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Teologia da Prosperidade

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Acercamiento a la teología de la prosperidad a partir de la 
Antropología Económica. 
Ricardo Augusto Schiebeck Villegas / 5º 
EAHNM1 
Chihuahua, Chih., 4 de diciembre de 2015. 
Introducción. 
Ciertamente el factor económico se encuentra presente en todas las religiones, ya sea 
explicitado para cubrir las necesidades del templo y sus dirigentes, o mediante elementos 
doctrinales y rituales. Pero en la actualidad existen movimientos religiosos que 
directamente connotan al factor económico y que incluyen a las divinidades dentro de la 
lógica monetaria. Tal es el caso de las vertientes evangélicas, pentecostales y neo-
pentecostales que sustentan sus prácticas mediante la llamada “teología de la prosperidad”. 
 El presente ensayo intenta realizar una reflexión y un replanteamiento en la forma 
de abordar esta doctrina y las prácticas que origina. Para lograr tal objetivo, en primera 
instancia se sintetiza y contextualiza dicha creencia explicando su surgimiento, 
características y las dinámicas particulares que genera. Posteriormente, se tomaron como 
bases teóricas de análisis dos obras que se ciñen a la Antropología Económica: El Ensayo 
sobre el don, de Marcel Mauss (2009) y El Enigma del don de Maurice Godelier (1998), a 
través de las cuales se cuestionan las acciones de dar-recibir-devolver entre seres humanos 
y la relación entre los seres superiores y las personas. 
Acerca de la teología de la prosperidad. 
El evangelismo, pentecostalismo y neo-pentecostalismo constituyen tres corrientes 
protestantes que se enlazan y suceden una a otra históricamente y que representan saltos 
cuantitativos en la propuesta teológica que expresan. Carolina Rivera Farfán (2008) señala 
que en América el pentecostalismo es la rama evangélica con mayor expansión, y 
conceptualiza su devenir histórico en postular que existen tres olas de crecimiento. La 
primera ola surge en Estados Unidos en 1901 impulsada por Charles F. Parham, las 
 
1 Escuela de Antropología e Historia del Norte de México. 
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características distintivas que se mostraron fueron una religiosidad participativa, emotiva y 
oral; para el caso de México se registra su presencia en 1914 en el norte fronterizo. La 
segunda ola la denomina “pentecostal-carismático” y para la autora representa un contexto 
en el cual se potenció el uso de manifestaciones extrasensoriales de la presencia divina, 
tales como hablar en lenguas, curaciones, milagros, etc., por lo que en esta ola también 
incluye a la agrupación de Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo (RCCES). 
Finalmente, la tercera ola es la que corresponde concretamente al neo-pentecostalismo, 
incorpora la experiencia religiosa física y el uso de espacios altamente atractivos, adopta un 
discurso neoliberal que relaciona lo material y tangible con lo espiritual y divino; 
presupuesto que posteriormente mayoritariamente las olas anteriores también asumieron. 
 A ese empate del progreso espiritual con el progreso material se le conoce como 
teología de la prosperidad, la cual en palabras de Pablo Semán se puede definir como “(…) 
conjunto de proposiciones dogmáticas, rituales y eclesiológicas en las que se afirman una 
relación entre la comunión con Dios y el bienestar material” (2001:145). La comunicación 
con Dios se alcanza mediante donaciones materiales que Él retribuirá. El autor indica que 
esa lógica es la razón de la expansión exitosa de las agrupaciones que se ciñen a dicha 
doctrina, puesto que implica una contextualización de la religión con la realidad 
contemporánea, es decir, traduce la lógica del sacrificio de forma simple y actual. La 
victima sacrificial que en tiempos judaicos era un animal puro y en el catolicismo la propia 
vida de Jesucristo – que expía las culpas y que todos deben seguir su ejemplo –, es suplida 
directamente por el dinero. 
