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ARTES DRAMÁTICAS GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Daniela Berlante - Liliana B. López - Clara Mari - Julia E. Sagaseta - Mariano Zucchi TOPOLOGÍA DE LA CRÍTICA TEATRAL VII Directora y editora Liliana B. López Codirectora Daniela Berlante GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO TOPOLOGÍA DE LA CRÍTICA TEATRAL VII Daniela Berlante - Liliana B. López - Clara Mari - Julia E. Sagaseta - Mariano Zucchi Glosario del teatro contemporáneo: topología de la crítica teatral VII/ Liliana B. López ... [et al.]; compilación de Liliana B. López. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Dramáticas UNA, 2023. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-48853-3-3 1. Teatro Contemporáneo. 2. Crítica Teatral. I. López, Liliana B., comp. CDD 792.03 Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en Argentina ARTES DRAMÁTICAS GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO TOPOLOGÍA DE LA CRÍTICA TEATRAL VII Daniela Berlante - Liliana B. López - Clara Mari - Julia E. Sagaseta - Mariano Zucchi COLECCIÓN TOPOLOGÍA DE LA CRÍTICA TEATRAL SERIE INVESTIGACIONES SOBRE TEATRO DEPARTAMENTO DE ARTES DRAMÁTICAS UNIVERSIDAD NACIONAL DE LAS ARTES Directora y editora Liliana B. López Codirectora Daniela Berlante ÍNDICE 01. Introducción. Liliana B. López .......................................... IX 02. Crítica (topología de la). Liliana B. López ........................ 1 03. Didascalia. Mariano Zucchi ................................................ 5 04. Dramaturgia. Mariano Zucchi ........................................... 13 05. Enunciación dramática. Mariano Zucchi .......................... 19 06. Estatuto del espectador. Daniela Berlante ......................... 29 07. Función actor/actriz. Daniela Berlante .............................. 35 08. Géneros literarios. Clara Mari ........................................... 41 09. Instalación teatral. Daniela Berlante ................................. 45 10. Interteatralidad. Liliana B. López ..................................... 51 11. Intertextualidad. Clara Mari .............................................. 55 12. Montaje de lo heterodoxo. Daniela Berlante ..................... 59 13. Performance. Julia E. Sagaseta .......................................... 65 14. Reescritura dramática. Liliana B. López .......................... 71 15. Réplica. Mariano Zucchi ..................................................... 77 VIII GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO 16. Teatro performativo. Julia E. Sagaseta .............................. 85 17. Teatro tecnológico. Daniela Berlante ................................. 91 18. Texto dramático. Mariano Zucchi ...................................... 97 19. Texto espectacular. Liliana B. López ................................. 107 INTRODUCCIÓN Por: Liliana B. López La práctica de las diversas manifestaciones artísticas suele ir por delante de las categorías teóricas y de los conceptos analíticos y descriptivos; en el caso de la actividad teatral, así lo demuestra su historia a lo largo del tiempo. Las innovaciones y las rupturas son la condición de la narración que constituye el discurso histó- rico; por otro lado, la teoría teatral también sufre transformacio- nes, en la medida en que las categorías y los conceptos centrales exigen una revisión cuando la práctica desplaza, expande o am- plía sus límites, así como las relaciones entre los términos de la producción y la recepción. En el marco del ejercicio docente en el dictado de asignaturas cuyo objeto de estudio es el análisis y la historia del teatro contemporáneo y del ejercicio de la crítica, la circulación de conceptos y categorías analíticas revelan la nece- sidad de una adecuación y reformulación respecto de la práctica teatral. La interrelación entre esos conceptos y categorías actuali- zados al devenir empírico del teatro argentino reciente permitirá la conformación de un mapa conceptual que constituya una pues- ta al día para el análisis y la comprensión del fenómeno teatral, ya que la frecuentación de conceptos teóricos pertenecientes al campo de los estudios sobre teatro nos revela una serie de des- X GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO ajustes y problemas a resolver a la hora de dar cuenta de algunos fenómenos de la práctica artística 1. Los investigadores que integramos el equipo dictamos asig- naturas específicas en la temática, y en el transcurso del ejercicio docente, en búsqueda de actualización de la bibliografía pertinen- te, observamos, por un lado, la carencia de vocabulario para de- signar algunos fenómenos, y por otro, la presencia de categorías teóricas que merecen una revisión que permita incluir todo tipo de producción perteneciente a la escena actual. En el campo empírico de lo que denominamos “escena local” —ya que muchas de las producciones se encuentran en los límites o exceden las fronteras de lo teatral— observamos propuestas de reciente aparición en las que los cruces interartísticos, la presencia de las llamadas “nuevas tecnologías”, el carácter relacional, el uso de espacios no convencionales, la expansión de la teatralidad y el desarrollo permanente de formas emergentes carece de designa- ción o bien ésta resulta difusa. Otro aspecto no menos importante es que casi toda la bibliografía circulante sobre teatro proviene de países centrales, cuyos contextos culturales, sociales, económicos y políticos son diferentes. De este modo, respecto del estado de la cuestión se pueden distinguir dos áreas de interés para el proyecto de investigación: por un lado, la existencia de publicaciones que definen los con- ceptos fundamentales relativos a la actividad teatral; por otro, publicaciones recientes que contienen conceptos claves de otras disciplinas artísticas afines al teatro. Del examen de ambas áreas 1 Este libro es uno de los resultados del proyecto de investigación “Mapa conceptual para el análisis teatral” (34/0604), DAD (UNA), correspondiente al período 2020-2022. Esta séptima publicación de la serie Topología de la crítica teatral aspira a complementar lo expuesto en la precedente, Dispositivos para el abordaje del texto dramático y espectacular (2019). INTRODUCCIÓN - LILIANA B. LÓPEZ XI elaboramos algunos presupuestos desde los que partimos para diseñar la presente investigación, a saber: a) Las publicaciones que comprenden definiciones de los conceptos fundamentales sobre el teatro en su mayor parte provienen de otros países y responden a las prácticas teatrales de su ámbito cultural (Ryn- gaert, 2000), (Naugrette, 2000), (Szondi, 2011), (Helbo, 2012), (Sarrazac, 2013), (Pavis,2014); b) En nuestro ámbito específi- co observamos una multiplicidad de trabajos parciales respecto del objeto de estudio —el teatro— que es abordado desde pers- pectivas que reproducen teorías, conceptos y metodologías de análisis provenientes de otros espacios y prácticas; c) La mayor parte de estas publicaciones no dan cuenta de un registro de las transformaciones de la dramaturgia y de la escena locales, por ejemplo, su hibridación con otras prácticas, la presencia de nue- vas tecnologías, formas teatrales emergentes, entre otras; d) En el mismo sentido, se observa una carencia desde el ámbito de la investigación respecto de la apropiación de terminología pro- veniente de la práctica teatral, cuya circulación es difusa pero que la organiza y la posibilita (Cauquelin, 2012); e) La mayoría de los conceptos centrales circulantes sobre teatro están orga- nizados en base a parejas antitéticas, por ejemplo: “textocén- trico/escenocéntrico”, “presentación/representación”, “dramá- tico/postdramático”, “aristotélico/brechtiano”, “arborescente/ rizomático”, etc. Una de las consecuencias de esta organización binaria consiste en desestimar las posiciones intermedias, re- duciendo la categorización a polaridades sin matices; f) Con- sideramos la existencia de publicaciones recientes que, aunque no aborden específicamenteel teatro como objeto de estudio, se ocupan por definir y deslindar campos conceptuales respecto de algún recorte de las artes escénicas, como la performance, la tecnología aplicada a la escena, entre otros. XII GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO El resultado fue un glosario sintético de los conceptos que consideramos claves para abordar el estudio del teatro contempo- ráneo, que se abre a múltiples referencias —internas y externas— a partir de la bibliografía citada. Agradecemos la colaboración de la Dra. Julia E. Sagaseta para la inclusión de los conceptos centrales de su especialidad. Liliana B. López CRÍTICA (topología de la) Por: Liliana B. López La crítica es un metadiscurso intermediario entre la produc- ción artística y una amplia variedad de receptores, entre los que pueden señalarse los propios artistas, los pares y el público en general. Dado que se despliega —según sus fines— por diferentes superficies discursivas, la denominación topología de la crítica pretende dar cuenta de ellas 1. Al indagar sobre el estatuto de la crítica teatral y su ejerci- cio en la actualidad, observamos una diferencia respecto de otras prácticas discursivas afines, como la crítica literaria. En esta se pueden identificar con mayor claridad los límites, el campo de circulación, las reglas discursivas, el estatuto de los sujetos