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La Revolución de Mayo es la expresión local rioplatense de un proceso continental a través del cual se desarticuló, en gran medida, la dominación del Imperio español en América. ¿Cómo enseñar este contenido de las Ciencias Sociales considerando tanto el enfoque del área como la complejidad del problema histórico específico atravesado por debates teóricos e historiográficos?
La Revolución de Mayo es el proceso histórico a través del cual se desencadenó, en el Río de la Plata, la ruptura de los lazos coloniales que los integrantes de la sociedad americana mantenían con el Imperio español. Se trató de una expresión regional de un proceso mucho más vasto que abarcó enormes porciones del continente americano, desde México (Virreinato de Nueva España) hasta la zona de los Andes (Virreinato del Perú), pasando por Venezuela, Colombia, Centroamérica y algunas islas del Caribe (Virreinato de Nueva Granada). Tras varios años de luchas sangrientas, la monarquía española logró retener solamente algunos territorios limitados como la isla de Cuba, que recién declararía su independencia en 1898.
El contexto social
La sociedad que llegó a atravesar esa gigantesca crisis transformadora se caracterizaba por su organización a partir de un orden rígido y reacio a las modificaciones. Se trataba de una organización estamental en la que cada uno de sus integrantes ocupaba un espacio claramente delimitado (un estamento) dentro de la escala social que era muy jerárquica. Los grupos privilegiados que habitaban el espacio virreinal rioplatense eran oriundos de la península española (por esa razón se los denominaba con el adjetivo «peninsular») y podían demostrar pertenencia a un linaje noble. Hacia abajo en la pirámide social, se ubicaban los criollos (españoles americanos) que eran libres (no estaban sometidos a vínculos de sujeción personal) y podían realizar algunas actividades económicas que les permitían enriquecerse. Sin embargo, tenían vedado el acceso a los cargos de gobierno y a comerciar de manera legal con personas ajenas a la metrópoli española.
En los últimos peldaños de esta organización social jerarquizada se encontraban los habitantes originarios del continente (integrantes de las comunidades indígenas) y los esclavos importados del continente africano que, aunque en diversos niveles y con la existencia de excepciones y particularidades, estaban asignados a trabajos forzados y a un enorme y permanente ejercicio de sometimiento social y cultural, cuya fundamentación ideológica estaba apuntalada por la Iglesia Católica.
Las Reformas Borbónicas
Esta conformación social fue variando en proporciones demográficas a lo largo de los tres siglos que duró la dominación peninsular, pero se cristalizó con fuerza en el siglo XVIII. En esa centuria, luego de una serie de enfrentamientos y acuerdos producidos en los primeros años del siglo y conocidos como guerra de Sucesión, la monarquía española pasó a estar controlada por la Casa de los Borbones. La nueva dinastía impulsó una serie de acciones y políticas que avanzaron sobre muchísimos aspectos de las sociedades americanas. El conjunto de decisiones tomadas por la corte española, principalmente durante el reinado de Carlos III y Carlos IV, reciben el nombre de Reformas Borbónicas y se diseñaron sobre la base de un claro objetivo centralizador.
La intención principal era aumentar el control político y los beneficios económicos de la metrópoli sobre las colonias en el contexto de la creciente presencia de otras potencias que rivalizaban con España (Francia, Portugal y, fundamentalmente, Inglaterra). Además, los Borbones se propusieron responder con un reordenamiento jurisdiccional e institucional (que incluyó la creación del virreinato rioplatense) y mayor control fiscal, a la complejización de la sociedad colonial que se caracterizaba por la presencia cada vez más importante de demandas de autonomía del sector criollo.
El contexto cultural
El contexto cultural en el que se desplegaron las reformas borbónicas estuvo signado por el desarrollo del Iluminismo (Ilustración), un vasto movimiento filosófico que tuvo como epicentro al reino de Francia y que se propaló por todo el Viejo Continente a través de múltiples expresiones. En el ámbito político, el fenómeno de la Ilustración representó la difusión de una serie de ideas y desarrollos teóricos que pusieron en cuestionamiento el fundamento sobre el que se erigían los gobiernos de los monarcas y los privilegios de las noblezas. En ese contexto, en el que empezó a argumentarse crecientemente en favor de la naturaleza igualitaria de la condición humana, varios americanos que se formaron en centros de estudio del Viejo y el Nuevo Mundo y que eran sensibles a la conflictiva realidad de su continente, formularon argumentos en contra de la dominación despótica de la metrópoli sobre la colonia.
	Es decir que las razones que explican el desencadenamiento de la crisis del dominio colonial español fueron varias y diversas:
· La existencia de una sociedad jerárquica y estamental con profundas desigualdades e inequidades entre sus integrantes.
· Un régimen económico que cercenaba el despliegue de las fuerzas productivas a partir del monopolio comercial.
