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Fragmento 01 
“¿Recuerdos?” 
“¿Qué son los recuerdos?” 
Ante la pregunta de Minoru, la mano de su hermana Wakaba quedó inmóvil 
mientras tomaba la natilla acaramelada que estaban merendando. Se quedó 
pensativa un momento antes de responder: 
— Mii, ¿recuerdas lo que merendamos ayer? 
— Eh… 
Minoru desvió su mirada desde Wakaba, que estaba sentada junto a él, hasta 
su madre en la cocina, quien estaba tarareando mientras lavaba los platos. Los 
aperitivos de los fines de semana siempre eran hechos por su propia madre. 
Cerca de las tres de la tarde, ella siempre preparaba natilla acaramelada, 
galletas, o pastel de la despensa junto a la cocina, como si fuese magia. Minoru 
y su hermana llamaban a esa despensa la ‘Habitación Secreta de Mamá’. 
Lo que apareció ayer de esa Habitación Secreta fue… 
— Eh… Sí, crema bárbara. 
— Eh… Era crema Bávara. 
Sonriendo, Wakaba limpió un poco el caramelo de la comisura de la boca de 
Minoru con una servilleta que había en la mesa y continuó: 
— Entonces, Mii. ¿Cuál te gusta más, la crema Bávara de ayer o la natilla 
acaramelada de hoy? 
Minoru pensó en esa nueva pregunta mientras miraba la natilla frente a él, de 
la que ya solo quedaba la mitad. Amaba ese postre que le preparaba su mamá. 
A diferencia de los que vendían en las tiendas, el caramelo no era amargo y la 
natilla tenía el sabor a huevo que debía tener. 
Pero también le gustaba la crema Bávara. Como sea, la crema que comió ayer 
era de fresa. Se derretía ligeramente en su boca como si fuese nieve. 
—…pero me gustan los dos… 
Incapaz de elegir, Minoru sintió que sus ojos comenzaron a humedecerse, y 
Wakaba le dio una palmadita en la cabeza de manera gentil, sonriendo. 
— Sí, a mí también me gustan ambos. Oye, Mii, ¿recuerdas el sabor de la 
crema Bávara de ayer? 
— ¡Sí! ¡Fresa! –gritó Minoru, olvidando rápidamente sus lágrimas. 
Desde la cocina, su madre volteó a ver hacia la sala, soltando una sonrisa ante 
la vista de sus hijos. 
— Sí, era de fresa. La razón por la que puedes recordar el sabor de la crema 
Bávara se debe al recuerdo que tienes dentro de ti sobre ella, Mii. Las memorias 
están recordándose. 
— Eh… 
Eso fue algo difícil para Minoru, pero pensó lo más que pudo en el significado 
de lo que su hermana acababa de decir y llegó a una conclusión. 
— ¡…Bueno, entonces memorizaré todos los postres que comamos a partir 
de ahora! 
— ¿Por qué? 
— ¡Porque si los memorizo, puedo recordarlos aún después de comerlos! 
¡Memorizaré las natillas acarameladas, las cremas Bávaras, los helados, todo! 
— Eh… 
Mirando fijamente el rostro de Minoru, Wakaba volvió a sonreír. 
— Bueno, entonces tendremos que disfrutar mucho comerlos todos. 
Cuando terminemos de comer, dibujemos la natilla de caramelo. Estoy segura 
que así podremos recordarla siempre. 
— ¡Lo recordaré por siempre y para siempre! ¡Y cuando crezca, les haré a ti 
y a mamá una natilla de caramelo, Waka! 
— Gracias. No puedo esperar. Es una promesa. 
Un recuerdo: Minoru, 4 años; Wakaba 7 años. 
* 
“Oye, Waka. ¿De qué están hechos los recuerdos?” 
Ante la pregunta de Minoru, la mano de su hermana Wakaba quedó inmóvil 
mientras hacía sus tareas de la escuela. Inclinó su cabeza con una expresión de 
asombro en su rostro. 
— ¿A qué te refieres con ‘de qué están hechos’? 
— Bueno… los recuerdos se construyen dentro de tu cabeza, ¿no? Entonces, 
cuando recuerdas jugar o cantar, cosas nuevas se van acumulando, y cuando las 
olvidas, algunas cosas se van, ¿no? Así que, ¿qué son esas cosas que se 
acumulan o se van? ¿Son palabras? 
— Vaya, Mii, has comenzado a pensar en cosas un poco difíciles –dijo 
Wakaba, sonriendo. 
No importaba cuántos libros leyese en casa y el jardín de niños, o cuántas 
cosas diferentes aprendiera, él nunca estaba tan cerca de alcanzar el 
conocimiento de su hermana, quien era 3 años mayor que él. Cuando Minoru le 
preguntaba por algo que le fascinaba, ella casi siempre le explicaría al instante, 
de una forma que fuese fácil de comprender. 
Pero ocasionalmente había veces en las que Wakaba no podía responder de 
inmediato, y Minoru amaba la mirada que ella mostraba en esos momentos. Era 
una expresión adulta, y siempre había una sonrisa ligeramente amarga mezclada 
en ella. 
— El medio de los recuerdos… Bueno. Ehh… Bien, en la cabeza de una 
persona… 
Hablando lentamente, Wakaba extendió su mano derecha y acarició el 
cabello de Minoru. 
—...hay un cerebro. Este está hecho de algo llamado neuronas, y estas estás 
conectadas por sinapsis. 
— ¿Neuronas…Sap…nisis? 
— Son ‘sinapsis’. La gente suele decir que nuestros recuerdos están 
almacenados en ellas, pero no saben de qué están hechos los recuerdos. 
Actualmente, científicos de todo el mundo están esforzándose por descubrirlo. 
— Eh… Entonces… ¿cuántas cosas de esas, sinapsis, hay en nuestras 
cabezas? 
Ante eso, la sonrisa torcida de Wakaba se intensificó. 
— Oye… ¿Hasta qué numero puedes contar, Mii? 
— ¡Hasta el cien! –gritó enérgicamente ese número, el cual finalmente había 
aprendido a contar recientemente, y Wakaba respondió “asombroso”, y le dio 
una palmada en el hombro. 
—…Entonces, se dice que todo el cerebro tiene cien billones de neuronas. 
Cien billones significan diez veces cien, diez veces más, y otras diez, y otras 
diez, y otras diez veces cien. 
— ¿Diez veces cien… diez veces cien… diez veces cien…? 
Minoru no podía ni entender el concepto de multiplicar por cien, y frunció el 
ceño. 
—...Entonces, ¿cuál es más grande, eso o el número de libros en la habitación 
de papá? 
El estudio de su padre tenía un estante construido en una de las paredes y 
estaba colmado de hileras de libros, viejos y nuevos. Minoru una vez intentó 
contarlos de principio a fin, pero incluso cuando llegaba a cincuenta, apenas 
alcanzaba una fracción de ellos, y perdía la cuenta. 
Wakaba sonrió y asintió: 
— Papá tiene una tonelada de libros. Quizá miles… pero cien billones es 
mucho, mucho más. Y sabes… supongo que hay diez mil sinapsis por cada una 
de esas cien billones de neuronas. 
— ¿…? 
Incapaz de imaginar el disparate de números que su hermana estaba 
mencionando, la boca de Minoru se abrió completamente. 
Abrazando a su hermano, Wakaba desvió la mirada hacia el cielo azul fuera 
de la ventana. 
— Cien billones de veces mil es un cuatrillón… El número de estrellas en 
nuestra galaxia, la Vía Láctea, es cien billones también, por eso, el número de 
sinapsis dentro de mi cerebro y el tuyo es igual al número de estrellas en diez 
mil galaxias juntas. Algún día serás capaz de contar… No, serás capaz de 
imaginar eso, Mii. 
Wakaba pausó un momento, sosteniendo a Minoru con fuerza, luego susurró: 
— Cuando llegues a ese punto, cuéntame también. Dime lo que sentiste con 
un cuatrillón de sinapsis, Mii. ¿Lo prometes…? 
De todas las cosas que su hermana había dicho, Minoru solo pudo entender 
la última. Por eso, mirando el rostro de su hermana, asintió vigorosamente. 
— ¡Sí, lo prometo! ¡Una vez que entre a la primaria, seré capaz de contar 
hasta un cuatrillón! 
Un recuerdo: Minoru 6 años y Wakaba 9 años. 
* 
“Waka... Tengo miedo, Waka” 
Wakaba apretujó a su hermanito en un abrazo como si estuviese segura de 
que nadie sería capaz de escuchar el débil quejido de Minoru. 
Sus brazos lo liberaron de inmediato, permitiéndole agacharse. Otro quejido 
amenazó con escapársele, pero Wakaba presionó un dedo en sus labios, y él 
logró contenerlo. 
Ambos estaban en la Habitación Secreta de Mamá, al final de la pequeña 
despensa que conectaba con la cocina. Sacando una enorme canasta de la hilera 
del fondo de los estantes, Wakaba rápidamente abrió la escotilla del 
compartimiento adicional bajo el pido que estaba escondido allí. Dos bolsas de 
arroz de 10 kilogramos estaban guardadas dentro, pero Wakaba las sacó con 
una fuerza que haría que una persona se preguntara de dónde habían sacado 
tanto poder esos delgados brazos. Luego empujó a Minoru ahídentro. 
Minoru desesperadamente agarró las manos de su hermana mientras trataba 
de levantarse. 
—…Waka, ¿a dónde vas…? –le preguntó con voz temblorosa. 
Wakaba respondió con una sonrisa muy gentil a pesar de estar tensa: 
— Tu hermana mayor llamará a la policía, por lo que te quedarás quieto aquí. 
— No… ¡Waka, quédate…! 
Wakaba interrumpió a Minoru con una voz llena de certeza y determinación: 
— Todo estará bien. 
—…Pero… 
— Está bien. Te protegeré, Mii. Confía en mí y solo cuenta silenciosamente 
allí, ¿bien? Si cuentas hasta mil, te haré una natilla acaramelada. 
— ¿En serio…? ¿Lo prometes? –preguntó Minoru con lágrimas en los ojos. 
Con una sonrisa en su rostro, Wakaba asintió firmemente. 
— Sí, lo prometo. No puedes salir de aquí por nada del mundo. 
La escotilla se cerró sobre su cabeza, y el compartimiento de almacenamiento 
quedó cubierto por la oscuridad. Escuchó dos sonidos pesados en sucesión. 
Luego el de un gran objeto siendo arrastrado. Wakaba colocó las dos bolsas de 
arroz en la canasta y las puso encima de la escotilla. 
El débil sonido de los pasos se fue reduciendo y desapareció al instante. 
Suprimiendo sus sollozos, Minoru comenzó a contar dentro de su mente. 
“Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…” 
Desde algún lugar a lo lejos, se escucharon golpes secos. Incluso unos pasos 
salvajes y fuertes que no pertenecían a nadie de la familia. 
“Cincuenta y dos, cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco…” 
Los pasos se acercaban. Algo grande se había roto y caído al piso de la sala 
de estar. Una silla del comedor cayó cerca. Alguien se acercaba a la cocina. 
Escuchó que abrían y cerraban violentamente las puertas del refrigerador y los 
gabinetes. Los platos y vasos eran arrojados con fuerza, rompiéndose. 
“Ciento veintinueve, ciento treinta, ciento treinta y uno, ciento treinta y 
dos…” 
Al final, el dueño de los pasos se detuvo en la despensa. La colección de 
especias que su madre atesoraba con tanto orgullo cayó y se dispersó. Ollas y 
sartenes se unieron a estas, en el suelo. Aunque no podía ver nada, tenía una 
imagen clara de la escena. Thud. Thud. Los pasos marchaban ahí una y otra vez 
como si estuviesen verificando el suelo. 
“Ciento cincuenta y cinco, ciento cincuenta y seis, ciento cincuenta y 
siete…” 
Pero cuando la canasta fue movida hasta la mitad, el movimiento se detuvo. 
“Ciento sesenta y uno, ciento sesenta y dos…” 
Los pasos se redujeron lentamente. Sonidos de destrucción volvían a 
escucharse desde la sala y la cocina. 
“Ciento ochenta, ciento ochenta y uno, ciento ochenta y dos…” 
Los pasos desaparecieron. Un extenso, extenso silencio se extendió. 
Minoru siguió contando. Tal como su hermana le había dicho, él contaba con 
todas sus fuerzas. 
Finalmente, las sirenas se acercaron. Se detuvieron cerca de la casa. Un 
montón de pasos estaba entrando. Escuchó diversos gritos tensos de gente 
adulta. 
“Cuenta, cuenta” 
Cuando contó hasta el 3.617, la canasta justo encima de él fue movida 
completamente, y la puerta del compartimiento se abrió. 
Entrecerrando los ojos debido al brillo, Minoru levantó la mirada. 
Pero lo que vio allí era el rostro de un hombre desconocido usando un traje 
azul marino y un sombrero con una placa dorada pegada en él. 
El rostro de alguien que no era Wakaba. 
Minoru nuevamente se hizo bolita y comenzó a contar. 
“Tres mil seiscientos dieciocho” 
“Tres mil seiscientos diecinueve” 
“Tres mil seiscientos veinte——” 
Un recuerdo: Minoru 8 años, y Wakaba 11 años. 
Y así, esas tres promesas quedarán sin completarse por toda la eternidad. 
 
