Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Materia: Antropología Filosófica Carrera: Filosofía 2020 Apunte: Tercera Unidad Consultas: fotocopiasceffyh@gmail.com Facebook: Centro de los Estudiantes - CEFFYH Andy Clark y David Chalmers La mente extendida Traducción e introducción de Ángel García Rodríguez y Francisco Calvo Garzón krk ediciones · 2011 Obras Completas Carta sobre los vaqueiros de alzada Esta edición de la reproduce la establecida por Elena de Lorenzo Álvarez y Álvaro Ruiz de la Peña, incluida en el tomo IX de las de Jovellanos, publicado por esta misma editorial en 2005. Cubierta: detalle de El Puerto de Somiedo, de José Uría y Uría © de la traducción y de la introducción, Ángel García Rodríguez y Francisco Calvo Garzón © de esta edición, KRK ediciones www.krkediciones.com Álvarez Lorenzana, 27. Oviedo isbn: 978-84-8367-285-3 d.l.: as.2775-2011 Grafinsa. Oviedo http://www.krkediciones.com/ together again phy of mind: classical and contemporary readings Philoso- Analysis Washington University); versión que Clark mismo Nota editorial El artículo «La mente extendida», de Andy Clark y David Chalmers, fue publicado por primera vez en la revista Analysis en 1998, si bien una versión anterior circulaba ya desde 1995 («The Extended Mind», Phi- losophy-Neuroscience-Psychology Research Report, St. Louis: cita en su libro Being there: putting brain, body, and world La traducción castellana que se ofrece a continua- ción incluye algunos fragmentos que no estaban en la versión publicada en , y que aparecen por pri- mera vez en la antología de textos filosóficos , editada por Chalmers en 2002 para Oxford University Press, Inc. — 70 — publicado en 1997. — 71 — La mente extendida Andy Clark y David Chalmers* * El orden de autores refleja el grado de creencia en la tesis cen- tral defendida en el artículo. externismo activo 1. Introducción ¿Dónde termina la mente y comienza el resto del mundo? Hay dos respuestas típicas a esta pregun- ta. Algunos aceptan los límites establecidos por la piel y el cráneo, y dicen que lo que se halla fuera del cuerpo se halla fuera de la mente. Otros, convenci- dos por los argumentos que sugieren que el signifi- cado de nuestras palabras «simplemente no está en la cabeza», defienden que este externismo acerca del significado se extiende a un externismo acerca de la mente. Nosotros proponemos una tercera respuesta. Defendemos un tipo muy distinto de externismo: un , basado en el papel activo del entorno en la ejecución de los procesos cognitivos. 2. La cognición extendida Considérense estos tres casos de resolución de problemas por parte de sujetos humanos: — 73 — 74 La mente extendida (1) A una persona que se sienta frente a una pan- talla de ordenador que muestra imágenes de varias figuras geométricas bidimensionales, se le pide que responda a unas preguntas acerca del encaje potencial de esas figuras en unos «huecos» dibujados. Para va- lorar si hay encaje, la persona ha de rotar mentalmen- te las figuras para alinearlas con los huecos. (2) Una persona se sienta frente a una pantalla de ordenador similar, pero esta vez puede elegir entre rotar físicamente la imagen en la pantalla, apretan- do un botón, o rotar mentalmente la imagen como antes. Incluso podemos suponer, lo cual es bastante realista, que la rotación física conlleva alguna ventaja en cuanto a la velocidad de rotación. (3) En algún momento del futuro ciberpunk, una persona se sienta frente a una pantalla de ordenador semejante. Pero este sujeto se beneficia de un im- plante neurológico que permite realizar la rotación con la misma rapidez que el ordenador del ejemplo anterior. Sin embargo, el sujeto debe elegir el recur- so interno que quiere usar (bien el implante, bien la tradicional rotación mental), puesto que cada uno de esos recursos impone distintas exigencias de atención y actividad cerebral concurrente. et al. cognición La cognición extendida 75 ¿Cuánta hay en estos casos? Nuestra pro- puesta es que los tres casos son semejantes. El caso (3), el del implante neurológico, parece ir claramente a la par del caso (1). El caso (2), el del botón de ro- tación, manifiesta el mismo tipo de estructura com- putacional que el caso (3), distribuida por el agente y el ordenador, en vez de ser interna al sujeto. Si la rotación del caso (3) es cognitiva, ¿qué razón tene- mos para considerar el caso (2) como esencialmente diferente? No podemos apelar sin más a la justifica- ción proporcionada por el límite de la piel y el crá- neo, puesto que lo que se plantea es precisamente la legitimidad de ese límite. Pero no parece haber otra diferencia. El tipo de caso que se acaba de describir no es, ni mucho menos, tan exótico como pudiera parecer a primera vista. La cuestión no se plantea solo por la presencia de avanzados recursos informáticos exter- nos, sino por la tendencia general del sujeto racional humano a apoyarse de manera considerable en su en- torno. Considérese, en este sentido, el uso de lápiz y papel para realizar una complicada multiplicación (McClelland 1986, Clark 1989), la reordenación de las piezas del Scrabble que ayuda a recordar pa- labras (Kirsh 1995), el uso de instrumentos como la determinar 76 La mente extendida regla de cálculo náutica (Hutchins 1995) y, en gene- ral, la parafernalia de lenguaje, libros, diagramas y cultura. En todos estos casos, el cerebro individual realiza algunas operaciones, mientras que otras son delegadas a la manipulación de medios externos. Si nuestros cerebros hubieran sido diferentes, no hay duda de que la distribución de tareas habría variado. De hecho, incluso los casos de rotación mental descritos en las situaciones (1) y (2) son reales. Esos casos reflejan opciones que tienen quienes juegan al Tetris en el ordenador. En el Tetris, hay unas figuras geométricas que caen y han de ser dirigidas rápida- mente a un hueco en una estructura emergente. Se puede hacer uso de un botón de rotación. David Kir- sh y Paul Maglio (1994) han calculado que se tarda unos 100 milisegundos en rotar físicamente una figu- ra 90º, y unos 200 milisegundos adicionales en se- leccionar el botón. Obtener el mismo resultado me- diante rotación mental lleva unos 1000 milisegundos. Kirsh and Maglio han presentado también evidencia convincente de que se usa la rotación física no solo para colocar una figura de manera que encaje en el hueco, sino a menudo para si la figura y el hueco son compatibles. Esto segundo es un ejemplo de lo que Kirsh y Maglio llaman una «acción epis- es epistémicas pragmáticas crédito epistémico si se hiciera en la cabeza sistema acoplado El externismo activo 77 témica». Las acciones modifican el mundo con el objetivo de favorecer y mejorar procesos cog- nitivos como el reconocimiento o la búsqueda. En cambio, las meras acciones modifican el mundo porque algún cambio físico es deseable por sí mismo (por ejemplo, rellenar de cemento un agu- jero en una presa). Nuestra propuesta es que las acciones epistémicas requieren extender el . Si, al enfrentar- nos a una tarea, hay una parte del mundo que fun- ciona como un proceso que, , no dudaríamos en reconocerlo como parte del proceso cognitivo, entonces esa parte del mundo (así lo afirmamos) parte del proceso cognitivo. ¡Los proce- sos cognitivos no están (todos) en la cabeza! 3. El externismo activo En estos casos, el organismo humano se vincula a una entidad externa enuna interacción de doble sentido, creando un que puede verse como un sistema cognitivo de pleno derecho. Todos los componentes del sistema desempeñan un papel causal activo, y de manera conjunta gobiernan la con- ducta, tal como lo hace normalmente la cognición. Si eliminamos el componente externo, la competen- pasivas presente 78 La mente extendida cia conductual del sistema se resentirá, lo mismo que si elimináramos parte de su cerebro. Nuestra tesis es que este tipo de proceso acoplado cuenta perfecta- mente como un proceso cognitivo, con independen- cia de si está o no completamente en la cabeza. Este externismo difiere en gran medida de la va- riedad habitual defendida por Putnam (1975) y Bur- ge (1979). Cuando creo que el agua es húmeda y mi gemelo cree que el agua-gemela es húmeda, las carac- terísticas externas que explican las diferencias entre nuestras creencias son distantes e históricas, están al final de una larga cadena causal. Las característi- cas del no son relevantes: si resulta que en es- te momento estoy rodeado de xyz (quizás he sido teletransportado a la Tierra Gemela), mis creencias siguen versando sobre el agua normal, debido a mi pasado. En estos casos, las características externas re- levantes son . A causa de su naturaleza distante, no desempeñan ningún papel en los procesos cogni- tivos que tienen lugar aquí y ahora. Esto se refleja en el hecho de que las acciones realizadas por mí son in- distinguibles físicamente de las de mi gemelo, a pesar de nuestras diferencias externas. En cambio, en los casos descritos por nosotros las características externas relevantes son activas, desem- al bucle externismo activo El externismo activo 79 peñando un papel crucial aquí y ahora. Como se ha- llan acopladas con el organismo humano, tienen un impacto directo sobre el organismo y su conducta. En estos casos, las partes relevantes del mundo perte- necen , no cuelgan al final de una larga cadena causal. Es este tipo de acoplamiento lo que nos lleva a un , por oposición al externismo pa- sivo de Putnam y Burge. Muchos se han quejado de que, incluso si Putnam y Burge tienen razón acerca del carácter externo del contenido, no está claro que estos aspectos externos desempeñen un rol causal o explicativo en la géne- sis de la acción. En las situaciones contrafácticas en que la estructura interna se mantiene constante pero varían las características externas, la conducta de los sujetos parece la misma; luego la estructura interna parece estar desempeñando el rol crucial. No vamos a resolver esta cuestión aquí, pero hacemos notar que el externismo activo no está amenazado por ningún problema similar. Las características externas de un sistema acoplado desempeñan un rol que no es pres- cindible: si conservamos la estructura interna pero cambiamos las características externas, la conducta podría cambiar completamente. Así, las característi- 80 La mente extendida cas externas son tan relevantes causalmente como las características internas típicas del cerebro.1 Al abrazar el externismo activo, damos pie a una explicación más natural de todo tipo de acciones. Por ejemplo, se puede explicar mi elección de pala- bras en el Scrabble como el resultado de un proceso cognitivo extendido que conlleva la reordenación de las piezas en mi atril. Por supuesto, se podría inten- tar explicar mi acción en virtud de procesos internos más una larga serie de «inputs» y «acciones», pero esta explicación sería innecesariamente compleja. Si hubiera un proceso isomórfico que tuviera lugar en la cabeza, no nos sentiríamos inclinados a caracterizar- lo de ese modo tan rebuscado.2 En un sentido muy 1 Puede que una gran parte del interés que despierta el externis- mo en filosofía de la mente dependa del carácter intuitivo del externis- mo activo. A menudo los externistas recurren a analogías con caracte- rísticas externas de los sistemas acoplados, así como a la arbitrariedad de los límites entre el cerebro y el entorno. Pero estas intuiciones no cuadran fácilmente con la letra del externismo estándar. En la mayoría de los ejemplos de Putnam y Burge, el entorno inmediato es irrelevan- te; solo cuenta el entorno pasado. Así, aunque el debate se ha centra- do en la cuestión de si la mente ha de estar en la cabeza, una pregun- ta más relevante a la hora de valorar estos ejemplos podría ser: ¿está la mente en el presente? 