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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española

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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
LA FISIOLOGÍA CELULAR, LOS CANALES IÓNICOS
Y LA CREACIÓN DE UNA BIOFÍSICA ESPAÑOLA
José López Barneo 
Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS).
Hospital Universitario Virgen del Rocío/CSIC/Universidad de Sevilla. Sevilla
Preámbulo
El cultivo de la investigación científica en España de forma orga-
nizada y con una cierta distribución geográfica es un hito cultural que 
nuestra nación solo ha sido capaz de alcanzar recientemente. La poca 
tradición científica secular que existía en España quedó prácticamente 
destruida tras la Guerra Civil (1936-1939) y fue coincidiendo con el 
desarrollo económico iniciado durante la última época del franquismo 
y los comienzos de la instauración democrática cuando se construyó 
un sistema de investigación y desarrollo que, aunque con numerosas 
limitaciones y defectos, es único en nuestra historia. Es por lo tan-
to relativamente fácil rastrear los orígenes recientes de las disciplinas 
académicas actuales e identificar a las personas y las circunstancias 
que determinaron, en cada caso, su eclosión y desarrollo. La actividad 
científica es genuinamente acumulativa, por lo que el conocimiento del 
pasado tiene un valor fundamental para situar el presente en un con-
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José López Barneo 
texto adecuado y, sobre todo, para poder elegir la dirección en la que 
se quiere continuar. Por esa razón me parece muy acertada la iniciativa 
de editar este libro que trata sobre los orígenes y desarrollo de la Bio-
física como disciplina científica en nuestro país y del nacimiento de la 
Sociedad de Biofísica de España (SBE).
Deseo expresar mi gratitud a los actuales responsables en la direc-
ción de la SBE por invitarme a contribuir a esta obra y por brindarme 
la oportunidad de poner sobre el papel recuerdos imborrables y expe-
riencias muy enriquecedoras tanto en el aspecto científico como en el 
humano. Aprovecho también este preámbulo para agradecer la con-
fianza y el afecto que siempre he recibido de Manuel Cortijo, querido 
y respetado compañero, editor de este libro, a quien “descubrimos” en 
el proceso de integración de la “Biofísica fisiológica” con la “Biofísica 
estructural y de macromoléculas”. He de aclarar que los adjetivos de la 
Biofísica que aparecen en este capítulo no pretenden tener valor formal 
sino que se usan de forma coloquial con la intención de describir tipos 
de actividad experimental o enfoques metodológicos utilizados por los 
diferentes protagonistas de esta historia. Igualmente, he de advertir que 
la redacción de este capítulo se fundamenta en mis recuerdos y en lo 
recogido de algunos documentos que conservo, o que me han cedido 
compañeros de mi entorno profesional. Es por lo tanto una visión per-
sonal de nuestra “intrahistoria”, en la que intento reflejar el ambiente 
científico en el que me inicié como biofísico, mis relaciones con otros 
fisiólogos celulares y el impacto que conjuntamente tuvimos en el na-
cimiento de la SBE. En mi relato se describirán seguramente algunos 
eventos y actividades de la SBE tratados en otros capítulos. Creo, no 
obstante, que más que un inconveniente esto debe considerarse como 
un valor añadido del libro pues permitirá disponer de registros de los 
mismos hechos desde perspectivas diferentes. Es también posible que 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
mis comentarios contengan imprecisiones y/u olvidos en lo referente a 
situaciones y personas. Pido por adelantado disculpas por los errores, 
que espero sean compensados por un contenido que muestre no solo el 
compromiso científico y social con el que hacíamos las cosas, sino que 
sirva también para estimular la vocación investigadora en Biofísica de 
los lectores, especialmente de los más jóvenes.
Los inicios de la Electrofisiología moderna en España y el encuentro 
con la Biofísica
La Electrofisiología estudia los fenómenos eléctricos que ocurren en 
las células, especialmente en las denominadas células excitables (como 
las neuronas o las células musculares) capaces de producir impulsos de 
hasta 0.1 V de amplitud. A los electrofisiólogos nos gusta situar los 
orígenes de nuestra disciplina en Luigi Galvani (1737-1798), quien 
estudió la “electricidad animal”, e incluimos entre nuestros sabios más 
venerados a Hermann von Helmholtz (1821-1894) quien con sorpren-
dente precisión midió la velocidad de conducción del impulso nervioso. 
Sin embargo, la Electrofisiología moderna no comenzó hasta los años 
1930-1940 gracias al trabajo, interrumpido por la II Guerra Mundial, 
de Alan Hodking, Andrew Huxley y Bernard Katz en Inglaterra. Estos 
autores demostraron que las corrientes iónicas transmembranarias son 
las que generan el potencial de acción y todos los cambios de potencial 
eléctrico en las células, postulando la existencia de “poros” en las mem-
branas para permitir el paso de los iones. Hodking y Huxley fueron 
también pioneros en proponer la existencia del transporte activo para 
generar los gradientes iónicos transmembranarios característicos de las 
células vivas y reponer las concentraciones intra y extracelulares de K+ 
y Na+, respectivamente, que se disipan durante el potencial del acción. 
