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TRATADO DE PSIQUIATRÍA C apí tu lo 42 Tratamientos psicológicos (I). Terapéutica de orientación psicodinámica R. Aguillaume Torres INTRODUCCIÓN L o que se ha dado en llamar psicología dinámi- ca, o tratamiento de orientación dinámica es aquel grupo de las psicoterapias que encuentra sus fundamentos en la teoría psicoanalítica. Desde un punto de vista etiológico, la psicoterapia dinámica se centra más en los mecanismos psíquicos descritos por el psicoanálisis y pretende obviar una problemática estrictamente sexual como sería básica en el tratamiento psicoanalítico. De cualquier mane- ra, esta fundamentación en mecanismos psíquicos no ha hecho posible la creación e individuación de un modelo teórico coherente, de ahí que se con- sidere lo psicodinámico como un concepto abarcati- vo, donde sus elementos constituyentes serían: el psicoanálisis, la psicoterapia de orientación psicoa- nalítica y la psicoterapia psicoanalítica de apoyo. Estas tres modalidades psicoterapéuticas se nutren de modelos teóricos y actitudes técnicas que se ini- cian con el propio Freud, pero que se han desarrolla- do progresivamente. Se consideran como teorías centrales que permiten un acercamiento psicodinámi- co, tres grandes grupos u orientaciones básicas (1): 1. El modelo freudiano pulsional. 2. El modelo de las relaciones de objeto. 3. El modelo interpersonal. (El modelo psicoanalítico fundamentado en la obra de J. Lacan no es contemplado en este trabajo a pesar de la importancia que progresivamente va adquiriendo en el pensamiento psicoanalítico actual.) Desde un punto de vista general, en un principio el propio Freud y, a lo largo de toda su obra conside- ró como inanalizables los pacientes narcisistas, esto es todos aquellos pacientes que no estaban dentro del grupo de las neurosis. Por lo tanto, desde un principio fueron una contraindicación para el psicoa- nálisis los cuadros psicóticos y, todos los cuadros agudos, ya sean en las neurosis como en las psicosis. El psicoanálisis no ha logrado fijar criterios de anali- zabilidad claros y concretos y en el caso de la psicología dinámica las indicaciones y contraindicaciones quedan aún más veladas. En principio y dada la indefinición y amplitud, tanto técnica como de metas a conseguir, la psicoterapia, en términos generales, no presentaría in- dicaciones o contraindicaciones muy específicas. La psicoterapia sería una técnica que se adaptaría a cual- quier tipo de patología y a todas las características de la población en general, ya sea de forma exclusiva o aso- ciada a tratamientos farmacológicos. LOS COMIENZOS DE UNA PSICOTERAPIA CIENTÍFICA: FREUD Y EL MODELO PULSIONAL La psicoterapia como método científico, esto es, con fundamentos teóricos y metodológicos tiene 735 apenas algo más de un siglo. Las actividades precur- soras del método psicoanalítico, pueden encontrarse a lo largo de toda la historia de la humanidad, ya sea en las teorías presentes en algunos filósofos, o en la práctica de algunos médicos. Pero parece que hay unanimidad entre los autores, en considerar que el método, que surge a partir del tratamiento de Ana O., de Breuer y Freud, marca el inicio de lo que más tarde será el psicoanálisis, o en términos más gene- rales la psicoterapia dinámica. La obra de Freud (2), “Estudios sobre la histeria” (1893), o más específicamente ”El mecanismo psí- quico de los fenómenos histéricos” funda el modelo teórico, mientras “La psicoterapia de la Histeria” (1895) lo es del modelo técnico y de tratamiento. En esta primera etapa, que se suele denominar prepsi- coanalítica, se apuntan los conceptos básicos de la teoría y la técnica psicoanalítica. Hasta el final de sus días Freud no dejó de desa- rrollar aspectos tanto teóricos como técnicos, siendo su obra en este aspecto de una gran complejidad, no exenta de momentos contradictorios y de reconcep- tualizaciones. La teoría psicoanalítica se fundamenta en la acep- tación y estudio de los fenómenos psíquicos que se dan al margen de la conciencia, esto es, en el In- consciente. Es el descubrimiento del Inconsciente la aportación mayor de Freud, no sólo al estudio del psiquismo sino a los fundamentos modernos de la cultura occidental. El estudio del Inconsciente va a ser pues, el objeti- vo central del psicoanálisis, esto es la de aquellos fe- nómenos que tradicionalmente se definieron como olvidados y, por tanto inexistentes. Freud definió lo olvidado como desconocido y al sujeto del psicoaná- lisis como sujeto del desconocimiento. Desde el des- cubrimiento de la realidad psíquica, Freud investiga cómo las fuerzas irracionales, ancladas en la biolo- gía, se organizan en ese sector del psiquismo que de- nomina Inconsciente y, desde allí pugnan por hacer- se presentes y destruir los fundamentos conscientes, racionales, que con tanto esfuerzo construye el suje- to y mantiene la especie. La enfermedad psíquica expresaría este conflicto. La tensión entre ese orden biológico y el orden de la cultura es el campo de in- vestigación estrictamente psicoanalítico. Y esa ten- sión encuentra su más acabada expresión en el com- plejo de Edipo. De cualquier manera, no encontramos en el psi- coanálisis una concepción unitaria del inconsciente. En la propia obra de Freud el inconsciente de “Los estudios sobre la histeria” como almacén de aconte- cimientos reales penosos de recordar, hasta el in- consciente concebido como lugar en que los conflic- tos se organizan y producen, como aparece en sus últimas obras, nos muestra la complejidad del con- cepto. El procedimiento terapéutico de Freud, la búsque- da de una realidad inconsciente que condiciona la enfermedad, va a conducirle a otro de los grandes aportes del psicoanálisis: el determinismo psíquico, ningún aspecto de la realidad psíquica va a ser des- deñado, por considerarse casual ya sean los sueños, los lapsus, actos fallidos, síntomas, etc. Así pues el estudio de todas las manifestaciones psíquicas le per- miten a Freud trazar las características del mundo in- consciente a las que denomina proceso psíquico pri- mario. Esta características son: la condensación y el desplazamiento, atemporalidad, ausencia de contra- dicción y de negación. Quiere decirse, que si el mun- do consciente de las representaciones se rige por el pensamiento coherente, sometido a las leyes lógico causales, en el Inconsciente las representaciones se rigen de acuerdo a las leyes del proceso psíquico pri- mario. El desarrollo progresivo de los conceptos teóricos permite la agrupación de todos ellos en lo que se co- noce, desde la propia obra de Freud como metapsi- cología. LOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS: LA METAPSICOLOGÍA FREUDIANA Los conceptos teóricos más alejados de la obser- vación directa y, por tanto no susceptibles de demos- tración empírica, son los que constituyen la metapsi- cología freudiana. La concepción de un aparato