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Unidad 5- Cognitivistas

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Unidad 5: La psicología cognitiva.
 
Luccio: La psico. Cognitivista. (862)
En los años 50 había una escuela psicológica que ejercía un pre dominio absoluto en la psicología, sobre todo en la experimental: el conductismo. Este predominio (terrorista, según sus detractores) había empezado a lo largo de los años treinta, cuando las escuelas que podían contrastarlo habían entrado progresivamente en crisis. En efecto, por un lado el estructuralismo se había ido progresivamente agotando, después de la muerte de sus jefes históricos, Wundt, en Alemania y Titchener en los Estados Unidos. Las mejores energías del funcionalismo habían terminado confluyendo en el conductismo, y otros enfoques que habían aparecido en los Estados Unidos, como la psicología dinámica de Woodworth o la personología de Allport, nunca habían mostrado el vigor suficiente para presentarse como verdaderas escuelas, más allá del prestigio de los nombres que las representaban.La escuela europea más vital, la psicología de la Gestalt, había sufrido un golpe durísimo con el advenimiento del nazismo en Alemania; sus principales exponentes, Wertheimer, Köhler y Koffka, tuvieron que instalarse en Norteamérica, pero sin hallar un terreno fecundo para llevar adelante sus concepciones.
Por lo que se sabe, la psicología soviética está anclada no sólo en Pavlov, sino en el condicionamiento clásico, y la situación no ha evolucionado en relación con el famoso artículo de Watson del año 1916 sobre el condicionamiento. Todavía a fines de los años 50, la traducción de Pensamiento y lenguaje de Vigotski, casi a los veinte años de la muerte de su autor, constituirá un auténtico shock para la psicología occidental, y el descubrimiento de un mundo completamente nuevo, cuya existencia se ignoraba. 
Como sucede a menudo, esta situación de aparente prosperidad extrema del conductismo ocultaba una realidad más profunda, que: condujo en el espacio de poquísimos años a un cambio radical del panorama de la psicología experimental. En efecto, era inminente la que sería llamada la «revolución cognitivista», que rápidamente tergiversó las relaciones de fuerza en el ámbito de la psicología, y llevó a una derrota total de las posiciones conductistas. Hoy la psicología, prevalentemente en el terreno experimental está en todo el mundo y no sólo en los Estados Unidos sólidamente en manos de los cognitivistas.
Como ha sido observado varias veces (cf. Luccio 1978), es imposible intentar entender lo que es el cognitivismo si no nos damos cuenta antes del hecho de que se trata de una directa filiación del conductismo. En efecto, según Berlyne, el conductismo, que desde sus orígenes watsonia nos en los años 20-30 se había ya transformado en neoconductismo, con Tolman, Skinner y Hull, había entrado en la posguerra en una nueva tercera fase. Esta tercera fase, cenoconductismo, había empezado con D.O. Hebb, que fue una profunda revolución sobre todo en el modo de concebir el papel del sistema nervioso central en relación con el comportamiento. Estaba interesado en los procesos de «mediación», es decir, los procesos que permiten que el individuo no responda inmediatamente al estímulo que se le presenta, sino que, creando unas estructuras internas al sistema nervioso del individuo. 
La circulación de las informaciones en los agrupamientos permitía así retardar la respuesta en relación con el estímulo; la formación de determinados agrupamientos constituía de hecho el proceso de memorización; poder emplear varios agrupamientos, correspondientes cada uno de ellos a un comportamiento simple, en series de fase diferentes, permitía explicar los comportamientos más complejos a base del aprendizaje de comportamientos simples; y ciertamente la explicación de comportamientos aparentemente nuevos, fuera de las condiciones de aprendizaje originales, cosa que siempre había planteado problemas a los conductistas ortodoxos. 
