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338-Texto del artículo-1330-1-10-20120313

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¿Cómo escribir la historia de la arqueología 
en el Perú? Respuesta a las «Observaciones» 
de Peter Kaulicke acerca de «¿La mirada 
imperialista?» 
stefanie gänger
University of Cambridge
sg471@cam.ac.uk
introducción
Las «Observaciones» de Peter Kaulicke acerca de mi artículo sobre los 
arqueólogos alemanes en el Perú decimonónico apuntan hacia problemá-
ticas que, puestas en perspectiva, tienen cierta relevancia para el campo 
de la historia de la arqueología, tanto en el Perú como en otras partes. 
Esta respuesta a las «Observaciones» me brinda la oportunidad de corregir 
algunos malentendidos y de puntualizar mi posición y argumento, para 
entrar en un debate historiográfico de interés más amplio. 
Kaulicke centra sus reflexiones sobre mi trabajo en dos puntos. En 
primer lugar, la manera como sitúo a Max Uhle en un contexto político 
la interpreta como una intención de menospreciar o ignorar los aportes 
científicos del investigador alemán a la arqueología peruana. En segundo 
lugar, al enfatizar la relevancia de los actores criollos en la génesis del 
interés por los restos materiales del pasado precolombino en el siglo XIX 
hago referencia al viejo debate sobre el «padre de la arqueología perua-
na». En este contexto pregunto por qué no le corresponde este título a 
Mariano Eduardo de Rivero, por ser el autor del primer libro sustancial 
sobre el pasado precolombino (Antigüedades peruanas) y por su rol en la 
historica XXXII.2 (2008): 183-194 / ISSN 0252-8894
184 historica XXXII.2 / ISSN 0252-8894
incorporación de objetos arqueológicos en el Museo Nacional del Perú. 
Ello lleva a Kaulicke a cuestionar la calidad de los aportes de Rivero. 
Me parece que los dos elementos centrales que constituyen las «Ob-
servaciones» están intrínsecamente relacionados, ya que en ambos el 
desacuerdo se fundamenta en puntos de vista historiográficos y conceptos 
teóricos divergentes. Para comprender y contextualizar estas diferencias, 
es necesario hacer dos interrogantes. Con relación a la primera crítica de 
Kaulicke acerca de la conexión entre el discurso académico de Uhle con 
la realidad política, podemos preguntar si, a priori, existe la posibilidad 
de una ciencia independiente y objetiva. En relación con la segunda 
—el rol de Rivero y otros intelectuales criollos— hace falta discutir si, 
cuando analizamos la génesis de una disciplina, buscamos restablecer solo 
los logros válidos desde el punto de vista del presente o si intentamos 
entender el origen de la inquietud intelectual en la cual se fundamenta 
dicha disciplina. 
el paradigma de la objetividad en la historia de la 
arqueología 
La preocupación clave de Kaulicke —que subyace a la primera parte y, 
aunque implícitamente, a casi la totalidad de sus «Observaciones»— es 
que al trazar una conexión entre el orden político imperial del siglo XIX 
y la arqueología científica alemana fuera de Europa, se menosprecia la 
difícil vida privada de Max Uhle y su aporte intelectual a la arqueología 
peruana.1 El autor reacciona a lo que percibe como una afrenta, negando 
rotundamente que los discursos políticos que —como reconoce— mane-
jaron Uhle y otros hayan condicionado su trabajo arqueológico. Sostiene 
que los arqueólogos alemanes en el Perú fueron capaces de separar su 
labor académica de sus visiones políticas.2 
1 Kaulicke, Peter. «Observaciones acerca de “¿La mirada imperialista? Los alemanes 
y la arqueología peruana” de Stefanie Gänger». Histórica. XXXII/2 (diciembre 2008), 
p. 171. 
2 Cito a Kaulicke: «Probablemente, muchos de [los arqueólogos alemanes] tenían 
convicciones nacionalistas más o menos evidentes, pero estas no se fusionaron en sus 
trabajos publicados o los condicionaron» (Ib., p. 179). 
gänger ¿Cómo escribir la historia de la arqueología en el Perú? 185
Según Kaulicke, mi artículo propone una relación «causal» entre la 
expansión política y económica de Europa y los trabajos arqueológicos 
llevados a cabo por científicos como Uhle en el Perú.3 Esta lectura no 
acierta la esencia de mi argumento. Propongo más bien que la arqueo-
logía, y cualquier otra ciencia moderna considerada como un privilegio 
europeo —creada y propagada por habitantes del Viejo Mundo—, sirve 
para cimentar una visión de Europa que es adecuada a sus aspiraciones 
de liderazgo político.