psíquico en el seno del cual se distribuyen y organi- zan los impulsos psíquicos –pulsiones libidinales y agresivas– va a dar lugar a los aspectos que constitu- yen la concepción psicoanalítica de la mente: con- cepciones económica, genética, estructural, dinámi- ca y tópica. En el primer modelo de la mente, o primera tópi- ca, Freud concibe la mente como una organización representacional donde los fenómenos se distribuyen en el nivel consciente, preconsciente e inconsciente. El conflicto psíquico surge de deseos sexuales –más tarde también agresivos– procedentes del incons- ciente, incompatibles con la vida normal del sujeto (consciente). La represión surge como defensa ante dichos deseos y los cuadros psicopatológicos, con su sintomatología correspondiente, como consecuencia de la incapacidad para manejar dicho conflicto. En esta etapa de la teoría freudiana la curación se conci- be como “hacer consciente lo inconsciente”. El segundo modelo de la mente o teoría estructu- ral surge a partir del trabajo de Freud El yo y el ello. Aquí considera Freud al aparato psíquico como una unidad organizada en torno a tres funciones básicas: el Ello como expresión del mundoinstintivo; el Yo como adaptador y organizador de la realidad y el Su- per-yo como instancia de los ideales y de los precep- tos morales. En esta etapa el criterio de curación se expresa por donde estaba el ello debe estar el yo. Otras concepciones metapsicológicas de induda- ble valor para la teoría psicoanalítica son la concep- TRATADO DE PSIQUIATRÍA 736 TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS (I). TERAPÉUTICA DE ORIENTACIÓN PSICODINÁMICA ción económica del psiquismo y la concepción gené- tica. La primera, la concepción económica, atribuye al psiquismo una organización condicionada por la dis- tribución de una hipotética energía que Freud deno- mina libido –energía sexual– y que es responsable de la repetición de los conflictos psicopatológicos no re- sueltos. La redistribución libidinal sería uno de los objetivos del psicoanálisis y, en general de la psicolo- gía dinámica. La concepción genética da cuentas de la evolu- ción biográfica del sujeto y del destino libidinal del complejo de Edipo. El complejo de Edipo, como concepto básico del psicoanálisis pretende mostrar la cristalización de deseos y normas constitutivas del su- jeto. LOS FUNDAMENTOS TÉCNICOS Desde el punto de vista técnico los siguientes con- ceptos forman los aspectos básicos de la teoría de la técnica psicoanalítica: 1) El concepto de trauma. 2) El concepto de abreacción. 3) El concepto de resistencia. 4) El concepto de transferencia. 5) El concepto de contratransferencia. 6) El concepto de interpretación. El concepto de trauma fue central para el desa- rrollo de la teoría etiológica en psicoanálisis y para el desarrollo de gran parte de la teoría. En los comien- zos Freud consideró el trauma como cualquier acon- tecimiento de la vida real que era imposible de asimi- lar por el psiquismo del sujeto y que, por tanto quedaba en la vida psíquica como un cuerpo extra- ño. Este cuerpo extraño que pronto fue asimilado por Freud como de naturaleza sexual, era el respon- sable de la sintomatología del paciente. El 21 de sep- tiembre de 1897 Freud escribió una célebre carta a su amigo Fliess donde le comunicaba su escepticis- mo ante la realidad del trauma. En este momento, de gran trascendencia para el desarrollo posterior del Psicoanálisis, Freud descubre el valor de la vida psí- quica, las fantasías inconscientes, etc., capaces de ser responsables de toda la psicopatología. El concepto de resistencia surge como conse- cuencia de la dificultad que encuentra Freud en la aceptación de sus interpretaciones por parte de los pacientes. El concepto evoluciona y marca gran par- te de la técnica psicoanalítica. La resistencia empieza a ser conceptualizada por Freud a partir de percibir el propio esfuerzo que te- nía que realizar para que el paciente tomara contac- to con sus recuerdos o reconociera algún aspecto interpretativo. Poco a poco la resistencia se fue con- virtiendo en un concepto fundamental acabando, junto a la transferencia, por ser los dos aspectos centrales del tratamiento psicoanalítico. Para la ma- yoría de los autores, la resistencia es la fuerza que desde el inconsciente del paciente se opone al cam- bio psíquico. Así pues, la resistencia se puede mani- festar de muchas maneras, desde situaciones apa- rentemente reales, como llegar tarde a una sesión por problemas de tráfico a una actitud de rechazo o de antipatía profunda hacia el terapeuta. Quiere de- cirse que si las defensas del paciente se construye- ron para manejar la situación de intensa angustia, estas mismas defensas resurgirán y se manifestarán en la situación analítica al poner ésta en evidencia los conflictos de donde proceden. Por tanto las re- sistencias pueden ser consideradas como la forma de manifestarse las defensas del paciente en la situa- ción analítica. Por esta razón conceptual, las resis- tencias no pueden ser valorativamente despreciadas y consideradas indeseables en un tratamiento diná- mico, sino todo lo contrario, la manifestación cabal de que el tratamiento está en curso y no es un simu- lacro. Un tratamiento psicoanalítico discurre, en parte, en el análisis de las resistencias. En su trabajo de 1926, “Inhibición, síntoma y an- gustia”, Freud clasificó las resistencias en cinco nive- les: 1. Resistencias debidas a la represión La represión es un mecanismo de defensa por el cual el psiquismo impide que afloren a la conciencia determinados contenidos del inconsciente –deseos sexuales o agresivos inadecuados– que producirían displacer. En el proceso terapéutico siempre nos en- contraremos con esa fuerza contraria –resistencia– a hacer consciente lo inconsciente. 2. La transferencia como resistencia En tanto en cuanto la transferencia es la repeti- ción con otra figura, en este caso el terapeuta, de los conflictos infantiles, quiere decirse que la transferen- cia es una resistencia. El paciente no puede recordar y transmitir al terapeuta el rechazo, por ejemplo, que sentía ante cualquier palabra amable del padre. En lugar de ello repite ese mismo rechazo ante la pala- bra amable del terapeuta. Igualmente el deseo de ser satisfecho en sus de- mandas por parte del terapeuta, es otra manifesta- ción del nivel resistencial de la transferencia. 3. Las resistencias del Super-yo Las resistencias del superyó son las responsables de la “reacción terapéutica negativa” que es el fenó- meno paradójico por el cual una interpretación libe- radora para el paciente es rechazada por el senti- miento de culpa que ocasiona. El sentimiento de culpa que ocasiona cualquier sentimiento de bienes- tar boicoteará –resistencia– el curso del tratamiento. 4. Ganancia secundaria La ganancia secundaria es una resistencia del Yo, en tanto en cuanto, esta instancia asimila los sínto- mas y los convierte en parte de su estructura. La oposición al cambio, como autoafirmación del Yo –narcisismo– es una forma de manifestación de la re- sistencia. 