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Guía Teórica 11 curso de verano 2013

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Seminario de Informática y Sociedad
Curso de verano 2013
Guía teórica 11: Biopolítica, biotecnología y bioarte
Prof. Pablo Rodríguez
Textos de base:
Rose, Nikolas (2012). “Biopolítica en el siglo XXI”. En Políticas de la vida. La Plata, 
Unipe. 
Catts,Oron y Ionat Zurr (2006). “Hacia una nueva clase de ser. El cuerpo extendido”; en 
revista Artnodes nº 6. www.uoc.edu/artnodes
Digilio, Patricia (2008). “La biotecnología en los límites de la biopolítica”. En Bartleby: 
preferiría no. Lo bio-político, lo post-humano. Buenos Aires, La Cebra.
1) Ubicación del problema 
- La problemática de la biotecnología se encuentra en el límite de varias 
cuestiones que vinimos trabajando a lo largo del seminario y que desembocan 
en la cuestión del bioarte. 
- Por un lado, la biotecnología contemporánea, basada sin dudas en la biología 
molecular y en sus ingenierías derivadas, marca un umbral en la relación entre 
hombre y técnica. Esto es lo que subraya Sloterdijk con sus tematizaciones 
sobre la época de lo monstruoso y sobre el poshumanismo. 
- Por otro lado, la biotecnología obliga a replantearse el modo en que se 
comprende la vida en la modernidad, y hasta dónde puede ser entendida como 
sinónimo de naturaleza, lo cual nos devuelve a aquel viejo problema de la 
techné en su versión aristotélica: la división entre lo que existe porque tiene en 
sí su principio de movimiento, la physis, y lo que existe sin naturaleza ni 
necesidad, la techné. Tendríamos con la biotecnología una techné de la physis, 
o justamente una techné de la bios (vida), que supera con creces lo que 
podemos esperar de la transformación técnica. Cuando en “Lenguaje de 
tradición y lenguaje técnico” Heidegger menciona a la biofísica como un gran 
peligro derivado del reino de la técnica moderna (junto al peligro atómico), se 
refiere justamente a esta desestabilización ontológica de lo que creeríamos 
entender por vida, por técnica y por ser humano.
- Aquí es preciso hacer intervenir una posición que no figura explícitamente en el 
programa pero que puede ser una base para desentrañar la madeja entre vida, 
hombre, técnica y naturaleza. Se trata de la de Michel Foucault en dos 
momentos de su obra: en primer término, la relación que establece en Las 
palabras y las cosas entre trabajo, vida y lenguaje como datos empíricos 
fundamentales para la definición de la figura del hombre; y en segundo 
término, su pensamiento sobre la biopolítica, la gestión política de la vida, que 
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http://www.uoc.edu/artnodes
ha tenido un renacimiento considerable en las últimas dos décadas de la mano 
de autores como Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy, Roberto Esposito, Paolo 
Virno, Toni Negri, Nikolas Rose, etc. 
- Para tratar todo esto podemos elegir dos caminos, según el título propuesto de 
la clase: hablamos de la relación entre política, tecnología y arte en el caso de la 
manipulación de la vida: o de una serie de inclusiones, en la que el bioarte 
entra dentro de la biotecnología y a su vez la biotecnología entra dentro de la 
biopolítica. Transitar los dos caminos nos permitirá llegar a una definición del 
bioarte que pone en juego, precisamente, las relaciones entre arte y técnica en 
la actualidad, y con cuyo ejemplo finalizaremos el seminario.
