Logo Studenta

Brig_Gral_JUAN_MANUEL_DE_ROSAS_ASPECTOS_POCO_CONOCIDOS_DE_SU_VIDA

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1 
 
 
Brig. Gral. JUAN MANUEL DE ROSAS 
 (ASPECTOS POCO CONOCIDOS DE SU VIDA Y SU FAMILIA) 
(Gonzalo V. Montoro Gil. - Mayo 2018) 
 
 
 
ESCUDO DE ARMAS DE LOS ORTIZ DE ROZAS 
Sumario: Palabras Preliminares del Prof.Antonio Caponnetto-I-Introducción- II.- 
Rosas y Personajes vistos desde la historia- III.- La batalla de Caseros IV.- 
Consecuencias de la derrota en Caseros- „antirrosismo‟ de algunos familiares 
supérstites y antiguos federales V.- Vida De Rosas en el exilio- VI- El Caserón de 
Palermo de San Benito- VII- „Arrepentimientos‟ tardíos de sus enemigos- VIII.- El 
trato recibido por Juan Manuel de Rosas en Inglaterra – IX.-La importancia de las 
mujeres en la vida de Rosas- X.- Repatriación de sus restos y reivindicación 
histórica- XI.-Inauguración del monumento en su Palermo- XII-Documentación 
encontrada en la actualidad- lugar donde se encuentra XIII- Poesía: “Y la historia 
juzgó” (G.V.M.G.) 1977- XIV- Árbol genealógico materno del autor- XV.- Apéndice 
Fotográfico -XVI.-Índice Bibliográfico-.- 
 
 
2 
 
 
PALABRAS PRELIMINARES 
 
El autor de este libro tan peculiar, cuenta con varias ventajas para haberlo escrito. 
En rigor, son dones o atributos más que prerrogativas. Pero dones a los que ha 
sabido dar buen cauce, fructuoso desarrollo y mejor fruto. 
El primero de ellos es la fiel familiaridad con Don Juan Manuel de Rosas. No se 
trata solamente de una legítima cuestión genealógica y de una probada 
descendencia directa del Restaurador. Su parentesco es más fuerte que el que le 
señala su linaje, sencillamente porque ha descifrado la genuina valía política del 
héroe y le mantiene admirativa lealtad. 
Rosas está en la sangre de Gonzalo V.Montoro Gil; pero además está en su 
espíritu. Porque aprendió a descubrir, a rescatar y a asumir como herencia lo 
mejor del personaje y de su obra. Y no son muchos los que están en condiciones 
de entender que lo mejor aquí mencionado es, precisamente, lo que lo aleja y 
distingue al prócer de toda comparación indebida con personajes posteriores de 
nuestro desdichado devenir institucional. 
Este desciframiento de la identidad verdadera del hombre investigado, se nos 
hace hoy de una singular importancia, en medio de tantísimas falsificaciones 
perpetradas a diestra y a siniestra. Rescatar al arquetipo de la masa es misión de 
señores. Limpiarlo de las afrentas, ya en forma de tales o de presuntos 
encomios,es además, misión de testigos. 
El segundo don,consecuencia en parte del precedente, es que su condición de hijo 
de chozno de Don Juan Manuel, le ha permitido moverse con soltura en un 
universo casi siempre vedado al común de los historiadores: ciertos documentos 
de primerísima mano y un frondoso cuanto sugestivo anecdotario doméstico. 
Diríamos que el libro se hace fuerte en estos dos acotados ámbitos. Pues por lo 
demás, el mismo autor declara y constata que ha tomado sus informaciones o sus 
criterios de la conocida bibliografía a la que remite. 
No tiene la obra en tal sentido pretensiones de originalidad libresca, y el grueso de 
las noticias aportadas son sabidas por los especialistas. Pero tienen sí, ese sabor 
único de los papeles caseros presentados en público, y hasta de las charlas de 
sobremesa propias de un hogar con lejanas raíces en la patria vieja. El grueso 
apéndice de ilustraciones variadas comprobará esta amable característica que le 
adjudicamos. 
El tercer don es casi una paradoja. El autor no pertenece –para su gloria- a los 
autoproclamados profesionales de la historiografía, ni tampoco a esa camada 
deshonrosa de neo-revisionistas, que tomaron por asalto el rosismo para ponerlo 
al servicio de las peores causas partidocráticas e ideológicas. Se mueve sin 
“oficio”, pero con la intuición de un narrador y la lógica de un hombre engalanado 
por el sentido común. Ojalá los infatuados profesionales que medran de los 
cargos académicos oficiales y oficiosos, tuvieran o recuperaran este decantado 
olfato hacia el pretérito que esplende aquí con absoluta naturalidad. 
3 
 
La soltura de su relato es la propia de un cronista, de un recopilador, de un 
antologista y aún la de un viajero del pasado. Cuenta lo que ha leído y le parece 
oportuno compartir. Lo que ha escuchado en su ambiente familiar y juzga 
pertinente comunicarnos; y sobre todo, lo que ha podido discernir y evaluar con 
criterio propio, tras años de dedicación al tema. 
El resultado de esta conjunción de dones es una obra que cumple con las 
expectativas de su título: Rosas: aspectos poco conocidos de su vida y de su 
familia. 
Y en verdad es así. Porque aunque el grado de “pocos conocidos” de estos 
aspectos puede variar según la consagración del lector a la labor investigativa 
sobre el hombre y su tiempo abordados en estas páginas, no dudamos en afirmar 
que, en su conjunto, lo que aquí se ha seleccionado para presentar al público en 
general, es un repertorio de detalles, minucias, asociaciones, inferencias y 
confidencias que nos dejan gratamente asombrados. 
No creo, con sinceridad, que aún a los mejores estudiosos de Rosas, les pueda 
resultar enteramente conocidos estos aspectos poco conocidos. Como no creo 
que, tras dicho conocimiento, pueda resultarles indiferente lo revelado en orden a 
mejorar la calidad o el detallismo de próximas o eventuales obras. 
Hay otro par de dones del autor, y no quisiéramos callarlos, porque la omisión de 
lo necesario suele ser pecaminosa. 
Tienen sus juicios una rara equidad. Si hay que señalar aspectos amargos o 
pequeñeces morales, se señalan. Así los blancos u objetos de tales objeciones y 
reproches sean antepasados directos o personajes de mundano brillo. 
Paralelamente, si hay que destacar y subrayar gestos en los que irradian la virtud 
y el decoro, se asume la conducta apologética sin desmesuras. Si no fuera un 
lugar común –o un tópico trillado y peligroso- diríamos que el Rosas que se deja 
entrever tras este ejercicio de la equidad es un Rosas humano. 
No en lo que el anunciado tópico implica de abajamiento del Singular o de 
homologación con los sujetos vulgares y corrientes. No; nada de eso. El Rosas 
humano que brota de la equidad de nuestro autor, lo es por el concurso que se 
deja ver en él de los dolores sabiamente ofrecidos, de las renuncias resignadas, 
de las tristezas recurrentes, de los júbilos inclaudicables, de los rencores 
indisimulados, de las predilecciones teñidas de argentina pasión, de los amores 
preñados de penas y de las penas iluminadas de amor. 
El Rosas humano, no es –como dicen los sofistas- el que ha sido despojado del 
bronce. Es el que mereció y merece la estatua, el mármol, el lienzo o el broncíneo 
túmulo, justamente porque su humanidad es sinónimo de excelencia. Aristocracia 
es la palabra: no busquemos otra. 
Junto a la equidad, Gonzalo V. Montoro Gil, nos regala el recuerdo de una frase 
de Chesterton, que retrata su propia conducta ante el pasado y también ante el 
presente o el porvenir que Dios nos depare. Dice el inmenso inglés: “El verdadero 
soldado no lucha porque odie lo que hay frente a él sino por amor a lo que tiene 
detrás”. Si algo se necesitaba para inteligir en plenitud nuestro nacionalismo, he 
aquí la cifra. 
4 
 
Siguen escarbando con malicia unos, o con taimada retórica otros, sobre las 
razones por las cuales Don Juan Manuel fue a dar con sus huesos a Inglaterra, 
tras el drama de Caseros. Como queriendo decirse con la sentencia, que es lo 
mismo que Mikael se fuera de viaje de placer por el Averno. La Gran Bretaña en la 
que el héroe halló refugio, respeto, reposo y pobreza postrera, no era una nación 
con la cual debía él conservar o alimentar un litigio que ya ha había librado 
victoriosamente. Más bien fue esa victoria en desigual reyerta lo que le garantizó 
su días de ostracismo. A la otra, a la Albión belicosa y siniestra, ya le había 
mostrado sus puños y sus cadenas. Ningún examen de patriotismo tenía que 
aprobar. 
Por eso es tan oportuna la frase de Chesterton. Porque, por un lado,completa la 
descripción veraz de Rosas, que se ha venido enhebrando. Mas por otro lado, 
enseña el modo más cristiano de ser un patriota: no odiando el patriotismo del 
prójimo, mientras sea virtuoso y aunque esté frente al mío. Sino amando, como el 
soldado del aforismo, “lo que tiene detrás”. Y aquí también –como en el caso de la 
aristocracia- hay una sola palabra adecuada: Tradición. 
Le agradecemos a Gonzalo V.Montoro Gil este libro ágil, vivaz, oportuno, 
didáctico. Lo instamos a que siga recogiendo aspectos desconocidos de nuestra 
historia. Porque curiosamente será el mejor modo de conocerla. Y conociéndola 
mejor, mejor podremos por ende servir a La Argentina, que es un deber 
irrenunciable y es, además, un mandato. 
 
