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424 PARTE 3 Un mundo cambiante Los estudios de migración son comunes en la antropología contemporánea, y refl ejan la in- terconectividad del mundo actual. Entre los migrantes que estudian los antropólogos hay descendientes de nuestros sitios de trabajo de campo, que ahora se mueven no sólo de las áreas rurales a las urbanas, sino también a través de fronteras nacionales. El antropólogo Robert Kemper, por ejemplo, sigue la diáspora mundial de un pueblo mexicano, Tzintzuntzan, que ha estudiado durante décadas. En el mundo actual, conforme la gente se mueve, lle- van consigo sus tradiciones y a sus antropólo- gos. La antropóloga Maxine Margolis, descrita aquí por sus estudios de brasileños en Estados Unidos, originalmente realizó trabajo de campo en Brasil. Más tarde se interesó en la migración brasileña hacia Paraguay, y luego a Estados Unidos. Ella rastrea las fortunas y los movimientos de los brasileños conforme res- ponden a los eventos en Brasil, Estados Unidos y la economía global. Aquí se describe un mo- vimiento de retorno a Brasil que provocó el de- clive de la economía estadounidense, en particular en la construcción, un aumento en el sentimiento anti-inmigrante y el creciente va- lor de la moneda brasileña en relación con el dólar estadounidense. Como cientos de miles de brasileños de clase media, que se mudaron a Estados Unidos du- rante las dos décadas pasadas, José Osvandir Borges y su esposa, Elisabeth, llegaron con visas de turistas y permanecieron como inmi- grantes ilegales, echando raíces en formas que nunca esperaron. Después de empacar su televisor de plasma, los trofeos escolares y otros frutos de 12 prósperos años en Ironbound, Newark, la pareja y su hija nacida en Estados Unidos, Marianna, de 10 años de edad, fueron pro- gramados para viajar de regreso a Brasil esa mañana. “No puedes pasar toda tu vida esperando ser legal”, dice Borges, de 42 años, tras re- fl exionar sobre la dura decisión que nació de esperanzas perdidas, con nuevos temores y economías cambiantes en ambos países, desde su llegada en 1996. Por ley, la pareja tiene prohibido reingresar a Estados Unidos en los próximos 10 años, incluso como visitantes. Cada vez más brasileños a lo largo del país toman la decisión de abandonar su vida en Estados Unidos, de acuerdo con funcionarios consulares y agencias de viaje saturadas con reservaciones de boletos de viaje sencillo, y según los líderes comunitarios en los vecin- darios que han transformado los brasileños, desde Boston hasta Pompano Beach, Florida. En el último medio año, la migración in- versa se ha vuelto indiscutible entre los brasi- leños en Estados Unidos, con una población que el gobierno de Brasil estima en 1.1 millo- nes, cuatro a cinco veces mayor de lo que el censo ofi cial calcula. Los brasileños que vuelven a casa señalan un creciente miedo a la deportación y una economía estadounidense en depresión. Mu- chos citan la expiración de las licencias de conducir que ya no pueden renovar bajo re- glas más duras, junto con la caída en el valor del dólar contra la moneda de Brasil, donde la economía ha mejorado. En Massachusetts, dice Fausto da Rocha, fundador del centro de inmigrantes brasile- ños del área de Boston, “muchos de mis com- patriotas están aquí de manera ilegal, y par- valorar el quehacer ANTROPOLÓGICO Abandono del sueño americano Muchos migrantes brasileños en Estados Unidos, incluidos los que se muestran aquí, abandonan su “sueño americano” y regresan a su país. En la fotografía, Elisabeth Borges (izquierda), su hija Marianna, su esposo José Osvandir Borges (sentado) y su hijo, Thiago (derecha), con José Silva, un amigo de la familia, en su casa de Newark el lunes 3 de diciembre de 2007. 425Capítulo 15 Confl ictos en el mundo actual ten por miles, algunos después de haber perdido sus casas debido a la crisis hipoteca- ria de alto riesgo”. Y en el consulado de Brasil en Miami, que atiende a los brasileños de cinco estados del sureste, los funcionarios dicen que un estudio reciente de compañías de mudanzas y agen- cias de viaje confi rmó lo que ya suponían a partir de su tránsito peatonal. Más brasileños dejan la región que los que llegan, lo inverso de una curva ascendente a que parecía impa- rable en épocas tan recientes como 2005, cuando los brasileños incapaces de satisfacer requisitos de visa más exigentes cruzaban furtivamente la frontera Estados Unidos- México en números récord. Es muy pronto para decir si la