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estigma-creencias-relacion-enfermedades

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Pontificia Universidad Católica Argentina 
“Santa María de los Buenos Aires” 
Facultad de Psicología y Psicopedagogía 
Departamento de Psicología 
 
Trabajo de Integración Final 
Estigma y creencias en relación a las 
enfermedades mentales en descendientes de 
chinos y en la población autóctona argentina 
 
Nombre y Apellido: Lucía Zhang 
Número de registro: 12-1500902 
Directora: Dra. Gisela Delfino 
Firma: 
 
Fecha: 07/02/20 
 
2 
Índice 
 
Resumen ......................................................................................................................... 3 
1.Introducción………………………………………………………………………….3 
Planteamiento del problema ....................................................................................... 5 
1.1 Objetivo general ................................................................................................... 7 
1.2 Objetivos específicos ........................................................................................... 7 
1.3 Hipótesis............................................................................................................... 7 
2. Marco teórico ............................................................................................................. 8 
2.1 Estigma social y enfermedad mental ................................................................... 8 
2.2 Actitudes sociales y estigma social ...................................................................... 9 
2.3 El proceso de estigmatización ............................................................................ 10 
2.4 Cambios en la identidad como consecuencia de la estigmatización .................. 12 
2.7 El miedo al estigma como barrera para acceder a servicios en salud mental .... 17 
2.8 La autoestigmatización ...................................................................................... 20 
2.9 Estrategias de lucha contra el estigma ............................................................... 21 
3. Metodología ............................................................................................................. 24 
3.1 Muestra............................................................................................................... 24 
3.2 Instrumentos ....................................................................................................... 24 
3.3 Procedimiento .................................................................................................... 25 
3.4 Análisis de los datos ........................................................................................... 25 
4. Resultados ................................................................................................................ 27 
5. Discusión, conclusión y recomendaciones............................................................... 30 
Referencias bibliográficas ............................................................................................ 34 
 
 
3 
Resumen 
La enfermedad mental no conduce sólo a dificultades derivadas de los 
síntomas de la enfermedad, sino también constituyen una disminución de las 
oportunidades para disfrutar de una vida ciudadana activa y de los distintos aspectos 
relacionados con la calidad de vida. En la sociedad hay una percepción negativa sobre 
los diversos trastornos mentales que dan como resultado el estigma. Es por ello que no 
se debe desestimar los contextos sociales y culturales en los que se desarrollan. En 
donde la cultura puede influir en la enfermedad mental en términos del concepto, 
percepción, experiencia de los síntomas, reconocimiento y etiquetas, clasificación, 
tratamiento, y curso de la enfermedad mental. Es por ello que el estigma alrededor de 
la enfermedad mental es un fenómeno global que tiene un impacto sobre el acceso a 
los servicios de salud y la calidad de vida de las personas. En este sentido, la presente 
investigación tuvo como objetivo general explorar las creencias y el estigma asociado 
a las enfermedades mentales en la primera generación de descendientes de chinos y en 
la población autóctona argentina. Para eso, se desarrolló un estudio cuantitativo 
descriptivo de diferencia de grupos. La muestra estuvo conformada por participantes 
de nacionalidad argentina, de la primera generación de descendientes de chinos y la 
población autóctona argentina, con edades entre 18 y 60 años de la zona metropolitana 
de Buenos Aires. La cual consistió en un total de 105 casos. Se encontró que se 
presentan creencias negativas asociadas al miedo en relación a las enfermedades 
mentales en los participantes, donde suelen ver la enfermedad mental como signo de 
peligrosidad, relacionado a actos y conductas violentas impredecibles y a la falta de 
control. Demostrando que la presencia de estigmatización en relación a las 
enfermedades mentales es alta. Por otro lado, se pudo observar que los niveles de 
creencias negativas y la estigmatización en relación a las enfermedades mentales en 
descendientes de chinos fueron menores que en la población autóctona argentina. De 
esta forma, el estudio ofrece datos acerca de las creencias y estigma en la primera 
generación de descendientes chinos y la población autóctona argentina que permiten 
comprenderla más profundamente. 
Palabras claves: estigma, enfermedad mental, descendientes chinos, población 
autóctona argentina, cultura. 
 
 
4 
1. Introducción 
Se entiende por enfermedad mental aquella que se produce a raíz de una 
alteración que repercute sobre los procedimientos afectivos y cognitivos del 
desarrollo, la cual se traduce en dificultades para razonar, alteraciones del 
comportamiento, impedimentos para comprender la realidad y para adaptarse a 
diversas situaciones (Valencia, 2007). Entender la enfermedad mental como una parte 
de la vida y una circunstancia más de la persona, y no como un elemento que anula al 
resto de capacidades de las personas, permite que las enfermedades mentales sean 
tratadas para lograr la recuperación, reanudar vidas normales, satisfactorias y 
productivas o permitir que la persona que la padece pueda tener una mejor calidad de 
vida (FEAFES, 2006). 
Es por ello, que al contrario de lo que cree la población en general, las 
enfermedades mentales no son un problema exclusivo de unos pocos (Sobrino, 2013). 
Una mirada social en el ámbito de la salud mental tiene que atender las condiciones 
socio-históricas y los diferentes tipos de desigualdad social que interfieren en los 
diagnósticos. Desde esa perspectiva, la salud mental podría ser entendida como la 
expresión de un conjunto de factores, que pueden ser de tipo biológico, psicológico o 
social, pero también como una realidad simbólica construida históricamente en la 
propia interacción social (Iglesias & Rodríguez, 2016). 
Los sujetos con enfermedades mentales, conviven con otros en las familias o 
en las instituciones, con barreras y obstáculos sociales, en los que la estigmatización 
es común. El estigma es un atributo devaluador que degrada y rebaja a quien se le 
adjudica (Goffman, 1963). Los prejuicios y actos discriminatorios hacia las personas 
estigmatizadas, conllevan consecuencias emocionales, como miedo, vergüenza, 
ansiedad, y como resultado, la pérdida del estatus, devaluación y discriminación. Así 
como el no reconocimiento de la enfermedad por parte del propio individuo y de los 
familiares, dificultan el proceso de un tratamiento. Por eso es frecuente que estas 
personas presenten un bajo nivel de autoestima y una menor calidad de vida, además 
de una baja adherencia a los tratamientos (Twenge, Catanese & Baumeister, 2003). 
Por consiguiente, el estigma se transforma en un fenómeno contraproducente para 
lograr la plena inclusión social de los individuos con algún padecimiento psíquico. 
 
5 
Las sociedades ven la enfermedad mental de distinta manera, en algunas hay 
mayor o menor toleranciao aceptación hacia las enfermedades mentales. En las 
culturas asiáticas, las creencias tradicionales, la afiliación religiosa, los factores 
económicos y el nivel de modernización en la sociedad a menudo determinan el tipo 
de tratamiento buscado en la enfermedad mental (Ng, 1997). En las culturas 
occidentales hay una creencia de que la enfermedad mental es signo de déficit, 
debilidad, desviación, poca inteligencia, falta de fiabilidad o incompetencia y que se 
acompaña de conductas violentas e impredecibles. Además, se la asocia a una falta de 
responsabilidad ya sea por el padecimiento de la enfermedad o por no haber sido 
capaz de ponerle remedio mediante un tratamiento; se cree que la persona es débil de 
carácter; incompetente e incapaz para tareas básicas como pueden ser las de 
autocuidado; así como también, se lo suele asociar con la peligrosidad, la 
impredecibilidad de su carácter y de sus reacciones, y la falta de control. 
Argentina, que forma parte de esta cultura, ha recibido a lo largo de la historia 
migraciones europeas y sudamericanas, pero también asiáticas, entre las que se 
destacan los inmigrantes chinos. En la última década se verifica un incremento 
migratorio notable de la República Popular China, contando con una población de 
100.000 chinos dispersos en varias capitales del país, de la cual un 80% vive en la 
ciudad de Bs As (Pappier, 2011). 
Planteamiento del problema 
La investigación transcultural sobre los procesos de exclusión y discriminación 
hacia las personas afectadas por padecimientos mentales ha cobrado relevancia en la 
actualidad, ya que constituye un tema central relacionado con los derechos humanos y 
la lucha por garantizar la equidad en el acceso a la atención de la población afectada 
(Mora, Bautista, Aguilar, Natera & Pedersen, 2013). 
La enfermedad mental no conduce sólo a dificultades derivadas de los 
síntomas de la enfermedad, sino también constituyen una barrera poco permeable para 
el acceso de dichas personas a razonables condiciones de vida: una disminución de las 
oportunidades para disfrutar de una vida ciudadana activa y de los distintos aspectos 
relacionados con la calidad de vida: relaciones sociales, pareja, empleo, vivienda, 
salud, etc., y la atención en nuestras sociedades, como malentendidos de la sociedad 
 