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José López Barneo 
Hasta el descubrimiento y perfeccionamiento de la técnica de “patch 
clamp” en 1981 por Erwin Neher y Bert Sakmann, la medida precisa 
de las corrientes iónicas transmembranarias requería el uso de varios 
electrodos y solo era factible en preparaciones de neuronas gigantes de 
invertebrados (como el axón gigante del calamar). Los electrofisiólogos 
interesados en el funcionamiento del sistema nervioso central de ma-
míferos solo podían medir los potenciales de campo extracelular con 
microelectrodos situados cerca de las neuronas y, de ese modo, estable-
cer correlaciones entre la frecuencia de impulsos eléctricos y algún tipo 
de conducta o variable ambiental. En algunos casos se podían insertar 
microelectrodos de vidrio especialmente finos dentro de las células y 
medir los cambios de potencial de membrana o estudiar las interaccio-
nes eléctricas entre diferentes zonas del sistema nervioso. 
Fue en el contexto científico descrito en el párrafo anterior en el 
que inicié en 1975 mi andadura como investigador en la Facultad de 
Medicina de la Universidad de Sevilla, donde las ciencias biomédicas 
experimentales estaban muy atrasadas con respecto a los países de-
sarrollados de Europa o los EE.UU. La Electrofisiología en España, 
prácticamente inexistente, contaba solo con unos pocos grupos acadé-
micos con desarrollo metodológico todavía muy incipiente en Madrid 
/Valladolid (Antonio Gallego, Carlos Belmonte y Roberto Gallego), 
Santiago de Compostela ( José Domínguez, Carlos Acuña y Jesús Ote-
ro) y Sevilla (Diego Mir y José María Delgado García). En el Institu-
to Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) 
existía un Departamento o División de Biofísica que dirigía Antonio 
Fernández de Molina. Con motivo de una visita que hice a ese centro 
en 1975, donde nos atendió muy amablemente Antonio Ruiz Marcos, 
neurobiólogo y doctor en Físicas, observé por vez primera la palabra 
Biofísica escrita en un cartel asociada a una institución académica. 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
Durante los años siguientes a este periodo aparecieron nuevos grupos 
de electrofisiólogos, pero éstos tuvieron, al menos en sus orígenes, 
pocas relaciones con la SBE. En los años 1970 la Biofísica se había 
desarrollado tanto en Europa como en los Estados Unidos y existían 
numerosos departamentos de Biofísica sola o asociada a otra disciplina 
(en ocasiones como Departamentos de Fisiología y Biofísica de Facul-
tades de Medicina). Sin embargo, en España la Biofísica se encontraba 
en estadios embrionarios.
La decisión de hacer investigación en Biofísica la tomé en 1978 
durante mi primera estancia posdoctoralen el Laboratorio de Neurofi-
siología Sensorial del CNRS en París con Alain Berthoz, donde trabajé 
en la identificación funcional de neuronas que controlan la motilidad 
de los músculos oculares. De forma imprevista conocí a Rodolfo Lli-
nás, eminente electrofisiólogo de origen colombiano que entonces ya 
era —y sigue siendo— el director del departamento de Fisiología y 
Biofísica de la Facultad de Medicina de la “New York University”. En 
una conversación extraordinaria, que tuvo mucha influencia en mi vida 
profesional, Llinás me hizo ver que para competir en la investigación 
electrofisiológica, tenía que adquirir una formación sólida en biofísica 
de membranas y me sugirió que me marchase a hacer un “postdoc” a los 
Estados Unidos en el laboratorio de Clay Armstrong o en el de Fran-
cisco Bezanilla. Estos investigadores representaban en aquella época lo 
mejor de la electrofisiología posterior a Hodking y Huxley pues habían 
descubierto unos años antes las “gating currents”, corrientes capacitati-
vas que ocurren dentro del espesor de la membrana y que se deben al 
movimiento de las compuertas que abren y cierran los canales iónicos 
regulados por el potencial. La medida de estas corrientes (hito tecno-
lógico en aquella época) tenía un valor conceptual muy importante ya 
que sustentaba la existencia de los canales iónicos transmembranarios 
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José López Barneo 
propuestos por Hodking y Huxley. Permanecí en el laboratorio de 
Clay Armstrong en Filadelfia y en Woods Hole (Massachusetts), tres 
años (1980-1982) durante los que no solo aprendí mucho (sobre todo 
electrónica) sino que fui testigo directo de la última gran revolución de 
la Electrofisiología basada en el descubrimiento de la técnica de “patch 
clamp” y el clonado molecular de los canales y transportadores iónicos. 
