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Las Artes Liberales en la
Biblioteca Real del Escorial,
dos antecedentes iconográficos
Jesús DE LA IGLESIA
Estudios Superiores del Escorial
I. Presentación.
II. Los primeros escarceos amorosos de Mercurio
según Martianus Capella.
III. El Trivium y el Cuadrivium.
IV. La Gramática.
V. La Retórica.
VI. La Dialéctica.
VII. La Aritmética.
VIII. La Música.
IX. La Geometría.
X. La Astrología.
XI. Bibliografía.
La Biblioteca Real del Monaste-
rio del Escorial es una de las más
completas e importantes del mun-
do. No por la cantidad de libros
expuestos en sus estanterías, pues
su riqueza bibliográfica apenas
alcanza los 50.000 volúmenes, si-
no por su indiscutida calidad,
siendo, sin competencia posible,
la primera del mundo en cuanto a
cantidad de manuscritos árabes,
ya que cuenta con más de 2.000.
La sala abierta al público es una
galería abovedada de 54 metros
de longitud por 9 de anchura. La
altura de sus bóvedas es de 10
metros. El testero norte está presidido por la Filosofía. En el opuesto
la Teología. Y entre ambos, las siete Artes Liberales.
El Trivium y el Cuadrivium están representados de la manera si-
guiente: en los centros consecutivos de las bóvedas, y rodeadas de
sus correspondientes atributos alegóricos, unas grandes matronas
simbolizan cada una de las Artes; y en los tramos laterales corres-
pondientes se relatan dos historias que tienen alguna relación con la
disciplina a la que hacen referencia. Todo ello enriquecido con la re-
presentación de más de una treintena de personajes históricos, litera-
rios o mitológicos relacionados, por una de esas tres razones, con ca-
da una de las siete Artes Liberales.
1. PRESENTACIÓN
La ponencia que presento a continuación está estructurada en
función de un proceso iconográfico histórico que he iniciado a co-
122	 JESÚS DE LA IGLESIA
mienzos del siglo y y que finalizo, lógicamente, con la descripción
de los frescos pintados por Tibaldi y Carducci a finales del siglo
xvi '. Ponencia basada en las siguientes fuentes bibliográficas prima-
rias: De nuptiis Philologiae et Mercurii, de Marciano Capella; la
Margarita Philosophica, de Gregorio Reisch, y la Historia de la Or-
den de San Jerónimo, de fray José de Sigüenza Las obras de Cape-
lla y Reisch están en la Biblioteca Real desde su creación por
Felipe II y, por su transcendental importancia, no podían ser ignora-
das por Sigüenza, Arias Montan°, Pedro de Valencia y Juan de He-
rrera, que fueron los principales inspiradores del diseño iconográfico
definitivo de esta incomparable obra de arte e inteligencia'.
El hilo conductor que me ha servido para hilvanar las tres repre-
sentaciones iconográficas es la narración clásica de Marciano Cape-
lla. No he tenido otra opción. La cuantiosa información que propor-
ciona, su prodigiosa riqueza imaginativa y su belleza literaria han
hecho insuperable un escrito que, en principio, fue redactado sin afa-
nes divulgatorios 3.
Félix Mineo Marciano Capella, nacido en la ciudad cartaginesa
de Madaura, escribió en las primeras décadas del siglo y, un tratado
enciclopédico titulado De nuptiis Philologiae el Mercurii en el que,
recurriendo a las mitologías de Grecia y Roma, intenta hacer una re-
copilación de los saberes universitarios de su época. No incluye dos
importantes ramas del saber —la Arquitectura y la Medicina— por tra-
tarse de dos materias ajenas al expediente académico de comienzos
del siglo y, aunque las cita como invitadas en la ceremonia celestial
I. La controversia sobre la autoría de las pinturas de la Biblioteca Real no está
definitivamente zanjada y este no es momento de participar en esa polémica por lo
que, sin que ello signifique un pronunciamiento por mi parte, he decidido, por co-
modidad expositiva, seguir la corriente más tradicional, aunque parece la menos
avalada documentalmente. Corriente que atribuye a Tibaldi las pinturas de las bóve-
das que representan las Artes Liberales, y a Carducci las historias que decoran las
paredes laterales.
2. De los tres ejemplares existentes en la Biblioteca Real de la obra de Capella,
dos fueron editados en Basilea en 1532; el otro fue impreso en Lyon en 1539. Los li-
bros de la obra de Reich existentes en la Biblioteca Real fueron publicados en Basi-
lea; el más antiguo data de 1535 y el otro —editado en dos tomos— es de 1583.
3. Efectivamente, la finalidad del escrito de Capella fue sólo, como él mismo
confiesa, la de legar a su hijo Marianius un compendio de los conocimientos académi-
cos que se impartían en los nacientes centros universitarios de su época. Lejos estaba
él de imaginar la posterior transcendencia de su obra, según podemos deducir de las
palabras finales de De nuptiis Philologiae el Mercurii: «1-lijo mío, no olvides que soy
un hombre mayor y muéstrate indulgente al juzgar las insensateces que he escrito».
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 123
que sirve de presentación de las Artes Liberales. De nuptiis Philolo-
giae et Mercurii consta de nueve libros; en los dos primeros se crea
el escenario prematrimonial en el que se presentaran las Siete Artes
Liberales. Ese es también el esquema que presento a continuación.
Margarita Philosophica fue escrita por el monje cartujo Gregorio
Reisch (1467-1525) 4 que fue confesor del emperador Maximiliano 1.
La primera edición salió de la imprenta en 1503 en la ciudad alema-
na de Friburgo, donde fray Bernardo era prior del monasterio del
Monte de San Juan Bautista que tenía la orden en las afueras de la
ciudad. El libro está dividido en doce secciones. Las siete correspon-
dientes a las Artes Liberales y otras cinco en las que se tratan las si-
guientes materias: filosofía natural, el origen de las cosas, poderes y
sensaciones animales, poderes del intelecto animal y filosofía moral.
II. Los PRIMEROS ESCARCEOS AMOROSOS DE MERCURIO
SEGÚN MARCIANO CAPELLA 5
Hubo un tiempo especialmente dichoso en el Olimpo en el que se
celebraron multitud de bodas sagradas. Todos los dioses, desde el
poderoso Zeus hasta el anciano Neptuno, habían sido subyugados
por la fuerza irresistible de la belleza femenina. Fueron tiempos en
los que, sabida en la Tierra la felicidad del cielo, se escribieron infi-
nitos poemas épicos y líricos en los que se cantaba el amor divino.
Tiempos en los que el único anhelo de los dioses y de los hombres
era la búsqueda de la felicidad en el matrimonio.
Fue entonces cuando el joven Mercurio, excitado por las historias
de la reciprocidad en el amor entre los dioses, se decidió a contraer
matrimonio. Su propia madre le había incitado a ello cuando reparó
que el cuerpo de su hijo, como consecuencia del ejercicio de la lucha
4. El autor de las iluminaciones iconográficas que han acompañado al texto de
Reisch en sus diversas ediciones fue Miguel Wolhgemut (1434-1519), uno de los ar-
tistas que más influyeron en el período de aprendizaje de Alberto Durero.
5. Si no se hubiera afirmado en múltiples ocasiones que traducir es sinónimo de
traicionar, no habría que perder esta oportunidad para decirlo ahora. La versión que
presento aquí de algunos epígrafes de De nuptiis Philologiae el Mercurii es una tra-
ducción absolutamente libre realizada sin ningún respeto lingüístico ni conceptual.
Además también he manejado a mi antojo la traducción inglesa de William Harris
Stahl y Richard Johnson. Y, lo que es más grave: no siento ningún remordimiento de
conciencia por haber actuado así. En último caso, que caiga toda la responsabilidad
en Luis Martín Merino, que fue quien me encaminó al estudio de Martianus Capella.
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JESÚS DE LA IGLESIA
y de sus constantes carreras a través del zodiaco, había desarrollado
esa fuerte musculatura que caracteriza a la juventud perfectamente
sana y bien proporcionada. Además, argumentaba la madre, ya co-
menzaba a florecer en las mejillas de Mercurio una pelusilla rojiza
que preconizaba la barba futura del hombre en el que se estaba con-
virtiendo el joven dios de la elocuencia, por lo que no podía continuar
yendo medio desnudo, sin más atuendo que una cortacapa que sólo le
cubría los hombros; desnudez que, por otra parte, era motivo de joco-
sos comentarios entre las diosas y doncellas del espacio celeste.
Mercurio había elegido ya a la doncella que más le atraía. Cono-
cía a Sabiduría desde su niñez más temprana y, a pesar de la confian-
za que siempre había existido entre ellos, era incapaz de aproximar-
se a ella sin azararse y sin poder evitar que se le subiera a la cabeza
una rápida oleada de vapores procedentes de todas las partes del
cuerpo que le impedían comportarse con la habitual normalidad de
siempre. Deseaba ardientemente a Sabiduría porque era prudente,
santa, pura y más justa que otras doncellas, pero existía un impedi-
mento insalvable entre ellos que conocían ambos: eran hermanos de
leche, y Palas se sentiría muy ofendida si llegaran a sus oídos propo-
siciones de matrimonio entre ambos.
Por eso, Mercurio permitió que la espléndida belleza de Profecía
inflamara sus deseos. Se trataba de una doncella de noble cuna —al
ser la hija mayor de Premeditación— y su penetrante y fascinante sa-
biduría ejercían sobre él una atracción irresistible. Pero ella, incapaz
de reprimir su desordenada pasión, había llegado a un acuerdo con
Apolo para convertirse en su amante, por lo que Mercurio, acelerado
en él su deseo de matrimonio, se decidió por pretender a Psyche —la
hija de Entelequia y el Sol— que era una joven divinidad que, además
de ser extremadamente bella, había recibido una esmerada educa-
ción desde el inicio de sus días. Añadiéndose a todo esto la riqueza
de los infinitos y valiosos regalos que depositaron los dioses en su
cuna cuando se celebró la fiesta de su nacimiento. Zeus puso en su
cabeza una diadema que había tomado de Eternidad, su hija favorita;
Apolo añadió una cinta para su pelo tejida con fibras deslumbrantes
de oro puro; Atenas desató de su túnica un llameante velo rojo y se lo
colocó en el pecho en forma de banda, regalo que, al proceder de una
virgen sagrada y sabia, transfería a la recién nacida los mismos atri-
butos de la divinidad y de su ilimitado conocimiento.