737 Igualmente determinados beneficios secundarios en el mundo externo del paciente, como concesio- nes familiares a su condición de enfermo, se mani- fiestan como resistencias al proceso de cambio que entraña el tratamiento. 5. Resistencias del ello Las resistencias del ello se le imponen a Freud an- te la evidencia de las dificultades del cambio. Los pa- cientes, bien tratados, en los que se vencen las resis- tencias del Yo y el Super-yo, pero sin embargo, no se produce el cambio esperado. Las resistencias del ello son conceptualizadas como debidas a la “viscosi- dad de la libido” y a su expresividad en la compulsión de repetición. La compulsión repetitiva indica una característica básica, por la cual el psiquismo se re- siste al abandono y al aprendizaje de pautas nuevas de comportamiento o satisfacción. El concepto de transferencia puede ser considera- do sin exageración alguna como el concepto central de la técnica psicoanalítica. Quizá, esa importancia se debe a su aparición irremediable en todo tratamiento psicoanalítico. Este hecho comienza siendo explicado por Freud, de acuerdo a su primera concepción sobre el funcionamiento psíquico según el principio Placer- Displacer. Las tendencias libidinales (capacidad de amar) que están en la base del desarrollo individual sufren distintas vicisitudes: unas son satisfechas, se organizan en la realidad, y forman la base de la expe- riencia; otras encuentran obstáculos, son frustradas en su desarrollo, por lo que quedan “almacenadas” en el Inconsciente y se desarrollan en la fantasía. La transferencia se pondrá en marcha precisamente, porque esta libido estancada (necesidades eróticas) busca permanentemente descargarse (principio pla- cer-displacer) y en la situación analítica el terapeuta es el objeto hacia el que tienden estas pulsiones. De lo dicho se desprende que, aunque toda conducta hu- mana puede ser referida a patrones del pasado –to- dos nuestros actos serían transferenciales– sólo nos interesan en psicoanálisis aquéllos que tienen que ver con la libido estancada pues es ese sector, el respon- sable de la neurosis. Otro aspecto a tener en cuenta es que la transfe-rencia es universal, se pone en marcha y muestra su efecto, dentro y fuera del consultorio. El psicoanalis- ta sólo organiza las condiciones (encuadre) que per- miten su identificación y manejo de forma adecuada. En el segundo modelo, “Más allá del principio del placer”, Freud introduce el concepto de compulsión a la repetición como un principio anterior al princi- pio del placer-displacer. Freud introduce la compul- sión como principio necesario para explicar porqué determinadas experiencias displacenteras son evoca- das –en la fantasía, en los sueños, en la transferen- cia– en contradicción con el principio del placer, que nos habla de la tendencia a la descarga, al placer, del funcionamiento psíquico. En este modelo, que ya tiene en cuenta la segunda tópica, la compulsión a la repetición es una caracte- rística del ello, mientras que el Yo va a ser la instancia que se oponga a esta repetición (pues es displacente- ra). En sus primeros trabajos Freud consideró la trans- ferencia preponderantemente como resistencia; el énfasis está puesto en que la repetición (contenida en la transferencia) es una resistencia. Más adelante, Freud considera la repetición como tendencia del ello mientras que la resistencia proviene del Yo, oponién- dose a la repetición”. Quiere decirse, que en el pri- mer caso la transferencia es una resistencia (se repite para no recordar, por no hacer consciente lo incons- ciente) y en el segundo caso la transferencia es lo re- sistido, puesto que el Yo se va a oponer al surgimien- to de la transferencia. Estas dos concepciones, como señala Racker (3) y Etchegoyen (4) han dado lugar a dos escuelas o, me- jor sería decir, a dos formas de moverse con la trans- ferencia en el tratamiento: unos, los que consideran la transferencia como resistencia, van a privilegiar el recuerdo infantil como el destino de las manifestacio- nes transferenciales; otros, los que consideran la transferencia como lo resistido, van a privilegiar la vi- vencia transferencial como el destino de ese mundo infantil. La contratransferencia comenzó siendo descrita por Freud (1910) como una respuesta indeseable del inconsciente del analista a la situación emocional del paciente. Esta situación fue una de las causas que dieron lugar al establecimiento del análisis didáctico. El analista debía aprender a reconocer y superar los elementos emocionales que pudieran despertarse en el curso del análisis. Para Freud el ideal del psicoana- lista era el cirujano al que su mundo emocional no le impide realizar su labor terapéutica. Con posterioridad otros autores y en especial P. Heimann (5) y H. Racker (3), ampliaron el concepto de contratransferencia a todos los sentimientos que el terapeuta tiene en la relación con el paciente y no sólo a las emociones inconscientes que le despierta el paciente. Así pues, la contratransferencia se con- vierte en un elemento informador de la estructura psíquica del paciente y ya no sólo es el discurso de éste quien informa de su situación. En cuanto al manejo técnico de la contratransfe- rencia va, de los autores que la consideran única- mente como información del inconsciente, tener en cuenta a la hora de construir la interpretación, a los autores que consideran que puede ser directamente explicitada en la situación terapéutica. Diremos por último que se hace evidente como transferencia y contratransferencia expresan los ele- mentos vinculares entre paciente y terapeuta que van más allá de la comprensión de un discurso y que justifican y obligan a una experiencia de análisis per- sonal para poder acceder al ejercicio de la psicotera- pia dinámica. La modalidad de intervención (6), por parte del te- rapeuta en la psicoterapia dinámica goza de una am- plitud mayor que en el psicoanálisis, habiéndose deli- TRATADO DE PSIQUIATRÍA 738 TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS (I). TERAPÉUTICA DE ORIENTACIÓN PSICODINÁMICA mitado como más específicas: la confrontación, la clarificación y la interpretación. Otro nivel de inter- vención del terapeuta tiene que ver, no con los as- pectos verbales anteriores, sino con la propia rela- ción que establecen paciente y terapeuta en la situación del tratamiento. Por tanto, dos son los ni- veles en que la presencia del terapeuta propicia el cambio: las intervenciones verbales y la relación tera- péutica. La confrontación intenta señalar como en su dis- curso el paciente no capta determinados aspectos que da por naturales, o considera que no tienen im- portancia. La confrontación se mueve pues, en un nivel consciente o preconsciente. El manejo de la confrontación no debe ser una