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Ana Fernández Poncela (2007) La ciudadanía política femenina reflexión y redefinición

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XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación
Latinoamericana de Sociología, Guadalajara, 2007.
La ciudadanía política
femenina: reflexión y
redefinición.
Ana Fernández Poncela.
Cita:
Ana Fernández Poncela (2007). La ciudadanía política femenina:
reflexión y redefinición. XXVI Congreso de la Asociación
Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de
Sociología, Guadalajara.
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XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología 
Del 13 al 18 de agosto 2007, Guadalajara 
 
 
LA CIUDADANÍA POLÍTICA FEMENINA: 
REFLEXIÓN Y DEFINICIÓN 
 
Anna M.Fernández Poncela1
 
Lo que deseamos hacer aquí es una breve revisión sobre el concepto de ciudadanía 
históricamente y en fecha reciente, y cómo articular la participación política femenina 
en torno al mismo en nuestros días. Se trata de un resumen de definiciones y reflexión 
sobre el tema que titula este trabajo.2
 
 
Ciudadanía 
 
La definición más básica de ciudadanía es la de una suerte de status de carácter formal, 
como pertenencia a una comunidad –originalmente una ciudad, hoy un estado-, que 
puede ser nacional o estatal –según los enfoques ideológicos y culturales- de lo que se 
deriva, jurídicamente hablando, un conjunto de derechos y responsabilidades u 
obligaciones. 
 
Tradicionalmente desde los clásicos se hablaba de ciudadano3, nótese que el término 
estaba en masculino –pero de hecho no era una cuestión de inexactitud gramatical, se 
trataba del hombre, el sexo masculino entre otros atributos, tales como la propiedad o 
cierto nivel de renta-. Era identificado como el miembro de una comunidad política, con 
derechos y obligaciones, entre los que sobresalían los derechos de participación política, 
y sobre los que destacaba el voto; hoy el signo más visible de las modernas democracias 
representativas en occidente, tal vez desde una perspectiva reduccionista, pero real.4
 
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define ciudadanía como la 
"Calidad y derecho de ciudadano. Conjunto de ciudadanos de un pueblo o nación". Su 
origen etimológico proviene del latín "civis", que significa hombre libre que habitaba la 
ciudad. Por lo que ciudadano es aquél "Natural o vecino de una ciudad. Perteneciente a la 
ciudad o a los ciudadanos. El habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos 
como sujeto de derechos políticos y que interviene ejercitándolos, en el gobierno del país. 
El que en el pueblo de su domicilio tenía un estado medio entre caballero y el de oficial 
 
1 Docente e investigadora del Departamento de Política y cultura, de la UAM Xochimilco. 
 
2 El presente texto es una parte de un trabajo de investigación más amplio sobre el tema. 
3 Ciudadano etimológicamente, se origina en ciudad, que era el la época clásica la unidad política por 
excelencia, hasta que con el paso de los siglos se desarrolló el estado o los denominados estados-nación 
en Europa. 
4 La concepción de ciudadanía procede de la antigüedad clásica –griegos y romanos- y la época ilustrada 
–Locke, Kant, Rousseau, Montesquieu, Stuart Mill- (Sabine 1994; Touchard 1994). Su idea forma 
moderna, retomada en la actualidad, data de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano 
en la Revolución Francesa (1789) y también de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, 
aprobada por Naciones Unidas en 1948, ya en el siglo XX. Esta última es, por así decirlo, la ley y el 
derecho universal establecido en nuestros días, por lo menos en el ámbito del discurso y de lo 
“políticamente correcto”. 
 1
mecánico. Hombre bueno" (DRALE 1970:307). De “civis” se deriva "civitas", y se 
refería al cuerpo de leyes que regía a los ciudadanos o el conjunto de ciudadanos que 
vivían bajo una ley común. Por lo que ambos vocablos se relacionan con lo hoy entendido 
por el concepto de ciudadanía. 
 
Definiciones hay muchas, seleccionamos algunas: 
 
“En principio, la cultura política democrática está sustentada en la noción de ciudadanía 
–un grupo de individuos racionales, libres e iguales ante la ley, que conforman el sujeto 
por excelencia de la cosa pública y de la legitimación del poder-, puesto que la fuente 
primera y última del poder es la voluntad del pueblo, es decir, de la ciudadanía” 
(Peschard 1994:24). 
 
Presenta entonces, una serie de características: 
 
 -Traspasar el espacio privado a la esfera pública. 
 -Transitar de un súbdito del Estado a un sujeto participativo. 
 -Con la creencia de cierta influencia sobre las élites políticas y sus decisiones. 
 -No confundir o circunscribir ciudadanía a derecho a sufragar (Peschard 1994). 
 
En fecha reciente y para el caso de nuestro país, el Instituto Federal Electoral, afirma que 
"Hoy, como ayer, ser ciudadano significa ser sujeto de derechos y obligaciones de 
carácter político. El ciudadano tiene el derecho de participar en el gobierno de la nación 
a la que pertenece, así como la obligación de respetar las leyes que la rigen. Formar parte 
de una comunidad política o Estado otorga a las personas los derechos de la ciudadanía, 
que consisten, al mismo tiempo, en la posibilidad de intervenir directa o indirectamente en 
la conducción de los asuntos de interés público y en el compromiso de hacerlo con 
responsabilidad" (IFE 1995:3-4). 
 
