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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/342215141 APUNTES SOBRE UN FEMINISMO COMUNITARIO: Desde la experiencia de Lorena Cabnal Preprint · June 2020 DOI: 10.13140/RG.2.2.28341.09441 CITATIONS 0 READS 6,349 1 author: Diana Milena Patiño Los Andes University (Colombia) 13 PUBLICATIONS 14 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Diana Milena Patiño on 16 June 2020. 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Tomando este espacio como oportunidad de aprendizajes para la investigación que estoy haciendo, surge este escrito también con la intención de dejarme interpelar por las potentes elaboraciones de Lorena Cabnal, que no sólo contribuyen a mi investigación, sino que pueden ser un aporte para la vida justo en esta coyuntura de la pandemia que exacerba los males del sistema capitalista, colonialista y patriarcal. Un aporte para seguir tejiendo propuestas de una vida otra. 1 Antes que nada, debo aclarar que en Abya Yala hay una pluralidad de apuestas feministas que se dan a sí mismas el nombre de feminismo comunitario. Si bien esas apuestas feministas comparten el nombre (o al menos una parte de él) y algunas propuestas políticas, son bastante diferentes en virtud de las materialidades propias de cada territorio de donde emergen. Las siguientes páginas serán dedicadas exclusivamente al Feminismo Comunitario Territorial de la Red de Sanadoras de Iximulew-Guatemala. 2 Quisiera empezar estas líneas con un reconocimiento del lugar desde el que hablo en este escrito: me reconozco como mujer mestiza del Abya Ayala2, como feminista, académica y filósofa, pero una que habla, mira, escucha, percibe desde la digna rabia. Una feminista emergida de la fuerza y dignidad de mi madre y mi abuela que me enseñaron el feminismo desde lo cotidiano; un feminismo en donde lo que se juega es la vida misma. Una filósofa que varias veces ha huido de los espacios académicos y que vuelve con terca rabia, con un deseo transformador de sí misma en compañía para la vida. Hablo desde un cuerpo que durante la mayor parte de su tiempo vivido en la academia se sintió enfermo por las imposiciones coloniales y heteropatriarcales que suelen reconocer solamente un único modo de hacer, de pensar, de decir, de decidir, de sentir (o mejor, de no sentir); aquel modo del hombre blanco heterosexual y europeo. Hablo también desde un cuerpo que resiste con la fuerza traída por las gestas de las mujeres que tejen vida desde sus territorialidades, desde sus barrios, desde sus cotidianidades, desde sus corporalidades y diferencias. Uno que encontró también fuerzas en una academia disidente (y por ello minoritaria) que permite la diferencia, reconociendo sus imposibilidades, pero explorando sus posibilidades. Me nombro entonces también como una filósofa mestiza, con todo y las contradicciones que yo siento en esto. Me reconozco también como una mujer mestiza heredera de unas ventajas económicas que, por la estructura racista y colonial, capitalista y militarista de este territorio, me permitieron acceder a la Universidad. Desde estos reconocimientos, en este escrito y con un ansia transformadora, acojo varios llamados de maestras feministas, de los que destaco dos: el de mi madre que desde niña me invocaba las obligaciones que tengo frente al mundo; el de Ochy Curiel, Silvia Rivera Cusicanqui y Gayatri Spivak que impelen por la descolonización epistémica. 2 Asumo el nombre kuna de este territorio como un gesto político que busca empezar a desconocer algunas imposiciones coloniales –como aquella de nombrarnos con el mote de América–, pero que también busca reivindicar la memoria de ese pueblo guerrero, que luchó contra la ocupación e incluso hizo alianzas con corsarios franceses en contra de la tiránica y sangrienta ocupación española. 3 Hilando con las palabras de Lorena Cabnal Mujer Maya-Q’eqchi’-Xinka3 Feminista Comunitaria Territorial Palabras previas Antes que nada, quiero expresar mi respeto, gratitud y admiración profunda hacia Lorena, al mismo tiempo que adelanto una disculpa por las cegueras que pueda yo tener respecto de la novedad que se me presenta con su vida y sus luchas. Reconozco que desde este lugar y cuerpo que habito puedo no alcanzar a reconocer con justicia los múltiples matices de lo que puede ser ese rico, complejo y elaborado (elaborándose) tejido, que es este particular feminismo comunitario territorial. Trataré entonces, desde mis imposibilidades, de escuchar decir, en lugar de hacer decir, como dice Gladys Tzul Tzul; esto es, “aprender con respeto del conocimiento de una mujer” en lugar de “explotar su saber” (Gladyz Tzul en Francesca Gargallo, 2015 p. 58). Lo primero que debo señalar es que, contrario a lo que mi percepción colonizada está acostumbrada a recibir, este feminismo comunitario territorial, en tanto “proceso de construcción epistémica, se teje desde el territorio; desde el cuerpo y su relación con la tierra” (Gargallo, 2015, p. 177). Es decir, el feminismo comunitario territorial de las mujeres de la montaña, más que ser el resultado de unas elaboraciones teórico/intelectuales o académicas, es (sigue siendo, porque no es estático) “una forma de vivir la vida” (Gargallo, 2015, p. 177), que está profundamente vinculada con el territorio cuerpo-tierra4.3 El pueblo xinka es un pueblo indígena de la región conocida como Mesoamérica. 4 Según Lorena (conversación personal 2020), el territorio cuerpo-tierra no es una categoría analítica; este enunciado nace entre el año 2005 y 2007 como una forma de denuncia de la violencia sexual contra niñas y mujeres y en la lucha contra minería en la montaña de Santa María de Xalapán. Nace entonces por unas circunstancias particulares y por los procesos que llevaban 4 Es una apuesta política (cósmico-política en términos de Lorena) que surge de cuerpos indignados, de cuerpos empobrecidos por el sistema capitalista, racista y heteropatriarcal, que no nace de la imposición de interpretaciones y/o discursos exógenos a la comunidad de donde emerge, sino que se da justamente entre/a partir de la vida de esas mujeres mayas y xinkas de la montaña, aunque haciendo uso de categorías y aprendizajes del feminismo occidental hegemónico5; emerge de la experiencia, muchas veces dolorosa y otras veces poderosa, de ser/estar en las comunidades que habitan. En otas palabras, es una apuesta que surge de unas necesidades particulares, concretas, que se articulan con algunos conceptos feministas para aportar propositivamente en la RED DE LA VIDA6. Se trata pues de una apuesta historizada, emergida desde un tiempo y un espacio particulares, pero sabiéndose parte de un “continuum de resistencia, transgresión y epistemología de las mujeres en espacios y temporalidades, para la abolición del patriarcado” (Cabnal, 2010, p.12). Porque es una propuesta que nace también con el rescate de las luchas, de las resistencias y de la sabiduría de las ancestras, creando y recreando, andando y desandado el “pasado”, retomando la cosmogonía ancestral, con el ánimo de iluminar con ello el “presente”7. algunas mujeres de la montaña. Nace también con la consigna “Liki tuyahaki na altepet kwerpo- narú” que en castellano significa “defensa y recuperación del territorio cuerpo-tierra”. Este momento histórico del feminismo comunitario territorio trataré de hilarlo con más detenimiento en las siguientes líneas; sin embargo, antes de seguir, no puedo dejar de señalar una amorosa precisión que hizo Lorena de lo que yo tenía escrito: el enunciado territorio cuerpo-tierra tiene fuerza cosmogónica y política, por lo que se concibe como una unidad relacional. Por tanto, no es, ni se concibe en parcialización, esto es, no se concibe por un lado el territorio cuerpo y por otro el territorio tierra; sino en unidad. 