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reduccion de residuos - Hinojoza Daniela

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Reducción de desperdicios alimentarios
Los desperdicios de alimentos (DA) constituye, en la actualidad, uno de los principales temas de debate alrededor del mundo de la alimentación, sobre todo desde la publicación del informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a principios de la década anterior (Roig, 2022). 
Independientemente de que la metodología utilizada fuera o no la más adecuada para cuantificar el desperdicio de alimentos, nadie ha cuestionado la simbólica cifra de que una tercera parte de los productos agrícolas y ganaderos que se producen en el mundo no son consumidos como alimentos. De hecho, en la mayor parte de los estudios sobre este tema, incluido el ya citado de la FAO, esta cifra mágica sigue apareciendo en el primer párrafo como justificación de lo que va a venir a continuación (Roig, 2022).
En el mundo, 842 millones de personas sufren hambre, mientras tanto, 30% de los alimentos que se producen se pierden o desperdician, esto es alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos; 1/4 de las kcal producidas no son consumidas por humanos y 6% de las pérdidas mundiales de alimentos se dan en América Latina y el Caribe (Ministerio de Agroindustria de la República Argentina, 2019). 
En América Latina, 47 millones de personas están subalimentadas, y allí mismo, 2.900 kcal diarias per cápita se producen para la alimentación, 15% de sus alimentos disponibles es lo que se pierde o desperdicia por año y 225 kcal por persona por día se pierden o desperdician (un desayuno) (Ministerio de Agroindustria de la República Argentina, 2019).
Los DA son un tema de interés reciente y muy poco investigado... A pesar de una serie de avances que podemos observar en la literatura de frontera (especialmente en el tema de medición de los DA), poco se ha avanzado hasta ahora; incluso no hay un consenso internacional respecto de cómo se deberían cuantificar los desperdicios de comida. La investigación de las cadenas de producción de alimentos… es muy extensa, pero no se ha centrado en el problema de los residuos ni en sus impactos sociales en los precios o el medio ambiente (Gutierrez, 2021). 
Es importante tener presente que este problema también reduce la disponibilidad de alimentos, es decir que los alimentos que hoy se desperdician podrían ser aprovechados por personas que lo necesitan, siempre y cuando se asegure el acceso a ellos (Ministerio de Agroindustria de la República Argentina, 2019).
El desperdicio de alimentos es un obstáculo para la seguridad alimentaria y además tiene un gran impacto sobre el ambiente porque al producir alimentos que no se consumen, estamos desechando agua, suelo, energía, mano de obra, combustibles, dinero, entre muchos otros recursos. Para hacer frente a esta situación es muy necesario el compromiso de todos los actores involucrados a lo largo de la cadena agroalimentaria (Ministerio de Agroindustria de la República Argentina, 2019).
Desperdicios alimentarios 
Actualmente no existe en el marco de las instituciones internacionales y europeas que han abordado la problemática un consenso oficial sobre la definición del “desperdicio alimentario”, utilizándose indistintamente diversos términos como pérdidas, desperdicio, despilfarro o residuo (Montserrat & Sánchez, 2017).
La FAO define el desperdicio de alimentos como el despilfarro o uso alternativo (no alimentario) de alimentos seguros para el consumo humano a lo largo de la cadena de subministro de alimentos, desde la producción primaria hasta el consumo final, y lo diferencian del resto de pérdidas de alimentos por estar causado de forma intencionada o por negligencia (Montserrat & Sánchez, 2017).
El concepto de desperdicio de alimentos que el Parlamento Europeo establece en su Resolución sobre cómo evitar el desperdicio de alimentos: estrategias para mejorar la eficiencia de la cadena alimentaria en la Unión Europea define como “el conjunto de productos alimenticios descartados de la cadena agroalimentaria por razones económicas, estéticas o por la proximidad de la fecha de caducidad, pero que siguen siendo perfectamente comestibles y adecuados para el consumo humano y que, a falta de posibles usos alternativos, terminan eliminados como residuos” (Montserrat & Sánchez, 2017).
Según esta definición, si los desperdicios de uno se redistribuyen y son consumidos por otros, ya sea por deseo o por necesidad, no se considera que este primer usuario esté desperdiciando recursos. Por otro lado, en la definición de bioresiduo que establece la Directiva Marco de Residuos deja fuera del ámbito de regulación los residuos de la producción primaria (ámbito agrario y pesquero) (Montserrat & Sánchez, 2017). 
Otros autores van mucho más lejos con la definición de food waste e incluyen también la pérdida de calidad de los alimentos o los alimentos que son consumidos, pero no son necesarios a nivel nutricional, ya que son recursos consumidos sin necesidad cuyo uso podría ser evitado (Montserrat & Sánchez, 2017).
