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Las crisis económicas

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Economía y Desarrollo
ISSN: 0252-8584
eyd@fec.uh.cu
Universidad de La Habana
Cuba
Gutiérrez Quintanilla, Ayuban
Las crisis económicas. Un acercamiento teórico
Economía y Desarrollo, vol. 158, núm. 1, enero-junio, 2017, pp. 6-16
Universidad de La Habana
La Habana, Cuba
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=425553381001
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ecONOMÍa Y desarrOllO
RNPS: 0009 • iSSN: 0252-8584 • año xlviii • vol. 158 • N.o 1 • eNeRo-juNio • 2017 • PP. 6-16
Las crisis económicas. Un acercamiento teórico
Financial Crises: a Theoretical Approach
Ayuban Gutiérrez Quintanilla
Departamento de Desarrollo 
económico, Facultad de 
economía, universidad de La 
Habana, cuba.
ayuban@fec.uh.cu
resuMeN
Las crisis económicas, y especialmente sus causas, no 
han sido ampliamente estudiadas dentro de la teoría 
neoclásica, incluso en la llamada heterodoxia. La 
obsesión por llevar a la realidad económica un modelo 
perfecto y fácilmente operable ha llevado a que la 
ciencia convencional deseche los aportes de Marx y 
de los marxistas a este tema, así como otros enfoques 
alternativos. Es a partir del marco anterior que se busca 
explicar el carácter intrínseco al sistema capitalista de 
las crisis generales de la reproducción del capital y el 
papel que desempeña la existencia de los desequilibrios 
macroeconómicos. A partir de la crisis de 2008 se ana-
lizarán aspectos centrales como la Ley de la tendencia 
decreciente de la cuota media de ganancia y su relación 
con los cambios en el patrón de acumulación, la desre-
gulación financiera, la contradicción capital-trabajo y 
el papel del Estado.
PALABRAS CLAVE: crisis, desequilibrio, economía monetaria, 
microfundamento. 
AbsTrACT
Financial crises and specially their causes haven’t been 
examined at length in neoclassical economics, or even in 
so-called heterodox economics. Obsession with a perfect, 
easily feasible economic model has caused conventional 
science to discard contributions made by Marx and 
Marxists to this topic, as well as other alternative 
approaches. In view of this situation, this paper tries to 
explain why general crises of reproduction of capital are 
inherent in capitalist system, and the role played by existing 
macroeconomic imbalances. Starting from the 2008 
financial crisis, the law of the tendency of the rate of 
profit to fall and its relation to changes in the pattern 
of capital accumulation, financial deregulation, the con-
tradiction between capital and labor, and the role of state 
are examined.
7LAs crIsIs económIcAs. un AcercAmIento teórIco
ecONOMÍa Y desarrOllO
RNPS: 0009 • iSSN: 0252-8584 • año xlviii • vol. 158 • N.o 1 • eNeRo-juNio • 2017 • PP. 6-16
Introducción 
La llamada economía convencional padece de omisión y olvido patológico. El 
problema de las crisis económicas es un ejemplo elocuente de ello. A excepción 
de John Maynard Keynes y algunos de sus seguidores más comprometidos con 
el espíritu de su Teoría General, las crisis no han sido muy estudiadas dentro 
del paradigma neoclásico, especialmente sus causas. Para la teoría económica 
neoclásica lo importante no ha sido el «por qué» sino el «cómo», lo que incluye 
también a la gran parte de los heterodoxos. En este estado de cosas desempeña 
un papel fundamental la notoria obsesión de los economistas por el equilibrio.
Durante la crisis de 2008 volvieron a enfrentarse las dos posiciones funda-
mentales dentro del paradigma neoclásico: la neoliberal y la keynesiana, o sea, 
el fundamentalismo del mercado contra la intervención discrecional del Estado. 