Fragmento 2 
Julio de 2019. 
Dryden I, el radiotelescopio a gran escala construido dentro del cráter Dryden 
en el lado más remoto de la luna, captó una ráfaga de ondas de radio que era 
débil pero cargaba un significado. Era una señal muy corta con una frecuencia 
central de 1420.406 MHz, y constantemente se repetía dos, tres, cinco, siete, 
once, trece y diecisiete veces con pequeños intervalos en medio. 
Dos, tres, cinco, siete, once, trece, diecisiete. Esos son los primeros siete 
números primos, un hecho que hasta un niño de primaria podría entender. La 
noticia se esparció por el mundo, y entusiastas novatos, especialistas y expertos 
de cada campo concebible se dispusieron a analizar la señal en sí. 
Tomando las primeras letras de las palabras “siete números primos”, la señal 
fue denominada Señal SNP. Dentro de una semana, este “mensaje del espacio” 
había sido traducido de todas las maneras posibles y presentado en internet. Pero 
ningún argumento fue lo bastante fuerte para convencer a toda la gente. 
Fue solo después de que todo hubiese comenzado y terminado que se hizo 
claro que la Señal SNP había sido una advertencia para cierto desastre. 
 
Septiembre de 2019. 
En un número de regiones densas de energía de la Tierra, las primeras formas 
de vida extraterrestre que la raza humana encontraría, descendieron. Pero como 
eran demasiado pequeñas y no podían catalogárseles como tal, se reconoció que 
el hecho fue mayormente limitado a la gente involucrada a los encuentros. 
 
¿Había sido una coincidencia? 
¿O es que dentro de él habían invocado algo? 
Tras el encuentro, Minoru Utsugi se había preguntado eso muchas veces. No 
sabía la verdad. Sin embargo, una cosa si estaba clara: ese orbe negro había 
malinterpretado el deseo de Minoru. 
Incluso con el poder sobrenatural que el orbe negro le había otorgado, la 
soledad que Minoru ansiaba jamás sería suya. Eso era porque aún no había sido 
capaz de hallarla por su cuenta. 
Entonces, ¿qué era la definitiva y perfecta soledad absoluta que él había estado 
buscando desde ese día? 
 