De hecho uno de los proyectos que inicié con Clay Armstrong preten-
día conseguir aislar con una micropipeta de vidrio un área de mem-
brana de aproximadamente una micra cuadrada y resolver la corriente 
que fluye por un solo canal iónico. Aunque Erwin Neher consiguió 
este objetivo antes y mejor que nosotros, sí pude obtener registros de 
corriente de sodio de unos pocos canales. Recuerdo que con los datos 
iniciales de este proyecto (que se acabó publicando en el Biophysical 
Journal) enviamos un “abstract” al congreso anual de la Biophysical 
Society de 1981 que se celebró en Denver y que obtuvo cierto éxito. 
Nunca olvidaré este evento porque fue mi primera presentación oral en 
inglés ante un auditorio de varios centenares de personas y, sobre todo, 
porque la hice el 23 de febrero mientras el Congreso de los Diputados 
en España estaba ocupado por el teniente coronel Tejero. Entre otras 
muchas ventajas de tipo profesional y familiar, la estancia posdoctoral 
en los EE.UU. me proporcionó la inmersión en la Biofísica que iba 
buscando, lo que supuso un complemento ideal para mi formación 
médica previa.
Volví a España en mayo de 1983, a la Facultad de Medicina de 
Sevilla, con una plaza de Profesor Adjunto Numerario de Fisiología. 
Antes, en septiembre de 1982, había obtenido la plaza de Profesor 
Adjunto en un concurso-oposición celebrado en Alicante, Universi-
dad a la que acababa de trasladarse Carlos Belmonte —Presidente del 
Tribunal—, con quien me une una amistad muy estrecha y a quien 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
nunca podré expresar todo el agradecimiento que merece por su buen 
hacer y generosidad conmigo. Eran compañeros de oposición Fernando 
Giráldez —con quien ya tenía amistad por haberlo tratado desde que 
nos conocimos en 1975, todavía como estudiantes de medicina, en una 
reunión clandestina en Madrid de la Junta Democrática— y Ana Sán-
chez, quien junto con su esposo Javier García-Sancho formaban uno 
de los grupos de transporte y homeostasis iónica de más calidad en la 
España de aquella época. Giráldez, que había hecho electrofisiología 
durante su Tesis Doctoral dirigida por Belmonte, también acababa de 
volver de hacer un “postdoc” en la Universidad de Cambridge donde 
trabajó sobre transporte iónico con Richard Keynes. Hago esta refe-
rencia a mis coopositores porque en esos días se conformó un grupo de 
fisiólogos celulares —con los que he mantenido una amistad estrecha 
desde entonces— formados en centros extranjeros del primer nivel, 
que, en mi opinión, contribuyó muy decisivamente a la creación de la 
SBE y al desarrollo de la investigación biomédica española moderna.
Durante el año 1983 formé en la Facultad de Medicina de Sevilla 
mi grupo de investigación que denominé “Neurobiología celular y Bio-
física” (nombre oficial que todavía conserva) y con la ayuda de Lucía 
Tabares, mi primer estudiante de doctorado actualmente miembro de 
la Junta Directiva de la SBE, montamos el primer equipo de “patch 
clamp” que funcionó en España. Cito este hecho porque entonces tenía 
matices “épicos”, aunque luego el “patch clamp” se ha convertido en 
una tecnología casi rutinaria. Con el grupo inicial de doctorandos, al 
que también pertenecieron Guillermo Álvarez de Toledo, Juan Ureña 
y Antonio Castellano comenzamos a difundir por donde pudimos la 
importancia de los métodos biofísicos para hacer una fisiología celular 
analítica y cuantitativa. El desarrollo del “patch clamp” y de las técnicas 
de biología molecular que permitieron el clonado de los canales y los 
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José López Barneo 
transportadores iónicos, mostraron que éstos están formado por proteí-
nas reales y no imaginarias y que, por tanto, forman parte de las vías de 
señalización de las células igual que los receptores, enzimas o los facto-
res de transcripción. Como había ocurrido en otros países, los electro-
fisiólogos (biofísicos celulares) españoles, pasamos de ser una especie 
rara y relativamente aislada de científico formada por individuos a los 
que les gustaba trabajar con “cables y electricidad”, a ser investigadores 
de vanguardia deseosos de romper las barreras previamente existentes 
con disciplinas cercanas (sobre todo la Biofísica de macromoléculas, la 
Bioquímica, o la Biología celular). En la Fisiología (Biofísica) celular 
española se había conformado un grupo de amigos de calidad científica 
y “homologación” internacional que a su vez extendió los contactos con 
otros grupos, de entre los que recuerdo a los de Félix Goñi y Alicia 
Alonso (a quienes creo que conocí por mediación de Javier García-
Sancho) y el de Juan Carmelo Gómez. Por aquella época se incorporó 
al grupo inicial Bernat Soria (que posteriormente fue presidente de 
la SBE), a quien conocí durante un congreso en Hamburgo en 1983. 