Al final, el enfrentamiento a la crisis se convirtió en una prueba que el capital 
financiero internacional, a través de los gobiernos de las principales potencias 
mundiales, imponía a la clase trabajadora, fundamentalmente europea, con la 
aplicación de medidas esencialmente neoliberales. Al parecer, el enfrentamien-
to fue ganado esta vez por el capital. En los EE. UU. todo quedó igual, el capital 
alemán se consolidó en su hegemonía sobre Europa, los países de segundo 
y tercer orden dentro de la Unión Europea hoy son más dependientes de él y el 
tercer mundo no logra encontrar las dinámicas regionales que les permitan 
hacer frente al poder global.
En este trabajo se busca explicar el carácter, intrínseco al sistema capita-
lista, de las crisis generales de la reproducción del capital y el papel que aquí 
desempeña la existencia de los desequilibrios macroeconómicos. Se tomará 
como caso de estudio la crisis de 2008 para exponer, mediante la realidad 
económica, lo propuesto anteriormente.
Puntos de partida 
La producción de mercancías entraña importantes contradicciones desde su 
construcción esencial hasta sus manifestaciones históricas concretas, las 
cuales llevan inexorablemente al estallido violento en las crisis de la repro-
ducción del capital. Sobre las crisis se ha pensado y escrito mucho, al propio 
concepto se asocian diversos contenidos dentro de las ciencias económicas, 
desde la dimensión más totalizadora de crisis general o estructural del capita-
lismo hasta de crisis económica o general de la reproducción del capital. En este 
último concepto se centra el presente trabajo, que describe la situación en la 
cual una economía nacional sufre una caída brusca de su actividad económica 
durante un período de tiempo y de la que se recupera posteriormente, al 
regresar y sobrepasar los niveles iniciales de la caída. El problema de las 
crisis económicas es altamente complejo, pues son consecuencia del proceso 
keywords: crisis, imbalance, monetary economy, 
microfoundation.
RECIBIDO: 27/04/2016
ACEPTADO: 14/06/2016
CLASIFICACIóN jEL: A10, b13, b14, b21, b22 
8 AyubAn GutIérrez quIntAnILLA
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de reproducción del capital en su conjunto y no de elementos particulares, 
parciales o externos al sistema.
El capitalismo es el primer modo de producción en el que las relaciones 
sociales de producción que lo forman se articulan mediante el cambio de 
mercancía y, específicamente, de las relaciones monetario-mercantiles. No 
es casual que, desde los inicios de la economía política, en la era mer-
cantilista, los problemas de la circulación monetaria fueran de central 
importancia y se abordaran desde una disociación entre la circulación de 
las mercancías y la del dinero, formándose la que se llamaría posterior-
mente teoría cuantitativa del dinero, desarrollada por León Walras, Alfred 
Marshall, Milton Friedman, entre otros exponentes más actuales. Sin 
embargo, el único autor que penetró realmente en la naturaleza del pro-
blema fue Marx, a partir de su estudio del dinero. La teoría neoclásica no 
establece un nexo lógico entre el dinero y su forma física, asume al dinero 
como simple unidad de cuenta y signo de valor entre los productores en 
sus roles de oferentes y demandantes, lo que convierte en verdad absoluta 
la aparente independencia entre la circulación monetaria y la circulación 
de mercancías.
En su obra maestra Karl Marx (1973, pp. 78-79) plantea lo que denominó 
como la posibilidad formal de las crisis, que iguala a la primera metamorfosis 
de la mercancía, es decir, cuando dicha mercancía se convierte en dinero. Al 
ocurrir esta transformación, el intercambio no va a estar directamentedeter-
minado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir las 
mercancías, sino que intermediará el valor de una tercera mercancía especial: 
el dinero, por lo que el valor de cambio de las mercancías será generalmente 
expresado con este nuevo elemento. 
Esta primera disociación formal entre el valor de las mercancías y su valor 
de uso se vuelve real cuando el dinero deja de ser mercancía, y deja de estar 
fijada su proporción de intercambio con otras mercancías por el trabajo so-
cialmente empleado en su fabricación, y su cantidad en circulación depende 
de factores externos a la circulación del resto de las mercancías. Es decir, la 
posibilidad real de disociación entre el valor de las mercancías y el dinero 
comienza cuando el dinero asume las funciones de medio de pago y signo de 
valor.
