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Kobie. PaleoantroPología 29, año 2010 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao. ISSn 0214-7971 cRítIcAS y ReSeÑAS 113 CRÍTICA dE lIbRoS lewis-Williams, d. 2005. la mente en la caverna. la conciencia y los orígenes del arte. traducción enrique Herrando Pérez. Akal. Madrid. 328 pp. el autor se propone explicar el origen histórico del arte y su interpretación en el sentido en que ya lo hicieron numerosos prehistoriadores. este arte es el del Paleolítico superior, ya que los hombres del Inferior y Medio carecieron de lenguaje articulado, cuya posesión resulta imprescindible para crear arte. y supone que este arte lo es en el sentido estricto de la palabra, como el que produjeron las sociedades históricas. el libro está escrito en un lenguaje claro y accesible, sencillo e ilustrador, de manera que puede decirse que incluso la parte dedicada a la Metodología, se lee con gusto y facilidad. Sin embargo esta gratificante claridad se combina con una indisimulada confusión entre lo psicológico y lo histórico, que termina por anular el gusto de su lectura. De manera, que el interés en escribir una crítica de este libro no es propiamente la de analizar conceptos de la neuropsicología sino el de valorar el intento de aplicarlo a los hechos prehistóricos. el autor trata de responder a la eterna pregunta sobre los orígenes del arte que se añade a la casi interminable lista de los que han pretendido responder a éste y a otras del mismo rango, desde los comienzos mismos de la investigación prehistórica. Parecería que la experiencia de la inutilidad del esfuerzo hecho hasta ahora por conseguirlo, no es suficiente para que la inteligencia deje de someterse al deseo y reconozca sencillamente su incapacidad. Pero no es así, y, pese a lo que pese, este sometimiento al deseo seguirá ejer- ciendo su omnímodo poder para idear nuevos intentos, vivir de ellos un tiempo, y abandonarlos con dolor. en un breve resumen, se trata de explicar este ori- gen buscando en la semejanza formal de figuras de animales realizadas sobre rocas por algunos chamanes africanos y norteamericanos en estados alterados de conciencia y las de las figuras paleolíticas en cuevas, deduciendo que éstas pudieron ser realizadas en igua- les estados de conciencia, estados a los que sólo puede suponerse que tenían acceso los hombres de estructura anatómica moderna. el autor parte del hecho de que, pese a todos los datos que poseemos, nadie ha logrado una explicación suficientemente satisfactoria del problema del origen y significado del arte: “no parece que estemos más cerca de saber porqué la gente de ese período (paleolítico Superior) penetraba en las profundida- des de las cuevas de piedra caliza de francia y España para crear imágenes en total oscuridad, además de las que realizaron en áreas con luz diurna y sobre piezas portátiles de piedra, hueso, marfil y cuerno. … no sabemos lo que significaban las imágenes para quienes las hacían y para aque- llos que las contemplaban” (pág. 8). estas palabras expresan con rotundidad una vez más la insatisfacción de los prehistoriadores ante la inutilidad de sus esfuer- zos. y vienen a ser, aunque no haya sido expresado tan rotundamente lo mismo que han sentido cuantos han propuesto una nueva solución del problema. A partir de ahí, el autor se presenta inicialmente no como el que va a lograr la explicación ansiada sino como el que va a situar el problema en sus verdaderos términos y “plantear nuevos y más profundos inte- rrogantes” (Ibid). Para ello comienza por reconocer que el problema estriba en la Metodología a utilizar. “necesitamos un método que nos haga comprender los datos de que disponemos” (Ibid). el cual es definido de la siguien- te manera: “una forma de argumentación que un investigador emplea para llegar a declaraciones explicativas” (Ibid). De lo que parece deducirse que el que él se propone, debería llevar a dar satisfacción generalizada a las interrogantes que ha declarado no resueltas y sin embargo necesitadas de solución. el procedimiento para desarrollar su método con- siste en desechar las “hipótesis fútiles” (pág. 9), que no hacen sino distraer la mente del verdadero proble- ma, y estudiar el papel de la inteligencia y de la con- ciencia, es decir, la interacción entre la actividad mental y el contexto social, aspecto ignorado hasta ahora en las hipótesis. A partir de indica el camino a seguir: habría que preguntarse “de qué manera determinadas ideas sobre la experiencia humana que son compartidas por una comunidad, afectan a la actividad mental de los individuos y cómo el acceso socialmente controlado a determinados estados mentales se convierte en una base para la discriminación social” (pág. 10). el estudio conveniente para plantear el problema en sus verdaderos términos, serían las siguientes reflexiones: las ideas sobre la experiencia Kobie Serie PaleoantroPología nº 30: 113-126 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia bilbao - 2011 ISSn 0214-7971 Web http://www.bizkaia.eus/kobie http://www.bizkaia.eus/kobie Kobie. PaleoantroPología 30, año 2011 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao. ISSn 0214-7971 cRítIcAS y ReSeÑAS114 humana son compartidas por la comunidad y afectan a la mente de sus componentes, algunos de los cuales tienen acceso a estados mentales a los que no acceden los demás, con lo que aíslan del resto. Para mostrar que este análisis se cumple en la realidad punto por punto: “ofrezco dos estudios de casos concretos de formas en las que las imágenes mentales pueden traducirse en arte rupestre” (Ibid). como puede verse, estamos ante dos puntos básicos de su análisis: la interacción entre las ideas compartidas por la comu- nidad y la actividad de la mente del individuo, su dis- criminación social y la producción de imágenes artís- ticas. el método que preconiza es no el de comprobar y secuenciar hipótesis, lo cual es propio de la ciencia “para ilustrar la diferencia entre el cableado y otros tipos de razonamiento, señala (Alison Wylie, 1989) que algunos razonamientos son como cade- nas: siguen un eslabón lógico uno tras otro; si un eslabón falta debido a la falta de pruebas o a una lógica errónea, todo el razonamiento se derrumba (pág. 104), el cual sería lo propio de un hecho históri- co sino el de entrelazar o cablear numerosas líneas de pruebas, tomado de Alison Wylie. este método le parece el más propio porque “la Arqueología es la ciencia de las pruebas escasas por excelencia” (Ibid). en esta situación, el autor encuentra la manera de sortear la escasez de pruebas para “compensar una laguna entrelazar pruebas con líneas de pruebas una laguna en otra línea. por ejemplo, puede que el propio registro arqueológico no sugiera una expli- cación para un determinado rasgo encontrado en una excavación… pero el registro etnográfico de sociedades de pequeña escala en todo el mundo puede sugerir una explicación” (pág. 103). en este planteamiento metodológico, se observa ya una confu- sión, que más adelante, por su repetición en otros ámbitos, se hará más específica y se extenderá a otros aspectos del trabajo. el autor, en efecto, acude a la metodología tradicional de comparación etnográfica utilizándola como prueba de hechos históricos. Así es como lo hace: “Si una determinada actividad huma- na en una comunidad de cazadores recolectores de una parte del mundo llevó a la existencia de prue- bas físicas similares a las del descubrimiento arqueológico, la misma relación entre actividad y registro material puede haberse dado en un asenta- miento de cazadores recolectores en el pasado remoto” (Ibid). como puede verse, el autor confunde la posibilidad de que un hecho se haya repetido con la probabilidad de que lo haya sido. confusión que la crítica de las sucesivas interpretaciones y/o pruebas de hechos históricos, criticó desde que fue presentada la primera hipótesis basada en la comparaciónetnográfi- ca. Sin embargo, el autor lo presenta como un método algo novedoso y recurre para ello a la autoridad de una filósofa de la ciencia, como es Alison Wyllie. bajo el método denominado de “cableado” se entiende que el autor aporte los testimonios de los san africanos y del arte de los indios de norteamérica para hacer la hipótesis aceptable. Una de las novedades del planteamiento del autor estriba en su aprovechamiento de los conocimientos, que se han acumulado en los tiempos recientes sobre la conciencia, para suponer que algunas situaciones propias de chamanes de estas culturas, que crearon imágenes de dos y tres dimensiones semejantes a las producidas por los hombres del Paleolítico superior, pueden explicar cómo se originaron y qué sentido tuvieron. y otra, quizá la de teorizar acerca del valor de las conclusiones a las que se puede llegar aplicando el procedimiento del “cableado” a las lagunas que presenta la Arqueología. el autor se orienta hacia el aprovechamiento de los conocimientos recientemente adquiridos por la Psicología sobre la conciencia y en especial sobre sus estados alterados, los cuales, si bien en épocas históri- cas como las medievales, se consideraban el mecanis- mo con el que la divinidad revelaba a fieles muy escogidos, sus decisiones o sus misterios, en nuestra sociedad occidental no sean tenidos como válidos para orientar ni la comprensión del mundo ni su goberna- ción ni siquiera entre los creyentes más adictos. Pese a ello “son una parte inevitable de lo que es ser humano, y, si ignoramos sus potenciales efectos durante la transición del paleolítico Medio al Superior y el propio paleolítico Superior, no debe- mos esperar ofrecer más que una explicación par- cial” (pág. 124). Dentro de esta orientación, el autor acepta un modelo neuropsicológico, que muestra el funciona- miento del sistema nervioso moldeado por las circuns- tancias culturales de las personas. la razón de acudir a los estados alterados de la conciencia como vía de explicación, es, además, la