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Novela_historica_y_novela_anacronica

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NOVf,LA "IIISTÓRICA" Y NOVELA ¡ANACRÓMCA"
ruAN LUIS CONDE
Univdidad Coryhtense
¿Qué es la rhov.l¡ históric¡r'?
Admitiré que no tengo muy claro qué es "rovelahist¡5rica". Supongo que
eso me pasa porque no soy €ditor: puesto que hoy dla hac€n negocio pingtle con
el género. ellos sl esüin obligados a saberlo...
Hay, sin embargo, alguna idea que se me ocrme al respecto Por
ejemplo, que el adjetivo "histórica" que se atribuye a ciefo tipo de novela no
nace de la distancia entre el lector y el momento del que se habla en la novela,
porque en ese caso el paso del ti€mpo convefiría a cualquier novela en histódca.
El calificativo de "histórica" suge de Ia discr€pancia entle el tiempo de
la escritura y el tiempo de la historia. Es decir, surge de la diferencia temPoral
€nÍe el momento en que Ia novela se esc¡ibe y el momento histórico en que se
dessrrolla su acción. Esa parcce ser su caracterlstica "definitoda". "Yo, claudio"
es po¡ eso una novela históric4 pero Do "El Sati¡icón", porque su autor vivió en
el riómento del que escdbl4 o mejor, escribió sobre el momento histórico que
vivió, que em aproúmadamente el mismo tieñpo de la historia de Robert
Craves.
Debe haber, pues, alguna diferencia lit€raria corespondiente a ese
hecho: de alguna manera tiene que notarse que, a pesa¡ de hablar de una misma
époc4 los autores de "El Satiricón" y "Yo Claudio" esiin sepa¡ados por casi dos
mil años de cültura.
Cuando las leemos, 10 primero que leemos es la dist¿ncia temporal (y
por tanto cultural) que e¡iste entre $¡s autores, entre sus dos tiempos de
€scrihüa.
Ahora bier! el tiempo por €xcelencia de cualquier historia es el p¡s¡do.
Pala que una novela pueda cataloga$€ de "histórica', es€ pasado tiene que ser
sufici€nte pa¡a ajust¿rs€ a l¿ idea del autor d€ "lo que no es hoy". Pero, ¿cuánto
es ese tieñpo? Para medirlo ¡o existe una precisa idea colectiv¿. La decisión
sobr€ lo que es y sobre lo que ya no €s hoy responde a una percepción
psicológica persoml qu€, pot supuesto, no es iSrEl para todos.
Pu€d€ que todos coincid¿mos en que dos mil años es tiempo suficiente
para llamarlo el "pasado", pero, si alguien pretendiera escribir ahora una novela
sobr€ nuestra Cue¡ra Civil, ¿serla una nov€la "histórica'?
Ta¡ vez la respu€sta fuera "sl" en caso de que su autor tuviera menos de
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treinta años, y "no", si fuviera lnás de sesenla.
Debo confesar, por 10 demás, qu€ siempre he sido un mal lector de
novelas I'históricas", que siempre he desconflado instintivanente de ellas.
P¡efie¡o aquellas otras en que coinciden el tiempo de la escritura y el tiempo ¿le
la historia.
¿Por qué, me pregunto, una novela ,,histórica" (una novela sobre ,'lo que
no he vivido", "lo que ya no es") en luga¡ de una novela ',actu¿l', (sobte "lo que
vivo", "lo que exp€rimento")? ¿S€ quiere huir de lo cotidiano, escapar hacia lo
dilerente? ¿Se t¡at¿ de evasión, exotismo, a¡queología?
Y si lo que interesa al autor es el pasado por el pasado mismor ¿por qué
no escribir di¡ectarnente historia?
Novel¡ hfutóric¡ e histori¡
La novela histórica y la historia (al menos en ciertas formas) no son tan
sencillss de dilinguir. He tenido ocasión de comprobarlo en mis clases. Si'l
información previ4 he proporcionado a mis alumnos dos fotocopias: un pasaje
de la novela de Graves a propósito de la famosa denota de Va¡o en Teotobu¡go,
y un segundo d€ Tácifo donde se relata la victoria de Cécina, años más farde, en
su empr€sa de vengar a varo.
