Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas ISSN: 1794-6670 revistascientificasjaveriana@gmail.com Pontificia Universidad Javeriana Colombia Vásquez, William Antecedentes de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia 1826-1886: de las artes y oficios a las bellas artes Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas, vol. 9, núm. 1, enero-junio, 2014, pp. 35-67 Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=297031872003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto http://www.redalyc.org/revista.oa?id=2970 http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=297031872003 http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=297031872003 http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=2970&numero=31872 http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=297031872003 http://www.redalyc.org/revista.oa?id=2970 http://www.redalyc.org 35ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez Antecedentes de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia 1826-1886: de las artes y oficios a las bellas artes* * Este artículo hace parte de la investigación adelantada para llevar a cabo la tesis de grado en la Maestría en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. ** Profesor asociado de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Hace parte del grupo de investigación Unidad de arte y educación de la Facultad de Artes. Actualmente se encuentra vinculado al Doctorado en Conocimiento y Cultura en América Latina del Instituto “Pensamiento y Cultura en América Latina”, A.C., México, México. William Vásquez** Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 / Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 Fecha de recepción: 23 de agosto de 2013 | Fecha de aceptación: 8 de noviembre de 2013. Encuentre este artículo en http://cuadernosmusicayartes.javeriana.edu.co/ doi:10.11144/Javeriana.MAVAE9-1.aenb A CASE HISTORY OF THE NATIONAL SCHOOL OF FINE ARTS OF COLOMBIA 1826 - 1886: FROM ARTS & CRAFTS TO FINE ARTS ANTECEDENTES DA ESCOLA NACIONAL DE BELAS ARTES DA COLÔMBIA 1826 - 1886: DA ARTE E ARTESANATO A BELAS ARTES 36 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 Resumen El presente artículo da cuenta de las circunstancias históricas y sociales que precedieron a la apertura de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia en 1886, y los intentos por consolidar una propues- ta estatal y pública de una escuela de enseñanza del arte. Se muestra la tensión vigente entre el mo- delo progresista de las artes y oficios y el civilizato- rio de las bellas artes. Igualmente, se hace visible el proceso de consolidación político, pedagógico y estético del modelo moderno de enseñanza de las artes académicas durante el siglo XlX en Colombia. Palabras clave: artes y oficios; bellas artes; artes liberales Palabras clave descriptores: Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia; arte-enseñanza; siglo xx; Colombia Abstract This article recounts the historical and social cir- cumstances that preceded the opening of the Na- tional School of Fine Arts in Colombia in 1886, and the attempts to build a public and state-sponsored art school. In this article we show the tensions bet- ween the progressive model of Arts and Crafts and the civilizing effort exhibited by the idea of a school of Fine Arts. Likewise, we show the political, peda- gogical and aesthetic consolidation of the modern model of arts education in the Academic of Arts during the nineteenth century in Colombia. Keywords: arts and crafts, fine arts, Liberal Arts Keywords Plus: Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia; art- study and teaching; 20th century Resumo Este artigo dá conta das circunstâncias históricas e sociais que antecederam a abertura da Escola Na- cional de Belas Artes na Colômbia, em 1886, e as tentativas de construir um Estado e uma proposta de ensino da escola pública de arte. Tensão atual entre o modelo progressivo de Artes e Ofícios e civilizadora de Belas Artes exibe. Da mesma for- ma, faz com que o processo de integração políti- ca, educacional e estética do modelo moderno de educação acadêmica Arts durante o século XIX na consolidação Colômbia visível. Palavras-chaves: Artes e artesanato; artes plásticas; artes liberáis Palavras-chave descritor: Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia; arte - estudo e ensino; século xx 37ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez El proceso de consolidación, luego del cierre de la Escuela de Enseñanza de las Artes y Oficios en Bogotá sucedido en la segunda mitad del siglo XIX, se dio a partir de acciones inco- nexas e interrumpidas. Esta dinámica enmarañada, como consta en la documentación oficial, fue materia de gobierno permanente por parte de las autoridades, por su cercana relación con los temas recurrentes para el presente y futuro que se erigieron en ese momento, tales como el control del artesanado, por una parte, y la aspiración de progreso, por otra, que el gobierno pretendía administrar desde ellas. Esto finalmente llevó a que las artes y oficios llegaran al sistema universitario en 1867, casi veinte años antes que la instauración de las bellas artes como modelo de arte para la nación desde la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Dicho sea de paso, la apertura de la enseñanza de artes y oficios abrió el camino a las bellas artes para instalarse en la universidad. El siguiente artículo narra el periplo seguido durante el proceso de formalización de dicha escuela, los inicios del proyecto, la llegada de las artes y oficios al sistema universitario (como la cúspide del sistema de enseñanza), y, finalmente, la pérdida del apoyo estatal y su salida de la Universidad Nacional. Esta primera parte de los antecedentes pretende responder a la siguiente pregunta: la enseñanza de las bellas artes que se instauró como enseñanza oficial y estatal del arte en 1886, ¿a qué sistema de enseñanza y a qué lógicas en la política estatal sustituyó? Hacia 1877 el interés de las provincias por acceder a la enseñanza de las artes y oficios era un clamor nacional, de lo cual es indicativo el sentir expresado en un artículo periodístico de la época: Aquí en nuestro país, donde la ignorancia i la miseria constituyen la única herencia positiva de la mayor parte de las clases sociales; donde los hábitos i las ciegas rutinas forman una barrera contra la cual se estrella en balde el empuje del espíritu de progreso, de por sí irresistible; donde ahora no más estamos haciendo, tímidamente, los primeros ensayos para valernos por nosotros mismos, juzgamos de grande importancia la fundación de escuelas de artes i oficios, que impulsen estos ramos hácia el desarrollo a que les llaman los copiosos elementos con que la industria ha de contribuir en breve al bienestar jeneral. (Revista Municipal, 1877a, p. 8) Aquí, como se puede ver, se reclamaba método para las artes y oficios más básicos, y descentralización para su enseñanza: I a par de esta ventaja, que no es la más importante, al cabo de mui poco tiempo habremos conseguido dar tierra con el empirismo, si se prescribe como punto cardinal el estudio metódi- co de los principios que cada arte supone i de las reglas que gobiernan en cada oficio. Concretándonos al Estado de Cundinamarca i torturando nuestras aspiraciones hasta redu- cirlas a la medida de nuestros recursos, creemos que yaes tiempo de empezar a fundar escuelas de esta clase, por lo ménos en las capitales de Departamento. Ciudades como La Mesa, Facatativá, Guáduas, Ubaté i Zipaquirá exijen imperiosamente la organización de tales establecimientos. (Revista Municipal, 1877a, p. 8) La enseñanza de las artes y oficios buscaba la cualificación de los artesanos como per- sonas “útiles” y se esperaba de ellos mejores productos elaborados por sus rudas manos. En el siguiente texto se expresa tal situación, poniendo de ejemplo un albañil, un carpintero y 38 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 un herrero, que deberían adquirir algunas reglas de arquitectos o ingenieros, con enseñanzas técnicas, prácticas y teóricas bien separadas. Éstas, aparentemente, mejorarían el desem- peño en sus oficios para el logro de un mejor proyecto de sociedad. El mismo periódico de provincia en 1877 lo planteaba claramente, no sin formular críticas por la falta de instrucción del artesanado popular: Todos sabemos que los que se llaman en nuestro pais albañiles, carpinteros i herreros, en la proporción de un noventa y nueve por ciento, carecen de los conocimientos científicos nece- sarios para ejercer su oficio con provecho para la sociedad i para sí mismos. Francamente, –i mui sensible es decirlo,– no se comprende cómo un albañil se pueda llamar maestro sin ningun conocimiento de las reglas de arquitectura, de la jeometría, del dibujo li- neal, de la fisica, &, lo que le hace incapaz de ejecutar los planos i presupuestos de un edificio. Mui pocos son en Colombia los albañiles que saben lo que es cal, los usos que tiene i el modo de aplicarla, pues ignoran su composicion química. Nuestros carpinteros son tal vez los mejores artesanos que tenemos, sea porque a este arte se dedican jóvenes de alguna mayor instrucción, o porque las nociones científicas que ese oficio supone, no son tan vastas i complicadas como las que debe poseer el albañil. Los herreros jeneralmente hablando, desconocen las propiedades del hierro, según sus dis- tintas calidades; los procedimientos que se emplean para convertirlo en acero (…). (Revista Municipal, 1877b, p. 9) Se proponía que la enseñanza de las artes y oficios fuese tanto teórica como práctica, y