Una vez que la disociación entre el dinero y su equivalente universal se 
vuelve real y la circulación monetaria adquiere una vida aparentemente 
independiente de la circulación de las mercancías, el crédito se convierte en 
un elemento fundamental en la reproducción del capital. Mediante él se 
puede aumentar el número de transacciones sin que los compradores ha-
yan creado y/o aportado valores equivalentes. Es decir, la disociación entre 
mercancía y dinero, que se hace real cuando este último asume la función 
de medio de pago, se agudiza cuando la mercancía se disocia también en 
el tiempo. El riesgo asociado al crédito se hace entonces evidente. Si 
en una economía se estimula el crecimiento del capital en forma de crédito, en 
una magnitud que sobrepase las condiciones reales de producir, en el 
tiempo, en esa misma magnitud, ocurre una crisis de pago. Los que una vez 
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solicitaron créditos no podrán pagarlos en el plazo establecido y la trans-
formación continua de las mercancías en dinero y el dinero en mercancía 
se cortaría, interrumpiéndose a su vez la reproducción social del capital en 
su conjunto.
Desde mediados del siglo pasado el factor que más estimula el crecimien-
to desmedido del crédito es el capital ficticio en los mercados financieros, 
fundamentalmente mediante la especulación. En estos mercados no se inter-
cambian valores reales (valores-trabajo), sino valores ficticios que asumen 
forma monetaria y cuya cuantía la determina el mercado, es decir, la oferta 
y demanda. El problema radica en que, en estos mercados, la ganancia tiene 
su fuente en la especulación, en la apuesta al valor futuro de estos activos 
financieros a partir de su valor de mercado actual. Los que comercian con 
estos activos también necesitan de créditos para financiar sus inversiones al 
igual que los que invierten en la economía real, por lo tanto, la demanda de 
crédito estará formada tanto por la demanda para invertir en la economía real 
como en la ficticia (Keynes, 1981).
Durante la segunda mitad del siglo xx los patrones de acumulación del 
capital con base industrial fueron llegando a sus límites al momento de 
garantizar la maximización de la ganancia, restringidos continuamente 
por la ley de la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia (Marx, 
1973), proceso agudizado a su vez por el toyotismo, que incrementaba 
considerablemente la productividad del trabajo y fortalecía la tendencia 
de la C.O.C. La utilización de políticas para impulsar la demanda por par-
te del Estado y el cambio de los patrones de consumo de las principales 
economías capitalistas durante los años 50 y 60, pasando por la sociedad 
de consumo, se agotó definitivamente en los años 70. ¿Cómo aumentar, 
entonces, la reproducción del capital a un ritmo de acumulación que ga-
rantizara contrarrestar la ley de la tendencia decreciente de la cuota media 
de ganancia bajo las condiciones de las economías capitalista de finales de 
siglo? La respuesta sigue viniendo por el lado de la demanda, incrementan-
do la demanda de valores ficticios.
El incremento continuo de las transacciones financieras, a partir de la 
financiarización del patrón de acumulación en los años setenta, arrastró al 
resto de la economía a una espiral de crecimiento del capital y el consumo, 
basado en buena medida en valores irreales. Se añade, además, que en esa 
década se rompen los acuerdos de Breton-Woods y el dólar, como divisa 
internacional en la que se realizaban las transacciones internacionales, 
dejó de tener respaldo en oro y su cambio por otras monedas pasó a fluctuar 
libremente, determinado por la demanda de dólares a nivel internacional. 
Es decir, después de esta década, EE. UU. pudo inyectar gran cantidad de 
dinero a la economía nacional, debido a la expansión experimentada por 
el comercio mundial y por los mercados financieros. La cuestión radica 
en que, aunque la circulación del dinero (en este caso en forma de capital 
ficticio) parece ser casi totalmente independiente de la circulación de las 
mercancías, realmente no ocurre así. El problema del dinero es que los 
agentes adquieren valores ficticios pensando que en un futuro obtendrán 
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mayores valores reales y cuando, por motivos que veremos más adelante, 
los agentes comienzan a querer cambiar sus activos por dinero ante una 
pérdida de confianza en estos mercados, la ruleta se detiene y de golpe la 
sociedad descubre que en este juego no todos ganan y, lo que es peor, que 
los ganadores serán pocos.