Bernat había adquirido formación en biofísica durante su estancia en 
el laboratorio de Pancho Barrantes en Alemania y, sobre todo, con 
Eduardo “Guayo” Rojas en Inglaterra, donde hizo “voltage-clamp” para 
estudiar las corrientes de K+ del axón de cangrejo.
Aunque el grupo de fisiólogos celulares referido anteriormente 
trabajaba con mentalidad biofísica, y alguno de nosotros asistía regu-
larmente a los congresos de la Biophysical Society, creo que nunca se 
nos hubiese ocurrido constituir una sociedad biofísica española de no 
haber sido por el encuentro con los biofísicos más “duros” dedicados 
al estudio de la estructura y dinámica de macromoléculas. Este en-
cuentro se produjo gracias a la mediación de Antonio Fernández de 
Molina, quien como indiqué anteriormente, dirigía el Departamen-
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
to de Biofísica del Instituto Cajal del CSIC. Conocía a Fernández 
de Molina desde mis inicios como investigador en 1975, pero hice 
amistad con él porque en 1983 coincidimos durante casi dos meses 
trabajando en el Departamento de Fisiología y Biofísica de la Facul-
tad de Medicina de la “New York University”. Antonio Fernández 
de Molina pertenecía al Comité Español de Biofísica, creado en 
1981 por el CSIC para que España estuviese representada dentro de 
la “InternationalUnion of Pure and Applied Biophysics” (IUPAB). 
Las actividades y evolución del Comité Español de Biofísica (al que 
desde lo inicios pertenecieron José Antonio Subirana y Manuel Cor-
tijo) se tratan con más detalle en otro lugar dentro de esta obra, no 
obstante en el contexto de este capítulo es relevante recordar que 
por sugerencia, entre otros, de Antonio Fernández de Molina dicho 
Comité, que había sufrido pocos cambios desde 1981, se reestructuró 
en 1985. Unos meses antes (1984) recibí una invitación, que acepté 
gustosamente, para formar parte del Comité y además sugerí que 
esta invitación se extendiera a Fernando Giráldez, de forma que la 
biofísica de canales y transportadores —por entonces en expansión 
acelerada— quedase bien representada (no recuerdo si además de 
Fernando Giráldez propuse algún otro nombre). El nuevo Comité 
creado en febrero de 1985 estuvo formado por Juan Antonio Subirana 
(Presidente), José López Carrascosa (Secretario), y los vocales Ma-
nuel Cortijo Mérida, José López Barneo, Fernando Giráldez Orgaz, 
Félix María Goñi Urcelay, José García de la Torre, Antonio Ruiz 
Marcos y Esteve Padrós Morell. Creo que fue en la primera reunión 
del Comité (o en las posteriores celebradas a lo largo de 1985) cuando 
acordamos constituirnos en Comisión Gestora e iniciar los trámites 
para crear una sociedad de biofísicos españoles a semejanza de las que 
ya existían en otros países. 
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José López Barneo 
La creación de la Sociedad Española de Biofísica y los primeros con-
gresos
La Comisión Gestora encargada de la creación de la SBE elaboró 
los estatutos y propuso la celebración de una reunión constitutiva de 
la sociedad que se celebraría en Sitges. Recuerdo que esta comisión 
funcionó en un ambiente excelente de camaradería y rigor intelectual 
bajo el liderazgo de Juan Antonio Subirana y Manuel Cortijo, quienes 
muy merecidamente fueron los primeros presidentes de la SBE. Te-
niendo en cuenta el nivel de desarrollo del sistema de I+D español de 
la época, en etapas muy embrionarias, la reunión de Sitges fue un éxito 
por el número y calidad de los participantes. El Comité Organizador 
de esta reunión lo formaron Manuel Cortijo, José López Barneo, José 
Lopez Carrascosa, Esteve Padrós, Antonio Ruiz Marcos y José Anto-
nio Subirana. Se presentaron unas 100 comunicaciones y una decena 
de ponencias por oradores invitados. En la sesión de membranas, cuya 
presidencia compartí con Esteve Padrós, dieron conferencias Bernat 
Soria (Conductancias iónicas de la membrana), Javier García-Sancho 
(Transporte activo) y Félix Goñi (Dinámica de los componentes de 
la membrana). La participación de fisiólogos celulares y sistémicos 
en esta reunión fue muy importante. Mi grupo presentó cuatro co-
municaciones, una por cada doctorando que trabajaba conmigo. Las 
cosas han cambiado posteriormente, pero lo normal en los grupos de 
electrofisiología era que cada doctorando tuviera un proyecto inde-
pendiente al que el jefe ayudaba con experimentos o discusión diaria. 
Por esa razón, casi todos los “papers” o comunicaciones de mi grupo 
de entonces están firmados solamente por dos o tres autores. En la 
reunión de Sitges se fundó la SBE, proyecto al que el grupo biomédi-
co se adhirió de forma entusiasta. Javier García-Sancho fue vocal de 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
la primera Junta Directiva, presidida por José A. Subirana y Manuel 
Cortijo (presidente electo).