Apolo, portando su rama de laurel, la tocó con la vara de la adivi-
nación profética que permite interpretar acertadamente el sentido del
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 125
vuelo de las aves y otorga el conocimiento de las leyes que rigen la
movilidad del cielo y las estrellas. Urania, la diosa de la Astronomía,
le regaló un reluciente espejo que había estado siempre colgado en
las habitaciones privadas de Sabiduría; espejo que le permitiría a
Psyche reconocerse a sí misma estudiando su infancia y su genealo-
gía divina. El artesano de Lemos la obsequió con unos candelabros
constantemente encendidos que la alejarían de la oscuridad de las
sombras y de la ceguedad de la noche. Afrodita le regaló la capaci-
dad de sentir todo tipo de placeres esparciendo sobre ella un ungüen-
to con guirnaldas de flores que le enseñaría a apreciar y a disfrutar de
los perfumes y delicias de la dulzura de la miel; todo ello al tiempo
que le inculcaba el deseo por el oro, las joyas y las ricas vestimentas;
además, para asegurarse de que Psyche no habría de estar nunca sin
diversión ni deleites, le asignó como doncella a la diosa Placer para
que, mediante íntimas excitaciones, estimulase en ella todo tipo de
deseos placenteros. El propio Mercurio, que también había sido invi-
tado a la fiesta de nacimiento, le regaló un vehículo de ruedas ligeras
en el que pudiera viajar con rapidez astronómica, aunque Memoria le
limitó la velocidad adjuntándole pesadas cadenas de oro.
No había, pues, duda alguna. Frustradas las primeras pretensio-
nes que le habían inclinado inicialmente hacia su medio-hermana
Sabiduría y hacia la caprichosa Profecía, Mercurio estaba absoluta-
mente convencido de que se casaría con Psyche, enriquecida por los
regalos de los cielos y adornada con los atributos divinos que enla-
zan a los elegidos de los dioses con la fortuna y el placer. Esos eran
los pensamientos de Mercurio en aquellos momentos. Aunque, si tu-
viéramos que ser más precisos, hablaríamos más de sentimientos que
de pensamientos.
Pero tampoco en el cielo la dicha dura eternamente, ya que en ese
preciso momento se acercó a él la incorruptible Virtud con los ojos
enrojecidos por las lágrimas y le confesó que Psyche había sido arre-
batada de su compañía por el arquero Cupido, manteniéndola cauti-
va mediante cadenas inexorables; revelación que hizo que se alejara
de nuevo de Mercurio la felicidad del destino que había planeado,
sin que la nueva tristeza que comenzaba a invadirle le diera alguna
oportunidad inmediata para pensar en otra doncella en la que se hu-
bieran derramado con tanto exceso las gracias de la sabiduría, la be-
lleza, la bondad y la ternura, cualidades todas igualmente necesarias
para ser admitida en la estirpe de Zeus.
126	 JESÚS DE LA IGLESIA
Pero si la felicidad no es eterna, tampoco lo es la desgracia, pues
todos conocemos desde el origen de los tiempos que no hay mal que
por bien no venga. Virtud le sugirió en ese momento a Mercurio una
idea que le hizo pensar: estaba claro que él no debería tomar ninguna
decisión sobre su matrimonio sin la previa aprobación de Apolo y de
Zeus, puesto que nunca se le permitiría interrumpir sus viajes a lo
largo de los signos del zodiaco y, en consecuencia, no sería posible
que estuviese alejado de los dioses supremos durante más de un mes.
«Vayamos, pues, a consultarles, le dijo Virtud, y ellos decidirán con
infalibilidad sobre tu futura esposa».
En respuesta, Mercurio le ofreció a Virtud su caduceo' para que
pudiera penetrar con él en las partes más secretas del mundo e intro-
ducirse, con igual rapidez, en los lugares más remotos del espacio
celeste. Él, por su parte, se calzó sus doradas sandalias e iniciaron
una minuciosa búsqueda de los dioses. Indagaron en los templos, de
donde les despidieron los oráculos con evasiva ambigüedad y donde,
tras los pertinentes sacrificios de animales sagrados —cuyas entrañas
fueron analizadas minuciosamente— se les informó de que las vísce-
ras de las aves, de los anfibios y de los mamíferos cuadrúpedos coin-
cidían en el anuncio de sucesos extraordinarios. Se trataba, pues, de
una información tan amplia como irrelevante, por la imprecisión, la
oscuridad y la carencia de significado de los augurios, lo que les
obligó a reiniciar la búsqueda de los dioses con la misma desorienta-
ción que les había acompañado hasta entonces.
Recorrieron diversos santuarios y cuevas desérticas donde no en-
contraron nada excepto unas pocas hojas marchitas de laurel y retor-
cidos restos de carne que estaban siendo devorados por la putrefac-
ción y los gusanos. Buscaron, incluso, aunque sin éxito, por los ca-
minos del aire frecuentados por Apolo para dirigir la diversidad de
los vuelos de las aves, de sus trinos y de sus presagios. Y como tam-
bién entre los dioses es frecuente confundir los deseos con la reali-
dad, hubo un momento en el que creyeron haber concluido sus pes-
quisas: cuando percibieron un lejano y estruendoso rumor que indi-
caba, según interpretaron Mercurio y Virtud, el regocijo de las rocas
del Parnaso ante la presencia de Apolo. Interpretación que pronto se
comprobó desacertada, puesto que se trataba del corrimiento de un
6. Vara delgada, lisa y cilíndrica rodeada de dos culebras, atributo de Mercurio.
Los gentiles la consideraban como atributo de la paz y hoy suele emplearse como
símbolo del comercio. Recordemos que los vocablos Mercurio y mercader tienen la
misma raíz etimológica.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 127
peñasco escondido en la India de cuya morfología nadie pudo dar
explicaciones convincentes por tratarse de una montaña rocosa que
había estado siempre cubierta por nieves perpetuas, lo que permitió
hasta dudar de la propia existencia de la montaña, pues el alud de
nieve, por sí solo, podría haber sido capaz de producir un estruendo
cuyos ecos fueran perceptibles desde las moradas de los dioses.
Por tanto, la búsquedacontinuó hasta que, tras cruzar una infini-
dad de ríos celestes por los que transcurrían líquidos multicolores
cuyas temperaturas variaban desde la gelidez del hielo hasta la in-
candescencia del corazón del sol, llegaron a las proximidades del
Olimpo, donde fueron recibidos por Apolo antes de que se hubieran
percatado de su presencia, a pesar de que hacía unos instantes que
sonaba una dulce melodía procedente de la espesura de los bosques
que indicaba la proximidad de algún personaje celestial familiariza-
do con los placeres de la sensualidad.
Apolo se levantó del trono sobre el que estaba sentado y ordenó a
las ninfas que le rodeaban que se aproximaran. Y aunque podía pare-
cer que éstas se apresuraban para complacer al joven emisario del
zodiaco, lo cierto es que se movían con paso comedido, conjugando
el amor y la obediencia que sentían por el más bello de los dioses con
la elegancia de sus sensuales movimientos, creando así un escenario
completamente acorde con las palabras que comenzaba a pronunciar
Apolo:
Escúchame atentamente, querido Mercurio: quiero hablarte de una
doncella de antiguo linaje, altamente educada y bien conocida en el
Parnaso; sobre ella brillan las constelaciones; ninguna región escon-
dida puede ocultarle el movimiento de las estrellas a través de Tarta-
rus; los rayos no pueden esconder a su conocimiento los deseos de
Zeus; sabe, antes de que ocurra, del futuro nacimiento de las olas su-
bacuáticas sobre las que reina la indiscutida voluntad de Neptuno y
conoce, igualmente, tus interminables recorridos a través de los sie-
te espacios de tus hermanos zodiacales. Siempre atenta e infatigable,
penetra en los secretos del conocimiento, por lo que su continuo
aprendizaje puede anticipar todo lo que les es permitido conocer a
los dioses. Por ello, tiene con frecuencia cierto poder sobre nosotros
impeliéndonos a obedecer sus decretos. Se trata, en resumen, de una
doncella subliminal. Y aún quiero decirte otra cosa más: ella y tú
formáis una pareja perfecta.
No había nada más que escuchar. Sólo faltaba solicitar la aproba-
ción de Zeus, por lo que Mercurio, al tiempo que se despedía de Vir-
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JESÚS DE LA IGLESIA
tud y de Apolo agradeciéndoles tanto sus fraternales sugerencias co-
mo sus sabios consejos, iniciaba inmediatamente su veloz ascensión
hacia el firmamento batiendo con inusitada rapidez las alas que ador-
naban su metálico sombrero y sus sandalias.
Una vez traspasadas las regiones aéreas todo ocurrió como era
habitual en los viajes que acostumbraba a realizar más allá del espa-
cio: la cinta de su frente se transformó en un rayo de luz; el laurel
que portaba en su mano derecha se inflamó repentinamente originan-
do un impresionante destello que resplandeció sin rivalidad en la os-
curidad cósmica; las vigorosas y enormes aves que arrastraban su ca-
rruaje entre las estrellas se convirtieron en potentes chorros de lla-
mas; su manto comenzó a despedir una irradiación verdosa cuya vi-
va tonalidad penetraba sin dificultad por los cielos estrellados; e in-
cluso el mismo Mercurio se transformaba, por la velocidad, en un
resplandeciente planeta.