Hacemos un paréntesis para retomar una definición de democracia actual como el 
reconocimiento de individuos y colectividades de “vivir su vida”, sujetos y actoras 
libres, productores/as de su historia, en la cual la razón universal y la identidad personal 
y colectiva se dan cita (Touraine 2000). Y es que si bien y en general se considera que 
se trata principalmente de elecciones libres y el ejercicio de los derechos individuales –
reiteramos desde cierto reduccionismo-, es también “un estilo de vida, la forma de 
relacionarse las personas, y, dentro del pluralismo ideológico, el respeto y aceptación 
de las diferencias. Algo así como una expresión cultural que rige las normas de 
convivencia de una sociedad (Astelarra,1986; Mouffe,1994).” (Fernández Poncela 
1995:26). 
 
Volviendo al concepto de ciudadanía, es obvio que ha ido evolucionando e incluyendo a 
más población –no propietarios, mujeres- con el paso del tiempo –y las exclusiones son 
dadas, hoy por hoy, por razones de edad -los considerados menores o la infancia-. Esto 
es, la ciudadanía no es algo estático sino que con el paso del tiempo se ha adecuado a 
cada contexto socio-histórico, político y cultural; es una construcción socio-cultural e 
histórica dada, y cada vez ha ido incluyendo sujetos sociales al mismo tiempo que 
diversificando la pluralidad de su composición. 
 
“La ciudadanía es aquel estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de 
una comunidad. Sus beneficiarios son iguales en cuanto a derechos y obligaciones que 
 2
implica” (Marshall y Bottomore 1998: 37). La ciudadanía de Marshall y Bottomore 
(1998) clásico del tema: es civil, esto es, los derechos de libertad individual, de la 
persona, expresión, pensamiento y religión, propiedad, establecer contratos válidos y el 
derecho a la justicia; política en el sentido del derecho a participar en el ejercicio del 
poder político, como miembro investido de autoridad o como elector del los miembros 
del mismo; y social: derecho a la seguridad y bienestar económico y vivir la vida de un 
ser civilizado según los estándares de cada sociedad.5
 
La ciudadanía engloba el conjunto de derechos y libertades civiles que asisten a las 
personas de una comunidad nacional o estatal. 
 
-Los derechos civiles delibertad e igualdad. 
-Los derechos sociales, como educación, salud, vivienda o recreación. 
-Los derechos económicos, al trabajo, la propiedad y los recursos productivos. 
-El derecho a una vida sin violencia. 
-Los derechos políticos: la libertad de pensamiento, expresión y organización, de 
votar y ser votados, además de participar en la toma de decisiones en torno a los 
asuntos públicos de un país. 
 
Sin embargo, hoy en día se amplía la definición conceptual y ciudadanía se refiere a la 
membresía, activa o pasiva de los individuos dentro de un estado, con derechos y 
también obligaciones universalistas, en libertad e igualdad (Janoski 1998). 
 
También se enfoca desde tres dimensiones: 
 
-Como estatus legal o dimensión pasiva, que son los derechos y de manera 
secundaria los deberes. 
-Como identidad política, ciudadanía política en una comunidad política dada. 
-Como participación o dimensión activa, con implicación activa y participación 
directa en la vida de la comunidad (Benedicto y Moran 2003). 
 
 
Toda vez que existe un importante debate político-ideológico en torno a los enfoques 
actuales, especialmente desde la perspectiva ideológico-política. 
 
-Desde ciertas posiciones de derecha o conservadoras se hace una dura crítica al 
estado “nodriza” y la tradición socialdemócrata. Proponen el individualismo 
extremo, en el sentido que los sujetos son individuos con derechos civiles y 
políticos, además del énfasis en el derecho a la propiedad. El mercado es 
garantía de libertad y bienestar. Se propone y defiende a la sociedad civil como 
“locus” privilegiado de implicación cívica, y se promueve el asociacionismo 
 
5 Se trata del modelo clásico de ciudadanía formulado en la postguerra europea y con el auge del estado 
del bienestar, que propició una ciudadanía pasiva, mientras el estado era el responsable último de todo. 
Así el/la ciudadana era beneficiaria y clienta de los servicios sociales del estado y demandante de 
derechos –con similitudes al populismo latinoamericano-. En nuestros días se considera que el proyecto 
socialdemócrata de los años 50 y 60 del pasado siglo está agotado, cuestionando el funcionamiento de la 
ciudadanía social en la estructura institucional de los estados del bienestar dentro de un paradigma clásico 
con sesgo hacia los derechos y mientras los deberes parecen desdibujados. Desde este enfoque la o el 
ciudadano más que sujeto de derechos civiles y políticos en una colectividad dada, parece cliente 
individual del estado y de los servicios que este proporciona. 
 3
como parte de la participación ciudadana. Se trata de un modelo despolitizado, 
con un protagonismo individualizado y civil. 
 
-Las posiciones más a la izquierda, y concretamente, la perspectiva democrático-
radical considera que lo óptimo es la democracia social institucionalizada y el 
estado del bienestar, y apoya movimientos sociales integradores de la diversidad. 
Se fundamentan en la noción de ciudadanía activa y las experiencias 
participativas. 
 
-La denominada “tercera vía” considera que hay cierta ambigüedad en el 
asociacionismo voluntario, en especial en su loa como parte de la participación 
ciudadana o solución de problemáticas sociales y políticos, el asociacionismo no 
es una opción individual sino que tiene una implicación comunitaria. Posee una 
concepción dinámica y relacional de la ciudadanía fincada en las prácticas 
sociales. Afirma el carácter multidimensional en el sentido de derechos y 
deberes. Hace énfasis en lo cultural y las identidades ciudadanas. Y ya en el 
ámbito ideológico propugna por recuperar la centralidad del componente 
sociopolítico de la ciudadanía. Se trata de un nuevo individualismo que acepta 
las responsabilidades de los ciudadanos, toda vez que propone la solidaridad 
colectiva desde el estado social. 
 
