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1 Brig. Gral. JUAN MANUEL DE ROSAS (ASPECTOS POCO CONOCIDOS DE SU VIDA Y SU FAMILIA) (Gonzalo V. Montoro Gil. - Mayo 2018) ESCUDO DE ARMAS DE LOS ORTIZ DE ROZAS Sumario: Palabras Preliminares del Prof.Antonio Caponnetto-I-Introducción- II.- Rosas y Personajes vistos desde la historia- III.- La batalla de Caseros IV.- Consecuencias de la derrota en Caseros- „antirrosismo‟ de algunos familiares supérstites y antiguos federales V.- Vida De Rosas en el exilio- VI- El Caserón de Palermo de San Benito- VII- „Arrepentimientos‟ tardíos de sus enemigos- VIII.- El trato recibido por Juan Manuel de Rosas en Inglaterra – IX.-La importancia de las mujeres en la vida de Rosas- X.- Repatriación de sus restos y reivindicación histórica- XI.-Inauguración del monumento en su Palermo- XII-Documentación encontrada en la actualidad- lugar donde se encuentra XIII- Poesía: “Y la historia juzgó” (G.V.M.G.) 1977- XIV- Árbol genealógico materno del autor- XV.- Apéndice Fotográfico -XVI.-Índice Bibliográfico-.- 2 PALABRAS PRELIMINARES El autor de este libro tan peculiar, cuenta con varias ventajas para haberlo escrito. En rigor, son dones o atributos más que prerrogativas. Pero dones a los que ha sabido dar buen cauce, fructuoso desarrollo y mejor fruto. El primero de ellos es la fiel familiaridad con Don Juan Manuel de Rosas. No se trata solamente de una legítima cuestión genealógica y de una probada descendencia directa del Restaurador. Su parentesco es más fuerte que el que le señala su linaje, sencillamente porque ha descifrado la genuina valía política del héroe y le mantiene admirativa lealtad. Rosas está en la sangre de Gonzalo V.Montoro Gil; pero además está en su espíritu. Porque aprendió a descubrir, a rescatar y a asumir como herencia lo mejor del personaje y de su obra. Y no son muchos los que están en condiciones de entender que lo mejor aquí mencionado es, precisamente, lo que lo aleja y distingue al prócer de toda comparación indebida con personajes posteriores de nuestro desdichado devenir institucional. Este desciframiento de la identidad verdadera del hombre investigado, se nos hace hoy de una singular importancia, en medio de tantísimas falsificaciones perpetradas a diestra y a siniestra. Rescatar al arquetipo de la masa es misión de señores. Limpiarlo de las afrentas, ya en forma de tales o de presuntos encomios,es además, misión de testigos. El segundo don,consecuencia en parte del precedente, es que su condición de hijo de chozno de Don Juan Manuel, le ha permitido moverse con soltura en un universo casi siempre vedado al común de los historiadores: ciertos documentos de primerísima mano y un frondoso cuanto sugestivo anecdotario doméstico. Diríamos que el libro se hace fuerte en estos dos acotados ámbitos. Pues por lo demás, el mismo autor declara y constata que ha tomado sus informaciones o sus criterios de la conocida bibliografía a la que remite. No tiene la obra en tal sentido pretensiones de originalidad libresca, y el grueso de las noticias aportadas son sabidas por los especialistas. Pero tienen sí, ese sabor único de los papeles caseros presentados en público, y hasta de las charlas de sobremesa propias de un hogar con lejanas raíces en la patria vieja. El grueso apéndice de ilustraciones variadas comprobará esta amable característica que le adjudicamos. El tercer don es casi una paradoja. El autor no pertenece –para su gloria- a los autoproclamados profesionales de la historiografía, ni tampoco a esa camada deshonrosa de neo-revisionistas, que tomaron por asalto el rosismo para ponerlo al servicio de las peores causas partidocráticas e ideológicas. Se mueve sin “oficio”, pero con la intuición de un narrador y la lógica de un hombre engalanado por el sentido común. Ojalá los infatuados profesionales que medran de los cargos académicos oficiales y oficiosos, tuvieran o recuperaran este decantado olfato hacia el pretérito que esplende aquí con absoluta naturalidad. 3 La soltura de su relato es la propia de un cronista, de un recopilador, de un antologista y aún la de un viajero del pasado. Cuenta lo que ha leído y le parece oportuno compartir. Lo que ha escuchado en su ambiente familiar y juzga pertinente comunicarnos; y sobre todo, lo que ha podido discernir y evaluar con criterio propio, tras años de dedicación al tema. El resultado de esta conjunción de dones es una obra que cumple con las expectativas de su título: Rosas: aspectos poco conocidos de su vida y de su familia. Y en verdad es así. Porque aunque el grado de “pocos conocidos” de estos aspectos puede variar según la consagración del lector a la labor investigativa sobre el hombre y su tiempo abordados en estas páginas, no dudamos en afirmar que, en su conjunto, lo que aquí se ha seleccionado para presentar al público en general, es un repertorio de detalles, minucias, asociaciones, inferencias y confidencias que nos dejan gratamente asombrados. No creo, con sinceridad, que aún a los mejores estudiosos de Rosas, les pueda resultar enteramente conocidos estos aspectos poco conocidos. Como no creo que, tras dicho conocimiento, pueda resultarles indiferente lo revelado en orden a mejorar la calidad o el detallismo de próximas o eventuales obras. Hay otro par de dones del autor, y no quisiéramos callarlos, porque la omisión de lo necesario suele ser pecaminosa. Tienen sus juicios una rara equidad. Si hay que señalar aspectos amargos o pequeñeces morales, se señalan. Así los blancos u objetos de tales objeciones y reproches sean antepasados directos o personajes de mundano brillo. Paralelamente, si hay que destacar y subrayar gestos en los que irradian la virtud y el decoro, se asume la conducta apologética sin desmesuras. Si no fuera un lugar común –o un tópico trillado y peligroso- diríamos que el Rosas que se deja entrever tras este ejercicio de la equidad es un Rosas humano. No en lo que el anunciado tópico implica de abajamiento del Singular o de homologación con los sujetos vulgares y corrientes. No; nada de eso. El Rosas humano que brota de la equidad de nuestro autor, lo es por el concurso que se deja ver en él de los dolores sabiamente ofrecidos, de las renuncias resignadas, de las tristezas recurrentes, de los júbilos inclaudicables, de los rencores indisimulados, de las predilecciones teñidas de argentina pasión, de los amores preñados de penas y de las penas iluminadas de amor. El Rosas humano, no es –como dicen los sofistas- el que ha sido despojado del bronce. Es el que mereció y merece la estatua, el mármol, el lienzo o el broncíneo túmulo, justamente porque su humanidad es sinónimo de excelencia. Aristocracia es la palabra: no busquemos otra. Junto a la equidad, Gonzalo V. Montoro Gil, nos regala el recuerdo de una frase de Chesterton, que retrata su propia conducta ante el pasado y también ante el presente o el porvenir que Dios nos depare. Dice el inmenso inglés: “El verdadero soldado no lucha porque odie lo que hay frente a él sino por amor a lo que tiene detrás”. Si algo se necesitaba para inteligir en plenitud nuestro nacionalismo, he aquí la cifra. 4 Siguen escarbando con malicia unos, o con taimada retórica otros, sobre las razones por las cuales Don Juan Manuel fue a dar con sus huesos a Inglaterra, tras el drama de Caseros. Como queriendo decirse con la sentencia, que es lo mismo que Mikael se fuera de viaje de placer por el Averno. La Gran Bretaña en la que el héroe halló refugio, respeto, reposo y pobreza postrera, no era una nación con la cual debía él conservar o alimentar un litigio que ya ha había librado victoriosamente. Más bien fue esa victoria en desigual reyerta lo que le garantizó su días de ostracismo. A la otra, a la Albión belicosa y siniestra, ya le había mostrado sus puños y sus cadenas. Ningún examen de patriotismo tenía que aprobar. Por eso es tan oportuna la frase de Chesterton. Porque, por un lado,completa la descripción veraz de Rosas, que se ha venido enhebrando. Mas por otro lado, enseña el modo más cristiano de ser un patriota: no odiando el patriotismo del prójimo, mientras sea virtuoso y aunque esté frente al mío. Sino amando, como el soldado del aforismo, “lo que tiene detrás”. Y aquí también –como en el caso de la aristocracia- hay una sola palabra adecuada: Tradición. Le agradecemos a Gonzalo V.Montoro Gil este libro ágil, vivaz, oportuno, didáctico. Lo instamos a que siga recogiendo aspectos desconocidos de nuestra historia. Porque curiosamente será el mejor modo de conocerla. Y conociéndola mejor, mejor podremos por ende servir a La Argentina, que es un deber irrenunciable y es, además, un mandato. Antonio Caponnetto Ciudad de la Santísima Trinidad, 2018, en Mayo. 5 I.