 Edir Macedo fue pionero y propulsor de la teología de la prosperidad, presupuesto 
con el que fundó la Iglesia Universal del Reino de Dios en 1977 en Brasil; mejor conocida 
como “Pare de sufrir” por ser el eslogan que ha manejado. Es precisamente esta iglesia el 
ejemplo prototípico de la práctica de dicha doctrina. De acuerdo con Sotelo (2008) la 
teología de la prosperidad remite a la contraprestación e inversión, el mejoramiento en el 
ingreso económico se piensa como obra directa de Dios gracias a la ofrenda. Para justificar 
su planteamiento expresa que los feligreses de esta iglesia tienen que realizar dos tipos de 
colaboraciones económicas, la primera consiste en el diezmo mensual que debe de ser 
realmente el 10% de las ganancias de cada fiel, y la ofrenda “voluntaria” en cada sesión. Se 
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cuestiona el carácter de voluntariado puesto que la ofrenda se hace ante todos los presentes, 
además del hecho de que los pastores sugieren que se ofrenden ciertas cantidades (siempre 
altas) y se ha registrado represión/expulsión en el caso de emitir inconformidades. 
 Mientras que para Pablo Tramannoni (2006) en su tesis para obtener el titulo de 
licenciado en publicidad manifiesta que la dinámica social de la Iglesia Universal del Reino 
de Dios funge como medio para obtener productos ampliados de acuerdo con las 
necesidades que los adeptos vayan presentando. De tal forma que la inversión constante 
asegura la abundancia económica y la defensa ante las problemáticas que puedan 
amenazarla como es la enfermedad y el desempleo. Los asistentes por ello se convierten en 
consumidores y el precio de adquisición es directamente el elemento monetario. El autor 
puntualiza otro acto característico que deviene de la teología de la prosperidad, la llamada 
“confesión positiva”, la cual se basa en que la fe expresada a través de consignas en voz 
alta – y en nombre de Jesucristo – son la forma de pedirle a Dios la solución a la necesidad 
inmediata. La petición en voz alta se realiza siempre y cuando anteriormente se hayan 
realizado las ofrendas monetarias que solicita la institución, por tanto se puede 
conceptualizar a esta acción como la forma de cobrar las promesas de Dios ante el 
cumplimiento de las obligaciones del fiel. Pero sin dudas el acto que demuestra que el neo-
pentecostalismo se encuentra en una lógica diferente al protestantismo histórico es la 
preparación empresarial básica que se les da a los fieles, formación que les permita crear 
sus propias empresas y/o fortalecer la forma en que obtienen su ingreso económico. 
Contribución conceptual de la Antropología Económica. 
La Antropología Económica brinda las herramientas necesarias para comprender el 
desenvolvimiento de la praxis que desencadena la teología de la prosperidad, 
principalmente por no visualizar el campo económico de forma aislada sino como 
subsistema del sistema social; por tal razón permite analizar el fenómeno pero sin olvidar 
las premisas que lo originan y los procesos particulares que representa. 
 Marcel Mauss (2009) logró en su obra el cuestionamiento del carácter voluntario de 
los obsequios y las ofrendas, señalando que detrás de todo acto de transacción hay 
obligaciones e intereses económicos. Aunque realizó el estudio en comunidades 
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consideradas “primitivas” justifica su obra puesto que va más allá del afán de conocer sino 
que permite comprender un momento de la evolución social y por lo tanto explicar la 
propia sociedad; objeto de la Antropología Económica de acuerdo con Godelier (1967). A 
partir de su estudio con las tribus del noreste de América indicó la existencia de tres 
obligaciones: la evidente es la de devolver los regalos recibidos, pero también existe la 
obligación de dar y la de recibir. Las obligaciones no se pueden abstraer y abordarse 
individualmente, para el autor las tres obligaciones – y los derechos que de ellas devienen – 
están mezcladas estrechamente y deben analizarse en relación.El autor señala que en la 
vida real se conjugan el don, la obligación y la libertad. El don no devuelto pone en 
posición de inferioridad y el que devuelve debe demostrar lo contrario dando más. Los 
dones otorgados no son ni libres ni desinteresados, son contraprestaciones que permiten 
mantener una alianza provechosa. 
