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Guía Teórica 9 curso de verano 2013

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Seminario de Informática y Sociedad
Curso de verano 2013
Guía Teórica 9: Filosofía de la técnica. Los objetos técnicos.
Prof. Pablo Rodríguez
Texto de base: Simondon, Gilbert (2007). “La individuación a la luz de las nociones de
forma e información”; “El modo de existencia de los objetos técnicos”; y “Gilbert
Simondon. Un naturalista del siglo XX” (Pablo Rodríguez). En revista Artefacto.
Pensamientos sobre la técnica Nº6. Páginas: 133-147.
1) Presentación de Gilbert Simondon
- Como se cuenta en la presentación del dossier que oficia como bibliografía, la
obra de Simondon es relativamente breve, extremadamente importante y
curiosamente desconocida. Para la filosofía del siglo XX, representa la apuesta
por un sistema filosófico novedoso que pone en primer plano la problemática
del devenir, tema que se volverá constante en la filosofía francesa de la
segunda mitad del siglo XX, en especial la de Gilles Deleuze. De hecho, fue
Deleuze quien hizo de algún modo conocido a Simondon, citándolo
frecuentemente y tomando sus nociones incluso más de lo que lo cita. Este
sistema filosófico gira alrededor de su teoría de la individuación.
- Para la filosofía de la técnica, en particular, Simondon es una estación obligada
y sin embargo no demasiado transitada. Muchos autores citan a Simondon:
Marcuse, en El hombre unidimensional, Jean Baudrillard, etc. Pero su influencia
teórica es ínfima en comparación con la de Heidegger, por ejemplo. Al igual que
su teoría de la individuación, su filosofía de la técnica comenzó a ser estudiada
en profundidad hace menos de dos décadas. De hecho, Andrew Feenberg se
vale de la noción de concretización de los objetos técnicos para proponer una
Teoría Crítica de la técnica que supere los problemas que él ve en la postura
frankfurtiana.
- Los dos libros principales de Simondon, La individuación y El modo de existencia
de los objetos técnicos, son producto de sus tesis doctorales principal y
secundaria presentadas en 1958. Luego existen los cursos que dio entre los
años ’60 y ’70, y que también están siendo traducidos al castellano (el Curso
sobre la percepción salió el año pasado por la editorial Cactus). Quizás su
relativo desconocimiento proceda de que estos dos libros sólo vieron la luz en
forma completa, con ediciones a cargo de especialistas que presentan su obra,
en los últimos 20 años. No exageramos si decimos que se trata de un “tapado”.
- Por último, si lo que digamos aquí, en su totalidad o en parte, les resulta de
interés, permítaseme un “chivo”: el jueves 25 y el viernes 26 de abril se llevarán
a cabo unas jornadas internacionales sobre la obra de Simondon en la
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Biblioteca Nacional, sobre las cuales podrán recibir información más detallada
en este mes de marzo.
2) La teoría de la individuación
- Es importante hablar un poco de algunos puntos centrales de La individuación,
porque es de ella que se deriva la filosofía de los objetos técnicos de Simondon,
así como resulta difícil comprender la idea de Heidegger sobre la técnica sin
reparar en su pensamiento sobre el ser.
- En todo caso, hay algo que distingue a Simondon de los hábitos intelectuales
tradicionales para pensar el problema de la técnica. Se trata de su
consideración hacia la ciencia y la técnica modernas. Sin alabarlas ni
condenarlas partiendo de un pensamiento previamente elaborado, él considera
que ambas están realizando interrogaciones filosóficas de primer orden que es
necesario atender. Tomemos, por ejemplo, la física cuántica. Plantea algo que
no suele aparecer en el sentido común, ni en el de los “filósofos de la técnica”,
que es la imposibilidad de conocer, en sentido estricto. El principio de
incertidumbre de Heisenberg dice que no se puede observar un sistema sin
incidir en su comportamiento: o percibo la posición de una partícula, o su
velocidad, pero no las dos cosas a la vez, y al percibirlas intervengo en su
movimiento. Todo el edificio de la objetividad científica tiembla, y esto ocurre
en el interior de la ciencia. Y además, esto no impide que el aparato
tecnocientífico continúe su marcha; es más, la mecánica cuántica, hasta en sus
versiones actualizadas como la de las nanotecnologías, realizan todos sus
“avances” con el principio de incertidumbre escoltándolos.
- Esto es un botón de muestra de lo que para Simondon es el desafío filosófico e
intelectual que las distintas etapas de la ciencia moderna (termodinámica,
relatividad y cuántica para la física; teoría de la evolución, biología molecular y
genética, para la biología) plantean al pensamiento, pero que no es posible
tratar porque vivimos en el seno de divisiones: entre lo manual y lo intelectual,
entre lo humanístico y lo técnico, etc. Así, La individuación dedica más de la
mitad de sus páginas a pensar problemas físicos y biológicos no según el modo
de la filosofía acercándose a las ciencias, sino tomando a las ciencias
directamente como filosofía.
