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Anatomia (41)

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Anatomía 
El útero forma parte del aparato reproductor femenino. Es el órgano donde crece y se desarrolla el feto.
 
Anatomía de la mujer 
 Anatomía 
El útero forma parte del aparato reproductor femenino. Es el órgano donde crece y se desarrolla el feto.
 
 
 
 
Tiene forma de pera invertida y está situado en la pelvis, entre el recto y la vejiga. Está formado por dos partes: la zona más inferior, situada en el interior de la vagina, llamada cérvix o cuello del útero por ser de forma más alargada y estrecha y la parte más ancha, situada por encima del cuello, se denomina cuerpo del útero.
Dicho cuerpo del útero está constituido por dos capas. La más interna se denomina endometrio. Por fuera de ella se sitúa la capa muscular o miometrio, que es la que realiza las contracciones del útero durante el parto.
El cuello del útero cuelga en el interior de la vagina. La mucosa que lo recubre está en contigüidad con la vagina y se denomina ectocérvix, mientras que la que recubre el conducto o canal cervical, que lleva hasta la cavidad del cuerpo uterino se denomina endocérvix. La mayoría de los tumores aparecen en la zona de unión del ectocérvix y el endocérvix.
 
¿Qué es el cáncer de cérvix? 
El cáncer del cuello uterino también se conoce como cáncer cervical.
 
 
 
Como sucede con la mayoría de los cánceres, se les da el nombre por la parte del cuerpo en donde empiezan. Los cánceres de cérvix o cuello del útero también se llaman de acuerdo al tipo de células en donde empezaron. La mayoría de los cánceres del cuello del útero son carcinomas de células escamosas. Las células escamosas son delgadas, planas, y forman la superficie del cuello uterino.
El cáncer de cérvix o cuello uterino es diferente del cáncer que empieza en otras partes del útero y requiere un tratamiento diferente.
Nuestro organismo está constituido por órganos y éstos a su vez por un conjunto de células, que se dividen de forma regular con el fin de reemplazar a las ya envejecidas o muertas y mantener así la integridad y el correcto funcionamiento de los distintos órganos. Este proceso está regulado por una serie de mecanismos que indican a la célula cuándo comenzar a dividirse y cuándo permanecer estable.
Cuando estos mecanismos se alteran en una célula, ésta y sus descendientes inician una división incontrolada que con el tiempo dará lugar a un tumor o nódulo.
Si estas células además de crecer sin control adquieren la facultad de invadir tejidos y órganos de alrededor (infiltración) y de trasladarse y proliferar en otras partes del organismo (metástasis) se denomina tumor maligno, que es a lo que llamamos cáncer.
Cuando las células tumorales, con capacidad de invadir los tejidos sanos de alrededor y de alcanzar órganos alejados e implantarse en ellos, están ubicadas en el cuello de útero hablamos de cáncer de cérvix o cuello de útero.
Antes del desarrollo definitivo de un cáncer de cérvix, aparecen cambios premalignos en las células, incluso años antes. Estos cambios premalignos pueden denominarse de varias formas: displasia o neoplasia intraepitelial cervical (CIN).
Este tumor maligno puede crecer de varias maneras:
Crecimiento local: se puede producir por extensión directa hacia la vagina, con menos frecuencia hacia el cuerpo del útero. Asimismo, puede crecer hacia los lados invadiendo los ligamentos que unen el útero a las paredes de la pelvis. Si crece hacia delante o hacia la parte posterior puede invadir la vejiga o el recto (aunque esto es un proceso tardío).
Diseminación linfática: el útero posee una rica red de vasos linfáticos que permiten el drenaje de la linfa a múltiples regiones ganglionares. Esta diseminación linfática se realiza de forma ordenada y se relaciona con el crecimiento del tumor, es decir cuanto mayor es el crecimiento local del tumor mayor es el riesgo de invasión linfática.
Diseminación hematógena: esta diseminación es muy poco frecuente. Cuando aparece se produce a través de los vasos sanguíneos, preferentemente hacia el hígado, los pulmones y los huesos.
Prevención 
Estudios realizados con técnicas de biología molecular de alta sensibilidad y con muestras biológicas adecuadas, detectan la presencia del Virus del Papiloma Humano (VPH) en prácticamente el 100% de los casos de carcinoma escamoso de cérvix.
 
