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1 Seminario de Informática y Sociedad Curso de verano 2013 Guía Teórica 9: Filosofía de la técnica. Los objetos técnicos. Prof. Pablo Rodríguez Texto de base: Simondon, Gilbert (2007). “La individuación a la luz de las nociones de forma e información”; “El modo de existencia de los objetos técnicos”; y “Gilbert Simondon. Un naturalista del siglo XX” (Pablo Rodríguez). En revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica Nº6. Páginas: 133-147. 1) Presentación de Gilbert Simondon - Como se cuenta en la presentación del dossier que oficia como bibliografía, la obra de Simondon es relativamente breve, extremadamente importante y curiosamente desconocida. Para la filosofía del siglo XX, representa la apuesta por un sistema filosófico novedoso que pone en primer plano la problemática del devenir, tema que se volverá constante en la filosofía francesa de la segunda mitad del siglo XX, en especial la de Gilles Deleuze. De hecho, fue Deleuze quien hizo de algún modo conocido a Simondon, citándolo frecuentemente y tomando sus nociones incluso más de lo que lo cita. Este sistema filosófico gira alrededor de su teoría de la individuación. - Para la filosofía de la técnica, en particular, Simondon es una estación obligada y sin embargo no demasiado transitada. Muchos autores citan a Simondon: Marcuse, en El hombre unidimensional, Jean Baudrillard, etc. Pero su influencia teórica es ínfima en comparación con la de Heidegger, por ejemplo. Al igual que su teoría de la individuación, su filosofía de la técnica comenzó a ser estudiada en profundidad hace menos de dos décadas. De hecho, Andrew Feenberg se vale de la noción de concretización de los objetos técnicos para proponer una Teoría Crítica de la técnica que supere los problemas que él ve en la postura frankfurtiana. - Los dos libros principales de Simondon, La individuación y El modo de existencia de los objetos técnicos, son producto de sus tesis doctorales principal y secundaria presentadas en 1958. Luego existen los cursos que dio entre los años ’60 y ’70, y que también están siendo traducidos al castellano (el Curso sobre la percepción salió el año pasado por la editorial Cactus). Quizás su relativo desconocimiento proceda de que estos dos libros sólo vieron la luz en forma completa, con ediciones a cargo de especialistas que presentan su obra, en los últimos 20 años. No exageramos si decimos que se trata de un “tapado”. - Por último, si lo que digamos aquí, en su totalidad o en parte, les resulta de interés, permítaseme un “chivo”: el jueves 25 y el viernes 26 de abril se llevarán a cabo unas jornadas internacionales sobre la obra de Simondon en la 2 Biblioteca Nacional, sobre las cuales podrán recibir información más detallada en este mes de marzo. 2) La teoría de la individuación - Es importante hablar un poco de algunos puntos centrales de La individuación, porque es de ella que se deriva la filosofía de los objetos técnicos de Simondon, así como resulta difícil comprender la idea de Heidegger sobre la técnica sin reparar en su pensamiento sobre el ser. - En todo caso, hay algo que distingue a Simondon de los hábitos intelectuales tradicionales para pensar el problema de la técnica. Se trata de su consideración hacia la ciencia y la técnica modernas. Sin alabarlas ni condenarlas partiendo de un pensamiento previamente elaborado, él considera que ambas están realizando interrogaciones filosóficas de primer orden que es necesario atender. Tomemos, por ejemplo, la física cuántica. Plantea algo que no suele aparecer en el sentido común, ni en el de los “filósofos de la técnica”, que es la imposibilidad de conocer, en sentido estricto. El principio de incertidumbre de Heisenberg dice que no se puede observar un sistema sin incidir en su comportamiento: o percibo la posición de una partícula, o su velocidad, pero no las dos cosas a la vez, y al percibirlas intervengo en su movimiento. Todo el edificio de la objetividad científica tiembla, y esto ocurre en el interior de la ciencia. Y además, esto no impide que el aparato tecnocientífico continúe su marcha; es más, la mecánica cuántica, hasta en sus versiones actualizadas como la de las nanotecnologías, realizan todos sus “avances” con el principio de incertidumbre escoltándolos. - Esto es un botón de muestra de lo que para Simondon es el desafío filosófico e intelectual que las distintas etapas de la ciencia moderna (termodinámica, relatividad y cuántica para la física; teoría de la evolución, biología molecular y genética, para la biología) plantean al pensamiento, pero que no es posible tratar porque vivimos en el seno de divisiones: entre lo manual y lo intelectual, entre lo humanístico y lo técnico, etc. Así, La individuación dedica más de la mitad de sus páginas a pensar problemas físicos y biológicos no según el modo de la filosofía acercándose a las ciencias, sino tomando a las ciencias directamente como filosofía. - Más aún, todo esto se conecta con