Como destaqué en el apartado anterior, el grupo de fisiólogos ce-
lulares, muchos de ellos profesores en Facultades de Medicina, fue 
muy activo en la creación y desarrollo inicial de la SBE y de hecho los 
miembros de este colectivo asumieron la responsabilidad de celebrar 
los dos primeros congresos de la nueva sociedad; inicialmente en Va-
lladolid (1987) y luego en Sevilla (1989). Con posterioridad a aquella 
época, he pensado en ocasiones sobre las razones que nos movieron a 
apostar por la SBE y colaborar de forma tan estrecha con compañeros 
de disciplinas con las que hasta entonces habíamos tenido poco con-
tacto. Creo que ello se debió en gran medida al compromiso que cada 
uno de nosotros tenía con llevar a cabo en España una investigación 
cuantitativa al nivel molecular y celular, cercana por tanto a la biofísica. 
Además, posiblemente no supimos, o pudimos, sintonizar con la Socie-
dad Española de Ciencias Fisiológicas, (SECF) que por aquellos años 
pasó una grave crisis de identidad, y, por el contrarío, fuimos atraídos 
por la calidad científica que ofrecían los compañeros gestores de la 
SBE. Por la causa que fuere, seguramente también influyó la conocida 
generosidad de los compañeros de Valladolid, el I Congreso de la SBE 
se celebró en la Facultad de Medicina de esta ciudad entre el 14-16 de 
septiembre de 1987 coorganizado por Javier García Sancho y Fernando 
Giráldez.
Una vez iniciada la andadura de la SBE, asumí la responsabilidad 
de organizar el II Congreso Nacional, no solo por mi compromiso con 
esta sociedad, sino también porque durante aquellos años me interesó 
de forma especial el desarrollo científico latinoamericano y el estrecha-
miento de lazos entre España, Portugal y los países de Iberoamérica. 
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José López Barneo 
Figura 1. Portada del libro de resúmenes del I Congreso Iberoamericano de Biofísica.
El I Congreso Iberoamericano de Biofísica —que incluyó el II de la 
SBE— se celebró en la Facultad de Medicina de Sevilla entre el 24-28 
de septiembre de 1989 (Figura 1). Dentro de las actividades o eventos 
que he organizado en mi vida profesional, esta es una de las que me 
siento más satisfecho, a pesar de que requirió muchísimo trabajo y de 
que el congreso se celebró sólo un mes después del fallecimiento ines-
perado de mi padre. Han pasado más de 20 años y sigo oyendo a cole-
gas españoles y extranjeros recordar de forma entrañable lo que supuso 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
para ellos encontrase en Sevilla con una parte importante de la diáspora 
biofísica latinoamericana. Por razones políticas, económicas o simple-
mente por preferencia personal, la mayoría de los buenos biofísicos y 
fisiólogos celulares latinoamericanos de los años 80 desarrollaban su 
trabajo fuera de sus países respectivos, muchos de ellos en los EE.UU. 
Esto era particularmente significativo en el campo de la Electrofisio-
logía y de los canales/transportadores iónicos. Con algunos de estos 
investigadores tuve relación personal durante la estancia en los EE.UU. 
y por ello cuando se creó la SBE pensé que la celebración del Congreso 
Iberoamericano conseguiría reunir a un grupo de científicos del primer 
nivel que como tal no se había juntado antes. Además pensaba que 
los científicos españoles, los que ya empezábamos a trabajar de forma 
independiente y las generaciones siguientes (nuestros doctorandos de 
aquella época), podrían beneficiarse del acercamiento a profesionales 
excelentes y con los que nos unían lazos culturales tan fuertes. El Co-
mité Científico estuvo formado por Javier Alvarez Leefmans, Francisco 
Bezanilla, Manuel Cortijo, Ramón Latorre, José López Barneo y Lauro 
Morhy. El funcionamiento de este comité fue ejemplar, estableciéndose 
entre nosotros relaciones de amistad que han perdurado hasta hoy. To-
dos éramos cercanos y conocidos, excepto Lauro Mohry, un biofísico 
brasileño, y persona muy agradable, que fue propuesto por Ramón La-
torre para facilitar la incorporación al evento de científicos brasileños. 