 Antonio Caponnetto 
 Ciudad de la Santísima Trinidad, 2018, en Mayo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
I.-INTRODUCCIÓN 
 
A modo de presentación quisiera manifestar que para realizar este trabajo he 
consultado diversas fuentes documentales, formales e informales, a fin de conocer 
y compartir aspectos poco tratados o inexplorados de la vida diaria de Don Juan 
Manuel de Rosas, sus familiares, sus amigos y enemigos a partir de la batalla de 
Caseros, así como también las actitudes que tuvieron para con él sus 
compatriotas coetáneos. Me he basado en distintos libros y materiales de autores 
diversos y, como descendiente directo, apelé a otros elementos extraídos de la 
tradición oral: aquellos relatos transmitidos de generación en generación dentro de 
nuestro grupo familiar. He complementado la investigación con fotos, algunas 
pertenecientes a la familia, propias o cedidas con generoso desinterés, inéditas y 
por lo tanto desconocidas para el público en general. 
A lo largo del presente ensayo se verán documentos escritos por los 
protagonistas, pero si bien no deben dejar de tenerse presentes sus palabras y 
declaraciones, las hemos considerado valiosas si los hechos suscriben lo 
manifestado. 
Esto es así pues es común que las personas afirmen una cosa, pero luego no 
actúen u obren en consecuencia. Lo que realmente importa son los hechos. Las 
acciones son las que en definitiva nos dirán si lo dicho o declarado es 
efectivamente de esa manera. En otros términos, si determinadas declaraciones –
públicas o privadas- no son refrendadas por los hechos, deberemos quedarnos 
con éstos, ya que son los que finalmente nos dirán la verdad acerca del tema en 
cuestión. Los hechos públicos y privados de las personas nos darán un hilo 
conductor acerca de su vida y nos permitirán conocer su verdadero modo de 
pensar, más allá de lo que pudieran haber expresado en cualquier carta o 
declamación y más allá de lo que se haya dicho sobre ellos. 
Si lo declarado por los protagonistas en sus memorias o cartas coinciden con sus 
hechos, tanto mejor, pues demostrará una coherencia entre ambos aspectos. 
Por una cuestión de orden, se acompaña al final un APENDICE FOTOGRÁFICO 
(con referencia numérica y las citas de las fuentes, cuando éstas son conocidas), 
compuesto por las fotos a las cuales remite el texto en varias oportunidades y un 
ÍNDICE BIBLIOGRÁFICO 
Este trabajo, además de citas bibliográficas y elementos escritos u orales traídos 
al tiempo actual por la familia, es el resultado de la lectura de ciertas y precisas 
obras. Entre ellas, la de la escritora Reyna Carranza “Una Sombra en el Jardín de 
Rosas”, en la que podemos encontrar aspectos psicológicos de ciertos personajes 
y la vida de J. Bautista Ortiz de Rozas en Brasil. Se destaca también a la 
enjundiosa obra de Roberto D. Müller “Noticias de Burgess Farm”, que bucea en la 
vida de J.M. en el exilio y sus relaciones personales con parientes y políticos del 
momento. 
Todo este material cierra un cuadro bastante coincidente en cuanto a la figura de 
J.M. en el exilio, más allá de algunos detalles que puedan diferir. Esto se explica 
teniendo en cuenta que la interpretación de alguno de los hechos relatados puede 
ser distinta según la visión de cada uno, o bien debido a las humanas 
6 
 
contradicciones de los propios actores, quienes, con el paso del tiempo, a veces 
cambian ciertas concepciones o enfoques de hechos pasados... 
Quiero agradecer la inestimable y desinteresada colaboración tanto en los aportes 
de datos y documentación familiar e histórica (fotos, manuscritos, transmisión en 
forma oral de hechos o situaciones por conocimiento directo de las personas 
involucradas, etc.), como así para la corrección de este trabajo, de: 
Dr.José María Soaje Pinto 
Dr.Andrés Rivas Molina 
Heraldista y Genealogista Esther Rodríguez Ortiz de Rozas de Soaje Pinto 
Prof.Susana Martínez Mendiberry 
Dr.Miguel Espeche Gil 
Lic.María Cristina Perez Cid (correctora del trabajo cuyo profundo conocimiento 
de la gramática castellana ha sido de ayuda invalorable) 
 
 
 
 
 
7 
 
II.-ROSAS Y PERSONAJES VISTOS DESDE LA HISTORIA 
 
En una apretada síntesis intentaremos, por un lado, revelar algunos de los 
aspectos menos conocidos de la biografía de Rosas, como los detalles domésticos 
o la relación con su familia y con antiguos federales, y, por otro lado, entender el 
“antirrosismo” de algunos de sus descendientes. 
La idea es encarar este estudio partiendo de los tiempos previos a la batalla de 
Caseros para luego analizar las consecuencias históricas y familiares que ésta 
tuvo en la vida del Restaurador de las Leyes, en algunos descendientes y figuras 
políticas de la época, pero interpretando los hechos y las personas desde la 
historia; esto es, conceptualizándose la idea del mundo y de la sociedad que se 
tenía en aquellos tiempos y desde allí entender los comportamientos humanos de 
ese entonces, sus aciertos, sus intenciones, la valoración ética de sus conductas. 
Si solo estudiáramos o juzgásemos a las personas desde el siglo XXI, difícil sería 
entender por qué sucedieron –o no – ciertos hechos, sus causas, sus 
motivaciones. 
* 
Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio nació el 30 de 
marzo de 1793 en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata. Su casa 
estaba situada en la calle que en ese entonces se denominaba Santa Lucía (hoy – 
y no en forma casual- llamada Sarmiento Nro.645, entre San Martín y Florida,) 
(Ver Foto 1) 
Fue luego su domicilio la casa materna de los Ezcurra que se encontraba en la 
esquina sudoeste de Bolívar y Moreno (Ver Foto 2). En ese solar actualmente 
está el llamado Palacio Raggio. (Ver Foto 3). En 1838, luego del fallecimiento de 
Encarnación Ezcurra a los 34 años, a causa de un paro cardiorrespiratorio (se 
cree que sufría de alta presión), se mudó al Caserón de Palermo. La residencia 
era una mezcla de estilo hispánico y criollo, a la vez. (Ver Foto 4) 
El tipo de alimentación a la que acostumbraba J.M. era frugal: le gustaba el asado, 
el puchero, el locro. Comía mucho dulce (de zapallo o de batata) y tomaba un 
poco de vino diluido en agua. No almorzaba regularmente; cuando estaba en el 
campo, comería algo mientras hacía las tareas rurales junto a la peonada con la 
que se sentía a gusto y a la que entendía su idiosincrasia por estar tanto tiempo 
en su compañía. 
J.M. nunca quiso posar para una foto que por aquellos tiempos era una novedad 
(el daguerrotipo), ni siquiera cuando vivía en Inglaterra pues lo consideraba 
despectivamente como „una cosa de gringos‟. 
El 16 de marzo de 1813, se casó con Encarnación Ezcurra con quien tuvo tres 
hijos biológicos: Juan Bautista Pedro, María y Manuela, y uno adoptado: Pedro 
Pablo Rosas y Belgrano, producto de la relación entre Manuel Belgrano y María 
Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación, esposa de J.M 
Juan Bautista Pedro nació el 29 de junio de 1814 y murió el 3 de julio de 1870. 
María, la segunda hija de Rosas, nació el 26 de marzo de 1816 y murió a las 
pocas horas. 
https://es.wikipedia.org/wiki/30_de_marzo
https://es.wikipedia.org/wiki/30_de_marzo
https://es.wikipedia.org/wiki/1793
https://es.wikipedia.org/wiki/Buenos_Aireshttps://es.wikipedia.org/wiki/Virreinato_del_R%C3%ADo_de_la_Plata
8 
 
Manuela nació el 24 de mayo de 1817 y falleció el 17 de septiembre de 1898. 
Lo que pocos saben es que Pedro tuvo una activísima participación como 
diplomático actuando como mediador entre Rosas y las distintas tribus aborígenes 
tejiendo muy bien las alianzas entre ambos sectores. Fue la mano derecha y 
hombre de confianza de J.M. 
Además, colaboraba con J.M. en el manejo de sus estancias, administrándolas 
con mucha capacidad y sapiencia. 
Pedro, Luego de la derrota en Caseros, no sufrió persecuciones y ejerció distintas 
funciones en distintos gobiernos. Fue Juez y brillante soldado. Fluctuó entre 
guerrear en las filas de los unitarios contra Hilario Lagos, antiguo amigo de él, y 
pelear en las huestes de los federales de Urquiza en la batalla de Pavón. 
Prosiguiendo con J.M. podemos decir que fue un devoto hijo y en las fechas de 
fallecimiento de sus padres hacía colectas para sus almas, como lo atestiguan un 
documento de 1845 y otro de 1846. (Ver Foto 5) 
 
 
9 
 
III.- LA BATALLA DE CASEROS 
 
Al referirnos a Caseros debemos primero hacer una aclaración: 
No fue simplemente una guerra civil entre Federales y Unitarios, como se 
enseñaba y aún se enseña en las escuelas. Fue mucho más que eso. 
Esclarezcamos las cosas porque de otro modo se esconde la realidad, 
sojuzgándose no solo la soberanía territorial sino también la verdad histórica: fue 
una guerra entre la Argentina y el Imperio del Brasil que quiso cobrarse venganza 
por la derrota de Ituzaingó en 1827, que finalmente logró. 
Bajo la excusa burda de que Rosas no le daba a la Confederación una 
Constitución y así el país no podía „organizarse‟ se pronunció Urquiza contra su 
propio gobierno. 
Un pequeño detalle nos revela la farsa de tal invocación: que se sepa y hasta el 
día de hoy, Gran Bretaña NO TIENE CONSTITUCIÓN y nadie puede alegar que 
no esté sumamente organizada convergiendo una serie de naciones en su interior: 
Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. 
Pero la razón era otra y mucho más prosaica: Urquiza era un hombre de enorme 
fortuna personal producto, entre otras cosas, por la exportación clandestina de oro 
desde aduanas escondidas en Entre Ríos. 
Rosas prohibió la exportación del oro, lo que le trajo a Urquiza pérdidas 
económicas por la imposibilidad legal de la utilización del puerto de Entre Ríos a 
tales fines. 
Además, no debemos olvidar que Urquiza comenzó a envidar la popularidad de 
Rosas, no solo en el país, no solo en América toda, sino también en Europa 
(llamado „el Gran Americano‟). Algo que su ego, su vanidad y delirios de grandeza 
no pudieron soportar. 
Esto fue tenido en cuenta por los franceses e ingleses que a través de los 
brasileños vieron la oportunidad de introducir una cuña e intentar desmembrar a la 
Confederación en varias republiquetas. Y los brasileños, a su vez, lograr la 
independencia del Paraguay, quedarse con las Misiones Orientales, el Uruguay y 
la navegabilidad libre de los ríos interiores. Y además, que Corrientes y Entre Ríos 
se separaran de la misma, para formar un nuevo „Estado-Tapón‟ 
Brasil, históricamente, con su política sempiternamente expansionista, sea en la 
época de Vuelta de Obligado, como en Caseros o cuanta oportunidad tuvo intentó 
desmembrar a la Confederación Argentina sin respetar nunca la línea que 
demarcaba las tierras hispanas de las lusitanas impuestas por el Papa Alejandro 
VI en 1493 y por el Tratado de Tordesillas en 1494. 
Por supuesto, todo esto con el acicate de los Unitarios que con tal de la toma del 
poder, no escatimaron en su conducta traicionera para con el gobierno legítimo de 
su país, lo que no fue óbice para que el propio Sarmiento convertido poco después 
de Caseros en acérrimo enemigo del entrerriano, le escribirá desde Chile el 13-10-
52 : "Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado (del Brasil) referir la 
irritante escena y los comentarios: ¡Sí, los millones con que hemos tenido que 
10 
 