migración inversa de brasileños los pone en la vanguar- dia de una tendencia más amplia entre los inmigrantes, o acentúa su distinción... Los es- tudios muestran que, por lo general, ellos pro- vienen de clases más urbanas y educadas que otros grandes grupos de inmigrantes ile- gales de Latinoamérica. Muchos de los que ahora regresan invirtieron sus ganancias ob- tenidas en Estados Unidos en propiedades brasileñas. Pero su propia explicación acerca de la oleada de regreso a Brasil contradice la sabi- duría convencional, en ambos países, acerca del debate de la inmigración. Durante años, los defensores de otorgar a personas como los Borges una oportuni- dad de conseguir estatus legal, han argu- mentado que a los inmigrantes ilegales sólo se les conducía a una mayor clandestinidad debido a las medidas de vigilancia como las redadas o el negarles licencias de conducir. Los que han abogado por restricciones y castigos más severos argumentan que la in- migración ilegal ahora crece independiente- mente de la baja y el fl ujo de la economía estadounidense. El retorno a Brasil desafía ambos argumentos. Al enfrentarse con la disminución de re- compensas y el aumento en los gastos en Es- tados Unidos, separada por largo tiempo de sus parientes ancianos en Brasil, “la gente se pregunta: ‘¿vale la pena esto, ser ilegal, estar amedrentado?’”, dice Maxine L. Margolis, pro- fesora de antropología en la Universidad de Florida en Gainesville, quien escribió extensa- mente sobre los brasileños en Estados Unidos. Existen variaciones regionales, pero el pa- trón es consistente. En el sur de Florida, la expiración de una licencia de conducir con frecuencia marca el punto de retorno para las familias ya acorraladas por el declive en la construcción de viviendas... Hasta hace siete años, los brasileños con visas de turista po- dían conseguir licencias de Florida válidas para ocho años, pero ahora todas expiran y no pueden renovarse. En Massachusetts, donde hay más trans- porte público, un aumento signifi cativo en las redadas migratorias, junto con los procesos ejecutorios hipotecarios, han jugado un papel clave en el éxodo. Aunque Brasil todavía no ofrece las opor- tunidades de empleo de Irlanda, que ha reti- rado masivamente emigrantes, tampoco es una economía sombría o un país devastado por la guerra. Y, al igual que los inmigrantes italianos de principios del siglo XX, que por lo general planeaban regresar a Italia, y la mitad de ellos eventualmente lo hizo, muchos brasi- leños llegaron con la intención de regresar tan pronto como cumplieran sus metas fi nan- cieras. Pero, como la familia Borges, pronto cam- biaron sus planes. “Llegamos aquí para ahorrar sufi ciente di- nero para comprar una casa en Brasil”, dice Borges, y recuerda las primeras semanas cuando la familia dormía en el sótano de un amigo y él trabajaba en la construcción por primera vez. Esperaban regresar a Brasil des- pués de dos años. En vez de ello, encontró a su empresario interior. Comenzó un negocio de plomería y construcción que pronto empleó a más de siete compatriotas, pagó impuestos y ayudó a construir hoteles renombrados en tres es- tados. Pero en 2005, conforme el auge de la construcción comenzó a declinar, las com- pañías más grandes, por la presión de los sindicatos, comenzaron a demandar docu- mentos detrabajo, declara Borges. Y cuando su cuadrilla no los pudo presentar, quedaron fuera. Conforme el mercado inmobiliario se tam- baleaba, las ganancias semanales en el nego- cio se redujeron de un máximo de US$6 000 a apenas US$2 000. Los gastos como gas y renta se elevaron, lo que hizo más difícil para él y su esposa, quien limpiaba casas en Nueva York, pagar los préstamos por la granja que compraron en Brasil. El dólar, que alguna vez compraba cuatro reales brasileños, cayó a un bajo histórico de 1.7 reales en mayo. Luego en junio alcanzó su punto crítico: el colapso del proyecto de ley bipartidista en el congreso, que les habría ofrecido a ellos, y a millones de otros resi- dentes ilegales, un camino hacia el estatus legal. “Después de que la ley no se aprobó, fue como si todas las esperanzas se desvanecie- ran al mismo tiempo”, apunta Borges. FUENTE: Nina Bernstein y Elizabeth Dwoskin, “Bra- zilians Giving Up Their American Dream”. Tomado de The New York Times, 4 de diciembre de 2007. © 2007 The New York Times. Todos los derechos reser- vados. Usado con permiso y protegido por las leyes de copyright de Estados Unidos. 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