Causa de desequilibrios, su transmisión y acumulación 
Anteriormente se examinaron varios elementos que determinan la posibili-
dad formal de las crisis, la posibilidad real y otras bases generales. Sin em-
bargo, si impusiéramos algunos supuestos al análisis, las crisis pudieran no 
ocurrir teóricamente. Sin embargo, en la realidad concreta, los supuestos que 
nos llevarían al estado anterior, que son los de la teoría neoclásica ortodoxa, no 
funcionan. En realidad, los individuos en muchas ocasiones no actúan se-
gún la racionalidad convencional, no cuentan con la información perfecta y 
completa para la toma de decisiones óptimas y las relaciones de mercados 
establecen casi siempre restricciones a la velocidad de ajuste de los precios y 
las cantidades.
A pesar que desde finales de los años cincuenta y la década de los sesenta 
los llamados poskeynesianos pusieron en duda algunos de los fundamentos 
teóricos de la economía política neoclásica, no es hasta finales de los sesenta y 
la siguiente década que los ataques a la economía convencional se hacen más 
continuos e importantes. Los llamados nuevos keynesianos jugaron un papel 
central al criticar los microfundamentos de la economía convencional, espe-
cialmente su sistema de supuestos y axiomas, haciendo blancos fundamentales 
de sus ataques a los modelos de equilibrio general walrasianos, basados en 
competencia perfecta y el supuesto de total flexibilidad del conjunto de precio 
de la economía.
Bajo el nuevo supuesto de información imperfecta los agentes no saben si 
podrán financiar sus gastos planeados con los ingresos que realmente obten-
drán, partiendo de que se rigen por el principio de planificación racional. Si 
debido a los problemas de información los productores crearon una cantidad 
superior a lo que al nivel de precios iniciales demandarían los consumidores, 
de acuerdo a su ingreso, un porciento de la producción no se realizaría y, por 
tanto, los productores se verían racionados, porque no tendrían los ingresos 
esperados para financiar los gastos en que incurrieron para producir. El pro-
blema es que cuando algo así ocurre a nivel de una industria se produce una 
reacción sobre el resto.
La Macroeconomía del Desequilibrio, de la mano de Clower y Leijhon-
vuid, describió una situación en la que los desequilibrios en los mercados 
de bienes y servicios se trasladaríanal resto de los mercados principales a 
través de las fluctuaciones en el ingreso corriente, haciendo de la crisis un 
problema general de la economía y no uno parcial, como asumía la síntesis 
neoclásica con su estado de equilibrio con desempleo. Una vez asumida 
la transmisión de los desequilibrios entre los mercados, se introduce un 
nuevo aspecto del problema: los precios tienden a ser rígidos, es decir, se 
asume un ajuste lento.
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Ante el aumento de sus inventarios sin realizar, los productores pueden 
reajustar su producción a partir de sus estimaciones de ingreso (gene-
ralmente basadas más en la experiencia gerencial y la intuición que en 
modelos estadísticos) y no lo hacen en el sentido o la cantidad correcta, lo 
que provoca un nuevo desequilibrio sobre los remanentes del anterior. Si 
a esta situación se suma el efecto bonanza (Gutiérrez, 2012), los agentes 
pueden menospreciar el riesgo moral que provoca un exceso de confianza 
en el futuro y la acumulación de estos desequilibrios puede aumentar en 
el tiempo.
