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¿Y existe pues la Neurociencia Cognitiva?
CARLES ESCERA
Universidad de Barcelona
Resumen
Se han identificado tres posturas diferenciadas en los comentarios a los puntos de vista de Escera (2004) en
su artículo diana sobre la Aproximación histórica y conceptual a la Neurociencia Cognitiva, a saber, la neuro-
lógica, la cognitivista y la neurocognitiva. La cuestión crítica que se está debatiendo es de si de la interacción
entre el cerebro y la cognición emergen niveles de análisis, propiedades y leyes distintos, que no pueden ser reduci-
dos para su explicación ni ninguno de los niveles que la originan. El autor concluye que si las funciones cogniti-
vas no son más que funciones del cerebro, aquéllas deben explicarse por las leyes de éste, y entonces no hay más
Neurociencia Cognitiva que la Neurociencia.
Palabras clave: Psicofisiología, neuropsicología, psicología cognitiva, neurobiología, funciones
humanas superiores, cerebro-mente.
And then, does Cognitive Neuroscience
exit?
Abstract
Three different points of view have been identified among the comments to Escera’s (2004) target paper
Aproximación histórica y conceptual a la Neurociencia Cognitiva. These can be referred as the neurological, the
cognitive, and the neurocognitive points of view. The critical issue under debate is whether different levels of
analysis, properties and laws emerge from the interaction between brain and cognition, which can not be redu-
ced for explanation to neither of their composing parts. The author concludes that, if cognitive functions are not-
hing but brain functions, then brain laws must explain them, and therefore there is no more Cognitive Neuros-
cience than Neuroscience.
Keywords: Psychophysiology, neuropsychology, cognitive psychology, neurobiology, higher
human functions, mind-brain.
Agradecimientos: El autor quiere agradecer a Elisa Pazgón sus comentarios y discusión sobre este texto, y la con-
tribución de las instituciones que financian su trabajo de investigación (Ministerio de Ciencia y Tecnología
–BS02003-002440, la Generalitat de Catalunya –2003XT-00084, y el Hanse Institute for Advanced Study
en Delmenhorst, Alemania).
Correspondencia con el autor: Grup de Recerca en Neurociència Cognitiva. Departament de Psiquiatria i Psico-
biologia Clínica. Universitat de Barcelona. P. Vall d’Hebron, 171, 08035-Barcelona. Tel. 93 3125048. E-
mail: cescera@ub.edu
© 2004 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0214-3550 Cognitiva, 2004, 16 (2), 000-000
Preámbulo
Ahora estoy seguro de que mi artículo diana, Aproximación histórica y conceptual
a la neurociencia cognitiva, no sirvió para sentar cátedra. Pero, por fortuna, sí sirvió
para una cosa, que se me antoja, según deduzco de los epílogos de varios de mis
compañeros en este número especial, no ser frecuente en nuestro entorno acadé-
mico, y, de hecho, en nuestra sociedad. Sirvió para intercambiar ideas, opiniones
y puntos de vista, y en este sentido para propiciar la libertad de opinión, la liber-
tad de expresarse sin coerción, la libertad, en definitiva, de pensamiento. Y digo
esto porque, por lo menos a mí, me ha resultado curioso, cuando no conmovedor,
que varios de los autores en este volumen pidieran excusas, no ya por disentir,
sino simplemente por opinar. En fin, una práctica que deberíamos ir perdiendo,
la de pedir excusas cuando somos francos en la expresión, en favor de la de
fomentar la libre circulación de ideas, pensamientos, opiniones y formas de
hacer. 
Quiero agradecer pues, sinceramente, a los editores de la revista la considera-
ción que tuvieron hacia mi artículo ahora diana. En realidad, ese texto se envió
para ser publicado por los cauces normales, esto es, tras revisión externa por
iguales (peer-review), pero, para mi sorpresa, decidieron proponerlo como texto de
referencia para su comentario por parte de distinguidos académicos. A ellos va
también mi agradecimiento por su sinceridad y franqueza en la respuesta, por
haber abierto y enriquecido sustancialmente no sólo el debate sino también mi
forma de pensar y mis puntos de vista sobre la Neurociencia Cognitiva, o si se
prefiere ahora, sobre las relaciones entre el cerebro y la mente. Si dijera ahora que
no comparto algunos de mis propios planteamientos sobre lo que expuse en el
artículo diana quizás causaría sorpresa, pero, como el profesor Sanchéz-Andrés
nos hace ver, la complejidad de las cosas está sólo en nuestra ignorancia para
comprenderlas, y quizás yo vea ahora la Neurociencia Cognitiva como algo
menos complejo.
