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Saussure y Benveniste Bases epistemológicas de una transición de la lengua al discurso

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SAUSSURE Y BENVENISTE. BASES EPISTEMOLÓGICAS
DE UNA TRANSICIÓN: DE LA LENGUA AL DISCURSO
 
María Clara Musante
Universidad Nacional de Rosario / CONICET (Argentina)
cahiamusante@hotmail.com
 
 
Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo principal desentrañar las claves epistemológicas de dos textos liminares para el desarrollo
del pensamiento lingüístico contemporáneo, tomando como eje del análisis el pasaje o transición del estudio de la lengua al
discurso. Las publicaciones mencionadas son el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure –un compendio realizado
por dos de sus discípulos de los cursos dados por el maestro y que vio la luz tres años después de su muerte– y Problemas de
Lingüística General de Émile Benveniste –compendio de una serie de artículos académicos realizados por el lingüista francés
entre 1939 y 1972–.
 
Palabras claves: lengua, enunciación, discurso.
 
 
Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo principal desentrañar las claves epistemológicas de dos textos liminares para el desarrollo
del pensamiento lingüístico contemporáneo, tomando como eje del análisis el pasaje o transición del estudio de la lengua al
discurso. Las publicaciones mencionadas son el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure –un compendio realizado
por dos de sus discípulos de los cursos dados por el maestro y que vio la luz tres años después de su muerte– y Problemas de
Lingüística General de Émile Benveniste –compendio de una serie de artículos académicos realizados por el lingüista francés
entre 1939 y 1972–.
La pertinencia de reflexionar acerca de la propuesta teórica de Saussure y, en especial de Benveniste, se vincula no sólo con la
vigencia y actualidad que aún conservan muchos de sus postulados a la hora de abordar la problemática del lenguaje, sino porque
constituyen un punto de partida obligado para las producciones que sentaron las bases del llamado análisis del discurso.
En este sentido el trabajo se propone pensar y recuperar tanto los aspectos sustantivos de las teorías formuladas por los autores
citados, como así también los fundamentos epistemológicos que las soportan. En síntesis, se intenta responder a la pregunta por
la concepción de conocimiento y de la realidad a conocer que subyace a estas teorías llamada “genéticas” dentro de la
perspectiva del análisis del discurso.
Si bien se reconoce en el campo académico que en la constitución de esta perspectiva han confluido gran variedad de enfoques y
corrientes de pensamiento, con sus propios conceptos y métodos particulares, lo cual ha dificultado su delimitación y autonomía,
no es posible negar el rol capital que han protagonizado ambos intelectuales en el largo proceso.
En este sentido, para abarcar los temas señalados dividiremos el artículo en tres partes. En la primera, nos ocuparemos de
describir y sintetizar los puntos salientes del planteo de Saussure con relación a la lengua como objeto de estudio de la lingüística
moderna y a su concepción binaria del signo. La idea es avanzar en un “diagnóstico” de las bases epistemológicas que sirvieron
de sostén a dicha teoría y evaluar el fuerte impacto que tuvo en todo el campo científico y sus principales repercusiones, ya que
se la considera gran responsable, en otras cuestiones, del nacimiento del estructuralismo en la segunda mitad del siglo XX.
En segundo lugar, abordaremos el “corrimiento” o “desplazamiento” que produce la teoría estructuralista de Benveniste respecto a
la concepción saussureana que distinguía entre lengua y habla, al tiempo que relegaba a esta última al terreno de lo heteróclito, lo
individual, y por lo tanto inaprensible para la ciencia del lenguaje. Es precisamente en este aspecto donde va concentrar sus
esfuerzos Benveniste para distinguir lo que hay de “formal” en el discurso y reconocer el papel central que juega el Sujeto en él.
En última instancia se va a intentar arribar a una conclusión o reflexión que dé cuenta de lo que ha quedado hoy como herencia
del estructuralismo y en qué sentido los aportes de Benveniste –como así también de Saussure en tanto referente obligado–
pueden contribuir a una teoría del análisis del discurso.
 
1. Saussure y el desafío de “refundar” la Lingüística
Siguiendo el planteo de Eliseo Verón, el Curso de Lingüística General –que resume y recopila las ideas de Saussure a partir de
notas y apuntes de sus alumnos– puede ser nombrado como un “texto de fundación” (1), no por la fidelidad con la que se recrea
mailto:cahiamusante@hotmail.com
el pensamiento del lingüista ginebrino, sino porque “ocupa un lugar crucial en la primera fundación de la Lingüística moderna”. Lo
que importa es el análisis de las condiciones de producción de la obra y los “efectos” que ha provocado su aparición en el campo
científico a partir de sus múltiples lecturas e interpretaciones.