interpretaciones relativas a la filosofía más tradicional, puesto que es el revés del problema: si tratamos filosóficamente a las ciencias, debemos poder tratar a la filosofía a la luz de dichos problemas tratados, en lugar de entenderla como un compartimento estanco. De algún modo Simondon intenta revertir el famoso diagnóstico de Charles P. Snow sobre la existencia de dos culturas, la humanística y la científica, que no se relacionan más que como oposición. Estas “dos culturas” son fácilmente detectables, por ejemplo, en las clasificaciones sobre las posturas sobre la 3 técnica de Feenberg o de Mitcham, y en no pocas posturas que vimos posteriormente. - Para resumir, entonces, difícilmente pueda ser popular un autor que emplee páginas y páginas en interpretar las consecuencias de la dualidad onda- corpúsculo en la física de su tiempo, luego hable de las colonias de esponjas discutiendo la noción misma de individualidad y finalice haciendo una interpretación peculiar de la teoría de los afectos y de la percepción en la línea de Spinoza o de Bergson. Su lectura es ardua porque su apuesta está a contrapelo de la mayoría de los hábitos intelectuales. - En el centro de la rareza de Simondon se halla su teoría de la individuación. El problema de la individuación es uno de los más antiguos de la filosofía. Fue tratado por Aristóteles, por los escolásticos medievales, por Schopenhauer, por Nietzsche, y viene a preguntarse por aquello que hace que algo sea nombrado y entendido como individuo: diferente de los demás y además indivisible. - Sin entrar demasiado en detalle en el problema de la individuación, porque el problema central es el de la técnica, puede decirse que si para nosotros hay en el mundo vegetales, piedras, animales, hombres, máquinas y conceptos, por hacer una enumeración antojadiza, para Simondon hay individuaciones: física, vital, psíquico-colectiva, técnica. Lo que las define es su capacidad para devenir, esto es, convertirse en otra cosa, conservando o no una potencialidad de cambio. Esto es fundamental, porque si la pregunta tradicional de la filosofía es la de la esencia (sobre la cual trabaja Heidegger, por ejemplo), la de Simondon es por la ontogénesis: parafraseando a Nietzsche, cómo se llega a ser lo que se es, y cómo se llega a convertirse en otro. Para Simondon, como para Heráclito, todo lo que hay es básicamente cambio. Por eso hay en Simondon una tensión constante con la dialéctica, en tanto constituye la teoría más avanzada sobre el devenir. Es interesante este contrapunto entre dialéctica y devenir / individuación para pensar las relaciones entre Simondon y Adorno, por ejemplo, siendo que se desconocieron olímpicamente. - Tomados en su ontogénesis, hay individualidades que una vez constituidas les cuesta seguir deviniendo, cambiando: son las individuaciones físicas como las del cristal, los procesos de cristalización. Hay otras individualidades que conservan un potencial de cambio: son las individuaciones vivientes, en las que hay metabolismo, crecimiento, desarrollo y muerte. Hay otras individualidadespara las cuales los fenómenos vitales no alcanzan y necesitan pasar a otro estadio: las psíquico-colectivas, que constituyen un par inescindible, pues lo psíquico sólo es posible por lo colectivo y viceversa. Y hay otras individualidades que se desprenden de lo psíquico-colectivo: lo técnico. ¿Por qué lo que existe necesita convertirse en otra cosa? Porque hay tensiones por resolver: a veces alcanza con lo que se es para resolverlas, y otras veces hay que pasar a otra instancia. Si quieren remitirlo a un tema antiguo, son las famosas metamorfosis. 4 - En realidad, no cuesta asignar individuaciones al tradicional reino de las divisiones ontológicas: la individuación física corresponde a lo no viviente, la viviente a lo biológico, la psíquico-colectiva y la técnica a lo humano. Pero hay dos problemas: el primero es que Simondon mezcla los tantos y habla de situación social en los animales (no es el primero en hacerlo, desde ya, porque existe toda la etología para mostrarlo; pero sí es el primero en integrarlo a un pensamiento filosófico y en extraer las consecuencias), de individuaciones técnicas inmediatamente físicas, de vivientes que no se entiende cuál es su condición de vida, si se parecen o no a cristales (como las esponjas). El segundo problema, derivado de esta “mezcla”, es que la cuestión no es definir la esencia de los reinos, donde hallamos el problema de la vida y del hombre, por ejemplo, sino su ontogénesis. Por lo tanto, no hay en estas individuaciones jerarquías ni secuencias temporales: en cualquier proceso de individuación intervienen varios niveles a la vez. La pregunta sigue siendo en qué momento no se puede continuar lo que Simondon llama “la axiomática resolutoria” de las tensiones que cualquier individuación debe transitar. - Así, en La individuación, casi no está presente la palabra “vida” ni mucho menos la palabra “hombre”. Es fundamental retener esto para la semana que viene, cuando hablemos de biotecnología y poshumanismo. Simondon, como Heidegger, está inventando una nueva lengua para hablar de algo nuevo; aunque lo que diga sea en muchos aspectos muy diferente, y hasta opuesto, a lo que dice Heidegger. - Una de las preocupaciones fundamentales de Simondon es vincular el problema filosófico de la individuación con el científico-técnico de la información, que se remonta a Aristóteles y resurge a mediados del siglo XX con la teoría de la información y las tecnologías digitales. Lo iremos desarrollando a medida que desplegamos su filosofía de la técnica. 