actitud sistemática y persecutoria de poner en evi- dencia las contradicciones o insuficiencias del pa- ciente, sino ampliar y profundizar determinados as- pectos poco explorados por el propio paciente. Las consecuencias normales del manejo de la confronta- ción es la ampliación del yo observador y la profun- dización habitual de aspectos conflictivos. Es decir, que la confrontación sería el primer nivel de acerca- miento a los núcleos patógenos del paciente y no, únicamente el desarrollo de habilidades psicológi- cas. La clarificación es un procedimiento sorprenden- te que marca la diferencia psicológica entre el fenó- meno de pensar y el fenómeno de escuchar. En la clarificación, y a pesar de su nombre, el terapeuta no hace, en la mayoría de los casos, sino repetir lo que el paciente ha comunicado previamente. El otro aspecto de la clarificación, si hace honor a su nombre, y en él el terapeuta señala el aspecto conflictivo del que habla el paciente. Esto nos permi- te considerar a la clarificación como el segundo nivel en la profundización de los conflictos. La interpretación es la intervención más específi- ca de las psicoterapias dinámicas. Por medio de la interpretación el terapeuta comunica al paciente, con intención terapéutica, no sólo el significado in- consciente de lo que dice, sino las cadenas causales que explican su psicopatología. Causalidad y signifi- cados van a ser los dos niveles epistemológicos –lo empírico y lo hermenéutico– en que se mueva la in- terpretación. Desde el punto de vista descriptivo se dividen las interpretaciones en transferenciales y extratransfe- renciales. Las interpretaciones transferenciales son las que tienen al terapeuta como objeto del conflicto. Son las interpretaciones más específicas de las psico- terapias dinámicas, diferenciándose entre sí por la sistematización interpretativa. En el psicoanálisis, la interpretación transferencial tiene por finalidad la creación de una neurosis de transferencia; en la psi- coterapia psicoanalítica la interpretación transferen- cial sigue siendo central, pero ya no pretende que to- do el material del paciente deba ser interpretado en la relación con el analista. Las interpretaciones en que el conflicto se mani- fiesta y se señala en la relación con otras figuras de la realidad del paciente se las denomina extra- transferenciales. Para algunos autores este tipo de interpretación produce intelectualizaciones, esto es, la comprensión, pero no la modificación tera- péutica. Para otros, la comprensión, tiene un po- der modificador y no debe ser confundido con un mecanismos de defensa, como es la intelectualiza- ción. LOS APORTES TÉCNICOS DESPUÉS DE FREUD Después de Freud el desarrollo del psicoanálisis y de la psicodinamia ha continuado, pero es forzoso decir que no ha habido ni una sola aportación con- ceptual novedosa, sobre todo en el campo de la con- ceptualización técnica. Da la impresión de que las aportaciones posteriores son más complejizaciones o modificaciones de los conceptos básicos de Freud. En cualquier caso, la diferenciación entre psicotera- pia y psicoanálisis se ha mantenido desde la época de Freud y, lógicamente cargada de una significación valorativa. Cuando Freud se interroga sobre la nece- sidad de extender la aplicación del psicoanálisis a grandes masas de población con la célebre frase “del oro del psicoanálisis y del cobre de la psicoterapia”, deja sentadas las bases parauna desvalorización de la práctica de la psicoterapia. La psicología dinámica se ha desarrollado en la medida que se ha podido aplicar el modelo psicoa- nalítico a cuadros psicopatológicos que se aparta- ban de las posibilidades técnicas del psicoanálisis. Igualmente la necesidad de atender a una población mayor, de menores recursos económicos y cultura- les planteó la posibilidad de modificar las condicio- nes técnicas de aplicación del psicoanálisis. Así pues, dos son las premisas de las que surge la psico- logía dinámica: 1) Aplicación del psicoanálisis a todo el campo de la psicopatología dinámica. 2) Aplicación del psicoanálisis a la población en general. Sandor Ferenczi y Otto Rank son los dos discípu- los directos de Freud que con su actitud personal y su acercamiento teórico crean las premisas que permiti- rán el desarrollo de la psicoterapia en términos ge- nerales. Estos autores y, sobre todo Fernczi (7) van a aplicar el psicoanálisis a todo tipo de pacientes lo que va a permitir las modificaciones técnicas. De aquí surgen modelos teóricos, como la técnica activa y, más adelante la técnica de relajación que poste- riormente continuará Balint (8) y que, en muchos aspectos, ha influido en la obra de autores como Winnicott, Alexander y Kohut. Todos estos autores representan, entre otros aspectos, las posibilidades terapéuticas del psicoanálisis, más allá de las neuro- sis clásicas. 739 EL MODELO DE LAS RELACIONES DE OBJETO Uno de los modelos teóricos que más ha contri- buido a que la dimensión terapéutica del psicoanáli- sis pudiera salir del marco estricto de las neurosis ha sido la teoría de las relaciones objetales. La teoría de las relaciones objetales enfatiza el pa- pel que en la estructuración del psiquismo tienen las experiencias relacionales del niño con las figuras pa- rentales. El intercambio emocional y cognitivo con los padres y con los adultos de la primera infancia, moldea y organiza el psiquismo. Ya no va a ser la pulsión sexual o agresiva la que construya el mundo, aquí va a ser ese mundo externo el que condicione y, en algunas orientaciones, organice la realidad psíqui- ca. Desde Melanie Klein, (9) en los comienzos, hasta la teoría de Kohut (10) en la actualidad, son tributa- rios de esta orientación que algunos autores denomi- nan relacional. En cualquier caso, conviene tener en cuenta que en la teoría de las relaciones objetales nos estamos refiriendo a estructuras intrapsíquicas, esto es, a objetos internos y no a relaciones con ob- jetos externos. Es de particular importancia, sobre todo en la práctica de las psicoterapias dinámicas, que las relaciones que establece el paciente con el mundo real sean consideradas como el reflejo de una estructura interna complejamente organizada y des- conocida para el sujeto. Se describen, a grandes rasgos, dos modalidades de relación de objeto: pregenitales y genitales. La relación de objeto pregenital se caracteriza por una forma de dependencia extrema. El objeto no es reconocido en sus características de autonomía e in- dependencia, sino como proveedor y sostén de las necesidades del sujeto. En esta situación pregenital las proyecciones sobre el objeto constituyen la mo- dalidad de relación casi en exclusividad. El terror a la pérdida del objeto marca, igualmente la modalidad de control en la relación. Este tipo de relación es típi- ca de las psicosis, fronterizos y en las etapas regresi- vas del tratamiento psicoanalítico. La expresividad emocional es intensa, pasional