enun- ciadores y, lo más relevante, su función. De manera muy sintética, 1 La etimología de topología denota el estudio de las superficies. Ha tenido desarrollos independientes en varias disciplinas -matemáticas, psicoanálisis laca- niano, informática, crítica literaria- y nos permite aprehender diversos espacios (textuales, discursivos, virtuales, institucionales y hasta teatrales) por los cuales transitar bajo una consigna común: el ejercicio de la crítica. Distinguimos al me- nos cinco grandes áreas por las que puede desplegarse el discurso crítico: la histo- ricista, la ensayística, del orden del bios, del comentario y la crítica propiamente dicha. (López, 2006) 2 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO definimos la función crítica como la capacidad de poner en crisis el objeto mediante una valoración sistémica. No se trataría, en- tonces, de desentrañar un supuesto sentido oculto de la obra, sino de explicar los procedimientos que producen posibles significa- dos. Al definir la crítica teatral como metadiscurso, Anne Ubers- feld (1988) abrió un campo problemático que incluye el análisis del sujeto enunciador, su colocación socio discursiva, la tensión entre la objetividad y la subjetividad, las posiciones sociales ima- ginarias, la construcción del objeto discursivo, las reglas y sus posibles rupturas implícitas, la imagen del enunciatario prevista en el texto, entre otras. Estos aspectos pueden encuadrarse intra- discursivamente, pero el análisis debería completarse con la in- vestigación sobre la circulación social del discurso en la dinámica del campo teatral, así como sus relaciones con el campo de poder y el mercado de arte. (López, 2007). Una de las paradojas que afecta al discurso de la crítica es que en una época de profesionalización creciente se ubica en una de esas áreas que Michel Foucault caracteriza como “abiertas a todos los vientos” (1976), pues se ejerce sin ningún requisito ni restricción. La cuestión de la competencia de quienes ejercen la crítica resulta un problema apremiante —cuyas consecuencias se advierten a la hora de encarar propuestas emergentes y ex- perimentales en las que confluyen varias disciplinas y prácticas artísticas— y que debe ser encarado de manera programática y multidisciplinaria. Si afirmamos que la función crítica debe aparecer —sino prevalecer— en los discursos, resulta válida la distinción entre crítica y comentario propuesta por Foucault (1976). El comentario se limita a un acompañamiento del sen- tido propuesto por la obra, una suerte de glosa que no asume el riesgo que implicaría el ejercicio de la función crítica; recurre a los paratextos de los responsables de la producción e incluso puede sumar las opiniones del público, lo que no deja de ser in- CRÍTICA (TOPOLOGÍA DE LA) - LILIANA B. LÓPEZ 3 teresante, ya que hemos observado que el arte —probablemente como un efecto más de la crisis de la representación— ha adqui- rido un carácter autorreferencial. Suele ser la propia obra la que manifiesta de diversas maneras, el modo en que quiere ser leída y de este modo asume un rol que elude la mediación crítica con el público 2. Es el mismo objeto artístico el que crea su crítica, el que crea un ojo para que pueda ser visto, a partir de la singulari- dad de un lenguaje que inscribe su propia teoría. Una de las consecuencias más evidentes de este estado de situación se advierte en la reconfiguración de los criterios que construyen el canon 3. Lejos de disolverse o de ampliarse indefinidamente —lo que sería una contradicción lógica— se establece por otros criterios. Continúan vigentes las instancias de legitimación, entre ellas, los premios, las publicaciones, la inclusión en los estudios y eventos académicos, pero también el mercado aparece como un jugador subrepticio en la nueva dinámica del campo. Otro aspecto poco tenido en cuenta es que la crítica se ejerce a través de la escritura en diversos soportes y que —más allá de su materialidad y de su objeto— pertenece al régimen estético. Ya Wilde (1946) había señalado el doble estatuto del crítico-artista y Barthes (1971) siguiendo esa línea, promovía la función autóno- ma de la escritura crítica. Liliana B. López 2 Esta operación está presente en los paratextos que acompañan las obras (programas de mano, reportajes, textos independientes) pero también en la misma obra, cuando alude a sus condiciones de enunciación, género, procedimientos, y de este modo, indica el camino a seguir por las posteriores lecturas. 3 Para una introducción a la problemática del canon, véase Bloom (1994) y Cella (compiladora) (1998). 4 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Bibliografía A.A.V.V. (1998) Dominios de la literatura. Acerca del canon. Susa- na Cella (comp.) Buenos Aires: Losada. Barthes, Roland. (1971) Crítica y verdad. México: Siglo XXI. Bloom, Harold. (1994) El canon occidental. Barcelona: Anagrama. López, Liliana. (2006) Los discursos sobre teatro y la función crí- tica. Su práctica en Buenos Aires. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras (UBA). http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigi- tal/2804 — (2007) “Territorios baldíos de la crítica teatral” en Territorio teatral. Revista digital del Departamento de Artes Dramáticas, Nº 1. Buenos Aires: DAD (UNA) Foucault, Michel. (1966) Las palabras y las cosas. Una arqueolo- gía de las ciencias humanas. Barcelona: Planeta Agostini. — (1976) El orden del discurso. México: Siglo XXI. — (2010) La arqueología del saber. México: Siglo XXI. Ubersfeld, Anne. 1988. “Notas teóricas sobre el metadiscurso de la crítica teatral”, en Boletín Nº 9 de la A.D.E. (Asociación de directores de escena) Madrid (julio). Wilde, Oscar. (1946) El crítico como artista. Madrid: Espasa Calpe. DIDASCALIA Mariano Zucchi Las didascalias son enunciados presentes exclusivamente en un texto dramático y poseen una naturaleza acotacional. Según la definición tradicional, su función es la de acompañar a las répli- cas agregando información relativa a la puesta en escena y/o a las condiciones de enunciación del diálogo teatral. Concebidas como expresiones que aportan información accesoria, históricamente se les asignó una posición marginal en el proceso de construcción de sentido de toda pieza dramática. De allí, el rótulo de “texto segun- do” con el que usualmente se alude a ellas (cf. Ingarden, 1971). Etimológicamente, la palabra “didascalia” proviene del grie- go antiguo, en el que el lexema, derivado del vocablo διδασκαλία (“enseñanza”), se utilizaba para designar el registro oficial que se realizaba de una representación: los nombres de los actores y deldramaturgo, la festividad en la que se llevaba a cabo el even- to, etc. (García Barrientos, 2009). No obstante, y a medida que el género dramático se estabilizó como obra literaria en los si- glos XVIII y XIX, el concepto comenzó a emplearse para aludir a todos aquellos enunciados que integran un texto dramático pero que no asumen la forma de una réplica. Esta definición, como puede apreciarse, es un tanto vaga y general. De hecho, al carac- 6 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO terizarlas en términos negativos (por lo que no son), la teatrología aún hoy atraviesa dificultades para determinar el tipo de informa- ción que aportan estas expresiones. En términos generales, es posible identificar dos grandes tradiciones en la disciplina que intentaron identificar las parti- cularidades de este tipo de discurso: por un lado, para algunos autores, las acotaciones constituyen indicaciones escénicas, i.e., instrucciones dadas por la obra relativas a la forma en la que una pieza debe ser llevada a escena (cf., entre otros, Dompeyre, 1992; Issacharoff, 1981; Rubio Montaner, 1990); por el otro, existe un segundo grupo de investigadores, que entiende que las didascalias no remiten a la representación teatral, sino que cola- boran en la determinación del contexto de enunciación en el que se desarrolla el intercambio ficcional entre los personajes (cf., entre otros, De Marinis, 2005; Schmidhuber de la Mora, 2009; Veltrusky, 1997). A continuación, se reseña someramente cada punto de vista. En cuanto al primero (la perspectiva que entiende que las didascalias funcionan como indicaciones relativas a la futura puesta en escena), es importante mencionar que esta definición se presenta desde una posición que asume que el texto dramático es un boceto escénico (cf. Texto dramático). En este marco, las acotaciones representan enunciados especializados en indicar la teatralidad de una pieza, esto es, las condiciones materiales efec- tivas en las que el drama debe ser escenificado. Es más, el hecho de que estas expresiones no sean proferidas por los actores en el escenario lleva a algunos autores a considerar que estos dis- cursos tienen como únicos destinatarios al equipo de realización del espectáculo (Thomasseau, 1997, p. 87). Concebidas como una suerte de exhortación que el dramaturgo le realiza al director y a los intérpretes sobre cómo desea que su obra se materialice en el espacio teatral, esta perspectiva teórica observa en las didascalias DIDASCALIA - MARIANO ZUCChI 7 un predominio de la función conativa (Jakobson, 1975). 