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Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 1 El personalismo cristiano de Mounier como paradigma de una educación pluralista. Un examen a partir de la enseñanza media en Chile Esteban Sebastián Rodriguez Moya (1) 1. Introducción La coexistencia entre la variedad de sistemas de creencias o entre la multiplicidad de culturas no siempre tuvo la dinámica actual. En efecto, los grandes imperios, los procesos de conquista y también los esfuerzos de unidad epistemológica llevaron a que ciertas culturas quedaran relegadas a un espacio secundario. Aparentemente esta situación ha cambiado, sobre todo en lo que respecta al discurso y la dimensión teórica, se busca así una participación igualitaria de todas las culturas y personas al interior de la vida social. Si bien esto es a todas luces positivo, se debe considerar igualmente que da paso a la discusión y a los conflictos propios del intercambio equivalente. En este sentido, es sugerente examinar el caso particular de la educación secundaria, pues los conflictos entre profesores y estudiantes se traducen muchas veces en una oposición entre sistemas de creencias o subculturas que en un principio son incompatibles. Además, la cuestión se hace más compleja si consideramos que tradicionalmente la educación privilegiaba el acervo simbólico cultural dominante por sobre el sistema de creencias de los estudiantes (Muñoz, Ajagan, Sáez, Cea & Luengo, 2013). Este hecho acentuaba las desavenencias pues se contextualizaba dentro de los complejos procesos psicológicos relativos a la definición de identidad propia de la adolescencia. La situación hoy ha dado claramente un vuelco. En un intento de adaptarse a la convivencia pluralista la educación chilena presenta ciertos rasgos personalistas que rescatan y enaltecen la dignidad humana. No obstante, existe el riesgo de que este personalismo caiga preso de los cambiantes contextos socioculturales y la eventualidad de las demandas particulares, pasando a llevar esa misma dignidad que profesa en favor del individualismo. Tomando como referencia este contexto, aparece la pregunta por una perspectiva personalista que dé cuenta de la importancia que tiene la dignidad individual, pero que al mismo tiempo tenga un fundamento que vaya más allá del puro albur que rodea a la convivencia entre subjetividades. En vistas al marco precedente, el presente trabajo tiene como meta plantear al personalismo cristiano del francés Emmanuel Mounier como un principio paradigmático del quehacer educativo concerniente a la educación media en Chile. Para esto se tendrá como supuesto de investigación que la dignidad humana y el diálogo interpersonal defendidos por Mounier no dan margen a situaciones alienantes basadas en la contingencia, pues todo su fundamento reposa en la realidad trascendente de Dios. Así pues, la exposición se centrará primero en describir las características sociales, culturales y 1 Estudiante de Doctorado en Ciencias Humanas en la Universidad de Talca, Chile. Magister en Ciencias Religiosas y Filosóficas por la Universidad Católica del Maule, Chile. Docente de las cátedras de Introducción a la fe (nociones fundamentales de Teología), Ética Cristiana y Ética profesional en la misma universidad. E-mail de contacto: erodriguez631@gmail.com mailto:erodriguez631@gmail.com Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 2 educacionales de la problemática planteada, para luego exponer brevemente el pensamiento personalista mounieriano y extraer las conclusiones pertinentes. 2. Algunas cuestiones preliminares Si partimos asumiendo que la cultura corresponde a un conjunto de estructuras de significación socialmente establecidas (Geertz, 2003: 26), se puede también asimilar que los sistemas de creencias son evidentemente sistemas culturales. Esto se hace explícito cuando constatamos que la relevancia de este tipo de sistemas radica en su poder para determinar las identidades colectivas y las conductas de los sujetos que interactúan en la sociedad. En otras palabras, “se cree” en la cosmología y los principios morales que ofrece el sistema simbólico. Asimismo, los sistemas simbólicos abarcan no solo los fenómenos sociales con tintes dogmáticos sino que se