Mi trabajo se sitúa en un debate historiográfico que ha ido removiendo 
las bases epistemológicas de las humanidades desde hace tres décadas. 
Al parecer, para Kaulicke y otros el término «imperialista» se asocia con 
un conflicto entre «neoindigenistas» e «imperialistas» perpetuado en la 
arqueología peruana actual.4 En mi trabajo, utilizo aquel término pero 
con un significado totalmente diferente, el cual proviene de la nueva 
historia crítica de la ciencia. Desde la publicación del libro Orientalismo 
de Edward Said en 1978, que trata sobre el rol de los elementos culturales 
en la constitución y conservación de las teorías y actitudes del imperia-
lismo occidental,5 se ha generado un debate que apunta a deconstruir la 
relación entre —en palabras de Michel Foucault— «poder» y «saber»,6 
es decir, la influencia que tienen las relaciones de poder —imperial(ista) 
o postcolonial, entre otras— en la construcción del conocimiento. Este 
debate radica en un profundo escepticismo ante la posibilidad de saberes 
no condicionados por la realidad en la cual se producen. En su libro titu-
lado Objectivity, Lorraine Daston y Peter Galison han puntualizado esta 
idea: ellos no solo señalan que el ideal de la objetividad es el producto de 
determinadas circunstancias históricas —fue esbozado en la comunidad 
científica a mediados del siglo XIX—, sino que es una pretensión nunca 
asequible.7 Así pues, dentro de esta línea epistemológica, la objetividad 
3 Ib., p. 178. 
4 Ib., p. 179. 
5 Said, Edward W. Orientalism. London: Routledge & Kegan Paul, 1978. 
6 Véase por ejemplo Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las 
ciencias humanas. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2005.
7 Daston, Lorraine y Peter Galison. Objectivity. Boston: Zone Books, 2007. 
186 historica XXXII.2 / ISSN 0252-8894
—el ideal de un trabajo no «contaminado» por la subjetividad del 
autor y las circunstancias en las cuales se produce— se considera una 
quimera. Sobre la base de esta pérdida de la fe en una ciencia aséptica 
o independiente, un proceso concertado desde los años setenta, varios 
trabajos han colaborado en la formación de una historia crítica de la 
ciencia que contextualiza sus objetos histórica y políticamente. Con 
respecto a la ciencia europea en países fuera del Viejo Continente, una 
idea clave en el debate ha sido justamente la relación entre modernidad 
y progreso que conlleva el paradigma de la ciencia, y la reafirmación de 
la primacía de Europa como dueña original de este privilegio. Tal como 
lo ha formulado Marta Penhos respecto de las exploraciones españolas 
de América en el siglo XVIII, 
[e]n la trama que tejen los hilos del saber y el poder, la ciencia resultaba 
un medio útil para sostener la primacía de los estados europeos más 
importantes sobre otras naciones, o el dominio sobre territorios colo-
niales, y se fue constituyendo en un poderoso instrumento ideológico 
cuya efectividad se basaba en los presupuestos de su asociación con el 
progreso y el bien común, y en su aséptica neutralidad.8
Diversos estudios han demostrado que la exploración de territorios 
indígenas en contextos (post)coloniales fueron llevadas a cabo por las 
elites en el poder, y que ellas, al investigar el territorio, reafirmaron su 
autoridad sobre este.9 Ahora bien, trabajos que proponen una historia 
crítica de la arqueología en diferentes partes del mundo han ido in-
corporando nuevas ideas y enriqueciendo las ya existentes. Margarita 
Díaz-Andreu, autora de una síntesis histórica de la arqueología en el 
mundo decimonónico, sostiene que dicha disciplina es «un producto 
histórico-cultural, un conjunto de prácticas socialmente creadas […]8 Penhos, Marta. Ver, conocer, dominar. Imágenes de Sudamérica a fines del siglo XVIII. 
Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2005, p. 19. Las cursivas son del original. 
9 Véase, por ejemplo, Qayum, Seemin. «Nationalism, Internal Colonialism and the 
Spatial Imagination: The Geographic Society of La Paz in turn-of-the-Century Bolivia». 
En Dunkerley, James (ed.). Studies in the Formation of the Nation State in Latin America. 
London: Institute of Latin American Studies, 2002, pp. 275-298. 
gänger ¿Cómo escribir la historia de la arqueología en el Perú? 187
que no se puede aislar del marco sociocultural e histórico dentro del 
cual se ha formado».10 Investigadores en todo el mundo han llegado a 
conclusiones análogas al analizar la relación entre el dominio político 
y la arqueología británica en Egipto,11 las exploraciones arqueológicas 
realizadas por colonos ingleses en Australia12 y la arqueología alemana en 
el Asia Menor.13 Estos trabajos se relacionan estrechamente con una línea 
de estudio dedicada a comprender cómo procesos afines de formación 
de identidad condicionan e influyen en la arqueología: la formación 
de una identidad nacional en el Perú del siglo XX, por ejemplo,14 o el 
regionalismo en la Alemania del siglo XIX.15
Mi artículo, ciertamente, no propone una relación causal en el sentido 
de una colaboración directa de Uhle y otros con una misión oficial de so-
metimiento político o con proyectos de explotación económica; tampoco 
se trata de detectar y juzgar una actitud «imperialista» o «nacionalista» con 
el propósito de señalar culpables. De hecho, los discursos arqueológicos 
de peruanos, alemanes y otros actores en todo el mundo durante el siglo 
XIX estuvieron intrínsecamente relacionados con el nacionalismo —en 
el sentido de construcción de una identidad histórica para la nación—.16 
Educados bajo cánones afines, partícipes de una comunidad científica 
transatlántica interconectada, las burguesías peruana y alemana bajo 
consideración compartieron no solo un discurso académico e ideológico, 
10 Díaz-Andreu, Margarita. A World History of Nineteenth-Century Archaeology. National-
ism, Colonialism, and the Past. Oxford: Oxford University Press, 2007, p. 4. 
11 Reid, Donald Malcolm. Whose Pharaohs? Archaeology, Museums and Egyptian National 
Identity from Napoleon to World War I. Berkeley: University of California Press, 2002. 
12 Wolfe, Patrick. Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology. London/New 
York: Cassell, 1999.
13 Marchand, Suzanne. «Orientalism as Kulturpolitik: German Archaeology and Cultural 
Imperialism in Asia Minor». En Stocking, George W. (ed). Volksgeist as Method and 
Ethic: Essays on Boasian Ethnography and the German Anthropological Tradition. Madison: 
University of Wisconsin Press, 1996, pp. 298-336. 
14 Tantaleán, Henry. «Las miradas andinas: arqueologías y nacionalismos en el Perú del 
siglo XX». Arqueología Suramericana. 4/1 (2008), pp. 34-52.
15 Penny, Glenn H. Objects of Culture: Ethnology and Ethnographic Museums in Imperial 
Germany. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2002. 
16 Véase Díaz-Andreu, A World History.
188 historica XXXII.2 / ISSN 0252-8894
sino también una historia intelectual. El nacionalismo fue un elemento 
fundamental en la construcción de la arqueología decimonónica, tal 
como el imperialismo, formal e informal.17 
Lo que me interesa en este último contexto es entender los mecanis-
mos culturales por medio de los cuales se consolida la visión de que 
algunas partes del mundo son más «avanzadas» o «modernas» que otras, 
y comprender sus consecuencias políticas y económicas. Tal como sos-
tengo en el artículo, y como lo han demostrado otros investigadores,18 
la arqueología decimonónica ejercida por alemanes en países fuera de 
Europa fue una de las prácticas culturales claves para cimentar la visión 
de Alemania como una nación civilizada, culta, progresista, tanto que de 
ella pudieron beneficiarse otras naciones menos favorecidas. Este discurso 
se percibe no solo en las fuentes que cito de Uhle, Reiss, Stübel y otros: 
así, el paradigma de llevar el progreso, la modernidad y la ciencia a lugares 
menos avanzados constituye también el fundamento ideológico de todo 
discurso que justificó el colonialismo europeo durante el siglo XIX.19 
En la única ocasión que Kaulicke se refiere explícita y críticamente a mi 
uso de material documental, su desacuerdo se basa en una lectura equi-
vocada de mi texto y, por lo tanto, en un malentendido fácil de disipar. 