En este sentido, la caracterización del Curso como texto fundacional se vincularía, en términos de bachelardianos (2), con la
“ruptura epistemológica” (3) que provoca su difusión en relación con la concepción de Lingüística vigente hasta ese entonces, la
cual consideraba a la lengua una simple nomenclatura y la reducía a un repertorio acotado de nombres a los que correspondería
una cosa o idea de una cosa ya dada en el mundo. Desde esta perspectiva, la tarea asignada al investigador era la comparación
de las distintas lenguas en busca de un prototipo común.
En el “diagnóstico” elaborado por Saussure del estado de la disciplina a principios del siglo XX se advierte que la deuda más
importante era la necesidad de avanzar en una “una refundación decididamente radical” de la misma a partir del establecimiento
de una perspectiva adecuada para abordar su objeto, ya que “es el punto de vista quien crea el objeto” (4) y no al revés.
Para algunos estudiosos (5) su trayectoria intelectual se puede comprender mejor a la luz de la insatisfacción que sentía ante los
escasos progresos demostrados por la lingüística de su tiempo para sentar las bases de un conocimiento científico o “riguroso”
que permitiera alejarse del sentido común imperante. De hecho sus propias ideas eran sometidas a duras autocríticas y
reformulaciones que dificultaron sin duda su publicación.
Frente a este panorama de incertidumbre, el gran dilema es la definición de la naturaleza del objeto a investigar en sintonía con
los principios del paradigma positivista hegemónico en la época. A diferencia de lo que sucedía en otros dominios, en los cuales el
objeto parecía imponerse “a la mirada” porque estaba dado de antemano y podía ser observado de distintos puntos de vista, en el
caso de la lingüística la tarea se volvía confusa. “¿Cuál es el objeto a la vez íntegro y concreto de la lingüística?” (6), se pregunta
en forma retórica Saussure en el Curso.
Es en la definición de la lengua como “sistema de signos” donde finalmente el lingüista ginebrino encuentra terreno firme sobre el
cual edificar su armazón teórica, una propuesta innovadora cuyas consecuencias en el campo científico e intelectual aún se siguen
evaluando.
En la búsqueda por la unicidad que reclama el objeto va a plantear una serie de dualidades o dicotomías –un método explicativo
basado en la oposición y la complementariedad (7)– que le permiten distinguir entre lengua y habla, individuo y sociedad, material
e insustancial, paradigma y sintagma, hasta reconocer la absoluta prioridad de uno de los términos.
Siguiendo a Milner, para entender por qué la lengua se convierte en el objeto único de la Lingüística moderna es preciso tener en
cuenta que se trata de un “punto de vista, el de la constancia y repetibilidad de los fenómenos” (8). Mientras que, por un lado,
tenemos a las manifestaciones individuales y espontáneas propias del habla, inabarcables precisamente porque son consideradas
fenómenos heterogéneos y particulares; por el otro, ubicamos a la lengua en su carácter de sistema como el elemento constante y
homogéneo que nos permite clasificar y estudiar la caótica materialidad del lenguaje.
La novedad del planteosaussureano radica en la imposibilidad de estudiar de manera aislada los elementos que conforman la
lengua, en la medida en que el valor de cada uno de los signos en el sistema depende de su relación con los demás. Es decir, lo
capital para Saussure es la forma y no la sustancia o materia. “No es la índole del material acústico o conceptual la que
fundamentará las distinciones de la lengua: éstas tienen su justificación en sí mismas. No existiendo nada sustancial en la lengua”
(9), es el trabajo teórico del investigador el que determinará la naturaleza del objeto.
En este punto, sitúa Milner, la importancia de la definición de signo como “entidad psíquica de dos caras” o “combinación del
concepto y la imagen acústica” aparecida en el Curso. Según el autor, Saussure va a romper de esta manera con la concepción
representacional de la lengua ya que el signo no guardaría desde esta perspectiva una relación referencial con la cosa designada.
Afirmación que se contrapone, como él mismo lo señala (10), con lo sostenido por Michel Foucault en Las palabras y las cosas.
 
El Curso y su inscripción dentro de la “maquinaria positivista”
A partir de aquí es posible analizar cómo se ubica el Curso dentro de la matriz positivista de su tiempo y en qué medida se
distancia de sus postulados principales hasta convertirse, para la Lingüística del siglo XX, en el libro de cabecera del naciente
estructuralismo. En línea con lo argumentado por Verón en La semiosis social, se va a situar al Curso dentro de la llamada
“máquina positivista” (11), en tanto paradigma de pensamiento que intentó responder a las necesidades e interrogantes generadas
por el nuevo orden social y político burgués en el siglo XIX a través de la constitución de las ciencias sociales.