 Además del análisis y descripción de la relación entre pares en el proceso del don, 
Mauss también aborda someramente los dones ofrecidos a seres considerados superiores 
como los son los dioses y espíritus; es decir, la considerada cuarta obligación. El autor 
reconoce que el factor mitológico no le fue del todo comprensible pero argumenta que debe 
retomarse porque es un factor determinante al menos en las sociedades que él estudió. 
Continuando con la temática general del don, aborda la teoría del sacrificio y postula que la 
causalidad de éste es concebir a los dioses y espíritus como los primeros seres dueños de 
todo, por lo que existe mayor necesidad de negociar e intercambiar con ellos. “El objetivo 
de la destrucción sacrificial es precisamente el de ser una donación que necesariamente 
debe ser devuelta (…) se cree que a quienes hay que comprar es a los dioses y que los 
dioses saben retribuir el valor de las cosas.” (Mauss, 2009:100). Por tanto, Mauss observa 
en el sacrificio un contrato con los dioses aunque no precisa el porqué opera y porqué las 
divinidades deben también devolver los dones. 
 Maurice Godelier (1988) retoma las ideas de Marcel Mauss e intenta reactualizarlas 
y encontrar la forma en que opera el don en las sociedades actuales, además de profundizar 
en cuestiones que su predecesor no puntualizó. El replanteamiento de la cuestión del don 
deviene de un contexto social en el cual se multiplican los excluidos en el sistema 
económico y se crean nuevos mecanismos de vida. El tema del don en la actualidad – de 
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acuerdo al autor – tiene otro desenvolvimiento, tal como las aportaciones obligatorias a 
modo de impuestos o la cristalización de vínculos de relación del don entre sujetos 
abstractos. Es en este replanteamiento que se conceptualiza al acto de donar como la 
transferencia voluntaria de alguna cosa a alguien que se supone que no puede negarse a 
tomarla, instituyendo una doble relación entre el que dona y el que recibe. 
 Godelier señala que aunque Mauss logró comprender las tres obligaciones que 
derivan del don se enfocó sobre todo el acto de devolver, y no desarrolló la considerada 
cuarta obligación que consiste en la realización de ofrendas a seres superiores. Lo que sí 
indicó Mauss de esta obligación fue que se refleja en acciones como ofrendas, sacrificios o 
el ejemplo de la limosna, además de pensar que a través de dichos actos existe influencia 
sobre la divinidad, la cual responde y devuelve. Godelier crítica que aunque Mauss admite 
que se piensa que los dioses son los dueños de todo, no consideró que los hombres siempre 
tienen una deuda previa puesto que esas deidades donaron anteriormente la propia 
existencia; es una deuda a priori y una superioridad de la divinidad admitida 
automáticamente. Otra cuestión es que indica que la humanidad ante las divinidades no 
tiene ninguna equivalencia en los dones por tres razones: las divinidades siempre donan 
primero, el hombre no dispone bienes equiparables a los recibidos, las divinidades no 
tienen la obligación de aceptar los dones; y por tanto no se encuentran sujetas a las otras 
tres obligaciones del hombre y no tienen razón para devolver el don. 
 Godelier argumenta que no se puede pensar al sacrificio como contrato entre dioses 
y hombres por no poder equiparar los dones. La representación de las divinidades a través 
de determinados humanos cobra sentido, puesto que ellos toman su voz y posición de 
poder. A través de dichos representantes sí puede efectuarse el intercambio entre seres 
superiores y humanos dado a que el representante confirma la “aceptación” del don del 
hombre, a la par que comunica las acciones que trae el don como puede ser el devolverlo de 
determinada forma. Pero esto no se reduce para el autor a un tráfico mercantil sino a la 
premisa del creyente de tener una deuda con el Creador que tiene que saldar aunque no 
pueda y el reconocimiento de la superioridad y necesidad de éste, por lo que se busca su 
favor; puntos descuidados por Marcel Mauss. 