Y todo ello para escuchar los reparos que habría de poner Zeus a
su matrimonio, temiendo que los encantos de una esposa podrían
convertirle en un ser indolente y perezoso. ¿Quién desconoce —re-
cordaría el padre Zeus— las agotadoras vigilias de Filología dedica-
das incansablemente, hasta el momento, al estudio? ¿Y quién podía
asegurar que Mercurio estaría dispuesto a reanudar sus interminables
recorridos por las estrellas después de haber degustado los placeres
de la luna de miel? Aunque también Mercurio escucharía palabras
alentadoras:
Ya sé que hace mucho tiempo que ardes en las llamas del amor por
Filología y en esa pasión por ella has tomado entre su servidumbre
siete disciplinas que habrán de ser las doncellas más próximas a tu
futura esposa. Y sé también que para complacer a tu amada has ad-
quirido la más elegante dicción y refinamiento en tus expresiones,
habiendo aprendido, incluso, a tocar el laúd y la lira dorada.
Zeus y Mercurio no estaban solos y las palabras pronunciadas por
el dios de los dioses fueron también escuchadas por la incomparable
Palas Atenea, que asesoró a su esposo sobre la conveniencia de con-
vocar de inmediato la asamblea celestial para que se pronunciara so-
bre el futuro matrimonio. Asamblea en la que la simpatía sentida por
Palas hacia Mercurio y Filología predominó sobre los temores ex-
presados por Zeus, lo que se tradujo en una sentencia aprobatoria
que, tras ser gravada en una placa de bronce, fue enviada inmedia-
tamente a Filología.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 129
III. EL TRIVIUM Y EL CUADRIVIUM
Filología, una vez informada de los deseos del cielo, ponderó cui-
dadosamente las consecuencias del mandamiento celestial. Primero,
pensó, debería de dirigirse al Olimpo para ser examinada por Zeus.
La segunda consecuencia era aún más laboriosa: debería adaptarse
con prontitud a la vida de los cielos y olvidar para siempre los mitos
y las leyendas de los hombres que tanto habían endulzado su juven-
tud. Luego se uniría a Mercurio, por quien sentía una verdadera pa-
sión aunque apenas le había visto momentáneamente. Fue un día
—recordó— en el que estando eligiendo determinadas flores entre cier-
tas hierbas selectas, vio cómo ascendía vigorosamente hacia los es-
pacios del zodiaco.
El tercer pensamiento de Filología estuvo dedicado al análisis nu-
mérico, con la pretensión de descubrir la relación armónica que ha-
bría de enlazarla con Mercurio. Contó con los dedos el número de le-
tras del nombre de su futuro esposo; y lo mismo hizo con las del su-
yo propio. Pero no de los nombres que les han dado las historias de
las diferentes naciones, gentes y rituales, nombres que varían de
acuerdo con los intereses y cultos de cada lugar, sino los nombres
que les puso el propio Apolo mediante proclamación celeste el día de
sus nacimientos. Tomó, primero, el elemento extremo del nombre de
Mercurio que es, al mismo tiempo, el término primero y perfecto del
número. Añadió, a ese primer dato, el número por el que es adorado
como dios en todos los templos por su solidez cúbica, y colocó en la
siguiente posición la cifra con la que el sabio Samian procuraba re-
presentar la ambigüedad del destino mortal. Operaciones que hicie-
ron que apareciera, como un destello, el número 1.218 que, reducido
mediante la regla del nueve, y sustituyendo las unidades por dece-
nas, quedó inteligentemente convertido en el número tres'. Su pro-
pio nombre, que transformado a forma numérica equivale a 724,
quedó equiparado al número cuatro.
Esos dos números (el tres y el cuatro) están marcados por una ar-
moniosa relación entre sí, ya que el número tres es realmente perfecto
por su estructuración en un orden racional en el que existe un princi-
7. La regla del nueve era conocida por los matemáticos clásicos: cuando un nú-
mero es dividido entre nueve, el resto es igual que el que resulta de dividir entre
nueve la suma de los dígitos del número original. En este caso, 1.218 dividido entre
nueve deja un resto de tres; y 1+2+1+8 = 12, que, dividido entre nueve también deja
un resto de tres.
130	 JESÚS DE LA IGLESIA
pio, un medio y un final; él solo forma una línea y define la superficie
de los sólidos. Pero aún existían otras connotaciones positivas que no
podían ser obviadas: el triple de tres es el primer número que origina
un cubo entre los números impares; ¿quién desconoce las triples ar-
monías en música, y quién no sabe aún que a la masculinidad se le atri-
buye un número impar? Por otra parte, también ha de recordarse que el
tiempo cambia en una secuencia triple (pasado, presente y futuro); que
el número tres es el semillero de los números perfectos, como el seis y
el nueve, mediante diferentes modos de composición, como multipli-
cándole por dos o por tres e incluso añadiéndole un número impar.
El nombre de Filología está asociado también a un número per-
fecto, puesel cuatro contiene todo el poder de la primera decena 8.
Además, el cuatro está vinculado favorablemente con Mercurio al
estar asociadas a él las cuatro estaciones del año, las cuatro regiones
celestes y los cuatro elementos de la Tierra. En sí mismo contiene el
uno, el dúo y el trío, y él mismo es el cuadrado de dos, en cuyas pro-
porciones se producen las armonías musicales.
Por la división de tres entre cuatro (3/4) se obtiene el atributo del
cálculo aritmético que es denominado cuarta por los músicos. Den-
tro de él está la razón de tres entre dos (3/2) que es un hemiolio 9, y
estos dos números producen el segundo acorde llamado quinta. La
tercera armonía, conocida como la octava por los músicos, se genera
mediante una doble división que la hace equivaler a la proporción
existente entre el uno y el dos. Añádase a todo esto otra realidad in-
mutable: el número cuatro, siendo perfecto, contiene todos los acor-
des en sus partes, y mediante la distribución de armonías que unifica
por completo la cadena de todas las canciones.
Una última consideración llenó de felicidad el corazón de Filolo-
gía. Sumó los números de ambos enamorados y obtuvo como resul-
tado el número siete, que es la perfección de la racionalidad celeste y
la totalidad de los siete testimonios. Ya no existía duda alguna sobre
el futuro de felicidad que esperaba a los nuevos esposos, lo que no
podía ser de otra manera, ya que, habiendo sido decidido así por los
dioses, era imposible que el destino que ellos mismos manejan pu-
diera apartarse un ápice de su voluntad.
8. Todos los números del 1 al 10 proceden de los números del 1 al 4, mediante
sumas o multiplicaciones entre ellos. Aún más, 1+2+3+4=10.
9. Etimológicamente, hemiolio significa uno y medio, por lo que se trata de toda
relación entre dos números x/y en la que se cumpla la siguiente igualdad: x = y + y12.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 131
En consecuencia, la ceremonia nupcial se celebró inmediatamen-
te. Los dioses y las diosas, las musas y las doncellas del Olimpo, to-
dos ellos acompañados por sus sirvientes más próximos, ocupaban
ya el lugar que les correspondía de acuerdo con su jerarquía en el rei-
no de los cielos en una plataforma cuya superficie superaba la exten-
sión de 16.000 estadios "). Plataforma que había sido construida espe-
cialmente para este acontecimiento, por lo que fue provista de una
iluminación especial que se desprendía de los reflejos de múltiples
ríos de leche blanca que descendían desde los astros más resplande-
cientes del firmamento.
Y entonces, en un instante que no tiene antes ni después, pues el
tiempo de los dioses sólo conoce el presente, se dio comienzo al ma-
trimonio celestial. Mercurio, cumpliendo con su deber de esposo,
presentó ante Filología la dote principal de su divino regalo de boda:
siete sabias sirvientas que ayudarían a su amada a proseguir en su
avance constante hacia el conocimiento. Tres de ellas (Gramática,
Retórica y Dialéctica) se ocuparían del perfeccionamiento de su
mundo interior; las otras cuatro (Aritmética, Música, Geometría y
Astrología) le permitirían un conocimiento más amplio del mundo
exterior. Doncellas todas que brillaban tanto por su belleza como por
la elegancia de su vestimenta. Conozcamos, por sus propios labios,
en qué consistían sus proverbiales habilidades.
IV. LA GRAMÁTICA
En el principio fue el verbo, lo que coloca a Gramática en el ini-
cio de todos los saberes, por lo que Zeus, conocedor de este precep-
to inmutable, hizo avanzar a la primera de las sirvientas presentada
por Mercurio. Se trataba, sin duda, de una mujer anciana, pero de
gran encanto, que dijo que había nacido en Menfis, cuando Osiris era
aún rey y donde, tras permanecer escondida e ignorada durante mu-
cho tiempo, fue encontrada por el propio Mercurio y traída a Grecia.
Esta dama aseguraba que en Ática, donde vivió prósperamente la
mayor parte de su vida, iba vestida con atuendos griegos, pero los dio-
ses latinos, el Capitolio, la casta de Marte y los descendientes de Ve-
nus, de acuerdo con las costumbres de Rómulo, informaron al senado
10. También habían sido invitados a participar en este acontecimiento celestial
los filósofos, los poetas y los matemáticos que más habían contribuido al desarrollo
del conocimiento humano.
132	 JESÚS DE LA IGLESIA
de los dioses de la
conveniencia de utili-
zar la vestimenta ro-
mana.
III Llevaba en sus ma-
nos una caja pulida
de fina ebanistería,
cuya parte exterior
brillaba con la luz de
marfil de la que, co-
mo si fuera un exper-
to cirujano, sacó los
emblemas de las he-
ridas que era preciso
sanar. A continua-
ción, cogió un escal-
pelo con punta brillante con el que, según aseguraba, sajaría las fal-
tas de pronunciación en los niños, volviéndoles a la salud con cierto
polvo negro elaborado con cenizas de jibia que transportaba en unas
alargadas cañas cilíndricas".
Inmediatamente después sacó una medicina de intenso color roji-
zo fabricada con flores de hinojo ' 2 y recortes de lomo de cabra, lo
que la hacía especialmente amarga; medicina que, según sus propias
palabras, debería de ser aplicada en la garganta cuando se padecía el
mal de la ignorancia ya que su principal efecto era el de desprender
las detestables exhalaciones de una pronunciación viciada. Gramáti-
ca mostró, igualmente, un delicioso tomillo con el que, según ella,
una voz áspera y desagradable podía llegar a ser melodiosa.