Virus del papiloma humano 
 
El grupo de los virus papiloma está constituido por más de 100 tipos. Estos pueden causar verrugas o papilomas. Existen algunos tipos de virus papiloma denominados de alto riesgo que infectan los genitales tanto masculinos como femeninos como el VPH 16, 18, 45, 56 y otros, que pueden causar cáncer en el cuello del útero. Estos virus se transmiten de persona a persona durante las relaciones sexuales.
Actualmente, no existe un tratamiento eficaz para la infección por estos virus. Sin embargo, las verrugas, papilomas o cualquier crecimiento anormal causado por estos virus puede ser tratado eficazmente, con lo que se disminuye el riesgo de cáncer.
Es importante resaltar que la mayoría de las mujeres con infección por VPH no desarrollarán un cáncer de cérvix. Generalmente la infección desaparece sin ningún tratamiento, gracias a que el sistema inmune de la mujer ha sido capaz de destruir los virus.
La infección por VPH puede estar presente durante años sin causar ningún síntoma. 
La asociación observada entre VPH y cáncer de cérvix, está entre las más consistentes de las identificadas en oncología, existiendo un consenso creciente en calificarla como causa necesaria, pero insuficiente, ya que no todas las infecciones por VPH persisten o progresan a carcinoma de cérvix. Los factores determinantes que conocemos para que esta progresión ocurra, son:
· Factores dependientes del virus:
· Tipo viral.
· Persistencia de la infección en exámenes repetidos.
· Carga viral por unidad celular (probable).
· Factores ambientales:
· Anticoncepción hormonal oral: Cuando se consumen durante cinco años o más, aunque el riesgo tiende a desaparecer en los 5 años siguientes a la interrupción del consumo. 
· Paridad: Cuando se tienen más de 5 embarazos a término. Este factor junto con el anterior, sugieren una asociación positiva entre VPH y esteroides.
· Tabaquismo: Se han aislado sustancias carcinogénicas presentes en el tabaco en el moco cervical, aunque no se conoce bien la dinámica de la interacción.
· Edad de la primera relación sexual: Es un conocido factor de riesgo. La prevalencia de VPH más alta comprende las edades inmediatas al inicio de las relaciones, y responde a los patrones de comportamiento sexual de la comunidad. En grupos de edad de 15 a 25 años, si tienen compañeros sexuales distintos, llega a tener prevalencias del 30-40%. Después de este pico, le sigue una disminución muy marcada, estabilizándose en edades de 25 a 40 años en un 3-10%, interpretándose esta cifra como una medida indirecta del número de mujeres portadoras crónicas de la infección viral, y por tanto, del grupo de alto riesgo para progresión neoplásica. En algunas poblaciones se ha observado un segundo pico de prevalencia en mujeres postmenopáusicas, postulándose que fuera el reflejo de una reactivación de una infección latente y que se asociaría a la reducción fisiológica de la inmunidad natural con la edad.
· Coinfecciones: La infección por Chlamydia trachomatis parece ser un cofactor que actúa por inducción de inflamación crónica y metabolitos mutagénicos. El Herpes simple tipo 2 también parece actuar como cofactor, con una evidencia algo más dudosa.
· Deficiencias nutricionales y bajos niveles de antioxidantes son otros factores propuestos.
