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Aristoteles-Politica-páginas-35

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LIBRO III 181 
pues decimos que los cargos públicos son honores, y si 
siempre son los mismos los que los ejercen, los demás ne- 
cesariamente quedan privados de honores. 
5 ¿Será mejor que mande uno solo, el más digno? Pero 
esto es todavía más oligárquico, pues serán más los priva- 
dos de honores. Quizá podría decirse que, de todos mo- 
dos, es malo que sea un hombre y no la ley quien ejerza 
la soberanía, estando sujeto a las pasiones que afectan al 
alma 471. Pero si la ley es oligárquica o democrática, ¿qué 
diferencia habrá respecto de las dificultades suscitadas? Su- 
cederá lo mismo que lo que hemos dicho antes. 
11 Queden los demás casos para otra dis- 
cusión 472. Pero el que la masa debe ser 
La soberanía soberana más que los mejores, pero po- 
del pueblo cos, puede parecer una solución y, aun- 
que tiene cierta dificultad, ofrece quizá 
2 también algo de verdad. En efecto, los más, cada uno de 
i28ib los cuales es un hombre mediocre, pueden, sin embargo, 
reunidos, ser mejores 473 que aquéllos, no individualmente, 
sino en conjunto 474. LO mismo que los banquetes, en que 
han contribuido muchos 475, son mejores que los sufragados 
por uno solo. Al ser muchos, cada uno tiene una parte 
de virtud y de prudencia, y, reunidos, la multitud se hace 
como un solo hombre con muchos pies y muchas manos 
y muchos sentidos; así también ocurre con los caracteres y 
471 Cf. infra, 111 15, 5, 1286a16 SS.; PLATÓN, Leyes IV 713E SS. 
472 Veanse los capítulos 12-17 y los libros IV y VI. 
473 Cf. HOMERO, Ilíada XIII 237. 
474 Cf. TUCÍDIDES, VI 18, 6. HER~DOTO, 111 8. La capacidad superior 
del conjunto de ciudadanos está de acuerdo con la definición que Aristó- 
teles da del ciudadano. Cf. supra, 111 1, 12, 1275b18. 
475 Cf. HES~ODO, Trabajas y días 722 SS.; infra, 111 15, 7, 1286a29. 
JENOFONTE, Ciropedia 7, 1, 12. 
la inteligencia 476. Por eso también las masas juzgan mejor 3 
las obras musicales y las de los poetas: unos valoran una 
parte, otros otra y entre todos todas. 
Pero en eso se diferencian los hombres de calidad de 4 
cada uno de los de la masa -como dicen que se diferen- 
cian los hermosos de los que no lo son y las pinturas artís- 
ticas de los modelos verdaderos-: en que está reunido en 
uno solo lo que suele estar esparcido y separado, puesto 
que, por separado, los ojos de uno pueden ser más bellos 
que los de la pintura, y cualquiera otra parte de otro. 
Sin embargo, no está claro que respecto del pueblo en- s 
ter0 y de toda la masa sea ésa la diferencia que existe entre 
la mayoría y la minoría distinguida. Y tal vez, ipor Zeus!, 
es claro que en algunos casos es imposible. (Pues el mismo 
razonamiento podría aplicarse a los animales: ¿en qué se 
distinguen, en resumidas cuentas, algunos hombres de los 
animales?). Pero para ciertas multitudes nada impide que 
lo dicho sea verdad. 
Así también se resolvería la dificultad, expuesta ante- 6 
riormente 477 y la que le sigue: sobre qué materias deben 
ejercer la soberanía los hombres libres y la masa de los 
ciudadanos (es decir, todos aquellos que ni son ricos ni 
tienen ningún prestigio por su virtud). Su participación en 7 
las magistraturas supremas no deja de ser arriesgada (pues 
a causa de su injusticia e insensatez pueden cometer unas 
veces injusticias y otras veces errores). Pero no darles acce- 
so ni participación en ellas es temible 478, pues cuando son 
476 La muititud reunida resulta como un solo hombre. Cf. infra, IV 
4, 26, 1292a11 SS. PLATÓN, República VI 493A SS. 
477 Cf. 111 10, 1 , 1281all. 
478 Sobre l is riesgos ante un gran número de ciudadanos sin honores, 
cf. supra, 111 10, 4, 1281a28. 