La obra de Hebb significaba una decidida ruptura con el neoconductismo, y empezaba a poner las condiciones para que en la cultura psicológica norteamericana se saliese de las estrecheces de los modelos estímulo-respuesta. Tengamos en cuenta que con Hebb estamos todavía muy lejos de las problemáticas cognitivistas, pero es importante aclarar en qué se aparta Hebb de la tradición conductista. 
En efecto, por primera vez con Hebb el interés se dirige a los procesos que tienen lugar en el interior del individuo.
Por estos motivos, algunos críticos (sólo para citar uno muy reciente, Minguzzi (1978]) negaron que haya habido una efectiva «ruptura epistemológica» entre cognitivismo y conductismo. Puesto que, en nuestra opinión, dicha fractura es real (es incluso un poco la «bandera» de la mayor parte de los cognitivistas).
El mentalismo de los cognitivistas.
 La psicología cognitivista puede considerarse en muchos aspectos como una psicología mentalista. Tomó connotación negativa x los conductivistas. 
En esta actitud, objetivamente bastante tosca, de los conductistas, había sin embargo un componente epistemológico que no hay que infravalorar. Más aún, de hecho la reflexión epistemológica de los conductistas fue en general mucho más profunda que la de los cognitivistas, que han mostrado ampliamente la tendencia a desinteresarse por los fundamentos de sus concepciones. También para los conceptos desarrollados por E.C. Tolman, el más cognitivista de los conductistas. Así por ejemplo Tolman es el autor que desarrolla conceptos a primera vista típicamente mentalistas: es clásico desde este p' punto de vista el concepto de «mapa cognitivo», una especie de representación mental que el organismo se construye del ambiente que lo rodea. Pero precisamente Tolman (1951] es quizá el conductista que más se preocupa por definir en términos exclusivamente operacionales sus conceptos. Por tanto, si declara en el terreno de los principios que la psicología tiene como objeto «capacidades y hechos mentales», de hecho cada concepto metafísico es resuelto por Tolman en un sistema de correlaciones entre hechos de estimulación y respuestas del organismo. Tolman llegará a admitir el uso de la introspección, pero, entiéndase bien, este método no puede ser utilizado para estudiar los contenidos mentales, sino sólo para aquellas investigaciones (por otra parte, según Tolman, rarísimas y de escasa importancia) en que puede ser interesante determinar si el sujeto es capaz de referirse a los que considera que son sus contenidos mentales – en cambio, estos últimos, como tales, quedan excluidos de la posibilidad de investigación, al no ser posible definirlos operacionalmente; para decirlo con las mismas palabras de Tolman, la introspección podrá ser usada sólo en un tipo de investigación «en que se investiga ante todo sobre cualquier variable interventora sub yacente a la capacidad o a la incapacidad de "hablar sobre ello”». 
No debe sorprendernos, por ello si el «cognitivismo» de Tolman está muy lejos de satisfacer a los nuevos cognitivistas. La crítica fundamental que dirigen a Tolman es la de haber dejado en el limbo de las variables interventoras sus conceptos mentalistas y, por tanto, de no haber logrado construir el indispensable puente entre estructura mental y acción (cf. Miller, Galanter y Pribram 1960). 
Pero en los años 50, también la primera liberalización del empirismo muestra sus estrecheces; en particular, aparece con toda evidencia que no es posible esperar definir todos los términos teóricos en función de observables, sino que existen unos términos primitivos en el sistema teórico que tienen que introducirse independientemente de la observación. Tenemos así la llamada «segunda liberalización del empirismo» (cf. Carnap 1956; Hempel 1952). 
Es en este momento de crisis cuando surge el cognitivismo. Es importante subrayar que las incongruencias que habían hecho impracticable el conductismo radical, habían podido ser superadas por el neoconductismo (el «conductismo lógico», según una famosa definición de Hempel), con la advertencia de introducir los conceptos mentalistas como variables interventoras,y definiéndolos por reducción como términos de disposiciones. En el momento en que se demuestra que algunos términos mentalistas tienen que ser introducidos como primitivos.