11. La jibia es un cefalópodo bibranquial, decápodo, de cuerpo oval, con una
aleta en cada lado; de entre sus diez tentáculos, los dos más largos llevan ventosas
en el extremo, mientras que los otros ocho las tienen en toda su longitud; en el dor-
so, cubierta por la piel, tienen una concha calcárea, blanda y ligera. Alcanza unos
treinta centímetros de largo, abunda en los mares templados y, a pesar de su aspec-
to, es perfectamente comestible.
12. Planta herbácea de la familia de las umbelíferas con tallos de doce a ca-
torce decímetros, ramosos y algo estriados; sus hojas están partidas en muchas
lacineas largas y filiformes que arropan unas diminutas flores de color amarillo;
su fruto, de forma irregularmente oblonga, encierra multitud de semillas de ta-
maño muy reducido. Se trata, en suma, de una planta aromática de dulce sabor
que se usaba como medicamento y como condimento. Capella dice que, mezcla-
da con recortes de lomo de cabra, adquiría un olor detestable. No sería nada de
extrañar.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL...	 133
También limpiaba las tráqueas y los pulmones mediante la aplica-
ción de una medicina compuesta por cera oscura de hayedo mezcla-
da con bilis de nuez y goma de papiro; emplasto que era igualmente
eficaz para el aumento de la memoria y de la atención puesto que su
propia naturaleza obliga a los estudiantes a mantenerse despiertos y
alertados. Sacó también un alargado cartulario realizado por hábiles
ebanistas que estaba dividido en ocho partes doradas enlazadas de
diferentes maneras para poder ser utilizado de acuerdo con las nece-
sidades, siendo especialmente eficaz en lo referente a sus tres fun-
ciones básicas: la limpieza dental de quienes pronunciaban defectuo-
samente las vocales, el tratamiento de las enfermedades de la lengua
y la erradicación de la suciedad que se había generado en la ciudad
de Soloe u, males, todos ellos, que impiden la correcta vocalizaciób,
la adecuada diferenciación silábica y el mantenimiento de la corres-
pondencia que ha de existir siempre entre el nombre y lo nominado.
Cuando se le preguntó por su profesión, invitándola a explicar el
objeto de sus estudios, respondió de la manera siguiente:
Durante mi niñez nunca tuve otra tarea distinta a la de leer y escribir
correctamente, pero ahora tengo otras obligaciones añadidas: la del
correcto entendimiento y la de la crítica erudita de todo cuanto se ex-
presa por medio de la palabra, por lo que a veces soy confundida con
los filósofos y con los críticos.
Estas nuevas obligaciones pueden ser calificadas como activaso pa-
sivas. Actuamos activamente al hablar o al escribir, y nos comporta-
mos de una forma pasiva cuando escuchamos o enjuiciamos lo que
se ha dicho o escrito por otros, aunque, en realidad, se trata de fun-
ciones íntimamente entrelazadas, como demuestran constantemente
los geómetras al escribir y analizar los teoremas en los que se basan
sus cálculos posteriores.
En cualquier caso, cuando inicio mis enseñanzas a los alumnos más
jóvenes, lo primero que intento es hacerles comprender la existencia
de una relación irrompible entre todo tipo de objetos y sus correspon-
dientes nombres para que, de esta manera, no confundan unas pala-
bras con otras. Más tarde les enseño los modos, los tiempos, los nú-
meros y las personas verbales, exigiendo a los más desatentos y pere-
zosos la realización continuada de múltiples ejercicios que les familia-
ricen con las preposiciones, las conjunciones y los participios, ele-
mentos gramaticales cuya utilización correcta no es fácil de conseguir.
13. Solecismo: falta de sintaxis; error cometido contra la exactitud o pureza del
idioma.
134	 JESÚS DE LA IGLESIA
A continuación, comenzó una larga y tediosa disertación sobre las
letras, analizando las propiedades de cada una de ellas, de las sílabas,
de la pronunciación correcta y, en suma, del análisis de la totalidad
de las reglas gramaticales. Disertación que, como no podía ser de
otra manera, acabó por aburrir hasta a los dioses más encumbrados
del Olimpo, lo que justificó la oportuna intervención de Palas que,
dando muestras una vez más de su sagacidad, se dirigió diplomática-
mente a Gramática en los siguientes términos, a la vez que la aproxi-
maba al resto de las doncellas de Mercurio:
Si no estoy equivocada, creo que estás dispuesta a hablarnos de las
ocho partes fundamentales de la oración, de las causas originarias de
los barbarismos y de otras faltas gramaticales que están muy exten-
didas, incluso entre los poetas más renombrados. Por ello, permíte-
me que te agradezca, en nombre de Zeus y del resto de los dioses, las
enseñanzas que nos has trasmitido en tu magistral exposición. Y per-
míteme también que te haga una última observación que probable-
mente te parecerá acertada: todos los conocimientos que has presen-
tado ante este senado celestial estarían quizás mejor proporcionados
si pudiéramos enriquecerlos con las aportaciones del resto de las
doncellas que se presentarán de inmediato ante nosotros.
La Gramática representada por Wohlgemut en Margarita Philo-
sophica es una dama de edad avanzada que lleva en su mano derecha
una panel con todas las letras del abecedario que luego utilizará para
crear las palabras. Con la mano izquierda parece estar abriendo, me-
diante una llave denominada argumentos, la torre del conocimiento
donde habitan las Artes Liberales. Torre que, en realidad, no está
completamente cerrada, lo que podría permitirnos creer en la posibi-
lidad de acceder al estudio del resto de las Artes prescindiendo de
sus enseñanzas, lo que pronto comprobaremos que es una creencia
infundada ya que, para llegar a los pisos superiores, donde se alojan
las Artes Liberales, es preciso recorrer previamente los aposentos de
Donato y Prisciano ". Y como ocurre en el resto de las alegorías de
14. Aelio Donato —que fue profesor de Gramática y Retórica de san Jerónimo—
quizás sea más conocido actualmente por haber sido el autor de la primera biografía
de Virgilio. Donato escribió también un tratado de Gramática —Ars maior y Ars mi-
flor— que fue profusamente utilizado como libro de texto en los principales centros
de estudio medievales.
El libro lnstitutiones grammaticae de Prisciano fue igualmente utilizado en toda
Europa para la enseñanza de la lengua latina, que era el idioma universitario de la
Edad Media. Libro del que se conservan actualmente más de mil copias manuscri-
tas, lo que prueba suficientemente la extensión de su uso en tiempos anteriores a la
invención de la imprenta.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 135
las Artes del Trivium, también se expresa aquí la convicción genera-
lizada de que el summun del conocimiento sólo se alcanza después
de estudiar Filosofía y Teología, saberes que están representados en
la parte superior de esta iconografía sustentada sobre las siguientes
palabras: Nicostrata y Triclinium Philosophiae's
La Gramática de Tibaldi es una dama de expresión austera que
muestra, en su mano derecha, la corona de laurel con la que premia-
rá a los estudiantes que lleguen a dominar el conocimiento de su dis-
ciplina; en la mano izquierda muestra un pequeño cilicio —que quie-
re disimular entre su manto— pero que permite que esté bien visible
para todos, indicando que la finalidad de los estudiantes ha de ser la
consecución del premio del laurel sin que olviden la existencia del
castigo para los menos aplicados.
En la representación escurialense, la Gramática está flanqueada por
la narración de dos historias bíblicas: los hijos de Noé construyendo la
Torre de Babel, donde Dios confundió las lenguas ' 6; y una escuela de
Gramática —la primera en el mundo de la que tenemos constancia— que
fue fundada en Babilonia por el rey Nabucodonosor II.
Los constantes estudios y trabajos arqueológicos realizados en las úl-
timas décadas en el actual Irak aún no han encontrado suficiente docu-
mentación para poder reconstruir, con rigor histórico, una torre de Babel
como la mencionada en la Biblia, a pesar de que se trataba de edifica-
ciones relativamente frecuentes en los centros palaciegos y religiosos de
la baja Mesopotamia durante los siglos x al y a. C. En todo caso, no pa-
rece que fueran muy semejantes a la torre representada en la Biblioteca
15. Nicostrata fue la madre del rey latino Evando, cuyas hazañas fueron narra-
das por Virgilio en el libro VIII de La Eneida. Obligados, madre e hijo, a abandonar
el Peloponeso, navegaron errantes hasta recalar en la desembocadura del Tiber, des-
de donde ascendieron hasta un monte que bautizaron Palatino en memoria de Palan-
te, esposo de Nicastra. Ella era una docta matrona griega a quien se le atribuye la in-
vención de las letras latinas y las primeras reglas gramaticales del idioma que se ha-
blaría desde entonces en Roma.
El triclinium hace referencia a la trinidad de la filosofia: natural, racional y moral.
16. La diversificación idiomática acaecida en Babel ha sido siempre interpreta-
da como un castigo divino a la arrogancia del hombre, aunque se trata de un texto
que podría tener otra lectura: unicidad lingüística equivale a pensamiento único.
Filología, precisamente, es la amante del razonamiento y de la palabra, por lo que la
diferenciación lingüística fue una condición sine qua non que posibilitó la diversi-
dad cultural posterior a Mesopotamia. Lo cierto es que el imperio babilónico pros-
peró y mantuvo su hegemonía militar y política varios siglos después de que la na-
rración bíblica parecía haberle condenado a desaparecer.
136	 JESÚS DE LA IGLESIA
Real, ya que se trataba de torres piramidales construidas en forma esca-
lonada para permitir que cada una de sus alturas estuviese dedicada a
una deidad diferente y, en consecuencia con ello, pudiera ser decorada
—coloreada, al menos— de acuerdo con los atributos de cada divinidad ''.
La idea, al parecer,
era la de avanzar en
la escala celestial
para conseguir la
mayor proximidad
religiosa e intelec-
tual con el dios su-
premo. (Bab-ílu —Babilonia— significa, etimológicamente, puerta de
dios.) Al pie de cada zigurat existía un espacio sagrado en el que se
celebraban las ofrendas y los sacrificios a los dioses y desde la plata-
forma más elevada de la torre se intentaba adivinar la voluntad del
dios supremo escudriñando los cielos mediante sofisticados aparatos
astronómicos, anotándose posteriormente cuanto se observaba.