3) Un nuevo pensamiento sobre la técnica - En líneas generales, así como casi no hay referencia en La individuación a “vida” ni “hombre”, en El modo de existencia de los objetos técnicos los vocablos “técnica” y “técnica moderna” están casi ausentes. Lo técnico aparece en general como adjetivo. ¿A qué se debe? A que Simondon concibe el problema de la técnica según una ontogénesis y no una esencia. No hay para él una sino varias técnicas, que se despliegan siguiendo caminos muy diversos y que dependen de un devenir, por lo tanto de nada fijado de antemano ni que pueda ser descubierto de una vez y para siempre. Hablar de individuación técnica es hablar de las transformaciones de lo técnico, no del despliegue de características fundamentales. En lugar de la técnica, se trata de los “objetos técnicos” (o de los conjuntos técnicos, enseguida lo veremos). En lugar de una “filosofía”, se trata de desentrañar “modos de existencia”. 5 - Simondon comienza La individuación con lo que se llama la crítica al esquema hilemórfico de la actividad técnica, y que extiende además al dominio social y también filosófico. El hilemorfismo (hýle, materia; morphos, forma) es una doctrina por la cual se considera que tanto un concepto como una vasija, y al mismo tiempo la organización social, se crean dándole forma a una materia. Se trata de una herencia propiamente platónica que Aristóteles transformó en la ya expuesta teoría de las cuatro causas. Lo que hizo Aristóteles es demostrar que la idea (eidos), en tanto forma, no estaba desprovista de materia, por lo cual carece de sentido hablar de forma y materia. Ahora bien, sí se puede hablar de ellas si, en lugar de las ideas, introducimos las causas eficiente y final. - Simondon sostiene que Aristóteles no se apartó completamente de la teoría de Platón y que el hilemorfismo continuó vigente de muchas maneras. Da el ejemplo del ladrillo: se puede decir que el molde le da forma a la arcilla, pero no que la arcilla carece de ella, pues para poder entrar en el molde tuvo que ser homogeneizada, trabajada, tamizada, en fin, no se trata de una materia sin forma, sino siempre de una materia in-formada previamente a lo que entendemos que es la forma, el molde. Así, para Simondon, el problema de la información en Aristóteles se extiende hasta nosotros y nos confunde en cuanto a lo propio de la actividad técnica. No se trata de darle forma a una materia, sino de inventar la materia en tanto tal, lo que incluye de entrada ya una cierta donación de forma. Esto es importante por dos motivos: la comprensión del modo en que Simondon retoma aspectos de la techné griega, y la recuperación, en una clave diferente, de lo que tanto en Mumford como en Bookchin y Heidegger aparece como el problema de la relación con la naturaleza, convertida en algo inerte y por lo tanto explotable. Para Simondon, esto no es asignable a la ciencia y técnica moderna sino a un tipo de paradigma de la actividad técnica que viene de muy lejos, y que estaba en tensión con otras concepciones; en este caso, la concepción presocrática de la physis versus la concepción clásica (Platón, Aristóteles) de la techné. - El modo de existencia de los objetos técnicos comienza con una declaración de principios en contra del pensamiento vigente sobre la técnica. En este punto, Simondon se emparenta y también se separa de planteos como los de Mumford y Bookchin, pero decididamente apuesta por una filosofía de la técnica opuesta a la de Heidegger. Mitcham, por ejemplo, se basa en este juego de distancias y cercanías para ubicar a Simondon dentro de la “filosofía ingenieril de la tecnología”, y razones no le faltan, pues Simondon llega a afirmar que hay que convertirse en “abogado de las máquinas” en el tribunal de un humanismo “fácil” que condena a los objetos técnicos. Pero veremos que en realidad Simondon es inclasificable y que Mitcham es tremendamente simplista. - Lo que condena Simondon es la atmósfera que en cierto sentido dio nacimiento a la filosofía de la técnica como tal, y que se refiere a la oposición entre Technik y Kultur; el conocido “debate de Weimar”. Para decirlo con los términos de Umberto Eco, los “integrados”, los tecnofílicos, desconocen los 6 condicionamientos sociales y filosóficos de los sistemas técnicos, y a ellos está dedicado la condena a la tecnocracia (que, recordemos, es un viejo proyecto de Saint Simon) y al automatismo como índice