1 
Pasando por la niebla matutina, el extenso y estrecho asfalto negro se extendía 
cada vez más. 
Las delgadas suelas de sus zapatos deportivos se aferraban a la superficie 
húmeda de la carretera, y él los removía. Inhalaba dos veces por la nariz a tiempo 
con su ritmo, y exhalada dos nubecillas blancas de aliento por su boca. Su corazón 
latía rítmicamente, con la sangre circulando por todo su cuerpo. 
Su respiración, su pulso, y expansión y contracción de sus músculos. Esas eran 
las únicas cosas que Minoru sentía al correr. 
Su índice de masa muscular estaba por debajo de la media, y no se encontraba 
inscrito en el equipo de atletismo de su escuela ni nada por el estilo, por lo que su 
meta no era definirse o entrenar. Ni siquiera sabía si siempre había sido aficionado 
a las carreras. 
La razón por la que Minoru tenía el hábito de correr 10 kilómetros diarios era 
esa, solo mientras corría, no pensaba en nada. Incluso sentía que su respiración y 
el bombeo de su sangre erradicaban los recuerdos inútiles. 
Esa era la razón por la que, ciertamente, él quería correr tarde en la noche en 
lugar de temprano en la mañana. Al final del día, correr por la vía de recreación 
en el terraplén guiado solo por la luz de la luna y de la lejana ciudad, él quería 
tomar los recuerdos acumulados en el día y desaparecerlos completamente con su 
sudor. 
Pero una vez, cuando en realidad trató de salir a correr a eso de las 10 de la 
noche, su hermana adoptiva, Norie Yoshimizu, gentilmente le prohibió de una 
forma que no dejaba espacio para discusiones. 
En la noche, el lecho del río Arakawa realmente estaba lleno con los rugidos 
de motocicletas modificadas. También era impensable que desobedeciera a 
Norie; él solo era un estudiante de secundaria, completamente dependiente de ella 
para todo en su vida diaria. 
Es por eso que Minoru mantenía el hábito de correr cada mañana desde que 
empezó, hace cinco años, hasta la fecha: 3 de diciembre de 2019. 
Pateaba. Su pecho se hinchaba. Inhalaba y exhalaba. 
Estaba demasiado húmedo para una mañana de diciembre, y con la cremallera 
de su Windbreaker bajada hasta la mitad, el aire se sentía bien en su pecho. De 
acuerdo al pronóstico del tiempo, solo tenía un par de días máspara vestir ligero 
durante sus salidas a correr. La ventaja de correr bajo la lluvia usando un 
impermeable a mediados de invierno era que podía tener el curso de casi 10 
kilómetros enteramente para él, pero estaba en peligro de exagerar en ello antes 
de ir a la escuela, agotando su energía física y mental. 
Claro, hasta cierto límite, era inútil correr si no se estaba en una competencia, 
pero sus prioridades necesitaban ser solventadas si estaba dispuesto a terminar 
durmiendo en clases y haciendo enojar al profesor. Minoru corría para reiniciar 
sus recuerdos, pero si ganaba la ira del profesor en el proceso, le tomaría X 
cantidad de semanas olvidarlo. 
La última vez que fue regañado por un profesor fue hace dos años, en el 
segundo semestre de octavo grado. Su profesor de aula había anunciado que la 
tarta de cereza casera de Norie caía en la categoría de ‘dulces’, lo cual estaba 
prohibido en la escuela. Una vez que recibió esa crítica, el pastel fue confiscado. 
En ese momento, su profesor había ido tan lejos como para hablar mal de la 
hermana adoptiva de Minoru. Mientras suprimía desesperadamente la necesidad 
de contestar, terminó derramando un par de lágrimas. Un cruel compañero de 
clases lo vio y se burló de él; esa vez, no pudo contenerse… 
— ¡¡…!! 
Apretó sus dientes y mejoró su ritmo. Acelerando el curso a casi la misma 
velocidad de una carrera, escupió los fragmentos de una frase. 
— ¡¿Por qué… recordé… eso?! 
Olvidar. Necesitaba olvidar. Tenía que olvidar todos los recuerdos, incluyendo 
los de su estupidez. 
Eso era porque seguramente se conectarían todos. Se unirían a ese día de hace 
ocho años. El recuerdo del día en que su mundo fue destruido completamente – 
el día en el que contó con todas sus fuerzas en un agujero oscuro. 
Pateó el asfalto tan duro como pudo. Su respiración se distorsionó y su pulso 
aumentó. Aun así, eso no era suficiente. Necesitaba luchar con más fuerza, o no 
sería capaz de reiniciar su mente, la cual estaba sumergida en memorias como 
agua negra. 
“Corre, corre” 
Si solo pudiese ir corriendo así hasta que su corazón o sus pulmones se 
rasgases. Si pudiese hacerlo, dejaría atrás todos esos recuerdos e iría algún lugar 
además de aquí… 
Sin embargo, después de unos segundos, postes plateados emergieron desde la 
niebla matutina. Bloqueaban a los carros, evitando que entraran al carril, y él los 
usaba como marcadores de línea inicial y final de su ruta de trote. 
Suprimió sus impulsos, y disminuyó su ritmo poco a poco. Una vez que la brisa 
que refrescaba su cuerpo se esfumó, el sudor comenzó a emerger desde el fondo 
de su Windbreaker. Su respiración y pulso regresaron inmediatamente a la 
normalidad. 
Tras secar el sudor de su frente con su muñequera, presionó el botón detener 
de su reloj deportivo en su muñeca izquierda. Una vez que escuchó el ‘beep, 
beep’, miró con recelo la pantalla LCD. Al ver los números digitales que estaban 
siendo mostrados, frunció el ceño sin notarlo. Había anticipado esto, pero 
realmente, él hoy estaba aún—— 
—…Demasiado rápido… –susurró, las palabras se deslizaron de su boca. Y las 
sopló con un profundo suspiro. 
Como había estado realizando estas carreras matutinas de diez kilómetros 
durante 5 años seguidos, terminó desarrollando confianza en sus habilidades de 
carrera a larga distancia, aunque humilde. Pero era por esa razón que podía 
declarar que esta vez fue demasiado rápido. El tiempo de una persona no era algo 
que pudiese mejorarse con demasiada facilidad. Mientras el tiempo aumenta y 
disminuye diariamente dependiendo de condiciones como estado físico y clima, 
la gente se hace más rápida poco a poco en cuestión de meses – no, comprenden 
que se han vuelto más rápidos tras el hecho. Al menos así era cómo hacía sido 
hasta ahora. 
A pesar de eso, el número que ahora era mostrado en el reloj de Minoru se 
había reducido casi tres minutos, en comparación a los de hace 3 meses. 
Aunque había corrido un poco al final, en realidad intentó contenerse durante 
la corrida. 
Su mano derecha seguía en su reloj, y la movió al nivel del pecho. Presionó 
ligeramente su esternón con un dedo. No sintió dolor ni nada extraño. Pero sí, 
definitivamente podía sentirlo. Un ligero rastro de alguien respirando 
calmadamente directamente sobre su pecho. 
—…¿Fue debido a ti? –susurró. No recibió respuesta. 
A estas alturas, esa era la única explicación. 
Lo que pasó hace tres meses no fue un sueño. Algo había caído desde el cielo, 
se deslizó dentro de su cuerpo a través de su pecho, y desapareció. No, se había 
asimilado con su tejido. 
Debido a esa cosa, su tiempo de carrera había mejorado anormalmente. Eso no 
era todo. También tenía la sensación de que sus sistemas auditivo y visual eran 
mejores que antes. 
“No hay manera. Son tonterías” –en su corazón lo negaba, pero al mismo 
tiempo, otra versión de sí mismo le susurraba–. “El sentido común no es más que 
una ilusión” 
Cada evento que pudiese suceder, sucedía; sin importar lo anormal, aterrador, 
o triste que pudiese ser. 
Tenía lo que le sucedió a su familia. Los cuatro vivían juntos, pero un día, todo 
fue destruido de repente, sin dejar rastro. 
— ¿Y qué importa…? –espetó en casi en silencio, bajando su mano derecha. 
¿Qué importaba lo que fuese esa cosa que había entrado a su cuerpo, y qué 
importaba si había aumentado o disminuido el tiempo que le tomaba correr diez 
kilómetros? No era como si estuviese corriendo para una competencia. 
Lo que deseaba era que los días le pasaran, claros e incoloros. Quería vivir 
pacíficamente, como un fantasma; sin crear recuerdos extra, ni estar pegado a los 
recuerdos de alguien más. 
“Sí, ahora soy como un fantasma. La verdad es, que se suponía que yo muriese 
ese día, junto a mi padre, mi madre, y… mi hermana” 
Hablándose a sí mismo silenciosamente, Minoru desvió la mirada a una 
dirección distinta. Un poco más adelante, podía ver las escaleras que descendían 
del terraplén. Desde ahí, había cerca de un kilómetro hasta su casa. 
Cambió el modo de su reloj de cronómetro al modo normal, confirmando que 
le quedaba tiempo suficiente hasta el inicio de clases. Levantando la cabeza, echó 
un vistazo al cielo rojizo. Otro día comenzaba, no era diferente del día anterior. 
Mientras giraba para dirigirse a las escaleras, repasando su horario 
mentalmente—— 
——escuchó unos pasos rítmicos provenientes de detrás de él. Estaba siendo 
superado por otra persona trotando por la misma ruta. 
Minoru se movió hasta el borde izquierdo del carril por un momento. En esa 
zona, la gente solo podía correr en el centro del camino debido a los postes que 
alejaban a los carros, y si bloqueaba esa parte, estaría obstaculizando a un 
corredor tratando de pasar. Dicho corredor podría chasquearle la lengua, irritado, 
y luego Minoru quedaría estancado con un montón de esos asquerosos recuerdos 
que intentaba con esfuerzo limpiar de su cabeza. 
Mientras esperaba que el corredor pasara, miró al conjunto de rascacielos en el 
nuevo centro urbano de Saitama, el cual brillaba en la distancia mientras eran 
golpeados por el sol matutino de mediados de invierno. Luego—— 
Los pasos disminuyeron poco a poco, deteniéndose justo detrás de Minoru. 
Escuchó respiros vagamente dolorosos y percibió un ligero aroma. No podía 
verla, pero podría tratarse de una corredora. Parecía que, como él, ella también 
solía usar este punto como su línea de meta. 
Si es así, no había razón para que él se quedase ahí hasta quién sabe cuándo. 
Manteniendo su rostro desviado, Minoru se fue por las escaleras, pero no pudo 
evitar detenerse de nuevo. Desde una posición diagonal detrás de él a su derecha, 
ella de repente lo llamó. 
— Oh, espera… Eres… Utsugi-kun… ¿cierto? –dijo ella entre alientos. 
En eso, él se detuvo con un sobresalto. Su voz no sonaba familiar. Ni siquiera 
tenía un recuerdo de una carrera conocida por este trayecto. De ser así, ya él 
habríacambiado a un horario o lugar diferentes. 
Por un momento, consideró que ella se había equivocado y salir corriendo, pero 
tras tantos fracasos anteriores, aprendió que esa respuesta escapista impulsiva no 
era la elección óptima. Desistió de huir y se dio vuelva con un movimiento 
extraño. 
Cerca de dos metros de distancia de él, una mujercita –no, una chica– estaba 
de pie con sus manos sobre sus rodillas, exhalando enormes bocanadas de aire 
blanco. Parecía ser de la misma edad de él, o un poco más joven, delgada y con 
el cabello corto. Parecía delicada a simple vista, pero los brazos y piernas que 
sobresalían del uniforme deportivo color verde pastel estaban sólidamente 
ejercitados, y era obvio que corría regularmente. 
Y sí, tenía una ligera sospecha de que podía recordar ese rostro, el cual lo estaba 
mirando. 
—…Eh… bueno… 
Dudó, incapaz de decir ‘Disculpa, ¿quién eres?’. Su ligera sonrisa desapareció 
y su boca se torció; la frunció tremendamente. Inhalando profundamente como si 
finalmente hubiese recuperado el aliento, se enderezó, colocó ambas manos cerca 
de la parte trasera de sus caderas, y—— 
— Minowa. 
— ¿Qu-qué? 
— Tomomi Minowa. Soy estudiante de segundo año de la Secundaria Yoshiki, 
Clase 8. 
Entonces, giró su mirada a un lado y vio la cara que no parecía tener impresión 
alguna. 
—…O-oh… 
Sin saber cómo reaccionar, lo primero que hizo fue afirmar sutilmente con la 
cabeza. 
Minoru iba a la Secundaria Yoshiki, una escuela pública ubicada en la 
Prefectura de Saitama, y él estaba en el mismo año, pero sus clases eran 
diferentes. Minoru estaba en la Clase 1, la cual estaba en el lado opuesto del 
recinto escolar, y habiendo estado en ese instituto por tan solo ocho meses, era 
entendible que no recordase el rostro de alguna chica llamada Tomomi Minowa. 
Él solo había pensado cosas de esas cuando Tomomi volvió a abrir su boca. 
—…Y estuve en la Clase 2 en Hachi Middle en octavo grado. 
—…O-oh… 
Esta vez asintió más fuerte que antes. 
El Hachiou Middle School era otro colegio al que Minoru había asistido. 
También recordaba haber estado en la Clase 2 cuando estudiaba octavo grado. 
Eso significaba que hace tan solo dos años –no, técnicamente un año y nueve 
meses–, la chica que Minoru tenía ante él había sido su compañera. 
Recordar los rostros de la gente no era su punto fuerte. No los miraba 
apropiadamente durante las conversaciones, por lo que se podía decir que era de 
esperarse. Aun así, debió haberle hablado, al menos, un par de vece si habían 
estudiado en la misma clase durante un año. ¿Acaso esa dificultad de recordar 
significaba que sus corridas diarias para reiniciar la memoria estaba siendo más 
efectiva de lo que pensaba…? 
Mientras Minoru pensaba en esas cosas, de su cerebro surgió un leve recuerdo 
e inmediatamente cambio la expresión de su cara. Frunció el ceño tratando de 
deshacerse de ese recuerdo lejano. 
— Eh… Minowa… Minowa… Oh… me parece que solías tener el cabello más 
largo –Minoru murmuró. 
En un destello, la sonrisa regresó al sombrío rostro de Tomomi. Ella 
rápidamente asintió, sacudiendo su corto cabello. 
— ¡Si, así es! Me lo corté antes de comenzar la secundaria. 
—…Ah… 
¿Acaso era el punto donde se suponía que preguntara por qué se lo había 
cortado? 
Pero afortunadamente no tendría que preocuparse por eso; Tomomi salió dando 
la respuesta mientras se agarraba los extremos de su cabello, el cual fue cortado 
3 centímetros por encima del hombro. 
— El cabello largo no está permitido para los nuevos miembros del equipo de 
atletismo. En la escuela media estaba bien mientras lo amarrases, claro. 
— Ah, con que es así –dijo Minoru, dando la respuesta más neutral posible. 
Minoru terminó pensando que, si ella encontraba las reglas de equipo 
irrazonables, solo debería hacer que las mejoraran, o ella dejara el equipo, pero 
él no dijo nada de eso. Él había escuchado que los clubes, y equipos deportivos 
en partículas, no eran fáciles de abandonar, y si los nuevos miembros se quejaban 
por las viejas reglas, crearía otras molestias en ello o en sí mismas. 
“No, eso está más allá del punto” 
Poniéndolo simple, a Tomomi Minowa le gustaba el atletismo… amaba correr. 
Por eso, probablemente estuvo dispuesta a cortarse el cabello. 
Esos pensamientos llamaron otro destello de recuerdos: una chica en escena en 
una asamblea estudiantil matutina haciendo reverencias mientras el director le 
entregaba un certificado de aprobación, su coleta se balanceaba alegremente en 
la parte posterior de su cabeza. 
— Oh… Minowa, ¿por casualidad, competiste en las nacionales en el último 
año de la escuela media…? 
— ¡Tardaste mucho en recordarlo! –Tomomi gritó con una expresión de 
disgusto antes de volver a su sonrisa–. Pero así es como son las cosas cuando 
siempre hablas sobre las extracurriculares de alguien más, ¿cierto? Y aunque fui 
a las nacionales en la escuela media, quedé en el décimo lugar… Y este año, no 
logré pasar a las calificaciones de la prefectura… 
— B-bueno, creo que es grandioso. No es fácil estar entre los diez mejores del 
país. 
Un sonrojado Minoru había tratado de calmar las cosas, pero por alguna razón, 
la boca de Tomomi volvió a hacer un puchero. 
—…Dices eso, pero Utsugi, no podía siquiera estar a tu altura. 
— ¿Eh? 
— ¡Comencé a seguirte cuando te vi en el puente Hanekura, pero hasta que 
llegué aquí, no pude siguiera acercarme a ti! 
—…N-no lo noté. 
—…Por lo que veo, ni siquiera estás sudado. 
— Es debido al frio que hace hoy… –dijo, dando excusas mientras sentía 
pánico interno. 
No había comprendido para nada que una estudiante de su misma escuela lo 
hubiese visto correr que ella lo hubiese estado siguiendo. Lo peor, su ritmo había 
sido tan—— Él nunca había soñado que se pondría al mismo nivel que una 
miembro del club de atletismo femenino que había ido a las nacionales. 
Los enormes ojos marrones de Tomomi se fijaron en Minoru con una mirada 
fuerte cuando él quedó en silencio. 
— Utsugi, ¿no corriste nunca en la escuela media o secundaria? 
—…No. 
— ¿Corres a diario aquí? ¿Desde cuándo? ¿Qué tanto corres? 
— Eh… 
Él no sabía qué exagerar o minimizar para engañarla, por lo que respondió con 
honestidad. 
— Unos diez kilómetros durante cinco años. 
— ¡Vaya——! ¡Asombroso! Ni siquiera en nuestro equipo hay tanta gente que 
practique cada mañana de forma independiente, y menos así –dijo Tomomi 
audiblemente, dando su interpretación de la respuesta de Minoru con otra sonrisa 
en su rostro. Luego fue directa y dijo las palabras que Minoru había temido–. 
¡Eres muy rápido, deberías unirte al club! 
— Eh… Eh… 
No era como si pudiese responder ‘eh-eh’ a todas las cosas. 
De pertenecer a un club, él probablemente habría construido muchas veces más 
recuerdos de los que había hecho hasta ahora. Además, la velocidad que había 
despertado el interés de Minoru no era algo que había ganado por correr durante 
cinco años. Solo podía pensar que fue causado por ese algo que entró en su cuerpo 
hacía tan solo tres meses. 
No había forma de que pudiese competir contra los miembros del club de 
atletismo – quienes sinceramente se estaban esforzando – con lo que podía 
llamarse una habilidad prestada. También estaba la posibilidad de que, 
repentinamente, pudiese perder su velocidad de la misma forma como la había 
ganado. Si se unía al club porque ella lo invitaba y en eso se volviese más lento… 
El solo hecho de pensalo lo había sudar frío. 
—…Bueno… 
“No es como si esté corriendo para ser más rápido” 
Minoru seguía rebuscando en su cerebro por una buena respuesta, pero antes 
de poder juntar las palabras… 
— ¡…! 
Sus oídos – los cuales se habían vuelto más sensibles últimamente – captaron 
algo como un ligero chirrido. Mirando por reflejo a su derecha, vio una sombra 
avanzando rápidamente hacia ellos a través de la densa niebla matutina. 
Una bicicleta – un ciclista. Iba a cruzar a través del espacio entrelos postes sin 
disminuir. Y encima de ese camino estaba Tomomi Minowa. No era claro si el 
ciclista era consciente de las figuras frente a él, pero Tomomi obviamente no lo 
había notado. 
A estas alturas, ellos se tocarían – no, chocarían – en menos de tres segundos. 
Si iban a ser golpeados por una bicicleta que parecía ir a 30 kilómetros por hora, 
no saldrían de ahí con solo rasguños. 
Finalmente, visualizando a Tomomi, el ciclista gritó: 
— ¡Oye! 
Ante ese grito, Minoru finalmente se movió. Dando un paso hacia adelante, 
extendiendo su mano derecha, y envolviéndola alrededor de la espalda de 
Tomomi, jalándola hacia la izquierda. Los delgados neumáticos de la bicicleta de 
carreras se pararon mientras el ciclista presionaba los frenos, deslizándose por la 
carretera humedecida por la niebla matutina. 
Minoru había empujado a Tomomi fuera del camino de la bicicleta, y como 
una reacción, él cayó hacia adelante. La bicicleta se acercó desde la derecha, 
incapaz de detenerse. 
Lo golpearía. 
Minoru contuvo el aliento. Su corazón latió. 
En eso—— 
Algo sucedió. 
 
