. 
Si, esta es la verdad, aunque te sor- 
preoda oírla tan clara. ¿Piensas acaso 
que para ser individuo de una religión 
basta llevar su nombre? No, sino que 
es necesario seguir su ley.
La otra práctica ordenada por la 
Iglesia eu la santa Cuaresma es la 
¿mortificación. La mortificación es para 
las almas loque la sal para los cuerpos: 
un preservativo y un es timulante. El 
1 espíri tu necesita que tenga domado el 
cuerpo para someterlo á su señorío, y
por esto la monilicacíón de la carne 
ha sido el primer medio de que se haa 
valido los hombres para dominarse y 
perfeccionarse. Es al mismo tiempo 
una expiación, un castigo; porque 
si hemos pecado casi siempre por d e ­
masiado amor á nuestra comodidad y 
deleite, justo y corriente es que ex­
piemos esta culpa con una ligera inco­
modidad y sufrimiento.
Ahí tienes, pues, lo que viene á ser 
la santa Cuaresma; un tiempo especial­
m ente destinado por la Iglesia católica 
para la meditación de las verdades 
e ternas, confesión de las culpas y m or­
tificación de la carne.
¿Qué exige de tí la Iglesia en la 
santa Cuaresma? Sencillísimo. Exige 
que asistas con recogimiento á la pre­
dicaciónde las verdades divinas; que 
confieses con humildad los pecados, 
disponiéndole para el cumplimiento
- 9 -
pascual, y que practiques, si puedes, 
los ayunos y abstinencias. Esto hace 
todo buen católico en la santa Cua­
resma. Si á esto Taitas, permíteme que 
te lo diga, aunque la expresión sea un 
poco dura: Serás tan católico tú, como 
yo mahometano.
Se da por algunos poquísima inpor- 
tancia á la predicación de la divina 
palabra, y no se ciertamente por qué 
motivo. La predicación popular se ha 
hecho tan de moda, y se ha creído un 
medio tan eficaz para la propagación 
de toda clase de doctrinas, que hace 
poco tirmpo hasta nuestros enemigos 
pusieron en cada esquina un predica­
dor. Y era de ver el afáu de los bobos 
para oír á tales predicadores. Pues 
bien; pueblo querido, déjate de cuen ­
tos: tales predicadores no llevarán ud 
átomo de tranquilidad á tu casa, ni un 
átomo de paz á tu alma. Te harán en·
- 10 —
cender á lo más la sangre en odios 
violentos contra clases y personas; te 
volverán iracundo, vengativo y m a l­
contento, y he aquí todo el resaltado. 
No así la predicación apostólica. El 
saludable terror que inspira á los fieles 
la voz del misionero, ¡cuántas bendi­
ciones deja á los pueblos que han sa­
bido aprovecharse de elja! ¡Cuántas 
enemistades y rencillas apaciguadas! 
¡Cuántas restituciones de cosas hurta­
das ó mal adquiridas! ¡Cuántas re la ­
ciones infames destruidas! ¡Cuántas 
honras salvadas! Y esto á juzgar por 
lo que se ve de fuera, porque si p u ­
diésemos examinar el interior, ¡cuánta 
paz y cuánto consuelo en muchos co­
razones destrozados antes por el re­
mordimiento! ¡Feliz el pueblo al d e ­
rredor de cuyo pulpito se agrupan en 
este tiempo los fieles lodos, pend ien ­
tes de la palabra del mÍQistro de 
Dios!
— 11 -
Exige también la Iglesia en este 
tiempo que te confieses, y que te con­
fieses bien. No es confesarse postrarse 
á los piés del confesor, decir cuatro 
tonterías sin haberte antes examina­
do, y volverte con indiferencia, sin 
ninguna resolución formada, sin n in ­
g ún plan de nueva vida, sólo para r e ­
coger la cédula parroquial y lograr 
q u e callen de una vez con ella la ma­
d re ó la esposa, que te han estado 
hurgando quince días seguidos para 
q u e fueses á cumplir. No; esto no es 
confesión, sino parodia de ella: con esto 
podrás engañar á tu confesor, á tu pá­
rroco y á la familia, y tal vez á ti 
mismo; pero nunca, nunca á Dios, 
q u e ve tu mala disposición y tn indi­
ferencia y tu hipocresía. Confesarte 
bien es declarar todas las culpas come­
tidas que recuerdes despnés de un re­
gu la r examen; dolerse de ellas y r e ­
— 12 -
solver no cometerlas otra vez; cum plir 
finalmente la breve penitencia que por 
ellas se te imponga. Y esto con since­
ridad y llaneza. Lo contrario es un 
crimen horrendo, es un sacrilegio, y 
si después de todo te atreves á recibir 
la Sagrada Comunión, acabas de po­
ner él sello con eso á la condenación 
e te rna de tu pobre alma.