comprarlo (a Urquiza) para derrocar a Rosas! Todavía, después de entrar en 
Buenos Aires, quería que le diese cien mil duros mensuales". 
Pedro Calmón escribió en su „Historia de la Civilización Brasileña‟ (1937) que en 
1849 el Imperio auxilió directamente a los sitiados en Uruguay buscando apoyo del 
Gral. Urquiza. Tres años antes de la Batalla de Caseros, Urquiza ya complotaba 
contra el gobierno de su país. 
Y pensar que Cipriano José de Urquiza,-el hermano del Gral.Urquiza – en la 
oportunidad Gobernador provisorio de Entre Ríos, fue asesinado por los Unitarios 
del 26 de Enero de 1844 en Nogoyá. Ni tal hecho familiar hizo que Urquiza dejare 
de intrigar y traicionar a su país. 
Brasil además de sus propias tropas, contó con la ayuda de los ejércitos de 
Paraguay, Uruguay –luego de la defección de Oribe-, y milicias correntinas y 
entrerrianas al mando de Urquiza. Podemos colegir fácilmente por la 
documentación y la actitud de Urquiza, que éste sólo fue un peón, el caballo de 
Troya, el títere de los brasileños, mas allá de sus propios intereses mezquinos. 
La unión de los brasileños, entrerrianos, correntinos, paraguayos, uruguayos y 
mercenarios de países europeos sumaban – en números redondos y según 
conteo de diversos autores- alrededor de 29.000 hombres: los brasileños eran 
alrededor de 16.000 soldados profesionales, hombres perfectamente 
pertrechados. Mercenarios alemanes alrededor de 3.000. Mercenarios italianos 
alrededor de1.500. Los uruguayos, aproximadamente 2.000. El ejército de Urquiza 
–correntinos y entrerrianos- constituía el resto (una minoría en la alianza), milicias 
armadas y pertrechadas por los brasileños. 
La mayoría de los soldados Confederados que sitiaban a Montevideo y fueron 
tomados prisioneros en la derrota de Oribe, fueron obligados a pelear, ahora, del 
lado de Urquiza bajo pena de ser fusilados: 4.500 porteños y 1.700 orientales.. 
Cabe señalar que italianos también los hubo del lado de la Confederación 
Argentina, provenientes de las distintas sociedades italianas que había en la 
misma, que participaron en calidad de voluntarios. 
Rosas reunió a 22.000 soldados, todos argentinos pero no muy bien entrenados y 
demasiado jóvenes o de edad avanzada. 
El Marqués de Caxias, jefe de las tropas brasileñas en Caseros, informa al 
ministro de guerra Souza de Melo: “La 1º División, formando parte del ejército 
aliado que marchó sobre Bs.As., hizo prodigios de valor recuperando el honor de 
las armas brasileras perdido el 20 de febrero de 1827” .(Haciendo referencia a la 
batalla de Ituzaingó, victoriosa para las tropas argentinas) 
No es de extrañar entonces que, a pesar de que la derrota de Rosas fue el 3 de 
febrero, el ingreso triunfal de las tropas de la alianza internacional se haya 
producido recién el 20 de febrero (día y mes del triunfo de las armas argentinas en 
Ituzaingó). Sin duda se trató de una imposición de los brasileños que Urquiza 
acató. 
A Urquiza no le gustó que la tropa brasileña entrara a Buenos Aires y menos el día 
20 de febrero, por temor a que ello produjera irritación en la población, pero quedó 
claro que quien mandaba, y fue la cabeza de la alianza, era el Imperio brasileño: 
http://www.lagazeta.com.ar/ituzaingo.htm
11 
 
El Marqués le contestó firmemente: “La victoria de esta campaña es una 
victoria del Brasil y la división Imperial entrará en Buenos Aires con todas las 
honras que le son debidas lo encuentre conveniente V.E., o no”. Urquiza tuvo 
que hocicar y guardó silencio humillado. 
De paso, el Imperio le recuerda dos cosas: la deuda económica que tiene ahora el 
nuevo gobierno argentino por haber sido financiado por el Brasil y las concesiones 
territoriales que Argentina debía hacer por el apoyo recibido. 
El traidor y, a su vez, traicionado Urquiza se muestra furioso y responde que es 
Brasil el que le debe a él, pues “Rosas hubiera terminado con el Emperador y 
hasta con la unidad brasileña si no fuera por mi”...También…“Si yo hubiera 
quedado junto a Rosas, no habría a estas horas Emperador”. Mayor confesión de 
traición a su patria difícil encontrar en la historia 
Urquiza siempre especuló y se inclinaba en sus decisiones según „soplara el 
viento‟, negando con sus hechos cuanto decía en palabras. Todo esto motivado 
por cuestiones económicas o por su sueño de ser el Jefe Supremo o bien de la 
Confederación –ya que sentía envidia por Rosas- o de alguna republiqueta 
mesopotámica independiente, cuya conformación iba a ser Paraguay, Corrientes, 
Entre Ríos y el Uruguay. 
- En el tratado de Alcaráz intenta separarse con Corrientes y Paraguay (Rosas le 
hizo dar marcha atrás) 
- En 1847, en plena agresión anglo-francesa-unitaria trataba con el enemigo para 
separar la Mesopotamia. 
- En Caseros se dio vuelta y pasó al bando enemigo con todo el ejército de la 
Confederación, cobrando mucho dinero por ello gracias al Brasil. 
- En la década de 1850 “jugaba” a aliarse con el Mariscal Francisco Solano López 
de Paraguay contra Mitre y transaba a escondidas con Brasil e Inglaterra, 
vendiéndole caballada a Brasil para, posteriormente, ir a cobrarle a Mitre y los 
británicos su traición. 
- En Pavón luego de vencer en el campo de batalla, inesperadamente desapareció 
y se recluyó en su Palacio San José dejando que la dupla Mitre-Sarmiento 
oprimiera a las provincias y masacrara a todos los federales (militares o no, y 
hasta a pobres gauchos). 
- Le prometía al Chacho Peñaloza que se "pronunciaría" a su favor, y "lo dejó solo" 
para que lo mataran. 
- Lo mismo hizo con Felipe Varela: “Debemos tener absoluta confianza en el señor 
general Mitre – le escribía al Chacho – Sus intenciones son leales: lo creo capaz 
de afianzar las instituciones nacionales en todo su vigor sobre las bases del orden 
y la fraternidad” (Urquiza a Varela. San José. 21 de noviembre de 1863. AGNA. 
Arch. Urquiza, leg. 77. AGM. “Proceso...” t. II. p.122). 
Nadie mejor que nuestro José Hernández para definirlo en pocas palabras 
“Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe 
Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia 
tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La 
reacción del partido debía por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como 
http://www.lagazeta.com.ar/rosasnohamuerto.htm
12 
 
era el justo castigo del jefe traidor.” (José Hernández, en carta a Ricardo López 
Jordán, fechada en Buenos Aires, el 7 de octubre de 1870.) 
¡Y pensar que hoy grandes monumentos, barrios y calles honran a Urquiza, lo que 
demuestra palmariamente, fácticamente, que a la fecha –año 2018- no hemos 
vuelto a ser una nación soberana! 
En la historia, los imperios siempre se han apoyado en infieles de las naciones 
que han atacado. Buscan, hasta encontrar, aquella alma débil, ambiciosa en lo 
personal, a quien cebar con títulos y honores. Lo consiguieron con Urquiza, la 
espada principal de la Confederación. 
A su comportamiento renegado, se suman la del Gral. Garzón, otrora jefe del 
Estado Mayor de Oribe, quien, sin pudor, lo abandona y se pliega a las órdenes de 
Urquiza y la por lo menos sospechosa deserción del Gral. Pacheco, principal 
General que tenía Rosas, días antes de la batalla de Caseros, 
El Paraguay y, años después Urquiza junto a otros perjuros a su país, se 
arrepintieron-supuestamente- de su alianza con Brasil y Uruguay pues éstos se 
volvieron en su contra en la guerra de la Triple Alianza. Pero ya era tarde. 
La batalla contra la Confederación comenzó en mayo de 1851 con el 
pronunciamiento del principal Jefe Militar de la Confederación, Urquiza, alzándose 
contra su propio gobierno central. Tuvo su final el día 3 de febrero de 1852 en la 
Batalla de Caseros. Allí la Argentina fue derrotada por el Brasil y sus aliados en 
una batalla que no duró mucho. A las 3 de la tarde estaba todo terminado. 
Desde ese momento nuestra Nación nunca más volvió a ser soberana, condición 
que perdura hasta hoy día. Lo que explica -y mucho- la causa de nuestra actual y 
perenne decadencia como nación. 
La derrota de la Argentina se dio por una serie de hechos que convergieron para 
que así sucediera: 
1) El ejército de la Confederación fue manejado y guiado durante años por su 
jefe, J. J. de Urquiza, razón por la cual, el día de la batalla estaban muy 
disciplinados y excelentemente equipados. Por su parte, Rosas quedó 
prácticamente sin su primer general y su mejor ejército. 
 
J.M. contaba con el Gral. Hilario Lagos, el Gral. Jerónimo Costa, el Gral. 
Lucio Mansilla, los coroneles Vicente González y Santa Coloma, y los 
Generales de pensamiento político unitario Martiniano Chilavert y Pedro 
José Díaz. Desde el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado 
de J.M. tenían un pensamiento unitario, por lo menos al comienzo del 
gobierno de Rosas, como J. R. Balcarce y Tomás Guido. 
 
También confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María 
de Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, 
intrigante y si bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y 
viendo el cariz que tomaban los hechos históricos, se acercó a J.M. al 
comienzo de su mandato. Éste, conociendo su capacidad pero también su 
perfil oblicuo, de alguna manera se lo „sacó de encima‟ físicamente y lo 
13 
 
envió como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se 
repite todavía en estos tiempos. 
 
El caso de Tomás Guido tiene una particularidad: fue mandatario de 
Rivadavia, luego de Dorrego, después fue Ministro del gobierno unitario de 
J. Lavalle, posteriormente colaboró con Viamonte y terminó siendo durante 
años funcionario de primer orden de J.M y la Confederación. 
 
Esto demuestra que no era tan esquemáticamente una guerra entre 
Federales y Unitarios, sino que se trataba de una guerra entre Argentina, y 
Brasil y sus aliados de adentro –muchos unitarios y otros federales tentados 
por cargos y honores- y de afuera del país. 
 
Un dato para tener en cuenta es que, como ya se mencionó, tanto 
Chilavert, quien luchó valientemente en la Vuelta de Obligado y en Caseros, 
como el Gral. Facundo Quiroga, se declaraban unitarios en cuanto a sus 
creencias sobre el modo de constituir el país. (Quiroga era primo de 
Domingo Faustino Sarmiento cuyo apellido completo era Quiroga 
Sarmiento). 
 
