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Seminario de Informática y Sociedad Curso de verano 2013 Guía teórica 11: Biopolítica, biotecnología y bioarte Prof. Pablo Rodríguez Textos de base: Rose, Nikolas (2012). “Biopolítica en el siglo XXI”. En Políticas de la vida. La Plata, Unipe. Catts,Oron y Ionat Zurr (2006). “Hacia una nueva clase de ser. El cuerpo extendido”; en revista Artnodes nº 6. www.uoc.edu/artnodes Digilio, Patricia (2008). “La biotecnología en los límites de la biopolítica”. En Bartleby: preferiría no. Lo bio-político, lo post-humano. Buenos Aires, La Cebra. 1) Ubicación del problema - La problemática de la biotecnología se encuentra en el límite de varias cuestiones que vinimos trabajando a lo largo del seminario y que desembocan en la cuestión del bioarte. - Por un lado, la biotecnología contemporánea, basada sin dudas en la biología molecular y en sus ingenierías derivadas, marca un umbral en la relación entre hombre y técnica. Esto es lo que subraya Sloterdijk con sus tematizaciones sobre la época de lo monstruoso y sobre el poshumanismo. - Por otro lado, la biotecnología obliga a replantearse el modo en que se comprende la vida en la modernidad, y hasta dónde puede ser entendida como sinónimo de naturaleza, lo cual nos devuelve a aquel viejo problema de la techné en su versión aristotélica: la división entre lo que existe porque tiene en sí su principio de movimiento, la physis, y lo que existe sin naturaleza ni necesidad, la techné. Tendríamos con la biotecnología una techné de la physis, o justamente una techné de la bios (vida), que supera con creces lo que podemos esperar de la transformación técnica. Cuando en “Lenguaje de tradición y lenguaje técnico” Heidegger menciona a la biofísica como un gran peligro derivado del reino de la técnica moderna (junto al peligro atómico), se refiere justamente a esta desestabilización ontológica de lo que creeríamos entender por vida, por técnica y por ser humano. - Aquí es preciso hacer intervenir una posición que no figura explícitamente en el programa pero que puede ser una base para desentrañar la madeja entre vida, hombre, técnica y naturaleza. Se trata de la de Michel Foucault en dos momentos de su obra: en primer término, la relación que establece en Las palabras y las cosas entre trabajo, vida y lenguaje como datos empíricos fundamentales para la definición de la figura del hombre; y en segundo término, su pensamiento sobre la biopolítica, la gestión política de la vida, que 1 http://www.uoc.edu/artnodes ha tenido un renacimiento considerable en las últimas dos décadas de la mano de autores como Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy, Roberto Esposito, Paolo Virno, Toni Negri, Nikolas Rose, etc. - Para tratar todo esto podemos elegir dos caminos, según el título propuesto de la clase: hablamos de la relación entre política, tecnología y arte en el caso de la manipulación de la vida: o de una serie de inclusiones, en la que el bioarte entra dentro de la biotecnología y a su vez la biotecnología entra dentro de la biopolítica. Transitar los dos caminos nos permitirá llegar a una definición del bioarte que pone en juego, precisamente, las relaciones entre arte y técnica en la actualidad, y con cuyo ejemplo finalizaremos el seminario. 2) Una nueva concepción de la vida - En Las palabras y las cosas, Foucault afirmaba que la figura del hombre, sujeto y a la vez objeto de conocimiento, era el resultado del entrecruzamiento entre tres elementos que construyen su historia con independencia de la intervención del sujeto cognoscente: la vida, el trabajo y el lenguaje. Esto quiere decir que el hombre se entiende dentro de la gran historia de la vida (la teoría de la evolución), dentro de la gran historia de las sociedades (los modos de producción, por lo tanto de trabajo en tanto modificación de la naturaleza) y dentro de la gran historia de las culturas (pues los seres humanos nacen ya en un mundo nominado, un mundo atravesado por el lenguaje). Este es el panorama del siglo XIX, en el cual lo fundamental es comprender que los tres elementos necesitan a la figura del hombre para relacionarse: no puede haber vínculo entre vida y lenguaje, o entre trabajo y lenguaje, o entre vida y trabajo que no suponga a un ser que vive y a la vez trabaja y a la vez habla. - En el caso de la vida, que es el que nos ocupa, pasa a ser objeto de conocimiento y manipulación con la medicina moderna y con el nacimiento de la biología, pero