semejanza que se observan entre las fases de estos estados y los signos e imágenes paleolíticos. Así, en la primera fase de estos estados, se experimentan percepciones visuales geométricas como puntos, cuadrículas, zigzags, serpentiformes, arcos segmentados o “lobulados”, etc. lo cual tiene notable semejanza con el amplio registro de signos del arte paleolítico y podría servir para iniciar la secuencia histórica de este arte. es evidente que, si estos signos aparecen en la fase primera de los estados alterados, los pudieron padecer y/o provocar los paleolíticos, pero difícilmente se podría deducir de ello que los signos paleolíticos fue- ron dibujados en ese estado. Porque, por esta prueba, no podría excluirse que los hubieran dibujado en estados de conciencia no alterados. en la segunda fase de estos estados, los humanos tratan de dar sentido a estos fenómenos elaborándolos Kobie. PaleoantroPología 29, año 2010 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao. ISSn 0214-7971 cRítIcAS y ReSeÑAS 115 a partir de objetos que les son familiares (formación de iconos). en otras fases sucesivas, y asociadas a inten- sas experiencias emocionales, aparecen figuraciones y unas imágenes se transforman en otras y el sujeto penetra y participa en sus propias imágenes y se fun- den con ellas. en estas fases avanzadas los signos aparecen simultáneamente con las figuraciones. en el gráfico que el autor presenta (nº 26. el modelo neuropsicológico. cómo el funcionamiento del sistema nervioso humano está moldeado por las circunstancias culturales de las persona que experi- mentan estados alterados de conciencia) (pág. 129), se muestran, por vía de ejemplo, una de las cabras del salón negro de niaux como representativa de la fase 2, y los dos caballos tamponados opuestos por el tren trasero del friso de Pech-Merle, como representativos de la 3. esta es una aplicación o concreción de la manera en que en las alucinaciones de las dos últimas fases aparecen figuraciones asimilables a las de las conocidas en cuevas paleolíticas. lo que no se explica es la diferencia que puede haber entre las figuraciones de las dos últimas fases, ya que, desde el punto de vista formal, no hay diferencias reconocibles entre ellas, porque no se ha encontrado todavía una razón compar- tida que permita diferenciar estas formas. quizá, podría aludirse a que la cabra de la fase 2 presenta unos cuernos grandes caracterizados por gruesos medrones, y esta parte de la figura es muy semejante a uno de los signos de la fase 1. Podría verse en esta secuencia de las imágenes de los estados alterados de conciencia, una cierta seme- janza con la clasificación evolutiva que brueil hizo en su obra programática de 1911, en la que situaba en la fase originaria del primer período de la evolución, los trazados lineales sobre arcilla blanda realizados pasan- do los dedos, que caracterizaba como “frecuentemente ininteligibles” en castillo y Altamira, y al final del cual ya empiezan a verse ensayos de pinturas negras, después de las cueles situaba las de ciervas, caballos y toros de trazo sencillo y semipolícromas, para terminar en la última fase con los polícromos del techo de Altamira. el parecido entre algunas figuras de los chamanes de los grupos sam africanos y las paleolíticas es nota- ble. Sin embargo, la concepción artística de los africa- nos y los paleolíticos es notable. los africanos narran historias y desarrollan escenas, lo que en el arte paleo- lítico es impensable. el parecido verdadero está entre las imágenes de los sam y las de los neolíticos y gru- pos de las edades de los Metales. los neolíticos reflejan actividades sociales como la danza, la caza, la religión, algunas de las cuales también reflejan las que presenta el autor como características (Ver págs. 143, 179, 180) no así las más características de los chama- nes sam como las que aparecen en las págs. 151, 154, 158, 159, 160) Desde este punto de vista, siempre cabría preguntar a la hipótesis, que pone las imágenes en relación con la cultura de sus grupos, cuáles fueron las causas sociales, a las que se alude “in génere”, las que movie- ron a crear un arte simultáneamente figurativo y abs- tracto, en vez de hacerlo exclusivamente figurativo o exclusivamente abstracto. O dentro de esta opción, porqué sus figuras fueron reducidas a sólo alguna de sus partes, incluso a una simple línea, porqué utiliza- ron tan pocas veces el color o lo utilizaron mayorita- riamente sin matización. y además otras preguntas que permitirían llegar más lejos en la caracterización del arte. Porque ésa sería la explicación verdaderamente artística acerca del origen del arte paleolítico. estos estados alterados de conciencia también se producen mediante el consumo de una vida psicotrópi- ca llamada “yajé”, que usan los chamanes tucanos, estados en los que pintan en sus casas y sobre cortezas de árboles formas que identifican como elementos de sus visiones, o los chamanes shipo-conibos. Pero no parecen