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Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires” Facultad de Psicología y Psicopedagogía Departamento de Psicología Trabajo de Integración Final Estigma y creencias en relación a las enfermedades mentales en descendientes de chinos y en la población autóctona argentina Nombre y Apellido: Lucía Zhang Número de registro: 12-1500902 Directora: Dra. Gisela Delfino Firma: Fecha: 07/02/20 2 Índice Resumen ......................................................................................................................... 3 1.Introducción………………………………………………………………………….3 Planteamiento del problema ....................................................................................... 5 1.1 Objetivo general ................................................................................................... 7 1.2 Objetivos específicos ........................................................................................... 7 1.3 Hipótesis............................................................................................................... 7 2. Marco teórico ............................................................................................................. 8 2.1 Estigma social y enfermedad mental ................................................................... 8 2.2 Actitudes sociales y estigma social ...................................................................... 9 2.3 El proceso de estigmatización ............................................................................ 10 2.4 Cambios en la identidad como consecuencia de la estigmatización .................. 12 2.7 El miedo al estigma como barrera para acceder a servicios en salud mental .... 17 2.8 La autoestigmatización ...................................................................................... 20 2.9 Estrategias de lucha contra el estigma ............................................................... 21 3. Metodología ............................................................................................................. 24 3.1 Muestra............................................................................................................... 24 3.2 Instrumentos ....................................................................................................... 24 3.3 Procedimiento .................................................................................................... 25 3.4 Análisis de los datos ........................................................................................... 25 4. Resultados ................................................................................................................ 27 5. Discusión, conclusión y recomendaciones............................................................... 30 Referencias bibliográficas ............................................................................................ 34 3 Resumen La enfermedad mental no conduce sólo a dificultades derivadas de los síntomas de la enfermedad, sino también constituyen una disminución de las oportunidades para disfrutar de una vida ciudadana activa y de los distintos aspectos relacionados con la calidad de vida. En la sociedad hay una percepción negativa sobre los diversos trastornos mentales que dan como resultado el estigma. Es por ello que no se debe desestimar los contextos sociales y culturales en los que se desarrollan. En donde la cultura puede influir en la enfermedad mental en términos del concepto, percepción, experiencia de los síntomas, reconocimiento y etiquetas, clasificación, tratamiento, y curso de la enfermedad mental. Es por ello que el estigma alrededor de la enfermedad mental es un fenómeno global que tiene un impacto sobre el acceso a los servicios de salud y la calidad de vida de las personas. En este sentido, la presente investigación tuvo como objetivo general explorar las creencias y el estigma asociado a las enfermedades mentales en la primera generación de descendientes de chinos y en la población autóctona argentina. Para eso, se desarrolló un estudio cuantitativo descriptivo de diferencia de grupos. La muestra estuvo conformada por participantes de nacionalidad argentina, de la primera generación de descendientes de chinos y la población autóctona argentina, con edades entre 18 y 60 años de la zona metropolitana de Buenos Aires. La cual consistió en un total de 105 casos. Se encontró que se presentan creencias negativas asociadas al miedo en relación a las enfermedades mentales en los participantes, donde suelen ver la enfermedad mental como signo de peligrosidad, relacionado a actos y conductas violentas impredecibles y a la falta de control. Demostrando que la presencia de estigmatización en relación a las enfermedades mentales es alta. Por otro lado, se pudo observar que los niveles de creencias negativas y la estigmatización en relación a las enfermedades mentales en descendientes de chinos fueron menores que en la población autóctona argentina. De esta forma, el estudio ofrece datos acerca de las creencias y estigma en la primera generación de descendientes chinos y la población autóctona argentina que permiten comprenderla más profundamente. Palabras claves: estigma, enfermedad mental, descendientes chinos, población autóctona argentina, cultura. 4 1. Introducción Se entiende por enfermedad mental aquella que se produce a raíz de una alteración que repercute sobre los procedimientos afectivos y cognitivos del desarrollo, la cual se traduce en dificultades para razonar, alteraciones del comportamiento, impedimentos para comprender la realidad y para adaptarse a diversas situaciones (Valencia, 2007). Entender la enfermedad mental como una parte de la vida y una circunstancia más de la persona, y no como un elemento que anula al resto de capacidades de las personas, permite que las enfermedades mentales sean tratadas para lograr la recuperación, reanudar vidas normales, satisfactorias y productivas o permitir que la persona que la padece pueda tener una mejor calidad de vida (FEAFES, 2006). Es por ello, que al contrario de lo que cree la población en general, las enfermedades mentales no son un problema exclusivo de unos pocos (Sobrino, 2013). Una mirada social en el ámbito de la salud mental tiene que atender las condiciones socio-históricas y los diferentes tipos de desigualdad social que interfieren en los diagnósticos. Desde esa perspectiva, la salud mental podría ser entendida como la expresión de un conjunto de factores, que pueden ser de tipo biológico, psicológico o social, pero también como una realidad simbólica construida históricamente en la propia interacción social (Iglesias & Rodríguez, 2016). Los sujetos con enfermedades mentales, conviven con otros en las familias o en las instituciones, con barreras y obstáculos sociales, en los que la estigmatización es común. El estigma es un atributo devaluador que degrada y rebaja a quien se le adjudica (Goffman, 1963). Los prejuicios y actos discriminatorios hacia las personas estigmatizadas, conllevan consecuencias emocionales, como miedo, vergüenza, ansiedad, y como resultado, la pérdida del estatus, devaluación y discriminación. Así como el no reconocimiento de la enfermedad por parte del propio individuo y de los familiares, dificultan el proceso de un tratamiento. Por eso es frecuente que estas personas presenten un bajo nivel de autoestima y una menor calidad de vida, además de una baja adherencia a los tratamientos (Twenge, Catanese & Baumeister, 2003). Por consiguiente, el estigma se transforma en un fenómeno contraproducente para lograr la plena inclusión social de los individuos con algún padecimiento psíquico. 