6 
sobre los diversos trastornos mentales que dan como resultado el estigma (López et 
al., 2008). 
Según las estadísticas de salud mental de la Secretaría de Salud de la Nación, 
estudios dan cuenta de que los trastornos mentales están dentro de las cinco primeras 
causas de enfermedad en América. En Argentina, 1 de cada 3 personas presenta un 
problema de salud mental a partir de los 20 años. Las problemáticas más frecuentes 
son los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y los problemas por consumo de 
sustancias. Por eso, en Argentina, la cantidad estimada de personas afectadas por 
trastornos mentales es muy alta. Cetkovich (2018) comenta que los datos son de un 
enorme valor para que la población comprenda la gravedad y la alta frecuencia de los 
trastornos mentales, se hagan esfuerzos para que sean mejor comprendidos y se 
termine con el estigma que padecen las personas afectadas y sus familias, que además 
del dolor del sufrimiento tienen que agregar vergüenza e incomprensión. 
Por lo tanto, es fundamental promover el reconocimiento del paciente como 
persona para lograr una asistencia sanitaria efectiva y digna, y es por ello que el 
estigma hacia la enfermedad mental es una prioridad dentro de la salud pública 
mundial, razón por la cual se justifica y se requiere de una inversión contundente tanto 
por parte de las autoridades como de la comunidad en conjunto (Castro, 2005). Es 
importante valorar de qué manera y en qué medida se ven afectadas por este proceso 
de defensa grupal, y, si es posible, entender las razones reales y los argumentos que 
intentan justificarlo. Entender el cómo, cuánto y por qué nuestras sociedades 
estigmatizan específicamente a las personas con este tipo de problemas. Y aunque se 
habla de un fenómeno unitario, no hay que desestimar los contextos sociales y 
culturales en los que se desarrollan y algunas características individuales de las 
personas que las expresan y en las que se miden (López et al., 2008). 
En este contexto, se plantean las siguientes preguntas de investigación: ¿Qué 
creencias asociadas a las enfermedades mentales presentan los participantes? ¿Qué 
estigmas se asocian a las enfermedades mentales? ¿Existen diferencias en las 
creencias y en los niveles de estigmas que presenta la primera generación de 
descendientes chinos y población autóctona argentina? 
 
 
7 
1.1 Objetivo general 
Explorar las creencias y el estigma asociado a las enfermedades mentales en primera 
generación de descendientes de chinos y en población autóctona argentina. 
1.2 Objetivos específicos 
1. Describir creencias asociadas a las enfermedades mentales en los participantes. 
2. Identificar estigmas asociados a las enfermedades mentales. 
3. Comparar las creencias y los niveles de estigma en primera generación de 
descendientes chinos y población autóctona argentina. 
1.3 Hipótesis 
H1. Se verifican creencias negativas asociadas al miedo en relación a las 
enfermedades mentales en los participantes. 
H2. La presencia de estigmatización en relación a las enfermedades mentales es alta. 
H3. Las creencias negativas y la estigmatización en relación a las enfermedades 
mentales en descendientes de chinos son mayores que en la población autóctona 
argentina. 
 
 
8 
2. Marco teórico 
2.1 Estigma social y enfermedad mental 
El estigma es un atributo de devaluación que degrada a su destinatario 
(Goffman (1963). Se trata de una marca, atributo que vincula a un individuo con 
características indeseables que se convierten en estereotipos (Jones et al., 1984). En 
otros casos, se ha definido el estigma como una característica de las personas que 
resulta contraria a la norma de una unidad social, considerando como “norma” una 
creencia compartida dirigida a comportarse de una forma determinada en un momento 
preciso (Stafford & Scott, 1986). Para Jones, Scott y Marcus (1984) existen seis 
dimensiones relevantes a la hora de analizar el estigma. Una de ellas es la visibilidad 
del estigma, es decir, en qué medida se puede ocultar o no; otra de ellas es el 
desarrollo del estigma, si es estable o se desarrolla gradualmente; también se 
encuentra la disruptividad, que refiere a en qué medida interfiere las relaciones 
sociales del estigmatizado; y por otro lado, los aspectos estéticos, relacionado con las 
reacciones de los demás al aspecto del estigmatizado; así como también, el origen, 
que refiere a aquellas personas a las que se les atribuye la responsabilidad en la 
adquisición o mantenimiento del estigma; y por último, se encuentra el peligro, es 
decir, en qué medida el estigma implica riesgo para la vida de los demás. En el caso 
concreto de la enfermedad mental, se puede observar que las dimensiones más 
relevantes son: la visibilidad, puesto que la persona puede ocultar la información de 
que padece de un trastorno; la disruptividad, ya que afecta a la vida cotidiana de la 
persona con el trastorno mental; y el peligro, debido a que se suele percibir a la 
persona con un trastorno mental como violenta. 
Asimismo, según Thornicroft, Rose, Kassam y Sartorius (2007), el estigma 
incluye tres elementos: un problema de conocimiento (ignorancia), un problema de 
actitud (prejuicio) y una conducta (discriminación). Cuando se activan los prejuicios, 
las creencias pueden dar lugar a reacciones de miedo, temor, desconfianza y producen 
discriminación, con las consecuentes dificultades de acceso a un trabajo o vivienda 
independientes, limitación en sus relaciones sociales y de pareja, deterioro del acceso 
a los sistemas judicial y de salud (Muñoz, Santos, Crespo &Guillén, 2009). Scheff 
(1966) agrega que esta etiqueta provoca estereotipos negativos (como la peligrosidad), 
dando lugar al rechazo social, cambios en la identidad y en última instancia la 
perpetuación y amplificación de conductas anormales. 
 
9 
Al analizar el estigma público relacionado con la etiología de las enfermedades 
mentales, se ha podido observar que, a pesar de que con el transcurso del tiempo el 
público ha adoptado una perspectiva causal neurobiológica de las enfermedades 
mentales, y que esta perspectiva ha aumentado la tendencia a apoyar su tratamiento, 
no ha disminuido su estigmatización (Pescosolido et al., 2010) 
Es por ello que el estigma alrededor de la enfermedad mental es un fenómeno 
global que tiene un impacto sobre el acceso a los servicios de salud y en el desempeño 
social y laboral de los sujetos. Las consecuencias negativas del estigma incluyen 
aislamiento, desmoralización, desesperanza, baja autoestima y menor búsqueda de 
ayuda. En ocasiones, el efecto del rechazo y el estigma puede ser más nocivo que los 
síntomas mismos (Lee, 2002). 
Como construcción social, el estigma no es un fenómeno subjetivo, sino que se 
genera y se construye a partir de las relaciones interpersonales con una dinámica 
propia, dentro de un contexto dado, en un momento determinado. Por eso es un 
producto social relacionado con la institucionalización y las regulaciones de la vida 
social (Pedersen, 2009). 
2.2 Actitudes sociales y estigma social 
En el caso de las actitudes vinculadas al estigma social, podemos distinguir los 
"Estereotipos", es decir, el conjunto de creencias, en gran parte erróneas, que la 
mayoría de la población mantiene en relación con un determinado grupo social y que 
condicionan o sesgan en gran medida la percepción, el recuerdo y la valoración de 
muchas de las características y conductas de los miembros de dicho grupo. Los 
"Prejuicios", aquellas predisposiciones emocionales, habitualmente negativas, que la 
mayoría experimenta con respecto a los miembros del grupo cuyas características 
están sujetas a creencias estereotipadas. Y la "Discriminación", o propensiones a 
desarrollar acciones positivas o negativas, habitualmente medidas en términos de 
distancia social deseada hacia dichos miembros (Rüsch, Angermeyer & Corrigan, 
2005). 
Por lo que las actitudes tienen componentes cognitivos, afectivos y 
conductuales, diferenciados pero interrelacionados y que hacen referencia a cómo 
clasificamos o categorizamos personas o cosas en términos de "bueno/malo", 
"deseable/indeseable" y "aproximable/rechazable" (Fazio & Olson, 2007). 
 