Comentario aparte son los cambios sociales actuales, ya que se considera que en 
nuestros días está teniendo lugar una pérdida total de la importancia central de las 
categorías sociales que se están reemplazando por las culturales (Touraine 2005). 
 
Añadiríamos que la imagen del ciudadano/a por excelencia también pierde su 
centralidad a pasos agigantados. Lo mismo acontece con la crítica hacia la teoría de la 
ciudadanía. Para empezar –y como ya se señaló- “asumir la ampliación de los sujetos de 
la ciudadanía” y “la definición de los derechos cívicos debe ampliarse hasta poder 
integrar una serie de cuestiones…se habla ya de “derechos de cuarta generación”, entre 
los que destacan los derechos ecológicos” (Benedicto y Morán 2003:43-44). 
 
En principio se considera que los derechos ciudadanos son parte de los derechos humanos 
de libertad e igualdad proclamados, pero y también, se ha de aclarar que los derechos 
ciudadanos son más que los derechos políticos en el sentido estricto del derecho a la 
libertad de votar y ser votado, libertad de expresión etc.; y se han de matizar los conflictos 
todavía no resueltos entre el universalismo y el pluralismo, la igualdad y la diferencia, lo 
público y lo privado, los derechos sexuales y reproductivos, todo ello tan ligado a la vida 
de las mujeres y como parte de la construcción y el ejercicio de su ciudadanía6. Y es que 
"el concepto de ciudadanía hace referencia a una práctica conflictiva vinculada al poder, 
que refleja las luchas acerca de quiénes podrán decir qué en el proceso de definir cuáles 
son los problemas comunes y cómo serán abordados (van Gunsteren citado por Jelín 
1996). Tanto la ciudadanía como los derechos están siempre en proceso de construcción y 
cambio...el contenido de las reivindicaciones, las prioridades políticas, los ámbitos de 
lucha, pueden variar, siempre y cuando se reafirme el derecho a tener derecho (y el 
compromiso de participar) en el debate público acerca del contenido de normas y leyes" 
(Jelín 1996:5). 
 
6.Dentro de los Derechos Humanos se distinguen los Derechos Civiles y Políticos por un lado y los 
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, por otro. 
 4
 
Por todo lo cual, la ciudadanía es multifacética, multisemántica y multiespacial, esto es, 
tiene varias caras, diferentes significados y se desarrolla en diversos espacios. No obstante, 
surgen inevitablemente algunas preguntas que tienen que ver, en primer lugar con la 
explicación de lo que es la ciudadanía y concretamente sus formas y ejercicio, y en 
segundo lugar, con la existencia y práctica de los ciudadanos y de las ciudadanas. 
 
Es usual reducir la ciudadanía a los derechos políticos que las legislaciones nacionales o 
estatales recogen formalmente, más aún, últimamente hay quien piensa que equivale 
únicamente al derecho al ejercicio del sufragio –como ya se señaló-. Sin embargo, y 
según la teoría clásica la ciudadanía –como también apuntamos con anterioridad- 
garantiza las libertades individuales frente al Estado, esto es la libertad de expresión, de 
movimiento y de garantías ante las posibles arbitrariedades derivadas del poder; el 
derecho a participar en el gobierno, esto es elegir y ser elegido; y el derecho a disfrutar 
de ciertos mínimos de bienestar (Dahrendorf 1988; Marshall y Bottomore 1998). 
 
Si bien, a veces no es posible poner en práctica los derechos del conjunto de la población, 
por razones políticas o económicas, o inclusive culturales. Las políticas tienen que ver 
directamente con regímenes autoritarios o dictaduras, no en vano se dice que el pleno 
ejercicio de la ciudadanía sólo tiene lugar en la democracia donde se respeten leyes y 
reglas de juego que permitan y potencien la participación ciudadana en las decisiones que 
afecten a la comunidad (Dahl 1980; Bobbio 1986). Tales como, la igualdad de derechos 
entre la población, la libertad de ejercerlos, los mecanismos para distribuir y controlar 
institucionalmente el poder, el acatamiento de la legalidad y la ley, la consideración a las 
minorías, y la rendición de cuentas por parte delos gobernantes. Respecto a las 
económicas, se dice que sólo a partir de ciertos mínimos de bienestar material, el acceso a 
la educación y a la información, además de alojamiento, vestido y alimento, se puede 
hablar de posibilidad de ejercicio de ciudadanía plenamente conciente. Y es que no 
únicamente las prohibiciones políticas o los constreñimientos sociales constituyen fuerzas 
restrictivas o anuladoras del ejercicio de la ciudadanía, también el desconocimiento, la 
carencia de información o la desinformación, son importantes en el juego en contra del 
desarrollo de un libre y consciente ejercicio ciudadano. Por lo que es clave la 
configuración de una cultura democrática y la educación cívica para la participación 
ciudadana. Esto es más importante si se toman en cuenta las dificultades culturales al calor 
de las grandes migraciones internacionales. 
 
