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XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara, 2007. La ciudadanía política femenina: reflexión y redefinición. Ana Fernández Poncela. Cita: Ana Fernández Poncela (2007). La ciudadanía política femenina: reflexión y redefinición. XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara. Dirección estable: https://www.aacademica.org/000-066/751 Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: https://www.aacademica.org. https://www.aacademica.org/000-066/751 XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Del 13 al 18 de agosto 2007, Guadalajara LA CIUDADANÍA POLÍTICA FEMENINA: REFLEXIÓN Y DEFINICIÓN Anna M.Fernández Poncela1 Lo que deseamos hacer aquí es una breve revisión sobre el concepto de ciudadanía históricamente y en fecha reciente, y cómo articular la participación política femenina en torno al mismo en nuestros días. Se trata de un resumen de definiciones y reflexión sobre el tema que titula este trabajo.2 Ciudadanía La definición más básica de ciudadanía es la de una suerte de status de carácter formal, como pertenencia a una comunidad –originalmente una ciudad, hoy un estado-, que puede ser nacional o estatal –según los enfoques ideológicos y culturales- de lo que se deriva, jurídicamente hablando, un conjunto de derechos y responsabilidades u obligaciones. Tradicionalmente desde los clásicos se hablaba de ciudadano3, nótese que el término estaba en masculino –pero de hecho no era una cuestión de inexactitud gramatical, se trataba del hombre, el sexo masculino entre otros atributos, tales como la propiedad o cierto nivel de renta-. Era identificado como el miembro de una comunidad política, con derechos y obligaciones, entre los que sobresalían los derechos de participación política, y sobre los que destacaba el voto; hoy el signo más visible de las modernas democracias representativas en occidente, tal vez desde una perspectiva reduccionista, pero real.4 El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define ciudadanía como la "Calidad y derecho de ciudadano. Conjunto de ciudadanos de un pueblo o nación". Su origen etimológico proviene del latín "civis", que significa hombre libre que habitaba la ciudad. Por lo que ciudadano es aquél "Natural o vecino de una ciudad. Perteneciente a la ciudad o a los ciudadanos. El habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene ejercitándolos, en el gobierno del país. El que en el pueblo de su domicilio tenía un estado medio entre caballero y el de oficial 1 Docente e investigadora del Departamento de Política y cultura, de la UAM Xochimilco. 2 El presente texto es una parte de un trabajo de investigación más amplio sobre el tema. 3 Ciudadano etimológicamente, se origina en ciudad, que era el la época clásica la unidad política por excelencia, hasta que con el paso de los siglos se desarrolló el estado o los denominados estados-nación en Europa. 4 La concepción de ciudadanía procede de la antigüedad clásica –griegos y romanos- y la época ilustrada –Locke, Kant, Rousseau, Montesquieu, Stuart Mill- (Sabine 1994; Touchard 1994). Su idea forma moderna, retomada en la actualidad, data de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la Revolución Francesa (1789) y también de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por Naciones Unidas en 1948, ya en el siglo XX. Esta última es, por así decirlo, la ley y el derecho universal establecido en nuestros días, por lo menos en el ámbito del discurso y de lo “políticamente correcto”. 1 mecánico. Hombre bueno" (DRALE 1970:307). De “civis” se deriva "civitas", y se refería al cuerpo de leyes que regía a los ciudadanos o el conjunto de ciudadanos que vivían bajo una ley común. Por lo que ambos vocablos se relacionan con lo hoy entendido por el concepto de ciudadanía. Definiciones hay muchas, seleccionamos algunas: “En principio, la cultura política democrática está sustentada en la noción de ciudadanía –un grupo de individuos racionales, libres e iguales ante la ley, que conforman el sujeto por excelencia de la cosa pública y de la legitimación del poder-, puesto que la fuente primera y última del poder es la voluntad del pueblo, es decir, de la ciudadanía” (Peschard 1994:24). Presenta entonces, una serie de características: -Traspasar el espacio privado a la esfera pública. -Transitar de un súbdito del Estado a un sujeto participativo. -Con la creencia de cierta influencia sobre las élites políticas y sus decisiones. -No confundir o circunscribir ciudadanía a derecho a sufragar (Peschard 1994). En fecha reciente y para el caso de nuestro país, el Instituto Federal Electoral, afirma que "Hoy, como ayer, ser ciudadano significa ser sujeto de derechos y obligaciones de carácter político. El ciudadano tiene el derecho de participar en el gobierno de la nación a la que pertenece, así como la obligación de respetar las leyes que la rigen. Formar parte de una comunidad política o Estado otorga a las personas los derechos de la ciudadanía, que consisten, al mismo tiempo, en la posibilidad de intervenir directa o indirectamente en la conducción de los asuntos de interés público y en el compromiso de hacerlo con responsabilidad" (IFE 1995:3-4). Hacemos un paréntesis para retomar una definición de democracia actual como el reconocimiento de individuos y colectividades de “vivir su vida”, sujetos y actoras libres, productores/as de su historia, en la cual la razón universal y la identidad personal y colectiva