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Fragmento 01 “¿Recuerdos?” “¿Qué son los recuerdos?” Ante la pregunta de Minoru, la mano de su hermana Wakaba quedó inmóvil mientras tomaba la natilla acaramelada que estaban merendando. Se quedó pensativa un momento antes de responder: — Mii, ¿recuerdas lo que merendamos ayer? — Eh… Minoru desvió su mirada desde Wakaba, que estaba sentada junto a él, hasta su madre en la cocina, quien estaba tarareando mientras lavaba los platos. Los aperitivos de los fines de semana siempre eran hechos por su propia madre. Cerca de las tres de la tarde, ella siempre preparaba natilla acaramelada, galletas, o pastel de la despensa junto a la cocina, como si fuese magia. Minoru y su hermana llamaban a esa despensa la ‘Habitación Secreta de Mamá’. Lo que apareció ayer de esa Habitación Secreta fue… — Eh… Sí, crema bárbara. — Eh… Era crema Bávara. Sonriendo, Wakaba limpió un poco el caramelo de la comisura de la boca de Minoru con una servilleta que había en la mesa y continuó: — Entonces, Mii. ¿Cuál te gusta más, la crema Bávara de ayer o la natilla acaramelada de hoy? Minoru pensó en esa nueva pregunta mientras miraba la natilla frente a él, de la que ya solo quedaba la mitad. Amaba ese postre que le preparaba su mamá. A diferencia de los que vendían en las tiendas, el caramelo no era amargo y la natilla tenía el sabor a huevo que debía tener. Pero también le gustaba la crema Bávara. Como sea, la crema que comió ayer era de fresa. Se derretía ligeramente en su boca como si fuese nieve. —…pero me gustan los dos… Incapaz de elegir, Minoru sintió que sus ojos comenzaron a humedecerse, y Wakaba le dio una palmadita en la cabeza de manera gentil, sonriendo. — Sí, a mí también me gustan ambos. Oye, Mii, ¿recuerdas el sabor de la crema Bávara de ayer? — ¡Sí! ¡Fresa! –gritó Minoru, olvidando rápidamente sus lágrimas. Desde la cocina, su madre volteó a ver hacia la sala, soltando una sonrisa ante la vista de sus hijos. — Sí, era de fresa. La razón por la que puedes recordar el sabor de la crema Bávara se debe al recuerdo que tienes dentro de ti sobre ella, Mii. Las memorias están recordándose. — Eh… Eso fue algo difícil para Minoru, pero pensó lo más que pudo en el significado de lo que su hermana acababa de decir y llegó a una conclusión. — ¡…Bueno, entonces memorizaré todos los postres que comamos a partir de ahora! — ¿Por qué? — ¡Porque si los memorizo, puedo recordarlos aún después de comerlos! ¡Memorizaré las natillas acarameladas, las cremas Bávaras, los helados, todo! — Eh… Mirando fijamente el rostro de Minoru, Wakaba volvió a sonreír. — Bueno, entonces tendremos que disfrutar mucho comerlos todos. Cuando terminemos de comer, dibujemos la natilla de caramelo. Estoy segura que así podremos recordarla siempre. — ¡Lo recordaré por siempre y para siempre! ¡Y cuando crezca, les haré a ti y a mamá una natilla de caramelo, Waka! — Gracias. No puedo esperar. Es una promesa. Un recuerdo: Minoru, 4 años; Wakaba 7 años. * “Oye, Waka. ¿De qué están hechos los recuerdos?” Ante la pregunta de Minoru, la mano de su hermana Wakaba quedó inmóvil mientras hacía sus tareas de la escuela. Inclinó su cabeza con una expresión de asombro en su rostro. — ¿A qué te refieres con ‘de qué están hechos’? — Bueno… los recuerdos se construyen dentro de tu cabeza, ¿no? Entonces, cuando recuerdas jugar o cantar, cosas nuevas se van acumulando, y cuando las olvidas, algunas cosas se van, ¿no? Así que, ¿qué son esas cosas que se acumulan o se van? ¿Son palabras? — Vaya, Mii, has comenzado a pensar en cosas un poco difíciles –dijo Wakaba, sonriendo. No importaba cuántos libros leyese en casa y el jardín de niños, o cuántas cosas diferentes aprendiera, él nunca estaba tan cerca de alcanzar el conocimiento de su hermana, quien era 3 años mayor que él. Cuando Minoru le preguntaba por algo que le fascinaba, ella casi siempre le explicaría al instante, de una forma que fuese fácil de comprender. Pero ocasionalmente había veces en las que Wakaba no podía responder de inmediato, y Minoru amaba la mirada que ella mostraba en esos momentos. Era una expresión adulta, y siempre había una sonrisa ligeramente amarga mezclada en ella. — El medio de los recuerdos… Bueno. Ehh… Bien, en la cabeza de una persona… Hablando lentamente, Wakaba extendió su mano derecha y acarició el cabello de Minoru. —...hay un cerebro. Este está hecho de algo llamado neuronas, y estas estás conectadas por sinapsis. — ¿Neuronas…Sap…nisis? — Son ‘sinapsis’. La gente suele decir que nuestros recuerdos están almacenados en ellas, pero no saben de qué están hechos los recuerdos. Actualmente, científicos de todo el mundo están esforzándose por descubrirlo. — Eh… Entonces… ¿cuántas cosas de esas, sinapsis, hay en nuestras cabezas? Ante eso, la sonrisa torcida de Wakaba se intensificó. — Oye… ¿Hasta qué numero puedes contar, Mii? — ¡Hasta el cien! –gritó enérgicamente ese número, el cual finalmente había aprendido a contar recientemente, y Wakaba respondió “asombroso”, y le dio una palmada en el hombro. —…Entonces, se dice que todo el cerebro tiene cien billones de neuronas. Cien billones significan diez veces cien, diez veces más, y otras diez, y otras diez, y otras diez veces cien. — ¿Diez veces cien… diez veces cien… diez veces cien…? Minoru no podía ni entender el concepto de multiplicar por cien, y frunció el ceño. —...Entonces, ¿cuál es más grande, eso o el número de libros en la habitación de papá? El estudio de su padre tenía un estante construido en una de las paredes y estaba colmado de hileras de libros, viejos y nuevos. Minoru una vez intentó contarlos de principio a fin, pero incluso cuando llegaba a cincuenta, apenas alcanzaba una fracción de ellos, y perdía la cuenta. Wakaba sonrió y asintió: — Papá tiene una tonelada de libros. Quizá miles… pero cien billones es mucho, mucho más. Y sabes… supongo que hay diez mil sinapsis por cada una de esas cien billones de neuronas. — ¿…? Incapaz de imaginar el disparate de números que su hermana estaba mencionando, la boca de Minoru se abrió completamente. Abrazando a su hermano, Wakaba desvió la mirada hacia el cielo azul fuera de la ventana. — Cien billones de veces mil es un cuatrillón… El número de estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, es cien billones también, por eso, el número de sinapsis dentro de mi cerebro y el tuyo es igual al número de estrellas en diez mil galaxias juntas. Algún día serás capaz de contar… No, serás capaz de imaginar eso, Mii. Wakaba pausó un momento, sosteniendo a Minoru con fuerza, luego susurró: — Cuando llegues a ese punto, cuéntame también. Dime lo que sentiste con un cuatrillón de sinapsis, Mii. ¿Lo prometes…? De todas las cosas que su hermana había dicho, Minoru solo pudo entender la última. Por eso, mirando el rostro de su hermana, asintió vigorosamente. — ¡Sí, lo prometo! ¡Una vez que entre a la primaria, seré capaz de contar hasta un cuatrillón! Un recuerdo: Minoru 6 años y Wakaba 9 años. * “Waka... Tengo miedo, Waka” Wakaba apretujó a su hermanito en un abrazo como si estuviese segura de que nadie sería capaz de escuchar el débil quejido de Minoru. Sus brazos lo liberaron de inmediato, permitiéndole agacharse. Otro quejido amenazó con escapársele, pero Wakaba presionó un dedo en sus labios, y él logró contenerlo. Ambos estaban en la Habitación Secreta de Mamá, al final de la pequeña despensa que conectaba con la cocina. Sacando una enorme canasta de la hilera del fondo de los estantes, Wakaba rápidamente abrió la escotilla del compartimiento adicional bajo el pido que estaba escondido allí. Dos bolsas de arroz de 10 kilogramos estaban guardadas dentro, pero Wakaba las sacó con una fuerza que haría que una persona se preguntara de dónde habían sacado tanto poder esos delgados brazos. Luego empujó a Minoru ahídentro. Minoru desesperadamente agarró las manos de su hermana mientras trataba de levantarse. —…Waka, ¿a dónde vas…? –le preguntó con voz temblorosa. Wakaba respondió con una sonrisa muy gentil a pesar de estar tensa: — Tu hermana mayor llamará a la policía, por lo que te quedarás quieto aquí. — No… ¡Waka, quédate…! Wakaba interrumpió a Minoru con una voz llena de certeza y determinación: — Todo estará bien. —…Pero… — Está bien. Te protegeré, Mii. Confía en mí y solo cuenta silenciosamente allí, ¿bien? Si cuentas hasta mil, te haré una natilla acaramelada. — ¿En serio…? ¿Lo prometes? –preguntó Minoru con lágrimas en los ojos. Con una sonrisa en su rostro, Wakaba asintió firmemente. — Sí, lo prometo. No puedes salir de aquí por nada del mundo. La escotilla se cerró sobre su cabeza, y el compartimiento de almacenamiento quedó cubierto por la oscuridad. Escuchó dos sonidos pesados en sucesión. Luego el de un gran objeto siendo arrastrado. Wakaba colocó las dos bolsas de arroz en la canasta y las puso encima de la escotilla. El débil sonido de los pasos se fue reduciendo y desapareció al instante. Suprimiendo sus sollozos, Minoru comenzó a contar dentro de su mente. “Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…” Desde algún lugar a lo lejos, se escucharon golpes secos. Incluso unos pasos salvajes y fuertes que no pertenecían a nadie de la familia. “Cincuenta y dos, cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco…” Los pasos se acercaban. Algo grande se había roto y caído al piso de la sala de estar. Una silla del comedor cayó cerca. Alguien se acercaba a la cocina. Escuchó que abrían y cerraban violentamente las puertas del refrigerador y los gabinetes. Los platos y vasos eran arrojados con fuerza, rompiéndose. “Ciento veintinueve, ciento treinta, ciento treinta y uno, ciento treinta y dos…” Al final, el dueño de los pasos se