También existe la ciudadanía substraída, que deriva en apatía y rabia entre la población 
(D'Arcais 1994), desapego hacia las elecciones y la política en general. No en vano se 
habla de diferentes tipos de cultura política que tiene que ver, entre otras cosas, 
directamente con el sistema político en cada caso. Pero sobre esto volveremos más 
adelante. 
 
 
Participación política 
 
La participación, por su parte y de forma muy breve y concreta, significa acción de 
participar o intervenir en un asunto o hecho (Moliner 1992; DRALE 1970). 
 
La política tiene que ver con toda relación de poder ahí donde se dé; si bien la 
tradicional definición más difundida es arte o actividad de gobernar (Moliner 1992), y lo 
 5
político se relaciona con el gobierno de un país, y se suele circunscribir a los asuntos 
políticos institucionales o sociales pero con tintes políticos en el sentido de lo formal 
(Fernández Poncela 1995), o desde un enfoque cuantitativo (Fernández Poncela 2003). 
Sin embargo, la política es mucho más que eso (Geertz 1987; Krotz 1990), aquí lo 
aprehendemos de la forma más amplia, si bien lo emplearemos con relación a lo formal 
en general, esto es, instituciones, actores políticos, relaciones y procesos, siempre en al 
marco de la institucionalidad política, si bien abarcando la clase o élite política toda vez 
que la ciudadanía en general. 
 
Es posible afirmar que “La política es el espacio de la sociedad relativo a la 
organización del poder. Allí donde se toman decisiones con proyección social, donde se 
decide la distribución de los bienes de una sociedad (Peschard,1994). La entenderemos 
como un conjunto de actividades, organizaciones, instituciones y relaciones de poder, 
que influyen en la sociedad por medio de normas y leyes obligatorias para todos los 
ciudadanos y ciudadanas; pero, a la vez, como la búsqueda colectiva de la satisfacción 
de valores y necesidades en el campo de la formación de identidades (Sojo, 1985; 
Astelarra,1986). El papel esencial de la política es construir un orden social 
(Sojo,1985). Y se puede considerar la política como todo acto de transformación de las 
relaciones de poder, allí donde éstas tengan lugar (Vargas,1987)” (Fernández Poncela 
1995:23 24). 
 
Por lo que la participación política es la actividad voluntaria e intencionada de un 
grupo o individuo en los asuntos políticos con objeto de tratar de influenciar en los 
mismos. Y se puede considerar como parte de la ciudadanía, en especial en su vertiente 
de derechos políticos. 
 
Se trata, básicamente de “la acción del ser humano que lleva a tomar decisiones 
relacionadas con el poder y su ejercicio, ya sea a favor o en contra (Bonder,1983). 
Participar políticamente constituye una actividad colectiva, presupone organización, 
una estrategia y una acción orientadas a conseguir transformaciones –entre otras 
cosas- en la distribución de bienes en el marco del poder social (NU,1989).” 
(Fernández Poncela 1995:25). 
 
En ciencia o sociología política, se refiere a una serie de actividades o conductas: 
-acto de votar 
-militancia en partido político 
-participación en manifestaciones públicas 
-contribución en una agrupación política 
-apoyo a un candidato en campaña 
-presión sobre un dirigente. 
 
Se trata de prácticas, orientaciones y procesos característicos de las democracias 
occidentales –donde están más presentes y han sido más estudiadas-.7 
 
 
 
 
7 Hay quien categoriza tres grupos de ciudadanía con relación a la participación política: los apáticos, los 
que tienen presencia (comportamientos receptivos o pasivos, tipo espectador), los activos (se realizan 
actividades) y los participativos (el individuo contribuye directamente en una situación política). Sobre el 
tema existe una muy amplia y diversa bibliografía. 
 6
Los factores que influyen en la participación: 
-nivel educativo 
-socioeconómico 
-cultural 
-sexo 
-edad 
-residencia 
 
Además y por supuesto de la personalidad. Las instituciones y tradiciones políticas 
estimulan o desalientan, en su caso, la participación, también la situación política 
concreta. Pero vamos a dejar aquí esta breve definición conceptual. 
 
 
Reflexiones en torno a la ciudadanía femenina y la participación política de las 
mujeres en nuestros días 
 
En el caso de la ciudadanía femenina, suele entenderse algo así como el garantizar este 
status en su condición de mujer –o a pesar de la misma dirían algunos/as-. Sus derechos 
a decidir de forma autónoma sobre su vida y la política, sobre su cuerpo y el ámbito 
público –y hago dicha distinción porque ambos aspectos son cruciales pero hay quien 
hace hincapié en uno u otro-. Todo ello en libertad e igualdad de derechos y 
oportunidades. 
 
Las mujeres siempre han participado en la política, formal e informal, comunitaria, no 
gubernamental o institucional. De lo que se trata es de estar presentes también en las 
esferas de poder donde se dirimen los destinos del país, con objeto de fomentar y 
propiciar la resolución de las necesidades de las mujeres, y los intereses y problemas de 
género por un lado, y de otro, por derecho participar en las decisiones de toda la agenda 
política del país. De estar presentes y participar en todos los espacios como ciudadanas 
de la élite política y ciudadanas de a pie. 
 
La ciudadanía es la capacidad de influir y decidir en la toma de decisiones políticas. La 
promoción de la ciudadanía plena de las mujeres implica promover el ejercicio activo y 
pleno de sus derechos, de todos, incluyendo el de la participación política, y dentro de 
éste el del acceso a las estructuras de poder de la vida pública y política del país. Y es 
precisamente en el espacio de los puestos y cargos en el sistema político formal –
legislativo y ejecutivo- donde se encuentran las mayores limitaciones, en calidad de 
electas en gobiernos o directivas en partidos, y participantes activas de los procesos de 
toma de decisión en general. Pero es en los partidos donde se ha detectado la 
problemática más aguda en este sentido (Fernández Poncela 1999). 
 