se dan cita (Touraine 2000). Y es que si bien y en general se considera que se trata principalmente de elecciones libres y el ejercicio de los derechos individuales – reiteramos desde cierto reduccionismo-, es también “un estilo de vida, la forma de relacionarse las personas, y, dentro del pluralismo ideológico, el respeto y aceptación de las diferencias. Algo así como una expresión cultural que rige las normas de convivencia de una sociedad (Astelarra,1986; Mouffe,1994).” (Fernández Poncela 1995:26). Volviendo al concepto de ciudadanía, es obvio que ha ido evolucionando e incluyendo a más población –no propietarios, mujeres- con el paso del tiempo –y las exclusiones son dadas, hoy por hoy, por razones de edad -los considerados menores o la infancia-. Esto es, la ciudadanía no es algo estático sino que con el paso del tiempo se ha adecuado a cada contexto socio-histórico, político y cultural; es una construcción socio-cultural e histórica dada, y cada vez ha ido incluyendo sujetos sociales al mismo tiempo que diversificando la pluralidad de su composición. “La ciudadanía es aquel estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad. Sus beneficiarios son iguales en cuanto a derechos y obligaciones que 2 implica” (Marshall y Bottomore 1998: 37). La ciudadanía de Marshall y Bottomore (1998) clásico del tema: es civil, esto es, los derechos de libertad individual, de la persona, expresión, pensamiento y religión, propiedad, establecer contratos válidos y el derecho a la justicia; política en el sentido del derecho a participar en el ejercicio del poder político, como miembro investido de autoridad o como elector del los miembros del mismo; y social: derecho a la seguridad y bienestar económico y vivir la vida de un ser civilizado según los estándares de cada sociedad.5 La ciudadanía engloba el conjunto de derechos y libertades civiles que asisten a las personas de una comunidad nacional o estatal. -Los derechos civiles delibertad e igualdad. -Los derechos sociales, como educación, salud, vivienda o recreación. -Los derechos económicos, al trabajo, la propiedad y los recursos productivos. -El derecho a una vida sin violencia. -Los derechos políticos: la libertad de pensamiento, expresión y organización, de votar y ser votados, además de participar en la toma de decisiones en torno a los asuntos públicos de un país. Sin embargo, hoy en día se amplía la definición conceptual y ciudadanía se refiere a la membresía, activa o pasiva de los individuos dentro de un estado, con derechos y también obligaciones universalistas, en libertad e igualdad (Janoski 1998). También se enfoca desde tres dimensiones: -Como estatus legal o dimensión pasiva, que son los derechos y de manera secundaria los deberes. -Como identidad política, ciudadanía política en una comunidad política dada. -Como participación o dimensión activa, con implicación activa y participación directa en la vida de la comunidad (Benedicto y Moran 2003). Toda vez que existe un importante debate político-ideológico en torno a los enfoques actuales, especialmente desde la perspectiva ideológico-política. -Desde ciertas posiciones de derecha o conservadoras se hace una dura crítica al estado “nodriza” y la tradición socialdemócrata. Proponen el individualismo extremo, en el sentido que los sujetos son individuos con derechos civiles y políticos, además del énfasis en el derecho a la propiedad. El mercado es garantía de libertad y bienestar. Se propone y defiende a la sociedad civil como “locus” privilegiado de implicación cívica, y se promueve el asociacionismo 5 Se trata del modelo clásico de ciudadanía formulado en la postguerra europea y con el auge del estado del bienestar, que propició una ciudadanía pasiva, mientras el estado era el responsable último de todo. Así el/la ciudadana era beneficiaria y clienta de los servicios sociales del estado y demandante de derechos –con similitudes al populismo latinoamericano-. En nuestros días se considera que el proyecto socialdemócrata de los años 50 y 60 del pasado siglo está agotado, cuestionando el funcionamiento de la ciudadanía social en la estructura institucional de los estados del bienestar dentro de un paradigma clásico con sesgo hacia los derechos y mientras los deberes parecen desdibujados. Desde este enfoque la o el ciudadano más que sujeto de derechos civiles y políticos en una colectividad dada, parece cliente individual del estado y de los servicios que este proporciona. 3 como parte de la participación ciudadana. Se trata de un modelo despolitizado, con un protagonismo individualizado y civil. -Las posiciones más a la izquierda, y concretamente, la perspectiva democrático- radical considera que lo óptimo es la democracia social institucionalizada y el estado del bienestar, y apoya movimientos sociales integradores de la diversidad. Se fundamentan en la noción de ciudadanía activa y las experiencias participativas. -La denominada “tercera vía” considera que hay cierta ambigüedad en el asociacionismo voluntario, en especial en su loa como parte de la participación ciudadana o solución de problemáticas sociales y políticos, el asociacionismo no es una opción individual sino que tiene una implicación comunitaria. Posee una concepción dinámica y relacional de la ciudadanía fincada en las prácticas sociales. Afirma el carácter multidimensional en el sentido de derechos y deberes. Hace énfasis en lo cultural y las identidades ciudadanas. Y ya en el ámbito ideológico propugna por