detuvo en la despensa. La colección de especias que su madre atesoraba con tanto orgullo cayó y se dispersó. Ollas y sartenes se unieron a estas, en el suelo. Aunque no podía ver nada, tenía una imagen clara de la escena. Thud. Thud. Los pasos marchaban ahí una y otra vez como si estuviesen verificando el suelo. “Ciento cincuenta y cinco, ciento cincuenta y seis, ciento cincuenta y siete…” Pero cuando la canasta fue movida hasta la mitad, el movimiento se detuvo. “Ciento sesenta y uno, ciento sesenta y dos…” Los pasos se redujeron lentamente. Sonidos de destrucción volvían a escucharse desde la sala y la cocina. “Ciento ochenta, ciento ochenta y uno, ciento ochenta y dos…” Los pasos desaparecieron. Un extenso, extenso silencio se extendió. Minoru siguió contando. Tal como su hermana le había dicho, él contaba con todas sus fuerzas. Finalmente, las sirenas se acercaron. Se detuvieron cerca de la casa. Un montón de pasos estaba entrando. Escuchó diversos gritos tensos de gente adulta. “Cuenta, cuenta” Cuando contó hasta el 3.617, la canasta justo encima de él fue movida completamente, y la puerta del compartimiento se abrió. Entrecerrando los ojos debido al brillo, Minoru levantó la mirada. Pero lo que vio allí era el rostro de un hombre desconocido usando un traje azul marino y un sombrero con una placa dorada pegada en él. El rostro de alguien que no era Wakaba. Minoru nuevamente se hizo bolita y comenzó a contar. “Tres mil seiscientos dieciocho” “Tres mil seiscientos diecinueve” “Tres mil seiscientos veinte——” Un recuerdo: Minoru 8 años, y Wakaba 11 años. Y así, esas tres promesas quedarán sin completarse por toda la eternidad. Fragmento 2 Julio de 2019. Dryden I, el radiotelescopio a gran escala construido dentro del cráter Dryden en el lado más remoto de la luna, captó una ráfaga de ondas de radio que era débil pero cargaba un significado. Era una señal muy corta con una frecuencia central de 1420.406 MHz, y constantemente se repetía dos, tres, cinco, siete, once, trece y diecisiete veces con pequeños intervalos en medio. Dos, tres, cinco, siete, once, trece, diecisiete. Esos son los primeros siete números primos, un hecho que hasta un niño de primaria podría entender. La noticia se esparció por el mundo, y entusiastas novatos, especialistas y expertos de cada campo concebible se dispusieron a analizar la señal en sí. Tomando las primeras letras de las palabras “siete números primos”, la señal fue denominada Señal SNP. Dentro de una semana, este “mensaje del espacio” había sido traducido de todas las maneras posibles y presentado en internet. Pero ningún argumento fue lo bastante fuerte para convencer a toda la gente. Fue solo después de que todo hubiese comenzado y terminado que se hizo claro que la Señal SNP había sido una advertencia para cierto desastre. Septiembre de 2019. En un número de regiones densas de energía de la Tierra, las primeras formas de vida extraterrestre que la raza humana encontraría, descendieron. Pero como eran demasiado pequeñas y no podían catalogárseles como tal, se reconoció que el hecho fue mayormente limitado a la gente involucrada a los encuentros. ¿Había sido una coincidencia? ¿O es que dentro de él habían invocado algo? Tras el encuentro, Minoru Utsugi se había preguntado eso muchas veces. No sabía la verdad. Sin embargo, una cosa si estaba clara: ese orbe negro había malinterpretado el deseo de Minoru. Incluso con el poder sobrenatural que el orbe negro le había otorgado, la soledad que Minoru ansiaba jamás sería suya. Eso era porque aún no había sido capaz de hallarla por su cuenta. Entonces, ¿qué era la definitiva y perfecta soledad absoluta que él había estado buscando desde ese día? 1 Pasando por la niebla matutina, el extenso y estrecho asfalto negro se extendía cada vez más. Las delgadas suelas de sus zapatos deportivos se aferraban a la superficie húmeda de la carretera, y él los removía. Inhalaba dos veces por la nariz a tiempo con su ritmo, y exhalada dos nubecillas blancas de aliento por su boca. Su corazón latía rítmicamente, con la sangre circulando por todo su cuerpo. Su respiración, su pulso, y expansión y contracción de sus músculos. Esas eran las únicas cosas que Minoru sentía al correr. Su índice de masa muscular estaba por debajo de la media, y no se encontraba inscrito en el equipo de atletismo de su escuela ni nada por el estilo, por lo que su meta no era definirse o entrenar. Ni siquiera sabía si siempre había sido aficionado a las carreras. La razón por la que Minoru tenía el hábito de correr 10 kilómetros diarios era esa, solo mientras corría, no pensaba en nada. Incluso sentía que su respiración y el bombeo de su sangre erradicaban los recuerdos inútiles. Esa era la razón por la que, ciertamente, él quería correr tarde en la noche en lugar de temprano en la mañana. Al final del día, correr por la vía de recreación en el terraplén guiado solo por la luz de la luna y de la lejana ciudad, él quería tomar los recuerdos acumulados en el día y desaparecerlos completamente con su sudor. Pero una vez, cuando en realidad trató de salir a correr a eso de las 10 de la noche, su hermana adoptiva, Norie Yoshimizu, gentilmente le prohibió de una forma que no dejaba espacio para discusiones. En la noche, el lecho del río Arakawa realmente estaba lleno con los rugidos de motocicletas modificadas. También era impensable que desobedeciera a Norie; él solo era un estudiante de secundaria, completamente dependiente de ella para todo en su vida diaria. Es por eso que Minoru mantenía el hábito de correr cada mañana desde que empezó, hace cinco años, hasta la fecha: 3 de diciembre de 2019. Pateaba. Su pecho se hinchaba. Inhalaba y exhalaba. Estaba demasiado húmedo para una mañana de diciembre, y con la cremallera de su Windbreaker bajada hasta la mitad, el aire se sentía bien en su pecho. De acuerdo al pronóstico del tiempo, solo tenía un par de días máspara vestir ligero durante sus salidas a correr. La ventaja de correr bajo la lluvia usando un impermeable a mediados de invierno era que podía tener el curso de casi 10 kilómetros enteramente para él, pero estaba en peligro de exagerar en ello antes de ir a la escuela, agotando su energía física y mental. Claro, hasta cierto límite, era inútil correr si no se estaba en una competencia, pero sus prioridades necesitaban ser solventadas si estaba dispuesto a terminar durmiendo en clases y haciendo enojar al profesor. Minoru corría para reiniciar sus recuerdos, pero si ganaba la ira del profesor en el proceso, le tomaría X cantidad de semanas olvidarlo. La última vez que fue regañado por un profesor fue hace dos años, en el segundo semestre de octavo grado. Su profesor de aula había anunciado que la tarta de cereza casera de Norie caía en la categoría de ‘dulces’, lo cual estaba prohibido en la escuela. Una vez que recibió esa crítica, el pastel fue confiscado. En ese momento, su profesor había ido tan lejos como para hablar mal de la hermana adoptiva de Minoru. Mientras suprimía desesperadamente la necesidad de contestar, terminó derramando un par de lágrimas. Un cruel compañero de clases lo vio y se burló de él; esa vez, no pudo contenerse… — ¡¡…!! Apretó sus dientes y mejoró su ritmo. Acelerando el curso a casi la misma velocidad de una carrera, escupió los fragmentos de una frase. — ¡¿Por qué… recordé… eso?! Olvidar. Necesitaba olvidar. Tenía que olvidar todos los recuerdos, incluyendo los de su estupidez. Eso era porque seguramente se conectarían todos. Se unirían a ese día de hace ocho años. El recuerdo del día en que su mundo fue destruido completamente – el día en el que contó con todas sus fuerzas en un agujero oscuro. Pateó el asfalto tan duro como pudo. Su respiración se distorsionó y su pulso aumentó. Aun así, eso no era suficiente. Necesitaba luchar con más fuerza, o no sería capaz de reiniciar su mente, la cual estaba sumergida en memorias como agua negra. “Corre, corre” Si solo pudiese ir corriendo así hasta que su corazón o sus pulmones se rasgases. Si pudiese hacerlo, dejaría atrás todos esos recuerdos e iría algún lugar además de aquí… Sin embargo, después de unos segundos, postes plateados emergieron desde la niebla matutina. Bloqueaban a los carros, evitando que entraran al carril, y él los usaba como marcadores de línea inicial y final de su ruta de trote. Suprimió sus impulsos, y disminuyó su ritmo poco a poco. Una vez que la brisa que refrescaba su cuerpo se esfumó, el sudor comenzó a emerger desde el fondo de su Windbreaker. Su respiración y pulso regresaron inmediatamente a la normalidad. Tras secar el sudor de su frente con su muñequera, presionó el botón detener de su reloj deportivo en su muñeca izquierda. Una vez que escuchó el ‘beep, beep’, miró con recelo la pantalla LCD. Al ver los números digitales que estaban siendo mostrados, frunció el ceño sin notarlo. Había anticipado esto, pero realmente, él hoy estaba aún—— —…Demasiado rápido… –susurró, las palabras se deslizaron de su boca. Y las sopló con un profundo suspiro. Como había estado realizando estas carreras matutinas de diez kilómetros durante 5 años seguidos, terminó desarrollando confianza en sus habilidades de carrera a larga distancia, aunque humilde. Pero era por esa razón que podía declarar que esta vez fue demasiado rápido. El tiempo de una persona no era algo que pudiese mejorarse con demasiada facilidad. Mientras el tiempo aumenta y disminuye diariamente dependiendo de condiciones como estado físico y clima, la gente se hace más rápida poco a poco en cuestión de meses – no, comprenden que se han vuelto más rápidos tras el hecho. Al menos así era cómo hacía sido hasta ahora. A pesar de eso, el número que ahora era mostrado en el