Y esta dificultad en el acceso tiene lugar por las características propias del sistema 
político que pone un “techo de cristal” a la participación femenina, lo cual constituye 
una limitante exógena que se relaciona con el funcionamiento de los partidos políticos y 
el sistema en su conjunto. Pero también, no hay que olvidar la, a veces, falta de 
iniciativa por parte de las mujeres en ocupar puestos y participar activamente, lo que se 
ha dado en llamar en últimas fechas “suelo engomado” (Heller 2004). Volveremos 
sobre este tema. 
 
 7
La no-participación femenina conduce a un déficit democrático, y por lo tanto se levanta 
la bandera de la paridad entre hombres y mujeres en los puestos de decisión. Dicha 
paridad significaría cambios profundos para la vida política y el funcionamiento de sus 
instituciones como algunos estudios afirman en teoría y otros tratan de probar bajo la 
óptica de la información y experiencia recabada. Sabiendo también que la paridad no es 
un objetivo tajante del 50% (Lipovetsky 1999).La ciudadanía de las mujeres, como por supuesto de otros grupos y sectores sociales 
(Mouffe 1993), no es una ciudadanía plena, "...el hombre impone a la mujer leyes en cuya 
redacción ella no participa. El hombre hace de la mujer una muerta cívica" (Lucrecia 
Mott en el Primer Congreso Femenino, Nueva York, 1848, citado en CEM 1994:5). Hay 
una serie de límites desde afuera, fundamentalmente desde la concepción y puesta en 
práctica del modelo político liberal, dentro del cual la mujer queda excluida (Pateman 
1988). Si bien, las cosas parecen estar cambiando. 
 
Y es que el liberalismo parece haberse centrado en la libertad económica e individual más 
que en la ciudadanía política, y según algunas autoras, tiene una miopía de género que ha 
incumplido los ideales de participación política entre ciudadanos libres e iguales 
(Fernandez Poncela 1997). Las mujeres fueron desde un primer momento menospreciadas 
y marginadas, como muestran los escritos de la mayoría de los pensadores clásicos del 
liberalismo, salvo honrosas excepciones, como Stuart Mill (Pateman 1988,1990a; Philips 
1995). 
 
Desde algunas concepciones feministas se subraya que en la ciudadanía patriarcal se 
excluye los atributos, especificidades y capacidades de las mujeres como posibles 
forjadoras de la ciudadanía, son ciudadanas de segunda categoría frente a la ciudadanía 
impuesta por el enfoque liberal constituido a imagen y semejanza del hombre, cuyo 
modelo masculino es racional, virtuoso y viril (Moreno 1980; Pateman 1990b; Mouffe 
1993; Fraser 1990). Son ciudadanías de segunda categoría (Beauvoir 1985), calificadas 
también de hombres menores (Pateman 1988, 1990a), tienen una ciudadanía imperfecta y 
su identidad fragmentada (Ardaya 1994), como parte de los sectores excluidos, pero y 
además, como mujeres. 
 
No obstante, hay que tener presente también, los límites de la ciudadanía desde dentro, 
empezando por la socialización infantil (Segovia 1975; Fernández Poncela 2005a), que 
construye, entre otras cosas, simbólicamente la diferencia sexual, los estereotipos y roles 
de género que impregnan la cultura, el imaginario social y que los infantes introyectan, con 
el desarrollo de su aparato psíquico y reproducen a lo largo de toda su vida (Fernández 
Poncela 2005b). Sin embargo, esto también parece estar cambiando. 
 
Y prosiguiendo con las autodefiniciones femeninas: "esa fragmentación y restricción 
ciudadana se da no sólo desde fuera, por ausencia -objetiva- de derechos o por 
autoritarismos de nuestras democracias, sino desde dentro, en ellas mismas, desde su 
conciencia ciudadana…ciudadanía subjetiva, desde donde recepciona y asume un 
horizonte ciudadano restringido y no logra concebirse como sujeto pleno de derecho. 
Justamente porque la ciudadanía no es tampoco una categoría congelada, sino que tiene 
un carácter profundamente dinámico, que va ensanchando o agostando su sentido-
contenido de acuerdo a circunstancias históricas" (Vargas 1996:1-2), como ya se ha 
señalado. 
 
 8
En fin, la ciudadanía es una categoría considerada patriarcal y construida, como veíamos, a 
partir de cierto modelo de dominación masculino. Por lo que precisa ser revisada y 
reformulada, ya que se necesita una ciudadanía que contemple la diferencia sexual, que dé 
valor y significado político a las mujeres (Pateman 1988), así como de todos los grupos 
excluidos de la misma. Se ha de insistir en que los atributos, las especificidades y 
actividades distintas de las mujeres sean expresión y forjadoras de ciudadanía, a pesar que 
sea esto lo que la ciudadanía patriarcal excluye, o precisamente por eso. Las limitaciones 
de la moderna concepción de ciudadanía sólo pueden superarse en la medida en que la 
diferencia sexual se convierta en algo efectivamente no pertinente (Mouffe 1999).8
 