· Un conjunto de reformas que centralizaron enormemente la toma de decisiones restringiendo la participación del sector criollo y aumentando la presión impositiva sobre el conjunto de los habitantes de la colonia
· El desarrollo de un amplio proceso filosófico y cultural que jaqueó las bases ideológicas del poder de los reyes y el privilegio de los nobles.
El contexto político
Este conjunto de razones operó sobre todas las regiones de las colonias y desató numerosos levantamientos, incluso, antes de 1810. La rebelión indígena liderada por Túpac Amaru y Túpac Katari en la frontera entre el Virreinato del Río de la Plata y el Virreinato del Perú es una de las diversas manifestaciones de crisis del poder español a lo largo del siglo XVIII.
Por otra parte y paralelamente, las demás potencias europeas que mantenían dominios en América atravesaban, también, enormes dificultades para sostener una hegemonía clara sobre las poblaciones que gobernaban. Tanto la colonia francesa de Haití que fue la primera en toda la historia latinoamericana en independizarse, pasando por las trece colonias de América del Norte que declararon su autonomía al Imperio Británico, hasta el levantamiento encabezado por el brasileño Tiradentes contra las arbitrariedades del Imperio Portugués, en todas partes se producían luchas que debilitaban el colonialismo europeo en América.
Sobre este contexto general se desencadenaron los acontecimientos en Buenos Aires durante los primeros años del siglo XIX. En 1806 y 1807, las fuerzas navales inglesas ingresaron en el Río de la Plata. Pretendían ampliar sus mercados para la creciente producción fabril que se estaba generando en el marco de una revolucionaria transformación de la economía desplegada por el empleo de nuevas técnicas en las industrias. La pelea por el comercio marítimo llevó a los británicos a intentar saltear las restricciones del monopolio español con una solución más eficaz que el contrabando.
La displicencia de los peninsulares para ofrecer una reacción —expresada cabalmente en la fuga del virrey Sobremonte— y la reacción del sector criollo que se organizó en armas a través de milicias, modificó la correlación de fuerzas políticas en la capital del Virreinato. Una vez expulsados los ingleses, la militarización de los americanos nativos colocó a estos en una posición de mayor poder, con capacidad para pugnar con más recursos por su participación en el gobierno de la colonia.
Paralelamente, el desenvolvimiento de los conflictos europeos a partir del desarrollo de la Revolución Francesa se desplegó a través de las exitosas campañas militares dirigidas por Napoleón. El ingreso del general corso en la península ibérica provocó una crisis profunda, tanto en España como en Portugal, cuyos efectos cruzaron el océano con celeridad. A partir de entonces, se desencadenóla sucesión de acontecimientos que formaron parte del clásico relato de la escuela primaria.
	El Rey Fernando fue apresado por Napoleón y reemplazado por José Bonaparte; los criollos de Buenos Aires se preguntaron a quién debían obedecer; convocaron a un Cabildo Abierto que, luego, de discutir, proclamó la conformación de una Junta que definió una estrategia para alcanzar la independencia y evitar conflictos: Gobernar en nombre del rey. En otras palabras, utilizar la máscara de Fernando VII.
Los significados de la Revolución de Mayo
La Revolución de Mayo es, tal vez, el proceso histórico más estudiado por los historiadores argentinos. Se trata, además, de una cuestión que ha generado muchas controversias para el debate. Esta situación obedece, principalmente, al hecho de que las jornadas de 1810 encierran los acontecimientos que, desde la perspectiva de un sector muy importante y persuasivo de la historiografía local, marcan el nacimiento de la Patria. En otras palabras, la Revolución de Mayo es depositaria de mucha atención e interés porque estudiarla implica ocuparse de conocer el origen de la Argentina como nación. Afirmar alguna idea sobre la Revolución de Mayo significa afirmar algo sobre el origen de nuestro pueblo y, por ende, sobre la identidad de nuestra sociedad. Esta concepción que asocia la Revolución de Mayo con el nacimiento de la Patria está absolutamente consustanciada con la enseñanza de la historia y las Ciencias Sociales que se practicó y practica en los colegios.
La escuela primaria argentina, desde los tiempos en que se consolidó el sistema educativo —que son los mismos en que se produjo la llegada masiva de inmigrantes europeos al país (últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX)—, fue una pieza clave de los diversos mecanismos que se montaron para construir una identidad nacional. La enseñanza de la Historia y la Geografía argentinas dentro de la escuela fueron, a su vez, algunos de los vehículos más eficaces para producir esa identidad. El tipo de ciudadano que pretendió construirse en los tiempos fundacionales del sistema educativo y de la presencia multiplicada de individuos de diversas nacionalidades, fue el de un sujeto conocedor de los símbolos y los datos más relevantes de la historia y la geografía del país desde una perspectiva determinada de esas disciplinas.
