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386 PARTE 3 Un mundo cambiante laboral inglés estribó en sacar a los niños peque- ños de las fábricas y limitar las horas durante las cuales podían trabajar mujeres y niños. Gradual- mente adquirió forma el perfi l de estratifi cación en las naciones de núcleos industriales. Los capi- talistas controlaban la producción, y la mano de obra se organizaba para mejorar salarios y condi- ciones laborales. Hacia 1900, muchos gobiernos ya contaban con una legislación industrial y con programas de bienestar social. Los estándares de vida de las masas en las naciones-núcleo se ele- varon conforme crecía la población. En el sistema mundial capitalista de hoy, la división de clases entre propietarios y trabajado- res ahora es global. Sin embargo, las compañías públicas complican la división entre capitalistas y trabajadores en las naciones industriales. Me- diante planes de pensión e inversión personal, muchos trabajadores estadounidenses ahora tie- nen cierta propiedad sobre los medios de pro- ducción. Son dueños parciales en vez de trabaja- dores sin propiedad. La principal diferencia es que los ricos tienen el control sobre dichos me- dios. El capitalista clave ahora no es el dueño de la fábrica, quien puede haber sido reemplazado por miles de accionistas, sino el CEO o el jefe del consejo directivo, aunque ninguno de los cuales en realidad es dueño de la corporación. Los modernos sistemas de estratifi cación no son simples y dicotómicos. En ellos se incluye (particularmente en las naciones núcleo y semi- periféricas) una clase media de trabajadores ca- pacitados y profesionales. Gerhard Lenski (1966) argumenta que la igualdad social tiende a au- mentar en las sociedades industriales avanzadas. Las masas mejoran su acceso a los benefi cios eco- nómicos y al poder político. En el esquema de Lenski, el desplazamiento del poder político ha- cia las masas refl eja el crecimiento de la clase me- dia, lo que reduce la polarización entre las clases propietaria y trabajadora. La proliferación de ocupaciones de clase media crea oportunidades para la movilidad social. El sistema de estratifi ca- ción se vuelve más complejo (Giddens, 1973). Weber culpó a Marx de tener una visión de la estratifi cación demasiado simple y exclusiva- mente económica. Como se vio en el capítulo “Sistemas Políticos”, Weber (1922/1968) defi nió tres dimensiones de la estratifi cación social: la ri- queza, el poder y el prestigio. Aunque, como We- ber demostró, tal tríada constituye componentes separados de la clasifi cación social, tiende a co- rrelacionarse. Weber también creyó que las iden- tidades sociales basadas en la etnia, la religión, la raza, la nacionalidad y otros atributos podían co- brar prioridad sobre la clase (la identidad social con base en el estatus económico). Además de los contrastes de clase, el sistema mundial moderno está atravesado por identidades colectivas con base en la etnia, la religión y la nacionalidad (Shannon, 1996). Los confl ictos de clase tienden a Cuando estudié en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque tomé clases de estudios de nativos americanos y antropología. En mis clases con frecuencia era el único estudiante blanco en una clase de aproximadamente 20 personas. Todos mis compañeros de clase y profesores eran nativos americanos. Esta situación contrasta con las clases de arqueología y estudios aborígenes aquí en Australia, donde casi todos los estudiantes son blancos y sólo hay uno o dos aborígenes australianos. Aunque la situación australiana podría refl ejarse en otras universidades en Estados Unidos, ninguna universidad en Australia cuenta con una matrícula indígena similar a la de la UNM. Un factor prin- cipal en tal diferencia parece ser la facilidad en el acceso. Albuquerque se sitúa muy cerca de numerosos pueblos, lo que hace mucho más fácil que los jóvenes nativos americanos ingresen a la educación superior. En Australia, las principales instalaciones de educación superior se ubican en ciudades grandes, principalmente en las costas, a miles de kilómetros de distancia de las áreas remotas de Australia, donde habita una gran proporción de aborígenes australianos. La distancia, así como problemas socioeconómicos, implica que muchos jóvenes aborígenes no accedan a la educación superior. En Nuevo México, las oportunidades para que los nativos americanos lleguen a la universidad defi nitivamente eran mayores de lo que lo son para los aborígenes en Australia. Para mí, estar en una clase donde todos los demás eran nativos americanos me abrió una nueva dimensión: tomar en cuenta una visión mucho más comprensiva, personal y humanizada de temas importantes como la repatriación, la ética de investigación y los tratados, porque mis compañeros de clase podían discutir experiencias personales que tenían con los temas a examinar. Esto enriqueció la edu- cación que recibí mientras permanecí en Albuquerque. Uno de mis com- pañeros de clase incluso me invitó a su hogar en Jemez Pueblo para las celebraciones del festival de San Diego, una experiencia que recordaré el resto de mi vida. Aprender sobre una cultura en un salón de clase es una cosa, experimentarla personalmente agrega una nueva dimensión. Mi experiencia en Albuquerque me condujo a comprender que la centralización que impide las oportunidades de educación es un compo- nente principal de la naturaleza colonial de la sociedad australiana actual. Coloca a los aborígenes australianos en una gran desventaja. Los no aborígenes australianos dan por sentada la concentración de las instala- ciones y servicios básicos en torno a los centros de servicio. Un acceso comparable a la educación, la atención a la salud y las oportunidades de empleo no está disponible en las remotas comunidades aborígenes. Los gobiernos australianos han ignorado enormemente los problemas que crea la centralización. Educación y colonialismo ESTUDIANTE: Tim Ormsby. PAÍS