-INTRODUCCIÓN A modo de presentación quisiera manifestar que para realizar este trabajo he consultado diversas fuentes documentales, formales e informales, a fin de conocer y compartir aspectos poco tratados o inexplorados de la vida diaria de Don Juan Manuel de Rosas, sus familiares, sus amigos y enemigos a partir de la batalla de Caseros, así como también las actitudes que tuvieron para con él sus compatriotas coetáneos. Me he basado en distintos libros y materiales de autores diversos y, como descendiente directo, apelé a otros elementos extraídos de la tradición oral: aquellos relatos transmitidos de generación en generación dentro de nuestro grupo familiar. He complementado la investigación con fotos, algunas pertenecientes a la familia, propias o cedidas con generoso desinterés, inéditas y por lo tanto desconocidas para el público en general. A lo largo del presente ensayo se verán documentos escritos por los protagonistas, pero si bien no deben dejar de tenerse presentes sus palabras y declaraciones, las hemos considerado valiosas si los hechos suscriben lo manifestado. Esto es así pues es común que las personas afirmen una cosa, pero luego no actúen u obren en consecuencia. Lo que realmente importa son los hechos. Las acciones son las que en definitiva nos dirán si lo dicho o declarado es efectivamente de esa manera. En otros términos, si determinadas declaraciones – públicas o privadas- no son refrendadas por los hechos, deberemos quedarnos con éstos, ya que son los que finalmente nos dirán la verdad acerca del tema en cuestión. Los hechos públicos y privados de las personas nos darán un hilo conductor acerca de su vida y nos permitirán conocer su verdadero modo de pensar, más allá de lo que pudieran haber expresado en cualquier carta o declamación y más allá de lo que se haya dicho sobre ellos. Si lo declarado por los protagonistas en sus memorias o cartas coinciden con sus hechos, tanto mejor, pues demostrará una coherencia entre ambos aspectos. Por una cuestión de orden, se acompaña al final un APENDICE FOTOGRÁFICO (con referencia numérica y las citas de las fuentes, cuando éstas son conocidas), compuesto por las fotos a las cuales remite el texto en varias oportunidades y un ÍNDICE BIBLIOGRÁFICO Este trabajo, además de citas bibliográficas y elementos escritos u orales traídos al tiempo actual por la familia, es el resultado de la lectura de ciertas y precisas obras. Entre ellas, la de la escritora Reyna Carranza “Una Sombra en el Jardín de Rosas”, en la que podemos encontrar aspectos psicológicos de ciertos personajes y la vida de J. Bautista Ortiz de Rozas en Brasil. Se destaca también a la enjundiosa obra de Roberto D. Müller “Noticias de Burgess Farm”, que bucea en la vida de J.M. en el exilio y sus relaciones personales con parientes y políticos del momento. Todo este material cierra un cuadro bastante coincidente en cuanto a la figura de J.M. en el exilio, más allá de algunos detalles que puedan diferir. Esto se explica teniendo en cuenta que la interpretación de alguno de los hechos relatados puede ser distinta según la visión de cada uno, o bien debido a las humanas 6 contradicciones de los propios actores, quienes, con el paso del tiempo, a veces cambian ciertas concepciones o enfoques de hechos pasados... Quiero agradecer la inestimable y desinteresada colaboración tanto en los aportes de datos y documentación familiar e histórica (fotos, manuscritos, transmisión en forma oral de hechos o situaciones por conocimiento directo de las personas involucradas, etc.), como así para la corrección de este trabajo, de: Dr.José María Soaje Pinto Dr.Andrés Rivas Molina Heraldista y Genealogista Esther Rodríguez Ortiz de Rozas de Soaje Pinto Prof.Susana Martínez Mendiberry Dr.Miguel Espeche Gil Lic.María Cristina Perez Cid (correctora del trabajo cuyo profundo conocimiento de la gramática castellana ha sido de ayuda invalorable) 7 II.-ROSAS Y PERSONAJES VISTOS DESDE LA HISTORIA En una apretada síntesis intentaremos, por un lado, revelar algunos de los aspectos menos conocidos de la biografía de Rosas, como los detalles domésticos o la relación con su familia y con antiguos federales, y, por otro lado, entender el “antirrosismo” de algunos de sus descendientes. La idea es encarar este estudio partiendo de los tiempos previos a la batalla de Caseros para luego analizar las consecuencias históricas y familiares que ésta tuvo en la vida del Restaurador de las Leyes, en algunos descendientes y figuras políticas de la época, pero interpretando los hechos y las personas desde la historia; esto es, conceptualizándose la idea del mundo y de la sociedad que se tenía en aquellos tiempos y desde allí entender los comportamientos humanos de ese entonces, sus aciertos, sus intenciones, la valoración ética de sus conductas. Si solo estudiáramos o juzgásemos a las personas desde el siglo XXI, difícil sería entender por qué sucedieron –o no – ciertos hechos, sus causas, sus motivaciones. * Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio nació el 30 de marzo de 1793 en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata. Su casa estaba situada en la calle que en ese entonces se denominaba Santa Lucía (hoy – y no en forma casual- llamada Sarmiento Nro.645, entre San Martín y Florida,) (Ver Foto 1) Fue luego su domicilio la casa materna de los Ezcurra que se encontraba en la esquina sudoeste de Bolívar y Moreno (Ver Foto 2). En ese solar actualmente está el llamado Palacio Raggio. (Ver Foto 3). En 1838, luego del fallecimiento de Encarnación Ezcurra a los 34 años, a causa de un paro cardiorrespiratorio (se cree que sufría de alta presión), se mudó al Caserón de Palermo. La residencia era una mezcla de estilo hispánico y criollo, a la vez. (Ver Foto 4) El tipo de alimentación a la que acostumbraba J.M. era frugal: le gustaba el asado, el puchero, el locro. Comía mucho dulce (de zapallo o de batata) y tomaba un poco de vino diluido en agua. No almorzaba regularmente; cuando estaba en el campo, comería algo mientras hacía las tareas rurales junto a la peonada con la que se sentía a gusto y a la que entendía su idiosincrasia por estar tanto tiempo en su compañía. J.M. nunca quiso posar para una foto que por aquellos tiempos era una novedad (el daguerrotipo), ni siquiera cuando vivía en Inglaterra pues lo consideraba despectivamente como „una cosa de gringos‟. El 16 de marzo de 1813, se casó con Encarnación Ezcurra con quien tuvo tres hijos biológicos: Juan Bautista Pedro, María y Manuela, y uno adoptado: Pedro Pablo Rosas y Belgrano, producto de la relación entre Manuel Belgrano y María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación, esposa de J.M Juan Bautista Pedro nació el 29 de junio de 1814 y murió el 3 de julio de 1870. María, la segunda hija de Rosas, nació el 26 de marzo de 1816 y murió a las pocas horas. https://es.wikipedia.org/wiki/30_de_marzo https://es.wikipedia.org/wiki/30_de_marzo https://es.wikipedia.org/wiki/1793 https://es.wikipedia.org/wiki/Buenos_Aireshttps://es.wikipedia.org/wiki/Virreinato_del_R%C3%ADo_de_la_Plata 8 Manuela nació el 24 de mayo de 1817 y falleció el 17 de septiembre de 1898. Lo que pocos saben es que Pedro tuvo una activísima participación como diplomático actuando como mediador entre Rosas y las distintas tribus aborígenes tejiendo muy bien las alianzas entre ambos sectores. Fue la mano derecha y hombre de confianza de J.M. Además, colaboraba con J.M. en el manejo de sus estancias, administrándolas con mucha capacidad y sapiencia. Pedro, Luego de la derrota en Caseros, no sufrió persecuciones y ejerció distintas funciones en distintos gobiernos. Fue Juez y brillante soldado. Fluctuó entre guerrear en las filas de los unitarios contra Hilario Lagos, antiguo amigo de él, y pelear en las huestes de los federales de Urquiza en la batalla de Pavón. Prosiguiendo con J.M. podemos decir que fue un devoto hijo y en las fechas de fallecimiento de sus padres hacía colectas para sus almas, como lo atestiguan un documento de 1845 y otro de 1846. (Ver Foto 5) 9 III.- LA BATALLA DE CASEROS Al referirnos a Caseros debemos primero hacer una aclaración: No fue simplemente una guerra civil entre Federales y Unitarios, como se enseñaba y aún se enseña en las escuelas. Fue mucho más que eso. Esclarezcamos las cosas porque de otro modo se esconde la realidad, sojuzgándose no solo la soberanía territorial sino también la verdad histórica: fue una guerra entre la Argentina y el Imperio del Brasil que quiso cobrarse venganza por la derrota de Ituzaingó en 1827, que finalmente logró. Bajo la excusa burda de que Rosas no le daba a la Confederación una Constitución y así el país no podía „organizarse‟ se pronunció Urquiza contra su propio gobierno. Un pequeño detalle nos revela la farsa de tal invocación: que se sepa y hasta el día de hoy, Gran Bretaña NO TIENE CONSTITUCIÓN y nadie puede alegar que no esté sumamente organizada convergiendo una serie de naciones en su interior: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Pero la razón era otra y mucho más prosaica: Urquiza era un hombre de enorme fortuna personal producto, entre otras cosas, por la exportación clandestina de oro desde aduanas escondidas en Entre Ríos. Rosas prohibió la exportación del oro, lo que le trajo a Urquiza pérdidas económicas por la imposibilidad legal de la utilización del puerto de Entre Ríos a tales fines. Además, no debemos olvidar que Urquiza comenzó a envidar la popularidad de Rosas, no solo en el país, no solo en América toda, sino también en Europa (llamado „el Gran Americano‟). Algo que su ego, su vanidad y delirios de grandeza no pudieron soportar. Esto fue tenido en cuenta por los franceses e ingleses que a través de los brasileños vieron la oportunidad de introducir una cuña e intentar desmembrar a la Confederación en varias republiquetas. Y los brasileños, a su vez, lograr la independencia del Paraguay, quedarse con las Misiones Orientales, el Uruguay y la navegabilidad libre de los ríos interiores. Y además, que Corrientes y Entre Ríos se separaran de la misma, para formar un nuevo „Estado-Tapón‟ Brasil, históricamente, con su política sempiternamente expansionista, sea en la época de Vuelta de Obligado, como en Caseros o cuanta oportunidad tuvo intentó desmembrar a la Confederación Argentina sin respetar nunca la línea que demarcaba las tierras hispanas de las lusitanas impuestas por el Papa Alejandro VI en 1493 y por el Tratado de Tordesillas en 1494. Por supuesto, todo esto con el acicate de los Unitarios que con tal de la toma del poder, no escatimaron en su conducta traicionera para con el gobierno legítimo de su país, lo que no fue óbice para que el propio Sarmiento convertido poco después de Caseros en acérrimo enemigo del entrerriano, le escribirá desde Chile el 13-10- 52 : "Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado (del Brasil) referir la