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Clase 4 ILEA Villa Regina

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Clase 4 ILEA Villa Regina 
Texto 1 
UNA MIRADA DIFERENTE 
¿Inteligencia? artificial 
El bot de la felicidad que resuelve todos los problemas de la humanidad se parece demasiado a la 
burocracia de la fatal arrogancia de Hayek. 
Durante la semana, con sorprendente unanimidad, seguramente casual, el periodismo nacional 
multimedia se dedicó a promocionar las maravillas de un sitio de chat basado en lo que se conoce 
como inteligencia artificial, que intenta conseguir abonados para brindar sus servicios. 
Buen momento para volver a esbozar algunas ideas sobre el tema, que no serán técnicas, porque la 
sabiduría de los expertos en el área es infinita e infalible, al menos a estar por la certeza que confieren 
a todas sus opiniones y por los descalificativos agraviantes que reparten generosamente entre 
cualquiera que ose formular una duda. 
Habría que comenzar por intentar definir el concepto. No se trata de la capacidad de cálculo de los 
sistemas digitales, hartamente demostrada en todas las especialidades con fórmulas de ciencias 
exactas. Ni tampoco a la habilidad de jugar al ajedrez, las damas, el Go y demás juegos de cálculo, 
evaluación y análisis de estrategia, donde la velocidad y precisión de procesamiento de la tecnología 
actual es insuperable, y no está en discusión. Los programas ajedrecísticos y motores, 
como Stockfish y Dragon por ejemplo, no pueden ya ser superados por la mente humana, al menos 
mientras se siga intentando jugar a tiempos iguales, lo que de algún modo tiene una cuota de soberbia 
y hasta de estolidez por parte de los humanos. Ocurre algo igual con las cuatro operaciones básicas, 
incidentalmente. 
Ni siquiera fenómenos como AlphaZero, el imbatible programa de multiprocesador que aprendió a 
ser eximio en ajedrez sin que se le haya cargado ni partidas, ni aperturas clásicas, ni ninguna referencia 
al juego. Sólo se le proveyeron las reglas del juego y los movimientos posibles de cada pieza. Pese a 
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que eso fue reputado como un gran logro de la llamada inteligencia artificial, se trata de 
capacidad de cálculo, o si se quiere, de capacidad de análisis infinita relativa. Pero no de 
pensamiento crítico creativo. 
¿MAQUINAS DE PENSAR? 
En todos los casos espectaculares que se mencionan, aún en el siglo XX y hasta XIX, se trata de la 
habilidad de manejar cálculos, fórmulas, resoluciones, ecuaciones, evaluaciones, comparaciones y 
procedimientos científicos rígidos, más allá del modo en que son presentados o de la exactitud y 
velocidad para obtener los resultados. Usando una comparación un poco extrapolada, aquellos que 
alguna vez tuvieron que usar el papel milimetrado para encontrar un Valor Neto Presente u obtener 
raíces por raros métodos, se sorprendieron de modo parecido con la Texas Instrument y similares, 
como más adelante ocurrió con el Lotus 123, o el Quattro, de las primeras interfaces milagrosas 
masivas. No es demasiado seguro afirmar que se tratan de avances de las máquinas en la capacidad 
de reemplazar el pensamiento humano. 
A título jocoso, pero para demostrar la necesidad del hombre en esperar los milagros técnicos, hoy 
tecnológicos, cabe traer a la memoria el famoso autómata El Turco, una máquina encerrada en una 
estructura de madera que jugaba al ajedrez, en el siglo XVIII, que derrotaba rival tras rival. Hasta que 
se descubrió que en su interior se escondía un enano. Buen ajedrecista, claro. Ya ahí circulaba la idea 
de una máquina capaz de pensar, que tantas veces se reflejó en la literatura, como en La Máquina del 
Tiempo de Wells, o, más cercanamente, en 2001: A Space Odyssey, basada en un extraordinario 
cuento SciFi del futurista Arthur Clarke, llevada al cine en 1968 por Stanley Kubrick, considerada 
hoy una pieza histórica. 