1 Según Vaisman (1979), la impronta apelativa que se le atribuye a este tipo de enunciados explica la economía y el ascetismo expresivo que los distingue y justifica que sean considerados casi un “len- guaje técnico” (p. 15). En lo relativo a su función, esta tradición supone que las acotaciones limitan el uso concreto de la palabra en el marco es- pectacular. Al respecto, Ubersfeld (1989, p. 177) señala que estas expresiones tienen dos propiedades: indicar las características del código escénico (i.e., determinar cómo debe ser la escenografía, el vestuario, la iluminación, el espacio destinado a la audiencia, etc.) y señalar las condiciones que regulan el decir de los perso- najes (e.g., las acciones y los gestos que acompañan sus discursos y las modalidades expresivas que deben adoptar los intérpretes). En relación con este punto, concebir a las acotaciones de este modo condujo a algunos teóricos a diferenciar entre didasca- lias explícitas e implícitas (cf. Bobes Naves, 1998; Hermenegil- do, 1991; López Fonseca, 2013). La primera noción remite a las indicaciones escénicas propiamente dichas: aquellas expresiones exteriores a las réplicas escritas en itálicas o entre paréntesis. El concepto de didascalia implícita, en cambio, alude a aquellas por- ciones del diálogo teatral (segmentos ubicados en el interior de las réplicas) que aportan —para estos investigadores— información sobre la situación de enunciación, el aspecto físico y los movi- mientos de los personajes y los rasgos prosódicos que asume el discurso. 2 1 El hecho de que las acotaciones utilicen en la inmensa mayoría de los casos el modo indicativo (y no el imperativo) pone en duda esta caracterización. 2 Desde la perspectiva adoptada en este glosario, la distinción entre didascalia explícita e implícita presenta algunos problemas teóricos. En principio, parece pa- sar por alto que las réplicas reproducen la perspectiva de los personajes y no cons- tituyen un discurso “objetivo”. Por tanto, la información que proveen no puede ser 8 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Como se anticipó, sin embargo, no es este el único modo en el que las didascalias fueron conceptualizadas. Para otro grupo de académicos, estas expresiones nada dicen sobre el futuro espectá- culo, sino que constituyen un señalamiento relativo al contexto de enunciación en el que se produce el diálogo teatral ficcional. Estos autores, hay que decirlo, suponen que el texto dramático consti- tuye una obra literaria autónoma. En consecuencia, difícilmente puedan imputarle a alguno de sus componentes una orientación hacia la puesta en escena. Villegas (1991, p. 14), por ejemplo, establece que las acotaciones se especializan en la construcción marco espaciotemporal en el que transcurre la acción y en el se- ñalamiento de todos los elementos “no lingüísticos” que acompa- ñan a las réplicas. En el mismo sentido, Ryngaert (2004) indica que las didascalias se ocupan de proveer información quinésica y proxémica, gestual, actitudinal y física (por ejemplo, sobre la apariencia del personaje y su vestuario) relativa a la situación dra- mática. Con todo, y más allá del posicionamiento que se adopte en torno a estas dos grandes tradiciones, es importante reconocer que las didascalias no constituyen una clase homogénea. En efecto, es posible hallar en ellas una serie de diferencias formales que conducen a identificar distintos subtipos, cada uno de ellos con un rol específico en el proceso de construcción de sentido. Al- gunos investigadores, conscientes de la necesidad de establecer una clasificación, se ocuparon de proponer taxonomías originales (cf. Andjelkovic, 2008; Carrasco Muñoz, 1980; Issacharoff, 1981; Zucchi, 2021). Dejando de lado las distintas categorías, intere- sa aquí llamar la atención sobre el hecho de que las didascalias considerada como un dato “neutro” que la obra brinda sobre las condiciones en las que se desarrolla el drama. Con esto presente, difícilmente pueda interpretarse que las denominadas “didascalias implícitas” sean, en efecto, didascalias. Una crítica exhaustiva al concepto se puede encontrar en García Barrientos (2012) y en Zucchi (2020). DIDASCALIA - MARIANO ZUCChI 9 tienen esencialmente cinco funciones: anticipan información, es- tructuran el discurso, indican las particularidades de la situación dramática, señalan la identidad del personaje a cargo del turno de habla y, finalmente, agregan información relativa a la prosodia y la gestualidad que acompaña a las réplicas (y, en el proceso, ajus- tan el sentido de los enunciados). Por último, y en lo concerniente a sus cualidades lingüísticas distintivas, las acotaciones tienden a estar escritas en tercera per- sona del singular de la voz activa del tiempo presente del modo indicativo y, además, suelen evitar el uso de subjetivemas (i.e., expresiones de fuerte carga valorativa y compromiso epistémico (Kerbrat-Orecchioni, 1986)). Esta configuración enunciativa, si- milar a la del discurso histórico (García Negroni, 2009), genera un decir despersonalizado, que oculta la presencia de la voz a cargo enunciación. Esto induce a creer que las acotaciones constituyen un tipo de discurso neutro (sin valoración) y conduce a algunos investigadores a afirmar que el texto dramático representa un tipo de “discurso sin sujeto” (Ubersfeld, 1989, p. 186). No obstante, esto es solo un efecto de sentido: las didascaliasno solo introdu- cen la situación dramática, sino que, en el proceso, la evalúan de alguna manera. Así, cumplen un rol fundamental en el proceso de manipulación del punto de vista (cf. Enunciación dramática). Mariano Zucchi 10 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Bibliografía Andjelkovic, S. (2008). Le texte didascalique : dialogue de l’auteur avec sa propre fiction dans les drames de Biljana Srbljanović et Ivana Sajko. Revue des études slaves, 79(1-2), 119-131. Bobes Naves, C. (1998). El discurso de la obra dramática: dialogo, acotaciones y didascalias. En Estudios de literatura española de los siglos xix y xx. Homenaje a Juan Maria Diez Taboada (pp. 812-820). Madrid: CSIC. — (2004). Teatro y semiología. Arbor CLXXVII, 699-700, 497-508. Carrasco Muñoz, I. (1980). Naturaleza y función de las acotacio- nes (a propósito de Buero Vallejo). Estudios Filológicos, 15, 39-50. De Marinis, M. (2005). En busca del actor y del espectador. Buenos Aires: Galerna. Dompeyre, S. (1992). Étude des fonctions et du fonctionnement des didascalies. Practiques: linguistique, littérature, didactique, 74, 77-104. Ingarden, R. (1971). Les fonctions du langage au theatre (Trad. C. Bobes Naves). Poétique, 8, 531-538. García Barrientos, J. L. (2009). Acotación y didascalia: un des- linde para la dramaturgia actual en español. En J. Barrientos, et al. (Coord.), En buena compañía. Estudios en honor a Luciano García Lorenzo (pp. 1125-1139). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones científicas. — (2012). Cómo se comenta una obra de teatro. México: Paso de gato. García Negroni, M. M. (2009). Dialogismo y polifonía enuncia- tiva. Apuntes para una reelaboración de la distinción discurso / historia. Páginas de Guarda. Revista de Lenguaje, Edición y Cultura Escrita, 7, 15-31. DIDASCALIA - MARIANO ZUCChI 11 Issacharoff, M. (1981). Texte théâtral et didascalecture. Modern Languages Notes, 96(4), 809-823. — (1985). Le Spectacle du discours. Paris : Librairie Jose Corti. Jakobson, R. (1975). Ensayos de lingüística general. Barcelona: Seix Barral. Kerbrat-Orecchioni, C. (1986). La Enunciación. De la subjetivi- dad en el lenguaje. Buenos Aires: Hachette López Fonseca, A. (2013). La traducción dramática: textos para ver, oír… sentir. Estudios de traducción, 3, s/p. Rubio Montaner, P. (1990). La Acotación escénica. Transferibili- dad y Feedback. Caracteres funcionales, sustanciales y prag- máticos. 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Literatura: teoría, historia, crítica, 13(1), 349-360. 12 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Villegas, J. (1971). La interpretación de la obra dramática. Santia- go de Chile: Editorial Universitaria. — (1991). Nueva interpretación y análisis del texto dramático. Ottawa: Girol Books. Zuchhi, M. (2020). El ethos autoral en la Heptalogía de Hieron- ymus Bosch, de Rafael Spregelburd. Subjetividad autoral en el género texto dramático desde una perspectiva polifónica y dialógica de la enunciación. Tesis de doctorado. Universidad Nacional de las Artes, Argentina. — (2021). El discurso didascálico. Una tipología revisada. Telón de fondo, 33, 81-102. DRAMATURGO/A Por: Mariano Zucchi Se denomina dramaturgo o dramaturga a la persona que re- sulta responsable de la escritura de un texto dramático, tanto de los contenidos que en él aparecen como de su diseño general. Es importante aclarar que esta figura no necesariamente es un sujeto individual: en los casos de escritura colectiva o de textos que re- sultan de un proceso de improvisación, la entidad firmante puede ser múltiple o la obra puede quedar a cargo de un grupo. En términos generales, existen dos modos de conceptualizar la categoría de escritor teatral. Este puede entenderse como el su- jeto real (empírico) que escribe el texto o como una representa- ción (una imagen textual) que la pieza construye de su autor. En cuanto a la primera manera de pensar al dramaturgo, es importante mencionar que, para la crítica literaria contemporá- nea, el escritor no es el origen del sentido del texto ni tampoco determina las interpretaciones que se hacen de él (cf., entre otros, Agamben, 2005, Barthes, 