"La visión de la democracia radical y plural que quiero proponer entiende la ciudadanía 
como una forma de identidad política que consiste en la identificación con los principios 
políticos de la democracia moderna pluralista, es decir, en la afirmación de la libertad y 
la igualdad para todos...El ejercicio de la ciudadanía consiste en identificarse con los 
principios ético-políticos de la moderna democracia, debemos reconocer también que 
puede haber tantas formas de ciudadanía como hay interpretaciones de esos principios, y 
que una interpretación democrática radical hará hincapié en las numerosas relaciones 
sociales donde existen situaciones de dominación que deben ser puestas en tela de juicio si 
se aplican los principios de libertad e igualdad" (Mouffe 1999:15-16).9
 
Siguiendo con los enfoques y reflexiones en torno a la ciudadanía y las mujeres, 
traemos a varias autoras y sus puntos de vista al respecto, que han tenido lugar desde la 
academia en últimas fechas10: 
 
-Iris M.Young propone una ciudadanía diferenciada –más allá de la ciudadanía 
universal-, para lograr la inclusión y participación de todas las personas en la 
plena ciudadanía, ya que en ocasiones dicha inclusión requiere de la articulación 
de derechos especiales con objeto de socavar la opresión y la desventaja de los 
diferentes grupos sociales, como las mujeres (Young 1996). Lo cual parece algo 
complejo. 
 
-Nancy Fraser pugna por el reconocimiento de la diferencia de los distintos 
grupos sociales, un reconocimiento sociocultural, más allá de la injusticia 
 
8 Esta posición y autora corresponde a la tendencia de la democracia radical comentada con anterioridad. 
9."Mi argumento principal aquí ha sido que, para las feministas comprometidas con un proyecto político 
cuya aspiración sea luchar contra las formas de subordinación que existen en muchas relaciones sociales, y 
no sólo contra aquellas vinculadas al género, una interpretación que nos permite entender cómo es 
construido el sujeto a través de diferentes discursos y posiciones de sujeto es ciertamente más adecuada 
que una interpretación que reduzca nuestra identidad a una posición singular -ya sea de clase, raza o 
género-" (Mouffe 1999:21). Y suiguiendo con este mismo razonamiento: “La creación de las identidades 
políticas como ciudadanos democráticos radicales depende, pues, de una forma colectiva de identificación 
entre las exigencias democráticas que se encuentra en una variedad de movimientos: de mujeres, de 
trabajadores, de negros, de gays, ecologistas, así como en otros “nuevos movimientos sociales”. Es una 
concepción de ciudadanía que, a través de una identificación común con una interpretación democrática 
radical de los principios de libertad y de igualdad, apunta a la contrucción de un “nosotros”, una cadena de 
equivalencias entre sus demandas, a fin de articularlar a través del principio de equivalencias democráticas 
(Mouffe 1999:102). 
10 Algunas hablan del maternalismo, en una sociedad donde se establece la superioridad moral de la 
familia, el amor, el cuidado de los otros, a modo de trasladar las “virtudes” de la maternidad a toda la 
sociedad y también al ejercicio de la política. 
 9
económica existe una injusticia cultural. Hay que interpretar necesidades y 
satisfacerlas (Fraser 1990). 
 
-Ann Phillips señala el peso de las desigualdades sociales y económicas, y cómo 
éstas son también importantes a la hora del ejercicio ciudadano. Así como, la 
preocupación por la democracia, en donde las mujeres se sienten excluidas. Esta 
autora considera que lo que se representa está sobre quien lo representa, dentro 
de su concepción de la política de las ideas, en el sentido de defender posiciones 
e intereses a través de personas representantes que no tienen porque relacionarse 
con sus posturas y defensas públicas. Aunque también es importante la política 
de la presencia para la defensa de las ideas, toda vez que para la generación de 
experiencia. “...la defensa que haya más mujeres representantes descansa en 
parte en una noción de igualdad en la participación y en parte en una noción de 
reflexión, y que ni en principio ni en la prácticaesto puede garantizar que las 
mujeres estén representadas como mujeres. Podemos anticipar que más mujeres 
elegidas cambiarán el contexto y las prioridades de la política pública, pero no 
podemos asegurar que esto ocurra necesariamente así, ni tampoco a partir del 
supuesto de que sus opiniones obtendrán la aclamación general” (Phillips 
1995:83). 
 
-Chantal Mouffe considera fundamental la inclusión de las mujeres como 
ciudadanas activas, así como de otros grupos sociales en un proyecto global. “La 
creación de las identidades políticas como ciudadanos democráticos radicales 
depende, pues, de una forma colectiva de identificación entre las exigencias 
democráticas que se encuentra en una variedad de movimientos de mujeres, 
trabajadores, de negros, de gays, ecologistas, así como en otros “nuevos 
movimientos sociales”. Es una concepción de ciudadanía que, a través de una 
identificación común con una interpretación democrática radical de los 
principios de libertad y de igualdad, apunta a la construcción de un “nosotros”, 
una cadena de equivalencias entre sus demandas, a fin de articularlas a través 
del principio de equivalencias democráticas” (Mouffe 1999:102). 
 
Una pregunta, por qué tendrían las mujeres que tener paridad, ¿las mujeres necesitan a 
mujeres para que las representen? Algunas autoras como las anteriormente mencionadas 
Ann Phillips e Iris M.Young consideran que “lo que se dice se puede separar de quien 
lo dice”. Pese a lo cual, hay quien cree que la paridad significaría un cambio en la 
política. “La creciente presencia de mujeres traería consigo cambios sustanciales en 
las instituciones, las prioridades y en la cultura política” (Lovenduski 2001:120). 
 