irritante escena y los comentarios: ¡Sí, los millones con que hemos tenido que 10 comprarlo (a Urquiza) para derrocar a Rosas! Todavía, después de entrar en Buenos Aires, quería que le diese cien mil duros mensuales". Pedro Calmón escribió en su „Historia de la Civilización Brasileña‟ (1937) que en 1849 el Imperio auxilió directamente a los sitiados en Uruguay buscando apoyo del Gral. Urquiza. Tres años antes de la Batalla de Caseros, Urquiza ya complotaba contra el gobierno de su país. Y pensar que Cipriano José de Urquiza,-el hermano del Gral.Urquiza – en la oportunidad Gobernador provisorio de Entre Ríos, fue asesinado por los Unitarios del 26 de Enero de 1844 en Nogoyá. Ni tal hecho familiar hizo que Urquiza dejare de intrigar y traicionar a su país. Brasil además de sus propias tropas, contó con la ayuda de los ejércitos de Paraguay, Uruguay –luego de la defección de Oribe-, y milicias correntinas y entrerrianas al mando de Urquiza. Podemos colegir fácilmente por la documentación y la actitud de Urquiza, que éste sólo fue un peón, el caballo de Troya, el títere de los brasileños, mas allá de sus propios intereses mezquinos. La unión de los brasileños, entrerrianos, correntinos, paraguayos, uruguayos y mercenarios de países europeos sumaban – en números redondos y según conteo de diversos autores- alrededor de 29.000 hombres: los brasileños eran alrededor de 16.000 soldados profesionales, hombres perfectamente pertrechados. Mercenarios alemanes alrededor de 3.000. Mercenarios italianos alrededor de1.500. Los uruguayos, aproximadamente 2.000. El ejército de Urquiza –correntinos y entrerrianos- constituía el resto (una minoría en la alianza), milicias armadas y pertrechadas por los brasileños. La mayoría de los soldados Confederados que sitiaban a Montevideo y fueron tomados prisioneros en la derrota de Oribe, fueron obligados a pelear, ahora, del lado de Urquiza bajo pena de ser fusilados: 4.500 porteños y 1.700 orientales.. Cabe señalar que italianos también los hubo del lado de la Confederación Argentina, provenientes de las distintas sociedades italianas que había en la misma, que participaron en calidad de voluntarios. Rosas reunió a 22.000 soldados, todos argentinos pero no muy bien entrenados y demasiado jóvenes o de edad avanzada. El Marqués de Caxias, jefe de las tropas brasileñas en Caseros, informa al ministro de guerra Souza de Melo: “La 1º División, formando parte del ejército aliado que marchó sobre Bs.As., hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileras perdido el 20 de febrero de 1827” .(Haciendo referencia a la batalla de Ituzaingó, victoriosa para las tropas argentinas) No es de extrañar entonces que, a pesar de que la derrota de Rosas fue el 3 de febrero, el ingreso triunfal de las tropas de la alianza internacional se haya producido recién el 20 de febrero (día y mes del triunfo de las armas argentinas en Ituzaingó). Sin duda se trató de una imposición de los brasileños que Urquiza acató. A Urquiza no le gustó que la tropa brasileña entrara a Buenos Aires y menos el día 20 de febrero, por temor a que ello produjera irritación en la población, pero quedó claro que quien mandaba, y fue la cabeza de la alianza, era el Imperio brasileño: http://www.lagazeta.com.ar/ituzaingo.htm 11 El Marqués le contestó firmemente: “La victoria de esta campaña es una victoria del Brasil y la división Imperial entrará en Buenos Aires con todas las honras que le son debidas lo encuentre conveniente V.E., o no”. Urquiza tuvo que hocicar y guardó silencio humillado. De paso, el Imperio le recuerda dos cosas: la deuda económica que tiene ahora el nuevo gobierno argentino por haber sido financiado por el Brasil y las concesiones territoriales que Argentina debía hacer por el apoyo recibido. El traidor y, a su vez, traicionado Urquiza se muestra furioso y responde que es Brasil el que le debe a él, pues “Rosas hubiera terminado con el Emperador y hasta con la unidad brasileña si no fuera por mi”...También…“Si yo hubiera quedado junto a Rosas, no habría a estas horas Emperador”. Mayor confesión de traición a su patria difícil encontrar en la historia Urquiza siempre especuló y se inclinaba en sus decisiones según „soplara el viento‟, negando con sus hechos cuanto decía en palabras. Todo esto motivado por cuestiones económicas o por su sueño de ser el Jefe Supremo o bien de la Confederación –ya que sentía envidia por Rosas- o de alguna republiqueta mesopotámica independiente, cuya conformación iba a ser Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y el Uruguay. - En el tratado de Alcaráz intenta separarse con Corrientes y Paraguay (Rosas le hizo dar marcha atrás) - En 1847, en plena agresión anglo-francesa-unitaria trataba con el enemigo para separar la Mesopotamia. - En Caseros se dio vuelta y pasó al bando enemigo con todo el ejército de la Confederación, cobrando mucho dinero por ello gracias al Brasil. - En la década de 1850 “jugaba” a aliarse con el Mariscal Francisco Solano López de Paraguay contra Mitre y transaba a escondidas con Brasil e Inglaterra, vendiéndole caballada a Brasil para, posteriormente, ir a cobrarle a Mitre y los británicos su traición. - En Pavón luego de vencer en el campo de batalla, inesperadamente desapareció y se recluyó en su Palacio San José dejando que la dupla Mitre-Sarmiento oprimiera a las provincias y masacrara a todos los federales (militares o no, y hasta a pobres gauchos). - Le prometía al Chacho Peñaloza que se "pronunciaría" a su favor, y "lo dejó solo" para que lo mataran. - Lo mismo hizo con Felipe Varela: “Debemos tener absoluta confianza en el señor general Mitre – le escribía al Chacho – Sus intenciones son leales: lo creo capaz de afianzar las instituciones nacionales en todo su vigor sobre las bases del orden y la fraternidad” (Urquiza a Varela. San José. 21 de noviembre de 1863. AGNA. Arch. Urquiza, leg. 77. AGM. “Proceso...” t. II. p.122). Nadie mejor que nuestro José Hernández para definirlo en pocas palabras “Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La reacción del partido debía por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como http://www.lagazeta.com.ar/rosasnohamuerto.htm 12 era el justo castigo del jefe traidor.” (José Hernández, en carta a Ricardo López Jordán, fechada en Buenos Aires, el 7 de octubre de 1870.) ¡Y pensar que hoy grandes monumentos, barrios y calles honran a Urquiza, lo que demuestra palmariamente, fácticamente, que a la fecha –año 2018- no hemos vuelto a ser una nación soberana! En la historia, los imperios siempre se han apoyado en infieles de las naciones que han atacado. Buscan, hasta encontrar, aquella alma débil, ambiciosa en lo personal, a quien cebar con títulos y honores. Lo consiguieron con Urquiza, la espada principal de la Confederación. A su comportamiento renegado, se suman la del Gral. Garzón, otrora jefe del Estado Mayor de Oribe, quien, sin pudor, lo abandona y se pliega a las órdenes de Urquiza y la por lo menos sospechosa deserción del Gral. Pacheco, principal General que tenía Rosas, días antes de la batalla de Caseros, El Paraguay y, años después Urquiza junto a otros perjuros a su país, se arrepintieron-supuestamente- de su alianza con Brasil y Uruguay pues éstos se volvieron en su contra en la guerra de la Triple Alianza. Pero ya era tarde. La batalla contra la Confederación comenzó en mayo de 1851 con el pronunciamiento del principal Jefe Militar de la Confederación, Urquiza, alzándose contra su propio gobierno central. Tuvo su final el día 3 de febrero de 1852 en la Batalla de Caseros. Allí la Argentina fue derrotada por el Brasil y sus aliados en una batalla que no duró mucho. A las 3 de la tarde estaba todo terminado. Desde ese momento nuestra Nación nunca más volvió a ser soberana, condición que perdura hasta hoy día. Lo que explica -y mucho- la causa de nuestra actual y perenne decadencia como nación. La derrota de la Argentina se dio por una serie de hechos que convergieron para que así sucediera: 1) El ejército de la Confederación fue manejado y guiado durante años por su jefe, J. J. de Urquiza, razón por la cual, el día de la batalla estaban muy disciplinados y excelentemente equipados. Por su parte, Rosas quedó prácticamente sin su primer general y su mejor ejército. J.M. contaba con el Gral. Hilario Lagos, el Gral. Jerónimo Costa, el Gral. Lucio Mansilla, los coroneles Vicente González y Santa Coloma, y los Generales de pensamiento político unitario Martiniano Chilavert y Pedro José Díaz. Desde el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado de J.M. tenían un pensamiento unitario, por lo menos al comienzo del gobierno de Rosas, como J. R. Balcarce y Tomás Guido. También confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María de Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, intrigante y si bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y viendo el cariz que tomaban los hechos históricos, se acercó a J.M. al comienzo de su mandato. Éste, conociendo su capacidad pero también su perfil oblicuo, de alguna manera se lo „sacó de encima‟ físicamente y lo 13 envió como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se repite todavía en estos tiempos. El caso de Tomás Guido tiene una particularidad: fue mandatario de Rivadavia, luego de Dorrego, después fue Ministro del gobierno unitario de J. Lavalle, posteriormente colaboró con Viamonte y terminó siendo durante años funcionario de primer orden de J.M y la Confederación. Esto demuestra que no era tan esquemáticamente una guerra entre Federales y Unitarios, sino que se trataba de una guerra entre Argentina, y Brasil y sus aliados de adentro –muchos unitarios y otros federales tentados por cargos y honores- y de afuera del país. Un dato para tener en cuenta es que, como ya se mencionó, tanto