- Más aún, todo esto se conecta con interpretaciones relativas a la filosofía más
tradicional, puesto que es el revés del problema: si tratamos filosóficamente a
las ciencias, debemos poder tratar a la filosofía a la luz de dichos problemas
tratados, en lugar de entenderla como un compartimento estanco. De algún
modo Simondon intenta revertir el famoso diagnóstico de Charles P. Snow
sobre la existencia de dos culturas, la humanística y la científica, que no se
relacionan más que como oposición. Estas “dos culturas” son fácilmente
detectables, por ejemplo, en las clasificaciones sobre las posturas sobre la
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técnica de Feenberg o de Mitcham, y en no pocas posturas que vimos
posteriormente.
- Para resumir, entonces, difícilmente pueda ser popular un autor que emplee
páginas y páginas en interpretar las consecuencias de la dualidad onda-
corpúsculo en la física de su tiempo, luego hable de las colonias de esponjas
discutiendo la noción misma de individualidad y finalice haciendo una
interpretación peculiar de la teoría de los afectos y de la percepción en la línea
de Spinoza o de Bergson. Su lectura es ardua porque su apuesta está a
contrapelo de la mayoría de los hábitos intelectuales.
- En el centro de la rareza de Simondon se halla su teoría de la individuación. El
problema de la individuación es uno de los más antiguos de la filosofía. Fue
tratado por Aristóteles, por los escolásticos medievales, por Schopenhauer, por
Nietzsche, y viene a preguntarse por aquello que hace que algo sea nombrado y
entendido como individuo: diferente de los demás y además indivisible.
- Sin entrar demasiado en detalle en el problema de la individuación, porque el
problema central es el de la técnica, puede decirse que si para nosotros hay en
el mundo vegetales, piedras, animales, hombres, máquinas y conceptos, por
hacer una enumeración antojadiza, para Simondon hay individuaciones: física,
vital, psíquico-colectiva, técnica. Lo que las define es su capacidad para devenir,
esto es, convertirse en otra cosa, conservando o no una potencialidad de
cambio. Esto es fundamental, porque si la pregunta tradicional de la filosofía es
la de la esencia (sobre la cual trabaja Heidegger, por ejemplo), la de Simondon
es por la ontogénesis: parafraseando a Nietzsche, cómo se llega a ser lo que se
es, y cómo se llega a convertirse en otro. Para Simondon, como para Heráclito,
todo lo que hay es básicamente cambio. Por eso hay en Simondon una tensión
constante con la dialéctica, en tanto constituye la teoría más avanzada sobre el
devenir. Es interesante este contrapunto entre dialéctica y devenir /
individuación para pensar las relaciones entre Simondon y Adorno, por
ejemplo, siendo que se desconocieron olímpicamente.
- Tomados en su ontogénesis, hay individualidades que una vez constituidas les
cuesta seguir deviniendo, cambiando: son las individuaciones físicas como las
del cristal, los procesos de cristalización. Hay otras individualidades que
conservan un potencial de cambio: son las individuaciones vivientes, en las que
hay metabolismo, crecimiento, desarrollo y muerte. Hay otras individualidadespara las cuales los fenómenos vitales no alcanzan y necesitan pasar a otro
estadio: las psíquico-colectivas, que constituyen un par inescindible, pues lo
psíquico sólo es posible por lo colectivo y viceversa. Y hay otras
individualidades que se desprenden de lo psíquico-colectivo: lo técnico. ¿Por
qué lo que existe necesita convertirse en otra cosa? Porque hay tensiones por
resolver: a veces alcanza con lo que se es para resolverlas, y otras veces hay
que pasar a otra instancia. Si quieren remitirlo a un tema antiguo, son las
famosas metamorfosis.
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- En realidad, no cuesta asignar individuaciones al tradicional reino de las
divisiones ontológicas: la individuación física corresponde a lo no viviente, la
viviente a lo biológico, la psíquico-colectiva y la técnica a lo humano. Pero hay
dos problemas: el primero es que Simondon mezcla los tantos y habla de
situación social en los animales (no es el primero en hacerlo, desde ya, porque
existe toda la etología para mostrarlo; pero sí es el primero en integrarlo a un
pensamiento filosófico y en extraer las consecuencias), de individuaciones
técnicas inmediatamente físicas, de vivientes que no se entiende cuál es su
condición de vida, si se parecen o no a cristales (como las esponjas). El segundo
problema, derivado de esta “mezcla”, es que la cuestión no es definir la esencia
de los reinos, donde hallamos el problema de la vida y del hombre, por
ejemplo, sino su ontogénesis. Por lo tanto, no hay en estas individuaciones
jerarquías ni secuencias temporales: en cualquier proceso de individuación
intervienen varios niveles a la vez. La pregunta sigue siendo en qué momento
no se puede continuar lo que Simondon llama “la axiomática resolutoria” de las
tensiones que cualquier individuación debe transitar.
