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ZOOLOGÍIA Y EVOLUCION 
 
Por: José Luis Tellería 
Departamento de Zoología y Antropología Física 
Facultad de Ciencias Biológicas 
Universidad Complutense 
28040 Madrid 
E-mail: telleria@bio.ucm.es 
 
 
Resumen 
 
El estudio zoológico oscila entre la tradición linneana (inventario de la diversidad 
taxonómica) y la aplicación de la teoría evolutiva al estudio de los animales. Esta 
teoría, estructurada bajo la forma de narrativas históricas, preside las hipótesis 
sobre los procesos que han dado lugar a la fauna actual y es la base sobre la que se 
articula el estudio de la diversidad zoológica. Las ideas evolucionistas se aplican 
también al campo de la conservación por lo que difícilmente pueden ser obviadas en el 
ejercicio profesional de la zoología. 
 
 
Introducción 
 
La zoología es la ciencia que estudia a los animales. Y éstos, organismos eucariotas, 
heterótrofos y pluricelulares, constituyen uno de los reinos que configuran la diversidad de la 
vida en nuestro planeta (Margulis y Scwartz 1998). Como esa definición puede parecer algo 
inconcreta, diremos que los zoólogos estudiamos a los animales para saber quienes son, cómo 
son, cómo viven y por qué son y viven de forma tan diversa. Es decir, los estudiamos a través 
de la tradicional secuencia de aproximaciones descriptivas, funcionales y causales que tan 
magistralmente describiera Ernst Mayr en varias de sus obras (por ej., Mayr1995). 
Como es lógico, cualquier zoólogo definirá mejor su trabajo atendiendo a sus preferencias 
taxonómicas (herpetólogo, malacólogo…) y temas de estudio (taxónomo, etólogo…). Pero, pese 
a tal diversidad de enfoques, se considerará zoólogo en la medida en que vea a los animales 
como objetos de estudio y no como meros modelos con los que explorar otros aspectos de la 
biología (Futuyma 1988). Aunque ambos planteamientos discurren entrelazados en el quehacer 
cotidiano de esta ciencia, creo que es ésta la línea que separa, por ejemplo, al ornitólogo que 
hace eco-morfología del eco-morfólogo que trabaja con aves. 
Esta definición de objetivos es también importante a la hora de valorar las relaciones 
entre la zoología y la teoría evolutiva. Como recordaba Stephen Jay Gould (1994: 253), la 
teoría de la evolución es una hipótesis sobre los mecanismos evolutivos, pero no sobre el 
hecho evolutivo. Para los zoólogos, los animales son “el hecho” y la teoría de la evolución –
surgida de la mano de algunos ilustres predecesores (Lamarck, Wallace, Darwin, Mayr, etc.) - 
un potente instrumento con el que estructuramos muchas de nuestras hipótesis. 
Es evidente que el interés por el estudio zoológico de los animales es una opción personal 
que, como ha señalado Dayton (2003), responde frecuentemente a las mismas razones éticas 
y emocionales por las que muchos decidimos en su día dedicarnos al ejercicio de la Biología. 
Pero también hay razones científicas que avalan la conveniencia de esta aproximación. La vida 
no es una mezcla amorfa de materia auto-replicante, sino que se ha organizado en entidades 
complejas y de características dispares. Los animales son (somos) parte de este proceso 
histórico de construcción de la vida y, en calidad de contundentes “hechos evolutivos”, 
merecen ser estudiados como un todo. Además, constituidos en poblaciones de individuos 
(pasaré de puntillas por el concepto de especie, el Santo Grial de la Biología en palabras de 
Edward O.Wilson, 1992), constituyen piezas clave del funcionamiento de los ecosistemas 
(Hooper et al. 2005). Por eso, debemos conocer y comprender los procesos ecológicos y 
evolutivos que los moldean y con los que estructuran, a través de diferentes sinergias, los 
rasgos del resto de la biosfera, 
 
 
 
 
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Importancia de la evolución en el estudio teórico de los animales 
 