El autor critica mi supuesta afirmación de que el desprecio de Uhle por 
los cronistas de los siglos XVI y XVII reflejaba una actitud imperialista 
o nacionalista.20 Ese, por supuesto, no es mi argumento. El artículo dice 
más bien que la utilización del método estratigráfico le permitía al arqueó-
logo alemán cuestionar las aseveraciones de los cronistas e inaugurar una 
fase de lectura crítica de estos autores. En mi artículo sostengo que ello le 
daba a Uhle una ventaja comparativa sobre los anticuarios y arqueólogos 
17 Este párrafo reúne ideas desarrolladas anteriormente en Gänger, Stefanie. «¿La mirada 
imperialista? Los alemanes y la arqueología peruana». Histórica. XXX/2 (diciembre 2006), 
p. 88. 
18 Véanse los trabajos que aparecen en las notas 9 y 15 y también Marchand, Suzanne. 
Down from Olympus: Archaeology and Philhellenism in Germany, 1750-1970. Princeton: 
Princeton University Press, 1996. 
19 Este parráfo retoma parte del argumento de «¿La mirada imperialista?», pp. 76-81.
20 Kaulicke, «Observaciones», p. 172. 
gänger ¿Cómo escribir la historia de la arqueología en el Perú? 189
peruanos que seguían en gran parte basándose en los cronistas, es decir, 
que la visión del investigador alemán de su propio método de estudio 
como privilegiado se dirigía en contra de sus contemporáneos peruanos 
y no de los cronistas del periodo colonial.21 
Mi objetivo no consistía en escribir las historias personales de los ar-
queólogos involucrados ni en rastrear sus contribuciones científicas al 
desarrollo de la disciplina. Otros historiadores y arqueólogos —Kaulicke 
incluido— se han dedicado extensa y prolíficamente a estas indagacio-
nes.22 Tomo como punto de partida la imposibilidad de una actividad 
científica «objetiva», no condicionada por el presente. La historia de la 
ciencia —y dentro de ella, la historia de la arqueología— debe situar el 
trabajo científico y a su autor en un contexto histórico, político y cultural. 
21 El artículo dice literalmente: «El hecho de que [los arqueólogos alemanes] excavaran 
para acceder al pasado, en vez de interpretar fuentes escritas, era para ellos prueba de la 
superioridad de su propio trabajo frente a estudios anteriores. Reiss y Stübel justificaban 
la necesidad de su presencia en el Perú en el hecho de que en trabajos anteriores “ni una 
ruina ni un cementerio se excavaron con fines científicos”. […] Uhle estaba similarmente 
convencido de la importancia de las excavaciones y de la superioridad del método estra-
tigráfico. Nada podía comprobarse sobre el pasado precolombino a partir de la lectura 
exclusiva de las crónicas. Por ejemplo, cuando Uhle hizo excavaciones en el templo de 
Pachacámac, encontró pruebas que contradijeron los textos de los cronistas: los incas 
practicaron —contrario a lo que sostuvo Garcilaso de la Vega, entre otros— sacrificios 
humanos. Después de enumerar las pruebas descubiertas en las excavaciones, concluyó 
que “esta opinión [la de Garcilaso] no resiste una investigación detenida”. De este modo, 
mediante una técnica considerada moderna y científica, Uhle había logrado comprobar 
un hecho contrario a las afirmaciones contenidas en las crónicas. Había, por lo tanto, 
inaugurado una fase de lectura crítica de estos textos» (Gänger, «¿La mirada imperialista?», 
pp. 76-77). 
22 John Howland Rowe escribió un primer estudio fundacional sobre Max Uhle en 1954: 
«Max Uhle, 1856-1944. A Memoir of the Father of Peruvian Archaeology». Universityof 
California Publications in American Archaeology and Ethnology. 46/1 (1954), pp. 1-134. 