- Así, en La individuación, casi no está presente la palabra “vida” ni mucho
menos la palabra “hombre”. Es fundamental retener esto para la semana que
viene, cuando hablemos de biotecnología y poshumanismo. Simondon, como
Heidegger, está inventando una nueva lengua para hablar de algo nuevo;
aunque lo que diga sea en muchos aspectos muy diferente, y hasta opuesto, a
lo que dice Heidegger.
- Una de las preocupaciones fundamentales de Simondon es vincular el
problema filosófico de la individuación con el científico-técnico de la
información, que se remonta a Aristóteles y resurge a mediados del siglo XX
con la teoría de la información y las tecnologías digitales. Lo iremos
desarrollando a medida que desplegamos su filosofía de la técnica.
3) Un nuevo pensamiento sobre la técnica
- En líneas generales, así como casi no hay referencia en La individuación a “vida”
ni “hombre”, en El modo de existencia de los objetos técnicos los vocablos
“técnica” y “técnica moderna” están casi ausentes. Lo técnico aparece en
general como adjetivo. ¿A qué se debe? A que Simondon concibe el problema
de la técnica según una ontogénesis y no una esencia. No hay para él una sino
varias técnicas, que se despliegan siguiendo caminos muy diversos y que
dependen de un devenir, por lo tanto de nada fijado de antemano ni que pueda
ser descubierto de una vez y para siempre. Hablar de individuación técnica es
hablar de las transformaciones de lo técnico, no del despliegue de
características fundamentales. En lugar de la técnica, se trata de los “objetos
técnicos” (o de los conjuntos técnicos, enseguida lo veremos). En lugar de una
“filosofía”, se trata de desentrañar “modos de existencia”.
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- Simondon comienza La individuación con lo que se llama la crítica al esquema
hilemórfico de la actividad técnica, y que extiende además al dominio social y
también filosófico. El hilemorfismo (hýle, materia; morphos, forma) es una
doctrina por la cual se considera que tanto un concepto como una vasija, y al
mismo tiempo la organización social, se crean dándole forma a una materia. Se
trata de una herencia propiamente platónica que Aristóteles transformó en la
ya expuesta teoría de las cuatro causas. Lo que hizo Aristóteles es demostrar
que la idea (eidos), en tanto forma, no estaba desprovista de materia, por lo
cual carece de sentido hablar de forma y materia. Ahora bien, sí se puede
hablar de ellas si, en lugar de las ideas, introducimos las causas eficiente y final.
- Simondon sostiene que Aristóteles no se apartó completamente de la teoría de
Platón y que el hilemorfismo continuó vigente de muchas maneras. Da el
ejemplo del ladrillo: se puede decir que el molde le da forma a la arcilla, pero
no que la arcilla carece de ella, pues para poder entrar en el molde tuvo que ser
homogeneizada, trabajada, tamizada, en fin, no se trata de una materia sin
forma, sino siempre de una materia in-formada previamente a lo que
entendemos que es la forma, el molde. Así, para Simondon, el problema de la
información en Aristóteles se extiende hasta nosotros y nos confunde en
cuanto a lo propio de la actividad técnica. No se trata de darle forma a una
materia, sino de inventar la materia en tanto tal, lo que incluye de entrada ya
una cierta donación de forma. Esto es importante por dos motivos: la
comprensión del modo en que Simondon retoma aspectos de la techné griega,
y la recuperación, en una clave diferente, de lo que tanto en Mumford como en
Bookchin y Heidegger aparece como el problema de la relación con la
naturaleza, convertida en algo inerte y por lo tanto explotable. Para Simondon,
esto no es asignable a la ciencia y técnica moderna sino a un tipo de paradigma
de la actividad técnica que viene de muy lejos, y que estaba en tensión con
otras concepciones; en este caso, la concepción presocrática de la physis versus
la concepción clásica (Platón, Aristóteles) de la techné.
- El modo de existencia de los objetos técnicos comienza con una declaración de
principios en contra del pensamiento vigente sobre la técnica. En este punto,
Simondon se emparenta y también se separa de planteos como los de
Mumford y Bookchin, pero decididamente apuesta por una filosofía de la
técnica opuesta a la de Heidegger. Mitcham, por ejemplo, se basa en este juego
de distancias y cercanías para ubicar a Simondon dentro de la “filosofía
ingenieril de la tecnología”, y razones no le faltan, pues Simondon llega a
afirmar que hay que convertirse en “abogado de las máquinas” en el tribunal
de un humanismo “fácil” que condena a los objetos técnicos. Pero veremos que
en realidad Simondon es inclasificable y que Mitcham es tremendamente
simplista.