Ahora, ¿cómo es posible que los productores puedan sostener en el 
tiempo que una parte de sus producciones no se realice? La respuesta ya 
se ha mencionado anteriormente: el crédito. La financiación de los desequi-
librios debido a una bonanza económica que permite asumir deudas más 
fácilmente y a bajos intereses, se suma a la posibilidad de que una parte 
del valor de las producciones, que sí se ha realizado a nivel social, se haya 
financiado debido al efecto monetario que ha tenido el incremento de sus 
precios en el tiempo. Es decir, el incremento del ingreso debido al creci-
miento de los mercados financieros arrastra a la demanda de bienes y ser-
vicios a una velocidad superior de lo que crece la producción, por lo que los 
productores aumentan sistemáticamente los precios. Por ejemplo, antes de 
la crisis de 2008 en los EE. UU., los contratistas llegaron a cobrar más del 
doble que unos años antes en los trabajos de remodelación de viviendas, 
sin embargo, esto no significaba que tendrían tasas de ganancias dos veces 
superiores, ya que aumentaban también los salarios de los trabajadores, 
los insumos, herramientas, entre otros. Con la crisis, especialmente la 
inmobiliaria, la caída en la demanda de remodelaciones no solo hizo que 
se contratara menos, sino que también disminuyera el precio, y regresara a 
niveles similares a los que existían al inicio de la fiebre del ladrillo.
La crisis y su manifestación financiera 
Todas las crisis del siglo xx comenzaron con la caída brusca de los valores 
de las acciones en la bolsa. Para Keynes, esta situación era la manifestación de 
un problema de confianza de los agentes sobre los rendimientos futuros 
de sus inversiones que los llevaban a tomar posiciones conservadoras en 
el presente. ¿Qué provoca que los agentes pierdan la confianza en el futuro 
repentinamente? Cuando el exceso de crédito acumulado, del cual, buena 
parte se traduce en malos préstamos, choca con el muro de la realidad que 
significa el rápido aumento de los impagos por encima de lo financiera-
mente manejable, el valor de mercado de los derivados que tienen como 
base estos productos financieros se desploma, devaluando rápidamente 
el capital social de las empresas y bancos financieros, y provocando la 
reducción del crédito (figura 1). Aunque estos mercados están diseñados 
para obtener dinero del dinero como acto de ilusionista, la circulación 
del capital tiene que inevitablemente tocar el mundo real, el dinero tiene 
que terminar su ciclo en algún momento y es ahí cuando comienzan los 
problemas.
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Contracción
del crédito
Crisis
de producción
Crisis
financiera
Crisis
inmobiliaria
Figura 1. La contracción del crédito como resultado de crisis en elementos centrales en la economía 
capitalista actual.
Al dar créditos baratos e irresponsables se relajan los requisitos para prestar; 
el negocio ya no es cobrar el inicial de la deuda más los intereses, sino vender 
la deuda a otro que también la venderá, así como apostar, como en casino, por 
el futuro de ese activo ficticio de manera casi ilimitada. Una parte de los que 
han perdido los créditos lo hacen para financiar la compra de activos reales 
(una casa, un carro, sus gastos corrientes), pero cuando el endeudamiento 
ha sido tanto que no se puede pagar todo, entonces, se convierte en moroso. 
Cuando un prestatario deja de pagar, no solo disminuye el ingreso de los ban-
cos, sino que se envía la señal de que algo no está bien, cuando ese moroso se 
multiplica por miles el problema se amplifica.
Los inversionistas financieros comienzan a ver que, de los activos o pro-
ductos financieros que poseen, algunos son «basura» e intentan deshacerse 
con urgencia de ellos. La estampida de uno es seguida rápidamente por los 
otros. El problema es que ese comportamiento lleva a una caída más acele-
rada de los precios de los activosy al desmoronamiento del mercado. El 
desplome del mercado financiero incrementa dramáticamente la cadena de 
créditos sin pagar, lo que lleva a que los bancos asuman una posición aún 
más conservadora, en medio de los estertores de aquellos que sucumben a la 
retirada frenética de sus depósitos. La crisis del crédito le saca combustible 
al motor de la reproducción capitalista, provocando la contracción de la eco-
nomía (figura 2).