2) Una nueva concepción de la vida
- En Las palabras y las cosas, Foucault afirmaba que la figura del hombre, sujeto 
y a la vez objeto de conocimiento, era el resultado del entrecruzamiento entre 
tres elementos que construyen su historia con independencia de la 
intervención del sujeto cognoscente: la vida, el trabajo y el lenguaje. Esto 
quiere decir que el hombre se entiende dentro de la gran historia de la vida (la 
teoría de la evolución), dentro de la gran historia de las sociedades (los modos 
de producción, por lo tanto de trabajo en tanto modificación de la naturaleza) y 
dentro de la gran historia de las culturas (pues los seres humanos nacen ya en 
un mundo nominado, un mundo atravesado por el lenguaje). Este es el 
panorama del siglo XIX, en el cual lo fundamental es comprender que los tres 
elementos necesitan a la figura del hombre para relacionarse: no puede haber 
vínculo entre vida y lenguaje, o entre trabajo y lenguaje, o entre vida y trabajo 
que no suponga a un ser que vive y a la vez trabaja y a la vez habla.
- En el caso de la vida, que es el que nos ocupa, pasa a ser objeto de 
conocimiento y manipulación con la medicina moderna y con el nacimiento de 
la biología, pero siempre está escoltada (al menos en el siglo XIX, reiteramos) 
por la idea de naturaleza, en el sentido de una physis que tiene sus leyes 
inmutables, que incluso tiene su fuerza propia (el vitalismo en filosofía así lo 
señala), y que a lo sumo el hombre trata de conocer para dominar, tal como 
hemos visto con Bookchin y con Heidegger. La vida-naturaleza se vuelve así 
algo propio de lo humano, pero más propio de lo humano es la aplicación del 
trabajo (asimilable a la técnica para muchos autores; tema sobre el cual se 
explayó críticamente Simondon) sobre ella para construir precisamente la 
humanidad.
- En otro momento de su obra, Foucault hablará de la vida en términos de 
biopolítica extremando lo que acabamos de decir: el hombre es aquel ser que 
gestiona su propia condición para convertirse en otra cosa, justamente en el 
hombre. La “gestión política de la vida”, la bio-política, es para Foucault un 
correlato evidente del humanismo como proyecto. Lo que denuncia con este 
término es que las supuestas bondades del humanismo resultan sepultadas por 
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los fenómenos históricos que, culminando con el nazismo, muestran que 
proyectar al hombre en el futuro significa entre otras cosas manipular su 
condición biológica.
- Todo este rodeo apunta a explicitar el punto de partida de Sloterdijk para 
hablar de poshumanismo y de monstruosidades. Según él, se plantea una 
nueva concepción de la vida a partir de la biología molecular (década del ’40 
del siglo XX) que deriva en una crisis de la autoposición del hombre. De allí la 
conexión entre biotecnología y poshumanismo, derivada a su vez de la posición 
heideggeriana (la biofísica como culminación de la era técnica moderna). Dicho 
de otro modo, preguntar por qué es la vida es preguntarse qué puede ser el 
hombre dentro de ella.
3) Biopolítica en el límite de la biotecnología
- Foucault ha definido la biopolítica de varias maneras, ha dado diversos 
ejemplos y con ello sembró una gran cantidad de interpretaciones posibles, 
según los autores que citamos antes. 
- De todos ellos nos interesan dos posiciones, la de Roberto Esposito y la de Jean-
Luc Nancy. El segundo sostiene que la idea moderna de vida, la que surge con 
la biología, supone ya desde siempre su manipulación, con lo cual su asociación 
con lo natural en tanto algo interno y a la vez ajeno al hombre no tiene sentido. 
Vida sería el nombre que los modernos, que transforman técnicamente todo el 
mundo, dan a la naturaleza que no era pasible de tantas transformaciones. Por 
otro lado, Esposito señala que Foucault, hablando del siglo XIX, permaneció 
dentro de la visión de entonces respecto de una coincidencia ontológica entre 
cuerpo y vida. La biología molecular, en cambio, abre el campo a un tipo de 
transformación técnica que obliga a replantearse si no hay un vínculo entre 
vida y técnica-trabajo que deja precisamente afuera al hombre como figura que 
las relaciona. Esto nos conduce de nuevo al poshumanismo.
- Si seguimos este camino, entonces, no hay posibilidad de concebir una 
biopolítica que no sea biotecnología. Aquí entramos de lleno en los planteos de 
los tres textos que tenemos como base en este teórico.