y de difícil manejo en la situación terapéutica. En la relación de objeto genital el sujeto presenta una estructura libidinal más estable; el objeto es dis- criminado en su independencia y autonomía sin que las proyecciones le perturben y distorsionen excesi- vamente. Aquí la dependencia del objeto no se fundamen- ta, ni en la exclusividad, ni en la necesidad absolu- ta, ni en la elección que el sujeto puede realizar. El temor a la pérdida del objeto no se convierte en el centro de la preocupación relacional. Aquí el mun- do emocional está más atemperado y su manejo, desde el punto de vista terapéutico, se hace posi- ble. Se considera por tanto, la relación de objeto genital como la relación madura, pero teniendo en cuenta, que la relación de objeto es todo un proce- so evolutivo en que las ansiedades habituales e ine- vitables, pueden propiciar puntos de fijación o mo- mentos regresivos que explicarían los diferentes cuadros patológicos. Así pues, la ansiedad va a ser la situación emocional en torno a la cual se organi- cen las defensas y se expresen los síntomas. La psi- coterapia dinámica actuaría pues, desectructurando defensas y propiciando modalidades de disolución, o de control más evolucionado, de la ansiedad. La primera teoría de la ansiedad surgió en la obra de Freud como explicando dicho estado emocional motivado por la represión y, fundamentalmente, por la represión sexual. Posteriormente la ansiedad fue considerada como la señal de alarma que, ante un peligro, permite al psiquismo organizar sus actitudes defensivas. EL MODELO RELACIONAL El último de los modelos en que consideramos fundada la psicoterapia dinámica es el que se deno- mina modelo relacional, interpersonal o intersubjeti- vo. “El modelo relacional se basa en la premisa de que los esquemas repetitivos de la experiencia huma- na no se derivan (como en el modelo pulsional) de la búsqueda de la gratificación de presiones y placeres inherentes (ni, como en la interpretación de Freud posterior a 1920, del funcionamiento automático del instinto de muerte) sino de una tendencia general a conservar la continuidad, las conexiones y la familia- ridad del mundo personal e interactivo. Existe una poderosa necesidad de conservar el sentimiento du- radero de uno mismo relacionado con una matriz de otras personas y con referencia a ellas, en términos de transacciones reales y de presencias internas” (1). Para los autores de esta orientación, ni el objeto determina la estructura psíquica, como en el caso de las relaciones objetales, ni las experiencias de satis- facción frustración, como en el modelo pulsional, se- rán exclusivas. En la actualidad se empieza a prestar atención a este modelo que, en su día, fundamentalmente con Sullivan y la orientación interpersonal fueron dura- mente criticados. Sí es cierto, que cuesta trabajo, por la cantidad de modificaciones conceptuales y técni- cas que introduce, el asimilarlo a los referentes teóri- cos, tanto del campo que define al psicoanálisis co- mo a la técnica que lo sustenta. Psicoanálisis: esbozo del tratamiento psicoanalítico Aunque no exento de críticas y de orientaciones teó- ricas distintas, el psicoanálisis ha desarrollado un modelo técnico, unos objetivos e incluso, unas indi- caciones precisas. TRATADO DE PSIQUIATRÍA 740 TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS (I). TERAPÉUTICA DE ORIENTACIÓN PSICODINÁMICA Desde el punto de vista de sus objetivos, el psicoa- nálisis pretende modificaciones estructurales del psi- quismo que, más allá de que se consigan o no en un caso concreto, continúan siendo la finalidad exclusiva del tratamiento. Un cambio estructural se define como la modificación básica de la organización psíquica de un sujeto, ya sea esta conceptualizada en términos de la teoría pulsional, de las relaciones de objeto o del modelo relacional. Todas las modificaciones y desarro- llos de la técnica han ido encaminadas a este objetivo. Las siguientes condiciones son fijas y no pueden ser alteradas dentro del esquema de la técnica psico- analítica. 1. Número de sesiones: 4 o más sesiones a la se- mana. 2. Duración de las sesiones: 45-50 minutos. 3. Tratamiento pagado por el paciente. 4. Utilización clásica del diván. 5. Regla de abstinencia. 6. Asociación libre. 7. Interpretación transferencial. 8. Incompatibilidad con otros tratamientos psico- terapeúticos simultáneos (11). Proceso psicoanalítico: la neurosis de transferencia y el cambio estructural Las etapas y las modificaciones que se producen a lo largo del proceso psicoanalíticose escapan un tanto de los fines de este capítulo. No obstante, el concepto de cambio estructural, que en definitiva es el que se proponen el psicoanálisis, sí puede ser reflejado. Las condiciones del encuadre psicoanalítico que hemos señalado más arriba, tienen como finalidad el establecimiento de una neurosis transferencial, con- dición que clásicamente se considera imprescindible para lograr el cambio estructural. Lo primero que diremos con todos los autores es que la neurosis de transferencia es un artefacto, una creación artificial, una herramienta, un procedimien- to técnico que nos va a permitir un acceso mayor a la realidad del paciente. Desde el punto de vista de su definición podemos decir que la neurosis de transferencia es aquella que se estructura en la relación analítica y que tiene al te- rapeuta como objeto de todas las situaciones conflic- tivas. ¿Cómo es posible que un paciente que acude a consulta con una sintomatología, una problemática que gira en torno a su vida de relación, transforme todo ello en una situación de conflicto con un perso- naje, el terapeuta, al que desconoce totalmente hasta el mismo momento en que comienza el tratamiento? Esa posibilidad se da gracias a la interpretación siste- mática de la transferencia, lo cual es posible dentro de un encuadre adecuado. El encuadre provee las condiciones que fomentan el desarrollo de la transferencia y permite la observa- ción del fenómeno de forma no contaminada. El encuadre facilita la transferencia porque las ac- titudes del pasado tienden a ser repetidas en el pre- sente y dicho presente suele ser percibido en térmi- nos del pasado; el factor que se opone a esta distorsión sería lo que denominamos “prueba de rea- lidad”. El encuadre psicoanalítico evita al máximo la “prueba realidad” con lo que las distorsiones transfe- renciales emergen de forma inmediata. En las relaciones normales las transferencias que recaen sobre una persona son corregidas por esta ac- tuando de forma tal que se corrijan o puede actuar de acuerdo con el papel transferencial que se la adjudica. El analista se presta a las distorsiones transferen- ciales al no prestarse a la prueba de realidad y, a la vez no acepta el papel que le adjudica el paciente. Ambas actitudes permiten la exploración de los de- terminantes irracionales de la transferencia. El analista como espejo y la