Chilavert, quien luchó valientemente en la Vuelta de Obligado y en Caseros, como el Gral. Facundo Quiroga, se declaraban unitarios en cuanto a sus creencias sobre el modo de constituir el país. (Quiroga era primo de Domingo Faustino Sarmiento cuyo apellido completo era Quiroga Sarmiento). Chilavert le dijo a J.M. que, si bien él era unitario, no concebía que fuerzas extranjeras quisieran sojuzgarnos y tampoco admitía la traición de Urquiza al aliarse a los brasileños. Quiroga, reconoció que era unitario, pero como el pueblo creía que la mejor forma de gobierno era la Federal, él dejaba de lado sus ideas personales y apoyaba la voluntad del pueblo. Todo esto no hace más que mostrar diáfanamente lo que expresamos anteriormente: la batalla de Caseros fue una guerra entre la Argentina y el Brasil, -fogoneada por Ingleses y Franceses tras bambalinas- ayudado por nativos perjuros y mercenarios extranjeros alemanes e italianos. Digamos también que los hechos llevaron a Rosas a profesar finalmente su federalismo. En principio al igual que José de San Martín, Rosas se declaraba equidistante de las dos pasiones que devoraban a los argentinos. Era un pragmático y veía más allá de lo que muchos de sus coetáneos lo hacían. En 1832 en una carta a Facundo Quiroga le expresaba: “…siendo federal por íntimo convencimiento, me subordinaría a ser Unitario si el voto de los pueblos fuese por la unidad”. (Según Roberti, Miguel Ángel (2007. «Juan Manuel de Rosas». Historia para Todos. Consultado el 13 de septiembre de 2012). Poquísimo antes de la batalla renunció el Gral. Ángel Pacheco, el mejor militar que tenía Rosas. Las razones fueron poco claras y había sospechas fundadas de un acuerdo con Urquiza a cambio de asegurársele http://www.historiaparatodos.com.ar/ROSAS%20TXT.html 14 el respeto a sus propiedades y bienes, y en un futuro, la concesiónde algún cargo político. Aparentemente Urquiza, aguijoneando la miserabilidad de Pacheco, le habría prometido el gobierno de la Provincia. de Bs.As. (ver testimonio del Sr. Cabrera, Juez de Paz, quien había oído en una reunión un año antes de la batalla de Caseros, que se había brindado para que Urquiza lograse invadir a Buenos Aires y derrotase a Rosas y que el Gral. Pacheco había participado de ese brindis -citado por Saldías). La actitud demostrada por Pacheco dio la razón a quienes así pensaban. Abandonó su puesto un par de días antes de la batalla y se recluyó en su casa. Ya en los meses anteriores a la batalla de Caseros no dejó de hacer cuanto movimiento militar fuera necesario para perjudicar al gobierno nacional. ¡Qué distinta la actitud de Chilavert que dio su vida por defender a su nación disparando hasta su último cartucho! Tal deslealtad se la enrostró el Gral. Hilario Lagos al propio Pacheco en una carta del 27 de diciembre de 1845. La sospecha defección de Pacheco le fue advertida a Rosas por sus oficiales, pero éste no lo creyó posible y por lo tanto no tomó medida alguna. Esto nos advierte ciertamente de un error de estrategia militar y política del noble J.M. En cambio, algunos otros historiadores han expresado que Rosas siempre supo de la doble conducta de Urquiza, pero necesitaba tenerlo a él y a su ejército a su lado creyendo que iba a poder „manejarlo‟ y controlar sus acciones. El 26 de mayo de 1851 Southern le envía una carta a Palmerston donde hace una descripción puntillosa de la personalidad fluctuante de Urquiza donde fulmina su capacidad de gobernante diciendo que solo le importa el dinero. “Buenos Aires 26 de mayo de 1851 Vizconde Palmerston G.C.B. Mi Señor. Ciertas cosas en la mente de Urquiza, su vanidad desordenada, su estupenda ignorancia, su ciega ambición, lo han arrojado últimamente en las manos de algunos aventureros revolucionarios, que lo han convencido de que él está destinado a ser el reorganizador de la Confederación y el Regenerador de Sud América”. A su vez, J. Pandá Cologeras, en su libro “Formaçao Historica Do Brasil” citado por Rosa J.M. Hist. Arg. t. VII, p.117 dice: “…No había en Urquiza la pasta de un hombre de estado; no pasaba de un condotiero...Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. …Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado; el general Osorio le conocía el lado flaco” 15 La actitud de Pacheco fue la misma que posteriormente tomó Urquiza luego de la batalla de Pavón, al entregar la Nación a Mitre, transformando en derrota lo que había sido una victoria en el campo de batalla. Todo a cambio del respeto a su vida y sus bienes en Entre Ríos, masonería de por medio, por supuesto. 2) Del lado del ejército “rosista” se habían podido reclutar sólo soldados porteños que huyeron prontamente a poco de comenzar la batalla al verse desbordados, salvo el batallón Palermo al mando de Chilavert. Los soldados del interior no llegaron a tiempo para apoyar materialmente su jurada fidelidad al Gral. Rosas. Las tropas federales fieles a Rosas que habían sitiado durante 7 años seguidos la ciudad de Montevideo, al defeccionar Oribe fueron reclutadas por Urquiza para pelear contra la Confederación. Cuando se dieron cuenta de esta maniobra, huyeron en masa a Buenos Aires a ponerse a las órdenes de Rosas. Estaban agotados, envejecidos, sin uniformes y hambreados, de modo que poco pudieron hacer. Cuando fue derrotado Rosas, fueron masacrados, fusilados y degollados, en una carnicería inenarrable, así lo mencionan todos los historiadores. Durante días sus cabezas „adornaban‟ los caminos que iban al Caserón de Palermo. 3) Se le ocultó a Rosas el real poder y fuerza militar con la que contaba. El secretario confidencial que copiaba sus notas y despachos tenía un hijo que estaba en connivencia con Urquiza. Por su intermedio, este empleado durante mucho tiempo le envió copias a Urquiza anticipándole sus planes militares. 4) Rosas, excelente gobernante, con una inteligencia superior a la media, gran estratega político, con altísima capacidad diplomática, defensor inconmovible de la soberanía de la nación, ya en los tiempos de la batalla de Caseros como militar tenía sus bemoles y el cansancio de tantos años de lucha no jugó papel menor. Tantos años de gobernar al país, con guerras intestinas interminables, teniendo una actividad política que lo obligaba a un permanente sedentarismo, lo perjudicaron en este último encuentro contra el imperio del Brasil y sus socios externos e internos. Y decimos socios „externos‟ pues al Brasil, Uruguay, Paraguay se le sumaban las permanentes intrigas de Inglaterra y Francia. ¡Una verdadera coalición mundial! Rosas tal vez haya equivocado su accionar. A pesar de que sus generales le habían aconsejado pelear en las cercanías de Buenos Aires, en su entrada, para dar tiempo a que las huestes aborígenes leales del sur de la provincia llegaran para defenderlo y los ejércitos de los gobiernos del interior, optó por dar pelea inmediatamente en Caseros y Morón. 16 No sabemos las razones por las cuales Rosas tuvo la actitud de desoír los consejos de sus generales. Si fue por exceso de confianza en su ejército; por no creer que los brasileños y los soldados correntinos y entrerrianos se animasen finalmente a atacar a la Confederación; por creer en algún designio del cielo; por el cansancio de tantos años de guerras para defender nuestra tierra y volver todo a un punto muerto o por un conjunto de todo esto. Debemos considerar que Rosas comenzó su actividad política muy temprano, apartándolo ésta de sus intereses rurales. Las organizaciones municipales lo buscaban para ordenar la vida de los pueblos permanentemente en anarquía o caos. Así fue elegido alcalde por el Partido de San Vicente en 1820, cargo que no aceptó. Este hecho es bastante ignorado en los libros, sobre todo teniendo en cuenta que, curiosamente su primer Alcalde había sido José de San Martín. No sabemos ni existe documentación que pueda justificar o comprender la decisión de Rosas de no tomar las medidas de defensa correctas cuando se le había advertido, de la „renuncia‟ (sic) o traición del Gral. Pacheco y de los avances de los brasileños y Urquiza sin oponérseles resistencia. Cuando tomó conciencia de todo ello, fue demasiado tarde. Rosas pudo oponer a la falta de organización militar la arenga, su propia persona en el campo de batalla o su alta capacidad política, pero eso ya no fue suficiente. Carlos Ibarguren interpreta ese cansancio de Rosas de lidiar durante años y años contra las fuerzas antiargentinas de adentro y de afuera con el hecho de que las adhesiones personales y las que tenía en el interior iban menguando con el paso de los años. En el mismo sentido Vicente Sierra hace notar que J.M. en las cartas a Felipe Arana por el año 1848, advertía que el mundo avanzaba inexorablemente a políticas y gobiernos liberales y aunque ello redundara en perjuicio para la nación, poco se podía hacer ya que el apoyo por parte de las clases altas menguaba debido a que se estaban aburguesando y por lo tanto se cansaban de las eternas luchas que perjudicaban sus negocios. Esto se sumaba al hecho de que las clases populares que, si bien seguían apoyando a Rosas, también deseaban finalmente una sociedad más tranquila, y creían, ingenuamente, que con Urquiza podía volver a establecerse una sociedad sin más guerras. Por supuesto que viendo cómo se sucedieron los hechos en los años siguientes, fue un error y el pueblo todo sufrió las consecuencias de su visión equivocada de un futuro que se presentaba pacífico e idílico. La batalla se conoce como de „Caseros‟ pues allí estaban apostadas las huestes brasileñas. El grueso de los soldados de Urquiza estaba en Morón, perocomo los que comandaban eran los brasileños y fueron en definitiva quienes escribieron esta historia, ellos le dieron el nombre de batalla de „Caseros‟. 