¿En qué aspectos se visualiza la inscripción de la teoría saussureana dentro de la matriz positivista? En primer lugar, cuando en
el Curso se enumeran los tres puntos de los debe ocuparse la Lingüística y se señala como uno de los objetivos centrales “buscar
las fuerzas que entran en juego de manera permanente y universal en todas las lenguas, y deducir las leyes generales a que se
pueden reducir todos los fenómenos particulares de la historia” (12).
Consecuencia de su mentado naturalismo, el positivismo requiere del investigador la observación empírica de un objeto “concreto”
para que los resultados obtenidos puedan ser calificados de científicos. A partir del estudio histórico y la descripción de las
diversas lenguas existentes se procede en la Lingüística moderna a descubrir los principios generales de funcionamiento del
sistema por las cuales se explican, en última instancia, los fenómenos particulares: el ejercicio y la facultad del lenguaje en los
individuos.
Se deja entrever en algunos pasajes del Curso (13) la exigencia propia de una época de establecer y delimitar con exactitud el
objeto de incumbencia de la lingüística, su especificidad, teniendo en cuenta la división del trabajo alentada en el campo científico
e intelectual producto de las transformaciones operadas en el sistema social. Saussure va a fundar la especificidad de la disciplina
en el carácter social de la lengua y a integrarla dentro de una ciencia general de los signos a la que denomina Semiología,
mientras se esfuerza por explicar por qué no le compete a la Sociología.
Para el lingüista ginebrino la lengua es un “hecho social” –en sintonía con la concepción durhkeimiana– un sistema de normas que
se impone desde el exterior a la voluntad de los hablantes. Es decir, una institución social pero se distingue de cualquier otra
porque es la más arbitraria de todas, la única que no se puede cambiar o modificar, ya que no hay un motivo razonable, “un nexo
natural”, para que ha determinados conceptos les correspondan determinadas imágenes acústicas.
En este sentido, el fundamento del vínculo que une al significado con el significante es una convención instituida por consenso en
la comunidad. El sujeto registra en forma pasiva el sistema cuya dinámica es independiente de su arbitrio y lo actualiza en sus
manifestaciones particulares.
Según Verón, la aparición de este concepto central para Lingüística contemporánea en el marco del positivismo se entiende en
tanto responde a la necesidad de “naturalizar el orden social” moralizándolo. No sólo se trataba de trasladar la metodología de las
ciencias empíricas de la naturaleza al estudio de lo social para establecer las leyes generales de funcionamiento, sino también de
atender una cuestión prioritaria en un momento histórico de conflictividad política e inestabilidad institucional: la problemática de la
legalidad, el control y la orientación de la vida social durante el desarrollo del capitalismo industrial.
“Es exactamente a la puesta en práctica del proyecto de este positivismo más metodológico a la que asistimos en el Cours. Y ello
es lo que explica el vínculo indisoluble entre las dos propiedades que caracterizan los signos del lenguaje: arbitrarios e
involuntarios. Este vínculo satisface, bajo una nueva forma, el objetivo paradójico que ha sido siempre el del positivismo: lo social
se separa de lo natural por medio de lo arbitrario, para volver a unirse a él por medio de lo involuntario” (14).
Si bien como sintetiza Milner el estructuralismo “no se encuentra en el Curso” (15), analizado en sus condiciones de
reconocimiento, desde las lecturas que se hicieron a posteriori, se advierte su relevancia a la hora de delinear las pautas de una
nueva perspectiva teórica de enorme influencia entre las corrientes de pensamiento de fines de la década del cincuenta. En esa
distancia máxima entre producción y reconocimiento instala Verón la definición de esta obra como “texto fundacional”.
“El dispositivo teórico que estableció en este punto tendrá un gran futuro. Lo encontraremos en todas las variantes del
estructuralismo: se da al comienzo un magma sin cualidades ni divisiones; se da después un acontecimiento y uno solo: el
encuentro con otro magma, también él sin cualidades ni divisiones. Este solo encuentro basta para traer a la existencia entidades
en las que es posible reconocer cualidades. ¿Por qué? Porque este encuentro basta para suscitar divisiones y, con ello,
diferencias” (16).