Todos los sonidos murieron. Todo su campo visual adoptó un color 
ligeramente azul. 
Las suelas de sus zapatos dejaron el suelo, su cuerpo se elevó unos centímetros. 
Las palancas de freno, pegadas como cuernos en los mangos de la bicicleta de 
carreras, hicieron contacto con el brazo derecho de Minoru. O eso es lo que debió 
haber sucedido. 
Pero Minoru no sintió nada. No hubo dolor, impacto, ni mucho menos la 
sensación de tocar algo. 
Aunque la bicicleta viró a la derecha como si hubiese sido desviada y 
balanceada, el ciclista apenas recuperó el equilibro y regresó al centro de la pista. 
Casi al mismo tiempo, ese algo que visitó a Minoru, lo dejó. 
El color del mundo volvió a ser el de siempre, sus pies flotantes tocaron el 
suelo. El extraño silencio había desaparecido, trayendo nuevamente la gran 
variedad de sonidos ambientales. 
— ¡Ten más cuidado! –rugió el ciclista. 
Se volvió para mirarlos a través de sus lentes de sol mientras avanzaba 
lentamente, luego aceleró la bicicleta hacia el norte. 
Minoru no tuvo tiempo de ser agradecido por no haber sido un gran accidente. 
“¿Qué fue lo que sucedió?” 
Tratando de mantener el equilibrio, suspiró. Se llevó la mano a la frente de sus 
ojos. 
La bicicleta definitivamente debió haber entrado en contacto con su mano. Eso 
no fue un roce. El impacto debió ser suficiente para cambiar el curso de la misma, 
por lo que era extraño que él no hubiese sido enviado a volar, o que tuviese un 
moretón. 
Pero no importaba cuantas veces analizara su mano derecha, no podía 
encontrar moretones o cortes. Claro está, no había ni dolor. 
— ¡U-Utsugi! ¿Estás bien? 
Escuchando esa pregunta con una voz ronca, Minoru bajó su mano derecha, 
miró hacia su izquierda. 
Estaba Tomomi Minowa, con ambas manos en frente de su pecho. Sus cejas, 
las cuales estaban bien definida para una chica en estos días, estaban levantadas 
por impresión. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos abiertos, y su 
boca tenía forma de un ovalo. Al ver esa expresión tan totalmente amplia—— 
Una pequeña risa se le escapó. Sonrojado, Minoru se cubrió la boca y se 
disculpó. 
— L-lo siento. Tu rostro se vio demasiado gracioso, Minowa. 
Tomomi parpadeó ante eso, confundida, y luego sus mejillas se ruborizaron. 
— ¿Y qué? ¡Estaba preocupada! ¡Las cosas siempre se han mostrado en mi 
rostro! ¡Más importante, ¿estás herido?! ¡La bicicleta te acaba de golpear! 
—…Sí, pero… 
Minoru ajustó su expresión y le mostró su mano derecha. 
— Parece que está bien. No estoy herido en ninguna parte. 
— ¿E-en serio? Me alegro… –dijo, pareciendo lo más aliviada posible. 
Luego se mordió suavemente el labio y de repente miró al suelo. 
— Lo siento. Fui realmente una tonta, gracias por ayudarme. 
— E-está bien… Me alegra que no te hicieras daño. 
Incluso ante esa respuesta de Minoru, la pequeña corredora se mantuvo 
cabizbaja unos cinco segundos más, luego la levantó tímidamente. 
—…Casi me arrolla una bicicleta antes. Por eso es que siempre he salido a 
entrenar en Akigase, pero… 
El lugar que Tomomi mencionaba era un enorme parque construido en el 
terraplén a lo largo del curso principal del río Arakawa al suroeste del distrito 
Sakura de la ciudad de Saitama, prefectura de Saitama. Era un lugar popular para 
trotadores, pero Minoru no frecuentaba mucho el lugar. Cuando iba a un gran 
parque, no solo el Akigase, se despertaban viejos, viejos recuerdos. 
 
—…La bicicleta iba bastante rápido en este camino, ¿eh? Pero me alegra que 
nada pasara. 
Minoru dijo esas palabras luego de haber estado pensando, Tomomi 
finalmente mostró una sonrisa. 
— Sí. Gracias, Utsugi, en serio. Hemos de ir a un retiro de entrenamiento con 
otros equipos muy pronto, por lo que habría sido terrible si yo me lastimase. 
Utsugi, realmente, siempre has sido… 
Ella hizo una pausa y Minoru giró la mirada ligeramente. 
Ante eso, la expresión de Tomomi se volvió más vacilante. Luego comenzó 
a hablar. 
—…Eh, hubo una vez en octavo grado donde realmente alzaste tu voz en 
clase –lo cual era inusual en ti, ¿no, Utsugi? Lo recuerdo bien. Te enojaste 
porque el profesor decía cosas malas sobre tu hermana. Yo me molesté mucho, 
y quería contestarle al profesor, pero tuve mucho miedo. Fue ahí cuando pensé: 
“Utsugi tiene algo de valor… y es buena persona…” 
Esas palabras de Tomomi… 
Minoru las había dejado de escuchar a la mitad. 
No podía respirar. Su temperatura corporal se elevó, pero sus extremidades 
estaban tan frías como el hielo. 
Él lo había olvidado – era un recuerdo que ya debería haber olvidado. Uno 
del que no debería ni recordar una palabra. 
Mantuvo la mirada en el suelo. Apretó sus manos con fuerza. De alguna 
forma logró inhalar y exhalar a través de su garganta cerrada. 
— ¿Utsugi? –dijo Tomomi, dudosa. 
—T-tengo que llegar pronto a casa, o llegaré tarde a clases. Bueno, nos 
vemos… 
Minoru respondió con una voz ahogada, sin siquiera mirarla. 
Luego volteó su rostro en otra dirección y corrió a toda velocidad hacia las 
escaleras un poco más adelante. Tomomi Minowa pensaría que se veía extraño 
corriendo así. Para ser precisos, que pensaran de él como un extraño le 
produciría más recuerdos que no pudiese borrar fácilmente. 
Sabiendo esto, no podía evitar no correr. 
“…Y he estado trabajando tan duro para no destacar. Entonces, ¿por qué la 
gente sigue recordándome? ¿Por qué simplemente no me dejan solo?” 
Soledad. Él quería tener soledad. Quería mantenerse acurrucado por siempre 
en un mundo negro donde no se mantuviese en los recuerdos de nadie y no 
recordase a nadie. 
Incluso ya habiendo bajado las escaleras de concreto, e ingresado a la calle 
residencial, Minoru seguía corriendo desesperadamente. Ese fenómeno anormal 
que lo había invadido –o protegido– antes fue olvidado casi por completamente. 
 