Chilavert le dijo a J.M. que, si bien él era unitario, no concebía que fuerzas 
extranjeras quisieran sojuzgarnos y tampoco admitía la traición de Urquiza 
al aliarse a los brasileños. 
 
Quiroga, reconoció que era unitario, pero como el pueblo creía que la mejor 
forma de gobierno era la Federal, él dejaba de lado sus ideas personales y 
apoyaba la voluntad del pueblo. 
 
Todo esto no hace más que mostrar diáfanamente lo que expresamos 
anteriormente: la batalla de Caseros fue una guerra entre la Argentina y 
el Brasil, -fogoneada por Ingleses y Franceses tras bambalinas- 
ayudado por nativos perjuros y mercenarios extranjeros alemanes e 
italianos. 
 
Digamos también que los hechos llevaron a Rosas a profesar finalmente su 
federalismo. En principio al igual que José de San Martín, Rosas se 
declaraba equidistante de las dos pasiones que devoraban a los argentinos. 
 
Era un pragmático y veía más allá de lo que muchos de sus coetáneos lo 
hacían. En 1832 en una carta a Facundo Quiroga le expresaba: “…siendo 
federal por íntimo convencimiento, me subordinaría a ser Unitario si el voto 
de los pueblos fuese por la unidad”. (Según Roberti, Miguel Ángel 
(2007. «Juan Manuel de Rosas». Historia para Todos. Consultado el 13 de 
septiembre de 2012). 
 
Poquísimo antes de la batalla renunció el Gral. Ángel Pacheco, el mejor 
militar que tenía Rosas. Las razones fueron poco claras y había 
sospechas fundadas de un acuerdo con Urquiza a cambio de asegurársele 
http://www.historiaparatodos.com.ar/ROSAS%20TXT.html
14 
 
el respeto a sus propiedades y bienes, y en un futuro, la concesiónde algún 
cargo político. 
 
Aparentemente Urquiza, aguijoneando la miserabilidad de Pacheco, le 
habría prometido el gobierno de la Provincia. de Bs.As. (ver testimonio del 
Sr. Cabrera, Juez de Paz, quien había oído en una reunión un año antes de 
la batalla de Caseros, que se había brindado para que Urquiza lograse 
invadir a Buenos Aires y derrotase a Rosas y que el Gral. Pacheco había 
participado de ese brindis -citado por Saldías). 
 
La actitud demostrada por Pacheco dio la razón a quienes así pensaban. 
Abandonó su puesto un par de días antes de la batalla y se recluyó en su 
casa. Ya en los meses anteriores a la batalla de Caseros no dejó de hacer 
cuanto movimiento militar fuera necesario para perjudicar al gobierno 
nacional. ¡Qué distinta la actitud de Chilavert que dio su vida por defender a 
su nación disparando hasta su último cartucho! 
 
Tal deslealtad se la enrostró el Gral. Hilario Lagos al propio Pacheco en una 
carta del 27 de diciembre de 1845. 
 
La sospecha defección de Pacheco le fue advertida a Rosas por sus 
oficiales, pero éste no lo creyó posible y por lo tanto no tomó medida 
alguna. Esto nos advierte ciertamente de un error de estrategia militar y 
política del noble J.M. 
 
En cambio, algunos otros historiadores han expresado que Rosas siempre 
supo de la doble conducta de Urquiza, pero necesitaba tenerlo a él y a su 
ejército a su lado creyendo que iba a poder „manejarlo‟ y controlar sus 
acciones. 
 
El 26 de mayo de 1851 Southern le envía una carta a Palmerston donde 
hace una descripción puntillosa de la personalidad fluctuante de Urquiza 
donde fulmina su capacidad de gobernante diciendo que solo le importa el 
dinero. 
“Buenos Aires 26 de mayo de 1851 
Vizconde Palmerston G.C.B. Mi Señor. Ciertas cosas en la mente de 
Urquiza, su vanidad desordenada, su estupenda ignorancia, su ciega 
ambición, lo han arrojado últimamente en las manos de algunos 
aventureros revolucionarios, que lo han convencido de que él está 
destinado a ser el reorganizador de la Confederación y el Regenerador de 
Sud América”. 
 
A su vez, J. Pandá Cologeras, en su libro “Formaçao Historica Do Brasil” 
citado por Rosa J.M. Hist. Arg. t. VII, p.117 dice: 
“…No había en Urquiza la pasta de un hombre de estado; no pasaba de un 
condotiero...Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a 
todos. …Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la 
fortuna un amor inmoderado; el general Osorio le conocía el lado flaco” 
15 
 
 
La actitud de Pacheco fue la misma que posteriormente tomó Urquiza luego 
de la batalla de Pavón, al entregar la Nación a Mitre, transformando en 
derrota lo que había sido una victoria en el campo de batalla. Todo a 
cambio del respeto a su vida y sus bienes en Entre Ríos, masonería de por 
medio, por supuesto. 
 
2) Del lado del ejército “rosista” se habían podido reclutar sólo soldados 
porteños que huyeron prontamente a poco de comenzar la batalla al verse 
desbordados, salvo el batallón Palermo al mando de Chilavert. Los 
soldados del interior no llegaron a tiempo para apoyar materialmente su 
jurada fidelidad al Gral. Rosas. 
 
Las tropas federales fieles a Rosas que habían sitiado durante 7 años 
seguidos la ciudad de Montevideo, al defeccionar Oribe fueron reclutadas 
por Urquiza para pelear contra la Confederación. Cuando se dieron cuenta 
de esta maniobra, huyeron en masa a Buenos Aires a ponerse a las 
órdenes de Rosas. Estaban agotados, envejecidos, sin uniformes y 
hambreados, de modo que poco pudieron hacer. Cuando fue derrotado 
Rosas, fueron masacrados, fusilados y degollados, en una carnicería 
inenarrable, así lo mencionan todos los historiadores. Durante días sus 
cabezas „adornaban‟ los caminos que iban al Caserón de Palermo. 
 
3) Se le ocultó a Rosas el real poder y fuerza militar con la que contaba. El 
secretario confidencial que copiaba sus notas y despachos tenía un hijo que 
estaba en connivencia con Urquiza. Por su intermedio, este empleado 
durante mucho tiempo le envió copias a Urquiza anticipándole sus planes 
militares. 
 
4) Rosas, excelente gobernante, con una inteligencia superior a la media, gran 
estratega político, con altísima capacidad diplomática, defensor 
inconmovible de la soberanía de la nación, ya en los tiempos de la batalla 
de Caseros como militar tenía sus bemoles y el cansancio de tantos años 
de lucha no jugó papel menor. 
 
Tantos años de gobernar al país, con guerras intestinas interminables, 
teniendo una actividad política que lo obligaba a un permanente 
sedentarismo, lo perjudicaron en este último encuentro contra el imperio del 
Brasil y sus socios externos e internos. Y decimos socios „externos‟ pues al 
Brasil, Uruguay, Paraguay se le sumaban las permanentes intrigas de 
Inglaterra y Francia. ¡Una verdadera coalición mundial! 
 
Rosas tal vez haya equivocado su accionar. A pesar de que sus generales 
le habían aconsejado pelear en las cercanías de Buenos Aires, en su 
entrada, para dar tiempo a que las huestes aborígenes leales del sur de la 
provincia llegaran para defenderlo y los ejércitos de los gobiernos del 
interior, optó por dar pelea inmediatamente en Caseros y Morón. 
 
16 
 
No sabemos las razones por las cuales Rosas tuvo la actitud de desoír los 
consejos de sus generales. Si fue por exceso de confianza en su ejército; 
por no creer que los brasileños y los soldados correntinos y entrerrianos se 
animasen finalmente a atacar a la Confederación; por creer en algún 
designio del cielo; por el cansancio de tantos años de guerras para 
defender nuestra tierra y volver todo a un punto muerto o por un conjunto 
de todo esto. 
Debemos considerar que Rosas comenzó su actividad política muy 
temprano, apartándolo ésta de sus intereses rurales. Las organizaciones 
municipales lo buscaban para ordenar la vida de los pueblos 
permanentemente en anarquía o caos. 
Así fue elegido alcalde por el Partido de San Vicente en 1820, cargo que no 
aceptó. Este hecho es bastante ignorado en los libros, sobre todo teniendo 
en cuenta que, curiosamente su primer Alcalde había sido José de San 
Martín. 
No sabemos ni existe documentación que pueda justificar o comprender la 
decisión de Rosas de no tomar las medidas de defensa correctas cuando 
se le había advertido, de la „renuncia‟ (sic) o traición del Gral. Pacheco y de 
los avances de los brasileños y Urquiza sin oponérseles resistencia. 
Cuando tomó conciencia de todo ello, fue demasiado tarde. Rosas pudo 
oponer a la falta de organización militar la arenga, su propia persona en el 
campo de batalla o su alta capacidad política, pero eso ya no fue suficiente. 
Carlos Ibarguren interpreta ese cansancio de Rosas de lidiar durante años y 
años contra las fuerzas antiargentinas de adentro y de afuera con el hecho 
de que las adhesiones personales y las que tenía en el interior iban 
menguando con el paso de los años. 
En el mismo sentido Vicente Sierra hace notar que J.M. en las cartas a 
Felipe Arana por el año 1848, advertía que el mundo avanzaba 
inexorablemente a políticas y gobiernos liberales y aunque ello redundara 
en perjuicio para la nación, poco se podía hacer ya que el apoyo por parte 
de las clases altas menguaba debido a que se estaban aburguesando y por 
lo tanto se cansaban de las eternas luchas que perjudicaban sus negocios. 
 Esto se sumaba al hecho de que las clases populares que, si bien seguían 
apoyando a Rosas, también deseaban finalmente una sociedad más 
tranquila, y creían, ingenuamente, que con Urquiza podía volver a 
establecerse una sociedad sin más guerras. 
Por supuesto que viendo cómo se sucedieron los hechos en los años 
siguientes, fue un error y el pueblo todo sufrió las consecuencias de su 
visión equivocada de un futuro que se presentaba pacífico e idílico. 
La batalla se conoce como de „Caseros‟ pues allí estaban apostadas las huestes 
brasileñas. El grueso de los soldados de Urquiza estaba en Morón, perocomo los 
que comandaban eran los brasileños y fueron en definitiva quienes escribieron 
esta historia, ellos le dieron el nombre de batalla de „Caseros‟. 
17 
 