expanden hacia otras áreas preliminarmente más lejanas a la noción de creencia. Por ejemplo, la ciencia, que en la mayoría de los casos tiende a presentarse como aséptica respecto de los dogmas, también tiene inherentemente en su dinámica la presencia fuerte de la convicción o creencia. En efecto, el investigador o científico “cree” que su hipótesis dará una solución al problema investigado, hipótesis que por lo demás, surge de un acervo teórico previo que se concibe, hasta el momento como certero 2 (Sierra Bravo, 1987). En síntesis, es erróneo comprender o abarcar solo a la religión bajo el concepto de sistema de creencias, su alcance atañe a la cultura en general y también a sus aspectos particulares como pueden ser el arte, el conocimiento, las ideologías etc. Actualmente asistimos a una validación generalizada de diversos sistemas de creencias, o, si se quiere, a una búsqueda de convivencia entre diversas culturas. Aparece así el pluralismo cultural. Este último se caracteriza por tener dos ejes, el primero se refiere al principio de igualdad en favor de la superación de cualquier discriminación que tenga como base la etnia, la religión, le lengua y el origen regional, mientras que el segundo se refiere a la comprensión del otro por medio del respeto y la aceptación (Usallán, 2015). Así, se busca una convivencia armónica, toda cultura o sistema de creencias tiene la misma relevancia que las otras en tanto estas no intervengan con la convivencia propia de la sociedad. Ahora bien, cabe preguntarse por el origen de esta forma de pluralismo, pues la diversidad cultural siempre existió, pero no todas las culturas poseían un mismo nivel de ponderación por igual, contrariamente a lo que pasa a día de hoy, donde prevalece la búsqueda del respeto mutuo, aunque este no necesariamente se dé en la práctica. Poniendo atención a la reflexión en torno al estado actual del pensar occidental, el origen del pluralismo cultural puede deberse a dos motivos. En una primera instancia podríamos atribuírselo a una consecuencia tardía de la modernidad y su enaltecimiento del 2 Scharrón (2010), nos grafica esto de la siguiente manera: la religión es un conjunto de creencias o dogmas acerca del universo. ¿No lo es también la ciencia? A través de la reflexión epistemológica sobre la ciencia encontramos una serie de creencias y supuestos que no son cuestionados (adquiriendo cierta calidad de dogmas) y que permean las actitudes y sentimientos que se tienen hacia la ciencia (el respeto al conocimiento científico, su infalibilidad, su asepsia, la seguridad que nos llevará al progreso, entre otras) (p. 88). Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 3 sujeto como principio o fundamento de la realidad, o, más bien, del conocimiento de la misma. En esta línea se encaminan los trabajos de Giddens, Habermas o Touraine. Por otra parte, también se podría postular como base del pluralismo a una suerte de desconfianza en los proyectos y utopías de la razón autónoma, los que han fracasado en sus intentos de ofrecer sentido al ser humano. De esta manera, los abusos a los que dieron (o dan cabida) los mitos totalizantes del progreso, el socialismo y el nacionalismo han propiciado el surgimiento de una ontología liviana, es decir, una voluntad de poder pluralista y ajena a los absolutismos mitificadores(Bentué, 2014, 58). Asimismo, en los trabajos y análisis filosófico─sociales de Foucault, Vattimo o Lyotard ya se explicita dicha realidad. En síntesis, nos encontramos que por el peso que ha adquirido la subjetividad individual o también por lo sospechosa que resulta una verdad absoluta y totalizante, tanto los vestigios de una modernidad tardía como también los indicios de una posmodernidad se caracterizan por dar cabida a una gran cantidad de interpretaciones de la realidad. Sin embargo, sería precipitado afirmar la presencia de un relativismo o subjetivismo llevados hasta el extremo. Existe la voluntad de hallar unos principios morales mínimos para la convivencia pluralista entre diversas culturas. Asistimos a un abandono de las morales tradicionales, pero no a un abandono de lo moral en sí misma3. A este respecto, Lipovetsky (2014) es enfático en afirmar que en el mundo de hoy es manifiesta una renuncia a la