2 
¡Malísimo! 
Estaba asqueroso. Era basura que no merecía ser llamada comida. 
Hikaru Takaesu escondía perfectamente su burla mientras bajaba su cuchillo 
y tenedor, y se secaba la boca con una servilleta. 
Cuando levantó su vaso de vino y lo acercó a sus labios, quiso tomar el objeto 
inorgánico liso y duro y triturarlo completamente en su boca para limpiar su 
paladar – la urgencia lo atacó, pero claro, no podía hacerlo. 
Tras retener un sorbo de vino blanco en su boca y saborearlo como si 
estuviese masticándolo, tragó. Tal como el mesero le había sugerido, tanto el 
aroma como el sabor del vino carecían de algo; aun así, era mucho mejor que la 
comida. 
Con la copa en su mano derecha, bajó la mirada al montón de espagueti que 
quedaba en el plato. Había escuchado que el fettuccine1 casero era el platillo 
que destacaba en el menú de este restaurante, si esto era lo mejor que podían 
hacer, usar tallarines secos quizá habría sido mejor y más comestible. A 
diferencia de los tallarines secos, cuando se volvíapasta que no era preparada 
al dente2 porque el centro quedaba crudo, si uno no prestaba mucha atención a 
los ingredientes, la preparación de la masa, y el ajuste de cocción, era fácil 
perder la firmeza, la cual era el alma de la pasta. 
Ese era el caso con el fettuccine en este restaurante. La harina era mala, el 
amasado era pésimo, y la forma de cocción era asquerosa. 
Como resultado, no había firmeza al masticar y se reducía a una masa babosa, 
pegajosa y empelotada. 
Firmeza. El factor que debía ser considerado el más importante al cocinar, no 
solo la comida italiana que Takaesu criticada principalmente, no era el sabor, 
aroma o presentación, sino firmeza—— la forma como se sentía en la boca. 
Morder, rasgar, triturar, aplastar. Esas acciones activaban los instintos 
primitivos en los seres humanos y creaban la satisfacción en el acto de comer. 
Cualquiera preferiría el sabor de un tazón de carne 300 yenes con nervudo 
 
1 N.T: Un tipo de pasta. 
2 N.T: Al dente es el estado de cocción de la pasta o el arroz que demuestra firmeza al ser mordida. 
importado sobre carne Kuroge wagyu convertido en sirope usando un triturador 
de alimentos. 
Los chefs que no tenían el instinto para usar la textura a su favor, realmente 
carecían de talentos en otras áreas. A estas alturas, el secondo piatto3 siendo 
servido luego probablemente también sería una decepción. Él preferiría 
levantarse e irse, pero no podía. Había venido aquí por sugerencia de alguien en 
los medios que frecuentaba este lugar, por lo que no tenía más elección que 
escribir un artículo que estaba presentándose por su propia cuenta. 
Tomó su cubierto de mala gana, y cuando se forzaba a dar otro bocado al 
fettuccine que era más asqueroso que comida de perro, un hombre con atuendo 
de chef salió de la cocina. 
El sonriente, y barbudo hombre que no daba impresión de estar limpio era el 
jefe y dueño del restaurante, si a Takaesu no le fallaba la memoria. 
— ¡Buenos días, Sr. Takaesu! ¿Qué le parecen todo hasta ahora? –el hombre 
se dirigió audiblemente hacia Takaesu, quien le devolvió la sonrisa solo por 
apariencia. 
— Lo estoy disfrutando, gracias. 
— Bueno, me alegra oírlo. Le serviremos más platillos preparados 
cuidadosamente esta noche, y… ¡Oh! Correrá por cuenta de la casa. ¡Este 
próximo platillo será muestra! –dijo el chef, colocando una copa llena de vino 
spumante rosso en la mesa. 
Cielos, ¿qué tipo de sentido podía tener este chef? En realidad servido vino a 
Takaesu –y vino espumoso– detrás del restaurante sin siquiera mostrarle la 
botella. Takaesu pudo sentir como su irritación se alzaba de nuevo, pero el chef 
no mostró signos de haberlo notado, y por alguna razón eligió esta vez para 
estrechar manos. 
Sin más alternativa, se levantó extendió su mano derecha mientras sonreía. 
“¿Por qué no lo masticas…?” –algo en él le susurró. 
Él levantó un dedo tosco, rustico y manchado de tabaco de una mano derecha 
que no podía creer que perteneciera a un chef y… le dio una leve mordida. 
 
3 N.T: Proviene del italiano y significa Segundo Platillo. Se refiere generalmente al grupo de platos principales 
en gastronomía italiana. 
Tras dividir la piel y la carne y llegar a la falange, lentamente aplicó más 
presión. Todas las texturas estaban ahí: primero, la membrana del hueso exterior 
se separó, el hueso compacto crujió y los canales de Havers4 se asomaron. 
Luego la membrana del hueso interno dio su resistencia final. Cuando Takaesu 
mordió con más fuerza, el increíblemente jugoso tuétano estalló. Al dente. Al 
dente. Un al dente placentero. 
— ¿Señor…? –preguntó el chef. Una ligera confusión se notó en su voz. 
Takaesu parpadeó. Comprendió que aún seguía apretando la mano derecha 
del chef, y la soltó mientras aún sonreía. 
— Qué rudo de mi parte. Solo pensaba en cómo esta mano había creado la 
maravillosa comida de esta noche y quedé conmovido. 
Ante esto, el chef le devolvió una sonrisa tensa mientras masajeaba su mano 
derecha con la izquierda. 
— Oh, ¡ja, ja! Soy yo quien quedó conmovido al escuchar eso de alguien de 
su categoría, señor. 
La razón por la que el chef estaba un poco nervioso quizá no se debía a que 
Takaesu había apretado su mano por unos cinco segundos, sino porque él no 
fue quien elaboró el montón de platillos. Takaesu, sin embargo, no estaba 
interesado en quejarse por eso. El día que comiera espagueti fresco amasado 
por manos que estaban llenas de tabaco era el día en el que necesitaría darle a 
alguien una retahíla considerable en su revista, incluso si tuviese que quemar 
un puente o dos. 
Mirando al chef regresar rápidamente a la cocina, Takaesu enderezó el cuello 
de su traje personalizado y se sentó. Tomó un sorbo del vino espumoso, calmado 
a esa cosa que latía en el suave tejido de su mandíbula inferior. Thump. Thump. 
La fuente de esa sensación de comezón, dolorosa, incómoda, pero placentera 
era una protuberancia con un diámetro menor s los dos centímetros. Él no había 
sido doctor, pero estaba convencido que no se trataba de ningún tipo de tumor. 
Sabía eso porque el orbe rojo –parecido al ojo de una criatura viviente– no se 
trataba de algo nacido dentro del cuerpo de Takaesu. 
 
4 N.T: También llamado conducto de Havers, es por donde circulan los vasos sanguíneos y nervios que se 
ocupan de la irrigación de las células estructuradoras del tejido óseo compacto. 
El ojo había venido de algún lugar de fuera. Fuera de Tokio... Japón… y 
quizá de la mismísima tierra. Y una noche, hace 3 meses, se deslizó hacia la 
parte inferior de su mandíbula y le otorgó dos cosas: lo primero era la necesidad 
de masticar. Lo segundo era el poder para hacerlo. 
Desde entonces, esa cosa – ya que estaba dentro de su cuerpo debería llamarla 
esta cosa – lo tentaba constantemente. Lo incitaba a llevar cosas a su boca, 
morderlas, masticarlas. Le decía que ya no era humano, sino un depredador 
moviéndose hábilmente a lo largo de lo más bajo de la ciudad en busca de una 
presa. 
Pero mientras Takaesu era capaz de llamarse a sí mismo un crítico 
gastronómico, no tenía intención de colocar cosas en su boca si no tenían valor 
de ser mordidas. Cosas como los dedos del chef-propietario, que olían a tabaco, 
por ejemplo. 
“…contente solo un poco más” 
Cuando le susurró esto al ojo dentro de su boca, la pulsación cesó 
gradualmente. Pero probablemente no se comportaría bien por mucho. La 
última vez que había masticado huesos fue hace tan solo una semana. 
Justo cuando Takaesu comenzaba a recordar el banquete lleno de éxtasis de 
hace siete días, el mesero finalmente llegó con el secondo piatto. Un 
saltimbocca5 de ternera sin una pizca de originalidad fue colocado en la mesa. 
Él podía imaginar su sabor con tan solo mirarlo. Y encima de eso, estaba pasado 
de cocción. 
Si la carne al menos tuviese huesos… No, aún si los tuviera, no sería capaz 
de tomar uno entero en su mano y roerlo. 
Además de suspirar, Takaesu extendió una mano para tomar su cuchillo, 
forzando una sonrisa que parecía decía que lo disfrutaba tremendamente. 
 
Lleno de alivio al salir del restaurante, él sacudió su cabeza y comenzó a 
dirigirse hacia el estacionamiento donde tenía su vehículo. 
La carretera era grande, pero para ser las seis de la tarde, no había muchas 
personas cerca. Incluso en los rascacielos que se elevaban sobra su cabeza, la 
 
