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ARTÍCULO
Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación - UNAM 
Departamento de Acervos Digitales
 LOS LAGARTOS TIRANOS QUE 
GOBERNARON MÉXICO
http://www.revista.unam.mx/vol.16/num11/art88/
Carlos Alberto Luna (Laboratorio de Paleontología
 del Instituto de Geología, UNAM)
1 de noviembre de 2015 | Vol. 16 | Núm. 11 | ISSN 1607 - 6079
http://www.revista.unam.mx/vol.16/num11/art88/
“Los lagartos tiranos que gobernaron México”
Carlos Alberto Luna 
1 de noviembre de 2015 | Vol. 16 | Núm. 11 | ISSN 1607 - 6079
http://www.revista.unam.mx/vol.16/num11/art88/
Departamento de Acervos Digitales. Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación – UNAM 
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LOS LAGARTOS TIRANOS QUE GOBERNARON MÉXICO
Resumen
Los tiranosaurios son uno de los dinosaurios más emblemáticos y han captado la imagi-
nación del público en general y del mundo científico desde su descubrimiento a princi-
pios del siglo XX, volviéndose uno de los grupos animales más estudiados.A pesar de que 
el registro fósil recuperado en nuestro país es significativo, se sabe muy poco sobre los 
tiranosaurios mexicanos. Este artículo es una recopilación sobre el registro fósil de las 
especies que probablemente vivieron en México durante el periodo Cretácico: Alberto-
saurus, “Aublysodon”, Daspletosaurus, Labocania anómala y Tyrannosaurus rex, así como 
una breve lista de los fósiles y huellas que se han encontrado. La evidencia recupera-
da recientemente indica que ocurrió un fenómeno de evolución regionalizada en toda 
Norteamérica, por lo que es muy probableque las especies que habitaron nuestro país 
fueran únicas, razón por la cual su estudio derivaría en un mejor entendimiento de este 
exitoso grupo de terópodos del Hemisferio Norte.
 
Palabras clave: biogeografía, Tyrannosauridae, México, paleontología.
THE TYRANT-LIZARDS WHO RULED MEXICO
Abstract
Tyrannosaurs are the most iconic group of all dinosaurs. These predators have captured 
the imagination of the people and the scientific world since its discovery in the early 20th 
century, becoming one of the most studied animal groups. Despite the fossil record re-
covered in the country is significant, the knowledge about Mexican tyrannosaurs is poor. 
This paper is a compilation of the fossil record of the speciesthat probably lived in Mexico: 
Albertosaurus, “Aublysodon”, Daspletosaurus, Labocania anomala and Tyrannosaurus 
rex. Additionally, this paper presents a brief list of other fossils and footprints that have 
been found. The importance of the Mexican tyrannosaurs comes from the evidence that 
indicating there was a phenomenon of evolution regionalized across North Americaso it 
is probable that the species that lived in Mexico were unique, and its study would lead to 
a better understanding of this successful group of theropods in the Northern Hemisphere.
Keywords: biogeography, Tyrannosauridae, Mexico, paleontology.
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“Los lagartos tiranos que gobernaron México”
Carlos Alberto Luna 
1 de noviembre de 2015 | Vol. 16 | Núm. 11 | ISSN 1607 - 6079
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LOS LAGARTOS TIRANOS QUE GOBERNARON MÉXICO
Introducción
El registro fósil de los dinosaurios en México puede considerarse diverso, ya que com-prende al menos quince de las 41 familias descritas a nivel mundial e incluye eviden-cias osteológicas y huellas, siendo éstos los registros más australes de la fauna de 
dinosaurios de Norteamérica (GUDIÑO-MAUSSÁN y GUZMÁN, 2014).
 De esta diversidad, la familia de los dinosaurios pico de pato o Hadrosauridae es 
la más abundante, seguida de la familia Ceratopsidae (dinosaurios con cuernos), mientras 
el grupo de los tiranosaurios ocupa el tercer lugar (GUDIÑO-MAUSSÁN y GUZMÁN, 2014; 
RAMÍREZ-VELASCO y HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015). 