reloj de Minoru se había reducido casi tres minutos, en comparación a los de hace 3 meses. Aunque había corrido un poco al final, en realidad intentó contenerse durante la corrida. Su mano derecha seguía en su reloj, y la movió al nivel del pecho. Presionó ligeramente su esternón con un dedo. No sintió dolor ni nada extraño. Pero sí, definitivamente podía sentirlo. Un ligero rastro de alguien respirando calmadamente directamente sobre su pecho. —…¿Fue debido a ti? –susurró. No recibió respuesta. A estas alturas, esa era la única explicación. Lo que pasó hace tres meses no fue un sueño. Algo había caído desde el cielo, se deslizó dentro de su cuerpo a través de su pecho, y desapareció. No, se había asimilado con su tejido. Debido a esa cosa, su tiempo de carrera había mejorado anormalmente. Eso no era todo. También tenía la sensación de que sus sistemas auditivo y visual eran mejores que antes. “No hay manera. Son tonterías” –en su corazón lo negaba, pero al mismo tiempo, otra versión de sí mismo le susurraba–. “El sentido común no es más que una ilusión” Cada evento que pudiese suceder, sucedía; sin importar lo anormal, aterrador, o triste que pudiese ser. Tenía lo que le sucedió a su familia. Los cuatro vivían juntos, pero un día, todo fue destruido de repente, sin dejar rastro. — ¿Y qué importa…? –espetó en casi en silencio, bajando su mano derecha. ¿Qué importaba lo que fuese esa cosa que había entrado a su cuerpo, y qué importaba si había aumentado o disminuido el tiempo que le tomaba correr diez kilómetros? No era como si estuviese corriendo para una competencia. Lo que deseaba era que los días le pasaran, claros e incoloros. Quería vivir pacíficamente, como un fantasma; sin crear recuerdos extra, ni estar pegado a los recuerdos de alguien más. “Sí, ahora soy como un fantasma. La verdad es, que se suponía que yo muriese ese día, junto a mi padre, mi madre, y… mi hermana” Hablándose a sí mismo silenciosamente, Minoru desvió la mirada a una dirección distinta. Un poco más adelante, podía ver las escaleras que descendían del terraplén. Desde ahí, había cerca de un kilómetro hasta su casa. Cambió el modo de su reloj de cronómetro al modo normal, confirmando que le quedaba tiempo suficiente hasta el inicio de clases. Levantando la cabeza, echó un vistazo al cielo rojizo. Otro día comenzaba, no era diferente del día anterior. Mientras giraba para dirigirse a las escaleras, repasando su horario mentalmente—— ——escuchó unos pasos rítmicos provenientes de detrás de él. Estaba siendo superado por otra persona trotando por la misma ruta. Minoru se movió hasta el borde izquierdo del carril por un momento. En esa zona, la gente solo podía correr en el centro del camino debido a los postes que alejaban a los carros, y si bloqueaba esa parte, estaría obstaculizando a un corredor tratando de pasar. Dicho corredor podría chasquearle la lengua, irritado, y luego Minoru quedaría estancado con un montón de esos asquerosos recuerdos que intentaba con esfuerzo limpiar de su cabeza. Mientras esperaba que el corredor pasara, miró al conjunto de rascacielos en el nuevo centro urbano de Saitama, el cual brillaba en la distancia mientras eran golpeados por el sol matutino de mediados de invierno. Luego—— Los pasos disminuyeron poco a poco, deteniéndose justo detrás de Minoru. Escuchó respiros vagamente dolorosos y percibió un ligero aroma. No podía verla, pero podría tratarse de una corredora. Parecía que, como él, ella también solía usar este punto como su línea de meta. Si es así, no había razón para que él se quedase ahí hasta quién sabe cuándo. Manteniendo su rostro desviado, Minoru se fue por las escaleras, pero no pudo evitar detenerse de nuevo. Desde una posición diagonal detrás de él a su derecha, ella de repente lo llamó. — Oh, espera… Eres… Utsugi-kun… ¿cierto? –dijo ella entre alientos. En eso, él se detuvo con un sobresalto. Su voz no sonaba familiar. Ni siquiera tenía un recuerdo de una carrera conocida por este trayecto. De ser así, ya él habríacambiado a un horario o lugar diferentes. Por un momento, consideró que ella se había equivocado y salir corriendo, pero tras tantos fracasos anteriores, aprendió que esa respuesta escapista impulsiva no era la elección óptima. Desistió de huir y se dio vuelva con un movimiento extraño. Cerca de dos metros de distancia de él, una mujercita –no, una chica– estaba de pie con sus manos sobre sus rodillas, exhalando enormes bocanadas de aire blanco. Parecía ser de la misma edad de él, o un poco más joven, delgada y con el cabello corto. Parecía delicada a simple vista, pero los brazos y piernas que sobresalían del uniforme deportivo color verde pastel estaban sólidamente ejercitados, y era obvio que corría regularmente. Y sí, tenía una ligera sospecha de que podía recordar ese rostro, el cual lo estaba mirando. —…Eh… bueno… Dudó, incapaz de decir ‘Disculpa, ¿quién eres?’. Su ligera sonrisa desapareció y su boca se torció; la frunció tremendamente. Inhalando profundamente como si finalmente hubiese recuperado el aliento, se enderezó, colocó ambas manos cerca de la parte trasera de sus caderas, y—— — Minowa. — ¿Qu-qué? — Tomomi Minowa. Soy estudiante de segundo año de la Secundaria Yoshiki, Clase 8. Entonces, giró su mirada a un lado y vio la cara que no parecía tener impresión alguna. —…O-oh… Sin saber cómo reaccionar, lo primero que hizo fue afirmar sutilmente con la cabeza. Minoru iba a la Secundaria Yoshiki, una escuela pública ubicada en la Prefectura de Saitama, y él estaba en el mismo año, pero sus clases eran diferentes. Minoru estaba en la Clase 1, la cual estaba en el lado opuesto del recinto escolar, y habiendo estado en ese instituto por tan solo ocho meses, era entendible que no recordase el rostro de alguna chica llamada Tomomi Minowa. Él solo había pensado cosas de esas cuando Tomomi volvió a abrir su boca. —…Y estuve en la Clase 2 en Hachi Middle en octavo grado. —…O-oh… Esta vez asintió más fuerte que antes. El Hachiou Middle School era otro colegio al que Minoru había asistido. También recordaba haber estado en la Clase 2 cuando estudiaba octavo grado. Eso significaba que hace tan solo dos años –no, técnicamente un año y nueve meses–, la chica que Minoru tenía ante él había sido su compañera. Recordar los rostros de la gente no era su punto fuerte. No los miraba apropiadamente durante las conversaciones, por lo que se podía decir que era de esperarse. Aun así, debió haberle hablado, al menos, un par de vece si habían estudiado en la misma clase durante un año. ¿Acaso esa dificultad de recordar significaba que sus corridas diarias para reiniciar la memoria estaba siendo más efectiva de lo que pensaba…? Mientras Minoru pensaba en esas cosas, de su cerebro surgió un leve recuerdo e inmediatamente cambio la expresión de su cara. Frunció el ceño tratando de deshacerse de ese recuerdo lejano. — Eh… Minowa… Minowa… Oh… me parece que solías tener el cabello más largo –Minoru murmuró. En un destello, la sonrisa regresó al sombrío rostro de Tomomi. Ella rápidamente asintió, sacudiendo su corto cabello. — ¡Si, así es! Me lo corté antes de comenzar la secundaria. —…Ah… ¿Acaso era el punto donde se suponía que preguntara por qué se lo había cortado? Pero afortunadamente no tendría que preocuparse por eso; Tomomi salió dando la respuesta mientras se agarraba los extremos de su cabello, el cual fue cortado 3 centímetros por encima del hombro. — El cabello largo no está permitido para los nuevos miembros del equipo de atletismo. En la escuela media estaba bien mientras lo amarrases, claro. — Ah, con que es así –dijo Minoru, dando la respuesta más neutral posible. Minoru terminó pensando que, si ella encontraba las reglas de equipo irrazonables, solo debería hacer que las mejoraran, o ella dejara el equipo, pero él no dijo nada de eso. Él había escuchado que los clubes, y equipos deportivos en partículas, no eran fáciles de abandonar, y si los nuevos miembros se quejaban por las viejas reglas, crearía otras molestias en ello o en sí mismas. “No, eso está más allá del punto” Poniéndolo simple, a Tomomi Minowa le gustaba el atletismo… amaba correr. Por eso, probablemente estuvo dispuesta a cortarse el cabello. Esos pensamientos llamaron otro destello de recuerdos: una chica en escena en una asamblea estudiantil matutina haciendo reverencias mientras el director le entregaba un certificado de aprobación, su coleta se balanceaba alegremente en la parte posterior de su cabeza. — Oh… Minowa, ¿por casualidad, competiste en las nacionales en el último año de la escuela media…? — ¡Tardaste mucho en recordarlo! –Tomomi gritó con una expresión de disgusto antes de volver a su sonrisa–. Pero así es como son las cosas cuando siempre hablas sobre las extracurriculares de alguien más, ¿cierto? Y aunque fui a las nacionales en la escuela media, quedé en el décimo lugar… Y este año, no logré pasar a las calificaciones de la prefectura… — B-bueno, creo que es grandioso. No es fácil estar entre los diez mejores del país. Un sonrojado Minoru había tratado de calmar las cosas, pero por alguna razón, la boca de Tomomi volvió a hacer un puchero. —…Dices eso, pero Utsugi, no podía siquiera estar a tu altura. — ¿Eh? — ¡Comencé a seguirte cuando te vi en el puente Hanekura, pero hasta que llegué aquí, no pude siguiera acercarme a ti! —…N-no lo noté. —…Por lo que veo, ni siquiera estás sudado. — Es debido al frio que hace hoy… –dijo, dando excusas mientras sentía pánico interno. No había comprendido para nada que una estudiante de su misma escuela lo hubiese visto correr que ella lo hubiese estado siguiendo. Lo peor, su ritmo había sido tan—— Él nunca había soñado que se pondría al mismo nivel que una miembro