1987; Foucault, [1969] 1999). Si bien es el encargado de construir la obra (de concebirla y plasmarla en forma de enunciados con una lógica estructural determinada), aquello que pretendió realizar no necesariamente quedó plasmado 14 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO en la materialidad significante. En consecuencia, sus intenciones y deseos no deben ser tenidos en cuenta (al menos, al momento de estudiar su producción literaria en tanto tal). Con todo, si bien el autor no define la lectura que se hace de su obra, en ocasiones puede ser operativo identificar qué actitud adopta respecto a ella y cómo se inserta en el campo cultural e intelectual en el que se inscribe su producción. Para dar cuenta de estas dimensiones, Meizoz (2014) propone el concepto de postu- ra, noción que alude a las gestos y posicionamientos —enunciati- vos, artísticos e institucionales— que determinan la singularidad de un creador en relación con sus pares y con los discursos que circulan en su contexto. Al respecto, es importante aclarar que la postura que asume un escritor no constituye un posicionamiento deliberado (Zapata, 2015). Por el contrario, en algunos casos, se configura de forma inconsciente. Además, no es un proceso to- talmente creativo: la postura se construye siempre de acuerdo a ciertos “modelos de escritor”: conductas, valores y modos de ser un autor que, en una coyuntura determinada, se consideran legí- timos. 1 No obstante, como se anticipó, la categoría de dramaturgo puede aludir también ya no al individuo empírico que produce la obra, sino a la representación que el propio texto dramático cons- truye de la entidad que le dio origen (que, puede, por supuesto, no coincidir con la “persona real” que escribe). Los académicos que analizan esta instancia subjetiva la explican, en general, uti- lizando el concepto aristotélico de ethos (2007). Como se sabe, la categoría de ethos aparece para describir la imagen que genera toda enunciación del responsable del discurso. Este retrato, como demostraron muchos investigadores (cf. Amossy, 1999; Verón, 1985; Vitale y Maizels, 2011), define la relación que el texto esta- 1 Díaz (2007) denomina a estos modelos escenarios autorales. DRAMATURGO/A - MARIANO ZUCChI 15 blece con su destinatario y se construye siempre buscando validar el propio acto de decir. De allí la importancia de esta figura en el proceso de construcción del sentido. En el caso específico de las piezas teatrales, son múltiples los recursos involucrados en la creación del ethos del dramaturgo: el registro adoptado, las características de la situación dramática, el subgénero elegido, el modo en el que quedan construidos los personajes, la moraleja que se desprende del texto, los prólogos, epílogos y notas a pie de página, entre muchos otros (cf. Zuc- chi, 2020). De todos estos elementos, las didascalias, sin dudas, tienenun rol privilegiado en la creación de esta representación del autor del texto. Recuérdese, al respecto, que las convencio- nes de lectura del género estipulan que el responsable enunciativo de estas expresiones es el escritor (Maingueneau, 2013). En ese sentido, los contenidos en ellas expresados y las elecciones lin- güísticas que presenten serán esenciales en la determinación de la emergencia de su figura. Así y todo, no se debe olvidar que la imagen que circula de un escritor en un contexto determinado no es solo el resultado de la forma en la que él queda retratado en sus obras. El diálogo que se produce entre distintos discursos sobre el autor y sobre su pro- ducción (tanto académicos, publicitarios, mediáticos como insti- tucionales) colaboran en la construcción de esta representación (Maingueneau, 2015). Hay que decir, además, que, cuando esta se estabiliza, funciona como un fuerza —como una función— que orienta la lectura de los textos y limita aquello que se puede decir sobre ellos y sobre el propio escritor (Foucault, [1969] 1999). Mariano Zucchi 16 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Bibliografía Agamben, G. (2005). Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora. Amossy, R. (1999) Images de soi dans le discours. Lausanne-París: Delachaux et Niestlé. Aristóteles (1999). Poética. Madrid: Gredos. — (2007). Retórica. Buenos Aires: Gradifco. Barthes, R. (1987). El susurro del lenguaje. Barcelona: Paidós. Díaz, J.-L. (2007). L’Ecrivain imaginaire. Scénographies auctoria- les à l’époque romantique. Paris: Champion. Foucault, M. ([1969] 1999). ¿Qué es un autor? En M. Morey (Ed.), Entre la filosofía y la literatura (pp. 337-358). Barcelona: Pai- dós. Maingueneau, D. (2002). Problemas de ethos. Pratiques, 113/114, 55-67. — (2013). L’èthos: un articulateur. Contextes, 13, s/p. — (2015). Escritor e imagen de autor. Tropelias. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, 24, 17-30. Meizoz, J. (2014). Aquello que le hacemos decir al silencio: postu- ra, ethos, imagen de autor. En Zapata, J. 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Tesis de doctorado. Universidad Nacional de las Artes, Argentina. ENUNCIACIÓN DRAMÁTICA Por Mariano Zucchi Se entiende por enunciación dramática a la manera particular y prototípica en la que un texto de teatro se expresa y establece un contrato de lectura (Verón, 1985) con su destinatario. En otros términos, la forma específica en la que los distintos componentes de la obra dramática —las réplicas y las didascalias— se vinculan entre sí configura un dispositivo de enunciación característico, en el que el lector queda invitado a percibir los sucesos dramáticos de un modo determinado. Al respecto, en general se señala que la enunciación dramá- tica puede describirse como un caso de doble enunciación (cf. Abuin, 1997; Issacharoff, 1981; Ubersfeld, 1989; Vaisman, 1979, Zucchi, 2023). Este concepto, propuesto originalmente en el marco de la teoría de la polifonía (Ducrot, 1986), describe aque- llos enunciados que reproducen en su interior dos enunciaciones distintas (una que contiene e introduce a la otra). Considérese, a modo de ejemplo, el caso del discurso referido en estilo directo. Este fenómeno pone en escena siempre dos discursos distintos: el citante y el citado. Entre estos dos enunciados, además, se esta- blece una relación de subordinación: la enunciación que cita fun- 20 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO ciona como un marco que evalúa y a la luz del cual debe leerse el fragmento mencionado. En lo relativo a los efectos de sentido vinculados convencio- nalmente al procedimiento, la bibliografía especializada afirma que los distintos fenómenos que se enmarcan en la doble enun- ciación (menciones, ecos explícitos, ironías citativas, entre otros) propician una teatralización del discurso ajeno (cf. Aikhenvald, 2008; Doury, 1998; Voloshinov, 1992). En otras palabras, el dis- curso directo genera la idea de que la enunciación citada se pre- senta de forma fiel, sin mediación subjetiva, i.e., como si fuera lo que efectivamente manifestó el individuo cuyo decir está siendo recuperado. Por eso es que se afirma que la doble enunciación tiene un fuerte carácter histriónico: crea la ilusión de que la voz invocada se expresa directamente en el discurso que la retoma. Este “efecto de objetividad”, por supuesto, es solo un efecto. En sentido estricto, los procedimientos de cita están cargados de subjetividad, dado que el decir ajeno siempre resulta alterado de alguna manera (cf. Charaudeau, 2013; Clift, 2007). 1 Es más, no solo el discurso mencionado emerge transformado, sino que la enunciación que lo recupera adopta también una actitud respec- to a él (acuerdo, concesión, precaución epistemológica, rechazo, entre otros). Lo que busca subrayarse aquí es que la doble enun- ciación no es un fenómeno neutral (Caldas-Coulthard, 2004, p. 203): retomar la voz ajena implica establecer un posicionamiento subjetivo frente a ella. Sin embargo, en muchos casos esta valo- ración no queda marcada en la superficie textual. Aquí se halla, justamente, la eficacia argumentativa de este tipo de manifesta- ciones lingüísticas: por un lado, incorporan un decir exterior a la 1 Incluso en los casos en los que el fragmento citado se reproduce sin modifi- caciones, el propio acto de recortarlo y extrapolarlo de su contexto original altera su sentido. ENUNCIACIÓN DRAMÁTICA - MARIANO ZUCChI 21 enunciación que, transfigurado, aparece mostrado fiel al original; por el otro, expresan un juicio sobre ese decir 2, que, al presentarse de forma atenuada, resguarda la imagen de la persona a cargo del acto de citar. Esta misma lógica enunciativa se reproduce en todo texto dramático. En efecto, las didascalias no solo describen la situa- ción dramática, sino que también se ocupan de introducir el decir de los personajes. Desde esta perspectiva, entonces, las réplicas (los diálogos) no serían otra cosa que “enunciados atribuidos” (Rubio Montaner, 1990, p. 199), esto es, discursos citados, que jerárquicamente quedan subsumidos a la enunciación principal y, por tanto, dependen de ella. 3 Ahora bien, ¿qué tipo de doble enunciación se manifiesta en el texto dramático? ¿Cuáles son sus atributos principales? En primer lugar, las piezas teatrales apuestan a una forma particular de introducir la voz ajena. Para ello, no ubican entre comillas el fragmento mencionado, como sucede en el discurso directo tradi- cional, ni lo presentan antecedido por un verba dicendi (un verbo de decir, como, por ejemplo, “afirmar”, “señalar”, “mencionar”, entre otros). Por el contrario, para establecer la frontera entre la voz citante y la citada la enunciación dramática se vale de dos elementos: el signo dos puntos y el nombre del personaje a cargo de las réplicas. 