Sería totalmente falso creer que los cognitivistas hayan podido introducir unos términos mentalistas basándose en una crítica epistemológica de los presupuestos del conductismo. Más aún, salvo raras excepciones, los cognitivistas han demostrado siempre cierto fastidio y un sustancial desinterés por las bases epistemológicas de la psicología. En esta actitud se puede descubrir también cierto rechazo de decenios de análisis epistemológicos estrictos, que habían caracterizado el conductismo y cuya esterilidad y estrechez de miras veían de un modo especial los cognitivistas. 
En cambio, se puede decir que el mentalismo de los cognitivistas halla su fuerza precisamente en la crisis epistemológica que atraviesa el conductismo, que ya no es capaz de oponerse y de tachar como acientífico todo lo que no es directamente observable. Y al mismo tiempo, muchos conductistas, desengañados por dicha crisis, pasan rápidamente de un extremo al otro, volviéndose mucho más «liberales» en el plano del rigor epistemológico, y aceptando pragmática mente las nuevas perspectivas y sugerencias que los conceptos mentalistas ofrecen a la investigación.
Otra carac del cognitivismo facilitaba la consolidación de esas concepciones: el interés de los cognitivistas siempre se ha dirigido más al descubrimiento de modelos, aunque muy limitados pero que fueran capaces de explicar perfectamente un determinado comportamiento en todos sus mínimos detalles, y no a la enunciación de grandes principios generales, 
informadores del comportamiento global de cada individuo, como podía haber sido el caso del conductismo, de la psicología de la Gestalt, y del estructuralismo. 
para el cognitivista el modelo es una representación simplificada de la realidad, 
que no pretende constituir una reproducción fiel de lo que puede su haber en el sistema nervioso del individuo; pero, en cambio, es concebido como absolutamente realista en lo que se refiere a las funciones llevadas a cabo por la mente.
Obsérvese además que los modelos que los cognitivistas construyen son típicamente derivados de los modelos cibernéticos, en términos de flujo de informaciones que se elaboran en diversos estadios a lo largo de su paso por el interior del organismo. Ello permite la utilización de otro criterio por parte del psicólogo cognitivista, es decir, la simulación mediante calculador electrónico.
El uso de los modelos permite superar las ambigüedades, porque en la representación reducida y simplificada de la realidad que el modelo constituye, cada elemento se define con precisión.
Es  evidente que el cognitivismo, que nació ciertamente criticando el conductismo por su incapacidad de explicar la conducta del hombre fuera del ambiente aséptico del laboratorio, ha terminado alejándose más aún de la vida real, desmenuzándose en la construcción de modelos cada vez más reducidos y más sofisticados, pero cada vez más alejados de lo que el hombre es y hace en su vida cotidiana. Por fortuna, como veremos mejor en el último apartado, los mismos cognitivistas, o por lo menos los más avisados, han tomado conciencia de este estado de cosas, y en los últimos años estamos asistiendo a un cambio de ruta bastante drástico del cognitivismo. 
La evolución histórica del cognitivismo.
El cognitivismo no es una escuela, nunca ha habido un «manifiesto» cognitivista.
Careciendo de una fecha oficial de inicio, probablemente la historia del cognitivismo puede hacerse empezar en los años de la segunda guerra mundial, cuando un jovencísimo psicólogo de Cambridge, K.J.W. Craick, empezó unas investigaciones sobre el comportamiento de tracking, que lo llevaron por primera vez a concebir al hombre como servomecanismo. El tracking consiste en la práctica se trata de una tarea en que hay un blanco móvil que se mueve en una pantalla, y se pide al sujeto que mantenga alineada una señal con el blanco.