 La evidencia de su paso por nuestro país consiste en dientes sueltos, huellas y 
huesos hallados en los estados de Baja California, Chihuahua, Coahuila, Michoacán y So-
nora (Figura 1) (RODRÍGUEZ-DE LA ROSA et al. 2004; SERVÍN-PICHARDO, 2013; RAMÍREZ-
VELASCO y HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015).
 El objetivo del presente trabajo es hacer una recopilación sobre el registro fósil 
de tiranosaurios encontrados en México y discutir brevemente la importancia y las impli-
caciones que tiene el estudio de este grupo.
Los tiranos más viejos
Nada evoca más la palabra prehistoria que el nombre Tyrannosaurus rex. Este dinosaurio 
carnívoro de trece metros de largo y siete toneladas de peso, descrito en 1905 por Henry 
Farfield Osborn, es el último de un largo linaje científicamente conocido como Tyranno-
sauridae, o tiranosaurios, que significa “lagartos tiranos” (BRUSATTE et al. 2010). Durante 
el siglo XX, se descubrieron nuevas especies que compartían características con el T. rex, 
como la forma en “D” de los dientes delanteros de la mandíbula superior, reducción en 
el tamaño de los brazos y en el número de dedos en la mano y extremidades posteriores 
elongadas (HOLTZ JR., 2004), pero los datos sobre su origen y evolución como grupo se 
mantuvieron desconocidos.
Figura 1. Mapa de la Repú-
blica Mexicana que muestra 
los sitios en los que se ha 
reportado material fósil de ti-
ranosaurios: Baja California, 
Sonora, Chihuahua, Coahuila 
y Michoacán (coordenadas 
tomadas de GUDIÑO-
MAUSSAN y GUZMÁN, 
2015).
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En el 2002, un equipo multinacional de paleontólogos, en el que colaboró el mexicano 
René Hernández Rivera del Instituto de Geología de la UNAM, descubrió en la región de 
Xingiang, China, un dinosaurio carnívoro que medía alrededor de tres metros de longi-
tud, con brazos largos y manos con tres dedos terminados en garras afiladas y en la parte 
superior de la cabeza una cresta plana por la que se le llamó Guanlong, cuyo significado 
es “dragón crestado” (Figura 2). 
 Lo que llamó la atención del grupo de expertos que describieron al Guanlong fue 
la forma en “D” de sus dientes y los huesos de la cadera, mismos que revelaron su paren-
tesco con el T. rex. Dada la antigüedad de los sedimentos en los cuales se descubrió, se 
trata de uno de los miembros del grupo más primitivo (RUELAS, 2014). Lo anterior ayudó 
a esclarecer que los tiranosaurios son una rama evolutiva primitiva del grupo de dinosau-
rios que dieron origen a las aves, los Celurosaurios.
 Desde su aparición, en el norte de Euro-Asia en el Jurásico Medio y durante gran 
parte del Cretácico, los tiranosaurios fueron especies de pequeño a mediano tamaño, 
por lo que difícilmente se les puede considerar como los carnívoros dominantes de sus 
ecosistemas (BRUSATTE et al. 2010). Luego de la desaparición de los grandes alosaurios 
(por ejemplo, el Acrocanthosaurus de Estados Unidos) hacia el final del Cretácico, los 
tiranosaurios se convirtieron en los mayores depredadores del Hemisferio Norte, evo-
lucionando en una gran variedad de especies (BRUSATTE et al. 2009, 2010; ZANNO y 
MAKOVICKY, 2013).
Los tiranos que dominaron México
Los fósiles de tiranosaurios hallados en México datan de la última parte del periodo 
Cretácico Superior, es decir, cuando fueron los principales depredadores del Hemisferio 
Norte. Actualmente, se reconocen a alrededor de 20 especies de estos dinosaurios en 
todo el mundo (BRUSATTE, 2015) y probablemente cinco de ellas vivieron en México. A 
continuación se enlistarán estas especies. 