- Nikolas Rose afirma que dicha transformación técnica es posible por medio de 
una molecularizaciónde la vida. Esto se relaciona con Foucault cuando decía en 
la última clase de Defender la sociedad que la biopolítica está asociada con los 
saberes biológicos y médicos que pone en juego. Rose, junto con Paul Rabinow, 
sostienen que hay una triple determinación de las “políticas de la vida en la 
actualidad”: efectos de saber asociados a la vida molecular, técnicas de poder 
ligadas a la cuestión de los riesgos y modos de subjetivación ligados al cuidado 
de la salud. Los tres se necesitan y se apoyan unos en otros. En resumidas 
cuentas, la concepción de la vida como una serie de moléculas ensambladas de 
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una manera u otra deja afuera al cuerpo como realidad ontológica última de lo 
vital, como remarcaba Esposito.
- Oron Catts y Ionat Zurr, creadores del laboratorio Symbiotic A, que funciona en 
la University of Western Australia y ha alojado a casi un centenar de artistas en 
el marco del Tissue Culture & Art Proyect (TC&A), sostienen que en la 
actualidad hay una gran cantidad de biomasa que es mantenida en vida bajo 
forma artificial y que constituyen un “cuerpo extendido” que ya no es el cuerpo 
en el que se ejercen y por donde pasan las relaciones de poder. “Hay toneladas 
de fragmentos de cuerpos (células, tejidos, órganos) que se mantienen en 
animación suspendida en condiciones criogénicas. Toda esta biomasa requiere 
una intervención tecnológica intensiva para prevenir que se transforme a un 
estado no-vivo. Este tipo de ser (o semiser/semivivo) no encaja en las 
clasificaciones biológicas ni tampoco culturales actuales. La noción de cuerpo 
ex-tendido se puede ver como una manera de definir esta categoría de vida, 
que mantiene la necesidad de clasificación y al mismo tiempo intenta 
desestabilizar algunas de las arraigadas percepciones de la clasificación de los 
seres vivos”. (Catts y Zurr, 2006:4).
- Si asumimos un cuerpo extendido, un tipo de ser semivivo y una vida entendida 
al modo molecular, esto es, analizada en términos estrictamente físicos 
(despojados ya de vitalismo, como plantea la famosa frase de un famoso 
biólogo molecular, François Jacob: “Ya no se interroga a la vida en los 
laboratorios”), cabe entonces la pregunta que se hace Patricia Digilio: “¿cuál es 
el tipo de bios al que esta [bio]tecnología remite? ¿En qué medida la 
biotecnología puede ser comprendida en los límites de la biopolítica?”
- Todo esto es posible por la biología molecular y particularmente, dentro de ella, 
por la genética. ¿Qué es lo que sorprende hoy de la manipulación genética? 
¿Acaso las razas de los animales domésticos no son el resultado de una 
manipulación biotecnológica de muchísimos siglos? El asunto es que el bios de 
esta nueva biotecnología es una entidad llamada gen, concentrada en una 
molécula llamada ADN. El ADN ha sido reificado como el gran responsable del 
“secreto de la vida” bajo metáforas enteramente artificiales, como la de 
“programa”: cada cuerpo está programado vitalmente para tener tal o cual 
enfermedad o tal o cual tendencia más o menos soportable (la calvicie, por 
ejemplo), así como la computadora es un programa. En esto es clave la idea de 
información, ya trabajada por Simondon, Heidegger y Sloterdijk. A través de la 
cibernética, podemos ver cómo las analogías entre los seres vivos y los seres 
artificiales, fustigadas por Simondon, adquieren ribetes extraordinarios. Pero 
no hay que creer que las inauguran: allí tenemos justamente a Frankestein, el 
“moderno Prometeo” (con toda la carga que, recordemos, el mito de Prometeo 
tiene para la definición de la técnica), enclavado en los inicios del siglo XIX. La 
información permite en este sentido la nueva versión de tal analogía.