imposición del deber, pero existe también un ansia de regulación y orden. Una prueba de esta idea radica en la reaparición de valores y prohibiciones en un mundo que aparentemente debería negarlas. Ahora bien, el afán por encontrar principios morales estables no evita la existencia de conflictos, estos surgen fácilmente cuando las posiciones subjetivas son expuestas sobre el piso de la igualdad. Cabría preguntarse dónde pueden vivenciarse los conflictos propios de un mundo pluralista, en qué lugares se hace más problemática la convivencia. Ciertamente, la educación formal, además de la vida política y la convivencia entre religiones, son instancias que dan paso a desacuerdos entre los distintos sistemas de creencias. De estas tres, la educación formal secundaria resulta compleja de tratar, pues los estudiantes que participan de la misma están envueltos en una serie de procesos psicológicos y fisiológicos que determinarán su identidad futura. Así, la búsqueda de identidad propia de la etapa del desarrollo psicosocial que experimentan lleva muchas veces a que los estudiantes adopten diversos sistemas culturales, que difieren con el mundo académico propio de los profesores (Pineda, J & García, F. 2016). De esta manera, en el plano de la educación formal secundaria y teniendo como contexto el pluralismo cultural, aparece un conflicto entre sistemas de creencias que podríamos resumir de la siguiente manera: El profesor, como figura que representa el prestigio académico, ofrece un saber que considera valioso y sobre el que se basa su autoridad ante los alumnos, mientras que éstos, inmersos en una cultura y en una perspectiva vital muy diferente, no se sienten partícipes ni reconocidos en el marco de las relaciones 3 Este tipo de abandono sería imposible para el ser humano en tanto esté dotado de conciencia. Precisamente, esta última hace posible lo que Aranguren llama moral como estructura, la cual corresponde a la posibilidad que tiene el ser humano de justificar su acción al no estar determinado absolutamente por el instinto. Así, el ser humano podría ser inmoral, oponerse a la moral imperante, pero nunca ser amoral, es decir, dejar de tener sentido moral (Aranguren, 1997). Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 4 escolares, considerando que tienen muy poco poder e influencia en la escuela y en el aula (Devine, 2002 citado por Pineda & García, 2016: 1074-1075) Dada la importancia del conflicto entre las culturas o subculturas que conviven dentro del aula de clases, y específicamente en el caso del encuentro entre el mundo académico del profesor y las diversas creencias de los estudiantes, es que se hace necesario encontrar orientaciones paradigmáticas para la praxis docente en la educación media. En este sentido, las perspectivas personalistas siempre se han ligado o han estado presentes en la educación nacional a través de sus planes y programas. Todo esto, en una búsqueda de respeto y validación de la dignidad del estudiante. No obstante, a pesar de lo expuesto hasta este punto, es necesario darle a esta tendencia personalista un fundamento trascedente que se ubique más allá del mero plano de la convivencia, pues es la única forma de que los acuerdos superen el mero contexto contingente. Así pues, antes de examinar algún tipo de solución a este problema, es conveniente primero revisar las orientaciones, con aire personalista, que han guiado a la educación chilena en las últimas décadas transidas de pluralismo. 3. La Persona en los Objetivos de Aprendizaje Transversal de la educación media chilena Desde la última década del siglo XX ya se asume un cambio de paradigma social y la incidencia que éste puede tener en la educación nacional. Para Megendozo, Donoso y Rodas (1999), el Chile y el mundo de los noventa se definen por una crisis que abarca la fe, los valores, la situación y la epistemología. Frente a este trance, los derechos humanos se presentan como un mapa para obtener directrices que orienten la educación en este nuevo panorama donde la tradición ha perdido campo (Megendozo, Donoso & Rodas, 1998). Así pues, en el contexto citado se pretende que a través de la determinación de Objetivos Fundamentales Transversales (OFT) la educación chilena le dé cabida a una enseñanza