- Lo que condena Simondon es la atmósfera que en cierto sentido dio nacimiento
a la filosofía de la técnica como tal, y que se refiere a la oposición entre Technik
y Kultur; el conocido “debate de Weimar”. Para decirlo con los términos de
Umberto Eco, los “integrados”, los tecnofílicos, desconocen los
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condicionamientos sociales y filosóficos de los sistemas técnicos, y a ellos está
dedicado la condena a la tecnocracia (que, recordemos, es un viejo proyecto de
Saint Simon) y al automatismo como índice de tecnicidad; mientras que los
“apocalípticos”, o sea, gran parte de la filosofía de la técnica entonces vigente,
no reconoce la realidad humana que hay en lo técnico y consideran que lo
humano se halla en lo intelectual, en la actitud contemplativa (justamente la
que sentenciaba Horkheimer en su propuesta de una Teoría Crítica), con lo cual
retoman el viejo prejuicio antitécnico de los tiempos griegos (el estatus inferior
de los artesanos). Para Simondon (esto es una apreciación personal), hacer una
cosa es lo mismo que tener una idea. Mientras no entendamos esto, jamás
comprenderemos la actividad técnica.
- Para Simondon hay una “dialéctica de la Ilustración” que nos condujo hasta
aquí, pero los motivos son diferentes de los de Adorno y Horkheimer. Más que
de la Ilustración, se trata del enciclopedismo. Escribe Simondon:
“Si la Enciclopedia apareció como una obra poderosa y peligrosa, no fue por sus
ataques, velados o directos, contra ciertos abusos o privilegios, ni fue por el carácter
“filosófico” de ciertos artículos; existían varios libelos y panfletos más violentos quela Enciclopedia. Pero la Enciclopedia era temida porque estaba movida por una
fuerza enorme, la del enciclopedismo técnico, fuerza que le había conciliado
protectores potentes y esclarecidos; esta fuerza existía por ella misma, porque
respondía, incluso más que las reformas políticas o financieras, a una necesidad de
la época; esta fuerza era positiva y creadora, y también realizaba un notable
agrupamiento de los investigadores, de los redactores, de los corresponsales,
dándole una fe a este equipo compuesto de hombres que colaboraban sin estar
vinculados entre ellos a través de comunidades sociales o religiosas; había que llevar
adelante una obra enorme. La grandeza de la Enciclopedia, su novedad, residen en
el carácter en el fondo mayor de esas planchas de esquemas y modelos de máquinas,
que son un homenaje a los oficios y al conocimiento racional de las operaciones
técnicas. Ahora bien, estas planchas no tienen un rol de pura documentación
desinteresada para un público deseoso de satisfacer su curiosidad; la información
está allí lo bastante completa como para constituir una documentación práctica
utilizable, de modo tal que todo hombre que poseía la obra era capaz de construir la
máquina descripta, o de hacer avanzar, a través de la invención, el estado alcanzado
por la técnica en ese dominio, y de hacer comenzar su investigación en el punto en
donde concluía la de los hombres que lo precedieron” (Simondon, Gilbert (2007). El
modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires, Prometeo, pp.112-113).
- El problema es que la educación que llevó adelante la Ilustración fue inversa a
las intenciones de la Enciclopedia, y en lugar de incorporar lo técnico a lo
educativo, lo separó, reproduciendo las tensiones heredadas del platonismo.
Así, habrá una educación técnica que nada tendrá que ver con la educación de
los formadores de cultura. En esto radica el inicio fallido del pensamiento sobre
la técnica: no hay nadie que piense a la técnica dentro de la cultura. Así, la
oposición entre Technik y Kultur se basa en motivos sociales, la concepción de
la educación en la modernidad, que terminan replicando los modos de
dominación más antiguos, los mismos que Platón y Aristóteles aplicaban en una
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sociedad de esclavos. Como para Marx, para Simondon los obreros son la
versión moderna de los esclavos, pero por motivos algo diferentes: su
alienación consiste en no saber lo que hacen y no basta con invertir las
relaciones de producción para que haya un cambio social. Este cambio, dice
Simondon, debe comenzar por entender la realidad de la técnica dentro de la
cultura, y esto lo realizará tanto el pensamiento filosófico como el estético, a
condición de estar acompañado por una profunda reforma de la educación.
- Otra cuestión esencial de la filosofía simondoniana de la técnica es la particular
construcción de la historia social de la misma en los últimos dos siglos, que
tiene parentescos con las de Mumford y Boochin. El siglo XVIII, el de la
Revolución Industrial, es el de la explosión de los elementos y herramientas
técnicas. El hombre es individuo técnico, en la medida en que los elementos
técnicos necesitan lo somático para completar la acción técnica. Este es el
momento en que la bifurcación entre Enciclopedia e Ilustración se vuelve
decisiva, por motivos sin dudas relacionados con lo visto a propósito de la
distinción de Horkheimer entre razón objetiva y razón subjetiva. Cuando Kant
decía en ¿Qué es la Ilustración? que para razonar primero hay que obedecer,
decía en definitiva lo mismo que la gradación aristotélica de las jerarquías de
las technés: una cosa es saber las causas y otra seguir ciegamente un
procedimiento. Para Simondon, la Enciclopedia aún pensaba que era posible
seguir el procedimiento y al mismo tiempo conocer las causas.