Teniendo en cuenta la diferencia entre pérdidas y desperdicio, excluyendo las partes no comestibles como pieles de plátanos o huesos de pollo y considerando la pérdida de calidad de los alimentos, podríamos definir desperdicio alimentario como “cualquier parte comestible de un producto o parte de él, cultivado, recogido y procesado para al consumo humano que hubiera podido ser ingerido, o ingerido con mayor calidad, y que finalmente es gestionado como residuo o destinado a un uso no alimentario” (Montserrat & Sánchez, 2017).
El desperdicio de alimentos, involucra desde la venta minorista hasta los hogares, y por lo general son productos de buena calidad, listos para consumir, pero que son descartados, incluso antes de estropearse. Las causas pueden ser la falta de infraestructura (como por ejemplo la falta de lugar o equipamiento para el almacenamiento) y pérdida de la cadena de frío, ofertas de productos sin una demanda equivalente (por ejemplo ofertas "2x1", "promociones temporales"), falta de planificación a la hora de comprar, no prestar atención a las fechas de vencimiento o caducidad, o cuestiones meramente estéticas que se mencionaron antes (Ministerio de Agroindustria de la República Argentina, 2019).
Causas de desperdicios alimentarios
Las causas de desperdicio alimentario varían en función de la etapa de producción donde
se producen, pero mayoritariamente se deben a limitaciones tecnológicas, de mercado alimentario, y conocimiento/voluntad (Montserrat & Sánchez, 2017). 
Las limitaciones tecnológicas durante la cadena de producción, procesado y distribución
del alimento se deben a las eficiencias técnicas de los procesos utilizados, por ejemplo, productos que han sido dañados o que simplemente no se han podido recoger con los equipos mecánicos utilizados (Montserrat & Sánchez, 2017). 
Las limitaciones del mercado alimentario afectan tanto a la oferta como a la demanda. Por un lado, está una oferta globalizada donde el indicador/objetivo principal es minimizar costes para aumentar márgenes. Pero por otro existe una demanda “consumista” que también utiliza el precio como principal criterio de compra y además le da más importancia al criterio estético que al nutricional, ambiental o social (Montserrat & Sánchez, 2017).
	Estas políticas de mercado provocan que se descarten, o se dejen de recoger del
campo, productos aptos para el consumo humano por criterios estéticos o por que los precios de mercado no son suficientes para cubrir costes. Además, la globalización del mercado ha llegado a tal punto que hay países/regiones exportadores e importadores del mismo producto. El transporte de alimentos innecesario no solo desperdicia los recursos para el transporte y conservación del alimento, con sus consecuentes emisiones, sino que también incrementa el desperdicio alimentario (Montserrat & Sánchez, 2017).
	También está el factor de compra compulsiva, así como la venta que propicia dicha compra usando todo tipo de técnicas persuasivas, de alimentos que no son una necesidad nutricionaly que también se podría considerar un desperdicio de recursos usados para producir
unos “pseudo-alimentos” que no alimentan (Montserrat & Sánchez, 2017). 
Las limitaciones de conocimiento/responsabilidad por parte del consumidor generan no
solo desperdicio alimentario sino también una peor gestión del residuo de dichos alimentos no consumidos. Actualmente existe una desconexión, quizás debida a la lejanía física, entre los sistemas productivos, los consumidores y la gestión de los residuos que también genera desperdicio alimentario debido al desconocimiento de las etapas y nuestra responsabilidad en ellas. Nuestras responsabilidades como consumidores se limitan a pagar el precio de mercado del alimento que queremos, aunque este no represente el coste de los recursos usados, y a pagar la tasa de residuo correspondiente, sin importar lo que tires ni donde lo tires. Dicha desconexión es mucho mayor a nivel urbano y es especialmente en este ámbito donde se observan más desigualdades sociales, gente que desperdicia alimentos y gente que pasa hambre en un mismo punto de espacio y tiempo (Montserrat & Sánchez, 2017).
La prioridad de la alimentación en comparación a otros consumos ha disminuido con los años. Esto se puede deducir no solo por la disminución de la parte de nuestros consumos dedicada a la alimentación, que ha pasado del 48,7% en 1964 a un 16,8% en 2015, que también se debe a los cambios en la producción y comercialización de los alimentos, sino también a la disminución de los tiempos utilizados para alimentarnos –compras, preparaciones e ingestas de comidas cada vez más rápidas. Esta reducción de prioridad hace que cueste menos “psicológicamente” desperdiciar alimentos (Montserrat & Sánchez, 2017).
Gestión de desperdicios alimentarios
Antiguamente, en sociedades agrarias los desechos alimentarios eran útiles y valiosos como fertilizantes. Actualmente, prácticas como el compostaje casero se conservan únicamente y de forma residual en algunos ámbitos rurales (Montserrat & Sánchez, 2017). Siendo la práctica más común el que un camión recorra las calles de las ciudades recogiendo estos desechos.