siempre está escoltada (al menos en el siglo XIX, reiteramos) por la idea de naturaleza, en el sentido de una physis que tiene sus leyes inmutables, que incluso tiene su fuerza propia (el vitalismo en filosofía así lo señala), y que a lo sumo el hombre trata de conocer para dominar, tal como hemos visto con Bookchin y con Heidegger. La vida-naturaleza se vuelve así algo propio de lo humano, pero más propio de lo humano es la aplicación del trabajo (asimilable a la técnica para muchos autores; tema sobre el cual se explayó críticamente Simondon) sobre ella para construir precisamente la humanidad. - En otro momento de su obra, Foucault hablará de la vida en términos de biopolítica extremando lo que acabamos de decir: el hombre es aquel ser que gestiona su propia condición para convertirse en otra cosa, justamente en el hombre. La “gestión política de la vida”, la bio-política, es para Foucault un correlato evidente del humanismo como proyecto. Lo que denuncia con este término es que las supuestas bondades del humanismo resultan sepultadas por 2 los fenómenos históricos que, culminando con el nazismo, muestran que proyectar al hombre en el futuro significa entre otras cosas manipular su condición biológica. - Todo este rodeo apunta a explicitar el punto de partida de Sloterdijk para hablar de poshumanismo y de monstruosidades. Según él, se plantea una nueva concepción de la vida a partir de la biología molecular (década del ’40 del siglo XX) que deriva en una crisis de la autoposición del hombre. De allí la conexión entre biotecnología y poshumanismo, derivada a su vez de la posición heideggeriana (la biofísica como culminación de la era técnica moderna). Dicho de otro modo, preguntar por qué es la vida es preguntarse qué puede ser el hombre dentro de ella. 3) Biopolítica en el límite de la biotecnología - Foucault ha definido la biopolítica de varias maneras, ha dado diversos ejemplos y con ello sembró una gran cantidad de interpretaciones posibles, según los autores que citamos antes. - De todos ellos nos interesan dos posiciones, la de Roberto Esposito y la de Jean- Luc Nancy. El segundo sostiene que la idea moderna de vida, la que surge con la biología, supone ya desde siempre su manipulación, con lo cual su asociación con lo natural en tanto algo interno y a la vez ajeno al hombre no tiene sentido. Vida sería el nombre que los modernos, que transforman técnicamente todo el mundo, dan a la naturaleza que no era pasible de tantas transformaciones. Por otro lado, Esposito señala que Foucault, hablando del siglo XIX, permaneció dentro de la visión de entonces respecto de una coincidencia ontológica entre cuerpo y vida. La biología molecular, en cambio, abre el campo a un tipo de transformación técnica que obliga a replantearse si no hay un vínculo entre vida y técnica-trabajo que deja precisamente afuera al hombre como figura que las relaciona. Esto nos conduce de nuevo al poshumanismo. - Si seguimos este camino, entonces, no hay posibilidad de concebir una biopolítica que no sea biotecnología. Aquí entramos de lleno en los planteos de los tres textos que tenemos como base en este teórico. - Nikolas Rose afirma que dicha transformación técnica es posible por medio de una molecularizaciónde la vida. Esto se relaciona con Foucault cuando decía en la última clase de Defender la sociedad que la biopolítica está asociada con los saberes biológicos y médicos que pone en juego. Rose, junto con Paul Rabinow, sostienen que hay una triple determinación de las “políticas de la vida en la actualidad”: efectos de saber asociados a la vida molecular, técnicas de poder ligadas a la cuestión de los riesgos y modos de subjetivación ligados al cuidado de la salud. Los tres se necesitan y se apoyan unos en otros. En resumidas cuentas, la concepción de la vida como una serie de moléculas ensambladas de 3 una manera u otra deja afuera al cuerpo como realidad ontológica última de lo vital, como remarcaba Esposito. - Oron Catts y Ionat Zurr, creadores del laboratorio Symbiotic A, que funciona en la University of Western Australia y ha alojado a casi un centenar de artistas en el marco del Tissue Culture & Art Proyect (TC&A), sostienen que en la actualidad hay una gran cantidad de biomasa que es mantenida en vida bajo forma artificial y que constituyen un “cuerpo extendido” que ya no es el cuerpo en el que se ejercen y por donde pasan las relaciones de poder. “Hay toneladas de fragmentos de cuerpos (células, tejidos, órganos) que se