5 Reconozco lo problemático que puede ser hablar de “feminismo occidental” sin considerar todas las texturas y diferencias que puede haber dentro de este gran grupo. Sin embargo, para efectos de brevedad y de ubicar a la lectora o lector de estas líneas en lo que supone el feminismo comunitario territorial, hago uso de esta categoría. 6 Por una conversación personal (Cabnal, 2020), Lorena, jaló su hilo, me hizo saber de la importancia que tiene LA RED DE LA VIDA (me pidió ponerlo en mayúsculas y en negrillas) por cuanto no constituye un enunciado sin más, sino que es un principio cosmogónico, que en maya se nombra Tzt’at, pero que es compartido por muchos pueblos originarios. LA RED DE LA VIDA, dice Lorena, es una de las dimensiones interpretativas de la vida, desde donde se asume que todo está relacionado a la vida. Por ejemplo, un maíz: para que un maíz llegue a ser maíz, se necesita el aire, el fuego, el calor de la mano, la abeja, el sol, el agua, también las galaxias, los cuerpos, las ancestralidades, las espiritualidades, etc. Es un principio relacional que provee de energía vital de existencia a todas las manifestaciones plurales de vida (conversación personal con Cabnal, 2020). 7 La temporalidad maya es diferente a la gregoriana y esto atraviesa la apuesta del feminismo comunitario territorial de las mujeres de la montaña. Más adelante anudaré los pensamientos de ella al respecto. 5 No obstante, no se trata de un rescate sin más de las experiencias de las ancestras, de las prácticas comunitarias y de la cosmogonía del pueblo originario. Se trata también de revisitar esas experiencias para que ellas aporten a la RED DE LA VIDA, evaluando y modificando aquellas prácticas que no aporten. En esa medida, se constituye como una percepción crítica sobre esas formas históricas de opresión al territorio cuerpo-tierra desde los pueblos originarios. Por ello, al mismo tiempo que emerge de unas materialidades particulares, emerge también en tanto propuesta cosmogónica (más adelante precisaré de qué se trata) que busca generar y acrecentar la curiosidad, la sospecha y la crítica del mundo que se habita y de las relaciones existenciales que se tejen en él (conversación personal, Cabnal, 2020). Una cosmogonía que comienza planteando preguntas8 (Cabnal, 2010), pero que también anuda, teje nuevas formas de responderlas en el territorio cuerpo-tierra. Por todo lo anterior, este feminismo9 no tiene un objetivo teórico o conceptual específico (no quiere ser un corpus teórico). Y no solamente porque concibe las categorías y conceptos como en constante movimiento y construcción (de-construcción también) sino porque su principal objetivo es “ir proponiendo reflexiones […] dentro de espacios organizativos comunitarios, de mujeres indígenas, movimiento de mujeres y feministas” (Cabnal, 2010, p. 12). Su objetivo es convocar para la vida, tejer para la vida y en ese sentido es entonces una apuesta existencial de conciencia profunda (cosmogonía). Ahora bien, teniendo de presente que las palabras escritas y los discursos de Lorena Cabnal a los que tengo acceso son una minúscula pieza de la que me puedo servir para comprender este feminismo, porque como me dijo Lorena, esas palabras son “casi nada de lo que camina” en tanto que ese feminismo se hace caminando (conversación personal 2020), trataré de tejer sus palabras con mis hilos. Mi intención con este tejido es que me permita interpelarme en un sentido profundo, y en un sentido que pueda 8Llama la atención la cercanía de este planteamiento de Lorena con aquel de Sócrates en la Antigua Grecia. Aquel de quien es tábano, torpedo y comadrona, es decir, quien incomoda, paraliza y purga con preguntas los prejuicios o los juicios congelados sobre el mundo. 9Debo aclarar que si bien muchas mujeres indígenas que hacen parte de este proceso no se nombran feministas, sí acogen intenciones feministas (conversación personal, Cabnal, 2020). 6 aportarme en la investigación que estoy haciendo sobre la experiencia10 de Juana Julia Guzmán, María Barilla y Petrona Barroso alrededor de la lucha por la tierra en Colombia; todo ello con el fin último de que esas novedades puedan iluminar y tejer una filosofía para la vida. Para lo anterior, dividiré el texto en dos secciones. En una primera, trataré de hilar con las palabras de Lorena sobre la emergencia de este feminismo, toda vez que esta es indispensable para poder percibir la materialidad que le es intrínseca y la radicalidad de sus planteamientos. En una segunda parte tataré de hilar entre sus hilos y los míos respecto a ciertas elaboraciones para interpelarme y abrir alternativas frente a otras formas de concebir el ejercicio político, en particular aquel alrededor de la lucha por la tierra, y frente a otras formas de hacer filosofía. De una historia larga: tejiendo la emergencia de este feminismo comunitario territorial En el año 2011 fue la primera vez que el nombre de Feministas Comunitarias fue pronunciado como posición política públicamente por Lorena Cabnal y por las mujeres con las que teje ese feminismo; fue en una Declaración Política de las Mujeres Xinkas titulada “Violentan nuestros derechos,cuando deciden sobre nuestros cuerpos de mujeres, por nuestra sexualidad y por nuestra tierra” (Mujeres Xinkas Feministas Comunitarias de Xalapán en Gargallo, 2015, p. 165). 10 La investigación doctoral que estoy haciendo consiste en rastrear las gestas de tres mujeres afrodescendientes del norte de Colombia de comienzos del siglo XX, que fueron importantes para el movimiento por la tenencia de la tierra en el Zenú. Este rastreo busca ser una contra historia al relato oficial del nacimiento del movimiento feminista en Colombia, y, a su vez un cuestionamiento tanto de los modos de hacer historia, como de lo que se concibe como el canon de intelectuales en este territorio. Ahora bien, esta investigación la hago con un doble objetivo. En primer lugar, con ella busco responder a lo que yo interpreto es una demanda hecha desde el feminismo afrodiaspórico en Colombia, en tanto que es “un proceso, una agenda de investigación, una estrategia de movilización social, una práctica de solidaridad y un reclamo de justicia restaurativa”, que, entre otras, “tiene el deseo común de desmarcarse del feminismo occidental blanco y clasista” (Vergara y Arboleda 2014, p. 110, 124). En esa medida, la recuperación y el reconocimiento de las resistencias y luchas en la historia de mujeres afrodescendientes, nombrándolas como feministas e intelectuales, es una forma de aportar desde mis posibilidades a esa demanda, a ese llamado inaplazable. En segundo lugar, con ella busco responder al llamado de mis entrañas y aquel que lanzan pensadoras como Ochy Curiel, respecto de hacer una historia otra del movimiento feminista, que no reitere las lógicas coloniales, racistas y patriarcales. 7 Esta declaración tiene varios puntos que Gargallo recoge en su libro Feminismos desde Abya Yala, de los que me gustaría señalar tres. Dicen entonces que surge: 1. En resistencia y lucha permanente contra todos los efectos de violencia ancestral patriarcal originaria y occidental, que se quieran manifestar en contra de nuestro primer territorio cuerpo y contra nuestro territorio tierra. 