2 Herbert Simon (1981) recomienda que tratemos la memoria in- terna como, de hecho, un recurso externo sobre el que operan proce- sos internos «reales». Comenta que «la búsqueda en la memoria no pensamiento et al El externismo activo 81 real, la reordenación de las piezas de mi atril no es parte de la acción; es parte del . La postura que estamos defendiendo aquí refle- ja un cuerpo creciente de investigaciones en ciencia cognitiva. En áreas tan distintas como la teoría de la cognición situada (Suchman 1987), los estudios de robótica-en-el-mundo-real (Beer 1989), los enfoques dinámicos del desarrollo infantil (Thelen y Smith 1994), y la investigación acerca de las propiedades cognitivas de grupos de agentes (Hutchins 1995), se piensa a menudo que la cognición forma un conti- nuo con procesos del entorno.3 Así pues, al tratar la cognición como extendida no se está adoptando simplemente una decisión terminológica; se influye significativamente sobre la metodología de la investi- gación científica. De hecho, los métodos explicativos que antes se tomaron como apropiados solo para el análisis de procesos «internos», ahora se están adap- es muy distinta de la búsqueda en el entorno externo». Al menos, las ideas de Simon tienen la virtud de tratar el procesamiento interno y el procesamiento externo con la paridad que merecen, pero sospecha- mos que a la mayoría de la gente le parecerá que con ello la mente en- coge excesivamente. 3 Las tesis filosóficas defendidas en Haugeland 1995, McCla- mrock 1995, Varela . 1991 y Wilson 1994 se parecen en espíritu a la defendida aquí. portátiles 82 La mente extendida tando al estudio de lo externo, lo cual promete una concepción más rica de la cognición. Algunos encuentran este tipo de externismo de mal gusto. Una razón de ello podría ser que muchos identifican lo cognitivo con lo consciente, y parece poco admisible que la conciencia se extienda más allá de la cabeza en estos casos. Pero al menos según el uso estándar, no todo proceso cognitivo es un pro- ceso consciente. Es ampliamente aceptado que hay multitud de procesos que se hallan más allá de los lí- mites de la conciencia que desempeñan un papel cru- cial en el procesamiento cognitivo: por ejemplo, en la recuperación de recuerdos, en procesos lingüísti- cos y en la adquisición de habilidades. Luego el sim- ple hecho de que los procesos externos sean exter- nos, mientras que la conciencia es interna, no es una razón para negar que esos procesos sean cognitivos. Más interesante es la idea según la cual lo que ha- ce que los procesos cognitivos reales estén en la cabe- za es el requisito de que los procesos cognitivos sean . En esto influye lo que podríamos llamar la visión de la Mente Desnuda, un conjunto de recur- sos y operaciones de los que podemos hacer uso para cualquier tarea cognitiva, con independencia del en- torno local. Según esta idea, lo malo de los sistemas desacoplan El externismo activo 83 acoplados es que se muy fácilmente. Los procesos cognitivos verdaderos son los que se hallan en el núcleo constante del sistema; cualquier otra co- sa es una añadidura. La objeción es atractiva. El cerebro (o el cere- bro y el cuerpo) comprende un paquete de recur- sos cognitivos básicos y portátiles que es importante por derecho propio. Estos recursos pueden incor- porar acciones corporalesa los procesos cognitivos, como cuando usamos los dedos como memoria de trabajo durante una complicada operación de cálcu- lo, pero no engloban los aspectos más contingentes de nuestro entorno externo, como una calculadora de bolsillo. Sin embargo, el carácter contingente del acoplamiento no descarta que haya estatus cogniti- vo. Quizás en un futuro lejano podamos conectar a nuestro cerebro distintos módulos de ayuda: por ejemplo, un módulo de memoria a muy corto plazo cuando lo necesitemos. Cuando el módulo se halle conectado, los procesos que lo involucren serán tan cognitivos como si hubieran estado presentes siem- pre.4 4 Considérese el siguiente pasaje sacado de una novela reciente de ciencia ficción (McHugh 1992, 213): «Se me conduce al departamen- to del sistema, donde me sintonizan al sistema. Lo único que hago es fiable 84 La mente extendida Ni siquiera admitir que el criterio de ser portátil sea central socavaría el externismo activo. Pues ya se ha abierto la puerta, por ejemplo, a contar con los dedos, y es fácil abrirla aún más. Piénsese en la anti- gua imagen del ingeniero que lleva una regla de cál- culo colgada de su cinturón dondequiera que va. ¿Y si la gente llevara siempre una calculadora de bolsi- llo, o consiguiera que se la implantaran? La verdadera moraleja de la intuición de que la cognición es por- tátil es que, para que los sistemas acoplados sean re- levantes al núcleo de la cognición, lo que se requiere es acoplamiento . Resulta que el acoplamiento más fiable tiene lugar dentro del cerebro, pero fácil- mente puede haber también acoplamiento fiable con el entorno. Si los recursos de mi calculadora o de mi agenda se hallan presentes siempre que los necesito, entonces están acoplados conmigo tan fiablemente como se requiere. De hecho, forman parte del paque- te básico de recursos cognitivos del que dispongo a diario. No se puede objetar a estos sistemas simple- enchufarme, y entonces un técnico da instrucciones al sistema para que sintonice y lo hace. Me desenchufo y pregunto la hora. 10:52. La información aparece. Antes solo podía tener acceso a la información cuando estaba enchufado, tenía la sensación de que sabía lo que pen- saba yo y lo que me decía el sistema. Pero ahora, ¿cómo sé lo que es sistema y lo que es Zhang?». El externismo activo 85 mente que existe el riesgo de avería, pérdida o mal funcionamiento, o que podría producirse un desaco- plamiento de vez en cuando: el cerebro biológico está expuesto a un riesgo similar, y a veces pierde capa- cidades temporalmente durante episodios de sueño, ebriedad y emoción. Si las capacidades relevantes se hallan generalmente presentes cuando se las necesita, el acoplamiento es suficiente. Más aún, puede que de hecho el cerebro biológico haya evolucionado y madurado de tal manera