de tecnicidad; mientras que los “apocalípticos”, o sea, gran parte de la filosofía de la técnica entonces vigente, no reconoce la realidad humana que hay en lo técnico y consideran que lo humano se halla en lo intelectual, en la actitud contemplativa (justamente la que sentenciaba Horkheimer en su propuesta de una Teoría Crítica), con lo cual retoman el viejo prejuicio antitécnico de los tiempos griegos (el estatus inferior de los artesanos). Para Simondon (esto es una apreciación personal), hacer una cosa es lo mismo que tener una idea. Mientras no entendamos esto, jamás comprenderemos la actividad técnica. - Para Simondon hay una “dialéctica de la Ilustración” que nos condujo hasta aquí, pero los motivos son diferentes de los de Adorno y Horkheimer. Más que de la Ilustración, se trata del enciclopedismo. Escribe Simondon: “Si la Enciclopedia apareció como una obra poderosa y peligrosa, no fue por sus ataques, velados o directos, contra ciertos abusos o privilegios, ni fue por el carácter “filosófico” de ciertos artículos; existían varios libelos y panfletos más violentos quela Enciclopedia. Pero la Enciclopedia era temida porque estaba movida por una fuerza enorme, la del enciclopedismo técnico, fuerza que le había conciliado protectores potentes y esclarecidos; esta fuerza existía por ella misma, porque respondía, incluso más que las reformas políticas o financieras, a una necesidad de la época; esta fuerza era positiva y creadora, y también realizaba un notable agrupamiento de los investigadores, de los redactores, de los corresponsales, dándole una fe a este equipo compuesto de hombres que colaboraban sin estar vinculados entre ellos a través de comunidades sociales o religiosas; había que llevar adelante una obra enorme. La grandeza de la Enciclopedia, su novedad, residen en el carácter en el fondo mayor de esas planchas de esquemas y modelos de máquinas, que son un homenaje a los oficios y al conocimiento racional de las operaciones técnicas. Ahora bien, estas planchas no tienen un rol de pura documentación desinteresada para un público deseoso de satisfacer su curiosidad; la información está allí lo bastante completa como para constituir una documentación práctica utilizable, de modo tal que todo hombre que poseía la obra era capaz de construir la máquina descripta, o de hacer avanzar, a través de la invención, el estado alcanzado por la técnica en ese dominio, y de hacer comenzar su investigación en el punto en donde concluía la de los hombres que lo precedieron” (Simondon, Gilbert (2007). El modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires, Prometeo, pp.112-113). - El problema es que la educación que llevó adelante la Ilustración fue inversa a las intenciones de la Enciclopedia, y en lugar de incorporar lo técnico a lo educativo, lo separó, reproduciendo las tensiones heredadas del platonismo. Así, habrá una educación técnica que nada tendrá que ver con la educación de los formadores de cultura. En esto radica el inicio fallido del pensamiento sobre la técnica: no hay nadie que piense a la técnica dentro de la cultura. Así, la oposición entre Technik y Kultur se basa en motivos sociales, la concepción de la educación en la modernidad, que terminan replicando los modos de dominación más antiguos, los mismos que Platón y Aristóteles aplicaban en una 7 sociedad de esclavos. Como para Marx, para Simondon los obreros son la versión moderna de los esclavos, pero por motivos algo diferentes: su alienación consiste en no saber lo que hacen y no basta con invertir las relaciones de producción para que haya un cambio social. Este cambio, dice Simondon, debe comenzar por entender la realidad de la técnica dentro de la cultura, y esto lo realizará tanto el pensamiento filosófico como el estético, a condición de estar acompañado por una profunda reforma de la educación. - Otra cuestión esencial de la filosofía simondoniana de la técnica es la particular construcción de la historia social de la misma en los últimos dos siglos, que tiene parentescos con las de Mumford y Boochin. El siglo XVIII, el de la Revolución Industrial, es el de la explosión de los elementos y herramientas técnicas. El hombre es individuo técnico, en la medida en que los elementos técnicos necesitan lo somático para completar la acción técnica. Este es el momento en que la bifurcación entre Enciclopedia e Ilustración se vuelve decisiva, por motivos sin dudas relacionados con lo visto a propósito de la distinción de Horkheimer entre razón objetiva y razón subjetiva. Cuando Kant decía en ¿Qué es la Ilustración? que para razonar primero hay que obedecer, decía en definitiva lo mismo que la gradación aristotélica de las jerarquías de las technés: una cosa es saber las causas y otra seguir ciegamente un procedimiento. Para Simondon, la Enciclopedia aún pensaba que era posible seguir el procedimiento y al mismo tiempo conocer las causas. - La segunda etapa de la técnica moderna corresponde al reino de los individuos técnicos, en donde las máquinas reemplazan al hombre como portador de herramientas o elementos técnicos. Aquí yace la alienación, pero también la fantasía de su ineluctabilidad, que fue denunciada en el siglo XIX. El capitalismo como nueva realidad social puso a competir a los cuerpos trabajadores con las máquinas en tanto “portadores de herramientas”. Mientras tanto, los cuerpos y las mentes fueron desprovistos del saber de las causas, se sometieron a un código de producción autoritario y dejaron a la actividad técnica sin norte seguro. De aquí parte Feenberg, por ejemplo, para reescribir a Marx vía Simondon. 