4 Estos recursos son aquellos que señalan que la 2 En muchos casos esta evaluación se desplaza hacia la figura del autor del discurso mencionado. 3 Nótese cómo esta caracterización invierte la jerarquíade los componentes del texto dramático presente en la conceptualización clásica de Ingarden (1971). Para este autor, las réplicas constituyen el “texto primero” y las didascalias el “texto segundo”. 4 O la etiqueta que permite identificarlo en tanto tal (e.g., “La madre”, “Mu- chacho 4”). 22 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO responsabilidad subjetiva de lo expresado en el diálogo no se le debe imputar a la entidad a cargo de la enunciación general. En segundo lugar, el texto dramático utiliza en sus didasca- lias de forma casi exclusiva el tiempo presente del modo indicati- vo. La elección de esta forma verbal propicia que el tiempo de la narración —el del discurso— se perciba de forma simultánea al de la historia —el aquí y ahora en el que se produce la situación de ficción—. 5 Esto potencia el efecto de verosimilitud del diálogo teatral, puesto que, al presentar las réplicas como ocurriendo en el presente de la enunciación didascálica, parece que estas son autónomas de la voz ocupada de introducirlas. En tercer lugar, y en estricta relación con lo anterior, el texto dramático —al menos, en su configuración enunciativa tradicio- nal— tiende a despersonalizar sus didascalias. En efecto, estos enunciados suelen estar escritos en tercera persona del singular de la voz activa del tiempo presente del indicativo. Además, ri- gurosamente se evita en ellos el empleo de palabras y expresio- nes de fuerte carga subjetiva. Al respecto, esta disposición induce creer que estos enunciados no poseen un sujeto responsable de su contenido (y de posicionarse de algún modo frente a él). Así, se construye la ilusión de que las didascalias representan un decir “objetivo y neutro”. 6 5 Retomamos aquí la oposición discurso e historia de Ducrot y Todorov (2011, p. 361). 6 De hecho, algunos investigadores (por ejemplo, Barko y Burguess, 1988; King, 2010; Rabatel, 2003; Szondi, 1988) no perciben que esta presunta neutra- lidad es solo un efecto de sentido y sugieren que en el texto dramático los per- sonajes se expresan “directamente” a través de sus réplicas y que las didascalias constituyen enunciados en los que nadie habla (García Barrientos, 2009, p. 51) (cf. Didascalias). ENUNCIACIÓN DRAMÁTICA - MARIANO ZUCChI 23 Por último, en cuarto lugar, la enunciación dramática se dife- rencia de otros casos de discurso directo por presentar un conjun- to de “personas del discurso” particulares. En la medida en que el texto reproduce dos enunciaciones, construye también la imagen de dos responsables enunciativos distintos: una representación de los personajes (en el nivel de las réplicas) y una de una entidad que emerge a cargo de decir didascálico. Esta figura —que ope- ra como un articulador del relato— surge ocupada de introducir la situación dramática y las intervenciones de los individuos que participan de ella y se asimila con el dramaturgo (entendido como imagen textual, cf. Dramaturgo). Algo similar ocurre en la ins- tancia de destinación: en el plano del diálogo teatral, cada inter- vención presenta un alocutario distinto (una representación del personaje receptor de ese discurso); en las didascalias, en cambio, se construye una imagen del lector del texto (el lector modelo, en términos de Eco (1981)), quien se configura como el receptor de estos discursos. En cuanto a este punto, el análisis de la forma en la que la obra se comunica con su destinatario permite reponer qué representación se genera de él en el texto y en qué posición se lo ubica frente al drama. 7 Finalmente, y en lo concerniente a los efectos de sentido que genera el tipo específico de doble enunciación al que apuesta todo texto, es importante mencionar que la enunciación dramática, al igual que el resto de los casos de discurso directo, se caracteriza por instaurar un efecto de objetividad sobre el diálogo teatral: pro- picia que las intervenciones de los personajes sean leídas como si fueran lo que efectivamente estos dicen y no un decir que está siendo citado (y modalizado). Dicho de otra forma, esta configura- 7 Por motivos de extensión, no es posible explicar aquí todos los recursos pre- sentes en un TD que están involucrados en la emergencia del lector modelo. Para una explicación detallada sobre el tema ver Zucchi (2020). 24 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO ción enunciativa genera la idea de que las réplicas son autónomas y, por tanto, neutras y objetivas. 8 De hecho, todas las cualidades distintivas de la enunciación dramática apuestan a potenciar este simulacro: la ausencia de comillas y de verbos de decir para in- troducir la voz ajena, la despersonalización que asume el discurso didascálico y el empleo del tiempo presente que se hace en estas expresiones debilitan el carácter citativo de las réplicas y, así, se induce a que estas sean percibidas como enunciados que no están siendo presentados desde un punto de vista particular. En resumidas cuentas, la enunciación dramática –al menos, en su configuración tradicional– se puede concebir como un caso extremo de show (Booth, 1961), esto es, un modo narrativo en el que se oculta la presencia del narrador para reforzar la verosimi- litud del universo evocado. En este marco, el discurso de los per- sonajes parece autónomo. Sin embargo, y como la subjetividad es inherente a la producción discursiva, tanto las réplicas como la propia situación dramática aparecen siempre evaluadas de alguna manera por el texto. Mariano Zucchi 8 Llamativamente, esta es la cualidad distintiva que Aristóteles (1999) le imputa al género dramático. En efecto, para el teórico griego, los discursos de los persona- jes constituyen enunciados no mediados. Hay que aclarar, no obstante, que, en su planteo, y por razones históricas evidentes, no hay una separación nítida entre texto y puesta en escena. Esto hace que la conceptualización que propone deba tomarse con precaución, al menos para pensar la literatura dramática en tanto tal. ENUNCIACIÓN DRAMÁTICA - MARIANO ZUCChI 25 Bibliografía Abuin, A. (1997). ¿Un discurso sin sujeto? Enunciación dramática y autor implícito. Signa, 6, 25-39. Aikhenvald, A. (2008). Semi-direct speech: Manambu and beyond. 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El ethos autoral en la Heptalogía de Hieron- ymus Bosch, de Rafael Spregelburd. Subjetividad autoral en ENUNCIACIÓN DRAMÁTICA - MARIANO ZUCChI 27 el género texto dramático desde una perspectiva polifónica y dialógica de la enunciación. Tesis de doctorado. Universidad Nacional de las Artes, Argentina. — (2023). La enunciación dramática como un caso de doble enunciación. Mecanismos de ocultamiento del sujeto en el texto dramático. Actas de las XIII Jordanas Nacionales y VIII Jornadas Latinoamericanas de Investigación y Crítica Tea- tral (en prensa). ESTATUTO DEL ESPECTADOR Por: Daniela Berlante Diferentes abordajes conceptuales han dado cuenta del es- tatuto del espectador a lo largo del siglo XX hasta la actualidad. La categoría de lector modelo (Eco: 2013) tuvo gran preg- nancia entre los estudiosos del teatro quienes, en muchos casos, la transpusieron a la de espectador. Sin embargo, la idea de mo- delización, muchas veces mal entendida en términos de exigencia a satisfacer por parte del público (ante una obra se debería com- prender todo, descifrar, conocer, otorgar sentido, caso contrario la lectura se revelaría deficiente o mala) ha producido consecuencias no deseadas cuando se trata de pensar en el lector empírico, el experiencial, el corpóreo. Jacques Rancière (2011) revisa los modelos de espectador postulados por dos artistas emblemáticos y antitéticos que mar- caron un punto de inflexión en el teatro del Siglo XX pero que fi- nalmente terminaron coincidiendo en el gesto con que abordaron la problemática. Su razonamiento comienza dando cuenta del argumento es- grimido por los detractores del teatro para atacarlo: ser espectador es un mal. Y lo es doblemente: por un lado, porque mirar es lo 30 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO opuesto a conocer y la contemplación sume al espectador en una órbita apariencial que le impide acceder a los procesos de produc- ción de esa apariencia; y por otro, porque mirar es lo contrario a actuar. Quienes miran, no accionan. Así visto, frente al mal que supone la condición de ser es- pectador, se configuraron durante el Siglo XX dos modelos de operatoria dispuestos a remediar tal estado de situación. Uno es el de Brecht, quien con la técnica del Verfremdung o efecto V bregó por “arrancar al espectador del embrutecimien- to” (2011:12) producido por la fascinación ante la apariencia y la identificación con los personajes, de manera de volverlo un observador sagaz a la manera de un experimentador científico. Lo sostiene cuando caracteriza a la forma épica por oposición a la dramática: el teatro épico despierta la actividad intelectual del espectador, lo obliga a tomar