Algunas preguntas surgen: ¿la mediación o la no intervención del Estado 
tuvo algo que ver con la crisis?, ¿es necesario que intervenga?, ¿puede una 
economía de mercado salir de una crisis general de grandes proporciones sin 
la intervención estatal? Para responder a estas interrogantes es mejor iniciar 
por la última pregunta. Hasta la actualidad el mercado puede salir de las 
crisis sin intervención estatal, no existen evidencias que nos lleven a deducir 
que no pueda ajustarse de manera natural (lo que no significa necesariamen-
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te equilibrarse). El problema son las consecuencias del ajuste automático, la 
contracción de la economía provocaría una caída del ingreso que suele ser 
superior a la caída de los precios, afectando finalmente al ingreso real, y el 
aumento del desempleo unido a la disminución de los salarios afectaría a la 
gran mayoría de la población, convirtiendo a una crisis económica en una 
social y, por tanto, política y de gobierno. Sin embargo, finalmente el capital 
no suele tener muy buena memoria y pronto entra nuevamente en una fase 
de expansión que, en la actualidad, no se avizora tenga otra fuente de acumu-
lación que no sea la financiarización, o sea, la reproducción de los patrones 
que agravaron el problema. El ciclo se mantendría hasta el punto en que la 
agudización de las contradicciones, sobre todo sociales y políticas, no encuen-
tra vía de solución dentro del sistema, lo que crea las bases objetivas de una 
situación revolucionaria, la cual estallaría violentamente en una revolución e 
iniciaría el tránsito a otro modo de producción.
Crisis
inmobiliaria
Crisis
financiera
Crisis
de producción
Efecto multiplicador inverso Contracción del crédito
Desplome de valores de mercado
de los activos financieros
Hipotecas basura + seguros
Tra
ns
misi
ón
Transmisión
Transmisión
Figura 2. mecanismo mediante el cual diferentes factores provocan el estallido de la crisis de 2008.
Pasando a la tercera pregunta, y siguiendo la lógica del razonamiento anterior, 
los partidarios de la intervención del Estado buscan salvar al capitalismo. La 
idea de Keynes de evitar la crisis, llevando a la economía a un estado de cuasi 
auge permanentemediante la alternancia de políticas macroeconómicas 
expansivas o contractivas, no tiene muchos adeptos en la actualidad; algunos 
porque siguen pensando que las crisis siempre tienen causas externas al 
sistema y otros porque ven al ciclo como algo objetivo e inevitable. Ambas 
posiciones llevan a dos cosas: a la supuesta inutilidad de estudiar las causas de 
las crisis y, por tanto, al ciclo y la necesidad de intervenir con políticas contra-
cíclicas. El objetivo de estas políticas es disminuir el costo social de la crisis, 
lo que brinda mayor estabilidad al sistema.
Sin embargo, el Estado puede ayudar a que una crisis sea más grande al 
no intervenir. Un caso claro es el mercado financiero, el cual, al basarse en 
la especulación, que a su vez se fundamenta en la información imperfecta y 
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la incertidumbre, es notablemente irracional y volátil. Desde la década de los 
ochenta, con los gobiernos de Reagan, comienza el proceso de desregulación 
de estos mercados como medio de estimular la nueva fuente de energía para 
el proceso de reproducción del capital. Este proceso se mantuvo con Bush 
padre, Clinton y Bush hijo, quienes lo sucedieron en la presidencia, lo que se 
convirtió en un proceso sistemático que puso el «manicomio en manos de los 
enfermos». El resultado fue una burbuja de capital ficticio como nunca antes 
se había visto que, aún con intervención estatal, convirtió a su estallido en 
la segunda crisis más grande de la historia del capitalismo (al menos de las 
que se tienen datos útiles para comparar). El gobierno del presidente Obama, 
contrario a las posiciones mostradas en campaña, no impuso importantes 
regulaciones al sector, al confiar quizás en que los «lobos» aprendiesen la 
lección o simplemente porque no tenía otra alternativa.