LIBRO 111 183 
muchos los privados de honores y pobres, forzosamente 
8 esa ciudad está llena de enemigos. Queda la salida de que 
participen en las funciones deliberativas y judiciales. Por 
eso precisamente Solón 479 y algunos otros legisladores 480 
les encargan de las elecciones de magistrados 481 y de la 
rendición de sus cuentas, pero no les permiten ejercer indi- 
9 vidualmente el poder. Pues todos reunidos, tienefi suficien- 
te sentido y, mezclados con los mejores 482, son útiles a 
las ciudades, de la misma manera que el alimento no puro 
mezclado con el puro hace el conjunto más provechoso 
que una pequeña cantidad de alimento puro. Pero cada 
uno por separado es imperfecto para juzgar. 
l o Esta ordenación del régimen político suscita una prime- 
ra dificultad: podría parecer que el juzgar quién es el que 
cura bien es propio de la misma persona que es capaz de 
curar y sanar al enfermo de la afección presente; es decir, 
1282a el médico. Y lo mismo podría decirse de las demás prácti- 
cas y artes. Como el médico debe rendir cuentas ante mé- 
1 1 dicos, así también los demás ante sus iguales. Pero el tér- 
mino médico significa a la vez el practicante ordinario, el 
que dirige un tratamiento y en tercer lugar el instruido en 
ese arte. (Tales categorías existen, por así decir, en todas 
las artes). Y concedemos la facultad de juzgar no menos 
a los instruidos que a los expertos 483. 
47' Para Solón, cf. supra, 11 12, 5, 1274a15. ARIST~TELES, Constitu- 
ción de los atenienses ... 7, pág. 65. Y PLUTARCO, Solón 18. 
480 Además de los nombres de Dracón y Solón, se cita también como 
legislador en Atenas, en el s. v a. C., a Nicómaco. Lisias escribió el 
discurso XXX, de autenticidad dudosa, contra él. 
481 Véase infra, VI 6, 3, 1318a23. Aristóteles distingue claramente la 
elección de los magistrados del ejercicio de las funciones deliberativa y 
judicial que aquí aparecen referidas a un mismo poder. 
482 Cf. TUC~DIDES, VI 18, 6, en boca de Alcibíades. 
483 El derecho de juzgar en materia de medicina debe atribuirse no 
Parece que puede aplicarse, entonces, el mismo princi- 12 
pio a la elección: el elegir bien es misión de los expertos; 
por ejemplo, a un geómetra corresponde a los expertos en 
geometría, y a un piloto a los expertos en pilotaje. Aunque 
en algunos trabajos y artes participan también algunos pro- 
fanos, no lo hacen mejor que los expertos. De modo que, 13 
según este razonamiento, no debe hacerse soberano al pue- 
blo ni de la elección de magistrados ni de la rendición de 
cuentas. 
Pero, quizá todo esto no sea correcto, a causa del argu- 14 
mento de antes, si la masa no está demasiado envilecida 
(pues cada uno será peor juez que los expertos, pero todos* 
reunidos 484 serán mejores o al menos no peores); y por- 
que en algunas cosas el que las hace no es el único juez 
ni el mejor; es el caso de aquellos de cuyas obras entienden 
también los que no poseen ese arte 485. Por ejemplo, apre- 
ciar una casa no es sólo propio del que la ha construido, 
sino que la juzga incluso mejor el que la usa (y la usa 
el dueño); y un piloto juzga mejor un timón que el carpin- 
tero, y un banquete el invitado y no el cocinero. 
Esta dificultad podría parecer que ya está suficiente- 15 
mente resuelta. Pero hay otra relacionada con ella. Pues 
parece absurdo que los ciudadanos mediocres sean sobera- 
sólo a los que saben, a los profesionales, sino también a los que, sin 
ser médicos, se interesan en ese arte por haberlo estudiado. Esta distin- 
ción que hace entre expertos, eidósin, y aficionados a instruidos, pepai- 
deuménois, en el arte, puede justificar el derecho del pueblo a examinar 
la conducta de los magistrados, puesto que el pueblo colectivamente tiene 
un conocimiento de los problema's. 
484 El pueblo en conjunto juzga bien, no como masa de hombres, 
sino en tanto que asamblea que delibera. Esta cualidad del pueblo reuni- 
do ya se mencionó en 111 11, 2, 1281bl; 111 11, 9, 1281b35. 
485 Cf. P L A T ~ N , República X 601D; y Crutilo 390B SS.

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