10 
Además, en general la sociedad infiere que una persona tiene una enfermedad 
mental a partir de cuatro tipos de signos y tiende a reaccionar de forma 
estigmatizadora ante ellos: por los síntomas psiquiátricos como comportamientos 
extraños, irregularidades en el lenguaje; por déficits en las habilidades sociales, en el 
contacto visual, lenguaje corporal o temas de discusión; la apariencia física como la 
higiene personal, forma de vestir; y por las etiquetas, aquellas personas de las que se 
sabe que tienen una enfermedad mental, son víctimas directas del estigma asociado a 
la enfermedad mental (Corrigan, 2000). 
En definitiva, los estereotipos, prejuicios y discriminaciones asociadas a la 
enfermedad mental pueden privar a quienes la padecen de oportunidades que pueden 
resultar esenciales para el logro de sus objetivos vitales, especialmente aquellos que 
tienen que ver con su independencia económica y personal (Corrigan & Kleinlein, 
2005). Por ello resulta tan necesario trabajar con los conocimientos, actitudes y 
habilidades sociales cuando se trata de reducir o eliminar el estigma 
2.3 El proceso de estigmatización 
Por otro lado, la asociación de este complejo de actitudes a personas y grupos 
concretos tiene lugar a través del denominado "proceso de estigmatización". Autores 
como Link, Yang, Phelan y Collins (2004) comentan que el proceso de 
estigmatización implica una serie de pasos como son el etiquetado cognitivo, que es la 
selección en función de las características sociales más salientes; la estereotipia, 
aquella categorización que va acompañada de una representación negativa; la 
separación cognitiva, en donde se empiezan a crear dos grupos separados; las 
reacciones emocionales, que normalmente son de índole negativa; la pérdida de 
status del grupo estigmatizado y por último, la discriminación. Es por ello que 
resulta de un conjunto de pasos más o menos sucesivos de la distinción, etiquetado e 
identificación de una determinada diferencia o marca que afecta a un grupo de 
personas. Rüsch, Angermeyer y Corrigan (2005) agregan que a las personas 
etiquetadas se les asocian con características desagradables en función de creencias 
culturales prevalentes; su consideración como un grupo diferente y aparte: "ellos" 
frente a "nosotros". Las repercusiones emocionales en quien estigmatiza (miedo, 
ansiedad, irritación, compasión) y en quien resulta estigmatizado (miedo, ansiedad, 
vergüenza). La pérdida de estatus y la discriminación que afecta consecuentemente a 
la persona o grupo estigmatizado, dando lugar a resultados diferentes y habitualmente 
 
11 
desfavorables en distintas áreas. Y la existencia de factores o dimensiones 
estructurales que tiene que ver en último término, con asimetrías de poder, sin las 
cuales el proceso no funcionaría o, al menos, no con la misma intensidad ni con las 
mismas consecuencias para las personas afectadas. Es por eso que la estigmatización 
puede verse como un producto de varios procesos sociales secuenciales o simultáneos 
de rotulamiento, estereotipación, distanciamiento social, segregación y exclusión, 
degradación y discriminación, que ocurren por lo general en un contexto de poder 
asimétrico (Link & Phelan, 2001). 
El proceso de estigmatización es específico de cada cultura y de cada momento 
histórico, fruto de las alianzas y juegos de poder propios de cada sociedad. En relación 
a las personas con enfermedad mental, multitud de estudios coinciden en señalar las 
diferencias existentes en el trato que se da a estas personas según vivan en entornos 
rurales o urbanos o pertenezcan éstos a países llamados desarrollados o en vías de 
desarrollo. Sin embargo, se puede observar que el estigma en salud mental se perpetra 
mediante el olvido y la negligencia; los actores ejecutivos y legislativos olvidan el 
componente mental en la mayoría de los programas, planes y sistemas de salud, y no 
sólo pasa en países en vías de desarrollo, sino también en países desarrollados (Burns, 
2009). 
Por otra parte, en algunos casos de enfermedad entre grupos étnicos y otras 
“minorías visibles” residentes en países industriales, la discriminación es mayor por su 
condición étnica y de salud, por lo que evitan el contacto con los servicios de salud 
mental o recurren a estos cuando ya es demasiado tarde. En los países 
latinoamericanos, el estigma y la exclusión social de los enfermos mentales es un 
hecho frecuente de observar en la vida cotidiana. Según evidencias parciales, en países 
como México, Perú y Brasil, se observan importantes diferencias regionales, y 
también entre sectores urbanos y rurales, así como también, las distintas etnias, 
culturas y clases sociales en relación al estigma y la exclusión social, ponen de 
manifiesto las diferentes formas de organización social, los que a su vez se traducen 
en distintos niveles de tolerancia y estigmatización frente a la enfermedad mental 
(Pedersen, 2009). Es por eso que, al analizar el estigma, es importante tomar en cuenta 
el contexto histórico como el entorno político (global y nacional), aquellos que están 
fuertemente implicados tanto en la producción, como en el mantenimiento, la 
exacerbación o la atenuación de este fenómeno (Das, 2001). 
 
12 
Por otra parte, Romero (2010),comenta que la persona estigmatizada asiste a 
un proceso dual: por un lado, es consciente de que su personalidad abarca muchos más 
atributos y rasgos de personalidad que los que forman parte de su estigma y, por el 
otro y en virtud del proceso de socialización, tiene interiorizadas respecto de sí misma 
las mismas creencias que el grupo social dominante. Por ello reconoce que no es 
aceptada socialmente en igualdad de condiciones, entonces asume que es diferente. 
Esto le lleva a mantener una actitud de alerta permanente frente al atributo 
estigmatizador, que pasa a convertirse en un rasgo central de su personalidad y los 
esfuerzos por ocultarlo o corregirlo en parte de su identidad. 
En todos estos casos, los procesos estigmatizadores ponen a las personas ante 
situaciones de exclusión que, no sólo dificultan la integración social de las personas 
con enfermedad mental y sus familiares, sino que pueden asociarse a otros riesgos 
psicológicos producidos por la exclusión social como son los comportamientos auto-
excluyentes, los problemas cognitivos o las conductas auto-punitivas y de riesgo 
(Twenge, Catanese & Baumeister, 2003). 
2.4 Cambios en la identidad como consecuencia de la estigmatización 
La identidad se define como el conjunto de pensamientos, valores, recuerdos y 
elementos contextuales que constituyen la personalidad, el carácter, el modo de vida y 
la forma de actuar de un individuo. Es un concepto complejo y multidimensional que 
incluye aspectos sociales y culturales. Es por ello, que la identidad no es un concepto 
fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta de forma continua de 
la influencia exterior (Molano, 2007). 
Por otro lado, Romero (2010) comenta que la socialización implica un proceso 
estructural a través del cual se establece las categorías para ubicar a las personas, 
asignándoles atributos preestablecidos de antemano previos a su conocimiento real. 
Estos atributos forman su “identidad social”. En la cual, este mecanismo facilita las 
situaciones de interacción, al permitir clasificar rápidamente a las personas con las 
cuales entramos en contacto en función de unos rasgos externos que hemos 
interiorizado con antelación como propios de un determinado tipo de personas y a 
partir de los cuales podemos establecer la comunicación de manera bastante 
automática. En función de las categorías que identificamos sabemos qué expectativas 
podemos albergar respecto a esa persona concreta. Esta identidad social favorece la 
 
13 
relación en base al juego de roles sociales preestablecidos; permite tratar a los “otros” 
sin necesidad de dedicarles una atención especial. Así surge una “identidad social 
virtual” diferente de la “identidad social real”, constituida esta última a partir de los 
rasgos y atributos de personalidad particulares de cada persona concreta. En el 
transcurso de una interacción habitual, el proceso de conocimiento permite el tránsito 
de la identidad social virtual a la real. Sin embargo, cuando la persona con la que se 
interacciona porta un estigma, el proceso cambia (Goffman, 1970). 
El estigma va a implicar un bloqueo, un menosprecio que impide el 
conocimiento de su identidad social real. Conlleva una desacreditación que a su vez 
supone cierta deshumanización de la persona que lo porta, dando lugar a conductas de 
discriminación. Angermeyer y Schulze (2001) exponen que el estigma está compuesto 
por uno o varios atributos profundamente desacreditadores, la cual hace que la 
persona en cuestión, sea menos deseable y pasa a convertirse en el rasgo central de su 
personalidad, ocultando o minimizando el resto de sus atributos. Incluso, en muchas 
ocasiones, el estigma llega a acaparar la totalidad de la identidad. En el caso de la 
enfermedad mental, la persona pasa a ser, por ejemplo, sólo “un esquizofrénico”. A la 
vez que parecen ser definidos solamente por la enfermedad ya que se asume que la 
persona "es" esquizofrénica y no que "tiene" o "padece" esquizofrenia. Por lo tanto, se 
trata de un cambio en la identidad de la persona, quien puede pasar de una historia 
previa a ser para los otros “el enfermo”, “el esquizofrénico” o “el loco” (Restrepo, 
Mora & Rodríguez, 2007). 
2.5 Estigma y cultura 
Las nociones en torno a la estigmatización como construcción social nos 
deberían inducir a pensar que el estigma no es algo que simplemente existe dentro de 
la cabeza de las personas, sino que se genera y se construye a partir de las relaciones 
interpersonales con una dinámica propia, dentro de un contexto dado, en un momento 
y realidad determinada. De esta forma, la estigmatización se entiende como un 
producto social relacionado con la institucionalización, con las regulaciones de la vida 
en sociedad y con las ideologías que las sustentan, así como con las decisiones hechas 
por los individuos, las sociedades y los estados (Pedersen, 2009). Es por ello que el 
surgimiento del estigma es un fenómeno social. Y es ahí, en el contexto social, donde 
 