del club de atletismo femenino que había ido a las nacionales. Los enormes ojos marrones de Tomomi se fijaron en Minoru con una mirada fuerte cuando él quedó en silencio. — Utsugi, ¿no corriste nunca en la escuela media o secundaria? —…No. — ¿Corres a diario aquí? ¿Desde cuándo? ¿Qué tanto corres? — Eh… Él no sabía qué exagerar o minimizar para engañarla, por lo que respondió con honestidad. — Unos diez kilómetros durante cinco años. — ¡Vaya——! ¡Asombroso! Ni siquiera en nuestro equipo hay tanta gente que practique cada mañana de forma independiente, y menos así –dijo Tomomi audiblemente, dando su interpretación de la respuesta de Minoru con otra sonrisa en su rostro. Luego fue directa y dijo las palabras que Minoru había temido–. ¡Eres muy rápido, deberías unirte al club! — Eh… Eh… No era como si pudiese responder ‘eh-eh’ a todas las cosas. De pertenecer a un club, él probablemente habría construido muchas veces más recuerdos de los que había hecho hasta ahora. Además, la velocidad que había despertado el interés de Minoru no era algo que había ganado por correr durante cinco años. Solo podía pensar que fue causado por ese algo que entró en su cuerpo hacía tan solo tres meses. No había forma de que pudiese competir contra los miembros del club de atletismo – quienes sinceramente se estaban esforzando – con lo que podía llamarse una habilidad prestada. También estaba la posibilidad de que, repentinamente, pudiese perder su velocidad de la misma forma como la había ganado. Si se unía al club porque ella lo invitaba y en eso se volviese más lento… El solo hecho de pensalo lo había sudar frío. —…Bueno… “No es como si esté corriendo para ser más rápido” Minoru seguía rebuscando en su cerebro por una buena respuesta, pero antes de poder juntar las palabras… — ¡…! Sus oídos – los cuales se habían vuelto más sensibles últimamente – captaron algo como un ligero chirrido. Mirando por reflejo a su derecha, vio una sombra avanzando rápidamente hacia ellos a través de la densa niebla matutina. Una bicicleta – un ciclista. Iba a cruzar a través del espacio entrelos postes sin disminuir. Y encima de ese camino estaba Tomomi Minowa. No era claro si el ciclista era consciente de las figuras frente a él, pero Tomomi obviamente no lo había notado. A estas alturas, ellos se tocarían – no, chocarían – en menos de tres segundos. Si iban a ser golpeados por una bicicleta que parecía ir a 30 kilómetros por hora, no saldrían de ahí con solo rasguños. Finalmente, visualizando a Tomomi, el ciclista gritó: — ¡Oye! Ante ese grito, Minoru finalmente se movió. Dando un paso hacia adelante, extendiendo su mano derecha, y envolviéndola alrededor de la espalda de Tomomi, jalándola hacia la izquierda. Los delgados neumáticos de la bicicleta de carreras se pararon mientras el ciclista presionaba los frenos, deslizándose por la carretera humedecida por la niebla matutina. Minoru había empujado a Tomomi fuera del camino de la bicicleta, y como una reacción, él cayó hacia adelante. La bicicleta se acercó desde la derecha, incapaz de detenerse. Lo golpearía. Minoru contuvo el aliento. Su corazón latió. En eso—— Algo sucedió. Todos los sonidos murieron. Todo su campo visual adoptó un color ligeramente azul. Las suelas de sus zapatos dejaron el suelo, su cuerpo se elevó unos centímetros. Las palancas de freno, pegadas como cuernos en los mangos de la bicicleta de carreras, hicieron contacto con el brazo derecho de Minoru. O eso es lo que debió haber sucedido. Pero Minoru no sintió nada. No hubo dolor, impacto, ni mucho menos la sensación de tocar algo. Aunque la bicicleta viró a la derecha como si hubiese sido desviada y balanceada, el ciclista apenas recuperó el equilibro y regresó al centro de la pista. Casi al mismo tiempo, ese algo que visitó a Minoru, lo dejó. El color del mundo volvió a ser el de siempre, sus pies flotantes tocaron el suelo. El extraño silencio había desaparecido, trayendo nuevamente la gran variedad de sonidos ambientales. — ¡Ten más cuidado! –rugió el ciclista. Se volvió para mirarlos a través de sus lentes de sol mientras avanzaba lentamente, luego aceleró la bicicleta hacia el norte. Minoru no tuvo tiempo de ser agradecido por no haber sido un gran accidente. “¿Qué fue lo que sucedió?” Tratando de mantener el equilibrio, suspiró. Se llevó la mano a la frente de sus ojos. La bicicleta definitivamente debió haber entrado en contacto con su mano. Eso no fue un roce. El impacto debió ser suficiente para cambiar el curso de la misma, por lo que era extraño que él no hubiese sido enviado a volar, o que tuviese un moretón. Pero no importaba cuantas veces analizara su mano derecha, no podía encontrar moretones o cortes. Claro está, no había ni dolor. — ¡U-Utsugi! ¿Estás bien? Escuchando esa pregunta con una voz ronca, Minoru bajó su mano derecha, miró hacia su izquierda. Estaba Tomomi Minowa, con ambas manos en frente de su pecho. Sus cejas, las cuales estaban bien definida para una chica en estos días, estaban levantadas por impresión. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos abiertos, y su boca tenía forma de un ovalo. Al ver esa expresión tan totalmente amplia—— Una pequeña risa se le escapó. Sonrojado, Minoru se cubrió la boca y se disculpó. — L-lo siento. Tu rostro se vio demasiado gracioso, Minowa. Tomomi parpadeó ante eso, confundida, y luego sus mejillas se ruborizaron. — ¿Y qué? ¡Estaba preocupada! ¡Las cosas siempre se han mostrado en mi rostro! ¡Más importante, ¿estás herido?! ¡La bicicleta te acaba de golpear! —…Sí, pero… Minoru ajustó su expresión y le mostró su mano derecha. — Parece que está bien. No estoy herido en ninguna parte. — ¿E-en serio? Me alegro… –dijo, pareciendo lo más aliviada posible. Luego se mordió suavemente el labio y de repente miró al suelo. — Lo siento. Fui realmente una tonta, gracias por ayudarme. — E-está bien… Me alegra que no te hicieras daño. Incluso ante esa respuesta de Minoru, la pequeña corredora se mantuvo cabizbaja unos cinco segundos más, luego la levantó tímidamente. —…Casi me arrolla una bicicleta antes. Por eso es que siempre he salido a entrenar en Akigase, pero… El lugar que Tomomi mencionaba era un enorme parque construido en el terraplén a lo largo del curso principal del río Arakawa al suroeste del distrito Sakura de la ciudad de Saitama, prefectura de Saitama. Era un lugar popular para trotadores, pero Minoru no frecuentaba mucho el lugar. Cuando iba a un gran parque, no solo el Akigase, se despertaban viejos, viejos recuerdos. —…La bicicleta iba bastante rápido en este camino, ¿eh? Pero me alegra que nada pasara. Minoru dijo esas palabras luego de haber estado pensando, Tomomi finalmente mostró una sonrisa. — Sí. Gracias, Utsugi, en serio. Hemos de ir a un retiro de entrenamiento con otros equipos muy pronto, por lo que habría sido terrible si yo me lastimase. Utsugi, realmente, siempre has sido… Ella hizo una pausa y Minoru giró la mirada ligeramente. Ante eso, la expresión de Tomomi se volvió más vacilante. Luego comenzó a hablar. —…Eh, hubo una vez en octavo grado donde realmente alzaste tu voz en clase –lo cual era inusual en ti, ¿no, Utsugi? Lo recuerdo bien. Te enojaste porque el profesor decía cosas malas sobre tu hermana. Yo me molesté mucho, y quería contestarle al profesor, pero tuve mucho miedo. Fue ahí cuando pensé: “Utsugi tiene algo de valor… y es buena persona…” Esas palabras de Tomomi… Minoru las había dejado de escuchar a la mitad. No podía respirar. Su temperatura corporal se elevó, pero sus extremidades estaban tan frías como el hielo. Él lo había olvidado – era un recuerdo que ya debería haber olvidado. Uno del que no debería ni recordar una palabra. Mantuvo la mirada en el suelo. Apretó sus manos con fuerza. De alguna forma logró inhalar y exhalar a través de su garganta cerrada. — ¿Utsugi? –dijo Tomomi, dudosa. —T-tengo que llegar pronto a casa, o llegaré tarde a clases. Bueno, nos vemos… Minoru respondió con una voz ahogada, sin siquiera mirarla. Luego volteó su rostro en otra dirección y corrió a toda velocidad hacia las escaleras un poco más adelante. Tomomi Minowa pensaría que se veía extraño corriendo así. Para ser precisos, que pensaran de él como un extraño le produciría más recuerdos que no pudiese borrar fácilmente. Sabiendo esto, no podía evitar no correr. “…Y he estado trabajando tan duro para no destacar. Entonces, ¿por qué la gente sigue recordándome? ¿Por qué simplemente no me dejan solo?” Soledad. Él quería tener soledad. Quería mantenerse acurrucado por siempre en un mundo negro donde no se mantuviese en los recuerdos de nadie y no recordase a nadie. Incluso ya habiendo bajado las escaleras de concreto, e ingresado a la calle residencial, Minoru seguía corriendo desesperadamente. Ese fenómeno anormal que lo había invadido –o protegido– antes fue olvidado casi por completamente. 