mantienen en animación suspendida en condiciones criogénicas. Toda esta biomasa requiere una intervención tecnológica intensiva para prevenir que se transforme a un estado no-vivo. Este tipo de ser (o semiser/semivivo) no encaja en las clasificaciones biológicas ni tampoco culturales actuales. La noción de cuerpo ex-tendido se puede ver como una manera de definir esta categoría de vida, que mantiene la necesidad de clasificación y al mismo tiempo intenta desestabilizar algunas de las arraigadas percepciones de la clasificación de los seres vivos”. (Catts y Zurr, 2006:4). - Si asumimos un cuerpo extendido, un tipo de ser semivivo y una vida entendida al modo molecular, esto es, analizada en términos estrictamente físicos (despojados ya de vitalismo, como plantea la famosa frase de un famoso biólogo molecular, François Jacob: “Ya no se interroga a la vida en los laboratorios”), cabe entonces la pregunta que se hace Patricia Digilio: “¿cuál es el tipo de bios al que esta [bio]tecnología remite? ¿En qué medida la biotecnología puede ser comprendida en los límites de la biopolítica?” - Todo esto es posible por la biología molecular y particularmente, dentro de ella, por la genética. ¿Qué es lo que sorprende hoy de la manipulación genética? ¿Acaso las razas de los animales domésticos no son el resultado de una manipulación biotecnológica de muchísimos siglos? El asunto es que el bios de esta nueva biotecnología es una entidad llamada gen, concentrada en una molécula llamada ADN. El ADN ha sido reificado como el gran responsable del “secreto de la vida” bajo metáforas enteramente artificiales, como la de “programa”: cada cuerpo está programado vitalmente para tener tal o cual enfermedad o tal o cual tendencia más o menos soportable (la calvicie, por ejemplo), así como la computadora es un programa. En esto es clave la idea de información, ya trabajada por Simondon, Heidegger y Sloterdijk. A través de la cibernética, podemos ver cómo las analogías entre los seres vivos y los seres artificiales, fustigadas por Simondon, adquieren ribetes extraordinarios. Pero no hay que creer que las inauguran: allí tenemos justamente a Frankestein, el “moderno Prometeo” (con toda la carga que, recordemos, el mito de Prometeo tiene para la definición de la técnica), enclavado en los inicios del siglo XIX. La información permite en este sentido la nueva versión de tal analogía. - El gen hace fantasear con la idea de una esencia de la vida que puede ser manipulada extracorporalmente. Esta fantasía es la que anima a la 4 biotecnología actual. La información, el código genético, es la clave de todo lo que nos pasa. Pero yendo más allá, sin pasar por los seres humanos, es la información la que mueve hilos centrales de la economía mundial. No hablamos de Internet ni de Bill Gates, sino de los alimentos transgénicos. La manipulación genética es el resultado más extraordinario, pero no el único, del complejo biotecnológico actual. 4) Biotecnología en el límite del bioarte - Quisiera ahora volver sobre una definición de Simondon sobre la artificialidad que nos permite abrirnos a la relación entre arte y técnica en este nuevo contexto y a la vez retomando la ambivalencia de la techné griega: “La artificialidad esencial de un objeto reside en el hecho de que el hombre debe intervenir para mantener este objeto en la existencia protegiéndolo contra el mundo natural, dándole un estatuto aparte de existencia. La artificialidad no es una característica que denote el origen fabricado del objeto, por oposición a la espontaneidad productiva de la naturaleza: la artificialidad es aquello interior a la acción artificializante del hombre, sea porque esta acción interviene sobre un objeto natural o sobre un objeto enteramente fabricado; una flor obtenida en un invernadero climatizado y que solamente da pétalos (flor doble), sin poder engendrar un fruto, es la flor de una planta artificializada: el hombre ha desviado las funciones de dicha planta de su cumplimiento coherente, aunque no pueda ya reproducirse más que por procedimientos tales como el injerto, que exige la intervención humana. La artificialización de un objeto natural da resultados opuestos a los de la concretización técnica: la planta artificializada sólo puede existir en ese laboratorio para vegetales que es un invernadero, con su sistema complejo de regulaciones térmicas e hidráulicas. El sistema primitivamente coherente de los funcionamientos biológicos se ha abierto en funciones