 
2. Benveniste y el reencuentro con el sujeto en el discurso
Hasta aquí, siguiendo a Saussure, la Lingüística de principios del siglo pasado se va ocupar únicamente de la lengua en tanto
estructura, ese objeto homogéneo y autónomo que parece “recostarse” sobre un fondo confuso, heterogéneo e indeterminado,
carente de explicación: el habla. Este último se presenta como el dominio de lo individual o particular y, por lo tanto, inabordable
para esta ciencia, que va a contramano de lo que sucede en el dominio social de la lengua, cuyo sistema es inmutable, gobernado
por leyes universales que dan cuenta de los fenómenos y permiten predecirlos.
Desde esta perspectiva, el sujeto no tiene intervención en el terreno de la lingüística, la lengua sólo se manifiesta en nosotros en
forma inconciente. La naturaleza del signo, de los elementos que la componen, es psíquica, en oposición a la materialidad
característica de la palabra hablada. Para Verón (17), son los propios límites de la ideología positivista los que impiden resolver la
contradicción visible en el planteo saussureano de considerar el carácter social de la lengua como mental: se desprende de la
necesidad de distinguirla del orden de la naturaleza.
Según el lingüista ginebrino, los signos son “realidades que tienen su asiento en el cerebro”, a la manera de un “diccionario”
compartido por todos e independiente de la voluntad de los depositarios, que no pueden por sí mismos ni crearlo ni modificarlo.
Siguiendo esta línea de pensamiento, no hay nada de colectivo en el habla. Se trata de una manifestación voluntaria, un acto de
inteligencia del individuo que tiene un propósito específico.
A diferencia de la pasividad adjudicada a la lengua, cuando hablamos debemos elegir los signos que vamos a utilizar de un
conjunto finito–o paradigma– y decidir la forma de combinarlos en el sintagma de manera consciente y voluntaria. “En Saussure
hay un lugar para la conciencia lingüística que aparece en la actividad de clasificación con la que el sujeto analiza el material
lingüístico, poniéndolo a disposición de la comunicación y otorgando un sentido unificador a la sucesión de hechos lingüísticos”
(18).
Si bien el autor del Curso no niega la mutua interrelación que existe entre los dos aspectos del lenguaje, entiende que la lengua
es esencial en tanto es la única que puede dar cuenta de los fenómenos lingüísticos: de hecho, aunque no se hable una lengua
no significa que deje de existir.
Llegados a este punto del recorrido por la obra de Saussure es posible dimensionar la relevancia que tuvo la aparición de la teoría
de Benveniste y su definición del aparato formal de la enunciación para los estudios del lenguaje y, en especial, para la
constitución del análisis del discurso como “disciplina”. Se destaca el lugar central que a partir de ese momento va a ocupar el
tema de la posición del sujeto en la teoría de la lengua –la palabra en acción– que se encontraba relegado a un segundo plano al
ser considerado accesorio, propio del dominio del habla.
Verón distingue en ese deslizamiento teórico un cambio en las condiciones de lectura del Curso que se enmarca en el proceso
histórico de constitución de los sistemas democráticos modernos, donde se revela la importancia que adquiere la opinión pública y
los canales de comunicación que permiten mediar entre representantes y representados: “La operación ideológica que define la
primera gramática de reconocimiento del Cours consistió en interiorizar en el sujeto el fundamento de la identidad de las entidades
lingüísticas: esta interiorización es una teoría instrumental de la comunicación (19)”.
Según el autor de La Semiosis Social, esta noción instrumental del lenguaje, basada en el concepto de código (20), va de la mano
de la difusión de los postulados funcionalistas que entienden a la comunicación como un acto verbal, consciente y voluntario. El
máximo exponente de esta perspectiva, de innegable penetración en las ciencias sociales, es Roman Jakobson con su modelo
telegráfico heredado de la ingeniería, que apuntaba a mejorar la transmisión de la información entre emisores y receptores.
En este sentido, Benveniste expresa que en relación con la enunciación: “Debe considerársela como hecho del locutor, que toma
la lengua por instrumento, y en los caracteres lingüísticos que marcan esta relación” (21). En otro pasaje del segundo volumen de
Problemas de Lingüística General, sostiene al ser consultado por la semiología: “Es claro que, cuando se habla, es para decir una
cosa, para transmitir un mensaje. Se sabe también que la lengua se compone de elementos aislables, cada uno de los cuales
tiene un sentido y que se hallan articulados de acuerdo a un código” (22).
