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PREPARANDOSE PARA EL DEPORTE AL AIRE LIBRE Por los Dres. Kepa Lizarraga y Javier Serra Cuando la duración del día comienza su progresión ascendente y el tiempo tiende a hacerse más benévolo, es cuando toda la población podemos unirnos a los “aguerridos” deportistas que han seguido practicando su actividad incluso durante el crudo invierno. Y es que, a pesar de que las instalaciones cubiertas nos permiten realizar ejercicios físicos variados durante todo el año, ¡no hay nada comparable al escenario que la naturaleza nos brinda! Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por el ímpetu. De hecho, un inicio excesivo, tanto en la cantidad como en la intensidad del esfuerzo realizado solo puede traernos inconvenientes más o menos severos: desde las molestas “agujetas” hasta las tendinitis, roturas fibrilares o sobrecargas articulares, pasando por las alteraciones cardiacas. Para evitar buena parte de ese riesgo, y tras asegurarnos de que no existen contraindicaciones por motivos de salud, podemos seguir dos caminos: comenzar nuestra actividad al aire libre con la debida moderación e incrementando gradualmente los esfuerzos o prepararnos con cierta antelación, y las mismas precauciones, en las instalaciones cubiertas de nuestros municipios. ¿Cómo empezar? El primer paso para los sedentarios que quieren dejar de serlo puede consistir, sencillamente, en cambiar ciertos hábitos cotidianos. Por ejemplo, subamos escaleras en lugar de recurrir al ascensor o dejemos de utilizar el vehículo privado y acudamos andando a la parada del transporte público. ¿Qué ejercicios son aconsejables para empezar? Los de carácter aeróbico; por ejemplo, andar, trotar, nadar, rodar en bicicleta, patinar, remar o palear en una piragua, adaptándose siempre la actividad seleccionada a las cualidades de la persona. Debemos puntualizar aquí que algunas actividades, como correr o saltar, debido al impacto que provocan sobre ciertas articulaciones, no serían adecuadas para cualquier persona. ¿Cuántas veces por semana sería recomendable? La Federación Internacional de Medicina del Deporte aconseja un mínimo de tres sesiones semanales, ampliables a cinco de forma progresiva. Para comenzar, es preferible que los días sean alternos; es decir, que entre los activos intercalemos otros de recuperación o descanso para facilitar la adaptación. ¿Cuánto tiempo debemos dedicar al ejercicio cada jornada? Esa misma institución recomienda una duración mínima de unos 30 minutos que, poco a poco, en función de nuestra capacidad y del tipo de ejercicio, prolongaremos hasta unos 60 minutos. ¿A qué intensidad conviene realizar el esfuerzo? Hemos de ser moderados. Un excesivo ímpetu inicial solo nos traerá problemas y corremos el riesgo de que a una “arrancada de caballo” siga una “parada de burro”. Sobre un 50% al 70% de nuestra máxima capacidad de esfuerzo es donde se situaríamos nuestra recomendación para comenzar a ser activos, teniendo siempre en cuenta el nivel físico de partida. A medida que mejoremos, ese porcentaje podrá incrementarse de forma progresiva. Sea cual fuere el ejercicio escogido, en su práctica es conveniente que sigamos una serie de normas. Por ejemplo: no empezar nunca con la intensidad citada, sino mucho más suavemente, para que el organismo aumente su temperatura interna y mejore su adaptación y capacidad de respuesta frente al trabajo propuesto. Además, los primeros gestos que realicemos no deben ser complicados desde el punto de vista técnico, sino sencillos, ya que en frío, la coordinación no es perfecta y corremos mas riesgo de sufrir lesiones. Tras el calentamiento inicial, procede hacer algunos estiramientos de los grupos musculares implicados en el ejercicio, pero evitando brusquedades, “rebotes” o dolor. A partir de ese momento es cuando podemos trabajar con más seguridad a los ritmos citados. Tras el núcleo central de la sesión de ejercicio, debemos evitar una parada brusca, ya que retrasaría la recuperación muscular. Por el contrario, lo correcto será proceder a un progresivo descenso de intensidad y acabar con una nueva sesión de ejercicios de estiramiento que precederán a las medidas de higiene adecuadas. ¡Vale!, hasta ahora muy bien, pero ¿cómo calculamos la intensidad de trabajo? Un método suficientemente fiable para los ejercicios que aquí proponemos es el de aplicar las siguientes fórmulas para mujeres y hombres respectivamente: Mujeres: Hombres: Calculemos como ejemplo las frecuencias cardiacas que corresponden a unas intensidades del 50% y 70% de una mujer de 40 años cuyo corazón, en reposo, late a 66 px’: )( reposoen cardiaca frecuencia 100 intensidad %*reposoen cardiaca frecuenciaaños)en edad226( +−− )( reposoen cardiaca frecuencia 100 intensidad %*reposoen cardiaca frecuenciaaños)en edad220( +−− 226-40 años = 186 186-66 px’=120 120 x 50 /100 = 60 60 + 66 px’ = 126 px’ = 50% 226-40 años = 186 186-66 px’=120 120 x 70/100 = 84 84 + 66 = 150 px’ = 70% Es decir que esa persona debiera procurar que su corazón, durante el núcleo central de cada sesión de preparación, se mantuviera entre 126 y 150 pulsaciones cada minuto. Te invitamos a que calcules las frecuencias que te corresponden a ti En cualquier caso, es preciso advertir que las cifras propuestas son orientativas y varían ligeramente en función de la actividad deportiva escogida y de otros factores, como el terreno, la temperatura ambiente, etcétera. Lo fundamental es que nos pongamos en marcha ya para disfrutar a tope en cuanto la climatología nos permita disfrutar del ejercicio al aire libre.
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