· Conducta sexual de la población: El contagio por el virus se produce piel a piel. Los lugares más susceptibles de invasión viral son aquellos donde se producen procesos de rápida replicación y diferenciación celular, como la zona de transicion escamocolumnar del cérvix (más activa aún en mujeres jóvenes) y la línea pectínea anal, desarrollando displasias y neoplasias en estas localizaciones. El preservativo, se ha comprobado que es un factor protector, pero no de forma total,para el contagio y adquisición de lesiones precursoras. Parece que la circuncisión masculina también es un factor protector.
· Estado inmunológico alterado.
· Especial consideración merece el papel del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), como muestran los estudios en los que se detectó que en mujeres VIH positivas el riesgo de infección por VPH de alto y bajo riesgo sería de entre 1,8 y 2,7 veces superior con una persistencia 1, 9 veces mayor.
· Vacunación contra el cáncer de cérvix 
· La vacunación no debe sustituir  a las revisiones ginecológicas. Hay que tener en cuenta que la vacuna no protege contra el 100% de los virus del papiloma humano ni contra otras enfermedades de trasmisión sexual.
·  
· El virus del papiloma humano (HPV) es el virus transmitido sexualmente más común en los Estados Unidos. Por lo menos un 70 por ciento de las personas sexualmente activas estarán infectadas con el HPV genital durante algún periodo de sus vidas. El HPV infecta tanto a hombres como a mujeres.
· Toda persona que en alguna ocasión ha tenido contacto genital con otra persona infectada con HPV puede contraer la infección y puede transmitirla a otra persona. Debido a que el virus puede ser "silencioso" durante muchos años, una persona puede tener HPV genital aún si han transcurrido varios años desde que él o ella tuviera relaciones sexuales.
· El HPV puede desencadenar una infección que conduzca al cáncer cervical. La mayoría de las infecciones con HPV de alto riesgo se curan por su propia cuenta. Algunas infecciones persisten sin causar algún cambio celular anormal adicional. Sin embargo, unas cuantas infecciones causadas por HPV de alto riesgo terminan activando al cáncer cervical al paso de muchos años.
· La vacunación protege a una persona de la infección futura por los tipos de alto riesgo de HPV que pueden conducir al cáncer. No es una vacuna contra el cáncer en sí mismo. Una persona recibe una serie de tres vacunas durante un periodo de 6 meses. Los profesionales de atención médica inyectan estas partículas similares a los virus en el tejido muscular. Una vez dentro de la persona, estas partículas activan una respuesta inmune fuerte, de tal manera que el cuerpo de la persona vacunada elabora y acumula anticuerpos que pueden reconocer y atacar a la proteína L1 en la superficie de los virus HPV.
· Después de la vacunación, las células inmunes de la persona están preparadas para combatir la infección futura por los virus HPV de alto riesgo. Si una exposición ocurre, los anticuerpos de la persona vacunada en contra de la proteína L1 recubren al virus y evitan que libere su material genético.
· Después de la vacunación, una mujer aún debe realizarse las pruebas de Papanicolaou de rutina u otra prueba aprobada de detección del cáncer cervical. Aunque la vacuna contra el HPV previene la infección por los tipos dominantes de HPV, los cuales son responsables de un 70 por ciento de los casos de cáncer cervical, no previene la infección por la mayoría de los otros tipos que también pueden causar cáncer cervical. Una prueba de Papanicolaou puede detectar el crecimiento cervical anormal sin importar cuál tipo de HPV fue la causa de que se desarrollara.
Diagnóstico precoz 
El cáncer de cuello de cérvix o cuello de útero es uno de los pocos cánceres que se pueden diagnosticar precozmente, es decir, antes de que la mujer aprecie algún síntoma.
 