que sus catedráticos fuesen egresados de los estudios universitarios1. Se insistía en la posi- bilidad de instruir artesanos que poseyeran método y comprensión intelectual de su oficio2: Hoi tenemos en Colombia injenieros ilustrados a quienes el Consejo de Instrucción pública podria encargar la redaccion de estas obras especiales para la enseñanza elemental de los que cursaran en las escuelas de artes. (Revista Municipal, 1877b, p. 9) Para formalizar el plan3 que permitía el “(…) establecimiento de Escuelas y Universidades (…)” (La Gran Colombia, 1826b), se expidió la ley del 18 de marzo de 1826, que buscaba difun- dir los buenos conocimientos, para que se eliminasen las “(…) preocupaciones perjudiciales y corrijan los vicios de la primera educación (…)” (La Gran Colombia, 1826c, p. 227), de la época virreinal. Tenía esta norma el propósito de fortalecer el sistema de educación pública y ense- ñanza nacional, sin las cuales no podrían difundirse la moral pública y todos los conocimientos útiles que hacen prosperar a los pueblos” (La Gran Colombia, 1826c, p. 226). Siendo vicepresidente de la República, Francisco de Paula Santander planteó “(…) un buen sistema de educación pública de enseñanza nacional (…) gratuita, común y uniforme (…)” (La Gran Colombia, 1826c, p. 226), enseñanza pública que buscaba atender por sectores a los diferentes ciudadanos conforme a su talento, inclinación y, por supuesto, “su destino” ya preestablecido en la sociedad. Santander planteaba la instrucción como una distribución secuencial de estudios; prime- ro, una enseñanza primaria y elemental en las parroquias y cabeceras de cantón; segunda, 39ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez una enseñanza en colegios nacionales en los diferentes estados, y tercero, la creación de universidades centrales y por departamentos4. En este proyecto estatal aparece la premisa de tener un control centralizado de la instruc- ción pública nacional, pues debía existir una enseñanza primaria y elemental común en todo el territorio, y para ello se debían formar maestros y profesores para verificar el sistema de estudios. En 1826 se creó la Academia Literaria, con sede en Bogotá, conformada por 21 individuos adultos, la cual debería propender por “(…) establecer, fomentar y propagar en toda Colombia el conocimiento y perfección de las artes, las letras, de las ciencias naturales y exactas, y de la moral y de la política” (La Gran Colombia, 1826a, 1826b, 1826c, p. 229). Asimismo, de forma paralela al establecimiento de escuelas y universidades, se fundaron “las sociedades de amigos del país, con el objeto de promover las artes útiles, la agricultura, el comercio y la industria” (p. 229). De manera específica, de estas sociedades se esperaba que “promovieran y corrieran “(…) a su cargo con el establecimiento de escuelas especiales de dibujo, de teoría y diseño de arquitectura, y de pintura y escultura” (La Gran Colombia, 1826a, 1826b, 1826c, p. 229)5. Desde un primer momento en la naciente República se erigieron universidades y colegios en las capitales de los departamentos de Venezuela, Quito y Cundinamarca. Éstas tendrían cátedras independientes, que podrían cursarse simultáneamente por los discípulos6. Cada uni- versidad debía poseer una biblioteca pública, un gabinete de historia natural, un laboratorio químico, un jardín botánico, una imprenta y una academia de emulación, cuyo objeto sería el fomento de las “bellas letras” y de las ciencias naturales. El sistema de instrucción pública propuesto tenía en su nivel superior a las universidades centrales que se instituyeron con este carácter en las capitales de los departamentos de Cun- dinamarca, Venezuela y Quito, para la enseñanza tanto de las ciencias como de las artes7. El gobierno en 1826 reglamentó, asimismo, como enseñanza especial (…) a las artes, junto a la astronomía y la navegación, el arte de la construcción naval, la cos- mografía, la mecánica aplicada a las maquinarias y el arte de minas, entre otras novedosas ciencias (…). (La Gran Colombia, 1826a, 1826b, 1826c)8 Igualmente se proyectó la Escuela General de Ciencias de Aplicación, dependiente del Museo de la Capital de la República, creado en 1823. Esta institución tenía el compromiso de ofrecer las enseñanzas propias de su colección, las cuales consistían en: “(…) la geometría descriptiva con todas sus aplicaciones, la aplicación del análisis a la geometría descriptiva, la general de sólidos y fluidos, la arquitectura civil, la fortificación, la química y la física aplicada a las artes, la geodesia y topografía, el dibujo topográfico y de paisaje (…)”9 (La Gran Colombia, 1826, p. 237). Con estas experiencias comienza el periplo de formalización e institucionalización de la enseñanza de las artes y oficios en Bogotá. En 1847 el presidente Rufino Cuervo y Barreto y su secretario del Interior Alejandro Oso- rio poco pudieron hacer para proteger las instituciones ante la idea de la “libertad de estudios” tomada del modelo de Bentham, que golpeó las enseñanzas públicas, oficiales y gratuitas en bien de las privadas. En 1848 se cerró la Universidad Central de Bogotá, con el argumento poco convincente y, sin duda, falso de que dicha institución era inequitativa pues unos pocos 40 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 aprovechaban el recurso público y porque no correspondía a un sistema de igualdad entre los ciudadanosde la nación. A raíz de este hecho, sería suspendida la universidad pública, oficial y gratuita. Para el gobierno fue una acción que buscó eliminar los privilegios de algunos, para obtener el bien de todos10. Casi simultáneamente a la desaparición de las universidades públicas en 1850, el gobier- no acordó el establecimiento de las escuelas de artes y oficios en los colegios nacionales de la República, que pretendían la enseñanza gratuita de la mecánica industrial y de las artes y oficios, esto con el fin de congraciarse con las nuevas lógicas utilitaristas que iban surgiendo entre los granadinos; “(…) para la enseñanza gratuita de la mecánica industrial y de las artes y oficios a que quieran congraciarse los granadinos (…)” (República de la Nueva Granada, 1850)11. El poder ejecutivo planificó tres escuelas de artes y oficios en los colegios12 nacionales de Bogotá, Cartagena y Popayán. En el mismo año el poder ejecutivo expidió un decreto complementario según el cual se abría en las escuelas de artes y oficios de estos colegios nacionales la enseñanza de la “arquitectura”. Poco tiempo después, en 1851, el Colegio Militar dictaba clases de “dibujo y arquitectura civil” a cargo del señor Carmelo Fernández, y de “dibujo lineal”, a cargo de Antonio Durán, asignaturas que formaban parte de las clases preparatorias para ingresar al establecimiento. El tema de la enseñanza de las artes útiles se retomó en 1861 durante el gobierno del presidente de los Estados Unidos de la Nueva Granada, general Tomás Cipriano de Mosquera, que creó en la capital un “Colegio Militar” y una “Escuela Politécnica” (Estados Unidos de la Nueva Granada, 1861). Esta decisión respondió a su pensamiento marcial respecto a la forma de la enseñanza y a la idea que tenía de que las materias deberían estar vinculadas a los requerimientos bélicos y de defensa de los ejércitos. Junto a esta decisión, y en el mismo espíritu militar, amplió el pie de fuerza a 19.385 hombres y reorganizó las fuerzas militares de la nación. El Colegio Militar estaba destinado a formar oficiales científicos en el Estado Mayor del Ejército, a instruir ingenieros, oficiales en artillería e infantería, así como a ingenieros civiles. La sede asignada fue el edificio de San Bartolomé. La Escuela Politécnica, por su parte, con sede en el Colegio del Rosario, impartiría las siguientes materias: (…) aritmética, algebra, geometría especulativa y práctica, trigonometría rectilínea y esférica, geometría analítica, y sus aplicaciones a las sombras y a la perspectiva, a la maquinaria y al cor- te de piedras, cálculo, física, química, mecánica y maquinaria, cosmografía, arquitectura civil, caminos, puentes y calzadas. (Estados Unidos de la Nueva Granada, 1861)13 Tanto el Colegio como la Escuela impartirían una clase común y permanente de dibujo lineal, trazado y lavado de planos, mapas y cartas geográficas14. En abril de 1865 se creó el Instituto Nacional de Ciencias y Artes (Estados Unidos de Colombia, 1865), institución que tuvo una efímera duración, ya que en marzo del siguiente año el edificio que le fue entregado inicialmente como sede fue subastado por el gobierno y por ello se asignó para su funcionamiento el edificio de las Aulas. Allí compartiría locación con el Museo, la Biblioteca Nacional, la sala de mineralogía, el gabinete de historia natural, la galería de pinturas y la de monumentos patrios que eran parte del proyecto de la Academia Nacional de Ciencias. Este instituto se suspendió para incorporarlo a la recién creada Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, fundada en 1867. 41ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez En ese mismo año, el Instituto Nacional de Ciencias y Artes, en su normativa de fundación, propuso otorgar el título de “Arquitecto e Ingeniero constructor” a los egresados de dichas materias (Estados Unidos de Colombia, 1867a), lo cual muestra ya para ese entonces una conciencia de la posibilidad de formalización de este conocimiento y su interés de ser incluido en la enseñanza superior. Sin embargo, paradójicamente un año después, en desarrollo del proyecto de creación de la Universidad Nacional, no fue considerada específicamente dentro de las artes y oficios, y se suspendió indefinidamente su apertura. La Academia Nacional de Ciencias administraba el Instituto de Ciencias y Artes, y su objetivo principal era el estudio de la estadística nacional, y “(…) la historia del país, con sus ramas auxiliares, como geografía, arqueología, etc., y de la conservación de los monumentos patrios” (Estados Unidos de Colombia, 1867a). También era responsable de definir el calendario nacional anual, “(…) la guía del viajero del territorio de la República (…)” (Estados Unidos de Colombia, 1867a) y especialmente el estudio del lugar donde residiera su Gobierno Supremo. La Academia se encontraba adscrita al Departamento de Instrucción Pública. Cada Estado tendría el derecho de enviar hasta diez alumnos para ser becados en ella, y para apoyar su propio gobierno se le designaría a su propia asamblea legislativa15. El Instituto Nacional de Ciencias y Artes debía funcionar articuladamente junto al Observatorio Astronómico y al Jardín Botánico, como parte de una gran Academia Nacional de Ciencias y Artes. Este conjunto de instituciones estaría a cargo de un director, y tendría además un bibliotecario, un inspector de museo, un profesor de historia natural y un jefe de la galería de pinturas. Este último sería un artista encargado de la custodia y conservación de los cuadros de propiedad nacional, con el deber ineludible de dedicarse a la enseñanza de la pintura16. En 1867, en tiempos de la presidencia del general Tomás Cipriano de Mosquera, el Congreso creó en la capital de la República el Instituto Nacional de Artes y Oficios17. Éste tenía el estatuto de Colegio Nacional y sería destinado a “(…) la difusión de los conocimientos teórico-prácticos en materia de artes y oficios (…)” (Estados Unidos de Colombia, 1867b, p. 24). El pensum propuesto inicialmente para el Instituto estuvo dividido en las áreas de matemáticas, ciencias naturales, dibujos, historia patria y universal, ejercicios gramaticales y música vocal e instrumental18. Además se propuso designar un lugar en la Casa de la Moneda para los talleres de mecánica y de herrería, y dictar las lecciones nocturnas en el edificio de Santa Inés, como se había venido haciendo, hasta que pudiese ser trasladada la Escuela a nuevos locales. La Universidad Nacional entregaba el título de “Maestro en Artes y Oficios” a quienes optaran al grado en la enseñanza de artes y oficios19. El diploma lo otorgaba el rector de la Universidad, que le confería el grado a nombre de la nación20. Para optar al grado, la Universi- dad tenía un protocolo especial, según el cual los oficios eran valorados de manera práctica21. En 1867, el Congreso de la República autorizó al poder ejecutivo para que entrara en arre- glos con el Gobierno Soberano de Cundinamarca y la Municipalidad de Bogotá para organizar la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia22. La enseñanza debía ser gratuita, se esperaba la asistencia y manutención de 72 alumnos en total, y se becarían ocho estudiantes por cada departamento para garantizar su cubrimiento nacional. Se derogaron los decretos con los cuales fueron creados el Colegio Militar y la Es- cuela Politécnica, así como aquel que creaba el Instituto Nacional de Artes y Oficios. Antonio Vargas Vega obtuvo un nuevo contrato con el gobierno por veinte años adiciona- les a los ya contratados, como “Institutor Particular” en 1868, para mantener en el Colegio 42 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 de San Bartolomé al menos doce clases de la Universidad Nacional, todasellas de carácter público y gratuito, entre las que estaban las de artes y oficios. A la Universidad se le asignó el edificio de las Aulas, los extinguidos conventos del Carmen y de la Candelaria y la obra ejecutada en el claustro principal del edificio de Santa Inés. Entre las escuelas fundacionales de la Universidad estaba la de artes y oficios, que existió desde la misma organización inicial, y las materias de enseñanza en el proyecto de apertura de la Escuela de Artes y Oficios se dividieron en teóricas y prácticas. A las primeras corresponderían nueve cursos que podían tomarse en tres años, a saber: Primer año Curso 1º: Clase inferior de Gramática castellana. 2º: Clase inferior de Aritmética i Cálculo de memoria. 3º: Jeometría elemental. Segundo año 4º: Clase superior de Gramática. 5º: Clase superior de Aritmética i Metrolojía. 6º: Jeografía descriptiva universal i especial de los Estados Unidos de Colombia. Tercer año 7º: Teneduría de libros. 8º: Nociones jenerales de Física experimental i de Mecánica 9º: Nociones jenerales de Química y de Jilolojía. (Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1867, art. 119, p. 39) Curso 9º: Nociones Generales de química y de filología. (Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1868b) Las materias de la segunda serie se dividían en los siguientes cursos: Curso 1º: Dibujo de animales y vegetales, lineal, de perspectiva y arquitectónico. Curso 2º: Clases prácticas de artes y oficios. (Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1868b) Los cursos prácticos de artes y oficios se ofrecían desde el primer año, para que el estu- diante se ejercitase en ellos mientras llevaba a cabo el programa23. Por otra parte, a lo largo de veinte años, contando desde 1848, no había sido impartida instrucción universitaria oficial, por ello una generación completa de jóvenes careció de estu- dios superiores de enseñanza pública. Un editorialista de los Anales de la Universidad expre- saba el anhelo de progreso de la generación de nuevos jóvenes como “(…) tenemos bombas de jabón queriendo subir como globos aerostáticos” (Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1869). La enseñanza de las artes y oficios en el proyecto de creación de la Universidad Nacio- nal de los Estados Unidos de Colombia se concretó el 16 de septiembre de 1867, cuando el 43ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez entonces presidente de la República, Santos Acosta en cabeza del gobierno federal, firmó el acto de creación que dio origen a la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia (Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1869). Desde el mismo acto fundacional se consideró un área de artes útiles. Su conformación académico-administrativa estaba dada por seis escuelas o institutos especiales: Escuela de Derecho, Escuela de Medicina, Escuela de Ciencias Naturales, Escuela de Ingenieros, Escuela o Instituto de Artes y Oficios y Escuela de Literatura y Filosofía. A la Escuela de Artes y Oficios de la Universidad se le asignó en ese momento la parte del antiguo Convento del Carmen que estaba ocupada por el anterior Instituto de Artes i Oficios. El Instituto –o también llamado Escuela de Artes y Oficios de la Universidad Nacional– se abrió según los ideales de “adelanto y progreso”, conceptos arraigados en aquellos tiempos. Estaban vinculados al consumo de “(....) los objetos más indispensables para la comodidad de la vida (....)” (Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1869), por un lado, y a la capacidad técnica para producirlos por otro. Se pensaba que de las artes ejercidas como oficios manuales en sus respectivos gremios, con procesos de tinte colonial, de los que aún quedaban rastros en los artesanos de la ciudad, a finales del siglo XIX se pasaría a las novedosas y modernas tareas productivas de las artes y oficios24, elevadas a la categoría de profesiones científicas, artísticas o dogmáticas. La costumbre de enfrentar los productos de origen artesanal nacional a la mercancía importada estaba ligada a la aceptación y a la buena percepción que tenía el proyecto de artes y oficios y su enseñanza por parte de la población y por el Estado colombiano. Las artes y oficios tenían el objetivo de elevar la calidad de los productos manufacturados, de lograr equiparar su calidad a aquellos nacionales de producción tradicional artesanal, que iban en franca disminución o extinción absoluta. Por ello se debía cualificar la producción, la forma de planearlos y de ejecutarlos. El contratista de la Universidad Nacional, a cargo del Colegio de San Bartolomé, Antonio Vargas Vega intentó entre 1872 y 1874 convencer al gobierno de dar un nuevo empuje y un mayor cuerpo a la Escuela. Finalmente esta propuesta fue aprobada25 mediante una prórroga, para mantener vigente el programa de Artes y Oficios por cuatro años adicionales. La Escuela de Artes y Oficios fue creada sin tener una logística mínima preparada para su puesta en funcionamiento. No poseía la infraestructura necesaria, ni el espacio adecuado para iniciar las clases, en especial de aquellas prácticas que dependían de talleres o de una galería de máquinas. La Universidad Nacional le insistió a la Secretaría de Instrucción Pública acerca de la necesidad de adjudicar recursos para normalizar la situación de precariedad en la que estaba sumida la Escuela. Manuel Ancízar, su rector, entendía la situación y así se lo hizo saber al Gobierno, expresándole que la razón de ser de la enseñanza de las artes y oficios era la cualificación del oficio de los artesanos, lo cual redundaría en un mejoramiento de la hechura de los productos que se realizaban en la ciudad, pudiendo hacerles contrapeso a aquellos importados y más costosos26. Sin embargo, pese a estos argumentos en bien de la economía nacional, el Gobierno los desestimó y nunca realizó una inversión significativa para dotar a la Escuela de lo mínimo necesario; ni siquiera la urgencia de abrir los talleres de herrería, cerrajería, carpintería, talabartería y de corte de piedra lo estimuló a hacerlo. 