recuperar la centralidad del componente sociopolítico de la ciudadanía. Se trata de un nuevo individualismo que acepta las responsabilidades de los ciudadanos, toda vez que propone la solidaridad colectiva desde el estado social. Comentario aparte son los cambios sociales actuales, ya que se considera que en nuestros días está teniendo lugar una pérdida total de la importancia central de las categorías sociales que se están reemplazando por las culturales (Touraine 2005). Añadiríamos que la imagen del ciudadano/a por excelencia también pierde su centralidad a pasos agigantados. Lo mismo acontece con la crítica hacia la teoría de la ciudadanía. Para empezar –y como ya se señaló- “asumir la ampliación de los sujetos de la ciudadanía” y “la definición de los derechos cívicos debe ampliarse hasta poder integrar una serie de cuestiones…se habla ya de “derechos de cuarta generación”, entre los que destacan los derechos ecológicos” (Benedicto y Morán 2003:43-44). En principio se considera que los derechos ciudadanos son parte de los derechos humanos de libertad e igualdad proclamados, pero y también, se ha de aclarar que los derechos ciudadanos son más que los derechos políticos en el sentido estricto del derecho a la libertad de votar y ser votado, libertad de expresión etc.; y se han de matizar los conflictos todavía no resueltos entre el universalismo y el pluralismo, la igualdad y la diferencia, lo público y lo privado, los derechos sexuales y reproductivos, todo ello tan ligado a la vida de las mujeres y como parte de la construcción y el ejercicio de su ciudadanía6. Y es que "el concepto de ciudadanía hace referencia a una práctica conflictiva vinculada al poder, que refleja las luchas acerca de quiénes podrán decir qué en el proceso de definir cuáles son los problemas comunes y cómo serán abordados (van Gunsteren citado por Jelín 1996). Tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de construcción y cambio...el contenido de las reivindicaciones, las prioridades políticas, los ámbitos de lucha, pueden variar, siempre y cuando se reafirme el derecho a tener derecho (y el compromiso de participar) en el debate público acerca del contenido de normas y leyes" (Jelín 1996:5). 6.Dentro de los Derechos Humanos se distinguen los Derechos Civiles y Políticos por un lado y los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, por otro. 4 Por todo lo cual, la ciudadanía es multifacética, multisemántica y multiespacial, esto es, tiene varias caras, diferentes significados y se desarrolla en diversos espacios. No obstante, surgen inevitablemente algunas preguntas que tienen que ver, en primer lugar con la explicación de lo que es la ciudadanía y concretamente sus formas y ejercicio, y en segundo lugar, con la existencia y práctica de los ciudadanos y de las ciudadanas. Es usual reducir la ciudadanía a los derechos políticos que las legislaciones nacionales o estatales recogen formalmente, más aún, últimamente hay quien piensa que equivale únicamente al derecho al ejercicio del sufragio –como ya se señaló-. Sin embargo, y según la teoría clásica la ciudadanía –como también apuntamos con anterioridad- garantiza las libertades individuales frente al Estado, esto es la libertad de expresión, de movimiento y de garantías ante las posibles arbitrariedades derivadas del poder; el derecho a participar en el gobierno, esto es elegir y ser elegido; y el derecho a disfrutar de ciertos mínimos de bienestar (Dahrendorf 1988; Marshall y Bottomore 1998). Si bien, a veces no es posible poner en práctica los derechos del conjunto de la población, por razones políticas o económicas, o inclusive culturales. Las políticas tienen que ver directamente con regímenes autoritarios o dictaduras, no en vano se dice que el pleno ejercicio de la ciudadanía sólo tiene lugar en la democracia donde se respeten leyes y reglas de juego que permitan y potencien la participación ciudadana en las decisiones que afecten a la comunidad (Dahl 1980; Bobbio 1986). Tales como, la igualdad de derechos entre la población, la libertad de ejercerlos, los mecanismos para distribuir y controlar institucionalmente el poder, el acatamiento de la legalidad y la ley, la consideración a las minorías, y la rendición de cuentas por parte delos gobernantes. Respecto a las económicas, se dice que sólo a partir de ciertos mínimos de bienestar material, el acceso a la educación y a la información, además de alojamiento, vestido y alimento, se puede hablar de posibilidad de ejercicio de ciudadanía plenamente conciente. Y es que no únicamente las prohibiciones políticas o los constreñimientos sociales constituyen fuerzas restrictivas o anuladoras del ejercicio de la ciudadanía, también el desconocimiento, la carencia de información o la desinformación, son importantes en el juego en contra del desarrollo de un libre y consciente ejercicio ciudadano. Por lo que es clave la configuración de una cultura democrática y la educación cívica para la participación ciudadana. Esto es más importante si se toman en cuenta las dificultades culturales al calor de las grandes migraciones internacionales. También existe la ciudadanía substraída, que deriva en apatía y rabia entre la población (D'Arcais 1994), desapego hacia las elecciones y la política en general. No en vano se habla de diferentes tipos de cultura política que tiene que ver, entre otras cosas, directamente con el sistema político en cada caso. Pero sobre esto volveremos más adelante. Participación