El ayuno y la abstinencia ?oo ta m ­
bién prácticas obligatorias en la santa 
Cuaresma. La segunda obliga desde el· 
uso de razón basta ta muerte, es tando 
en buena salud. El primero desde los 
veintiún años cumplidos hasta los se­
senta, si las fuerzas no están decaí­
das. Están dispensadas del ayuno dos 
clases de personas: los débiles, coa 
consejo antes del médico, y los dedi­
cados á ejercicios penosos y cansados^ 
como los tejedores, labradores y otros. 
En caso de duda no puedes dispensar­
- 13 —
te tú solo: únicamente el confesor es 
quien puede, no dispensarte, sino de­
clararle dispensado. T el qae no ayu­
ne, pudiendo, peca mortalmenle cada 
d ía . La abstinencia de carnes es obli­
gatoria el miércoles de Ceniza, todos 
los viernes de Cuaresma y los últimos 
cuatro días de la Semana Sania. Y el 
q u e falta á la abstinencia, comiendo 
ca rne en los días prohibidos, peca tam­
bién de pecado mortal. Y estos días 
citados son de precepto aun para los 
que tienen Bula de la Sania Cruzada. 
Para los que no tienen la Bula, ten ien­
do recursos para tomarla, son p rohi­
bidos todos los días de Cuaresma d es ­
de el miércoles de Ceniza hasta el 
domingo de Pascua.
¡Cristiano lector! no eres dueño de 
toda una nación, ni siquiera de lodo un 
pueblo para obligarlos á esta obser­
vancia, pero eres dueño de tu alma, y
- 14 —
tal vez de otras almas que dependen 
de ti. Comprenderás que hablo de t a 
familia y de tus dependientes. T ienes 
obligación estrecha de hacer lo posible 
para que todos los que de este modo 
te pertenezcan aprovechen en lo po­
sible el celo de la Iglesia en este tiem­
po. Míralo bien. Nuestra Madre para 
llamarte al recogimiento y á la peni­
tencia se ha revestido ella misma del 
aparato de la más severa tristeza. 
Preséntase vestida de morado en sus 
Oficios, obliga á que enmudezcan las 
dulces armonías del órgano, y en lugar 
de los festivos alleluyas de otras épo­
cas diríase que sólo sabe suspirar pla­
ñideros quejidos por tus iniquidades y 
por el temor de la justicia de Dios. 
Penétra te de este su espíritu, de suave 
terror y desan ta melancolía, que n u n ­
ca es tan bella ana madre como cuando 
llora.
Aun de bailes y teatros debes p r i -
- 15 -
— l e ­
var te en este sagrado tiempo. Observa,, 
un apartamiento riguroso de todo esto, 
á fin de que la disipación de La alma 
no haga un feo contraste coa el reco­
gimiento de los verdaderos hijos de 
la Iglesia. ¿No tienes tú también 
mucho de qué llorar? ¿No hallas en 
tu alma muchísimo de qué afligirte? 
Recorre á la luz de la fe y con since­
ridad los pliegues de tu corazón, y si 
te crees después seguro de toda acu ­
sación, y dispuesto á presen tarte en 
seguida al tr ibunal justiciero del Di- ; 
vino Juez, ríete entonces enhorabuena 
de la saula Cuaresma y de la Confe­
sión y de ios ayunos, y baila, ó cauta, 
ó haz lo que te pareciere mejor. Pero, 
d im e en confianza: Y ¿Dios? ¿Confor­
m ará s u , di vi do juicio con el luyo, 
hijo de tu pereza y de la ceguedad de 
tus pasiones? Piénsalo bien. ^
a * ai. o. G.