Figura 2. Representaciónde 
un Guanlong (dinosaurio ver-
de) atacando a un grupo de 
Yinlong (dinosaurios azules). 
Este enfrentamiento entre 
estos dos grupos de dino-
saurios se se repitió durante 
los siguientes 90 millones de 
años, culminando en Nortea-
mérica con sus descendientes 
más famosos de estos dino-
saurios: el Tyrannosaurus rex, 
descendiente del Guanlong, 
y el Triceratops, descendiente 
del Yinlong (imagen de Luis 
Rey).
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Albertosaurus
El Albertosaurus es un terópodo de gran tamaño, muy parecido al Tyrannosaurus rex 
aunque de constitución y dimensiones menores, con una longitud aproximada de nue-
ve metros y un peso aproximado de 2.5 toneladas(PAUL, 2010). Se piensa que este di-
nosaurio se comportaría de manera similar a los lobos, cazando en grupos para matar 
ornitomimosaurios (dinosaurios avestruz), hadrosauridos y ceratopsidos. Esto se dedujo 
a partir de un depósito de fósiles hallado en 1910 en Canadá, el cual concentra una gran 
cantidad de individuos de diferentes edades (CURRIE, 1998) (Figura 3).
 En México, la presencia de Albertosaurus se basa en la recuperación de dientes 
hallados en Baja California (MORRIS, 1967), así como huesos de las extremidades y dien-
tes encontrados en Sonora, que, por sus características, son asignables a este género 
(GUDIÑO-MAUSSÁN y GUZMÁN, 2014). Estos dientes se identificaron ya que son más 
delgados en comparación con los de otras especies como Daspletosaurus y Tyrannosau-
rus rex (Figura 4) (HORNER, 2001), aunque también se ha encontrado este tipo de dientes 
en otros tiranosaurios, como el Gorgosaurus, por lo que se considera una identificación 
dudosa (SAMMAN et al. 2005).
Figura 3. Representación de 
un grupo de Albertosaurus 
atacando a una manada de 
hadrosauridos. Descubri-
mientos hechos en Canadá y 
México indican que proba-
blemente los tiranosaurios 
vivían en grupos (imagen de 
Luis Rey).
Figura 4. Comparación de 
los cambios en la forma de 
la base de los dientes de: A) 
Albertosaurus, B) Daspleto-
saurus y C) Tyrannosaurus 
rex (modificada de Horner, 
2001).
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“Aublysodon”
El género “Aublysodon” es enigmático entre los tiranosaurios. Fue descrito en el siglo 
XIX a partir de dientes aislados recuperados en Montana, que eran muy diferentes a los 
conocidos en otros dinosaurios carnívoros.
 Actualmente, se sabe que los dientes de los tiranosaurios son de diferente forma 
dependiendo de su posición en la boca y el hueso en el que están insertados, es decir, 
son de dentición heterodonta, siendo los dientes premaxilares y maxilares los que se 
localizan en la mandíbula superior, y los del dentario los que se encuentran en la mandí-
bula inferior (Figura 5) (SMITH, 2005).. Los dientes que se nombraron como “Aublysodon” 
fueron premaxilares.
 Además, algunas características descritas como propias de esta especie, por 
ejemplo, la ausencia de serraciones, se le atribuyen debido a que se desarrollaban con-
forme el animal crecía, es decir, cuando se encontraba en estado juvenil no presentaba 
dichas estructuras, pero los adultos completamente desarrollados ya las tenían. Carr y 
Williamson (2004), al comparar ejemplares de “Aublysodon” hallados en diferentes par-
tes de Estados Unidos, demostraron que no son una especie distinta, sino que más bien 
se trataba de tiranosaurios jóvenes de especies ya descritas.