Se considera que dentro de los cambios habidos en el continente europeo destaca cómo 
“Las demandas a favor de la reforma de los partidos consiguieron distintos grados de 
éxito. En algunos partidos aparecieron nuevos asuntos en sus programas, se idearon 
nuevos sistemas de elección de candidatos, se instituyeron nuevos medios de acción 
política y se crearon nuevas estructuras de gobierno tales como ministerios de la mujer, 
defensores de la igualdad de oportunidades y comités de la mujer con financiación 
pública. Aunque algunos países estuvieron más abiertos que otros a los cambios, éstos 
no habrían ocurrido sin la intervención activa de las mujeres para promover la 
igualdad sexual” (Lovenduski 2001:123). 
 
 10
Se habla también de “un cambio con sentido”. Eso sí se requiere de un número 
suficiente de mujeres en el poder que estén motivadas para representar los intereses y 
problemas de las mujeres. Si bien hay quien opina que éstas se masculinizan y 
reproducen modelos de los hombres, no es menos cierto que los hombres suelen 
comportarse de manera distinta en presencia de una mujer, qué no harán si hay varias; 
se supone que su conducta se modifica. En varios países ya se ha dado la entrada a los 
asuntos de las mujeres que suponen hasta cierto punto un desafío de procedimientos y 
disposiciones existentes. También se ha dado entrada a un número creciente de 
parlamentarias, con lo cual tienen que revisarse aspectos tales como, los programas del 
parlamento, lugares de reunión, las disposiciones para el cuidado de los hijos, los 
horarios de trabajo y la disponibilidad para los viajes...Se afirma, por ejemplo, que la 
mayor presencia femenina ha ido cambiando el discurso en los países del norte de 
Europa, introduciendo expresiones de calor y compasión, y referencias a la familia, 
entre otras cosas. 
 
Parece ser que “El fenómeno de la proporción creciente de mujeres en la política 
contribuye a cambiar la imagen de ésta, de forma que se la empieza a considerar como 
una actividad normal para mujeres. Para consolidarse, este cambio de actitud requiere 
una mayor difusión en los medios y la aceptación de los movimientos femeninos de que 
la política es una actividad apropiada para mujeres. Conforme va avanzando el 
proceso, el comportamiento de los políticos cambia, entre otras cosas porque la 
necesidad de compartir con las mujeres altera las reglas del juego político” 
(Lovenduski 2001:138). 
 
Y es que “Los números siempre son importantes, un criterio necesario, si no suficiente, 
de un efecto sostenido. La evidencia disponible hasta el momento indica que, a medida 
que crece el número de mujeres en la política, debemos esperar su mayor participación 
en todos los aspectos de la vida pública y un cambio sustancial en los procedimientos 
de las instituciones públicas y las asambleas de representantes” (Lovenduski 
2001:138). 
 
En nuestros días se considera que en la democracia, la ciudadanía ha de estar informada 
de los acontecimientos políticos, y es capaz de elegir entre alternativas y fuerzas 
políticas distintas, comprometida directa o indirectamente con la participación, pero en 
la realidad las cosas, hoy por hoy, no son tan así. 
 
La participación política no es muy grande, el interés hacia la esfera de lo político 
parece circunscrito a un grupo limitado, el grado de información también –además del 
filtro mediático-, de hecho el abstencionismo aumenta en el mundo occidental, y muy 
especialmente entre la juventud. En los partidos la militancia activa decae, quizás en 
contrapartida puede verse como el asociacionismo es más importante –en especial en 
asociaciones deportivas, recreativas, religiosas…- (Beck y Beck-Gernsheim 2003; 
Bauman 2006; Sennet 2006). Y es que estamos en la época de la “ética indolora”, “el 
imperio de lo efímero” o “la era del vacío” (Lipovestky 1994, 2002). 
 
También participar es estar en manifestaciones y protestas varias. Son formas visibles 
pero esporádicas que no llevan en general a la creación de instrumentos organizativos o 
la institucionalización de la política. Parece que estamos en la sociedad líquida de 
Bauman (2006), el sujeto flotante de Félix (2006), o las “identidades flexibles y 
 11
volátiles” (Megías Valenzuela 2005), y “el vivir la propia vida” de Beck y Beck-
Gernsheim (2003)11, como lo más reseñable en la sociedad política en la actualidad. 
 
Volviendo a las mujeres, se habla de la baja presencia femenina en el organigrama 
político formal –poder ejecutivo y legislativo-. Como señalamos en su momento, la 
dificultad en el acceso tiene lugar por las características propias del sistema político que 
pone un “techo de cristal” a la participación femenina, lo cual constituye una limitante 
exógena que se relaciona con el funcionamiento de los partidos políticos y el sistema en 
su conjunto. Pero también, no hay que olvidar la, a veces, falta de iniciativa por parte de 
las mujeres en ocupar puestos y participar activamente, lo que se ha dado en llamar 
últimamente “el piso engomado” (Heller 2004). Otros autores han abordado el tema, 
desde hace tiempo, bajo conceptos como el “círculo vicioso” y el “círculo excluyente” 
(Garretón 1990). Ha de quedar claro que estos dos aspectos son las dos fundamentales 
dificultades actuales, por supuesto hay muchas más, pero éstas son las más importantes: 
los obstáculos en el espacio político formal, en concreto en los partidos políticos; y las 
limitantes y autolimitantes por parte de las mujeres. 
 