44 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 A semejanza de la Escuela Nacional de Artes y Oficios de Bogotá, fueron creadas las de Medellín y Bucaramanga, las cuales prosperaron y llegaron a convertirse en el siglo XX la primera en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia y la segunda en la Universidad Industrial de Santander. La clave del éxito para lograr la continuidad de la Escuela de Artes y Oficios del Estado Soberano de Antioquia (Antioquia, 1870), y posteriormente de la Escuela de Artes y Oficios del Departamento de Santander (Gavassa, 1988), fue el circuito industria-comercio-gobierno-enseñanza de las élites de dichas ciudades, que logró imponerse en ambas experiencias. En Bogotá, en cambio, no se pusieron de acuerdo la incipiente industria, el comercio y el gobierno nacional, departamental y municipal para sacar adelante el proyecto de artes y oficios propuesto por el Estado colombiano. Los primeros no alcanzaron a beneficiarse de este servicio y, por lo tanto, no transfirieron recursos a la Escuela, y los segundos no pudieron ponerse de acuerdo para concretar el proyecto. En 1874 el rector en San Bartolomé era Bernardino Torres Torrente. El problema académico central de la Escuela de Artes y Oficios que encontró era que los programas propuestos estaban planteados con enseñanzas de un nivel universitario, con un soporte teórico a las prácticas y ejercicios tratados en los oficios, los cuales no estaban al alcance del aprendizaje de los artesanos y jóvenes de corta edad que los cursaban. Así, no pudieron asumir con propiedad el método universitario de plantear cada oficiocomo un ejercicio académico y reflexivo más allá de la pura operación manual que se requería. El Estado colombiano en 1876 abandonó definitivamente el proyecto por considerar que ya no era estratégico para el desarrollo del país. Un repentino cambio de interés hacia las bellas artes, aunado a la baja escolaridad, las diferencias de edades del estudiantado y la falta de infraestructura para la enseñanza de los componentes inactivos, dio al traste con el proyecto universitario de las artes y oficios, el cual jamás se restituyó. Ese año se expidió la Ley 26 de 1876, que suspendió la Escuela, pese a contar con más de 300 alumnos para ese momento y de tener una reciente reorganización que estaba dando mejores resultados académicos27. Cuando se decidió cerrar la Escuela, ésta ya no existía como tal, sus estudiantes y el programa de estudios habían sido trasladados a la Escuela de Literatura y Filosofía de la Universidad. Esta ley del gobierno contra la voluntad de la Universidad misma sacó del régimen universitario a la Escuela de Artes y Oficios y por tanto suspendió su enseñanza, y la posibilidad de acumulación social de saber académico en esta materia para un futuro desarrollo de los oficios e industrias de la nación, poniéndola a funcionar fuera del campus, cubierta por un régimen escolar informal. Estos actos llevaron a que en la práctica se suspendiera del todo. En un informe posterior del Consejo Académico de la Universidad de 1884 dirigido al se- cretario de Instrucción Pública, se lamenta este hecho: (…) que en los siete años que han trascurrido desde entonces no se haya hecho algo para restablecer el plantel, el mas importante y útil para los hijos de nuestro pobre pueblo, que es el que trabaja y sufre, el que por falta de industrias productivas muere sumido en la miseria (…). (Anales de Instrucción Pública, 1884, p. 95) El desestímulo del gobierno a las enseñanzas en pro de un progreso técnico futuro era claro, tanto así que igual suerte corrió la Escuela de Ingeniería de la Universidad Nacional al reducírsele de 1600 a 600 el número de alumnos de la institución. En 1886 se instaló en el 45ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez mismo edificio del Convento de la Enseñanza el Instituto Nacional de Artesanos, institución heredera de la Escuela de Artes y Oficios de la Universidad Nacional pagada del presupuesto nacional28, pero ya sin ningún vínculo con ésta. En realidad era una institución que buscaba que los estudiantes llevaran a cabo una nive- lación nocturna para suplir la baja escolaridad de cerca de 300 o 400 artesanos en aspectos básicos de su enseñanza. No había prácticas en oficios como se supondría, sólo asignaturas teóricas. El establecimiento contaba con un director, un secretario, un celador-escribiente, un portero, y con un presupuesto mínimo para alumbrado y gastos de escritorio. Se esperaba que esta Escuela fuese la base para la reapertura de la futura Escuela de Artes y Oficios. El Instituto Nacional de Artesanos se creó para instruir a los artesanos de la ciudad. Entre los más comunes estaban los zapateros, en general habitantes humildes, quienes utilizaban procesos rudimentarios para fabricar “suizos, escarpines y babuchas cosidas con cabuya en- cerada y cordobán, gamuza y cuero de becerro teñido”. Los sastres, populares a su vez, eran llamados “remendones” en razón a que su especialidad no eran los nuevos trajes, sino el salvar la ropa del normal deterioro29. Crear el Instituto en 1886 en plena Regeneración, junto a la Escuela Nacional de Bellas Artes, que buscaba instruir a los artesanos adultos, tenía la finalidad práctica para el gobierno de congraciarse con la cada vez más numerosa cantidad de ciudadanos dedicados en Bogotá a estas tareas, y tratar de evitar así sus reiterados descontentos y los desmanes que producían en la ciudad protestando contra el Gobierno. Se abrió en el Instituto una sección para instruir a los niños que trabajaban en oficios ma- nuales durante el día, y que en la noche asistían a los talleres. Allí más que aprender un oficio los niños cursaban materias propias de la enseñanza primaria. Se ofrecía adicionalmente una clase de dibujo inferior y otra superior. Sin tener ya en la mira una escuela profesional de artes y oficios, la que no se volvió a abrir a un nivel universitario, lo que se esperaba con la apertura del Instituto Nacional de Arte- sanos era contener el espíritu revolucionario y pendenciero de estas gentes, encaminándolas por el sendero regeneracionista, al mantenerlos ocupados en sus oficios y conservarles su instrucción: Aquel Instituto será la base de una Escuela de Artes y Oficios que no muy tarde se fundará, y que hará una benéfica revolución en el trabajo industrial, tan desamparado y decaído entre nosotros. La paz pública que seguramente se afianzará al amparo de la constitución seria y reflexiva que pronto será promulgada (la Constitución de Rafael Núñez de 1886), dará vuelo al trabajo, y a su vez el trabajo apoyará la paz, alejando aspiraciones desasociadas y tendencias anarquistas. No denigremos; los ánimos quieren reposo fecundo; y saludables desengaños nos han abierto suficientemente los ojos para que podamos ver con toda claridad que no son las revueltas polí- ticas las llamadas a engrandecer un país, sino la instrucción y el trabajo puestos bajo el amparo y la moralidad. (Revista Anales de Instrucción Pública, 1886, p. 99) El Gobierno en 1886 abrió una tercera institución, además de la Escuela Nacional de Be- llas Artes y la Escuela Nacional de Artesanos, de naturaleza femenina, denominada Escuela de Servicios Domésticos, también llamada Escuela de Artes y Oficios Domésticos30. El inspector de vigilancia de la Secretaría de Instrucción Pública visitaba el establecimiento con regularidad, 46 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 encontrándolo siempre en orden, bajo la tutela y contrato de una dama bogotana. Finalmente en 1889 se agregó al Instituto Nacional de Artesanos de la capital la ya exis- tente Escuela de Hilados, Tejidos y Tintorería, también sostenida con rubros oficiales, convir- tiéndose en una materia más de sus enseñanzas. El siglo XIX terminó con una disociación entre dos formas de enseñanza del arte: por un lado la de bellas artes, fortalecida en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y por otro lado la de ar- tes y oficios, reducida a una escala menor e informal. Esto dio origen a dos tipos de instituciones y propósitos, que fueron tratados con diferente peso logístico y político por el Estado. Entender el fenómeno de la enseñanza de las artes y oficios en Colombia durante el siglo XIX es entender también, en parte, el origen del proyecto de enseñanza de bellas artes en la capital. EL PROCESO DE ACADEMIZACIÓN E INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA DE LAS BELLAS ARTES La siguiente es una relación del proceso de academización e institucionalización de la enseñanza de las bellas artes durante el siglo XIX, que fue recogido y reunido en el proyecto de la Escuela Nacional de Bellas Artes de 1886. El interés por el comienzo de una enseñanza artística en las escuelas y colegios públicos de la República se dio en 1826 con “el plan de estudios” (La Gran Colombia, 1826b) expedido por el Gobierno. Para las casas de enseñanza y los colegios de provincia se estableció que existiera en todos ellos la enseñanza de dibujo. Para las escuelas de parroquia y de cantón se aplicaría el método de Bello y Lancaster y “la enseñanza mutua” y se utilizaría “la Cartilla de Dibujo”, aquella que fue impresa para las escuelas de Madrid en España. A las niñas les era accesible esta enseñanza siempre y cuando existiesen recursos adicionales a aquellos disponibles para la enseñanza de los varones, para poder pagarlos costos de su instrucción. También se buscaba con la enseñanza de la “Literatura y Bellas Letras” a los jóvenes de mayor edad transmitir en ellos, entre otros saberes, “(…) los principios generales del gusto, del genio, de la crítica de todas las artes de la imaginación y en los tres