DE ORIGEN: Australia. PROFESOR SUPERVISOR: Claire Smith (Universidad de Flin- ders), Joe Watkins (Universidad de Nuevo México). ESCUELA: Universidad de Flinders, Adelaida, Australia. OTRA mirada a... Capítulo 14 El sistema mundial y el colonialismo 387 ocurrir dentro de las naciones, y el nacionalismo evita la solidaridad global de las clases, en par- ticular de los proletarios. Aunque la clase capitalista domina política- mente en la mayoría de los países, la creciente riqueza ha facilitado que las naciones del núcleo concedan salarios más altos (Hopkins y Wallers- tein, 1982). Sin embargo, el mejoramiento en los estándares de vida de los trabajadores del núcleo no habría ocurrido sin el sistema mundial. El su- perávit agregado que proviene de la periferia permite a los capitalistas del núcleo mantener sus ganancias mientras satisfacen las demandas de sus trabajadores. En la periferia, los salarios y estándares de vida son mucho menores. El actual sistema de estratifi cación mundial presenta un con- traste sustancial entre capitalistas y trabajadores en las naciones núcleo y los trabajadores en la periferia. COLONIALISMO La teoría del sistema mundial subraya la existen- cia de una cultura global. Enfatiza los contactos, vínculos y diferenciales de poder históricos entre los locales y las fuerzas internacionales. Las prin- cipales fuerzas que infl uyeron la interacción cul- tural durante los pasados 500 años han sido la expansión comercial, el capitalismo industrial y el dominio de las naciones coloniales del núcleo (Wallerstein, 1982, 2004b; Wolf, 1982). Así como ocurrió con la formación de estados, la industria- lización aceleró la participación local en redes más grandes. De acuerdo con Bodley (1985), la expansión perpetua es una característica distin- tiva de los sistemas económicos industriales. Bandas y tribus eran pequeños sistemas autosu- fi cientes basados en la subsistencia. Las econo- mías industriales, en contraste, son sistemas grandes enormemente especializados donde elmotivo principal en los intercambios mercantiles es la ganancia (Bodley, 1985). Durante el siglo xix, los intereses empresaria- les europeos iniciaron una búsqueda concertada de mercados. Este proceso condujo al imperia- lismo europeo en África, Asia y Oceanía. El im- perialismo se refi ere a una política de expansión de dominio de un país o imperio sobre otras na- ciones y de tomar y retener colonias extranjeras. El imperialismo se remonta a estados tempranos, incluidos Egipto en el Viejo Mundo y los incas en el Nuevo. Alejandro Magno forjó un imperio he- lénico, y Julio César y sus sucesores expandieron el imperio romano. Ejemplos más recientes inclu- yen los imperios británico, francés y soviético (Scheinman, 1980). Durante la segunda mitad del siglo xix, la ex- pansión imperialista europea fue auspiciada por el mejoramiento en el transporte, lo que facilitó la colonización de grandes áreas de tierras poco po- bladas al interior de Norte y Sudamérica y de Australia. Las nuevas colonias compraban bienes de los centros industriales y embarcaban de re- greso trigo, algodón, lana, carne de carnero y res así como pieles. La primera fase del colonialismo europeo fue la exploración y explotación de América y el Caribe después de Colón. Una se- gunda fase comenzó cuando las naciones euro- peas compitieron por colonias entre 1875 y 1914, lo que preparó el escenario para la Primera Gue- rra Mundial. Colonialismo es el dominio político, social, económico y cultural de un territorio y sus habi- tantes ejercido por una potencia extranjera du- rante un tiempo prolongado (vea Bremen y Shi- mizu, eds., 1999; Cooper y Stoler, eds., 1997). Si el imperialismo es casi tan antiguo como el estado, el colonialismo puede rastrearse hasta los feni- cios, quienes establecieron colonias a lo largo del Mediterráneo oriental hace 3 000 años. Los anti- guos griegos y romanos fueron colonizadores ávidos, así como constructores de imperios. La primera fase del colonialismo moderno co- menzó con la “era de los descubrimientos” euro- peos, de América y de una ruta marítima al Lejano Oriente. Después de 1492, los españoles, conquis- tadores de los aztecas e incas, exploraron y coloni- zaron ampliamente el Nuevo Mundo: el Caribe, México, las porciones sureñas de lo que habría de convertirse en Estados Unidos, y Centro y Sud- américa. En Sudamérica, Portugal gobernó sobre Brasil. Las rebeliones y guerras dirigidas a la inde- pendencia terminaron la primera fase del colonia- lismo europeo hacia principios del siglo xix. Brasil declaró su independencia de Portugal en 1822. Hacia 1825, la mayoría de las colonias de España eran políticamente independientes. España re- tuvo Cuba y Filipinas hasta 1898, pero se retiró del campo colonial. Durante la primera fase del colo- nialismo, España y Portugal, junto con Gran Bre- taña y Francia, fueron las principales naciones co- lonizadoras. Las últimas dos (Gran Bretaña y Francia), dominaron la segunda fase. Colonialismo británico Con su cúspide alrededor de 1914, el imperio bri- tánico abarcó una quinta parte de la superfi cie terrestre y gobernó una cuarta parte de su pobla- ción (vea la fi gura 14.2). Como muchas otras na- ciones europeas, Gran Bretaña tuvo dos etapas de colonialismo. La primera comenzó con los viajes isabelinos del siglo xvi. Durante el siglo xvii, Gran Bretaña adquirió la mayor parte de la costa este de Norteamérica, la cuenca del río San Lorenzo de Canadá, islas en el Caribe, estaciones de esclavos en África e intereses en India. Los británicos compartieron la exploración del Nuevo Mundo con españoles, portugueses, franceses y holandeses. En general, los británicos dejaron México, junto con Centro y Sudamérica, imperialismo Política dirigida a apode- rarse y gobernar territo- rios y pueblos extranjeros. colonialismo Control extranjero a largo plazo de un territo- rio y sus habitantes.
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