Los lectores recordarán que narraba un viaje al espacio exterior en búsqueda de un monolito 
fundacional, en una nave espacial asistida por la computadora HAL 9000, (nombre proveniente de un 
acrónimo de Heuristically programmed ALgorithmic computer (aunque la leyenda popular sostuvo 
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siempre que se trataba de una sigla formada por cada una de las letras previas a las de IBM en el 
alfabeto). 
La película, que comienza con los astronautas jugando amistosamente al ajedrez con el 
sistema entonces reputado como inteligencia artificial, termina con la computadora enloqueciendo y 
tomando un rumbo propio, lo que lleva a la orden de tierra de desconectarla. Pero la inteligente 
máquina pispa lo que está por ocurrir y toma control de la nave, con el resultado de que aún debe 
estar dando vueltas por el cielo infinito, como diría Modugno. 
Este introito es para recordar que desde el mismísimo Gólem la humanidad ha tratado de fabricar 
máquinas de pensar parecidas al hombre, un pecado de soberbia -diría la Biblia - lo que no 
implica que no se vaya a lograr, o que no se esté camino a lograrlo, tal vez. 
PROFETA ISRAELI 
Hablando más científicamente, a menos en el tono, quién más ha trabajado y defendido el tema y 
predicado sus ventajas es el notable historiador y pensador israelí Yuval Harari, quién, basándose 
en los desarrollos ya conocidos, profetiza un mundo casi en manos de la inteligencia artificial, que, 
además de destruir millones de puestos de trabajo, va a hacer mucho mejor la vida de los seres 
humanos. Dejando de lado, al menos en esta nota, el contenido woke y de tiranía universal que 
recuerdan la novela de Clarke, (porque seguramente otras capacidades de la informática serán 
utilizadas para el control y la sumisión del pueblo universal) Harari exagera y hasta se ve obligado a 
corregirse en algunos de sus propios libros, que retroceden un tramo en su propia idea. 
No hay ninguna duda que el uso adecuado de la tecnología ha mejorado y simplificado muchas tareas, 
o debería hacerlo si se manejase bien. Pero son tareas rutinarias, repetitivas, registrales, que no 
reemplazan la inteligencia, sino apenas a la burocracia del escribiente. O del técnico. Del otro lado, 
¿quién no ha sido víctima de las apps, de los sitios de loops infinitos donde un bot responde las 
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preguntas que justamente no son las que el usuario quiere hacer y que en el mejor de los casos lo 
deriva a un supuesto centro de ayuda que lo vuelve a derivar a un bot, y así indefinidamente? Eso se 
parece mucho más a una burocracia o a una estafa que a una inteligencia artificial. A menos 
que se trate de la inteligencia de algún Madoff suelto. 
Al enfrentarse a esos supuestos logros que predica Harari, ¿quién no ha añorado a un ser 
humano? Basta entrar en la app de su monopolio favorito de cable, internet, teléfono o todo junto 
para chocarse con la inteligencia artificial de una larva que tiene la burocracia. O a la de su proveedor 
de salud, en cuanto usted quiera un turno urgente, o en cualquier sitio del estado, o en su banco, o en 
una tarjeta de crédito. Hasta hace pocos años se consideraba que todo sitio on line debía tener un 
número telefónico al cual referirse. Trate de encontrarlo, fuera de un 0800 que le dirá que entre a la 
página web o lo terminará derivando a un loop similar verbal. 
Si usted quiere llamarle inteligencia a eso, es su decisión. Artificial probablemente lo sea, porque es 
la mejor forma de descuidar al cliente, lo opuesto al mismísimo criterio del CRM. (Nota: el CRM, 
o Customer Relationship Management, es el nombre misterioso que la Nueva Burocracia tecnológica 
le da al Servicio de atención al cliente, que ha desaparecido científicamente) Usted entiende. Lo 
cierto es que todavía la promesa de felicidad y calidad del predicador israelí no se está 
cumpliendo. 
