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Representações na Corte dos Austrias

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Facultad de Filosofía y Letras 
Grado en Historia 
 
 
Arte y Sociedad: Representaciones en el Siglo 
de Oro español 
Gentes de placer y sabandijas palaciegas en la corte de los Austrias 
 
Art and Society: representations in the Spanish Golden Age 
Pleasure people and palatial vermin at Austrias’ Court 
 
 
 
Tania Otero Camprovin 
 
Director: Julio J. Polo Sánchez 
 
Curso 2016 / 2017 
 
 
 
 
 
2 
 
ÍNDICE 
1. INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 3 
2. ABSTRACT .......................................................................................................................... 4 
3. LOS PARÁMETROS ESTÉTICOS QUE DEFINEN LO MONSTRUOSO .................. 5 
3.1. SOBRE LOS CONCEPTOS DE BELLEZA Y FEALDAD ................................................... 5 
3.1.1. Cánones que determinan lo normal y anormal ..................................................................... 6 
3.2. LA TERATOLOGÍA Y LOS TRATADOS CIENTÍFICOS .................................................. 7 
3.2.1. Interpretaciones de la existencia de los monstruos ............................................................... 9 
3.3. LA EXPOSICIÓN DEL MONSTRUO COMO UNA NUEVA FORMA DE 
INTERPRETACIÓN ...................................................................................................................... 11 
4. LA GENTE DE PLACER DENTRO DEL ÁMBITO CORTESANO .......................... 13 
4.1. ANTECEDENTES DE LA LLAMADA GENTE DE PLACER .......................................... 14 
4.1.1. Elementos identificativos de los bufones ............................................................................. 15 
4.2. PROCEDENCIA DE LAS GENTES DE PLACER .............................................................. 16 
4.3. RAZÓN DE SU PRESENCIA EN LA CORTE .................................................................... 19 
4.3.1. La risa al servicio del poder. El oficio de burlas. ............................................................... 21 
4.4. FUNCIONES QUE DESEMPEÑARON ................................................................................ 23 
4.5. FUENTES DE INGRESOS DE LAS GENTES DE PLACER ............................................. 27 
4.6. CRÍTICAS Y ATAQUES QUE RECIBIERON LAS GENTES DE PLACER .................. 30 
5. ¿QUIÉNES FUERON LAS SABANDIJAS PALACIEGAS? ........................................ 32 
5.1. BUFONES, TRUHANES Y CHOCARREROS .................................................................... 35 
5.2. LOCOS Y SIMPLES ............................................................................................................... 37 
5.3. ENANOS ................................................................................................................................... 38 
5.4. OTRAS SABANDIJAS PALACIEGAS ................................................................................. 39 
6. DIFERENCIAS Y SIMILITUDES EN LOS RETRATOS DE CORTE DE LAS 
SABANDIJAS PALACIEGAS .............................................................................................. 41 
6.1. UBICACIÓN DE LAS OBRAS .............................................................................................. 45 
7. CONCLUSIONES .............................................................................................................. 47 
8. ÍNDICE DE FIGURAS ...................................................................................................... 49 
9. ÍNDICE DE ARTISTAS Y OBRAS CITADAS .............................................................. 49 
10. BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................. 51 
 
 
 
3 
 
1. INTRODUCCIÓN 
Las gentes de placer y las sabandijas palaciegas, términos sinónimos, hacen referencia a 
un tipo específico de servidores palatinos. A lo largo de estas páginas, utilizaremos un 
término u otro indistintamente. La presencia en palacio de estos sirvientes no fue un 
fenómeno exclusivo hispano, sino que, por el contrario, todas las cortes europeas modernas 
tuvieron sus gentes de placer particulares. Es más, tampoco fue un fenómeno propio de la 
Edad Moderna, sus raíces se remontan hasta el Egipto faraónico. Lo que sí es cierto es que 
únicamente en la corte de los Austrias los encontramos en número tan elevado. Moreno Villa 
estima que, en siglo y cuarto (1563-1700), merodearon por la corte hispana ciento veintiséis 
sabandijas. A este respecto, cabe diferenciar a aquellos que estuvieron permanentemente, 
hasta su fallecimiento, de aquellos que únicamente se constata su presencia temporalmente y, 
entre éstos, asimismo, habría que distinguir entre los que pasaron estancias más largas de los 
que solamente acudieron una vez a la corte. Y de entre estos últimos, Moreno Villa no 
menciona a todos, por lo que realmente el número de sabandijas fue superior. 
El objetivo de este trabajo, no es otro que conocer y profundizar una realidad 
característica de las cortes europeas de la Edad Moderna, aunque desde la perspectiva de la 
corte hispana de los Austrias. Para ello, primeramente abordaremos el estudio de estas 
curiosas criaturas, primeramente, desde un punto de vista científico, acercándonos a la 
teratología y profundizando en aspectos estéticos para, seguidamente, abordar el origen de su 
presencia en la corte, refiriendo tanto los antecedentes medievales como su exhibición pública 
en ciudades. Posteriormente, ahondaremos en las atribuciones que se les asignaron, 
analizando tanto las funciones que desempeñaron como el consecuente pago por su 
realización. A partir de este punto, si anteriormente habremos abordado el estudio de forma 
conjunta, llegados aquí, analizaremos individualmente cada uno de los distintos grupos que 
conformaron el conjunto de las sabandijas palaciegas. Finalmente, el presente trabajo se cierra 
con el análisis de los retratos áulicos que los principales artistas del momento realizaron de las 
gentes de placer. A este respecto, debido a que por razones de espacio no hemos podido 
incluir las imágenes de las respectivas obras, éstas pueden consultarse, si se desea, en la base 
de datos de los respectivos museos, referidas en un índice al final del trabajo. 
Con respecto a los recursos bibliográficos empleados, de notable referencia han sido, 
aparte del citado Moreno Villa, las distintas obras de Fernando Bouza, así como la 
monografía de Elena del Río, el artículo de Mª Alejandra Flores y el catálogo de la exposición 
4 
 
Monstruos, enanos y bufones en la corte de los Austrias. (A propósito del Retrato de enano de 
Juan Van der Hamen). En lo referente al estudio de los retratos áulicos, destacar las obras de 
María Kusche, el trabajo conjunto de J. Brown y J. Elliott, la obra de Gloria Martínez y el 
estudio de Manuela Mena sobre Velázquez en la Torre de la Parada. 
2. ABSTRACT 
The aim of this paper is to provide an overview of the main aspects that conditioned the 
presence in the Hispanic court of the so-called pleasure people or palatial vermin, a 
characteristic reality of all the European courts of the Modern Age. This document has been 
supported as follows. First, we will approach the study from a scientific point of view, 
stopping in teratology and in aesthetic aspects. Second, we will approach the origin of his 
presence in the court, referring to the medieval background and its public exhibition in cities, 
for later delve into the attributions assigned to them. Thirdly, we will analyze individually 
each of the different groups that formed the set of the palatial vermin. Finally, we will analyze 
some of the aulic portraits that the main artists of the moment realized of the pleasure people. 
Palabras clave:gentes de placer, sabandijas palaciegas, corte de los Austrias, Siglo de 
Oro. 
Keywords: pleasure people, palatial vermin, Austrias’ Court, Golden Age. 
 
5 
 
3. LOS PARÁMETROS ESTÉTICOS QUE DEFINEN LO 
MONSTRUOSO 
Para poder entender a qué se denominaba monstruo en el Siglo de Oro español debemos 
remontarnos a la Edad Media, ya que sólo así comprenderemos el cambio operado en la 
percepción de esta realidad en la Edad Moderna. Así, durante la época medieval, los 
monstruos fueron interpretados como “anomalías normales, avatares necesarios, inevitables, 
misteriosos, pero no dramáticos testimonios de la creación divina”. A este respecto, no 
debemos olvidar la importancia que tuvieron durante este período los libros de viajes. En esos 
textos, no era extraño encontrar numerosas referencias a seres monstruosos. Debido a ello, los 
monstruos fueron considerados parte integrante de la creación, conteniendo su existencia un 
mensaje alegórico. Por el contrario, en la Edad Moderna, el término monstruo fue empleado 
como sinónimo de “misterio, escándalo o ralea maldita”. Como veremos, para el hombre 
moderno, a diferencia del medieval, constituyen un hecho dramático
1
. 
Una vez hecha mención a las diferentes concepciones del monstruo, toca definir qué es 
monstruoso y qué forma parte de ello. Monstruos son todas aquellas realidades diversas que 
no forman parte del orden natural, englobando a “seres mitológicos, infrecuentes 
depravaciones morales, prodigios de diversos tipos, admoniciones divinas y siempre cualquier 
anormalidad física”
2
. De entre todas estas realidades, las más tangibles son las anormalidades 
físicas. Se considera que algo es monstruoso, únicamente, cuando se pone en relación con un 
término de referencia que no lo es
3
. 
3.1. SOBRE LOS CONCEPTOS DE BELLEZA Y FEALDAD 
La principal aportación sobre el concepto de belleza se debe a San Agustín (354-430), 
para quien “toda forma es bella en la medida que manifiesta alguna similitud con la belleza 
divina”. Según San Agustín, la belleza radicaba en una serie de términos, como simetría, 
composición, equilibrio o armonía, que expresaban orden
4
. Este pensador otorgaba a los 
monstruos la finalidad de reflejar, por medio de sus características diferenciadoras, la 
 