2. En lucha y acción permanente contra todas aquellas manifestaciones del Modelo neoliberal de desarrollo patriarcal que atente contra nuestro territorio tierra. 3. En acción permanente y en conciencia de Feministas Comunitarias, en recuperación y defensa de nuestro primer territorio que es el cuerpo. Esos cuerpos que han sido y siguen siendo violentados y expropiados históricamente tanto por el poder patriarcal ancestral y el poder patriarcal occidental. (Mujeres Xinkas Feministas Comunitarias de Xalapán en Gargallo, 2015, p. 166) Sin embargo, varios años antes de esa declaración se venía tejiendo un proceso, un camino que trataré de retomar a continuación, a partir de las palabras de Lorena que tengo a disposición, y alrededor de la forma en la que el nombre de feministas comunitarias fue tomando vida. Lorena, en una entrevista hecha en el 2017 afirma que hacia el 2003 emergió en ella una “sospecha cosmogónica”: Yo recuerdo que hace algunos años, año 2003, 2004, yo me acuerdo que me preguntaba mucho, me decía mucho por qué las mujeres indígenas somos las más jodidas. Por qué somos las más empobrecidas, por qué somos las mujeres indígenas las mujeres que no tenemos acceso a la educación, por qué tenemos muchísimos hijos, por qué no nos alimentamos bien, por qué vivimos el machismo, por qué no somos dirigentas comunitarias. Y aunque fue esa sospecha lo que la llevó a la indignación, a esa digna rabia que promovió la enunciación del feminismo comunitario territorial, estas formas de sentir ya venían gestándose en Lorena años atrás desde su trabajo para promover los derechos de las niñas y los niños; un trabajo para evitar la violencia sexual sobre sus cuerpos. Lorena, habiendo sido víctima de violencia sexual a muy temprana edad, luego de haberse formado en la Universidad decidió emprender camino a la montaña de Santa María de Xalapán. Si bien Lorena nació en lo que fue una de las primeras 8 comunidades indígenas desplazas por el conflicto armado interno (sus abuelos migraron huyendo de la guerra) –una comunidad urbano-marginal de población indígena–, como parte de su recuperación territorial ancestral, de su memoria ancestral originaria, decidió emprender un camino hacia la montaña. Y una vez llegada allá, empezó la lucha por los cuerpos de las niñas y niños (Cabnal, 2019). En el marco de esas luchas, y a partir de la palabra de una mujer, María Andrés, llegó la pregunta por los derechos de las mujeres. Esta pregunta la llevó a gestar una primera reunión de mujeres de su territorio, con la excusa de reunirlas para preparar el día de muertos, ya que las mujeres, cuenta Lorena, no tenían permiso más que para salir a cinco actividades: el trabajo de campo o siembra; moler el maíz para hacer tortillas; traer agua; traer leña; e ir a la iglesia católica (Cabnal, 2015, conversación personal, 2020). Esa reunión, que puso de nuevo de manifiesto todas las preguntas y sospechas, junto con una gran dosis de indignación, hizo que Lorena y otras mujeres de la montaña se pusieron en movimiento, pensando proyectos productivos que pudieran ayudar a sacar de la pobreza a las mujeres de la montaña y buscando ayuda de ONGs en la capital. En esa coyuntura, y después de haber golpeado varias puertas sin respuesta, Lorena, que por un trabajo con la Red de Comunicadoras sociales en Xalapán había conocido el trabajo del Sector Mujeres (una Coordinadora Nacional de organizaciones de mujeres y organizaciones sociales que jugó un rol preponderante en el marco de los acuerdos de paz en Guatemala) fue a buscar ayuda con esa red. Si bien en esa organización no pudieron aliviar sus necesidades prácticas, en tanto que no contaban con la posibilidad de apoyar los proyectos productivos que las mujeres de la montaña habían pensado, le ofrecieron a cambio “formación política para mujeres” (Cabnal en Gargallo, 2015). Fue así como algunas mujeres de la montaña empezaron un camino de formación política que fueron replicando con las otras mujeres, elaborando formas propias de comunicar esos análisis de la realidad que hacían desde la ciudad y adecuándolos a la realidad de la montaña. 9 Acogiendo preguntas de la formación como ¿quién soy yo?, empezaron a cuestionar su identidad étnica. Sin embargo, estos cuestionamientos, más que una duda sobre la pertenencia a pueblos originarios, llevaron a Lorena a indagar y profundizar en su comunidad “porque para entonces sólo se nombraba como comunidad indígena de Santa María de Xalapán y nadie hablaba o sabía a qué pueblo étnico pertenecía” (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 173; modificación por conversación personal 2020). De hecho, Lorena recuerda que, buscando ayuda del Gobierno central para su comunidad durante el 2003, se encontró con que en el censo las personas de la montaña no figuraban como grupo indígena sino como zona de ganadería con población ladina11 (Cabnal, 2015). Estos cuestionamientos y hallazgos se potenciaron con/por las conversaciones que Lorena tuvo con la abuela de su compañero de entonces, la abuela Mama Toya (Victoria Serrano). A través de diferentes encuentros Mama Toya le fue legando un saberes ancestrales y espiritualidad xinka, así como una labor para con su comunidad, porque, como decía la abuela, esa gente “está dormida” (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 172). Así, Lorena, sin acabar de entender la labor que le encargaba la abuela, se avezó en una búsqueda que la llevó a anudar un poderoso saber: en la montaña, sus habitantes, pertenecíanal pueblo xinka también. Dice Lorena al respecto: “somos xinkas, aquí hay una historia, aquí somos diferentes al pueblo maya, somos dos pueblos ancestrales que hemos habitado estas tierras con su riqueza en la diferencia” (Cabnal en Gargallo, 20015, p. 174). Este reconocimiento étnico de las mujeres de la montaña las hizo levantar el espíritu, la indignación, la resistencia en las mujeres y luego ese sentimiento lo fuimos llevando de comunidad en comunidad, nos juntamos con el Gobierno Indígena y junto a la lucha contra la minería que también iniciamos las mujeres, entonces el pueblo se levantó (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 174). 11 En Guatemala, el término ladino o ladina hace referencia a la población mestiza. Tiene su origen en la época colonial en la que se usaba ese mote para designar a la población hispanohablante; aquellos que no eran nacidos en el reino de España pero que tampoco eran indígenas. 10 Así, anudando esfuerzos con otros hombres y mujeres habitantes de la montaña, empezaron un camino de lucha por el reconocimiento de su pueblo, por la denuncia de un genocidio estadístico; por la denuncia del racismo estructural y el desconocimiento del empobrecimiento y analfabetismo de las mujeres de la montaña y la falta de acceso a la salud de toda la población del territorio de Xalapán. Y de la mano con el nuevo reconocimiento étnico, anudaron el reconocimiento de una lucha singular como mujeres; la lucha no era solamente en tanto indígenas xinkas-mayas pues “[c]on la identidad étnica empezó la lucha por saber quién soy, cómo soy porque soy mujer y que tengo derechos” (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 175). A esas luchas por el reconocimiento le siguieron otras etapas de formación política. Como parte de este proceso, en el 2005 denunciaron públicamente y ante la comunidad internacional “la expropiación de la tierra y desalojos […] en la montaña” por parte de terratenientes (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 176). En el 2007, con la incorporación de mujeres jóvenes, asumieron otro frente de lucha: la denuncia de la