Podemos decir que los soldados de Urquiza, a regañadientes pelearon bajo sus 
órdenes pues tenían como aliados a los brasileños. Aquellos mismos contra los 
cuales pelearon durante años, por esta razón se sentían consternados, incómodos 
y sin ánimo de pelear contra Rosas, en definitiva, contra el gobierno legítimo de su 
país. 
El pueblo de la Provincia de Corrientes, el de la Provincia de Buenos Aires y la 
propia ciudad, no recibieron precisamente de buena manera a Urquiza y sus 
tropas: lo sabían desleal, ¡pero…qué podían hacer! .... Su silencio y el cierre de 
las ventanas de sus casas fueron el modo en que manifestaron su disgusto. 
Un dato de color: en Paraná cuando las tropas correntinas y entrerrianas 
comenzaron a marchar hacia Buenos Aires, en silencio, adustos, sin demasiado 
convencimiento de lo que estaban haciendo, se oyó una sola voz entre ellos que 
gritó „¡¡Muera Rosas!!l‟ que no encontró eco en los demás soldados. Era la voz de 
Evaristo Carriego (abuelo del futuro escritor del mismo nombre). Paradójicamente, 
con el tiempo fue otro „arrepentido‟, ya que luego de la batalla de Pavón, se 
convirtió en acérrimo enemigo de Justo José de Urquiza. 
Según mencionamos precedentemente, entre las tropas invasoras se encontraban 
muchos mercenarios alemanes, e italianos partidarios del asesino Garibaldi. En 
1864, éste estuvo en Inglaterra, en Southampton, y fue recibido como huésped de 
honor por parte de las autoridades inglesas, tratado como una eminencia ante la 
ovación de la muchedumbre. En esa oportunidad quiso visitar a Rosas para 
conocerlo personalmente, pero J.M. no se le acercó ni intentó hablarle. En otras 
palabras, „le dio la espalda‟. Como debía ser. 
Con la derrota a manos de Brasil y sus aliados (Paraguay, Uruguay, Entre Ríos, 
Corrientes, más personajes como Salvador María del Carril, Agüero, Varela, etc), 
la Argentina perdió las Misiones Orientales que pasaron a territorio brasileño; la 
soberanía de los ríos interiores Uruguay y Paraná que habían sido sostenidos y 
acordados luego de la guerra contra Francia e Inglaterra en 1845 y los territorios 
del Paraguay y el Uruguay por los que habían luchado Artigas, Lavalleja y Oribe 
durante tantos años. Este Uruguay también perdió parte de su territorio a manos 
del Brasil por medio de un tratado compulsivo. 
Alberdi, “el arrepentido” (sic), muchos años después, fue uno de los propulsores 
jurídicos más importantes para lograr la libertad de la navegación de los ríos 
interiores para todos los países del mundo. Esto se vio reflejado en la 
Constitución liberal de 1853, hija putativa de la derrota de Caseros por la alianza 
extranjera. El mismo Alberdi que requería imperativamente “que la Argentina 
pidiera y se llenara de préstamos en el extranjero, que empeñáramos nuestras 
rentas y bienes nacionales para empresas que harán prosperar al país” („Bases…‟ 
en Obras Selectas, T.X, pág.86) 
La mayoría de los oficiales de la Confederación, luego de la batalla y 
absolutamente derrotado Rosas y en retirada todo su ejército, se pasaron a las 
órdenes de Urquiza (Arana, Lahitte, Baldomero García, Nicolás Anchorena y el 
Gral.Guido).. Esto fue informado por el diplomático inglés Gore a sus superiores 
en una carta enviada días posteriores al 3 de febrero. 
Con el tiempo y a fin de atraer a los antiguos federales para pelear contra Mitre y 
los unitarios que lo habían manipulado para alzarse contra el gobierno legal de 
18 
 
Rosas, Urquiza nombra a antiguos “rosistas” para asumir cargos públicos (mucho 
de los citados en párrafos anteriores). 
Se conocen los detalles de la ida de J.M. a Inglaterra, pero debemos considerar 
que junto a él y su familia fueron exiliados el Gral. Jerónimo Costa, el Gral. 
Pascual Echague (por poco tiempo) y el General Lucio N. Mansilla, héroe de la 
independencia y de las guerras contra los ingleses en Vuelta de Obligado. Estaba 
casado en segundas nupcias con Agustina Ortiz de Rozas, de 15 años en ese 
momento, y la más bella de las hermanas de J.M. Fueron padres ambos del 
también conocido militar y escritor Lucio V. Mansilla. 
Echague se instaló en España (Cádiz, Madrid) recuperando su status-quo y bienes 
al volver a los dos años a Buenos Aires. 
Lucio N. Mansilla, hombre inteligente y con luces no solo militares sino políticas y 
sociales, en el año 1834 siendo Jefe de la Policía de la ciudad creó y reglamentó 
el Instituto de „Serenos‟ que dio inicio a las luminarias de las calles de Buenos 
Aires, y estuvo vigente durante muchos años hasta entrado el siglo XX. Este 
sistema fue luego copiado en Brasil y Uruguay 
Mansilla, a diferencia de J.M. se fue a vivir a París, Francia, visitaba 
frecuentemente a la Corte de Napoleón III quien lo tuvo en alta estima y le 
brindaba un trato privilegiado. Trataba con consideración a Mansilla y a Rosas –a 
quien ofreció ir a vivir a Francia- a pesar de que éstos habían sido enemigos de su 
Imperio, por entender que habían defendido su patria como él lo hubiera hecho si 
algún extranjero hubiera querido invadir Francia y abatir su independencia. Años 
más tarde, Mansilla regresó a Buenos Aires donde murió en 1871. 
 
 
19 
 
IV.- CONSECUENCIAS DE LA DERROTA EN CASEROS- „ANTIRROSISMO‟ DE 
ALGUNOS FAMILIARES SUPÉRSTITES y ANTIGUOS FEDERALES 
 
Sabemos que por cuidar „su piel‟ y por cuestiones materiales, como se ha 
mencionado anteriormente, muchos que eran declarados „rosistas‟ y juraron 
defender la patria, traicionaron hasta sus propios dichos sólo días antes de 
comenzar la batalla de Caseros. 
Podemos decir que en Inglaterra J.M. era un hombre ensimismado y dolido por la 
actitud de aquellos en quienes más confiaba y por quienes fue traicionado. 
Aquellos que silenciaron su nombre, lo ignoraron a él o ignoraron lo que había 
hecho por ellos y por la Nación. 
Estaba sorprendido por el proceder de sus supuestos adeptos y sufría mucho más 
por los federales que lo habían abandonado (Gral. Ángel Pacheco, Felipe 
Elortondo, Rufino de Elizalde, Pastor Obligado, Saturnino Segurola, Pedro 
José Agrelo, etc) que por los propios unitarios de los que ya conocía sus 
pensamientos y acciones. 
Hubo antiguos federales que se habían beneficiado durante la gestión de Rosas, y 
luego de su derrota, no sólo le negaron ayuda, sino que hasta lo crucificaron con 
silencios, y lo denostaron en aras de mantener sus vidas y sus bienes. Entre ellos 
el canónigo Miguel García y Saturnino Segurola quienes no vacilaron en 
„cambiar de bando‟ apenas el triunfo de Urquiza. 
Fue traicionado por muchos de los federales de buena posición social y 
económica, comenzando por el Gral. Ángel Pacheco, como ya comentamos 
anteriormente. 
Debemos tener en cuenta el contexto histórico. Reconozcamos que era difícil ser 
federal en esos tiempos tan turbulentos, luego de la Batalla de Caseros. Había 
que tener un carácter fuerte y sólido en los ideales para aguantar el embate 
„social‟ del unitarismo triunfante, con peligro de caer en desgracia y el riesgo cierto 
de ser ejecutado sin demora. 
Pero bueno…como vemos, Judas los hubo siempre 
También sus familiares, principalmente los Anchorena, quienes, si bien crecieron 
económicamente en la época de Juan Manuel, y eran sus primos segundos, 
fueron los únicos que nunca se desempeñaron como funcionarios ni tuvieron 
cargos políticos durante todo el período que Rosas estuvo en el poder. El mismo 
día que cayó Rosas, le dieron la espalda para unirse a Urquiza a cambio de no 
perder sus posesiones y bienes (tal vez también sus vidas). Algo que aún es 
frecuente en nuestra tierra en estos días. 
A ellos J. M. se refería con estas palabras: "¡Esos Anchorena! Y muy 
especialmente el tal don Nicolás. ¡Qué hombre tan malo, tan impío, tan hipócrita y 
tan bajo, tan asqueroso e inmundo!". Queda bien clara la opinión que tenía sobre 
algunos de susparientes que se apartaron luego de Caseros. 
Un caso notable es el de Felipe de Elortondo, que fue director de la Biblioteca 
Pública durante todo el gobierno de J.M, y apenas caído Rosas, rindió homenaje a 
Urquiza para conservar su puesto. Quizá se trate de uno de los traidores que 
20 
 
más impudorosamente ha quedado expuesto en nuestra historia, junto a Rufino 
de Elizalde y Pastor Obligado, como veremos más adelante. 
Estos federales „rosistas‟ dadas las circunstancias violentas imperantes luego de 
Caseros, -cabe recordar que hubo muchos asesinatos y fusilamientos-, se 
volvieron porteñistas. Éste era un grupo que aglutinaba a los „unitarios‟ y los 
antiguos federales de la Provincia de Buenos Aires, contra los federales del 
interior. En sus filas encontramos personajes que habían sido furiosamente 
„rosistas‟ como los Anchorena, Pastor Obligado, Rufino de Elizalde, Agrelo, 
Vélez Sarsfield. Estos cuatro últimos luego de la caída de Rosas, fueron los 
promotores principales de que lo declararan reo de lesa patria y le 
confiscaran sus bienes. 
Pastor Obligado, fervoroso y antiguo partidario de Rosas, como un cobarde y 
traidor, luego de Caseros, fue nombrado en 1853 Gobernador de la Provincia de 
Buenos Aires, súbitamente se volvió liberal, y no solo eso: procesó y mandó a 
fusilar a decenas de amigos y antiguos federales „rosistas‟, entre ellos al Gral. 
Jerónimo Costa el 2 de febrero de 1856 por haber mantenido la dignidad de seguir 
defendiendo la soberanía nacional como oficial del Gral. Hilario Lagos. 
Los historiadores entienden que las razones por las cuales aquellos que en su 
momento se declararon fervientes sostenedores de la libertad de la patria siendo 
„rosistas‟ ejemplares, y cambiaron de bando sin sonrojarse, han sido las que se 
repiten con frecuencia en la historia, y siguen vigentes aun hoy en día: cobardía, 
miedo, resentimiento, ansias de poder, bajeza de sus almas, maldad, instinto de 
conservación, entre otras. 
Paradójicamente, los que rechazaron la confiscación de los bienes de Rosas por 
entender su real honestidad fiscal y patrimonial, fueron Félix Frías, Carlos 
Tejedor y el mismo Salvador María del Carril. Todos ellos a pesar de haber sido 
sus opositores y habiéndolo denostado en otros aspectos destacaron su honradez. 
¡Cosas de nuestra historia!!!! 
El resultado de la votación en la Asamblea Legislativa fue 21 votos a favor de la 
expropiación y 12 en contra. 
Otra incongruencia más. Adolfo Alsina, junto a Vicente Quesada (padre del 
historiador Ernesto Quesada que más tarde y siendo ya mayor, reivindicó a Rosas 
y su obra) y a los detractores mencionados precedentemente entre otros 
personajes, fueron los propulsores de la confiscación de los bienes de J.M. Y aquí 
aparece una singularidad: con el transcurso del tiempo, el nieto de Rosas, J. M. 
León, fue adlátere y socio político de Alsina, principal ideólogo de la incautación 
ilegítima del patrimonio de su abuelo. 
Pero, tengamos presente que Valentín Alsina se casó en Mayo de 1827 con 
Antonia Maza, a la sazón hija del abogado Manuel Vicente Maza y hermana de 
Ramón Maza, teniendo ambos como hijo a Adolfo Alsina. Como veremos más 
adelante, los Maza fueron primero Federales pero luego traicionaron a J.M. y a su 
legítimo gobierno, razón por lo cual fueron muertos. Esto nos permitiría entender 
el odio de los Alsina hacia Rosas. 
Otro ejemplo de incoherencia es el caso de Máximo Terrero: Mientras él se 
desempeñaba como cónsul de Paraguay en Londres, su sobrino político J. M. 
21 
 