5 Las sociedades ven la enfermedad mental de distinta manera, en algunas hay mayor o menor toleranciao aceptación hacia las enfermedades mentales. En las culturas asiáticas, las creencias tradicionales, la afiliación religiosa, los factores económicos y el nivel de modernización en la sociedad a menudo determinan el tipo de tratamiento buscado en la enfermedad mental (Ng, 1997). En las culturas occidentales hay una creencia de que la enfermedad mental es signo de déficit, debilidad, desviación, poca inteligencia, falta de fiabilidad o incompetencia y que se acompaña de conductas violentas e impredecibles. Además, se la asocia a una falta de responsabilidad ya sea por el padecimiento de la enfermedad o por no haber sido capaz de ponerle remedio mediante un tratamiento; se cree que la persona es débil de carácter; incompetente e incapaz para tareas básicas como pueden ser las de autocuidado; así como también, se lo suele asociar con la peligrosidad, la impredecibilidad de su carácter y de sus reacciones, y la falta de control. Argentina, que forma parte de esta cultura, ha recibido a lo largo de la historia migraciones europeas y sudamericanas, pero también asiáticas, entre las que se destacan los inmigrantes chinos. En la última década se verifica un incremento migratorio notable de la República Popular China, contando con una población de 100.000 chinos dispersos en varias capitales del país, de la cual un 80% vive en la ciudad de Bs As (Pappier, 2011). Planteamiento del problema La investigación transcultural sobre los procesos de exclusión y discriminación hacia las personas afectadas por padecimientos mentales ha cobrado relevancia en la actualidad, ya que constituye un tema central relacionado con los derechos humanos y la lucha por garantizar la equidad en el acceso a la atención de la población afectada (Mora, Bautista, Aguilar, Natera & Pedersen, 2013). La enfermedad mental no conduce sólo a dificultades derivadas de los síntomas de la enfermedad, sino también constituyen una barrera poco permeable para el acceso de dichas personas a razonables condiciones de vida: una disminución de las oportunidades para disfrutar de una vida ciudadana activa y de los distintos aspectos relacionados con la calidad de vida: relaciones sociales, pareja, empleo, vivienda, salud, etc., y la atención en nuestras sociedades, como malentendidos de la sociedad 6 sobre los diversos trastornos mentales que dan como resultado el estigma (López et al., 2008). Según las estadísticas de salud mental de la Secretaría de Salud de la Nación, estudios dan cuenta de que los trastornos mentales están dentro de las cinco primeras causas de enfermedad en América. En Argentina, 1 de cada 3 personas presenta un problema de salud mental a partir de los 20 años. Las problemáticas más frecuentes son los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y los problemas por consumo de sustancias. Por eso, en Argentina, la cantidad estimada de personas afectadas por trastornos mentales es muy alta. Cetkovich (2018) comenta que los datos son de un enorme valor para que la población comprenda la gravedad y la alta frecuencia de los trastornos mentales, se hagan esfuerzos para que sean mejor comprendidos y se termine con el estigma que padecen las personas afectadas y sus familias, que además del dolor del sufrimiento tienen que agregar vergüenza e incomprensión. Por lo tanto, es fundamental promover el reconocimiento del paciente como persona para lograr una asistencia sanitaria efectiva y digna, y es por ello que el estigma hacia la enfermedad mental es una prioridad dentro de la salud pública mundial, razón por la cual se justifica y se requiere de una inversión contundente tanto por parte de las autoridades como de la comunidad en conjunto (Castro, 2005). Es importante valorar de qué manera y en qué medida se ven afectadas por este proceso de defensa grupal, y, si es posible, entender las razones reales y los argumentos que intentan justificarlo. Entender el cómo, cuánto y por qué nuestras sociedades estigmatizan específicamente a las personas con este tipo de problemas. Y aunque se habla de un fenómeno unitario, no hay que desestimar los contextos sociales y culturales en los que se desarrollan y algunas características individuales de las personas que las expresan y en las que se miden (López et al., 2008). En este contexto, se plantean las siguientes preguntas de investigación: ¿Qué creencias asociadas a las enfermedades mentales presentan los participantes? ¿Qué estigmas se asocian a las enfermedades mentales? ¿Existen diferencias en las creencias y en los niveles de estigmas que presenta la primera generación de descendientes chinos y población autóctona argentina? 7 1.1 Objetivo general Explorar las creencias y el estigma asociado a las enfermedades mentales en primera generación de descendientes de chinos y en población autóctona argentina. 1.2 Objetivos específicos 1. Describir creencias asociadas a las enfermedades mentales en los participantes. 2. Identificar estigmas asociados a las enfermedades mentales. 3. Comparar las creencias y los niveles de estigma en primera generación de descendientes chinos y población autóctona argentina. 1.3 Hipótesis H1. Se verifican creencias negativas asociadas al miedo en relación a las enfermedades mentales en los participantes. H2. La presencia de estigmatización en relación a las enfermedades mentales es alta. H3. Las creencias negativas y la estigmatización en relación a las enfermedades mentales en descendientes de chinos son mayores que en la población autóctona argentina. 8 2. Marco teórico 2.1 Estigma social y enfermedad mental El estigma es un atributo de devaluación que degrada a su destinatario (Goffman (1963). Se trata de una marca, atributo que vincula a un individuo con características indeseables que se convierten en estereotipos (Jones et al., 1984). En otros casos, se ha definido el estigma como una característica de las personas que resulta contraria a la norma de una unidad social, considerando como “norma” una creencia compartida dirigida a comportarse de una forma determinada en un momento preciso (Stafford & Scott, 1986). Para Jones, Scott y Marcus (1984) existen seis dimensiones relevantes a la hora de analizar el estigma. Una de ellas es la visibilidad del estigma, es decir, en qué medida se puede ocultar o no; otra de ellas es el desarrollo del estigma, si es estable o se desarrolla gradualmente; también se encuentra la disruptividad, que refiere a en qué medida interfiere las relaciones sociales del estigmatizado; y por otro lado, los aspectos estéticos, relacionado con las reacciones de los demás al aspecto del estigmatizado; así como también, el origen, que refiere a aquellas personas a las que se les atribuye la responsabilidad en la adquisición o mantenimiento del estigma; y por último, se encuentra el peligro, es decir, en qué medida el estigma implica riesgo para la vida de los demás. En el caso concreto de la enfermedad mental, se puede observar que las dimensiones más relevantes son: la visibilidad, puesto que la persona puede ocultar la información de que padece de un trastorno; la disruptividad, ya que afecta a la vida cotidiana de la persona con el trastorno mental; y el peligro, debido a que se suele percibir a la persona con un trastorno mental como violenta. Asimismo, según Thornicroft, Rose, Kassam y Sartorius (2007), el estigma incluye tres elementos: un problema de conocimiento (ignorancia), un problema de actitud (prejuicio) y una conducta (discriminación). Cuando se activan los prejuicios, las creencias pueden dar lugar a reacciones de miedo, temor, desconfianza y producen discriminación, con las consecuentes dificultades de acceso a un trabajo o vivienda independientes, limitación en sus relaciones sociales y de pareja, deterioro del acceso a los sistemas judicial y de salud (Muñoz, Santos, Crespo &Guillén, 2009). Scheff (1966) agrega que esta etiqueta provoca estereotipos negativos (como la peligrosidad), dando lugar al rechazo social, cambios en la identidad y en última instancia la perpetuación y amplificación de conductas anormales. 9 Al analizar el estigma público relacionado con la etiología de las enfermedades mentales, se ha podido observar que, a pesar de que con el transcurso del tiempo el público ha adoptado una perspectiva causal neurobiológica de las enfermedades mentales, y que esta perspectiva ha aumentado la tendencia a apoyar su tratamiento, no ha disminuido su estigmatización (Pescosolido et al., 2010) Es por ello que el estigma alrededor de la enfermedad mental es un fenómeno global que tiene un impacto sobre el acceso a los servicios de salud y en el desempeño social y laboral de los sujetos. Las consecuencias negativas del estigma incluyen aislamiento, desmoralización, desesperanza, baja autoestima y menor búsqueda de ayuda. En ocasiones, el efecto del rechazo y el estigma puede ser más nocivo que los síntomas mismos (Lee, 2002). Como construcción social, el estigma no es un fenómeno subjetivo, sino que se genera y se construye a partir de las relaciones interpersonales con una dinámica propia, dentro de un contexto dado, en un momento determinado. Por eso es un producto social relacionado con la institucionalización y las regulaciones de la vida social (Pedersen, 2009). 2.2 Actitudes sociales y estigma social En el caso de las actitudes vinculadas al estigma social, podemos distinguir los "Estereotipos", es decir, el conjunto de creencias, en gran parte erróneas, que la mayoría de la población mantiene en relación con un determinado grupo social y que condicionan o sesgan en gran medida la percepción, el recuerdo y la valoración de muchas de las características y conductas de los miembros de dicho grupo. Los "Prejuicios", aquellas predisposiciones emocionales, habitualmente negativas, que la mayoría experimenta con respecto a los miembros del grupo cuyas características están sujetas a creencias estereotipadas. Y la "Discriminación", o propensiones a desarrollar acciones positivas o negativas, habitualmente medidas en términos de distancia social deseada hacia dichos miembros (Rüsch, Angermeyer & Corrigan, 2005). Por lo que las actitudes tienen componentes cognitivos, afectivos y conductuales, diferenciados pero interrelacionados y que hacen referencia a cómo clasificamos o categorizamos personas o cosas en términos de "bueno/malo", "deseable/indeseable" y "aproximable/rechazable" (Fazio & Olson, 2007). 