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CENTRO DE PROPAGANDA Y DEFENSA NACIONAL
LA GUERRA DEL CHACO
Y IOS
ESTA D O S U N ID O S
P O R
E N R I Q U E F I N O T
E n v i a d o E x t r a o r d i n a r i o y M i n i s t r o P l e n i p o t e n c i a r i o 
d e B o l l v l a e n W a s h i n g t o n .
L A P A Z — S O L IV IA
1 9 3 5
Lñ GUERRñ DEL CHñCO Y LOS 
ESTñDOS UNIDOS
) P O R
O E N R I Q U E F I N O T
X E n v i n d o E x t r a o r d i n a r i o y
M i n i s t r o P l e n i p o t e n c i a r i o
V d e B o l l v l a e n W a s h i n g t o n .
I.— Objeto de esta publicación.
El litigio sobreseí Chaco, que ha ocasionado la gue­
rra entre Bolivia y el Paraguay, ha despertado en los últi­
mos tiempos especial interés en los Estados Unidos, no 
sólo por tratarse de un asunto que afecta gravemente la 
paz y la armonía continentales, sino también porque com­
promete el porvenir económico de una parte importante 
de la América meridiopal. Numerosas publicaciones de 
de diverso origen y de variada tendencia; actuaciones par-
4
(amentarías recientes; artículos e informaciones de prensa, 
conferencias, audiciones de radio, etc., han actualizado la 
cuestión de! Chaco en forma tal, que se puede afirmar 
que ella preocupa en estos momentos no solamente al go­
bierno y a las altas esferas oficiales de los Estados Uni­
dos, sino también a las instituciones docentes y culturales, 
a la prensa, a la industria, al comercio y, en general, a 
la opinión pública de esta gran nación, que repudia la 
guerra como procedimiento para solucionar los conflictos 
internacionales, y que anhela la paz como único medio 
de permitir el libre desarrollo de las actividades humanas 
y de conquistar la felicidad general.
El pleito del Chaco es tan viejo como la existencia mis­
ma de Bolivia y Paraguay. Surgió desde el momento mis­
mo en que, nacidas a la vida independiente esas dos anti­
guas colonias españolas, trataron de fijar la extensión de 
su respectivo dominio territorial de acuerdo con el prin­
cipio americano del u ti possidetis juris de 1810, según 
el cual, las repúblicas formadas sobre la base de antiguas 
posesiones españolas, acordaron que sus límites debían 
abarcar las circunscripciones coloniales dentro de las cua­
les habían sido establecidas.
El pleito del Chaco no ha sido el único surgido 
en la América de origen español que ha perturbado las 
buenas relaciones entre las naciones del continente. Pue­
de decirse que se han suscitado entre ellas tantos litigios 
como fronteras internacionales ha habido necesidad de 
definir. Pero puede asegurarse también que casi siempre 
han sido zanjadas, o bien por transacciones amistosas, o 
bien por procedimientos arbitrales, que han evitado la 
guerra y han mantenido la armonía entre las naciones de 
América. El mismo pleito del Chaco ha sido transigido 
tres veces por medio de tratados celebrados entre Bolivia
3
y el Paraguay, tratados que nunca fueron ratificados por 
el gobierno paraguayo, dejando la cuestión en pié, con 
peligro para la paz, y con escarnio de la justicia. Todas 
las tentativas suscitadas por Bolivia o por naciones ami­
gas para poner término al litigio, fracasaron siempre ante 
la inquebrantable resistencia del Paraguay para aceptar 
medios pacíficos en la solución del diferendo. La razón 
de esta resistencia no fué otra que la seguridad que el 
Paraguay creía tener de que Bolivia, incapaz de proteger 
Su territorio del Chaco, habla de resignarse a perderlo, 
mientras su adversario lo ocupaba clandestinamente y lo 
negociaba a vil precio, con empresas colonizadoras ex­
tranjeras.
La esencia del litigio consistía pués, en que mientras Bo­
livia presentaba títulos de propiedad del Chaco, emanados de 
la legislación colonial española, el Paraguay alegaba como 
única fuente de derecho la ocupación practicada sistemáti­
camente, al amparo de una favorable situación geográfica. 
La táctica del Paraguay ha sido siempre, por lo tanto, la 
de eludir todo arreglo jurídico, contando con que la ocupa­
ción llegarla a perpetuarse hasta hacerse inconmovible. 
Y cuando Bolivia, comprendiendo el peligro en que se 
hallaba de perder su territorio, se decidió a realizar el 
enorme sacrificio que le exigía el prepararse para defen­
derlo, salvando enormes distancias y todo género de difi­
cultades materiales, el Paraguay decidió fríamente apelar 
a la guerra y consumó la agresión, calculando que los 
factores geográficos colocarían a Bolivia en la imposibili­
dad de defenderse.
He ahi el origen de la guerra actual, que la gran 
masa de la opinión pública norteamericana no conoce o 
conoce imperfectamente. Tampoco parece estar mejor in­
ó
formada acerca de los diversos esfuerzos realizados duran­
te el conflicto bélico y antes de él, aceptados por Bolivia 
y rechazados invariablemente por el Paraguay. Sin em­
bargo la participación del gobierno de los Estados Unidos 
en el asunto ha sido lo bastante amplia y repetida como 
para que el conflicto boliviano-paraguayo pueda ser explicado 
fácilmente desde un punto de vista exclusivamente nor­
teamericano, con el auxilio de pruebas y antecedentes 
también norteamericanos.
La propaganda de las partes interesadas, siempre 
sospechosa, ha podido y puedp ser fácilmente controlada 
sin acudir a otras fuentes que las propias informaciones 
oficiales y oficiosas que tienen su origen en los Estados 
Unidos. No obstante, es lamentable reconocer que en 
alguna ocasión reciente, la propaganda paraguaya ha en­
contrado eco en el seno de una alta corporación legislativa, 
aunque es justo reconocer que por órgano de una sola 
opinión aislada y desprovista de autoridad.
Ciertas publicaciones de prensa, por otra parte, cuyo 
origen parcial sería fácil establecer, han contribuido a hacer 
necesaria la publicación de este breve opúsculo, que se 
limita a citar hechos concretos y antecedentes acreditados 
por documentos que a continuación se exhiben o que cur­
san en los Archivos del Departamento de Estado. La 
lectura de este «puñado de verdades» será suficiente, 
estamos seguros, para llevar al ánimo del ciudadano nor­
teamericano más prevenido en. favor del Paraguay y en 
contra de Bolivia, por razones sentimentales o de simple 
ignorancia, la seguridad de que, en las causas de la gue­
rra que actualmente ensangrienta un pedazo del continen­
te americano, Bolivia no tiene otra participación que la 
de haberse visto obligada a defender su territorio contra
7
un enemigo aparentemente más pequeño, pero más fuerte 
por su proximidad al teatro de los sucesos y por la tra­
dicional hipocresía y falta de honestidad de sus procedi­
mientos,
II,— El arbitraje del Presidente Hayes y los dere­
chos de Bolivia.
El principal argumento que la propaganda paraguaya 
ha venido esgrimiendo, para impresionar a la opinión 
pública norteamericana, consiste en afirmar que el territo­
rio del Chaco, por el cual se lucha actualmente, fué legal 
y definitivamente adjudicado al Paraguay por el fallo arbi­
tral dictado en 1874 por el Presidente de los Estados Uni­
dos, Mr, Rutherford Hayes. Ese argumento ha sido re­
cientemente repetido en el Senado de Washington, en un 
discurso pronunciado para atacar determinados intereses 
económicos, bajo el pretexto de ocuparse de la guerra del 
Chaco. Se hace, pués, indispensable examinar el arbitra­
je Hayes y destruir, una vez por todas, la leyenda que se 
viene repitiendo maliciosamente de parte del Paraguay y 
de parte de sus espontáneos o interesados propagandistas 
y defensores.
El arbitraje del Presidente de los Estados Unidos fué 
el resultado de las negociaciones entabladas entre los 
gobiernos de la República Argentina y el Paraguay, a 
partir de 1871, para poner término a las diferencias de 
límites entre dichos países y para liquidar la situación 
subsistente después de la Guerra de la Triple Alianza, 
declarada al Paraguay por Argentina, Uruguay y Brasil. 
Esas negociaciones se prolongaron hasta el 3 de febrero 
de 1876, fecha en que se firmó en Buenos Aires un tra­
8
tado que sometía al arbitrajedel Presidente de los Esta­
dos Unidos el territorio comprendido «entre el río Verde 
y el brazo principal del Pilcomayo», es decir, una ínfima 
parte del extenso territorio que el Paraguay reclama ac­
tualmente de Bolivia. Ese tratado de arbitraje se hizo 
poniendo a salvo expresamente, de parte de Argen­
tina y Paraguay, los derechos de Bolivia sobre el 
mismo territorio, en un protocolo adicional al tra­
tado, firmado en la misma fecha, que establecía lo siguien­
te: «Las Partes contratantes convienen en salvar los de­
rechos que la República de Bolivia alega a alguno de los 
territorios que ha sido materia de la presente negocia­
ción».
Esta sola declaración solemne debería ser suficiente 
para demostrar que los derechos de Bolivia no fueron 
afectados por el tratado ni por el arbitraje; pero existen 
numerosos documentos de origen paraguayo, exhibidos 
ante el mismo Presidente Hayes, en su calidad de árbitro 
que establecen el criterio oficial del Gobierno del Para­
guay en el sentido de que el arbitraje o cualquier arre­
glo pactado con la República Argentina dejaría siempre 
a salvo los derechos de Bolivia. En el Appendix and 
Documents Annexed to the Memoir filed by the Minister 
o f Paraguay on the question submitted to Arbitration 
(New York: Evening Post Steam Presses, 1878), se en­
cuentran varias terminantes declaraciones acerca del asun­
to concreto. Entre los documentos que contiene el Ap­
pendix está el Contra-memorándum del Ministro de Re­
laciones Exteriores del Paraguay, D. José del Rosario 
Miranda, fechado el 31 de octubre de 1873 (época de las 
negociaciones del tratado de arbitraje) que dice en la pá­
gina 40: «Sin embargo de los fundamentos expuestos,
que amparan a la República del Paraguay, ella está dis­
puesta a aceptar el fallo arbitral desde el Bermejo hasta 
la Bahía Negra, o en mérito del íntimo deseo de hacer 
la paz con la Argentina, transar amistosamente, quedan­
do por línea divisoria el río Paraguay, salvando los dere­
chos de Bolivia en uno y otro caso». En la página 48 
del mismo libro se lee, además: «En consecuencia la Re­
pública del Paraguay puede aceptar el arbitraje siendo 
desde luego entendido que él abarcará todo el territorio si­
tuado entre la márgen izquierda del rio Bermejo y la 
Bahía Negra, o por compromiso, si se acuerda que el 
río Pilcomayo sea la línea divisoria entre los dos países, 
los derechos de Bolivia quedando a salvo en ambos 
casos».