que la presencia fiable de un entorno externo manipulable sea un componente más. Ciertamente, la evolución parece haber favorecido la existencia de capacidades internas especialmente dirigidas a servirse del entor- no local para reducir la carga memorística, e incluso para transformar la naturaleza misma de los proble- mas computacionales. Nuestros sistemas visuales han evolucionado para servirse del entorno de distintas maneras: por ejemplo, hacen uso de hechos contin- gentes acerca de la estructura de los paisajes natu- rales (Ullman y Richards 1984), y se aprovechan de los atajos computacionales que la locomoción y el movimiento corporal permiten (Blake y Yuille 1992). Quizás haya otros ejemplos en los que es evolutiva- mente beneficioso servirse de la posibilidad de que el brainstorming 86 La mente extendida entorno forme parte del bucle cognitivo. En ese caso, el acoplamiento externo es parte del paquete verda- deramente básico de recursos cognitivos del que ha- cemos uso en el mundo. Otro ejemplo podría ser el lenguaje, que pare- ce ser un medio fundamental por el que los proce- sos cognitivos se extienden al mundo. Considérese un grupo de gente haciendo en torno a una mesa, o un filósofo que cuando mejor piensa es al escribir, desarrollando sus ideas sobre la marcha. Quizás el lenguaje haya evolucionado, en parte, para permitir esas extensiones de nuestros recursos cogni- tivos en sistemas acoplados de manera activa. También durante la vida de un organismo, el aprendizaje individual puede haber moldeado el cere- bro para que dependa de extensiones cognitivas exis- tentes en el entorno durante el aprendizaje. Nueva- mente, el lenguaje es un ejemplo fundamental, así como los distintos artefactos físicos y computacio- nales que los niños usan de manera rutinaria en la escuela como extensiones cognitivas, igual que los aprendices de distintos oficios. En tales casos, el ce- rebro se desarrolla de tal modo que complementa las estructuras externas, y aprende a desempeñar su pa- pel como parte de un sistema unificado y estrecha- El externismo activo 87 mente acoplado. Cuando reconocemos el papel cru- cial del entorno a la hora de constreñir la evolución y el desarrollo de la cognición, vemos que la cogni- ción extendida es un proceso cognitivo central, no una añadidura. Una analogía puede resultar útil. La extraordina- ria eficacia del pez como ingenio nadador depende en parte, según parece, de una capacidad evolutiva para acoplar su conducta natatoria a las reservas de energía cinética externa que hay en los giros, remo- linos y vórtices de su entorno acuático (véase Trian- tafyllou y Triantafyllou 1995). Entre los vórtices se incluyen tanto los que ocurren naturalmente (por ejemplo, cuando el agua rompe contra una roca) co- mo los que son autoinducidos (por el oportuno mo- vimiento de la cola). El pez nada al incorporar pro- cesos externos como estos al núcleo mismo de sus rutinas locomotrices. Conjuntamente, el pez y los vórtices de su entorno constituyen una máquina na- tatoria unificada y muy eficiente. Considérese ahora un aspecto fiable del entorno humano, el mar de palabras. El entorno lingüístico nos rodea desde la cuna. En esas condiciones, el plás- tico cerebro humano seguramente acabará tratando esas estructuras como un recurso fiable que contri- mente procesamiento 88 La mente extendida buye a moldear rutinas cognitivas internas. Mientras que el pez mueve la cola para crear los remolinos y vórtices de los que se aprovecha a continuación, no- sotros intervenimos en múltiples medios lingüísticos, creando estructuras y cambios en el entorno cuya presencia fiable guía procesos internos ya en marcha. Así, las palabras y los símbolos externos tienen una importancia crucial entre los vórtices cognitivos que ayudan a constituir el pensamiento humano. 4. De la cognición a la mente Hasta ahora hemos hablado principalmente del «procesamiento cognitivo», y hemos defendido su extensión al entorno. Habrá quien piense que la con- clusión se ha obtenido con demasiada facilidad. Pue- de haber que tenga lugar en el entorno, ¿pero qué hay de la ? Todo lo dicho hasta ahora es compatible con que los verdaderos estados menta- les (experiencias, creencias, deseos, emociones y de- más) estén todos ellos determinados por estados del cerebro. Quizás lo verdaderamente mental es interno, después de todo. Proponemos dar un paso más. Aunque algunos estados mentales, como las experiencias, puedan es- tar determinados internamente, hay otros casos en efectiva creencias De la cognición a la mente 89 los que los factores externos contribuyen de mane- ra significativa. En concreto, vamos a defender que las pueden estar constituidas en parte por características del entorno, cuando esas caracterís- ticas desempeñan el papel adecuado en la ejecución de procesos cognitivos. En ese caso, la mente se ex- tiende al mundo. Considérese,en primer lugar, un caso normal de una creencia retenida en la memoria. Inga oye por una amiga que hay una exposición en el Museo de Arte Moderno, y decide ir a verla. Tras pensarlo un momento, recuerda que el museo está en la calle 53, por lo que camina hasta la calle 53 y entra en el mu- seo. Parece claro que Inga cree que el museo está en la calle 53, y que lo creía antes incluso de consultar su memoria. Previamente no era una creencia , pe- ro tampoco lo son la mayoría de nuestras creencias. La creencia se hallaba de algún modo en la memoria, estaba disponible allí. Considérese ahora a Otto. Otto padece la enfer- medad de Alzheimer, y al igual que muchos otros enfermos de Alzheimer se apoya en información del entorno que le ayuda a estructurar su vida. Así, don- dequiera que va Otto lleva consigo un bloc de notas. Cuando aprende información nueva, la apunta en el 90 La mente extendida bloc. Cuando necesita información antigua, la bus- ca en el bloc. El bloc de notas de Otto desempeña el papel reservado normalmente a la memoria bio- lógica. Un día, Otto