- El gen hace fantasear con la idea de una esencia de la vida que puede ser 
manipulada extracorporalmente. Esta fantasía es la que anima a la 
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biotecnología actual. La información, el código genético, es la clave de todo lo 
que nos pasa. Pero yendo más allá, sin pasar por los seres humanos, es la 
información la que mueve hilos centrales de la economía mundial. No 
hablamos de Internet ni de Bill Gates, sino de los alimentos transgénicos. La 
manipulación genética es el resultado más extraordinario, pero no el único, del 
complejo biotecnológico actual. 
4) Biotecnología en el límite del bioarte
- Quisiera ahora volver sobre una definición de Simondon sobre la artificialidad 
que nos permite abrirnos a la relación entre arte y técnica en este nuevo 
contexto y a la vez retomando la ambivalencia de la techné griega:
“La artificialidad esencial de un objeto reside en el hecho de que el hombre debe 
intervenir para mantener este objeto en la existencia protegiéndolo contra el mundo 
natural, dándole un estatuto aparte de existencia. La artificialidad no es una 
característica que denote el origen fabricado del objeto, por oposición a la 
espontaneidad productiva de la naturaleza: la artificialidad es aquello interior a la 
acción artificializante del hombre, sea porque esta acción interviene sobre un objeto 
natural o sobre un objeto enteramente fabricado; una flor obtenida en un invernadero 
climatizado y que solamente da pétalos (flor doble), sin poder engendrar un fruto, es la 
flor de una planta artificializada: el hombre ha desviado las funciones de dicha planta 
de su cumplimiento coherente, aunque no pueda ya reproducirse más que por 
procedimientos tales como el injerto, que exige la intervención humana. La 
artificialización de un objeto natural da resultados opuestos a los de la concretización 
técnica: la planta artificializada sólo puede existir en ese laboratorio para vegetales 
que es un invernadero, con su sistema complejo de regulaciones térmicas e hidráulicas. 
El sistema primitivamente coherente de los funcionamientos biológicos se ha abierto en 
funciones independientes unas de otras, vinculadas solamente por los cuidados del 
jardinero; la floración se ha convertido en una floración pura, desligada, anómica; la 
planta florece hasta el agotamiento, sin producir granos. Pierde sus capacidades 
iniciales de resistencia al frío, a la sequía, a la insolación; las regulaciones del objeto 
primitivamente natural se convierten en las regulaciones artificiales del invernadero. 
La artificialización es un proceso de abstracción en el objeto artificializado” (El modo 
de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires, Prometeo, pp.67-68).
- Simondon toma a un ser vivo, como una planta, como ejemplo de artificialidad 
porque busca demostrar precisamente que el carácter técnico de la creación 
humana no tiene que ver con su oposición a lo natural, poniendo en cuestión la 
distinción entre physis y techné (recordando, otra vez, que estos términos no 
son completamente equiparables a nuestros naturaleza y técnica). ¿Qué es lo 
técnico cuando se introduce en lo natural? Parte de la respuesta se encuentra 
en la distinción de Sloterdijk entre alotecnología y homeotecnología. En la 
alotecnología, la materia es un mero soporte de transformaciones; en la 
homeotecnología, esa misma materia tiene forma (como planteaba Simondon 
en su crítica al esquema hilemórfico) y sobre todo tiene información; por lo 
tanto, las transformaciones tienen que habérselas con una entidad que tiene 
en sí el principio de su propio movimiento, para decirlo aristotélicamente. Lo 
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que destaca Sloterdijk es que si la vida es información, también el ejemplo de 
Simondon nos queda un tanto anticuado, pues ahora sabemos que la materia 
viva hace cosas que reconocíamos como únicamente humanas.