Si estas declaraciones explícitas, contenidas en docu­
mentos oficiales, fueron presentadas al árbitro,' es decir, 
al Presidente Hayes, en el Apéndice mismo del alegato 
paraguayo, resulta completamente ridiculo que se preten­
da ahora decir que el fallo Hayes consagró el derecho 
del Paraguay en contra del derecho de Bolivia.
Pero hay todavía más. El gobierno de Bolivia se 
presentó ante el árbitro haciendo valer sus derechos sobre 
el territorio sometido al arbitraje y sosteniendo ante el 
Presidente Hayes que «no se podía concebir una solución 
definitiva ni una amigable transacción entre solas dos 
partes, sobre un territorio que se disputan tres». Des­
pués de extensas y atinadas consideraciones, que sería 
largo trascribir, el Ministro de Relaciones Exteriores de 
Bolivia D. José Manuel del Carpió, en el memorándum 
entregado al Departamento de Estado de los Estados 
Unidos, [terminaba^ diciendo:
«El gobierno del infrascrito, que tiene pleno conocí-
9
10
miento de la honorabilidad y rectitud extremas que carac­
terizan al Excmo. Presidente Hayes, abriga todavía la 
fundada esperanza de que, en vista de la oportuna recla­
mación de Bolivia, apercibiéndose de los irrecusables 
títulos que la asisten y que no podrán escapar a su pro­
funda penetración, al mismo tiempo de examinar los datos que 
le hayan sometido, suspenda quizá su fallo para no aven­
turarlo a correr la suerte de quedar sin efecto, de 
ser anulado mañana por la tercera potencia interesada, 
que es Bolivia, sin cuya concurrencia no hay ni puede
haber solución definitiva de la cuestión.......Sin abrigar
el propósito de coartar en lo más mínimo la conciencia 
del ilustre árbitro, el infrascrito y su gobierno creen poco 
compatible con el decoro personal de un hombre de es­
tado tan eminente y de reputación continental como Mr. 
Hayes, dar un fallo de carácter provisional y transitorio, 
un fallo destinado a subsistir sólo por hoy y hasta maña­
na, como no puede menos de suceder con el que piden 
las repúblicas Argentina y Paraguay. Es de esperar, 
pues, que el respetable árbitro, en los consejos de su sabi­
duría, quizá, juzgue conveniente requerir que se oiga 
a Bolivia, que se la invite a incluirse en el compromiso 
de arbitraje, a lo que se prestaría muy gustuosa, tanto 
por la conciencia que le asiste de su buen derecho, tanto 
por la ¡limitada confianza que le inspira la proverbial rec­
titud del ilustre juez».
El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mr. 
Wm. M. Evarts, contestó a Bolivia en una nota que lleva 
fecha 6 de septiembre de 1878, expresando que, “en vis­
ta de haberse sometido al Presidente, esa cuestión como 
árbitro, de conformidad a un tratado entre Argentina y 
Paraguay, del cual desgraciadamente Bolivia no era parte, 
su juicio no podía ser determinado ni influido por el me-
11
morandum de Bolivia». Terminaba la nota expresando 
que, “si quedaran algunas diferencias pendientes, el Pre­
sidente alentaba la esperanza deque fueran armónica, pací­
fica y satisfactoriamente arregladas».
En resúmen, no solamente el Presidente Hayes no 
canceló los derechos de Bolivia sobre el Chaco, sino que 
se limitó a falltar una cuestión entre las dos naciones que 
se la habían sometido, pero quedando notificado en tiem­
po oportuno de que Bolivia no- aceptaba un arreglo arbi­
tral con exclusión de una de las partes interesadas, preci­
samente de la paite cuyos derechos habían sido expresa­
mente reconocidos por las otras dos, mediante un proto­
colo solemne y mediante declaraciones de toda índole. 
Aún en el caso de que no hubiera existido la notificación 
de Bolivia al árbitro, la decisión de éste no habría afec­
tado en manera alguna sus derechos sobre el Chaco, por 
la sencilla razón de que, siendo Bolivia un estado sobe­
rano, nadie tiene derecho de privarla de su territorio, como 
rasultado de un juicio al que no concurrió como parte.
Sobre esta cuestión de la validez y de la obligatorie­
dad del fallo Hayes respecto a Bolivia, se ha discutido 
ya mucho entre abogados, publicistas y diplomáticos boli­
vianos y paraguayos. El asunto es tan claro tan sencillo, 
que sólo la proverbial mala fé de la defensa paraguaya 
ha sido capaz de presentarlo como un argumento efectis­
ta en contra de Bolivia, sabiendo que con él podría im­
presionar a los ignorantes. Autoridades americanas en 
Derecho Internacional, como el tratadista Antokoletz, pro­
fesor de la Universidad de Buenos Aires y asesor jurídi­
co de la cancillería de la República Argentina, ha defen­
dido el tema con estas palabras inapelables: «El fallo Ha- 
yes no puede anularse en cuanto atañe al Paraguay y a
12
la República Argentina. Para los límites argentino-para­
guayos es una sentencia definitiva. No lo es para con 
Bolivia, en su cuestión territorial con el Paraguay». 
Otro catedrático de Derecho Internacional, el publicista 
peruano Dr. Alberto Ulloa Sotomayor, ex-delegado a la 
conferencia de Río de Janeiro, que acaba de poner fin al 
conflicto colombo-peruano sobre el territorio amazónico 
de Leticia, ha escrito a este respecto lo siguiente: “El 
laudo del Presidente Hayes no sólo constituye res ínter 
alios acta, que no puede afectar a Bolivia, que no fué 
parte en el litigio que ese fallo resolvió, sino que el Para­
guay se cerró a sí mismo el derecho de invocarle en la cues­
tión, cuando suscribió el protocolo de 3 de febrero de
1878........El fallo Hayes no afecta el derecho de Bolivia
a discutir al Paraguay el mejor título al territorio que fué 
atribuido a éste con su protesta y sin su anuencia»........
De todo lo expuesto anteriormentese deduce, pués, 
sin lugar a dudas:
lo.—Que el fallo del Presidente Hayes no obliga a 
Bolivia en manera alguna ni descarta sus derechos sobre 
el Chaco;
2o.—Que el fallo no versó sino sobre una pequeña 
parte del territorio que el Paraguay pretende arrebatar a 
Bolivia, o sea sobre la parte sud del Chaco Boreal, no 
habiendo razón alguna para que se le invoque, ni siquie­
ra a título de antecedente, sobre el resto del territorio;
3o.—Que la propaganda paraguaya ha querido sor­
prender la buena fé de la opinión pública norteamericana, 
haciéndole creer que Bolivia pretende arrebatar al Para­
guay un territorio que le fué adjudicado legalmente por 
el Presidente Hayes en juicio arbitral. Pero ninguna con-
13
elusión más definitiva a este respecto que la que puede 
arrancarse de esta paladina declaración del actual Presi­
dente de! Paraguay, D. Eusebio Ayala, que ha reconocido 
el derecho de Bolivia sobre la Zona de Hayes, en un ex­
tenso estudio publicado en la revista Mercurio Peruano, 
de Lima, correspondiente al mes de noviembre de 1929, 
en donde dice: “Admitimos el principio (res ínter alios 
acta), en el derecho privado como en el derecho público; 
admitimos que Bolivia puede reivindicar ese territorio 
(la zona Hayes) exibiendo títulos mejores». No serán, pués, 
los agentes de la propaganda paraguaya en los Estados 
Unidos los que puedan pretender ahora ser más celosos 
en el resguardo de los intereses paraguayos, que el pro­
pio Presidente del Paraguay.
III.— Los Estados Unidos reconocieron siempre el 
derecho de Bolivia sobre el Chaco.
El objeto de esta publicación es el de dar a conocer 
los antecedentes que se relacionan con la intervención nor­
teamericana en la cuestión territorial que mantiene Bolivia 
con el Paraguay, para deducir de ello la prueba de que, 
en todo tiempo, los órganos oficiales y la opinión pública 
de los Estados Unidos han estado de acuerdo en reconocer 
la justicia que asiste a Bolivia y al fundamento de sus 
derechos. En esta tarea constituyen elementos preciosos 
de ilustración, los documentos diplomáticos del Departa­
mento de Estado de los Estados Unidos que, bajo los 
auspicios de la Carnegie Endowment for International Peaee, 
viene publicando el Dr. William R. Manning, de la. Sec­
ción Latino-Americana de aquel Departamento. En la serie 
correspondiente a 1831-1860, que ha sido puesta a la cir­
culación hace poco tiempo, se encuentran piezas de enor­
me interés para conocer los orígenes del litigio boliviano- 
paraguayo y para medir en sus verdaderos alcances la 
parte de responsabilidad que corresponde en la actual si­
tuación a cada uno de los dos países en disputa.
Desde que el Gobierno de los Estados Unidos acredi­
tó su primera misión diplomática en Bolivia, tuvo el pro­
pósito de establecer relaciones comerciales entre los dos 
países, a cuyo afecto concibió, como primera medida, el 
plan de explorar y navegar los ríos bolivianos, para crear 
rutas libres y expeditas a dicho comercio. En todo tiem­
po el gobierno americano consideró a Bolivia como nación 
ribereña de los ríos Paraguay, Pilcomayo y Bermejo. He 
aquí las pruebas. En nota de fecha 11 de junio de 1852, 
el Secretario de Estado Daniel Webster decía al Encarga­
do de Negocios de los Estados Unidos en Bolivia: Algu­
nos de los ríos que desembocan en el Plata, toman incre­
mento en Bolivia y se prestan a la navegación de vapores
fluviales dentro del territorio de aquella República........