- La segunda etapa de la técnica moderna corresponde al reino de los individuos
técnicos, en donde las máquinas reemplazan al hombre como portador de
herramientas o elementos técnicos. Aquí yace la alienación, pero también la
fantasía de su ineluctabilidad, que fue denunciada en el siglo XIX. El capitalismo
como nueva realidad social puso a competir a los cuerpos trabajadores con las
máquinas en tanto “portadores de herramientas”. Mientras tanto, los cuerpos
y las mentes fueron desprovistos del saber de las causas, se sometieron a un
código de producción autoritario y dejaron a la actividad técnica sin norte
seguro. De aquí parte Feenberg, por ejemplo, para reescribir a Marx vía
Simondon.
4) El problema de la cibernética
- La tercera etapa coincide con el momento actual y se basa en la cibernética, la
“ciencia que estudia la comunicación y el control en animales, hombres y
máquinas”, según la definición clásica de Norbert Wiener. Hay dos elementos
centrales de la cibernética para Simondon. El primero es el estudio de las
autorregulaciones de la máquina, pues con la cibernética se alcanza el mayor
grado de funcionamiento del conjunto de los sistemas técnicos, esos mismos
que se multiplicaron en los últimos dos siglos y que empujó al pensamiento
sobre la técnica a ver la luz. El segundo es la noción de información, que será
fundamental para las clases que siguen.
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- La cuestión de la información es extremadamente compleja, pero se puede
resumir en el hecho de que a partir de la década del ’40, los sistemas basados
en códigos binarios y en transformaciones electrónicas (esto es, en el nivel de
los electrones) tienden a dominar todos los conjuntos técnicos. Qué es la
información es una pregunta con muchas respuestas posibles. La que toma
Simondon asume en forma literal la Teoría Matemática de la Información de
Claude Shannon: la información corresponde al mayor grado de
indeterminación de la aparición de un signo (dejando afuera las
consideraciones semióticas de esta palabra, claro) en un código dado. Podemos
ilustrarlo con el sencillo acto de enviar un mensaje de texto. Cuando se escribe
“q” para significar “que”, se está asumiendo que la letra “q” es información, ya
que no se puede predecir su aparición y que las letras “u” y “e” no tienen valor
informacional, en un caso porque en castellano la “u” siempre acompaña a la
“q” y en el otro porque, habiendo sólo dos opciones que seguirían a la “u” (las
letras “e” o “i”), la “e” es la única que corresponde a una palabra en castellano;
de hecho, la única palabra que puede tener tres letras comenzando con la “q”
es “que”, de manera que escribir “q”, luego un espacio y luego otra palabra
equivaldría a un “que”. Si se intentara escribir “querer”, habría que introducir
una “r” como segunda unidad informativa luego de la “q”. Por lo tanto, hay más
información cuanta menor sea la probabilidad de aparición de un signo
tomando en cuenta el signo actual.
- A partir de estos dos elementos, conocimiento de la autorregulación y
emergencia de una nueva noción de in-formación (que ya no será, como en el
esquema hilemórfico, la donación de una forma a una materia, sino algo más
complejo), la cibernética los funde y considera que todos los seres artificiales y
vivientes pueden ser entendidos como “máquinas de información”, siguiendo
la definición misma de Wiener. Aquí yace para Simondon el problema. Sin la
cibernética, no podemos pensar adecuadamente el estadio actual de los
sistemas técnicos. Pero si adoptamos por entero los principios cibernéticos,
terminaremos creyendo que los seres vivos son máquinas y viceversa, como
cuando se sostiene que la base de la vida es el ADN, que funciona como una
computadora. Así, ya no hay vuelta atrás de la consideración de los márgenes
de indeterminación, del problema ontológico de qué es la información y de la
nueva etapa que supone el conocimiento de la autorregulación; pero al mismo
tiempo la cibernética, como “tecnología”, termina siendo tan ingenua como el
pensamiento tecnócrata al considerar que lo técnico es la base para entenderlo
todo. Para Simondon, en cambio y es preciso recordarlo, todo se trata de
individuaciones. Todo esto es esencial, por ejemplo, para comprender la
posturade Sloterdijk, tema de las clases que vienen, respecto a la realidad de la
información y su integración en un nuevo pensamiento sobre la técnica, ahora
aplicado a la biotecnología y al poshumanismo.
- Al mismo tiempo, queda claro que todo lo que podrá emparentar a Sloterdijk
con Heidegger es lo que los aleja a Heidegger de Simondon. La cibernética no
representa un problema por representar la quintaesencia del “lenguaje
técnico” (Heidegger), sino cierta interpretación de la cibernética que nos hace
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creer en cierta definición de lenguaje. Por lo pronto, que un lenguaje de
máquina o que el código genético sea un lenguaje depende de que hagamos
equivaler lenguaje con código. Simondon se opone tajantemente a esta
secuencia. O sea: Heidegger y Simondon coinciden en este punto y al mismo
tiempo valoran de manera muy diferente cuál es su procedencia, esto es, si
realmente el lenguaje está siendo reducido a un código. Y esa distancia viene
dada por la influencia de la tensión entre Technik y Kultur: ausente, rechazada,
en Simondon, y omnipresente en Heidegger.