10 Además, en general la sociedad infiere que una persona tiene una enfermedad mental a partir de cuatro tipos de signos y tiende a reaccionar de forma estigmatizadora ante ellos: por los síntomas psiquiátricos como comportamientos extraños, irregularidades en el lenguaje; por déficits en las habilidades sociales, en el contacto visual, lenguaje corporal o temas de discusión; la apariencia física como la higiene personal, forma de vestir; y por las etiquetas, aquellas personas de las que se sabe que tienen una enfermedad mental, son víctimas directas del estigma asociado a la enfermedad mental (Corrigan, 2000). En definitiva, los estereotipos, prejuicios y discriminaciones asociadas a la enfermedad mental pueden privar a quienes la padecen de oportunidades que pueden resultar esenciales para el logro de sus objetivos vitales, especialmente aquellos que tienen que ver con su independencia económica y personal (Corrigan & Kleinlein, 2005). Por ello resulta tan necesario trabajar con los conocimientos, actitudes y habilidades sociales cuando se trata de reducir o eliminar el estigma 2.3 El proceso de estigmatización Por otro lado, la asociación de este complejo de actitudes a personas y grupos concretos tiene lugar a través del denominado "proceso de estigmatización". Autores como Link, Yang, Phelan y Collins (2004) comentan que el proceso de estigmatización implica una serie de pasos como son el etiquetado cognitivo, que es la selección en función de las características sociales más salientes; la estereotipia, aquella categorización que va acompañada de una representación negativa; la separación cognitiva, en donde se empiezan a crear dos grupos separados; las reacciones emocionales, que normalmente son de índole negativa; la pérdida de status del grupo estigmatizado y por último, la discriminación. Es por ello que resulta de un conjunto de pasos más o menos sucesivos de la distinción, etiquetado e identificación de una determinada diferencia o marca que afecta a un grupo de personas. Rüsch, Angermeyer y Corrigan (2005) agregan que a las personas etiquetadas se les asocian con características desagradables en función de creencias culturales prevalentes; su consideración como un grupo diferente y aparte: "ellos" frente a "nosotros". Las repercusiones emocionales en quien estigmatiza (miedo, ansiedad, irritación, compasión) y en quien resulta estigmatizado (miedo, ansiedad, vergüenza). La pérdida de estatus y la discriminación que afecta consecuentemente a la persona o grupo estigmatizado, dando lugar a resultados diferentes y habitualmente 11 desfavorables en distintas áreas. Y la existencia de factores o dimensiones estructurales que tiene que ver en último término, con asimetrías de poder, sin las cuales el proceso no funcionaría o, al menos, no con la misma intensidad ni con las mismas consecuencias para las personas afectadas. Es por eso que la estigmatización puede verse como un producto de varios procesos sociales secuenciales o simultáneos de rotulamiento, estereotipación, distanciamiento social, segregación y exclusión, degradación y discriminación, que ocurren por lo general en un contexto de poder asimétrico (Link & Phelan, 2001). El proceso de estigmatización es específico de cada cultura y de cada momento histórico, fruto de las alianzas y juegos de poder propios de cada sociedad. En relación a las personas con enfermedad mental, multitud de estudios coinciden en señalar las diferencias existentes en el trato que se da a estas personas según vivan en entornos rurales o urbanos o pertenezcan éstos a países llamados desarrollados o en vías de desarrollo. Sin embargo, se puede observar que el estigma en salud mental se perpetra mediante el olvido y la negligencia; los actores ejecutivos y legislativos olvidan el componente mental en la mayoría de los programas, planes y sistemas de salud, y no sólo pasa en países en vías de desarrollo, sino también en países desarrollados (Burns, 2009). Por otra parte, en algunos casos de enfermedad entre grupos étnicos y otras “minorías visibles” residentes en países industriales, la discriminación es mayor por su condición étnica y de salud, por lo que evitan el contacto con los servicios de salud mental o recurren a estos cuando ya es demasiado tarde. En los países latinoamericanos, el estigma y la exclusión social de los enfermos mentales es un hecho frecuente de observar en la vida cotidiana. Según evidencias parciales, en países como México, Perú y Brasil, se observan importantes diferencias regionales, y también entre sectores urbanos y rurales, así como también, las distintas etnias, culturas y clases sociales en relación al estigma y la exclusión social, ponen de manifiesto las diferentes formas de organización social, los que a su vez se traducen en distintos niveles de tolerancia y estigmatización frente a la enfermedad mental (Pedersen, 2009). Es por eso que, al analizar el estigma, es importante tomar en cuenta el contexto histórico como el entorno político (global y nacional), aquellos que están fuertemente implicados tanto en la producción, como en el mantenimiento, la exacerbación o la atenuación de este fenómeno (Das, 2001). 12 Por otra parte, Romero (2010),comenta que la persona estigmatizada asiste a un proceso dual: por un lado, es consciente de que su personalidad abarca muchos más atributos y rasgos de personalidad que los que forman parte de su estigma y, por el otro y en virtud del proceso de socialización, tiene interiorizadas respecto de sí misma las mismas creencias que el grupo social dominante. Por ello reconoce que no es aceptada socialmente en igualdad de condiciones, entonces asume que es diferente. Esto le lleva a mantener una actitud de alerta permanente frente al atributo estigmatizador, que pasa a convertirse en un rasgo central de su personalidad y los esfuerzos por ocultarlo o corregirlo en parte de su identidad. En todos estos casos, los procesos estigmatizadores ponen a las personas ante situaciones de exclusión que, no sólo dificultan la integración social de las personas con enfermedad mental y sus familiares, sino que pueden asociarse a otros riesgos psicológicos producidos por la exclusión social como son los comportamientos auto- excluyentes, los problemas cognitivos o las conductas auto-punitivas y de riesgo (Twenge, Catanese & Baumeister, 2003). 2.4 Cambios en la identidad como consecuencia de la estigmatización La identidad se define como el conjunto de pensamientos, valores, recuerdos y elementos contextuales que constituyen la personalidad, el carácter, el modo de vida y la forma de actuar de un individuo. Es un concepto complejo y multidimensional que incluye aspectos sociales y culturales. Es por ello, que la identidad no es un concepto fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta de forma continua de la influencia exterior (Molano, 2007). Por otro lado, Romero (2010) comenta que la socialización implica un proceso estructural a través del cual se establece las categorías para ubicar a las personas, asignándoles atributos preestablecidos de antemano previos a su conocimiento real. Estos atributos forman su “identidad social”. En la cual, este mecanismo facilita las situaciones de interacción, al permitir clasificar rápidamente a las personas con las cuales entramos en contacto en función de unos rasgos externos que hemos interiorizado con antelación como propios de un determinado tipo de personas y a partir de los cuales podemos establecer la comunicación de manera bastante automática. En función de las categorías que identificamos sabemos qué expectativas podemos albergar respecto a esa persona concreta. Esta identidad social favorece la 13 relación en base al juego de roles sociales preestablecidos; permite tratar a los “otros” sin necesidad de dedicarles una atención especial. Así surge una “identidad social virtual” diferente de la “identidad social real”, constituida esta última a partir de los rasgos y atributos de personalidad particulares de cada persona concreta. En el transcurso de una interacción habitual, el proceso de conocimiento permite el tránsito de la identidad social virtual a la real. Sin embargo, cuando la persona con la que se interacciona porta un estigma, el proceso cambia (Goffman, 1970). El estigma va a implicar un bloqueo, un menosprecio que impide el conocimiento de su identidad social real. Conlleva una desacreditación que a su vez supone cierta deshumanización de la persona que lo porta, dando lugar a conductas de discriminación. Angermeyer y Schulze (2001) exponen que el estigma está compuesto por uno o varios atributos profundamente desacreditadores, la cual hace que la persona en cuestión, sea menos deseable y pasa a convertirse en el rasgo central de su personalidad, ocultando o minimizando el resto de sus atributos. Incluso, en muchas ocasiones, el estigma llega a acaparar la totalidad de la identidad. En el caso de la enfermedad mental, la persona pasa a ser, por ejemplo, sólo “un esquizofrénico”. A la vez que parecen ser definidos solamente por la enfermedad ya que se asume que la persona "es" esquizofrénica y no que "tiene" o "padece" esquizofrenia. Por lo tanto, se trata de un cambio en la identidad de la persona, quien puede pasar de una historia previa a ser para los otros “el enfermo”, “el esquizofrénico” o “el loco” (Restrepo, Mora & Rodríguez, 2007). 