violencia sexual contra las mujeres con el “rapto contra las niñas de 11, 12, 13 y 14 años para iniciar una vida marital involuntaria” (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 176), y la trata de niñas y mujeres jóvenes. Asumieron con fuerza la lucha contra la violencia hacia el territorio cuerpo-tierra, denunciándola “como graves agresiones a los derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas” (Cabnal en Gargallo, 2015, p. 176, modificado por conversación personal 2020), no frente al Gobierno nacional sino frente al Gobierno indígena de la montaña, de 357 hombres, sin la presencia de mujeres. En ese entonces pidieron una audiencia, una desavenencia para denunciar los casos de violencia sexual. Es justo en ese momento en el que nace la consigna “Liki tuyahaki na altepet kwerpo-narú” que es “defensa y recuperación del territorio cuerpo-tierra”. Además de esas luchas, durante ese tiempo, establecieron dos centros educativos para mujeres en la montaña, al mismo tiempo que tenían otras escuelas de formación con las feministas del Sector Mujeres. Fue entonces cuando empezaron a hablar de derechos sexuales y reproductivos (Cabnal, 2015). 11 Pero fue en el 2008, después de la participación de este grupo de mujeres de la montaña en el foro Social de las Américas cuando algunas de ellas se reconocieron como feministas, no sin antes sufrir una conmoción. En ese foro, en el espacio de la carpa de mujeres, se encontraron con “una manta de las feministas lesbianas con cuerpos desnudos de mujeres que mostraban su afectividad” (Gargallo, 2015, p. 177). Esto conmocionó a muchas de las mujeres indígenas que participaban en el foro, por lo que después esto, y para procesar lo vivido allí, se preguntaron por el nombre “feminista” y lo que significaba para ellas asumirse como tales. Fue allí donde hicieron “un pacto político de fortalecer el feminismo” aunque algunas no se nombraran como tales; con ello, dice Lorena, nació el feminismo comunitario territorial, aunque sin el nombre todavía; este les llegaría dos años después. En efecto, durante el 2010, cuatro mujeres de la montaña decidieron entrar a la primera Escuela Nacional Feminista que se realizó en Guatemala. Ahí hicieron alianzas con mujeres feministas y encuentros que les pusieron de manifiesto la existencia de muchos feminismos en el mundo y debates al respecto. Sin embargo, a pesar de lo ganado, estos aprendizajes les trajeron una profunda incomodidad e indignación a las mujeres de la montaña en virtud de que en la historia del feminismo que leían no había escritos de mujeres indígenas ni de las gestas de mujeres indígenas. Encontraron con estupor que, a pesar de la diversidad de los feminismos, los principales planteamientos, aquellos bajo los que se teje esa variedad feminismos –los de las olas, por ejemplo–, lo habían hecho mujeres blancas, muchas veces estableciendo un deber ser de las mujeres en universal, sin contemplar las particularidades de ese poco asible “nosotras” de las luchas feministas. Desde ese momento, en la Escuela, las mujeres de la montaña se convirtieron en un motivo de incomodidad y tensión para las facilitadoras, pues cuestionaban y debatían esa universalización que traía el desconocimiento de las mujeres de pueblos originarios en sus diversas luchas. El feminismo, al parecer, era un mundo en el que sólo aparecían las que se nombraban como tal y las indígenas de Guatemala no lo habían hecho (conversación personal, Cabnal, 2020). 12 La indignación nuevamente trajo una propuesta: a partir del camino de recuperación de la memoria histórica de las ancestras que llamarán en rebeldía “femealogía12 de las ancestras” (Cabnal, 2015; conversación personal, 2020) –que era la recuperación de saberes ancestrales iniciada con aquellas indagaciones que llevarían a la lucha por la identidad étnica–, reconocieron que en su singular camino tenían un feminismo otro. Uno que además partía de una interpretación otra de la cosmogonía alrededor de la RED DE LA VIDA, “con una cuenta de tiempo enrollado” (Cabnal, 2015). Pero fue a mediados de ese 2010 cuando finalmente se alumbró el nombre. La Escuela Nacional Feminista, de la que participaban las cuatro mujeres xinkas, organizó la Primera Asamblea Nacional feminista. Desde la Escuela les pusieron como labor a esas mujeres de la montaña que participaran de la Asamblea, llevando una ponencia, cada una, en la que expusieran por qué se nombraban feministas y desde qué feminismo se posicionaban, argumentando a través de las categorías y conceptos aprendidos en la escuela; tenían para esto cinco minutos (conversación personal, Cabnal, 2020). Mientas las mujeres leían repasaban los insumos que las facilitadoras les habían dado, encontraron con angustia que ninguno de los feminismos estudiados las recogía. Alguna dijo que quizás podrían ser feministas de la igualdad porque querían ser tratadas por igual, pero luego de discutirlo encontraron que no se recogían en él. Otra dijo que quizás podrían ser anarquistas porque estaban en contra del Estado, pero en tanto indígenas y luchas particulares, no se recogían del todo tampoco ahí. La labor se tornó angustiante, casi las lágrimas (conversación personal, Cabnal, 2020). La noche previa a la Asamblea, a la luz de la vela y con los escritos de cada una hechos a mano, y sin tener claridad de a qué feminismo se adscribían, decidieron la metodología de la presentación. Por el miedo que el espacio y la labor suponían (estar frente a feministas y mujeres urbanas, muchas de ellas formadas en la universidad, contrario a las otras mujeresde la montaña) decidieron que tenían que juntarse y “hablar en bloque” (conversación personal, Cabnal, 2020). Así, acordaron que en cuanto 12 Esta palabra femealogía, es de Ana Silvia Monzón, que fue una de las facilitadoras de la Escuela. 13 terminaba una, la otra debía seguir para no dar lugar a preguntas. Se dividieron los temas y el orden, y dejaron a Lorena cerrar la presentación. Fue justo en ese momento en el que pensaron que podían llamarse feministas de la comunidad, feministas comunitarias. Así, el nombre fue alumbrado. Dos claves de interpelación filosófico-política en los matices de este feminismo En esta sección quisiera detenerme en dos puntos del feminismo comunitario territorial, en tanto que desde el lugar que habito, siento que son una forma de descolonizar la percepción. Los puntos son: una invitación a pensar en una noción amplia de la política (la noción de sanación como apuesta política) y en una filosofía otra. Intentaré hacer un ejercicio con las palabras de Lorena sobre la construcción epistémica del feminismo comunitario de las mujeres de la montaña, tejiéndolas con las palabras que yo he aprendido desde el lugar en el que me he construido epistémicamente. Sin embargo, sabiendo y reconociendo que mi ejercicio es localizado, historizado y singular, esas formas de descolonización que yo intuyo no son las únicas y sé que puedo incurrir en injusticias dadas las circunstancias de donde emergen. Como bien señala Lorena, dada la pluralidad de los cuerpos y las existencias, habrá pluralidad en las interpelaciones. Por ello, no pretendo erigirlas como formas inequívocas y totales desde ese feminismo comunitario territorial. La sanación como resistencia y camino cósmico-político: una visión ampliada de la política13 13 Debo reconocer en este ejercicio el impulso que me dio la profesora Allison Wolf. Hace varios meses, cuando discutíamos sobre mi proyecto doctoral, al leer una sección de él, ella cuestionó que yo siguiera usando