La observación fundamental de Craick consistió en el hecho de que el sujeto humano no parece capaz de efectuar más de una corrección cada .5 segundos. Craick dedujo entonces que en el interior del organismo, tenía que existir un mecanismo decisor que debía emplear por lo menos medio segundo para elaborar las informaciones que llegaban, y que no era capaz de elaborar un nuevo lote de informaciones hasta que no habían sido elaboradas todas las anteriores. Por tanto, se afirmaba por primera vez que a) el hombre podía concebirse como un elaborador de informaciones, un servo mecanismo de tipo cibernético (obsérvese que la cibernética estaba naciendo precisamente en aquellos años, pero en la otra parte del océano); b) el hombre tenía un tipo de funcionamiento discreto; c) el mecanismo decisor era único, y no podían realizarse varias cosas a la vez. Además Craick redescubría la enorme importancia del tiempo empleado en llevar a cabo las acciones, como indicador de los procesos mentales subyacentes a las mismas acciones.
A la convicción de que el hombre es capaz de realizar una única tarea por cada acto de decisión, se añadió en 1956 la demostración, proporcionada por G.A. Miller, un psicolingüista norteamericano hasta pocos años antes rigurosamente conductista, de que había otro límite muy severo al funcionamiento de los procesos cognitivos del hombre, límite constituido por la cantidad de informaciones que se pueden elaborar a la vez.Miller fijaba dicho límite en 7 «trozos» de información a la vez, más o menos dos, según la tarea realizada (esto valía para la memoria a corto plazo).
El problema que planteaba Miller era el de las estrategias necesarias para poder introducir, en el sistema de elaboración de las informaciones, trozos cada vez más grandes y ricos de información, con el fin de poder superar los límites de elaboración del sistema. 
Hemos aludido a la memoria a corto plazo. Fue éste, junto a la vigilancia, los tiempos de reacción, la atención selectiva, otro de los temas principales de investigación de la psicología cognitivista.
Después de los estudios de avanzadilla de Brown, surgieron rápidamente diferencias fundamentales entre memoria a largo y a corto plazo (o, mejor dicho, entre memoria secundaria y primaria.
Uno de los más interesantes resultados referentes a la memorización, en función del tiempo de almacenamiento, surgió de una investigación de Sperling de 1960. Pudo descubrir con una técnica especialmente ingeniosa que al lado de la memoria primaria y de la secundaria se podía demostrar la existencia de una memoria con plazos de almacenamiento mucho más breves y con modalidades de .funcionamiento distintas, y ciertamente anteriores al reconocimiento de los estímulos memorizados. 
La importancia que tuvieron disciplinas como la cibernética y la teoría de la información en el cognitivismo.
El libro de Miller, Galanter y Pribram tuvo un enorme eco y se considera todavía como un mojón en el campo de la psicología cognitiva. En esta obra la analogía entre hombre y calculador electrónico se llevaba hasta el extremo, incluso con cierta ingenuidad. Con una referencia explícita a la psicolingüística generativo-transformacional de Noam Chomsky.
Quien significó una ruptura radical tanto con el conductismo como con el estructuralismo.
Su lingüística se llama generativo-transformacional, por que procura descubrir las reglas a través de las cuales se generan las frases, y a través de las cuales sobre el mismo núcleo de significado se realizan unas transformaciones (de activas a pasivas, interrogativas, negativas). Muy pronto el mismo Chomsky se tuvo que dar cuenta de la necesidad de atribuir mayor importancia a los problemas semánticos, de significado. En efecto, en sentido semántico se han orientado prevalentemente las teorías lingüísticas desarrolladas más recientemente en el ámbito cognitivista.
Desde luego los años 50 fueron en todos estos sectores, desde el lenguaje hasta la atención, desde las habilidades motrices hasta la memoriaa breve y brevísimo plazo, los años de ruptura entre cognitivismo y conductismo. Se abrieron nuevos caminos para la investigación, se estrenaron nuevas metodologías (o redescubrieron metodologías ya olvidadas, desde la introspección hasta los tiempos de reacción). Pero todavía se trataba de contribuciones dispersas, y los autores que se situaban en dichas posiciones no se reconocían en un movimiento movimiento unitario. 