política La participación, por su parte y de forma muy breve y concreta, significa acción de participar o intervenir en un asunto o hecho (Moliner 1992; DRALE 1970). La política tiene que ver con toda relación de poder ahí donde se dé; si bien la tradicional definición más difundida es arte o actividad de gobernar (Moliner 1992), y lo 5 político se relaciona con el gobierno de un país, y se suele circunscribir a los asuntos políticos institucionales o sociales pero con tintes políticos en el sentido de lo formal (Fernández Poncela 1995), o desde un enfoque cuantitativo (Fernández Poncela 2003). Sin embargo, la política es mucho más que eso (Geertz 1987; Krotz 1990), aquí lo aprehendemos de la forma más amplia, si bien lo emplearemos con relación a lo formal en general, esto es, instituciones, actores políticos, relaciones y procesos, siempre en al marco de la institucionalidad política, si bien abarcando la clase o élite política toda vez que la ciudadanía en general. Es posible afirmar que “La política es el espacio de la sociedad relativo a la organización del poder. Allí donde se toman decisiones con proyección social, donde se decide la distribución de los bienes de una sociedad (Peschard,1994). La entenderemos como un conjunto de actividades, organizaciones, instituciones y relaciones de poder, que influyen en la sociedad por medio de normas y leyes obligatorias para todos los ciudadanos y ciudadanas; pero, a la vez, como la búsqueda colectiva de la satisfacción de valores y necesidades en el campo de la formación de identidades (Sojo, 1985; Astelarra,1986). El papel esencial de la política es construir un orden social (Sojo,1985). Y se puede considerar la política como todo acto de transformación de las relaciones de poder, allí donde éstas tengan lugar (Vargas,1987)” (Fernández Poncela 1995:23 24). Por lo que la participación política es la actividad voluntaria e intencionada de un grupo o individuo en los asuntos políticos con objeto de tratar de influenciar en los mismos. Y se puede considerar como parte de la ciudadanía, en especial en su vertiente de derechos políticos. Se trata, básicamente de “la acción del ser humano que lleva a tomar decisiones relacionadas con el poder y su ejercicio, ya sea a favor o en contra (Bonder,1983). Participar políticamente constituye una actividad colectiva, presupone organización, una estrategia y una acción orientadas a conseguir transformaciones –entre otras cosas- en la distribución de bienes en el marco del poder social (NU,1989).” (Fernández Poncela 1995:25). En ciencia o sociología política, se refiere a una serie de actividades o conductas: -acto de votar -militancia en partido político -participación en manifestaciones públicas -contribución en una agrupación política -apoyo a un candidato en campaña -presión sobre un dirigente. Se trata de prácticas, orientaciones y procesos característicos de las democracias occidentales –donde están más presentes y han sido más estudiadas-.7 7 Hay quien categoriza tres grupos de ciudadanía con relación a la participación política: los apáticos, los que tienen presencia (comportamientos receptivos o pasivos, tipo espectador), los activos (se realizan actividades) y los participativos (el individuo contribuye directamente en una situación política). Sobre el tema existe una muy amplia y diversa bibliografía. 6 Los factores que influyen en la participación: -nivel educativo -socioeconómico -cultural -sexo -edad -residencia Además y por supuesto de la personalidad. Las instituciones y tradiciones políticas estimulan o desalientan, en su caso, la participación, también la situación política concreta. Pero vamos a dejar aquí esta breve definición conceptual. Reflexiones en torno a la ciudadanía femenina y la participación política de las mujeres en nuestros días En el caso de la ciudadanía femenina, suele entenderse algo así como el garantizar este status en su condición de mujer –o a pesar de la misma dirían algunos/as-. Sus derechos a decidir de forma autónoma sobre su vida y la política, sobre su cuerpo y el ámbito público –y hago dicha distinción porque ambos aspectos son cruciales pero hay quien hace hincapié en uno u otro-. Todo ello en libertad e igualdad de derechos y oportunidades. Las mujeres siempre han participado en la política, formal e informal, comunitaria, no gubernamental o institucional. De lo que se trata es de estar presentes también en las esferas de poder donde se dirimen los destinos del país, con objeto de fomentar y propiciar la resolución de las necesidades de las mujeres, y los intereses y problemas de género por un lado, y de otro, por derecho participar en las decisiones de toda la agenda política del país. De estar presentes y participar en todos los espacios como ciudadanas de la élite política y ciudadanas de a pie. La ciudadanía es la capacidad de influir y decidir en la toma de decisiones políticas. La promoción de la ciudadanía plena de las mujeres implica promover el ejercicio activo y pleno de sus derechos, de todos, incluyendo el de la participación política, y dentro de éste el del acceso a las estructuras de poder de la vida pública y política del país. Y es precisamente en el espacio de los puestos y cargos en el sistema político formal – legislativo y ejecutivo- donde se encuentran las mayores limitaciones, en calidad de electas en gobiernos o directivas en partidos, y participantes activas de los procesos de toma de decisión en general. Pero es en los partidos donde