En cualquier tratado que Ud. pudiera pactar con el Go­
bierno de Bolivia, se servirá Ud. tener esto presente, tenien­
do especial cuidado de que los barcos y productos de los 
Estados Unidos, ya sea que se detienen en los puertos 
bolivianos del Pacífico o al territorio de aquella República 
por medio de los ríos mencionados, reciban las mismas 
franquicias, por lo menos, que se dispense a cualquier 
otra nación». (Diplomatic Correspondence of the United 
States, 1831-1860, Vol. II, Washington, 1932. Págs. 
6 y 7).
En 1855 el gobierno americano envió a la América 
del Sur una comisión exploradora de los ríos afluyentes 
del Plata, encargada de la dirección del Teniente Page; 
en 1858, año en que la expedición fué reanudada, el Mi­
14
15
nistro Residente de los Estados Unidos en Bolivia. Mr. 
John W. Dana, pasó una nota (6 de marzo) al Ministro de 
Relaciones Exteriores D. Lucas Mendoza de la Tapia, soli­
citando autorización para que la expedición pudiera alcan­
zar las aguas bolivianas de los ríos Paraguay, Pilcomayo 
y Bermejo, en los siguientes términos: El Gobierno del 
infrascrito ha ordenado el envío, con destino al Plata, de 
una expedición para llevar a cabo la exploración de los 
tributarios de aquel río. La expedición es netamente de 
carácter científico y concebida para actuar en armonía con 
los deseos de los gobiernos que tengan jurisdicción legal 
sobre las aguas a explorarse. Los ríos Paraguay, Pilco- 
mayo y Bermejo, desaguan partes importantes de Bolivia, 
y probablemente pudiera hacerse de ellos vías valiosas
para su comercio de importación y exportación........Por
estas razones, el infrascrito se ha dirigido al Exctno. Mi­
nistro de Relaciones Exteriores, solicitando la impresión 
de su gobierno, respecto a los alcances de esta expedición 
a Bolivia, por medio de los ríos Paraguay, Pilcomayo y 
Bermejo, «(Obra citada, Pag. 97)».
La oposición que al gobierno del Paraguay se per­
mitió ejercitar contra la expedición exploradora, dió ori­
gen a una serie de incidentes, en el curso de ¡os cuales 
la opinión oficial de los funcionarios diplomáticos ameri­
canos se manifestó clara y neta en el sentido de reconocer 
los derechos de Bolivia, negando las pretensiones del Para­
guay. El Ministro Dana, en nota de fecha 13 de Marzo 
de 1858, dirigida desde La Paz al Secretario de Estado 
de los Estados Unidos, Lewis Coss, expresaba su opinión 
al respecto en forma clara y terminante: “A objeto de 
que mi Gobierno pueda tener ¡dea más perfecta de la 
cuestión de jurisdicción, y de los verdaderos derechos del 
Paraguay, sobre los cuales puede fundar, si aún lo desea,
16
posteriores instrucciones a la expedición exploradora, voy 
a hacer una breve narración del conflicto existente en lo 
que a sus títulos y reclamaciones respecta. Según aparece 
por lo general en los mapas, la línea sur de aquella par­
te de Bolivia se halla situada al este de las cabeceras del 
Bermejo, en una dirección este (creo cerca del paralelo 21 
de latitud sud) hasta el río Paraguay. Todo el territorio 
situado al sur de esta línea y entre los ríos Bermejo y 
Paraguay, y abarcando por el sur hasta las juntas de esos 
ríos, lo reclama la República Argentina. Bolivia y el Pa­
raguay, y dentro de él queda comprendida la boca y una 
gran porción del valle del Pilcomayo-región que se dice 
es la más conveniente y deliciosa de la América del Sur. 
He prestado alguna atención a este asunto, y no puedo 
encontrar ninguna base alas reclamaciones del Paraguay 
a porción alguna de este territorio-, el río Paraguay deter­
mina naturalmente su frontera occidental. Respecto a 
los méritos de las respectivas reclamaciones de Bolivia 
y la Argentina, no puedo juzgar con igual exactitud, pués 
no he tenido el acceso suficiente que es necesario para 
formar una opinión segura. Más, el Paraguay, limitado 
como debe estar por el río Paraguay al oeste, sólo debe 
tener título, como lo íiene sobre el Paraná, a una juris­
dicción parcial compartida con Bolivia o con la Argenti­
na, sin que tenga (el Paraguay) jurisdicción exclusiva 
en punto alguno, dejando a Bolivia y a la Argentina, a 
una, o ambas, con jurisdición conjunta con el Paraguay y 
el Brasil en todo el curso del río. Y si es cierto, como 
acaba de expresarse, que el Paraguay limita al oeste con 
el río Paraguay, entonces como consecuencia, queda ex­
cluido de todo derecho sobre el Pilcomayo y el Bermejo, 
resultando un asunto de ninguna importancia a la cues­
tión de la exploración y navegación que el territorio en 
disputa, pertenezca a uno o a otro—Bolivia oJa Argenti--
17
na—cuya política es la misma, y nuestra expedición ex­
ploradora tiene permiso absoluto de ambas para poder 
penetrar en todos estos ríos; ¿y habrá de privarnos el 
Paraguay con sus infundadas pretensiones y con su polí­
tica semibárbara de ese derecho y de los beneficios de su 
ejercicio a nosotros, a las otras repúblicas y al mundo en 
general?» (Obra citada, pags. 99 y 100).
El 13 de mayo de 1858 se firmó en La Paz el Tra­
tado de Amistad, Navegación y Comercio entre Bolivia 
y los Estados Unidos, vigente hasta nuestros días, 
que en su Art. 4o. contiene el reconocimiento de que 
Bolivia es ribereña de los ríos navegables «tributa­
rios del Plata» (Paraguay, Pilcomayo y Bermejo) y fija 
las condiciones en que debe hacerse el comercio a través 
de los puertos fluviales establecidos o por establecerse. 
Los Arts. 26 y 27 contienen la declaración de que el 
rio de la Plata «y sus respectivos afluentes» son vías abier­
tas por la naturaleza a la libre navegación de todos los 
países y de que los barcos de los Estados Unidos serán 
admitidos por Bolivia sin restricciones a ejercer el tráfico 
comercial en dichos afluentes.
Estos son, pues, entre otros muchos que sería largo 
citar, los antecedentes históricos del reconocimiento por los 
Estados Unidos de los derechos de Bolivia sobre el Cha­
co, desde hace más de ochenta años. Sorprende,- por lo 
tanto que algún agente de la propaganda paraguaya en 
los Estados Unidos se hubiera atrevido a decir que, según 
el criterio americano, «el Chaco ha sido siempre paragua­
yo y que las pretensiones de Bolivia son nuevas, basa­
das en el interés de arrebatar al Paraguay las riquezas 
que encierra ese territorio».
18
IV.— La guerra del Chaco y el Petróleo.
La propaganda paraguaya en los Estados Unidos ha 
dado hace algún tiempo en afirmar que el conflicto del 
Chaco tiene su origen en una lucha de intereses petrole­
ros, que persiguen los ricos yacimientos que existen en el 
Chaco y que buscan una salida hasta el rio Paraguay, a 
través del territorio en litigio. Estas afirmaciones absur­
das han siuo repetidas con tal insistencia, con tal aplomo 
e impudicia, que han puesto al gobierno de Bolivia en la 
necesidad de comprobar lo contrario con documentos. 
Trascribimos a continuación las partes sustanciales de la 
circular que el Ministro de Relaciones Exteriores ha diri­
gido a las legaciones de Bolivia en el extranjero con fe­
cha reciente, conteniendo la refutación formal de afirma­
ciones propaladas:
«Singular empeño ha tomado últimamente el Para­
guay por divulgar la versión de que en el Chaco Boreal- 
sobre el cual pretende ese país, a falta de títulos jurídi- 
dicos, realizar una ocupación de hecho—existen riquísimos 
yacimientos de petróleo.—Tal campaña de propaganda 
paraguaya responde a dos fines: interesar a algunos capi­
talistas extranjeros para obtener de ellos recursos con qué 
continuar la actual campaña y, luego, ilusionar al pueblo 
y al propio ejército con promesas de fructíferas conquis­
tas.—No se detiene allí la, labor paraguaya y pretende 
demostrar que Bolivia está sosteniendo la actual gue­
rra defensiva de su integridad territorial, mediante recur­
sos de las empresas petrolíferas extranjeras y, más con­
cretamente, de la Standard O¡1 Company.—Los datos que. 
a continuación paso a exponer, demostrarán a Ud. la fal­
T9
sedad de esa campaña de propaganda del Paraguay que, 
sensiblemente, va siendo acogida en Europa y otros cen­
tros.—Desde luego, conviene establecer estos hechos, ma­
nifiestamente comprobados por las reparticiones del Esta­
do:
«lo.—En Bolivia existen tres zonas petrolíferas con 
yacimientos reconocidos: la principal se extiende paralela 
a la Cordillera Oriental de los Andes, desde la frontera 
con el Perú en la provincia de Caupolicán (Departamento 
de La Paz), hasta la frontera con la Argentina, en la 
región de Yacuiba y Juntas de San Antonio (Departamen­
to de Tarija). Tiene una extensión de 1,200 kilómetros 
de largo y 150 kilómetros de ancho, o sea un área de 
180.000 kilómetros cuadrados (18.000.000 de hectáreas). 
La segunda zona bordea el lago Titicaca y tiene una ex­
tensión aproximada de 1.000.000 de hectáreas. La tercera 
zona llamada central, comprende gran parte del Departa­
mento de Cochabamba, con una extensión de 5.000.000 
de hectáreas.