Trabajos recientes sobre Uhle en particular y su lugar en la historia de la arqueología en 
Sudamérica son, por ejemplo, Kaulicke, Peter (ed.). Max Uhle y el Perú antiguo. Lima: 
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1998; y Loza, Carmen Beatriz. Itinerarios de 
Max Uhle en el Altiplano boliviano. Sus libretas de expedición e historia cultural (1893-
1896). Berlin: Gebr. Mann, 2004. Sobre Reiss y Stübel véase Brockmann, Andreas y 
Michaela Stüttgen. Tras las huellas. Dos viajeros alemanes en tierras latinoamericanas. 
Bogotá: Banco de la República, 1994. 
190 historica XXXII.2 / ISSN 0252-8894
Bajo esta premisa, no veo una contradicción entre el rescate de «los logros 
duraderos de peruanos y extranjeros» que Kaulicke pide con razón23 y 
una contextualización histórica de estos arqueólogos y sus trabajos. Al 
contrario, considero mi investigación como un aporte complementario 
a los estudios anteriores sobre la arqueología alemana en el Perú. 
logros e ideas en la génesis de la arqueología peruana
La segunda parte de las «Observaciones» discute unos breves comen-
tarios al final de mi artículo acerca de por qué no se llama a Mariano 
Eduardo de Rivero el «padre de la arqueología peruana».24 Oponiéndose 
a la aseveración de Sara Castro-Klarén que cito en mi trabajo, la cual 
atribuye la autoría principal del libro Antigüedades peruanas a Rivero,25 
Kaulicke centra la segunda parte de su texto en abogar por el aporte de 
Johann Jakob von Tschudi a la mencionada obra. Aunque me parece 
perfectamente legítimo argüir que el libro se base en una coautoría —solo 
su alcance es discutible—, es problemático que Kaulicke conecte su ar-
gumento a favor del aporte decisivo de Tschudi con una descalificación 
de la labor arqueológica de Rivero: así, critica a este por sus referencias 
a teorías y «trabajos de dudoso valor» de la época.26 
Nuevamente, puesto en perspectiva, el debate por la «paternidad» y 
la crítica a Rivero echan luz sobre un desacuerdo que va más allá de la 
arqueología practicada por estudiosos de lengua alemana en el Perú. 
La cuestión es la siguiente: ¿debe la historia de la arqueología juzgar la 
validez de las labores arqueológicas o anticuarias decimonónicas? ¿Solo 
merecen un lugar en la historia de la disciplina los actores que aportaron 
resultados técnicamente válidos desde el punto de vista del presente? 
23 Kaulicke, «Observaciones», p. 179. 
24 Ib., p. 175. 
25 Castro-Klarén, Sara. «The Nation in Ruins: Archaeology and the Rise of the Nation». 
En Castro-Klarén, Sara y John Charles Chasteen (eds.). Beyond Imagined Communities: 
Reading and Writing the Nation in Nineteenth-Century Latin America. Washington: 
 Woodrow Wilson Center Press, 2003, p. 188, cit. en Gänger, «¿La mirada imperialista?», 
p. 86.
26 Kaulicke, «Observaciones», pp. 176-177. 
gänger ¿Cómo escribir la historia de la arqueología en el Perú? 191
 Conocemos bastante a fondo las contribuciones de los investigadores 
claves de la primera fase de institucionalización de la disciplina, como 
Julio C. Tello27 y Max Uhle, pero el interés por la posesión y la com-
prensión de los restos materiales del pasado se percibe desde mucho antes 
de dicha institucionalización. Sin embargo, las colecciones privadas de 
antigüedades y el significado de las observaciones arqueológicas en las 
«relaciones geográficas» de exploración del territorio nacional, recurren-
tes a lo largo de todo el siglo XIX, son campos que carecen de mayores 
estudios.28 Lima y algunas capitales de provincias —Cuzco, Trujillo y 
Puno, entre otras— albergaron círculos de anticuarios,29 exposiciones en 
las sedes municipales30 y coleccionistas privados. Según algunos viajeros, 
prácticamente cada miembro de la elite cuzqueña tenía por lo menos un 
par de antigüedades que exhibir en su casona.31 Se sabe de la existencia de 
importantes colecciones, como las de Ana María Centeno en el Cuzco,32 
27 Véanse, por ejemplo, los estudios incluidos en Daggett, Richard E. (ed.). Julio C. Tello. 
Paracas. Primera Parte. Lima: Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad 
Nacional Mayor de San Marcos, 2005.