5 N.T: Saltimbocca (Salto en la boca). 
mayoría de las ventanas estaban sumidas en oscuridad. El nombre “Nuevo 
Centro Urbano de Saitama” sonaba dinámico, pero ¿realmente habría un día en 
que este tomaría el lugar de centro de la ciudad de Tokio, Shinjuku? Por lo 
menos, tenía la certeza de que cuando ese día llegase, ese restaurante italiano 
definitivamentecerraría. Lo que a él le molestaba que es estuviese siendo 
forzado a redactar un artículo sobre el lugar. 
El sabor pegajoso de la pasta cruda, aun se mantenía en su boca. De todos 
modos, quería llegar rápido a su coche, para cepillarse lo más pronto posible. 
En la guantera del vehículo poseía una botella de agua mineral y un cepillo con 
crema dental viajero. Creyó que su humor se aliviaría un poco luego que fuese 
capaz de lavarse los dientes tanto como pudiese con un cepillo dental cubierto 
con pasta de diente. Frotar. Frotar. Después de todo, sin importar la cantidad 
de tiempo que durase cepillándose, no le causaría dolor. Eso no solía ser así. 
Cuando volviese a Tokio, localizaría su próximo hueso y masticaría el 
contenido de su corazón sus dientes limpios. Ya había preparado cuatro 
objetivos. Necesitaba planificarlo con más cuidado que antes, pero el tiempo 
pasado planificando los detalles de su menú para la cena era otra parte de la 
diversión. 
Caminó otros veinte o treinta metros por la carreta que pasaba cerca del 
Saitama Super Arena hasta que llegó de nuevo al estacionamiento, los tacones 
de sus zapatos hechos a la medida sonaron audiblemente. Se detuvo brevemente 
en la entrada y miró su Maserati Grand Turismo de color azul oscuro. El 
glamoroso cuerpo que rebosaba con un sentido de poder. La rejilla ovalada que 
brillaba como una hilera de diente. Las tres aberturas que tenían un parecido a 
unas branquias. Este carro era un tiburón. Y lo que es más, era un tiburón mako, 
el más rápido de todos los tiburones. El cuarto tiburón favorito de Takaesu. 
Su humor probablemente mejoraría una vez que se acomodase en la cabina 
de copiloto, saltase a la autopista desde la elevación cercana, y colocase su pie 
en el acelerador. Antes de eso, lo primero era cepillarse los dientes. 
Cuando se detuvo en su carro y estaba a punto de quitar el seguro a la puerta 
– fue cuando sucedió. 
Takaesu abruptamente dejó de moverse. Algo olía bueno. Su nariz se torció 
mientras olfateaba. En alguna parte dentro del escalofriante aire decembrino 
había un olor débilmente dulce. No era flores, ni mucho menos perfume. 
Era el olor de un hueso y musculo bien firmes, desarrollados y saludables. 
Su sentido auditivo, seguido solo después de su sentido del olfato, captó el 
sonido de ligeros pasos. Situándose más cerca de su gran carro, Takaesu esperó 
al dueño de esos pasos que se acercaban. 
La persona que pronto apareció en su campo visual era una jovencita trotando 
por la acera, y usando un traje deportivo. Una estudiante de escuela media o 
secundaria. Su cabello corto no estaba teñido, y no olía a cosméticos o alguna 
sustancia química. El único olor que provenía de su piel empapada de sudor era 
el saludable aroma del cuerpo de una persona, uno parecido a la leche. 
Entre el sonido seco de los zapatos golpeando el asfalto, captó el eco del 
hueso. Takaesu estaba mayormente inclinado hacia los huesos de las piernas – 
la armonía que sonaba entre la tibial despreocupada y el agraciado peroné. 
Maravilloso. 
Tal como su nombre indicaba, el hueso compacto que formaba la capa 
exterior del hueso estaba finamente ligado. Es de suponer que la chiquilla, desde 
su infancia ha estado tomando suficiente calcio y vitaminas. Él sentía como si 
pudiese ver la membrana del hueso exterior brillando de color blanco como una 
perla bajo sus músculos desarrollados. 
Luego cuando los pasos se acercaron al estacionamiento, Takaesu abrió sus 
ojos y lamió sus labios suavemente. 
Thump. Thump. 
El ojo rojo latió en medio de su mandíbula inferior. 
“Muérdela, muérdela” –lo invitó eso. 
— No seas tan ansioso… compagno6 -Takaesu le susurró a eso. 
Tras esperar un poco, él dejó el estacionamiento. 
La figura de la chica retirándose se había hecho más pequeña. Pero mientras 
Takaesu tuviese su sentido del olfato, agudo como el de un tiburón, rastrearla 
no sería un problema aunque la perdiese de vista por completo. 
 
6 N.T: Compañero en italiano. 
Levantando el cuello de su abrigo, Takaesu comenzó a caminar, mientras una 
débil sonrisa se ocultaba detrás de la tela. 
 
3 
El cielo el día miércoles 4 de diciembre estaba lleno de nubes, anunciando el 
acercamiento del sistema de bajas temperaturas. 
Minoru condujo su bicicleta los seis kilómetros que le tomaba llegar a la 
escuela secundaria desde su casa al extremo norte del distrito Sakura en la 
ciudad de Saitama, cruzando la línea Metro Express Saitama Omiya, la línea JR 
Saikyou, y la línea Touhoku Main. Tenía una bicicleta ordinaria, no una 
deportiva como con la que había colisionado ayer. 
Seis kilómetros era una distancia que podía correr fácilmente, pero luego 
tendría que cambiarse de ropa en la escuela. Más importante, Minoru destacaría 
si imitaba a la gente en los clubes deportivos cuando no estaba en uno. ¿Cómo 
sería capaz de pasar las escasas tres semanas que quedaban del 2019 sin 
incidente alguno? Esa era la única e importante razón que a Minoru le 
preocupaba. 
En este sentido, lamentaba lo que había sucedido el día anterior por la 
mañana. Salió huyendo de pánico como un tonto, dejando sola a Tomomi 
Minowa. 
Antes de hacerlo, si se hubiese movido hacia la derecha luego de notar que 
el ciclista se acercaba hacia ellos, probablemente habría logrado que Tomomi 
se pusiese a salvo sin tener que protegerla de una forma tan exagerada. Desde 
el comienzo, un simple saludo habría sido suficiente para finalizar las cosas si 
extender la conversación. 
Creía que había entendido que mantener una extensa conversación con 
alguien incrementaría los recuerdos que quería borrar. 
Pero de nada valía llorar sobre leche derramada. 
Incluso si rezaba para que Tomomi olvidara todo lo del día de ayer, 
probablemente no habría nada que hacer además de evitar reunirse con ella por 
un buen tiempo. A partir de esa mañana, él había cambiado su ruta habitual. 
Aunque los dos estaban en el mismo año e inevitablemente tendrían que pasar 
por el campo del instituto, no habría ninguna razón por la que Tomomi 
estableciera conversación con un estudiante del estatus de Minoru en un lugar 
tan público. Ella, después de todo, había competido en las nacionales y era la 
mejor esperanza del club de atletismo; en otras palabras, estaba en el puesto más 
alto en la lista de los mejores de la escuela. 
Esos pensamientos volaron por la mente de Minoru mientras él terminaba de 
recorrer los seis kilómetros hasta la escuela. Detuvo la bicicleta cerca del 
aparcamiento de estudiantes y le puso la cerradura. Él quería hacer lo posible 
para evitar el problema de no encontrar su bicicleta cuando quisiera irse a casa, 
por lo que usaba una cadena gruesa que requería una llave. 
Tomando su bolso de mensajero impermeable, Minoru cubrió con su bufanda 
la mitad de su cara y se dirigió a la entrada al igual que los demás estudiantes. 
Del estante de zapatos, saco las zapatillas de la escuela, colocó dentro las que 
trajo de casa y cerró la puerta metálica, girando el seguro de combinación de 
tres dígitos al azar. Por fortuna, usando un pequeño candado mantendría sus 
cosas a salvo, pero el riesgo de destacar de mala forma era enorme. Una vez 
llegabas a secundaria, era difícil imaginar a la gente haciendo bromas al ocultar 
los zapatos. La mayoría de los estudiantes ni siquiera usaban una combinación, 
pero para Minoru, eso era algo natural y no había nada que se pudiera hacer. 
“Al final del día, supongo que no confío en los demás. Es muy tarde para 
cambiar las cosas ahora, por lo que supongo que sólo tendré que evitar 
mostrarlas. Mantenerme quieto todo el día sin tener conversaciones 
innecesarias con nadie. En fin, no creo que haya alguien que se preocupe por 
mi actitud” 
Minoru había pasado la mañana, absorto en su introspección negativa. 
Alguien detrás de él le dio una palmada en la espalda. La cual vinoacompañada por una voz enérgica: 
— ¡Buenos días, Utsugi! 
El cuerpo de Minoru se tensó por un momento, y luego se dio la vuelta 
extrañamente. 
Tomomi estaba frente a él vestida con ropa deportiva de la cabeza a los pies, 
mostrando una sonrisa inocente. Cargaba una mochila de color amarilla en los 
hombros, la cual parecía estar llena de sus cuadernos, utensilios de escritura, y 
equipo de atletismo. Tenía la frente ligeramente sudada. 
“Ella no debería estar conversando conmigo en la escuela” 
Encogiéndose de hombros ante el hecho de que su predicción reciente había 
sido refutada como si nada, Minoru hizo lo posible por devolverle el saludo. 
—…Buenos días, Minowa. 
Dada a la situación, lo primero que quería hacer era pedir disculpas por 
haberse escapado el día de ayer, pero no encontraba las palabras adecuadas. Sin 
embargo, Tomomi estaba frente a él y no podía quedarse callado. Debía 
encontrar una forma de manejar esto sin ofenderla… 
Después de ese último pensamiento, rápidamente dijo: 
— ¿Vienes trotando a la escuela todos los días? 
Ante eso, Tomomi asintió mientras se quitaba los zapatos deportivos y pisaba 
el suelo de madera. 
— Sí, pero solo es un trote suave. Por cierto… ya perdí la cuenta de las veces 
que me has pasado por un lado en tu bicicleta, Utsugi. 
— Oh… lo siento, no lo había notado. 
Aun habiéndose disculpado, Minoru no pudo evitar seguir preguntando por 
curiosidad. 
— Además de Minowa, ¿hay otros estudiantes que también lo hacen? 
— Eh, hasta donde se conoce, dentro del club hay otros tres chicos y chicas 
que lo practican. Si se incluye a todos los equipos deportivos, debería haber más 
gente, ¿no? Debido a que las aceras son muy amplias, es más fácil correr. 
— Ah… ¿sí…? 
— ¿Quieres intentarlo, Utsugi? ¿Dónde quedaba tu casa? 
— Oh, es cerca de la planta de tratamiento de agua del distrito Sakura. 
— ¿Eh? ¿Para allá? Es un poco lejos. Hay aproximadamente seis kilómetros, 
¿cierto? 
— Sí, algo así. ¿Y tú, Minowa? 
— Un poco más de cuatro kilómetros. Bastante cerca de tu casa, Utsugi… 
Pero supongo que no es para sorprenderse, puesto estudiamos juntos en la 
escuela media. 
La verdadera razón de la manera natural de ese dialogo desde la entrada de 
la escuela hasta el salón de clases, era porque la mitad de la mente de Minoru 
estaba distraída. Mientras que la otra mitad pensaba en las posibilidades de 
correr de su casa a la escuela. 
Para evitar inconvenientes, Minoru siempre mantenía las cosas que cargaba 
consigo a un mínimo absoluto, por lo que si podía ir sin su bicicleta, no podía 
hacer algo mejor que eso. Hace seis meses tuvo un inconveniente una vez que 
una llanta se le reventó y tuvo que llevar su bicicleta hasta la tienda más cercana. 
No le había pasado aún, pero obviamente, el riesgo de correr hacia un peatón o 
un carro era más alto de lo que lo era si caminaba. 
Sin embargo, si alguien viera a Minoru correr de su casa a la escuela, pensaría 
que es extraño ya que él no estaba involucrado en los deportes. También 
necesitaría comprar una nueva mochila. Él tenía suficientes ahorros para ellos, 
pero su hermana Norie le había regalado en pasado mes de abril el bolso de 
mensajero que tenía ahora, por lo que se sentiría culpable si dejara de usarlo tan 
solo seis meses después. Además que, el impuesto al consumidor fue aumentado 
recientemente al doce por ciento… 
—…gi. Oye, Utsugi. 
— ¿Ah…? Oh, lo siento… 
— Estamos en tu salón de clases. 
Al escuchar eso, comprendió que en algún punto se habían detenido frente a 
la puerta de la Clase Uno de los estudiantes de segundo año. 
Tomomi se echó a reír. 
— Si quieres correr hasta la escuela, nos podemos encontrar en algún sitio en 
la mañana y correr juntos –luego de decir eso, con gesto se despidió y se dirigió 
a su salón de clases. 
Minoru graznó inadvertidamente mientras, con efecto retardado, se daba 
cuenta de que muchos estudiantes lo observaron conversando con n la estrella 
del departamento de atletismo. 
“¿Venir juntos corriendo a la escuela?” 
Era ridículo, inconcebible, y el solo hecho de pensarlo era aterrador. 
“Si pudiese permitirme regresar cinco minutos atrás. No, por favor, regresa 
veintisietes horas, hasta ayer en la mañana. Si eso es imposible, al menos borra 
los recuerdos de Minowa y yo conversando frente a todo el colegio” 
Orándole al creador del mundo, Minoru silenciosamente entró al salón de 
clases. 
 