1
 KAPPLER, Claude. Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media. Madrid: Akal, 1986, pp. 9-
10, 17, 132. 
2
 MONSTRUOS y seres imaginarios en la Biblioteca Nacional [catálogo de la exposición], Biblioteca Nacional, 
Madrid, 2000, pp. 19-27. 
3
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de monstruos. Representaciones de lo deforme en el Siglo de Oro español. 
Universidad de Navarra: Iberoamericana, 2003, p. 37. 
4
 PERTÍÑEZ LÓPEZ, Jesús. “Los orígenes medievales del monstruo en el arte”. Revista Sans Soleil – Estudios 
de la imagen, 7 (2015), pp. 8-9. 
6 
 
heterogeneidad de la creación divina y, precisamente, eran esas diferencias las que hacían 
resplandecer el resto de esa creación
5
. 
Si en el Renacimiento las teorías estéticas estaban influidas por el ideal clásico de 
belleza, en el Barroco, por su parte, se impuso la estética de lo grosero y descompuesto. Esta 
nueva estética buscaba reflejar la diversidad de la obra divina. La fealdad manifestaba una 
función didáctico-moral, es decir, las formas raras y deformes hacían resplandecer a las 
formas, aparentemente, perfectas. Esta teoría estética de los siglos XVI y XVII estuvo influida 
por la fisiognomía, corriente filosófica y pseudocientífica que defiende el conocimiento del 
carácter por medio de los rasgos anatómicos. De entre los primeros artistas que la pusieron en 
práctica podemos destacar nombres de la talla de El Bosco, Leonardo da Vinci o Arcimboldo, 
quienes representaron modelos caricaturescos con el fin de que, esas efigies, reflejasen 
defectos. En contra de lo que pudiera parecer, la estética de lo grosero y descompuesto, no 
buscaba provocar risa sino ofender al espectador, generando así una especie de crítica social 
basada en el rechazo hacia los individuos representados. Ya en el Barroco la retomarán los 
hermanos Carracci, Agostino y Annibale, en algunas de sus obras buscando, por medio de la 
desproporción, la perfección
6
, llevando hasta su último término la fórmula de San Bernardo 
de Claraval: deformis formositas ac formosa difformitas (deformidad de la belleza y belleza 
de la deformidad)
7
. Por tanto, la fealdad simbolizaba alteración de la naturaleza y vulneración 
del orden divino. 
3.1.1. Cánones que determinan lo normal y anormal 
Como el concepto de anormalidad es un concepto variable en el tiempo y, por tanto, los 
límites de la normalidad no son los mismos entre una época y otra, si queremos conocer 
cuáles eran éstos en los siglos XVI y XVII tendremos que acudir al tratado de Fadrique Furió 
Ceriol El concejo y consejeros del príncipe (Amberes, 1559), obra que dedicó a Felipe II con 
el propósito de asesorarle a la hora de elegir a sus consejeros. En ella Furió establece, 
basándose en la teoría fisiognómica de que el cuerpo es el reflejo del alma, las cualidades 
físicas que el consejero – “varón, entre treinta y sesenta años y de complexión sanguínea” – 
debía poseer fijando, así, un canon del cuerpo humano. En relación a la estatura dispone que 
debe haber una correlación entre la altura y la anchura, no siendo ni demasiado altos ni bajos, 
 
5
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y hombres de placer en la Corte de los Austrias: oficio de 
burlas. Madrid: Temas de Hoy, 1996, p. 23. 
6
 MOREL D’ARLEUX, Antonia. “La risa al servicio de la estética de lo ridículo”. Atrio: revista de historia del 
arte, 10-11 (2005), pp. 67-68. 
7
 KAPPLER, Claude. Monstruos, demonios y… op. cit., pp. 45-46. 
7 
 
ni gordos ni flacos; en cuanto a la proporción que, ésta, se halle en todos sus miembros, así 
como no le ha de faltar alguno. En lo referido a la apostura, la idónea era aquella que: 
“Tenga la cabeza mediana y redonda, no aguda para arriba, ni muy grande, ni muy 
pequeña. El torno del rostro un poco más luengo que redondo, no pequeño, ni redondo, 
ni cargado de carne. La frente grande o mediana, no pequeña, ni triste. Los ojos 
medianos, claros, vivos y reposados, no muy grandes, ni muy pequeños, ni turbios, ni 
pesados, ni sin sosiego. La nariz larga y delicada; no corta, ni gruesa, ni vuelta para 
arriba. Los labios grosezuelos, no muy delicados, ni gruesos, ni menos caídos hacia 
abajo.” 
Por tanto, quedarían excluidos enanos, gigantes, obesos y demás seres catalogados de 
anormales, según las disposiciones de Furió, de ejercer al servicio del rey, aunque como 
veremos, algunos de ellos sí que llegaron a desarrollar este tipo de funciones
8
. 
3.2. LA TERATOLOGÍA Y LOS TRATADOS CIENTÍFICOS 
Los primeros tratados científicos dedicados a los monstruos los encontramos en época 
medieval, son los bestiarios. Estos volúmenes ilustrados describían animales, tanto reales 
como fantásticos, y acompañaba a cada ilustración una enseñanza moral que relacionaba los 
comportamientos del animal en cuestión con los defectos y bondades cristianas. Por tanto, en 
los bestiarios, a los monstruos se les asignaba una función moralizante
9
. 
En los siglos XVI y XVII todo ese interés mostrado en torno a la teratología – la ciencia 
que estudia a los seres monstruosos – se plasmó en la profusión de estudios médicos, jurídicos 
y teológicos, tanto traducciones de otros anteriores como elaboraciones nuevas, cuya primera 
muestra la constituyeron los tratados Des Monstres et Prodiges (1573) y Monstruorum 
Historia (1642) de Ambroise Paré y de Ulisse Aldrovandi, respectivamente. El primero de 
ellos, rechazando la idea de que los monstruos existían como fruto del castigo divino, se afanó 
en la búsqueda de explicaciones de tipo natural en un intento por entender su existencia. Porsu parte, el segundo analizó una serie de prodigios, tratando diferenciadamente los reales de 
los imaginarios
10
. La importancia de estos dos tratados radicó en que, a partir de ese 
momento, los seres monstruosos adquirieron interés científico dejando, así, de ser objeto de 
rechazo, propiciando su estudio bajo nuevos enfoques metodológicos relacionados, como 
 
8
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 46-47. 
9
 PERTÍÑEZ LÓPEZ, Jesús. “Los orígenes medievales…” op. cit., p. 9. 
10
 MARTÍN GARCÍA, Pedro. “Locos, enanos y bufones: el glamour de la fealdad”. La Aventura de la Historia, 
134 (2009) p. 33. 
8 
 
señala Elena del Río, con el pensamiento positivista y rechazando, por tanto, toda 
interpretación unívoca y simplista
11
. 
El tratado más sobresaliente de la época es Desvíos de la naturaleza o tratado del 
origen de los monstruos de Joseph de Rivilla Bonet y Pedro de Peralta Barnuevo, editado en 
Lima en 1695. Esta obra, redactada en secreto por Peralta Barnuevo pero publicada bajo la 
autoría de ambos, recopila, analiza y describe toda una serie de seres nacidos con 
malformaciones y que, según los autores, encajaban dentro del concepto de monstruo por no 
responder a los cánones establecidos como normales, ya fuere por exceso o ausencia de 
volumen en sus miembros, ya fuere por el desorden de sus partes. Así pues, el tratado se 
estructuró en dos apartados: el primero dedicado a siameses, hermafroditas y mujeres 
barbudas, quiénes responderían a la segunda causa, y el segundo a gigantes y enanos, 
relacionados con la primera
12
. 
Un caso a destacar es el de Petrus Gonsalvus, guanche famoso que, según parece, fue la 
primera persona que padeció hipertricosis, también llamado síndrome de Ambras. Esta 
enfermedad se caracteriza por el crecimiento excesivo de vello por todo el cuerpo, inclusive 
en el rostro. Su presencia en las cortes europeas está relacionada con el mito del buen salvaje, 
propagado en los libros de viajes anteriormente mencionados. En ellos, se definía al salvaje 
como un ser peludo, mitad hombre y mitad animal. Cuando se propagó la existencia de 
Petrus, haciendo real el mito del buen salvaje, fue sacado de su Tenerife natal para ser 
entregado como regalo a Enrique II de Francia. Fue educado en la corte francesa y, 
posteriormente, se casó con una bella mujer, posiblemente dama de compañía de Catalina de 
Médicis. De esta unión, nacieron seis hijos y, debido al carácter hereditario del síndrome que 
padecía Petrus, cuatro de ellos sufrieron la enfermedad. Concretamente, dos de ellos fueron 
también famosos, Antonietta, retratada por Lavinia Fontana, y Enrico, propiedad de Odoardo 
Farnese y retratado por Agostino Carracci
13
. 
Algo que comparten todos estos tratados es la especial atención que le dedican a los 
enanos, y no es de extrañar, ya que fueron uno de los portentos más ostensibles y destacados 
en el entorno de las cortes, como veremos más adelante. 
 