Nabucodonosor II fue rey de Babilonia durante los cuarenta y
tres años comprendidos entre el 605 y el 562. Años en los que con-
siguió notables victorias militares contra Egipto, Siria, Persia y Pa-
lestina. La toma deJerusalén tuvo lugar en 587; la ciudad quedó
arrasada, el templo construido por Salomón fue completamente des-
truido y la población dispersada casi en su totalidad. Parte de los an-
tiguos habitantes de Jerusalén fueron deportados a distintos territo-
rios babilónicos, y otros huyeron a Egipto como consecuencia de la
inestabilidad política y económica causada por la derrota militar.
Entre los deportados a Babilonia destacaron cuatro jóvenes con
especial predisposición al estudio —Daniel, Ananías, Misael y Aza-
rías— que fueron admitidos en la academia de Gramática que había
fundado Nabucodonosor II en Babilonia. Precisamente, la escena
elegida por Bartolomé Carducci para ilustrar la representación de la
Gramática en la Biblioteca Real es el momento en el que esos cuatro
niños son presentados al rey '8.
17. La torre de Birs Nimrud, localidad situada a unos diez kilómetros al suroes-
te de Babilonia, estaba constituida por siete alturas dedicadas a otros tantos dioses
que nombro aquí en su equivalencia romana: la primera planta, pintada de negro, era
la de Saturno, dios de la inteligencia; el resto correspondían a Venus (blanco), Júpi-
ter (amarillo), Mercurio (azul), Marte (rojo), la Luna (plata) y el Sol (oro).
18. La gran facilidad de Daniel para el estudio fue pronto reconocida en Babi-
lonia. Especialmente, como intérprete de los sueños de Nabucodonosor II, a quien
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 137
V. LA RETÓRICA
Una vez que saliera Gramática del estrado resonaron las trompe-
tas, y su estridente sonido se propagó a lo ancho de los cielos, inun-
dándolos estruendosamente hasta el punto de estremecer a los dioses
que ocupaban los rangos intermedios e inferiores en la corte de Zeus.
En ese instante, como si hubiera sido evocada por el clamor de los
sonidos metálicos, avanzó de entre el cortejo una dama de porte y
vestimenta especialmente elegantes, en consonancia con la deslum-
brante belleza de su rostro. Estaba coronada por un yelmo esplendo-
roso que hacía destacar aún más la grandeza de su porte real y porta-
ba en sus manos las armas que acostumbraba a utilizar para de-
fenderse y para herir a sus enemigos. Su túnica, recogida bajo los
hombros según se acostumbraba en las tierras latinas, estaba adorna-
da por una gran variedad de dibujos emblemáticos, manteniéndose
siempre ceñida a su cuerpo por medio de un cinturón adornado con
joyas de los colores más exquisitos.
Como reina soberana, ejercía su influencia, no sólo sobre los ele-
mentos de la naturaleza, hasta el punto de compartir con Zeus la fa-
cultad de desencadenar la actividad de los rayos y de los truenos; po-
día, igualmente, conducir a las gentes hacia donde ella quisiera, des-
de las lágrimas hasta el delirio, modificando la evolución de los
acontecimientos en la vida de las ciudades y en el desarrollo de las
campañas militares, habiéndose afirmado que tuvo bajo su control,
entre los sucesores de Rómulo, tanto al Senado como a los Tribuna-
les de Justicia. En Atenas había dirigido igualmente la Asamblea Le-
gislativa y los centros culturales, por lo que se le atribuye la confu-
sión intelectual que propició la decadencia de Grecia.
Su voz era especialmente agradable, hasta el punto que incluso
los dioses supieron beneficiarse de la belleza de su dicción y de lo
inagotable de su memoria. Voz que hacía especialmente atractivo el
último de los cinco elementos de su oratoria, que había de ser elabo-
predijo futuros ataques de licantropía que le conducirían a comportarse como un
animal salvaje andando a cuatro patas y comiéndose la hierba de los espléndidos jar-
dines colgantes que él mismo había construido en Babilonia.
Al hijo y sucesor de Nabuconosor II, cuyo nombre asirio fue el de Amael-Marduk
(el Baltasar de la Biblia), le profetizó el fin de su reinado, interpretando el significado
de cuatro palabras que fueron escritas en una pared del palacio real: mené, mené, teqel,
ufarsin. Mené significaba que Dios había puesto fin al reinado de Amael-Marduk; te-
gel, quería decir que había sido colocado en la balanza y hallado falto de peso; y ufar-
sin hacía referencia a la futura repartición del reino entre medos y persas.
138	 JESÚS DE LA IGLESIA
rada siguiendo la disposición académica: el análisis de la sustancia
de la cuestión tratada, la disposición de sus partes, el ensayo de la
dicción más correcta, el recurso a la memoria y, al fin, la exposición
oratoria. Todo eso quedó demostrado cuando, tras la invitación de
los dioses, inició su brillante disertación:
Pongo como testigo a nuestro gran padre Zeus y al resto de las dei-
dades celestes, a quienes invoco frecuentemente en el cumplimien-
to de mis obligaciones, entre las que habría de mencionar, en primer
lugar, la de hablar con propiedad para poder persuadir a cuantos me
escuchan. Dioses todos que saben que, al tiempo que he ejercido de
acusador en múltiples pleitos políticos y legales, también he ejerci-
do de defensor en asuntos de capital importancia histórica en los
que, mediante mi esfuerzo continuado, he conseguido que la justi-
cia prevalezca sobre la ambición y el poder. Permitidme, pues, que
sea la voz de la experiencia la que os hable en esta ceremonia tan
distinguida.
Toda exposición retórica ha de estar basada en los dos fundamentos
siguientes: el conocimiento correcto del idioma, cuyas reglas están
establecidas por la sabiduría de Gramática, y la fluidez y belleza de
la exposición, cuestiones ambas que no proceden de habilidades na-
turales sino de la práctica y el esfuerzo diario; cuestiones que propi-
ciarán el nacimiento de un estilo no solamente más rico sino también
más claro y brillante. Es preciso, pues, acertar en la elección de los
vocablos más adecuados y ejercitar constantemente la memoria, fa-
cultad ésta para lo que tampoco nacemos con especiales dotaciones
naturales sino que, como cualquier otra habilidad del intelecto, se
adquiere mediante el esfuerzo y la perseverancia práctica. Y permí-
taseme mencionar, en este punto, los dos aspectos fundamentales de
cualquier exposición retórica: las palabras y la estructura inicial de
la elaboración discursiva. Ruego, pues, unos instantes de la pacien-
cia y de la benevolencia de los dioses para poder explicarme con la
precisión que exigen estas cuestiones tan controvertidas .
Las palabras más adecuadas son, especialmente, las más antiguas,
aunque, ante los vocablos que quedan irremediablemente envejeci-
dos, hemos de tener suficiente coraje para reemplazarlos por los que
van naciendo con los tiempos nuevos. Y en cuanto a preparación de
las alegaciones es preciso distinguir entre las tres siguientes proposi-
ciones: la veracidad del acontecimiento que se analiza, a lo que, en
algunas ocasiones, sólo podemos responder exponiendo la conjetura
que nos parezca más verosímil; la esencia de ese acontecimiento, lo
que nos exigiría, de inmediato, elaborar la definición más adecuada;
y las características de lo sucedido, cuestión que admite interpreta-
ciones cualitativas.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 139
Pero, llegado a este punto, vio cómo Mercurio le hacía una leve
señal con la cabeza que indicaba la conveniencia de que regresara
junto al resto de las doncellas. Retórica acabó de inmediato su diser-
tación, se dirigió sigilosamente al trono de Filología y, tras besarla
en la frente con un gesto en el que se traslucía el amor, la sumisión y
el respeto, se mezcló entre los miembros más encumbrados de la ser-
vidumbre de su nueva señora.
En Margarita Philosophica la Retórica está representada como
una joven matrona elegante y suntuosamente vestida, ya que su in-
tención inicial es la de agradar a cuantos se acercan a oír su argu-
mentación. De su boca sale —en direcciones contrarias— una espada y
un ramo de lirios, en alusión a las dos funciones para las que siempre
han de estar dispuestos los oradores insignes: la lucha contra los
opositores y el embellecimiento de sus exposiciones.
La Retórica debe de ocuparse, primero, de la defensade la ley, lo
que justifica la representación del emperador Justiniano en la parte
superior de la iconografía con un códice de leyes en la mano. Leyes
que han de ser redactadas por el poder político de acuerdo con los
principios de la filosofía natural y de la filosofía moral, representa-
das por Aristóteles y Séneca, respectivamente.
Los dobladillos del manto de Retórica—ceñido por un lujoso cin-
turón en el que puede leerse la palabrajusticia— están decorados con
elegantes inscripciones que hacen referencia a las diversas modali-
dades que puede adoptar cualquier pieza oratoria: poesías, coloridos,
entimemas 19 y ejemplos, modalidades que hace igualmente válidas a
las argumentaciones deductivas y a las inductivas. En la parte infe-
rior de esta representación alegórica destaca la figura de Cicerón,
quien, alentado simbólicamente por la presencia de Virgilio y Cayo
Salustio, hace gala de sus dotes oratorias defendiendo ante el Sena-
tus Populus Que Romanus a Annio Milone, acusado del asesinato del
tribuno Clodio.
En la representación de la Retórica pintada por Tibaldi hay poco
que destacar si nos olvidamos de sus características artísticas. Se tra-
ta de una joven doncella que parece estar aposentada sobre una invi-
sible carroza rodeada por un grupo de niños que revolotean alegre-
mente junto a ella. La mano derecha está siempre abierta, mostrando
19. Se conoce por entimema a cierto tipo de silogismos abreviados que, por so-
brentenderse una de sus premisas, sólo consta de dos proposiciones: la antecedente
y la consiguiente.
140	 JESÚS DE LA IGLESIA
su disposición al entendimiento y a la acogida de todo tipo de argu-
mentaciones. Mano abierta que también significa la expansión nece-
sitada por la oratoria para la propagación de sus discursos. En la ma-
no izquierda lleva un caduceo, símbolo de la elocuencia de Mercu-
rio. El león que acompaña a esta representación alegórica está atento
a la fuerza de la palabra que representa el caduceo, reconociéndola
superior a su propia fuerza física.