León peleaba a las órdenes de Mitre y Urquiza en la guerra contra el Paraguay. 
Una contradicción más de nuestra historia patria. 
Por supuesto que hubo honrosas excepciones –más allá de sus familiares- que 
estuvieron al lado de Rosas en esos momentos aciagos: alguna de sus 
hermanas, el Gral. José de San Martín, Lorenzo Torres, los Costa, Mariano 
Balcarce, Tomas Guido –con sus matices-, Pascual Echague, , los Terrero, los 
Mansilla, Roxas y Patrón (fundador del Banco de la Provincia de Bs.As. en 1836, 
hecho olvidado por completo hasta el día de hoy), Dalmacio Vélez Sarsfield (en 
su vejez luego de haberlo combatido toda su vida), los descendientes de 
Martiniano Chilavert (cobardemente fusilado luego de la batalla de Caseros junto 
al Gral. Santa Coloma y decenas de federales fieles), los Ezcurra, la mujer de 
Facundo Quiroga, su amiga Eugenia Castro y sobre todo Josefa Gómez quien 
le escribía usualmente y bregó durante años por su reivindicación. 
Así se escribe nuestra historia. Las distintas circunstancias podrán explicarse con 
palabras, pero nada de lo que pueda decirse podrá rebatir los hechos sucedidos. 
Y muchas veces, las motivaciones reales de la forma de proceder de los 
protagonistas permanecen en el silencio de sus pensamientos. 
* 
J.M. de Rosas fue al único a quien se le confiscaron sus propiedades después de 
la derrota en Caseros. 
Quienes acompañaron y crecieron bajo el gobierno de Rosas, incluidos familiares 
directos e indirectos, no sufrieron confiscación alguna luego de la batalla de 
Caseros (la propia Manuelita, Lorenzo Torres, Felipe Arana, Ángel Pacheco, el 
Gral. Lucio N. Mansilla, los Terrero, entre otros) y pudieron adaptarse a los 
nuevos tiempos sin dificultad. 
Manuelita, ya muy mayor, en el año 1886, viajó brevemente a Buenos Aires, y 
pudo recuperar sus posesiones heredadas por la rama materna. Volvió a 
Inglaterra y nunca retornó al país, ni su marido, Máximo Terrero, ni sus hijos. 
Cabe recordar que los niños habían nacido en Inglaterra y para ellos esa era su 
patria, hablaban castellano con fuerte tonada y dicción inglesa. 
Todos los hermanos de Rosas (la mayor, Gregoria; Prudencio; Gervasio; 
Mercedes; Andrea; María -Mariquita-; Manuela; Juana y la menor Agustina -la 
belleza de la confederación-), pudieron seguir desarrollando sus vidas con 
normalidad, conservaron sus bienes y nunca fueron molestados en su diario vivir. 
El trato que éstos mantenían con Rosas luego de su caída fue diverso. Los cinco 
primeros se desentendieron de J.M. y jamás le enviaron ningún tipo de auxilio 
económico, abandonándolo a su suerte allá en Inglaterra. 
Esta actitud de algunos de sus propios hermanos le causó una profunda tristeza, 
puesto que se le hacía difícil comprenderlos, o sencillamente quizás no quiso 
hacerlo. 
Pero sus otras hermanas: Agustina, María, Manuela, y Juana, siguieron en 
contacto con él, tratando de ayudarlo económicamente cuando les resultaba 
posible. 
22 
 
¿Por qué razón muchos de los descendientes y parientes de Rosas fueron, 
paradojalmente, 'antirrosistas' a pesar de que J.M. y su nación habían sido 
derrotados y humillados por Brasil y sus socios? 
La respuesta, poco conocida, podría ser un conjunto de causas y situaciones 
convergentes que desembocaron en lo referido. Todos ellos se desentendieron de 
J.M. y jamás le enviaron ningún tipo de auxilio económico, abandonándolo a su 
suerte allá en Inglaterra. 
1) Gregoria (la hermana mayor), de nobles sentimientos, estaba casada con 
Felipe Ignacio Ramón Ezcurra Arguibel (hermano de Encarnación), llevó una vida 
austera, dedicada al hogar. Se destacó por su generosidad, mereciendo de don 
Valentín Alsina, el calificativo de anciana venerable. Sin embargo, no ayudó a su 
hermano en el exilio. 
2) Andrea, hermana de J.M estaba casada con Francisco Braulio Saguí de 
Lamadrid, miembro de una familia eminentemente unitaria. Estos tuvieron una 
hija, también llamada Andrea, que se casó con un hermano del Gral. Mitre: 
Federico Mitre. 
Recordemos que el Gral. Gregorio Araoz de Lamadrid, héroe de la independencia, 
si bien era unitario, se puso a las órdenes de Rosas en cierto momento, para 
ofrecer su espada a fin de combatir a los franceses en su bloqueo. 
Lamentablemente, al igual que otros, luego se dio vuelta nuevamente y combatió a 
Rosas (quien, valga el dato, era padrino de dos de sus hijos). 
A Braulio Saguí de Lamadrid se le había ofrecido que integrarael Tribunal de 
Comercio, pero por el hecho de no ser federal, Rosas - que estimaba a su cuñado- 
lo rechazó, dejando de lado el nepotismo característico de nuestra historia hasta 
hoy en día. 
Esta actitud puede haber ofendido de algún modo a Andrea, su hermana, y 
explicaría porque tuvo un trato frío con J.M. y jamás lo ayudó económicamente 
aun cuando éste lo necesitaba imperiosamente en el exilio. 
Justificable la actitud de J.M. si consideramos también el hecho (no tenido en 
cuenta por Mercedes Fuentes, mujer de J.Bautista), que el mencionado traidor 
Lamadrid, fue el encargado de ejecutar la orden de Lavalle de fusilar a Manuel 
Dorrego, su amigo, lo que le suma a su carácter de traidor, el de asesino. 
En los tiempos en que Buenos Aires era una aldea, era común el casamiento entre 
los miembros de las distintas familias distinguidas. Esta costumbre traía 
aparejadas disputas no sólo sociales, sino también políticas, algunas de ellas 
sangrientas, como se ha explicado. 
3) Mercedes, hermana de J.M. estaba casada con Miguel Rivera, quien 
aparentemente fue cesado de su cargo en la Universidad por no ser Federal. Esto 
nos lleva a pensar que tal situación podría ser el motivo de su distanciamiento con 
J.M. 
4) Gervasio, su hermano. Fue mandado a detener por J.M. por ser sospechoso 
de ser miembro de los Libres del Sur, pretendida revolución de terratenientes. Se 
vio obligado a huir al exterior en 1839. No sabemos con certeza si estuvo 
implicado, ya que algunos autores lo niegan y otros, como su hermano Prudencio, 
https://www.geni.com/people/Francisco-Braulio-Sagui-de-Lamadrid/6000000017037873526
https://www.geni.com/people/Francisco-Braulio-Sagui-de-Lamadrid/6000000017037873526
23 
 
afirman que estaba entre sus partidarios. Lo que sí es indudable es que estaba en 
contra del sistema de gobierno de su hermano. Con el tiempo Gervasio volvió al 
país, pero la relación con J.M. nunca mejoró. Era previsible que no le enviara 
dinero cuando estaba en Inglaterra. 
Pero extrañamente, hubo dos personas que no ayudaron a Rosas en el exilio y 
cuya actitud le causó sorpresa y dolor 
5) Prudencio, su hermano, furibundo „rosista‟ y jefe militar. En palabras de 
Roberto D. Mûller: “Por demás extraño es que no se hayan conservado datos 
sobre algún apoyo financiero que pudiera haberle prestado Prudencio a su 
hermano, más aun cuando, llegado a Europa, se estableció primero en Lisboa, 
pasó luego a Cádiz y finalmente se radicó en Sevilla, donde llevó una vida 
dispendiosa, en un palacio de la calle de San Vicente, relacionándose con la mejor 
sociedad andaluza, a la vez que trababa amistad con el Duque de Alba, Eugenia 
de Montijo y el Duque de Montpehsier. Viajó también a Madrid y a Paris, y llegó a 
conocer a Napoleón III. Falleció el de julio de 1857 en Sevilla, dejando una gran 
fortuna.” 
El autor citado se pregunta, y con razón, sobre Prudencio: “Estando en Europa, 
¿no tuvo interés alguno en visitar a su hermano o en provocar al menos un 
encuentro entre ambos?, No le debía acaso cargos, tierras y fortuna? Así como 
viajó por Portugal, España y Francia, ¿No pudo llegarse basta Southampton, para 
ver una vez más a don Juan Manuel? Estas preguntas quedaran posiblemente sin 
respuesta, como también la que podríamos hacemos ahora: ¿Por qué Rosas, tan 
proclive a proclamar la ingratitud de sus familiares y amigos nunca pronunció una 
queja en contra de su hermano Prudencio? 
Preguntas sin respuestas que puedan certificarse de modo alguno. 
6) María Josefa Ezcurra, inexplicablemente no lo ayudó en el exilio. Fue en su 
momento „rosista‟ de primera línea y ferviente defensora del gobierno de su 
cuñado. Era una mujer de enorme fortuna. No es un dato menor, considerando 
que J.M., para tapar el deshonor que aconteció cuando tuvo un hijo con Manuel 
Belgrano, lo adoptó y le dio su apellido. 
Ante tamaña desconsideración J.M. le escribió desde Inglaterra, llamándola 
„ingrata‟ entre otros adjetivos, por haberle dado la espalda cuando más la 
necesitaba. 
7) J. Bautista Pedro Ortiz de Rozas, su único hijo varón. Fue una personalidad 
gris, taciturna, algo oscura políticamente hablando, y que no tuvo participación 
política alguna en la época de su padre. Vivió prácticamente a la sombra de éste, 
quien no sólo nunca lo tuvo en consideración, sino que además lo subestimaba en 
su capacidad: 
Tenía buen corazón, era amigo de sus jóvenes amigos (aunque estos fueran 
unitarios, no hacía distinción ideológica en cuanto a sus afectos) y fue muy querido 
por su hermana Manuelita y por su abuela Agustina López Osornio, madre de J.M. 
Su situación política y financiera en el exilio hizo que J.M. se mantuviera triste y 
preocupado en extremo, y ello podría haber coadyuvado a descuidar a su hijo J. 
Bautista y a desentenderse aún más de su nieto, J. M. León. 
24 
 