11
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., p. 34. 
12
 LLÁCER VIEL, Teresa. “Cuerpos contrahechos en la corte del rey enfermo: enanos y gigantes en el pincel de 
Carreño de Miranda (1670-1682)” en GARCÍA MAHIQUES, Rafael y DOMÉNECH GARCÍA, Sergi (eds.). 
Valor discursivo del cuerpo en el barroco hispánico. Valencia: Universitat de València, 2015, pp. 444-445. 
13
 Si se desea consultar más información sobre la familia Gonsalvus, así como observar los retratos citados, 
acudir a la siguiente referencia web: http://www.harteconhache.com/2012/12/el-prodigioso-caso-de-los-
gonzalez.html. 
http://www.harteconhache.com/2012/12/el-prodigioso-caso-de-los-gonzalez.html
http://www.harteconhache.com/2012/12/el-prodigioso-caso-de-los-gonzalez.html
9 
 
Dentro de la categoría de seres imaginarios merece destacarse el caso del pez Nicolás, 
leyenda que presenta a un niño con una gran habilidad natatoria y cuyo único sentido vital 
parece hallarlo dentro del agua. Es el mejor ejemplo de cómo una leyenda, o leyendas porque 
la hayamos en diferentes culturas, termina convirtiéndose en una construcción cultural de 
dimensiones míticas y/o folclóricas. Si bien la leyenda parece tener un origen napolitano, 
Pedro de Mexía en su obra Silva de Varia Leccion (1540) hace referencia a las distintas 
versiones que la leyenda tiene. En 1608, en Barcelona y Salamanca, se imprimió la Relación 
del pece Nicolao, compuesta por tres romances que se hacen eco de una de las versiones 
castellanas, concretamente, de la que presupone al pez Nicolás un origen gaditano. A este 
respecto, conviene hacer mención a la leyenda del hombre pez de Liérganes. Este hombre, 
que se llamaba Francisco de la Vega Casar, se fue a aprender el oficio de carpintero a Bilbao 
y, estando allí, la víspera de San Juan del año 1674, se fue a nadar, llevándoselo la corriente y 
no teniendo nuevas suyas hasta pasados cinco años. Transcurrido este tiempo, fue avistado en 
Cádiz, y, a pesar de su forma humana, fue confundido con una criatura marina. Aunque volvió 
a su pueblo, pasado un tiempo desapareció y ya no volvió a saberse nada más de él. Por tanto, 
podemos observar cómo a pesar de ser una misma leyenda se la presuponen diferentes 
orígenes, aunque en el caso castellano ambas hacen mención a Cádiz. A pesar de que el pez 
Nicolás sea fruto de una amalgama de relatos míticos procedentes de distintos lugares, cabe 
mencionar la existencia documentada de hombres con escamas, cíclopes, hombres con patas 
de cabra, e incluso niños-lagarto
14
. 
3.2.1. Interpretaciones de la existencia de los monstruos 
 Dentro de ese afán entusiasta por desentrañar y entender lo monstruoso, en la esfera del 
Barroco, convergieron tres grandes teorías, contradictorias y excluyentes. La primera de ellas 
hunde sus raíces en la antigüedad e interpreta a los monstruos como signos de desgracias por 
venir. Los monstruos serían el instrumento del que se valdría Dios para advertir, y castigar, a 
los individuos pecadores. Sin embargo, como sería una herejía considerarlos hijos de Dios, 
son sus progenitores quienes emergen como responsables de su nacimiento
15
. Pero, al tiempo 
que condenan, transmiten un mensaje moral: el recordatorio de que el pecado se castiga, 
especialmente el relacionado con el exceso y el descontrol de las pasiones. Ahora bien, no 
todos los monstruos lo eran a causa del pecado, en el caso de enanos y gigantes se debía a 
 
14
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., pp. 160, 231-232. 
15
 MONSTRUOS y seres… op. cit., pp. 26-27. 
10 
 
accidentes naturales
16
. Si esta primera teoría encuadraba a los monstruos fuera del orden 
natural, la segunda, por su parte, sí que los incluía, aunque no dejaba de considerarlos casos 
excepcionales que excedían lo común
17
. 
 La tercera interpretación está relacionada con el pensamiento agustiniano, mencionado 
en páginas anteriores. De acuerdo con San Agustín, esta interpretación entiende que los 
monstruos existen como término de comparación colectiva. Los seres deformes serían 
sombras – término que acuñaron Rivilla Bonet y Peralta Barnuevo en Desvíos de la 
naturaleza para hacer mención a los monstruos y que recupera Fernando Bouza – que, debido 
a la ausencia de luz, hacían resplandecer al resto de la sociedad. De este modo, los monstruos 
eran el instrumento que permitía a la sociedad del Siglo de Oro verse “sana, fuerte y 
hermosa”
18
, resaltándola y definiéndola como normal. Al igual que la segunda interpretación, 
ésta también considera que los monstruos están dentro del orden natural aunque, 
contrariamente a la anterior, les estima una utilidad
19
. 
 Las tres teorías fueron coincidentes en tiempo y espacio y contribuyeron a asentar la 
idea del monstruo como indicio de males. Esta concepción pervivió en algunoscírculos, 
incluso, ya avanzado el siglo XVII, aunque la proliferación de tratados científicos auspició 
una interpretación divergente. Concretamente, consideraron a los monstruos como accidentes 
físicos y no como desgracias por venir. Así, se fue asentando paulatinamente la idea de la 
observación de lo monstruoso/prodigioso como una fuente más de la fecunda disparidad que 
origina la naturaleza, ya fuese como objeto recreativo o por necesidad de contrastes
20
. 
 Al margen de estas tres teorías interpretativas, conviene tener presente la búsqueda de 
una respuesta de tipo biológico que explique y fundamente el origen de las deformidades. Una 
primera respuesta, planteada desde la antigüedad, relacionó las deformidades con una 
metáfora procedente de la alquimia, según la cual: “El vientre hace las veces de redoma o 
molde donde toman forma los cuerpos; las condiciones en que se encuentre este recipiente, así 
como la manera de mezclarse y asentarse la materia dentro de él, determinarán el resultado 
del ser formado”
21
. 
 
16
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos, bufones, monstruos y otras criaturas del Siglo de 
Oro, Barcelona: Debolsillo, 2005, pp. 39-40. 
17
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., p. 42. 
18
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., pp. 40-43. 
19
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., p. 42. 
20
 Ibídem, pp. 64, 101, 113-114. 
21
 Ibídem, p. 55. 
11 
 
 De este modo, atendiendo al estado del recipiente, los enanos serían fruto de la 
gestación en úteros estrechos y en el resto de deformidades su origen respondería a un 
hipotético daño en la matriz ocasionado por alguna causa externa. En el caso del estado de la 
materia, si ésta se encontrase defectuosa generaría seres carentes de uno o varios miembros o, 
por el contrario, si el volumen de la materia fuese excesivo originaría seres o bien con 
miembros repetidos o con algunas partes del cuerpo mayores de lo normal o bien gigantes
22
. 
3.3. LA EXPOSICIÓN DEL MONSTRUO COMO UNA NUEVA FORMA DE 
INTERPRETACIÓN 
 Independientemente de las tres teorías tratadas en líneas anteriores, emerge una cuarta 
relacionada con las impresiones que el propio ser monstruoso suscitaba. Esas impresiones, 
según Katharine Park y Lorraine Daston, serían tres: horror, placer y repugnancia, de las que, 
concretamente, el placer sería el causante de la exposición del monstruo como objeto lúdico y 
lucrativo
23
, favoreciendo así esta nueva interpretación de tipo económico. Cuando un ser 
monstruoso nacía se ponía en marcha un procedimiento comprobatorio. Primeramente se 
convertía en noticia verbal para que llegase así a oídos de las autoridades competentes – 
alcalde, notario y médico – o, incluso, del propio rey y, una vez convertido en noticia, se le 
hacía dibujar y se divulgaba ese retrato para dotarlo de credibilidad
24
. De esta manera, el 
monstruo se mercantilizaba, aunque a este respecto debemos diferenciar dos tipos de 
exhibiciones. 
 La primera de ellas, llamada mendicante, fue practicada por quienes se expusieron 
públicamente en calles de ciudades y pequeñas localidades. Normalmente, procedían de 
familias pobres y se convertían para las mismas en su salvación económica, llegando hasta el 
extremo de rentabilizar al máximo sus posibilidades gananciales exhibiendo, incluso, los 
cadáveres de sus propios hijos. La exhibición pública era, así, la única opción con la que 
contaban estos seres de obtener ingresos económicos, permitiéndoles, incluso, mantener al 
resto de la unidad familiar y convirtiéndose, por tanto, en una especie de recompensa divina 
ante el infortunio de haber engendrado un hijo con deformidades. La mayoría de las veces 
eran los propios padres los que impulsaban este tipo de actividades, aunque, en ocasiones, 
caían en manos de empresarios sin escrúpulos quienes, únicamente, ambicionaban 
explotarlos. Pero, tanto si eran los padres como si eran empresarios, el mecanismo era el 
 
22
 Ibídem, pp. 56-58. 
23
 FLORES DE LA FLOR, Mª Alejandra. “La exhibición de seres deformes (monstruos) en España durante la 
Edad Moderna”. Revista Sans Soleil – Estudios de la imagen, 7 (2015) p. 27. 
24
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., pp. 120, 143. 
12 
 
mismo. Los acompañaban de ciudad en ciudad donde, en cada una de ellas, realizaban todo 
tipo de actividades consideradas “usuales” con el propósito de profundizar en los límites entre 
lo normal y lo anormal. Así, el público podía comprobar cómo, a pesar de su apariencia, se 
comportaban exactamente igual que alguien de aspecto normal y constataban cómo, por 
ejemplo, un hombre sin brazos podía desempeñar actividades que requiriesen la presencia de 
los mismos
25
. 
 Precisamente el éxito de este tipo de espectáculos radicaba, según Denis Todd, en el 
desvanecimiento de los límites normalidad-anormalidad: eran deformes sí, pero no por ello 
dejaban de ser humanos. Otros factores que también influyeron en ese éxito fueron los 
relacionados con los sentimientos que la visión de estos seres generaba, especialmente dos – y 
opuestos entre sí –, atracción y repulsión, por lo que la combinación de tales sentimientos 
desencadenó ese interés contemplativo. Pero hubo también aspectos negativos que empañaron 
el buen funcionamiento de ese negocio, como robos y fraudes, motivados ambos por ese afán 
lucrativo. Al ser los seres deformes bienes escasos y garantes de beneficios se difundió la idea 
de “producirlos”, para ello ciertas gentes procedieron al rapto de niños de cortas edades a los 
que fracturaban las extremidades con la finalidad de ocasionarles malformaciones para, 
después, proceder a su venta. Otras prácticas, menos atroces y más pícaras, a las que también 
recurrieron fueron el uso de vendajes y medios ortopédicos con los que alterar y dificultar el 
desarrollo natural de los miembros o, más sencillamente, simular una deformación
26
. 
 Ahora bien, de ese éxito también participaron los avisos y las relaciones de sucesos. 
Considerados como otra forma de exposición, publicaron entre sus páginas grabados de seres 
monstruosos, constituyendo así una de las principales fuentes para su conocimiento, 
permitiendo saber quiénes eran, quiénes los exhibían, dónde y por cuánto
27
. No obstante, entre 
las noticias de este primitivo periodismo, se deben diferenciar, como señala Elena del Río, dos 
modalidades. La primera de ellas obedecería a un estilo informativo imparcial, atendiendo 
únicamente a pormenores inminentes y reflejando aspectos tales como su fisiología y su lugar 
de residencia; un ejemplo de este estilo lo constituye la Relación o gaceta de algunos casos 
particulares o Gaceta de Madrid. Por su parte, la segunda sería de tipo subjetivo y 
sensacionalista, tanto los hechos de que dan cuenta como el modo en el que los reflejan 
 