Los años 60 y la primera mitad de los 70 no condujeron a resultados sustancialmente nuevos. Pero fueron los años del «reconocimiento».
Últimos desarrollos del cognitivismo.
Es importante captar una serie de indicios muy recientes que inclinan a pensar que estamos cerca de un cambio radical en el ámbito de dicho movimiento tan heteróclito.
Pero creo no equivocarme si considero más que probable que el cognitivismo, tal como lo hemos conocido, ha agotado, o está a punto de agotar, su función.
Pero en el interior mismo del cognitivismo se ha abierto una reflexión crítica (y autocrítica) muy profunda.
Se asiste por primera vez, en el interior del mismo cognitivismo, a un difuso re chazo de los «micromodelos» y a la aparición de perplejidades sustanciales frente a la analogía entre hombre y calculadora; o, mejor dicho, del hombre concebido en meros términos de elaboración de las informaciones.
Neisser lanza ahora tres críticas fundamentales a la psicología cognitivista, tal como se ha ido configurando a lo largo de los diez años siguientes a la salida de su primer libro. Ante todo, cree que ha habido un progresivo estrechamiento de campo, con una atención cada vez más centrada en el experimento de laboratorio, y cada vez menos orientada al mundo externo, el de la vida cotidiana. 
En segundo lugar, según Neisser, si las investigaciones actuales son cada vez más sofisticadas e ingeniosas, es lícito preguntarse, al mismo tiempo, si son genuinamente productivas. En otros términos, se asiste a un progresivo replegamiento de la investigación sobre sí misma, y los experimentos que se realizan parecen cada vez más orientados a la misma situación experimental, y menos a comprender el funcionamiento del hombre. 
Pero el aspecto más interesante de las observaciones de Neisser está orientado a la crítica que hace del concepto de «elaboración de las informaciones», central, como vimos, para toda la psicología 
cognitivista. Este concepto, aparentemente tan claro, padece en cambio de una ambigüedad de fondo; de hecho, cambia totalmente de significado en el momento en que las «informaciones» se definen de modo diverso por los diferentes autores. 
Según Neisser (influido por Gibson, de quien sin embargo le separan claras diferencias) las «informaciones» que el individuo elabora tienen que verse en el ambiente, porque de allí preceden, y es el ambiente el que las ofrece. En su nueva concepción, el individuo posee en su estructura cognitiva unos esquemas que le permiten captarlas, y que constituyen el vínculo fundamental entre percepción y pensamiento.
 Con los dos congresos citados, y con el libro de Neisser, se con solida una nueva línea en el interior del cognitivismo, que, dadas las referencias a Gibson por parte de muchos de estos autores, se ha venido en llamar «ecológica». [Pero no por ello el cognitivismo ha encontrado un carácter unitario propio. En efecto, en dirección opuesta a la tendencia ecológica, hemos visto que se agrupaban estudiosos de las más diversas procedencias, que han dado origen a la llamada «ciencia cognitiva». 
Es éste un movimiento que nace en 1977, cuando R. Schank, A. Collins y E. Charniak fundan una nueva revista, llamada precisamente así. El programa de la revista es enunciado en el primer número por Collins (1977): existe un conjunto de problemas comunes, que se refieren a inteligencia natural y artificial, para estudiosos - procedentes de psicología cognitivista y social, tecnologías de las educación, inteligencia artificial, lingüística computacional, epistemología. Los problemas en que pueden encontrarse están constituidos por la representación de los conocimientos, por la comprensión del lenguaje, por la comprensión de las imágenes, por las respuestas a las preguntas, por la inferencia, por el aprendizaje, por la solución de los problemas, por la planificación. 