- Podemos decir, entonces, que si siempre en la historia humana hubo 
biotecnología, sólo en nuestro tiempo emergió un pensamiento sobre la 
técnica que permitiera pensarla como tal; si no fuera así,hasta Aristóteles 
podría haber reflexionado sobre el carácter técnico de una plantación de 
tomates. Ahora bien, en general la reflexión se orientó a las máquinas y a los 
artefactos, sin considerar que toda modificación en una entidad viviente 
también supone algo técnico. Así, el señalamiento de Esposito respecto a la 
biopolítica en Foucault puede ser complementado: quizás la novedad no resida 
en la introducción de la técnica en la vida y en el cuerpo, sino más bien en el 
hecho de que existe un verosímil científico, llamado genética, que asegura que 
un individuo viviente puede ser artificial desde el inicio de su existencia.
- Tenemos como ejemplo notable el caso de los cultivos transgénicos, para la 
cual se aplica perfectamente la reflexión de Simondon. La parte fundamental 
de la modificación genética de las semillas no consiste, como se podría pensar, 
en “hacerlas mejores” al modo de un evolucionismo banal o de una eugenesia. 
Consiste en hacerla resistente a los venenos para matar a todas las malezas que 
impedirían su crecimiento una vez sembradas, el principal de los cuales es el 
conocido glifosato. Esto quiere decir que la planta transgénica, completamente 
artificial, necesita de la mano constante del hombre para sobrevivir, pues sin 
venenos las plantaciones morirían. Gran parte del debate sobre las 
consecuencias negativas del glifosato provienen de que su toxicidad es muy 
alta. Entonces, en lugar de imaginar un veneno menos tóxico, se hacen semillas 
resistentes. Es un ejemplo de la irracionalidad que habita a la racionalidad 
técnica, si admitimos colocar este caso dentro de esa racionalidad. La toxicidad 
está comprobada pero se sigue adelante y se mejoran las semillas transgénicas. 
De paso, los productores quedan presos de comprar el pack: las semillas 
transgénicas con el glifosato. Si usaran sólo el glifosato, las plantas morirían o 
serían tóxicas.
- Aquí es donde, aunque pueda parecer insólito, aparece con fuerza la 
problemática del bioarte. Sobre sus definiciones, sobre sus corrientes, sobre 
sus implicancias hablaremos la semana que viene. Pero podemos retener algo 
básico: el bioarte se desarrolla cuando aparece una biotecnología que promete 
tratar a las entidades vivientes como artificios desde su propio nacimiento, o 
antes. En tanto artificio, como para los griegos, puede ser comprendido bajo el 
paradigma de la producción y de la creación. Pero para nosotros, modernos, la 
producción y la creación suelen caminar separadamente. Así, nos referimos a 
biotecnología para hablar de una semilla transgénica, realizada en laboratorios 
con grandes respaldos económicos y sometida a criterios de productividad, y a 
bioarte para hablar de una coneja modificada genéticamente para que ante 
rayos ultravioletas produzca fluorescencia en su pelaje. Pero en ambos casos 
hay una modificación genética que transforma en artificial a un ser vivo, no sólo 
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por modificar sus condiciones naturaleza, sino también y sobre todo por 
hacerlo desde su misma génesis.
- Ahora bien, uno de los argumentos presentes en las reflexiones y manifiestos 
sobre el bioarte apunta precisamente a distinguirse de la biotecnología en su 
carácter no racional, artístico, estético. El bioarte podría ser definido como un 
tipo de biotecnología que no reconoce la racionalidad instrumental como 
parámetro de su desarrollo. Al mismo tiempo, al menos en lo que hace al arte 
transgénico (el bioarte que opera con genes), es imposible que el artista se 
sustraiga del laboratorio, con el cual se desplegarán relaciones de alianzas y de 
rupturas conforme echa vuelo la tensión en los límites de lo útil y lo estético. Si 
Simondon decía que lo útil y lo estético podían ser combinables, el bioarte en 
este sentido sería un ejemplo insuperable.