«2o).—Las últimas serranías contrafuertes de la Cor­
dillera Oriental, donde se han encontrado yacimientos pe­
trolíferos que actualmente se explotan, se hallan al Occi­
dente del meridiano 63; hacia el Oriente de este meridia­
no sólo existen pequeñas ondulaciones y, después, la enor­
me planicie del Chaco. Este vasto plan está cubierto en 
toda su extensión por depósitos aluviales no estratificados, 
compuestos de arenas, arcillas y gravas. Esta formación 
probablemente tiene un espesor de varios cientos de me­
tros y en ella no se ha encontrado hasta la fecha ningún 
indicio de la existencia de yacimientos petrolíferos. Por 
los estudios realizados en la región terminal de la Cordi­
llera deducimos que la gran planicie chaqueña no es otra
20
cosa que un geosinelinal que se extiende desde los últi­
mos contrafuertes cordilleranos hasta más allá del río 
Paraguayo. Es pués muy dudosa, casi imposible, la exis­
tencia de petróleo en una estructura geológica como la 
del Chaco.
<3o).—De los 21.000.000 de hectáreas concedidas por 
el gobierno de Bolivia para la exploración y explotación 
de yacimientos petrolíferos, aproximadamente dos terceras 
partes están en manos de industriales bolivianos.
4o).—Las concesiones otorgadas por el gobierno de 
Bolivia a Richmond & Lewering y transferidas después a 
la Compañía Standard Oil de Bolivia, que de conformi­
dad con la Ley de Petróleos y el contrato respectivo, se 
explotan en sociedad con el Estado, no alcanzan a la 
quincuagésima parte de las concesiones petrolíferas hechas 
por el Gobierno de Bolivia.
«5o).—Las mayores concesiones otorgadas por el Go­
bierno Boliviano se hallan muy lejos de la zona chaque- 
ña, especialmente en los Departamentos de La Paz, Co- 
chabamba y Beni.
«6o).—Finalmente, por orden de importancia las con­
cesiones petrolíferas están distribuidas asi:
ál
Hectáreas
Compañía Ni. «Franco Boliviana»................. 3.300.000
Compañía NI. «Sudamericana de Petróleos» 1.400.000
Bolivian Petroleum Exploration.................. 2.333.000
Compañía NI. del Chapare e Isiboro.......... 1.258.549
Compañía NI. «Aguila Doble» ................... 1.000.000
Grupo Belga-Boliviano de Petróleos de Cau-
policán........................................................ 1.000.000
Jacobo Backus (Cía. Inglesa en sociedad con
el Estado).................................................. 1.000.000
Standard Oil. of Bolivia................................ 450.000
Diversos concesionarios (casi en su totalidad
bolivianos............................ 9.000.000
20.731.549
«El mapa ilustrativo que complementa esta circular, 
demuestra gráficamente las ubicaciones de las zonas petrolí­
feras del’país y sus extensiones.
«En vista de tos datos anteriores, recomiendo a esa 
Legación y a los Consulados de su dependencia realizar 
una activa propaganda que tienda a destruir las falsas 
aserciones del Paraguay a que me he referido anterior­
mente.
Con este motivo, etc.—(Fdo). David Alvéstegub.
22
Dentro de nuestro propósito de probar, con documen­
tos de origen americano, la verdad de nuestras demos­
traciones, trascribimos a continuación, acerca de la cues­
tión petrolera, el testimonio de un periodista americano, 
corresponsal de la United Press en el frente, casado en el 
Paraguay, que se ha distinguido durante el curso de la 
guerra por sus informaciones y comentarios hostiles para 
la causa de Bolivia. Se trata de Mr. John Vebber, antiguo 
funcionario consular de los Estados Unidos, recientemente 
llegado a este país, desde el mismo Paraguay, en funciones 
de agente de propaganda.
La propaganda paraguaya ha venido afirmando, como 
se recordará, que la guerra del Chacola hace Bolivia 
financiada por la Standard Oil Company, para arcebatar 
al Paraguay las riquezas petrolíferas que contiene el Cha­
co y para abrir paso a la producción petrolera «hasta las 
aguas profundas del río Paraguay», por medio de un 
pipe-line. El mejor desmentido a esas informaciones son 
los siguientes testimonios del citado Vebber, que ha for­
mulado declaraciones en The New Orleans Times-Pica- 
yune correspondiente al 12 de julio de 1934: <E1 Sr. Veb­
ber se burla de los recientes cargos lanzados en el Sena­
do de los Estados Unidos por el Senador Huey P. Long, 
al efecto de que determinados intereses capitalistas ayu­
daban a Bolivia en la guerra. «La opinión pública y 
personas bien informadas en el Paraguay, no dan pábulo 
a estos cargos. En el Paraguay tienen la impresión de 
que el capital americano no se mete en el conflicto actual. 
Bolivia colocó empréstitos con banqueros americanos 
antes de comenzar el actual conflicto, pero desde que 
se iniciaron las hostilidades no ha podido obtener fondos 
de intereses financieros americanos.»
23
La opinión del Sr. Vebber, resultado de muchos años 
de versación en asuntos sudamericanos, y de largos años en 
el servicio consular de los Estados Unidos, corrobora la 
declaración del Embajador de Bolivia en los Estados Uni­
dos, quién imputó de falsos los cargos del Senador Long.»
El New Orleans Item-Tribune, de la misma fecha, 
publica también un artículo relativo a Mr. Vebber, del 
cual extractamos los siguientes párrafos: «Ha dicho (Mr. 
Vebber) que la especie de que capitales americanos o 
europeos respaldan la guerra, no ha sido tomada en
serio en el Paxaguy*........... «El Chaco, ha dicho Mr.
Vebber, está muy lejos de ser un territorio sin valor al­
guno, a pesar de que queda todavía por comprobarse 
que existan depósitos de petróleo en el subsuelo.»
No queremos agregar a estas puebas las manifesta­
ciones hechas por las autoridades superiores de The Stan­
dard Oil Company of New Jersey, en la prensa america­
na, porque podría suponerse que esa compañía tiene in­
terés en ocultar la verdad. Pero creemos útil reproducir 
aquí la comunicación relativa a este asunto, enviada a la 
Liga de las Naciones por dicha compañía.
«Nueva York, 27 de julio de 1934.— Secretaria de la 
Liga de las Naciones, Ginebra.— Señor:—Un despacho 
de prensa reciente de Buenos Aires, cuya copia se ad­
junta, afirma que se presentará un memorial repitiendo 
las insinuaciones en sentido de que The Standard Oil 
Company (New Jersey) está ayudando a Bolivia en la 
guerra contra el Paraguay. Insinuaciones semejantes han 
sido frecuentemente hechas durante el desarrollo de la 
guerra, aunque ellas han sido desmentidas por los hechos 
tantas veces como se han producido. La compañía las re­
24
fufará tantas veces como se las repita. Si bien se dice 
que el memorial carecería de pruebas para apoyar los fi­
nes de sus autores, bien podría ser que la Liga de las 
Naciones dedujera perniciosas suposiciones aunque no es­
tuvieran comprobados por los hechos. Esos hechos per­
tinentes han estado y están a disposición de los países in­
teresados. Están en los archivos del Departamento de 
Estado y en los de las Legaciones de Bolivia y Paraguay 
en Washigton. Están igualmente a la disposición de quie­
nes preparan la presentación del memorial a la Liga de 
las Naciones y desmienten las insinuaciones hechas y las 
suposiciones que se pretende probar, demostrando, por 
consiguiente, que se los ignora. Los hechos incontrover­
tidos demuestran claramente la neutralidad de la Standard 
Oil Company en la guerra entre Bolivia y el Paraguay- 
En 1921 la Compañía adquirió en Bolivia derechos de conce­
sión sobre una superficie aproximada de 3.500.00 hectáreas. 
En estas concesiones no existían provisiones para aumen­
tar esta superficie. Desde 1922 hasta el lo. de junio de 
1934 las concesiones han sido repetidamente reducidas, 
hasta llegar a una superficie que cubre menos de 350.000 
hectáreas. Las concesiones se encuentran ubicadas al 
oeste del meridiano sesenta y tres, y fuera del territorio 
en disputa. La compañía no tiene proyectos presentes ni 
futuros para establecer un pipe-line a través del territo­
rio en litigio. El total de la producción potencial déla 
Standard Oil Company de Bolivia en las concesiones arri­
ba mencionadas alcanza aproximadamente a 3.300 barri­
les por día. La producción efectiva durante el año 1933 
fué de un promedio de 307 barriles diarios que fueron 
beneficiados en la pequeña refinería que la compañía tiene 
en Bolivia, y los productos derivados fueron vendidos en 
el lugar, a precios establecidos, al gobierno y a los par­
ticulares. La producción actual es un poco inferior a la
25
del año 1933. Estas ventas constituyen una proporción 
relativamente pequeña del consumo boliviano de produc­
tos de petróleo, que es provisto por medio de importacio­
nes. La West India Oil Co., (subsidiaria de la Standard 
Oil Company New Jersey) hace negocios en el Paraguay 
y vende productos de petróleo al Gobierno y pueblo pa­
raguayos a precios establecidos. El valor de las ventas 
hechas por las subsidiarias de la Standard Oil fué más 
o menos igual en ambos países el año 1933. Las dife­
rencias que se suscitaron sobre las estipulaciones relativas 
a impuestos fueron arregladas en julio de 1928, entre el 
Gobierno de Bolivia y la Compañía. Los pagos de im­
puestos se efectuaron antes de que la guerra del Chaco 
empezara. El gobierno de Bolivia trató de colectar im­
puestos adicionales a lo que la compañía se opone ante 
las cortes bolivianas. El Gobierno de Bolivia ha requisi­
cionado, para fines bélicos, algunos délos medios de trans­
porte de la compañía. La compañía ha interpuesto su 
reclamación contra el gobierno de Bolivia por el valor de 
la propiedad requisicionada. La única imputación contra la 
Compañía sería, pués, la de poseer las referidas concesio­
nes en Bolivia, por las que paga impuestos y el hecho de 
que algunas de sus propiedades fueron requisicionadas 
por el gobierno de Bolivia para fines de guerra. Ahora 
se trata de dar a esas imputaciones el carácter de cargos 
graves e impresionantes, al presentarlas en un memorial 
ante la Liga de las Naciones. El despacho de prensa re­
ferente al asunto dice que las declaraciones hechas por el 
Senador Long, de Luisiana, en el Senado de los Estados 
Unidos, serán incluidas en el memorial a la Liga de las 
Naciones. Es de esperar que el memorial _vaya acompa- 
ñado de unh copia de la parte del diario del Congreso 
que contiene todo lo que el Senador Long tuvo a bien de­
cir sobre la materia. Temiendo que esto no suceda, re­
26
mito con la presente una copia del diario oficial donde 
se registran las palabras del citado Senador. Se observará 
que el Senador no presentó ninguna prueba en apoyo de 
sus insinuaciones sobre los malos procedimientos por par­
te dfe la Standard Oil Company. El documento histórico 
a que se refiere, en ningún grado apoya las insinuaciones 
que hiciera y se relaciona con asuntos que estuvieron en 
consideración hace más de cincuenta años. Sus declara­
ciones se basan en falta de comprensión de los hechos. Se 
incluye a la presente como parte de ella, una comunicación 
fechada el 24 de Enero de 1933, de la Compañía Standard 
Oil (New Jersey) y de la Standard Oil de Bolivia, firmada 
por C. O. Swain, abogado general, al Honorable Henry 
L. Sti son, Secretario de Estado, y la declaración de he­
chos que a ella se acompaña, Copias de esta carta se en­
cuentran archivadas en el Departamento de Estado y en 
las Legaciones de Bolivia y Paraguay en Washington, pa­
ra información de ellas.—Suyo muy sinceramente. Stan­
dard Oil Company (New Jersey) (Fdo.) Walter C. Tea- 
gle, Presidente.»