Sobre todo porque, como se sabe, J.M. no era precisamente una persona muy 
demostrativa en el momento de expresar sus sentimientos íntimos. 
No es posible afirmar que J.M. no haya querido a su hijo J. Bautista, aunque sólo 
le haya demostrado su afecto en el escaso intercambio epistolar que mantuvieron 
cuando éste fue a vivir a Brasil en el año 1855, donde permaneció algunos años 
antes de irse finalmente a Buenos Aires 
Según puede deducirse de sus cartas, la distancia que Rosas mantuvo con J. 
Bautista pudo haber sido producto de la subestimación y desilusión que éste le 
había provocado. Tal vez J. M. no pudo apreciar cómo era realmente su hijo 
varón ni reconocer sus valores y capacidades., Por el contrario, siempre lo 
desaprobó por no ser parecido a él mismo; en definitiva J. Bautista no era COMO 
ÉL HUBIERA QUERIDO QUE FUESE. Actitud parental bastante frecuente aún en 
nuestros días. 
J. Bautista era una persona afable, a quien sobre todo le atraía la vida de la 
ciudad: las mujeres, el teatro, el circo (se encandilaba con la destreza de los 
magos), las fiestas… Disfrutaba con todas las actividades sociales, y se mostraba 
totalmente ajeno a la política. 
Analicemos un dato tal vez menor, pero que resulta muy gráfico al respecto. 
En una oportunidad, Rosas le había cedido a su hijo J. Bautista como adelanto de 
herencia, algunos campos que pertenecían a Encarnación Ezcurra para que los 
administrase. Éste no supo o no quiso hacerlo, en parte debido a que no le no le 
interesaba en absoluto vivir permanentemente en el medio rural, ni administrar sus 
campos, ya que le atraía la vida de la ciudad. 
Como esos campos daban pérdida, y J. Bautista no quería seguir haciéndose 
cargo de éstos, J. M. se vio obligado a comprárselos, abonándole lo que 
correspondía, y en su lugar designó como administrador a su hijo adoptivo, Pedro 
Rosas y Belgrano. 
Rosas consideró el pago realizado como un adelanto de la herencia para su hijo. 
Esto se vio reflejado en su primer testamento del 28 de agosto de 1862. 
En La Clausula 9na. Dice 
“A mi hijo Juan Ortiz de Rosas, entregué al poco tiempo luego del fallecimiento de 
su Madre, todo lo que le tocaba por Herencia Materna –Consistía en las Estancias 
“Encarnación” y “San Nicolás”, con veinte leguas de tierra cuadradas, cinco mil 
ochocientas cabezas de ganado vacuno, de año arriba, incluso lo que ya había 
recibido antes en el Azul, y los caballos, yeguas, ovejas, útiles y demás 
correspondientes. Se recibió también de un terreno sobre el Riachuelo en la 
ciudad de Buenos Aires, en la parte interior, con los fondos hacia la convalecencia, 
cuya superficie tiene cómo de noventa a cien, o más cuadras 
cuadradas. Posteriormente se las compré sabiendo yo que Juan estaba próximo a 
vender esas veinte leguas cuadradas, se las compré, y pagué a mi dicho hijo 
Juan, en cuatrocientos mil pesos, esas mismas referidas veinte leguas de tierra 
cuadradas, correspondientes a las Estancias “Encarnación, y San Nicolás”. –Y los 
ganados con sus poblaciones, los compré al Sr. Dn. Simón Pereyra, a quien los 
había ya vendido dicho Juan”. 
25 
 
El disgusto de Rosas hacia J.Bautista se hizo más evidente en una modificación o 
codicilo hecho el 22 de junio de 1873 que en su Cláusula 6ta, dice: 
“En cuanto a la clausula 9ª, agrego, que además de lo referido en ella, recibió mi 
hijo Juan la Estancia en el Azul, que vendió a Dn. Pedro Rosas Belgrano; 
cincuenta mil pesos importe de la que compró en la Matanza; quince mil pesos 
cuando estuvo en el campamento de los “Santos Lugares”. - “Que la casa que 
ocupó algunos años, desde su casamiento, era mía, habiéndola recibido 
amueblada; y que también durante los años que la ocupó gratis, comió en mi casa 
con su Esposa en la mesa de mi familia”. 
Analizando lo expuesto precedentemente, podemos sacar algunas conclusiones. 
J.M. (junto con su hijo adoptivo Pedro) tuvo que recomprar a desgano, los campos 
que le había dado a J. Bautista. Consideró el dinero que le había entregado por la 
recompra, como un adelanto de su herencia (en el testamento de 1862 no le cedió 
ninguna propiedad, sólo le otorgó la mitad de sus libros, la otra mitad le 
correspondió a Manuelita). 
El disgusto de J. M. con su hijo se puede percibir más claramente cuando remarcó 
en la modificación testamentaria de 1873 que la casa que había ocupado Juan 
Bautista desde su matrimonio con Mercedes, era de su propiedad. No obstante 
ello, el Restaurador detalló que por la misma J.B., nunca había abonado nada, ni 
siquiera el mobiliario y llegó a destacar el hecho de que la familia de su hijo había 
comido gratuitamente durante años en su mesa. 
Estos documentos ponen en evidencia los sentimientos ambivalentes de J.M. 
hacia su hijo y, por extensión hacia su nuera Mercedes, para quien todo esto no 
pasó desapercibido. Además, seguramente – y como veremos más adelante- el 
fusilamiento de Ramón Maza, marido de su hermana Rosa, por orden de Rosas, 
no hizo más que aumentar la distancia afectiva con J.M. 
Rosas también demostraba mayor cercanía – no demasiada, tampoco- hacia sus 
nietos Rodrigo Tomás y Manuel Máximo (hijos de Manuelita y Máximo Terrero), a 
quienes incluyó en su testamento. No hizo lo mismo con su otro nieto, J.M. León, 
hijo de J. Bautista, poniendo de manifiesto una vez más las diferencias que hacía 
entre sus hijos. 
Por su parte Manuelita, como se dijo, en contraste con la actitud de su padre, 
sentía mucho cariño hacia su hermano. Lo cuidaba, apañaba y protegía cuanto 
podía. 
8) Mercedes Fuentes y Arguibel (nuera de J.M.). Fue la mujer de J. Bautista y 
madre de J. León. Nunca simpatizó con su suegro, a quien detestaba 
principalmente porque su cuñado Ramón Maza (marido de su hermana Rosa) 
había sido fusilado en 1839 por orden de Rosas por conspirar para derrocarlo, 
junto a varios Unitarios y Federales traidores y a los franceses que bloqueaban el 
puerto (Lavalle, Gral.Paz, Carlos Tejedor, etc). 
Manuel Vicente Maza, padre de Ramón, había sido asesinado el día anterior, pero 
no es seguro si por federales exaltados por su traición al igual que su hijo, o por 
unitarios que sospecharon que iba a arrepentirse para salvarlo. La esposa de 
Manuel, Mercedes Puelma, ante tanta desgracia acabó suicidándose. Ni su nuera 
ni J. Bautista, quien estuvo de parte de su mujer, se lo perdonaron nunca 
26 
 
9) J. M. León Ortiz de Rozas nieto de J.M., hijo de J. Bautista. Cuando éste tuvo 
que emigrar junto a su padre a Inglaterra, envió a su hijo único, J.M. León, a 
estudiar a París, Francia. Allí, el joven pasó algunos años, casi sin contacto con 
su padre y menos aún con su abuelo, con quien tuvo una relación distante. 
El nieto de Rosas siempre se mostró ajeno a las ideas de su abuelo (aún más que 
su propio padre) y hasta llegó a rechazarlas. El motivo de esa conducta, sería la 
conjunción de varios factores: 
a.) el escaso interés en la política que siempre demostró Juan Bautista, su padre. 
b.) el poco contacto con su abuelo, quien nunca demostró mucho afecto hacia él, 
compenetrado en sus desgracias personales y económicas; 
c.) las ideas revolucionarias que seguramente influyeron en el joven J. M. León 
durante su juventud en París; 
Si bien no son justificables las actitudes de alejamiento del hijo y del nieto de 
Rosas, puede decirse en sus descargos que J.M. tenía un carácter un tanto hosco 
y no fue, precisamente un padre y abuelo presente, cariñoso y demostrativo. 
Siempre tuvo con ellos un trato correcto pero distante. 
Desde el punto de vista personal, J. M. León, tenía una personalidad fuerte, era 
sumamente culto y dominaba varios idiomas. Fue un hombre honrado, de gran 
prestigio. 
No está en discusión que pueda haber sido en su vida privada un buen padre y 
abuelo, cariñoso con sus nietos, honesto en su vida personal y familiar, pleno de 
virtudes y capacidades, tal como me han transmitido. (Ver Fotos 06-07-08-09 y 
10) 
Desde el punto de vista ideológico, podemos decir que creció económica y 
políticamente bajo el ala de los unitarios, liberales y quienes lo apreciaron y 
cobijaron. 
Con el correr de los años, J. M. León seguía consolidando su prestigio personal y 
político entre varios unitarios que pelearon contra su abuelo (Florencio Varela, los 
Alsina, Mitre, etc.) muchos de los cuales pertenecían a la masonería. 
La masonería, donde “la fraternidad estaba por encima de la nacionalidad”, podría 
llegar a explicar la huida de Urquiza luego de derrotar en el campo de batalla a 
Mitre en el combate de Pavón. Y también explicaría el ascenso político y social de 
J. M. León, junto a otros masones como Sarmiento, Mitre, Derqui, etc. 
Veamos el discurso de Mitre en 1868 a la delegación masónica norteamericana en 
la „Logia Constancia': 
"La Historia política de la República Argentina, sus luchas y sus conquistas están 
representadas en los cinco presidentes constitucionales que se cuentan en su 
historia constitucional. La primera, la de Rivadavia fue la más fecunda de todas... 
Los otros cuatro presidentes, Hermanos, se han encontrado una vez juntos y 
arrodillados al pie de estos altares; el General Urquiza que acababa de de serlo; el 
doctor Derqui que lo era entonces; yo que debía ser honrado más tarde con el 
voto de mis conciudadanos y el Hermano Sarmiento, que va a dirigir bien pronto 
los destinos de la Nación” (Del brindis pronunciado par el presidente Mitre en 
1868 a la delegación masónica norteamericana, en banquete ofrecido en la Logia 
27 
 