a pensadores europeos para construir una perspectiva amplia de lo político, que me era útil para criticar los relatos imperantes del nacimiento del movimiento feminista en Colombia. Si bien yo ya había visto la ironía de mi investigación, siempre me 14 Si bien el feminismo comunitario territorial nace de unas necesidades específicas de esas mujeres de la montaña, en un contexto particular, alrededor de la defensa del territorio cuerpo-tierra, es un feminismo que sigue caminando y que desde el 2015 llegó a un centro gravitacional. Ese es la sanación como un camino cósmico político para esos cuerpos en lucha; cuerpos empobrecidos, violentados y oprimidos por el sistema heteropatriarcal colonial y racista. Un centro nacido en un momento de inflexión al interior de este feminismo con la muerte de Elizeth Us Tum y la salida definitiva de Lorena de Xalapán, en un destierro por persecución política (Cabnal, 2020). Aunque desde los inicios de ese feminismo comunitario la defensa del territorio cuerpo-tierra había sido una de sus banderas, el camino de sanación, según cuenta Lorena, no había sido el centro (Cabnal, 2020). Tanto Lorena como Elizeth, una de una de las integrantes del grupo de mujeres feministas comunitarias, habían sentido en sus cuerpos la enfermedad. Dice Lorena, recogiendo las palabras de Elizeth al respecto: “Mira cómo estoy muriendo; cómo acaban nuestros cuerpos. Que incoherentes somos” (Cabnal, 2020). Una incoherencia feminista, dice Lorena, porque entregaban los cuerpos a las luchas pero no llevaban a cabo procesos de sanación de su territorio cuerpo-tierra, sanación de esas formas incorporadas de sentir y vivir las relaciones de vida (Cabnal, 2018). Dice Lorena: queríamos “cambiar el mundo, el sistema patriarcal, pero – acá- nuestros cuerpos [estaban] enajenados políticamente de las sanaciones ancestrales que sostienen los cuerpos ante las resistencias” (Cabnal, 2020). Elizeth, con 36 años y una lucha política larga, estaba muriendo y mientras lo hacía sus compañeras acompañaban su camino de regreso a la tierra. En ese momento y con/bajo el Tzk’at “acordaron organizar a las mujeres para acuerparse ante las enfermedades, las tristezas, la estigmatización y los desplazamientos que vivían junto a sus familias como efecto de la criminalización y judicialización de sus acciones en defensa de su cuerpo y de la tierra” (Cabnal, 2018). Así nació la Red de Sanadoras Ancestrales y con constreñía el hecho de que yo estuviera en un programa de filosofía; fue su guiño el que me impulsó a buscar otras perspectivas desde nuestra Abya Yala. 15 este nacimiento, el distanciamiento de Lorena de los espacios feministas para fortalecer la espiritualidad. (Cabnal, 2020). Lorena, retomando los conocimientos de su madre y de su abuela materna, hierberas tradicionales14, y aquellos de mujeres comadronas y contadoras del tiempo (hacedoras calendáricas mayas), emprendió entonces junto a otras mujeres un nuevo camino del feminismo comunitario territorial: aquel de la sanación como un acto personal y político. Ahora bien, este gesto poderoso de las Sanadoras, tal y como lo siento y percibo desde el lugar que habito, pone en movimiento una concepción otra de la política. Una en la que, por ejemplo, los movimientos sociales tienen cabida, en contraposición con otras formas de entender la política en la que esta se concibe como una actividad instrumental que tiene que ver con instituciones estatales fijas, con el gobierno, entendiéndolo como un tipo de actividad de unos pocos, los gobernantes, que recae sobre otros, los gobernados. Más aún, siento que con este gesto la Sanadoras pusieron en movimiento una concepción otra de la política que desafía concepciones ontológicas y epistémicas, con consecuencias potentes respecto de lo que significa pensarnos en términos de un nosotrxs o en comunidad. Esta novedad trataré de hilarla brevemente en las siguientes líneas. Desde su alumbramiento, la Red de Sanadoras Ancestrales, en tanto feministas comunitarias de un territorio, acompaña a las defensoras en sus procesos de recuperación emocional y espiritual […] Las formas de somatización, los sentimientos y los pensamientos son abordados con los saberes ancestrales, herencia de nuestras abuelas y madres sanadoras indígenas. Sanar para nosotras es un acto personal y político para desmontar las opresiones, la victimización, para liberarnos y emancipar el cuerpo. Un acto que nos impulsa a recuperar el nuevo tiempo de liberación del cuerpo para reivindicar la alegría y, sin perder la indignación y en medio del 14 En Colombia se les conoce como yerbateras. 16 complejo mundo, celebrar la vida, la resistencia y las sabidurías plurales, así como el hecho de estar vivas y acuerpadas (Cabnal, 2018). El feminismo comunitario territorial se convierte entonces en un acto de acuerpamiento, de acoger la vida para una vida nueva, una vida otra15. Como dice Lorena, es un acto de acoger la indignación y el dolor de unos cuerpos, así como la alegría y la dicha (Cabnal, 2019). El acuerpamiento es entonces un acto de sanación en red, porque “tú soy yo y yo soy tú”(Cabnal). Dice Lorena: “lo que sufre esa historia, ese cuerpo, duele [en ‘mi’] y acuerpo”. Es un acoger a través de la ´identificación’ con la/el otra/otro en/por la pluralidad16. En la certeza de que es una/un diferente a mí, porque “nada es repetido en el cosmos, con un mismo patrón o en serie” (Cabnal, 2019).Una diferencia que se acoge para hacerla parte del sí misma/sí mismo; no para hacerla igual a mí, sino para hacerla cuerpo desde la diferencia. Es una identificación que pasa también por una suerte de desidentificacion de mí para poder acoger a la/el otra/otro, en un proceso en red, que significa también este proceso está sucediendo en la contraparte, en la otra/del otro17. Una identificación que significa o supone también acoger las luchas de esxs otrxs. Ahora bien, lo llamativo y radical de la propuesta de Lorena (y una gran diferencia respecto a Rancière y Arendt quienes a mi parecer coinciden en algunos puntos con los planteamientos de ella), es que esta propuesta de la 15 Esto me hace eco de las afirmaciones de Arendt respecto de su concepción de la acción como expresión de la condición humana de la natalidad, pues “el nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar” (Arendt, 2012, p. 36). 16 Acá también resuenan las afirmaciones de Arendt respecto de la condición humana de la pluralidad: la “pluralidad es específicamente la condición –no solo la conditio sine qua non, sino la conditio per quam- de toda vida política” (Arendt, CH: 36). Sin embargo, a diferencia de Lorena, por pluralidad Arendt no entiende solamente el hecho de ser distintos, sino que ese hecho guarda relación estrecha con la capacidad de distinguirse de otros -que no implica la diferencia absoluta- y de expresar esa distinción. Dice Arendt: “Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser humano diferenciado de cualquier otro que exista, haya existido o existirá, no necesitaría el discurso ni la acción para entenderse. Signos y sonidos bastarían para comunicar las necesidades inmediatas e idénticas” (Arendt, 2012, 205). 17 No puedo evitar pensar en esta afirmación radical en aquellas del filósofo francés Jaques Rancière. Según él, la política es “un operador que une y desune las regiones, las identidades, las funciones, las capacidades existentes en la configuración de la experiencia dada” (Rancière, 1996, p. 58). Y en varias escenas políticas que él analiza, da cuenta de una “identificación imposible” por parte de quienes hacen política, al mismo tiempo que se desidentifican de la identidad asignada por el trazado hegemónico. Se identifican (en una identidad imposible)-desidentificándose. 