4) El problema de la cibernética - La tercera etapa coincide con el momento actual y se basa en la cibernética, la “ciencia que estudia la comunicación y el control en animales, hombres y máquinas”, según la definición clásica de Norbert Wiener. Hay dos elementos centrales de la cibernética para Simondon. El primero es el estudio de las autorregulaciones de la máquina, pues con la cibernética se alcanza el mayor grado de funcionamiento del conjunto de los sistemas técnicos, esos mismos que se multiplicaron en los últimos dos siglos y que empujó al pensamiento sobre la técnica a ver la luz. El segundo es la noción de información, que será fundamental para las clases que siguen. 8 - La cuestión de la información es extremadamente compleja, pero se puede resumir en el hecho de que a partir de la década del ’40, los sistemas basados en códigos binarios y en transformaciones electrónicas (esto es, en el nivel de los electrones) tienden a dominar todos los conjuntos técnicos. Qué es la información es una pregunta con muchas respuestas posibles. La que toma Simondon asume en forma literal la Teoría Matemática de la Información de Claude Shannon: la información corresponde al mayor grado de indeterminación de la aparición de un signo (dejando afuera las consideraciones semióticas de esta palabra, claro) en un código dado. Podemos ilustrarlo con el sencillo acto de enviar un mensaje de texto. Cuando se escribe “q” para significar “que”, se está asumiendo que la letra “q” es información, ya que no se puede predecir su aparición y que las letras “u” y “e” no tienen valor informacional, en un caso porque en castellano la “u” siempre acompaña a la “q” y en el otro porque, habiendo sólo dos opciones que seguirían a la “u” (las letras “e” o “i”), la “e” es la única que corresponde a una palabra en castellano; de hecho, la única palabra que puede tener tres letras comenzando con la “q” es “que”, de manera que escribir “q”, luego un espacio y luego otra palabra equivaldría a un “que”. Si se intentara escribir “querer”, habría que introducir una “r” como segunda unidad informativa luego de la “q”. Por lo tanto, hay más información cuanta menor sea la probabilidad de aparición de un signo tomando en cuenta el signo actual. - A partir de estos dos elementos, conocimiento de la autorregulación y emergencia de una nueva noción de in-formación (que ya no será, como en el esquema hilemórfico, la donación de una forma a una materia, sino algo más complejo), la cibernética los funde y considera que todos los seres artificiales y vivientes pueden ser entendidos como “máquinas de información”, siguiendo la definición misma de Wiener. Aquí yace para Simondon el problema. Sin la cibernética, no podemos pensar adecuadamente el estadio actual de los sistemas técnicos. Pero si adoptamos por entero los principios cibernéticos, terminaremos creyendo que los seres vivos son máquinas y viceversa, como cuando se sostiene que la base de la vida es el ADN, que funciona como una computadora. Así, ya no hay vuelta atrás de la consideración de los márgenes de indeterminación, del problema ontológico de qué es la información y de la nueva etapa que supone el conocimiento de la autorregulación; pero al mismo tiempo la cibernética, como “tecnología”, termina siendo tan ingenua como el pensamiento tecnócrata al considerar que lo técnico es la base para entenderlo todo. Para Simondon, en cambio y es preciso recordarlo, todo se trata de individuaciones. Todo esto es esencial, por ejemplo, para comprender la posturade Sloterdijk, tema de las clases que vienen, respecto a la realidad de la información y su integración en un nuevo pensamiento sobre la técnica, ahora aplicado a la biotecnología y al poshumanismo. - Al mismo tiempo, queda claro que todo lo que podrá emparentar a Sloterdijk con Heidegger es lo que los aleja a Heidegger de Simondon. La cibernética no representa un problema por representar la quintaesencia del “lenguaje técnico” (Heidegger), sino cierta interpretación de la cibernética que nos hace 9 creer en cierta definición de lenguaje. Por lo pronto, que un lenguaje de máquina o que el código genético sea un lenguaje depende de que hagamos equivaler lenguaje con código. Simondon se opone tajantemente a esta secuencia. O sea: Heidegger y Simondon coinciden en este punto y al mismo tiempo valoran de manera muy diferente cuál es su procedencia, esto es, si realmente el lenguaje está siendo reducido a un código. Y esa distancia viene dada por la influencia de la tensión entre Technik y Kultur: ausente, rechazada, en Simondon, y omnipresente en Heidegger. 