2.5 Estigma y cultura Las nociones en torno a la estigmatización como construcción social nos deberían inducir a pensar que el estigma no es algo que simplemente existe dentro de la cabeza de las personas, sino que se genera y se construye a partir de las relaciones interpersonales con una dinámica propia, dentro de un contexto dado, en un momento y realidad determinada. De esta forma, la estigmatización se entiende como un producto social relacionado con la institucionalización, con las regulaciones de la vida en sociedad y con las ideologías que las sustentan, así como con las decisiones hechas por los individuos, las sociedades y los estados (Pedersen, 2009). Es por ello que el surgimiento del estigma es un fenómeno social. Y es ahí, en el contexto social, donde 14 se hace preciso analizar el proceso del origen y evolución del estigma, que varía por tanto según los periodos históricos y culturas específicas. La cultura es algo vivo, compuesta tanto por elementos heredados del pasado como por influencias exteriores adoptadas y novedades inventadas localmente. Asimismo, tiene funciones sociales: una de ella es proporcionar una estimación de sí mismo, condición indispensable para cualquier desarrollo, sea este personal o colectivo (Verhelst, 1994). Por otro lado, la cultura impone valores positivos y adjudica significados específicos a ciertas formas de comportamiento evaluadas como tales, mientras al mismo tiempo, asigna un valor negativo o desvaloriza otras formas de comportamiento contrastantes. Este proceso se puede describir como la “construcción cultural del estigma”. Además, en toda sociedad se crean prácticas, estructuras e instituciones sociales para controlar, contener y aún reprimir ciertos tipos de comportamiento considerado como aberrante o desviado de la norma y estas mismas instituciones y prácticas con frecuencia inducen a la exclusión social y estigmatización de la enfermedad. En estos casos se puede hablar de la “construcción social del estigma” (Pedersen, 2009). En efecto, la estigmatización depende en forma significativa del contexto social hasta el punto que es plausible esperar una mayor incidencia en aquellas sociedades más competitivas, que están atravesando por un proceso de cambio social y económico acelerado. Haghighat (2001) sostiene que, en estos casos, la escasez de recursos económicos y la competitividad aumentada genera rivalidad y posiblemente intensifica la envidia y la desconfianza, incrementando la estigmatización y la discriminación en contra de aquellos que llevan el atributo negativo. Es por eso que la cultura puede influir en la enfermedad mental en términos del concepto, percepción, experiencia de los síntomas, reconocimiento y etiquetas, clasificación, tratamiento, y curso de la enfermedad mental (Kleinman, 1977). Por ejemplo, Chu y Sue (2011) realizaron investigaciones acerca de los estadounidenses de origen asiático, en donde encontraron que estos pueden tener ciertas ideas culturales sobre la enfermedad y los servicios de salud mental que afectan su percepción en la necesidad de ayuda. Estos autores sugirieron que una mayor aculturación y familiaridad con las concepciones occidentales de la salud mental facilita la búsqueda de ayuda. 15 Abe-Kim et al. (2007) encontraron que los estadounidenses asiáticos nacidos en Estados Unidos eran más propensos que los asiáticos americanos inmigrantes de primera generación a utilizar servicios relacionados con la salud mental, y que la tercera o más reciente generación de estadounidenses asiáticos con una enfermedad diagnosticable buscó servicios a una tasa aún mayor (62,6%) durante el último año. Otro estudiomostró que los estadounidenses de Asia con mayor enculturación (creencias más fuertes en los valores asiáticos) tenían actitudes menos positivas sobre la búsqueda de ayuda para problemas de salud mental (Kim & Omizo, 2003). De hecho, el uso de curanderos de la Medicina Tradicional China para trastornos psiquiátricos disminuye a medida que los asiáticos americanos se vuelven más occidentalizados y aculturados (Yang et al., 2009). Además, la ausencia de distinción del cuerpo de la mente carece en culturas asiáticas, la tendencia a somatizar y la vergüenza compartida por el paciente y familiares tienen un gran impacto sobre el comportamiento de búsqueda de ayuda (Ng, 1997). Lin, Inui, Kleinman y Womack (1982) encontraron que los pacientes asiáticos frecuentemente recurren a distintas formas de prácticas para curarse, ya sea desde la medicina occidental, remedios tradicionales con herbas, como la adoración en el templo, sin la necesidad de adherirse a un tratamiento. De modo que a menudo conduce a contactarse con servicios de la salud mental como la última opción. Esto en parte refleja la negación, el autocontrol, la respuesta pasiva, la resistencia a reconocer la enfermedad mental y la contención de la familia. Lin y Lin (1981) señalan que es probable que el fuerte estigma esté conectado a la familia debido a la gran carga de vergüenza y culpa que ellos conllevan. La enfermedad mental deslustra el honor de la familia, el nombre y a sus antepasados. El origen del estigma es en parte por miedo de la familia oriental que expone su propia vergüenza a otros. Cuanto más fuerte es el deseo de ocultar su “desgracia”, más intenso será el estigma. La enfermedad mental todavía es vista en gran parte como biológica por los psiquiatras chinos que tienen poco interés por lo psicosocial o por la dinámica familiar (Kleinman & Mechanic, 1981). Por eso, en las culturas asiáticas, rasgos como la falta de dualismo del cuerpo de la mente, somatización, medicalización de enfermedades psiquiátricas, creencias espirituales y religiosas y la orientación familiar, a menudo van a determinar el tipo de tratamiento buscado en la enfermedad mental (Ng, 1997). 16 Es por ello que además de la necesidad de aumentar la disponibilidad de clínicas de lengua asiática, la investigación ha señalado la necesidad de proveedores culturalmente competentes que sean capaces de entender y ofrecer tratamientos de salud mental con visiones del mundo y estilos cognitivos similares, por ejemplo, en la percepción de problemas, orientación para hacer frente a estos problemas y en los objetivos terapéuticos de los clientes (Zane et al., 2005). Ya que muchos asiáticos que toman la difícil decisión de iniciar contacto con los proveedores de salud mental pueden ser más propensos a permanecer en tratamiento si encuentran estos aspectos culturalmente congruentes del proceso de cuidado (Sue & Sue, 1999). Aunque el estigma es más frecuente y severo en culturas asiáticas, no significa que sea concluyente y pueda generalizarse. Pues la falta de aceptación de la enfermedad mental y del tratamiento psiquiátrico por temor al estigma es sólo un factor en las culturas asiáticas. De modo que, conviene examinar la experiencia y las implicaciones de problemas psicológicos, así como la respuesta sociocultural a la enfermedad mental. Tal conocimiento llevaría la influencia directa sobre la utilización de servicios de salud mental, el cumplimiento de tratamiento, la respuesta al tratamiento, programas preventivos y estrategias de educación públicas (Ng, 1997). Por lo tanto, el diseño de intervenciones efectivas en contra del estigma y la exclusión social depende de un mejor entendimiento por parte nuestra del estigma, y no sólo como un atributo simple e individual, sino también como el resultado de procesos sociales y culturales más complejos (Pedersen, 2009). 2.6 Variables sociodemográficas y su influencia en la estigmatización López et al (2008) comentan que el estigma se manifiesta en las personas de manera diferenciada, las actitudes suelen ser menos negativas en personas con edades más jóvenes, mayor nivel cultural y, especialmente, mayor conocimiento directo y contacto personal con personas con enfermedad mental. Asimismo, Arrillaga y Suárez (2010) también han comprobado que a más edad se manifiestan más conductas negativas y, por lo general, los sujetos con enseñanzas elementales tienden más al rechazo y a la segregación (Vezzoli et al., 2001). Flores (1990) estudió las actitudes respecto a la enfermedad mental y el enfermo mental, hallando actitudes positivas frente a estos. Pero en la medida en que eran más jóvenes y con más escolaridad, estas actitudes se definían más, lo cual se 17 puede explicar por el nivel de maduración; por haber logrado la integración de sí mismo y con el exterior, y por la educación recibida en la escuela, que enriqueció sus percepciones y sus conocimientos, lo cual probablemente favorece estas actitudes. Sin embargo, al participar más en la vida social de los adultos, como es el empezar a trabajar, se modifican sus ideas respecto a la adaptación del enfermo mental dentro de la comunidad. A medida en que los jóvenes cambian de condición social, se va modificando su representación de la sociedad en beneficio de la adaptación. Van incorporando valores, creencias, mitos y estigmas sociales, debido a la necesidad de sentirse integrados a ese nuevo mundo laboral. Con respecto al sexo, los resultados muestran que los hombres, por lo general, perciben las enfermedades mentales de un modo más negativo que las mujeres, las cuales suelen mostrar menos prejuicios y actos de discriminación (Corrigan & Watson, 2007). Esto podría explicarse por la mayor empatía social de las mujeres (Schieman & Van Gundy, 2000), que suelen mostrarse más abiertas a la integración de estos colectivos, aunque manifiestan, a su vez, más sentimientos negativos como miedo o evitación (EwaldsKvist et al., 2013). 