se ha detectado la problemática más aguda en este sentido (Fernández Poncela 1999). Y esta dificultad en el acceso tiene lugar por las características propias del sistema político que pone un “techo de cristal” a la participación femenina, lo cual constituye una limitante exógena que se relaciona con el funcionamiento de los partidos políticos y el sistema en su conjunto. Pero también, no hay que olvidar la, a veces, falta de iniciativa por parte de las mujeres en ocupar puestos y participar activamente, lo que se ha dado en llamar en últimas fechas “suelo engomado” (Heller 2004). Volveremos sobre este tema. 7 La no-participación femenina conduce a un déficit democrático, y por lo tanto se levanta la bandera de la paridad entre hombres y mujeres en los puestos de decisión. Dicha paridad significaría cambios profundos para la vida política y el funcionamiento de sus instituciones como algunos estudios afirman en teoría y otros tratan de probar bajo la óptica de la información y experiencia recabada. Sabiendo también que la paridad no es un objetivo tajante del 50% (Lipovetsky 1999).La ciudadanía de las mujeres, como por supuesto de otros grupos y sectores sociales (Mouffe 1993), no es una ciudadanía plena, "...el hombre impone a la mujer leyes en cuya redacción ella no participa. El hombre hace de la mujer una muerta cívica" (Lucrecia Mott en el Primer Congreso Femenino, Nueva York, 1848, citado en CEM 1994:5). Hay una serie de límites desde afuera, fundamentalmente desde la concepción y puesta en práctica del modelo político liberal, dentro del cual la mujer queda excluida (Pateman 1988). Si bien, las cosas parecen estar cambiando. Y es que el liberalismo parece haberse centrado en la libertad económica e individual más que en la ciudadanía política, y según algunas autoras, tiene una miopía de género que ha incumplido los ideales de participación política entre ciudadanos libres e iguales (Fernandez Poncela 1997). Las mujeres fueron desde un primer momento menospreciadas y marginadas, como muestran los escritos de la mayoría de los pensadores clásicos del liberalismo, salvo honrosas excepciones, como Stuart Mill (Pateman 1988,1990a; Philips 1995). Desde algunas concepciones feministas se subraya que en la ciudadanía patriarcal se excluye los atributos, especificidades y capacidades de las mujeres como posibles forjadoras de la ciudadanía, son ciudadanas de segunda categoría frente a la ciudadanía impuesta por el enfoque liberal constituido a imagen y semejanza del hombre, cuyo modelo masculino es racional, virtuoso y viril (Moreno 1980; Pateman 1990b; Mouffe 1993; Fraser 1990). Son ciudadanías de segunda categoría (Beauvoir 1985), calificadas también de hombres menores (Pateman 1988, 1990a), tienen una ciudadanía imperfecta y su identidad fragmentada (Ardaya 1994), como parte de los sectores excluidos, pero y además, como mujeres. No obstante, hay que tener presente también, los límites de la ciudadanía desde dentro, empezando por la socialización infantil (Segovia 1975; Fernández Poncela 2005a), que construye, entre otras cosas, simbólicamente la diferencia sexual, los estereotipos y roles de género que impregnan la cultura, el imaginario social y que los infantes introyectan, con el desarrollo de su aparato psíquico y reproducen a lo largo de toda su vida (Fernández Poncela 2005b). Sin embargo, esto también parece estar cambiando. Y prosiguiendo con las autodefiniciones femeninas: "esa fragmentación y restricción ciudadana se da no sólo desde fuera, por ausencia -objetiva- de derechos o por autoritarismos de nuestras democracias, sino desde dentro, en ellas mismas, desde su conciencia ciudadana…ciudadanía subjetiva, desde donde recepciona y asume un horizonte ciudadano restringido y no logra concebirse como sujeto pleno de derecho. Justamente porque la ciudadanía no es tampoco una categoría congelada, sino que tiene un carácter profundamente dinámico, que va ensanchando o agostando su sentido- contenido de acuerdo a circunstancias históricas" (Vargas 1996:1-2), como ya se ha señalado. 8 En fin, la ciudadanía es una categoría considerada patriarcal y construida, como veíamos, a partir de cierto modelo de dominación masculino. Por lo que precisa ser revisada y reformulada, ya que se necesita una ciudadanía que contemple la diferencia sexual, que dé valor y significado político a las mujeres (Pateman 1988), así como de todos los grupos excluidos de la misma. Se ha de insistir en que los atributos, las especificidades y actividades distintas de las mujeres sean expresión y forjadoras de ciudadanía, a pesar que sea esto lo que la ciudadanía patriarcal excluye, o precisamente por eso. Las limitaciones de la moderna concepción de ciudadanía sólo pueden superarse en la medida en que la diferencia sexual se convierta en algo efectivamente no pertinente (Mouffe 1999).8 "La visión de la democracia radical y plural que quiero proponer entiende la ciudadanía como una forma de identidad política que consiste en la identificación con los principios políticos de la democracia moderna pluralista, es decir, en la afirmación de la libertad y la igualdad para todos...El ejercicio de la ciudadanía consiste en identificarse con los principios ético-políticos de la moderna democracia, debemos reconocer también que puede haber tantas formas de ciudadanía como hay interpretaciones de esos principios, y que una interpretación democrática radical hará hincapié en las numerosas relaciones sociales donde existen