se entera de la exposición en el Museo de Arte Moderno y decide ir a verla. Con- sulta su bloc de notas, que dice que el museo está en la calle 53, por lo que camina hasta la calle 53 y entra en el museo. Está claro que Otto caminó hasta la calle 53 por- que quería ir al museo y creía que el museo estaba en la calle 53. Y del mismo modo que Inga tenía la creencia antes incluso de consultar su memoria, pa- rece razonable decir que Otto creía que el museo es- taba en la calle 53 antes incluso de consultar su bloc de notas. Es así porque en los sentidos relevantes los ejemplos son completamene análogos: el bloc de no- tas desempeña para Otto el mismo papel que la me- moria desempeña para Inga. La información conte- nida en el bloc de notas funciona exactamente como la información que constituye una creencia ordinaria no-efectiva. Lo único que pasa es que aquella infor- mación se halla más allá de la piel. La alternativa es decir que Otto no tiene creencia alguna sobre la cuestión hasta que consulta su bloc de notas; como mucho, lo que cree es que el museo De la cognición a la mente 91 se halla situado en la dirección escrita en el bloc. Pe- ro si seguimos a Otto durante un rato, veremos qué artificial es esta forma de hablar. Otto usa constante- mente su bloc sin pensárselo. El bloc es fundamental para su actuación en todo tipo de contexto, del mis- mo modo que un recuerdo ordinario es fundamental en una vida ordinaria. La misma información puede aparecer una y otra vez, y quizás ser modificada par- cialmente a veces, antes de ser retirada a algún rin- cón de la memoria artificial. Decir que las creencias desaparecen cuando se guarda el bloc de notas pare- ce tan equivocado como decir que las creencias de Inga desaparecen cuando deja de ser consciente de ellas. En los dos casos, la información está presente de manera fiable cuando se necesita, a disposición de la conciencia y lista para guiar la conducta, justo lo que se espera de una creencia. Ciertamente, en tanto en cuanto las creencias y los deseos se caracterizan por sus roles explicativos, los casos de Otto e Inga parecen ir a la par: la diná- mica causal básica de cada caso refleja fielmente lo que sucede en el otro. Nos resulta satisfactoria una explicación de la acción de Inga en virtud de su de- seo efectivo de ir al museo más su creencia latente de que el museo está en la calle 53, y una explicación sos demasiados pa- 92 La mente extendida semejante de la acción de Otto debería satisfacernos igualmente. La alternativa sería explicar la acción de Otto en virtud de su deseo efectivo de ir al museo, la creencia latente de que el museo está situado donde dice el bloc de notas, más el hecho accesible de que el bloc dice que el museo está en la calle 53; pero esto complica la explicación innecesariamente. Si hemos de recurrir a esta explicación de la acción de Otto, entonces debemos hacer lo mismo en cada una de las incontables acciones en las que interviene el bloc de notas; en cada explicación habrá un elemento ex- tra que incluye al bloc de notas. A nuestro entender, explicar las cosas de este modo es dar . Resulta ociosamente complejo, del mismo modo que sería ociosamente complejo explicar la acción de Inga en virtud de creencias acerca de su memoria. El bloc de notas es una constante para Otto, igual que la memoria es una constante para Inga; recurrir a ello en cada explicación en virtud de creencias y deseos sería redundante. En una explicación, la simplicidad es poder. Si estamos en lo cierto, podemos incluso diseñar el ejemplo de Otto Gemelo, que es exactamente co- mo Otto excepto que hace un rato anotó errónea- mente en su bloc de notas que el Museo de Arte Mo- De la cognición a la mente 93 derno estaba en la calle 51. Ahora, Otto Gemelo es un duplicado físico de Otto de la piel hacia adentro, pero su bloc de notas es distinto. En consecuencia, habría que decir que Otto Gemelo cree que el museo está en la calle 51, mientras que Otto cree que está en la calle 53. En estos ejemplos, la creencia simplemen- te no está en la cabeza. Esto es un reflejo de la conclusión de Putnam y Burge, pero nuevamente hay importantes diferencias. En los ejemplos de Putnam y Burge, las característi- cas externas que constituyen las diferencias de creen- cia son distantes e históricas, de tal manera que los gemelos de estos ejemplos producen conductas físi- camente indistinguibles. En los ejemplos que descri- bimos nosotros, las características externas relevantes desempeñan un papel activo aquí y ahora, y tienen un impacto directo sobre la conducta. Mientras que Otto camina a la calle 53, Otto Gemelo camina a la calle 51. Ni siquiera se plantea la irrelevancia expli- cativa de este tipo de contenido externo de la creen- cia; se introduce precisamente por el rol explicativo fundamental que desempeña. Como en los ejemplos de Putnam y Burge, en nuestros ejemplos hay dife- rencias en cuanto a la referencia y las condiciones de debería cognición epistémico subjuntivo 94 La mente extendida verdad, pero también hay diferencias en cuanto a la dinámica de la .5 La moraleja es que cuando se trata de una creen- cia, la piel y el cráneo no son sagrados. Lo que ha- ce que determinada información cuente como una creencia es el rol que desempeña, y no hay razón por la que el rol relevante se desempeñe solo desde den- tro del cuerpo. Habrá quien se resista a esta conclusión. Quizás alguien se plante y se oponga diciendo que según su uso del término «creencia», o quizás incluso según el uso estándar, Otto simplemente no reúne los re- quisitos para creer que el museo está en la calle 53. No es nuestra intención debatir cuál es el uso están- dar; la cuestión más general que nos interesa es que la noción de creencia usarse de tal modo que Otto sí reúna los requisitos para tener la creencia pertinente. En todos los aspectos importantes, el ejem- 5 Según la terminología usada por Chalmers en «The components of content», los gemelos de los