Si bien el lingüista manifiesta explícitamente en un artículo de 1958 (23) su objeción a la concepción del lenguaje como
instrumento de comunicación, sus argumentos apuntan a diferenciar la lengua de la idea de herramienta o instrumento fabricado
por el hombre en la medida en que esto supondría su exclusión del dominio de la naturaleza: “Nunca llegamos al hombre
separado del lenguaje ni jamás lo vemos inventarlo” (24). Para Benveniste el “lenguaje está en la naturaleza del hombre”, no es
una prolongación exterior a él.
Se percibe bajo estas afirmaciones, que buscan aclarar este “malentendido” tan frecuente, la intención de ratificar el planteo
saussureano que distingue entre la lengua y el habla, teniendo en cuenta que no se puede desconocer “la naturaleza inmaterial” y
el “funcionamiento simbólico” de la primera en relación con la actualidad y materialidad del segundo en tanto discurso, ya que “en
la práctica cotidiana el vaivén de la palabra sugiere un intercambio, y por lo tanto una ‘cosa’ que intercambiaríamos” (25).
Aquello que dentro de la matriz “ideológica” del positivismo no podía ser abordado por el Curso, según Verón, porque “es
imposible un pensamiento abstracto sobre la materia significante y su contribución a la producción de sentido” (26), se vuelve a
partir de aquí el eje de las indagaciones lingüísticas benvenistianas.
En realidad es posible precisar, con respecto a lo señalado al principio, que lo que asume para el lingüista la condición de
“instrumento de comunicación” es el discurso mismo, mientras que la lengua se ocupa de garantizar esa función disponiendo de
los medios necesarios para llevarla adelante. Es el lenguaje el que facilita “las formas” indispensables para instalar al hombre
como sujeto de su propio enunciado. En este sentido, existen ciertas “categorías de expresión” que tienen todas las lenguas sin
excepción –como son las de persona y de tiempo– que encuentran su razón de ser sólo en la instancia del discurso.
En ese acto se revela el rol primordial que juega el “instrumento lingüístico” y que instituye la experiencia humana: “…es el
lenguaje el que funda la especificidad de lo humano y ha posibilitado la definición misma de hombre al establecer el
reconocimiento de las fronteras entre éste y las demás especies, la conciencia de sí y del otro, la posibilidad de objetivarse y
contemplarse” (27). Benveniste incluso llega a investigar sobre “los procedimientos de comunicación descubiertos” (28) en las
abejas y su vinculación con el lenguaje del hombre para finalmente concluir que no hay punto de comparación. A pesar de que
las abejas tienen la capacidad de enviar mensajes que pueden ser comprendidos esto no implica que haya respuesta, es decir,
una instancia de diálogo o intercambio.
Para Sazbón, uno de los obstáculos que se presenta a la hora de abordar el habla –el lenguaje en ejercicio– desde una mirada
positivista es la dificultad para recortar el objeto y analizarlo desde una perspectiva inmanente: “La cuestión epistemológica reside
en el problema de si el habla posee una organización propia que la haga susceptible de un estudio autónomo” (29).
Saussure no vacila en rechazar de plano esta posibilidad –como se mencionó antes– por considerar al habla heterogénea e
indeterminada, sin límites definidos, en oposición a la lengua, objeto concreto e integral, una totalidad en sí misma y, por tanto,
capaz de ser indagado por la ciencia. Sin embargo, Benveniste advierte que ese “comportamiento” casi natural o “instintivo” –por
el cual el hombre se refiere a sí mismo con el indicador yo para dar cuenta de su propia individualidad, a la vez que sugiere la
presencia de un tu– parece “reflejar en realidad una estructura de oposiciones lingüísticas inherente al discurso” (30).
Para alcanzar esa infraestructura “latente”, ese mecanismo oculto que se adivina detrás de cada una de las manifestaciones
verbales y contingentes, establece una diferenciación estricta entre el “empleo de las formas” –que ha dado origen a numerosos
modelos dado lo variado de los tipos lingüísticos de los que procede– y el “empleo de la lengua”. Es en este último donde
encuentra funcionando el “mecanismo total y constante” por intermedio del cual el sujeto se apropia de la lengua y deja su marca
en el discurso.
El acto individual de producir un enunciado, siempre distinto, siempre renovado –“pues opera en cada ocasión la inserción del
locutor en un momento nuevo del tiempo y en una textura diferente de circunstancias y de discurso” (31)– desde el marco formal
de su realización será el enfoque adoptado por Benveniste para estudiar “este gran proceso” (32). Para eso se ocupará de rastrear
“los indicios específicos” inconfundibles de la presencia del enunciador en el discurso, como así también los de su enunciatario:
“…la enunciación plantea dos ‘figuras’ igualmente necesarias, fuente la una, la otra meta de la enunciación” (33).