sf, pero no beato.—27, Honrado, y esto basta.—Í6- 
Lioa no se mete en eso,—29, ¿Para qué necesito yo 
Sacramentos?—30* Dios quiere el corazón.—31. j To­
dos somos iguales!—S&. Más imbajo y menos fiestas, 
—33, ¡Qué dirán!—34. [Dad al Papa 1—35- Pero ¿de ve­
ras os parece que liemos de resucitar?—35* ¡ Calla, 
blasfemo!—37. Lo de Lourdes— 38. ¡A-veces hasta 
duda ano si hay Providencia!—89. j Pobre de mí*.. no 
tengo tiempo!—40* ¿Y por Cfcté no lie de leer yo todo 
lo que quiero?—4í. Baos euras.,. por Lodo piden di- 
ñero,— Belén y la cuestión social-—4 3* Principio 
y fundamento,—44. Lo que se va y lo que se viene.—
45. M alo m alo no lo so y . O tros h a y peores qne y o .—
46. A v e la y rem o,—47, ;Las fiestas! {Lae fiestas!—4$. 
[T olerantes é intolerante& l—49. T erqu ed ades c a tó li­
cas.—50. ¡Nó, n» p rñ valecorán l—51. ¿R elig ión? ¡ i loa 
curas cott ese em b rollo !— 53. P ero, ¿cómo p u ed e ser 
lo da la E u c a r is t ía ? -53. Los fra ile s h o lg a za n ea ,—54. 
H istoria contem p orán ea.—55. jSe va á esp an tar e l 
«nferm o ai le hab lan de Sacram entos!— 5G. La l ib r e ­
ría d e mt am igo*—57, Corazones p artid os.—58. i<Jnó 
ig le s ia s y con ven tos! E scu e la s y ta ller e s n e c e s ita ­
m os.— ¡>9. Vamcrs and ando.— G0. L os p ocos y lo s m n- 
chofi,—61, G anar para ]a vejez —62. P o n cio PLlatoa. 
—63. Mira que te m ira D io s ,— 61, El S an to R osario .— 
65 ¿Y h a y de veras pu rgatorio?—66. Cariño m ás allA 
de la ta m b a .—67. C e lestia l co m p a ñ ero .— 68. N i fe 8 m 
obras, n i obras ain fe .—£9. La San ta In q u isic ión .—
¿Los curas? iBahJ son hom bres com o n oso tros.— 
i i . C uantas g a la n a s .—73. E l secreto d e l b ien m orir. 
—73. ¡Eternidad! [E ternidad l—74. H ig ie n e esp iritual* 
—75. María, Madre de D ios.—7tí. L a c a sa - ig le s ia y la 
ca sa -c lu b .—77. E scu e la s la ica s , e s d ec ir , imp ía s.—
7#. E l S agrad o Oorazóiu—79, E l secreto de la e scu e la 
la ic a ,—80. V iv o s y muertos» ó ¿caándo se nace de 
vera s? —81. P ieza s para un p ro ceso .—8&. L as tr w 
m en tiras de la enseñ anza la ica*—83. ¿Rom erías? 
¿qué Be sa ca de eso?—84. M odos de te n e r re líg ió fi 
qu e eq u iv a len á no ten er la .—85, N o e sto y por tan to 
lu jo en la s ig lea iae ; Cristo fué p ob re .—8Bt Con qué 
¿nos vam os?—87* C riterio seg u r o ... y ún ico ,—8». L a 
cas» d e la etern id ad .—8S). E l b a del jesu itism o*—80; 
¿Tanto m al ea e l pecado?—91. Más sobre e l je s u it is ­
m o.—92. E l p ecad o cr istia n o .—93. l ia m ááju stificad a 
ju s t ic ia ,—94. E l com b ate d e la v id a .—95. E l triunfo 
de la fe .—9 i. L a v e jez del incrédu lo ,—97/ [Ebüb te a ­
tros!—93. E l crim en de m u ch os hom bréfl de b ien .“- 
¡>9, Ricop muy pobres,—100. Ad majorera Deigloriam.
Los Kbritos de esta Biblioteca se venden en 
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na á los precios siguientes:
Un ejem plar, 6 cents, de p ta .; docena de un 
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