Por supuesto, el tiempo no retrocedió. 
También, el haber visto a Minoru y Tomomi caminar juntos y hablar, no 
desapareció de la mente de los estudiantes. 
Después de clases. 
Minoru quitó la cerradura del casillero donde guardaba sus zapatos, al abrir 
la puerta, un trozo de papel bastante pequeño cayó suavemente al suelo. Al 
parecer estaba atrapado entre la puerta y el marco del mismo. 
Incluso con un presentimiento desagradable, se dispuso a recoger el papel 
que había caído en el piso de madera. Parecía una hoja arrancada de cuaderno, 
en él había palabras garabateadas en fila. Decían: “Ven a la parte trasera del 
dojo” 
—…Oh… 
Ya que era la primera vez que Minoru recibía ese tipo de llamados, la palabra 
se deslizó de su boca involuntariamente; aun así no podía tomar las cosas con 
calma. 
Podía seguir las instrucciones en el papel, o simplemente ignorarlas. Con el 
objetivo de no arruinar su pacifica vida, tenía que analizar seriamente cuál 
decisión tomar. 
Por ahora, se cambió los zapatos, salió, y se detuvo, mirando en ambas 
direcciones. Si decidía ir al aparcamiento de bicicletas, debería girar hacia la 
izquierda. En cambio sí optaba por ir al dojo tendría que elegir el camino de la 
derecha. 
El aire que contuvo en sus pulmones se convirtió en un extenso suspiro y 
salió como un ‘ah’. Luego, Minoru giró su cuerpo hacia la derecha. 
El único motivo de ese llamado que pasaba por la mente de Minoru, era su 
conversación con Tomomi Minowa. Por supuesto, ella no sería la que lo 
esperara, sería otra persona que tuviese un problema con que ellos hablaran. Si 
Minoru podía convencer a esa persona que lo había llamado de que no había 
designios en ella, él podría terminar esto y volverlo un evento irregular. 
Un vez que cruzó un par de pasillos y pasó al lado del gimnasio, el dojo 
cuadrado llegó a la vista al frente. A sus lados y en la parte posterior había 
matorrales, aun estando en invierno, la zona era muy oscura. Era la primera vez 
que Minoru ponía un pie allí. 
Pisando con cuidado el terreno resbaladizo y cruzando por la esquina del 
edificio, inmediatamente escucho una serie de voces que venían de su destino. 
—Oh… llegó, llegó. Ahora me tienes que comprar pollo frito. 
— ¿En serio? No dudó en venir. 
— Espera, ¿no fuiste tú quien me dijo que lo llamara? 
Mirando hacia adelante, observó a varios estudiantes de sexo masculino, 
vistiendo chaquetas deportivas. A juzgar por el tipo de diálogo, los dos que 
estaban apoyados a la pared eran de grados mayores, mientras que, el que estaba 
a cierta distancia era de un grado menor. 
Deteniéndose a cinco metros de ellos, Minoru observó a los chicos sin decir 
nada. Esta escuela jamás había tenido estudiantes delincuentes o pandilleros, 
pero no había ningún un rastro de peligro en la apariencia de estos tres. 
A pesar de que parecía que tuviesen una pequeña apuesta sobre si Minoru 
vendría o no, ellos realmente daban la impresión de ser deportistas 
extremadamente normales. 
Minoru se pasó con una mezcla de estar atento y aliviado. En eso, uno de los 
estudiantes de secundaria que estaba arrimado a la pared, con una sonrisa 
amistosa dijo: 
— Eh, ¿eres Utsugi? Discúlpanos por haberte llamado de repente. 
—…No es nada. 
Trato de decir la menor cantidad de palabras, mientras observaba a los tres 
chicos. 
A pesar de que el chico de cabello largo estaba sonriendo, el otro que estaba 
arrimado a la pared, quien tenía el cabello rapado como un monje, tenía una 
seriedad marcada en surostro a pesar de haber ganado la apuesta. Las ordenes 
escritas en el papel que estaban en el casillero, parecían ser obra del chico de 
menor grado, pero simplemente era porque estaba cumpliendo con una orden. 
En eso, el chico de cabello largo lanzó otra pregunta – la verdadera – a 
Minoru, quien había vuelto a quedar en silencio. 
— Es como una pregunta personal, Utsugi, pero ¿estás detrás de nuestra 
pequeña Minowa? 
Minoru contemplaba las dos posible al mismo tiempo: ‘Eso creo’, como 
confirmación, y ‘Para nada’, como sorpresa. 
Él ya había imaginado que el llamado se relacionaba con Tomomi Minowa, 
pero no podía creer que solo hablar con ella por los dos o tres minutos que 
tomaron desde la entrada de la escuela hasta el salón de clases sería considerado 
‘estar detrás de ella’. 
Minoru enfrentó a los tres –quienes debían ser miembros del club de 
atletismo, ya que la llamaron ‘nuestra’– y respondió con las palabras que 
preparó. 
— Fuimos compañeros de clase en la escuela media, por lo que solo 
estábamos conversando –después de unos segundos, añadió–. Realmente no 
estoy detrás de ella, ni nada por el estilo. 
Pero el chico de cabello largo, manteniendo su sonrisa, inclinó su cabeza y 
dijo: 
— Ah, pero. 
— Pero, Utsugi, a ti por lo general no te gusta comunicarte con las chicas, 
¿cierto? ¿Por qué solamente has hablado con Minowa? 
—…No es que… nunca les hable. Si me hablan doy una respuesta… 
— Sin embargo, según tengo entendido, parece que hablaron por bastante 
tiempo, ¿no? Ogucchi, ¿cuántos segundos hablaron? 
— B-bueno, no medí el tiempo exacto. Diría que unos quince minutos más o 
menos. 
Minoru quería replicarles si realmente creían que tomaba tanto ir de los 
casilleros hasta el salón de clases, pero se contuvo. Incluso si quince minutos se 
convertían en tres minutos, no cambiaría el hecho de que habían conversado. 
“¿Y qué si ando detrás de ella?” 
No era como si no tuviese deseo alguno de replicar algo así. Pero si lo hacía, 
era probable que los chicos no se pudiesen contener más, y Minoru seguramente 
iría a casa y se sentaría con las manos en la cabeza, lamentándose durante 4 
horas o más. Cada vez que había problemas, se mantenía cabizbajo y lo dejaba 
pasar. Así era como había vivido estos ocho años. 
—…Bueno realmente, no tengo ningún deseo de involucrarme con Minowa. 
Minoru declaró, su mirada se fijó en alguna parte del pecho del chico de 
cabello largo. Sin embargo, su enemigo era más difícil de lo esperado. 
— Hmm. Pero, si desgraciadamente, Minowa se acerca a ti, ¿qué harás? 
— No… 
Comenzó a decir “quién sabe”, pero rápidamente se detuvo y cambió su 
respuesta. 
— La saludaría, ya que es una conocida, pero—— 
— Basta, me harté de esto. 
De repente de la boca del chico calvo que estaba con la espalda arrimada a la 
pared salieron esas palabras. 
Tenía sus manos en los bolsillos de su chaqueta, irguió su cuerpo usando la 
fuerza de la parte superior de su cuerpo, pasó a un lado del chico de cabello 
largo, y caminó hacia Minoru rápidamente 
Deteniéndose justo delante de él, su nariz estaba a la misma altura de los ojos 
de Minoru. Resopló, y con voz profunda murmuró. 
— Eres un chico muy estudioso, ¿no? Si es así, mejor sigue metido de cabeza 
en tus libros. Eres de la clase de ciencia, ¿cierto? En serio no hay manera de que 
pueda involucrarte con chicas. 
Ni siquiera le dio oportunidad a Minoru de decir que no estaba 
involucrándose con ella. El chico calvo sacó su puño izquierdo del bolsillo y, 
sin pensarlo, golpeó a Minoru en el abdomen – para ser más preciso, trató de 
hacerlo. 
Por reflejo, Minoru se inclinó hacia adelante y cayó hacia atrás. Pero no había 
forma de que pudiese evadir el puñetazo con esos movimientos. El puño, 
desarrollado como el de un adulto, entró en contacto con el plexo solar. El 
cuerpo de Minoru, inconscientemente se dobló por el inmenso dolor. Aun con 
la clara premonición de ser golpeado y sentir ese dolor desesperante, Minoru en 
medio no pudo evitar contener su respiración. 
Sin embargo, el dolor nunca llegó a ser real. 
A causa de eso, el conocido fenómeno ocurrió otra vez. 
Su campo visual cambió de color. 
Todo sonido desapareció y sus pies se alejaron del suelo húmedo. 
“Tal como si fuese desprendido del mundo” 
 El puño del chico calvo fue se clavó en su abdomen. 
Sin embargo, no hubo dolor o el impacto, ni siquiera la sensación de tocar 
algo. Fue igual a ayer en la mañana, cuando entró en contacto con los frenos de 
la bicicleta… 
No. No los tocaron. Con ambos ojos abiertos de par en par, él lo había visto 
claramente. Entre el puño del chico calvo y uniforme de Minoru solo había un 
espacio vacío de medidas milimétricas. 
“¿Estaba fingiendo golpearme…? ¿Se detuvo antes del impacto…?” 
Minoru pensaba eso en silencio y luego miró hacia arriba para ver la cara del 
chico distorsionada violentamente. No era ira – quizá era dolor. 
Tomó otro aliento, y al mismo tiempo, el misterioso fenómeno desapareció. 
El color, el sonido y las sensaciones de tocar el suelo habían regresado. 
Aunque el puño no lo había golpeado, Minoru se echó hacia atrás, con su 
cuerpo aún en posición de escape que él mismo había adoptado. Sus pies se 
deslizaron sobre las húmedas hojas caídas, haciéndolo caer sobre su trasero. 
Desde detrás de ellos, el chico de cabello largo tenía una sonrisa de lastima, 
mientras que el chico de grado inferior tenía una expresión rígida. Ninguno de 
los dos había notado la extraña fuerza que había caído sobre el chico de cabello 
rapado. 
El chico de cabello rapado usó su mano derecha para envolver su puño 
izquierdo, y apretó sus dientes como si estuviese aguantando las ganas de gritar. 
Era la expresión de una persona que no había golpeado un suave cuerpo 
humano, sino algo como un muro de concreto con todas sus fuerzas. 
Después de unos segundos, el dolor parecía estar disminuyendo, el chico de 
cabello rapado exhaló lentamente, con una mirada extraña vio a Minoru sentado 
en el suelo. 
—…Maldito… –susurró con voz ahogada. 
Probablemente se estaba preguntando qué demonios era esa sensación que 
acababa de experimentar. Por fortuna, no parecía tomar alientos profundos, por 
lo que espetó en voz baja. 
— ¡No te la creas tanto! La próxima vez no tendrás la misma suerte. 
Cuando el chico de cabello rapado se fue a paso rápido, el estudiante menor 
lo siguió. 
Mientras el de cabello largo comenzaba a seguir a los otros dos, gritó: 
— Lo siento, Utsugi. Pero estábamos enseñando las formas del mundo. 
Minoru apenas escuchaba. Dentro de su cabeza, las palabras ‘¿Y sí?’, estaban 
dando vueltas en su mente. 
Y sí… Y sí… ¿Y si en ese momento no hubiese retrocedido tan rápido como 
pudo por su propia cuenta? ¿Qué pasaba si no hubiese podido responder al 
puñetazo y se quedaba plantado ahí? 
¿El chico de cabello rapado le hubiese golpeado tanto para romperle el 
hueso? No estaba basando eso en nada; era simplemente la intuición. Pero si 
realmente hubiese pasado, Minoru lo creería sin duda alguna. 
“¿Qué acaba de pasar? ¿Qué golpeó el chico de cabello rapado?” 
Minoru seguía sentado en el suelo, mientras levantaba su mano derecha y 
tocaba su esternón a través de su uniforme. 
No había nada, sin embargo tenía algo. Algo… viviente. 
“¿Fuiste tú…?” 
La pregunta salió como un gemido, pero ninguna voz le respondió. 
 