Las imágenes elegidas para acompañar a la Retórica en la Bi-
blioteca Real son conocidas por todos: a un lado, Cicerón defiende
ante un tribunal romano a Cayo Rabino, acusado de crimen de Esta-
do. La elocuencia del abogado consigue convencer al Senado Ro-
mano de la inocencia del reo, por lo que le cortan las ataduras y le
dejan en libertad.
Recordemos sucintamente los argumentos de la acusación y la
sentencia del jurado, situaciones que no parecen reflejadas con abso-
luta fidelidad histórica en la representación que nos ocupa: Cayo Ra-
bino era un hombre de edad avanzada y su exculpación no fue tan in-
mediata como podría deducirse en la pintura de Carducci.
El tribuno Acio Labieno acusaba al senador Cayo Rabino de ha-
ber participado en el asesinato de Tito Labieno. Asesinato que había
acaecido treinta y seis años antes de la presentación de esta demanda
y que había sido sentenciado parcialmente en su momento premian-
do con la libertad al esclavo que se confesó ejecutor del crimen de
Apuleyo Saturnino, otro de los conspiradores que encontró la muer-
te en el mismo incidente.
Apuleyo Saturnino y Tito Labieno —tío, éste último, del deman-
dante— se habían apoderado del Capitolio en un acto de enfrenta-
miento al Senado, que les exigía explicaciones del asesinato de un
candidato a esa magistratura contrario a los intereses de los conspi-
radores. Cayo Rabino, defendiendo la legalidad, sitió el Capitolio
cortándole la provisión de agua y obligó a los sediciosos a rendirse.
Ambos, Apuleyo y Tito, fueron asesinados a tejazos por la plebe
cuando se encaminaban a explicarse ante el Senado.
El juicio a Cayo Rabino no concluyó de manera habitual. El Se-
nado optó por disolver sus deliberaciones antes de proceder a la ne-
cesaria votación y, en consecuencia, Cayo Rabino no fue sentencia-
do y continuó en libertad.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 141
Enfrente está representado el Hércules Gaélico de cuya boca sa-
len cadenas de oro y plata que prenden en los oídos de los que le es-
cuchan, consiguiendo atraerles mediante el poder de la palabra y sin
necesidad de utilizar la fuerza física.
VI. LA DIALÉCTICA
Cuando Dialéctica se presentó ante la asamblea de los dioses que
presidían la ceremonia matrimonial protagonizada por Mercurio y
Filología pudo comprobarse que se trataba de una doncella cuya tez
quizás era más pálida que lo habitual, peculiaridad que le proporcio-
naba un especial encanto que irradiaba a su alrededor con total natu-
ralidad. Su mirada nunca permanecía fija, moviendo los ojos cons-
tantemente para estudiar y analizar todo lo que sucedía en su entor-
no. Su ensortijado pelo estaba peinado escalonadamente, mostrando,
de esta manera, las diversas categorías de la metodología científica y
el frecuente retorcimiento de los argumentos lógicos.
Fuera de eso, no podía distinguirse en su cabeza ningún detalle
especialmente agradable que pudiera llamar la atención de quienes la
observaban. No obstante, su apariencia era realmente formidable in-
cluso antes de que pronunciara una sola palabra. Y aunque su vesti-
menta y su calzado eran completamente atenienses, nadie habría sa-
bido reconocer en la Magna Grecia los instrumentos que llevaba en
las manos. Y menos aún explicar su utilidad y significado.
En su mano izquierda llevaba una serpiente venenosa enroscada
en una gran espiral; y en su mano derecha un conjunto de diseños su-
jetos interiormente por un gancho escondido y cuidadosamente gra-
bados en unas tablas de cera que estaban adornadas por la belleza del
contraste de sus colores. Y así, mientras que mantenía su mano iz-
quierda escondida bajo el manto, ofrecía la derecha a todo el mundo,
de manera que si alguien cogía alguno de los diseños era atrapado
por el gancho y arrastrado hacia la serpiente escondida, que, emer-
giendo repentinamente, le asestaba una mordedura tan certera que
obligaba a la víctima a doblegarse ante Dialéctica.
Y en el caso de que nadie cayera en la tentación de coger alguno
de sus diseños, Dialéctica optaba por entretener a quien quería arre-
batar la voluntad planteándole diversas preguntas, al tiempo que, con
gran sigilo, le acercaba la serpiente a su espalda para que se enrosca-
ra en su cuerpo y le obligara a doblegarse ante la interrogadora.
142	 JESÚS DE LA IGLESIA
Dialéctica era una doncella de estructura compacta y oscura en
apariencia, cuyos brazos, según podía apreciarse con facilidad, esta-
ban densamente cubiertos de vello. Se sabe, por propia declaración,
que fue educada en una zona montañosa de Egipto, emigrando poste-
riormente a Ática, donde estudió en la escuela de Parménides al
tiempo que se iniciaba en la filosofía de Sócrates y Platón, habiendo
adquirido ya, desde su juventud más tierna, cierta propensión a la
práctica del engaño.
Cuando se la interpeló para que explicara lo más esencial de sus
conocimientos, dudó instantáneamente sobre el idioma en el que ha-
bía de dirigirse a los dioses, temiendo que sus conocimientos de la
lengua latina quizás no fueran suficientes ante un auditorio tan emi-
nente y excelso, aunque, alentada por la gran confianza que siempre
había tenido en sí misma, y tras un imperceptible estremecimiento de
su mirada, adoptó una posición equiparable a la majestuosidad e ini-
ció su discurso de la manera siguiente:
A no ser que venga en mi ayuda mi querido y famoso Marco Teren-
cio Varrón, una de las grandes glorias de la lengua latina, podría de-
cirse que es una griega la se dirige a vosotros en latín en estos mo-
mentos; y no me extrañaría que pensarais que soy una persona com-
pletamente inculta e incluso bárbara. Pero, aunque no os hablo en mi
idioma, me esforzaré en obedecer mis propias instrucciones y no
abandonaré el orden de discusión y exposición establecido por los
griegos, pues es preciso reconocer que tanto la Gramática, a la que
habéis oído hace unos instantes, o la famosa señora de la elocuencia,
o la que diseña diagramas en la tierra para calcular sus dimensiones,
necesitande mi sistema de razonamiento para exponer sus materias.
Y, en este sentido, debo de decir que todas las disciplinas se apoyan
en seis cánones que dependen de mi poder y mi autoridad. El prime-
ro concierne a los términos, el segundo a la pronunciación, el terce-
ro a la proposición, el cuarto a los silogismos, el quinto al razona-
miento crítico y el sexto es el que se refiere al estilo adecuado de los
oradores.
El primero trata del género, de las especies, de las diferencias, de los
accidentes, de las propiedades, de la definición, del todo y de las
partes. Por eso, la primera parte de mi disciplina está dedicada al es-
tudio de las palabras.
Dialéctica estaba dispuesta a proseguir en el análisis de los ele-
mentos que conforman su disciplina. Y lo habría hecho gustosamen-
te si no hubiera intervenido Mercurio con las siguientes palabras:
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 143
Señora, ya habéis dicho cuanto debíais. Abandonad por un momento
vuestro excesivo amor a la palabra pues corréis el peligro de conver-
tiros en una impopular e itinerante charlatana. Os ruego, pues, que
concedáis a vuestras otras hermanas la oportunidad de expresarse en
este inigualable escenario.
Dialéctica no tenía otra opción que la de obedecer a su señor. Y al
hacerse de nuevo el silencio en el espacio, se hicieron igualmente
perceptibles las graciosas palabras de la diosa Placer, a pesar de que
su intención no era otra que la de susurrarle a Mercurio al oído algu-
nas de sus pícaras ocurrencias:
Mientras estas eruditas e inteligentes doncellas impresionan con sus
conocimientos a la corte celestial y se ganan el aprecio de Palas Ate-
nea, ¿te has olvidado de los placeres del amor que tanto ansiabas y
que ahora tienes al alcance de la mano? ¿es que esos serios discursos
han apaciguado los sentimientos de un novio poco atento? ¿es que
no te ha persuadido suficientemente Cupido, el hijo de Venus, para
que desees degustar los placeres de la noche de bodas con vehemen-
cia, ansiedad y apresuramiento, como les ocurre frecuentemente a
los recién casados?
En respuesta a tu reprimenda por no apresurarme a consumar mi ma-
trimonio —respondió Mercurio— te prometo que el resto de las inteli-
gentes damas que aún han de exponer sus conocimientos en esta ce-
remonia pública lo harán en discursos más abreviados. Y te aseguro
que, una vez que finalicen, no perderé el tiempo y me dirigiré apre-
suradamente al lecho matrimonial, por lo que te ruego que permitas
que Filología sea arrebatada por una pasión violenta para que me en-
tregue las lilas y las rosas de su pecho.
La Dialéctica de Margarita Philosophica es una cazadora que
anuncia mediante un altavoz las dos premisas en las que ha de basar-
se toda su actividad indagadora. Cazadora que sale al campo acom-
pañada por dos canes" de aspecto y predisposición muy diferentes
—ventas yfalsitas— que le ayudarán al correcto planteamiento de los
problemas, representados por una liebre que intenta adentrarse en el
monte de las cuestiones irresolubles.
La vegetación del bosque está constituida por distintos árboles de
diferentes alturas y grosores que representan las principales escuelas
20. Canes que eran, sin duda, dominicanes, como se desprende de todas las re-
presentaciones de las Artes Liberales de Reisch, marcadas por la filosofía escolástica.
144
	
JESÚS DE LA IGLESIA
de la filosofía esco-
lástica: albertistas,
scotistas, occanistas
y tomistas, además
de una serie de ar-
bustos sobre los que
camina sin prestarles
atención alguna: la
lógica elemental, la
falacia en la dicción
y la falacia en la ar-
gumentación.