 
El análisis semántico en la teoría benvenistiana
Saussureano confeso, admirador de la obra del lingüista ginebrino y continuador de su pensamiento al que ayudó a divulgar como
profesor en el Collège de France,Benveniste introduce de esta manera la problemática de la subjetividad en las preocupaciones
lingüísticas y se reencuentra, siguiendo nuevas líneas de investigación, con la presencia de los sujetos en los enunciados al poner
el acento en “el análisis de la situación comunicativa en la interacción verbal” (34). “Nunca abandonar la lengua, en su materia
significante, en sus estructuras comunes, en su aparato ‘semiótico’, mas conciliar ese gesto saussureano con la singularidad
subjetiva, con la comunicación siempre situada, con el ‘acontecimiento embriagante” que es todo enunciado. Analizar “lo
semántico”: he aquí la apuesta de Benveniste” (35).
Si se consideran los principios fundamentales del estructuralismo como base epistemológica del estudio de la lengua –en cuanto
privilegia la forma por sobre la sustancia, la estructura por sobre el acto individual y las relaciones internas del sistema cerrado por
sobre la referencia– podemos decir que este autor al indagar sobre la aparición del sujeto en los enunciados, la actualización del
lenguaje en la enunciación y los problemas de la significación se va a desplazar hacia los márgenes de este pensamiento. De
hecho, él mismo se ocupa de explicar que el estructuralismo en tanto sistema formal: “No dice absolutamente nada acerca de lo
que llamamos significación”, sino que ese será el terreno del interés de la ciencia de los signos: “la Semiología” (36).
Un texto nodal para comprender el punto de vista del lingüista francés es precisamente Semiología de la lengua, aparecido en
1969, donde propone dejar atrás la concepción saussureana de signo como “principio único del que dependerían a la vez la
estructura y el funcionamiento de la lengua” (37) ante las limitaciones demostradas por esta perspectiva para abordar las
fluctuaciones del sentido en el discurso. Ya en un artículo de 1954, señalaba como una de las particularidades del método utilizado
por la lingüística de la época la obligación de “abstraerse de la significación y vincularse únicamente a la definición y a la
distribución de los elementos” (38) en los trabajos.
Volviendo al texto de 1969, Benveniste explica los motivos por los cuales la lengua se convierte en “el interpretante de todos los
demás sistemas, lingüísticos y no lingüísticos” (39), no sólo porque ocupa un puesto privilegiado entre los sistemas de signos, sino
porque es “el más importante” (40) en tanto poseedor de un rasgo que lo distingue del resto: su doble significancia. Se trata de la
combinación de dos dimensiones distintas de significación. Por un lado, se ubica el modo semiótico y, por el otro, el semántico. El
primero designa el modo de significancia que caracteriza al signo lingüístico: “existe cuando es reconocido como significante por el
conjunto de los miembros de la comunidad lingüística, y evoca para cada quien, a grandes rasgos, las mismas asociaciones y las
mismas oposiciones” (41). Con el segundo entramos en el dominio específico del discurso y la enunciación, a través del cual se
busca acceder a la comprensión del “sentido concebido globalmente” que soporta el peso del conjunto de los referentes, objetivo
de análisis de la llamada “semiología de segunda generación” (42).
Sin duda lo anterior se articula con una crítica formulada por Benveniste, hacia 1939, a una de las piezas claves de la teoría
lingüística estructural: la arbitrariedad del signo. Sostiene en uno de sus escritos que la relación entre el significado y el
significante no es inmotivada o involuntaria como afirma Suassure, sino más bien necesaria: “…es imposible imaginar que el
significado pueda ser diferente de lo que es sin que al mismo tiempo haya cambiado el significante” (43). Lo que guardaría ese
carácter arbitrario sería, en cambio, el vínculo entre el signo y la cosa, en este sentido “es permisible hablar de contingencia” (44).
En tanto lo arbitrario queda reservado para pensar la relación del signo con la realidad –es decir, “la representación del objeto
real”– la mutabilidad e inmutabilidad propia del primero se explicaría a partir de ese momento en el terreno de la significación y no
del signo en sí mismo (45).
“Aquí Benveniste se separa, sin declararlo, de Saussure. Nos dice que se trata solamente de “ir más allá” en el estudio de la
significación; en la realidad, se puede pensar que él va a otro lugar: retorno a una fenomenología que un estructuralismo
metodológico no tenía recubierto, abertura para descripciones integrando trazos de la subjetividad en los enunciados y su
presencia activa en toda enunciación” (46).