2 ¡Malísimo! Estaba asqueroso. Era basura que no merecía ser llamada comida. Hikaru Takaesu escondía perfectamente su burla mientras bajaba su cuchillo y tenedor, y se secaba la boca con una servilleta. Cuando levantó su vaso de vino y lo acercó a sus labios, quiso tomar el objeto inorgánico liso y duro y triturarlo completamente en su boca para limpiar su paladar – la urgencia lo atacó, pero claro, no podía hacerlo. Tras retener un sorbo de vino blanco en su boca y saborearlo como si estuviese masticándolo, tragó. Tal como el mesero le había sugerido, tanto el aroma como el sabor del vino carecían de algo; aun así, era mucho mejor que la comida. Con la copa en su mano derecha, bajó la mirada al montón de espagueti que quedaba en el plato. Había escuchado que el fettuccine1 casero era el platillo que destacaba en el menú de este restaurante, si esto era lo mejor que podían hacer, usar tallarines secos quizá habría sido mejor y más comestible. A diferencia de los tallarines secos, cuando se volvíapasta que no era preparada al dente2 porque el centro quedaba crudo, si uno no prestaba mucha atención a los ingredientes, la preparación de la masa, y el ajuste de cocción, era fácil perder la firmeza, la cual era el alma de la pasta. Ese era el caso con el fettuccine en este restaurante. La harina era mala, el amasado era pésimo, y la forma de cocción era asquerosa. Como resultado, no había firmeza al masticar y se reducía a una masa babosa, pegajosa y empelotada. Firmeza. El factor que debía ser considerado el más importante al cocinar, no solo la comida italiana que Takaesu criticada principalmente, no era el sabor, aroma o presentación, sino firmeza—— la forma como se sentía en la boca. Morder, rasgar, triturar, aplastar. Esas acciones activaban los instintos primitivos en los seres humanos y creaban la satisfacción en el acto de comer. Cualquiera preferiría el sabor de un tazón de carne 300 yenes con nervudo 1 N.T: Un tipo de pasta. 2 N.T: Al dente es el estado de cocción de la pasta o el arroz que demuestra firmeza al ser mordida. importado sobre carne Kuroge wagyu convertido en sirope usando un triturador de alimentos. Los chefs que no tenían el instinto para usar la textura a su favor, realmente carecían de talentos en otras áreas. A estas alturas, el secondo piatto3 siendo servido luego probablemente también sería una decepción. Él preferiría levantarse e irse, pero no podía. Había venido aquí por sugerencia de alguien en los medios que frecuentaba este lugar, por lo que no tenía más elección que escribir un artículo que estaba presentándose por su propia cuenta. Tomó su cubierto de mala gana, y cuando se forzaba a dar otro bocado al fettuccine que era más asqueroso que comida de perro, un hombre con atuendo de chef salió de la cocina. El sonriente, y barbudo hombre que no daba impresión de estar limpio era el jefe y dueño del restaurante, si a Takaesu no le fallaba la memoria. — ¡Buenos días, Sr. Takaesu! ¿Qué le parecen todo hasta ahora? –el hombre se dirigió audiblemente hacia Takaesu, quien le devolvió la sonrisa solo por apariencia. — Lo estoy disfrutando, gracias. — Bueno, me alegra oírlo. Le serviremos más platillos preparados cuidadosamente esta noche, y… ¡Oh! Correrá por cuenta de la casa. ¡Este próximo platillo será muestra! –dijo el chef, colocando una copa llena de vino spumante rosso en la mesa. Cielos, ¿qué tipo de sentido podía tener este chef? En realidad servido vino a Takaesu –y vino espumoso– detrás del restaurante sin siquiera mostrarle la botella. Takaesu pudo sentir como su irritación se alzaba de nuevo, pero el chef no mostró signos de haberlo notado, y por alguna razón eligió esta vez para estrechar manos. Sin más alternativa, se levantó extendió su mano derecha mientras sonreía. “¿Por qué no lo masticas…?” –algo en él le susurró. Él levantó un dedo tosco, rustico y manchado de tabaco de una mano derecha que no podía creer que perteneciera a un chef y… le dio una leve mordida. 3 N.T: Proviene del italiano y significa Segundo Platillo. Se refiere generalmente al grupo de platos principales en gastronomía italiana. Tras dividir la piel y la carne y llegar a la falange, lentamente aplicó más presión. Todas las texturas estaban ahí: primero, la membrana del hueso exterior se separó, el hueso compacto crujió y los canales de Havers4 se asomaron. Luego la membrana del hueso interno dio su resistencia final. Cuando Takaesu mordió con más fuerza, el increíblemente jugoso tuétano estalló. Al dente. Al dente. Un al dente placentero. — ¿Señor…? –preguntó el chef. Una ligera confusión se notó en su voz. Takaesu parpadeó. Comprendió que aún seguía apretando la mano derecha del chef, y la soltó mientras aún sonreía. — Qué rudo de mi parte. Solo pensaba en cómo esta mano había creado la maravillosa comida de esta noche y quedé conmovido. Ante esto, el chef le devolvió una sonrisa tensa mientras masajeaba su mano derecha con la izquierda. — Oh, ¡ja, ja! Soy yo quien quedó conmovido al escuchar eso de alguien de su categoría, señor. La razón por la que el chef estaba un poco nervioso quizá no se debía a que Takaesu había apretado su mano por unos cinco segundos, sino porque él no fue quien elaboró el montón de platillos. Takaesu, sin embargo, no estaba interesado en quejarse por eso. El día que comiera espagueti fresco amasado por manos que estaban llenas de tabaco era el día en el que necesitaría darle a alguien una retahíla considerable en su revista, incluso si tuviese que quemar un puente o dos. Mirando al chef regresar rápidamente a la cocina, Takaesu enderezó el cuello de su traje personalizado y se sentó. Tomó un sorbo del vino espumoso, calmado a esa cosa que latía en el suave tejido de su mandíbula inferior. Thump. Thump. La fuente de esa sensación de comezón, dolorosa, incómoda, pero placentera era una protuberancia con un diámetro menor s los dos centímetros. Él no había sido doctor, pero estaba convencido que no se trataba de ningún tipo de tumor. Sabía eso porque el orbe rojo –parecido al ojo de una criatura viviente– no se trataba de algo nacido dentro del cuerpo de Takaesu. 4 N.T: También llamado conducto de Havers, es por donde circulan los vasos sanguíneos y nervios que se ocupan de la irrigación de las células estructuradoras del tejido óseo compacto. El ojo había venido de algún lugar de fuera. Fuera de Tokio... Japón… y quizá de la mismísima tierra. Y una noche, hace 3 meses, se deslizó hacia la parte inferior de su mandíbula y le otorgó dos cosas: lo primero era la necesidad de masticar. Lo segundo era el poder para hacerlo. Desde entonces, esa cosa – ya que estaba dentro de su cuerpo debería llamarla esta cosa – lo tentaba constantemente. Lo incitaba a llevar cosas a su boca, morderlas, masticarlas. Le decía que ya no era humano, sino un depredador moviéndose hábilmente a lo largo de lo más bajo de la ciudad en busca de una presa. Pero mientras Takaesu era capaz de llamarse a sí mismo un crítico gastronómico, no tenía intención de colocar cosas en su boca si no tenían valor de ser mordidas. Cosas como los dedos del chef-propietario, que olían a tabaco, por ejemplo. “…contente solo un poco más” Cuando le susurró esto al ojo dentro de su boca, la pulsación cesó gradualmente. Pero probablemente no se comportaría bien por mucho. La última vez que había masticado huesos fue hace tan solo una semana. Justo cuando Takaesu comenzaba a recordar el banquete lleno de éxtasis de hace siete días, el mesero finalmente llegó con el secondo piatto. Un saltimbocca5 de ternera sin una pizca de originalidad fue colocado en la mesa. Él podía imaginar su sabor con tan solo mirarlo. Y encima de eso, estaba pasado de cocción. Si la carne al menos tuviese huesos… No, aún si los tuviera, no sería capaz de tomar uno entero en su mano y roerlo. Además de suspirar, Takaesu extendió una mano para tomar su cuchillo, forzando una sonrisa que parecía decía que lo disfrutaba tremendamente. Lleno de alivio al salir del restaurante, él sacudió su cabeza y comenzó a dirigirse hacia el estacionamiento donde tenía su vehículo. La carretera era grande, pero para ser las seis de la tarde, no había muchas personas cerca. Incluso en los rascacielos que se elevaban sobra su cabeza, la 5 N.T: Saltimbocca (Salto en la boca). mayoría de las ventanas estaban sumidas en oscuridad. El nombre “Nuevo Centro Urbano de Saitama” sonaba dinámico, pero ¿realmente habría un día en que este tomaría el lugar de centro de la ciudad de Tokio, Shinjuku? Por lo menos, tenía la certeza de que cuando ese día llegase, ese restaurante italiano definitivamentecerraría. Lo que a él le molestaba que es estuviese siendo forzado a redactar un artículo sobre el lugar. El sabor pegajoso de la pasta cruda, aun se mantenía en su boca. De todos modos, quería llegar rápido a su coche, para cepillarse lo más pronto posible. En la guantera del vehículo poseía una botella de agua mineral y un cepillo con crema dental viajero. Creyó que su humor se aliviaría un poco luego que fuese capaz de lavarse los dientes tanto como pudiese con un cepillo dental cubierto con pasta de diente. Frotar. Frotar. Después de todo, sin importar la cantidad de tiempo que durase cepillándose, no le causaría dolor. Eso no solía ser así. Cuando volviese a Tokio, localizaría su próximo hueso y masticaría el contenido de su corazón sus dientes limpios. Ya había preparado cuatro objetivos. Necesitaba planificarlo con más cuidado que antes, pero el tiempo pasado planificando los detalles de su menú para la cena era otra parte de la diversión. Caminó otros veinte o treinta metros por la carreta que pasaba cerca del Saitama Super Arena hasta que llegó de nuevo al estacionamiento, los tacones de sus zapatos hechos a la medida sonaron audiblemente. Se detuvo brevemente en la entrada y miró su Maserati Grand Turismo de color azul oscuro. El glamoroso cuerpo que rebosaba con un sentido de poder. La rejilla ovalada que brillaba como una hilera de diente. Las tres aberturas que tenían un parecido a unas branquias. Este carro era un tiburón. Y lo que es más, era un tiburón mako, el más rápido de todos los tiburones. El cuarto tiburón favorito de Takaesu. Su humor probablemente mejoraría una vez que se acomodase en la cabina de copiloto, saltase a la autopista desde la elevación cercana, y colocase su pie en el acelerador. Antes de eso, lo primero era cepillarse los dientes. Cuando se detuvo en su carro y estaba a punto de quitar el seguro a la puerta – fue cuando sucedió. Takaesu abruptamente dejó de moverse. Algo olía bueno. Su nariz se torció