Además de los miembros del Comité Científico, muchos investigado-
res latinoamericanos, entre los que destacó Carlo Caputo, que pasó en 
mi laboratorio medio año sabático durante los meses previos al congre-
so, contribuyeron a promocionarlo. El congreso tuvo el altísimo nivel 
científico que esperábamos, y contó con una representación muy buena 
de la biofísica internacional, especialmente del campo de los canales y 
transporte iónico (Rodolfo Llinás,Hersch “Coco” Gerschenfeld, Ce-
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José López Barneo 
cilia Hidalgo o Mario Luxoro, por citar, además de los ya nombrados, 
algunos de los más cercanos a ese campo). Hubo una magnífica lección 
magistral a cargo de Leopoldo de Meis, sobre el agua y la transducción 
de energía en las membranas biológicas, se organizaron 11 simposios 
y se presentaron unas 200 comunicaciones. Sinceramente, creo que el 
Congreso fue también un éxito de organización debido a que tuve la 
suerte de contar con un grupo de compañeros y alumnos de doctorado 
que como miembros del Comité Organizador Local se volcaron con el 
mismo. Un hecho destacable es que todos los investigadores “seniors” 
asumieron los costes de viaje y que por lo tanto pudimos ofertar 20 
becas (entre 30.000 y 100.00 pesetas cada una) que permitieron a mu-
chos doctorandos latinoamericanos venir por vez primera a Europa y 
asistir a un evento científico de alto nivel que, además, se celebró en 
Español. Aunque tengo recuerdos imborrables de este periodo, como 
material gráfico conservo solamente una fotografía de un amplio grupo 
de asistentes (Figura 2) y otra con Pancho Bezanilla durante la cena 
del congreso (Figura 3).
Además de disfrutar de las excelentes presentaciones y discusiones 
científicas, así como de la compañía de colegas entrañables, el I Con-
greso Iberoamericano de Sevilla tuvo consecuencias importantes de 
más largo alcance. Durante el periodo precongresual se dio impulso a 
la creación de la Sociedad de Biofísicos Latinoamericanos (SOBLA), 
y de hecho el Congreso fue coorganizado por esta sociedad y la SBE. 
La SOBLA mantiene su base de operaciones en los EE.UU. y desde 
sus orígenes ha colaborado con la SBE en la organización de los su-
cesivos Congresos Iberoamericanos (o Latinoamericanos) de Biofísica 
que se han celebrado posteriormente. Es además una organización muy 
activa que estimula la colaboración entre biofísicos hispanos dentro de 
EE.UU. y entre ellos y los de Iberoamérica. Siempre tuve el temor de 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
Figura 2. Fotografía de algunos asistentes al I Congreso Iberoamericano de Biofísica.
Figura 3. Fotografía tomada durante la cena oficial del I Congreso Iberoamericano 
de Biofísica. Aparecen Francisco Bezanilla (izquierda) y José López Barneo (derecha).
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José López Barneo 
que el congreso de Sevilla fuese el primero y el único de la serie. Afor-
tunadamente me equivoqué y gracias, entre otros factores, a la entrega 
de Javier Alvarez-Leefmans el II Congreso Iberoamericano de Biofísi-
ca se celebró en la Ciudad de Puebla (México) del 2 al 7 de octubre de 
1993. Por la SBE formaron parte del Comité Científico Internacional 
Manuel Cortijo, Bernat Soria, José A. Subirana y José López Barneo. 
El congreso de Puebla fue también científicamente excelente y en su 
programa destacó una amplísima representación de electrofisiólogos y 
de investigadores del campo de los canales iónicos y transportadores. 
Recuerdo que algunas de las conferencias y simposios se celebraron en 
honor de biofísicos y fisiólogos españoles (algunos exiliados de la Gue-
rra Civil) o iberoamericanos, tales como Jaime Pi Sunyer, Enrique Mo-
les, Rafael Lorente de Nó, Arturo Rosenblueth, Coco Gerschenfeld, 
Mario Luxoro o Ramón Alvarez-Buylla. Otro “efecto secundario” del 
Congreso Iberoamericano de Sevilla fue la edición del libro Biofísica 
y Fisiología celular por Ramón Latorre, José López Barneo, Francisco 
Bezanilla y Rodolfo Llinás (ver Figura 4). Este proyecto se concibió 
en 1989 pero no se hizo realidad hasta 1996, debido a dificultades de 
comunicación y organización y al incumplimiento de los plazos de 
entrega de los capítulos por algunos autores. Recuerdo que como en 
aquella época la biofísica de canales iónicos avanzaba tan rápidamente 
Walter Stühmer, uno de los autores más cumplidores y pacientes, tuvo 
que escribir su capítulo tres veces. Al final Ramón Latorre y yo hicimos 
un esfuerzo extraordinario, conseguí una financiación muy generosa de 
la Universidad de Sevilla y pudimos publicar una obra que creo quedó 
bastante decente con un contenido que hasta entonces no estaba dispo-
nible en español. La edición se vendió completa y parece que el esfuer-
zo mereció la pena ya que el libro es todavía utilizado por estudiantes y 
doctorandos en Fisiología y Biofísica de España e Iberoamérica.