2.7 El miedo al estigma como barrera para acceder a servicios en salud mental El estigma percibido supone una barrera sociocultural para el acceso a servicios de salud mental y priva a las personas que reúnen criterios de trastorno mental de la posibilidad de disfrutar de atención integral e integrada (Campo-Arias, Oviedo & Herazo, 2014). Según Romero (2010), el rechazo social a la enfermedad mental propicia que, en muchas ocasiones, las personas afectadas no quieran acudir a los servicios específicos para abordar la enfermedad, tanto en el ámbito sanitario como en el social, por el temor a la colocación de la etiqueta de «enfermo/a mental». Esta situación dificulta que estas personas acudan a los servicios en las fases iniciales, lo cual contribuye al agravamiento de la enfermedad. Por otra parte, la desigual consideración que estas enfermedades tienen respecto a otras en el conjunto del sistema sanitario influye en la inferior asignación de recursos para su tratamiento, así como un cierto desprestigio de los profesionales a ellas vinculadas en comparación con otros problemas de salud. Todo ello sustenta un contexto donde las personas con enfermedad mental sienten ansiedad e inseguridad ante los contactos con personas que no tienen problemas de salud mental y que no les «comprenden», así como, por temor 18 a la falta de respeto que suele producirse. Es por eso que esto les predispone a mantener relaciones sociales en espacios «protegidos» ocasionando un cierto aislamiento social. Además, la relación en los contextos protegidos puede derivar en situaciones de cierta sobreprotección que dificultan, a su vez, el deseable trato igualitario; ocasionando un círculo vicioso que resulta muy difícil de romper para muchas personas. Caraveo (1988) explica que la población que tiene un padecimiento mental no acude a los servicios de salud, y cuando lo hacees porque ya han pasado más de 10 años que se presentaron los primeros síntomas. Pese a los programas diseñados por los servicios de salud destinados para esta población (Flores, 1990). Según un informe de la OMS (2001), la causal más fuerte de rechazo a la atención psiquiátrica es la creencia de que los trastornos mentales no tienen tratamiento efectivo. O se piensa que su efectividad es mayor, por ejemplo, para el alcoholismo y la depresión, pero menor para la esquizofrenia (Schomerus, Matschinger & Angermeyer, 2014). Además, esto se une al temor y la vergüenza asociado al estereotipo, tanto a nivel laboral, como en términos de la participación en diversos ámbitos de la sociedad. Pero además, las creencias negativas sobre la enfermedad mental no sólo se encuentran arraigadas en la población general, sino que también, se haya en el personal de salud (Sartorius, 1998). Estas actitudes de rechazo suelen presentarse en especialistas de la salud mental, quienes asocian cierto fatalismo al padecimiento y a la posibilidad de recuperación, por lo que consideran que no tiene sentido invertir en la rehabilitación, ya que suponen que son pacientes que no tienen remedio (Tipper et al., 2006). El estigma y la intolerancia a las diferencias han aumentado durante las últimas décadas. Varios factores pueden ser los responsables. La urbanización, por ejemplo, al aumentar la densidad de la población en las ciudades, hace más probable que las personas no sean capaces de tolerar en su vecindario a alguien que tiene una conducta perturbadora. Por otra parte, el acceso a la asistencia dependerá de la percepción que las autoridades y la población en general tengan de la enfermedad. Si las personas enfermas mentales son percibidas como peligrosas, y se les considera difícilmente recuperables, habrá mucha oposición a la hora de colocar los nuevos servicios de salud mental en vecindarios con inmuebles de buena calidad y fácilmente accesibles (Castro, 2005). 19 Graham, Rogers, y Yassin (2003) denominan como “consumidores potenciales” a las personas con enfermedad mental que tratan de evitar el estigma no recabando atención psiquiátrica. Se consideran a sí mismos parte del público, son conscientes de los prejuicios comunes contra las personas con enfermedad mental y no quieren ser vistos como parte de la minoría “enferma mental” y pretenden evitar así el estigma público. Así, los consumidores potenciales pueden optar por no acceder a la atención como manera de evitar esta etiqueta. Actualmente, existen varias investigaciones que apoyan la afirmación de que el estigma limita el uso de los servicios. Es por ello que al reducir el estigma público y la autoestigma contribuirían a la búsqueda de los servicios de salud. Por otra parte, en las familias asiáticas tradicionales, por ejemplo, se pone mucho énfasis en darle honor al nombre de la familia y mantener una buena reputación a través del consumo público. Todo lo que un miembro de la familia hace como individuo se refleja en toda la familia. Los comportamientos como el fracaso escolar, la delincuencia, los problemas vocacionales o las enfermedades mentales pueden traer vergüenza, descontento y deshonor al nombre de la familia (Sue & Kirk, 1973). Como resultado, el sistema familiar ejerce grandes presiones para mantener esas cosas ocultas a la vista del público, y esto puede resultar en el bajo uso del servicio clínico. Estudios de Tata y Leong (1994) apoyan la afirmación de que las actitudes de los estudiantes chino-estadounidenses hacia la búsqueda de ayuda psicológica profesional pueden verse fuertemente influenciadas por factores tales como el género, la aculturación, la orientación de las redes sociales y el individualismo. Su descubrimiento de que los estudiantes chino-americanos más aculturados tenían una actitud más favorable hacia los servicios de salud mental es consistente con la hipótesis de que los valores culturales chinos tradicionales pueden tener un impacto negativo en la percepción de los servicios psiquiátricos occidentales. Del mismo modo, el hecho de que las mujeres tuvieran una disposición más favorable a la ayuda profesional también es consistente con la orientación patriarcal tradicional de la sociedad china. Los hombres son los principales responsables de la reputación familiar, son los portadores del nombre y del status familiar. Es por ello que la búsqueda de terapias y asesoramientos se pueden reflejar pobremente pero no sólo en sí mismos, sino también en la familia. 20 2.8 La autoestigmatización Resulta oportuno señalar la existencia del autoestigma, entendido como las reacciones de las personas que pertenecen a un grupo estigmatizado, en donde las actitudes estigmatizadoras se vuelven contra ellas mismas. Al igual que el estigma, la autoestigma también consta de estereotipos, prejuicio y discriminación. El auto- prejuicio implica reacciones emocionales negativas, que sobre todo van a influir en una autoestima y autoeficacia baja. Es así que se explican fracasos en la inserción laboral, búsqueda de vivienda, etc (Muñoz & Uriarte, 2006). Es por ello que se describe a la autoestigmatización como conductora a una real desmoralización (Mueser & Tarrier, 1998), con sentimientos de vergüenza y disminución de la autoestima favoreciendo el aislamiento y dificultando la petición de ayuda. Además, suelen sufrir de pesimismo, desesperación y de una baja percepción de competencia debido a la internalización de los mensajes negativos que se encuentran en el medio social en el cual viven estas personas (Hinshaw, & Stier, 2008). La cual además de constituirse en un factor de estrés, que según los modelos de vulnerabilidad (López & Laviana, 2007), aumenta el riesgo de recaídas e incluso de suicidio (Gray, 2002). Yanos et al (2008) exponen un modelo explicativo que profundiza en las relaciones entre el estigma internalizado, la recuperación y los resultados de las intervenciones. A los factores de sintomatología y autoestima, incorporan la conciencia de enfermedad, desesperanza y el afrontamiento, apoyando la hipótesis de que el estigma internalizado aumenta los comportamientos evitativos y los síntomas depresivos. Es por ello, que también suelen sufrir problemas muy graves en el ámbito social y familiar, que además de los efectos propios de la enfermedad, es también debido a la alta de apoyo y comprensión que reciben por parte de su entorno. Por ejemplo, Putman (2008) ha encontrado que la depresión suele recibir más respuestas positivas por parte de los demás, mientras que la esquizofrenia suele producir reacciones más negativas por parte de familiares, amigos y compañeros de trabajo. Romero (2010) señala que las personas que no se identifican con el grupo estigmatizado tienen más posibilidades de permanecer indiferentes al estigma porque no sienten que los prejuicios y la discriminación se refieran realmente a ellos. Sin embargo, lo harán aquellos que se identifican con el grupo de los enfermos mentales. Su reacción se modera en función de la legitimidad percibida: si consideran que las actitudes estigmatizadoras son legítimas, es más probable que su autoestima y 21 autoeficacia sean bajas. Si, por otra parte, consideran que el estigma público es ilegítimo e injusto, probablemente reaccionarán con indignación justificada. Estas personas participan activamente a menudo en intentos de fortalecimiento, tomando como objetivo la reivindicación de mejoras asistenciales y la calidad de los servicios. 