El año siguiente los estudiosos de la ciencia cognitiva fundan una sociedad, cuyo primer congreso se celebra en La Jolla en agosto de 1979. Es un congreso de «definición de esta ciencia cognitiva, que se va configurando como una verdadera disciplina autónoma con aportaciones multidisciplinarias, y cada vez menos como un desarrollo de la psicología en el cognitivismo interno. Establece en doce puntos las áreas de investigación de la disciplina: "sistemas de creencias, con ciencia, evolución, emoción, interacción, lenguaje, aprendizaje, memoria, percepción, prestación, habilidad y pensamiento: 
Por tanto, ciencia cognitiva, por un lado, y enfoque ecológico, por el otro, son los dos filones en que hoy se ha diversificado el cognitivismo. Común a ambos es el rechazo de los micromodelos. Pero, mientras que para los defensores de la orientación ecológica es bastante explícito el rechazo en general de la analogía del hombre con la calculadora, para los defensores de la ciencia cognitiva hay una fuerte acentuación de la inteligencia artificial, y de la utilización de la simulación, aunque sea para sectores más amplios de comportamiento.
- En el caso de la «ciencia cognitiva», la información estímulo adquiere una valencia traducible en un lenguaje de tipo simbólico que detecta las características funcionales y estructurales de la capacidad representativa y computacional de la mente, 
- En el caso de la psicología ecológica, en cambio, la estructura de la información estímulo es un dato primitivo que depende del medio que la transmite, y la actividad cognitiva consiste en recoger las informaciones subyacentes al mensaje vehiculado por dicha información estímulo. 
Miller: La revolución Cognitiva, una perspectiva histórica.  (830)
La Ciencia Cognitiva es una criatura de los años cincuenta, producto de una época cuando la psicología, la antropología y la lingüística se redefinían a sí mismas y la ciencia de la computación y la neurociencia surgían como disciplinas. La psicología no podía participar en la revolución cognitiva hasta tanto no se librara del conductismo.
La revolución cognitiva en Psicología. 
La revolución cognitiva en psicología fue una contra revolución. La primera revolución ocurrió mucho antes cuando un grupo de psicólogos experimentales, influido por Pavlov y otros fisiólogos, propusieron redefinir a la psicología como la ciencia de la conducta. Ellos argumentaban que los eventos mentales no eran observables abiertamente. La única evidencia objetiva disponible es, y debería ser, la conducta. Cambiando el objeto al estudio del comportamiento, la psicología podía convertirse en una ciencia objetiva basada en las leyes científicas del comportamiento. La revolución conductista transformó la psicología experimental en los Estados Unidos.
Para cuando fui a la escuela de postgrado en Harvard, a comienzos de los años 40, la transformación era completa. Me educaron para estudiar el comportamiento
En 1951, publiqué el libro Lenguaje y comunicación, En su prefacio, escribí: "el sesgo es conductista. Después me di cuenta que era ecléctico. Cinco años más tarde, inspirado por colegas como Noam Chomsky y Jerry Bruner, había dejado de fingir ser conductista. De ta manera que fecho tal revolución cognitiva en psicología a esos años a comienzos de los 50. 
Limitaciones de la teoría de la información.
Pero la medida de la información se basa en probabilidades y las probabilidades parecían cada vez más interesantes que sus valores logarítmicos y ni las probabilidades ni sus logaritmos, derramaron mucha luz sobre los procesos psicológicos responsables. Estaba por lo tanto listo para el alternativa de Chomsky a los procesos de Markov. Una vez que comprendí que los procesos de Markov de Shannon no podrían desembocaren lenguaje natural, comencé a aceptar la teoría sintáctica como un mejor recuento de los proceso cognitivos responsables de los aspectos estructurales del lenguaje humano. Las reglas gramaticales que gobiernan frases y oraciones no son conductas. Son hipótesis mentales sobre los procesos cognitivos responsables de los comportamientos verbales que observamos. 