17 identificación como puesta en marcha de la política no apela a una identificación solamente con las otras vidas humanas o las otras vidas animales. Supone también acoger a otros seres que desde un registro ontológico son considerados como carentes de vida, como las piedras y las montañas; los ríos, el fuego. En esa medida, se aleja del supuesto de que esa identificación (imposible en términos rancierianos) sea solamente con otras vidas humanas –como parecería plantearse desde Rancière18–, y permite que la política sea entendida también como una apuesta por pensarnos por fuera de las jerarquías antropocéntricas, por fuera del especifismo. Así, la apuesta de las sanadoras ancestrales permite percibir de una forma otra las luchas políticas por la defensa del territorio cuerpo-tierra; en una radicalidad mayor a aquellas que, por ejemplo, vienen circulado durante el siglo pasado desde los sectores académicos en Colombia de la defensa del derecho a la tierra(ver Absalón Machado, Fals Borda, Le Grand, Palacios, etc). En efecto, muchas luchas de la defensa por la tierra (no solamente en Abya Yala) parecen darse bajo una concepción doble de la tierra: por un lado, la tierra como un objeto para ser apropiable; por otro, la tierra como una gran despensa de la que “se extraen los bienes y servicios” (Solano, 2020) en el presente o en el futuro (de ahí que sea pensada también como una reserva para la humanidad). Esta doble concepción subyace a muchas de las luchas que emergen desde sectores críticos al extractivismo liberal. Por eso, muchas de ellas, aunque emerjan de orillas ideológicas diversas (las luchas por la propiedad vs las luchas por el medio ambiente, por ejemplo), suponen siempre una lógica instrumental en la ecuación humano/tierra: la tierra es un instrumento para la sobrevivencia del ser humano o de la humanidad (repárese en la afirmación de los bosques como los pulmones del mundo). En este sentido, al pensar el territorio cuerpo-tierra como parte de la RED DE LA VIDA, y en esa medida, como parte de él el agua, el aire, las piedras y otros animales, las luchas territoriales pueden entenderse de un modo otro. Permite entender que las luchas por las expulsiones de las mineras no 18 Si bien explícitamente el filósofo francés no plantea esto, sus análisis siempre giran alrededor de la necesidad de una identificación humana en done la defensa del territorio-tierra no aparece. 18 solamente se dan en contra del sistema capitalista sino que suponen una desmantelación del antropocentrismo que sigue campantemente llevándonos hacia lo que el sociólogo Jeremy Rifkin (2020) ha llamado el peligro inminente de la extinción. Ahora bien, llegada a este punto, quisiera volver a enfatizar en otra de las potentes ideas de las Sanadoras para pensar la política. Las palabras de las Sanadoras que indican la sanación como camino cósmico político parecerían aludir a un proceso en el que se acoge una de las consignas más famosas de cierto feminismo blanco, en el que se reivindicaba que lo personal es también político19, a lo que Lorena ya se ha sumado en algunos lugares (ver por ejemplo Cabnal 2010). Sin embargo, no solamente por lo que he señalado en los párrafos inmediatamente anteriores se puede establecer la diferencia entre esas posiciones políticas, sino justamente por lo que es el feminismo comunitario territorial: se da en/desde/por la comunidad. La impronta comunitaria acoge disolviendo la afirmación de lo personal es político. Desde la perspectiva del feminismo comunitario de las Sanadoras, lo político es personal pero no en individualidad. Porque ese personal no alude a una experiencia de individualidad soberana (ilustrada), sino que alude a un personal impersonal, en tanto parte de una red entre existencias humanas y no humanas, incluyendo las planetarias. Es una política que no puede estar desvinculada de un nosotrxs, pero cuyo nosotrxs no está cerrado en la comprensión de una acumulación de singularidades ‘humanas’ sino en el flujo y la construcción y deconstrucción de esas singularidades. Un nosotrxs que acoge la pluralidad de los cuerpos20 y de las existencias, de las luchas y de las disidencias, de las heridas y de las 19 Acá yace una diferencia significativa entre la enunciación de Lorena y aquella propuesta de Arendt quien, erigiendo una frontera entre las necesidades de la vida (el oikos) y aquellos asuntos propiamente políticos, parece ir totalmente en contra de la afirmación de que lo personal es político. Lo propiamente político para Arendt no está anclado a aquello que garantice la supervivencia puesto que la política “sólo empieza donde acaba el reino de las necesidades” (Arendt H. , 1997, pág. 71). Para Arendt, aquella política que tenga se estructure desde la necesidad, constituye una reducción de lo político a lo económico, que no es otra cosa sino ver la política como una forma jerárquica de gobierno que en últimas se reduce a la administración. 20 En una entrevista Lorena afirma sobre la pluralidad de los cuerpos: “No puede existir un cuerpo cerrado o ya establecido como hombre o mujer dentro de las concepciones indígenas, porque antes de lacolonización había ya manifestaciones de cuerpos, cuerpas, cuerpes que no precisamente pasan por la construcción heterosexual de los cuerpos” (Cabnal, 2019). 19 sanaciones. Un nosotrxs que además se erige con las ya idas (las ancestras) que siguen estando, en tanto que su presencia en la ausencia estará siempre en virtud del tiempo enrollado. En esa medida, la política ya no puede ser solamente la gobernanza o la modificación de instituciones sin más, sino que la política es estar unxs con otrxs, siendo esxs unxs y otrxs una multiplicidad de existencias en una multiplicidad de temporalidades, de presencias en las ausencias y de presencias en las presencias. Por ello, esta apuesta permite pensar transformaciones políticas en la singularidad, pero no como aquellas que pueden ser cooptadas fácilmente por el neoliberalismo, como ocurre con ciertas teorías políticas con cierto dejo de posmodernidad que plantean la posibilidad de las transformaciones en una cierta soledad. La potencia del planteamiento de la Sanadoras radica, en últimas en que no puede entenderse la política fuera de una comunidad real, reemplazándola por una comunidad imaginaria. Plantea la necesidad de caminar con lxs sufrientes y hacer de su lucha una lucha propia, como dijo recientemente Irma Velázques en el discurso de aceptación del premio Martin Diskin en LASA 202021. Por esto, la sanación como camino cósmico político no sólo se aleja de aquella consigna política feminista (blanca, liberal, individual), sino además se constituye como una apuesta política en la que se aleja de una visión de la política aludiendo solamente a unas ciertas concepciones de lo que significa el mundo humano (de ahí, por ejemplo, la necesidad logocéntrica de que la política esté mediada por una verbalización22). Pero esta es una discusión para otro lugar. 21 En este discurso Irma Velázques hace un señalamiento a lxs académicxs que no puedo dejar pasar: “¿Nosotros también hemos fallado? Porque a la vez que hemos presenciado y registrado las crisis sociales, también nos hemos enganchado en la maquinaria académica que ha creado el mismo sistema económico que cuestionamos” (Velázques, 2020). 