cuyo denominador común sea una visión humanista de los estudiantes (Megendozo, Donoso & Rodas, 1998). No debiéndose confundir esta visión con una educación humanista propiamente tal, puesto a que se refiere más bien a un personalismo incipiente, donde lo importante es la formación integral del estudiante por sobre la actividad docente configurada a partir de un currículum fragmentado. Para comprender esta última idea en el contexto de la educación media chilena, se hace imperioso exponer, al menos someramente, los OFT que la orientan junto a su posterior reformulación en los Objetivos de Aprendizaje Transversal (OAT). Durante el gobierno del ex presidente Eduardo Frei Ruiz─Tagle el Comité Técnico Asesor del Diálogo Nacional sobre la Modernización de la Educación Chilena en conjunto con la Comisión Nacional para la Modernización de la Educación, publican un libro─informe titulado Los desafíos de la educación chilena frente al siglo 21, el cual expone los cambios que deben realizarse dentro de la educación chilena para asumir óptimamente las características de una sociedad posindustrial. Esta última se entiende como una sociedad en la que prima el valor que aporta el conocimiento, y se orienta a responder a una demanda diversificada, donde intervienen componentes cada vez más impredecibles, Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 5 gustos y necesidades vinculados con percepciones subjetivas, volátiles, alimentadas por complejos sistemas de información (Comité Técnico Asesor del Diálogo Nacional sobre la Modernización de la Educación Chilena & Comisión Nacional para la Modernización de la Educación, 1994: 13). En esta línea, y frente al contenido del informe, aparecen los OFT de la educación chilena como un tipo de metas a cumplir a la hora de entregar una formación holística al estudiante. La formación que implican los OFT considera a la persona, pues se entiende que el sujeto debe formarse íntegramente para administrar con criterio los conocimientos disponibles a través de los múltiples medios y procesos de información. La línea personalista de las actividades delimitadas por los OFT es destacada por Romeo (2001), a través de las siguientes palabras: Las actividades de carácter transversal (y también las verticales que, en este espacio, no son objeto de análisis) se vinculan a estrategias de aprendizaje centradas en la persona que funciona como educando, bajo el predicamento de desarrollar en él procesos cognitivos, precisadosen capacidades, destrezas y habilidades, y procesos socioafectivos y culturales, sobre la base de valores y de actitudes (p. 119). De esta forma, los OFT se ubican sobre las diversas áreas del conocimiento, de ahí su carácter transversal, con el fin de que las variadas asignaturas constituyan una unidad toda vez que el estudiante ejerce los procesos cognitivos inherentes a las actividades insertas dentro de la educación formal4. Esto explica que los OFT se dividan en cinco dimensiones, a saber, el crecimiento y la autoafirmación personal, el desarrollo del pensamiento, la formación ética, la persona y su entorno y el uso de las tecnologías de información y comunicación (MINEDUC, 2009). Los objetivos del primero se caracterizan por la valoración de la vida en sociedad en conjunto con el desarrollo de la identidad y la dimensión afectiva que surgen a partir de la misma. El segundo eje se encarga de promover metas relacionadas a la obtención de sentido crítico y metacognitivo. Respecto de la formación ética, se pretende forjar la autonomía moral del sujeto en relación a lo trascendente, la belleza y la justicia. El cuarto eje se refiere al desarrollo de las relaciones entre el sujeto y la sociedad, acentuando un carácter claramente ciudadano. Por último, el eje referente a las tecnologías de la información y la comunicación busca promover el uso responsable de diversas herramientas informáticas. Desde el año 2012 el Ministerio de Educación (MINEDUC) viene promoviendo un cambio significativo en la educación chilena establecido por la implementación de la Ley General de Educación (LGE). A nivel de los OFT esto ha conllevado una reformulación expresada a través de las nuevas bases curriculares de la educación chilena. Ahora se denominan Objetivos de