El final del conductismo.
El conductismo fue una emocionante aventura para la psicología experimental, pero a mediados de los años cincuenta era evidente que no podría tener éxito. Como Chomsky afirmó, definir a la psicología como la ciencia del comportamiento era como definir a la física como la ciencia de la lectura de medidores. Si la psicología científica fuera a tener éxito, los conceptos mentalistas tendrían que integrar y explicar los datos del comportamiento. La contra revolución cognitiva en psicología trajo a la mente de nuevo a la psicología experimental.
En mi propio caso, cuando me sentí descontento en Harvard entre el conductismo de B.F. Skinner y la psicofísica de S.S. Stevens, recurrí a la psicología social de Jerry Bruner y en 1960 esto llevó a la creación en Harvard del Centro de Estudios Cognitivos.
Peter Wason, Nelson Goodman y Noam Chomsky ejercían la mayor influencia en mi pensamiento en aquella época. El Conductismo floreció sobre todo en los Estados Unidos y esta revolución cognitiva en psicología abrió de nuevo la comunicación con algunos distinguidos psicólogos del exterior.
Me complace decir que el centro de Estudios Cognitivos de Harvard fue un éxito. Los brillantes jóvenes graduados crecieron hasta convertirse en importantes psicólogos sin temor a palabras como mente, expectativas, percepción y memoria. Así fue como experimenté la revolución cognitiva en psicología.
La revolución cognitiva y la Ciencia cognitiva. 
 Mientras los psicólogos experimentales repensaban la definición de psicología, otros progresos importantes ocurrían en otro sitio. La cibernética de Norbert Winer ganaba renombre, Marvin Minsky y John McCarthy inventaban la inteligencia artificial, y Alan Newell con Herbert Simon utilizaban las computadoras para simular procesos cognitivos. Finalmente, Chomsky redefinía él solo la lingüística. (1956 varios articulos publicados en ese año hicieron que sea importante para la psico cognitiva).
1956 fue un buen año para los interesados en las teorías de la mente, pero fue apenas mejor que los años que le precedieron y le siguieron. Muchos cabalgaban sobre las olas que comenzaron durante la Segunda Guerra Mundial: los de la servo teoría, la teoría de la información, la teoría de la detección de señales, la teoría de la computación y las propias computadoras. 
El momento de la concepción. 
Fecho el momento del concepto de la ciencia cognitiva como 11 de septiembre de 1956, el segundo de día de un simposio organizado por el Grupo de interés especial en Teoría de la Información en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. El primer día, el 10 de septiembre, estuvo dedicado a la teoría de la codificación, pero fue el segundo día del simposio que considero como el momento de la concepción de la ciencia cognitiva. La mañana comenzó con un trabajo de Newell y de Simon sobre su “máquina lógica.” El segundo trabajo era de la IBM: Nat Rochester y colaboradores habían utilizado la computadora más grande entonces disponible para verificar la teoría neuropsicológica de Donald Hebb de los ensambladores de celdas .Víctor Yngve dio luego una charla sobre el análisis estadístico de brechas y su relación con la sintaxis. La contribución de Noam Chomsky utilizaba teoría de la información como un complemento para la exposición pública de la gramática generativa transformacional. Elias comentó que otros lingüistas le habían dicho que el lenguaje tiene toda la precisión de la matemática pero Chomsky fue el primer lingüista que sustentaba ese planteamiento. Su trabajo de 1956 contenía las ideas que amplió un año más tarde en su monografía, Estructuras sintácticas que inició una revolución cognitiva en lingüística teórica. Para completar el segundo día, G.C. Szikali describió algunos experimentos sobre la velocidad del reconocimiento perceptivo; yo hablé sobre cómo evitamos el embotellamiento creado por nuestra limitada memoria a corto plazo; luego Swets y Birdsall explicaron el significado de la teoría de la detección de señales para el reconocimiento perceptivo. El simposio concluyó al día siguiente. 