25
 FLORES DE LA FLOR, Mª Alejandra. “La exhibición de…” op. cit., pp. 27-29. 
26
 Ibídem, p. 28. 
27
 Ibídem, p. 30. 
13 
 
obedecerían a sus propias concepciones; ejemplo de esta segunda modalidad lo serían los 
Avisos de Jerónimo de Barrionuevo (1654-1658)
28
. 
 Huelga decir que no practicaban el exhibicionismo motu proprio, ya que lo hacían 
obligados, aparte de por sus propias circunstancias personales, por un público que demandaba 
estos espectáculos, regidos por la ley de la oferta y la demanda y garantes de sustanciosas 
ganancias. Aunque en la actualidad pueda parecer indecente aprovecharse económicamente de 
una persona, debemos extrapolarnos a la propia época, la Edad Moderna, un período histórico 
en el que los llamados monstruos no eran nada más que personas con discapacidades físicas, 
en su mayoría, y quiénes difícilmente podían ganarse la vida como no fuese con prácticas 
como estas.Tampoco debemos olvidar que, de entre todos los destinos que se le ofrecían, éste 
era el menos cruel, comparado con la marginación, la mendicidad o como el caso 
documentado en Lisboa en 1628 por el que una madre dejó morir a su hijo de inanición
29
. 
 El segundo tipo de exhibición fue la practicada en las cortes palaciegas. Normalmente, a 
este tipo de exhibición se llegaba tras haber ejercido la primera, aunque no siempre era así. 
Sea como fuere, el caso es que a las cortes iban a parar aquellos monstruos dotados de 
grandes rarezas. Su presencia fue requerida por los propios monarcas, quienes querían 
observarlos de cerca, para después hacerlos examinar por los médicos de la corte y, en 
ocasiones, los hacían retratar por los pintores de cámara, caso éste, por ejemplo, el de Eugenia 
Martínez Vallejo, “la monstrua”, en tiempo de Carlos II
30
. A este tipo de exposición le 
dedicaremos más atención en las páginas posteriores. 
4. LA GENTE DE PLACER DENTRO DEL ÁMBITO CORTESANO 
La presencia, en el ámbito cortesano, de los seres monstruosos – a partir de ahora, nos 
referiremos a ellos como gentes de placer o sabandijas palaciegas – no fue característico 
únicamente de la corte de los Austrias. En otras cortes europeas, como la francesa, la inglesa, 
la rusa o la italiana, se puede rastrear su presencia, aunque por motivos de extensión no 
podremos detenernos en ello. Asimismo, tampoco fue un fenómeno exclusivo de la Edad 
Moderna, sus raíces se remontan hasta la Antigüedad. Los encontramos desde el Egipto 
faraónico, pasando por los persas, griegos y romanos, hasta la Edad Media. Por tanto, fue un 
fenómeno constante en el tiempo, que se mantuvo hasta finales del siglo XVII, siendo la corte 
española la última en la que pervivieron y de la que fueron expulsados, definitivamente, con 
 
28
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., p. 131. 
29
 FLORES DE LA FLOR, Mª Alejandra. “La exhibición de…” op. cit., pp. 27-28. 
30
 RÍO PARRA, Elena del. Una era de… op. cit., pp. 121-122. 
14 
 
la llegada al trono de Felipe V, en 1700. Consiguientemente, la presencia en la corte de los 
Austrias de la gente de placer no respondió a la “supuesta decadencia española del Barroco”, 
como durante un tiempo se creyó. 
Tanto en las cortes reales como en las casas de grandes nobles, a lo largo de dos siglos, 
desde el XVI al XVII, habitaron las llamadas gentes de placer. Una cohorte formada por 
bufones, enanos, locos y simples que analizaremos en las páginas que siguen. 
4.1. ANTECEDENTES DE LA LLAMADA GENTE DE PLACER 
 Si bien es cierto que durante la Edad Moderna se empleó el término gentes de placer 
para englobar a esta cohorte que mantenían tanto reyes como nobles para su propio disfrute y 
entretenimiento, durante la Edad Media, por su parte, se englobó a todos bajo la 
denominación de bufones. Por tanto, aunque en este apartado nos refiramos a ellos como 
bufones, debemos hacer constar que estamos hablando de los mismos a los que se llamó 
gentes de placer. 
 Según Moreno Villa (1887-1955), en España se documenta en el siglo VI el inicio de la 
bufonería y se cuentan hasta tres casos destacados, recogidos en Poesía juglaresca y juglares 
(1924) de Menéndez Pidal. El primero de ellos fue un muchacho de nombre Mirón que, según 
consta, fue “mimo del rey suevo de Galicia”. El segundo, criado de la reina ostrogoda 
Amalasunta (c.495 – c.535), se convirtió en bufón para vengar la muerte de la misma. Y, el 
tercero, se dice que fue un “loco fingido” que, después de internarse en palacio bajo la 
acreditación de albardán, mató al rey visigodo Teudis, en el año 548. No volveremos a 
encontrar ejemplos hasta el siglo XIII, con don Guzbet y don Estevan, el primero mencionado 
en 1213 y el segundo en 1260. Advierte, Moreno Villa, que estos primeros bufones difieren, 
tanto, de los del siglo XV como de los del XVII. Los primeros eran “toscos y vagabundos” 
mientras que los segundos destacaron “por su influjo desmedido, sus procacidades y agudezas 
peligrosas” y los terceros, por su parte, se presentaron “como productos amansados, 
domesticados y abundantísimos, signos todos ellos de decadencia”
31
. 
 El antecedente que explica la presencia bufonesca en los ámbitos cortesanos radica en la 
necesidad, que manifestó la sociedad medieval, de ejercer un control sobre ellos. Así, durante 
el medievo estuvieron confinados en fortalezas y castillos, tanto por su propia seguridad como 
por la del resto de la sociedad. Posteriormente, a mediados del siglo XV, cuando se fundaron 
 
31 MORENO VILLA, José. Locos, enanos, negros y niños palaciegos: gente de placer que tuvieron los Austrias 
en la Corte española desde 1563 a 1700. México: Casa de España, 1939, pp. 23-24. 
15 
 
las primeras instituciones asistenciales, su reclusión obedeció a la “fama de la locura” que 
impregnó el mundo bajomedieval y humanista
32
. 
4.1.1. Elementos identificativos de los bufones 
 Al tiempo que se les recluyó en instituciones asistenciales se les obligó a vestirse con 
prendas identificativas. Esta estigmatización se debió a la necesidad manifiesta de 
reconocerlos en el ámbito urbano. Debido a ello, tenían prohibido deambular públicamente si 
no llevaban la vestimenta requerida: un traje estridente, habitualmente jaquelado. Pero, no 
sólo se les asignó unos ropajes determinados también, éstos, debían atenerse a unos colores 
específicos. Sin embargo, esto no implicó la reserva, única y exclusiva, de esos colores a los 
bufones, sino que dependiendo de quién los usase significarían una cosa u otra. Así, 
determinados colores – el verde, el amarillo y el rojo – en el ámbito cortesano tenían una 
significación positiva, pero, por el contrario, si esas tonalidades bañaban los ropajes de los 
bufones su valoración era negativa, considerándose ofensivo. 
 El verde simbolizaba, al mismo tiempo, fortuna y desdicha. En ocasiones, fue 
reemplazado por el azul, alegoría tanto de la integridad y de la razón como de la locura. El 
amarillo personificaba la infamia y estuvo asociado al diablo por ser el azufre de ese color. Y 
el rojo, por su parte, símbolo del poder, pero, también, de la traición, la hipocresía y la 
mentira. 
 Un ejemplo ilustrativo lo encontramos en los locos limosneros del Hospital General de 
Valencia, quienes, desde mediados del siglo XV, suplicaban limosna ataviados “con túnicas 
azules, mangas y calzas rojas y capuchones con cruces verdes”. Pero, parece ser que, a partir 
del año 1500, las tonalidades de sus ropajes habían de corresponderse con alguna de las 
siguientes combinaciones cromáticas: azul y rojo, y azul y amarillo. 
 Pero, si no fuese suficiente con ropajes y colores característicos, a la hora de 
representarlos en grabados les atribuyeron otra serie de elementos identificadores, como el 
capuchón con orejeras, la clava o cetro y cascabeles y campanillas. Estos elementos, a su vez, 
simbolizaban diversas realidades, como expresa Manuel Gil Desco: 
“El capuchón o capirote con cascabeles es símbolo de la vacuidad mental. En su liripipe 
o extremo puntiagudo lleva orejeras que simulan las del asno, símbolo de la tontería. 
Los cascabeles también pueden hacer referencia a los cencerros para anunciar la 
proximidad del loco o posible peligro, estableciendo una vez más el parangón entre el 
 