22 Para Arendt, “toda la vida orgánica ya muestra variaciones y distinciones, incluso entre especímenes de la misma especie. Pero sólo el hombre puede expresar esta distinción y distinguirse, y sólo él puede comunicar su propio yo y no simplemente algo: sed, hambre, hostilidad o temor” (Arendt H. , 2012, pág. 206). 20 Hacia una cosmogonía otra/una filosofía otra Para Lorena Cabnal la cosmogonía de su pueblo es una filosofía más dentro de otras filosofías que existen en los diferentes territorios y para los diferentes pueblos (ver Lorena 2015). A partir de esto me gustaría lanzar un hilo y tejerlo con los hilos de Lorena, y señalar un entramado que se tejen en/con este gesto de ella: el cuestionamiento de aquello que en occidente se conoce como filosofía. En una conversación personal con Lorena, ella puso de manifiesto la importancia que tiene pensar que los pueblos originarios tienen filosofía que no es otra cosa sino su cosmogonía. Esta afirmación Lorena la ha puesto de manifiesto en diferentes lugares y ha denunciado la violencia que se ejerce desde la mirada prejuiciosa de la academia hegemónica europea colonial que busca separar jerárquicamente las elaboraciones de los pueblos originarios de aquellas que se conocen como científicas o encaminadas a la elaboración de un pensamiento científico (y aún del llamado protocientífico); un gesto que muchas veces ha recurrido a llamar a esas cosmogonías de forma peyorativa o por lo menos condescendiente como pensamiento mágico. En este punto tenso mi hilo con el de Lorena y se me viene a la memoria un episodio de un curso de filosofía antigua, Los Presocráticos, durante mi formación de pregrado en filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Recuerdo que nos pusieron a leer unos fragmentos de Tales de Mileto de no más de cuatro líneas. Al terminar la lectura la profesora23 nos preguntó en qué se diferenciaba esa lectura que acabábamos de hacer respecto de los mitos de creación que habíamos escuchado en el colegio o aquellos de los que tuviéramos memoria. La diferencia, según la profesora, no estaba primordialmente en el tipo de respuestas sino en el tipo de preguntas que llevaban a otras inquisiciones sobre el mundo y la realidad palpable. Pero más allá de señalar esta diferencia entre los tipos de preguntas, con el juicio de la profesora se mostraba una frontera que ya yo conocía por mis años anteriores de entrenamiento en la academia colonizada (el colegio); 23 Debo aclarar que la profesora no pertenecía a la planta profesoral del selecto grupo de profesores (todos ellos hombres) del departamento de filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Era una profesora invitada a dictar ese curso. 21 una frontera que instauraba una progresión lineal respecto del conocimiento humano, pero, más problemáticamente, una frontera que no refería solamente a saberes sino a formas de existir. Unas que eran bastante más alejadas de las formas sofisticadas de verdadero conocimiento y que vivían alejadas de esas delicias que los saberes daban (poder), y otras que gozaban de ellas. Unas existencias que reposaban en una posición supeditadas de otras, justamente en virtud de la instauración de esa jerarquía. Jerarquía que se instauró con la invasión y saqueo del territorio de Abya Yala por parte de españoles y otros europeos, y que se siguen repitiendo. Vuelvo a Lorena. Pese a esa visión dominante que descalifica las cosmogonías de los pueblos originarios al llamarlos pensamiento mágico, el punto de Lorena al señalar que ellas son equivalente a lo que otros pueblos llaman filosofías es un gesto potente. No porque con su palabra haga entrar en el reino de la filosofía aquellas formas vetadas de él, sino porque su palabra indica la puesta en duda de la división misma que hace que exista una diferencia jerárquica entre filosofía y cosmogonía. Quisiera detenerme en esto y brevemente señalar el proceso que me lleva a esta afirmación. Lorena afirma que las cosmogonías son un elemento vital de los pueblos originarios y que estas son “formas de interpretación de la vida en el mundo” (Cabnal, 2015). Desde la cosmogonía maya24, por ejemplo, dice Lorena, todo está relacionado con el cosmos, en una no linealidad del tiempo25. En ese sentido, esa interpretación de la vida en el mundo es la matriz a partir de la cual los pueblos establecen unas pautas de comportamiento (concordancia con la armonía cósmica). Así, por ejemplo, señala Lorena, según la cosmogonía fundante de muchos pueblos originarios, la complementariedad y la dualidad son dos principios 24 La cosmogonía maya es sumamente rica y ha sido estudiada ampliamente desde hace muchos años. Esos estudios han mostrado que esa cosmogonía no habla solamente de la génesis de los dioses o del mundo, sino que tiene una elaboradísima noción de la temporalidad circular, que llevó a ese pueblo a refinar sus sistemas numéricos y astronómicos, así como llevó a la creación de la escritura por la necesidad de conservar la memoria sobre los acontecimientos. 25 Me llama la atención justamente cómo esta noción de temporalidad maya convergiera en algunos sentidos con aquello que Nietzsche ha puesto a circular a través de su propuesta del eterno retorno. 22 que rigen el equilibrio cósmico y, por consiguiente, el equilibrio entre mujeres y hombres. Una dualidad,que observa Lorena, está “basada en la sexualidad humana heteronormativa” (Cabnal, 2010, p. 14). Según la cosmogonía maya, tanto los astros, como la tierra entran en la heteronorma; una suerte de antropomorfización basados en la sexualidad biológica heteronormativa. Por esta concepción de los astros, se afianza la creencia de que las mujeres son “complementarias en el todo de los hombres para la reproducción social, biológica y cultural, lo que conllevaría asumir su responsabilidad junto a ellos, a quienes en su rol establecido les tocaría la reproducción simbólica, material y de pensamiento” (Cabnal, 2010, p. 14). Las cosmogonías son entonces diferentes formas a través de las cuales se establecen coordenadas de sentido, esto es, diferentes formas a través de las cuales los pueblos se ubican en el cosmos y establecen unas relaciones con otros seres y con otros seres humanos. Es entonces como una retícula de donde emergen unos principios vitales y unos valores a través de los cuales se rigen los comportamientos. Y dada la pluralidad de la vida, la diversidad de los pueblos (Cabnal, 2016), no hay una sola forma de leer y de habitar el mundo; por eso hay diferentes tipos de cosmogonías. Se entiende por tanto que no haya una sola cosmogonía sino cosmogonías en plural (por consiguiente, ese binomio de pensamiento mágico/ciencia; al ser coordenadas diversas de sentido, no hay por qué establecer una jerarquía entre ellas). Sin embargo, dice Lorena, las cosmogonías no son clausurantes ni están clausuradas. Lorena advierte que en la RED DE LA VIDA se ha dado un desequilibrio, entre otras, me atrevería a añadir, porque muchas veces desde algunos pueblos originarios se relegan ciertas prácticas ancestrales y se trata el mundo desde una visión antropocéntrica. Esta base de relacionamiento entre los seres, a partir de lo femenino y lo masculino, donde uno depende, se relaciona y se complementa con el otro, “se ha fortalecido en esas prácticas de espiritualidad hegemónica, con lo cual se perpetúa la opresión de las mujeres en su relación heterosexual con la naturaleza” (2010, p.16) Así, dice Lorena, el ordenamiento de los astros se constituye “en la más sublime imposición ancestral de la norma 23 heterosexual obligatoria, en la vida de las mujeres y hombres indígenas, la cual