En mi artículo diana planteaba la cuestión de si la Neurociencia Cognitiva
constituía una nueva disciplina científica surgida de la fusión de la Neurociencia
con la Psicología Cognitiva, y forzando la argumentación hasta límites, ahora
admito insostenibles, pretendía que ésta era el resultado de una revolución para-
digmática y que establecía claras diferencias con la Neurociencia, la Psicología
Cognitiva (¿debería decir ahora Ciencias Cognitivas?) y todas y cada una de las
disciplinas psicobiológicas. Todos mis comentaristas coinciden en que me excedí
en mi afán por acotar terreno, y acepto que fui más allá de lo razonable a la hora
de establecer los lindes de la Neurociencia Cognitiva, especialmente entre ésta y
las demás disciplinas de la Psicobiología. Estoy de acuerdo con ellos en que com-
parte muchas más cosas de las que la hace distinta, si es que al fin y al cabo hay
alguna, como más adelante veremos. Ahora entiendo yo que lo que se está deba-
tiendo en esta arena va más allá de la delimitación de territorios académicos, del
establecimiento de una marca de clase y de la apropiación de una estrategia de
marketing para vender la investigación y la línea de pensamiento propias.
En efecto, lo que aquí se nos plantea es si de la interacción entre el cerebro y la
cognición emergen niveles de análisis, propiedades y leyes que tienen entidad
propia, y que por lo tanto no puedan ser reducidos para su explicación ni al nivel
neurológico ni al nivel cognitivo. Esta es, a mi entender, la cuestión crítica, y la
que me llevó a plantear el surgimiento de la Neurociencia Cognitiva como disci-
plina de síntesis para acoger aquellos que defendían que, efectivamente, el nivel
de análisis que resultó de la unión entre Neurociencia y Psicología Experimental
no podía reducirse a ninguna de las partes que lo componen. Pero veamos antes
Cognitiva, 2004, 16 (2), pp. 0-02
cuáles fueron las objeciones de mis comentaristas a los planteamientos expuestos
en mi artículo diana. 
Sin ánimo de simplificar las cosas, y esperando no malinterpretar las argu-
mentaciones de los autores que comentan el artículo diana, pero para organizar el
discurso de una manera ordenada, me ha parecido intuir tres posturas diferencia-
das entre los distintos puntos de vista expuestos en este volumen. A estas tres
posturas las llamaría yo la neurológica (en el sentido no médico al que alude
Tobeña), la cognitivista y la neurocognitiva, la cual, me atrevería a decir, es simi-
lar a la que yo defendía en el texto de referencia. Vayamos por partes.
La postura neurológica 
Por decirlo así, Tobeña y Sánchez-Andrés se sitúan en un mismo extremo en
el terreno del debate. Quizás Tobeña con una postura más moderada, y quizás
Sánchez-Andrés con una planteamiento más reduccionista, aunque sustancial-
mente no veo diferencias en sus puntos de vista. Desde esta óptica se defiende
que todos los ámbitos de investigación en la encrucijada cerebro/mente son
ramas de la Neurología (léase Neurociencia, y véase el artículo de Tobeña para
una argumentación sobre el uso de estos términos). Tobeña insiste en que todas
las aproximaciones metodológicas que se adentran en esta intersección se con-
vierten en variedades del conocimiento neurológico, porque se parte de entrada
de la constricción de contar con los sistemas neuronales. Las palabras de Tobeña
aquí son suficientemente explícitas y acertadas para definir este punto de vista,
de manera que me resultaría difícil igualarlo; por eso prefiero citarlo: “... Sise
prescinde de él [del sustrato cerebral] cambiamos de mundo, por supuesto, pero
si nos atenemos a sus limitaciones, no nos hemos movido de la Neurología”. 