situaciones de dominación que deben ser puestas en tela de juicio si se aplican los principios de libertad e igualdad" (Mouffe 1999:15-16).9 Siguiendo con los enfoques y reflexiones en torno a la ciudadanía y las mujeres, traemos a varias autoras y sus puntos de vista al respecto, que han tenido lugar desde la academia en últimas fechas10: -Iris M.Young propone una ciudadanía diferenciada –más allá de la ciudadanía universal-, para lograr la inclusión y participación de todas las personas en la plena ciudadanía, ya que en ocasiones dicha inclusión requiere de la articulación de derechos especiales con objeto de socavar la opresión y la desventaja de los diferentes grupos sociales, como las mujeres (Young 1996). Lo cual parece algo complejo. -Nancy Fraser pugna por el reconocimiento de la diferencia de los distintos grupos sociales, un reconocimiento sociocultural, más allá de la injusticia 8 Esta posición y autora corresponde a la tendencia de la democracia radical comentada con anterioridad. 9."Mi argumento principal aquí ha sido que, para las feministas comprometidas con un proyecto político cuya aspiración sea luchar contra las formas de subordinación que existen en muchas relaciones sociales, y no sólo contra aquellas vinculadas al género, una interpretación que nos permite entender cómo es construido el sujeto a través de diferentes discursos y posiciones de sujeto es ciertamente más adecuada que una interpretación que reduzca nuestra identidad a una posición singular -ya sea de clase, raza o género-" (Mouffe 1999:21). Y suiguiendo con este mismo razonamiento: “La creación de las identidades políticas como ciudadanos democráticos radicales depende, pues, de una forma colectiva de identificación entre las exigencias democráticas que se encuentra en una variedad de movimientos: de mujeres, de trabajadores, de negros, de gays, ecologistas, así como en otros “nuevos movimientos sociales”. Es una concepción de ciudadanía que, a través de una identificación común con una interpretación democrática radical de los principios de libertad y de igualdad, apunta a la contrucción de un “nosotros”, una cadena de equivalencias entre sus demandas, a fin de articularlar a través del principio de equivalencias democráticas (Mouffe 1999:102). 10 Algunas hablan del maternalismo, en una sociedad donde se establece la superioridad moral de la familia, el amor, el cuidado de los otros, a modo de trasladar las “virtudes” de la maternidad a toda la sociedad y también al ejercicio de la política. 9 económica existe una injusticia cultural. Hay que interpretar necesidades y satisfacerlas (Fraser 1990). -Ann Phillips señala el peso de las desigualdades sociales y económicas, y cómo éstas son también importantes a la hora del ejercicio ciudadano. Así como, la preocupación por la democracia, en donde las mujeres se sienten excluidas. Esta autora considera que lo que se representa está sobre quien lo representa, dentro de su concepción de la política de las ideas, en el sentido de defender posiciones e intereses a través de personas representantes que no tienen porque relacionarse con sus posturas y defensas públicas. Aunque también es importante la política de la presencia para la defensa de las ideas, toda vez que para la generación de experiencia. “...la defensa que haya más mujeres representantes descansa en parte en una noción de igualdad en la participación y en parte en una noción de reflexión, y que ni en principio ni en la prácticaesto puede garantizar que las mujeres estén representadas como mujeres. Podemos anticipar que más mujeres elegidas cambiarán el contexto y las prioridades de la política pública, pero no podemos asegurar que esto ocurra necesariamente así, ni tampoco a partir del supuesto de que sus opiniones obtendrán la aclamación general” (Phillips 1995:83). -Chantal Mouffe considera fundamental la inclusión de las mujeres como ciudadanas activas, así como de otros grupos sociales en un proyecto global. “La creación de las identidades políticas como ciudadanos democráticos radicales depende, pues, de una forma colectiva de identificación entre las exigencias democráticas que se encuentra en una variedad de movimientos de mujeres, trabajadores, de negros, de gays, ecologistas, así como en otros “nuevos movimientos sociales”. Es una concepción de ciudadanía que, a través de una identificación común con una interpretación democrática radical de los principios de libertad y de igualdad, apunta a la construcción de un “nosotros”, una cadena de equivalencias entre sus demandas, a fin de articularlas a través del principio de equivalencias democráticas” (Mouffe 1999:102). Una pregunta, por qué tendrían las mujeres que tener paridad, ¿las mujeres necesitan a mujeres para que las representen? Algunas autoras como las anteriormente mencionadas Ann Phillips e Iris M.Young consideran que “lo que se dice se puede separar de quien lo dice”. Pese a lo cual, hay quien cree que la paridad significaría un cambio en la política. “La creciente presencia de mujeres traería consigo cambios sustanciales en las instituciones, las prioridades y en la cultura política” (Lovenduski 2001:120). Se considera que dentro de los cambios habidos en el continente europeo destaca cómo “Las demandas a favor de la reforma de los partidos consiguieron distintos grados de éxito. En algunos partidos aparecieron nuevos asuntos en sus programas, se idearon nuevos sistemas de elección de candidatos, se instituyeron nuevos medios de acción política y se crearon nuevas estructuras de gobierno tales como ministerios de la mujer, defensores de la igualdad de oportunidades y comités de la mujer con financiación pública. Aunque algunos países estuvieron más abiertos que otros a los cambios, éstos no habrían ocurrido sin la intervención activa de las mujeres para promover la igualdad sexual” (Lovenduski 2001:123). 