2.9 Estrategias de lucha contra el estigma Según Crisp, Gelder, Meltzer y Rowlands (2000), las estrategias que se plantean deben apuntar a dos grandes objetivos: interrumpir los procesos de estigmatización, modificando las actitudes sociales prevalentes y eliminando factores de refuerzo, por un lado, y, paralelamente, disminuirel impacto que el estigma tiene sobre las personas afectadas y ayudarlas a desarrollar estrategias personales más adecuadas para el manejo del problema. Una de las estrategias es mediante la protesta. Cuyas acciones intentan resaltar la injusticia del estigma, adoptando un enfoque reivindicativo de movilización y activismo social. Se aplica a menudo frente a declaraciones públicas, reportajes de medios de comunicación y anuncios estigmatizadores. Pero, por otro lado, no hay datos suficientes sobre el efecto de la protesta frente a los prejuicios de las personas. Es decir, la protesta puede ayudar a reducir el comportamiento público estigmatizador, pero es menos probable que sea eficaz en la promoción de actitudes positivas nuevas (Muñoz, Guillén & Pérez-Santos 2013). Según Wahl (1992), la representación de los enfermos mentales que realizan los medios de comunicación consiste en una tendencia a presentar casos de trastornos psicóticos graves, mostrando además que se trata de una enfermedad peligrosa, inadecuada e indeseable. Por ejemplo, películas que muestran y hacen creer que todos los que padecen de una enfermedad mental son violentos y peligrosos y que podrían llegar a ser asesinos potenciales (Sieff, 2003). Y así, representando retratos de gente con poca probabilidad de acceder a un empleo. Resultando en que las personas tengan una actitud negativa hacia los miembros de este colectivo. Es por ello que los medios de comunicación social son claves para formar opiniones y en muchas ocasiones son la única fuente de información del ciudadano, de ahí radica su gran importancia. Asimismo, a través de la educación, se trata de disminuir el estigma proporcionando información veraz y equilibrada. Utilizando diferentes medios, como 22 libros, vídeos y programas de enseñanza estructurados para transmitir este tipo de información. Está comprobado que cursos educativos cortos sobre la enfermedad mental reducen las actitudes estigmatizadoras, aunque los programas son más eficaces para participantes que tienen un conocimiento mayor de la enfermedad mental previo a la educación o que tenían o tienen contacto con personas con enfermedad mental. Está demostrado que los programas educativos reducen las actitudes estigmatizadoras, pero a corto plazo, es decir, la duración de estos efectos suele ser limitada (Muñoz & Uriarte, 2006). Por otra parte, se ha demostrado que el contacto con personas con enfermedad mental puede ayudar a aumentar los efectos de la educación sobre reducción del estigma por parte de la sociedad. Está comprobado que es menos probable que miembros de la mayoría que han conocido a miembros de grupos minoritarios estigmaticen a miembros de esa minoría. Por lo tanto, el contacto puede ser una estrategia para disminuir los estereotipos y el estigma en salud mental. En este caso, Corrigan et al (2012) subraya cuatro principios claves para que el contacto directo con personas con enfermedad mental genere cambios en las actitudes estigmatizadoras: en donde el contacto ha de estar focalizado hacia grupos diana, su efectividad es mayor si se realiza a nivel local, debe desarrollarse de forma continuada en el tiempo y la persona de contacto ha de tener credibilidad para el grupo diana. Además de ello, López et al (2008) destacan distintos tipos de intervenciones como la disminución de las asimetrías de poder, el uso razonable de los diagnósticos, la atención integrada en sistemas generales, la atención sanitaria efectiva, sistemas de apoyo social y tratamiento asertivo, educación de distintos sectores de la población, el contacto y la interacción social, el trabajo con los medios de comunicación, medidas legales y el apoyo personal y familiar, como las estrategias más eficaces para la reducción del estigma. Romero (2010) agrega que se debe trabajar con la perspectiva social, ya que el contexto es significativo, porque condiciona y marca los límites y posibilidades de las intervenciones con las personas que viven con la enfermedad mental. Asimismo, la importancia de creer en las posibilidades de superación de cada persona con respecto a la enfermedad mental, especialmente si recibe este apoyo de su círculo más cercano. Además, fomentar el empoderamiento de las personas con enfermedad mental, sus 23 asociaciones y sus familiares, y reforzar todos los aspectos positivos, rescatar casi lo insignificante para mejorar la confianza y autonomía para lograr el cambio. También, se debe tener una actitud profesional activa en defensa de los derechos de las personas con enfermedad mental, a favor de los colectivos más desfavorecidos en coherencia con el código deontológico de nuestra profesión que busca remover los obstáculos para lograr una mayor justicia social, y asumir la responsabilidad profesional en el apoyo de este colectivo, tanto dentro del sistema sanitario como con otros sistemas de protección social. Mejorar la coordinación con el sistema de justicia, defendiendo la idoneidad de las incapacidades «intermitentes» en los casos que se contemple una mejora personal que permita recuperar la autonomía. Trabajar por la disminución de estereotipos: fomentando programas de formación (en el ámbito profesional y comunitario) que promuevan el conocimiento real de la enfermedad mental y de quienes la viven. Impulsar proyectos de interacción grupal y comunitaria que permitan la inclusión social en condiciones de mayor respeto e igualdad. Para ello hay que tener en cuenta las condiciones adecuadas: el estatus semejante de los participantes, características de los miembros exogrupo que desconformen el estereotipo, una situación de contacto que facilite la cooperación entre ambos grupos y que los individuos se conozcan de forma personal y la existencia de normas que favorezcan el igualitarismo intergrupal. En síntesis, se podría decir que los factores que pueden crear un entorno ventajoso para el contacto interpersonal y la reducción del estigma son: la igualdad de estatus entre los participantes, una interacción cooperativa y el apoyo institucional para la iniciativa del contacto. En definitiva, el contacto combinado con la educación parece ser el camino más prometedor, debido a que producen cambios mayores y más duraderos tanto en los conocimientos como en las actitudes y comportamientos de la sociedad hacia las personas con enfermedad mental. 24 3. Metodología 3.1 Muestra Se desarrolló un estudio cuantitativo descriptivo de diferencia de grupos, transversal con adultos de ambos sexos entre 18 y 60 años como unidad de análisis. El muestreo fue no probabilístico de tipo intencional. La muestra estuvo conformada por participantes de nacionalidad argentina, de la primera generación de descendientes de chinos y población autóctona argentina, con edades entre 18 y 60 años de la zona metropolitana de Buenos Aires. La cual consistió en un total de 105 casos. Un 52,4 % (n= 55) fueron mujeres y el 47,6 % (n=50) restante, fueron varones. Se los dividió en dos grupos. El primer grupo fue conformado por participantes de nacionalidad argentina de descendientes de chinos, que compone el 60% de la muestra (n= 63). Y el segundo grupo, conformado por participantes de nacionalidad argentina de la población autóctona argentina, que compone el 40% restante de la muestra (n=42). La media de la edad del total de la población fue de 30,23 (DE =11,60; Mínimo= 18; Máximo= 58). 