“¿Cómo llegó a casa desde la escuela——?” 
Cuando volvió a la realidad, Minoru ya se encontraba en el porche de su casa, 
asegurando su bicicleta. Miró el reloj, eran las seis y media de la tarde. El cielo 
había tomado una tonalidad oscura, y la cálida luz salía por la ventana de la sala 
de estar mientras observaba desde el pequeño jardín. Su hermana Norie 
probablemente ya estaba en casa. 
De repente notó algo y buscó en su bolso. Los libros de la biblioteca que 
debía devolver de camino a casa ya no estaban, habían sido reemplazados por 
unos distintos. De alguna forma, parecíaque había pasado por la biblioteca 
pública, devuelto los libros, y solicitado otros como si hubiese estado en modo 
piloto automático. Caminó hacia la entrada principal, pensando distraídamente 
que era una suerte no haber tenido un accidente. 
Él no le había contado nada a Norie, pero en los días que ella llegaba antes 
que él a casa, se ponía un poco nervioso al abrir la puerta. Aunque sabía bien 
que no había forma de que pasara, terminaba imaginándolo sin importar lo que 
hiciese. Se preguntaba si, cuando entrase a la casa, encontrara a Norie tirada en 
el piso y cubierta de sangre. 
Minoru cambió la llave de su bicicleta, la cual seguía apretando en su mano 
izquierda, por una diferente. 
Ellos tenían una regla casera de que siempre tenían que asegurar las puertas 
frontal y trasera, incluso cuando estuviesen en casas. Cuando colocó la llave en 
la cerradura y la giró hacia la izquierda, el confiable clic surgió, y Minoru exhaló 
suavemente. 
Aun sin haberse quitado los zapatos, escucho un golpeteo de zapatillas 
corriendo hacia él. Seguido de un tono suave y dinámico. 
— ¡Bienvenido a casa, Mii! 
— ¡Hola! 
A Minoru le tomó un año, para poder acostumbrarse a saludar de forma muy 
natural. 
Pensado eso, se quitó sus zapatos deportivos y se colocó unas zapatillas 
especialmente para él, y entró al pasillo. 
De pie frente a él, con un delantal y una cuchara en su mano derecha estaba 
una joven. Era de la estatura de Minowa, pero aunque Minoru había superado 
su estatura, ella no se sentía pequeña. ¿Era porque ella estaba relacionada con 
él como su hermana adoptiva? 
Ocho años atrás, cuando Minoru perdió a su familia, Norie Yoshimizu lo 
había acogido y criado. 
— Eh, Srta. Norie, lo he dicho muchas veces… que cuando cocine no vengas 
a recibirme… –dijo Minoru, mirando el cucharón. 
Norie cambió su expresión alegra a una descontenta. 
— ¡Y yo te he dicho hasta más no poder que no tienes que llamarme Srta. 
Norie, Mii! 
— Incluso si tú lo dices, ya me he acostumbrado a ello…. Ah, parece que en 
la cocina suena algo. 
Escuchando lo que Minoru decía, Norie quedó en silencio por un momento. 
— ¡Ah sí, es la olla que está hirviendo! –gritó y con un trote suave se fue 
saltando por el pasillo. 
Minoru exhaló suavemente mientras avanzaba por las escaleras hasta el 
segundo piso. En eso, escuchó otro grito. 
— ¡Hoy comeremos gyoza7! ¡Ahora a contratar a alguien que se encargue 
cubrirlas! 
—…Regreso en lo que me cambie de ropa -diciendo eso en voz alta, siguió 
avanzando por las escaleras. 
La gran habitación de Minoru tenía suelo recubierto de tatami, y estaba en la 
parte superior estaba la habitación de Minoru de una casa de 4 habitaciones 
construida hace 15 años. Basándose en la política, “tratar de no adquirir bienes 
 
7 N.T: Bolas de masa hervida que generalmente van rellenas. 
innecesarios”, él no tenía muchos muebles. En el lado este de la pared había una 
pequeña cama, en el lado oeste estaba un estante, y al sur estaba un pequeño 
escritorio y una silla junto a una ventana de piso a techo. 
Sobre la mesa había un ordenador portátil que le obsequió Norie. No había 
televisores, grabadoras, consolas de juegos, ni nada similar. En el pequeño 
estante había alrededor de treinta novelas y libros académicos, y suponiendo 
que alguien fuese a pasar por ahí, tendría problemas ideando cómo pasar el 
tiempo. Pero para bien o para mal, no tenía amigos cercanos. 
Minoru colocó la parte superior e inferior de su uniforme escolar en un 
perchero, se quitó la camisa y la camiseta. Estando en boxers, y cuando pensaba 
abrir el armario y sacar unas piezas de ropa, su mano se detuvo de repente. 
Detrás de la puerta del armario, había un espejo grande. En él, se reflejó su 
cuerpo semidesnudo. 
Minoru frecuentemente escuchaba la frase ‘chico sombrío’, y al evaluarse 
sentía que estaba en lo correcto. 
Siempre tenía una mirada escéptica, su boca había olvidado como sonreír, 
generalmente estaba cerrada. Sobre sus cejas siempre estaba un largo flequillo, 
y aunque siempre sobresalía cuando corría, no quería cortárselo. Su contextura 
era más frágil que delgada, y la debilidad de su cuello y hombros era similar a 
los de una chica. 
Además, la sensibilidad del color de su cabello de alguna forma diluida 
confirmaba su aspecto sombrío. Por otro lado, su cabello no era blanco, sino 
que, dependiendo de cómo le llegase la luz, se veía gris. Ese no era su tono 
natural, pero todo ese cambio era resultado de lo que había sucedido hace ocho 
años. El simplemente podría usar un tinte negro para cambiarlo, pero los 
maestros y compañeros de clase no decían nada al respecto, por lo que lo 
mantuvo así. 
Minoru confirmó que su aspecto no había cambiado nada, fijó su mirada en 
su pecho desnudo – en el centro de sus costillas visibles. En su piel blanca no 
había dolor, ni abolladuras, ni protuberancias. 
Sin embargo, ya no había que negarlo más. Lo que sucedió hace tres meses 
no era un simple sueño. Allí se ocultaba algo. Era el responsable del misterioso 
fenómeno, el de evitar la manilla de la bicicleta y que el puño del compañero 
de clases de Minoru lo tocara. 
El resultado era que eso lo había protegido de tener lesiones, pero en lugar de 
gratitud, le causaba temor. Pensaba en todas las cosas anormales que sucedían, 
las cuales no podían ser explicadas por el sentido común del mundo en el que 
Minoru vivía. Mientras contemplaba esto, se le puso la piel de gallina. 
Pero 
—…Sentido Común… –después de susurrar eso, sus escalofríos 
inmediatamente desaparecieron. 
“Sentido Común. Sentido Común” 
Bajo la sección ‘sentido común’ en el diccionario de Minoru, un fragmento 
del novelista del siglo 19, Ogai Mori, estaba siendo citado. 
‘El sentido común es la capacidad de comprender las ocurrencias normales 
y tomar las medidas apropiadas’ 
Si el sentido común era la capacidad de entender lo ordinario y actuar como 
se debía. Minoru ya había perdido ante esto. Pues, él no sabía dónde estaba el 
límite existente entre las cosas normales y anormales. 
¿Correr diez kilómetros por la mañana? ¿Era normal? 
¿No tener amigos con los que salir en los días de descanso era normal? 
¿Qué hay de que alguien entre en la casa de otro y masacre a toda su familia? 
¿Era normal que el responsable no fuese atrapado, aún después de ocho años? 
¿Era anormal? 
Si todo eso se consideraba normal, entonces no debería sorprenderlos cuando 
alguien mejora su tiempo de trote, o cuando algo cayese del cielo, se alojase en 
su cuerpo y detuviese el tiempo para evitar que sufra alguna lesión. A pesar del 
hecho de que hubo un escándalo cuando señales transmitidas por una 
civilización extraterrestre fueron captadas por un telescopio en la luna, las cosas 
habían quedado en completo silencio en menos de seis meses. 
Lo que pudiesen pasar, sucederá. En este mundo todo era posible. 
Minoru desvió su mirada del espejo, se dispuso a colocarse la camiseta y 
pantalones de algodón, y luego salió de la habitación. Luego fue a la sala tras 
lavarse las manos en el baño que había en el primer piso, y enjuagarse la boca. 
Norie quien sostenía el tazón, salió corriendo de la cocina hasta la parte trasera 
de la casa. 
— ¡Justo a tiempo, Mii! Acabo de tener listos los ingredientes. 
— Ah… entonces yo… 
Minoru iba a decir que pensaba ayudar, pero quedó en silencio, mientras 
observaba el tazón. 
— Espera, ¿esto no es demasiada comida? 
La densa mezcla de ingredientes del gyoza – repollo, col china, cebolla verde, 
cebollino ajo, carne picada, y camarones Shiba medio picado – rebosaban en el 
tazón. En casa vivían solo Minoru y Norie, y los dos no eran de gran apetito, 
por lo que, independiente de cómo se viera, no lograrían comerse todo eso. 
Pero Norie rápidamente Norie, al escuchar eso, puso el tazón en la mesa y 
con gran orgullo dijo: 
— Incluso si sobra, se puede guardar

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