10 Se habla también de “un cambio con sentido”. Eso sí se requiere de un número suficiente de mujeres en el poder que estén motivadas para representar los intereses y problemas de las mujeres. Si bien hay quien opina que éstas se masculinizan y reproducen modelos de los hombres, no es menos cierto que los hombres suelen comportarse de manera distinta en presencia de una mujer, qué no harán si hay varias; se supone que su conducta se modifica. En varios países ya se ha dado la entrada a los asuntos de las mujeres que suponen hasta cierto punto un desafío de procedimientos y disposiciones existentes. También se ha dado entrada a un número creciente de parlamentarias, con lo cual tienen que revisarse aspectos tales como, los programas del parlamento, lugares de reunión, las disposiciones para el cuidado de los hijos, los horarios de trabajo y la disponibilidad para los viajes...Se afirma, por ejemplo, que la mayor presencia femenina ha ido cambiando el discurso en los países del norte de Europa, introduciendo expresiones de calor y compasión, y referencias a la familia, entre otras cosas. Parece ser que “El fenómeno de la proporción creciente de mujeres en la política contribuye a cambiar la imagen de ésta, de forma que se la empieza a considerar como una actividad normal para mujeres. Para consolidarse, este cambio de actitud requiere una mayor difusión en los medios y la aceptación de los movimientos femeninos de que la política es una actividad apropiada para mujeres. Conforme va avanzando el proceso, el comportamiento de los políticos cambia, entre otras cosas porque la necesidad de compartir con las mujeres altera las reglas del juego político” (Lovenduski 2001:138). Y es que “Los números siempre son importantes, un criterio necesario, si no suficiente, de un efecto sostenido. La evidencia disponible hasta el momento indica que, a medida que crece el número de mujeres en la política, debemos esperar su mayor participación en todos los aspectos de la vida pública y un cambio sustancial en los procedimientos de las instituciones públicas y las asambleas de representantes” (Lovenduski 2001:138). En nuestros días se considera que en la democracia, la ciudadanía ha de estar informada de los acontecimientos políticos, y es capaz de elegir entre alternativas y fuerzas políticas distintas, comprometida directa o indirectamente con la participación, pero en la realidad las cosas, hoy por hoy, no son tan así. La participación política no es muy grande, el interés hacia la esfera de lo político parece circunscrito a un grupo limitado, el grado de información también –además del filtro mediático-, de hecho el abstencionismo aumenta en el mundo occidental, y muy especialmente entre la juventud. En los partidos la militancia activa decae, quizás en contrapartida puede verse como el asociacionismo es más importante –en especial en asociaciones deportivas, recreativas, religiosas…- (Beck y Beck-Gernsheim 2003; Bauman 2006; Sennet 2006). Y es que estamos en la época de la “ética indolora”, “el imperio de lo efímero” o “la era del vacío” (Lipovestky 1994, 2002). También participar es estar en manifestaciones y protestas varias. Son formas visibles pero esporádicas que no llevan en general a la creación de instrumentos organizativos o la institucionalización de la política. Parece que estamos en la sociedad líquida de Bauman (2006), el sujeto flotante de Félix (2006), o las “identidades flexibles y 11 volátiles” (Megías Valenzuela 2005), y “el vivir la propia vida” de Beck y Beck- Gernsheim (2003)11, como lo más reseñable en la sociedad política en la actualidad. Volviendo a las mujeres, se habla de la baja presencia femenina en el organigrama político formal –poder ejecutivo y legislativo-. Como señalamos en su momento, la dificultad en el acceso tiene lugar por las características propias del sistema político que pone un “techo de cristal” a la participación femenina, lo cual constituye una limitante exógena que se relaciona con el funcionamiento de los partidos políticos y el sistema en su conjunto. Pero también, no hay que olvidar la, a veces, falta de iniciativa por parte de las mujeres en ocupar puestos y participar activamente, lo que se ha dado en llamar últimamente “el piso engomado” (Heller 2004). Otros autores han abordado el tema, desde hace tiempo, bajo conceptos como el “círculo vicioso” y el “círculo excluyente” (Garretón 1990). Ha de quedar claro que estos dos aspectos son las dos fundamentales dificultades actuales, por supuesto hay muchas más, pero éstas son las más importantes: los obstáculos en el espacio político formal, en concreto en los partidos políticos; y las limitantes y autolimitantes por parte de las mujeres. Aunado, claro está el fenómeno de la subpolítica (Beck y Beck-Gernsheim 2003), la política del consumo (Bauman 2006), el ciudadano consumidor o el teatro de la política (Sennet 2006), por no mencionar la reflexión vigente sobre el capital social, misma que no vamos a abordar aquí. Regresando otra vez a lo concreto sobre las dificultades y obstáculos para la participación política femenina: -“Techo