Queda probado, entre tanto, que ni en el Chaco hay 
petróleo, ni los intereses de las compañías petroleras ame­
ricanas están er. juego en el conflicto boliviano-paraguayo. 
La especie de que se trata de conquistar el Chaco con el 
objeto de sacar el petróleo boliviano por el río Paraguay,es 
tan ingenua que no vale la pena de ser refutada. ¿Qué 
interés podrían tener 1^ empresas explotadoras de los pe­
tróleos bolivianos en sacar sus productos al Paraguay? 
¿Competir, en tales condiciones de gastos de' producción 
y de transporte, con la superproducción mundial de ese 
combustible?
\ j __Los esfuerzos pacificadores de los Estados
Unidos en la cuestión del Chaco.
La mejor demostración de que la responsabilidad de 
la guerra del Chaco no es imputable a Bolivia, que en 
todo tiempo se esforzó por evitarla y que para detenerla 
ha aceptado siempre las sugestiones neutrales de paz, 
compatibles con su derecho y dignidad, se encuentra revi­
sando la participación, que desde el año 1928, ha tenido 
en el conflicto boliviano-paraguayo el gobierno de los 
Estados Unidos.
A partir de esa época, efectivamente, el Departamen­
to de Estado ha tenido actuaciones directas o indirectas 
que le han permitido apreciar el espíritu con que Bolivia 
ha respondido siempre a las iniciativas amistosas de arre­
glo pacífico. La prueba se encuentra en documentos ofi­
ciales que citamos a continuación.
Se encontraba reunida en Washington, en diciembre 
de 1928, la Conferencia Panamericana de Arbitraje y Con­
ciliación, cumpliendo un acuerdo de la Sexta Conferencia 
Internacional de la Habana, cuando el continente fué sor­
prendido con la noticia del ataque paraguayo contra el 
fortín boliviano Vanguardia. Es indudable que la paz 
habría podido ser perturbada gravemente en esa época, 
como lo fué en 1932, si entonces el Paraguay hubiera 
tenido terminados sus preparativos para la guerra; como 
esos preparativos eran todavía deficientes, se vió obliga­
do a aceptar los buenos oficios que la citada Conferencia 
ofreció a las dos naciones, para buscar solución al inci­
dente por la vía conciliatoria. Fué en tal virtud que se
28
reunió en Washington, en marzo de 1929, la Comisión de 
Investigaciones y Conciliación formada por delegados de 
los Estados Unidos, México, Colombia, Cuba y Uruguay. 
Presidió esa Comisión el General Mac. Coy, en represen­
tación del gobierno americano.
Los resultados de la Comisión de Investigación y 
Conciliación de Washington son demasiado conocidos para 
que sea necesario rememorarlos in extenso. El acta sus­
crita el 12 de septiembre de 1929 declaraba al Paraguay 
agresor, estableciendo que había acudido al «empleo de 
medios coactivos» y condenándolo a reconstruir a su cos­
ta y a devolver a Bolivia el Fortín atacado e incendiado 
por sus tropas.
Los delegados neutrales a la Comisión, o sean los 
representantes de los Estados Unidos, México, Colombia, 
Cuba y Uruguay, aprovecharon la oportunidad propicia 
que se presentaba para procurar el arreglo de la cuestión 
territorial pendiente entre los dos países, a fin de evitar 
en el futuro la repetición de acontecimientos semejantes 
al de Vanguardia; pero sus esfuerzos quedaron interrum­
pidos por haberse vencido el plazo dentro del cual la Comi­
sión debía dar por terminadas sus funciones. Sin embar­
go, los gobiernos de Bolivia y Paraguay aceptaron los 
buenos oficios de dichos gobiernos neutrales, para que en 
el caso de que las negociaciones directas no tuvieran éxi­
to, se siguiera desarrollando una acción mediadora que 
pusiera término al conflicto y evitara la guerra.
La cancillería de Washington empezó a desarrollar, 
en el curso del año 1930, una acción empeñosa para que 
Bolivia y Paraguay se avinieran a negociar un arreglo 
definitivo del litigio, o por lo menos un acuerdo que evi­
29
tara los choques armados y alejara el peligro de la gue­
rra. Apreciando esos esfuerzos por la paz, el gobierno 
de Bolivia sugirió, a principios de 1931, la conveniencia 
de reunir en Washington una conferencia boliviano-para­
guaya que, bajo los auspicios de los cinco gobiernos neu­
trales ya citados, encabezados por el de los Estados Uni­
dos, ajustara un pacto de no agresión que asegurara la 
paz y preparara el ambiente para celebrar un compromiso 
de arbitraje.
La conferencia se reunió, y el 9 de diciembre de 1931 
la delegación de Bolivia presentó un proyecto de pacto, 
concebido en seis artículos, cuya sustancia establecía la 
obligación, de parte de Bolivia y Paraguay, de no reali­
zar en el territorio en litigio acto alguno de agresión que 
pudiera comprometer las buenas relaciones entre ambos 
países. Se fijaban en ese proyecto las condiciones en que 
debería hacerse, bajo la mediación neutral, el esclareci­
miento y el arreglo de cualquier incidente de fronteras 
que llegara a producirse. De haber sido aceptado enton­
ces el proyecto de pacto de no agresión presentado por 
Bolivia, que fue bien recibido por los miembros neutrales 
de la conferencia, presidida por el asistente Secretario de 
Estado de los Estados Unidos, la guerra habría sido impo­
sible. Pero el Paraguay había acudido a Washington sola­
mente para ganar tiempo, mientras completaba su prepa­
ración militar, y sus delegados rechazaron de plano el pro­
yecto boliviano, presentando en sustitución otro, que ence­
rraba nada menos que la exigencia de que Bolivia aban­
donara el Chaco, como condición para establecer un com­
promiso de seguridad.
Ante situación semejante, el Presidente de la Conferen­
cia y Delegado de los Estados Unidos, Mr. Francis Whi-
30
te, queriendo orillar las dificultades y conciliar a las par­
tes, se encargó de elaborar por sí mismo un tercer pro­
yecto, discreto y equitativo, que fue presentado el 8 de 
mayo de 1932. Ese proyecto establecía que, durante lia 
vigencia del pacto, «ninguna de las partes podría avanzar 
sus posiciones extremas en el Chaco, ni efectuar j£ movili­
zaciones o concentraciones de tropas, librándose al juicio 
de una comisión neutral la investigación y solución de los 
incidentes que pudieran producirse.» El proyecto atribuía 
al pacto la duración de dos años y establecía la condición 
de que, durante ese tiempo, debería negociarse y concluir­
se un acuerdo sometiendo la disputa territorial al arbi­
traje.
El gobierno de Bolivia aceptó el proyecto, habiéndo­
se comunicado oficialmente esta aceptación al Departa­
mento de Estado. El gobierno del Paraguay, por su par­
te, no solamente no lo aceptó, sino que lanzó sus tropas 
sobre el fortín boliviano Laguna Chuquisaca, ordenando 
a sus delegados que se retiraran de Washigton.
Solamente los esfuerzos del gobierno de los Estados 
Unidos y de la Comisión de Neutrales 'pudieron impedir 
entonces que el Paraguay abandonara totalmente las ne­
gociaciones, que se continuaron por algún tiempo, mien­
tras que en el Chaco se desencadenaba la guerra, aunque 
todavía sin declaración formal.
Aparentando aceptar las proposiciones pacifistas y la 
suspensión de hostilidades, el gobierno del Paraguay mo­
vilizó secretamente grandes contigentes de tropas, y cuan­
do estuvo seguro de copar las escasas fuerzas bolivianas, 
las rodeó en Boquerón y consiguió rendirlas por hambre y 
sed, con lo cual cobró bríos y aumentó su soberbia. El
31
30 de agosto de 1932 rechazó la proposición de la Comi­
sión en Neutrales para acordar una suspensión de hostili­
dades por sesenta dias, con objeto de negociar la paz.
A las reuniones celebradas en el Departamento de 
Estado de Washington en el mes de octubre del mismo 
año, el delegado del Paraguay se presentó con aires de 
vencedor y exiguiendo indemnización de guerra, que los 
Neutrales desestimaron, incitando al gobierno de Asunción 
a retirar sus pretensiones. Ante la imposibilidad de ob­
tener un avenimiento entre las delegaciones de los países 
beligerantes, los miembros de la Comisión de Neutrales, 
encabezados por el representante del Departamento de Es­
tado de los Estados Unidos, prepararon y sometieron a 
las partes un plan de pacificación que comprendía la sus­
pensión de hostilidades, la desmovilización general y el 
retiro de las tropas, y el envío de una comisión neutral 
encargada de evitar nuevos choques, mientras se celebra­
ba un tratado de arbitraje sobre la base de una zona que 
debía ser fijada por unacomisión internacional de geó­
grafos.