MATERIA GRIS 
Puestos en la obligación de definir el resbaloso concepto de IA o inteligencia artificial, debería 
considerarse como tal a un sistema que pensase por su cuenta, capaz de generar ideas, de 
resolver problemas que no se basasen en reglas fijas, de crear, como el ser humano. Y eso no 
está ocurriendo, al menosaún, ni siquiera en los difundidos ejemplos de aplicación en la 
elaboración de drogas médicas. En todos los casos, la tarea de la computación ha sido la de elegir, 
analizar resultados o evaluarlos basados en compuestos, drogas médicas o efectos de tratamientos o 
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procedimientos practicados, sugeridos o provistos. Sin duda que ha sido una gran contribución en 
reducir los tiempos y costos de desarrollo, que es lo que se supone que hace cualquier computadora 
que se precie. Pero necesitan detrás a un Jenner, a un Galileo, un Marconi, un Pasteur, un Edison, un 
Salk, un Sabin, un Einstein, un Newton, un Hawking, aún a un mismísimo von Newman para que les 
den vida y alimento y le infundan su supuesta materia gris autónoma. 
Entre las panaceas que predica Harari está la contribución al diagnóstico y tratamiento de muchos 
pacientes utilizando el diagnóstico mediante apps, entrevistas a distancia, o por el estilo, tampoco se 
trata de inteligencia artificial. O se refiere a médicos de mutual saturados, una suerte de médicos de 
a pie cubanos, jugando a curar, o se refiere a bots que simplemente recopilan casos y transforman su 
enfermedad o la del autor en una estadística, en un vademécum online, en un boticario de barrio dando 
recetas mágicas. Cualquier enfermo se lo puede explicar. Cualquier médico bien formado, hasta Dr. 
House, sabe el valor de escuchar al paciente, de olerle el aliento, de palparlo, de mirarle los ojos o la 
palidez, el temblor, el caminar o el daño de la piel. O de tomar la presión, simplemente. Auscultar, 
ese término tan ligado a la medicina, quiere decir escuchar. Suerte con el bot que lo escuche. 
También en este concepto de la denigración o tratamiento en serie del enfermo hay un concepto woke, 
un cierto desprecio por las personas, porque la población considerada como un todo ha pasado a ser 
un problema que parece querer resolverse como su proveedor monopólico, lector: demorando, 
cansando, ayudándolo a morir con demoras, distracciones y loops laberínticos e inútiles. 
Este chat que ofrece sus servicios ahora es acaso el mejor ejemplo. La supuesta app inteligente ofrece 
un resumen de lo que ha leído, de lo que se ha publicado o dicho, de lo que se ha analizado o estudiado 
previamente por otros, de lo que se llamaría el conocimiento, suponiendo que su tarea fuera 
matemáticamente perfecta y que su promedio fuera ponderado por calidad, no sólo por cantidad 
(pequeño detalle) de lo que ha recopilado. De talento ajeno. No reemplaza a la inteligencia. La copia. 
La usa. Lo que no está mal, pero es simplemente una cuestión de ahorro de tiempo. No incorpora 
talento, ni pensamiento. 
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“Nadie nota que no es un ser humano el que habla”, dicen. ¡Vaya mérito! Por un lado, el ser humano 
se ha ido alejando de la calidad de pensamiento y hasta de léxico y sintaxis por obra de vaya a saber 
quién. Por otro lado, ¿qué importan el discurso, el estilo, el relato, el humo de la charla? Eso no 
reemplaza ni el saber, ni el conocimiento, ni el pensamiento analítico, ni la genialidad. 
 
LO DESCONOCIDO 
 
Muchos estudiantes, y no pocos autores de libros, tesis y papers, usan aplicaciones similares para 
ahorrar tiempo, según dicen. Pobre concepción intelectual. La tarea de investigar, sopesar, 
comparar, descartar, elegir, evaluar, concordar o disentir, es un entrenamiento del 
cerebro. Un food for thought, alimento para el pensamiento, como diría un americano. Cuando un 
profesor le pide a un alumno que investigue, no espera recibir un compendio de Inteligencia artificial, 
como si fuera hecho por un asistente, sino que entrena al alumno para la tarea de búsqueda de lo 
desconocido o ignorado, no para que copie un resumen más o menos bien hecho. Es un entrenamiento 
para pensar. 