 
3. Conclusión
La teoría de Saussure puede ser interpretada desde dos dimensiones contrapuestas: por un lado se sitúa en el marco del llamado
“giro lingüístico”, es decir, la idea de que el lenguaje no es un medio que se encuentra entre una realidad y un yo, para pensarlo
desde una perspectiva constructivista. Por el otro, se considera todavía atada a una idea representacional del lenguaje. Es decir,
para algunos el hecho de que Saussure considere a la lengua un sistema de signos, una relación arbitraria entre un significado y
un significante basado en la convención social y sin ninguna alusión a un referente, daría la pauta de esta tendencia
antirrepresentacional. Sin embargo, al considerar el signo como una entidad binaria de correspondencia seguiría bajo el mismo
horizonte de la teoría de la representación.
Independientemente de estas dos diferentes lecturas, en la que se enfrentan por ejemplo Milner y Foucault, o una tercera, como la
de Derrida que a partir de sus lecturas de los márgenes puede encontrar los dos aspectos en el texto de Saussure, es indudable
que la herencia del pensador ginebrino ha calado hondo en el pensamiento occidental del siglo XX, no sólo en relación con
problemáticas de índole lingüística, sino de cuestiones abiertamente filosóficas-epistemológicas.
En este sentido el legado de Saussure ha estado presente en gran parte de la filosofía hegemónica del siglo pasado. En las
corrientes del análisis del discurso, en el estructuralismo y el posestructuralismo. En cuanto a lo que aquí nos incumbe –las
teorías del análisis del discurso– el trabajo de Benveniste puede ser pensado como el de un continuador que aporta elementos
sustanciales para pensar la lengua en ejercicio: es decir el discurso. Benveniste ayuda a pensar la problemática de la
subjetividad en el lenguaje: algo que no estaba presente en las preocupaciones saussureanas. En este sentido, se vuelca a
indagar sobre el uso de la lengua y el lugar del sujeto enunciador. Sin duda el gran aporte teórico del francés en la actualidad
está en cuestionamiento por aquellos que han planteado la necesidad de arribar a una teoría del discurso social sin sujeto, es
decir, trascender la subjetividad del lenguaje (concepción de tipo instrumental, en tanto un sujeto voluntario se toma del aparato
formal para realizar un acto de habla), que permita pensar y abordar fenómenos complejos como el de los discurso de los medios
masivos de comunicación en los cuales es evidente la inviabilidad de descubrir al sujeto enunciador.
 
 
Notas
1) VERÓN, Eliseo, La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, Buenos Aires, Gedisa, 1998, pág. 38.
2) Según el filósofo el pensamiento científico abstracto avanza superando distintos “obstáculos epistemológicos” como la experiencia, “estimada concreta y
real, estimada natural y sensible”. BACHELARD, Gastón, La formación del espíritu científico, Buenos Aires, Siglo XXI, 1984, pág. 9.
3) SAZBÓN, José, Saussure y los fundamentos de la lingüística. Estudio preliminar y selección de textos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,
1993, pág. 12.
4) DE SAUSSURE, Ferdinand, Curso de Lingüística General, Barcelona, Planeta Agostini, 1984, pág. 21.
5) Según Sazbón, la ardua tarea asumida por el lingüista de refundar la disciplina se manifestaba en “su prolongada reticencia a encararla y las continuas
correcciones que imponía a su pensamiento”, como así también “la parquedad de su obra publicada”. SAZBÓN, José, op.cit., pág. 11 - 12.
6) DE SAUSSURE, Ferdinand, op. cit., pág. 21.
7) HIPOGROSSO, Carlos, “Ferdinand de Saussure: un autor fundacional”, http://www.liccom.edu.uy/bedelia/cursos/lengua/archivos/Saussure.pdf. Pág. 9.
(Fecha de consulta: 10/12/08).
8) MILNER, Jean-Claude, El periplo estructural. Figuras y paradigma, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, pág. 25.
9) SAZBÓN, José, op. cit., pág. 13.
10) MILNER, Jean-Claude, op. cit., pág. 31. 
11) VERÓN, Eliseo, op. cit., pág. 39.
12) DE SAUSSURE, Ferdinand, op. cit., pág. 19.
13) Ibídem, págs. 29-30.
14) VERÓN, Eliseo, op. cit, pág. 64.
15) MILNER, Jean-Claude, op. cit., pág. 18.
http://www.liccom.edu.uy/bedelia/cursos/lengua/archivos/Saussure.pdf
16) Ibídem, pág. 38.
17) VERÓN, Eliseo, op. cit., pág. 69.