Las lecciones que han dejado las crisis
La solución neoliberal a la crisis no puede verse como el triunfo de una 
determinada teoría sobre otra por su capacidad de explicar el fenómeno y 
servir de base para el diseño de políticas económicas. Fue un impulso del 
capital financiero internacional a la capacidad de respuesta del trabajo ante el 
fundamentalismo de mercado, principalmente al europeo. Al factor expuesto 
por Marx, que servía de espada de Damocles sobre la clase trabajadora del 
ejército industrial de reserva, apoyando la tendencia del sistema a pagar los 
salarios más bajos posibles según las restricciones físicas de los trabajadores 
y su familia, se suma la competencia por la fuerza de trabajo calificada y la 
capacidad de negociación-presión sobre el capital.
La exclusión y enajenación provocadas por el desempleo sobre sectores 
creciente de las sociedades capitalistas occidentales se suman al incremento 
significativo de la enajenación en las clases medias, determinada por un 
consumismo que ha encontrado en la tecnología el cauce principal. Los tra-
bajadores con buenos empleos, en términos generales, no tienen tiempo para 
detenerse y ver el cuadro de la situación socio-económica y política de sus 
sociedades, o sencillamente no les importa. Están demasiados inmersos en 
las preocupaciones posmodernistas de pagar sus créditos, los espectáculos de-
portivos, el último capítulo de Juegos de Tronos, el último modelo de móvil de 
IPhone o Samsung o sus vacaciones veraniegas. El análisis costo-beneficio 
en que se han educado les impide ver la realidad sin pulsar las teclas de una 
calculadora.
No se puede cambiar la naturaleza del capitalismo sin cambiar el capitalis-
mo, no se puede esperar que el mercado haga lo que no puede hacer. Las crisis 
son un fenómeno objetivo y cíclico del capitalismo y aunque no se pueden 
eliminar sí se puede limitar su tamaño y efectos, y esto no lo puede hacer, 
en una economía de mercado, otro agente que el Estado.
Resulta necesario sumar a las políticas macroeconómicas tradicionales 
(monetaria, fiscal y cambiaria) la regulación directa de los mercados (en los 
casos que sea necesario), especialmente de los financieros y establecer reglas 
claras y fuertes a su funcionamiento que limiten la especulación, incluso de 
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las de cantidad y calidad de la información económica. También las políticas 
con discrecionalidad limitada, es decir, dentro del marco de reglas claras y 
fuertes, con rupturas excepcionales y cuya decisión esté fuera del gobierno 
(legislativo). Además, se debe limitar las prácticas anticompetencia y seudo-
legales, estableciendo un marco regulatorio en función de objetivos claros y 
no ajenos a la naturaleza del mercado. 
Un ejemplo claro de los problemas de información en cantidad y calidad, 
fueron, y son todavía, las calificadoras de riesgo. Estas empresas sobrevalua-
ron sistemáticamente los activos financieros y sus derivados, lo que permitió 
la extensión de los activos tóxicos. La calificación que daban a los activos era 
uno de los factores fundamentales para establecer su precio.
Por otro lado, es interesante la manera en que el gobierno chino enfrentó la 
crisis financiera de 2015, al aislar relativa y temporalmente el mercado fi-
nanciero y limitar administrativamente el flujo de capitales. Este es un caso 
de necesario estudio pues puede ser ejemplo de que, al aplicar este tipo de 
políticas, los costos puedan ser menores que los asociados a la transmisión 
del estallido de los desequilibrios al conjunto de la economía.
conclusiones 
El incremento del peso del sector financiero en la economía mundial es una 
respuesta a la Ley de la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia, 
lo que ha implicado un cambio de patrón de acumulación, de uno con base 
industrial a uno financiado.
El proceso de desregulación financiera, iniciado en la década de los setenta en 
EE. UU., liberó la irracionalidad maximizadora-depredadora, y la llevó a límites 
extremos, materializados en fraudes masivos y legales que fundamentalmente 
fueron sufridos por la clase trabajadora.
La solución neoliberal a la crisis mantuvo intactas las causas específicas 
de la crisis del 2008 y ha significado un impulso a la elasticidad de las 
contradicciones entre capital y trabajo. La intervención estatal resulta 
imprescindible para contrarrestar los efectos negativos de las crisis, tanto 
en el sentido de atenuar su magnitud como en el de distribuir socialmente 
sus costos. 
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