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
Para completar este apartado dedicado a los primeros pasos de la 
SBE y cómo éstos se vivieron desde la perspectiva de los fisiólogos ce-
lulares, he de referirme obligadamente a una visita que una delegación 
de biofísicos españoles, presidida por Manuel Cortijo, hizo a la todavía 
existente URSS en octubre de 1990. Fue un viaje inolvidable porque lo 
pasamos muy bien y porque además vivimos en directo un momento 
critico en la historia de la Unión Soviética, en plena “Perestroika” y 
en claro proceso de descomposición, aunque todavía manteniendo sus 
estructuras genuinas. Muchos de los delegados, entre ellos mi mujer 
Elizabeth Pintado y yo, éramos o habíamos sido personas con ideolo-
gía de izquierdas e interesados por la cultura rusa, por lo que la visita 
a la Unión Soviética tenía componentes emotivos muy fuertes. La 
delegación española estaba formada por unas 30 personas y de ellas 
aproximadamente la mitad pertenecíamos al campo de la fisiología 
celular. Han pasado 21 años de este evento y todos lo recordamos de 
forma entrañable y con profundo agradecimiento a Manolo Cortijo 
por habernos ofrecido la oportunidad de tener una experiencia tan 
especial. Lo interesante no fue el viaje en si mismo (con posterioridad 
he hecho viajes a Rusia mucho menos interesantes), sino la forma en 
que lo hicimos. Tuvimos varias reuniones con biofísicos soviéticos en 
Leningrando (San Petersburgo), Moscú y en Kiev, donde se organizó 
un simposio al que junto a los españoles asistieron numerosos biofísicos 
de diferentes ciudades de la URSS (ver Figura 5). Este fue continua-
ción de un primer simposio Hispano-Soviético organizado por Manuel 
Cortijo que se había celebrado en Granada en 1987. El simposio de 
Kiev tuvo lugar en el Instituto Bogomoletz, posiblemente el centro de 
mayor nivel en el estudio de la electrofisiología neuronal y de los cana-
les iónicos de la URSS. El instituto estaba dirigido por Platon Kostyuk, 
uno de los neurofisiólogos más reputados de aquella época que creo era 
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José López Barneo 
Figura 4. Portada del libro Biofísica y Fisiología celular editado en 1996.
por entonces vicepresidente de la Academia de Ciencias de la URSS. 
Kostyuk nos recibió rodeado de una aureola de “gran jefe”. No obstan-
te, una vez caído en desgracia tras el derrumbamiento de la URSS, dio 
ejemplo de gallardía personal y solidez intelectual. Me lo encontré en 
muchas ocasiones (algunas en España) asistiendo a pequeños congresos 
y reuniones y presentando su trabajo como hubiera hecho un joven 
“postdoc”. Durante el simposio de Kiev el grupo español estableció 
relaciones con los rusos/ucranianos que han perdurado hasta hoy. Uno 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
Figura 5. Fotografía de algunos asistentes al viaje de la delegación de biofísicos es-
pañoles a la URSS.
Figura 6. Fotografía de algunos “fisiólogos celulares” en la Plaza Roja de Moscú. De 
izquierda a derecha: Javier García Sancho, Lucía Tabares, Elizabeth Pintado, Ana 
Sánchez y José López Barneo.
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José López Barneo 
de los científicos más relevantes del Instituto Bogomoletz era Oleg 
Krishtal con quien posteriormente hice cierta amistad por coincidir 
en algunos comités editoriales de revistas científicas. Curiosamente, 
la secretaria de Krishtal, Nina Burdakova, se casó años más tarde con 
Ole Petersen, un reputado fisiólogo danés y excelente persona con 
quien vive en Inglaterra. Nina y Ole mantienen relaciones estrechascon varios de los científicos que asistimos al simposio de Kiev, es-
pecialmente con Ana Sánchez y Javier García-Sancho. Durante las 
visitas turísticas a los monumentos de Kiev, nos acompañaba un joven 
doctorando de Kostyuk, muy crítico con la URSS, que se llamaba 
Alex Verkhratsky quien emigró de Kiev y ha sido profesor en varias 
universidades europeas. Con Alex hemos colaborado varios de noso-
tros en numerosas iniciativas profesionales. Recientemente le escribí 
muy gustosamente una carta de recomendación para concursar a una 
plaza de IkerBasque en la Universidad del País Vasco –que creo ha 
obtenido-. Para finalizar la lista he de recordar a Victoria Bolotina, 
una investigadora de Moscú que al derrumbarse la URSS pasó un 
año sabático en Valladolid con Ana Sánchez y luego se estableció en 
los EE.UU. Fue nombrada “full professor” en la “Boston University” 
donde montó un laboratorio muy bueno dedicado al estudio de los 
canales iónicos en el músculo liso. Con Victoria hizo una estancia 
posdoctoral uno de mis doctorandos (Tarik Smani) con rendimien-
to muy satisfactorio. Además de los excelentes resultados científicos 
y culturales, la visita a la URSS sirvió para estrechar los lazos de 
amistad entre nosotros (ver Figuras 5 y 6). El viaje estuvo lleno de 
anécdotas (las comidas en los lugares de residencia, las canciones de 
González Ros y Ferragut, el alumno de Cortijo que creíamos era un 
policía de la KGB, las relaciones con Leonora —nuestra guía sovié-
tica—, el regateo del precio del caviar, entre otras) que seguramente 
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
contribuyeron a potenciar nuestra memoria sobre lo ocurrido durante 
aquellos días. 