3.2 Instrumentos El cuestionario que se utilizó es de formato auto administrado y estaba integrado por una sección de datos personales donde se consultó la edad, sexo, nacionalidad, el nivel educativo de los participantes y distintas preguntas elaboradas ad hoc acerca de cuan identificado se siente con la cultura y costumbres de su país de residencia y del país de origen de sus padres o abuelos, así como cuánto conoce acercade la historia de estos países. Además, se les preguntó qué experiencia tienen con la enfermedad mental. Para evaluar el estigma hacia la enfermedad mental, se utilizó la Escala de Percepción de la Discriminación y la Devaluación hacia la Enfermedad Mental (PDD). (Link, 1987). Se trata de una escala unidimensional de 8 preguntas, de tipo Likert, con 6 puntos que van desde “muy en desacuerdo” hasta “totalmente de acuerdo”, y que busca medir el estigma social inducido por la enfermedad mental o aquellas creencias acerca de la desvaloración/discriminación que experimenta una persona por el hecho de padecer una enfermedad mental. Los ítems han sido construidos de tal forma que cualquier persona puede responder a ellos, y no sólo 25 aquellas que padezcan de una enfermedad mental. En relación a la consistencia interna de la escala, los valores de alfa de Cronbach reportados fue de .85, compuesta por 8 ítems. En cuanto a las opiniones acerca de la enfermedad mental, se utilizó la escala de Opiniones acerca de la enfermedad mental (Opinions about Mental Illness Scale, OMI, Cohen & Struening, 1960). Consta de 26 reactivos que evalúan dos dimensiones: Negativismo y Etiología Social, interpersonal. El negativismo hace referencia a una supuesta peligrosidad de estos pacientes, a la necesidad de encerrarlos y de tomar distancia de ellos. Mientras que la Etiología social/interpersonal refiere a la tolerancia, comprensión y justificación de los enfermos mentales en la medida que los mismos tienen o no responsabilidad sobre el origen de su enfermedad. El rango de respuesta va de 0 = totalmente en desacuerdo a 5 = totalmente de acuerdo. El alfa de Cronbach encontrado para la escala total fue de .88. La dimensión de Negativismo, compuesta por 13 ítems, arrojó un alfa de Cronbach de .79. Y la dimensión de Etiología social e interpersonal, compuesta por 13 ítems, arrojó un alfa de Cronbach de .81. El instrumento no se encuentra adaptado para Argentina, por lo cual, se realizó una prueba piloto para evaluar la equivalencia lingüística, el nivel de complejidad y comprensión. 3.3 Procedimiento Se recolectaron los datos enviando un e-mail a los participantes donde se proporcionó un link desde el cual se accedió al cuestionario online. La participación fue voluntaria y anónima, pudiendo omitir, no informar o culminar la encuesta si lo creían necesario. Para esto, los participantes antes de empezar firmaron un consentimiento informado en donde se explicaron los objetivos de la investigación y el tipo de participación que se requiere. Este consentimiento cumple con los lineamientos para el comportamiento ético en las Ciencias Sociales y Humanas (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, Res. D N° 2857/06). 3.4 Análisis de los datos Para describir la identificación con el país de origen y con Argentina, las creencias y los niveles de estigma asociado a las enfermedades mentales en adultos de 26 la zona metropolitana de Buenos Aires, se generó un análisis de frecuencias, se reportaron los porcentajes y se utilizó la media y el desvío estándar. A fin de conocer las posibles diferencias entre los distintos grupos definidos en función de las variables sociodemográficas y para analizar la percepción, discriminación y la devaluación así como las opiniones hacia la enfermedad mental, se utilizó, según el caso, alguno de los siguientes estadísticos: t de Student, ANOVA de un factor y Chi-cuadrado. Asimismo, se calculó el coeficiente de correlación (r de Pearson). El programa estadístico que permitió utilizar estas funciones es el SPSS versión 25. 27 4. Resultados Se puede observar que se encontró una media de 4.32 (DE= .60) relativamente alta en relación al estigma total. Y dentro de esta escala, es mayor el subítem de negativismo con una media de 4.67 (DE= .60), es decir la percepción de peligrosidad de pacientes con enfermedad mental, que la etiología social/interpersonal de una media de 3.97 (DE=.71) que refiere a la tolerancia, comprensión y justificación de los enfermos mentales en la medida que los mismos tienen o no responsabilidad sobre el origen de su enfermedad. En cuanto a la percepción de discriminación y devaluación hacia la enfermedad mental, la cual se obtuvo una media de 2.06 (DE=.43) es comparativamente baja ya que dio debajo de la media teórica (2,5). (ver Tabla 1). Tabla 1. Creencias y estigmas asociadas a las enfermedades mentales en los participantes. Media DE Mínimo Máximo Negativismo 4.67 .60 3.15 5.92 Etiología Social 3.97 .71 2.08 5.69 Estigma Total 4.32 .60 2.88 5.62 PDD 2.06 .43 1 3 Nota: Negativismo, Etiología Social y Estigma Total entre 1 y 6; Percepción de discriminación y devaluación (PDD) entre 1 y 4. Como puede observarse en la Tabla 2, no se verifican relaciones entre el estigma total y las creencias (PDD), así como tampoco se observan relaciones entre la percepción de discriminación y devaluación con las dos dimensiones del estigma total (negativismo y etiología social). Pero si se puede hablar de una correlación entre la etiología social con el negativismo y el estigma total con el negativismo y la etiología social. Tabla 2. Relación entre creencias y estigma asociadas a las enfermedades mentales Negativismo Etiología Social Estigma total Percepción de la discriminación y la devaluación (PDD) Negativismo Etiología social ,653** Estigma total ,892** ,925** PDD -0,138 0,03 -0,051 **< .01 28 Se hallaron diferencias a nivel del negativismo y del estigma total, pero no a nivel de la etiología social e interpersonal con las percepciones de discriminación y devaluación. Habiendo una menor estigmatización hacia la enfermedad mental por parte de los participantes de nacionalidad argentina con descendencia china que la población autóctona argentina (ver Tabla 3). Tabla 3. Diferencias entre creencias y estigma en función de la descendencia Población autóctona argentina Descendientes de chinos t gl p Media Desvío Media Desvío Negativismo 4,85 0,55 4,55 0,60 2,51 103 0,01 Etiología Social 4,11 0,72 3,88 0,70 1,60 103 0,11 Estigma Total 4,48 0,59 4,22 0,58 2,22 103 0,02 PDD 2,04 0,46 2,07 0,41 -0,36 103 0,71 Con respecto a las identificaciones con las costumbres del país, se pudo observar que la población autóctona argentina se siente identificada con las costumbres de Argentina, la cual se relacionó con una mayor percepción de discriminación y devaluación hacia la enfermedad mental. Esto puede verse en la Tabla 4. 29 Tabla 4. Relación entre las identificaciones con las costumbres del país Negativismo Etiología social PDD Estigma total Población autóctona argentina ¿Cuán identificado se siente con las costumbres de Argentina? -0,03 0,05 ,49** 0,01 ¿Cuán identificado se siente con las costumbres de China o Taiwán? -0,07 -0,18 0,08 -0,14 Descendientes de chinos ¿Cuán identificado se siente con las costumbres de Argentina? 0,22 0,14 -0,15 0,20 ¿Cuán identificado se siente con las costumbres de China o Taiwán? 0,22 0,01 -0,15 0,13 30 5. Discusión, conclusión y recomendaciones Actualmente, los trastornos mentales son responsables de una proporción importante de la discapacidad en el mundo y existen indicios de que esta situación se va deteriorando aún más si no se toman medidas al respecto. Un estudio Argentino de Epidemiología en Salud Mental, arrojó resultados de que uno de cada tres argentinos mayores de 18 años presentó un trastorno de salud mental en algún momento de su vida. Siendo lo más frecuentes, el episodio depresivo mayor, seguido por el abuso de sustancias y las fobias específicas (Cetkovich, 2018). Además, según las estadísticas de salud mental de la Secretaría de Salud de la Nación, estudios dan cuenta deque los trastornos mentales están dentro de las cinco primeras causas de enfermedad en América. Como consecuencia, la cantidad estimada de personas afectadas por trastornos mentales es muy alta en Argentina. Siendo necesario implementar estrategias para que las personas que sufren de algún trastorno mental inicien un tratamiento, así como también, para reducir la demora en el inicio del mismo. Es por ello que contar con datos epidemiológicos propios es de importancia fundamental. Y la cual debería influir para que las autoridades aumenten los recursos destinados a tal efecto. El estigma ligado a la enfermedad mental y a la discriminación, representa importantes repercusiones negativas, reduciendo las oportunidades y la calidad de vida de los pacientes. Además, representa un obstáculo significativo para el desarrollo de los programas de salud mental. En tal caso, el estigma es un factor que incrementa las pérdidas y debe ser abordado, tanto de manera individual como también en una perspectiva social o de políticas de salud. Por lo tanto, es sumamente importante promover el reconocimiento del paciente como persona para lograr una asistencia sanitaria efectiva y digna, y es por ello que el estigma hacia la enfermedad mental es una prioridad dentro de la salud pública