 
 
La gran mayoría de los cánceres de cuello de útero se desarrollan a partir de cambios premalignos en las células, por lo que existen dos maneras de evitar la enfermedad: por un lado, se pueden prevenir las lesiones premalignas y por otro lado, detectarlas y tratarlas antes de que estas lesiones invadan en profundidad.
Es importante que pida asesoramiento a su ginecólogo sobre la manera más adecuada de disminuir el riesgo de contagio del papiloma virus.
Detección de las lesiones premalignas 
Las revisones ginecológicas habituales y la realización regular del  test de Papanicolau o citología cérvico-vaginal permite el diagnóstico de las lesiones premalignas, de tal forma, que su tratamiento evita que éstas evolucionen a lesiones invasivas.  
El test de Papanicolau o citología cérvicovaginal sigue siendo la prueba más adecuada y empleada para el diagnóstico de lesiones precursoras de cáncer de cuello uterino, frente a otras pruebas disponibles en la actualidad. La aplicación de los programas de cribado realizada de forma eficaz, ha demostrado ser efectiva en la reducción de la incidencia y mortalidad por cáncer de cuello uterino en todo el mundo, aunque ninguno ha logrado erradicar totalmente la enfermedad.
El test de Papanicolau es una prueba sencilla, no dolorosa que se realiza durante el examen ginecológico de rutina. Mediante una espátula se obtienen células del fondo de la vagina y del ectocérvix. Con un pequeño cepillo redondeado se toman células del interior del cuello.
Las células así recogidas se depositan sobre un cristal especial denominado portaobjeto, que será enviado al laboratorio para analizar la muestra al microscopio.
Para evitar el mayor número posible de errores es importante que la mujer siga una serie de recomendaciones antes de acudir al ginecólogo para realizar esta prueba: 
· Evitar las relaciones sexuales en las 48 horas previas a la realización del mismo.
· Evitar lavados vaginales en las 48 horas previas.
· No utilizar espermicida u otras cremas vaginales 48 horas antes del test.
La prueba ha de realizarse entre periodos.
Se recomienda la realización de este test en mujeres que sean o hayan sido sexualmente activas que no hayan sido sometidas a histerectomía o lo hayan sido por cáncer de cérvix o por lesiones premalignas, con edades comprendidas entre 25 y 65 años (recomendación de la CE). El límite de edad superior dependerá de si las dos últimas citologías son normales.
Se deberá realizar el test con una periodicidad de tres años.
 
Clasificación de las lesiones premalignas 
El sistema más ampliamente empleado para describir las lesiones premalignas es el sistema de Bethesda que ha sido revisado por última vez en el año 2001. Las categorías generales son: 
· Negativo para lesión intraepitelial o malignidad. No se observan signos de lesiones precursoras o de cáncer.
· Células epiteliales anormales: se aprecian células anormales aunque la causa no se puede identificar (infección, inflamación o cáncer). En estos casos sería necesario repetir la prueba unos meses después.
· Lesión intraepitelial escamosa: hace referencia a las lesiones premalignas. Se dividen en lesiones de bajo grado y de alto grado.  Estas últimas poseen más riesgo de evolucionar hacia un cáncer si no se tratan. 
Dada la complejidad de la clasificación, es recomendable que hables con tu ginecólogo y le preguntes cualquier duda que puedas tener con respecto a las lesiones premalignas.
 
 
No todas las mujeres con lesiones precancerosas desarrollarán un cáncer de cérvix.
El tratamiento de las lesiones premalignas dependerá, fundamentalmente, de la persistencia de las mismas en sucesivos test y del grado (bajo o alto) de la misma.
El tratamiento es conservador y su objetivo es destruir únicamente la zona donde está situada la lesión. Para ello se puede emplear cirugía, láser o criocoagulación (destrucción del tejido por frío).
Síntomas 
Las lesiones precancerosas del cérvix así como las fases más tempranas del cáncer, generalmente, no causan ningún síntoma.
 
Sólo se detectan si la mujer acude regularmente a su ginecólogo y se realiza un estudio específico para detectar dichas lesiones (test de Papanicolau).
Cuando el tumor está más avanzado, los síntomas que con mayor frecuencia aparecen son los siguientes:
· Hemorragia vaginal anormal: esta hemorragia aparece entre reglas o tras las relaciones sexuales. En mujeres menopáusicas cualquier sangrado vaginal debe ser consultado con el ginecólogo.
· El dolor o las molestias durante las relaciones sexuales indican la existencia de problemas que deben ser consultados. 
Estos síntomas también pueden ser debidos a enfermedades benignas.Sin embargo si aprecias cualquiera de ellos es importante que acudas al especialista para el diagnóstico y tratamiento de su causa.
Antes de asumir que tienes una enfermedad grave, espera a conocer el resultado de las pruebas.
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