Constancia, en ocasión de la próxima asunción del mando por el Hermano 
Sarmiento- en „Arengas de Mitre‟, edic. de La Nación, Bs.As. 1902, T.I, pág.270) 
(Ver Foto 11) 
Si bien J.M. León no fue masón, según me aseguraron en el núcleo familiar, es 
claro que en aquellos tiempos en que absolutamente casi todo el arco político y 
social lo era o confraternizaba con la masonería, su buena relación con ellos, junto 
a su natural capacidad, debe haber facilitado su ascenso económico y político. Los 
hechos nos muestran que se rodeó de ellos y de aquellos unitarios y federales 
renegados que hicieron la desgracia del país y de su abuelo. 
Difícilmente alguien que alabara a J. M. de Rosas o a la Confederación en 
aquellas décadas pudiera acceder a cargos públicos o políticos encumbrados. 
Veamos los hechos a los que nos referimos: 
1- J.M. León, se dedicó al comercio y a la política. Se alió, con Florencio Varela y 
Mitre, socio de Alsina principal ideólogo de la incautación ilegítima del patrimonio 
de su abuelo. Peleó bravamente en la guerra de la Triple Alianza contra los 
paraguayos (donde fue herido) bajo las órdenes de Mitre, aliado a los brasileños y 
al renegado y felón Urquiza. 
Este suceso, con seguridad debe haber sido deplorado por su anciano abuelo 
desde Inglaterra, ya que, así como el Gral. José de San Martín le donara su sable, 
Rosas tuvo la intención el 17 de febrero de 1869 de legarle su propio sable al 
Mariscal paraguayo Francisco Solano López por su titánica lucha (donación que 
luego fue controvertida en su último testamento). Esto pondría en evidencia el 
concepto de Nación realmente antifederalque sostenía J.M. León. 
2- Urquiza había derrotado a Rosas en Caseros, pero esto no pareció importarle 
en demasía, ya que se desligó completamente de su abuelo y durante el período 
en que Urquiza dirigió el país, se rodeó con cuanto traidor a la Confederación y a 
Rosas hubo; personajes responsables del exilio forzado de su abuelo, y de la 
pauperización y dolor infinito del mismo hasta el día de su muerte. 
Yo me pregunto y pregunto al lector ¿Ud. mantendría vínculos con aquellos que 
pudieran haber lastimado y hundido a su abuelo, condenándolo a un destierro 
eterno? 
Otra incongruencia que mencionamos anteriormente, fue cuando Máximo Terrero 
era cónsul de Paraguay en Londres, mientras J. M. León, sobrino político de 
aquél, peleaba a las órdenes de Mitre y Urquiza en la guerra contra el Paraguay. 
3- Este ´antirrosismo‟ del hijo y del nieto de J.M (o por lo menos distanciamiento 
afectivo e ideológico) queda también claramente plasmado en el hecho que no 
consta que alguno de ellos se haya movilizado para lograr su reivindicación 
personal y patrimonial, sabiendo las penurias económicas sufridas él en el exilio. 
Penurias causadas por aquellos con los que J.M. León se codeaba en Buenos 
Aires y a quienes debía su ascenso social y económico. Nunca ayudó a su abuelo 
con dinero alguno, habiéndolo podido hacer. 
Además, se puede corroborar en la sucesión de Encarnación Ezcurra cuando J. 
M. León se refirió en forma de algún modo crítica a su abuelo o al gobierno que 
éste representó, según se me ha referido oralmente. 
28 
 
En este trabajo se intentan describir las actitudes personales de los distintos 
protagonistas de este período histórico, no sólo en su faz privada, rica en detalles, 
sino también la relevancia que tuvieron sus acciones en la faz pública y sus 
efectos en la justísima defensa que hicieron -o no- de la Nación. 
Obviamente, quien esto escribe, no puede juzgar a J. M. León en forma directa por 
no haberlo conocido, pero desde el punto de vista de su actitud pública frente a 
quienes traicionaron al país, mancillaron a su abuelo, lo acusaron injustamente de 
traidor a la patria y lo confinaron a un destierro ignominioso, no puede dejar de 
señalar la situación omisiva y silenciosa, como una afrenta consentida por él. Esto 
es algo incontrastable. 
Por lo menos no se oyó su voz oponiéndose a tales hechos. Si bien algunos 
descendientes me han informado tener documentación que lo avala que cuando 
Manuelita requirió que el gobierno nacional le devolviese los bienes confiscados a 
los Ezcurra, que le correspondían por herencia (finalmente lo logró luego de 
muchísimos años), J. M. León habría „adherido‟ (sic) a tal pedido. Si esto ocurrió 
en realidad, respondería más a una formalidad, que a un deseo legítimo porque 
así ocurriese no hubiera esperado muchísimos años para reclamar, ya que de su 
parte no hubo previamente a esto ninguna acción en tal sentido en forma personal 
mas teniéndose en cuenta que adhiere a la solicitud de Manuelita a la devolución 
de los bienes de Encarnación, pero no a pedido alguno por los bienes de 
J.Manuel, su abuelo. 
Primero, no consta que se haya opuesto a la confiscación cuando tuvo la edad y la 
posición política y económica para hacerlo. 
Segundo, el pedido de devolución de los bienes confiscados, no nació de él sino 
que se habría adherido a un pedido de su tía Manuelita (según me han relatado 
existiendo prueba documental en tal sentido), por los bienes de Encarnación pero 
no por los bienes de Juan Manuel. 
Tercero, a lo largo de su vida nunca se molestó en proclamar la injusticia de tales 
confiscaciones y del destierro de su abuelo. No se conoce ningún artículo 
periodístico o declaración pública suya al respecto. 
En fin, si bien a J. M. León no le confiscaron sus bienes personales ni fue 
perseguido como su abuelo y su tía Manuelita, por una cuestión de dignidad 
debería haber protestado públicamente no sólo por el destierro y la confiscación, 
sino también debió haberlo hecho por el odio que manifestaban en privado y en 
público por su abuelo, aquellos con los que trataba diariamente, anatemizando su 
vida, su obra, su gobierno. No hay ninguna constancia que haya obrado en tal 
sentido. 
El hecho de que Rosas, su hijo J. Bautista y Manuelita fueran los únicos a los que 
se les habían confiscado sus bienes, debe haber profundizado el distanciamiento 
de su familia, y provocado que J. M. se sintiera „abandonado‟ por sus parientes. 
Los demás Ortiz de Rozas no sufrieron confiscaciones ni persecuciones y 
siguieron con sus vidas cotidianas en Buenos Aires, a pesar de los eternos 
conflictos políticos y guerras civiles. 
Juan Manuel León Ortiz de Rozas se afilió al partido Autonomista, fue director del 
Banco de la Provincia de Buenos Aires, diplomático, ocupó distintos cargos 
29 
 
públicos (diputado, ministro) y llegó a ser Gobernador de la Provincia de Buenos 
Aires, función que sólo ejerció durante tres meses debido a su fallecimiento.(Ver 
Foto 12) 
Murió el 1 de Septiembre de 1913. Su sepelio y exequias tuvieron gran pompa, 
asistió la aristocracia porteña en pleno, y sobre todo, no faltaron los políticos y las 
grandes familias de ideas unitarias contra los que había combatido su abuelo, 
quienes fueron responsables de su caída, destierro y pobreza. (Ver Foto 13 y 14) 
.J. M. León se casó con Malvina Enriqueta Bond y tuvo varios hijos. Una de ellas 
fue María, mi bisabuela, quien se desposó con Rodolfo Molina Salas, mi 
bisabuelo. 
10) Rodolfo Molina Salas también era un acérrimo „antirrosista‟, según me ha 
transmitido a mi persona mi madre y otros familiares. La razón es claramente 
comprensible,. Su tío segundo, Avelino Viamonte, hijo del Gral. J. J. Viamonte, 
fue muerto supuestamente por la Mazorca por orden de J. M. por conspirar en su 
contra y colaborar en su derrocamiento. No queda muy claro de quien provino la 
orden. Pudo haber sido de Encarnación, su mujer, ya que en ese momento J. M. 
se encontraba en la Campaña del Desierto Este acontecimiento nos llevaría a 
entender el rechazo de los Molina Salas hacía J. M. 
Ahora bien, Rodolfo Molina Salas y María Ortiz de Rozas tuvieron tres hijas 
mujeres, tataranietas del J.M: mi abuela Malvina Raquel, María y Alicia.. 
1- Malvina Raquel, mi abuela, conocida en la familia como „Cota‟ (ver foto 15, 16 
y 17- junto a su padre Rodolfo y su hijo, mi tío Rodolfo Gil de los años 1912-
1950 y 1956 respectivamente -en esta última, conmigo) 
Se casó con el que fuera luego mi abuelo, Emilio Natalio Gil, que tampoco era 
„rosista‟ ni federal, tal como se estilaba en aquellos tiempos educar a los 
argentinos. Ambos tuvieron dos hijos, mi tío Rodolfo Gil Molina, y mi madre 
Malvina Gil Molina (la tercera Malvina en la familia). 
Ella se casó con Vicente Montoro Hunt y tuvieron dos hijos: mi hermana Andrea 
Malvina y Gonzalo Vicente, el autor este trabajo. Por lo tanto, mi madre es 
Chozna de Rosas, y mi hermana y yo, hijos de Chozno. 
Mis tías abuelas: 
2- María Molina Salas, conocida como „Mima‟, (ver foto 18) fue a quien más he 
tratado porque fue la última en fallecer. Pudo participar de la repatriación al país 
de los restos de su tatarabuelo, y ver su reivindicación política, de la cual ella 
estaba profundamente orgullosa ya que, como mujer de criterio propio, supo ver la 
valía de J.M., la honorabilidad de su persona y su defensa de la patria. 
Ella se sentía profundamente federal y „rosista‟, al igual que su marido Julio Rivas 
Argüello, abogado, juez Federal quien además era estudioso y conocedor de la 
historia argentina hasta en sus más mínimos detalles. Fue miembro del poder 
judicial en la primera presidencia de Perón. 
La pareja tuvo tres hijos: Julio, Andrés y Rodolfo. Andrés (llamado en la familia 
„Pancho‟). Él, al igual que su madre, supo ver la verdad sobre la vida de J.M, 
seguramente por encima de la educación que estaba impregnada en la sociedad 
de entonces 
30 
 
3- Alicia Molina Salas estaba casada

Continuar navegando