17 Podemos decir que los soldados de Urquiza, a regañadientes pelearon bajo sus órdenes pues tenían como aliados a los brasileños. Aquellos mismos contra los cuales pelearon durante años, por esta razón se sentían consternados, incómodos y sin ánimo de pelear contra Rosas, en definitiva, contra el gobierno legítimo de su país. El pueblo de la Provincia de Corrientes, el de la Provincia de Buenos Aires y la propia ciudad, no recibieron precisamente de buena manera a Urquiza y sus tropas: lo sabían desleal, ¡pero…qué podían hacer! .... Su silencio y el cierre de las ventanas de sus casas fueron el modo en que manifestaron su disgusto. Un dato de color: en Paraná cuando las tropas correntinas y entrerrianas comenzaron a marchar hacia Buenos Aires, en silencio, adustos, sin demasiado convencimiento de lo que estaban haciendo, se oyó una sola voz entre ellos que gritó „¡¡Muera Rosas!!l‟ que no encontró eco en los demás soldados. Era la voz de Evaristo Carriego (abuelo del futuro escritor del mismo nombre). Paradójicamente, con el tiempo fue otro „arrepentido‟, ya que luego de la batalla de Pavón, se convirtió en acérrimo enemigo de Justo José de Urquiza. Según mencionamos precedentemente, entre las tropas invasoras se encontraban muchos mercenarios alemanes, e italianos partidarios del asesino Garibaldi. En 1864, éste estuvo en Inglaterra, en Southampton, y fue recibido como huésped de honor por parte de las autoridades inglesas, tratado como una eminencia ante la ovación de la muchedumbre. En esa oportunidad quiso visitar a Rosas para conocerlo personalmente, pero J.M. no se le acercó ni intentó hablarle. En otras palabras, „le dio la espalda‟. Como debía ser. Con la derrota a manos de Brasil y sus aliados (Paraguay, Uruguay, Entre Ríos, Corrientes, más personajes como Salvador María del Carril, Agüero, Varela, etc), la Argentina perdió las Misiones Orientales que pasaron a territorio brasileño; la soberanía de los ríos interiores Uruguay y Paraná que habían sido sostenidos y acordados luego de la guerra contra Francia e Inglaterra en 1845 y los territorios del Paraguay y el Uruguay por los que habían luchado Artigas, Lavalleja y Oribe durante tantos años. Este Uruguay también perdió parte de su territorio a manos del Brasil por medio de un tratado compulsivo. Alberdi, “el arrepentido” (sic), muchos años después, fue uno de los propulsores jurídicos más importantes para lograr la libertad de la navegación de los ríos interiores para todos los países del mundo. Esto se vio reflejado en la Constitución liberal de 1853, hija putativa de la derrota de Caseros por la alianza extranjera. El mismo Alberdi que requería imperativamente “que la Argentina pidiera y se llenara de préstamos en el extranjero, que empeñáramos nuestras rentas y bienes nacionales para empresas que harán prosperar al país” („Bases…‟ en Obras Selectas, T.X, pág.86) La mayoría de los oficiales de la Confederación, luego de la batalla y absolutamente derrotado Rosas y en retirada todo su ejército, se pasaron a las órdenes de Urquiza (Arana, Lahitte, Baldomero García, Nicolás Anchorena y el Gral.Guido).. Esto fue informado por el diplomático inglés Gore a sus superiores en una carta enviada días posteriores al 3 de febrero. Con el tiempo y a fin de atraer a los antiguos federales para pelear contra Mitre y los unitarios que lo habían manipulado para alzarse contra el gobierno legal de 18 Rosas, Urquiza nombra a antiguos “rosistas” para asumir cargos públicos (mucho de los citados en párrafos anteriores). Se conocen los detalles de la ida de J.M. a Inglaterra, pero debemos considerar que junto a él y su familia fueron exiliados el Gral. Jerónimo Costa, el Gral. Pascual Echague (por poco tiempo) y el General Lucio N. Mansilla, héroe de la independencia y de las guerras contra los ingleses en Vuelta de Obligado. Estaba casado en segundas nupcias con Agustina Ortiz de Rozas, de 15 años en ese momento, y la más bella de las hermanas de J.M. Fueron padres ambos del también conocido militar y escritor Lucio V. Mansilla. Echague se instaló en España (Cádiz, Madrid) recuperando su status-quo y bienes al volver a los dos años a Buenos Aires. Lucio N. Mansilla, hombre inteligente y con luces no solo militares sino políticas y sociales, en el año 1834 siendo Jefe de la Policía de la ciudad creó y reglamentó el Instituto de „Serenos‟ que dio inicio a las luminarias de las calles de Buenos Aires, y estuvo vigente durante muchos años hasta entrado el siglo XX. Este sistema fue luego copiado en Brasil y Uruguay Mansilla, a diferencia de J.M. se fue a vivir a París, Francia, visitaba frecuentemente a la Corte de Napoleón III quien lo tuvo en alta estima y le brindaba un trato privilegiado. Trataba con consideración a Mansilla y a Rosas –a quien ofreció ir a vivir a Francia- a pesar de que éstos habían sido enemigos de su Imperio, por entender que habían defendido su patria como él lo hubiera hecho si algún extranjero hubiera querido invadir Francia y abatir su independencia. Años más tarde, Mansilla regresó a Buenos Aires donde murió en 1871. 19 IV.- CONSECUENCIAS DE LA DERROTA EN CASEROS- „ANTIRROSISMO‟ DE ALGUNOS FAMILIARES SUPÉRSTITES y ANTIGUOS FEDERALES Sabemos que por cuidar „su piel‟ y por cuestiones materiales, como se ha mencionado anteriormente, muchos que eran declarados „rosistas‟ y juraron defender la patria, traicionaron hasta sus propios dichos sólo días antes de comenzar la batalla de Caseros. Podemos decir que en Inglaterra J.M. era un hombre ensimismado y dolido por la actitud de aquellos en quienes más confiaba y por quienes fue traicionado. Aquellos que silenciaron su nombre, lo ignoraron a él o ignoraron lo que había hecho por ellos y por la Nación. Estaba sorprendido por el proceder de sus supuestos adeptos y sufría mucho más por los federales que lo habían abandonado (Gral. Ángel Pacheco, Felipe Elortondo, Rufino de Elizalde, Pastor Obligado, Saturnino Segurola, Pedro José Agrelo, etc) que por los propios unitarios de los que ya conocía sus pensamientos y acciones. Hubo antiguos federales que se habían beneficiado durante la gestión de Rosas, y luego de su derrota, no sólo le negaron ayuda, sino que hasta lo crucificaron con silencios, y lo denostaron en aras de mantener sus vidas y sus bienes. Entre ellos el canónigo Miguel García y Saturnino Segurola quienes no vacilaron en „cambiar de bando‟ apenas el triunfo de Urquiza. Fue traicionado por muchos de los federales de buena posición social y económica, comenzando por el Gral. Ángel Pacheco, como ya comentamos anteriormente. Debemos tener en cuenta el contexto histórico. Reconozcamos que era difícil ser federal en esos tiempos tan turbulentos, luego de la Batalla de Caseros. Había que tener un carácter fuerte y sólido en los ideales para aguantar el embate „social‟ del unitarismo triunfante, con peligro de caer en desgracia y el riesgo cierto de ser ejecutado sin demora. Pero bueno…como vemos, Judas los hubo siempre También sus familiares, principalmente los Anchorena, quienes, si bien crecieron económicamente en la época de Juan Manuel, y eran sus primos segundos, fueron los únicos que nunca se desempeñaron como funcionarios ni tuvieron cargos políticos durante todo el período que Rosas estuvo en el poder. El mismo día que cayó Rosas, le dieron la espalda para unirse a Urquiza a cambio de no perder sus posesiones y bienes (tal vez también sus vidas). Algo que aún es frecuente en nuestra tierra en estos días. A ellos J. M. se refería con estas palabras: "¡Esos Anchorena! Y muy especialmente el tal don Nicolás. ¡Qué hombre tan malo, tan impío, tan hipócrita y tan bajo, tan asqueroso e inmundo!". Queda bien clara la opinión que tenía sobre algunos de susparientes que se apartaron luego de Caseros. Un caso notable es el de Felipe de Elortondo, que fue director de la Biblioteca Pública durante todo el gobierno de J.M, y apenas caído Rosas, rindió homenaje a Urquiza para conservar su puesto. Quizá se trate de uno de los traidores que 20 más impudorosamente ha quedado expuesto en nuestra historia, junto a Rufino de Elizalde y Pastor Obligado, como veremos más adelante. Estos federales „rosistas‟ dadas las circunstancias violentas imperantes luego de Caseros, -cabe recordar que hubo muchos asesinatos y fusilamientos-, se volvieron porteñistas. Éste era un grupo que aglutinaba a los „unitarios‟ y los antiguos federales de la Provincia de Buenos Aires, contra los federales del interior. En sus filas encontramos personajes que habían sido furiosamente „rosistas‟ como los Anchorena, Pastor Obligado, Rufino de Elizalde, Agrelo, Vélez Sarsfield. Estos cuatro últimos luego de la caída de Rosas, fueron los promotores principales de que lo declararan reo de lesa patria y le confiscaran sus bienes. Pastor Obligado, fervoroso y antiguo partidario de Rosas, como un cobarde y traidor, luego de Caseros, fue nombrado en 1853 Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, súbitamente se volvió liberal, y no solo eso: procesó y mandó a fusilar a decenas de amigos y antiguos federales „rosistas‟, entre ellos al Gral. Jerónimo Costa el 2 de febrero de 1856 por haber mantenido la dignidad de seguir defendiendo la soberanía nacional como oficial del Gral. Hilario Lagos. Los historiadores entienden que las razones por las cuales aquellos que en su momento se declararon fervientes sostenedores de la libertad de la patria siendo „rosistas‟ ejemplares, y cambiaron de bando sin sonrojarse, han sido las que se repiten con frecuencia en la historia, y siguen vigentes aun hoy en día: cobardía, miedo, resentimiento, ansias de poder, bajeza de sus almas, maldad, instinto de conservación, entre otras. Paradójicamente, los que rechazaron la confiscación de los bienes de Rosas por entender su real honestidad fiscal y patrimonial, fueron Félix Frías, Carlos Tejedor y el mismo