Aunado, claro está el fenómeno de la subpolítica (Beck y Beck-Gernsheim 2003), la 
política del consumo (Bauman 2006), el ciudadano consumidor o el teatro de la política 
(Sennet 2006), por no mencionar la reflexión vigente sobre el capital social, misma que 
no vamos a abordar aquí. 
 
Regresando otra vez a lo concreto sobre las dificultades y obstáculos para la 
participación política femenina: 
 
-“Techo de cristal” o “círculo excluyente”. 
Limitante exógena que se relaciona con el funcionamiento de los partidos 
políticos y el sistema en su conjunto. 
-“El piso engomado” o “círculo vicioso”. 
Falta de iniciativa por parte de las mujeres en ocupar puestos y participar 
activamente. 
 
La reducida presencia y participación femenina conduce a un déficit democrático –ya 
dicho-, por lo que parece importanteno sólo para las mujeres, sino para la sociedad en 
su conjunto, el elevar su presencia y participación política. 
 
 Las vías de acceso a subsanar dicho déficit pueden ser: 
 
-Fortalecer el liderazgo político de las mujeres en las comunidades, las 
organizaciones sociales, los partidos políticos, la administración pública y los poderes 
del estado. 
-Con más presencia, más calificación, más capacidad de influencia en la vida 
política (capacitación, campañas...). 
-Estimular y propiciar la solidaridad, concertación y búsqueda de consensos 
entre mujeres (pactos entre mujeres). 
-Promover el liderazgo en la vida pública y garantizar el acceso a posiciones 
políticas (las cuotas); promover un gran cambio sociocultural y eliminar los obstáculos 
 
11 En todo caso dejamos aquí la reflexión sobre esta nueva apreciación y conceptualización que sería muy 
amplia, e iría más allá de los objetivos de este texto. 
 12
que coartan el acceso de las mujeres al espacio de la toma de decisiones políticas 
(cambio cultural). 
 
De entre las estrategias de acción política existen las retóricas, de acción positiva y de 
discriminación positiva (Lovenduski 2001; Elizondo 1997; Fernández Poncela 1999, 
2003). Las cuotas entrarían entre las estrategias de discriminación positiva. Se intenta 
también corregir prejuicios de instituciones y personas (Young 1996). Si bien es clara 
su efectividad numérica, puede dejar intactas las conductas y patrones sociales, lo cual 
sería un largo tema para abordar en estas páginas.12
 
-Estrategias retóricas: consisten en la aceptación de las demandas de las 
mujeres en el discurso político y el reconocimiento público de la importancia de 
aumentar su presencia política. Se trata de una estrategia simbólica y retórica. 
 
-Estrategias de acción positiva: tienen el fin de animar a las mujeres a participar 
más activamente en la política. Impulsar su formación y capacitación; así como, 
su organización al interior de un partido político. Colaboran en los intentos de 
transformar la imagen tradicional femenina en el orden social establecido, 
cambiar percepciones de lo que es ser hombre y ser mujer en el nivel identitario, 
flexibilizar roles y papeles sociales en el orden práctico. 
 
-Discriminación positiva: asegurar la presencia mínima de mujeres a través de 
medidas concretas como las cuotas. 
 
Bien, una vez que las mujeres llegan a un puesto político, por ejemplo, el legislativo, lo 
importante, no sólo es su número sino la “política de la presencia” (Mansbridge 1999), 
y su actuar político en el sentido de la “masa crítica”, esto es, generar cierto impacto en 
cuanto a la representación de temas de interés y preocupación para las mujeres (Thomas 
1994). Entre otros cambios institucionales, de procedimiento, de representación, en el 
discurso, el conocimiento y uso de reglas (Lovenduski y Karam 2002). 
 
Pero desde la clara conciencia que se trata de: 
 
-Trabajar temas relacionados con los intereses de género y necesidades prácticas 
de las mujeres, pero y también, 
-La participación de éstas en todos los asuntos de la agenda política del país. 
 
Por supuesto que la temática tiene que ver con el poder, con la cultura política y otros 
muchos temas, sin embargo, dejamos la revisión teórica y conceptual aquí. Conscientes, 
 
12 Si bien el debate es amplio, mencionar únicamente como las cuotas de género tienen sus pros y sus 
contras. Entre los primeros: compensan la discriminación, el derecho de las ciudadanas a ser 
representadas, la necesidad de la experiencia de la mujer en la vida política, superar el problema del 
control político por parte de los partidos que suelen inclinarse por los hombres. Entre los segundos: 
contradice el principio de igualdad de oportunidades, son antidemocráticas, hay mujeres que no desean 
ser electas por el sólo hecho de ser mujer, se crean conflictos internos (Dahlerup 2002). Pero insistimos 
que lo más importante es que si bien llegan más mujeres, no significa un cambio en el imaginario social, 
más bien se trata que a través de dicho arribo se diera la transformación social requerida tanto en ciertos 
sectores de la ciudadanía, como a los actores de la política misma. Y es que si bien una mujer política no 
cambia quizás nada, es más, puede masculinizarse y aceptar las reglas de un sistema negativo hacia las 
mujeres; pero el simple hecho de su presencia puede afectar la imagen y expectativas sociales, como 
posibilidad, en un mundo como el nuestro de posibilidades. 
 13
eso sí, que se ha priorizado el enfoque en la presencia y participación femenina en la 
clase política institucional, no se han abordado otros espacios políticos, y sólo se han 
dado pincelados sobre la ciudadanía en general. 
 
 14
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