 En Baja California, México, se han recuperado cuatro dientes que fueron iden-
tificados como “Aublysodon”, mismos que pueden ser de un tiranosaurio joven (FORD y 
CHURE, 2001; RAMÍREZ-VELASCO y HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015).
 Sabiendo que los “Aublysodon” eran individuos juveniles, éstos serían de nariz 
larga y constitución ligera, probablemente de unos 80 kg, depredadores de movimientos 
rápidos que se alimentaban de ornitomimosaurios, ceratopsidos y hadrosauridos juveni-
les, con una estrategia de caza en grupo (PAUL, 1988, 2010; CURRIE, 1998).
Figura 5. Esquemas ge-
nerales de las mandíbulas 
que ilustran los cambios de 
la forma en la base de los 
dientes de los tiranosaurios. 
A) es la mandíbula superior 
en donde 1) representa los 
dientes premaxilares y 2) 
son los dientes maxilares. 
B) es la mandíbula inferior 
(dentario), 3) representa 
los dientes frontales y 4) los 
dientes de atrás. La flecha 
indica hacia dónde vala parte 
frontal de la boca [imagen de 
las mandíbulas modificada 
de Paul (1988) e imágenes 
de las siluetas en la base de 
los dientes modificadas de 
Samman et al.(2005)].
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Daspletosaurus
El Daspletosaurus es muy similar, en cuanto a tamaño y forma en general, al Albertosau-
rus, ya que se calcula que podría alcanzar los nueve metros de largo y un peso estimado 
es de 2.5 toneladas; sin embargo, las diferencias entre ellos son muy sutiles, por ejemplo, 
el número de dientes de esta especie es menor y más redondos en comparación con los 
de Albertosaurus (Figura 4) (HORNER, 2001).
 Recientemente se publicó un artículo sobre un cráneo y una mandíbula de Das-
pletosaurus recuperados en Alberta, Canadá, con rastros de marcas de dientes produci-
das por dinosaurios de la misma especie, lo cual evidencia la intensidad de los combates 
entre estos dinosaurios y el canibalismo (Figura 6) (HONE y TANKE, 2015).
 En México, el registro de estos animales consiste en dientes recuperados en el 
estado de Coahuila, que fueron reportados y descritos por Torres-Rodríguez et al. (2010), 
considerando la forma de la base en los dientes y sus dimensiones, aunque se ha demos-
trado que dichas características no son exclusivas de esta especie y también se pueden 
confundir con otros tiranosaurios (SAMMAN et al. 2005).
Labocania anomala
Este dinosaurio es particularmente importante para la historia de la paleontología en 
México, ya que es la primera especie descrita en territorio nacional a partir de material 
colectado en Baja California. Descubierto en 1966 por un equipo conformado por perso-
nal del Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles y del Instituto de Geología 
de la UNAM, bajo la supervisión de William Morris, se recuperaron restos del cráneo, 
cadera, cola y de las extremidades traseras, los cuales fueron estudiados y descritos por 
Ralph Molnar como parte de una nueva especie de terópodo: Labocania anomala, que 
significa “el extraño de La Bocana Roja” (MOLNAR, 1974; HERNÁNDEZ-RIVERA, 1997) 
(Figura 7).
 El nombre Labocania hace alusión a la formación fosilífera de La Bocana Roja, 
Baja California, donde se hallaron sus restos (MOLNAR, 1974; HERNÁNDEZ-RIVERA, 
Figura 6. Representación 
de dos Daspletosaurus 
combatiendo. La evidencia 
hallada en cráneos de varias 
especies de tiranosaurios 
indica que este comporta-
miento violento era común 
entre ellos, llegando inclusive 
al canibalismo (imagen de 
Luis Rey).