Sánchez-Andrés fuerza la argumentación todavía más hacia ese extremo, y
considera que no existe diferencia ente la Neurociencia Cognitiva y la “pura y
dura” (sic.) Fisiología, aunque concede matizar, Neurofisiología. No me corres-
ponde a mi argumentar sobre la posible existencia de otras disciplinas, dentro de
las Neurociencias, distintas a la Neurofisiología –estoy pensando en neuroquí-
mica, neurofarmacología o neuroendocrinología, por ejemplo-, y no voy a hacer-
lo. Con una sentencia proverbial, Sánchez-Andrés no recuerda que no es necesa-
rio que las cosas sean complejas para que no las entendamos, siendo suficiente
nuestra ignorancia, pero nos concede que, mientras no nos curamos de ella y
devenimos capaces de formular hipótesis en términos [neuro]fisiológicos, nos
entretengamos en disciplinas provisionales como forma de aproximarnos a la
resolución del problema. Esta concesión a las disciplinas provisionales, o puente,
resulta curiosa, por cuanto, como más adelante se verá, se da también desde plan-
teamientos epistemológicos opuestos. En cualquier caso, el planteamiento
reduccionista de Sánchez-Andrés resulta peligroso, pues puede llevarnos a acep-
tar que todo al fin y al cabo se acabará explicando por las leyes de la física, a pesar
de que nuestra ignorancia actual no nos lo permita. Y eso obviamente difícil-
mente ocurrirá, porque entre otras cosas, hemos sido testigos ya del surgimiento
de la química como disciplina para explicar la estructura, las propiedades y
transformaciones de la materia allí donde la física era incapaz de hacerlo con sus
propias leyes. En cualquier caso, mientras ese día no llega, y mientras los neuro-
fisiólogos se ocupan del tráfico de iones a través de las membranas neuronales, y
por si acaso ese día no llega nunca, nosotros nos entretendremos, con permiso de
los fisiólogos, con nuestras disciplinas “provisionales”.
La postura cognitivista
3¿Yexiste pues la Neurociencia Cognitiva? / C. Escera
La postura cognitivista es la que mantienen Tudela, García-Albea, y Costa y
Soto-Faraco. Con diferencias de matiz, pero la misma postura al fin y al cabo. La
tesis central de Tudela es que la Neurociencia Cognitiva no es una moda más
sino, en sus propias palabras, un verdadero logro conceptual y metodológico que
proporciona una auténtica base sólida para construir una auténtica ciencia de la
mente o ciencia cognitiva. Resaltando su entrecomillado: una “psicología cogni-
tiva por otros medios”. Similar punto de vista adoptan Costa y Soto-Faraco, para
quienes la “nueva” ciencia de la mente que yo propugnaba no estaría lejos de la
“vieja” (entrecomillado de los autores) ciencia de la mente (la Psicología Cogniti-
va), aunque, en sintonía con Tudela, llevada a cabo mediante “otras” estrategias
experimentales (el entrecomillado aquí es mío). Para García-Albea, la inclusión
de la Neurociencia Cognitiva dentro de las Ciencias Cognitivas es más explícita,
llegando incluso a considerar a la Neurociencia como parte de estas últimas.
Aquí tampoco voy a ser yo quien discuta la legitimidad de esta inclusión, máxi-
me cuando uno de los padres de las Ciencias Cognitivas ilustra su reciente reseña
histórica sobre los orígenes de esta disciplina con el hexágono de su interdiscipli-
nariedad, que la incluye (Miller, 2003)1. Este mismo autor (García-Albea) pro-
clama incluso la autonomía de la explicación psicológica con respecto a la expli-
cación neurobiológica –punto de vista que no comparten Costa y Soto-Faraco,
para quienes los psicólogos cognitivos “estarían encantados” de poder construir
modelos funcionales constreñidos por las propiedades biológicas del cerebro–,
aunque justo es reconocer que García-Albea concibe la posibilidad de que se des-
cubran “leyes puente que liguen las propiedades de un nivel con las del otro” –lo
cual me recuerda a mi la concesión a las disciplinas provisionales que se hace
desde la postura neurológica.
La tesis de la autonomía de la explicación psicológica respecto a la neurobio-
lógica (en lo que a la mente se refiere) no la veo yo tampoco exenta de limitacio-
nes. En efecto, aunque García-Albea se muestra crítico con mi “contrapropues-
ta” (sic.) al planteamiento de Marr respecto a que las teorías computacionales
deben rendirse a la realidad neurobiológica, yo insisto aquí en que éstas deben
limitarse por los mecanismos de funcionamiento cerebral. Quizás debiera mati-
zar, y aceptar que cuando se pretende explicar cómo un ordenador puede llegar a
desarrollar un comportamiento inteligente, eso no sea necesario, pero cuando la
computación de la que se pretende dar cuenta es la que tiene lugar en el cerebro,
esta restricción deviene incuestionable.
La postura neurocognitiva
Bien, vistas estas dos posturas aparentemente irreconciliables, la de la “psico-
logía por otros medios”, y la de los de la neurociencia interesada por otros pro-
blemas, nos encontramos que la cuestión sigue sin resolverse, sin el menor atisbo
de concesión de los unos hacia los otros, y de los otros hacia los unos. No deja de
llamar la atención que esas dos posturas encontradas sean las defendidas, en
general, por los autores más, digamos, académicamente maduros, mientras que
este peculiar equilibrio que yo reivindicaba en mi artículo diana haya encontrado
cierta complicidad y apoyo en el entusiasmo de los autores, digamos, académica-
mente más jóvenes. En este sentido, sí que tal vez algo se esté cociendo en el sen-
tido kuhniano, cuando alguien parece aferrarse a unos postulados con tradición
ante la pujanza de nuevas ideas.