Toda América apoyó la proposición de la Comi­
sión de Neutrales, que Bolivia aceptó gustosa, pi­
diendo solamente modificaciones de detalle. También la 
apoyó la Liga de las Naciones. El Paraguay la rechazó, 
acusando a la Comisión de Washigton de parcialidad e 
incompetencia. Al cablegrama en que el gobierno de la 
República de El Salvador pedía la aceptación de la fór­
mula, el gobierno del Paraguay contestó el 20 de diciem­
bre de 1932: «La propuesta de los Neutrales constitiuye 
un grave daño para los derechos de mi país». Al gobier­
no de Nicaragua le decía en la misma fecha el Ministro 
de Relaciones Exteriores del Paraguay: «Gobierno Para­
guay declina aceptar propuesta Neutrales por considerar
32
que bases arbitraje no son equitativas y que cesación 
de hostilidades no ofrece garantía de paz.» Al gobierno 
de Panamá: «Propuesta última Neutrales fu é desestima­
da porque afecta seguridad y derechos Paraguay. «Al 
de la República Dominicana: «Propuesta Neutrales favo­
rece pretensiones bolivianas. Y al de Venezuela: «Pro­
yecto Comisión Neutrales propone tregua sobre bases en­
teramente arbitrarias.*
Al mismo tiempo que el gobierno de Asunción recha­
zaba la proposición de los Neutrales presididos por los 
Estados Unidos, ordenaba el retiro de su delegación en 
Washington, en los términos siguientes: «Asunción, di­
ciembre 17 de 1932.—Delegado Soler, Washigton, D. C.— 
La proposición de los Neutrales, ya hecha conocer confi­
dencialmente al Presidente Ayala, es inaceptable, como 
manifestó con anterioridad el Primer Magistrado al Mi­
nistro de los Estados Unidos. En tales circunstancias 
V. E. debe retirarse de la Conferencia, fundamentan­
do causa de su retiro.—Relaciones.»
Así abandonó el Paraguay la mediación de los Estados 
Unidos en el conflicto del Chaco desdeñando todas las explica­
ciones y todas las instancias del Departamento de Estado y de 
los Neutrales para reconsiderar su actitud. «La proposición 
ofrece indudablemente una base honorable»—decía el cable­
grama del 20 de diciembre, dirigido por los Neutrales al 
gobierno del Paraguay. «El negarse a discutirla retiran­
do a su delegado—agregaba—no podría menos de inter­
pretarse como un prepósito de continuar la guerra y de 
confiar el futuro de su situación ala suerte délas armas.« 
Y como el gobierno paraguayo siguiera mostándose in­
transigente, animado por proyectos de conquista, la Co­
misión de Washington le dirigió todavía el 31 de diciem­
33
bre un mensaje eablegráfico, que decía entre otras consi­
deraciones: «Comisión Neutrales profundamente la­
menta que Gobierno del Paraguay haya estimado 
de poco peso la unánime aceptación que la propues­
ta de armisticio y arbitraje del 15 de diciembre en­
contró en los gobiernos de las 19 repúblicas America­
nas y en el Consejo de la Liga de las Naciones, cons­
tituyendo una expresión histórica de la conciencia uni­
versal y un excepcional veredicto de la humanidad ci­
vilizada sobre la cuestión del Chaco, que las partes 
no pueden desoír.*
El Paraguay lo desoyó sin embargo, y se lanzó a la 
guerra abiertamente, contando con la superioridad que le 
otorgaba su posición geográfica y dando la victoria por 
descontada. He ahí el «pequeño país» que, según ha trata­
do de explicar cierta propaganda en los Estados Unidos, 
lucha por salvarse de «la conquista boliviana.»
Desertando la Comisión de Neutrales de Washigton, 
primeramente, cuando creyó que la intervención de esa al­
ta entidad podía resultar molestosa y perjudicial para sus 
planes; atacando rudamente a los Estados Unidos, a cuyo 
gobierno acusaba de tratar de proteger a Bolivia; inven­
tando después la fábula ridicula de que la guerra esta­
ba financiada y empujada por las empresas petrolíferas 
norteamericanas: he ahí cómo el Paraguay ha eludido la 
acción pacificadora, noble, desinteresada y amistosa del 
gobierno de los Estados Unidos.
Lógico habría sido, con tales antecedentes, que la 
opinión pública americana, muy especialmente en sus ór­
ganos autorizados, se hubiera puesto en guardia contra los 
procedimientos de la pequeña y belicosa nación súdame-
34
ricana. Pero el Chaco está tan lejos y estos asuntos in­
teresan tan poco a la generalidad de las gentes en los Es­
tados Unidos, que casi todos esos hechos notorios han 
pasado inadvertidos o han sido fácilmente olvidados; dan­
do lugar a que agentes inescrupulosos trataran de explo­
tar la buena fé de esa misma opinión pública, tergiversan­
do los sucesos y tratando de despertar simpatías que no 
pueden existir hacia el país que ha sido varias veces con­
denado por la diplomacia de los Estados Unidos, como 
perturbador de la paz y recalcitrante partidario del asalto 
y la violencia.
Conviene agregar todavía, por vía ilustrativa, que los 
esfuerzos pacifistas realizados en Montevideo, durante la 
VII Conferencia Internacional Americana, por el jefe de 
la Delegación de los Estados Unidos, Mr. Cordell Hull, 
Secretario de Estado, chocaron también con la resistencia 
del Paraguay para aceptar un arreglo de justicia. Venta­
jas militares efímeras que obtuvo el ejército paraguayo en 
diciembre de 1933, le alentaron en sus planes de con­
quista y acrecentaron su apetito hasta el extremo de exi­
gir de Bolivia el total abandono del Chaco, como condi­
ción indispensable para hacer la paz.
VI.— El embargo de a-rmas y municiones para los 
beligerantes en el Chaco.
No sería completa esta breve exposición destinada a 
informar al pueblo americano sobre la participación que 
los Estados Unidos ha tenido, desde épocas remotas, en 
el problema del Chaco, si no incluyera algunas informa­
ciones relativas a los últJmos acontecimientos, entre los
35
cuales se destaca una medida legal adoptada con el fi 
de poner término al conflicto. Nos referimos al embargo 
de armas y municiones decretado por resolución conjunta 
del Congreso de los Estados Unidos y promulgado p 
el presidente Roosevelt en una proclamación que lleva 
fecha 28 de Mayo de 1934.
La iniciativa del embargo de armas contra los beli­
gerantes del Chaco surgió, como se recordará seguramen­
te, en el seno del Consejo de la Liga de las Naciones, a 
iniciativa del Delegado Británico, poco después del regre­
so de la Comisión Especial de la Liga que había viajado 
al teatro de la guerra, para procurar un avenimiento. Esa 
Comisión, como se sabe, fracasó en sus propósitos, por 
causa de las intransigencias del Paraguay.
Desde que la iniciativa del embargo fué lanzada, 
Bolivia ha protestado contra ella, porque la considera in­
justa y desigual.. El Paraguay posee una fábrica de mu­
niciones, y puede abastecerse y proseguir la guerra, mien­
tras Bolivia tiene forzosamente que atenerse a los pertre­
chos que recibe del extranjero.
El embargo prohijado por la Liga de las Naciones— 
por otra parte—constituye una sanción que sólo puede ser 
aplicable al pais agresor o al que se niega a aceptar los 
procedimientos de arreglo pacífico dictados por la Liga. 
Pero la organización internacional de Ginebra no ha deci­
dido todavía nada sobre el conflicto del Chaco, y carece 
de facultades para aplicar sanciones prematuras, que abar­
quen por igual al agresor y al agredido.
Inspirado seguramente en la noble intención de coope­
rar al restablecimiento de la paz, el gobierno de los Es­
36
tados Unidos ha decretado una prohibición de venta de 
armas y municiones a Bolivia y Paraguay, que el gobier­
no de Bolivia no ha podido aceptar, por cuanto afecta a 
sus derechos y a los intereses de su defensa militar.
Lejos del propósito de esta publicación el discutir la 
actitud y procedimientos del gobierno americano en la 
materia, creemos necesario, sin embargo, ilustrar a la opi­
nión pública, dándole a conocer sucintamente los puntos 
de vista del gobierno boliviano, claramente expresados en 
las notas de reclamación presentadas al Departamento de 
Estado por la Legación de Bolivia en Washington.
La primera reclamación, fechada el lo. de junio de 
este año, decía lo siguiente:«Señor Secretario de Estado: —El gobierno de Boli­
via ha sido informado acerca de las medidas dictadas por 
el Excmo. Gobierno de los Estados Unidos, previa autori­
zación del Congreso, para prohibir la venta de armas y 
municiones con destino a Bolivia y Paraguay. Sin entrar 
en consideraciones de orden doctrinario acerca del proce­
dimiento adoptado, que se prestaría a un debate intere­
sante, el gobierno boliviano considera que la medida adop­
tada es innocua para conseguir la cesación de la guerra 
del Chaco, pues mientras la cuestión territorial misma no 
sea resuelta por medio del arbitraje, no podrá conseguir­
se una verdadera pacificación.