32
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 36. 
16 
 
demente y los animales, algo que estaba implícito en la imagen fantasmática de la 
locura. La clava, definida por Covarrubias como una porra «porque tiene a manera de 
clavo la cabeça», era un arma defensiva de carácter popular con muchas variantes y 
simbologías. Pero la clava es también el arma que lleva la sota de bastos de la baraja 
española o la que portaba el salvaje. Metafóricamentepodría representar las palabras 
hirientes del juglar, del cómico, del bufón, pero su carácter defensivo y ancestral la 
relaciona con la vida salvaje en el bosque primigenio”. 
 La clava terminó transformándose en la marotte, un tipo de sonajero que emulaba el 
cetro real, ratificando así a los bufones como antagonistas de los reyes. Se apropiaron de sus 
emblemas para manifestarse como los reyes de los necios
33
. 
4.2. PROCEDENCIA DE LAS GENTES DE PLACER 
¿Cómo llegaron las gentes de placer a la corte? Diversas fueron las formas por las que 
entraron a formar parte de la nómina real. Ya hemos aludido a una de ellas en líneas 
anteriores, la exhibición pública o callejera. El poder exhibirse en la corte era un privilegio 
con el que pocos contaban. Como mencionamos, si se era lo suficientemente raro como para 
poder ser objeto de atención, por parte de un público más culto, ascendían del exhibicionismo 
callejero al palatino. No obstante, no todos los que pasaban por la corte llegaban a quedarse, 
para ello debían ganarse la gracia real. Algunos solamente fueron llamados a la corte para ser 
retratados y dejar así constancia de su existencia. El aspecto en el que radicaba que este 
ascenso se percibiese como un privilegio consistía, aparte de en tratar directamente con el rey, 
en los obsequios y dotaciones económicas que el cargo de gente de placer llevaba aparejado
34
. 
Así mismo, algunos otros llegaron a la corte procedentes de hospitales e instituciones 
asistenciales creadas especialmente para su custodia. Lo destacado de este caso fue la 
importación, fundamentalmente, de locos. Las principales casas de locos de la época fueron 
las de Zaragoza, Valencia, Sevilla, Valladolid y Toledo. Estos asilos o casas de locos no 
fueron únicamente visitados por viajeros, como actividad recreativa, sino que a ellos 
acudieron cortesanos en busca de locos que animasen la repetitiva vida palaciega, tanto real 
como nobiliaria. Fue notoria también la exportación de locos procedentes de la Península 
 
33
 GIL DESCO, Manuel. “Imágenes de la locura en la Edad Moderna: escarnio y máscara en el discurso del 
poder”. Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, 4 (2016) pp. 463-473. 
34
 FLORES DE LA FLOR, Mª Alejandra. “La exhibición de…” op. cit., pp. 31-32. 
17 
 
Ibérica a las cortes europeas, como ha destacado Fernando Bouza parece que la Península se 
erigió como cantera de locos
35
. 
Como en el caso de los procedentes del exhibicionismo callejero, no todos los locos 
consiguieron permanecer en el servicio real. Fue el caso de aquellos que, una vez en la corte, 
algunos tras un breve período de tiempo y otros tras estancias más largas, fueron devueltos a 
sus instituciones de origen por no haber resultado ser lo suficientemente graciosos o, 
simplemente, porque sus padecimientos los hicieron peligrosos. En esta situación se 
encontraron, por ejemplo, Juan Andrés, quien permaneció únicamente un año, de 1677 a 
1678, o María Ramos, loca de la reina viuda Mariana de Austria, tras una estancia de nueve 
años, de 1680 a 1689; ambos fueron devueltos al Hospital de Zaragoza. Conocemos la razón 
del destierro de María, no así el de Juan Andrés. Tras padecer María una serie de delirios 
optaron por asentarla, durante un tiempo, en la “casa del sobrestante de la Reina” y, al no 
recuperarse, decidieron trasladarla a su lugar de origen
36
. 
Otro de los mecanismos empleados para su reclutamiento fue el desarrollado a través de 
las relaciones diplomáticas entre las distintas cortes europeas. Este mecanismo se insertó 
dentro del intercambio de objetos artísticos, propio de las relaciones entre estados. No 
obstante, los intercambios no solo se produjeron a nivel estatal, las casas nobiliarias también 
sucumbieron a ello. Las llamadas gentes de placer, en tanto “ejemplares exóticos del mundo 
faunístico”, se transformaron en herramientas políticas y bienes patrimoniales en las distintas 
cortes europeas de la Edad Moderna
37
. Por medio de estas acciones los monarcas y los nobles 
pudieron ganarse el favor de otros soberanos. A España llegaron numerosos enanos 
procedentes de Flandes, pero de España también salieron algunos, aunque en menor cantidad. 
Por ejemplo, españoles fueron Alberto de Xanica, enano del rey de Francia Enrique IV de 
Borbón, Tomasina, enana de la reina Isabel I Tudor
38
 y Gabriel Martínez, enano de Fernando 
II de Médici
39
. 
Algunos otros recayeron en la corte real tras haber estado al servicio de grandes nobles. 
Entre éstos, encontramos nombres como los de Francesillo de Zúñiga, quién dejó de servir al 
duque de Béjar para hacerlo con Carlos V; Perico de Ayala, servidor de los Pacheco y 
 
35
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 38. 
36
 MONSTRUOS, enanos y bufones en la corte de los Austrias. (A propósito del Retrato de enano de Juan Van 
der Hamen) [catálogo de la exposición], Madrid: Amigos del Museo del Prado, 1986, p. 19. 
37
 MARTÍN GARCÍA, Pedro. “Locos, enanos y…” op. cit., pp. 30-32. 
38
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., pp. 70-72. 
39
 BISCEGLIA, Anna, CERIANA, Matteo y MAMMANA, Simona. Buffoni, villani e giocatori alla corte dei 
medici. Livorno: Sillabe, 2016, p. 80. 
18 
 
Portocarrero, marqueses de Villena; Pero Hernández de la Cruz, también llamado Perejón, 
aunque algunos otros le citan como Pejerón, al servicio de la casa condal de Benavente y, 
posteriormente, de Felipe II; o don Juan de Cárdenas, a las órdenes del duque de Medina 
Sidonia y después de Felipe IV. En otras ocasiones, esos mismos nobles fueron los que 
propusieron a los reyes la contratación de alguna que otra gente de placer. 
Más sencillo fue, sin embargo, el origen de otras pocas sabandijas palaciegas, 
procedentes del entorno de las cortes reales. La proximidad entre unos y otros posibilitó que 
los reyes supiesen de la existencia de gentes que destacaban por su simpleza. Este fue el caso 
de Pablo de Valladolid Cabezudo, natural de Vallecas
40
. También fue el caso de alguna que 
otra mujer del campo, como una loca que vivía en Balsaín, cerca de la residencia real del 
Bosque, y que creía que Felipe IV la lisonjeaba y visitaba aquella residencia únicamente para 
verla. La actitud que esta mujer mantenía ante el monarca la relata Fernando Bouza: “La 
mujer se engalanaba con todo tipo de cintas «para enamorar al Rey, de quien gusta no poco» y 
le hacía los típicos desplantes que las caprichosas damas de palacio reservaban para sus 
galanes y enamorados”
41
. 
Pero no hacía falta salirse de la corte para ir en busca de locos, ésta los producía por sí 
misma y en gran número. El ejemplo más significativo lo constituyó Catalina del Viso, joven 
que entró en palacio al servicio de una criada de las damas de la reina. El estatus de Catalina 
en la corte fue el de mondonga, término empleado en la época para designar a las criadas 
zafias y rústicas. Su ascensión en la corte se debió, exclusivamente, a su simpleza. Jerónimo 
de Barrionuevo da cuenta en sus Avisos del episodio que propició ese ascenso. Parece ser que 
un día soleado de invierno se puso Catalina bajo él con el propósito de almacenarlo en su 
delantal y, una vez almacenado, depositarlo en un arca en el aposento de su ama. El proceso 
lo repitió tantas veces que llamó la atención del resto de criadas y, ante la pregunta de por qué 
lo hacía, respondió que lo guardaba para cuando no hubiese y así poderse calentar. Este 
episodio llegó a oídos de los reyes, ante quienes explicó lo mismo, ganándose el favor de 
Isabel de Borbón. Esta mujer, pasó así de simple criada a rica hacendada, con casa propia y 
desposada con dote del rey
42
. 
 
40
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 41-42. 
41BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., p. 75. 
42
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. “La estafeta del bufón: Cartas de gente de placer en la España de Velázquez”. 
Madrid: Revista de Arte, Geografía e Historia, 2 (1999) pp. 106-107. 
19 
 
4.3. RAZÓN DE SU PRESENCIA EN LA CORTE 
Cómo venimos mencionando, el principal requisito para formar parte de las llamadas 
gentes de placer, también calificadas como sabandijas palaciegas, fue la posesión de algún 
rasgo, tanto físico como mental, que hiciese único a su portador. Debido a la afición de los 
reyes de acoger en sus cortes a las más destacadas rarezas, éstas se llenaron de dos clases de 
seres: los aquejados de anormalidades corporales – gigantes, enanos, obesos o mujeres 
barbudas – y los afectados de trastornos mentales – locos, cretinos o simples e inocentes. 
Aunque, hemos de resaltar que, los locos que se admitieron en palacio fueron aquellos que no 
tuvieron el juicio demasiado afectado, y en ningún caso se aceptaron a quienes padecieron los 
violentos ataques conocidos como “furias”. En el caso de que sufriesen en la corte tales 
ataques, como ya hemos señalado, se les devolvía a sus lugares de origen
43
. 
Por tanto, el primer motivo que explicó su presencia fue la exaltación de lo normal y lo 
bello, por oposición de sus contrarios. Obviando la diferencia socio-económica habida entre 
los monarcas y cortesanos y las gentes de placer, los rasgos distintivos entre unos y otros 
fueron los físicos y mentales. Esa diferencia se empleó para ensalzar la normalidad y la 
belleza que se presuponían presentes en la corte, la dignitas real. De ese modo, el embeleso 
hacia las gentes de placer, en el ámbito cortesano, derivó en el empeño de realzar la 
majestuosidad de monarcas y nobles frente a las imperfecciones de los seres monstruosos
44
. 
Así, las sabandijas fueron el mejor ejemplo de la magnificencia de sus señores y pudieron 
mostrar éstos su superioridad moral, mental y física
45
. 
Si la magnificencia del monarca necesitaba del contrapunto de lo monstruoso para 
resaltar su dignitas, se entiende que depende de cánones variables y relativos. Los cánones de 
belleza y normalidad, por tanto, no pudieron ser los mismos en época de Felipe II que en 
época de Carlos II. Pero, aun así, siempre se encontró ese contrapunto revalorizador: 
“Las largas narices, los belfos caídos, las mandíbulas prognatas de los últimos príncipes 
españoles de la Casa de Austria pueden representar para sus contemporáneos un 
paradigma de nobleza y hermosura, aunque alcancen las proporciones, casi 
caricaturescas, de Carlos II, nunca faltará a su vera un pequeño deforme que ponga en 
 