independientes unas de otras, vinculadas solamente por los cuidados del jardinero; la floración se ha convertido en una floración pura, desligada, anómica; la planta florece hasta el agotamiento, sin producir granos. Pierde sus capacidades iniciales de resistencia al frío, a la sequía, a la insolación; las regulaciones del objeto primitivamente natural se convierten en las regulaciones artificiales del invernadero. La artificialización es un proceso de abstracción en el objeto artificializado” (El modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires, Prometeo, pp.67-68). - Simondon toma a un ser vivo, como una planta, como ejemplo de artificialidad porque busca demostrar precisamente que el carácter técnico de la creación humana no tiene que ver con su oposición a lo natural, poniendo en cuestión la distinción entre physis y techné (recordando, otra vez, que estos términos no son completamente equiparables a nuestros naturaleza y técnica). ¿Qué es lo técnico cuando se introduce en lo natural? Parte de la respuesta se encuentra en la distinción de Sloterdijk entre alotecnología y homeotecnología. En la alotecnología, la materia es un mero soporte de transformaciones; en la homeotecnología, esa misma materia tiene forma (como planteaba Simondon en su crítica al esquema hilemórfico) y sobre todo tiene información; por lo tanto, las transformaciones tienen que habérselas con una entidad que tiene en sí el principio de su propio movimiento, para decirlo aristotélicamente. Lo 5 que destaca Sloterdijk es que si la vida es información, también el ejemplo de Simondon nos queda un tanto anticuado, pues ahora sabemos que la materia viva hace cosas que reconocíamos como únicamente humanas. - Podemos decir, entonces, que si siempre en la historia humana hubo biotecnología, sólo en nuestro tiempo emergió un pensamiento sobre la técnica que permitiera pensarla como tal; si no fuera así,hasta Aristóteles podría haber reflexionado sobre el carácter técnico de una plantación de tomates. Ahora bien, en general la reflexión se orientó a las máquinas y a los artefactos, sin considerar que toda modificación en una entidad viviente también supone algo técnico. Así, el señalamiento de Esposito respecto a la biopolítica en Foucault puede ser complementado: quizás la novedad no resida en la introducción de la técnica en la vida y en el cuerpo, sino más bien en el hecho de que existe un verosímil científico, llamado genética, que asegura que un individuo viviente puede ser artificial desde el inicio de su existencia. - Tenemos como ejemplo notable el caso de los cultivos transgénicos, para la cual se aplica perfectamente la reflexión de Simondon. La parte fundamental de la modificación genética de las semillas no consiste, como se podría pensar, en “hacerlas mejores” al modo de un evolucionismo banal o de una eugenesia. Consiste en hacerla resistente a los venenos para matar a todas las malezas que impedirían su crecimiento una vez sembradas, el principal de los cuales es el conocido glifosato. Esto quiere decir que la planta transgénica, completamente artificial, necesita de la mano constante del hombre para sobrevivir, pues sin venenos las plantaciones morirían. Gran parte del debate sobre las consecuencias negativas del glifosato provienen de que su toxicidad es muy alta. Entonces, en lugar de imaginar un veneno menos tóxico, se hacen semillas resistentes. Es un ejemplo de la irracionalidad que habita a la racionalidad técnica, si admitimos colocar este caso dentro de esa racionalidad. La toxicidad está comprobada pero se sigue adelante y se mejoran las semillas transgénicas. De paso, los productores quedan presos de comprar el pack: las semillas transgénicas con el glifosato. Si usaran sólo el glifosato, las plantas morirían o serían tóxicas. - Aquí es donde, aunque pueda parecer insólito, aparece con fuerza la problemática del bioarte. Sobre sus definiciones, sobre sus corrientes, sobre sus implicancias hablaremos la semana que viene. Pero podemos retener algo básico: el bioarte se desarrolla cuando aparece una biotecnología que promete tratar a las entidades vivientes como artificios desde su propio nacimiento, o antes. En tanto artificio, como para los griegos, puede ser comprendido bajo el paradigma de la producción y de la creación. Pero para nosotros, modernos, la producción y la creación suelen caminar separadamente. Así, nos referimos a biotecnología para hablar de una semilla transgénica, realizada en laboratorios con