18) SAZBÓN, José, op. cit., pág. 17.
19) VERÓN, Eliseo, op. cit., pág. 93.
20) En Fragmentos de un Tejido, Verón sostiene que la noción de código “se asocia inevitablemente a la idea de una colección preexistente de unidades
que uno combina en los mensajes”, unidades que coinciden con el modelo saussureano de signo. VERÓN, Eliseo, Fragmentos de un Tejido, Barcelona,
Gedisa, 2004, pág. 30-31.
21) BENVENISTE, Émile, Problemas de Lingüística General II, México, Siglo XXI, 1985, pág. 83.
22) Ibídem, pág. 22.
23) BENVENISTE, Émile: “De la subjetividad en el lenguaje”, en Problemas de Lingüística General, México, Siglo XXI, 1985.
24) Ibídem, pág. 180.
25) Ibídem, pág. 180.
26) VERÓN, Eliseo, “De la extrañeza de la lengua a la trivialidad del instrumento”, en La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad,
Buenos Aires, Gedisa, 1998, pág. 90.
27) ROMERO, Alicia, GIMÉNEZ, Marcelo (sel., notas) [2003]. “Enunciar”, en ROMERO, Alicia (dir.). De Artes y Pasiones. Buenos Aires: 2005.
www.deartesypasiones.com.ar
28) BENVENISTE, Émile, “Comunicación animal y lenguaje humano”, en Problemas de Lingüística General, México, Siglo XXI, 1985, pág. 56.
29) SAZBÓN, José, op. cit., pág. 17.
30) BENVENISTE, Émile, “El lenguaje y la experiencia humana”, en Problemas de Lingüística General II, México, Siglo XXI, 1985, pág. 70.
31) Ibídem, pág. 70.
32) Ibídem, pág. 82.
33) Ibídem, pág. 88.
34) COVIELLO, A. L. y SAREM, S., “Búsqueda y recuperación del sujeto a lo largo de algunos desarrollos semióticos”.
http://www.ucasal.net/novedades/archivos/redcom-ponencia/Eje6/Mesa6-2/Coviello-Sarem.pdf. Pág. 5. (Fecha de consulta: 02/01/09).
35) En el original: “Nunca abandonar a língua, na sua matéria significante, em suas estruturas comuns, no seu aparelho “semiótico”, mas conciliar esse
gesto saussuriano com a singularidade subjetiva, com a comunicação sempre situada, com o “acontecimento inebriante” que é todo enunciado. Analisar “o
semântico”: eis a aposta de Benveniste”. GIACOMELLI, K. y PIRES, V. L. (orgs.), “Émile Benveniste: Interfaces, Enunciação & Discursos”, en Revista
Letras N° 33, PPGL – Editores, Universidade Federal de Santa Maria, Julho/Dezembro de 2006, pág. 19.
36) BENVENISTE, Émile, “Este lenguaje que hace la historia”, en Problemas de Lingüística General II, México, Siglo XXI, 1985, pág. 37.
37) Ibídem, pág. 69.
38) Ibídem, pág. 13.
39) Ibídem, pág. 64.
40) Ibídem, pág. 57.
41) Ibídem, pág. 67.
42) Ibídem, pág. 69.
43) MILNER, Jean-Claude, op. cit., pág. 34.
44) BENVENISTE, Émile, “Naturaleza del signo lingüístico”, en Problemas de Lingüística General II, México, Siglo XXI, 1985, pág. 52.
45) Aclara el autor al final del artículo: “…el signo, elemento primordial del sistema lingüístico, encierra un significante y un significado cuyo nexo debe ser
considerado necesario, por ser estos dos elementos consustanciales uno de otro”. Ibídem, pág. 55.
46) En el original: “Aqui Benveniste separa-se, sem o declarar, de Saussure. Ele nos diz que se trata somente de “ir além” no estudo da significação; na
realidade, pode-se pensar que ele vai a outro lugar: retorno a uma fenomenologia que um estruturalismo metodológico não tinha recoberto, abertura para
descrições integrando traços da subjetividade nos enunciados e sua presença ativa em toda enunciação”. GIACOMELLI, K. y PIRES, V. L. (orgs.), op. cit.,
pág. 19.
 
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MARÍA CLARA MUSANTE
 
Es Licenciada en Comunicación Social, egresada en el año 2006 de la Universidad Nacional de Rosario, y becaria, desde el año
2008, del CONICET.
Actualmente cursa el Doctorado en Comunicación Social en la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR. Además ha
desarrollado tareas de investigación en diversos equipos de la Universidad.
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	María Clara Musante

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