43
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 18-20. 
44
 FLORES DE LA FLOR, Mª Alejandra. “La exhibición de…” op. cit., p. 32. 
45
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 161-162. 
20 
 
su lugar las cosas, y comparado con el cual el Hechizado será trasunto fiel de Apolo-
Febo”
46
. 
Durante un tiempo se entendió el gusto por rodearse de las gentes de placer como un 
síntoma de la decadencia del Barroco español. Esta inclinación hacia los seres deformes se 
juzgó como el “reflejo estético del ocaso de los Austrias del siglo XVII”. El propio Carlos II 
pudo ser considerado una tiniebla viviente más; consideración que remarcan algunos 
historiadores del arte a la hora de analizar obras como La Monstrua vestida y La Monstrua 
desnuda, elaboradas bajo su reinado. Para estos historiadores la concepción de esos cuadros 
obedeció, única y exclusivamente, “a la estrafalaria y decadente condición del monarca que 
las encargó”. Señalan, incluso, que el propio pintor, Juan Carreño de Miranda, sintió 
repugnancia al retratar a Eugenia Martínez. Dejando de lado el estado mismo del último 
Austria, la vinculación con la decadencia barroca deja de tener sentido al comprobar cómo 
durante todo el siglo XVI, en la corte palatina, estuvieron presentes los seres monstruosos. 
Hoy en día se vincula a razones sociológicas y culturales, como forma de autopercepción 
colectiva y de consolidación de los valores reinantes en la sociedad
47
. 
La aparición de las gentes de placer en la corte de los Austrias, igualmente, pudo haber 
derivado de la tradición de las Wunderkammer, también conocidas como gabinetes de 
curiosidades. Estas cámaras eran espacios en los que se albergaban y catalogaban toda una 
serie de rarezas originadas en los tres reinos naturales – animalia, vegetalia y mineralia – 
junto con otros objetos singulares elaborados por el hombre. El vínculo, pues, entre las gentes 
de placer y las cámaras de maravillas pudo deberse a tres motivos fundamentales: 
primeramente, al afán por rodearse de rarezas, ansiando así conocimiento; en segundo lugar, 
al placer contemplativo; y, por último, al entusiasmo por el coleccionismo. Pudieron ser estas 
tres razones, por tanto, los motivos que explicaron la presencia de las gentes de placer en la 
corte; añadiéndose a ello el propósito de conservar su imagen por medio de los retratos 
pictóricos
48
. 
Pero también su presencia puede explicarse a través del “elogio de la locura”. Este 
elogio no supuso otra cosa que la necesidad de escuchar verdades por boca de los locos, 
quienes por su ingenuidad eran considerados inmunes a cualquier tipo de interés particular, no 
siendo, por tanto, corruptibles. El estado de inocencia que otorgaba la locura hizo que se viese 
en ellos a buenos consejeros y varias fueron las ventajas que vieron los reyes en ellos: en 
 
46
 MONSTRUOS, enanos y… op. cit., p. 15. 
47
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., pp. 55-56. 
48
 LLÁCER VIEL, Teresa. “Cuerpos contrahechos en…” op. cit., pp. 442-443. 
21 
 
primer lugar, nadie les diría la verdad tan a las claras como ellos; y, segundamente, pudieron 
considerarles compañeros antes que vasallos, facilitando, el otro papel que jugaban en la 
corte, la práctica de la caridad áulica. Por este motivo, se vio con buenos ojos la presencia de 
los locos en palacio y los reyes les tuvieron en tan alta estima
49
. 
4.3.1. La risa al servicio del poder. El oficio de burlas. 
 Yuxtapuesto a los motivos anteriormente señalados, hallamos la necesidad que los 
monarcas sentían de disfrutar de momentos de asueto. Ésta puede ser la última de las razones 
que explique su presencia. El protocolo borgoñón dotó a las comidas de una singular 
importancia. Era en ellas donde se exponían los favores conseguidos por unos y otros, de 
manera que la integridad de lo acontecido en las colaciones reales se propagaba ipso facto por 
todos los rincones cortesanos. Las comidas fueron, por tanto, el ambiente reservado a la 
hilaridad y, por ello, no ha de extrañarnos que fuesen el espacio idóneo para la exhibición de 
las gentes de placer. La relación entre comida y diversión mitigó las rígidas conciencias de los 
soberanos, al convertirse en un asunto de higiene mental. 
 La risa estuvo amparada por la defensa, que hicieron los galenos de la época, de los 
beneficios que la misma producía en la salud, especialmente al comer; tales beneficios se 
encuentran recogidos en el Tratado del Alma (Basilea, 1538) del humanista Luis Vives (1493-
1540), en el capítulo X, denominado De la risa: “La risa es la huella de la alegría y del gozo 
y, como dice Vives, éstos «limpian la sangre con su calor, afirman la salud y provocan un 
color resplandeciente, puro y agradable, según dice el Rey Sabio: Un corazón alegre sirve de 
medicina; un espíritu triste deseca los huesos»”. 
 Ya la teoría de los cuatro humores o humoral, formulada inicialmente por Hipócrates de 
Cos (460-370 a.C.) y con notable influencia en los siglos XVI y XVII, enlazó el regocijo con 
el humor sanguíneo y el elemento aéreo. Los tres componentes compartían las propiedadesde 
humedad y calor, mientras que la tristeza armonizaba con la melancolía y la tierra y, por tanto, 
con el frío y la sequedad. Si a ello se le agrega la fatiga que el desempeño de las funciones 
reales llevaba aparejada, nos encontramos con un elemento más: la melancolía. Estas son las 
razones que explican la necesidad que de la risa tenían los reyes; la misma, les aliviaba las 
cargas que sus agitadas conciencias debían soportar
50
. 
 
49
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 36-38. 
50
 Ibídem, pp. 88-93. 
22 
 
 Asimismo, el reírse durante las comidas facilitaba las digestiones. Esto especialmente 
debe tenerse en cuenta si recordamos el número de platos que usualmente las conformaban, 
donde no era extraño encontrarse con comidas compuestas por doce o quince platos. No 
obstante, los mismos galenos que aconsejaban la risa en las comidas la desestimaban en 
exceso, debido a que un exceso de la misma podría provocar lo contrario de lo deseado, 
ocasionando congestiones que derivarían en graves consecuencias
51
. 
 El exceso de hilaridad estuvo, igualmente, controlado por asesores cortesanos. Un 
ejemplo ilustrativo de esto lo encontramos en la amonestación que recibió Mariana de Austria 
de su Camarera Mayor “por reírse de las contorsiones de los enanos que amenizaban la 
soledad de su almuerzo”
52
. Aunque la risa no estaba mal vista, dentro del ámbito cortesano 
debía imperar el decoro, por lo que las risas proferidas habían de ser decorosas. El decoro 
llevaba implícito el saber discernir en qué momento y con quién uno podía reírse ya que, si 
no, cabía la posibilidad de convertirse en un anticortesano: en aquel “hombre de burlas” que 
se ríe con y a costa de todos. Por tanto, para que esa risa resultase decorosa debía obedecer a 
un reír elegante y comedido, fundado en la agudeza y el ingenio, no siendo ni satírico, ni soez 
ni ofensivo. No obstante, en una única ocasión se admitía al cortesano regocijarse con el dolor 
ajeno, ser dicaz: en aquella en la que el objeto de burla fuese un hombre de placer. 
 Debe resaltarse que el prototipo de cortesano del Siglo de Oro se ajustaba al homo 
facetus: 
“El hombre ameno que practica la virtud llamada eutrapelia por Aristóteles y que, 
convenientemente cristianizada, sería la alegría honesta y moderada que los tomistas 
incluyeron en el cortejo de la modestia. El virtuoso hombre eutrapélico es ingenioso, 
festivo, gracioso con elegancia, y en palacio da continuamente pruebas de donaire por 
su presteza en colocar dichos y por lo agudos que son los cuentecillos a los que recurre. 
Sin embargo, está visto que la gracia del buen cortesano es una forma de redomada 
aurea mediocritas y que cualquier exceso la desvirtúa, bien sea de contenido, que 
convierte la gracia en befa, bien sea de forma, que transforma el donaire en 
despropósito”. 
 