En tiempos de Galileo, la mecánica (incluida la astronomía) era la ciencia dominante, con las 
matemáticas como eje. Por eso, la física, con su fundamento matemático, se convirtió en el 
modelo de todos los grandes de la revolución científica (Newton, Descartes…). Y esos 
planteamientos, alimentados por el mecanicismo cartesiano, han servido de base filosófica al 
quehacer científico de muchas disciplinas. Pero no de todas y, desde luego, no de “toda” la 
biología, en especial a partir del siglo XIX con la revolución darviniana. 
Según Mayr (2004), la biología podría dividirse en funcional e histórica (o evolutiva). La 
primera trata del funcionamiento de los sistemas biológicos, incluidos los procesos celulares y 
el genoma. Muchos de estos procesos podrían explicarse de forma casi mecánica a través de 
principios compartidos con la química y la física. Pero los seres vivos tienen una historia que 
los relaciona en el tiempo y que ha dado lugar a su actual diversidad de formas y funciones, su 
distribución e interacciones. Por eso, es difícil aproximarse a su estudio sin atender a su 
dimensión histórica. Esta es la biología evolutiva que se inició con Darwin y que ha ido 
madurando y progresando hasta nuestros días. Sin ella no tiene sentido el estudio científico 
de la vida. 
Parece obvio, por lo demás, que ambas visiones de la biología están adaptadas al estudio de 
diferentes niveles de organización de la materia viva. La biología funcional se ajusta bien al 
análisis de muchos aspectos infra-organísmicos, mientras que la evolutiva sirve para abordar 
el estudio de las poblaciones y comunidades con sus interacciones ecológicas y evolutivas. 
Además, difieren en los métodos de experimentación. La biología funcional está dominada por 
la manipulación en condiciones de laboratorio, donde pueden repetirse a voluntad y con 
relativa rapidez los procesos en estudio. Pero como no se pueden replicar los procesos 
históricos que han configurado la biodiversidad actual, la biología evolutiva plantea sus 
hipótesis bajo la forma de narrativas histórica y usa el método comparado o la investigación 
de campo para testar sus predicciones. Esta es la lógica del estudio de las relaciones 
filogenéticos de los animales, ciclos vitales, formas, comportamiento, distribución espacio-
temporal… 
 
Importancia de la evolución en el estudio aplicado de los animales 
 
Ambas aproximaciones al estudio de la vida difieren también en la aplicación de sus 
conocimientos: mientras en biología funcional priman los aspectos biosanitarios y biotec-
nológicos, con sus evidentes implicaciones en el mundo de la salud y de la industria, la 
evolutiva estudia el origen y mantenimiento de la biodiversidad, entendida como el conjunto 
de manifestaciones de la vida y de los procesos ecológicos y evolutivos que la mantienen. Sus 
aplicaciones más evidentes se encaminan hoy hacia la gestión de la naturaleza en un contexto 
de pérdida generalizada de biodiversidad (Dirzo y Raven 2003). En este campo, las ideas 
evolucionistas se abren paso con vigor. La pérdida de variabilidad genética (y el consiguiente 
potencial evolutivo) de las pequeñas poblaciones o los problemas de la introgresión de material 
genético con la consiguiente pérdida de identidad de los grupos afectados son temas 
recurrentes en conservación de la fauna desde hace muchos años (Frankel y Soulé 1981). Pero 
el futuro parece sembrado de nuevas aproximaciones evolucionistas que poco a poco se van 
incorporando a la praxis de la conservación (Moritz 2002). 
Por ejemplo, las modificaciones introducidos por el hombre en los sistemas ambientales 
del planeta están produciendo cambios drásticos en las condiciones de vida de muchos 
organismos. Estos pueden sucumbir (la opción más frecuente) o adaptarse a las novedades. 
Por eso, comienza a reclamarse la consideración de estos aspectos en la gestión rutinaria de 
los animales. En este contexto, se ha acuñado el concepto de “manejo informado evolutiva-
mente” (traducción libre de evolutionarily enlighted management; Ashley et al. 2003) para 
definir esta nueva aproximación a la gestión de los procesos evolutivos contemporáneos. 
Otro ejemplo del uso de la evoluciónen zoología aplicada es el uso de la singularidad 
filogenética como un referente básico a la hora de valorar el interés conservacionista de los 
diferentes taxones zoológicos (Avise 1992). Según este planteamiento, un taxón singular por 
su peculiar historia evolutiva es más valioso que otro que cuente con numerosos grupos 
próximos. Desde una perspectiva evolutiva, su filogenia refleja la originalidad de la 
información genética que atesora y que se perderá para siempre si el grupo desaparece. Por 
ello, se está imponiendo la aplicación de estos criterios filogenéticos en los estudio dirigidos a 
descubrir y proteger las regiones más relevantes desde una perspectiva conservacionista. 
 