mientras olfateaba. En alguna parte dentro del escalofriante aire decembrino había un olor débilmente dulce. No era flores, ni mucho menos perfume. Era el olor de un hueso y musculo bien firmes, desarrollados y saludables. Su sentido auditivo, seguido solo después de su sentido del olfato, captó el sonido de ligeros pasos. Situándose más cerca de su gran carro, Takaesu esperó al dueño de esos pasos que se acercaban. La persona que pronto apareció en su campo visual era una jovencita trotando por la acera, y usando un traje deportivo. Una estudiante de escuela media o secundaria. Su cabello corto no estaba teñido, y no olía a cosméticos o alguna sustancia química. El único olor que provenía de su piel empapada de sudor era el saludable aroma del cuerpo de una persona, uno parecido a la leche. Entre el sonido seco de los zapatos golpeando el asfalto, captó el eco del hueso. Takaesu estaba mayormente inclinado hacia los huesos de las piernas – la armonía que sonaba entre la tibial despreocupada y el agraciado peroné. Maravilloso. Tal como su nombre indicaba, el hueso compacto que formaba la capa exterior del hueso estaba finamente ligado. Es de suponer que la chiquilla, desde su infancia ha estado tomando suficiente calcio y vitaminas. Él sentía como si pudiese ver la membrana del hueso exterior brillando de color blanco como una perla bajo sus músculos desarrollados. Luego cuando los pasos se acercaron al estacionamiento, Takaesu abrió sus ojos y lamió sus labios suavemente. Thump. Thump. El ojo rojo latió en medio de su mandíbula inferior. “Muérdela, muérdela” –lo invitó eso. — No seas tan ansioso… compagno6 -Takaesu le susurró a eso. Tras esperar un poco, él dejó el estacionamiento. La figura de la chica retirándose se había hecho más pequeña. Pero mientras Takaesu tuviese su sentido del olfato, agudo como el de un tiburón, rastrearla no sería un problema aunque la perdiese de vista por completo. 6 N.T: Compañero en italiano. Levantando el cuello de su abrigo, Takaesu comenzó a caminar, mientras una débil sonrisa se ocultaba detrás de la tela. 3 El cielo el día miércoles 4 de diciembre estaba lleno de nubes, anunciando el acercamiento del sistema de bajas temperaturas. Minoru condujo su bicicleta los seis kilómetros que le tomaba llegar a la escuela secundaria desde su casa al extremo norte del distrito Sakura en la ciudad de Saitama, cruzando la línea Metro Express Saitama Omiya, la línea JR Saikyou, y la línea Touhoku Main. Tenía una bicicleta ordinaria, no una deportiva como con la que había colisionado ayer. Seis kilómetros era una distancia que podía correr fácilmente, pero luego tendría que cambiarse de ropa en la escuela. Más importante, Minoru destacaría si imitaba a la gente en los clubes deportivos cuando no estaba en uno. ¿Cómo sería capaz de pasar las escasas tres semanas que quedaban del 2019 sin incidente alguno? Esa era la única e importante razón que a Minoru le preocupaba. En este sentido, lamentaba lo que había sucedido el día anterior por la mañana. Salió huyendo de pánico como un tonto, dejando sola a Tomomi Minowa. Antes de hacerlo, si se hubiese movido hacia la derecha luego de notar que el ciclista se acercaba hacia ellos, probablemente habría logrado que Tomomi se pusiese a salvo sin tener que protegerla de una forma tan exagerada. Desde el comienzo, un simple saludo habría sido suficiente para finalizar las cosas si extender la conversación. Creía que había entendido que mantener una extensa conversación con alguien incrementaría los recuerdos que quería borrar. Pero de nada valía llorar sobre leche derramada. Incluso si rezaba para que Tomomi olvidara todo lo del día de ayer, probablemente no habría nada que hacer además de evitar reunirse con ella por un buen tiempo. A partir de esa mañana, él había cambiado su ruta habitual. Aunque los dos estaban en el mismo año e inevitablemente tendrían que pasar por el campo del instituto, no habría ninguna razón por la que Tomomi estableciera conversación con un estudiante del estatus de Minoru en un lugar tan público. Ella, después de todo, había competido en las nacionales y era la mejor esperanza del club de atletismo; en otras palabras, estaba en el puesto más alto en la lista de los mejores de la escuela. Esos pensamientos volaron por la mente de Minoru mientras él terminaba de recorrer los seis kilómetros hasta la escuela. Detuvo la bicicleta cerca del aparcamiento de estudiantes y le puso la cerradura. Él quería hacer lo posible para evitar el problema de no encontrar su bicicleta cuando quisiera irse a casa, por lo que usaba una cadena gruesa que requería una llave. Tomando su bolso de mensajero impermeable, Minoru cubrió con su bufanda la mitad de su cara y se dirigió a la entrada al igual que los demás estudiantes. Del estante de zapatos, saco las zapatillas de la escuela, colocó dentro las que trajo de casa y cerró la puerta metálica, girando el seguro de combinación de tres dígitos al azar. Por fortuna, usando un pequeño candado mantendría sus cosas a salvo, pero el riesgo de destacar de mala forma era enorme. Una vez llegabas a secundaria, era difícil imaginar a la gente haciendo bromas al ocultar los zapatos. La mayoría de los estudiantes ni siquiera usaban una combinación, pero para Minoru, eso era algo natural y no había nada que se pudiera hacer. “Al final del día, supongo que no confío en los demás. Es muy tarde para cambiar las cosas ahora, por lo que supongo que sólo tendré que evitar mostrarlas. Mantenerme quieto todo el día sin tener conversaciones innecesarias con nadie. En fin, no creo que haya alguien que se preocupe por mi actitud” Minoru había pasado la mañana, absorto en su introspección negativa. Alguien detrás de él le dio una palmada en la espalda. La cual vinoacompañada por una voz enérgica: — ¡Buenos días, Utsugi! El cuerpo de Minoru se tensó por un momento, y luego se dio la vuelta extrañamente. Tomomi estaba frente a él vestida con ropa deportiva de la cabeza a los pies, mostrando una sonrisa inocente. Cargaba una mochila de color amarilla en los hombros, la cual parecía estar llena de sus cuadernos, utensilios de escritura, y equipo de atletismo. Tenía la frente ligeramente sudada. “Ella no debería estar conversando conmigo en la escuela” Encogiéndose de hombros ante el hecho de que su predicción reciente había sido refutada como si nada, Minoru hizo lo posible por devolverle el saludo. —…Buenos días, Minowa. Dada a la situación, lo primero que quería hacer era pedir disculpas por haberse escapado el día de ayer, pero no encontraba las palabras adecuadas. Sin embargo, Tomomi estaba frente a él y no podía quedarse callado. Debía encontrar una forma de manejar esto sin ofenderla… Después de ese último pensamiento, rápidamente dijo: — ¿Vienes trotando a la escuela todos los días? Ante eso, Tomomi asintió mientras se quitaba los zapatos deportivos y pisaba el suelo de madera. — Sí, pero solo es un trote suave. Por cierto… ya perdí la cuenta de las veces que me has pasado por un lado en tu bicicleta, Utsugi. — Oh… lo siento, no lo había notado. Aun habiéndose disculpado, Minoru no pudo evitar seguir preguntando por curiosidad. — Además de Minowa, ¿hay otros estudiantes que también lo hacen? — Eh, hasta donde se conoce, dentro del club hay otros tres chicos y chicas que lo practican. Si se incluye a todos los equipos deportivos, debería haber más gente, ¿no? Debido a que las aceras son muy amplias, es más fácil correr. — Ah… ¿sí…? — ¿Quieres intentarlo, Utsugi? ¿Dónde quedaba tu casa? — Oh, es cerca de la planta de tratamiento de agua del distrito Sakura. — ¿Eh? ¿Para allá? Es un poco lejos. Hay aproximadamente seis kilómetros, ¿cierto? — Sí, algo así. ¿Y tú, Minowa? — Un poco más de cuatro kilómetros. Bastante cerca de tu casa, Utsugi… Pero supongo que no es para sorprenderse, puesto estudiamos juntos en la escuela media. La verdadera razón de la manera natural de ese dialogo desde la entrada de la escuela hasta el salón de clases, era porque la mitad de la mente de Minoru estaba distraída. Mientras que la otra mitad pensaba en las posibilidades de correr de su casa a la escuela. Para evitar inconvenientes, Minoru siempre mantenía las cosas que cargaba consigo a un mínimo absoluto, por lo que si podía ir sin su bicicleta, no podía hacer algo mejor que eso. Hace seis meses tuvo un inconveniente una vez que una llanta se le reventó y tuvo que llevar su bicicleta hasta la tienda más cercana. No le había pasado aún, pero obviamente, el riesgo de correr hacia un peatón o un carro era más alto de lo que lo era si caminaba. Sin embargo, si alguien viera a Minoru correr de su casa a la escuela, pensaría que es extraño ya que él no estaba involucrado en los deportes. También necesitaría comprar una nueva mochila. Él tenía suficientes ahorros para ellos, pero su hermana Norie le había regalado en pasado mes de abril el bolso de mensajero que tenía ahora, por lo que se sentiría culpable si dejara de usarlo tan solo seis meses después. Además que, el impuesto al consumidor fue aumentado recientemente al doce por ciento… —…gi. Oye, Utsugi. — ¿Ah…? Oh, lo siento… — Estamos en tu salón de clases. Al escuchar eso, comprendió que en algún punto se habían detenido frente a la puerta de la Clase Uno de los estudiantes de segundo año. Tomomi se echó a reír. — Si quieres correr hasta la escuela, nos podemos encontrar en algún sitio en la mañana y correr juntos –luego de decir eso, con gesto se despidió y se dirigió a su salón de clases. Minoru graznó inadvertidamente mientras, con efecto retardado, se daba cuenta de que muchos estudiantes lo observaron conversando con n la estrella del departamento de atletismo. “¿Venir juntos corriendo