5) La estética
- Simondon tiene una postura muy compleja sobre la relación entre lo técnico y
lo estético que también nos será útil, en el eje de arte y técnica que atraviesa
este seminario, para aproximarse a la realidad de la biotecnología y del bioarte.
Está desarrollada en la tercera parte de El modo de existencia…y ustedes tienen
un botón de muestra en la crítica de Simondon a la separación entre los objetos
útiles y los objetos estéticos.
- Esta postura es difícil de comprender incluso para los especialistas en
Simondon. Se basa en un experimento teórico (no una definición histórica)
sobre una “unidad mágica primitiva” en la cual las funciones teóricas y
prácticas del hacer en el mundo estaban unidas. Una vez que se separaron,
dieron lugar al ámbito de la “tecnicidad” y el de la “religiosidad”: a la primera le
compete dominar las fuerzas naturales en ámbitos controlables y
transportables, y a la otra la interpretación de esas fuerzas como aquello que
no se puede controlar pero que al mismo tiempo constituye la razón de ser de
lo técnico. No parece tan diferente de la vieja distinción entre techné y týché
de los griegos, y de hecho Simondon se viste de Aristóteles a la hora de dar
ejemplos. Así como Aristóteles hablaba de la techné de los arquitectos como
algo que nos acerca al conocimiento de las causas primeras, Simondon dice
que, por ejemplo, cuando se construye un monasterio en un promontorio,
quizás no sea para tener una panorámica del paisaje, eventualmente con
objetivos de defensa (ver si hay amenazas militares, invasiones, para
resguardarse de ellas), o alguna otra razón “utilitaria”, sino porque ese
promontorio “llamaba” a construir algo allí. Simondon sostiene que, tanto en el
espacio como en el tiempo, hay “puntos-clave”, situaciones que concentran
energía y que convocan a la actividad técnica. Cuando lo técnico se separa de lo
demás, estas energías son comprendidas de un modo más trascendente, tal
como lo hacen las religiones, y de allí comienza a desandarse un camino en el
cual las actividades teóricas ganarán terreno a las prácticas en cuanto al
prestigio de su ejercicio; una vez más, el prejuicio de los griegos contra los
artesanos.
- Pues bien, más allá de que esto requeriría una explicación más detallada que se
hace imposible por falta de tiempo, Simondon plantea que lo estético es aquel
lugar en el que late algo de aquella unidad mágica, donde la actividad técnica
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tiene un halo que supera con creces la practicidad, la eficacia y la racionalidad
que solemos asignarle, al menos para las posturas más instrumentalistas. En
esta ontogénesis (imaginaria, hay que decirlo) hay varias etapas que podemos
sintetizar en este cuadro:
Unidad mágica primitiva
Tecnicidad Religiosidad
Técnica Pensam.estético Religión
(concreto-material) (abstracto-espiritual)
Pensam. Pensam.filosófico Pensam.
técnico religioso
Ciencia / Sab.prácticos Dogma Ética
(teoría) (práctica) (teoría) (práctica)
- El pensamiento estético es aquel que se halla en el medio entre técnica y
religión, y permite remontarse a la división entre tecnicidad y religión; mientras
el pensamiento filosófico es aquel que, una vez instituidos los pensamientos
derivados de la distinción entre técnica y religión, puede rehabilitar la potencia
del pensamiento estético. Es importante que para Simondon “pensamiento
técnico” no quiere decir “pensamiento sobre la técnica”, sino el tipo de
pensamiento consagrado a lo material y a lo práctico; si se quiere, es el ámbito
de lo instrumental. Al igual que Heidegger y los teóricos de Frankfurt,
Simondon considera que lo técnico antecede como tal a la ciencia moderna,
aún cuando no emplee estos términos.
- Ahora bien, volviendo sobre la relación entre lo técnico y lo estético, Simondon
afirma en esta tercera parte de El modo de existencia… que la obra de arte
como tal puede funcionar “llamando” a este estadio estético, pero que de
ningún modo el arte instituido, el arte moderno, el arte en su esfera autónoma,
puede agotar la realidad de lo estético. Primero, porque ya vemos que un
objeto técnico puede ser un objeto estético, por lo cual utilidad y esteticidad
pueden intercambiarse. Y segundo, porque el arte tal como se lo entiende hoy
está al final de una serie de derivaciones, que Simondon llama “desfasajes”, en
la que lo estético está más bien al inicio. Para Simondon, la obra de arte y el
arte como tal se relacionan, pero no son sinónimo de lo estético.