14 
se hace preciso analizar el proceso del origen y evolución del estigma, que varía por 
tanto según los periodos históricos y culturas específicas. 
La cultura es algo vivo, compuesta tanto por elementos heredados del pasado 
como por influencias exteriores adoptadas y novedades inventadas localmente. 
Asimismo, tiene funciones sociales: una de ella es proporcionar una estimación de sí 
mismo, condición indispensable para cualquier desarrollo, sea este personal o 
colectivo (Verhelst, 1994). Por otro lado, la cultura impone valores positivos y 
adjudica significados específicos a ciertas formas de comportamiento evaluadas como 
tales, mientras al mismo tiempo, asigna un valor negativo o desvaloriza otras formas 
de comportamiento contrastantes. Este proceso se puede describir como la 
“construcción cultural del estigma”. Además, en toda sociedad se crean prácticas, 
estructuras e instituciones sociales para controlar, contener y aún reprimir ciertos tipos 
de comportamiento considerado como aberrante o desviado de la norma y estas 
mismas instituciones y prácticas con frecuencia inducen a la exclusión social y 
estigmatización de la enfermedad. En estos casos se puede hablar de la “construcción 
social del estigma” (Pedersen, 2009). 
En efecto, la estigmatización depende en forma significativa del contexto 
social hasta el punto que es plausible esperar una mayor incidencia en aquellas 
sociedades más competitivas, que están atravesando por un proceso de cambio social 
y económico acelerado. Haghighat (2001) sostiene que, en estos casos, la escasez de 
recursos económicos y la competitividad aumentada genera rivalidad y posiblemente 
intensifica la envidia y la desconfianza, incrementando la estigmatización y la 
discriminación en contra de aquellos que llevan el atributo negativo. 
Es por eso que la cultura puede influir en la enfermedad mental en términos 
del concepto, percepción, experiencia de los síntomas, reconocimiento y etiquetas, 
clasificación, tratamiento, y curso de la enfermedad mental (Kleinman, 1977). Por 
ejemplo, Chu y Sue (2011) realizaron investigaciones acerca de los estadounidenses 
de origen asiático, en donde encontraron que estos pueden tener ciertas ideas 
culturales sobre la enfermedad y los servicios de salud mental que afectan su 
percepción en la necesidad de ayuda. Estos autores sugirieron que una mayor 
aculturación y familiaridad con las concepciones occidentales de la salud mental 
facilita la búsqueda de ayuda. 
 
15 
Abe-Kim et al. (2007) encontraron que los estadounidenses asiáticos nacidos 
en Estados Unidos eran más propensos que los asiáticos americanos inmigrantes de 
primera generación a utilizar servicios relacionados con la salud mental, y que la 
tercera o más reciente generación de estadounidenses asiáticos con una enfermedad 
diagnosticable buscó servicios a una tasa aún mayor (62,6%) durante el último año. 
Otro estudiomostró que los estadounidenses de Asia con mayor enculturación 
(creencias más fuertes en los valores asiáticos) tenían actitudes menos positivas sobre 
la búsqueda de ayuda para problemas de salud mental (Kim & Omizo, 2003). De 
hecho, el uso de curanderos de la Medicina Tradicional China para trastornos 
psiquiátricos disminuye a medida que los asiáticos americanos se vuelven más 
occidentalizados y aculturados (Yang et al., 2009). Además, la ausencia de distinción 
del cuerpo de la mente carece en culturas asiáticas, la tendencia a somatizar y la 
vergüenza compartida por el paciente y familiares tienen un gran impacto sobre el 
comportamiento de búsqueda de ayuda (Ng, 1997). 
Lin, Inui, Kleinman y Womack (1982) encontraron que los pacientes asiáticos 
frecuentemente recurren a distintas formas de prácticas para curarse, ya sea desde la 
medicina occidental, remedios tradicionales con herbas, como la adoración en el 
templo, sin la necesidad de adherirse a un tratamiento. De modo que a menudo 
conduce a contactarse con servicios de la salud mental como la última opción. Esto en 
parte refleja la negación, el autocontrol, la respuesta pasiva, la resistencia a reconocer 
la enfermedad mental y la contención de la familia. Lin y Lin (1981) señalan que es 
probable que el fuerte estigma esté conectado a la familia debido a la gran carga de 
vergüenza y culpa que ellos conllevan. La enfermedad mental deslustra el honor de la 
familia, el nombre y a sus antepasados. El origen del estigma es en parte por miedo de 
la familia oriental que expone su propia vergüenza a otros. Cuanto más fuerte es el 
deseo de ocultar su “desgracia”, más intenso será el estigma. La enfermedad mental 
todavía es vista en gran parte como biológica por los psiquiatras chinos que tienen 
poco interés por lo psicosocial o por la dinámica familiar (Kleinman & Mechanic, 
1981). 
Por eso, en las culturas asiáticas, rasgos como la falta de dualismo del cuerpo 
de la mente, somatización, medicalización de enfermedades psiquiátricas, creencias 
espirituales y religiosas y la orientación familiar, a menudo van a determinar el tipo de 
tratamiento buscado en la enfermedad mental (Ng, 1997). 
 
16 
Es por ello que además de la necesidad de aumentar la disponibilidad de 
clínicas de lengua asiática, la investigación ha señalado la necesidad de proveedores 
culturalmente competentes que sean capaces de entender y ofrecer tratamientos de 
salud mental con visiones del mundo y estilos cognitivos similares, por ejemplo, en la 
percepción de problemas, orientación para hacer frente a estos problemas y en los 
objetivos terapéuticos de los clientes (Zane et al., 2005). Ya que muchos asiáticos que 
toman la difícil decisión de iniciar contacto con los proveedores de salud mental 
pueden ser más propensos a permanecer en tratamiento si encuentran estos aspectos 
culturalmente congruentes del proceso de cuidado (Sue & Sue, 1999). 
Aunque el estigma es más frecuente y severo en culturas asiáticas, no significa 
que sea concluyente y pueda generalizarse. Pues la falta de aceptación de la 
enfermedad mental y del tratamiento psiquiátrico por temor al estigma es sólo un 
factor en las culturas asiáticas. De modo que, conviene examinar la experiencia y las 
implicaciones de problemas psicológicos, así como la respuesta sociocultural a la 
enfermedad mental. Tal conocimiento llevaría la influencia directa sobre la utilización 
de servicios de salud mental, el cumplimiento de tratamiento, la respuesta al 
tratamiento, programas preventivos y estrategias de educación públicas (Ng, 1997). 
Por lo tanto, el diseño de intervenciones efectivas en contra del estigma y la 
exclusión social depende de un mejor entendimiento por parte nuestra del estigma, y 
no sólo como un atributo simple e individual, sino también como el resultado de 
procesos sociales y culturales más complejos (Pedersen, 2009). 
2.6 Variables sociodemográficas y su influencia en la estigmatización 
López et al (2008) comentan que el estigma se manifiesta en las personas de 
manera diferenciada, las actitudes suelen ser menos negativas en personas con edades 
más jóvenes, mayor nivel cultural y, especialmente, mayor conocimiento directo y 
contacto personal con personas con enfermedad mental. Asimismo, Arrillaga y 
Suárez (2010) también han comprobado que a más edad se manifiestan más conductas 
negativas y, por lo general, los sujetos con enseñanzas elementales tienden más al 
rechazo y a la segregación (Vezzoli et al., 2001). 
Flores (1990) estudió las actitudes respecto a la enfermedad mental y el 
enfermo mental, hallando actitudes positivas frente a estos. Pero en la medida en que 
eran más jóvenes y con más escolaridad, estas actitudes se definían más, lo cual se 
 