, «Con relación a Bolivia, mi gobierno considera que la 
decisión adoptada por el Excmo. Gobierno Americano es 
particularmente violatoria del Tratado de Amistad, Nave­
gación y Comercio firmado en La Paz el 13 de mayo de 
1858, vigente entre ambos países, que claramente estable­
37
ce «no (ni) se impondrá prohibición alguna a importación 
o exportación de los artículos, productos o manufacturas 
de la República de Bolivia o de los Estados Unidos, que 
igualmente no se extienda a otras naciones.» Quiere de­
cir que, mientras el gobierno de los Estados Unidos per­
mita a cualquier nación proveerse de armas y municiones 
dentro de su territorio, no puede prohibir a Bolivia hacer 
lo mismo, máxime si ésta goza, además, de los beneficios 
de nación más favorecida, de acuerdo con el mismo tra­
tado. La medida adoptada por igual con respecto a los 
dos beligerantes en el Chaco es injusta con referencia a 
Bolivia, pues el Paraguay goza de los beneficios de la 
vía fluvial internacional, que lo capacita para recibir di­
rectamente material bélico, mientras Bolivia que carece de 
ese beneficio, será únicamente quien sufra los rigores de 
la prohibición. Considerando, pués, que la medida decreta­
da por el Excmo. Gobierno Americano resulta así favora­
ble a uno de los contendientes y desfavorable al otro, y 
que eso no puede haber sido el propósito contemplado al 
adoptarla, el gobierno de Bolivia confía que una vez de­
mostrada su injusticia, ella será abolida.
«Si además de la injusticia que significa la medida 
respecto a Bolivia, resulta todavía que el Excmo. Gobier­
no Americano realiza gestiones ante otros paises para 
adoptarla, es evidente que se acrecenta el daño que se cau­
sa a Bolivia, poniéndola desarmada a merced de su ad­
versario.
«Al llevar a conocimiento de V. E. las consideracio­
nes que anteceden, por instrucciones expresas de mi go­
bierno, tengo la honra de reiterarle las seguridades de mi 
más alta y distinguida consideración.—(Firmado) Enri­
que Finot.*
38
Una segunda reclamación de fecha 19 de junio, es­
taba concebida en los siguientes términos:
«Señor Secretario de Estado: Tengo la honra de acu­
sar recibo déla nota de fecha 16 del mes en curso, por 
medio de la cual V. E. se digna comunicarme—en respues­
ta a las gestiones verbales que he venido haciendo sobre 
la interpretación del Decreto del 28 de mayo de este 
año, que prohíbe ¡a venta de armas y municiones a Bo- 
livia y Paraguay en los Estados Unidos—que dicho decre­
to no es aplicable a las ventas concluidas antes de su 
promulgación, y que han sido exceptuadas de sus efectos 
«las mercaderías manufacturadas y listas para la entrega 
antes del 28 de mayo de 1934, de acuerdo con contratos 
válidos y obligatorios celebrados antes de esa fecha, y 
que han sido pagadas en su totalidad o en parte por el 
país beligerante».
«Sin referirme por el momento al asunto fundamen­
tal de la prohibición, que a juicio de mi gobierno se ha­
lla en contradicción con el espíritu y los términos del tra­
tado boliviano-americano de 1858, y en vista de la urgen­
cia del caso, me veo obligado a llamar la ilustrada aten­
ción de V. E. sobre el carácter restringido de la interpre­
tación que se ha servido comunicarme en dicha nota, 
pués se limita a expresar que el Decreto del 28 de mayo 
de este año no afectará a las ventas concluidas antes de 
la citada fecha, y no pone a salvo los contratos o com­
promisos de venta que, según el derecho mercantil y la 
legislación civil universal no pueden ser afectados por me­
didas retroactivas y tienen el mismo carácter de exigibili- 
dad que las ventas concluidas.
«A fin de ilustrar el caso concreto de mi país en las 
presentes circunstancias, he creído necesario llevar a co-
39
noeimiento de V. E que el gobierno de Bolivia ha cele­
brado, con anterioridad al Decreto de referencia, diversos 
contratos con fábricas o compañías americanas, fijando pla­
zos prudenciales para la entrega de la mercadería y com­
prendiendo el pago adelantado de fuertes sumas de dine­
ro. Dentro de estas condiciones, es indudable que la in­
terpretación dada por V. E. al decreto de prohibición, li­
mitando sus excepciones a las ventas concluidas y las mer­
caderías «fabricadas y listas para la entrega» antes del 
28 de mayo, es gravemente perjudicial para los intereses 
de Bolivia, pues aunque mi país obtuviera la devolución 
de los adelantos de dinero, mediante procesos judiciales 
lentos y complicados, y aunque pudiera después adqui­
rir las mismas mercaderías en otros países, las condicio­
nes de tiempo y la privación intempestiva de recursos 
con los que creía contar en el momento oportuno, influi­
rán poderosamente en los resultados de la campaña en 
que se halla envuelta, en defensa de su territorio.
«En vista de estás consideraciones tengo la honra de 
dirigirme a V. E. para rogarle que previo exámen de la 
situación y cualquiera que sea el resultado de la recla­
mación interpuesta por mi gobierno sobre la prohibición 
decretada por el gobierno de los Estados Unidos, se digne 
dictar, ala posible brevedad, una resolución complementaria 
que interprete el Decreto del 28 de mayo de 1934 en el 
sentido de que tampoco es aplicable a las mercaderías 
que, en el momento de la promulgación de dicho decreto, 
se hallaban en proceso de fabricación, por cuenta del go­
bierno de Bolivia y en virtud de contratos o compromi­
sos de venta celebrados de acuerdo con las leyes que ri­
gen la materia.
«Al dar este paso en resguardo de los intereses vita­
les de mi país, actualmente envuelto en un conflicto ar-
40
tnado que le impone los más grandes sacrificios, abrigo 
la firme esperanza de que el espíritu justiciero y ecuáni­
me de V. E. sabrá encontrar la fórmula que evite a Boli- 
via los perjuicios irreparables que pudiera sufrir, por el 
hecho de haber celebrado contratos con empresas america­
nas y de haber dado preferencia a la industria manufacture­
ra de los Estados Unidos.—Aprovecho la oportunidad pa­
ra reiterar a V. E. las seguridades de mi consideración 
más alta y distinguida.—(Firmado) Enrique Finóte
Una decisión del Departamento de Estado, que lleva 
fecha 27 de julio, ha establecido algunas excepciones en 
favor de ciertos contratos de venta celebrados entre el 
gobierno de Bolivia y varias compañías americanas, contra­
tos sobre los cuales se había hecho pagos adelantados de 
sumas apreciables.
En consecuencia, han sido despachados algunos de 
los cargamentos detenidos, no sin provocar la exaltada 
protesta del gobierno del Paraguay, cuyo ideal habría sido 
que se privara a Bolivia de todo medio de defensa, para 
consumar la victoria de sus aguerridas huestes sobre tro­
pas desarmadas.
Todo hace esperar que una más atenta consideración 
de los problemas que el embargo ha traído consigo, deter­
minará la suspensión de éste, tanto en los Estados Uni­
dos como en el resto de los países que se han adherido 
a él. El mundo acabará por comprender que la supresión 
del comercio de armas no basta para evitar o detener las 
guerras, así como también que el amor a la paz no es 
incompatible con el respeto al derecho y la justicia.
La idea de restringir y aun de suprimir la fabrica­
ción privada y el comercio de armas y municiones es in­
41
dudablemente acertada, si, como se ha dado en asegurar, 
los conflictos internacionales son generalmente atizados 
porlos intereses de las grendes empresas productoras de 
material bélico. Es muy probable que el día en que los 
gobiernos fabriquen directamente el material de guerra que 
juzguen estrictamente indispensable oara la defensa nacio­
nal, se habrá detenido en gran parte la carrera loca del 
armamentismo, causa de zozobras y fuente constante de 
peligros para la paz.
Pero el mundo está lejos de llegar a esa finalidad, 
a causa de la magnitud de los intereses en juego y de los 
conflictos económicos que acarrearía la paralización de la 
floreciente industria bélica, en una época de crisis tan 
aguda. No existiendo, pués, la posibilidad inmediata de 
alcanzar esos resultados, es elemental concluir que todas 
las tentativas artificiales para restringir el comercio de 
armas están llamadas a fracasar, tanto por su injusticia 
flagrante, cuanto porque carecen en absoluto de base 
práctica.
Si el embargo de armas y municiones ha de hacerse 
por igual contra los países que se vean envueltos en gue­
rra, quiere decir que en el futuro las naciones agresoras 
tendrán asegurada la victoria porque antes de lanzarse 
en la aventuran bélica habrá tenido el cuidado de abaste­
cerse de los pertrechos necesarios para la empresa; 
las naciones agredidas, entre tanto, estarán condenadas a 
la derrota, porque una vez estallado el conflicto, hallarán 
cerradas todas las puertas para proveerse de los medios 
de defensa. Las naciones que fabrican armas y municio­
nes, por otra parte, tendrán una superioridad indiscutible 
sobre las que carecen de industria bélica, condenadas a 
perecer o a sacrificar, en la fabricación de armas, los re­
cursos económicos que necesitan para su progreso.
42
El problema es, por lo tanto, complejo y de vastas 
proyecciones. Bien decía hace poco el prestigioso perio­
dista americano Walter Lippmann, al comentar la medid2 
adoptada por el gobierno de los Estados Unidos y la ac­
titud asumida por la Legación de Bolivia, en las colum­
nas del New York Herald Tribune:
«Cualquiera que sean los efectos de esta querella su­
damericana—y de esto son los mejores jueces el Secreta­
rio Hull y sus consejeros—la cuestión suscitada por el Sr. 
Finot es é i una amplia importancia. Supóngase que no 
hay un tratado mundial limitando armamentos. Y supón­
gase también que la venta internacional de armamentos 
ha sido parada. ¿Cuál será el efecto? Hablando en tér­
minos generales, las naciones se clasificarán obligada­
mente en tres grupos. Habrán unas que, como los Es­
tados Unidos y la Gran Bretaña, tienen una organización 
industrial grandemente desarrollada y que, ya sea dentro 
de su propio terrritorio o por su dominio de los mares, 
poseen las materias primas necesarias. Habran otras que, 
como el Japón, Alemania y Francia, tienen la organiza­
ción industrial pero carecen de las materias primas, a me­
nos que llegaran a dominar los mares. Habrán, en fin, 
otras como la China, o digamos Bolivia, que carecen ya 
sea de la organización industria!, ya sea de las materias 
primas, o de ambas cosas a la vez»*
«En un mundo en el que los armamentos tienen tan­
to peso, ¿no es verdad que las naciones que no fueran 
suficientes por sí mismas, tendrían que crear una indus­
tria propia de municiones, o pactar alianzas con las na­
ciones que la tienen o que poseen materias primas, vién­
dose obligadas a reforzar sus flotas para proteger la im­
portación de municiones, o bien hundirse bajo la domina­
ción de las naciones que pueden armarse por si mismas?