reconocidas al menos hasta hora, trazas del uso de sustancias estupefacientes entre los paleolíticos europeos. todavía el autor se plantea un nuevo problema: porqué los chamanes representaron las imágenes. este paso lo resuelve el autor de la siguiente manera: “Yo sostengo que en un momento dado y por razones sociales, las imágenes proyectadas de los estados alterados de conciencia fueron insuficientes, y que la gente necesitó fijar sus visiones. Alargaron la mano hacia sus visiones emocionalmente cargadas e intentaron tocarlas, mantenerlas en su sitio, quizá sobre superficies blandas y con sus dedos. no esta- ban inventando imágenes. Estaban simplemente tocando “lo que estaba allí” (pág. 198). no podría decirse que éste sea un modelo de prueba histórica; en todo caso sería una sugerencia. Sin embargo, no parece que el sentido de las pala- bras que siguen, sea propiamenteel de la sugerencia. Dicen así: “de este modo, las primeras imágenes bidimensionales no eran representaciones bidimen- sionales de objetos tridimensionales, como han supuesto siempre los investigadores. Más bien eran “imágenes mentales “fijadas”. Con toda probabili- dad quienes las realizaron no suponían que “repre- sentaran” animales auténticos más que lo que los abelan pensaban que sus imágenes pintadas y talladas representaran objetos del mundo mate- rial” (Ibid). Podríamos suponer que el autor con estas palabras se refiere a las imágenes como constitutivas del arte entendido como una actividad humana genérica y no como la descripción del origen histórico propiamente dicho. Pero no resulta así porque, si bien el autor arriesga una opinión personal, sin embargo la eleva al rango de la total probabilidad, lo cual es incompatible Kobie. PaleoantroPología 30, año 2011 bizkaiko foru Aldundia-Diputación foral de bizkaia. bilbao. ISSn 0214-7971 cRítIcAS y ReSeÑAS116 con la sugerencia y con la prueba histórica de la que pueda deducirse. Algunos caracteres con que el autor describe las manifestaciones artísticas parecen corresponder con algunas características de las imágenes paleolíticas, por ejemplo el carácter individual, la ausencia de entorno (suelo), el tamaño diferente, la frecuente carencia de extremidades. lo cual, para que fuera considerable como una confirmación de alguna de las implicaciones de la hipótesis, debería demostrarse que la explicación no puede ser otra, lo cual no es el caso. la confusión se sigue manteniendo hasta el final: “la realización de imágenes no se originó en un solo lugar y después se difundió por todo el mundo. las circunstancias en otros lugares y épocas pueden no haber sido idénticas a las que he descrito para la transición del paleolítico Medio al superior en Europa occidental. Todavía hay que demostrarlas, no simple- mente afirmarlas” (pág. 207-208). De lo que cabe deducir que su método de cableado para obviar las lagunas de la Arqueología no h surtido el efecto deseado. Sin embargo, las palabras que siguen a éstas prueban que los problemas, al menos varios, ya han sido resueltos. Así: “la imagen de la transición que hemos comen- zado a construir ha resuelto varios y aparentemente intratables problemas. Ahora podemos comprender mucho mejor el tipo de relación que debe haber existido entre los neandertales y las comunidades de “homo sapiens” que llegaron. podemos vislumbrar un tipo de relación que es diferente de cualquier cosa que podemos experimentar en el mundo actualmen- te. …podemos comenzar a ver, y esto es algo impor- tante, agitaciones sociales en los campamentos de “homo sapiens”, agitaciones que estaban relaciona- das con la socialización del extremo autista de la conciencia de nivel superior y de la realización de imágenes” (pág. 208). esta sería una prueba añadida de que el trabajo adolece de una confusión entre lo que pudo ser y lo que fue. Aunque se desee ver el trabajo de lewis-Williams como una orientación que pone de relieve una de las posibilidades de entender el proceso psicológico de la producción del arte paleolítico, no es posible hacerlo porque el autor se sitúa desde el comienzo de la obra en el empeño de convertir en pruebas históricas lo que no son más que posibilidades. Por otra parte, aunque nadie pueda dudar de los estados alterados de concien- cia y de las imágenes que generan, siempre podría preguntarse si toda la producción paleolítica debió responder a esta situación o si hubo alguna o algunas que lo fue o fueron en las condiciones de normalidad en las que tenemos pruebas de que también trabajan los artistas, y cuáles serían los criterios que nos permi- tirían distinguirlas de las producidas en los estados alterados. tampoco estaría de más preguntarse si las figuras de tanta perfección y buen gusto como las de los más importantes santuarios podrían estar realizadas en un estado de enajenación y alucinación como parecen mostrar los chamanes en trance. Juan María ApEllAnIZ Prof. emérito Universidad de Deusto
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