17 
puede explicar por el nivel de maduración; por haber logrado la integración de sí 
mismo y con el exterior, y por la educación recibida en la escuela, que enriqueció sus 
percepciones y sus conocimientos, lo cual probablemente favorece estas actitudes. Sin 
embargo, al participar más en la vida social de los adultos, como es el empezar a 
trabajar, se modifican sus ideas respecto a la adaptación del enfermo mental dentro de 
la comunidad. A medida en que los jóvenes cambian de condición social, se va 
modificando su representación de la sociedad en beneficio de la adaptación. Van 
incorporando valores, creencias, mitos y estigmas sociales, debido a la necesidad de 
sentirse integrados a ese nuevo mundo laboral. 
Con respecto al sexo, los resultados muestran que los hombres, por lo general, 
perciben las enfermedades mentales de un modo más negativo que las mujeres, las 
cuales suelen mostrar menos prejuicios y actos de discriminación (Corrigan & 
Watson, 2007). Esto podría explicarse por la mayor empatía social de las mujeres 
(Schieman & Van Gundy, 2000), que suelen mostrarse más abiertas a la integración 
de estos colectivos, aunque manifiestan, a su vez, más sentimientos negativos como 
miedo o evitación (EwaldsKvist et al., 2013). 
2.7 El miedo al estigma como barrera para acceder a servicios en salud mental 
El estigma percibido supone una barrera sociocultural para el acceso a 
servicios de salud mental y priva a las personas que reúnen criterios de trastorno 
mental de la posibilidad de disfrutar de atención integral e integrada (Campo-Arias, 
Oviedo & Herazo, 2014). 
Según Romero (2010), el rechazo social a la enfermedad mental propicia que, 
en muchas ocasiones, las personas afectadas no quieran acudir a los servicios 
específicos para abordar la enfermedad, tanto en el ámbito sanitario como en el social, 
por el temor a la colocación de la etiqueta de «enfermo/a mental». Esta situación 
dificulta que estas personas acudan a los servicios en las fases iniciales, lo cual 
contribuye al agravamiento de la enfermedad. Por otra parte, la desigual consideración 
que estas enfermedades tienen respecto a otras en el conjunto del sistema sanitario 
influye en la inferior asignación de recursos para su tratamiento, así como un cierto 
desprestigio de los profesionales a ellas vinculadas en comparación con otros 
problemas de salud. Todo ello sustenta un contexto donde las personas con 
enfermedad mental sienten ansiedad e inseguridad ante los contactos con personas que 
no tienen problemas de salud mental y que no les «comprenden», así como, por temor 
 
18 
a la falta de respeto que suele producirse. Es por eso que esto les predispone a 
mantener relaciones sociales en espacios «protegidos» ocasionando un cierto 
aislamiento social. Además, la relación en los contextos protegidos puede derivar en 
situaciones de cierta sobreprotección que dificultan, a su vez, el deseable trato 
igualitario; ocasionando un círculo vicioso que resulta muy difícil de romper para 
muchas personas. 
Caraveo (1988) explica que la población que tiene un padecimiento mental no 
acude a los servicios de salud, y cuando lo hacees porque ya han pasado más de 10 
años que se presentaron los primeros síntomas. Pese a los programas diseñados por los 
servicios de salud destinados para esta población (Flores, 1990). Según un informe de 
la OMS (2001), la causal más fuerte de rechazo a la atención psiquiátrica es la 
creencia de que los trastornos mentales no tienen tratamiento efectivo. O se piensa que 
su efectividad es mayor, por ejemplo, para el alcoholismo y la depresión, pero menor 
para la esquizofrenia (Schomerus, Matschinger & Angermeyer, 2014). Además, esto 
se une al temor y la vergüenza asociado al estereotipo, tanto a nivel laboral, como en 
términos de la participación en diversos ámbitos de la sociedad. Pero además, las 
creencias negativas sobre la enfermedad mental no sólo se encuentran arraigadas en la 
población general, sino que también, se haya en el personal de salud (Sartorius, 1998). 
Estas actitudes de rechazo suelen presentarse en especialistas de la salud mental, 
quienes asocian cierto fatalismo al padecimiento y a la posibilidad de recuperación, 
por lo que consideran que no tiene sentido invertir en la rehabilitación, ya que 
suponen que son pacientes que no tienen remedio (Tipper et al., 2006). 
El estigma y la intolerancia a las diferencias han aumentado durante las 
últimas décadas. Varios factores pueden ser los responsables. La urbanización, por 
ejemplo, al aumentar la densidad de la población en las ciudades, hace más probable 
que las personas no sean capaces de tolerar en su vecindario a alguien que tiene una 
conducta perturbadora. Por otra parte, el acceso a la asistencia dependerá de la 
percepción que las autoridades y la población en general tengan de la enfermedad. Si 
las personas enfermas mentales son percibidas como peligrosas, y se les considera 
difícilmente recuperables, habrá mucha oposición a la hora de colocar los nuevos 
servicios de salud mental en vecindarios con inmuebles de buena calidad y fácilmente 
accesibles (Castro, 2005). 
 
19 
Graham, Rogers, y Yassin (2003) denominan como “consumidores 
potenciales” a las personas con enfermedad mental que tratan de evitar el estigma no 
recabando atención psiquiátrica. Se consideran a sí mismos parte del público, son 
conscientes de los prejuicios comunes contra las personas con enfermedad mental y no 
quieren ser vistos como parte de la minoría “enferma mental” y pretenden evitar así el 
estigma público. Así, los consumidores potenciales pueden optar por no acceder a la 
atención como manera de evitar esta etiqueta. Actualmente, existen varias 
investigaciones que apoyan la afirmación de que el estigma limita el uso de los 
servicios. Es por ello que al reducir el estigma público y la autoestigma contribuirían a 
la búsqueda de los servicios de salud. 
Por otra parte, en las familias asiáticas tradicionales, por ejemplo, se pone 
mucho énfasis en darle honor al nombre de la familia y mantener una buena 
reputación a través del consumo público. Todo lo que un miembro de la familia hace 
como individuo se refleja en toda la familia. Los comportamientos como el fracaso 
escolar, la delincuencia, los problemas vocacionales o las enfermedades mentales 
pueden traer vergüenza, descontento y deshonor al nombre de la familia (Sue & Kirk, 
1973). Como resultado, el sistema familiar ejerce grandes presiones para mantener 
esas cosas ocultas a la vista del público, y esto puede resultar en el bajo uso del 
servicio clínico. 
Estudios de Tata y Leong (1994) apoyan la afirmación de que las actitudes de 
los estudiantes chino-estadounidenses hacia la búsqueda de ayuda psicológica 
profesional pueden verse fuertemente influenciadas por factores tales como el género, 
la aculturación, la orientación de las redes sociales y el individualismo. Su 
descubrimiento de que los estudiantes chino-americanos más aculturados tenían una 
actitud más favorable hacia los servicios de salud mental es consistente con la 
hipótesis de que los valores culturales chinos tradicionales pueden tener un impacto 
negativo en la percepción de los servicios psiquiátricos occidentales. Del mismo 
modo, el hecho de que las mujeres tuvieran una disposición más favorable a la ayuda 
profesional también es consistente con la orientación patriarcal tradicional de la 
sociedad china. Los hombres son los principales responsables de la reputación 
familiar, son los portadores del nombre y del status familiar. Es por ello que la 
búsqueda de terapias y asesoramientos se pueden reflejar pobremente pero no sólo en 
sí mismos, sino también en la familia. 
 
20 
2.8 La autoestigmatización 
Resulta oportuno señalar la existencia del autoestigma, entendido como las 
reacciones de las personas que pertenecen a un grupo estigmatizado, en donde las 
actitudes estigmatizadoras se vuelven contra ellas mismas. Al igual que el estigma, la 
autoestigma también consta de estereotipos, prejuicio y discriminación. El auto- 
prejuicio implica reacciones emocionales negativas, que sobre todo van a influir en 
una autoestima y autoeficacia baja. Es así que se explican fracasos en la inserción 
laboral, búsqueda de vivienda, etc (Muñoz & Uriarte, 2006). Es por ello que se 
describe a la autoestigmatización como conductora a una real desmoralización 
(Mueser & Tarrier, 1998), con sentimientos de vergüenza y disminución de la 
autoestima favoreciendo el aislamiento y dificultando la petición de ayuda. Además, 
suelen sufrir de pesimismo, desesperación y de una baja percepción de competencia 
debido a la internalización de los mensajes negativos que se encuentran en el 
medio social en el cual viven estas personas (Hinshaw, & Stier, 2008). La cual además 
de constituirse en un factor de estrés, que según los modelos de vulnerabilidad (López 
& Laviana, 2007), aumenta el riesgo de recaídas e incluso de suicidio (Gray, 2002). 
Yanos et al (2008) exponen un modelo explicativo que profundiza en las 
relaciones entre el estigma internalizado, la recuperación y los resultados de las 
intervenciones. A los factores de sintomatología y autoestima, incorporan la 
conciencia de enfermedad, desesperanza y el afrontamiento, apoyando la hipótesis de 
que el estigma internalizado aumenta los comportamientos evitativos y los síntomas 
depresivos. Es por ello, que también suelen sufrir problemas muy graves en el ámbito 
social y familiar, que además de los efectos propios de la enfermedad, es también 
debido a la alta de apoyo y comprensión que reciben por parte de su entorno. Por 
ejemplo, Putman (2008) ha encontrado que la depresión suele recibir más respuestas 
positivas por parte de los demás, mientras que la esquizofrenia suele producir 
reacciones más negativas por parte de familiares, amigos y compañeros de trabajo. 
Romero (2010) señala que las personas que no se identifican con el grupo 
estigmatizado tienen más posibilidades de permanecer indiferentes al estigma porque 
no sienten que los prejuicios y la discriminación se refieran realmente a ellos. Sin 
embargo, lo harán aquellos que se identifican con el grupo de los enfermos mentales. 
Su reacción se modera en función de la legitimidad percibida: si consideran que las 
actitudes estigmatizadoras son legítimas, es más probable que su autoestima y 
 