ejemplos de Putnam y Burge se dife- rencian solo en cuanto a su contenido , pero Otto y su geme- lo pueden verse como distintos en cuanto a su contenido , que es el tipo de contenido que controla la cognición. En términos gene- rales, el contenido epistémico es interno a un sistema cognitivo, solo que en este ejemplo el sistema cognitivo se halla extendido de hecho hasta incluir el bloc de notas. fiable primitiva únicamente De la cognición a la mente 95 plo de Otto es similar a un caso estándar de creencia (no-efectiva). Las diferencias entre el caso de Otto y el de Inga son llamativas, pero superficiales. Al usar la noción de «creencia» de un modo másamplio, aque- lla refiere a algo más parecido a una clase natural. La noción se vuelve más profunda y más unitaria, y es más útil en una explicación. Para que la oposición tenga fuerza, quien se re- sista ha de mostrar que los casos de Otto e Inga di- fieren en algún aspecto importante y relevante. ¿Pe- ro en qué sentido profundo difieren? Basarlo todo en que en un caso la información está en la cabeza, mientras que en el otro no, sería pedir la cuestión. Si hay aquí una diferencia relevante para es- tablecer una diferencia de creencia, está claro que la relevancia no es . Para justificar un trato dis- tinto, se ha de encontrar alguna diferencia subyacente más básica entre ambos casos. Podría sugerirse que la diferencia relevante entre ambos casos es que el acceso de Inga a la información es más . Después de todo, cualquiera puede qui- tarle a Otto su bloc de notas en cualquier momento, mientras que la memoria de Inga se halla más a sal- vo. No es implausible que la constancia sea relevante: efectivamente, el hecho de que Otto siempre usa su de hecho 96 La mente extendida bloc de notas ha jugado algún papel en nuestra jus- tificación de su estatus cognitivo. Si Otto consultara una guía una única vez, sería mucho menos probable que le adscribiéramos una creencia latente. Pero en el ejemplo original, el acceso de Otto a su bloc de no- tas es muy fiable; por supuesto, no es perfectamen- te fiable, pero tampoco lo es el acceso de Inga a su memoria. Un cirujano podría manipular su cerebro, o en una situación más mundana, quizás Inga beba demasiado. La mera posibilidad de la manipulación no es suficiente para negarle la creencia. Podría plantearse que el acceso de Otto a su bloc de notas viene y va. Por ejemplo, se ducha sin el bloc y no puede leerlo cuando no hay luz. Sin embargo, su creencia no puede ir y venir con tanta facilidad. Podríamos evitar este problema ofreciendo una redescripción de la situación, pero de todos mo- dos una desconexión temporal de vez en cuando no es una amenaza para nuestra tesis. Después de todo, cuando Inga duerme, o cuando está ebria, no deci- mos que su creencia desaparezca. Lo que realmente cuenta es que la información esté a disposición del sujeto cuando la necesita, y este requisito se satisface por igual en los dos casos. Si a menudo el bloc de no- tas no estuviera a disposición de Otto en los momen- mejor De la cognición a la mente 97 tos en que la información que contiene le resultaría útil, podríamos tener un problema, puesto que la in- formación no podría desempeñar el papel de guía de la conducta que es fundamental para la creencia; pe- ro si está a su fácil disposición en la mayoría de las situaciones relevantes, la creencia no corre peligro. Quizás una diferencia es que Inga tiene ac- ceso a la información que Otto. Probablemente, el vínculo entre los procesos «centrales» de Inga y su memoria es de banda relativamente ancha, en compa- ración con la conexión de nivel bajo entre Otto y su bloc de notas. Pero esto por sí solo no implica la di- ferencia entre creer y no creer. Considérese el caso de Lucy, la amiga con quien Inga va al museo, cuya me- moria biológica está conectada a sus sistemas centra- les solo mediante un vínculo de nivel bajo, debido a una biología anormal y a desgracias pasadas. Quizás el procesamiento sea menos eficiente en Lucy, pero mientras la información relevante esté accesible, no hay duda de que Lucy cree que el museo está en la ca- lle 53. Si la conexión fuera demasiado indirecta —si Lucy tuviera que esforzarse mucho para obtener la información, con resultados variables, o si necesitara de la ayuda de un psicoterapeuta—, vacilaríamos a la hora de adscribirle la creencia, pero estos casos no cepción per- 98 La mente extendida se parecen a la situación de Otto, donde el acceso a la información es fácil. Otra sugerencia podría ser que el acceso de Otto a la información relevante procede solo de la , mientras que el acceso de Inga es más direc- to, quizás por introspección. Sin embargo, presentar las cosas de este modo es, en algún sentido, pedir la cuestión. Después de todo, de hecho estamos promo- viendo una manera de ver las cosas según la cual los procesos internos de Otto y su bloc de notas consti- tuyen un único sistema cognitivo. Desde el punto de vista de este sistema, el flujo de información entre el bloc de notas y el cerebro no es en absoluto percep- tivo; no se trata del impacto de algo desde fuera del sistema. Es más parecido al flujo de información en el cerebro. El único sentido interesante en que el ac- ceso es perceptivo es que en el caso de Otto hay una distintiva fenomenología perceptiva asociada con la recuperación de la información, mientras que en el caso de Inga no es así. Pero ¿por qué habría de in- fluir la naturaleza de una fenomenología asociada en el estatus de una creencia? El recuerdo de Inga podría tener asociada una fenomenología, pero sigue siendo una creencia. Vale que la fenomenología no es visual. Pero como caso de fenomenología visual, considére- superficiales De la cognición a la mente 99 se a Terminator en la película homónima de Arnold Schwarzenegger. Cuando recuerda alguna informa- ción, esta aparece «desplegada» ante él en su campo visual (se supone que Terminator es consciente de la información, ya que son