Salvador María del Carril. Todos ellos a pesar de haber sido sus opositores y habiéndolo denostado en otros aspectos destacaron su honradez. ¡Cosas de nuestra historia!!!! El resultado de la votación en la Asamblea Legislativa fue 21 votos a favor de la expropiación y 12 en contra. Otra incongruencia más. Adolfo Alsina, junto a Vicente Quesada (padre del historiador Ernesto Quesada que más tarde y siendo ya mayor, reivindicó a Rosas y su obra) y a los detractores mencionados precedentemente entre otros personajes, fueron los propulsores de la confiscación de los bienes de J.M. Y aquí aparece una singularidad: con el transcurso del tiempo, el nieto de Rosas, J. M. León, fue adlátere y socio político de Alsina, principal ideólogo de la incautación ilegítima del patrimonio de su abuelo. Pero, tengamos presente que Valentín Alsina se casó en Mayo de 1827 con Antonia Maza, a la sazón hija del abogado Manuel Vicente Maza y hermana de Ramón Maza, teniendo ambos como hijo a Adolfo Alsina. Como veremos más adelante, los Maza fueron primero Federales pero luego traicionaron a J.M. y a su legítimo gobierno, razón por lo cual fueron muertos. Esto nos permitiría entender el odio de los Alsina hacia Rosas. Otro ejemplo de incoherencia es el caso de Máximo Terrero: Mientras él se desempeñaba como cónsul de Paraguay en Londres, su sobrino político J. M. 21 León peleaba a las órdenes de Mitre y Urquiza en la guerra contra el Paraguay. Una contradicción más de nuestra historia patria. Por supuesto que hubo honrosas excepciones –más allá de sus familiares- que estuvieron al lado de Rosas en esos momentos aciagos: alguna de sus hermanas, el Gral. José de San Martín, Lorenzo Torres, los Costa, Mariano Balcarce, Tomas Guido –con sus matices-, Pascual Echague, , los Terrero, los Mansilla, Roxas y Patrón (fundador del Banco de la Provincia de Bs.As. en 1836, hecho olvidado por completo hasta el día de hoy), Dalmacio Vélez Sarsfield (en su vejez luego de haberlo combatido toda su vida), los descendientes de Martiniano Chilavert (cobardemente fusilado luego de la batalla de Caseros junto al Gral. Santa Coloma y decenas de federales fieles), los Ezcurra, la mujer de Facundo Quiroga, su amiga Eugenia Castro y sobre todo Josefa Gómez quien le escribía usualmente y bregó durante años por su reivindicación. Así se escribe nuestra historia. Las distintas circunstancias podrán explicarse con palabras, pero nada de lo que pueda decirse podrá rebatir los hechos sucedidos. Y muchas veces, las motivaciones reales de la forma de proceder de los protagonistas permanecen en el silencio de sus pensamientos. * J.M. de Rosas fue al único a quien se le confiscaron sus propiedades después de la derrota en Caseros. Quienes acompañaron y crecieron bajo el gobierno de Rosas, incluidos familiares directos e indirectos, no sufrieron confiscación alguna luego de la batalla de Caseros (la propia Manuelita, Lorenzo Torres, Felipe Arana, Ángel Pacheco, el Gral. Lucio N. Mansilla, los Terrero, entre otros) y pudieron adaptarse a los nuevos tiempos sin dificultad. Manuelita, ya muy mayor, en el año 1886, viajó brevemente a Buenos Aires, y pudo recuperar sus posesiones heredadas por la rama materna. Volvió a Inglaterra y nunca retornó al país, ni su marido, Máximo Terrero, ni sus hijos. Cabe recordar que los niños habían nacido en Inglaterra y para ellos esa era su patria, hablaban castellano con fuerte tonada y dicción inglesa. Todos los hermanos de Rosas (la mayor, Gregoria; Prudencio; Gervasio; Mercedes; Andrea; María -Mariquita-; Manuela; Juana y la menor Agustina -la belleza de la confederación-), pudieron seguir desarrollando sus vidas con normalidad, conservaron sus bienes y nunca fueron molestados en su diario vivir. El trato que éstos mantenían con Rosas luego de su caída fue diverso. Los cinco primeros se desentendieron de J.M. y jamás le enviaron ningún tipo de auxilio económico, abandonándolo a su suerte allá en Inglaterra. Esta actitud de algunos de sus propios hermanos le causó una profunda tristeza, puesto que se le hacía difícil comprenderlos, o sencillamente quizás no quiso hacerlo. Pero sus otras hermanas: Agustina, María, Manuela, y Juana, siguieron en contacto con él, tratando de ayudarlo económicamente cuando les resultaba posible. 22 ¿Por qué razón muchos de los descendientes y parientes de Rosas fueron, paradojalmente, 'antirrosistas' a pesar de que J.M. y su nación habían sido derrotados y humillados por Brasil y sus socios? La respuesta, poco conocida, podría ser un conjunto de causas y situaciones convergentes que desembocaron en lo referido. Todos ellos se desentendieron de J.M. y jamás le enviaron ningún tipo de auxilio económico, abandonándolo a su suerte allá en Inglaterra. 1) Gregoria (la hermana mayor), de nobles sentimientos, estaba casada con Felipe Ignacio Ramón Ezcurra Arguibel (hermano de Encarnación), llevó una vida austera, dedicada al hogar. Se destacó por su generosidad, mereciendo de don Valentín Alsina, el calificativo de anciana venerable. Sin embargo, no ayudó a su hermano en el exilio. 2) Andrea, hermana de J.M estaba casada con Francisco Braulio Saguí de Lamadrid, miembro de una familia eminentemente unitaria. Estos tuvieron una hija, también llamada Andrea, que se casó con un hermano del Gral. Mitre: Federico Mitre. Recordemos que el Gral. Gregorio Araoz de Lamadrid, héroe de la independencia, si bien era unitario, se puso a las órdenes de Rosas en cierto momento, para ofrecer su espada a fin de combatir a los franceses en su bloqueo. Lamentablemente, al igual que otros, luego se dio vuelta nuevamente y combatió a Rosas (quien, valga el dato, era padrino de dos de sus hijos). A Braulio Saguí de Lamadrid se le había ofrecido que integrarael Tribunal de Comercio, pero por el hecho de no ser federal, Rosas - que estimaba a su cuñado- lo rechazó, dejando de lado el nepotismo característico de nuestra historia hasta hoy en día. Esta actitud puede haber ofendido de algún modo a Andrea, su hermana, y explicaría porque tuvo un trato frío con J.M. y jamás lo ayudó económicamente aun cuando éste lo necesitaba imperiosamente en el exilio. Justificable la actitud de J.M. si consideramos también el hecho (no tenido en cuenta por Mercedes Fuentes, mujer de J.Bautista), que el mencionado traidor Lamadrid, fue el encargado de ejecutar la orden de Lavalle de fusilar a Manuel Dorrego, su amigo, lo que le suma a su carácter de traidor, el de asesino. En los tiempos en que Buenos Aires era una aldea, era común el casamiento entre los miembros de las distintas familias distinguidas. Esta costumbre traía aparejadas disputas no sólo sociales, sino también políticas, algunas de ellas sangrientas, como se ha explicado. 3) Mercedes, hermana de J.M. estaba casada con Miguel Rivera, quien aparentemente fue cesado de su cargo en la Universidad por no ser Federal. Esto nos lleva a pensar que tal situación podría ser el motivo de su distanciamiento con J.M. 4) Gervasio, su hermano. Fue mandado a detener por J.M. por ser sospechoso de ser miembro de los Libres del Sur, pretendida revolución de terratenientes. Se vio obligado a huir al exterior en 1839. No sabemos con certeza si estuvo implicado, ya que algunos autores lo niegan y otros, como su hermano Prudencio, https://www.geni.com/people/Francisco-Braulio-Sagui-de-Lamadrid/6000000017037873526 https://www.geni.com/people/Francisco-Braulio-Sagui-de-Lamadrid/6000000017037873526 23 afirman que estaba entre sus partidarios. Lo que sí es indudable es que estaba en contra del sistema de gobierno de su hermano. Con el tiempo Gervasio volvió al país, pero la relación con J.M. nunca mejoró. Era previsible que no le enviara dinero cuando estaba en Inglaterra. Pero extrañamente, hubo dos personas que no ayudaron a Rosas en el exilio y cuya actitud le causó sorpresa y dolor 5) Prudencio, su hermano, furibundo „rosista‟ y jefe militar. En palabras de Roberto D. Mûller: “Por demás extraño es que no se hayan conservado datos sobre algún apoyo financiero que pudiera haberle prestado Prudencio a su hermano, más aun cuando, llegado a Europa, se estableció primero en Lisboa, pasó luego a Cádiz y finalmente se radicó en Sevilla, donde llevó una vida dispendiosa, en un palacio de la calle de San Vicente, relacionándose con la mejor sociedad andaluza, a la vez que trababa amistad con el Duque de Alba, Eugenia de Montijo y el Duque de Montpehsier. Viajó también a Madrid y a Paris, y llegó a conocer a Napoleón III. Falleció el de julio de 1857 en Sevilla, dejando una gran fortuna.” El autor citado se pregunta, y con razón, sobre Prudencio: “Estando en Europa, ¿no tuvo interés alguno en visitar a su hermano o en provocar al menos un encuentro entre ambos?, No le debía acaso cargos, tierras y fortuna? Así como viajó por Portugal, España y Francia, ¿No pudo llegarse basta Southampton, para ver una vez más a don Juan Manuel? Estas preguntas quedaran posiblemente sin respuesta, como también la que podríamos hacemos ahora: ¿Por qué Rosas, tan proclive a proclamar la ingratitud de sus familiares y amigos nunca pronunció una queja en contra de su hermano Prudencio? Preguntas sin respuestas que puedan certificarse de modo alguno. 6) María Josefa Ezcurra, inexplicablemente no lo ayudó en el exilio. Fue en su momento „rosista‟ de primera línea y ferviente defensora del gobierno de su cuñado. Era una mujer de enorme fortuna. No es un dato menor, considerando que J.M., para tapar el deshonor que aconteció cuando tuvo un hijo con Manuel Belgrano, lo adoptó y le dio su apellido. Ante tamaña desconsideración J.M. le escribió desde Inglaterra, llamándola „ingrata‟ entre otros adjetivos, por haberle dado la espalda cuando más la necesitaba. 