decisiones, lo coloca frente al con- flicto, lo confronta con el personaje para —en esa distancia— po- der analizarlo. “El teatro es una asamblea en la que la gente del pueblo toma conciencia de su situación y discute sus intereses, dice Brecht siguiendo a Piscator” (2011:13). Y es gracias a esta concientización promovida por el descubrimiento brechtiano que los espectadores podrán operar en la praxis social. Como señala Didi-Huberman: “El teatro épico no reproduce estados de cosas [sino que] los descubre. Su descubrimiento se hace por interrup- ción de los desarrollos” (2013:57). Se crean discontinuidades de modo que las situaciones se critiquen dialécticamente. Se crean intervalos que obstaculizan la ilusión del público para que pueda tomar una posición crítica ante la historia. El montaje de la complejidad se llama en Brecht distancia- miento, sostiene Didi-Huberman. “Sería la toma de posición por excelencia” (60). “distanciar, es mostrar, […] hacer que aparezca la imagen informando al espectador de que lo que ve no es más que un aspecto lacunario y no la cosa entera” (61). El distancia- ESTATUTO DEL ESPECTADOR - DANIELA BERLANTE 31 miento es una operación artística de conocimiento que propone una posibilidad de mirada crítica sobre la historia. Y es ante esto que el espectador tendrá que actuar tomando posición. El otro modelo de espectador es el que despliega el Teatro de la Crueldad de Artaud. En un movimiento opuesto al de Bre- cht, Artaud propone la abolición de la distancia razonadora entre espectador y escena, su sustracción de la posición de observador racional, a efectos de apoderarse de su energía vital que solo se conquista renunciando a la ubicación del que mira. El teatro es un ritual en el que una comunidad se apropia de sus energías y Artaud se propone devolverle la conexión con la vida que le fue sustraída. El teatro se plantea en una relación dialéctica con la vida, se articula con ella y la renueva. De allí que el de Occidente, aquel que no ha nacido aún o nació muerto, se revele como un atentado, no ya a las artes, sino al vitalismo. Su apuesta consistirá en emplazar al teatro como aquel instrumento capaz de reconectar al espectador con la propia animalidad que la sociedad ha domes- ticado, como el medio privilegiado para producir la cura del cuer- po social. Artaud busca “las condiciones de un teatro que permita el surgimiento (o la emergencia) de lo que Rimbaud llamaba ‘la verdadera vida’” (Danan, 2016:28). En este sentido, hizo propio el ideario vanguardista de unir el arte con la praxis vital. Ambos reformadores hicieron del teatro “el lugar donde el público pasivo de los espectadores debía transformarse en su con- trario: el cuerpo activo de un pueblo poniendo en acto su principio vital” (Rancière, 2011:13). La reforma del teatro significaba la restauración de su esencia, para Brecht de asamblea, para Artaud de ceremonia de la comunidad. Si bien estas posturas se revelan divergentes, ambas coinci- dieron en haber tratado de desplazar al espectador de una posición que consideraron pasiva, ambos acordaron en que con él había que hacer algo que por sí mismo no podía hacer. Artaud y Bre- 32 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO cht se postularon como aquellos maestros capaces de sacar a los espectadores de esa inacción y pasividad para volverlos activos, actores, actuantes. En términos de Rancière, obraron con la lógi- ca de los pedagogos embrutecedores, la de la transmisión directa de lo idéntico, donde hay un saber que solo detenta el maestro y debe pasarlo a su discípulo. De esta dinámica se deduce que, en los espectáculos, sólo sus realizadores (actor, autor, director) lo poseen. Son por ello responsables de hacer que el espectador deje de serlo, si por este último se entiende un sujeto desposeído de su capacidad de actuar. Este estatuto devaluado de la condición de espectador pro- viene de lo que Rancière identifica como un grave malentendido: la asociación equívoca entre mirada e inacción o entre escucha y pasividad. De allí que la emancipación del espectador comien- ce cuando esos pares asociativos empiezan a resquebrajarse, de manera que mirar se vuelve una acción,el espectador actúa. Sus operaciones comprenden la observación, la selección, la compa- ración, la interpretación, la traducción personal de lo visto, oído y experimentado. Concluye con la certeza de que nada hay que hacer con el espectador para desplazarlo de ese supuesto lugar improductivo porque ser espectador es una potencialidad en sí misma. En franca oposición a la creencia de que son los artistas los que detentan el saber del espectáculo, la emancipación instituye entre quienes actúan y los espectadores un tercer elemento que no es de dominio ni de uno ni de otros, sino que se genera en el entre dos. La emancipación supone el borramiento de estas fronteras. Ese tercer elemento cuya propiedad es compartida por los que actúan y los que observan es una clave para leer el lugar de creciente relevancia que ocupa el espectador en el arte contempo- ráneo en general, y en los fenómenos escénicos en particular. ESTATUTO DEL ESPECTADOR - DANIELA BERLANTE 33 En muchas circunstancias el estatuto del espectador contem- poráneo ha pasado a ser considerado como el de un co-autor o co-creador del espectáculo. Cuando Nicolas Bourriaud afirma que el arte contemporáneo es un estado de encuentro (2008) está postulando que es la inter- subjetividad la que forma su sustrato. Cuando sostiene que es el lugar de producción de una sociabilidad específica, lo denomina relacional, en la medida en que concierne a las interacciones in- terpersonales mucho más que a la creación de una obra autónoma. El tema central del arte contemporáneo es ese encuentro entre el espectador y la obra que va a vehiculizar la elaboración conjunta del sentido. Es en esa línea que Giorgio Agamben elabora el fenó- meno (2005) cuando sostiene que el tener lugar del poema no está ni en el texto ni en el autor o el lector. El lugar está en el entre, en el gesto por el cual autor y lector se ponen en juego en el texto y a la vez se retraen. Si la obra de arte representa un intersticio social, esto expli- ca la presencia necesaria e inclaudicable del espectador para su sustanciación. Si “la esencia de la práctica artística radicaría en la invención de relaciones entre sujetos” (Bourriaud: 23), si “cada obra de arte podría entonces definirse como un objeto relacional, como el lugar geométrico de una negociación entre numerosos remitentes y destinatarios” (29) el espectador no solo se ha eman- cipado sino que ha pasado a ser un engranaje fundamental de la creación artística. Este estatuto no lo ha tenido en otros momentos de la historia del arte. Daniela Berlante 34 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Bibliografía Agamben, G. (2015). ¿Qué es un dispositivo? seguido de El amigo y de La Iglesia y El reino. Barcelona: Anagrama. Agamben, G. (2005). Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidal- go editora. Bourriaud, N. (2008). Estética Relacional. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora. — (2009). Postproducción. Buenos Aires, Adriana Hidalgo edito- ra. Danan, S. (2016). Entre teatro y performance. La cuestión del texto. Buenos Aires: Artes del Sur. Didi-Huberman, G. (2013). Cuando las imágenes toman posición. Madrid: Machado. Eco, U. (2013). Lector in fábula. Buenos Aires: Sudamericana. Rancière, J. (2011). El espectador emancipado. Buenos Aires: Ma- nantial. FUNCIÓN ACTOR/ACTRIZ Por: Daniela Berlante La injerencia de las nuevas tecnologías en nuestros modos de vida, en el arte en general y en el teatro en particular ha problema- tizado de manera significativa una perspectiva consensuada con la que se ha concebido tradicionalmente al hecho escénico y a uno de sus pilares: el actor/la actriz. Si desde el enfoque más conservador, los componentes bá- sicos del espectáculo teatral han tenido como requisito la com- parecencia física real de emisor y destinatario y la simultaneidad de producción y recepción (De Marinis: 1982), cabe preguntarse qué sucede —a la luz de las posibilidades que ofrece la tecnolo- gía— cuando la presencia física del actor/la actriz es reemplazada en escena por la proyección de su imagen electrónica, cuando su fisicidad puede ser mediada y producida desde un entorno digital, cuando la virtualidad toma el lugar que supo ocupar su corporali- dad. Los efectos producidos por el cruce intermedial en la reconfi- guración del estatuto del actor/ la actriz se ha vuelto significativos. Si se considera el cuerpo del actor/la actriz como la unidad mínima del plano escénico a partir de la cual se configura el hecho 36 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO teatral, su descorporeización y la cesión de sus atributos a la ope- ratoria numérica generará indefectiblemente consecuencias. Las reflexiones acerca de la estética de la desmaterialización vienen teniendo lugar de la mano de pensadores como Paul Vi- rilio, Peter Weibel, Johannes Birringer, Jean Baudrillard pero no solamente desde soportes teóricos. Es el caso de Jean-François Lyotard quien, como curador de una muestra emblemática que tuvo lugar en el Centro Georges Pompidou de Paris en el año 1985, investigó estos procesos. El nombre de la exhibición fue precisamente Les Immatériaux. Como señala la investigadora Claudia Giannetti (2002), quien