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“Los lagartos tiranos que gobernaron México”Carlos Alberto Luna 
1 de noviembre de 2015 | Vol. 16 | Núm. 11 | ISSN 1607 - 6079
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1997). La segunda parte de su nombre (anomala, que significa extraño) se debe a la 
combinación de características de sus restos que se observan tanto en otros tiranosau-
rios como en líneas evolutivas de terópodos diferentes, por ejemplo, en abelisaurios y 
alosaurios (MOLNAR, 1974; HOLTZ JR., 2004). 
 Debido a la fragmentación de los fósiles de Labocania anomala, se conoce muy 
poco de este dinosaurio carnívoro; sin embargo, al usar como referencia lo que se sabe 
sobre otros tiranosaurios, se calcula que midió unos ocho metros de largo, con un peso 
de 1.5 toneladas (PAUL, 1988, 2010), por lo cual sería uno de los principales depredado-
res de Baja California, cazando, probablemente, crías, heridos y enfermos de las manadas 
de hadrosauridos y otros dinosaurios con los que coexistió durante el periodo Cretácico 
Superior, hace 75 millones de años.
¿Tyrannosaurus rex?
Siendo uno de los mayores depredadores terrestres de la historia (Figura 8), este dino-
saurio ocupa un lugar muy especial en la cultura popular y ha revolucionado el mundo de 
la paleontología, cambiando todo lo se creía sobre la preservación fósil.
 Schweitzer et al. (2005) lograron aislar tejido blando de un hueso de la extremi-
dad posterior colectado en Montana, específicamente vasos sanguíneos con glóbulos ro-
jos, a través de la remoción de las fases minerales que se producen durante la fosilización 
de un hueso. Sorprendentemente, éstas aún conservan su estructura celular, flexibilidad 
y elasticidad originales, como cuando el animal estaba vivo (SCHWITZER et al., 2005). 
Este tipo de tejido suave también se ha recuperado en otros dinosaurios (SCHWITZER 
et al., 2006), lo cual ha abierto una línea totalmente nueva y revolucionaria en la inves-
tigación paleontológica, ampliando el panorama de la vida del pasado por medio de la 
biología molecular.
 En México, Serrano-Brañas et al. (2014) reportan que dientes colectados en So-
nora pueden ser asignados a T. rex, por consiguiente, éste se puede considerar el registro 
más austral conocido para esta especie; sin embargo, éstos no son tan grandes y masivos 
como los descritos de Estados Unidos (RAMÍREZ-VELASCO, 2015; com. pers.), por lo que 
es la identificación más cuestionable de las cinco especies (HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015; 
com. pers.).
Figura 7. Representación 
esquemática de los huesos 
encontrados de Labocania 
anomala en su posición 
anatómica (modificada de 
Ramírez-Velasco y Hernán-
dez-Rivera, 2015).
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Las huellas de su reinado
El estudio de las huellas fósiles o paleoicnología, proporciona gran cantidad de infor-
mación sobre las actividades cotidianas de especies extintas: sus velocidades, compor-
tamiento social, ecología, actividad dinámica, sus dimensiones y evolución (SERVÍN-PI-
CHARDO, 2013). 
 En general, las huellas de tiranosaurio presentan los dedos con terminación en 
forma de “V”, y se observan las marcas de cojinetes y de garras largas y puntiagudas 
(SERVÍN-PICHARDO, 2013). Éstas se han reportado en México, en los estados de Coahui-
la, Michoacán y Sonora (RODRÍGUEZ-DE LA ROSA et al. 2004; RODRÍGUEZ-DE LA ROSA, 
2007; SERVÍN-PICHARDO, 2013).
 Las huellas reportadas en Coahuila proceden de la localidad de Las Águilas, cerca 
del pueblo de Porvenir de Jalpa, en el Municipio de General Cepeda (RODRÍGUEZ–DE LA 
ROSA, 2007). Esta área es de aproximadamente 5000 m2 y las pisadas se mezclan con las 
de posibles ornitomimosaurios y de hadrosauridos.