5) La estética - Simondon tiene una postura muy compleja sobre la relación entre lo técnico y lo estético que también nos será útil, en el eje de arte y técnica que atraviesa este seminario, para aproximarse a la realidad de la biotecnología y del bioarte. Está desarrollada en la tercera parte de El modo de existencia…y ustedes tienen un botón de muestra en la crítica de Simondon a la separación entre los objetos útiles y los objetos estéticos. - Esta postura es difícil de comprender incluso para los especialistas en Simondon. Se basa en un experimento teórico (no una definición histórica) sobre una “unidad mágica primitiva” en la cual las funciones teóricas y prácticas del hacer en el mundo estaban unidas. Una vez que se separaron, dieron lugar al ámbito de la “tecnicidad” y el de la “religiosidad”: a la primera le compete dominar las fuerzas naturales en ámbitos controlables y transportables, y a la otra la interpretación de esas fuerzas como aquello que no se puede controlar pero que al mismo tiempo constituye la razón de ser de lo técnico. No parece tan diferente de la vieja distinción entre techné y týché de los griegos, y de hecho Simondon se viste de Aristóteles a la hora de dar ejemplos. Así como Aristóteles hablaba de la techné de los arquitectos como algo que nos acerca al conocimiento de las causas primeras, Simondon dice que, por ejemplo, cuando se construye un monasterio en un promontorio, quizás no sea para tener una panorámica del paisaje, eventualmente con objetivos de defensa (ver si hay amenazas militares, invasiones, para resguardarse de ellas), o alguna otra razón “utilitaria”, sino porque ese promontorio “llamaba” a construir algo allí. Simondon sostiene que, tanto en el espacio como en el tiempo, hay “puntos-clave”, situaciones que concentran energía y que convocan a la actividad técnica. Cuando lo técnico se separa de lo demás, estas energías son comprendidas de un modo más trascendente, tal como lo hacen las religiones, y de allí comienza a desandarse un camino en el cual las actividades teóricas ganarán terreno a las prácticas en cuanto al prestigio de su ejercicio; una vez más, el prejuicio de los griegos contra los artesanos. - Pues bien, más allá de que esto requeriría una explicación más detallada que se hace imposible por falta de tiempo, Simondon plantea que lo estético es aquel lugar en el que late algo de aquella unidad mágica, donde la actividad técnica 10 tiene un halo que supera con creces la practicidad, la eficacia y la racionalidad que solemos asignarle, al menos para las posturas más instrumentalistas. En esta ontogénesis (imaginaria, hay que decirlo) hay varias etapas que podemos sintetizar en este cuadro: Unidad mágica primitiva Tecnicidad Religiosidad Técnica Pensam.estético Religión (concreto-material) (abstracto-espiritual) Pensam. Pensam.filosófico Pensam. técnico religioso Ciencia / Sab.prácticos Dogma Ética (teoría) (práctica) (teoría) (práctica) - El pensamiento estético es aquel que se halla en el medio entre técnica y religión, y permite remontarse a la división entre tecnicidad y religión; mientras el pensamiento filosófico es aquel que, una vez instituidos los pensamientos derivados de la distinción entre técnica y religión, puede rehabilitar la potencia del pensamiento estético. Es importante que para Simondon “pensamiento técnico” no quiere decir “pensamiento sobre la técnica”, sino el tipo de pensamiento consagrado a lo material y a lo práctico; si se quiere, es el ámbito de lo instrumental. Al igual que Heidegger y los teóricos de Frankfurt, Simondon considera que lo técnico antecede como tal a la ciencia moderna, aún cuando no emplee estos términos. - Ahora bien, volviendo sobre la relación entre lo técnico y lo estético, Simondon afirma en esta tercera parte de El modo de existencia… que la obra de arte como tal puede funcionar “llamando” a este estadio estético, pero que de ningún modo el arte instituido, el arte moderno, el arte en su esfera autónoma, puede agotar la realidad de lo estético. Primero, porque ya vemos que un objeto técnico puede ser un objeto estético, por lo cual utilidad y esteticidad pueden intercambiarse. Y segundo, porque el arte tal como se lo entiende hoy está al final de una serie de derivaciones, que Simondon llama “desfasajes”, en la que lo estético está más bien al inicio. Para Simondon, la obra de arte y el arte como tal se relacionan, pero no son sinónimo de lo estético. - Esto señala un interesante contrapunto con lo visto acerca de la relación entre arte y técnica, ya sea para la Escuela de Frankfurt como para las vanguardias 11 estéticas. Mientras se entienda esta relación como de mutua exterioridad, o de términos que el pensamiento pone en relación (el carácter técnico de la obra de arte, su reproductibilidad técnica, etc.), se