nobles de la pintura, arquitectura y escultura (…)” (La Gran Colombia, 1826b, art. 192); de hecho, se dio más en la palabra que en el oficio mismo31: El objeto principal de estas academias, será pues desarrollar y formar talentos de los jóvenes para el foro: ejercitarse en las causas y pleitos que proponga la presencia del director y demás individuos que formen la academia. (La Gran Colombia, 1826)32 Con esta manera no formal de funcionamiento, con la presencia de un nuevo espíritu ilustrado y de conciencia republicana, se dio comienzo a la enseñanza del arte en la nueva condición de hombres libres de España, y se abrió el camino para la creación de las academias privadas para su enseñanza. Éstas estaban asociadas inicialmente a la impartición de clases particulares para los hijos de las familias pudientes de la ciudad, y poco a poco se fueron con- virtiendo en centros de encuentro, de intereses artísticos y de personas talentosas, que se reunían para educarse en los conocimientos del arte de su tiempo. Así comenzó un periodo de profesores que ofrecían sus servicios a los miembros de fa- milias de prestancia de la ciudad, sin pertenecer a institución alguna, en algunos casos por vín- culo familiar, en otros casos aún con un rasgo colonial de enseñanza a discípulos en talleres, 47ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez Figura 1. Linea de tiempo. antecedentes de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia 48 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 por maestros de tradición, y en otros por personajes que se habían formado en Europa y que poco a poco fueron abriendo sus propias academias. Algunas de ellas con el tiempo llegaron a ser patrocinadas por el gobierno y terminarían siendo parte de la Escuela Nacional de Bellas Artes, como fue el caso de Alberto Urdaneta con la Academia Vásquez y de Jorge W. Price con la Academia Nacional de Música. Posteriormente en 1850 se dio plena libertad a los particulares para la enseñanza del arte, como lo estableció la 1ª ley del 15 de mayo de dicho año: “Es libre en la República la ense- ñanza de todos los ramos de las ciencias, de las letras y de las artes” (República de la Nueva Granada, 1850a). En un temerario exceso en la aplicación del pensamiento liberal, se estableció que de aquella fecha en adelante “(…) el grado o título científico no sería necesario para ejercer pro- fesiones científicas; pero podrán obtenerlo las personas que lo quieran del modo que se esta- blece por la presente ley” (República de la Nueva Granada, 1850a, art. 1). Pese a que se continuó la expedición de títulos en medicina y derecho, y se suprimieron las universidades públicas, era claro que al Arte –que de por sí aún no era considerado como una profesión socialmente aceptada– iba a costarle un camino más largo que el de las cien- cias llegar como materia de estudio a la educación superior, como efectivamente sucedió. Tuvo que hacerse un dispendioso tránsito por las academias no formales y la enseñanza de las artes y oficios para llegar, finalmente, 36 años después, en 1886 a constituirse en materia de enseñanza superior en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Pero, ¿cuál fue el proceso de la enseñanza de la bellas artes para lograr su institucionalización y adquisición de método como materia de estudio universitario? Veamos una síntesis de esta transformación. La enseñanza de las bellas artes tomó dos rumbos diferentes, uno fue el sector privado y otro fue el sector oficial, pero ambos siguieron rutas paralelas para consolidar procesos de academización e institucionalización, por lo tanto los desarrollaremos de esta manera. El sector privado de la enseñanza de las bellas artes poseía un carácter local, no universi- tario, de estudios no conducentes a títulos a excepción del programa que ofreció la Universi- dad Externado. Entre estas experiencias tenemos las academias privadas como las de Ramón Torres Méndez (1846), la Sociedad Filarmónica de Conciertos de Bogotá (1846), las academias Gutiérrez para Varones y Señoritas (1873 y 1874), la Escuela de Pintura de la Universidad Ex- ternado (1885), la segunda Sociedad Filarmónica de Conciertos de Bogotá (1875) y el Ateneo de Bogotá (1886). Existieron durante todo el siglo XIX personajes que ofrecían clases de bellas artes a través de periódicos, como fue el caso de Ramón Torres Méndez en 1846, o Alfredo Greñas en 1888 en el “Directorio de Bogotá”. La experiencia de la Sociedad Filarmónica de Conciertos de Bo- gotá funcionó bajo el liderazgo de Enrique Price, que buscaba la promoción de las bellas artes, y su labor se centró especialmente en la promoción de la música. Inició actividades en 1846 y su proyecto de mayor envergadura se dio a conocer en 1848 con la noticia de la construcción de un edificio diseñado por el arquitecto europeo Thomas Reed para que sirviese como sede del futuro Liceo de Bellas Artes33. A ella pertenecían los (…) distinguidos y benévolos extranjeros señores Patricio Wilson, Tomas Fallon, Leopoldo y Daniel Schloss, Tomás Reed, Roberto Bunch, Enrique Cross, Maximiliano Constantine, Enri- que Price, Lucio Dávoren, Dundas Logan, Nelson Bonitto, Guillermo Wills, Daniel F. O’leary, Powles, Alejandro Linding (…) y los colombianos (…) José Caicedo Rojas, José Vicente Martí- 49ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez nez, Manuel Antonio Cordovez, Joaquín Guarín, Carlos Mera, Manuel José Pardo, Demetrio y Temístocles Paredes, Domingo Maldonado, Andrés Santamaría, Marco de Urbina, Rafael Eli- seo Santander. (Cordovez, 1997, p. 28) Muchos músicos de la orquesta eran humildes ciudadanos y no se les pagaba ningún salario, interpretaban su música bajo el liderazgo de Juan Antonio de Velasco, quien perteneció a la banda del batallón Numancia de España, en la que también tocaban los hermanos Hortúa, José González Rodríguez, Eladio Cancino y Feliz Rey. La Sociedad Filarmónica de Conciertos de Bogotá realizaba un concierto mensual, siem- pre con dos partes en sus presentaciones: “(…) una obertura a grande orquesta, tres piezas de piano, canto, y violín y cuadrillas por la orquesta (…)” (Cordovez, 1997, p. 29). Llegaría a tocar obras de Beethoven, Mozart y otros autores italianos (Reseña histórica en el Centenario de Música, 1941). Esta actividad la realizó hasta 1857, año en que terminó su actividad. Aprovechando su llegada al país en 1873, con el objetivo de crear la Escuela Vásquez de Pintura, el mexicano Felipe Santiago Gutiérrez fundó una academia privada denominada Academia Gutiérrez. Santiago Gutiérrez34 visitó tres veces Bogotá entre 1872 y 1892. Llegó en 1874 a organizar una exposición de 300 obras de sus alumnos de la ciudad, en la Escuela Gutiérrez, la cual creó al no darse la apertura de la Escuela Vásquez en 1873 por la injustificada dilación del gobierno a la ejecución del proyecto inicial. Gabriel Giraldo Jaramillo (1954) retoma este fragmento de un artículo de Rafael Pombo, para describir algunos aspectos de la Academia Gutiérrez: Sigue atendiendo Felipe Santiago Gutiérrez a la Academia gratuita para varones fundada por él desde Noviembre de 1873, en el local que espontáneamente proporcionado por la munici- palidad de Bogotá, el pintor atiende a cuantos quieren visitarlo, mientras pinta en su obrador. Este local al que hace referencia quedaba localizado en Santo Domingo. En una reseña del pintor por Ángel Cuervo se relata el encuentro de Felipe Santiago Gu- tiérrezy de Rafael Pombo en septiembre de 1873, de la siguiente manera: En Nueva York tomo indecible cariño al renombrado pintor mexicano Felipe S. Gutiérrez, y des- pués de alabarle como justamente lo merece, en los periódicos de aquella ciudad, consigue que vaya a Bogotá, a donde ya le ha precedido la fama sus talentos. Pombo le aguarda allí, y entre los dos fundan la primera Academia de pintura, digna de tal nombre en el país, que tan buenos frutos ha producido. (Giraldo, 1954) En la misma reseña se describe cómo la ciudad no estaba preparada aún para recibir un pintor de tanto profesionalismo, con proyectos para el gobierno para formalizar la enseñanza del arte, pero que no tuvieron eco en estos gobiernos liberales, lo que lo hizo devolverse decepcionado a México en abril de 187535. Días antes de la inauguración de la exposición, Felipe Santiago Gutiérrez publicó en “La América” (citado en Giraldo, 1954) una “Manifestación” en la que expone el objetivo del cer- tamen y hace algunos interesantes comentarios sobre el origen de la Academia Gutiérrez: El pensamiento de abrir las dos academias me lo sugirió, en primer lugar, el deseo de manifes- tar una débil muestra de mi gratitud por la generosa y hospitalaria acogida que me hizo esta 50 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 galante sociedad de Bogotá; en segundo lugar, las numerosas solicitudes que me hicieron mu- chas señoritas y diversos jóvenes para que yo les impartiera algunos conocimientos en el arte, los que no era fácil comunicárselos en particular, sino reunidos en un local, pues de otro modo no me bastarían las horas del día y algunas de la noche, y tercero, que estando sancionado el decreto de julio del 73 y aprobado por la administración Murillo, para la creación de la Academia Vásquez, creí oportuno que la juventud que tan ardiente se mostraba para el estudio de las bellas artes, comenzase a realizar sus aspiraciones, haciéndolas ya efectivas con la apertura de las dos academias provisionales, teniendo la ventaja de que mientras se abría la nacional, algunos jóvenes artistas se pusieran en disposición de ser nombrados ayudante y subdirecto- res para entrar conmigo en la tarea de plantar