- Esto señala un interesante contrapunto con lo visto acerca de la relación entre
arte y técnica, ya sea para la Escuela de Frankfurt como para las vanguardias
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estéticas. Mientras se entienda esta relación como de mutua exterioridad, o de
términos que el pensamiento pone en relación (el carácter técnico de la obra
de arte, su reproductibilidad técnica, etc.), se estará suponiendo que lo estético
y lo técnico se mantienen separados. Al suponer que lo estético es mucho más
que lo artístico y que a su vez está vinculado con lo técnico (es más, que su
separación es consecuencia de una serie de desfasajes), Simondon en realidad
ensancha el problema de los objetos técnicos y hasta se podría decir que
incluye a la obra de arte dentro de ellos, porque no existiría ya la distinción
entre lo útil y lo estético que nos parece hoy de sentido común.
- Quizás esto se pueda entender mejor circunscribiendo el contrapunto al
problema de la reproductibilidad técnica de la obra de arte. Decía Benjamin,
como ya se ha visto, que la reproducción técnica suprime el aura de la obra de
arte en beneficio de una accesibilidad, de un acercamiento, de esa obra en la
cual, en el original, había una “manifestación irrepetible de una lejanía, por
cercana que ésta pudiera estar”. Ahora bien, la oración siguiente es, una vez
hecha la aclaración de que hasta el momento se había definido en objetos
históricos: “Descansar en una tarde de verano y seguir con la vista una
cordillera en el horizonte o una rama que arroja su sombra sobre el que
descansa, a eso llamamos respirar el aura de las montañas o de esta rama”.
Leamos ahora el siguiente fragmento de Simondon:
“Pero existe en ciertos casos una belleza propia de los objetos técnicos. Esta belleza
aparece cuando estos objetos están insertos en un mundo, sea geográfico o humano:
la impresión estética es entonces relativa a la inserción; es como un gesto. El
velamen de un navío no es bello cuando no funciona, sino cuando el viento lo infla e
inclina enteramente los mástiles, llevando al navío sobre el mar; lo que es bello es el
velamen en el viento y sobre el mar, como la estatua sobre el promontorio. El faro
en la punta del acantilado dominante es bello porque está inserto en un punto-clave
del mundo geográfico y humano. Una línea de pilones que soportan los cables que
atraviesan un valle es bella, mientras que los pilones, vistos desde los camiones que
los llevan, o los cables, en los grandes rollos que sirven para transportarlos, son
neutros. Untractor en un garage no es más que un objeto técnico; cuando está en
funcionamiento, y se inclina sobre el surco mientras que se esparce la tierra, puede
ser percibido como bello. Todo objeto técnico, móvil o fijo, puede tener su epifanía
estética, en la medida en que prolonga el mundo y se inserta en él. Pero no es bello
sólo el objeto técnico: también lo es el punto singular del mundo que concretiza el
objeto técnico. No es bella solamente la línea de pilones, también lo es el
acoplamiento de la línea, las piedras y el valle, la tensión y la flexión de los cables:
allí reside una operación muda, silenciosa, y siempre continuada de la tecnicidad
que se aplica al mundo (…).
Por esto el descubrimiento de la belleza de los objetos técnicos no puede ser
abandonada únicamente a la percepción: hace falta que la función del objeto sea
comprendida y pensada; dicho de otro modo, hace falta una educación técnica para
que la belleza de los objetos técnicos pueda aparecer como inserción de los
esquemas técnicos en un universo, en los puntos-claves de este universo (…)
El objeto técnico puede ser bello de una manera diferente, por su integración en el
mundo humano que prolonga; de este modo, una herramienta puede ser bella en la
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acción cuando se adapta tan bien al cuerpo que parece prolongar de manera natural y
amplificar en alguna forma sus caracteres estructurales; un puñal sólo es bello en la
mano que lo sostiene; por lo mismo, una herramienta, una máquina o un conjunto
técnico son bellos cuando se insertan en un mundo humano y lo recubren al
expresarlo; si la alineación de los tableros de una central telefónica es bella, no es
porque lo sea en sí ni por su relación con el mundo geográfico, porque puede estar
en cualquier lugar; lo es porque sus señales luminosas que trazan instante a instante
constelaciones multicolores y móviles representan los gestos de reales de una
multitud de seres humanos vinculados unos con otros por medio del
entrecruzamiento de los circuitos. La central telefónica es bella cuando está en
acción, porque es en todo momento la expresión y la realización de un aspecto de la
vida de una ciudad y de una región; una luz es una espera, una intención, un deseo,
una noticia inminente, un sonido que no se escuchará pero que va a repercutir lejos,
en otra casa. Esta belleza está en la acción, y no es sólo instantánea, sino también
hecha del ritmo de las horas pico y las horas de noche. La central telefónica no es
bella por sus caracteres de objeto, sino porque es un punto-clave de la vida colectiva
e individual (El modo de existencia…, pp.203-204).