Se corre el riesgo de no enseñar a pensar, a tomar el riesgo de crear, de equivocarse, de errar y empezar 
de nuevo, y que ese impulso sea reemplazado por la esperanza de que alguna inteligencia artificial 
resuelva los problemas y la vida de cada uno o de todos. 
O, para resumir, se corre el riesgo de que la próxima computadora con superinteligencia artificial, en 
vez de llamarse HAL 9000 como en la ficción, se llame Big Brother, como en la terrible y tremendas 
profecía de Orwell. 
https://www.laprensa.com.ar/525818-Inteligencia-artificial.note.aspx 
https://www.laprensa.com.ar/525818-Inteligencia-artificial.note.aspx
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Texto 2 (fragmento) 
La inteligencia artificial (IA) está referida al modo de simular las capacidades de 
inteligencia del cerebro humano. (Badaró, Ibañez, Agüero, 2013). También se asumen 
que la IA es parte de las Ciencias de la Computación que se ocupa del diseño de sistemas 
inteligentes, esto es sistemas que exhiben características que asociamos con la 
inteligencia en las conductas humanas. Mariño y Primorac (2016) ahondan un poco más 
en la cuestión al manifestar que la IA es concebida como parte de las Ciencia de la 
Computación que permiten proporcionar "una diversidad de métodos, técnicas y 
herramientas para modelizar y resolver problemas simulando el proceder de los sujetos 
cognoscentes". (p. 232). Desde otra perspectiva la IA puede ser entendida en los 
términos expuestos por Herrera y Muñoz (2017) quien al respecto lo concibe como una 
ciencia que se orienta a la búsqueda de la comprensión profunda sobre la inteligencia, 
teniendo en cuenta la delimitación de la misma, sus posibilidades y caracterizándola 
como un desafío de enorme complejidad. Pero bien para adentrarnos en el contexto de 
la IA debemos remontarnos a sus albores, es decir referirnos a Alan Turing, como uno 
de los pioneros en este aspecto al diseñar la famosa "máquina de Turing" que bajo un 
esquema de procesamiento de datos en un sistema binario era capaz de procesar 
cualquier tipo de cálculo posible, y en las postrimerías de su vida se planteó el trabajo 
de desarrollar el desafío que se denominó "la prueba de la máquina de Turing", situación 
por la cual era posible que la máquina tuviese la atribución posible del pensamiento con 
una condición: el que el observador no pueda distinguir claramente su conducta con la 
de un ser humano, es decir una especie de independencia mimética; por lo cual se 
instaura el paradigma implícito y explícito de la IA y por ello cabe destacar desde su 
génesis a los grandes pioneros de esta rama del conocimiento como McCulloch, Turing, 
von Neumann, Wiener y Pitts, Gardner, entre otros (Ramos, 2014). 
Fragmento de Ocaña-Fernández, Yolvi, Valenzuela-Fernández, Luis Alex, & Garro-Aburto, Luzmila Lourdes. 
(2019). Inteligencia artificial y sus implicaciones en la educación superior. Propósitos y Representaciones, 7(2), 
536-568. https://dx.doi.org/10.20511/pyr2019.v7n2.274 
1. Lean atentamente el texto 1 y 2. 
2. Al leer, ¿qué operaciones debieron llevar a cabo?, ¿tuvieron dificultades para 
comprenderlos? Discutan en el grupo sobre este tema y elaboren una respuesta general. 
4- Analizar el “contexto de producción”. El “cotexto” y las palabras. ¿Cuáles son las más 
complejas para entender en función del sentido del texto? 
3. El texto pertenece al género discursivo secundario. Expliquen esta afirmación. 
Reconocer el género académico y la secuencia predominante. ¿Cuál consideras que es 
un texto académico? Justificar. 
 
https://dx.doi.org/10.20511/pyr2019.v7n2.274

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