regla de abstinencia son las dos actitudes técnicas que mejor permiten el desarrollo de la transferencia. En el primer caso, el analista refleja al paciente lo que este le ha manifes- tado, mientras que la regla de abstinencia se basa en no conceder satisfacciones sustitutivas al paciente que le tranquilicen en sus síntomas (que le empujan al tratamiento) y que propicien una huida a la salud. Los síntomas se componen en parte de instintos escondidos que buscan satisfacción. La frustración prolongada induce al paciente a la regresión de for- ma que su neurosis se vuelve a vivir en la transferen- cia, en la neurosis de transferencia. Por tanto para conservar una motivación suficiente es necesario que el psicoanalista señale constantemente la satisfac- ción infantil y nada realista que busca. La “regla de abstinencia” extrema se opone a la alianza de trabajo, que es un concepto introducido por E. Zetzel en 1956 para definir un aspecto de la relación analítica no estrictamente transferencial, “la relación racional y relativamente no neurótica que tiene el paciente con su analista”... “que hace posi- ble para el paciente trabajar con determinación en la situación analítica” (12). Quiere decirse, que a partir de esta definición sólo van a ser analizables los pacientes con capacidad de establecer una alianza terapéutica, o en otros térmi- nos, los pacientes con un yo observador capaz de es- tablecer una alianza o identificación con el yo anali- zador del analista. Desde el punto de vista teórico, el problema será considerar, o no, la alianza terapéutica como algo distinto a la transferencia positiva sublimada, como la veía Freud. El concepto plantea la necesidad de atender a un aspecto de la relación de objeto que ha- ga posible el tratamiento. Greenson, como Zetzel, consideran que la alianza terapéutica debe surgir al comienzo del análisis, de los tres a los seis meses de análisis, gracias a la “at- mósfera analítica” (Greenson) o por “respuestas ins- tintivas adaptables” (Zetzel). 741 Psicoterapia psicoanalítica: técnica y proceso terapéutico Introducción No habría riesgo en señalar que la gran mayoría de los tratamientos psicoterapeúticos son tratamien- tos de psicoterapia psicoanalítica. Una de las razo- nes fundamentales es la amplitud de indicaciones y la flexibilidad de las reglas técnicas. La psicoterapia psi- coanalítica se ha ido desarrollando de forma conti- nua, contribuyendo, en parte, al progreso de la teo- ría psicoanalítica. Desde el punto de vista asistencial el número de pacientes que se pueden beneficiar de este tipo de tratamiento es considerablemente mayor que en el caso del psicoanálisis. Condiciones técnicas: encuadre Aunque las reglas técnicas en la psicoterapia psico- analítica son menos estrictas que en el psicoanálisis, no, por ello, dejan de tener una gran importancia. En principio, el número de sesiones habitualmen- te no suele pasar de dos y su duración, como en el psicoanálisis, es de 45 a 50 minutos. Algunos autores manejan el número de sesiones, e incluso su duración, para modular la intensidad de los fenómenos transferenciales. Se considera –sobre to- do desde los trabajos de Alexander (13) sobre la “Ex- periencia emocional correctiva”– que, en ocasiones, el aumento del número de sesiones fijan al paciente al tratamiento, mientras que en otras circunstancias, co- mo ante el peligro de la utilización de la terapia con fines de beneficio secundario, deben ser disminuidas. La utilización del diván es motivo de controversia para algunos autores. En cualquier caso el paciente tumbado y el analista detrás es la imagen clásica del psicoanálisis, pero desde un punto de vista técnico la utilización del diván no implica la regresión inevitable del paciente. De cualquier manera no hay que olvi- dar que la utilización del diván se debió a la comodi- dad que Freud necesitaba para no ser escudriñado por los pacientes. La comodidad continúa siendo una necesidad de los analistas de la que se benefician los pacientes. La comunicación entre paciente y te- rapeuta debe quedar a la espontaneidad y libertad de aquel mientras que la posición de este debe centrarse en la focalización de los distintos conflictos. El silen- cio prolongado del terapeuta no tiene justificación sistemática en esta modalidad terapéutica. Proceso terapéutico: etapas en el curso del tratamiento Primeras entrevistas Las primeras entrevistas son de una gran impor- tancia en la psicoterapia dinámica, tanto desde el punto de vista diagnóstico como por ser en estos pri- meros momentos donde el tratamiento se inicia y donde el paciente toma contacto por vez primera con este tipo de tratamiento. Para algunos autores las pri- meras entrevistas marcan el futuro del tratamiento. La primera entrevista psicoterapéutica marca una diferencia esencial con la consulta médica y tal dife- rencia debe ser captada por el paciente. No será una consulta donde el terapeuta pregunte y el paciente responda. El paciente debe ser estimulado a contar su historia con la menor participación, en lo posible del terapeuta. Una adecuada entrevista, además, permite que la indicación del tipo de psicoterapia –psicoanálisis, psicoanálisis analítico o psicoterapia de apoyo– sea posible. La poca participación del terapeuta o mejor di- cho, una actitud de neutralidad tiene como objetivo fundamental crear las condiciones adecuadas para que los fenómenos transferencia-contratransferencia puedan ser observados desde un principio. Dichos fenómenos junto a la historia que va rela- tando el paciente deben permitir una intervención, no interpretativa del terapeuta, pero que sí capte alguno de los conflictos másbásicos del paciente y que, en una entrevista bien estructurada, deben surgir (14). Para algunos autores la entrevista puede ser dirigi- da, esto es, con preguntas e intervenciones encami- nadas a lograr un diagnóstico y un tipo determinado de relación desde el primer momento. Una segunda entrevista –ya dirigida activamente por el terapeuta– conocimiento de aspectos psicopa- tológicos, biográficos, etc. y en cualquier caso para fijar las condiciones del tratamiento: indicación del tratamiento, número de sesiones, etc. Un número mayor de entrevistas no suelen ser recomendables porque estabilizan una comunicación, preguntas, respuestas, que dificultarán el paso a un modelo psi- coterapéutico. La fase inicial del tratamiento La fase inicial del tratamiento no se agota con las primeras entrevistas sino que es precisamente, a par- tir de ellas, como debe comenzar el tratamiento. El comienzo de un tratamiento en la psicoterapia analí- tica tiene, al menos, que centrarse en los siguientes aspectos: 1. Permitir el desarrollo, o la aparición, de aspec- tos transferenciales básicos. 2. Delimitación de las áreas de conflicto y de los conflictos responsables de la psicopatología del pa- ciente. 