mundial, razón por la cual se requiere de una inversión terminante tanto por parte de las autoridades como de la comunidad en conjunto (Castro, 2005). A partir de los resultados obtenidos, se puede afirmar que se presentan creencias negativas asociadas al miedo en relación a las enfermedades mentales en los participantes, confirmando la hipótesis 1 del estudio. Suelen ver la enfermedad mental como signo de peligrosidad, relacionado a actos y conductas violentas impredecibles y a la falta de control. Asimismo, según Thornicroft, Rose, Kassam y Sartorius (2007), 31 el estigma incluye tres elementos: un problema de conocimiento (ignorancia), un problema de actitud (prejuicio) y una conducta (discriminación). Es por ello que cuando se activan los prejuicios, las creencias pueden dar lugar a reacciones de miedo, temor, desconfianza y producen discriminación, y como consecuencia pueden presentar dificultades de acceso a un trabajo o vivienda independientes, limitación en sus relaciones sociales y de pareja y un deterioro del acceso a los sistemas judicial y de salud (Muñoz, Santos, Crespo & Guillén, 2009). Además, esta etiqueta provoca estereotipos negativos (como la peligrosidad), dando lugar al rechazo social, cambios en la identidad y en última instancia la perpetuación y amplificación de conductas anormales (Scheff, 1966). Es por ello que la presente investigación demuestra que la presencia de estigmatización en relación a las enfermedades mentales es alta, confirmando así la segunda hipótesis planteada. Aunque los participantes no perciban que haya socialmente discriminación hacia esos grupos, no quita que las personas con enfermedad mental son estigmatizadas. Estudios recientes muestran en forma consistente, que a pesar de existir una mayor conciencia entre el público general sobre los trastornos mentales, persisten las percepciones equivocadas o sesgadas, y los estereotipos siguen vigentes y hasta parecen haber aumentado (Pedersen, 2009). Asimismo, se ha podido observar que, a pesar de que con el transcurso del tiempo el público ha adoptado una perspectiva causal neurobiológica de las enfermedades mentales, y que esta perspectiva ha aumentado la tendencia a apoyar su tratamiento, no ha disminuido su estigmatización (Pescosolido et al., 2010). Por otro lado, se puede observar que los niveles de creencias negativas y la estigmatización en relación a las enfermedades mentales en descendientes de chinos fueron menores que en la población autóctona argentina. Por lo que se podría pensar que si bien, en la cultura asiática la enfermedad mental es vista en gran parte como biológica por los psiquiatras chinos que tienen poco interés por lo psicosocial o por la dinámica familiar, y que esta puede influir en términos del concepto, percepción, experiencia de los síntomas, reconocimiento y etiquetas, clasificación, tratamiento, y curso de la enfermedad mental, así como en la identidad que la persona asuma, no significa que sea concluyente y pueda generalizarse. Ya que la falta de aceptación de la enfermedad mental y del tratamiento psiquiátrico por temor al estigma es sólo un factor en las culturas asiáticas. De modo que, conviene examinar la experiencia y las 32 implicaciones de problemas psicológicos, así como la respuesta sociocultural a la enfermedad mental. Tal conocimiento llevaría la influencia directa sobre la utilización de servicios de salud mental, el cumplimiento de tratamiento, la respuesta al tratamiento, programas preventivos y estrategias de educación públicas. Pero principalmente resulta necesario trabajar con los conocimientos, actitudes y habilidades sociales cuando se trata de reducir o eliminar el estigma. Ya que los estereotipos, prejuicios y discriminaciones asociadas a la enfermedad mental pueden privar a quienes la padecen de oportunidades que pueden resultar esenciales para el logro de sus objetivos vitales, especialmente aquellos que tienen que ver con su independencia económica y personal (Corrigan & Kleinlein, 2005). Los resultados de esta investigación se ven limitados porque es una muestra no probabilística de tipo intencional, tomados de la zona metropolitana de Buenos Aires. Por consiguiente, resulta pertinente establecer nuevas estrategias que integren enfoques para intervenir todas las dimensiones que competen al fenómeno, además de métodos más eficaces para la evaluación del estigma y de las intervenciones que lo aborden. Asimismo, no se podría afirmar que, en cuanto a las diferencias entre creencias y estigma en función de la descendencia, hay una menor estigmatización hacia la enfermedad mental por parte de los participantes de nacionalidad argentina con descendencia china que la población autóctona argentina, ya que hay que tomar en cuenta que es un muestra no representativa, en la cual estos datos apenas son exploratorios y no son indicativos de lo que la realidad analiza por la totalidad. Por lo que se necesitan investigaciones futuras para comprender las diferencias dentro del grupo entre participantes de nacionalidad argentina con descendencia china y la población autóctona argentina: las expresiones culturales de la psicopatología, la cuantificación de los sesgos en los informes culturales y los tratamientos culturales innovadores para aumentar el acceso a los servicios. Además, es necesario lograr una implicación del resto de personas, ya que si no, no será posible lograr el objetivo de mejorar la visión que se tiene de la enfermedad mental (Castro, 2005). Por otro lado, sería oportuno tomar las variables sociodemográficas (que, si bien fueron tomadas en la investigación, pero no se incluyeron como parte de los resultados) y evaluarlas con respecto a la estigmatización hacia la enfermedad mental y así, obtener un estudio más completo acerca del caso. Asimismo, desarrollar líneas de investigación para caracterizar y evaluar los diversos tipos de estigma en 33 Latinoamérica. Donde para lograr tal objetivo es necesario adaptar instrumentos diseñados por otros equipos de investigación, considerando las características socioculturales de la comunidad o localidad en la que se pretenda aplicar, y generar intervenciones socio culturalmente adaptadas a las diversas regiones de América Latina. Los distintos aspectos analizados en las páginas precedentes generan preguntas e hipótesis que van delineando una nueva agenda de investigaciones en este campo. Preguntarse si la enfermedad psiquiátrica severa y persistente tiene una distribución universal. De ser así, ¿cuáles son las atribucionesde causalidad, los significados asociados con la experiencia, las reacciones sociales y respuestas frente a estas enfermedades en diferentes países, culturas y sectores urbanos y rurales? ¿Influye la cultura de una persona en su percepción de la enfermedad mental? ¿A más edad, incremente el nivel de estigmatización hacia la enfermedad mental? ¿Hay diferencias en cuanto al sexo de la persona con respecto al estigma? ¿Cómo se construyen socialmente el estigma y la exclusión social en la enfermedad mental? ¿Cuáles son los recursos que se disponen a nivel de la comunidad local para afrontar la carga que impone la enfermedad mental? La investigación sobre estas preguntas representa un área de importancia primordial para el futuro desarrollo de políticas sociales en salud mental y para los programas de intervención, y aún para el desarrollo de modelos alternativos de práctica clínica. Así, las iniciativas de investigación en salud mental y las comparaciones interculturales entre países son herramientas valiosas para analizar las determinantes psico-sociales y el impacto del estigma y la exclusión social en la enfermedad mental, así como también, representan una base fundamental para el desarrollo de intervenciones locales efectivas y sostenibles que permitan reducir la estigmatización y faciliten la integración de las personas afectadas por la enfermedad mental en la sociedad. En síntesis, resulta claro que todavía no se conocen cuáles son los medios más efectivos para combatir el estigma asociado con las enfermedades mentales (Crisp, 2000). El diseño de intervenciones efectivas en contra del estigma y la exclusión social depende, en última instancia, de nuestro mejor entendimiento del estigma no sólo como un atributo simple e individual, sino también como el resultado de procesos sociales y culturales más complejos. 34 Referencias bibliográficas Abe-Kim, J., Takeuchi, D. T., Hong, S., Zane, N., Sue, S., Spencer, M. S., & Alegría, M. (2007). Use of mental health–related services among immigrant and US- born Asian Americans: results from the National Latino and Asian American study. American Journal of Public Health, 97(1), 91-98. Angermeyer, M. C., & Schulze, B. (2001). Reducing the stigma of schizophrenia: understanding the process and options for interventions. Epidemiology and Psychiatric Sciences, 10(1), 1-7. Arrillaga, A. G. P., & Suárez, P. B. (2010). Actitud de la familia hacia el enfermo mental. Actas Españolas de Psiquiatría, 38(1), 57-64. Burns, J. K. (2009). 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