- Sabrán disculpar la extensión de la cita; creo que es justamente muy bella. En
todo caso, y haciendo por un momento abstracción de las diferencias que
puede haber entre algo bello y algo “con aura”, es como si Simondon ve en la
central telefónica algo de lo que Benjamin ve en la obra de arte o en la
montaña. De hecho, no sería del todo errado pensar que Simondon está viendo
algo de aura en las “señales luminosas que trazan instante a instante
constelaciones multicolores y móviles representan los gestos de reales de una
multitud de seres humanos vinculados unos con otros por medio del
entrecruzamiento de los circuitos”. Vemos, por ejemplo, que la cuestión de los
puntos-clave no se limita a la mediación entre el hombre y el mundo, como el
caso del monasterio en el promontorio. Por supuesto que esto no corresponde
al aura benjaminiana. La diferencia es precisamente lo que nos interesa: que
Simondon está viendo en la faz estética de lo técnico, que se define por su
inserción social y colectiva en el mundo, lo que Benjamin o Adorno pueden ver
en la obra de arte, inmediatamente estética por su condición de tal. Esto
permite atisbar la idea simondoniana de estética. Si extremamos los tantos,
hasta se podría decir que para Simondon es la propia técnica la que destila
alguna clase de aura, sin necesitar para ello del pasaje por el arte instituido.
Reitero que es preciso recordar estas cuestiones cuando lleguemos al vínculo
entre biotecnología y bioarte.
1) Proyección del pensamiento simondoniano de la técnica:
- La proyección del pensamiento de Simondon hacia atrás en la secuencia del
programa del seminario entrega algunas comprobaciones. La primera es que
Simondon rechaza la relación establecida entre técnica y racionalidad
instrumental, que caracteriza tanto a los instrumentalistas como a los
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sustantivistas, siguiendo la clasificación de Feenberg; en el primer caso, para
elogiarla, en el segundo para condenarla. La segunda es que la cuestión general
de la “técnica moderna” es desbrozada en diferentes etapas y distribuida entre
objetos y sistemas técnicos a lo largo de los últimos 200 años. En estas
distinciones aparecen matices y diferencias entre la lógica de concepción y
ejecución de un canal trasatlántico en el siglo XIX y una pantalla de televisión
de la década del ’40 del siglo XX. Es probable que Mitcham, por ejemplo,
calificara a Simondon de “ingenieril” porque lo espantó ver que emplea páginas
y páginas en explicar el sistema de enfriamiento de un motor, el cambio de
configuración electrónica en un circuito integrado o el procedimiento entre
cátodo y ánodo en una pantalla; esto sin dudas colabora para que su
pensamiento no fuera muy popular entre los “humanistas” y en el público en
general. Pero Simondon entendía que estos eran temas filosóficos y estéticos, y
no meramente técnicos, desafiando nuestro sentido común y en el del
pensamiento sobre la técnica. Incluso dentro de su contrapunto, hay puntos de
conexión con otras posturas vistas hasta aquí, pero creemos que su teoría es
suficientemente original y compleja como para ser incluida, hasta con sus
complejidades.
- La tercera cuestión importante en relación con el programa “hacia atrás” es la
relación entre lo estético y lo técnico, que acabamos de ver. Puede
considerarse que Simondon permite ver de un modo diferente la relación que
algunas vanguardias, en especial el futurismo y la Bauhaus, mantuvieron con la
cuestión técnica desde el campo del arte. La exaltación futurista sin dudas
pertenecería a un instrumentalismo desenfrenado: la técnica nos provee
belleza porque nos trae un nuevo mundo de racionalidad que barre con las
viejas “bellas artes”. Pero la Bauhaus, con su intención de “volver a los
materiales” y de recrear un mundo de diseño y de funcionalidad, se acercó más
agudamente a la complejidad de la tensión entre lo útil y lo estético, más allá
de cuáles hayan sido sus derivaciones posteriores.
- Por último, si observamos el problema de las líneas de pensamiento sobre la
técnica, queda claro por qué Feenberg señala que Simondon puede ayudar a
que la Teoría Crítica recupere su fuerza para analizar a la técnica en la praxis
social, y no condene toda realidad tecnológica a un solo rasgo.
- En cuanto a la proyección de la posición simondoniana hacia adelante, es clave
para analizar el problema de la información en Sloterdijk que se verá en el
próximo teórico, así como también la definición que se puede dar de un
“poshumanismo”, que en términos de Simondon podría circunscribirse con la
siguiente pregunta: ¿qué imagen del hombre deberíamos tener cuando su
actividad técnica no es asimilable únicamente ni a la modificación de la
naturaleza, ni a la racionalidad, ni a la mera portación de herramientas, sino
más bien a la gestión de márgenes de indeterminación en máquinas que
realizan actividades “intelectivas”, como una computadora? Será clave ver la
problemática de la plasticidad en Sloterdijk, que tiene puntos de contacto con
la de la modulación en Simondon.
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- Al mismo tiempo, esta misma noción de información es la que articula la
biotecnología con el bioarte y los debates que se suscitan alrededor de la
relación entre arte y técnica en estas prácticas.

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