las bellas artes en Colombia. (Gutiérrez, 1874, citado por Giraldo, 1954) Gutiérrez se lamenta del desdén del gobierno colombiano en 1874, para llevar a cabo lo establecido para la apertura de la Academia Vásquez. En ese momento para el Estado la priori- dad era la enseñanza de las artes y oficios, no la enseñanza de las bellas artes36. La Academia de Pintura Gutiérrez tenía su sede en un local en el edificio de Santo Do- mingo. En un texto de la época se lee que Felipe Santiago Gutiérrez en la Escuela Gutiérrez abrió una sección gratuita para distinguidas señoritas de la ciudad en 1874, y que “(…) entre sus alumnas figuran algunas de las mas esclarecidas damas bogotanas como las señoritas Dolores, Paulina y Sofía Valenzuela, Ana y Teresa Tanco, Isabel Mier y Lucia y Emilia Espinosa” (Giraldo, 1954). Fuera de la esfera de la enseñanza oficial del arte, que tenía un propósito de más largo aliento de formalización de su enseñanza y buscaba preparar durante largos periodos de tiem- po profesionales en bellas artes, para satisfacer las exigencias simbólicas del Estado, y que servía de escuela de bolsillo del gobierno, o para enriquecer las páginas impresas de las revis- tas de la ciudad con ilustraciones o para dar recitales para la sociedad ilustrada de la capital, existió paralelamente una enseñanza privada del arte. Por eso, ante la opción oficial y siguiendo una tradición de enseñanza privada del arte en Bogotá, ejercida por profesores particulares, se abrieron otras opciones a la enseñan- za formal. Tal fue el caso de la Escuela de Pintura de la Universidad Externado, creada en 1885. Allí se impartió, junto a las enseñanzas de literatura y filosofía, comercio, agricultura, agrimensura, minería, mecánica, abogacía, jurisprudencia, las materias de arquitectura y las propias de una escuela de pintura. Los estudios se dividían en dos grandes escuelas: una de ciencias, letras y pintura y otra de ciencias y letras37. Su director general fue Nicolás Pinzón W. y el de la Escuela de Pintura fue Pedro Carlos Manrique, quienes “(…) han estudiado, personalmente en Europa, los métodos de enseñanza más adelantados” (Pombo y Obregón, 1887). Las materias ofrecidas eran semejantes a las de la Escuela Nacional de Bellas Artes, pero no incluían grabado, escultura, ornamentación o aguada, y como aquella ofrecía las materias de dibujo, perspectiva, anatomía artística, pintura, estética y la historia de la pintura38. En 1875 Jorge W. Price39, con la ayuda de Rafael Pombo, intentó infructuosamente reabrir la Sociedad Filarmónica de Conciertos de Bogotá de su padre, llegando a alistar a 30 músicos: (…) entre músicos y aficionados en la planta baja de la Biblioteca Nacional. Pocos meses después el Señor Price se vio obligado a desistir en vista de las desavenencias que surgieron. 51ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez Gracias al interés del doctor Ricardo Becerra, Secretario de Educación Nacional (Instrucción Pública), este conjunto fue oído en audición privada por el doctor Rafael Núñez, presidente de la Republica en aquel entonces, y que entusiasmado al oírlo acogió la idea sugerida por el señor Price, de fundar una “Escuela Nacional de Música40. (Universidad Nacional de Colombia, 1941) Otra forma de enseñanza del arte y otras materias para 1884 en la capital, exclusiva de las élites políticas, civiles y religiosas de la ciudad, fue aquella de carácter privado y de estudios no formales del Ateneo de Bogotá41. Tomaron como referencia para el proyecto al antiguo Liceo Granadino. Su sede coincidía con aquellas de las asociaciones de diversa índole, y propias de esta clase social privilegiada en el Jockey-Club, situado sobre la Plaza de Bolívar42. Tenían membresía permanente al Ateneo de Bogotá el presidente de la República, el arzobispo de Bogotá, el gobernador de Cundinamarca y el secretario de Instrucción Pública de la Nación “(…) que serán miembros natos del ATENEO y honorarios del director (…)” (Papel Periódico Ilustrado, 1884, p. 318) más seis oficiales y ciento cuarenta miembros activos, de a veinte por sección43. El sector oficial seguía por su parte su propio camino de academización e institucionali- zación diferente al del sector privado, en la enseñanza de las bellas artes. Tres momentos son significativos en este proceso: el proyecto de la Escuela Vásquez de 1873, el Instituto Nacional de Bellas Artes de 1882, y la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes. En ellos se da la evolución y perfeccionamiento del mismo proyecto. Entre Manuel Murillo Toro, quien fue presidente de los Estados Unidos de Colombia de 1864 a 1866 y posteriormente de 1872 a 1874, Alberto Urdaneta y el pintor mexicano Felipe Santiago Gutiérrez44 lograron convencer al ejecutivo de crear una academia de bellas artes45. Éste sería el primer proyecto del Estado colombiano para integrar la enseñanza de las bellas artes en un gran instituto, y el primero de los proyectos anteriores a la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1886, que, aunque de iniciativa privada, resulta- ron financiados con recursos públicos. Este grupo de academias y escuelas se inició sin ofertar titulación y por fuera del sistema universitario, pero serían el fundamento y la base sobre los que se conformaría la Escuela Nacional de Bellas Artes. Éstas fueron la Escuela Vásquez (1873), la Escuela Gutiérrez (1881), la Escuela de Grabado (1880), la Academia Guarín de Música (1882), la Academia Nacional de Bellas Artes (1882) y la Escuela de Arquitectura (1880). Se buscaba crear la Escuela Vásquez46como un Instituto para “(…) el cultivo i fomento de la pintura, grabado, música, arquitectura i escultura (…)” (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1873). La pretensión consistía en reunir las enseñanzas de las bellas artes en cinco escuelas, todas ellas diferentes en su concepción a la de artes y oficios, que ya tenía para ese momento una escuela abierta en la Universidad Nacional. El gobierno intentaba con el proyecto tener el recurso humano instruido para apoyar las actividades cotidianas del poder ejecutivo, como, por ejemplo: dirigir el ornato de los edificios nacionales de la capital, contratar con los catedráticos de la Escuela algunas obras que dicho ornato exigía, siempre que éstas no perjudicasen el buen desempeño de las funciones que le competían a la Academia (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1873, art. 5°). El proyecto completo de ésta escuela no se realizó, y sólo quedó de él el curso de dibujo de Alberto Urdaneta y el curso de grabado de Antonio Rodríguez, en una clara falta de visión, planificación y de conciencia de la propuesta por parte del Gobierno nacional. 52 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 Se pretendió, pero finalmente no se logró, asignarle a la Escuela Vásquez de 1873 uno de los edificios nacionales disponibles para su funcionamiento; no obstante la sede terminó siendo un salón del Colegio de San Bartolomé47. Alberto Urdaneta, Manuel Murillo Toro y el mexicano Felipe Santiago Gutiérrez fueron quienes gestionaron ante el gobierno la fundación de la Escuela de Vásquez. Se pretendió vincular a dos extranjeros para que se encargaran de ellas, y finalmente Alberto Urdaneta y el español Antonio Rodríguez asumieron las cátedras. En enero de 1879 Felipe Santiago Gutiérrez salió a recorrer nuevamente Suramérica, llegando por segunda vez en diciembre de 1880 a Bogotá. Allí encontró un terreno más favorable y más institucionalizado hacia las bellas artes, y con un mejor criterio para la formalización de la enseñanza del arte por parte del Estado colombiano. La academia la asumió el gobierno en 1881 y le dio una mayor organización, continuidad en la asignación de recursos y un carácter oficial. La denominó Academia Gutiérrez en honor al primer proyecto de academia de Felipe Santiago Gutiérrez. La Academia Gutiérrez operó en 1882 en el edificio San Bartolomé. Posteriormente fue incorporada a la Escuela Nacional de Bellas Artes, junto a sus secciones de dibujo, aguadas y grabado en madera. En 1881 Rafael Núñez retomó el proyecto inicial de la Escuela Vásquez de 1873 (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1873), en la que se preveía tener cinco escuelas diferentes en su seno, funcionando simultáneamente bajo el techo de una sede y de una sola institución, pero que en la práctica sólo había iniciado con las clases de dibujo y pintura de Urdaneta, sin que se hubiese llegado a configurar una verdadera escuela de bellas artes. El secretario de Instrucción Pública designaba, previo concurso público, al director de la Escuela. En 1883 se presentaron cinco aspirantes, todos ellos discípulos de la Escuela Gu- tiérrez: Francisco Torres Medina, Montoya, Rubio, Balderrama y Camacho. Sin embargo, por problemas de formalidades el jurado no adjudicó el premio, y se procedió a designar como director interino de la Academia Gutiérrez al dibujante y miembro entonces de la Expedición Corográfica de Agustín Codazzi, Manuel María Paz48. La Sección de Grabado de la Escuela Nacional de Bellas Artes tuvo un referente importan- te en el norteamericano Alfredo J. Gustin49. Se dice que “(…) fue el primero que hizo conocer en Bogotá el método de fabricar viñetas y grabados en metal, para el uso de las imprentas” (citado en Giraldo, 1954)50. El siguiente referente fue el español Antonio Rodríguez, profesor de la clase de grabado abierta el 15 de abril de 1881. Posteriormente en 1882 con la creación del Instituto de Bellas Artes –institución de enseñan- za de las bellas artes aún no adscrita a la Universidad Nacional–, se constituyó una escuela de gra- bado, con