- Si aceptamos que el bioarte es una forma de biotecnología y la biotecnología 
una forma de la biopolítica, entonces se nos hace imperioso observar de qué 
tipo de vida hablamos, si puede ser distinguida de lo no-vivo (sea lo muerto, lo 
técnico, lo máquinico, lo natural inerte, etc.), lo cual nos devuelve al principio: 
cuál es la relación entre vida y hombre, qué discursos de verdad sostienen la 
idea de lo vivo en cada momento histórico, cómo se entrama todo esto con la 
problemática de la técnica.
5) El bioarte en el límite de lo que entendemos por vida
- Respecto de la biotecnología, el bioarte pretende convertirse en un discurso 
crítico acerca del nuevo estadio de la manipulación de la vida que comenzó con 
la biología molecular. Para hacerlo, de todos modos, el bioarte necesita a la 
biotecnología materialmente, esto es, tiene que emplear conocimientos 
científicos para generar obras de arte que son, parafraseando a Benjamin, 
absolutamente técnicas y en nada reproductibles. En todo caso, el bioarte es 
arte hecho con material que se reproduce a sí mismo, y esto es justamente lo 
que no tiene de técnico: podemos hacer una semilla transgénica y eso sería un 
artefacto, pero el hecho de que crezca obedece simplemente a que es un 
elemento viviente. 
- Respecto de la biopolítica, el bioarte presenta una dificultad para seguir 
pensando la vida como lo hacíamos, en consonancia con lo que dijimos al 
principio sobre la biopolítica molecular (Rose), el cuerpo extendido (Catts-Zurr) 
y la necesidad de volver a pensar la biopolítica (Digilio). ¿Es la vida un 
fenómeno unitario, identificable, un genero común de toda una serie de 
entidades de este mundo? La misma pregunta cabía para el vocablo “técnica” 
en el sentido de Simondon, y la respuesta está en los condicionamientos 
históricos. Como decía Nancy, decir “vida” en términos modernos es similar a 
decir “algo manipulable”, por lo que “manipulación de la vida” sería algo 
tautológico. Los dilemas éticos que plantean las nuevas biotecnologías, desde 
la existencia de los biobancos hasta la práctica del aborto y desde los discursos 
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ecológicos hasta los bioartísticos, derivan en parte de seguir considerando a la 
vida como algo relativamente “sagrado”, y en el caso del hombre esto se 
exacerba. La posesión del cuerpo y la intocabilidad de su vida están 
garantizadas por el derecho, pero en términos científicos, técnicos y artísticos 
esto ya no es así; de otro modo, sería imposible hacer una selección de 
embriones para implantar en un útero en la técnica de la fertilización asistida. 
Algo de esto resuena en la frase de Sloterdijk en “La vejación a través de las 
máquinas” sobre los modernos: “pensar en términos pretécnicos y vivir 
técnicamente”.
- Entonces, la vida y la técnica no son realidades homogéneas que recubren la 
definición de una gran diversidad de seres pero en los hechos su vínculo se ha 
hecho mucho más estrecho en los últimos 50 años. Ahora bien, ¿con qué 
criterios se hace criticable este nuevo contexto? ¿Debemos aceptar sin más 
esta nueva era de dominio técnico, que ahora “profana” lo que creíamos 
sagrado? Creo que aquí hay que ser muy cuidadoso para no caer en posiciones 
reaccionarias y mantener sin embargo una postura crítica; todo un desafío para 
la siempre presente noción de progreso. Sería ingenuo, por ejemplo, oponerse 
a los transgénicos en nombre de una naturaleza intocable; si se fuera 
coherente, eso nos transformaría en opositores del aborto. Si en cambio nos 
oponemos a los transgénicos por sus consecuencias económicas y ambientales, 
esto es, por su atravesamiento por la técnica en lo que tiene de más irracional 
en su alianza con el capitalismo, sería el equivalente de apoyar el aborto en 
nombre de las condiciones sociales que debería soportar ese embrión que iba a 
nacer. En ambos casos, antepondríamos razones históricas y sociales a las 
ontológicas, por asumir precisamente que las cosasestán cambiando en 
términos ontológicos y, en última instancia, porque la misma ontología tiene 
raíces históricas y sociales. Se trata sin dudas de un problema muy complejo.