Dejé el simposio con la convicción de que la psicología experimental, la lingüística teórica y la simulación por computadora de los procesos cognitivos son todos parte de una totalidad más grande y que el futuro vería una elaboración y coordinación progresiva de estas preocupaciones compartidas.
El nacimiento de la ciencia cognitiva. 
Para 1960 estaba claro que algo interdisciplinario estaba ocurriendo. En Harvard lo llamamos estudios cognitivos, en Carnegie-Mellon lo llamaron psicología del procesamiento de información y en La Jolla lo llamaron ciencia cognitiva.
Esta fundación acababa de terminar un programa de apoyo altamente exitoso para un nuevo campo llamado "neurociencia" y dos vice presidentes de la fundación, Steve White y Al Singer, pensaban que el siguiente paso sería tender un puente para cerrar la brecha entre el cerebro y la mente. Necesitaban alguna manera para referirse a este próximo paso y seleccionaron ciencia cognitiva. Crearon un programa especial Sloan en Ciencia Cognitiva para explorar las posibilidades. Recomendación de invertir en inteligencia artificial. Planteé que en ese caso el dinero de la fundación fuera empleado en comprar computadoras. Planteé que la IA era simplemente parte de un movimiento mucho más amplio.
Actividades interdisciplinarias.
Argumenté que por lo menos seis disciplinas estaban involucradas: psicología, lingüística, neurociencias, computación, antropología y filosofía. Veía a la psicología, la lingüística y la computación como centrales y, a las otras tres, como periféricas.
Cada una, por accidente histórico, había heredado una manera particular de ver la cognición y cada una había progresado lo suficiente como para reconocer que la solución a algunos de sus problemas dependía en forma crucial de la solución de los problemas asignados tradicionalmente a otras disciplinas.
Hicieron un comité para discutir, y vieron que había poca predisposición para escuchar los argumentos de las otras disciplinas. Finalmente elaboraron un informe ciencia cognitiva en 1978, que no fue publicado. Presentado a la Alfred P. Sloan Foundation, Nueva York). Nuestro informe tenía una figura, que se reproduce aquí (Fig. 1). Los seis campos están conectados en un hexágono. Cada línea en la figura representaba un área de la investigación interdisciplinaria que estaba bien definida en 1978 y que comprendía las herramientas de las dos disciplinas que vinculaba. Así, la cibernética utilizó conceptos desarrollados por la computación para modelar funciones del cerebro dilucidadas en neurociencia. Igualmente, la computación y la lingüística ya estaban vinculadas a través de la lingüística computacional. La lingüística y la psicología están vinculadas por la psicolingüística, la antropología y la neurología estaban vinculadas por los estudios de la evolución del cerebro y así sucesivamente. Creo que hoy, los quince posibles vínculos podrían ser ilustrados con investigación respetable, y los once vínculos que consideramos existían en 1978 se han consolidado sólidamente. 
El informe fue presentado, revisado por otro comité de expertos y aceptado por la fundación Sloan.Como consecuencia del programa Sloan, muchos académicos se familiarizaron y fueron más tolerantes con los trabajos de otras disciplinas. Por varios años florecieron los seminarios, coloquios y simposios interdisciplinarios. 
Las ciencias cognitivas hoy. 
Desafortunadamente, la Fundación Alfred P. Sloan no continuó con esta iniciativa, pero las interacciones propiciadas a principios de los años 80 han dejado huella. Algunos veteranos de esos díasse preguntan si el programa fue acertado y si realmente hay algo ahora que podamos llamar "ciencia cognitiva.” En mi caso prefiero hablar de las ciencias cognitivas, en plural. Pero el sueño original de una ciencia unificada que descubriría las capacidades de representación y de cómputo de la mente humana, así como de su realización estructural y funcional en el cerebro humano, todavía mantienen un atractivo que no puedo resistir.

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