7) J. Bautista Pedro Ortiz de Rozas, su único hijo varón. Fue una personalidad gris, taciturna, algo oscura políticamente hablando, y que no tuvo participación política alguna en la época de su padre. Vivió prácticamente a la sombra de éste, quien no sólo nunca lo tuvo en consideración, sino que además lo subestimaba en su capacidad: Tenía buen corazón, era amigo de sus jóvenes amigos (aunque estos fueran unitarios, no hacía distinción ideológica en cuanto a sus afectos) y fue muy querido por su hermana Manuelita y por su abuela Agustina López Osornio, madre de J.M. Su situación política y financiera en el exilio hizo que J.M. se mantuviera triste y preocupado en extremo, y ello podría haber coadyuvado a descuidar a su hijo J. Bautista y a desentenderse aún más de su nieto, J. M. León. 24 Sobre todo porque, como se sabe, J.M. no era precisamente una persona muy demostrativa en el momento de expresar sus sentimientos íntimos. No es posible afirmar que J.M. no haya querido a su hijo J. Bautista, aunque sólo le haya demostrado su afecto en el escaso intercambio epistolar que mantuvieron cuando éste fue a vivir a Brasil en el año 1855, donde permaneció algunos años antes de irse finalmente a Buenos Aires Según puede deducirse de sus cartas, la distancia que Rosas mantuvo con J. Bautista pudo haber sido producto de la subestimación y desilusión que éste le había provocado. Tal vez J. M. no pudo apreciar cómo era realmente su hijo varón ni reconocer sus valores y capacidades., Por el contrario, siempre lo desaprobó por no ser parecido a él mismo; en definitiva J. Bautista no era COMO ÉL HUBIERA QUERIDO QUE FUESE. Actitud parental bastante frecuente aún en nuestros días. J. Bautista era una persona afable, a quien sobre todo le atraía la vida de la ciudad: las mujeres, el teatro, el circo (se encandilaba con la destreza de los magos), las fiestas… Disfrutaba con todas las actividades sociales, y se mostraba totalmente ajeno a la política. Analicemos un dato tal vez menor, pero que resulta muy gráfico al respecto. En una oportunidad, Rosas le había cedido a su hijo J. Bautista como adelanto de herencia, algunos campos que pertenecían a Encarnación Ezcurra para que los administrase. Éste no supo o no quiso hacerlo, en parte debido a que no le no le interesaba en absoluto vivir permanentemente en el medio rural, ni administrar sus campos, ya que le atraía la vida de la ciudad. Como esos campos daban pérdida, y J. Bautista no quería seguir haciéndose cargo de éstos, J. M. se vio obligado a comprárselos, abonándole lo que correspondía, y en su lugar designó como administrador a su hijo adoptivo, Pedro Rosas y Belgrano. Rosas consideró el pago realizado como un adelanto de la herencia para su hijo. Esto se vio reflejado en su primer testamento del 28 de agosto de 1862. En La Clausula 9na. Dice “A mi hijo Juan Ortiz de Rosas, entregué al poco tiempo luego del fallecimiento de su Madre, todo lo que le tocaba por Herencia Materna –Consistía en las Estancias “Encarnación” y “San Nicolás”, con veinte leguas de tierra cuadradas, cinco mil ochocientas cabezas de ganado vacuno, de año arriba, incluso lo que ya había recibido antes en el Azul, y los caballos, yeguas, ovejas, útiles y demás correspondientes. Se recibió también de un terreno sobre el Riachuelo en la ciudad de Buenos Aires, en la parte interior, con los fondos hacia la convalecencia, cuya superficie tiene cómo de noventa a cien, o más cuadras cuadradas. Posteriormente se las compré sabiendo yo que Juan estaba próximo a vender esas veinte leguas cuadradas, se las compré, y pagué a mi dicho hijo Juan, en cuatrocientos mil pesos, esas mismas referidas veinte leguas de tierra cuadradas, correspondientes a las Estancias “Encarnación, y San Nicolás”. –Y los ganados con sus poblaciones, los compré al Sr. Dn. Simón Pereyra, a quien los había ya vendido dicho Juan”. 25 El disgusto de Rosas hacia J.Bautista se hizo más evidente en una modificación o codicilo hecho el 22 de junio de 1873 que en su Cláusula 6ta, dice: “En cuanto a la clausula 9ª, agrego, que además de lo referido en ella, recibió mi hijo Juan la Estancia en el Azul, que vendió a Dn. Pedro Rosas Belgrano; cincuenta mil pesos importe de la que compró en la Matanza; quince mil pesos cuando estuvo en el campamento de los “Santos Lugares”. - “Que la casa que ocupó algunos años, desde su casamiento, era mía, habiéndola recibido amueblada; y que también durante los años que la ocupó gratis, comió en mi casa con su Esposa en la mesa de mi familia”. Analizando lo expuesto precedentemente, podemos sacar algunas conclusiones. J.M. (junto con su hijo adoptivo Pedro) tuvo que recomprar a desgano, los campos que le había dado a J. Bautista. Consideró el dinero que le había entregado por la recompra, como un adelanto de su herencia (en el testamento de 1862 no le cedió ninguna propiedad, sólo le otorgó la mitad de sus libros, la otra mitad le correspondió a Manuelita). El disgusto de J. M. con su hijo se puede percibir más claramente cuando remarcó en la modificación testamentaria de 1873 que la casa que había ocupado Juan Bautista desde su matrimonio con Mercedes, era de su propiedad. No obstante ello, el Restaurador detalló que por la misma J.B., nunca había abonado nada, ni siquiera el mobiliario y llegó a destacar el hecho de que la familia de su hijo había comido gratuitamente durante años en su mesa. Estos documentos ponen en evidencia los sentimientos ambivalentes de J.M. hacia su hijo y, por extensión hacia su nuera Mercedes, para quien todo esto no pasó desapercibido. Además, seguramente – y como veremos más adelante- el fusilamiento de Ramón Maza, marido de su hermana Rosa, por orden de Rosas, no hizo más que aumentar la distancia afectiva con J.M. Rosas también demostraba mayor cercanía – no demasiada, tampoco- hacia sus nietos Rodrigo Tomás y Manuel Máximo (hijos de Manuelita y Máximo Terrero), a quienes incluyó en su testamento. No hizo lo mismo con su otro nieto, J.M. León, hijo de J. Bautista, poniendo de manifiesto una vez más las diferencias que hacía entre sus hijos. Por su parte Manuelita, como se dijo, en contraste con la actitud de su padre, sentía mucho cariño hacia su hermano. Lo cuidaba, apañaba y protegía cuanto podía. 8) Mercedes Fuentes y Arguibel (nuera de J.M.). Fue la mujer de J. Bautista y madre de J. León. Nunca simpatizó con su suegro, a quien detestaba principalmente porque su cuñado Ramón Maza (marido de su hermana Rosa) había sido fusilado en 1839 por orden de Rosas por conspirar para derrocarlo, junto a varios Unitarios y Federales traidores y a los franceses que bloqueaban el puerto (Lavalle, Gral.Paz, Carlos Tejedor, etc). Manuel Vicente Maza, padre de Ramón, había sido asesinado el día anterior, pero no es seguro si por federales exaltados por su traición al igual que su hijo, o por unitarios que sospecharon que iba a arrepentirse para salvarlo. La esposa de Manuel, Mercedes Puelma, ante tanta desgracia acabó suicidándose. Ni su nuera ni J. Bautista, quien estuvo de parte de su mujer, se lo perdonaron nunca 26 9) J. M. León Ortiz de Rozas nieto de J.M., hijo de J. Bautista. Cuando éste tuvo que emigrar junto a su padre a Inglaterra, envió a su hijo único, J.M. León, a estudiar a París, Francia. Allí, el joven pasó algunos años, casi sin contacto con su padre y menos aún con su abuelo, con quien tuvo una relación distante. El nieto de Rosas siempre se mostró ajeno a las ideas de su abuelo (aún más que su propio padre) y hasta llegó a rechazarlas. El motivo de esa conducta, sería la conjunción de varios factores: a.) el escaso interés en la política que siempre demostró Juan Bautista, su padre. b.) el poco contacto con su abuelo, quien nunca demostró mucho afecto hacia él, compenetrado en sus desgracias personales y económicas; c.) las ideas revolucionarias que seguramente influyeron en el joven J. M. León durante su juventud en París; Si bien no son justificables las actitudes de alejamiento del hijo y del nieto de Rosas, puede decirse en sus descargos que J.M. tenía un carácter un tanto hosco y no fue, precisamente un padre y abuelo presente, cariñoso y demostrativo. Siempre tuvo con ellos un trato correcto pero distante. Desde el punto de vista personal, J. M. León, tenía una personalidad fuerte, era sumamente culto y dominaba varios idiomas. Fue un hombre honrado, de gran prestigio. No está en discusión que pueda haber sido en su vida privada un buen padre y abuelo, cariñoso con sus nietos, honesto en su vida personal y familiar, pleno de virtudes y capacidades, tal como me han transmitido. (Ver Fotos 06-07-08-09 y 10) Desde el punto de vista ideológico, podemos decir que creció económica y políticamente bajo el ala de los unitarios, liberales y quienes lo apreciaron y cobijaron. Con el correr de los años, J. M. León seguía consolidando su prestigio personal y político entre varios unitarios que pelearon contra su abuelo (Florencio Varela, los Alsina, Mitre, etc.) muchos de los cuales pertenecían a la masonería. La masonería, donde “la fraternidad estaba por encima de la nacionalidad”, podría llegar a explicar la huida de Urquiza luego de derrotar en el campo de batalla a Mitre en el combate de Pavón. Y también explicaría el ascenso político y social de J. M. León, junto a otros masones como Sarmiento, Mitre, Derqui, etc. Veamos el discurso de Mitre en 1868 a la delegación masónica norteamericana en la „Logia Constancia': "La Historia política de la República Argentina, sus luchas y sus conquistas están representadas en los cinco presidentes constitucionales que se cuentan en su historia constitucional. La primera, la de Rivadavia fue la más fecunda de todas... Los otros cuatro presidentes, Hermanos, se han encontrado una vez juntos y arrodillados al pie de estos altares; el General Urquiza que acababa de de serlo; el doctor Derqui que lo era entonces; yo que debía ser honrado más