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Aprendendo a Construir Castelos de Areia

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por Gertrude Fleck
ilustrado por Paige Billin-Frye
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Impreso en Chile
ISBN: 978-0-547-03682-3 
ISBN Edición Chile: 978-0-547-87283-4
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2
Los rayos de sol entraban por la ventana de 
Bernardo y bailaban por toda su cara. Bernardo 
sintió el calor y supo que era un hermoso día de 
verano. Por un momento, Bernardo pensó que 
estaba de vuelta en su vieja casa en la ciudad. Sonrió 
medio dormido. Sus amigos querrían jugar fútbol en 
el parque.
Luego Bernardo recordó que se había mudado. 
Su nueva casa quedaba cerca del mar. Estaba lejos de 
la ciudad y de todos sus amigos.
3
Bernardo frunció el ceño. No conocía a nadie en 
su vecindario. Peor aún, parecía que los únicos niños 
que vivían aquí eran bebés, como sus hermanitas. 
Bernardo no había visto a nadie de su edad. ¡Quizás 
tendría que jugar con sus hermanitas por el resto 
de su vida! Los ojos de Bernardo se llenaron de 
lágrimas. Nunca antes se había sentido tan solo. 
Bernardo suspiró y se levantó de la cama. Tal 
vez hoy no sería tan malo. Tal vez conocería a 
algunos niños de su edad.
4
Bernardo bajó a desayunar y vertió un poco de 
leche y cereal en un tazón. Revolvía el cereal en el 
tazón en vez de comérselo. 
Mamá lo observó por encima del periódico 
que estaba leyendo y dijo: —¡Anímate, Bernardo! 
Estamos en verano. Estoy segura de que muchos 
de nuestros vecinos están de vacaciones. Conocerás 
a niños de tu edad cuando empiece la escuela. 
¡Después tendrás muchos amigos!
5
Bernardo contestó: —Pero quiero amigos ahora. 
¡En mi casa en Chicago tenía muchos amigos! 
Mamá miró seriamente a Bernardo: —Yo sé que 
extrañas a tus amigos. Es difícil mudarse a un nuevo 
lugar, pero este es nuestro hogar ahora. Tomará 
un poco de tiempo establecernos en nuestra nueva 
comunidad, pero creo que te gustará este lugar. 
6
Mamá le dio un golpecito al periódico que estaba 
leyendo. Bernardo podía adivinar que ella estaba 
planeando algo. 
—Este periódico tiene un catálogo de los eventos 
del verano en los que podemos participar. —Mamá 
señaló uno de los eventos en la lista.
7
—Pero yo no sé nada acerca de construir 
castillos de arena —dijo Bernardo—. Los otros 
niños serán muy buenos en hacerlos.
—Es una buena oportunidad para hacer amigos 
—explicó Mamá—. Y también es un buen momento 
para ver cómo es la playa. 
—¿Pero cómo sabré qué hacer? —preguntó 
Bernardo.
—Estoy segura de que lo resolverás. Siempre 
eres tan creativo —dijo Mamá—. Debes irte 
vistiendo. La competencia comienza en una hora. 
Asegúrate de ponerte tus bermudas y chanclas.
Bernardo arrastró pesadamente sus pies por las 
escaleras y se vistió. 
8
Cuando llegaron al centro comunitario, el 
corazón de Bernardo le dio un vuelco. Sintió 
un nudo en su estómago. Los niños estaban 
conversando alegremente en pequeños grupos. 
“¿Cómo voy a conocer a alguien aquí?”, pensó 
Bernardo. “Todos ellos ya se conocen”.
Los jueces pusieron a los niños en tres grupos 
de edades y Bernardo se unió al grupo de los niños 
de 7 a 8 años. Los jueces le dieron a cada niño una 
palita y un cubito. Tenían dos horas para construir 
sus castillos de arena.
Bernardo miró su cubito y su palita. Se sintió 
nervioso. Observó a los otros niños que llenaban sus 
cubitos con arena y comenzaban a hacer los castillos. 
9
Bernardo decidió imitar a los otros niños. Llenó 
su cubito con arena. Luego lo volteó y lo levantó. 
La arena se desmoronaba por todas partes. 
Bernardo lo intentó una y otra vez, pero sucedía 
lo mismo cada vez que lo intentaba. “¿Qué estaré 
haciendo mal?”, pensó Bernardo. “Todos los demás 
tienen torres que se mantienen firmes”. Dejó caer su 
palita y el cubito.
10
—Yo solía tener el mismo problema —dijo una 
niña que estaba cerca de Bernardo.
—Necesitas usar arena mojada para poder 
construir una torre. La arena seca no mantiene la 
forma. Mira, te mostraré cómo.
—Gracias —murmuró Bernardo. Observó a la 
niña hacer una torre perfecta.
—Ahora te toca a ti —dijo la niña.
Bernardo hizo exactamente lo que la niña había 
hecho, hizo una torre perfecta.
—¡Es magnífico! Gracias —dijo Bernardo.
11
—Mi nombre es Sofía —dijo la niña.
—Me llamo Bernardo. Participo por primera 
vez en este concurso —respondió. 
Sofía dijo: —Lo adiviné. Yo tampoco sabía 
mucho de castillos de arena cuando me mudé aquí. 
Yo vivía en la ciudad.
—Yo también —dijo Bernardo. 
Sofía dijo: —Trabajemos juntos. Podemos 
construir un castillo de arena gigante. Luego 
podemos decorarlo con caracoles y algas marinas.
12
Comenzaron a hacer un círculo de torres. Sofía 
le mostró a Bernardo cómo se podían unir las torres 
y hacer ventanas y torrecillas. ¡De repente, los jueces 
le dijeron que el tiempo casi se había terminado! 
¡Bernardo no lo podía creer! Dos horas se habían ido 
tan rápido. 
—¡Rápido! —dijo Sofía. Le hizo un gesto a 
Bernardo para que la siguiera—. Tenemos que 
recoger algas marinas y caracoles para terminarlo.
Corrieron hasta la orilla y comenzaron a llenar 
sus cubitos con caracolitos y algas marinas. 
13
—Diez minutos más —gritó uno de los jueces.
Corrieron de vuelta al castillo y rápidamente 
comenzaron a decorarlo. Justo cuando Sofía ponía 
el último caracol, el juez dijo: —¡Se acabó el tiempo! 
Bernardo y Sofía se sentaron a admirar su castillo. 
¡Lucía como un castillo de un cuento de hadas! 
Luego fueron a ver los otros castillos. 
Al rato, los jueces llamaron a todos para que 
se reunieran con ellos. ¡Estaban parados junto al 
castillo de Sofía y Bernardo! ¡Ellos habían ganado 
el premio! Bernardo estaba tan feliz. ¡Lo mejor de 
todo es que tenía una nueva amiga!
Al final del concurso, Mamá se acercó a 
Bernardo. Se sorprendió al verla caminando con 
otra señora. Sofía corrió hacia la señora y la abrazó. 
—Esta es mi mamá —dijo Sofía.
—Esta es la señora Sánchez —dijo Mamá—. 
Ella y su familia viven en la casa de al lado. 
Bernardo sonrió. Estaba muy feliz.
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