Dialéctica, siempre
observada atenta-
mente por Parméni-
des 2 ', está armada
con una gran espada
en la que puede leer-
se la palabra silogis-
mo y con un arco pa-
ra disparar las fle-
chas de sus argumen-
tos sobre las cuestiones que quiere analizar. Flechas que guarda en un
carcaj especial denominado topoi o loci que representa, para Aristóte-
les y Cicerón, respectivamente, los espacios de la memoria y de la in-
teligencia donde han de guardarse los argumentos para recurrir a ellos
en el momento adecuado. Las botas de caza que le permiten caminar
con seguridad evitando el bosque de las opiniones tienen nombres
que nos remiten también a la filosofía aristotélica: predicamentos y
predicables".
La Dialéctica de la Biblioteca Real tiene la mano derecha abierta
y la izquierda cerrada, dando a entender que utiliza la apertura de la
21. En la Edad Media se atribuía a Parménides la creación del pensamiento ló-
gico que, en contraposición a las narraciones mitológicas, buscaba la comprensión
de la realidad mediante el uso del razonamiento. Atribución que no tenía fundamen-
to alguno: Pitágoras, un siglo antes que Parménides, ya había demostrado que la Fi-
losofía era más convincente que la Teogonía en la explicación de cuanto acontece en
el hombre y en su entorno.
22. Los predicamentos hacen referencia a las categorías de Aristótetes, que
equivalen a la unión de lo substancial y lo accidental. Predicable es lo que puede
afirmarse relativo al género, las diferencias, las proporciones y los accidentes.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 145
retórica en la exposición de sus razonamientos, pero que éstos han de
ser construidos con apretura y concisión. Sin fisuras.
Sobre su cabeza asoman los cuernos de la Luna que simbolizan el
dilema, método de razonamiento constituido por dos proposiciones dis-
yuntivas e incompatibles enlazadas de tal manera que, aceptando o ne-
gando cualquiera de ellas, queda demostrado lo que se quiere probar.
Las escenas que acompañan a la Dialéctica en la Biblioteca Real
son las siguientes: en la pared de la derecha Zenón explica a sus dis-
cípulos el criterio que han de seguir en la búsqueda de la verdad. Bar-
tolomé Carducci optó por representar, mediante dos puertas distintas,
la separación de caminos que conducen hacia la verdad o hacia la fal-
sedad. Más concretamente, la demostración de que uno de los dos
únicos caminos es falso, por lo que el otro ha de ser el verdadero.
Se sabe poco de la vida y de la obra de Zenón de Eleates —discí-
pulo aventajado de Parménides— salvo que fue acusado de la propa-
gación de ciertos conocimientos que deberían de permanecer ocultos
a los no iniciados, y de que murió de forma violenta, probablemente
por razones políticas. Su principal aportación a la historia del pensa-
miento fue la invención del método de refutación por reducción al
absurdo, consistente en la presentación de una hipótesis y de una
posterior cadena de razonamientos lógicos que conduzcan a conclu-
siones absurdas e invaliden la sostenibilidad de la hipótesis de parti-
da. Aportación que fue reconocida y valorada por Platón hasta el
punto de atribuirle al eleate la paternidad de la metodología dialécti-
ca. Las argumentaciones de Zenón que han llegado a nuestros días
las conocemos por los libros de Aristóteles, quien, posiblemente, las
alteró con la finalidad de ridiculizarle".
Enfrente se ve a san Agustín discutiendo con san Ambrosio sobre
la verdad o falsedad del cristianismo. Recordemos que san Agustín,
23. La más conocida de las aplicaciones ejemplarizadas del método de reduc-
ción al absurdo es la de la carrera entre Aquiles y la tortuga, basada en la hipótesis
de la existencia de espacios y tiempos continuos e infinitamente divisibles. Aquiles
y la tortuga deben de recorrer una misma distancia. La tortuga comienza primero, de
modo que cuando Aquiles inicia su carrera debe de recorrer, al menos, el espacio
que le separa de la tortuga si quiere adelantarla; pero, llegado a ese punto, la tortuga
habrá avanzado cierta distancia, replanteándose de nuevo la misma situación. Y así,
hasta el infinito ya que, si se admite la divisibilidad absoluta del tiempo y del espa-
cio, ha de admitirse que la suma infinita de períodos de tiempo no tiene fin, y Aqui-
les nunca alcanzará a la tortuga; conclusión absurda, contraria a la observación, que
invalida los supuestos de la hipótesis inicial.146
	
JESÚS DE LA IGLESIA
antes de convertirse al cristianismo, pasó por varias sectas religiosas
en busca de la verdad. Entre ambos santos está la madre de Agustín,
santa Mónica, rezando por la conversión de su hijo. Era difícil discu-
tir con quien luego llegaría a ser obispo de Hipona. Fue él quien dijo
que no le gustaban los santos sin filosofar ni los filósofos sin santifi-
car. Al pie de esta historia puede leerse una sentencia latina pronun-
ciada, al parecer, por san Ambrosio, quien comprobó personalmente
los riesgos que conllevaba el contradecir al héroe de Tagaste: De la
lógica de Agustín, ¡líbranos Señor!
VII. LA ARITMÉTICA
Palas Atenea, que había abandonado la presidencia de la ceremo-
nia hacía unos instantes, regresó acompañada de una dama de sor-
prendente apariencia. La luz de su rostro desprendía un brillo blanco
y limpio que, además de iluminarla por completo, irradiaba resplan-
dor y claridad sobre las personas, los objetos y las ideas que se apro-
ximaban a ella. Y la majestuosidad de su porte, reconocida y apre-
ciada por todos, era un claro reflejo de la antigüedad y alcurnia de su
origen, anterior incluso al nacimiento de Zeus. La manera en que
movía su cabeza le confería cierta apariencia imponente y en su fren-
te brillaba un rayo que sólo era perceptible si se la observaba desde
el conocimiento intelectual, por lo que, quienes sólo habían conse-
guido desarrollar los sentidos naturales estaban incapacitados para
comprender las ideas que preceden al nacimiento de los números.
Tras ese rayo inicial, que podía ser equiparable a lo que represen-
ta el cero en nuestro actual sistema numérico, se observaba de inme-
diato un segundo rayo cuya significación coincidía con el concepto
del número uno y del que se desprendían otros ocho rayos de menor
luminosidad agrupados en forma de suma o producto, excepto el ter-
cero, el quinto y el séptimo que, por tratarse de números primos, te-
nían una trayectoria claramente diferenciada de la del resto de la pri-
mera decena En total, eran nueve los rayos que salían de su frente y
aunque en determinadas ocasiones podría parecer que se trataba de
una irradiación más cuantiosa, Aritmética los reducía con gran faci-
lidad, dejando que relucieran con mayor brillantez los correspon-
dientes a los números primos.
Tenía, además, una habilidad inusitada para realizar complica-
das operaciones matemáticas con la ayuda de la celeridad en el mo-
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 147
vimiento de sus dedos, como demostró al dirigirse a Zeus con la
indicación del número setecientos —cien y siete— algoritmo cuya
significación tuvo que ser explicada por Palas a la siempre inquisi-
torial Filosofía.
Un último detalle, referido en este caso a su atuendo, debería de
ser mencionado en este momento. Reparando en la túnica que pren-
día de sus hombros podría llegarse a pensar que se trataba de una
prenda de vestir que apenas utilizaba en su vida diaria, ya que, efec-
tivamente, daba cierta impresión de negligencia o descuido. Pero na-
da de eso era cierto. Una parte de su descolocada toga escondía las
relaciones numéricas que conectan entre sí los elementos de la Natu-
raleza, cuyas cualidades cuantitativas y cualitativas sólo pueden ser
apreciadas si se observan desde la claridad de su formulación numé-
rica; el resto del manto, generosamente esparcido, permitía adivinar
la intrincada complejidad de la ropa interior de esta inteligente don-
cella, cuyo desnudo sólo podría conseguirse después de arduos y
prolongados estudios.
Y cuando se le instó a que desvelara la materia de sus estudios
inició su discurso dirigiéndose directamente a Zeus con las palabras
siguientes:
Reconózcanse las propiedades sagradas del número uno por encima
de todas las cosas y como origen, incluso, de tu divinidad, razón por
la que es venerado con el apelativo de inicio. La unidad es una parte
del todo y, al mismo tiempo, sólo necesita de sí misma para existir,
como lo demuestra el hecho de no haber más que un solo dios todo-
poderoso, un universo, un cielo y una única luna.
Cuando la unidad se extiende sobre sí misma en cualquier dirección
del espacio, da origen al nacimiento de la línea, que es la expresión
más primitiva del primer número par, de donde proceden el resto de
los números y todos los elementos de la naturaleza.
El tres debe de ser considerado como un número perfecto pues en su
esencia existe un principio, un medio y un final, sin olvidar que es a
través de él que se han engendrado el seis y el nueve, igualmente
perfectos. Además, en el tres está representada la perfección del
Universo: la unidad del dios creador, la dualidad generadora de la
materia y la trinidad con la que se designa a todo cuanto es ideal.
Tres son, por fin, las partes del alma: razón, emoción y deseo.
Otro número igualmente sagrado es el siete, pues él gobierna por
completo la naturaleza humana, como está sobradamente demostra-
do por la irrevocable constatación de las siguientes realidades: una
148	 JESÚS DE LA IGLESIA
gestación de siete meses es la más reducida en la creación de una
persona completamente desarrollada; los dientes comienzan a apare-
cer a la edad de siete meses y la dentadura definitiva se adquiere
cuando se tienen siete años de edad; el segundo septenario de la vida
trae con él la pubertad y con ella la facultad de generar seres huma-
nos; en el tercer septenario comienza a crecerles la barba a los varo-
nes, el cuarto indica el final del crecimiento físico y es en el quinto
septenario cuando se alcanza el cenit de la virilidad.
El nueve es un número más que perfecto, al estar originado por la
multiplicación de las cifras internas de la perfecta trinidad. Y por ser
él el que indica el final de la primera serie numérica es también co-
nocido con el nombre de Marte, que es dios que conduce hacia el fin
a todo cuanto existe en el universo, por lo que resulta completamen-
te lógico que sea este número el indicador del elemento último de la
armonía, pues los tonos se producen de acuerdo con la relación de
ocho entre nueve. Y no son menos notorios los siguientes hechos: el
número de musas existentes es nueve, y el universo está compuesto
por nueve partes bien diferenciadas: la esfera celestial, los siete es-
pacios de los dioses y la esfera terrestre.