Ante la Fegunta ¿cuál de los dos textos es ',novela', y cuál ,'histo¡ia"?
los alumnos tienden mayo¡itariamenle a reconocet como novela aquel texto
donde los hechos se relat¿¡ desde fa¡ cerca que incht¡¡o pueden conocer los
suefos de los pe¡sonajes (caso de Tácito), y corsidemr crónica a aquel otro qu€,
a ojo de águila relata en terminos administrativos y oficiales €l resultado de la
expedición.
Esta confusión puede producirce porque nuestra noción de "verdad. y
"ñcción" no es si€mpre la misma. Esa noción cambi4 precisan€nte, con ú
historia. Y las leyes que regian la composición de la historia en el Mundo
A¡tiguo eran muy semejantes a las que rigen la escrihr¡a de Ia novela hoy dia.
No s€ t¡alaba d€ ser exacto ni cientlfico, sino de constsuir lo v€rosímil. Si uno
consegula disftazar el partidismo y construir. escenas verosímiles, prácticamente
todo lo dem¡fu estaba permitido. La noción de historia en los antiguos ¡o se
opone, como la nuestr4 a ficción, sino a ',partidismo,,, y su el¿boración se
as€ntaba sobre los mismos pri¡cipios que la d/¡dtio oratoria. En palabras de
Cicatóni retuñ gestanon ,., aut u1 gestarum exposilío.
En puridad, una buena parle d€ lo que nosotaos conocehos como
historiog¡alia antigüa s€rí4 desde la perspectiva de su co¡shucción intem4
"novela", "novela hist¡5rica": ficción sobre hechos del pasado.
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Hay una lín€a muy débil que sepa¡a la mentin de la m€lífora: la
intención de engañar. Esa es también la diferencia enFe el embuste y la ficción:
el embüstero espera que su interlocutor no se dé cuenta de que se quiere faltar
a la verdad, que su juicio sobre las intenciones d€ quien le habla o Ie escribe sea
erróneo.
Si no conocié¡amos las reglas de 1a exaedífcalio histórica antigu4
podrlanos pensar que historiadores como Tácito o Tito Livio son embaucador€s.
Por el contrario, ellos, al igual que el modemo escritor de ficción espera
que el juicio del lector o del oyente sea acertado, y sepa que lo que se le dice no
tiene como objetivo faltar a la verdad, sino, precisamente, fomularla d€ "otro
modo", un modo especial que ¡esulta de una detenninada "inter?retación" de los
hechos.
Pero al menos desde que Paul Veyne admitiera que la histo¡ia no es una
cienci4 sino un ejercicio intelectual, suele admiti¡se que la Historia es también
una interpretación. Y puede -como en la Antigúedad- pr€tender a la vez ser
"litemtura".
En sum4 la diferencia que existe €ntre la his¡oria y la novela es muy
diñcil de establecer d€sde denÍo d€ los textos. Reside, ante todo, en una
diferencia extema-
En la historia, el señor o señon cuyo nomb¡e encabeza la portada se
responsabiliza de los juicios y datos que aparecen en el texto. En ca¡nbio, en Ia
novela funciona un arhficio mediador: el "¡arrador". Los jücios y datos que
apa¡ecen en el texto son respons¿bilidad del na¡rador (o de ohos personajes), en
tanto que el narador mismo es la responsdbilidad del autor.
Los historiado¡es antiguos eran his¡oriadores no porque no recüriesen
a l¿ ficciór! sino porque no inte¡ponían un na¡rador enhe ellos y sus textos.
En otras palabras, el historiador es responsable de qué se dice en el
t€xto, el novelista de quién lo dice.
L¡ coúpre¡sió¡ del ¡¡r¡ador: Ia novel¡ como tr¡ducción.
Me gustarla ver ahora la novela como un fasunto de la traducción.
Cualquier novela: en todas ellas se presenta u¡r narador ajeno al lector (si no,
se tratarla de una biog¡afl4 y €n ese caso d€ .histo¡ia"), y, por lo tanto, alguien
diferente a é1, alguien "en cuyo lugar" debe ponerse, alguien a quien el lector
debe poder "entende¡".
Ese narrador pued€ se¡ actual o haber vivido hace dos Íiil años, es igual:
el autor necesita¡á un habajo de mediación para hace¡lo inteligible al lector.
D€b€ "trad¡¡cirlo". Sobre todo si el nanador ha vivido hace dos mil años...