estará suponiendo que lo estético y lo técnico se mantienen separados. Al suponer que lo estético es mucho más que lo artístico y que a su vez está vinculado con lo técnico (es más, que su separación es consecuencia de una serie de desfasajes), Simondon en realidad ensancha el problema de los objetos técnicos y hasta se podría decir que incluye a la obra de arte dentro de ellos, porque no existiría ya la distinción entre lo útil y lo estético que nos parece hoy de sentido común. - Quizás esto se pueda entender mejor circunscribiendo el contrapunto al problema de la reproductibilidad técnica de la obra de arte. Decía Benjamin, como ya se ha visto, que la reproducción técnica suprime el aura de la obra de arte en beneficio de una accesibilidad, de un acercamiento, de esa obra en la cual, en el original, había una “manifestación irrepetible de una lejanía, por cercana que ésta pudiera estar”. Ahora bien, la oración siguiente es, una vez hecha la aclaración de que hasta el momento se había definido en objetos históricos: “Descansar en una tarde de verano y seguir con la vista una cordillera en el horizonte o una rama que arroja su sombra sobre el que descansa, a eso llamamos respirar el aura de las montañas o de esta rama”. Leamos ahora el siguiente fragmento de Simondon: “Pero existe en ciertos casos una belleza propia de los objetos técnicos. Esta belleza aparece cuando estos objetos están insertos en un mundo, sea geográfico o humano: la impresión estética es entonces relativa a la inserción; es como un gesto. El velamen de un navío no es bello cuando no funciona, sino cuando el viento lo infla e inclina enteramente los mástiles, llevando al navío sobre el mar; lo que es bello es el velamen en el viento y sobre el mar, como la estatua sobre el promontorio. El faro en la punta del acantilado dominante es bello porque está inserto en un punto-clave del mundo geográfico y humano. Una línea de pilones que soportan los cables que atraviesan un valle es bella, mientras que los pilones, vistos desde los camiones que los llevan, o los cables, en los grandes rollos que sirven para transportarlos, son neutros. Untractor en un garage no es más que un objeto técnico; cuando está en funcionamiento, y se inclina sobre el surco mientras que se esparce la tierra, puede ser percibido como bello. Todo objeto técnico, móvil o fijo, puede tener su epifanía estética, en la medida en que prolonga el mundo y se inserta en él. Pero no es bello sólo el objeto técnico: también lo es el punto singular del mundo que concretiza el objeto técnico. No es bella solamente la línea de pilones, también lo es el acoplamiento de la línea, las piedras y el valle, la tensión y la flexión de los cables: allí reside una operación muda, silenciosa, y siempre continuada de la tecnicidad que se aplica al mundo (…). Por esto el descubrimiento de la belleza de los objetos técnicos no puede ser abandonada únicamente a la percepción: hace falta que la función del objeto sea comprendida y pensada; dicho de otro modo, hace falta una educación técnica para que la belleza de los objetos técnicos pueda aparecer como inserción de los esquemas técnicos en un universo, en los puntos-claves de este universo (…) El objeto técnico puede ser bello de una manera diferente, por su integración en el mundo humano que prolonga; de este modo, una herramienta puede ser bella en la 12 acción cuando se adapta tan bien al cuerpo que parece prolongar de manera natural y amplificar en alguna forma sus caracteres estructurales; un puñal sólo es bello en la mano que lo sostiene; por lo mismo, una herramienta, una máquina o un conjunto técnico son bellos cuando se insertan en un mundo humano y lo recubren al expresarlo; si la alineación de los tableros de una central telefónica es bella, no es porque lo sea en sí ni por su relación con el mundo geográfico, porque puede estar en cualquier lugar; lo es porque sus señales luminosas que trazan instante a instante constelaciones multicolores y móviles representan los gestos de reales de una multitud de seres humanos vinculados unos con otros por medio del entrecruzamiento de los circuitos. La central telefónica es bella cuando está en acción, porque es en todo momento la expresión y la realización de un aspecto de la vida de una ciudad y de una región; una luz es una espera, una intención, un deseo, una noticia inminente, un sonido que no se escuchará pero que va a repercutir lejos, en otra casa. Esta belleza está en la acción, y no es sólo instantánea, sino también hecha del ritmo de las horas pico y las horas de noche. La central telefónica no es bella por sus caracteres de objeto, sino porque es un punto-clave de la vida colectiva e individual (El modo de existencia…, pp.203-204). - Sabrán disculpar la extensión de la cita; creo que es justamente muy bella. En todo caso, y haciendo por un momento abstracción de las diferencias que puede haber entre algo bello y algo “con aura”, es como si Simondon ve en la central telefónica algo de lo que