grandes respaldos económicos y sometida a criterios de productividad, y a bioarte para hablar de una coneja modificada genéticamente para que ante rayos ultravioletas produzca fluorescencia en su pelaje. Pero en ambos casos hay una modificación genética que transforma en artificial a un ser vivo, no sólo 6 por modificar sus condiciones naturaleza, sino también y sobre todo por hacerlo desde su misma génesis. - Ahora bien, uno de los argumentos presentes en las reflexiones y manifiestos sobre el bioarte apunta precisamente a distinguirse de la biotecnología en su carácter no racional, artístico, estético. El bioarte podría ser definido como un tipo de biotecnología que no reconoce la racionalidad instrumental como parámetro de su desarrollo. Al mismo tiempo, al menos en lo que hace al arte transgénico (el bioarte que opera con genes), es imposible que el artista se sustraiga del laboratorio, con el cual se desplegarán relaciones de alianzas y de rupturas conforme echa vuelo la tensión en los límites de lo útil y lo estético. Si Simondon decía que lo útil y lo estético podían ser combinables, el bioarte en este sentido sería un ejemplo insuperable. - Si aceptamos que el bioarte es una forma de biotecnología y la biotecnología una forma de la biopolítica, entonces se nos hace imperioso observar de qué tipo de vida hablamos, si puede ser distinguida de lo no-vivo (sea lo muerto, lo técnico, lo máquinico, lo natural inerte, etc.), lo cual nos devuelve al principio: cuál es la relación entre vida y hombre, qué discursos de verdad sostienen la idea de lo vivo en cada momento histórico, cómo se entrama todo esto con la problemática de la técnica. 5) El bioarte en el límite de lo que entendemos por vida - Respecto de la biotecnología, el bioarte pretende convertirse en un discurso crítico acerca del nuevo estadio de la manipulación de la vida que comenzó con la biología molecular. Para hacerlo, de todos modos, el bioarte necesita a la biotecnología materialmente, esto es, tiene que emplear conocimientos científicos para generar obras de arte que son, parafraseando a Benjamin, absolutamente técnicas y en nada reproductibles. En todo caso, el bioarte es arte hecho con material que se reproduce a sí mismo, y esto es justamente lo que no tiene de técnico: podemos hacer una semilla transgénica y eso sería un artefacto, pero el hecho de que crezca obedece simplemente a que es un elemento viviente. - Respecto de la biopolítica, el bioarte presenta una dificultad para seguir pensando la vida como lo hacíamos, en consonancia con lo que dijimos al principio sobre la biopolítica molecular (Rose), el cuerpo extendido (Catts-Zurr) y la necesidad de volver a pensar la biopolítica (Digilio). ¿Es la vida un fenómeno unitario, identificable, un genero común de toda una serie de entidades de este mundo? La misma pregunta cabía para el vocablo “técnica” en el sentido de Simondon, y la respuesta está en los condicionamientos históricos. Como decía Nancy, decir “vida” en términos modernos es similar a decir “algo manipulable”, por lo que “manipulación de la vida” sería algo tautológico. Los dilemas éticos que plantean las nuevas biotecnologías, desde la existencia de los biobancos hasta la práctica del aborto y desde los discursos 7 ecológicos hasta los bioartísticos, derivan en parte de seguir considerando a la vida como algo relativamente “sagrado”, y en el caso del hombre esto se exacerba. La posesión del cuerpo y la intocabilidad de su vida están garantizadas por el derecho, pero en términos científicos, técnicos y artísticos esto ya no es así; de otro modo, sería imposible hacer una selección de embriones para implantar en un útero en la técnica de la fertilización asistida. Algo de esto resuena en la frase de Sloterdijk en “La vejación a través de las máquinas” sobre los modernos: “pensar en términos pretécnicos y vivir técnicamente”. - Entonces, la vida y la técnica no son realidades homogéneas que recubren la definición de una gran diversidad de seres pero en los hechos su vínculo se ha hecho mucho más estrecho en los últimos 50 años. Ahora bien, ¿con qué criterios se hace criticable este nuevo contexto? ¿Debemos aceptar sin más esta nueva era de dominio técnico, que ahora “profana” lo que creíamos sagrado? Creo que aquí hay que ser muy cuidadoso para no caer en posiciones reaccionarias y mantener sin embargo una postura crítica; todo un desafío para la siempre presente noción de progreso. Sería ingenuo, por ejemplo, oponerse