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Capítulo 11 Matrimonio 301 mujer sean miembros plenos del grupo de ascen- dencia del esposo. Por esta razón, la institución también se conoce como precio de progenie. Más que la mujer en sí, son los hijos, o progenie, los que permanentemente se transfi eren al grupo del esposo. De cualquier forma que se le llame, tal transferencia de riqueza en el matrimonio es común en los grupos patrilineales. En las socie- dades matrilineales, los hijos son miembros del grupo de la madre, y no hay razón para pagar un precio de progenie. La dote es un intercambio marital en el que la familia o el grupo de parentesco de la novia otorga regalos sustanciales cuando su hija se casa. Para la Grecia rural, Ernestine Friedl (1962) describió una forma de dote en la que la novia realiza una transferencia de riqueza de su madre, para servir como tipo de fi deicomiso durante su matrimonio. Sin embargo, por lo general, la dote va a la familia del esposo, y la costumbre se rela- ciona con el bajo estatus femenino. En esta forma de dote, mejor conocida en la India, las mujeres se perciben como cargas. Cuando un hombre y su familia toman una esposa, esperan compensa- ción por la responsabilidad agregada. A pesar de que en 1961 en la India se aprobó una ley contra la dote obligatoria, la práctica con- tinúa. Cuando la dote se considera insufi ciente, la novia puede ser hostigada y maltratada. La violencia doméstica puede llegar hasta el punto donde el marido o su familia quemen a la novia, con frecuencia bañándola con queroseno y en- cendiéndola, usualmente hasta matarla. Debe puntualizarse que la dote no necesariamente conduce a abuso doméstico. De hecho, los asesi- natos hindúes por cuestiones de la dote son un fenómeno bastante reciente. En la actualidad, se estima que en Estados Unidos la tasa de asesina- tos conyugales puede competir con la incidencia de asesinatos por la dote en la India (Narayan, 1997). El sati era una práctica muy rara mediante la cual las viudas se quemaban vivas, voluntaria o forzadamente, en la pira funeraria del esposo (Hawley, 1994). Aunque se ha vuelto bien cono- cida, el sati principalmente la practicaban algu- nas castas ubicadas al norte de la India. Se prohi- bió en 1829. Los asesinatos por la dote y el sati son ejemplos fl agrantes del patriarcado, un sis- tema político en el que gobiernan los hombres y donde las mujeres ostentan un estatus social y político inferior, excluidas de los derechos huma- nos básicos. Los regalos para la novia o excrex existen en muchas más culturas que la dote, pero difi eren en la naturaleza y cantidad de los artículos que se transfi eren. En muchas sociedades africanas, el ganado constituye el excrex, pero el número de cabezas que se cede varía de sociedad a so- ciedad. Conforme aumenta su valor, el matrimonio se vuelve más estable; es además un seguro contra el divorcio. Imagine una sociedad patrilineal en la que un matrimonio requiere la transferencia de aproxi- Las costumbres de dar regalos se aso- cian con el matrimo- nio en todo el mundo. En esta foto- grafía, los invitados llevan obsequios en canastas a una boda en Wenjiang, China. precio de progenie Regalo matrimonial por parte del grupo del es- poso al de la esposa; con el que se legitima a los hijos. dote Regalos sustanciales a la familia del esposo que otorga el grupo de la novia. 302 PARTE 2 Valorar la diversidad cultural Amor y matrimonio, dice la canción, van de la mano, como un caballo y un carruaje. ¿Pero el matrimonio siempre implica amor? El vínculo entre amor y matrimonio puede ser o no un universal cultural. A continuación se describe un estudio transcultural, publicado en la re- vista antropológica Ethnology, que descubrió que el amor romántico está muy difundido, y quizás sea universal. Anteriormente, los antro- pólogos tendieron a ignorar la evidencia del amor romántico en otras culturas, probable- mente porque los matrimonios arreglados eran muy comunes. En la actualidad, la difusión, principalmente a través de los medios de co- municación masiva, de las ideas occidentales acerca de la importancia del amor para el ma- trimonio parece infl uir en las decisiones matri- moniales en otras culturas. Algunos reconocidos historiadores sociales occidentales argumentan que el romance fue un producto de la cultura medieval europea que se extendió sólo recientemente a otras culturas. Desestimaron las historias románti- cas de otras culturas porque representaban únicamente el comportamiento de las élites. Bajo el predominio de esta visión, los antro- pólogos occidentales