Benjamin ve en la obra de arte o en la montaña. De hecho, no sería del todo errado pensar que Simondon está viendo algo de aura en las “señales luminosas que trazan instante a instante constelaciones multicolores y móviles representan los gestos de reales de una multitud de seres humanos vinculados unos con otros por medio del entrecruzamiento de los circuitos”. Vemos, por ejemplo, que la cuestión de los puntos-clave no se limita a la mediación entre el hombre y el mundo, como el caso del monasterio en el promontorio. Por supuesto que esto no corresponde al aura benjaminiana. La diferencia es precisamente lo que nos interesa: que Simondon está viendo en la faz estética de lo técnico, que se define por su inserción social y colectiva en el mundo, lo que Benjamin o Adorno pueden ver en la obra de arte, inmediatamente estética por su condición de tal. Esto permite atisbar la idea simondoniana de estética. Si extremamos los tantos, hasta se podría decir que para Simondon es la propia técnica la que destila alguna clase de aura, sin necesitar para ello del pasaje por el arte instituido. Reitero que es preciso recordar estas cuestiones cuando lleguemos al vínculo entre biotecnología y bioarte. 1) Proyección del pensamiento simondoniano de la técnica: - La proyección del pensamiento de Simondon hacia atrás en la secuencia del programa del seminario entrega algunas comprobaciones. La primera es que Simondon rechaza la relación establecida entre técnica y racionalidad instrumental, que caracteriza tanto a los instrumentalistas como a los 13 sustantivistas, siguiendo la clasificación de Feenberg; en el primer caso, para elogiarla, en el segundo para condenarla. La segunda es que la cuestión general de la “técnica moderna” es desbrozada en diferentes etapas y distribuida entre objetos y sistemas técnicos a lo largo de los últimos 200 años. En estas distinciones aparecen matices y diferencias entre la lógica de concepción y ejecución de un canal trasatlántico en el siglo XIX y una pantalla de televisión de la década del ’40 del siglo XX. Es probable que Mitcham, por ejemplo, calificara a Simondon de “ingenieril” porque lo espantó ver que emplea páginas y páginas en explicar el sistema de enfriamiento de un motor, el cambio de configuración electrónica en un circuito integrado o el procedimiento entre cátodo y ánodo en una pantalla; esto sin dudas colabora para que su pensamiento no fuera muy popular entre los “humanistas” y en el público en general. Pero Simondon entendía que estos eran temas filosóficos y estéticos, y no meramente técnicos, desafiando nuestro sentido común y en el del pensamiento sobre la técnica. Incluso dentro de su contrapunto, hay puntos de conexión con otras posturas vistas hasta aquí, pero creemos que su teoría es suficientemente original y compleja como para ser incluida, hasta con sus complejidades. - La tercera cuestión importante en relación con el programa “hacia atrás” es la relación entre lo estético y lo técnico, que acabamos de ver. Puede considerarse que Simondon permite ver de un modo diferente la relación que algunas vanguardias, en especial el futurismo y la Bauhaus, mantuvieron con la cuestión técnica desde el campo del arte. La exaltación futurista sin dudas pertenecería a un instrumentalismo desenfrenado: la técnica nos provee belleza porque nos trae un nuevo mundo de racionalidad que barre con las viejas “bellas artes”. Pero la Bauhaus, con su intención de “volver a los materiales” y de recrear un mundo de diseño y de funcionalidad, se acercó más agudamente a la complejidad de la tensión entre lo útil y lo estético, más allá de cuáles hayan sido sus derivaciones posteriores. - Por último, si observamos el problema de las líneas de pensamiento sobre la técnica, queda claro por qué Feenberg señala que Simondon puede ayudar a que la Teoría Crítica recupere su fuerza para analizar a la técnica en la praxis social, y no condene toda realidad tecnológica a un solo rasgo. - En cuanto a la proyección de la posición simondoniana hacia adelante, es clave para analizar el problema de la información en Sloterdijk que se verá en el próximo teórico, así como también la definición que se puede dar de un “poshumanismo”, que en términos de Simondon podría circunscribirse con la siguiente pregunta: ¿qué imagen del hombre deberíamos tener cuando su actividad técnica no es asimilable únicamente ni a la modificación de la naturaleza, ni a la racionalidad, ni a la mera portación de herramientas, sino más bien a la gestión de márgenes de indeterminación en máquinas que realizan actividades “intelectivas”, como una computadora? Será clave ver la problemática de la plasticidad en Sloterdijk, que tiene puntos de contacto con la de la modulación en Simondon. 14 - Al mismo tiempo, esta misma noción de información es la que articula la biotecnología con el bioarte y los debates que se suscitan alrededor de la relación entre arte y técnica en estas prácticas.
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