frecuentes los fotogramas que muestran su punto de vista). Seguramente el he- cho de que la recuperación de los recuerdos latentes tenga lugar de este modo poco corriente no afecta a su estatus de creencias latentes. Estas pequeñas y variadas diferencias entre los ca- sos de Otto e Inga son todas diferencias . Fijarse en ellas sería pasar por alto que para Otto, las anotaciones en su bloc desempeñan exactamente el tipo de rol desempeñado por las creencias a la hora de guiar la vida de la mayoría de la gente. Quizás la intuición de que la de Otto no es una verdadera creencia procede de la sensación residual según la cual las únicas creencias verdaderas son creencias efectivas. Si nos tomamos esto en serio, ha- brá que excluir también la creencia de Inga, así como muchas creencias que se atribuyen a diario. Se trataría de una postura radical, pero podría ser la manera más consistente de rechazar la creencia de Otto. Incluso con una postura ligeramente menos radical —por ejemplo, la tesis según la cual una creencia ha de es- disponible Cien años de soledad 100 La mente extendida tar a la conciencia—, una anotación en el bloc de Otto parece reunir los requisitos exactamente igual que el recuerdo de Inga. Una vez se ha abierto la puerta a las creencias disposicionales, resulta difícil resistirse a la conclusión de que el bloc de notas de Otto tiene todas las disposiciones relevantes. 5. Más allá de los límites externos Si se acepta la tesis defendida aquí, ¿hasta dónde deberíamos llegar? Enseguida surge toda una hueste de casos problemáticos. ¿Qué pasa con los lugare- ños amnésicos de , que olvidan los nombres de todo y cuelgan etiquetas por todas par- tes? ¿Es la información de mi agenda parte de mi me- moria? Si se ha manipulado el bloc de notas de Otto, ¿cree Otto la información que se acaba de introdu- cir? ¿Creo yo los contenidos de la página que tengo delante antes de leerla? ¿Se halla mi estado cognitivo extendido de algún modo por Internet? No pensamos que haya respuestas categóricas a todas estas preguntas y no vamos a darlas. Pero con el fin de ayudar a entender cómo funciona la ads- cripción de creencias extendidas, podemos examinar al menos qué características de nuestro ejemplo prin- cipal hacen que la noción se aplique tan claramente Más allá de los límites externos 101 ahí. Primero, el bloc de notas es una constante en la vida de Otto: en lassituaciones en las que la infor- mación contenida en el bloc sea relevante, raramente procederá a actuar sin consultarlo. Segundo, la infor- mación contenida en el bloc está disponible de forma directa y sin dificultad. Tercero, una vez que Otto ac- cede a la información del bloc, la suscribe inmediata- mente. Cuarto, la información contenida en el bloc ha sido suscrita conscientemente en algún momen- to anterior, y de hecho está ahí como consecuencia de ello.6 Es debatible que esta cuarta característica constituya un criterio de la creencia (quizás puedan adquirirse creencias mediante percepción subliminal o a través de la manipulación de recuerdos), pero no hay duda de que las tres primeras características des- empeñan un papel crucial. En la medida en que, al ser cada vez más exóticos, los casos problemáticos carecen de estas caracterís- ticas, se pierde gradualmente la aplicabilidad de la 6 Los criterios de constancia y suscripción anterior podrían su- gerir que el pasado es en parte constitutivo de la creencia. Podría res- ponderse a esto quitando todo componente histórico (por ejemplo, haciendo una lectura puramente disposicional del criterio de constan- cia y eliminando el criterio de suscripción anterior), o podría mante- nerse ese componente siempre y cuando el peso principal resida en ca- racterísticas del presente. 102 La mente extendida noción de «creencia». Si raramente procedo a actuar sin consultar mi agenda, por ejemplo, su estatus en mi sistema cognitivo se parecerá al del bloc de no- tas de Otto. Pero si a menudo actúo sin consultar- la (por ejemplo, si a veces respondo a determinadas preguntas con un «No sé»), entonces la información contenida en ella no reúne los requisitos para formar parte clara de mi sistema de creencias. Probablemen- te, Internet no satisfará bastantes requisitos, a no ser que yo tenga una dependencia poco común de los or- denadores, esté versado en la tecnología, y confíe en ella, pero la información contenida en algunos de los archivos de mi ordenador podría satisfacerlos. En los casos intermedios, la cuestión acerca de si una creen- cia se halla presente puede estar indeterminada, o la pregunta podría depender de los distintos criterios que entran en juego en los numerosos contextos en los que se puede formular la pregunta. Pero cual- quier indeterminación que haya aquí no implica que la respuesta no esté clara en los casos paradigmáticos. ¿Y qué decir acerca de la cognición extendida so- cialmente? ¿Podrían mis estados mentales estar cons- tituidos en parte por los estados de otros sujetos pensantes? No vemos que, en principio, haya razón alguna para negarlo. En una pareja con una interde- New York Times The Más allá de los límites externos 103 pendencia poco común, es plenamente posible que las creencias de uno de ellos desempeñen el mismo tipo de papel para el otro que el desempeñado por el bloc de notas en Otto.7 Lo fundamental es un alto grado de confianza, dependencia y accesibilidad. Es- tos criterios no se satisfarán tan claramente en otras relaciones sociales, aunque podrían satisfacerse sin embargo en ámbitos específicos. Por ejemplo, el ca- marero de mi restaurante favorito podría funcionar como depósito de creencias acerca de mis platos fa- voritos (esto podría construirse incluso como un ca- so de deseo extendido). En otros ejemplos, las creen- cias de alguien podrían tomar cuerpo en las de su ayudante, su contable o su colaborador.8 7 Considérese el siguiente texto, sacado de un artículo sobre John Wooden, antiguo entrenador de baloncesto de ucla, publicado en , 30 de marzo de 1995, p. b7: «Wooden y su mujer asis- tieron a treinta y seis finales seguidas, e invariablemente ella era su uni- dad de memoria. A Nell Wooden casi nunca se le olvidaba un nombre, mientras que su marido apenas recordaba alguno, y en los pasillos del estadio ella reconocía a la gente por él». 