de cristal” o “círculo excluyente”. Limitante exógena que se relaciona con el funcionamiento de los partidos políticos y el sistema en su conjunto. -“El piso engomado” o “círculo vicioso”. Falta de iniciativa por parte de las mujeres en ocupar puestos y participar activamente. La reducida presencia y participación femenina conduce a un déficit democrático –ya dicho-, por lo que parece importanteno sólo para las mujeres, sino para la sociedad en su conjunto, el elevar su presencia y participación política. Las vías de acceso a subsanar dicho déficit pueden ser: -Fortalecer el liderazgo político de las mujeres en las comunidades, las organizaciones sociales, los partidos políticos, la administración pública y los poderes del estado. -Con más presencia, más calificación, más capacidad de influencia en la vida política (capacitación, campañas...). -Estimular y propiciar la solidaridad, concertación y búsqueda de consensos entre mujeres (pactos entre mujeres). -Promover el liderazgo en la vida pública y garantizar el acceso a posiciones políticas (las cuotas); promover un gran cambio sociocultural y eliminar los obstáculos 11 En todo caso dejamos aquí la reflexión sobre esta nueva apreciación y conceptualización que sería muy amplia, e iría más allá de los objetivos de este texto. 12 que coartan el acceso de las mujeres al espacio de la toma de decisiones políticas (cambio cultural). De entre las estrategias de acción política existen las retóricas, de acción positiva y de discriminación positiva (Lovenduski 2001; Elizondo 1997; Fernández Poncela 1999, 2003). Las cuotas entrarían entre las estrategias de discriminación positiva. Se intenta también corregir prejuicios de instituciones y personas (Young 1996). Si bien es clara su efectividad numérica, puede dejar intactas las conductas y patrones sociales, lo cual sería un largo tema para abordar en estas páginas.12 -Estrategias retóricas: consisten en la aceptación de las demandas de las mujeres en el discurso político y el reconocimiento público de la importancia de aumentar su presencia política. Se trata de una estrategia simbólica y retórica. -Estrategias de acción positiva: tienen el fin de animar a las mujeres a participar más activamente en la política. Impulsar su formación y capacitación; así como, su organización al interior de un partido político. Colaboran en los intentos de transformar la imagen tradicional femenina en el orden social establecido, cambiar percepciones de lo que es ser hombre y ser mujer en el nivel identitario, flexibilizar roles y papeles sociales en el orden práctico. -Discriminación positiva: asegurar la presencia mínima de mujeres a través de medidas concretas como las cuotas. Bien, una vez que las mujeres llegan a un puesto político, por ejemplo, el legislativo, lo importante, no sólo es su número sino la “política de la presencia” (Mansbridge 1999), y su actuar político en el sentido de la “masa crítica”, esto es, generar cierto impacto en cuanto a la representación de temas de interés y preocupación para las mujeres (Thomas 1994). Entre otros cambios institucionales, de procedimiento, de representación, en el discurso, el conocimiento y uso de reglas (Lovenduski y Karam 2002). Pero desde la clara conciencia que se trata de: -Trabajar temas relacionados con los intereses de género y necesidades prácticas de las mujeres, pero y también, -La participación de éstas en todos los asuntos de la agenda política del país. Por supuesto que la temática tiene que ver con el poder, con la cultura política y otros muchos temas, sin embargo, dejamos la revisión teórica y conceptual aquí. Conscientes, 12 Si bien el debate es amplio, mencionar únicamente como las cuotas de género tienen sus pros y sus contras. Entre los primeros: compensan la discriminación, el derecho de las ciudadanas a ser representadas, la necesidad de la experiencia de la mujer en la vida política, superar el problema del control político por parte de los partidos que suelen inclinarse por los hombres. Entre los segundos: contradice el principio de igualdad de oportunidades, son antidemocráticas, hay mujeres que no desean ser electas por el sólo hecho de ser mujer, se crean conflictos internos (Dahlerup 2002). Pero insistimos que lo más importante es que si bien llegan más mujeres, no significa un cambio en el imaginario social, más bien se trata que a través de dicho arribo se diera la transformación social requerida tanto en ciertos sectores de la ciudadanía, como a los actores de la política misma. Y es que si bien una mujer política no cambia quizás nada, es más, puede masculinizarse y aceptar las reglas de un sistema negativo hacia las mujeres; pero el simple hecho de su presencia puede afectar la imagen y expectativas sociales, como posibilidad, en un mundo como el nuestro de posibilidades. 13 eso sí, que se ha priorizado el enfoque en la presencia y participación femenina en la clase política institucional, no se han abordado otros espacios políticos, y sólo se han dado pincelados sobre la ciudadanía en general. 14 Referencias Ardaya, Gloria 1994 "Mujeres y democracia. En busca de una identidad en el sistema político" Nueva Sociedad,no 134, Caracas. Bauman, Zygmunt 2006 Vida líquida. Barcelona:Paidós. Beauvoir, Simone 1985 El segundo Sexo. Buenos Aires: Siglo XX. Beck, Ulrich y Beck-Gernsheim, Elizabeth 2003 La individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas.Barcelona:Paidós. 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