Aprendizaje Transversal (OAT), los que propician metas de carácter comprensivo y general para la educación escolar, referidas al desarrollo personal, 44 El Ministerio de Educación no solo plantea a los OFT como metas para las asignaturas, sino que además propone instancias para que estos se implementen de una forma más explícita. Entre estas instancias se cuentan el proyecto educativo de cada establecimiento, los subsectores de aprendizaje, la práctica docente, el clima organizacional y las relaciones humanas, las actividades ceremoniales, la disciplina del establecimiento, el ejemplo cotidiano y las actividades recreacionales (MINEDUC, 2009). Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 6 intelectual, moral y social de las y los estudiantes (MINEDUC, 2015: 25) de una forma similar a los OFT5. Sin embargo, con vistas a una mejor aplicación, los OAT tiene una mayor precisión detallando o agregando un mayor número de dimensiones en torno al estudiante. Estos corresponden a la dimensión física, la dimensión afectiva, la dimensión cognitiva─intelectual, la dimensión sociocultural y ciudadana, la dimensión moral, la dimensión espiritual, la proactividad y el trabajo , los planes y proyectos personales, y por último, las tecnologías de la información y la comunicación:(MINEDUC, 2015). Es evidente la tendencia que tiene la educación chilena, al menos en sus planes y programas, a valorar el estudiante como una totalidad. Esto claramente le da un aire personalista, lo cual la hace propicia para el convulsionado contexto que se vive a nivel sociocultural. El personalismo es necesario dentro de un contexto pluralista, en tanto pone énfasis en la dignidad del sujeto, pero también debe tener una referencia o un sustento en el plano trascendente. Esta es la única manera de que la orientación personalista supere la mera conveniencia del pragmatismo, prevaleciendo por sobre la sujeción a lo inmanente y pasajero, a la contingencia que muchas veces desfigura el valor en sí mismo de la persona. 4. La trascendencia y el personalismo mounieriano como paradigma educativo En sentido platónico, un paradigma designa un modelo que orienta la realidad, adquiriendo así un carácter ejemplar (González, 2005). Por lo tanto, cuando se hable del personalismo de Emmanuel Mounier como paradigma, nos referiremos a éste como un arquetipo para orientar la convivencia y las actividades involucradas dentro de la educación media formal. Asimismo, antes de plantear algunas de las ideas más relevantes propuestas por nuestro autor, hay que agregar que a pesar de existir proposiciones humanistas y cristianas de mayor renombre, como la que presenta Jacques Maritain en el Humanismo integral por ejemplo, es precisamente Mounier quien habla explícita y sintéticamente de personalismo cristiano. Nos presenta un análisis panorámico de ésta realidad a través de su libro titulado El personalismo (Le personnalisme), publicado durante 1949. La obra en cuestión expresa de manera clara una de las características centrales del pensar mounieriano, a saber, la oposición a las formas de totalitarismo alienante que afectan a la subjetividad y la libertad personales. Esto también se expresa en la revista Esprit que él mismo fundó 1932, la cual, según Vázquez (2006), aparece como una forma de reacción fente al capitalismo materialista y el colectivismo despótico surgidos en los contextos de la crisis económica y los totalitarismos en auge durante la década del 30. A la base de esta oposición, se encuentra la defensa que Mounier hace de la libertad creadora que tiene la persona (Vázquez, 2006), pero que no se da en un contexto individualista sino más bien en un todo comunitario con base cristiana y trascendente. Todo esto no deja de ser problemático si consideramos la complejidad que implica el hablar de personalismo, pues, como es fácil apreciar, la definición de persona que subyace al discurso de Mounier podría delimitar y coaccionar una de las características esenciales de la misma: la libertad. 5 La implementación de los OAT se ha concretado progresivamente, comenzando el año 2012 desde los primeros cursos de enseñanza básica hasta llegar a segundo medio durante el año 2017. Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 7 Dentro de El personalismo Mounier sostiene que el cristianismo hace explícita la realidad personal en el pensar de occidente. Si bien es cierto que ya existían algunos antecedentes en el pensar griego a través de Sócrates, el cristianismo posee la particularidad de plantear la dignidad de la multiplicidad a partir de la creación ex nihilo hecha por Dios. Él mismo es persona, se relaciona personalmente con el ser humano, éste último precisamente está llamado libremente a constituirse persona (Mounier, 1979). Ahora bien, y dada la importancia que tienen las definiciones al momento de orientarnos, cabría preguntarse cómo entender o definir a la persona, cómo explicarla sin afectar a la libertad que le es inherente. A modo de posible solución, Mounier (1965) nos ofrece la siguiente definición que es, a su parecer y por razones obvias, meramente aproximada: Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia mediante su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante conversión; de este modo unifica toda su actividad en la libertad, desarrollando además, a fuerza de actos creadores, lo singular de su vocación (71-72). La persona constituye así una unidad que se expresa a través de la acción transida de libertad, de capacidad de decisión y creación. Esto provoca que la persona no esté delimitada, que su libertad implique dignidad y que, al mismo tiempo, la personalización del mundo esté en una constante conquista. Además, la unidad de la persona se expresatambién en el vínculo existente entre espíritu y materia. El ser humano posee una existencia incorporada, prueba de ello son las expresiones corporales llenas de espíritu (Mounier, 1979). A su vez, la acción personal implica diálogo e interacción por la apertura al resto a través de la libertad. No obstante, hay que tener muy claro, según Mounier, que por la misma naturaleza personal, siempre hay algo del otro que se me escapa (Mounier, 1979). Al relacionar estás ideas con el pluralismo, parece ser clara la defensa que el pensador francés hace del mismo, la acción libre y humana puede tomar diversas formas socioculturales. Así, las diferentes formas de organización social son resistencia y apoyo para el movimiento de personalización de la realidad (Mounier, 1979). Trasladando las ideas mounierianas al campo de la educación media formal chilena, nos encontramos con que ellas coinciden claramente con la perspectiva holística del estudiante presente en los OAT y los OFT. La libertad expresada en la acción humana, que unifica en ella lo material y lo espiritual, tiene un lugar preponderante en el personalismo cristiano que se ha reseñado. Esto permite comprender el tipo de dignidad que posee la persona, un respeto al espacio que posibilita su capacidad de creación y autodesarrollo. De este modo, la invitación al diálogo interpersonal queda clara, abriendo paso a la participación pluralista dentro del aula, tanto entre profesores y estudiantes, como también entre la multiplicidad cultural e identitaria de estos últimos. Sin embargo, toda postura personalista o humanista en educación tiende a este respeto y dignidad de cada sujeto, valora su participación activa dentro del proceso6 educativo y sobre todo de aprendizaje. 6 Esto vincula claramente al personalismo con el constructivismo pedagógico, pues más que adoctrinar, lo cual implicaría pasar a llevar la dignidad personal, se busca el autodesarrollo, es decir, la capacidad de Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 8 Esto último puede ser problemático si solo se arraiga en la contingencia. En efecto, en nombre del respeto a la dignidad de cada sujeto y estudiante muchas veces se pueden tolerar actitudes inapropiadas solo porque el contexto lo amerita. Como ejemplo de esto tenemos el marcado empobrecimiento espiritual de una sociedad orientada meramente a la productividad y las correspondientes consecuencias que esto tiene para la educación. En efecto, muchas veces la educación personalista que se imparte bajo este contexto busca claramente el desarrollo de competencias o habilidades en el estudiante, con el afán de que este logre su autorrealización. Sin embargo, ésta última solo se reduce a la solvencia con que se desarrolla una actividad de producción específica dentro de