a la escuela?” Era ridículo, inconcebible, y el solo hecho de pensarlo era aterrador. “Si pudiese permitirme regresar cinco minutos atrás. No, por favor, regresa veintisietes horas, hasta ayer en la mañana. Si eso es imposible, al menos borra los recuerdos de Minowa y yo conversando frente a todo el colegio” Orándole al creador del mundo, Minoru silenciosamente entró al salón de clases. Por supuesto, el tiempo no retrocedió. También, el haber visto a Minoru y Tomomi caminar juntos y hablar, no desapareció de la mente de los estudiantes. Después de clases. Minoru quitó la cerradura del casillero donde guardaba sus zapatos, al abrir la puerta, un trozo de papel bastante pequeño cayó suavemente al suelo. Al parecer estaba atrapado entre la puerta y el marco del mismo. Incluso con un presentimiento desagradable, se dispuso a recoger el papel que había caído en el piso de madera. Parecía una hoja arrancada de cuaderno, en él había palabras garabateadas en fila. Decían: “Ven a la parte trasera del dojo” —…Oh… Ya que era la primera vez que Minoru recibía ese tipo de llamados, la palabra se deslizó de su boca involuntariamente; aun así no podía tomar las cosas con calma. Podía seguir las instrucciones en el papel, o simplemente ignorarlas. Con el objetivo de no arruinar su pacifica vida, tenía que analizar seriamente cuál decisión tomar. Por ahora, se cambió los zapatos, salió, y se detuvo, mirando en ambas direcciones. Si decidía ir al aparcamiento de bicicletas, debería girar hacia la izquierda. En cambio sí optaba por ir al dojo tendría que elegir el camino de la derecha. El aire que contuvo en sus pulmones se convirtió en un extenso suspiro y salió como un ‘ah’. Luego, Minoru giró su cuerpo hacia la derecha. El único motivo de ese llamado que pasaba por la mente de Minoru, era su conversación con Tomomi Minowa. Por supuesto, ella no sería la que lo esperara, sería otra persona que tuviese un problema con que ellos hablaran. Si Minoru podía convencer a esa persona que lo había llamado de que no había designios en ella, él podría terminar esto y volverlo un evento irregular. Un vez que cruzó un par de pasillos y pasó al lado del gimnasio, el dojo cuadrado llegó a la vista al frente. A sus lados y en la parte posterior había matorrales, aun estando en invierno, la zona era muy oscura. Era la primera vez que Minoru ponía un pie allí. Pisando con cuidado el terreno resbaladizo y cruzando por la esquina del edificio, inmediatamente escucho una serie de voces que venían de su destino. —Oh… llegó, llegó. Ahora me tienes que comprar pollo frito. — ¿En serio? No dudó en venir. — Espera, ¿no fuiste tú quien me dijo que lo llamara? Mirando hacia adelante, observó a varios estudiantes de sexo masculino, vistiendo chaquetas deportivas. A juzgar por el tipo de diálogo, los dos que estaban apoyados a la pared eran de grados mayores, mientras que, el que estaba a cierta distancia era de un grado menor. Deteniéndose a cinco metros de ellos, Minoru observó a los chicos sin decir nada. Esta escuela jamás había tenido estudiantes delincuentes o pandilleros, pero no había ningún un rastro de peligro en la apariencia de estos tres. A pesar de que parecía que tuviesen una pequeña apuesta sobre si Minoru vendría o no, ellos realmente daban la impresión de ser deportistas extremadamente normales. Minoru se pasó con una mezcla de estar atento y aliviado. En eso, uno de los estudiantes de secundaria que estaba arrimado a la pared, con una sonrisa amistosa dijo: — Eh, ¿eres Utsugi? Discúlpanos por haberte llamado de repente. —…No es nada. Trato de decir la menor cantidad de palabras, mientras observaba a los tres chicos. A pesar de que el chico de cabello largo estaba sonriendo, el otro que estaba arrimado a la pared, quien tenía el cabello rapado como un monje, tenía una seriedad marcada en surostro a pesar de haber ganado la apuesta. Las ordenes escritas en el papel que estaban en el casillero, parecían ser obra del chico de menor grado, pero simplemente era porque estaba cumpliendo con una orden. En eso, el chico de cabello largo lanzó otra pregunta – la verdadera – a Minoru, quien había vuelto a quedar en silencio. — Es como una pregunta personal, Utsugi, pero ¿estás detrás de nuestra pequeña Minowa? Minoru contemplaba las dos posible al mismo tiempo: ‘Eso creo’, como confirmación, y ‘Para nada’, como sorpresa. Él ya había imaginado que el llamado se relacionaba con Tomomi Minowa, pero no podía creer que solo hablar con ella por los dos o tres minutos que tomaron desde la entrada de la escuela hasta el salón de clases sería considerado ‘estar detrás de ella’. Minoru enfrentó a los tres –quienes debían ser miembros del club de atletismo, ya que la llamaron ‘nuestra’– y respondió con las palabras que preparó. — Fuimos compañeros de clase en la escuela media, por lo que solo estábamos conversando –después de unos segundos, añadió–. Realmente no estoy detrás de ella, ni nada por el estilo. Pero el chico de cabello largo, manteniendo su sonrisa, inclinó su cabeza y dijo: — Ah, pero. — Pero, Utsugi, a ti por lo general no te gusta comunicarte con las chicas, ¿cierto? ¿Por qué solamente has hablado con Minowa? —…No es que… nunca les hable. Si me hablan doy una respuesta… — Sin embargo, según tengo entendido, parece que hablaron por bastante tiempo, ¿no? Ogucchi, ¿cuántos segundos hablaron? — B-bueno, no medí el tiempo exacto. Diría que unos quince minutos más o menos. Minoru quería replicarles si realmente creían que tomaba tanto ir de los casilleros hasta el salón de clases, pero se contuvo. Incluso si quince minutos se convertían en tres minutos, no cambiaría el hecho de que habían conversado. “¿Y qué si ando detrás de ella?” No era como si no tuviese deseo alguno de replicar algo así. Pero si lo hacía, era probable que los chicos no se pudiesen contener más, y Minoru seguramente iría a casa y se sentaría con las manos en la cabeza, lamentándose durante 4 horas o más. Cada vez que había problemas, se mantenía cabizbajo y lo dejaba pasar. Así era como había vivido estos ocho años. —…Bueno realmente, no tengo ningún deseo de involucrarme con Minowa. Minoru declaró, su mirada se fijó en alguna parte del pecho del chico de cabello largo. Sin embargo, su enemigo era más difícil de lo esperado. — Hmm. Pero, si desgraciadamente, Minowa se acerca a ti, ¿qué harás? — No… Comenzó a decir “quién sabe”, pero rápidamente se detuvo y cambió su respuesta. — La saludaría, ya que es una conocida, pero—— — Basta, me harté de esto. De repente de la boca del chico calvo que estaba con la espalda arrimada a la pared salieron esas palabras. Tenía sus manos en los bolsillos de su chaqueta, irguió su cuerpo usando la fuerza de la parte superior de su cuerpo, pasó a un lado del chico de cabello largo, y caminó hacia Minoru rápidamente Deteniéndose justo delante de él, su nariz estaba a la misma altura de los ojos de Minoru. Resopló, y con voz profunda murmuró. — Eres un chico muy estudioso, ¿no? Si es así, mejor sigue metido de cabeza en tus libros. Eres de la clase de ciencia, ¿cierto? En serio no hay manera de que pueda involucrarte con chicas. Ni siquiera le dio oportunidad a Minoru de decir que no estaba involucrándose con ella. El chico calvo sacó su puño izquierdo del bolsillo y, sin pensarlo, golpeó a Minoru en el abdomen – para ser más preciso, trató de hacerlo. Por reflejo, Minoru se inclinó hacia adelante y cayó hacia atrás. Pero no había forma de que pudiese evadir el puñetazo con esos movimientos. El puño, desarrollado como el de un adulto, entró en contacto con el plexo solar. El cuerpo de Minoru, inconscientemente se dobló por el inmenso dolor. Aun con la clara premonición de ser golpeado y sentir ese dolor desesperante, Minoru en medio no pudo evitar contener su respiración. Sin embargo, el dolor nunca llegó a ser real. A causa de eso, el conocido fenómeno ocurrió otra vez. Su campo visual cambió de color. Todo sonido desapareció y sus pies se alejaron del suelo húmedo. “Tal como si fuese desprendido del mundo” El puño del chico calvo fue se clavó en su abdomen. Sin embargo, no hubo dolor o el impacto, ni siquiera la sensación de tocar algo. Fue igual a ayer en la mañana, cuando entró en contacto con los frenos de la bicicleta… No. No los tocaron. Con ambos ojos abiertos de par en par, él lo había visto claramente. Entre el puño del chico calvo y uniforme de Minoru solo había un espacio vacío de medidas milimétricas. “¿Estaba fingiendo golpearme…? ¿Se detuvo antes del impacto…?” Minoru pensaba eso en silencio y luego miró hacia arriba para ver la cara del chico distorsionada violentamente. No era ira – quizá era dolor. Tomó otro aliento, y al mismo tiempo, el misterioso fenómeno desapareció. El color, el sonido y las sensaciones de tocar el suelo habían regresado. Aunque el puño no lo había golpeado, Minoru se echó hacia atrás, con su cuerpo aún en posición de escape que él mismo había adoptado. Sus pies se deslizaron sobre las húmedas hojas caídas, haciéndolo caer sobre su trasero. Desde detrás de ellos, el chico de cabello largo tenía una sonrisa de lastima, mientras que el chico de grado inferior tenía una expresión rígida. Ninguno de los dos había notado la extraña fuerza que había caído sobre el chico de cabello rapado. El chico de cabello rapado usó su mano derecha para envolver su puño izquierdo, y apretó sus dientes como si estuviese aguantando las ganas de gritar. Era la expresión de una persona que no había golpeado un suave cuerpo humano, sino algo como un muro de concreto con todas sus fuerzas. Después de unos segundos, el dolor parecía estar disminuyendo, el chico de cabello rapado exhaló lentamente, con una mirada extraña vio a Minoru