 En el Estado de Michoacán, en la localidad del Aguaje, se observaron huellas 
de dos tiranosaurios de diferente tamaño que pueden corresponder a un adulto y a un 
ejemplar juvenil. De ser cierta esta información, las huellas sugieren, junto con un ras-
tro descubierto en Canadá, que los tiranosaurios se congregaban en grupos sociales e 
inclusive presentaban algún tipo de cuidado paterno (Figura 3) (ORTIZ-MENDIETA, 2001; 
MCCREA et al., 2014). 
 En el Estado de Sonora se reporta una huella procedente de un área conocida 
como la Cuenca Cabullona, en el ejido de Esqueda, en el municipio de Fronteras (SERVÍN-
PICHARDO, 2013) (Figura 9). A partir de esto, se calcula que probablemente el ejem-
plar tendría una altura a la cadera de aproximadamente dos metros (SERVÍN-PICHARDO, 
2013), lo cual coincide con las tallas alcanzadas por tiranosaurios de gran tamaño (ORTIZ-
MENDIETA, 2001).
Figura 8. Representación 
de un Tyrannosaurus rex 
atacando a una pareja de 
anquilosaurios, dinosaurios 
acorazados con mazas en la 
cola (al frente), y un grupo 
de ceratopsidos (al fondo). 
Gracias a descubrimientos 
hechos en China, varias 
representaciones actuales 
muestran a este gran depre-
dador con plumas (imagen de 
Luis Rey).
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Los tiranosaurios mexicanos en el siglo XXI
Durante la década del 2000, descubrimientos hechos en el Oeste de Norteamérica han 
cambiado la visión sobre la evolución, no sólo de los tiranosaurios, sino también de otros 
grupos de dinosaurios como los hadrosáuridos (PRIETO-MARQUEZ et al., 2012) y los ce-
ratópsidos (SAMPSON et al., 2010). La evidencia acumulada indica que la evolución de 
los dinosaurios norteamericanos fue regionalizada, dando como resultado especies di-
ferentes en toda América del Norte (LOEWEN et al., 2013; FIORILLO y TYKOSKI, 2014), 
lo que indica que los tiranosaurios mexicanos podrían ser únicos (RAMÍREZ-VELASCO y 
HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015).
 El problema que se enfrenta cuando se habla de tiranosaurios mexicanos es que 
no se tiene total certeza de qué especies vivieron en nuestro país, pues cuatro de las 
cinco especies propuestas como posibles habitantes en México surgen por la compara-
ción con las que poblaron la parte norte de Norteamérica, en Canadá y Estados Unidos 
(Albertosaurus, “Aublysodon”, Daspletosaurus y T. rex) y corresponden a temporalidades 
distintas, por lo que su presencia en el país es controversial. 
 En el caso de las identificaciones hechas con dientes, específicamente de Alber-
tosaurus y Daspletosaurus, se consideran dudosas, ya que se ha demostrado que los 
dientes de distintos tiranosaurios de gran tamaño se parecen mucho entre sí, por lo 
tanto esta comparación no se considera una herramienta confiable para distinguir entre 
especies diferentes (SAMMAN et al. 2005).
 Un caso especial es el de los dientes asignados a Tyrannosaurus rex, ya que éstos 
están muy dañados y se parecen a los dientes de Daspletosaurus y Gorgosaurus, aunque, 
si bien los dientes estudiados por Serrano-Brañas et al. (2014) probablemente no sean de 
T. rex, sus fósiles se han encontrado en buena parte del oeste de Norteamérica (LOEWEN 
et al., 2013), por lo que no se descarta la posibilidad de que este dinosaurio haya habita-
do nuestro país.
Figura 9. Imágenes de la 
huella de tiranosaurio hallada 
en la Cuenca Cabullona, en el 
estado de Sonora. La imagen 
A) es una fotografía tomada 
en el sitio y la imagen B) es 
una representación esquemá-
tica de la misma huella. Laslíneas punteadas representan 
donde probablemente estu-
vieron los cojinetes de la pata 
(tomadas de Servín-Pichardo, 
2013).