8 ¿Permitiría este tipo de razonamiento algo parecido a las creen- cias extendidas sobre la «artritis» del ejemplo de Burge? Después de todo, siempre podría delegar en mi médico a la hora de tomar medidas respecto a mi enfermedad. Quizás sea así, pero existen claras diferen- cias. Por ejemplo, cualquier creencia extendida descansaría sobre una relación activa ya existente con el médico, en vez de sobre una relación histórica con una comunidad lingüística. Y según el análisis defendi- 104 La mente extendida En cada uno de estos ejemplos, el peso mayor del acoplamiento entre agentes depende del lenguaje. Sin lenguaje, podríamos parecernos mucho más a mentes cartesianas «internas» y separadas, en las que la cog- nición de alto nivel descansa principalmente sobre recursos internos. Pero la llegada del lenguaje nos ha permitido extender este peso por el mundo. Visto de esta manera, el lenguaje no es un reflejo de nuestros estados internos, sino un complemento suyo. Sirve como una herramienta cuya función es extender la cognición en maneras en que los dispositivos inter- nos no pueden hacerlo. De hecho, quizás la explosión intelectual de la última etapa de la evolución se deba tanto a la extensión de la cognición que el lenguaje ha hecho posible como a cualquier desarrollo inde- pendiente de nuestros recursos cognitivos internos. Y finalmente, ¿qué decir del yo? ¿Implica la mente extendida un yo extendido? Parece que sí. La mayo- ría de nosotros ya acepta que el yo supera los límites de la conciencia; mis creencias disposicionales, por ejemplo, constituyen en algún profundo sentido una do aquí, al delegar en el médico se tendería a obtener la creencia ver- dadera de que tengo otra enfermedad distinta en el muslo, en vez de la creencia falsa de que lo que tengo es artritis. Por otra parte, si usara a los médicos únicamente como expertos terminológicos, se obtendrían los mismos resultados que en el análisis de Burge. mismo Más allá de los límites externos 105 parte de lo que soy. En ese caso, esos límites podrían también extenderse más allá de la piel. La informa- ción contenida en el bloc de notas de Otto, por ejem- plo, es una parte fundamental de su identidad como agente cognitivo. Lo que esto significa es que habría que tratar al Otto como un sistema extendido, un acoplamiento de organismo biológico más recur- sos externos. Para evitar esta conclusión de manera consistente, tendríamos que contraer el yo a un mero racimo de estados efectivos, amenazando seriamen- te su profunda continuidad psicológica. Sería mu- cho mejor aceptar la concepción más amplia, y ver a los agentes mismos como extendidos por el mundo. Como sucede con cualquier nueva concepción de nosotros mismos, esta tendrá consecuencias signifi- cativas. Además de las consecuencias obvias para las concepciones filosóficas de la mente y para la meto- dología de la investigación en ciencia cognitiva, ten- drá efectos también en los ámbitos social y moral. Por ejemplo, puede haber casos en los que causar da- ño al entorno de alguien tenga el mismo significado moral que causar daño a la persona. Y si esta nueva concepción se toma en serio, algunas formas de acti- vidad social podrían concebirse mucho menos como comunicación y acción, y mucho más como pensa- readings Active vision Microcognition Midwest studies in philosophy, 106 La mente extendida miento. En cualquier caso, una vez derrotada la he- gemonía de la piel y el cráneo, podríamos ser capaces de vernos a nosotros mismos como auténticas cria- turas del mundo. Bibliografía Beer, R. (1989). Intelligence as adaptive behavior. New Blake, A. y A. Yuille (eds.) (1992). . Cam- bridge, ma: mit Press. Burge, T. (1979). «Individualism and the mental», vol. 4, pp. 73-122. Chalmers, D. J. (2002). «The components of con- tent», en Philosophy of mind: classicaland contemporary pp. 608-633. Clark, A. (1989). . mit Press. Haugeland, J. (1995). «Mind embodied and em- bedded», en Y. Houng y J. Ho (eds.), Mind and cognition. Taipei: Academia Sinica. Hutchins, E. (1995). Cognition in the wild. Cambridge, Kirsh, D. (1995). «The intelligent use of space», Ar- tificial intelligence, vol. 73, pp. 31-68. York: Academic Press. . New York, Oxford University Press Inc., ma: mit Press. Cognitive science China mountain zhang Scientific american Existential cognition Plans and situated actions The sciences of the artificial ge Language, mind, and knowled- ach to the development of cognition and action Bibliografía 107 Kirsh, D. y P. Maglio (1994). «On distinguishing epistemic from pragmatic action», , vol. 18, pp. 513-549. McClamrock, R. (1995). . Chicago: University of Chicago Press. McClelland, J. L., D. E. Rumelhart y G. E. Hin- ton (1986). «The appeal of parallel distributed processing», en McClelland y Rumelhart (eds.), Parallel distributed processing, vol. 2. Cambridge, ma: McHugh, M. (1992). . New York: Tom Doherty Associates. Putnam, H. (1975). «The meaning of “meaning”», en K. Gunderson (ed.), . Minneapolis: University of Minnesota Press. Simon, H. (1981). . mit Press. Suchman, L. (1987). . Cambrid- ge, uk: Cambridge University Press. Thelen, E. y L. Smith (1994). A dynamic systems appro- Triantafyllou, M. y G. Triantafyllou (1995). «An efficient swimming machine», , vol. 272 (3), pp. 64-70. Ullman, S. y W. Richards (1984). Image understanding. mit Press. . Norwood, nj: Ablex. bodied mind 108 La mente extendida Varela, F., E. Thompson y E. Rosch (1991). . Cambridge, ma: mit Press. Wilson, R. (1994). «Wide computationalism», vol. 103, pp. 351-72. Mind, The em- Manifiesto Ciborg Identidades fracturadas Unidad 4 2020.pdf Caliban y la bruja Introducción
Compartir