No voy a entretenerme en exponer de nuevo la tesis central que presenté en
mi artículo diana, pero podríamos resumirla en el principio gestáltico de que el
todo es más que la suma de sus partes. Con matices, casi todos referidos a los
límites que yo pretendía establecer entre la Neurociencia Cognitiva y las demás
Cognitiva, 2004, 16 (2), pp. 0-04
disciplinas psicobiológicas, tanto Barceló, como Cadaveira, como Gómez,
Lupiañez, Martín-Loeches, Rodríguez-Fornells y de Diego, y Woods y Anllo-
Vento, están aproximadamente de acuerdo con mi punto de vista. Así por ejem-
plo, Martín-Loeches matiza que la Neurociencia Cognitiva estudia la función
cerebral “desde y para” la Psicología Cognitiva, y en la misma línea, Lupiañez
incluso considera que la Psicología Cognitiva es una disciplina integrante de la
Neurociencia Cognitiva. Barceló utiliza la metáfora del anuro para defender la
existencia de un rincón entre dos mundos (¿he de ser explícito?), aunque alerta
sobre los peligros de un afán secesionista, y acaba declarándose más proclive a
una Neurociencia “moderna”. Y finalmente Cadaveira, quien se muestra espe-
cialmente crítico con mi afán de acotar terreno, defiende y reivindica el reconoci-
miento de la Neurociencia Cognitiva como una forma de hacer propia dentro de
la Piscobiología.
Mención a parte merecen Woods y Anllo-Vento, quienes nos proporcionan
una información coyuntural muy valiosa para la contextualización del surgi-
miento de la Neurociencia Cognitiva. En efecto, estos autores resaltan el impac-
to de factores económicos en la “escisión” de la Neurociencia Cognitiva de la
Sociedad de Neurociencia (Society for Neuroscience, SfN), y la constitución de aqué-
lla como sociedad científica individualizada, en un momento en que la eclosión
de la neurobiología molecular y el decisivo aporte económico de la industria far-
macéutica habían orientado en esta dirección a muchos de los neurocientíficos
que anteriormente se ocupaban de aspectos cognitivos. 
Epílogo 
Deberíamos ir enfilando la avenida de la síntesis. Lo que hasta aquí nos hemos
planteado y discutido es si el resultado de una Neurología con planteamientos
cognitivos o de unas Ciencias Cognitivas con cerebro es algo más que la suma de
sus partes. Es decir, que si la forma en que el cerebro sustenta las funciones cog-
nitivas va másallá de la Neurología, o si los postulados de las Ciencias Cogniti-
vas, en lo que se refieren a la cognición humana, nunca alcanzarán su más alto
fundamento si no tiene en consideración las constricciones que impone el sustra-
to nervioso. Dicho ya de otro modo, lo que cabe aclarar de una vez por todas es si
de la interacción entre el cerebro y la cognición emergen niveles de análisis, pro-
piedades y leyes distintos, que no pueden ser reducidos para su explicación ni a
uno ni a otro nivel. Esto nos lleva a la cuestión, no menos trascendente, y en la
que prefiero no entrar en detalle ahora, de la naturaleza de la cognición y, por
extensión, de la mente. Es decir, si aceptamos que la cognición (la mente) no es
más que una función cerebral2, aquélla debe poder explicarse por las leyes de
éste. En otras palabras, si convenimos que la mente no es una propiedad emer-
gente del cerebro, sino simplemente una función de éste, entonces necesaria-
mente ha de explicarse por las leyes que rigen su funcionamiento, es decir, las
neurológicas. Llegados a este punto, no cabe entonces más Neurociencia Cogni-
tiva que la de la Neurociencia, y por lo tanto no nos queda ya nada más que abo-
gar, a partir de este momento y abiertamente, por una Facultad, una estudios y
una licenciatura en Neurociencias.
5¿Yexiste pues la Neurociencia Cognitiva? / C. Escera
Notas
1 Miller, G. A. (2003). The cognitive revolution: a historical perspective. Trends in Cognitive Sciences, 7, 141-144.
2 Véase Bunge, M. (1988). El problema mente-cerebro: un enfoque psicobiológico. Barcelona: Ariel, para una discusión detallada.

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