 Pero más allá de la recogida, la gestión de residuos debe fomentar por este orden la prevención y la reducción de la producción de los residuos y su peligrosidad, su reutilización, el reciclaje y otras formas de valorización material. 
Concretando esta priorización en la gestión de residuos alimentarios, se establece la siguiente jerarquía: 
1) Prevenir la generación de excedentes alimentarios en la producción y el consumo así como de residuo alimentario evitable a lo largo de la cadena
2) Reutilizar el excedente alimentario para consumo humano a través de redes de redistribución y bancos de alimentos
3) Reciclar los residuos alimentarios para el consumo animal o mediante el compostaje
4) Tratamiento de residuos alimentarios y recuperación energética (digestión anaeróbica)
5) Eliminación final del residuo alimentario inevitable (Montserrat & Sánchez, 2017).
Ejemplos de organismos o instituciones que han planteado una jerarquía de gestión similar a la expuesta son la escala de Moerman de la Universidad de Wageningen (Países Bajos), la pirámide de residuos alimentarios de Londres, la jerarquía de residuos alimentarios de OVAM (agencia de tratamiento de residuos de Flandes) y la de FEVIA (la federación de la industria alimentaria de Bélgica). Sin embargo, actualmente no existe legislación ni directrices de la Unión Europea sobre cómo aplicar la jerarquía de gestión de residuos sobre los residuos alimentarios (Montserrat & Sánchez, 2017). 
Reducción de desperdicios alimentarios
Para lograr reducir los DA, la literatura científica no es tan abundante, aunque de nuevo el número de trabajos ha crecido significativamente en los últimos 3-4 años. Sin embargo, si se revisa esta incipiente literatura, es muy difícil extraer conclusiones que puedan ser extrapolables fuera del contexto en el que se ha realizado cada estudio. Por tanto, uno de los principales retos (si no el principal) tanto de la investigación académica, como de las iniciativas propuestas por los diferentes agentes sociales, económicos y políticos a la hora diseñar actuaciones tendentes a reducir el desperdicio, es la medición y monitorización del impacto de dichas actuaciones (Roig, 2022).
Para evaluar dicho impacto, toda intervención o actuación debería cumplir, al menos, los siguiente cinco criterios: 
· Calidad del diseño de la actuación. Ello implica i) una correcta identificación del problema; ii) un adecuado marco teórico de referencia en el que basarse; iii) una definición de objetivos SMART (específicos, medibles o cuantificables, asignables, realistas y con horizonte temporal); iv) el diseño de una estrategia para lograr esos objetivos; v) la definición de un plan de implementación, y vi) el diseño de un sistema de monitorización (Roig, 2022).
· Efectividad. Cualquier actuación debería medir su impacto real, ya sea en la disminución del desperdicio, en el aumento de la concienciación o en cualquier objetivo que se haya planteado; esto requiere definir la situación de partida y monitorizar el impacto (Roig, 2022).
· Eficiencia. Hace referencia a la relación que existe entre los objetivos alcanzados y los recursos necesarios para alcanzar dichos objetivos. Dicho en otras palabras, se trata de tener en cuenta la reducción del desperdicio obtenido, los beneficios netos desde el punto de vista económico, social y ambiental, los cambios de comportamiento generados (Roig, 2022).
· Sostenibilidad temporal de la actuación. Se trata de indicar en qué medida la actuación se podría mantener en el futuro (necesidad de apoyos/ayudas, formación, cambios organizacionales…) (Roig, 2022).
· Escalabilidad. Normalmente, las actuaciones se contratan a pequeña escala, por lo que sería necesario considerar hasta qué punto los resultados se pueden extrapolar a otros colectivos o a otras situaciones y bajo qué circunstancias; en definitiva, se trata de medir el potencial impacto global de la actuación (Roig, 2022).
Bibliografía
Gutierrez, G. A. (2021). Crisis económica, hambre y desperdicio en México. Ciudad de México: Editorial Miguel Ángel Porrúa. Obtenido de https://elibro.net/es/ereader/espoch/191640
Ministerio de Agroindustria de la República Argentina. (2019). Ministerio de Agroindustria de la R. Buenos Aires: Secretaría de Agricultura, Ganadería, y Pesca de la Nación Argentina. Obtenido de https://elibro.net/es/ereader/espoch/123608
Montserrat, M. M., & Sánchez, V. M. (2017). Desperdicio alimentario, análisis de una problemática poliédrica. PAPELES de de relaciones ecosociales y cambio global, 93-103.
Roig, J. M. (2022). Prevenir/reducir el desperdicio de alimentos. Distribución y consumo, 47-56.

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