el compromiso de impartir las siguientes enseñanzas a un cupo de hasta 27 alumnos51: Grabado en madera en todas sus partes – Retratos – Vistas – Pasados – Fac-símiles – Pre- paración de maderas – Tiro de pruebas – Mapas – Letras, etc. (Estados Unidos de Colombia, 1882b)52 Tiempo después, para conmemorar el primer aniversario de la apertura del Papel Perió- dico Ilustrado creado por Alberto Urdaneta, publicación en la que se realizaban prácticas por parte de los alumnos, y para lo cual éstos estaban siendo formados. Era una enseñanza del grabado para la ilustración de impresos, pues Antonio Rodríguez, su catedrático, fue ilustrador del Monde Illustré de París y llegó a Colombia en 1879 en compañía de Alberto Urdaneta con 53ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez la idea de implementar esta técnica en el país. Este último convocó un concurso entre los alumnos con el tema “Colombia”, en el se permitió y alentó la realización de copias tomadas de fotografías o de dibujos originales53. La primera Escuela de Dibujo y Grabado de Urdaneta y Antonio Rodríguez en 1881 operó en la casa de Alberto Urdaneta. De allí salieron los grabadores para trabajar en El Papel Periódico Ilustrado54. En 1883 esta publicación abrió por su cuenta y riesgo concursos públicos para realizar obras mediante la técnica del grabado en madera. El tema del concurso era propicio y estratégico: “Simón Bolívar en el centenario de su natalicio”. Se les entregó a los participantes a través de Rodríguez reproducciones del retrato del Libertador. Debían elaborar a partir de ellas pequeños retratos de 18 x 13 centímetros. Los trabajos ganadores fueron reproducidos en el Papel Periódico Ilustrado en el número extraordinario dedicado al centenario del natalicio del libertador Simón Bolívar55. Antonio Rodríguez sería designado director de la sección de grabado en madera, cuando la sede de la Escuela Nacional de Bellas Artes se ubicó en San Bartolomé. Para 1886, cuatro años después de haberse iniciado el proyecto de enseñanza del grabado, se afirmaba en El Papel Periódico Ilustrado: (…) un gran número de jóvenes que se ha hecho ya a una profesión, hacen ver que todo esfuer- zo que se haga en bien del Progreso de la Patria, da tarde o temprano saludables resultados. (Papel Periódico Ilustrado, 1886) En febrero de 1882 se creó la Academia Nacional de Música, y en octubre del mismo año se oficializó bajo el nombre de Escuela Guarín de Música. Dice Ellie Anne Duque (2001, pp. 251-257) que Joaquín Guarín, quien dio su apellido a la Academia, “(…) era un artesano (1825- 1854), trabajaba por encargo y eran pocas las veces que le estaba permitido dar rienda suelta a su imaginación creativa (…)”. Entre sus obras se cuenta el homenaje a Manuel Ancízar con el vals “El granadino”. Se planteó una base de catedráticos, con un tamaño significativamente más grande que el resto de las secciones de bellas artes juntas, pues su planta era de nueve catedráticos, más un director, tres consejeros ad-honorem (con sus tres suplentes) y un secretario de Escuela. Las materias de enseñanza de la Escuela Guarín fueron las siguientes: Teoría de Música (siendo este el catedrático de más prestigio) – Canto y Solfeo – Violín, clase inferior y clase superior – Viola – Violonchelo – Contrabajo – Flauta – Clarinete – Corno – Trom- peta y Trombón. (Estados Unidos de Colombia, 1882b)56 Para 1883 la Escuela Guarín de Música se encontraba en serias dificultades económicas, pues la ejecución del presupuesto estatal no era permanente. Las necesidades de instrumen- tos, bancas, velas para el alumbrado, sueldo del portero, afinación del piano, fueron superiores a las existencias de recursosque les otorgaba el gobierno y a aquellas rentas recaudadas por concepto de fallas de los profesores y la venta de útiles. Ante la situación, los profesores decidieron –de forma patriótica– recibir tan sólo medio salario, entre los meses de diciembre de 1883 y de enero de 1884, con lo cual se podía evitar el cierre definitivo de la institución57. Jorge Wilson Price (1853-1953), quien fundó la Academia Nacional de Música, era hijo de Henry Price, músico y fundador de la Sociedad Filarmónica de Conciertos de Bogotá y dibujan- 54 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 te de la Comisión Coreográfica. Ellie Anne Duque (2001) plantea que el éxito de esta empresa se debió en parte a: Que los objetivos de la Academia fueron claros: enseñar los rudimentos técnicos de la músi- ca, garantizar la preeficiencia en el canto, la ejecución del piano y de los instrumentos de la orquesta y la banda. Rafael Pombo, que era un hombre ilustrado y con gusto para la música, ayudó a Jorge W. Price en diferentes oportunidades a consolidar su proyecto58. En 1882 se introdujo el reperto- rio de Bach como situación novedosa en la actividad musical de la ciudad, “(…) en el plan de estudios de los pianistas de la Academia Nacional de Música (…)” (Duque, 2001), y por ello, era estudiada con rigor por los alumnos59. Era común que los estudiantes de la Academia Nacional de Música tocasen de forma particular en diferentes casas de la ciudad, interpretaciones que no podían realizar a nombre de la Escuela. Su participación como músicos en casas de juego, tabernas u “otros lugares semejantes” era duramente castigada si se enteraban en la Academia, inclusive con la expul- sión o el pago de multas60. La Academia Nacional de Música de la Universidad Nacional otorgaba dos títulos dife- rentes para los estudiantes de teoría musical: bachiller y profesor en música61. El Gobierno nacional financiaba la Academia, pero al convertirse en sección de música en 1886, la Go- bernación del Distrito Federal de Bogotá adicionalmente le concedió a ésta un presupuesto mensual de 100 pesos62. Esta academia se convirtió en la sección de música de la Escuela Nacional de Bellas Ar- tes en 1886. Aunque estaba obligada a cambiar de nombre, finalmente no lo hizo, y continuó llamándose Academia Nacional de Música, hasta 1910 en que se creó el Conservatorio de Música de la Universidad Nacional. El Instituto de Bellas Artes se creó en 1882, buscando integrar las academias que ense- ñaban bellas artes en la ciudad63. A los pocos meses de creado, a éste se integró la Escuela Guarín de Música. El título que se otorgaba en la Escuela Guarín de Música era el de profesor de música (Estados Unidos de Colombia, 1882b), luego de verificarse la terminación de los cursos, y de aprobar un examen de dos horas ante un jurado calificador externo a la Escuela nombrado por el secretario de Instrucción Pública64. Rafael Núñez promulgó el Decreto 68 de 1881 y el Congreso la Ley 67 del 11 de no- viembre de 1882, creando la Academia Nacional de Música, y se le asignaron 1200 pesos de presupuesto65 y una pieza en el edificio de Santo Domingo. Pero fue al año siguiente que se pudo abrir con gran alborozo: El 22 de febrero de 1882 grandes carteles anunciaron en las esquinas la apertura de matrículas para los cursos de Violín, Viola, Violonchelo, Contrabajo, Clarinete, Flauta, Trompa, Trombón, Trompeta, Teoría y Solfeo en la Academia Nacional de Música. (Universidad Nacional de Colombia, 1941) El 2 de noviembre de 1880 el Gobierno firmó un contrato en París para crear la Escuela de Arquitectura a cargo del italiano Pietro Cantini66, la cual se mantuvo vigente cuando se abrió El Instituto de Bellas Artes. En ese momento se aprovechó para incorporarla como una de sus escuelas de bellas artes. 55ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez A partir del proyecto inicial con Pietro Cantini, el gobierno abrió en 1882, con el nuevo nombre de Escuela de Arquitectura Arrubla, la institución, en memoria de este arquitecto colombiano y le asignó como sede el salón situado en el primer piso del tramo occidental del Capitolio nacional. Esta academia tuvo su inicio práctico también bajo la dirección de Pietro Cantini67. Se aprovechó su permanencia en el país por razones profesionales, pues fue él quien ejecutó el ala sur del Capitolio nacional sobre la Plaza de Bolívar, el Teatro Colón y el Hospital San José. El curso completo de arquitectura planteado desde París fue de cuatro años. Bajo la tutela de un director, quien gozaba de libertad en su régimen interior para establecer el número máxi- mo de alumnos en las materias que se enseñaban, éstas eran distribuidas en cuatro cursos consecutivos: Primer curso Arquitectura en general – Miembros y partes de los ordenes – Orden Toscano – Frontones y frontispicios – Datos históricos – Aplicaciones de los intercolumnios – Aplicaciones de los intercolumnios toscanos a las casas, templos y otros monumentos – Estudios y proyectos – Problemas varios. Segundo curso Orden dórico - Datos históricos del órden – Aplicaciones del mismo á todo género de monu- mentos – Estudios del órden del Teatro Marcelo – Problemas varios. Tercer curso Orden corintio – Datos históricos – Proyección horizontal de cornisamento – Problemas – De la belleza en arquitectura – Frontispicios jónicos y corintios – Estudio de los Templos de Vesta, de la Sibila en Tiboli de Antonio y Faustino – Aplicaciones del orden jónico a todo género de monumentos. Órden compuesto – Datos históricos – Aplicaciones y problemas – Conveniencia de cada edifi- cio – Columnas, arcadas y órdenes, respecto a la forma y el uso – Ornamentos de los diversos estilos – Proporciones – Decoraciones y distribuciones – De los órdenes derivados – De los órdenes ingertos y superpuestos – Ley de vision. Com- posicion de edificios – Casas para habitaciones civiles – Iglesias – Edificios militares y públicos – Edificios industriales. (Estados Unidos de