En ese sentido, el autor es una €specie de "traductor" y, como decia
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Schleiermacher en una formulación ya clásica. a la hora de traduciÍ existe una
altemativa ñfdamental: o bien el raductor deja al escrilor fo mris rranquilo
posible, y hace que el lector vaya a su encuent¡o, o bien deja lo mris tranquilo
posible al lector, y hace que vaya a su encuentro el escritor.
Leamos ',autor,' donde Schleie¡macher dice ,,traductor,', y ,,na¡rador,,
donde dice,'esc¡itor".
En la novela histórica esa altemativa existe.
Es obvio que la primera decisión es exigente con el lector (le hace sentir
la distancia hisórica en su búsqueda de identificación), en tanto q;e h segmda
complaciente (bora las hueltas de I¿ historia y facilita la ide;tificaci¿n d€i
lector).
Por ejemplo,r¡na novela como Me¡norias de Adriano
(independientemente de lo qu€ se opine sobre su esüitula y contenidos)
pertenece al segundo tipo: lo que vemos trabajar es una cabeza cóntemporánea,
un narrador de hoy... disfiazado de romano. Resulta muy dificil explicar por quj
Marguerite Youcenar eligió a Aüano pam hacerle ponavoz da aua po, or.o
lado inleresanrísifi as pÍeocupaciones met¿fi sicasy vialis. obligrindolo. por ranto,
a parecerse tan poco a lo que pudo ser. y resultando de ello una narraiión, a mi
juic¡o. no sólo inverosím¡|. sino. en cieno modo. falsa. por muy hermoso que
se4 el emperador Addano no pudo pensar eso, ni decir eso, ni íracer eso. '
En mi opinión, mucho más interesante resulta el proyecto de intentar
llevar al lector lo más ce¡caposible d€l nar¡aalor, enseñar ,!á diferente', desde su
propio momento histórico. Sin que ahora pueda extend€rme demasiado en
justificarlo, creo que una novela como ',Los Idus de Marzo',, de Thomton
Wilder, pe¡tenece a esta ofa vertiente.
Pe¡o ese proyecto tiene sus dificultades.
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Para fimcionar debe apoyarse €n ',lo inteligible,' que para el lecior pue¿la
lener e¡ narrador. Eso "inteligjble" no puede ser otra cosa que el conocimiento
y las experiencias compafidas. lo intercambiable. de maneü que Historia debe
concebi¡se como dimensión compa¡tid4 como ,'otro', ala rle mi imismo. edificio,
no precisamente como teritorio ajeno y exótico
Y sin €mba¡go no dej¿ de ser teritorio desconocido.
Bn ese ejercicio de ,'taducción' que disculre entre semejanzas y
diferencias, el auto¡ honesto viv€ una incómoda sensación <le estafa. No ya por
la posibilidad de incunir en los tlpicos enorcs d€ scnpt, en "anacronismos" mris
o minos torpes o graciosos (q!e, si se detecl¿& no van más allá de poner en
peligro el efecto de verosimilitud del relato), sino en ',ahisto¡icismos,,, ;res en
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la concepción de su narrador (que, si no se detectan, pueden .ealm€nt€ inducir
a una falsa interpretación de la Histo¡ia): si ni siquiem estoy seguro de que la
generación de mis padres comparta conmigo la noción de "amor" o la de
"libertad", ¿cómo puedo estar seguro tratándose de una voz que pefenece a un
mundo separado del mlo por decenas de genenciones?
Sólo puedo entender lo que comparto y, sin embargo, debo verlo a
t¡avés de una mirada que no es la mla, que es diferente: ese es el 4¡r¡1 de la
novela histórica -y, sospecho, de cualquier novela.
No tiene sent¡do pre¡ender escribir como si la historia no hubi€se pa¡ádo.
Ineludiblemente, la diferencia del ti€mpo d€ escritura y el de la historia
se obs€rva: es imposible de evitar y, en cierto sentido, debe notarse. Aun
escribiendo sobre el siglo I d. C., el lector debe advefir que es una cabeza de
su tiempo y no Petronio el que ha esc¡i¡o eso. Es, en todo caso, el narr¿dor (que,
no obstante, puede tener su propio tiempo) el que debe "apar€ntar" y justificar
su pertenecia al tiempo de la historia, y no al tiempo de la escdtura: es el
narrador, no el autor, el que debe resultar "antiguo".
Las dec¡siones del autor sobre la nanación y la novela en general deben
ser, en cambio, contemporáfeas, En caso contra¡io no estarlamos hablando de
novela "histó¡ica", si no de novela -esta vez sí- "anacrónica".

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