28 Una contribución valiosa al rol de la arqueología en la exploraciones decimonónicas es 
el conjunto de referencias que hace Luis Felipe Villacorta a este aspecto en sus trabajos 
sobre Antonio Raimondi (Villacorta Ostolaza, Luis Felipe (ed.). La sierra y selva central: 
Morococha, Cerro de Pasco y Chanchamayo. Lima: Universidad Nacional Mayor de San 
Marcos, 2006). La tesis de doctorado sobre coleccionismo y arqueología en el Perú y 
Chile durante el siglo XIX que estoy actualmente redactando será un primer paso para 
una mejor comprensión de esta época. 
29 Véase, por ejemplo, la sociedad Amigos del Cuzco, fundada apenas consolidada la 
independencia del Perú («Variedades». El Sol del Cuzco, 11 de mayo de 1825). 
30 Sobre una exposición en la municipalidad del Cuzco, incentivada por el prefecto 
Miguel Medina, véase Pardo, Luis A. «Primer Centenario del Museo Arqueológico de 
la Universidad del Cuzco». Revista del Instituto y Museo Arqueológico de la Universidad 
Nacional del Cuzco. 12 (1948), p. 122. 
31 El viajero francés Francis Castelnau nos ha legado descripciones de los objetos que 
observó en las casas de varias familias (Expédition dans les parties centrals de l’Amérique 
du Sud, de Rio de Janeiro a Lima, et de Lima au Para. Paris: B. Bertrand, 1851, t. IV, p. 
244). 
32 Véanse el Catálogo del museo de la señora Centeno. Lima: Imprenta de la Merced, 1876; 
y Montes, Emilio. Catálogo del museo de antigüedades peruanas e inkaikas de la propiedad 
del Dr. D. Emilio Montes y de Aldasábal Vásquez de Velasco. Cuzco: Imprenta Manuel F. 
Minauro, 1892. 
192 historica XXXII.2 / ISSN 0252-8894
José Mariano Macedo en Lima33 o los numerosos objetos comprados de 
otros coleccionistas por Víctor Larco Herrera a lo largo de todo el país (por 
ejemplo, en Trujillo, Ica y Pisco).34 La correspondencia e informes de viaje 
de ingenieros, «exploradores» o geógrafos —como Mariano Eduardo de 
Rivero, Antonio Raimondi35 y, a fines del siglo XIX, los miembros de la 
Sociedad Geográfica de Lima—36 ofrecen numerosas referencias sobre el 
pasado precolombino, en concreto a restos de estructuras monumentales 
y a objetos excavados o encontrados en el camino. Rivero, para poner un 
ejemplo, realizó a partir de la década de 1820 exploraciones arqueológicas 
en diferentes partes del país, por donde viajó en su función de gobernador 
o ingeniero de minas. Incluso estableció la colección del Museo Nacional, 
del cual fue director, sobre la base de los objetos encontrados en sus propias 
expediciones.37 Rivero fue uno entre muchos que definieron los restos 
materiales del pasado precolombino como un objeto de estudio antes de 
que se fundara oficialmente la disciplina de la arqueología. 
Con mi referencia marginal al debate en torno al padre de la arqueo-
logía peruana no tuve la intención de incentivarlo ni de participar en el 
mismo, pues no me parece particularmente fructífero. A mi modo de 
ver, la búsqueda de un personaje fundador o una «paternidad» en las 
33 La colección de José Mariano Macedo, de aproximadamente tres mil artefactos, se 
vendió en 1881 al Museo Etnográfico de Berlín. Véase Macedo, José Mariano. Catalogue 
d’objets archéologiques du Pérou de l’ancien empire des Incas. Paris: Imprimerie Hispano-
Américaine, 1881. 
34 Pueden encontrarse descripciones de la colección de Larco Herrera en Tello, Julio 
C. y Toribio Mejía Xesspe. «Historia de los museos nacionales del Perú». Arqueológicas. 
Publicaciones del Instituto de Investigaciones Antropológicas. X (1967), pp. 119-128. Roger 
Ravines también menciona a los coleccionistas que le vendieron objetos a Larco Herrera 
(Los museos del Perú. Breve historia y guía. Lima: Dirección General de Museos, Instituto 
Nacional de Cultura, 1989). 