Estas fueron algunas de las revelaciones de Aritmética al senado
de los dioses. No procede, en estos momentos, continuar con la
transcripción del resto de su discurso, por lo que ha de bastarnos con
saber que, una vez expuestas todas sus enseñanzas, se dirigió silen-
ciosamente al encuentro de las demás doncellas, situadas a la dere-
cha del todopoderoso Zeus.
El Quadrivium está dedicado a la cantidad, que puede ser perma-
nente y sin movimiento (Aritmética y Geometría), o permanente-
mente en movimiento (Música y Astronomía).
La Aritmética de Bernardo Reisch es la más elegante de las Artes
Liberales y, al mismo tiempo, la más sencilla. Se trata de una joven
dama que sostiene un libro en cada mano, en representación de los
escritos de los dos aritméticos —Pitágoras y Boecio— que compiten,
uno con el ábaco y el otro mediante la numeración arábiga, para de-
terminar cuál de los sistemas es el más rápido en la realización de
cálculos matemáticos. Se trata, en definitiva, de demostrar las venta-
jas de lo moderno sobre lo antiguo".
24. Aunque la numeración que denominamos arábiga tampoco era muy moder-
na: parece ser que se inventó en la India hacia el siglo III a.C.; es decir, unos 200
años después de la muerte de Pitágoras.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 149
La parte inferior del vestido de Aritmética está decorado con una
serie de cifras que forman dos progresiones geométricas: a la iz-
quierda puede verse una serie de números impares que forman una
progresión geométrica de razón impar (tres), mientras que los núme-
ros que pueden verse a la derecha forman una progresión geométrica
de números pares en la que el primer término es dos y la razón tam-
bién es elprimero de los números pares. Para los pitagóricos, los nú-
meros impares estaban asociados con la actividad y la masculinidad,
y los pares con la pasividad y la feminidad.
Boecio, cuyo verdadero nombre fue el de Manilio Torcuato Seve-
rino, ha pasado a la historia como hombre de Estado y filósofo. Nació
en Roma el año 470 y murió a la edad de 55 años, es decir, en el 525.
Su libro más conocido —y más leído por los eruditos durante la Edad
Media— se titula De Consolatione Philosophiae, y en él, además de
hacer referencia a la consolación última y segura a la que podemos re-
currir cuando falla la fortuna, trata de la fragilidad de la amistad, ba-
sada frecuentemente en el interés, por lo que, siguiendo ideas platóni-
cas y estoicas, concluye que sólo en la virtud existe reposo y paz. Sus
libros científicos —por los que se le cita en este lugar— llevan como tí-
tulo La institución aritmética y La Geometría de Euclides.
La tradición atribuye a Pitágoras el descubrimiento del cálculo de
las potencias de los números naturales mediante sumas consecutivas.
Ni en el siglo xvi, cuando se construyó el Monasterio del Escorial, la
operación de la multiplicación estaba al alcance de todos. Y menos
aún, la realización de potencias. Así, el cuadrado de los números na-
turales se obtenía sumando tantos impares consecutivos como indica
la base, a partir de 1. Se trataba, en definitiva, de la suma de los tér-
minos de una progresión aritmética en la que el primer miembro es
la unidad, la diferencia es dos y el número de términos es el del ex-
ponente buscado.
Y aunque parece ser que el denominado Teorema de Pitágoras ya
era conocido en Babilonia, el matemático de Samos lo expresó con
mayor precisión mediante un enunciado que sirve de demostración:
siendo n un número entero impar, los lados de un triángulo rectángu-
lo miden n, (n-1)/2, (n+1)/2.
La Aritmética de Tibaldi, como la de Capella, muestra sus brazos
desnudos y enseña parte de su ropa interior con la pretensión de re-
sultar más atractiva —y engañosamente asequible— para quienes ten-
gan interés en adentrarse en su estudio.
150	 JESÚS DE LA IGLESIA
Se trata de una mujer de edad imprecisa —sólo la Gramática es an-
terior a ella— cuya principal ocupación es la de traducir la realidad a
expresiones numéricas y a relaciones cuantificables que permitan la
aplicación de un lenguaje único en el que puedan estar incluidas to-
do tipo de entidades, ya sean éstas físicas, espirituales o artísticas. Al
igual que ella, algunos de los niños que la acompañan se ejercitan en
la destreza del cómputo mediante los dedos de la mano.
Las escenas que acompañan a la representación de la Aritmética
en la Biblioteca Real escurialense son las siguientes. La Reina de Sa-
ba propone a Salomón diversos enigmas para comprobar su sabidu-
ría. En el tapete de la mesa que hay entre ambos pueden leerse unas
palabras en hebreo pronunciadas por Salomón: Todo está hecho con
número, peso y medida.
En la pared del lado
opuesto, los gimno-
sofistas o sabios
desnudos, que ese
es el sentido etimo-
lógico del nombre
de esta secta hindú,
están intentando calcular, ante una pirámide triangular, el valor y las
cualidades del alma humana".
VIII. LA MÚSICA
La aparición de Armonía en el majestuoso escenario que había si-
do construido en honor de Mercurio y Filología fue precedida por
unas palabras del propio Zeus que fueron seguidas por un delicado
resonar melódico que inundó los espacios celestes. Zeus habló de la
siguiente manera:
Demos audiencia en este momento a la más eminente de las donce-
llas presentadas por nuestro querido hijo Mercurio. Ella calmará las
inquietudes de los dioses y regocijará los cielos con su canción y sus
ritmos, ya que su único deseo es el musicalizar nuestros palacios pa-
ra que no puedan ser invadidos por la tristeza y el abandono de la es-
25. El nombre de gimnosofistas proviene de gimnasio, lugar donde se reunían
los miembros de esta secta junto a los gimnastas, que se adiestraban en el ejercicio
físico igualmente desnudos. San Isidoro afirma es sus Etimologías que los gimnoso-
fistas se abstenían de procrear.
LAS ARTES LIBERALES EN LA BIBLIOTECA REAL DEL ESCORIAL... 	 151
piritualidad que caracterizan los actuales tiempos terrenales. Han pa-
sado ya varias décadas desde aquellos momentos tristes en los que
Armonía no tuvo otra opción que la de abandonar a los mortales y
sus desoladas academias, insensibles ya a los placeres de la correcta
interpretación melódica, por lo que estoy convencido de que disfru-
taremos como verdaderos dioses ante su presencia.
Y en ese momento, como si se tratara del eco de las palabras de
Zeus, comenzó a resonar en los cielos el himno nupcial, entre cuyas
notas pudieron escucharse las siguientes palabras de Himeneo:
Cuando la Luna haya ascendido a su órbita abrasadora mezclaré los
lilos y las rosas. No temas, joven doncella, la proximidad del lecho
matrimonial, donde te auguro placeres sin cuento durante la luna de
miel que estáis a punto de principiar.
Y a ti, Mercurio, sólo me resta felicitarte por el inmediato cumpli-
miento de tus deseos amorosos. Quiere a tu esposa con toda la fuer-
za que permiten tus musculosos brazos y planta en ella las semillas
de una copiosa descendencia.
Una nueva música inundó los espacios celestes. No se trataba de
la mera interpretación de un único instrumento musical sino de la ar-
monización de un conjunto de sonidos convergentes cuyo resultado
fue el nacimiento de una deleitable sinfonía.
Era el momento en el que Armonía se presentaba ante los dioses
acompañada por Palas y Mercurio, destacándose de inmediato por su
esbeltez y por la armónica proporcionalidad que esparcía a su alre-
dedor. Su melodiosa cabeza estaba coronada con ornamentos de oro
brillante, y su terso vestido, cubierto igualmente con láminas de oro,
resonaba delicada y dulcemente cuando avanzaba hacia el centro de
la gran plataforma celestial.
En su mano derecha llevaba algo semejante a un escudo en el que
podían apreciarse multitud de círculos concéntricos entrelazados en-
tre sí armonizando unos con otros de tal manera que el acorde central
propiciaba una concordancia completa con todos y cada uno del res-
to de los círculos. En su mano izquierda sujetaba diversos instru-
mentos musicales, también forjados en oro, que le servían para
presentarse de la manera más adecuada ante el divino auditorio.
Efectivamente, una vez situada en el centro de la gran plataforma,
y tras saludar a Zeus y a Palas Atenea —suprema pareja celestial— su-
152	 JESÚS DE LA IGLESIA
plicó la oportuna autorización para entonar diversas melodías nup-
ciales en honor de Mercurio y Filología. Melodías que deleitaron y
apaciguaron igualmente a los espíritus de todos los dioses.
Posteriormente, adivinando los deseos de los presentes por el co-
nocimiento de los preceptos de su arte, dirigió su melódica voz al au-
ditorio en los términos que referimos a continuación:
Como es sabido por todos, hace tiempo que no me está permitido en
los cielos hablar de los preceptos de mi arte. Pero dado que en esta
ocasión se celebra un acontecimiento especial que requiere mi pre-
sencia, hablaré más de mi historia que de mi ciencia y recordaré al-
gunas de las aplicaciones terrenales de la música en la lucha cons-
tante de los hombres por conseguir una felicidad que los dioses nun-
ca les permitirán alcanzar.
Desde el momento en que fui engendrada como hermana gemela de
Aritmética nunca he abandonado mi relación con los números. He
seguido y estudiado las órbitas de las esferas siderales asignando a
sus veloces movimientos los correspondientes tonos que les permi-
ten interpretar la sinfonía de las estrellas que conocen a la perfección
todos los aquí presentes; fui yo quien designó la numeración que re-
laciona entre sí todos los entes del universo, tanto los físicos como
los espirituales; yo revelé a los hombres los conceptos de mi arte de
una manera sencilla y elemental para que fuera comprensible por las
mentes humanas; y también ha de reconocerse que

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