 
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Pensando el caso de la teología de la prosperidad. 
Godelier apunta a que las sociedades que Marcel Mauss estudió basaban su economía y 
moral en el don, mientras que en las actuales existe una economía y moral de la ganancia y 
el mercado. Y aunque el don se encuentra presente en todas las sociedades es necesario 
conocer el principio dominante para lograr comprender íntegramente los fenómenos. Ante 
ello es necesario plantear dos preguntas base ¿Cuál principio domina en las dinámicas 
derivadas de la teología de la prosperidad? Basándose en esa respuesta ¿De qué forma 
opera el don y cuáles son sus especificidades? 
 Bajo la lógica presente en la teología de la prosperidad analizada por diversos 
autores (Tramannoni, 2006; Sotelo, 2008; Semán, 2001; Rivera, 2008) se postula que en el 
cumplimiento de la cuarta obligación las donaciones humanas a los seres superiores no sólo 
influyen sino que determinan el comportamiento de la divinidad para con las personas. El 
sacrificio y la ofrenda aunque en religiones anteriores siempre tuvo la intencionalidad de 
obtener el favor de Dios y una relación positiva – dado a que es el dueño de todo y Él dio 
primero –, se reconoce en esta corriente neo-pentecostal que es el medio directo para 
conseguir bienes materiales específicos. 
 Sotelo (2008) – sin citar a Mauss o Godelier – en su análisis de las creencias 
presentes en la Iglesia Universal del Reino de Dios acepta que la teología de la prosperidad 
remite a la contraprestación. Analizando la cuestión implica el reconocimiento de una 
dinámica distinta en la relación con los seres superiores en donde las nociones de 
separación Dios/hombre se desdibujan e incluso se le da otra caracterización a esa relación 
en términos “novedosos”. Aunque Godelier reactualiza la propuesta de Mauss y profundiza 
en la cuarta obligación, aún no contempla el fenómeno religioso generado por factores 
como la posmodernidad. Por tal razón se comprende que reproduzca el discurso de que para 
las religiones los dioses se encuentran alejados y libres de las tres obligaciones que origina 
el don ¿Acaso no puede existir un credo que postule términos iguales de obligaciones entre 
la deidad y el hombre? La lógica que señala el neo-pentecostalismo y puntualmente esta 
teología postula dicho argumento. Dios sí está obligado a devolver, Dios sí está en deuda 
ante la ofrenda monetaria del fiel. 
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 A la par, si desde Mauss se cuestiona el carácter voluntario del don, ante las 
particularidades de esta religión se asume que no existe decisión sino obligación. 
Expresándose en la efectuación de diezmos mensuales, aportaciones regulares en cada 
sesión, el factor público del ofrecimiento, el señalamiento de qué y cuánto aportar, la 
represión ante inconformidades y la doctrina misma que señala la relación intrínseca entre 
prosperidad y aportación. ¿Por qué existe la obligación de dar? Porque no hacerlo implica 
sujetarse a las consecuencias de rechazar al Otro, como puede ser la enemistad e incluso la 
guerra. Para el caso de los adeptos a la teología de la prosperidad, el feligrés está obligado a 
dar porque si no lo hace acepta implícitamente que Dios no le brinde su favor e incluso que 
ataque sobre la poca o mucha prosperidad que pueda tener. Ejemplo son los testimonios 
que recoge Sotelo (2008) en los cuales se indica que cuando no contribuían a “la causa del 
Señor” no les iba bien, estaban desempleados o enfermos. Las aportaciones no nacen del 
“corazón” sino del interés, es decir, en elbeneficio. No es por el Otro – en este caso Dios – 
sino porque implican seguir conservando con Él una buena relación. 