acuña el término metaformance para agrupar las diversas manifestaciones performáticas que utilizan las nuevas tecnologías audiovisuales y sistemas interactivos, Les Immatériaux pretendía darle entidad a la manera en que ha cambiado la relación de los in- dividuos con la materia desde la tradición moderna —heredera de la tradición cartesiana— hasta el abordaje posmoderno, signado por la aparición de los “nuevos materiales”, a saber, las tecnocien- cias, la informática y la electrónica. Como consecuencia de la omnipresencia de las tecnologías en las prácticas vitales, el sujeto esencialista cartesiano ha sido puesto en cuestión. La tecnología digital opera doblemente: desmaterializa el cuerpo humano al tiempo que lo virtualiza. Como señala Ángel Abuín González (2008) habría tres cuerpos: el físico o el que nos permite estar en el mundo; el de la construcción cultural y social y el cuerpo tecnológico, el de la telepresencia y la virtualidad. Esta última supone un tipo de comunicación descorporeizada que impone la ausencia de lo humano en tanto cuerpo fenomenológico y es entonces sustituido por su proyección en las pantallas. FUNCIÓN ACTOR/ACTRIZ - DANIELA BERLANTE 37 Sin embargo, creemos, no habría que asociar ligeramente la ausencia de lo humano con su desaparición. Muy por el contra- rio, el espacio de la ausencia viene a habilitar la creación de uno nuevo que remite a la presencia: el de la telepresencia. No afirma- mos que se deja de emplear el cuerpo, se lo emplea en su forma tecnológica. Sin coincidir plenamente con Giannetti para quien —en el marco de la metaformance— la presencia física es irrelevante y tiende a ser sustituida por el orden visual digital, tomamos su ar- gumento a efectos de indagar el modo como se reubica el teatro cuando realiza este movimiento dado que la presencia física ha sido leída desde siempre como un aspecto insoslayable para su constitución. Entendemos que la tecnología digital a través de la proyec- ción de los cuerpos actorales en la escena, filmados en directo o pregrabados, en coexistencia con los cuerpos vivos o no, está al servicio de traer a un ausente, de presentificarlo. Esa es la manera de crear su propia discursividad si se siguen las formulaciones foucaultianas para quien la ausencia es el primer lugar del discur- so (1969). Desde esta perspectiva, quien ahora está ausente no es ya el autor, como lo conceptualizaba Foucault para caracterizar a las escrituras contemporáneas, sino el cuerpo del actor, pilar in- cuestionable (hasta este momento) del hecho teatral. Gioorgio Agamben (2005) polemiza con el autor de Las Pa- labras y las Cosas retomando sus argumentos. Si Foucault no cesa de repetir que la huella del escritor está solo en la singularidad de su ausencia, Agamben se pregunta con justezade qué modo una ausencia puede ser singular. Los cuerpos que actúan proyectados, muchas veces en vivo desde otras latitudes por medio de dispositivos tecnológicos de 38 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO comunicación interpersonal, materializan lo que no tendrá cuer- po en el aquí y ahora del devenir escénico. Y esa posibilidad es digital. Aún proyectados desde las superficies de las pantallas, los actores y actrices que interactúan con otros “de carne y hueso” o incluso con otras proyecciones son actuantes en situación de representación. No ponemos en duda que están haciendo teatro porque la función actor/actriz no ha desaparecido. Aun cuando sólo podamos tener de ellos un recorte, el recorte de la cámara, guiada por las indicaciones directoriales, la función actor/actriz está vigente. A la luz de la omnipresencia tecnológica, se ha vuelto tangi- ble la posibilidad de desinscribir la categoría de actor/actriz del cuerpo fenomenológico que lo sostiene. Entonces lo que debería- mos preguntarnos no es ya quién actúa, antes bien cómo, desde dónde y con qué dispositivos se ejerce la función actor/actriz. Si ya no se preguntará lo que quiere decir un libro, sino con qué funciona, con qué conexiones hace o no pasar intensidades (Deleuze, Guattari: 2002) podríamos hacer lo propio con la con- dición del actor/actriz en el marco del teatro contemporáneo. Por- que, parafraseando a Beckett, retomado por Foucault y más tarde por Agamben (2005): ¿Qué importa quién actúa —decimos no- sotros— qué importa quién actúa? Lo que realmente cuenta es el modo de ejercicio de la función actor/actriz en el marco del espec- táculo, lo que iremos a leer es la manera de su plasmación (virtual, real, digital, corporal) del objeto de análisis que nos ocupa. Daniela Berlante FUNCIÓN ACTOR/ACTRIZ - DANIELA BERLANTE 39 Bibliografía Abuin González, Á. (2008). Teatro y Nuevas Tecnologías: concep- tos básicos. Signa. Revista de la Asociación Española de Se- miótica, 17, 29-56. Agamben, G. (2015). ¿Qué es un dispositivo? seguido de El amigo y de La Iglesia y El reino. Barcelona: Anagrama. Agamben, G. (2005). Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidal- go editora. Deleuze, G. y Guattari, F. (2002). Mil mesetas. Valencia: Pre-tex- tos. De Marinis, M. (1982). Semiotica del teatro. L’analisi testuale dello spettacolo. Milano: Bompiani. Giannetti, C. (2002). Estética digital: Sintopía del arte, la ciencia y la tecnología. Barcelona: L’Angelot. GÉNEROS LITERARIOS Por: Clara Mari En relación con los géneros, fue Aristóteles en su Poéti- ca (2015) el primero en distinguir entre lo que llamó “género mimético dramático” en referencia a la tragedia o a la comedia, “género expositivo-narrativo” (ditirambo y otras formas líricas) y, por último, el “mixto” para aludir a la epopeya. Es el germen inicial, el primer registro que se conoce sobre una división estéti- ca de los textos. Su fecha de composición se ubica en el siglo IV a.C. y esboza una primera distinción entre las protoversiones de lo que luego sería conocido como género dramático o teatral, género lírico o poético y género narrativo. Según Franca Sinópoli en su artículo “Los géneros litera- rios” (2002), Benedetto Varchi a mediados del siglo XVI es de los primeros en utilizar la acepción de género literario tal como lo conocemos ahora, como un tipo de composición que tiene caracteres específicos de contenido y de forma (173). Desde el siglo XVI hasta el XVIII, se utiliza la noción de género con va- lor normativo. Fue Goethe quien propuso, en cambio, un sentido esencialista para el concepto, y los románticos quienes incor- poraron la dimensión histórica, es decir, la relación diacrónica entre los géneros. 42 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Si bien el concepto de género literario tuvo sus detractores, como Benedetto Croce, quien afirma que la noción es obsoleta para analizar las creaciones artísticas, durante el siglo XX vuelve a ser foco de discusiones a partir de los estudios de los formalistas rusos y del estructuralismo, primero; de Mijail Bajtín, de la estéti- ca de la recepción y de redefiniciones como la de Gérard Genette, Jean-Marie Schaeffer y los estudios comparatistas durante las dos décadas finales. En “El problema de los géneros discursivos” (1982), Bajtín define los géneros discursivos como un tipo relativamente esta- ble de enunciados elaborados por cada esfera del uso de la len- gua. Según la actividad, los hablantes construyen enunciados que responden a ciertos contenidos (temas), a cierto estilo y a cierta composición. Entendemos la noción de género discursivo como ese entramado normativo invisible que usan los hablantes para construir sus enunciados de acuerdo a la tarea que estén llevando a cabo y los oyentes para interpretar. Para comprender, según su perspectiva, los géneros literarios habría que ir un paso más allá: Bajtín distingue entre géneros discursivos primarios y secunda- rios. Los primarios son los “simples”, presentes en la vida cotidia- na, en la comunicación inmediata, como puede ser una conversa- ción telefónica. Los secundarios son más complejos, requieren de una comunicación más desarrollada y organizada, principalmente escrita. Bajtín pone como ejemplo novelas, dramas, investigacio- nes científicas, textos periodísticos. Los géneros literarios son parte de los géneros discursivos secundarios según la división de Bajtín y pueden incorporar a los géneros primarios. Esa misma conversación telefónica dentro de una novela de Manuel Puig, por ejemplo, formaría parte de un género discursivo secundario. Hacia finales de la década de 1970, Todorov publica “El ori- gen de los géneros literarios”, texto que coloca los géneros pro- pios de la literatura junto a otros géneros del discurso humano: GéNEROS LITERARIOS - CLARA MARI 43 “El género, literario o no, es para Todorov el fruto de una elección, de una transformación y de una codificación de determi- nados actos lingüísticos recurrentes, que una sociedad institucio- naliza en cuanto funcionales a su ideología; no solo eso, sino que los lectores perciben y reconocen los textos producidos precisa- mente gracias a dicha codificación” (Sinópoli, 2002, 176). Desde esta perspectiva, tanto como desde la de su predece- sor Mijail Bajtín, el género ya no es un aspecto solo relativo a la literatura, sino a los enunciados en general, y es una noción que está en continua elaboración, transformación y amplificación. En la actualidad, la teoría de los géneros posee un carácter descrip- tivo, que pretende explicar la articulación entre la literatura y la