tarde con el voto de mis conciudadanos y el Hermano Sarmiento, que va a dirigir bien pronto los destinos de la Nación” (Del brindis pronunciado par el presidente Mitre en 1868 a la delegación masónica norteamericana, en banquete ofrecido en la Logia 27 Constancia, en ocasión de la próxima asunción del mando por el Hermano Sarmiento- en „Arengas de Mitre‟, edic. de La Nación, Bs.As. 1902, T.I, pág.270) (Ver Foto 11) Si bien J.M. León no fue masón, según me aseguraron en el núcleo familiar, es claro que en aquellos tiempos en que absolutamente casi todo el arco político y social lo era o confraternizaba con la masonería, su buena relación con ellos, junto a su natural capacidad, debe haber facilitado su ascenso económico y político. Los hechos nos muestran que se rodeó de ellos y de aquellos unitarios y federales renegados que hicieron la desgracia del país y de su abuelo. Difícilmente alguien que alabara a J. M. de Rosas o a la Confederación en aquellas décadas pudiera acceder a cargos públicos o políticos encumbrados. Veamos los hechos a los que nos referimos: 1- J.M. León, se dedicó al comercio y a la política. Se alió, con Florencio Varela y Mitre, socio de Alsina principal ideólogo de la incautación ilegítima del patrimonio de su abuelo. Peleó bravamente en la guerra de la Triple Alianza contra los paraguayos (donde fue herido) bajo las órdenes de Mitre, aliado a los brasileños y al renegado y felón Urquiza. Este suceso, con seguridad debe haber sido deplorado por su anciano abuelo desde Inglaterra, ya que, así como el Gral. José de San Martín le donara su sable, Rosas tuvo la intención el 17 de febrero de 1869 de legarle su propio sable al Mariscal paraguayo Francisco Solano López por su titánica lucha (donación que luego fue controvertida en su último testamento). Esto pondría en evidencia el concepto de Nación realmente antifederalque sostenía J.M. León. 2- Urquiza había derrotado a Rosas en Caseros, pero esto no pareció importarle en demasía, ya que se desligó completamente de su abuelo y durante el período en que Urquiza dirigió el país, se rodeó con cuanto traidor a la Confederación y a Rosas hubo; personajes responsables del exilio forzado de su abuelo, y de la pauperización y dolor infinito del mismo hasta el día de su muerte. Yo me pregunto y pregunto al lector ¿Ud. mantendría vínculos con aquellos que pudieran haber lastimado y hundido a su abuelo, condenándolo a un destierro eterno? Otra incongruencia que mencionamos anteriormente, fue cuando Máximo Terrero era cónsul de Paraguay en Londres, mientras J. M. León, sobrino político de aquél, peleaba a las órdenes de Mitre y Urquiza en la guerra contra el Paraguay. 3- Este ´antirrosismo‟ del hijo y del nieto de J.M (o por lo menos distanciamiento afectivo e ideológico) queda también claramente plasmado en el hecho que no consta que alguno de ellos se haya movilizado para lograr su reivindicación personal y patrimonial, sabiendo las penurias económicas sufridas él en el exilio. Penurias causadas por aquellos con los que J.M. León se codeaba en Buenos Aires y a quienes debía su ascenso social y económico. Nunca ayudó a su abuelo con dinero alguno, habiéndolo podido hacer. Además, se puede corroborar en la sucesión de Encarnación Ezcurra cuando J. M. León se refirió en forma de algún modo crítica a su abuelo o al gobierno que éste representó, según se me ha referido oralmente. 28 En este trabajo se intentan describir las actitudes personales de los distintos protagonistas de este período histórico, no sólo en su faz privada, rica en detalles, sino también la relevancia que tuvieron sus acciones en la faz pública y sus efectos en la justísima defensa que hicieron -o no- de la Nación. Obviamente, quien esto escribe, no puede juzgar a J. M. León en forma directa por no haberlo conocido, pero desde el punto de vista de su actitud pública frente a quienes traicionaron al país, mancillaron a su abuelo, lo acusaron injustamente de traidor a la patria y lo confinaron a un destierro ignominioso, no puede dejar de señalar la situación omisiva y silenciosa, como una afrenta consentida por él. Esto es algo incontrastable. Por lo menos no se oyó su voz oponiéndose a tales hechos. Si bien algunos descendientes me han informado tener documentación que lo avala que cuando Manuelita requirió que el gobierno nacional le devolviese los bienes confiscados a los Ezcurra, que le correspondían por herencia (finalmente lo logró luego de muchísimos años), J. M. León habría „adherido‟ (sic) a tal pedido. Si esto ocurrió en realidad, respondería más a una formalidad, que a un deseo legítimo porque así ocurriese no hubiera esperado muchísimos años para reclamar, ya que de su parte no hubo previamente a esto ninguna acción en tal sentido en forma personal mas teniéndose en cuenta que adhiere a la solicitud de Manuelita a la devolución de los bienes de Encarnación, pero no a pedido alguno por los bienes de J.Manuel, su abuelo. Primero, no consta que se haya opuesto a la confiscación cuando tuvo la edad y la posición política y económica para hacerlo. Segundo, el pedido de devolución de los bienes confiscados, no nació de él sino que se habría adherido a un pedido de su tía Manuelita (según me han relatado existiendo prueba documental en tal sentido), por los bienes de Encarnación pero no por los bienes de Juan Manuel. Tercero, a lo largo de su vida nunca se molestó en proclamar la injusticia de tales confiscaciones y del destierro de su abuelo. No se conoce ningún artículo periodístico o declaración pública suya al respecto. En fin, si bien a J. M. León no le confiscaron sus bienes personales ni fue perseguido como su abuelo y su tía Manuelita, por una cuestión de dignidad debería haber protestado públicamente no sólo por el destierro y la confiscación, sino también debió haberlo hecho por el odio que manifestaban en privado y en público por su abuelo, aquellos con los que trataba diariamente, anatemizando su vida, su obra, su gobierno. No hay ninguna constancia que haya obrado en tal sentido. El hecho de que Rosas, su hijo J. Bautista y Manuelita fueran los únicos a los que se les habían confiscado sus bienes, debe haber profundizado el distanciamiento de su familia, y provocado que J. M. se sintiera „abandonado‟ por sus parientes. Los demás Ortiz de Rozas no sufrieron confiscaciones ni persecuciones y siguieron con sus vidas cotidianas en Buenos Aires, a pesar de los eternos conflictos políticos y guerras civiles. Juan Manuel León Ortiz de Rozas se afilió al partido Autonomista, fue director del Banco de la Provincia de Buenos Aires, diplomático, ocupó distintos cargos 29 públicos (diputado, ministro) y llegó a ser Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, función que sólo ejerció durante tres meses debido a su fallecimiento.(Ver Foto 12) Murió el 1 de Septiembre de 1913. Su sepelio y exequias tuvieron gran pompa, asistió la aristocracia porteña en pleno, y sobre todo, no faltaron los políticos y las grandes familias de ideas unitarias contra los que había combatido su abuelo, quienes fueron responsables de su caída, destierro y pobreza. (Ver Foto 13 y 14) .J. M. León se casó con Malvina Enriqueta Bond y tuvo varios hijos. Una de ellas fue María, mi bisabuela, quien se desposó con Rodolfo Molina Salas, mi bisabuelo. 10) Rodolfo Molina Salas también era un acérrimo „antirrosista‟, según me ha transmitido a mi persona mi madre y otros familiares. La razón es claramente comprensible,. Su tío segundo, Avelino Viamonte, hijo del Gral. J. J. Viamonte, fue muerto supuestamente por la Mazorca por orden de J. M. por conspirar en su contra y colaborar en su derrocamiento. No queda muy claro de quien provino la orden. Pudo haber sido de Encarnación, su mujer, ya que en ese momento J. M. se encontraba en la Campaña del Desierto Este acontecimiento nos llevaría a entender el rechazo de los Molina Salas hacía J. M. Ahora bien, Rodolfo Molina Salas y María Ortiz de Rozas tuvieron tres hijas mujeres, tataranietas del J.M: mi abuela Malvina Raquel, María y Alicia.. 1- Malvina Raquel, mi abuela, conocida en la familia como „Cota‟ (ver foto 15, 16 y 17- junto a su padre Rodolfo y su hijo, mi tío Rodolfo Gil de los años 1912- 1950 y 1956 respectivamente -en esta última, conmigo) Se casó con el que fuera luego mi abuelo, Emilio Natalio Gil, que tampoco era „rosista‟ ni federal, tal como se estilaba en aquellos tiempos educar a los argentinos. Ambos tuvieron dos hijos, mi tío Rodolfo Gil Molina, y mi madre Malvina Gil Molina (la tercera Malvina en la familia). Ella se casó con Vicente Montoro Hunt y tuvieron dos hijos: mi hermana Andrea Malvina y Gonzalo Vicente, el autor este trabajo. Por lo tanto, mi madre es Chozna de Rosas, y mi hermana y yo, hijos de Chozno. Mis tías abuelas: 2- María Molina Salas, conocida como „Mima‟, (ver foto 18) fue a quien más he tratado porque fue la última en fallecer. Pudo participar de la repatriación al país de los restos de su tatarabuelo, y ver su reivindicación política, de la cual ella estaba profundamente orgullosa ya que, como mujer de criterio propio, supo ver la valía de J.M., la honorabilidad de su persona y su defensa de la patria. Ella se sentía profundamente federal y „rosista‟, al igual que su marido Julio Rivas Argüello, abogado, juez Federal quien además era estudioso y conocedor de la historia argentina hasta en sus más mínimos detalles. Fue miembro del poder judicial en la primera presidencia de Perón. La pareja tuvo tres hijos: Julio, Andrés y Rodolfo. Andrés (llamado en la familia „Pancho‟). Él, al igual que su madre, supo ver la verdad sobre la vida de J.M, seguramente por encima de la educación que estaba impregnada en la sociedad de entonces 30 3- Alicia Molina Salas estaba casada
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