51
 VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique. “Los enanos de Velázquez: Reflexiones sobre una afable relación” en 
VILLAR MOVELLÁN, Alberto y URQUÍZAR HERRERA, Antonio (eds.). Velázquez (1599-1999): visiones y 
revisiones: actas de las I Jornadas de Historia del Arte. Córdoba: Servicio de Publicaciones de la Universidad 
de Córdoba, 2002, pp. 185-186. 
52
 MONSTRUOS, enanos y… op. cit., p.16. 
23 
 
 Dos fueron los tipos de risa que resonaron en los palacios de los Austrias. La primera de 
ellas fue la risa sonora que causaban la torpeza y la fealdad, representadas ambas por quienes 
padecieron algún tipo de deformidad, ya fuese física o mental. La segunda, por su parte, fue la 
risa natural, causada por el ingenio y las palabras y de quienes sus mayores representantes 
fueron los truhanes, bufones y chocarreros. No obstante, los tratadistas de la hilaridad no 
concebían que los hombres, ya fuesen reyes, nobles o letrados, se riesen debido a que por su 
elevada posición reprobarían tanto la torpeza como la fealdad. Distinta sería la situación de las 
mujeres y los niños, quienes por su condición eran más amigables y de risa fácil. 
 Sin embargo, a pesar de la etiqueta borgoñona que imperaba en el ritual de corte 
español, la hilaridad contó con un gran espacio reservado, aunque la hierática majestad de los 
Austrias les hizo preferir antes a los enanos y a los simples que a los truhanes. Ello fue debido 
a que, aparte de divertir con su simple presencia, realzaban la figura de los monarcas. Pero 
pese a esa preferencia, los reyes no negaron nunca favores a los truhanes, quienes, al igual que 
el resto de las sabandijas pudieron disfrutar durante los siglos XVI y XVII de su preeminente 
situación. Quizá, el mejor ejemplo ilustrativo de ello sea Felipe IV, quien, a pesar de encarnar 
el perfil de príncipe hierático y parsimonioso, disfrutó como ninguno de los ratos de asueto de 
los que disponía. De ello, dan cuenta numerosos cuentecillos que revelan la complacencia 
sentida y compartida por sus dos esposas, Isabel de Borbón y Mariana de Austria
53
. 
4.4. FUNCIONES QUE DESEMPEÑARON 
Las funciones que las gentes de placer desempeñaron en la corte fueron notablemente 
variadas y, dependiendo de las mismas, adquirieron relativa consideración en el ámbito 
cortesano. Como ya hemos señalado, uno de los motivos de su presencia en palacio fue la 
necesidad de reír que padecieron los reyes; y, esa, fue la principal función que desempeñaron: 
la de provocar risa y ser objeto de la burla de los cortesanos. Incitaban a la risa tanto sus 
muecas y movimientos ridículos como sus expresiones: ocurrencias chistosas, comentarios 
impertinentes y gracias ingeniosas e inesperadas. Las risas fueron el antídoto que atenuó la 
aflicción que los reyes padecieron
54
. 
Aparte de reírse con ellos, y de ellos, para los monarcas fueron una fuente de 
distracción. En palacio fue habitual verles jugar con las gentes de placer y no era raro 
encontrar en las cuentas de los tesoreros reales partidas destinadas a pagarles diversas 
cantidades, ganadas en juegos de azar, ya fuesen a los dados, a los bolos, a los trucos o a los 
 
53
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 88-96. 
54
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., pp. 116-118. 
24 
 
naipes. Esta es la posible razón que explique por qué Antonio Moro retrató a Perejón con un 
mazo de cartas en su mano derecha, revelándonos, así, el pintor la profesión del retratado
55
. 
Pero, según se ha llegado a sugerir recientemente, el de Perejón puede no ser el único retrato 
en el que un hombre de placer aparezca con una baraja. Según Jonathan Brown, Francisco 
Lezcano, también conocido como El Niño de Vallecas, en el retrato realizado por Velázquez 
sujeta entre sus manos otro mazo de cartas. Aunque debe señalarse que el objeto que este 
último porta nunca se ha llegado a precisar con claridad
56
. 
Pero sus funciones no fueron exclusivamente lúdicas. Debido a la cercanía que 
mantuvieron con los monarcas, algunos de ellos alcanzaron notable relevancia, pudiendo 
acompañar a los reyes en los largos viajes, conocidos como jornadas, que éstos realizaban 
regularmente o asistir tanto a ceremonias oficiales como a despachos políticos
57
. Un ejemplo 
de la posición que ocuparon las gentes de placer en las ceremonias oficiales lo constituye la 
pintura Auto de Fe de Francisco Rizi, en la que podemos distinguir a tres enanos situados en 
el balcón real, acompañando así a Carlos II, María Luisa de Orleans y a la reina viuda 
Mariana de Austria, en el auto de fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid en junio de 1680. 
De los tres enanos que aparecen sólo se ha podido identificar a uno, concretamente el que está 
sentado en el suelo y más próximo al monarca, que según consta es Luisillo, debido a que se 
conserva un dibujo preparatorio del pintor en el British Museum deLondres
58
. 
Como mencionamos anteriormente, las sabandijas fueron antes compañeros que 
vasallos, incluso podría decirse que formaron parte de la familia real, si entendemos este 
concepto bajo su etimología latina (famili). El concepto latino englobaba no sólo a quienes 
compartían lazos consanguíneos sino, también, a criados y esclavos. Por tanto, no era extraño 
encontrarles acompañando a la familia real en torneos, funciones de teatro, viajes o en los 
talleres de los pintores, como ocurre en Las Meninas. Significativo es que, originariamente, 
esta obra se llamase La Familia de Felipe IV y en la que comparten escena, además de la 
infanta Margarita y los reyes –reflejados éstos en el espejo–, dos enanos –Mari Bárbola y 
Nicolasito Pertusato–, seis funcionarios palatinos y un perro. En esta obra, la presencia de los 
dos enanos obedecía a la concepción que de los mismos se tenía al mantener especiales 
 
55
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 80. 
56
 MONSTRUOS, enanos y… op. cit., p. 94. 
57
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 85. 
58
 MONSTRUOS, enanos y… op. cit., p. 116. 
25 
 
vínculos con los infantes e infantas, con quienes convivían desde su niñez, convirtiéndose, 
así, en una especie de mejor amigo al que acompañaban a donde quiera que fuesen
59
. 
En lo referente a las jornadas, un ejemplo destacable fue la jornada portuguesa que 
Felipe II emprendió, con motivo de su entronización como nuevo rey lusitano, en 1581. En 
esta jornada, de tres años de duración, le acompañaron algunas sabandijas, entre las que se 
encontraron Sancho Morata, Luis Tristán, Agustín Profit El Calabrés y Magdalena Ruiz. 
Durante el tiempo que duró la jornada, Felipe II intercambió correspondencia con sus hijas, 
Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, quienes no acompañaron a su padre en el viaje 
quedándose, por tanto, en Madrid. De entre toda esa correspondencia, un personaje llamó 
notablemente la atención, porque el monarca lo citaba con asiduidad. Este personaje no era 
otro que Magdalena Ruiz, de quien Felipe II daba cuenta, a sus hijas, de sus correrías y 
desdichas. Pero no solo el monarca mantuvo correspondencia con sus hijas, sino que la propia 
Magdalena Ruiz también las enviaba cartas, aunque, a diferencia de las de Felipe II, éstas no 
se han conservado. Aún con todo, estas cartas son un documento de notable interés, ya que 
nos permiten conocer de primera mano el trato que la familia real dispensó a las gentes de 
placer
60
. 
Como destacó Ramón Menéndez Pidal, otra de las funciones que acometieron las 
sabandijas fue la de ejercer de mensajeros, función ésta heredada de la juglaresca medieval, 
especialmente bajo el reinado de Felipe II. Un ejemplo ilustrativo de este papel que 
desempeñaron lo constituye Coquín, personaje de El médico de su honra (1637) de Calderón 
de la Barca, quien describe su profesión de la siguiente manera: “correo de a pie / portador de 
todas nuevas”. Pero no ejercieron únicamente de portadores de nuevas, sino que ellos mismos 
se convirtieron en escritores, como en el caso ya citado de Magdalena Ruiz o Agustín Profit 
El Calabrés. El ejercicio de esta función fue posible gracias a la cercanía que mantuvieron con 
los monarcas, pudiendo conocer, así, con inmediatez, las últimas noticias acaecidas. Por tanto, 
ya fuese desde la misma corte o en jornada, enviaron cartas a distintos sujetos, notificándoles 
de cualquier novedad. 
De entre las cartas conservadas de Agustín Profit destacan dos. En la primera de ellas, 
fechada en febrero de 1564 en Barcelona, detalla los asuntos de la corte en jornada, haciendo 
mención tanto a la disposición de las cortes catalanas como a los últimos sucesos relacionados 
con las enfermedades padecidas por los cortesanos. También daba cuenta de sus propios 
 
59
 FLORES DE LA FLOR, Mª Alejandra. “La exhibición de…” op. cit., p. 33. 
60
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., pp. 82-85. 
26 
 
asuntos, así como de los de su señor, el conde de Chinchón. La segunda de ellas, datada en 
Madrid en 1568, va dirigida al duque de Alba – al igual que la anterior – y, en ella, relata las 
nuevas de la corte, refiriendo las consecuencias ocasionadas por el fallecimiento del príncipe 
Don Carlos, tanto a nivel personal, en los gentileshombres de palacio, como a nivel material, 
en la remodelación acaecida en el Alcázar, refiriendo cómo las estancias ocupadas por el 
fallecido príncipe habían sido destinadas a las infantas. 
No obstante, si alguna de las sabandijas destacó como corresponsal ese fue Don Francés 
de Zúñiga. Junto con su Crónica burlesca, su epistolario sobresalió por sus notables aptitudes 
verbales o, mejor dicho, por su “capacidad de ser una lengua libre”. Francés de Zúñiga no 
tuvo igual en la increpación, a la vez graciosa y descarada, de grandes y pequeños. Por ello, 
no es extraño que las causas de su muerte tuviesen relación con sus sobresalientes aptitudes; 
según parece, murió como venganza por sus desafueros verbales. 
La estafeta bufonesca quedó configurada, tanto por sus desatinos como por sus 
irreverencias, como un tipo de escritura carnavalesca. A pesar de ello, no puede obviarse su 
contenido, de gran importancia tanto en la propia época – por ofrecer nuevas a los ausentes de 
la corte – como hoy en día – por ser fuente de divulgación de la España de los Austrias
61
. 
Aunque, debe resaltarse que no solo divulgaban noticias. El estar tan cerca de los reyes 
hizo posible que conociesen todo cuanto sucedía en palacio. Debido a ello, no fue extraño que 
algunas de las sabandijas ejerciesen de correveidiles de cotilleos o, en el peor de los casos, de 
sucesos de mayor relevancia
62
. Pero no debe olvidarse que algunas de ellas, las que sirvieron 
anteriormente a nobles, aunque estuviesen en palacio, siguieron estando bajo la órbita de sus 
antiguos señores. Por ello, fue común que algunas de ellas actuasen movidas por intereses de 
particulares o de alguna facción
63
. Especialmente lo practicaron Perico de Ayala, Perico de 
Santervás y Pero Hernández de la Cruz, Perejón, quienes nunca se desligaron del todo de sus 
antiguos señores, el primero de los Pacheco, marqueses de Villena, y los otros dos de los 
Pimentel, condes de Benavente. Ese fue el motivo que explicó que los Pacheco y los 
Pimentel, enterados de todo cuanto sucedía en la corte, tuviesen acceso directo al círculo real. 
Pero no debe pensarse que únicamente fuese practicado por los llamados hombres de 
placer, algunos de los enanos también lo pusieron en práctica. De entre éstos, destacaron el 
húngaro Mordacheo, al servicio tanto de Francisco de los Cobos como de Felipe II; Domingo 
 