____ __________ 43
El parar el tráfico internacional de municiones, cuando 
no existe un tratado limitando armamentos, ni un sistema 
eficaz de mantener la paz, no promete, pues, impedir la 
guerra. Es casi seguro que incrementará la competencia 
del armamentismo naval, promoverá alianzas militares y 
estimulará la manufactura de armamentos en los países 
industrialmente atrasados.» {The New York Herald Tri­
buno, 24 de mayo de 1934.)
Por otra parte es necesario llegar a ¡a conclusión de 
que el embargo de armas no traerá consigo la paz entre 
Bolivia y el Paraguay, aún cuando tuviera como conse­
cuencia inmediata la paralización de las operaciones mili­
tares por una de las partes beligerantes o por ambas. La 
paz en el Chaco sólo puede ser la consecuencia de la su­
presión de las causas de la guerra, causas que no son, 
como algunos espíritus ingenuos han supuesto, de orden 
puramente sentimental o de orgullo patriótico.
VIII.— La clausura de Bolivia y la actitud de los 
Estados Unidos
Si la causa determinante de la guerra del Chaco ha 
sido la negativa del Paraguay a someter el litigio a un 
arreglo arbitral o transaccional, obstinándose en apode­
rarse por la violencia del territorio que Bolivia se ha 
visto obligada a defender, ha habido también otra causa 
que ha impulsado a Bolivia a realizar el sacrificio de in­
molarse en una contienda para la que no estaba prepa­
rada: la necesidad de alcanzar a través de su territorio 
del Chaco, una vía fluvial internacional que la ponga en 
contacto con el mundo. Bolivia necesita una salida propia 
sobre la parte navegable del rio Paraguay, para consoli­
dar su independencia, pues no puede decirse que una na­
ción es independiente cuando todo su comercio debe hacer­
44
se a través de territorio extanjero y con la venia de las 
naciones vecinas.
Se dice frecuentemente que la guerra del Chaco es 
una vergüenza para América, el llamado «continente de 
la paz». La vergüenza mayor de América es la situa­
ción de Bolivia enclaustrada, obligada a solicitar arreglos 
para el tránsito de su comercio, es decir, para respirar, 
para vivir. La guerra del Chaco no es sino un resulta­
do, un" fenómeno, una consecuencia de una situación in­
humana y absurda. Ya se ha dicho hasta el cansancio 
que, mientras la situación de Bolivia subsista, en Amé­
rica no habrá paz. Es necesario dar satisfacción a Boli­
via o hacer que Bolivia desaparezca.
Así lo comprendieron en todo tiempo los estadistas, 
los diplomáticos, los periodistas y los hombres inteligen­
tes y justos de los Estados Unidos. Ese es precisamente el 
origen de la profunda simpatía y de la sincera amistad 
que fué siempre la característica de las relaciones entre 
Bolivia y esta gran nación.
Ya en 1848, pocos años después de la independencia 
boliviana, el Secretario de Estado Mr. James Buchanan, 
más tarde Presidente de los Estados Unidos, dando ins­
trucciones escritas al primer agente diplomático america­
no acreditado en Bolivia, le decía al explicar la demora 
en que se había incurrido para entablar relaciones entre 
ambos países: «Esta demora se ha producido por el he­
cho dé que los territorios de la República de Bolivia 
se encuentran principalmente en el interior de Sud Amé­
rica y por la falta de buenos puertos sobre el Pacífico 
nuestras relaciones comerciales han sido de un carácter muy 
limitado. Se cree que Cobija es el único puerto bolivia­
no y éste es muy poco frecuentado. Se sabe que Boli­
via y Perú han estado en tratos para la cesión del puerto
45
de Arica, por el segundo al primero; y así como esa ce­
sión no perjudicaría materialmente al Perú, sería de una 
ventaja esencia! para Bolivia y también para el comercio 
de nuestro país. Sin intentar inmiscuirse en los asuntos 
internos de ninguna de esas repúblicas, Ud. puede, si la 
oportunidad se presenta, con su prudencia y consejo, pro­
vocar esta cesión. Arica parece naturalmente pertenecer 
a Bolivia, y de ello esa república no puede dejar de dar­
se cuenta, más profundamente aún al sentir los derechos 
onerosos de tránsito que ahora se cobran en Arica so­
bre las mercaderías destinadas para el consumo de Boli­
via. La verdad es que mientras Arica siga siendo puerto pe­
ruano, habrá siempre una causa de irritación constante 
entre esas repúblicas, que hará peligrar las relaciones 
amistosas entre ambas.» (Diplomátic Correspondence 
of the United States (1831-1860) por William R. Man- 
ning, Washigton, D. C., 1932, volumen II, pag, 3 y 4.)
En diferentes épocas y oportunidades los estadistasy 
publicistas de los Estados Unidos han insistido sobre la 
necesidad de ayudar a Bolivia para que obtenga libre co­
municación con el mar, especialmente después de la gue­
rra de 1879, en que esa república perdió su litoral, cedi­
do más tarde a Chile por el tratado de 1904.
Correspondió al ¡lustre Secretario de Estado Mr. Frank 
B. Kellogg, en 1926, la iniciativa de zanjar el pleito chileno- 
peruano sobre Tacna y Arica, cediendo a Bolivia el terri­
torio en disputa. Chile y el Perú, desgraciadamente, no 
aceptaron la proposición, ofuscados por sentimientos pa­
trióticos largo tiempo excitados, y alentados también cada 
uno por su parte, por la esperanza de triunfar en el li­
tigio.
La llamada «propósición Kellogg», de fecha 30 de no­
viembre de 1926, fué formulada en un memorándum bas_
46
tante conocido para que sea necesario reproducirlo aquí 
íntegramente. Después de enumerar en ese documento 
los esfuerzos inútiles hechos para solucionar el litigio 
perú-chileno por arbitraje o transacción entre las partes, 
Mr. Kellogg terminaba formulando una proposición por la 
cual. «Chile y Perú se comprometían a ceder a Bolivia a 
perpetuidad todo derecho sobre las provincias de Tacna 
y Arica», a cambio de «una eompesaeión adecuada», de­
biendo erigirse Arica en «puerto libre».
Estos son los antecedentes más notorios de los esfuer­
zos norteamericanos para resolver el problema de la li­
bre comunicación de Bolivia por el lado del Pacífico, 
problema que en el día está todavía sin solución, aunque 
todo induce a pensar que en futuro no lejano merecerá la 
consideración fraternal que requiere, en beneficio de la 
justicia, de la paz y de los intereses recíprocos de las 
naciones llamadas a resolverlo.
Pero Bolivia no es únicamente una nación del Pací­
fico. Sus extensos y ricos territorios del oriente y del 
sud requieren una salida libre al Atlántico, que permita la 
explotación de las enormes fuentes económicas que atesora 
su suelo. Ya hemos visto anteriormente cómo la diplo­
macia norteamericana lo comprendió asi hace ochenta años, 
a! proclamar a Bolivia como nación ribereña de los afluen­
tes navegables de la hoya del Plata.
Quizá si el pleito del Chaco fuera solamente un liti­
gio territorial, Bolivia se hubiera resignado, sacrifican­
do el derecho indiscutible que le asiste, a perder una 
parte de su patrimonio, para salvar la paz, aunque es 
sabido que la ambición paraguaya no reconoce límites. 
Pero se trata no sólo de la posesión de territorios más
47
o menos valiosos, sino también del derecho a la vida, de 
la necesidad de respirar y de recobrar los atributos de 
nación ¡dependiente y soberana. Tres tratados sucesivos, 
firmados en 1879, 1887 y 1894, no ratificados por el 
Paraguay, transigían el pleito del Chaco reconociendo en 
favor de Bolivia una salida libre al río navegable, en 
cambio de la renuncia a extensos territorios. Pero el Para­
guay pretende no solamente el Chaco, sino también el 
embotellamiento de Bolivia.
Es indudable que, situado el problema sobre este pla­
no de realidades prácticas y tangibles, no habrá en los 
Estados Unidos un solo espíritu honrado y justo que no 
simpatice con la causa de Bolivia, que es la causa de la 
justicia.
La Prensa, el diario español e hispanoamericano de 
New York, que se distingue por el espíritu imparcial y el 
noble interés con que siempre aborda las cuestiones que 
afectan a los pueblos americanos de habla española, decía 
a este respecto en su edición del 10 de agosto de 1934:
<La guerra del Chaco no tiene más objeto que el 
de permitir a Bolivia una salida al Atlántico, La sa­
lida al Pacifico le fué cerrada a Bolivia cuando el arreglo 
de la cuestión de Tacna y Arica se hizo sin tener en 
cuenta las legítimas aspiraciones de los bolivianos...... Bo­
livia fué convertida en una Polonia sudamericana... sin el 
pasillo de Dantzig. No sería justo comparar Bolivia a 
Suiza, ni a Checoeslovaquia, ni a Austria, ni a Hungría. 
La red de comunicaciones fluviales y ferroviarias es 
tan densa en Europa, que cualquiera de esas naciones 
puede llegar al mar en pocas horas........Bolivia debe po­
der navegar «en su casa» hasta el agua libre...... Bolivia
48
no quiere «conquistar». Quiere «vivir». Y quiere «de­
jar vivir* a sus vecinos. A ellos les toca el gesto de cor­
dura, de paz, de fraternidad. El gesto que termine la en­
cerrona de Bolivia.»
Todo comentario huelga después de esa declaración, 
tan justa como noble e imparcial, del órgano más au­
torizado de la prensa hispanoamericana de los Estados 
Unidos.
E N R I Q U E F I N O T
E. E. y Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Estados 
Unfdos de Norte América.
Edición Castellana del Centro de Propaganda y 
Defensa Nacional.
L fi P fiZ — BO LIV Ifi
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