35 Para una síntesis de los sitios arqueológicosregistrados por Antonio Raimondi, véase 
Cárdenas Martín, Mercedes. «El Perú prehispánico visto por Raimondi». Boletín del 
Instituto Riva-Agüero. 20 (1993), pp. 129-183.
36 Para el rol de las observaciones arqueológicas en las publicaciones de la Sociedad 
Geográfica, véase Werthemann, Arturo. «Ruinas de la fortaleza de Cuélap». Boletín de 
la Sociedad Geográfica de Lima. 2/4-6 (1892), pp. 147-153.
37 Tello y Mejía Xesspe, «Historia de los museos nacionales del Perú».
gänger ¿Cómo escribir la historia de la arqueología en el Perú? 193
disciplinas académicas es justamente un discurso que la historia crítica 
de la arqueología ha de deconstruir: la paternidad invoca una visión 
teleológica de la disciplina, niega la diversidad de sus raíces y centra 
el debate en unas pocas figuras. Con la yuxtaposición de Rivero en 
lugar de Uhle en mi artículo más bien apuntaba a provocar una lectura 
diferente de la historia de la disciplina en el Perú: justamente, en vez 
de asociar los orígenes de la arqueología con su institucionalización a 
nivel del estado y el uso de ciertos métodos «científicos» en el temprano 
siglo XX, deberíamos hacerlo con el momento en que vemos expresio-
nes de un interés por el pasado precolombino.38 Sobra decir que con la 
inclusión de los criollos decimonónicos al análisis no abogo por una 
posición «(neo)indigenista», sino —precisamente porque las oposiciones 
maniqueas son poco productivas— por una postura inclusiva que tome 
en cuenta más ideas, figuras y épocas. Mi aspiración es rescatar no solo 
los «logros duraderos», o sea los trabajos que consideramos «vigentes» 
de acuerdo con nuestra perspectiva actual, sino también a actores como 
Rivero, anticuarios de provincias, coleccionistas y viajeros peruanos que, 
aunque el transcurso de los años iba a demostrar sus errores, acumularon 
y buscaron entender los restos materiales del pasado precolombino. Si 
lo que pretendemos entender es la génesis de una inquietud intelectual 
y la construcción de un objeto de estudio, lo que debemos analizar 
no es si aquellos personajes se equivocaron, sino qué pensaron, qué se 
preguntaron y qué hicieron. 
conclusiones
Redacté el artículo «¿La mirada imperialista?» hace unos años, sobre la 
base de un capítulo de mi tesis de maestría. Ahora, con un poco más de 
experiencia, pondría mi argumento en palabras menos provocadoras. 
Las humanidades son un campo en el cual rara vez hay una opinión 
cierta y otra equivocada, y en el caso que debatimos tampoco las hay. 
No dudo de las bondades de una historia de la disciplina de carácter 
38 Este párrafo también reformula afirmaciones aparecidas en «¿La mirada imperialista?», 
p. 86.
194 historica XXXII.2 / ISSN 0252-8894
factual, la cual rescate las contribuciones que se hicieron en el pasado de 
acuerdo con lo que nos interesa saber hoy en día; pero tampoco dudo 
de la necesidad de contextualizar y cuestionar a los protagonistas de esta 
historia, ni de hacer temblar los cimientos en los cuales se han colocado. 
Soy partidaria de un profundo escepticismo ante la posibilidad de una 
ciencia independiente y objetiva. Creo también que cuando analizamos 
la génesis de la arqueología en el Perú, hace falta escribir su historia de 
la forma más inclusiva y completa posible: el criterio no debe ser solo la 
validez o la importancia de las investigaciones en el pasado desde el punto 
de vista del presente, sino también la mera existencia de una inquietud 
que movió a la gente a estudiar el pasado, a coleccionar y a describir sus 
restos materiales. Solo entendiendo esta inquietud podremos explicar 
la razón de la existencia de la disciplina que estudiamos y la razón de su 
singular importancia en el Perú y en Alemania. 


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