61
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. “La estafeta del…” op. cit., pp. 98-104. 
62
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 83. 
63
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. “La estafeta del…” op. cit., p. 103. 
27 
 
de Polonia, el Mico, quién sirvió tanto al Gran duque de Alba como al príncipe don Carlos; o 
Micio, enano polaco de los condestables de Castilla, pero también de Carlos II. 
Pero, sin lugar a dudas, el caso más destacado fue el de Francisco Bazán, conocido 
como Ánima del Purgatorio, a quien Juan José de Austria llevó a la corte desde la Casa de los 
Enfermos del Juicio de Zaragoza. Curioso fue que, al comienzo de su valimiento político, el 
medio hermano de Carlos II dispusiese que los bufones no participasen más de la cercanía del 
rey y que, en su lugar, el espacio que dejaban fuese llenado con locos o bobos naturales. 
Corrió el rumor entre los cortesanos de que don Juan José se servía de Ánima del Purgatorio 
para enterarse de todo cuanto hacía y decía Carlos II, por lo que su venida de Zaragoza fue 
una estratagema orquestadapor el valido para vigilar al monarca, de quien el pobre loco 
jamás se separaba. No obstante, no ha de parecernos descabellado si tenemos en cuenta lo que 
de Francisco Bazán se decía que, según consta, podía acordarse perfectamente de todo 
“cuanto había hecho u oído a lo largo de los últimos cuarenta años”
64
. 
4.5. FUENTES DE INGRESOS DE LAS GENTES DE PLACER 
 Las fuentes de ingresos de las sabandijas palaciegas fueron numerosas y variadas, 
aunque, principalmente, podemos distinguir dos tipos: los ingresos puramente económicos y 
los pagos en especie, las denominadas mercedes reales. Éstas consistieron, básicamente, en 
raciones de comida y en una serie de objetos tales como prendas de vestir y joyas. Ambos 
métodos fueron los más comunes en el pago de los servicios prestados por los criados, ya que 
los señores, encargados de su vestuario y manutención, debían proporcionarles los medios 
necesarios mientras estuviesen a su servicio. En relación a los ingresos económicos, fue 
común que sus señores les dejasen alguna limosna testamentaria o que algún noble o 
cortesano les regalase dinero
65
. 
 Rastrear sus fuentes de ingresos fue una tarea harto complicada para los investigadores 
ya que, en su inmensa mayoría, no desempeñaron un oficio concreto ni tampoco fueron unos 
criados al uso, por lo que no hay constancia de nóminas ni asientos que los acrediten como tal. 
Sus ingresos derivaron de las distintas oficinas reales en las que prestaron servicios o de 
aquellas de las que necesitaron provisiones, como de la Cerería, Panadería o Sastrería 
recibiendo, respectivamente, raciones de cera, panes o vestidos
66
. Por tanto, sus ingresos 
aparecen reflejados en “las cuentas de maestre de cámara, gastos extraordinarios de tesorería, 
 
64
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Tinieblas vivientes. Enanos… op. cit., pp. 69-72. 
65
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 108, 125. 
66
 MORENO VILLA, José. Locos, enanos, negros… op. cit., p. 16. 
28 
 
despensa, guardarropa, mercaderes de telas, cordoneros, cereros, zapateros o sastres de las 
distintas casas que había en la corte”
67
. 
 Las raciones de comida eran el derecho que tenían los criados a percibir una suma 
variable de alimentos en función de los días que estaban al servicio real. Fueron acumulativas 
y heredables o, incluso, si el sujeto disponía de autorización real podía poner en cabeza a 
segundas personas, normalmente un familiar cercano, es decir, que quien pasaba a cobrarlo 
era esa segunda persona y no el beneficiario primero. Al ser unas mercedes, la percepción de 
las mismas estuvo sujeta al impuesto de la media anata, instaurado en 1631 por Felipe IV, y 
por el que, para su cobro, los criados debieron hacer donativos voluntarios. A no ser que, por 
algún motivo, perdiesen la merced real, las raciones se percibían de por vida. Al obedecer al 
tiempo que se estuviese sirviendo, las raciones percibidas por unas y otras sabandijas 
palaciegas variaron en cantidad. Por ejemplo, gracias a Moreno Villa, conocemos las raciones 
que recibía Juan Calabazas o Calabacillas, a quien en un año le correspondían 210 días de 
carne, por valor de 518 maravedíes cada uno, y 155 días de pescado, con un coste de 547 
maravedíes por día
68
. No obstante, no todas las sabandijas palaciegas recibieron raciones, caso 
éste de don Juan de Austria, pudiendo deberse a que no acudía regularmente a palacio, aunque 
Pablo de Valladolid tampoco vivía en palacio y sí disfrutaba de ración e, incluso, tras su 
muerte, la siguieron percibiendo sus hijos
69
. 
 Por su parte, el pago con vestimentas fue de lo más común ya que, dentro de los 
servicios que prestaban las sabandijas palaciegas, cabía la posibilidad de que tuviesen que 
acompañar al monarca en las múltiples acciones que éste llevaba a cabo fuera de palacio. Por 
ello, debían ir debidamente vestidos y acorde con la solemnidad que el acto en cuestión 
llevase aparejada. Pero, parece ser que los momentos más propicios para recibir nuevas 
vestimentas fueron los albores de fiestas, ya que se creía que en dichos acontecimientos los 
señores eran más propensos a la generosidad. En numerosas ocasiones, algunas de esas 
prendas las heredaron de miembros de la familia real. Otras veces, simplemente recibían 
pedazos de tela para confeccionarse ellos mismos los ropajes
70
. 
 Ejemplos ilustrativos en los que se pueden observar algunas de las prendas que 
recibieron lo constituyen los retratos de don Sebastián de Morra, de don Juan Calabazas y de 
don Juan de Austria, los tres, obra de Velázquez. En los dos primeros, ambos van vestidos con 
 
67
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., p. 105. 
68
 Ibídem, pp. 123-124. 
69
 MORAGAS, Jerónimo de. “Los bufones de Velázquez”. Medicina e Historia, 6 (1964), p. 12. 
70
 BOUZA ÁLVAREZ, Fernando. Locos, enanos y… op. cit., pp. 102, 109, 112. 
29 
 
casaca y calzones verdes de paño; aunque el primero, a ello, le suma “una ropilla principesca” 
de grana y oro, posible merced de sus señores al ser “digna de un príncipe”. No obstante, lo 
curioso de ambos trajes son los cuellos y puños de encaje, un tejido prohibido en la época 
“por su carestía incluso a los nobles”. Por su parte, don Juan de Austria lleva casaca y 
calzones rosados de terciopelo junto con un ferreruelo negro y rosa, vestimentas muy lujosas, 
aunque algo raídas por el uso, regalo de sus señores
71
. 
 A parte de las prendas de vestir, otros objetos destacados que recibieron las sabandijas 
palaciegas fueron pequeñas joyas de oro, menajes de plata o pequeñas armas, como las que 
heredó don Sebastián de Morra del príncipe Baltasar Carlos, consistentes en “un espadín, una 
espada y una daga de hierro plateado”
72
. El retrato de Isabel Clara Eugenia con Magdalena 
Ruiz nos ilustra uno de los regalos que la “loquilla” pudo haber recibido de manos de Felipe 
II, o de la propia infanta, como es el lujoso collar de coral que la cuelga del cuello
73
. 
 Pero las mercedes no consistieron únicamente en pagos en especie, algunas de las 
sabandijas palaciegas ascendieron en el escalafón de los oficios reales, como don Diego de 
Acedo, a quien Felipe IV nombró secretario de la Cámara de Estampa o Estampilla, o don 
Nicolás Pertusato, ascendido a Ayuda de Cámara, también, por Felipe IV. Entre las funciones 
de un Ayuda de Cámara se encontraban la colocación de velas y candeleros en los bufetes, 
hacer las camas de los criados superiores a él y servir las comidas al rey en su cuarto, del que 
disponían llave para entrar y salir a su libre disposición
74
. 
 Gracias a estas fuentes de ingresos, algunas de las gentes de placer pudieron vivir 
desahogadamente e, incluso, algunas de ellas consiguieron sumas económicas notables que las 
permitieron comprar bienes inmuebles y formar pequeños patrimonios. Toda una serie de 
acciones como la fundación de mayorazgos, el labrado de escudos de armas, la inclusión de 
hijos en religión o la dotación de capellanías contribuyeron a su ascenso social; ascenso que, 
si no hubiese sido por las mercedes reales, nunca habrían visto cumplido, debido a su oficio y 
a su origen humilde. No dudaron en emplear los tradicionales mecanismos de la sociedad 
estamental, como la compra de oficios o la concertación de matrimonios de conveniencia. 
 El ascenso y enriquecimiento de algunas de las sabandijas palaciegas avalaron la 
denuncia formulada por la literatura moralizante y cortesana en contra de su ambición y del 
hecho de que llegasen a palacio sin nada y saliesen enriquecidas. No obstante, algunas otras 
 
71
 MONSTRUOS enanos y… op. cit., pp. 20-21. 
72
 MORAGAS, Jerónimo de. “Los bufones de…” op. cit., p. 9. 
73
 VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique. “Los enanos de…” op. cit., p. 191. 
74
 MORENO

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