incluso no buscaron el amor romántico entre los pueblos que estu- diaron. Pero ahora comienzan a pensar que el amor romántico es universal... “Durante décadas los antropólogos y otros estudiosos han supuesto que el amor romántico era exclusivo del occidente mo- derno”, dice el doctor Leonard Plotnicov, an- tropólogo en la Universidad de Pittsburgh y editor de la revista Ethnology. “Los antropólo- gos se toparon con él en su trabajo de campo, pero rara vez lo mencionaron porque no se suponía que ocurriera.” “¿Por qué algo tan central para nuestra cultura era tan ignorado por los antropólo- gos?”, pregunta el doctor William Jankowiak, un antropólogo de la Universidad de Nevada. La razón, desde el punto de vista del doctor Jankowiak y otros, es un sesgo académico a lo largo de las ciencias sociales, que ven el amor romántico como un lujo en la vida humana, que podrían permitirse sólo las personas en las culturas occidentalizadas o entre las élites educadas de otras sociedades. Por ejemplo, se supuso que en las sociedades donde la vida es dura, el amor romántico tenía menos posibili- dad de prosperar, porque se consideraba que estándares económicos más elevados y más tiempo de ocio creaban mayores oportunida- des para la frivolidad. Ello también contribuyó a la creencia de que el romance era para la clase gobernante, no para los campesinos. Pero, dice el doctor Jankowiak: “El amor ro- mántico existe en las culturas de todo el mundo”. En 1991, el doctor Jankowiak, con el doctor Edward Fischer, antropólogo en Tulane University, publicaron en Ethnology el primer es- tudio transcultural que comparaba sistemática- mente el amor romántico en muchas culturas. En el estudio etnográfi co de 166 culturas, descubrieron lo que consideraron clara evi- dencia de que el amor romántico era cono- cido en 147 de ellas, es decir en un 89%. Y en las otras 19 culturas, dice el doctor Jankowiak, la ausencia de evidencia concluyente parece deberse más al descuido de los antropólogos que a la falta de romance. Parte de la evidencia proviene de cuentos acerca de amantes, o del folclore que ofre- cían pociones de amor u otro consejo para hacer que alguien se enamorara. Otra fuente fueron las explicaciones de los informantes a los antropólogos. Por ejemplo, Nisa, una mujer kung entre los bosquimanos del Kalahari, hizo una clara distinción entre el afecto que ella sentía por su esposo, y el que ella profesaba a sus amantes, que era “apasio- nado y excitante”, aunque fugaz. De tales amo- ríos extramaritales, dice: “cuando dos personas juntan sus corazones están encendidos y su pa- sión es muy grande. Después de un momento el fuego se enfría y así es como permanece.”... Aunque descubrió que el amor román- tico parece ser un universal humano, el doc- tor Jankowiak reconoce que en muchas cul- turas todavía se considera una idea extraña que tal enamoramiento guarde relación al- guna con la elección del cónyuge. “Lo que es novedoso en muchas culturas es la idea de que el amor romántico debe ser la razón para casarse con alguien”, dice el doc- tor Jankowiak. “Algunas culturas ven el estar enamorado como un estado que genera com- pasión. Una tribu en las montañas de Irán ridi- culiza a las personas que se casan por amor.” Desde luego, incluso en los matrimoniosarreglados, los compañeros pueden llegar a sentir amor romántico mutuo. Por ejemplo, entre los pobladores del valle Kangra del norte de India, “los deseos y anhelos románti- cos de las personas idealmente se enfocarían en las personas con las que su familia arregló el matrimonio”, dice el doctor Kirin Narayan, antropólogo de la Universidad de Wisconsin. Pero esto comenzó a cambiar, descubrió el doctor Narayan, bajo la infl uencia de can- ciones populares y películas. “En dichos po- blados los ancianos están preocupados por- que los hombres y mujeres jóvenes poseen una idea diferente del amor romántico, en la que uno elige a su pareja por sí mismo”, dice el doctor Naranyan. “Y han empezado a esca- parse, lo que es absolutamente escandaloso.” En muchas culturas, los antropólogos em- piezan a notar la tendencia hacia las uniones amorosas, en lugar de los matrimonios arre- glados. Entre los aborígenes de la zona austral de Australia, por ejemplo, durante siglos los matrimonios se arreglaban cuando los hijos eran muy jóvenes. Dicho patrón se alteró a principios del úl- timo siglo, cuando los misioneros insistieron para que el matrimonio no ocurriera sino hasta que los hijos llegaran a la adolescencia. valorar el quehacer ANTROPOLÓGICO Amor y matrimonio
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