la sociedad, lo que conlleva una ausencia de dialogo con la dimensión trascendente del estudiante, las cuales no siempre conectan con una educación acentuadamente técnica. Considerando lo anterior, el profesor que se orienta bajo un marco personalista cristiano debe ser capaz de interactuar con la cultura de los estudiantes7, con sus búsquedas personales y las subculturas a las que estás refieren dentro del proceso de arraigo identitario. Asimismo, debe ponderar dentro del proceso educativo de enseñanza─aprendizaje los elementos trascendentes y religiosos que pertenecen a estas búsquedas, pues, tal como plantea Mounier (1979), por encima de las personas ya no está el Destino en sentido griego y tampoco un conjunto de ideas indiferente a los sujetos, sino un Dios que es también persona. 5. Conclusiones Analizando en perspectiva, nos encontramos con que el pluralismo es una realidad insoslayable a día de hoy, cualquier forma de diálogo e intercambio cultural debe tener como marco de referencia el respeto mutuo y la validez de las manifestaciones culturales en tanto estás no atenten en contra de la dignidad personal. Un evidente punto de choque o desencuentro provocado por esta característica acontece en el aula de clases de enseñanza media. Es en este espacio donde existe un encuentro evidente entre las diversas subculturas de los estudiantes y la cultura académica representada por el profesor. Muchas veces, apoyado en el peso de la tradición, el profesor ignora el acervo de los alumnos, así como también su dimensión personal. A modo de solución, el MINEDUC, a través de los OFT y los actuales OAT ha planteado una educación integral y holística basada en el desarrollo completo del estudiante. No obstante, la adecuación personal de la educación que hace el MINEDUC, a pesar de considerar la dimensión trascendente de la persona, no tiene un fundamento trascendente en sí mismo. Esto tiene como consecuencia la posibilidad de que el personalismo derive en mero individualismo, quedando a merced de los intereses alienantes propios de una sociedad donde el mercado es omnímodo. Así pues, la propuesta personalista de Emmanuel Mounier aplicada a la educación nos ofrece una eventual solución, ya que propone un fundamento de la dignidad humana a partir de la trascendencia de Dios, evitando el problema de caer preso en la contingencia. Mounier realiza algo tan aprender aplicando las propias herramientas cognitivas. Esto último es claro en la epistemología genésica de Jean Piaget, aludida constantemente en los cursos de psicología del aprendizaje que se dictan en las universidades. 7 Es lo que, desde una perspectiva secular, se denomina como la posibilidad de generar una complementariedad dentro de la relación dialéctica que existe entre lo aprendido y lo que se está por aprender (Castro, 1999 citado por Muñoz, Ajagan, Sáez, Cea y Luengo, 2013). Pontificia Universidad Católica de Chile Centro Estudios de la Religión II Congreso Internacional de Estudios de la Religión 9 difícil como aunar humanismo y fundamento trascendente─divino en una sola propuesta, recordemos lo problemático que resulta para el pensar moderno el concebir a Dios como padre debido al supuesto avasallamiento del ser humano. Quizás, solo queda preguntarnos por las formas prácticas que tomaría el personalismo mounieriano como paradigma educativo, obviamente, este no es el espacio para tratar extensivamente dicho punto. Sin embargo, se pueden mencionar ciertas instancias, tales como la concepción de la clase de religión al modo de un espacio para tratar la apertura a lo trascendente desde distintas culturas o también las clases de lenguaje entendidas como una exploración existencialista de la literatura, las cuales serían un autentico aporte a la hora de integrar las diversas ramas del conocimiento en pos de la formación personal. Bibliografía — Aranguren; J. L. L. (1997). Ética. Madrid: Biblioteca Nueva. — Bentué, A. (2014). La opción creyente (8ª ed.). Santiago de Chile: San Pablo, Verbo Divino, Universidad Católica del Maule. — Comité Técnico Asesor del Diálogo Nacional sobre la Modernización de la Educación Chilena & Comisión Nacional para la Modernización de la Educación. (1994). 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