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 Por su parte, el caso de “Aublysodon” es particular, ya que se ha demostrado que 
los dientes son de individuos juveniles y, por consiguiente, no se les puede considerar 
como un tiranosaurio diferente (CARR y WILLIAMSON, 2004); sin embargo es probable 
que correspondan a animales jóvenes de una especie desconocida (FORD y CHURE, 2001; 
RAMÍREZ-VELASCO y HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015).
 Hay una alta posibilidad de que los fósiles recuperados en México sean, en su 
mayoría, especies nuevas que no sólo abarcarían tiranosaurios grandes, sino también 
una posible especie pigmea, como lo parecen demostrar algunos de los dientes descritos 
por Serrano-Brañas et al. (2014) (RAMÍREZ-VELASCO y HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015). 
Los tiranos que nos faltan
El registro de los tiranosaurios en México es abundante, pero la mayor parte del ma-
terial recuperado está demasiado fragmentado, dañado o no puede ser identificado a 
nivel de especie y por ello regularmente se deja a nivel de familia (RAMÍREZ-VELASCO y 
HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015). 
 En el 2014, se publicó la descripción de un metatarso (hueso del pie) relativa-
mente completo de un tiranosaurio. Este descubrimiento es muy importante, ya que 
desde el hallazgo de Labocania anomala no se habían recuperado restos de otros tirano-
saurios, tan sólo dientes. De acuerdo con Peecook et al. (2014), este hueso es muy corto 
y recuerda a formas gráciles tales como Albertosaurus, aunque debido a su pequeño 
tamaño en comparación con otras especies, no se descarta la posibilidad de que se trate 
de un individuo juvenil, por lo que no se puede dar una identificación definitiva para este 
ejemplar (Figura 10).
El registro de dientes de tiranosaurio es muy amplio, se han encontrado en Baja Califor-
nia, Chihuahua, Coahuila, Michoacán y Sonora; sin embargo muchos de ellos no han sido 
descritos debido a su mal estado de preservación. Es importante resaltar que el diente 
hallado en Michoacán es particularmente llamativo, pues en conjunto con las huellas re-
Figura 10. Representación 
esquemática del hueso del ti-
ranosaurio hallado en el 2004 
en Baja California, indicando 
su posición anatómica (mo-
dificado de Ramírez-Velasco 
y Hernández-Rivera, 2015). 
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portadas en el mismo estado, conforman el registro más sureño de tiranosaurios del que 
se tiene constancia (RAMÍREZ-VELAZCO y HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015). 
 Con estudios más detallados aplicados a fósiles depositados en colecciones cien-
tíficas y un aumento en las colectas para buscar material mejor preservado, el estudio de 
los tiranosaurios mexicanos incrementaría nuestro conocimiento sobre este grupo exito-
so de terópodos del Hemisferio Norte y sobre del patrimonio paleontológico nacional.
Agradecimientos
Quiero agradecer al M. en C. René Hernández Rivera por su invitación para la elaboración 
de este trabajo. También al M. en C. Ángel Alejandro Ramírez Velasco quien, junto con 
René Hernández, colaboró con comentarios y puntualizaciones que ayudaron a mejorar 
sustancialmente el presente escrito original, así como permitirme usar imágenes de su 
autoría (Figuras 7 y 10). 
 A los revisores de este trabajo, por enriquecer con sus observaciones el presen-
te escrito. Al Biol. Ricardo Servín Pichardo por facilitarme algunos trabajos (incluida su 
propia tesis) sobre huellas de dinosaurios de su biblioteca personal y permitirme usar 
una de sus imágenes (Figura 9) para ilustrar este trabajo. Por último, y no por ello menos 
importante, mi más profundo agradecimiento al paleoartista Luis Rey por aceptar usar 
parte de su vasta y reconocida obra para ilustrar y enriquecer este artículo.
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