- Con esto también podríamos hacer una lectura adicional acerca del 
poshumanismo. Quizás lo poshumano se defina, en parte, por una imbricación 
entre elementos vivientes y sistemas técnicos (para no hablar de “vida” y 
“técnica”) que pone en crisis la relación que mantenía el “hombre” con la 
“vida”. Decía Foucault que la muerte de Dios, la famosa sentencia 
nietzscheana, supone irremediablemente la muerte del hombre: la profanación 
de la vida “sagrada” quizás sea una manifestación práctica y recién ahora 
estemos dejando atrás el siglo XIX. Pero es claro que con ello también se 
arrastra al pensamiento tradicional de la técnica, como quería Simondon. Y sin 
embargo, ¿no estaremos “adaptándonos”, en un mal sentido, como dice 
Bookchin, a los cambios producidos, quedándonos sin capacidad crítica? 
Sloterdijk respondería que es la misma capacidad crítica la que tiene que 
pensar todo de nuevo. ¿Es suficiente?
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6) Aperturas
- Todas estas preguntas ponen en el tapete el otro recorrido propuesto en el 
principio de esta clase: la relación entre política, tecnología y arte. Se trata en 
lo esencial de una redistribución de los roles que pasa, en el caso del bioarte, 
por el fin de la oposición tajante entre técnica y arte, entre utilidad y 
esteticidad. El bioarte apuesta a transformar a partir de esto el arte en política 
como crítica a lo existente, de un modo sin dudas diferente al imaginado por las 
vanguardias. Como verán en la clase próxima, este es uno de los desafíos del 
bioarte para legitimarse en el campo artístico, y al mismo tiempo tiene algo a 
su favor: reconoce que el campo de lo estético, en tanto inmediatamente 
técnico, ya se ha sustraído a la definición de lo bello, al paradigma de las “bellas 
artes”. Esto quisieron hacer las vanguardias, pero si observamos el 
pensamiento de Simondon o de Heidegger, quizás ellos también hayan estado 
presos de una definición algo anticuada de arte: una definición que no está a la 
altura del dominio técnico. Y por ello la crítica sólo podría ser desplegada desde 
dentro de esta relación entre arte y técnica, y no desde fuera, denunciándola 
en nombre de formas ya perimidas.
- Es preciso al mismo tiempo identificar las nuevas definiciones de vida en 
términos ontológicos: Cito a Patricia Digilio: una célula es “el último ‘elemento’ 
viviente de lo viviente. Las macromoléculas, en cambio, son elementos 
fundamentales de la célula y por lo tanto de lo viviente pero no son vivientes 
de acuerdo con la definición de lo viviente mentada. Se observa entonces cómo 
en este proceso de reducción de lo viviente bajo la concepción mecanicista se 
pasa de los elementos vivientes de lo viviente a los elementos no vivientes de 
lo viviente para explicar lo viviente” (pp. 82-83). En La individuación, de hecho, 
Simondon se preguntaba (y en 1958, no en 2013) cuál era el límite entre 
individuación física y viviente en el caso de un virus. Tiene fragmentos de ADN, 
pero carece de todo lo demás y necesita de hecho un cuerpo al que parasitar 
(que puede ser el de un ser humano, un tigre o una colonia de bacterias) para 
poder “vivir”. ¿Está vivo, entonces? La vida molecularizada, como plantea Rose, 
tiene un sustrato de no-vida, y todas las manipulaciones genéticas se realizan 
sobre la base de interacciones moleculares que no están actuando en un 
cuerpo, o sea, no están “vivas”. Muchos biólogos de hecho se rehúsan a pensar 
en el ADN como el “secreto de la vida” porque es una molécula muerta. Esta 
fisicalización de la vida es un dato adicional para repensar el estatuto de lo 
viviente en la actualidad, y por qué entró en un nuevo orden de composición 
con lo técnico y con lo humano. El bioarte es expresión de ese orden. 
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