3. “Aprendizaje” por parte del paciente del mode- lo convencional psicoterapéutico. El “aprendizaje” se realiza a partir de las intervenciones del terapeuta in- terpretación, confrontación, etc.) y en ningún caso transmitiendo un conocimiento teórico en forma de “clases”. TRATADO DE PSIQUIATRÍA 742 TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS (I). TERAPÉUTICA DE ORIENTACIÓN PSICODINÁMICA 4. En cualquier caso el paciente debería moverse, en esta primera fase, dentro de su realidad psíquica y en contacto con todas las manifestaciones de la mis- ma (sueños, impulsos, transferencias, lapsus, etc.). Debería diferenciar claramente los conflictos psíqui- cos de los problemas reales. La fase media del tratamiento Esta fase es difícil de delimitar. El propio Freud se- ñalaba en su metáfora con el ajedrez que se pueden señalar características de apertura y características de finalización del tratamiento, pero lo que ocurre en medio, a lo largo del tratamiento o del juego es difícil de determinar no obstante se pueden señalar dos ni- veles de fenómenos centrales en esta etapa: los que tienen que ver con el reconocimiento de conflictos y causas de los mismos, esto es el insight, y los proce- sos elaborativos posteriores. En la actualidad, tanto en la práctica psicoanalítica como en la psicoterapia se discuten cuales son los factores curativos o de cambio. Si el cambio se debe al tipo de relación que se establece con el terapeuta. La relación con el terapeuta –evidentemente se refie- re a la relación terapéutica, no de otro tipo– es un factor esencial en las modificaciones que una psico- terapia pretenda lograr. El propio Freud señala la conveniencia de que cualquier tipo de interpretación no debe ser realizada hasta que la relación con el pa- ciente no sea suficientemente positiva (transferencia positiva). Actividad interpretativa y modelo de vincu- lación serán, por tanto, los dos campos donde se de- sarrolle la terapia y especialmente en esta fase media del tratamiento. Fase final del tratamiento ¿Cuándo debe terminarse una psicoterapia? La respuesta más sencilla sería, cuando el paciente se haya curado. Pero no siempre coinciden curación y terminación del tratamiento. En principio los criterios de curación debería dife- renciarse en criterios generales, y criterios específi- cos para un paciente concreto, en cualquier caso una cura sintomática debería ser un criterio razona- ble, aunque en ocasiones no se pueda lograr. Un tratamiento de psicoterapia no debe ser indefi- nido por lo que algunos criterios de terminación se deben adoptar. Se pueden dividir en dos grupos los criterios de terminación: criterios negativos y crite- rios positivos. a) Criterios negativos de terminación de una psicoterapia: 1. Cuando el tratamiento sostenga una situación social claramente injusta (beneficios económicos, prolongación indefinida de baja laboral, etc.). 2. Evolución transferencial imposible de resolver y, en cualquier caso, que vaya en detrimento de la salud mental del paciente. 3. Cuando la evolución del tratamiento aconseje el cambio de técnica. Ya sea hacia un tratamiento exclusivamente farmacológico o hacia otro tipo de psicoterapia (psicoanálisis, psicoterapia de apoyo). 4. Circunstancias externas que impidan la conti- nuación del tratamiento (cambio geográfico, proble- mas económicos, etc.). b) Criterios positivos de terminación de trata- miento: Una psicoterapia psicoanalítica por definición y por limitaciones técnicas no puede pretender un cambio estructural tal y como pretende un tratamien- to psicoanalítico. Sin embargo, los efectos terapéuti- cos de la psicoterapia analítica no deben ser desde- ñados, ni en su profundidad, ni en su persistencia: 1. Modificaciones significativas en la sintomatolo- gía que trajeron al paciente y que en un tiempo pru- dencial indican su desaparición. 2. Reconocimiento por parte del paciente de as- pectos suficientes de su realidad psíquica. 3. Capacidad de autoanálisis, a partir de una iden- tificación instrumental con el terapeuta. En el final del tratamiento suelen ser frecuentes la aparición de lo que en el tratamiento psicoanalítico se denominan indicadores y fenómenos. Los indicadores en tanto lo son de la “disolución” del vínculo transferencial van a estar muy mitigados en la psicología analítica. Sin embargo, los fenóme- nos del fin de tratamiento, –reactivación de la sinto- matología y fenómenos de pérdida de objeto– sí sue- len estar presentes y son responsables de la prolongación indefinida de muchos tratamiento. Indicaciones y contraindicaciones de la psicoterapia psicoanalítica Si tenemos en cuenta que la creencia básica de la técnica de la Psicoterapia analítica es que la expre- sión verbal de pensamientos y sentimientos, en las condiciones adecuadas, consigue manejos racionales y no, necesariamente deben ser actuados los pensa- mientos o los sentimientos, nos encontraríamos con la primera indicación y contraindicación: la reactiva- ción de situaciones conflictivas en aquellos pacientes con una estructura psicológica capaz de tolerar la tensión que un tratamiento de esta índole conlleva. Así pues, la indicación y contraindicación no va a de- pender tanto del cuadro clínico que presente el pa- ciente sino de la estructura psicológica del mismo. No obstante, algunos autores, como Kernberg, con- sideran, por ejemplo, a los pacientes antisociales co- mo contraindicación absoluta de la psicoterapia ana- lítica. Se tendrá en cuenta que la psicoterapia analítica puede ser practicada exclusivamente, o junto, a tra- 743 tamientos psicofarmacológicos, lo cual aumenta con- siderablemente su campo de aplicación. PSICOTERAPIA DE APOYO INTRODUCCIÓN Se suele considerar, erróneamente que la psicote- rapia de apoyo, es la práctica psicoterapéutica más sencilla de realizar y que, por tanto, no requiere un manejo técnico concreto y puede ser ejercida por cualquier estudiante, tanto en el medio hospitalario como en la práctica privada. Quizá sea esta la razón por lo que la bibliografía sobre esta técnica sea tan escasa. Los trabajos de Schilder (1938) pasan por ser los primeros en señalar técnicas de apoyo, aun- que no podríamos decir que, ya en este autor se en- cuentra una definición clara e individualizada de la psicoterapia de apoyo. Este autor definió actitudes como la sugestión, brindar consejo, apelar a la fuer- za de voluntad, etc., como prácticas necesarias en el ejercicio de la psicoterapia. Se suele definir la psicoterapia de apoyo como un método de tratamiento psicológico en que el tera- peuta se convierte en sostén emocional ante los con- flictos del paciente, que desde esta posición sugestiva interviene para su resolución. Es un tratamiento cuya indicación queda muy des- dibujada: desde adultos jóvenes, adolescentes, pa- cientes muy graves con rigidez de defensa, oa otros en que las condiciones culturales o sociales no les permite otro tipo de psicoterapia. También se pres- cribe como terapia complementaria para pacientes con