es legitimada a través de prácticas espirituales que lo nombran como sagrado” (Cabnal, 2010, p. 16). Lorena advierte que puede y debe existir una cosmovisión liberadora, que restaure el equilibrio. Por eso Lorena junto con otras mujeres de la montaña hacen una “decodificación comunitaria y feminista” (Cabnal, 2019), tomando la cosmogónica y poniéndola con un contenido feminista territorial: Agarramos el calendario agrícola-lunar y tomamos dos dimensiones. Elegimos el color rojo que representa la sangre de los cuerpos: territorio-cuerpo. Del otro lado del calendario agrícola-lunar está el color verde: territorio-tierra. Empezamos a decir que en la RED DE LA VIDA está todo actuando con reciprocidad y ahí empieza la decodificación. De hecho, la cosmogonía xinka va a emerger con nosotras también, vamos a darle contenido feminista a elementos de cosmogonía xinka. De ahí sale nuestro enunciado xinka “Liki tuyahaki na alteper kwerpo-naní”, que es el nombramiento completo de “recuperación, defensa y sanación del territorio cuerpo tierra. (Cabnal, 2019) Esta nueva cosmogonía, es una que recrean para enriquecer y hacer florecer la RED DE LA VIDA: Su contenido está hilado con elementos que promueven la equidad cosmogónica en toda la integralidad de la vida, es dinámica y cíclica espiral, está aperturada a deconstrucciones y construcciones. Sus símbolos promueven la liberación de la opresión histórica contra los cuerpos sexuados de mujeres y contra la opresión histórica capitalista contra la naturaleza, pero a su vez evocan e invocan las resistencias y transgresiones ancestrales de las mujeres. (Cabnal, 2010, p. 24) Ahora bien, tomando todo lo anterior en consideración, y desde mis hilos, puedo conjeturar/tejer una primera potencia en esto: que en estos movimientos de Lorena se juega lo que desde mis hilos tejo como una filosofía para la vida. 24 Según lo tejido anteriormente con los hilos de Lorena, la cosmogonía parece también remitir a un cierto ejercicio a través del cual los pueblos hacen emerger y establecen una comunidad de sentidos compartida, a través de la cual se ubican en el mundo, y dan sentido a sus experiencias. No remiten entonces solamente a una doctrina sino al ejercicio que permite tejer códigos, leer experiencias, y habitar el mundo, pero sabiendo que esas coordenadas de sentido no son eternas, son modificables, en virtud de la vida. Es por tanto un ejercicio que no es estático, sino que se puede poner en movimiento en virtud de su vinculación profunda con la vida: Lorena, desde su cosmogonía, advirtió que hay una desarmonización en la RED DE LA VIDA y desde ahí planteó la necesidad de restablecer la armonía en esa red, a través de la modificación de ciertas interpretaciones cosmogónicas. Eta forma de pensar la cosmogonía, me hace pensar en la filosofía como un ejercicio que está anclado en la vida, en una apertura a la vida26, a la contingencia que supone la vida misma; no es de ninguna manera un conjunto de ideas alejadas del mundo, porque entre otras, responde al mundo, a la concreción de la experiencia humana. En esa medida, siento que esta noción resuena con aquella visión de Deleuze y Guattari y en cierta forma a la que expone Hannah Arendt con la figura de Sócrates. Los primeros, señalaban a la filosofía como un arte de crear conceptos en la singularidad (Deleuze & Guattari, 1993), a partir o en función de preguntas o problemas en devenir27. La segunda, aunque no de forma explícita, parece señalar que la filosofía, más que la construcción y escritura de teorías, es el ejercicio de descongelar conceptos –siendo ellos la forma en la que el ser humano se ha dado a sí mismo de ubicarse en el mundo–, a fin de poder acoger la singularidad y la contingencia propia de la existencia humana en la tierra. Ahora bien, para cerrar esta parte, me gustaría dejar abierto el hilo de otra potencia en este tejido: el de una ética otra. Dado lo anterior, y dado que las pautas de comportamiento se dan por/en las cosmogonías de los pueblos, esas pautas, la moral o los principios éticos, son entonces también mutables. En esa medida, no son un corpus de normas o unos principios 26 Arendt justamente señala cómo el ejercicio filosófico político que se dio después de Platón tendió a alejarse de la vida, a tener una pasión por la muerte (2012). 27 En virtud de un(a) otrx que puede ser yo, en tanto otrx. 25 estáticos a través de los cuales se ha de regir ad infinitum los comportamientos/vidas de los pueblos. Su mutación se da en tanto que estos dejen de aportar a la RED DE LA VIDA28. Siento que lo que yo hilo como un tejido de moral, de ética, está profundamente ligado con el que yo he hilado como el tejido del ejercicio político. En esa medida, está vinculado con la posibilidad de darse otros cuerpos y otras posibilidades. Sin embargo, para no extenderme más, dejo estas líneas por ahora hasta aquí. A manera de cierre Con Lorena se me ha abierto un nuevo mundo de comprensión de mi cuerpo y de mí como mestiza, como filósofa mestiza. Siento, por ejemplo, que exponerme a las elaboraciones mayas respecto del tiempo me han abierto un modo otro de pensar y experimentar mi presencia en este territorio cuerpo yterritorio tierra que habito. Pero encaminado a mi forma de situarme desde este mestizaje y territorialidad, de cara al trabajo que sobre feminismo adelanto, siento una potencia creadora en la noción de temporalidad circular de la cosmogonía maya. Siento también aquella potencia en la noción ampliada de política y en lo que supone la sanación como camino cósmico-político. Me lleva también a volver a denunciar e indignarme frente al problema de muchos relatos que existen en Colombia sobre el nacimiento del movimiento feminista en este territorio, porque circulan alrededor de una producción del sujeto feminista que se sigue moviendo bajo la lógica de la universalización del sujeto mujer, que no es otra cosa sino un borramiento de la pluralidad y diversidad de las mujeres, entendiéndolas solamente como un grupo que depende de una identidad genérica o heredera de la categoría colonial del dimorfismo sexual. Un gesto que no cuestiona en esos relatos el concepto de “olas” del feminismo que, si bien emergió de una necesidad específica del movimiento feminista, parecen tener una existencia ontológica independiente -mitológica, como si se tratara de 28 Esto resuena con lo dicho por Nietzsche en diferentes lugares respecto las normas morales y la plasticidad que habría que desplegar con ellas a fin de que sean principio para la vida. Resuena también principalmente con la crítica que el filósofo alemán despliega en su Genealogía de la Moral. 26 existencias reales y no de unas categorías creadas-, siempre bajo la lógica del progreso lineal. Cierro estas líneas con un llamado enérgico de Lorena: ¡A recuperar la alegría sin perder la indignación! BIBLIOGRAFÍA Arendt, H. (2012). La Condición Humana. Bogotá: Paidos Surcos. Arendt, H. (1997). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós. Cabnal, L. (2010). Acercamiento a la construcción de la propuesta de pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala. En L. Cabnal, & A.-L. Segovias, Feminismos diversos: el feminismo comunitario (págs. 10-25). España: ACSUR: Las segovias. Cabnal, L. (2018). TZK’AT, Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario desde Iximulew-Guatemala. Ecología Política, Recuperado en https://www.ecologiapolitica.info/?p=10247. Cabnal, L. (9 de Octubre de 2019). Lorena Cabnal: sanar de la violencia. 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