 
 
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Comentarios finales 
 
Por todo lo dicho, resulta difícil pensar que alguien razonablemente informado pueda 
concebir una zoología sin evolución. Aunque, hay que asumir que algo falla cuando demasiados 
colegas nos ven a los zoólogos como practicantes de una disciplina descriptiva y algo demodée. 
Y puede que no les falte razón si nos atenemos a los dos aspectos siguientes. En primer lugar, 
la zoología sigue enganchada al viejo proyecto linneano de inventariar la diversidad de 
especies de un planeta aún mal conocido (cada año se descubren 13.000 nuevas especies 
animales; Dirzo y Raven 2003). Se da, además, la paradoja de que este objetivo es hoy más 
importante que nunca pues urge catalogar y describir la diversidad de animales antes de que 
desaparezcan. En segundo lugar, este abrumador trasfondo descriptivo, que constituye una 
parte pero no el todo del estudio zoológico, pesa a veces demasiado en los programas que 
impartimos en nuestras aulas. Aulas en las que se han formado muchos de esos colegas que 
hoy no nos comprenden. Como llegan tiempos de cambio en los planes de estudio de la 
universidad española, debiéramos reflexionar sin complejos sobre la mejor forma de ofrecer 
a nuestros alumnos una visión dinámica, integral y transversal del mundo animal. 
 
 
Referencias 
 
Ashley, M.V., Wilson, M.F., Pergams, O.T.W., O’Dowd, D.J., Gende, S.M. y Brown, J.S. 2003. 
Evolutionary enlightened management. Biol. Cons. 111: 115-123. 
Avise, J.C. 1992. Molecular population structure and the biogeographic history of a regional fauna: A 
case history with lessons for conservation biologists. Oikos 63: 62-76. 
Dayton, P.K. 2003. The importance of the Natural Sciences to conservation. Am. Nat. 162: 1-13. 
Dirzo, R. y Raven, P.H. 2003. Global state of biodiversity and loss. Annu. Rev. Environ. Resour. 28: 137-
167. 
Frankel, O.H. y Soulé, M.E. 1981. Conservation and evolution. Cambridge Univ. Press. 
Futuyma, D.J. 1988. Wherefore and wither the naturalist? Am. Nat. 151: 1-6. 
Gould, S.J. 1994. Hen's Teeth and Horse's Toes. Norton & Company. 
Hooper, D.U., Chapin, F.S., Ewel, J.J. et al. 2005. ESA Report: Effects of biodiversity on ecosystem 
functioning: a consensus of current knowledge. Ecol. Monogr. 75: 3-35. 
Margulis, L. y Schwartz, K.V. 1998. Five Kingdoms. An illustrated Guide to the Phylla of Life on Earth. 
Freeman. 
Mayr, E. 1995. Así es la Biología. Debate. 
Mayr, E. 2004. Por qué es Única la Biología. Katz. 
Moritz, C. 2002. Strategies to protect biological diversity and the evolutionary process that sustain it. 
Syst. Biol. 238-254. 
Wilson, E.O. 1992. La Diversidad de la Vida. Crítica.

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