sentado en el suelo. —…Maldito… –susurró con voz ahogada. Probablemente se estaba preguntando qué demonios era esa sensación que acababa de experimentar. Por fortuna, no parecía tomar alientos profundos, por lo que espetó en voz baja. — ¡No te la creas tanto! La próxima vez no tendrás la misma suerte. Cuando el chico de cabello rapado se fue a paso rápido, el estudiante menor lo siguió. Mientras el de cabello largo comenzaba a seguir a los otros dos, gritó: — Lo siento, Utsugi. Pero estábamos enseñando las formas del mundo. Minoru apenas escuchaba. Dentro de su cabeza, las palabras ‘¿Y sí?’, estaban dando vueltas en su mente. Y sí… Y sí… ¿Y si en ese momento no hubiese retrocedido tan rápido como pudo por su propia cuenta? ¿Qué pasaba si no hubiese podido responder al puñetazo y se quedaba plantado ahí? ¿El chico de cabello rapado le hubiese golpeado tanto para romperle el hueso? No estaba basando eso en nada; era simplemente la intuición. Pero si realmente hubiese pasado, Minoru lo creería sin duda alguna. “¿Qué acaba de pasar? ¿Qué golpeó el chico de cabello rapado?” Minoru seguía sentado en el suelo, mientras levantaba su mano derecha y tocaba su esternón a través de su uniforme. No había nada, sin embargo tenía algo. Algo… viviente. “¿Fuiste tú…?” La pregunta salió como un gemido, pero ninguna voz le respondió. “¿Cómo llegó a casa desde la escuela——?” Cuando volvió a la realidad, Minoru ya se encontraba en el porche de su casa, asegurando su bicicleta. Miró el reloj, eran las seis y media de la tarde. El cielo había tomado una tonalidad oscura, y la cálida luz salía por la ventana de la sala de estar mientras observaba desde el pequeño jardín. Su hermana Norie probablemente ya estaba en casa. De repente notó algo y buscó en su bolso. Los libros de la biblioteca que debía devolver de camino a casa ya no estaban, habían sido reemplazados por unos distintos. De alguna forma, parecíaque había pasado por la biblioteca pública, devuelto los libros, y solicitado otros como si hubiese estado en modo piloto automático. Caminó hacia la entrada principal, pensando distraídamente que era una suerte no haber tenido un accidente. Él no le había contado nada a Norie, pero en los días que ella llegaba antes que él a casa, se ponía un poco nervioso al abrir la puerta. Aunque sabía bien que no había forma de que pasara, terminaba imaginándolo sin importar lo que hiciese. Se preguntaba si, cuando entrase a la casa, encontrara a Norie tirada en el piso y cubierta de sangre. Minoru cambió la llave de su bicicleta, la cual seguía apretando en su mano izquierda, por una diferente. Ellos tenían una regla casera de que siempre tenían que asegurar las puertas frontal y trasera, incluso cuando estuviesen en casas. Cuando colocó la llave en la cerradura y la giró hacia la izquierda, el confiable clic surgió, y Minoru exhaló suavemente. Aun sin haberse quitado los zapatos, escucho un golpeteo de zapatillas corriendo hacia él. Seguido de un tono suave y dinámico. — ¡Bienvenido a casa, Mii! — ¡Hola! A Minoru le tomó un año, para poder acostumbrarse a saludar de forma muy natural. Pensado eso, se quitó sus zapatos deportivos y se colocó unas zapatillas especialmente para él, y entró al pasillo. De pie frente a él, con un delantal y una cuchara en su mano derecha estaba una joven. Era de la estatura de Minowa, pero aunque Minoru había superado su estatura, ella no se sentía pequeña. ¿Era porque ella estaba relacionada con él como su hermana adoptiva? Ocho años atrás, cuando Minoru perdió a su familia, Norie Yoshimizu lo había acogido y criado. — Eh, Srta. Norie, lo he dicho muchas veces… que cuando cocine no vengas a recibirme… –dijo Minoru, mirando el cucharón. Norie cambió su expresión alegra a una descontenta. — ¡Y yo te he dicho hasta más no poder que no tienes que llamarme Srta. Norie, Mii! — Incluso si tú lo dices, ya me he acostumbrado a ello…. Ah, parece que en la cocina suena algo. Escuchando lo que Minoru decía, Norie quedó en silencio por un momento. — ¡Ah sí, es la olla que está hirviendo! –gritó y con un trote suave se fue saltando por el pasillo. Minoru exhaló suavemente mientras avanzaba por las escaleras hasta el segundo piso. En eso, escuchó otro grito. — ¡Hoy comeremos gyoza7! ¡Ahora a contratar a alguien que se encargue cubrirlas! —…Regreso en lo que me cambie de ropa -diciendo eso en voz alta, siguió avanzando por las escaleras. La gran habitación de Minoru tenía suelo recubierto de tatami, y estaba en la parte superior estaba la habitación de Minoru de una casa de 4 habitaciones construida hace 15 años. Basándose en la política, “tratar de no adquirir bienes 7 N.T: Bolas de masa hervida que generalmente van rellenas. innecesarios”, él no tenía muchos muebles. En el lado este de la pared había una pequeña cama, en el lado oeste estaba un estante, y al sur estaba un pequeño escritorio y una silla junto a una ventana de piso a techo. Sobre la mesa había un ordenador portátil que le obsequió Norie. No había televisores, grabadoras, consolas de juegos, ni nada similar. En el pequeño estante había alrededor de treinta novelas y libros académicos, y suponiendo que alguien fuese a pasar por ahí, tendría problemas ideando cómo pasar el tiempo. Pero para bien o para mal, no tenía amigos cercanos. Minoru colocó la parte superior e inferior de su uniforme escolar en un perchero, se quitó la camisa y la camiseta. Estando en boxers, y cuando pensaba abrir el armario y sacar unas piezas de ropa, su mano se detuvo de repente. Detrás de la puerta del armario, había un espejo grande. En él, se reflejó su cuerpo semidesnudo. Minoru frecuentemente escuchaba la frase ‘chico sombrío’, y al evaluarse sentía que estaba en lo correcto. Siempre tenía una mirada escéptica, su boca había olvidado como sonreír, generalmente estaba cerrada. Sobre sus cejas siempre estaba un largo flequillo, y aunque siempre sobresalía cuando corría, no quería cortárselo. Su contextura era más frágil que delgada, y la debilidad de su cuello y hombros era similar a los de una chica. Además, la sensibilidad del color de su cabello de alguna forma diluida confirmaba su aspecto sombrío. Por otro lado, su cabello no era blanco, sino que, dependiendo de cómo le llegase la luz, se veía gris. Ese no era su tono natural, pero todo ese cambio era resultado de lo que había sucedido hace ocho años. El simplemente podría usar un tinte negro para cambiarlo, pero los maestros y compañeros de clase no decían nada al respecto, por lo que lo mantuvo así. Minoru confirmó que su aspecto no había cambiado nada, fijó su mirada en su pecho desnudo – en el centro de sus costillas visibles. En su piel blanca no había dolor, ni abolladuras, ni protuberancias. Sin embargo, ya no había que negarlo más. Lo que sucedió hace tres meses no era un simple sueño. Allí se ocultaba algo. Era el responsable del misterioso fenómeno, el de evitar la manilla de la bicicleta y que el puño del compañero de clases de Minoru lo tocara. El resultado era que eso lo había protegido de tener lesiones, pero en lugar de gratitud, le causaba temor. Pensaba en todas las cosas anormales que sucedían, las cuales no podían ser explicadas por el sentido común del mundo en el que Minoru vivía. Mientras contemplaba esto, se le puso la piel de gallina. Pero —…Sentido Común… –después de susurrar eso, sus escalofríos inmediatamente desaparecieron. “Sentido Común. Sentido Común” Bajo la sección ‘sentido común’ en el diccionario de Minoru, un fragmento del novelista del siglo 19, Ogai Mori, estaba siendo citado. ‘El sentido común es la capacidad de comprender las ocurrencias normales y tomar las medidas apropiadas’ Si el sentido común era la capacidad de entender lo ordinario y actuar como se debía. Minoru ya había perdido ante esto. Pues, él no sabía dónde estaba el límite existente entre las cosas normales y anormales. ¿Correr diez kilómetros por la mañana? ¿Era normal? ¿No tener amigos con los que salir en los días de descanso era normal? ¿Qué hay de que alguien entre en la casa de otro y masacre a toda su familia? ¿Era normal que el responsable no fuese atrapado, aún después de ocho años? ¿Era anormal? Si todo eso se consideraba normal, entonces no debería sorprenderlos cuando alguien mejora su tiempo de trote, o cuando algo cayese del cielo, se alojase en su cuerpo y detuviese el tiempo para evitar que sufra alguna lesión. A pesar del hecho de que hubo un escándalo cuando señales transmitidas por una civilización extraterrestre fueron captadas por un telescopio en la luna, las cosas habían quedado en completo silencio en menos de seis meses. Lo que pudiesen pasar, sucederá. En este mundo todo era posible. Minoru desvió su mirada del espejo, se dispuso a colocarse la camiseta y pantalones de algodón, y luego salió de la habitación. Luego fue a la sala tras lavarse las manos en el baño que había en el primer piso, y enjuagarse la boca. Norie quien sostenía el tazón, salió corriendo de la cocina hasta la parte trasera de la casa. — ¡Justo a tiempo, Mii! Acabo de tener listos los ingredientes. — Ah… entonces yo… Minoru iba a decir que pensaba ayudar, pero quedó en silencio, mientras observaba el tazón. — Espera, ¿esto no es demasiada comida? La densa mezcla de ingredientes del gyoza – repollo, col china, cebolla verde, cebollino ajo, carne picada, y camarones Shiba medio picado – rebosaban en el tazón. En casa vivían solo Minoru y Norie, y los dos no eran de gran apetito, por lo que, independiente de cómo se viera, no lograrían comerse todo eso. Pero Norie rápidamente Norie, al escuchar eso, puso el tazón en la mesa y con gran orgullo dijo: — Incluso si sobra, se puede guardar
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