tradición de la cual es parte, sin intención de establecer un siste- ma cerrado o jerárquico. La inestabilidad y el cuestionamiento, la mezcla y los cruces son corrientes en la compleja red intertextual que se construye a partir de este concepto. El sentido de pensar los géneros no es el de trazar límites rígi- dos para establecer categorías cerradas; por lo contrario, está más cerca de constituirse como una forma abierta, plural, en constante puja y modificación. Desde los estudios comparatistas, el concep- to de género aparece para constatar un estado de la cuestión que es continuamente desnaturalizado. Si bien el género parece funcio- nar como principio organizador del sistema literario sobre todo en el mundo del mercado, la forma en la que este emerge es desde la problematización y la flexibilidad, como un telón de fondo sobre el que cada obra particular redibuja sus límites. Clara Mari 44 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Bibliografía Aristóteles (2015). Poética. Buenos Aires: Colihue. Bajtín, M. (1982). Estética de la creación verbal. Ciudad de Méxi- co: Siglo XXI editores. Sinópoli, F. (2002) “Los géneros literarios” en Gnisci, A. Intro- duzione alla letteratura comparata. Barcelona: Mondadori. Págs. 171-213. INSTALACIÓN TEATRAL Por: Daniela Berlante Reflexionar en la actualidad sobre el teatro contemporáneo implica desplegar una serie de categoríasque han resultado efi- caces para intentar abordar un objeto de por sí bastante inasible. Performático, posdramático, posmoderno o rapsódico son deno- minaciones que —si bien pueden diferir en varios de sus presu- puestos— coinciden de manera excluyente en un punto: el teatro contemporáneo se resuelve en la interdisciplinariedad artística y encuentra —paradójicamente— en esa hibridación su propia es- pecificidad. El vínculo del teatro con la instalación ha logrado establecer una productividad singular que no sólo afecta a la poética del es- pectáculo, sino a un tipo de configuración alternativa para pensar el lugar del actor, del espectador y de la obra misma. Bajo la denominación de instalación se han aglutinado las propuestas artísticas a las que no se les podía aplicar con facili- dad las categorías tradicionales de pintura y escultura (Larrañaga: 2001). Resistente a la bi o a la tridimensionalidad, renuente a ser categorizada, la instalación es un modo de reunir lo inclasificable de las artes visuales. 46 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO Desde los estudios teatrales también se crearon denominacio- nes para englobar al teatro difícilmente catalogable. En ese punto, la de teatro posdramático acuñada por el teórico alemán Hans- Thies-Lehmann (2002) se reveló operativa para analizar la evolu- ción y práctica de la puesta en escena de las décadas del 70 al 90 en un contexto prioritariamente europeo, pero que ha servido de referencia para leer tipos de funcionamientos de la escena local. Frente al modelo de la representación se encontraría el ideal utó- pico de la presencia radicalizada, un modelo que no sería ya de la significación sino de las fuerzas, intensidades o pulsiones, como supo caracterizar Jean-Francois Lyotard al teatro energético; un modelo que ya no seguiría la lógica de la transmisión idéntica de lo mismo, sino que encontraría en el funcionamiento performático su razón de ser. Las condiciones de la instalación y la del teatro que se sustan- cia por fuera del drama se intersectan cuando despliegan una zona teórica para ubicar a aquellas manifestaciones artísticas resisten- tes a ser abordadas desde los parámetros hegemónicos binarios. Si se sigue a Larrañaga, instalar es conferir estatuto artístico a un espacio que se revela central en la medida en que va a si- tuarse en el corazón de la propuesta plástica como un conjunto de mecanismos dispuestos por el autor que necesitan ser activados por el público para comenzar a funcionar. En este sentido, el ar- tista propondría una zona abierta de interacción, de intercambio y de diálogo con el espectador quien —en definitiva— investirá de contenido a la obra en el acto mismo de recorrerla. Cuando la instalación se hibrida con el teatro, los disposi- tivos y los hitos a ser recorridos ya no están constituidos sólo por objetos materiales inertes sino por los cuerpos de los actores, como ha sido el caso de Museo Ezeiza (Pompeyo Audivert), Spa Conceptual (Ana Alvarado) o Manifiesto de Niños (El periférico de objetos) por citar sólo algunos ejemplos de la escena local. INSTALACIÓN TEATRAL - DANIELA BERLANTE 47 Si las artes visuales hicieron de la vista el sentido prioritario, la instalación introduce una política del uso. La clave se desplaza de la contemplación a la puesta en funcionamiento de los dis- positivos propuestos por el instalador. Esto habilita a homologar la condición de espectador con la de usuario. Como sostiene el crítico y curador Nicolas Bourriaud (2008), la obra de arte con- temporánea ya no es la conclusión del proceso creativo sino un generador de actividades. En esta cultura de la actividad el sentido proviene del uso, nace de una negociación entre el creador y el receptor. Como señala Michel de Certeau, citado por Bourriaud (2009), el consumidor se dedica a un conjunto de operaciones que constituyen una verdadera producción silenciosa y clandestina. Servirse de un objeto es interpretarlo. Claro que utilizar un pro- ducto es a veces traicionar su concepto: leer, ver una exposición o un espectáculo incluye la posibilidad de desviar la expectativa de recepción promovida por el artista. Por ello, la instalación es un fenómeno impredecible y fortuito que dependerá de la utilización particular y heterogénea que realice de ella cada visitante. Este último es equiparado a un co-autor, en la medida en que la obra ya no se resuelve autónomamente. Su sentido se construye en la intersección del dispositivo planteado por el realizador con la utilización que se hace del mismo. Es en ese vínculo donde se entreteje la significación. Bourriaud encontró en el concepto de estética relacional (2008) la formulación para caracterizar el esta- tuto que asume la obra de arte en la contemporaneidad que hace del intersticio entre obra y espectador la zona imprescindible para su sustanciación. La instalación teatral –decíamos- en tanto evento performáti- co, vuelve al usuario co-creador. Se dispara entonces la cuestión de la autoría que pone en juego un asunto de poder. Si la crea- ción pasa a ser un hecho compartido, se abre una problemática. Es lícito reflexionar acerca de lo que acontece cuando se concede 48 GLOSARIO DEL TEATRO CONTEMPORÁNEO que la autoría puede ser ejercida por el sujeto de la expectación. Aun cuando se haya generalizado la idea duchampiana de que es la mirada la que crea los cuadros, no es menos cierto que esa convicción dista mucho de tener reconocimiento institucional y/o jurídico. Ya para sumar una postura polémica, frente a la perspectiva mayoritariamente a-jerárquica y democratizante con que son con- cebidos los términos de la instalación, Boris Groys se erige como una voz disidente. “Por el contrario, el espacio de la instalación artística es, simbólicamente propiedad privada del artista […] El visitante se vuelve un expatriado que debe entregarse a una ley extranjera, a una ley que es sancionada por el artista”. (2014,58) Por la reconfiguración del hecho escénico que promueve, por su apuesta a la experimentación y la voluntad de seguir polemi- zando al poner en cuestión el modo cómo puede hacerse teatro en el siglo XXI, la instalación teatral merece darse a sí misma esta clase de discusión. Daniela Berlante INSTALACIÓN TEATRAL - DANIELA BERLANTE 49 Bibliografía Bourriaud, N. (2008). Estética Relacional. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora. — (2009). Postproducción. Buenos Aires, Adriana Hidalgo edito- ra. Groys, B. (2014). Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea. Buenos Aires. Caja Negra. Larrañaga, J. (2001) Instalaciones. San Sebastián: Nerea. Lehmann H- T. (2002) Le Théâtre Postrdramatique. Paris: L’Arche. INTERTEATRALIDAD Por: Liliana B. López Tributaria de la noción de intertextualidad, la de interteatra- lidad alude a relaciones de mayor complejidad aún, debido a la condición heterogénea de los términos potencialmente involucra- dos (teatro/teatro; teatro/otras artes; teatro/esfera extra-artística) que provocan rupturas de un orden que excede al del cambio y la sustitución de poéticas característicos del discurso de la mo- dernidad, a la vez que pone en crisis al objeto en tanto constructo epistemológico-discursivo. La noción de teatralidad, derivada del concepto de litera- turidad —acuñado por los formalistas rusos a comienzos del si- glo XX— ha sido fundacional para los estudios contemporáneos de la disciplina, inclusive en el campo discursivo del ensayo, de Antonin Artaud a Roland Barthes. En las últimas décadas, Anne Ubersfeld, Patrice Pavis, Josette Féral, Erika Fischer-Lichte, Ós- car Cornago Bernal y José Antonio Sánchez, entre otros, han inda- gado —y continúan haciéndolo— en torno de la misma, mediante dispositivos crítico-teóricos en constante reformulación. Una de las razones de ello es la condición de mutabilidad dinámica de las producciones escénicas, que incorporan formas, convenciones, procedimientos, recursos, técnicas, tecnologías y modalidades
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