21 
autoeficacia sean bajas. Si, por otra parte, consideran que el estigma público es 
ilegítimo e injusto, probablemente reaccionarán con indignación justificada. Estas 
personas participan activamente a menudo en intentos de fortalecimiento, tomando 
como objetivo la reivindicación de mejoras asistenciales y la calidad de los servicios. 
2.9 Estrategias de lucha contra el estigma 
Según Crisp, Gelder, Meltzer y Rowlands (2000), las estrategias que se 
plantean deben apuntar a dos grandes objetivos: interrumpir los procesos de 
estigmatización, modificando las actitudes sociales prevalentes y eliminando factores 
de refuerzo, por un lado, y, paralelamente, disminuirel impacto que el estigma tiene 
sobre las personas afectadas y ayudarlas a desarrollar estrategias personales más 
adecuadas para el manejo del problema. Una de las estrategias es mediante la protesta. 
Cuyas acciones intentan resaltar la injusticia del estigma, adoptando un enfoque 
reivindicativo de movilización y activismo social. Se aplica a menudo frente a 
declaraciones públicas, reportajes de medios de comunicación y anuncios 
estigmatizadores. Pero, por otro lado, no hay datos suficientes sobre el efecto de la 
protesta frente a los prejuicios de las personas. Es decir, la protesta puede ayudar a 
reducir el comportamiento público estigmatizador, pero es menos probable que sea 
eficaz en la promoción de actitudes positivas nuevas (Muñoz, Guillén & Pérez-Santos 
2013). 
Según Wahl (1992), la representación de los enfermos mentales que 
realizan los medios de comunicación consiste en una tendencia a presentar casos 
de trastornos psicóticos graves, mostrando además que se trata de una enfermedad 
peligrosa, inadecuada e indeseable. Por ejemplo, películas que muestran y hacen creer 
que todos los que padecen de una enfermedad mental son violentos y peligrosos y que 
podrían llegar a ser asesinos potenciales (Sieff, 2003). Y así, representando retratos de 
gente con poca probabilidad de acceder a un empleo. Resultando en que las personas 
tengan una actitud negativa hacia los miembros de este colectivo. Es por ello que los 
medios de comunicación social son claves para formar opiniones y en muchas 
ocasiones son la única fuente de información del ciudadano, de ahí radica su gran 
importancia. 
Asimismo, a través de la educación, se trata de disminuir el estigma 
proporcionando información veraz y equilibrada. Utilizando diferentes medios, como 
 
22 
libros, vídeos y programas de enseñanza estructurados para transmitir este tipo de 
información. Está comprobado que cursos educativos cortos sobre la enfermedad 
mental reducen las actitudes estigmatizadoras, aunque los programas son más eficaces 
para participantes que tienen un conocimiento mayor de la enfermedad mental previo 
a la educación o que tenían o tienen contacto con personas con enfermedad mental. 
Está demostrado que los programas educativos reducen las actitudes estigmatizadoras, 
pero a corto plazo, es decir, la duración de estos efectos suele ser limitada (Muñoz & 
Uriarte, 2006). 
Por otra parte, se ha demostrado que el contacto con personas con enfermedad 
mental puede ayudar a aumentar los efectos de la educación sobre reducción del 
estigma por parte de la sociedad. Está comprobado que es menos probable que 
miembros de la mayoría que han conocido a miembros de grupos minoritarios 
estigmaticen a miembros de esa minoría. Por lo tanto, el contacto puede ser una 
estrategia para disminuir los estereotipos y el estigma en salud mental. En este caso, 
Corrigan et al (2012) subraya cuatro principios claves para que el contacto directo con 
personas con enfermedad mental genere cambios en las actitudes estigmatizadoras: en 
donde el contacto ha de estar focalizado hacia grupos diana, su efectividad es mayor si 
se realiza a nivel local, debe desarrollarse de forma continuada en el tiempo y la 
persona de contacto ha de tener credibilidad para el grupo diana. 
Además de ello, López et al (2008) destacan distintos tipos de intervenciones 
como la disminución de las asimetrías de poder, el uso razonable de los diagnósticos, 
la atención integrada en sistemas generales, la atención sanitaria efectiva, sistemas de 
apoyo social y tratamiento asertivo, educación de distintos sectores de la población, el 
contacto y la interacción social, el trabajo con los medios de comunicación, medidas 
legales y el apoyo personal y familiar, como las estrategias más eficaces para la 
reducción del estigma. 
Romero (2010) agrega que se debe trabajar con la perspectiva social, ya que el 
contexto es significativo, porque condiciona y marca los límites y posibilidades de las 
intervenciones con las personas que viven con la enfermedad mental. Asimismo, la 
importancia de creer en las posibilidades de superación de cada persona con respecto a 
la enfermedad mental, especialmente si recibe este apoyo de su círculo más cercano. 
Además, fomentar el empoderamiento de las personas con enfermedad mental, sus 
 
23 
asociaciones y sus familiares, y reforzar todos los aspectos positivos, rescatar casi lo 
insignificante para mejorar la confianza y autonomía para lograr el cambio. También, 
se debe tener una actitud profesional activa en defensa de los derechos de las personas 
con enfermedad mental, a favor de los colectivos más desfavorecidos en coherencia 
con el código deontológico de nuestra profesión que busca remover los obstáculos 
para lograr una mayor justicia social, y asumir la responsabilidad profesional en el 
apoyo de este colectivo, tanto dentro del sistema sanitario como con otros sistemas de 
protección social. Mejorar la coordinación con el sistema de justicia, defendiendo la 
idoneidad de las incapacidades «intermitentes» en los casos que se contemple una 
mejora personal que permita recuperar la autonomía. Trabajar por la disminución de 
estereotipos: fomentando programas de formación (en el ámbito profesional y 
comunitario) que promuevan el conocimiento real de la enfermedad mental y de 
quienes la viven. Impulsar proyectos de interacción grupal y comunitaria que permitan 
la inclusión social en condiciones de mayor respeto e igualdad. Para ello hay que tener 
en cuenta las condiciones adecuadas: el estatus semejante de los participantes, 
características de los miembros exogrupo que desconformen el estereotipo, una 
situación de contacto que facilite la cooperación entre ambos grupos y que los 
individuos se conozcan de forma personal y la existencia de normas que favorezcan el 
igualitarismo intergrupal. 
En síntesis, se podría decir que los factores que pueden crear un entorno 
ventajoso para el contacto interpersonal y la reducción del estigma son: la igualdad de 
estatus entre los participantes, una interacción cooperativa y el apoyo institucional 
para la iniciativa del contacto. En definitiva, el contacto combinado con la educación 
parece ser el camino más prometedor, debido a que producen cambios mayores y más 
duraderos tanto en los conocimientos como en las actitudes y comportamientos de la 
sociedad hacia las personas con enfermedad mental. 
 
 
24 
3. Metodología 
3.1 Muestra 
Se desarrolló un estudio cuantitativo descriptivo de diferencia de grupos, 
transversal con adultos de ambos sexos entre 18 y 60 años como unidad de análisis. 
El muestreo fue no probabilístico de tipo intencional. La muestra estuvo 
conformada por participantes de nacionalidad argentina, de la primera generación de 
descendientes de chinos y población autóctona argentina, con edades entre 18 y 60 
años de la zona metropolitana de Buenos Aires. La cual consistió en un total de 105 
casos. Un 52,4 % (n= 55) fueron mujeres y el 47,6 % (n=50) restante, fueron varones. 
Se los dividió en dos grupos. El primer grupo fue conformado por participantes 
de nacionalidad argentina de descendientes de chinos, que compone el 60% de la 
muestra (n= 63). Y el segundo grupo, conformado por participantes de nacionalidad 
argentina de la población autóctona argentina, que compone el 40% restante de la 
muestra (n=42). La media de la edad del total de la población fue de 30,23 (DE 
=11,60; Mínimo= 18; Máximo= 58). 
3.2 Instrumentos 
El cuestionario que se utilizó es de formato auto administrado y estaba 
integrado por una sección de datos personales donde se consultó la edad, sexo, 
nacionalidad, el nivel educativo de los participantes y distintas preguntas elaboradas 
ad hoc acerca de cuan identificado se siente con la cultura y costumbres de su país de 
residencia y del país de origen de sus padres o abuelos, así como cuánto conoce acercade la historia de estos países. Además, se les preguntó qué experiencia tienen con la 
enfermedad mental. 
Para evaluar el estigma hacia la enfermedad mental, se utilizó la Escala de 
Percepción de la Discriminación y la Devaluación hacia la Enfermedad Mental 
(PDD). (Link, 1987). Se trata de una escala unidimensional de 8 preguntas, de tipo 
Likert, con 6 puntos que van desde “muy en desacuerdo” hasta “totalmente de 
acuerdo”, y que busca medir el estigma social inducido por la enfermedad mental o 
aquellas creencias acerca de la desvaloración/discriminación que experimenta una 
persona por el hecho de padecer una enfermedad mental. Los ítems han sido 
construidos de tal forma que cualquier persona puede responder a ellos, y no sólo 
 