Colombia, 1882) En los dos últimos años se veían los cursos de construcción y se seguían además clases de ornamento. Igualmente se impartían asignaturas con las que se buscaba adquirir ligeras no- ciones de historia antigua, griega y romana, y completas de aritmética y principios de algebra, geometría plana y sólida, y tener al menos por un año práctica en el dibujo de ornato. Por su carácter público se debían entregar informes mensuales de estadística, y cada seis meses informes generales al secretario de Instrucción Pública. En los exámenes finales, los alumnos exhibían dibujos de proyectos arquitectónicos, con sus planos, detalles, estudios, etc. El resto del procedimiento sería el mismo de las escuelas de dibujo y grabado del Instituto de Bellas Artes. Se realizaban en la época de exá- menes de la Universidad, y el examen y calificación lo efectuaba un jurado compuesto por 56 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 tres individuos nombrados por el secretario de Instrucción Pública. En dicho acto tendría voz pero no voto el director de la Escuela: Al terminar el cuarto año de estudios, a los alumnos que hayan hecho con aprovechamiento los cursos de Ornato, Geometría descriptiva, de Perspectiva y de Construcciones, se les expedirá el respectivo diploma de Arquitectos y a los que no hayan hecho los cursos completos de Arquitectura, sólo se les expedirá un certificado de los cursos que hubieren hecho. (Estados Unidos de Colombia, 1882b, art. 28, p. 576) Mediante la Ley 67 del 11 de septiembre de 1882 se estableció el Instituto de Bellas Artes que creó las secciones de dibujo y grabado, arquitectura (Escuela Arrubla), pintura (Escuela Vásquez) ymúsica (Escuela Guarín o Academia Nacional de Música)68. Estaba conformada por las siguientes academias: Escuela de Dibujo y Grabado, la Escuela de Arquitectura, la Escuela de Pintura y la Escuela de Música. Estas escuelas debían someterse a los reglamentos del Co- legio de San Bartolomé, del cual dependían estatutariamente y ante el cual se rendía informe. Se le asignaron los siguientes locales en la ciudad: Escuela de Dibujo y Grabado, el salón de Dibujo del Colegio de San Bartolomé; Escuela de Arquitectura, el salón situado en el primer piso del tramo occidental del Capitolio; para la Escuela de Pintura, el salón norte, conocido con el nombre del extinguido Colegio de Santo Tomás de Aquino, en el edificio de Santo Domingo; para la Academia Nacional de Música, el salón sur del mismo edificio. En 1882 el presidente Francisco J. Zaldúa y el secretario de Instrucción Pública, Rufo Urueta, reglamentaron las enseñanzas en el Instituto de Grabado en Madera, la Pintura, la Arquitectura y de la Música, y buscaron homogeneizar su régimen académico al de la Univer- sidad, pero aún sin pertenecer a ella, ni tener el estatuto universitario de enseñanza superior. El Instituto de Bellas Artes contaba con una Escuela Vásquez de Pintura a cargo de Al- berto Urdaneta y dos ayudantes, el cual tenía un cupo de hasta 30 alumnos. Las materias de enseñanza69 de la Escuela fueron: Geometría elemental – Perspectiva – Anatomía pictórica – Dibujo lineal – Dibujo de sombras (copia de estampas) – Dibujo del natural – Pintura al óleo – Copias de cuadros – Estudios del desnudo – Estudio de pliegues. (Estados Unidos de Colombia, 1882b, art. 30, p. 576)70 Las clases de pintura iniciaron su actividad académica con la práctica de los alumnos, rea- lizando “estudios que se han hecho del natural” (Anales de Instrucción Pública, 1886), que no eran otra cosa que tomar el entorno cotidiano y plasmarlo con la mayor similitud posible. De las otras escuelas de arquitectura, dibujo, grabado, y música ya se ha hablado en páginas anteriores. En 1882 el Gobierno nacional estableció el Instituto de Bellas Artes71, sostenido con pre- supuesto de la nación “(…) para el fomento y el cultivo de las Bellas Artes” (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1884). Buscaba, al igual que la Academia Vásquez de 1873, la integración de la enseñanza de las bellas artes en una sola gran institución, con unidad de método, y un régimen, presupuesto, local y dirección comunes. Un hecho externo ayudó a la consolidación del proyecto de enseñanza de las bellas artes en la Universidad Nacional. El mismo Consejo Académico de la Universidad reconocía que con tan sólo cuatro escuelas en funcionamiento que se tenían en ese momento no se podía dar cumplimiento a la exigencia del Estado de impartir una enseñanza pública en todas las ciencias 57ANTECEDENTES DE LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES DE COLOMBIA 1826-1886 | William Vásquez y artes liberales con que se fundamentaba el proyecto moderno de Universidad. Además, sin recursos para atraer subsidiados a los posibles alumnos de otros estados diferentes al del Estado Soberano de Cundinamarca no se tendría el carácter nacional que se pretendía. El Con- sejo propuso al Gobierno nacional reabrir la Escuela de Artes y Oficios, así como incorporar las otras escuelas públicas existentes, que eran pagadas por el Gobierno nacional, entre ellas las academias de bellas artes que funcionaban de manera aislada, y que no tenían “unidad de mé- todo, de régimen, ni de dirección” como debían ser los estudios superiores en ese momento. El Instituto de Bellas Artes fue la expresión de un periodo de enseñanza academizada e institucionalizada, entre 1882 y 1886, momento en que se probó que el proyecto de ense- ñanza de las bellas artes podía tener rigor de método, y que podría aplicarse allí el régimen académico exigido por la Universidad, para que se diera su adscripción definitiva como una de sus escuelas formales. Una acción significativa en este sentido fue su inclusión normativa en 1884 como Escuela Nacional de Bellas Artes adscrita a la Universidad Nacional, que, aunque no llegó en la práctica efectiva a su apertura o vinculación a ésta, sí permitió llegar a otra acción aún más significativa y definitiva en 1886 una vez terminada la guerra civil de 1885, que fue su fundación y apertura como Escuela Nacional de Bellas Artes. El proyecto de la Universidad Nacional, mediante resolución oficial, dio apertura en el pa- pel a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1884, dos años antes de estar abierta la escuela de San Bartolomé. Fue la primera vez que se ordenó por parte del Estado colombiano crear una Escuela de Bellas Artes en la Universidad Nacional (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1884). La propuesta no estuvo acompañada de una infraestructura, ni de un soporte logístico. En ese año se presentó la insistencia del Consejo Académico de la Universidad para vincular a las otras academias existentes en la ciudad, que eran dependientes del presupuesto de la nación, lo cual dio sus frutos en teoría, logrando que se expidiese la Ley 23 del 26 de julio de 1884 del Congreso de los Estados Unidos de Colombia. En ella se estableció subir de cuatro a nueve el número de las escuelas de la Universidad Nacional así: 1. Escuela de Literatura y Filosofía. 2. Escuela de Jurisprudencia. 3. Escuela de Ciencias Naturales. 4. Escuela de Agricultura. 5. Escuela de Medicina y Cirugía. 6. Escuela de Ingeniería. 7. Escuela de Bellas Artes. 8. Escuela de Artes y Oficios. 9. Escuela Práctica de Minas en la ciudad de Ibagué. (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1884) En la misma ley se estableció: Artículo 3º. Las escuelas de Arquitectura, Grabado, Música, Pintura, Dibujo y Escultura que existen en la capital, quedarán incorporadas en la Universidad Nacional desde el 1º de Enero de 1885. (Congreso de los Estados Unidos de Colombia, 1884) 58 Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas / Volumen 9 - Número 1 Enero - Junio de 2014 / ISSN 1794-6670/ Bogotá, D.C., Colombia / pp. 35-67 Esta ordenanza no se acató, pues no fue sino hasta abril de 1886 que se abrió la Escuela de Bellas Artes, y la Escuela de Artes y Oficios nunca se abrió nuevamente, ni volvió a integrar- se al régimen académico de la Universidad. Es significativo para esta investigación que en este proyecto y ese mismo año estuviesen juntas las dos escuelas, y marca los dos hitos más importantes del siglo XIX en la enseñanza del arte en Colombia: de una parte la llegada de la enseñanza de las bellas artes a la universidad, y, por otra parte, la salida definitiva de la enseñanza de las artes y oficios de ésta de los estudios superiores universi- tarios. Es éste el momento de quiebre de la política estatal frente al tipo de arte que ésta requería; aquí se abandona el proyecto del progreso por la enseñanza y acumulación de saber de la técnica y la industria, y se acoge el de la enseñanza de las bellas artes, propiciadoras de civilización y de progreso de espíritu. En el mismo documento se da un nacimiento y una muerte: el nacimiento del genio y del talento y la muerte del oficio y de la utilidad. NOTAS 1 “En estas escuelas debería distribuirse el día en dos partes: la una para el estudio de la jeometría, arquitectura, física, nociones de química, mecánica aplicada, dibujo lineal, sistema métrico i otras materias que se creyesen necesarias; i la otra para el estudio práctico del oficio, o sea para la manipulación” (Revista Municipal, 1877b). 2 “De este modo, el albañil que conociera las reglas de arquitectura, no edificaria informes edificios, de desagradable aspecto. Un estudio completo de las materias en que se apoya este arte, le habilitaría para lenvantar los planos, formar los presupuestos, conocer científicamente la resistencia de los materiales para hacer una acertada eleccion de ellos” (Revista Municipal, 1877b).
Compartir