a los transgénicos en nombre de una naturaleza intocable; si se fuera coherente, eso nos transformaría en opositores del aborto. Si en cambio nos oponemos a los transgénicos por sus consecuencias económicas y ambientales, esto es, por su atravesamiento por la técnica en lo que tiene de más irracional en su alianza con el capitalismo, sería el equivalente de apoyar el aborto en nombre de las condiciones sociales que debería soportar ese embrión que iba a nacer. En ambos casos, antepondríamos razones históricas y sociales a las ontológicas, por asumir precisamente que las cosasestán cambiando en términos ontológicos y, en última instancia, porque la misma ontología tiene raíces históricas y sociales. Se trata sin dudas de un problema muy complejo. - Con esto también podríamos hacer una lectura adicional acerca del poshumanismo. Quizás lo poshumano se defina, en parte, por una imbricación entre elementos vivientes y sistemas técnicos (para no hablar de “vida” y “técnica”) que pone en crisis la relación que mantenía el “hombre” con la “vida”. Decía Foucault que la muerte de Dios, la famosa sentencia nietzscheana, supone irremediablemente la muerte del hombre: la profanación de la vida “sagrada” quizás sea una manifestación práctica y recién ahora estemos dejando atrás el siglo XIX. Pero es claro que con ello también se arrastra al pensamiento tradicional de la técnica, como quería Simondon. Y sin embargo, ¿no estaremos “adaptándonos”, en un mal sentido, como dice Bookchin, a los cambios producidos, quedándonos sin capacidad crítica? Sloterdijk respondería que es la misma capacidad crítica la que tiene que pensar todo de nuevo. ¿Es suficiente? 8 6) Aperturas - Todas estas preguntas ponen en el tapete el otro recorrido propuesto en el principio de esta clase: la relación entre política, tecnología y arte. Se trata en lo esencial de una redistribución de los roles que pasa, en el caso del bioarte, por el fin de la oposición tajante entre técnica y arte, entre utilidad y esteticidad. El bioarte apuesta a transformar a partir de esto el arte en política como crítica a lo existente, de un modo sin dudas diferente al imaginado por las vanguardias. Como verán en la clase próxima, este es uno de los desafíos del bioarte para legitimarse en el campo artístico, y al mismo tiempo tiene algo a su favor: reconoce que el campo de lo estético, en tanto inmediatamente técnico, ya se ha sustraído a la definición de lo bello, al paradigma de las “bellas artes”. Esto quisieron hacer las vanguardias, pero si observamos el pensamiento de Simondon o de Heidegger, quizás ellos también hayan estado presos de una definición algo anticuada de arte: una definición que no está a la altura del dominio técnico. Y por ello la crítica sólo podría ser desplegada desde dentro de esta relación entre arte y técnica, y no desde fuera, denunciándola en nombre de formas ya perimidas. - Es preciso al mismo tiempo identificar las nuevas definiciones de vida en términos ontológicos: Cito a Patricia Digilio: una célula es “el último ‘elemento’ viviente de lo viviente. Las macromoléculas, en cambio, son elementos fundamentales de la célula y por lo tanto de lo viviente pero no son vivientes de acuerdo con la definición de lo viviente mentada. Se observa entonces cómo en este proceso de reducción de lo viviente bajo la concepción mecanicista se pasa de los elementos vivientes de lo viviente a los elementos no vivientes de lo viviente para explicar lo viviente” (pp. 82-83). En La individuación, de hecho, Simondon se preguntaba (y en 1958, no en 2013) cuál era el límite entre individuación física y viviente en el caso de un virus. Tiene fragmentos de ADN, pero carece de todo lo demás y necesita de hecho un cuerpo al que parasitar (que puede ser el de un ser humano, un tigre o una colonia de bacterias) para poder “vivir”. ¿Está vivo, entonces? La vida molecularizada, como plantea Rose, tiene un sustrato de no-vida, y todas las manipulaciones genéticas se realizan sobre la base de interacciones moleculares que no están actuando en un cuerpo, o sea, no están “vivas”. Muchos biólogos de hecho se rehúsan a pensar en el ADN como el “secreto de la vida” porque es una molécula muerta. Esta fisicalización de la vida es un dato adicional para repensar el estatuto de lo viviente en la actualidad, y por qué entró en un nuevo orden de composición con lo técnico y con lo humano. El bioarte es expresión de ese orden. 9
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