25 
aquellas que padezcan de una enfermedad mental. En relación a la consistencia interna 
de la escala, los valores de alfa de Cronbach reportados fue de .85, compuesta por 8 
ítems. 
En cuanto a las opiniones acerca de la enfermedad mental, se utilizó la 
escala de Opiniones acerca de la enfermedad mental (Opinions about Mental Illness 
Scale, OMI, Cohen & Struening, 1960). Consta de 26 reactivos que evalúan dos 
dimensiones: Negativismo y Etiología Social, interpersonal. El negativismo hace 
referencia a una supuesta peligrosidad de estos pacientes, a la necesidad de encerrarlos 
y de tomar distancia de ellos. Mientras que la Etiología social/interpersonal refiere a 
la tolerancia, comprensión y justificación de los enfermos mentales en la medida que 
los mismos tienen o no responsabilidad sobre el origen de su enfermedad. El rango de 
respuesta va de 0 = totalmente en desacuerdo a 5 = totalmente de acuerdo. El alfa de 
Cronbach encontrado para la escala total fue de .88. La dimensión de Negativismo, 
compuesta por 13 ítems, arrojó un alfa de Cronbach de .79. Y la dimensión de 
Etiología social e interpersonal, compuesta por 13 ítems, arrojó un alfa de Cronbach 
de .81. El instrumento no se encuentra adaptado para Argentina, por lo cual, se realizó 
una prueba piloto para evaluar la equivalencia lingüística, el nivel de complejidad y 
comprensión. 
3.3 Procedimiento 
Se recolectaron los datos enviando un e-mail a los participantes donde se 
proporcionó un link desde el cual se accedió al cuestionario online. 
La participación fue voluntaria y anónima, pudiendo omitir, no informar o 
culminar la encuesta si lo creían necesario. Para esto, los participantes antes de 
empezar firmaron un consentimiento informado en donde se explicaron los objetivos 
de la investigación y el tipo de participación que se requiere. Este consentimiento 
cumple con los lineamientos para el comportamiento ético en las Ciencias Sociales y 
Humanas (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, 
Res. D N° 2857/06). 
3.4 Análisis de los datos 
Para describir la identificación con el país de origen y con Argentina, las 
creencias y los niveles de estigma asociado a las enfermedades mentales en adultos de 
 
26 
la zona metropolitana de Buenos Aires, se generó un análisis de frecuencias, se 
reportaron los porcentajes y se utilizó la media y el desvío estándar. A fin de conocer 
las posibles diferencias entre los distintos grupos definidos en función de las variables 
sociodemográficas y para analizar la percepción, discriminación y la devaluación así 
como las opiniones hacia la enfermedad mental, se utilizó, según el caso, alguno de 
los siguientes estadísticos: t de Student, ANOVA de un factor y Chi-cuadrado. 
Asimismo, se calculó el coeficiente de correlación (r de Pearson). El programa 
estadístico que permitió utilizar estas funciones es el SPSS versión 25. 
 
 
27 
4. Resultados 
Se puede observar que se encontró una media de 4.32 (DE= .60) relativamente 
alta en relación al estigma total. Y dentro de esta escala, es mayor el subítem de 
negativismo con una media de 4.67 (DE= .60), es decir la percepción de peligrosidad 
de pacientes con enfermedad mental, que la etiología social/interpersonal de una 
media de 3.97 (DE=.71) que refiere a la tolerancia, comprensión y justificación de los 
enfermos mentales en la medida que los mismos tienen o no responsabilidad sobre el 
origen de su enfermedad. En cuanto a la percepción de discriminación y devaluación 
hacia la enfermedad mental, la cual se obtuvo una media de 2.06 (DE=.43) es 
comparativamente baja ya que dio debajo de la media teórica (2,5). (ver Tabla 1). 
Tabla 1. Creencias y estigmas asociadas a las enfermedades mentales en los 
participantes. 
 Media DE Mínimo Máximo 
Negativismo 4.67 .60 3.15 5.92 
Etiología Social 3.97 .71 2.08 5.69 
Estigma Total 4.32 .60 2.88 5.62 
PDD 2.06 .43 1 3 
Nota: Negativismo, Etiología Social y Estigma Total entre 1 y 6; Percepción de 
discriminación y devaluación (PDD) entre 1 y 4. 
 
Como puede observarse en la Tabla 2, no se verifican relaciones entre el 
estigma total y las creencias (PDD), así como tampoco se observan relaciones entre la 
percepción de discriminación y devaluación con las dos dimensiones del estigma total 
(negativismo y etiología social). Pero si se puede hablar de una correlación entre la 
etiología social con el negativismo y el estigma total con el negativismo y la etiología 
social. 
Tabla 2. Relación entre creencias y estigma asociadas a las enfermedades mentales 
 
Negativismo Etiología Social Estigma total 
Percepción de la 
discriminación y 
la devaluación 
(PDD) 
Negativismo 
Etiología social ,653** 
Estigma total ,892** ,925** 
PDD -0,138 0,03 -0,051 
**< .01 
 
28 
 
Se hallaron diferencias a nivel del negativismo y del estigma total, pero no a 
nivel de la etiología social e interpersonal con las percepciones de discriminación y 
devaluación. Habiendo una menor estigmatización hacia la enfermedad mental por 
parte de los participantes de nacionalidad argentina con descendencia china que la 
población autóctona argentina (ver Tabla 3). 
 
Tabla 3. Diferencias entre creencias y estigma en función de la descendencia 
 Población 
autóctona 
argentina 
Descendientes de 
chinos 
t gl p 
Media Desvío Media Desvío 
Negativismo 4,85 0,55 4,55 0,60 2,51 103 0,01 
Etiología Social 
4,11 0,72 3,88 0,70 1,60 103 0,11 
Estigma Total 4,48 0,59 4,22 0,58 2,22 103 0,02 
PDD 2,04 0,46 2,07 0,41 -0,36 103 0,71 
 
Con respecto a las identificaciones con las costumbres del país, se pudo 
observar que la población autóctona argentina se siente identificada con las 
costumbres de Argentina, la cual se relacionó con una mayor percepción de 
discriminación y devaluación hacia la enfermedad mental. Esto puede verse en la 
Tabla 4. 
 
29 
Tabla 4. Relación entre las identificaciones con las costumbres del país 
 
 
 
 
Negativismo 
Etiología 
social 
PDD 
Estigma 
total 
Población 
autóctona 
argentina 
¿Cuán identificado se siente con 
las costumbres de Argentina? 
-0,03 0,05 ,49** 0,01 
¿Cuán identificado se siente con 
las costumbres de China o 
Taiwán? 
-0,07 -0,18 0,08 -0,14 
Descendientes 
de chinos 
¿Cuán identificado se siente con 
las costumbres de Argentina? 
0,22 0,14 -0,15 0,20 
¿Cuán identificado se siente con 
las costumbres de China o 
Taiwán? 
0,22 0,01 -0,15 
0,13 
 