Concretamente, en el caso de la enseñanza de la historia, el enfoque que se promovió en la escuela es el de la reconstrucción del pasado nacional a partir de la identificación de fechas emblemáticas de batallas y acontecimientos político-militares (cambios de gobierno, tratados diplomáticos, armisticios, sanción de leyes y otras) así como de figuras individuales, grandes hombres —próceres y villanos—, que fueron sindicadas como las hacedoras de los hechos que debían ser estudiados por su relevancia para la historia política del país. La dinámica de las explicaciones o la lógica de la causalidad histórica que se desplegó en las aulas estuvo determinada por la sucesión de acontecimientos encadenados a partir de relaciones, generalmente, monocausales y en las que las intenciones de los «grandes hombres» eran los motores casi únicos de los cambios que se producían.
Se trata de un tipo de enseñanza que entrelaza sus fundamentos con la denominada versión oficial o mitrista de la historiografía. La perspectiva de la historia oficial, cuyos exponentes más rutilantes son los autores del siglo XIX Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López (las explicaciones de la Historia Oficial han sido ampliadas y modificadas levemente en sus afirmaciones más importantes por una generación de historiadores que en las primeras décadas del siglo XX se reunieron en la denominada Nueva Escuela Histórica) se basa en un abordaje de los procesos históricos que atribuye a los acontecimientos político militares, a la voluntad de los «grandes hombres» y al encadenamiento lineal de los hechos un papel primordial. Estos autores colocaron a la Revolución de Mayo en el sitio más especial que debe estudiarse para detectar los rasgos esenciales de nuestra identidad nacional.
Durante el siglo XX, nuevas corrientes historiográficas como el marxismo y la denominada Historia Social han ampliado las herramientas con las cuales estudiar los problemas históricos y enriquecieron las explicaciones del proceso independentista a partir del aporte de nuevos elementos vinculados con el conjunto de factores que señalamos en el primer apartado. Sin embargo, su incorporación a las escuelas ha sido sumamente limitada.
Otra corriente historiográfica, una de las vertientes del denominado revisionismo, ha sugerido una clave explicativa del proceso que rompe con la visión tradicional de la Revolución de Mayo, poniendo en cuestión la existencia de una vocación independentista y antiespañola del pueblo criollo (argentino) durante la convocatoria al Cabildo Abierto que se habría ocultado detrás de la máscara de Fernando VII. Este sector del revisionismo ha llamado la atención sobre el hecho inocultable de que importantes protagonistas del proceso iniciado en 1810 eran españoles peninsulares (dos integrantes de la Primera Junta, el autor del Himno Nacional, entre otros) o habían pasado la mayor parte de su vida en España (el Gran Capitán). De esta manera, se propone que los conflictos expresados en los primeros tiempos de la Revolución no estaban organizados en torno a los polos independencia nacional/dependencia de la metrópoli sino en torno a la pretensión de ampliar los márgenes de participación de los habitantes de la colonia en la distribución del poder dentro del Estado español. Si apareció una vocación rupturista e independentista, esta se habría ido delineando y afianzando en el devenir de los acontecimientos de la década pero no habría existido ninguna máscara que ocultase una estrategia diferente en el Cabildo de Mayo. Esta interpretación también suele estar ausente del relato escolar.
¿Qué hacer en la escuela con los aportes de la historiografía?
¿Qué decisiones pueden adoptarse para que la Revolución de Mayo no esté únicamente asociada a los objetivos de construcción de un determinado tipo de ciudadanía basada en el reconocimiento de una serie de nombres propios (de próceres y villanos) y la memorización de un conjunto de acontecimientos (acciones de los sucesivos gobiernos de la década de 1810 y batallas de las guerras por la independencia)?
En primer lugar, es importante reconocer que la enseñanza de las Ciencias Sociales en la escuela puede estar orientada a la búsqueda de que los alumnos aborden la complejidad de determinados procesos históricos y sociales. En relación con la enseñanza de la etapa independentista es interesante considerar:
· Las múltiples causas que la determinaron (que no se reducen al apresamiento de Fernando VII por Napoleón) y que se pueden identificar a partir de diversas dimensiones de análisis o planos de la realidad (causas económicas, sociales, políticas y económicas).
· El reconocimiento de diversos actores sociales que participaron (que exceden a los integrantes de la Primera Junta, el rey de España y el virrey Cisneros) y que pueden reconocerse a partir de las perspectivas de los diferentes sujetos colectivos (criollos, peninsulares, esclavos, indígenas).
· La existencia de diferentes escalas en la presentación del espacio sobre el que se desplegaron los conflictos (que traspasan las paredes del Cabildo y el perímetro de la Plaza Mayor), que abarca tanto a la ciudad de Buenos Aires como el resto del virreinato del Río de la Plata, del continente americano y Europa.

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