Evolución posterior, situación actual, y perspectivas
 
Durante los últimos 20 años la SBE ha continuado creciendo y 
manteniendo la serie de congresos nacionales e iberoamericanos inicia-
da en los años 1980. Como se explica en otros capítulos de este libro, 
estos congresos se han celebrado en ocasiones de forma bilateral con 
Portugal o con la European Biophysical Societies Association (EBSA). 
Formé parte del Comité Científico en el IV Congreso Nacional de la 
SBE celebrado en Cáceres (abril, 1994) y del V Congreso de la SBE/I 
Congreso Hispano Portugués celebrado en Lisboa (diciembre, 1995). 
Del grupo fundador de fisiólogos celulares, quien ha tenido un recorri-
do más largo dentro de la SBE ha sido Bernat Soria, que fue presidente 
no solo de la SBE (1999-2003) sino también de la EBSA. Dentro de 
los biofísicos sevillanos formados en mi laboratorio, Guillermo Álvarez 
de Toledo (vocal de la Junta Directiva de la SBE entre 2003 y 2008) y 
Lucía Tabares (miembro de la Junta Directiva actual) son los que han 
mantenido un contacto más cercano con la SBE.
Desde principios de los años 90 mi grupo inició un giro en su ac-
tividad científica, acentuando la dedicación al estudio de problemas 
de interés biomédico más inmediato que los tratados previamente. En 
1997 comenzamos a trabajar sobre enfermedades neurodegenerativas y 
terapia celular lo que posiblemente alejó a los miembros del grupo de la 
SBE. Algo similar ocurrió años más tarde con algunos otros miembros 
del grupo biomédico inicial. No obstante, mantengo el mismo perfil 
científico con el que inicie mi grupo en 1983 resultado de la mezcla de 
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José López Barneo 
mi formación médica y biofísica: la investigación de problemas de alto 
significado biológico y médico con mentalidad molecular y cuantitati-
va. Mi grupo de investigación se denomina “Neurobiología Celular y 
Biofísica” y junto a los compañeros formados en mi entorno, somos la 
referencia en la docencia de la Biofísica a los alumnos (pre y posgrado) 
en la Universidad de Sevilla. De hecho, el nombre de nuestro departa-
mento universitario de la Facultad de Medicina, que se adoptó cuando 
fui director del mismo durante los años 80, es “Fisiología Médica y 
Biofísica”.
Como se indicó al principio del capítulo, en los años 80 coincidien-
do con la fundación de la SBE ocurrió la gran revolución de la Elec-
trofisiología gracias al descubrimiento de las técnicas de “patch clamp” 
y al clonado de los canales y transportadores iónicos. La Electrofisio-
logía se hizo menos “especial” y, además de sus relaciones clásicas con 
la Biofísica, se acercó a otras disciplinas como la Biología Molecular, 
la Fisiología celular, o las Neurociencias. Como ha ocurrido en otros 
países avanzados el campo de los canales iónicos también se ha desarro-
llado ampliamente en España, con numerosos grupos en universidades 
y centros de investigación. Algunos de los grupos más activos han 
constituido un programa Consolíder aprobado por el Ministerio de 
Ciencia e Innovación a cuyo Comité Asesor Externo tengo el honor 
de pertenecer. Recientemente asistí a la reunión anual de este programa 
(Tenerife, 2011) y pude constatar con satisfacción el alto nivel de sus 
miembros, su homologación internacional y las relaciones que muchos 
de ellos mantienen con la Biofísica “hispana” del otro lado del atlántico.
La Biofísica es una ciencia interdisciplinar y desde sus orígenes 
ha estado sujeta a las modas y cambios imperantes en cada momento 
histórico. No obstante, en ningún lugar se repite hoy el “Why Bio-
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La fisiología celular, los canales iónicos y la creación de una biofísica española
physics?” (A.V. Hill, Science, 21, 1233-1237, 1956) de hace 55 años, 
ni parece necesario debatir sobre el ¿qué? y ¿para qué? de la Biofísica. 
La investigación en Biofísica es fundamental para el desarrollo de la 
Medicina y la Biotecnología. La ilusión por descubrir está siempre viva 
y son los investigadores jóvenes más brillantes los que suelen estar dis-
puestos a apoyar proyectos ambiciosos y de calidad. Es cometido de las 
instituciones y organizaciones hacerse atractivas para los profesionales 
más capaces y activos. Espero que la SBE continúe durante muchos 
años siendo una de ellas.

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