 
30 
5. Discusión, conclusión y recomendaciones 
Actualmente, los trastornos mentales son responsables de una proporción 
importante de la discapacidad en el mundo y existen indicios de que esta situación se 
va deteriorando aún más si no se toman medidas al respecto. Un estudio Argentino de 
Epidemiología en Salud Mental, arrojó resultados de que uno de cada tres argentinos 
mayores de 18 años presentó un trastorno de salud mental en algún momento de su 
vida. Siendo lo más frecuentes, el episodio depresivo mayor, seguido por el abuso de 
sustancias y las fobias específicas (Cetkovich, 2018). Además, según las estadísticas 
de salud mental de la Secretaría de Salud de la Nación, estudios dan cuenta deque los 
trastornos mentales están dentro de las cinco primeras causas de enfermedad en 
América. Como consecuencia, la cantidad estimada de personas afectadas por 
trastornos mentales es muy alta en Argentina. Siendo necesario implementar 
estrategias para que las personas que sufren de algún trastorno mental inicien un 
tratamiento, así como también, para reducir la demora en el inicio del mismo. Es por 
ello que contar con datos epidemiológicos propios es de importancia fundamental. Y 
la cual debería influir para que las autoridades aumenten los recursos destinados a tal 
efecto. 
El estigma ligado a la enfermedad mental y a la discriminación, representa 
importantes repercusiones negativas, reduciendo las oportunidades y la calidad de 
vida de los pacientes. Además, representa un obstáculo significativo para el desarrollo 
de los programas de salud mental. En tal caso, el estigma es un factor que incrementa 
las pérdidas y debe ser abordado, tanto de manera individual como también en una 
perspectiva social o de políticas de salud. Por lo tanto, es sumamente importante 
promover el reconocimiento del paciente como persona para lograr una asistencia 
sanitaria efectiva y digna, y es por ello que el estigma hacia la enfermedad mental es 
una prioridad dentro de la salud pública mundial, razón por la cual se requiere de una 
inversión terminante tanto por parte de las autoridades como de la comunidad en 
conjunto (Castro, 2005). 
A partir de los resultados obtenidos, se puede afirmar que se presentan 
creencias negativas asociadas al miedo en relación a las enfermedades mentales en los 
participantes, confirmando la hipótesis 1 del estudio. Suelen ver la enfermedad mental 
como signo de peligrosidad, relacionado a actos y conductas violentas impredecibles y 
a la falta de control. Asimismo, según Thornicroft, Rose, Kassam y Sartorius (2007), 
 
31 
el estigma incluye tres elementos: un problema de conocimiento (ignorancia), un 
problema de actitud (prejuicio) y una conducta (discriminación). Es por ello que 
cuando se activan los prejuicios, las creencias pueden dar lugar a reacciones de miedo, 
temor, desconfianza y producen discriminación, y como consecuencia pueden 
presentar dificultades de acceso a un trabajo o vivienda independientes, limitación en 
sus relaciones sociales y de pareja y un deterioro del acceso a los sistemas judicial y 
de salud (Muñoz, Santos, Crespo & Guillén, 2009). Además, esta etiqueta provoca 
estereotipos negativos (como la peligrosidad), dando lugar al rechazo social, cambios 
en la identidad y en última instancia la perpetuación y amplificación de conductas 
anormales (Scheff, 1966). 
Es por ello que la presente investigación demuestra que la presencia de 
estigmatización en relación a las enfermedades mentales es alta, confirmando así la 
segunda hipótesis planteada. Aunque los participantes no perciban que haya 
socialmente discriminación hacia esos grupos, no quita que las personas con 
enfermedad mental son estigmatizadas. Estudios recientes muestran en forma 
consistente, que a pesar de existir una mayor conciencia entre el público general sobre 
los trastornos mentales, persisten las percepciones equivocadas o sesgadas, y los 
estereotipos siguen vigentes y hasta parecen haber aumentado (Pedersen, 2009). 
Asimismo, se ha podido observar que, a pesar de que con el transcurso del tiempo el 
público ha adoptado una perspectiva causal neurobiológica de las enfermedades 
mentales, y que esta perspectiva ha aumentado la tendencia a apoyar su tratamiento, 
no ha disminuido su estigmatización (Pescosolido et al., 2010). 
Por otro lado, se puede observar que los niveles de creencias negativas y la 
estigmatización en relación a las enfermedades mentales en descendientes de chinos 
fueron menores que en la población autóctona argentina. Por lo que se podría pensar 
que si bien, en la cultura asiática la enfermedad mental es vista en gran parte como 
biológica por los psiquiatras chinos que tienen poco interés por lo psicosocial o por la 
dinámica familiar, y que esta puede influir en términos del concepto, percepción, 
experiencia de los síntomas, reconocimiento y etiquetas, clasificación, tratamiento, y 
curso de la enfermedad mental, así como en la identidad que la persona asuma, no 
significa que sea concluyente y pueda generalizarse. Ya que la falta de aceptación de 
la enfermedad mental y del tratamiento psiquiátrico por temor al estigma es sólo un 
factor en las culturas asiáticas. De modo que, conviene examinar la experiencia y las 
 
32 
implicaciones de problemas psicológicos, así como la respuesta sociocultural a la 
enfermedad mental. Tal conocimiento llevaría la influencia directa sobre la utilización 
de servicios de salud mental, el cumplimiento de tratamiento, la respuesta al 
tratamiento, programas preventivos y estrategias de educación públicas. 
Pero principalmente resulta necesario trabajar con los conocimientos, actitudes 
y habilidades sociales cuando se trata de reducir o eliminar el estigma. Ya que los 
estereotipos, prejuicios y discriminaciones asociadas a la enfermedad mental pueden 
privar a quienes la padecen de oportunidades que pueden resultar esenciales para el 
logro de sus objetivos vitales, especialmente aquellos que tienen que ver con su 
independencia económica y personal (Corrigan & Kleinlein, 2005). 
Los resultados de esta investigación se ven limitados porque es una muestra no 
probabilística de tipo intencional, tomados de la zona metropolitana de Buenos Aires. 
Por consiguiente, resulta pertinente establecer nuevas estrategias que integren 
enfoques para intervenir todas las dimensiones que competen al fenómeno, además de 
métodos más eficaces para la evaluación del estigma y de las intervenciones que lo 
aborden. Asimismo, no se podría afirmar que, en cuanto a las diferencias entre 
creencias y estigma en función de la descendencia, hay una menor estigmatización 
hacia la enfermedad mental por parte de los participantes de nacionalidad argentina 
con descendencia china que la población autóctona argentina, ya que hay que tomar en 
cuenta que es un muestra no representativa, en la cual estos datos apenas son 
exploratorios y no son indicativos de lo que la realidad analiza por la totalidad. Por lo 
que se necesitan investigaciones futuras para comprender las diferencias dentro del 
grupo entre participantes de nacionalidad argentina con descendencia china y la 
población autóctona argentina: las expresiones culturales de la psicopatología, la 
cuantificación de los sesgos en los informes culturales y los tratamientos culturales 
innovadores para aumentar el acceso a los servicios. Además, es necesario lograr una 
implicación del resto de personas, ya que si no, no será posible lograr el objetivo de 
mejorar la visión que se tiene de la enfermedad mental (Castro, 2005). 
Por otro lado, sería oportuno tomar las variables sociodemográficas (que, si 
bien fueron tomadas en la investigación, pero no se incluyeron como parte de los 
resultados) y evaluarlas con respecto a la estigmatización hacia la enfermedad mental 
y así, obtener un estudio más completo acerca del caso. Asimismo, desarrollar líneas 
de investigación para caracterizar y evaluar los diversos tipos de estigma en 
 
33 
Latinoamérica. Donde para lograr tal objetivo es necesario adaptar instrumentos 
diseñados por otros equipos de investigación, considerando las características 
socioculturales de la comunidad o localidad en la que se pretenda aplicar, y generar 
intervenciones socio culturalmente adaptadas a las diversas regiones de América 
Latina. 
Los distintos aspectos analizados en las páginas precedentes generan preguntas 
e hipótesis que van delineando una nueva agenda de investigaciones en este campo. 
Preguntarse si la enfermedad psiquiátrica severa y persistente tiene una distribución 
universal. De ser así, ¿cuáles son las atribucionesde causalidad, los significados 
asociados con la experiencia, las reacciones sociales y respuestas frente a estas 
enfermedades en diferentes países, culturas y sectores urbanos y rurales? ¿Influye la 
cultura de una persona en su percepción de la enfermedad mental? ¿A más edad, 
incremente el nivel de estigmatización hacia la enfermedad mental? ¿Hay diferencias 
en cuanto al sexo de la persona con respecto al estigma? ¿Cómo se construyen 
socialmente el estigma y la exclusión social en la enfermedad mental? ¿Cuáles son los 
recursos que se disponen a nivel de la comunidad local para afrontar la carga que 
impone la enfermedad mental? La investigación sobre estas preguntas representa un 
área de importancia primordial para el futuro desarrollo de políticas sociales en salud 
mental y para los programas de intervención, y aún para el desarrollo de modelos 
alternativos de práctica clínica. Así, las iniciativas de investigación en salud mental y 
las comparaciones interculturales entre países son herramientas valiosas para analizar 
las determinantes psico-sociales y el impacto del estigma y la exclusión social en la 
enfermedad mental, así como también, representan una base fundamental para el 
desarrollo de intervenciones locales efectivas y sostenibles que permitan reducir la 
estigmatización y faciliten la integración de las personas afectadas por la enfermedad 
mental en la sociedad. 
En síntesis, resulta claro que todavía no se conocen cuáles son los medios más 
efectivos para combatir el estigma asociado con las enfermedades mentales (Crisp, 
2000). El diseño de intervenciones efectivas en contra del estigma y la exclusión 
social depende, en última instancia, de nuestro mejor entendimiento del estigma no 
sólo como un atributo simple e individual, sino también como el resultado de procesos 
sociales y culturales más complejos. 
 
 
34 
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