 Al asumirse que la divinidad está posicionada en las obligaciones de dar-recibir-
devolver, también se traslada el pensamiento de que al recibir el destinatario del don se 
encuentra en una posición de inferioridad que sólo resuelve devolviendo más. En la 
lógica de religiones como la Iglesia Universal del Reino de Dios se remite a la obligación 
de Dios de devolver las ofrendas a las personas, se traduce directamente la implicación de 
que Él debe demostrar su posición superior mediante la confirmación de que puede regresar 
más de lo que se le otorga. Tal como indica Godelier en el acto de donar se generan dos 
relaciones: 
“Una relación de solidaridad ya que el donante comparte lo que tiene, o lo que es, 
con aquel al que dona, y una relación de superioridad, ya que el que recibe el don y 
lo acepta contrae una deuda con aquel que se lo ha donado. Por medio de esta deuda, 
se convierte en deudor y por ello se halla hasta cierto punto bajo su autoridad, al 
menos hasta que no haya devuelto lo que se le donó.” (1998:25). 
Esto se expresa mediante la confesión positiva, que funge como medio de cobrar el don, 
dado a que el hombre que ya dio su ofrenda puede indicar qué es lo que necesita, y se 
asume que dicha petición debe de ser respondida favorablemente. 
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 Finalmente, la puntualización de Godelier acerca de los representantes de las 
divinidades tiene una importancia vital que rige el comportamiento religioso y por tanto 
también a la teología de la prosperidad. Gracias a que existen representantes de Dios (en 
este caso los pastores) es posible efectuar el movimiento de dones, son éstos los 
depositarios del poder conferido por el grupo y que los legitima como los que pueden fijar 
la forma del sacrificio, a la par que la institución religiosa modula las implicaciones de 
derechos y obligaciones que proceden de dicha dinámica. En este caso particular, gracias al 
corpus teológico y a sus representantes es posible traducir el dar-recibir-devolver en la 
relación Dios/hombre, puesto que las personas aunque buscan el favor divino realizan su 
donación a través de dicha institución que justifica “la causa de Dios”, y ante el 
cumplimiento de la causa el fiel confía en que su divinidad tiene la obligación de 
devolvérselo. 
A manera de conclusión. 
Este primer acercamiento a la teología de la prosperidad a partir de la Antropología 
Económica permite resaltar elementos comunes con otras formas de expresión religiosa en 
el sentido de la existencia permanente de la obligación de realizar ofrendas a seres 
superiores, pero también mediante los estudiosos de esta oferta religiosa se contemplan 
diferencias marcadas que indican nuevos fenómenos, contextos y circunstancias 
particulares que nos vuelven a plantear la pregunta ¿De qué forma opera el don? 
 Ante ello se ve la necesidad de un replanteamiento actual tanto metodológico como 
conceptual en el cual se aborden nuevos fenómenos presentes en nuestro contexto 
inmediato. A través de este ensayo se pretendió reflejar que aunque las obligaciones que 
Mauss señalaba siguen vigentes, al menos para el caso de la teología de la prosperidad hay 
que repensar la lógica del sacrificio, la de los representantes de la divinidad y las posturas 
que argumentan una separación de las obligaciones para el caso del hombre y los seres 
superiores. 
 
 
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Bibliografía . 
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Mauss, Marcel. (2009). El Ensayo sobre el don.. Ed. Katz, Argentina. 
Rivera Farfán, Carolina. (2008). “Religiosidad G12 en los Altos de Chiapas, pentecostal o 
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Llera, Coords. Teorías y prácticas emergentes en Antropología de la Religión. 
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Sotelo, M., Saralegui, S., Horjales, R., Vicario, C. (2008). “Religión y pobreza: la Iglesia 
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El papel ambiguo de las religiones en la lucha contra la pobreza. Siglo del 
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Tramannoni Pazzi, Pablo Damián. (2006). Marketing religioso. La estrategia de marketing 
que la Iglesia Universal del Reino de Dios utiliza en la ciudad de Rosario (Tesis de 
licenciatura en publicidad). Universidad Abierta Interamericana, Rosario.

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