tratamiento psicofarmacológico. De cualquier manera la psicoterapia de apoyo se centra, como el psicoanálisis o la psicoterapia psico- analítica en torno a dos conceptos básicos: el conflic- to psíquico y la transferencia. La realidad psíquica del sujeto e, incluso, el con- flicto psíquico continúa siendo el objetivo central de la psicoterapia de apoyo. Si no fuera así, y se conci- biera el conflicto como algo exterior, debido a la rea- lidad externa, no nos encontraríamos en el campo de la psicoterapia, sino en el del asesoramiento, ayu- da psicológica, etc. En cuanto a la transferencia recordaríamos que es la actualización sobre la figura del terapeuta de la realidad psíquica. La psicoterapia de apoyo tiene en cuenta la transferencia en tanto en cuanto es un fenómeno universal; y lo tiene en cuenta para co- nocer cuál va a ser presumiblemente la actitud que el paciente va a adoptar en el tratamiento y, por tanto tomar las medidas adecuadas. El concebir la transferencia en este aspecto amplio permite ela- borar estrategias que de otra manera serían imposi- bles. Por tanto la transferencia no va a ser intensifi- cada en la psicoterapia de apoyo, no va a ser interpretada (aunque en ocasiones sí debe ser seña- lada) pero si va a ser tenida en cuenta como fenó- meno universal. La contratransferencia, también en un sentido amplio debe ser igualmente tenido en cuenta. La psi- coterapia de apoyo necesita para su realización un vínculo con el terapeuta que le permita ejercer la su- gestión. El terapeuta necesita ser reconocido por el paciente ocupando un lugar de autoridad desde don- de poder ejercer el tratamiento. Este lugar debe ser conquistado o al menos reconocido y sobre todo no debe ser confundido sistemáticamente con el del ideal del Yo. En el ejercicio de la psicoterapia de apoyo no siempre la figura idealizada del terapeuta es más eficaz en sus intervenciones, ni la actitud hu- mana y paterna es garantía de eficacia terapéutica. Es por todo ello que consideramos el interjuego transferencia-contratransferencia como un elemento central en la práctica de esta modalidad terapéutica y, en ningún caso, una modalidad de rango inferior que cualquiera puede practicar. CONDICIONES TÉCNICAS Y OBJETIVOS DE LA PSICOTERAPIA DE APOYO El encuadre psicoanalítico, es decir, el conjunto de reglas que hacen posible un tratamiento psicotera- péutico tiene en la psicoterapia de apoyo indicacio- nes menos estrictas que en el tratamiento psicoanalí- tico clásico. En principio, el número de sesiones no tiene por- qué ser elevado, ni responder a una frecuencia fija. Lo habitual suele ser una sesión semanal o quince- nal. Una posibilidad que se contempla en la psicote- rapia de apoyo es manejar el número de sesiones en función de la situación transferencial para intensifi- carla, aumentando su número, o disminuirla, redu- ciéndolo. El espacio físico donde se realiza la terapia de apo- yo debe ser constante aunque las hospitalizaciones u otras circunstancias obliguen a cambios de lugar ine- vitables. En cualquier caso y, dado que este tipo de psicoterapia está muy cerca a una relación real con el paciente, se debe evitar al máximo el poder transmitir una imagen del “todo vale” en el ejercicio práctico. En este sentido, los contactos extraterapéuticos de- ben evitarse como en cualquier tratamiento de psico- terapia. Dado que en la psicoterapia de apoyo se trabaja con material consciente-preconsciente el modelo de comunicación se moverá entre la asociación libre del psicoanálisis clásico y la comunicación social. La asociación libre, ni es posible, ni es deseable en un encuadre como el de la psicoterapia de apoyo, pero tampoco la comunicación social debe fomentarse. El paciente debe tener la idea de que realiza una tarea activa y con una finalidad concreta, que gira en tor- no a sus conflictos en la vida real, como expresión de su organización psíquica, objetivo de la terapia. TRATADO DE PSIQUIATRÍA 744 TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS (I). TERAPÉUTICA DE ORIENTACIÓN PSICODINÁMICA Por tanto, el terapeuta y el paciente, deben tener en cuenta que el encuentro terapéutico tiene unas re- glas y unos objetivos concretos y no produce efectos curativos sin más. Un problema adicional, en la psicoterapia de apo- yo es la ganancia secundaria que tiene a perpetuar el tratamiento cuando las ayudas sociales –pensiones, subvenciones, etc.– están presentes. Las intervenciones del terapeuta, en principio pueden ser todas las que habitualmente se realizan en el tratamiento psicoanalítico, pero predominan- do, de forma casi exclusiva la sugestión, abreacción y consejo. 1. Sugestión. Se pretende influir en el paciente y producir cambios por el prestigio y autoridad que po- see el terapeuta. 2. Abreacción. Facilita al paciente la descarga emocional de sus afectos a través de la verbalización, etc. Se suele emplear en trastornos emocionales cro- nificados. 3. Consejo. El problema de como aconsejar y so- bre qué aconsejar es un tema debatido en la psicote- rapia de apoyo. En principio podríamos decir que no es labor del terapeuta aconsejar al paciente so- bre toma de decisiones que tienen que ver con su vi- da real. La función del terapeuta gira en torno a mostrar al paciente cómo su conducta repetitiva ex- presa actitudes defensivas patológicas que debe cambiar. Luego, los consejos son en torno a cam- bios de actitud psicológica y no de conducta sobre la realidad. Suele ser clásica la situación del paciente ambiva- lente que no puede decidir por miedo a equivocarse. La labor del terapeuta no consiste en decirle que de- cisión debe tomar, sino en mostrarle ese mecanismo por el cual el paciente no se enfrenta a la ansiedad depresiva que la renuncia implica. El consejo desde la sugestión pretende que el paciente elija, pero la elección como aspecto de la realidad es asunto suyo. INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES DE LA PSICOTERAPIA DE APOYO Se indicará cuando, pacientes con buena estructu- ra yoica, no puedan realizar un tratamiento más radi- cal –psicoanálisis o psicoterapia analítica– por razo- nes psicológicas (falta de deseo...) o sociales (económicas, de tiempo, etc.). No obstante debería evitarse indicar la psicoterapia de apoyo desde posi- ciones negativas como las indicadas. Evidentemente esta modalidad de indicación es legítima, pero se de- bería, primeramente, determinar qué características son las necesarias para indicar una psicoterapia de apoyo. En la actualidad sin embargo, sigue siendo esta modalidad de indicación la que prevalece. No obstante, parece que hay unanimidad en considerar la indicación más precisa para la intervención en cri- sis y para los pacientes límites, pero no así para los antisociales que tenderían, según algunos autores (15), una contraindicación absoluta de las psicotera- pias dinámicas. 745 Bibliografía 1. 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