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Posmodernidad y teorías del lenguaje: El fin de los funcionalismos - Eliseo Verón El horizonte funcionalista El funcionalismo fue la primera forma que adoptó la cientificidad en las ciencias sociales a lo largo del siglo XX. Gracias a él se consolidaron la sociología, antropología, lingüística, psicoanálisis y la psicología. El funcionalismo consiste en el privilegio atribuido a la función sobre la estructura, consiste en suponer, respecto de un fenómeno dado, que la cuestión a saber para qué sirve es una cuestión esencial, para comprender luego el cómo y por qué. El núcleo duro del funcionalismo se funda el la figura de la relación entre un medio y un resultado, que se contaminan recíprocamente en el momento en que uno los identifica. El funcionalismo hace una lectura causal delvínculo entre los términos, pero el principio de causalidad se aplica dos veces, y la segunda vez el sentido de la relación se invierte. En el primer momento la conducta estudiada (medio) se categoriza como causa y el resultado como efecto. En el segundo momento el resultado, concebido como meta de la conducta, aparece consecuentemente como la causa (anticipada) que explica la conducta como efecto. El funcionalismo pervierte el principio de causalidad, es una manera antropomórfica (atribución de características humanas a algo) de modelizar sistemas de causalidad no lineales. En el curso de lingüística general se hace una lectura “comunicaciones”: se pasa de una idea de la lengua como institución social que impone reglas a un sujeto parlante que no puede cambiarla, a una visión de la lengua entendida como herramienta de comunicación, al servicio de las intenciones de los locutores. La teoría lingüística se formula partiendo del punto de vista del actor, del sujeto parlante: la única realidad que conoce la lengua es la de la persona hablante, con su manera de ver las cosas y de conducirse ante ellas en el momento del discurso. Esto prefigura el célebre esquema comunicacional de las funciones del lenguaje de Roman Jakobson. Él fue quien mejor resumió la importancia del modelo funcional-instrumental. Se considera al lenguaje como herramienta de comunicación. ¿Para qué sirve el lenguaje? Para comunicar. No es causal que esa perspectiva haya marcado toda la reflexión sobre el lenguaje durante el mismo período que, abierto por la consolidación de las “democracias de masa”, la consagración de la teoría de la “opinión pública” y la aceleración de la evolución tecnológica de los medios con la difusión de la radio, culmina en la imagen de la sociedad postindustrial como “sociedad de comunicación”. La ruptura chomskiana Hay un nuevo enfoque que anuncia el fin de las ideologías funcionalistas: la lingüística generativa-transformacional de Noam Chomsky. Considera que la lingüística no tiene ninguna necesidad de las ciencias sociales: el fundamento del lenguaje debe buscarse en el cerebro, su ciencia fundadora sería la biología. Hipótesis de innatismo para explicar las estructuras fundamentales de la “gramática universal”, que Chomsky define: el sistema de principios, de condiciones y de reglas que son elementos o propiedades de todas las lenguas humanas, no por accidente, sino por necesidad biológica y no lógica. “La naturaleza de las estructuras que se instalan está predeterminada en gran medida por la organización biológicamente dada del pensamiento.” De modo que hay que desprenderse de la concepción instrumental. Problema central es el que se plantea el concepto de regla convencional. Los pragmáticos de los actos de lenguaje pretenden que la lengua es un conjunto de reglas convencionales, que es inseparable de la aceptación de la regla por parte del actor social. Sin embargo, las “reglas” constitutivas de la lengua son convenciones inviolables. Chomsky dice que una vez adquirida la lengua puede no utilizarse, pero no se puede optar por hacer que las frases digan algo diferente de lo que significan. Por eso no hay razón para aceptar las reglas del lenguaje: el pensamiento las elabora del mismo modo en que los órganos del cuerpo se desarrollan de manera predeterminada en las condiciones apropiadas. La teoría chosmkyana marca el comienzo del fin del predominio de la racionalidad instrumental de la modernidad, esa racionalidad fundada en la transparencia y armonía preestablecidas entre el objeto (la frase) y la función (el empleo de la frase). Se renuncia a construir la teoría del sentido partiendo desde el punto de vista del locutor y de sus intenciones. Porque el objeto del lingüista es un objeto construido. Es una ilusión creer que la frase que analiza el lingüista es el mismo objeto que utiliza la gente cuando habla. La indeterminación del sentido La frase no es algo “dado” sino un objeto construido, una teoría de la discursividad social no puede concebirse como una prolongación “pragmática” de la lingüística, corresponde a la teoría de los discursos construir su propio objeto. Liberado del funcionalismo, el estudio de la producción discursiva ya no tiene el soporte del sujeto parlante: el sujeto ya no es la fuente de sentido, sino más bien un punto de paso en la circulación del sentido. La discursividad queda atenazada entre dos polos: el de la producción y el del reconocimiento de los discursos. Se hace visible una propiedad fundamental de la circulación del sentido: está aquejada de indeterminación. La unidad de análisis mínima es la interdiscursividad, es decir, el intercambio. Entre el engendramiento de un discurso y sus efectos, no hay causalidad lineal. Un discurso nunca produce un efecto y sólo uno; por el contrario dibuja un campo de efectos posibles. Los procesos de la discursividad social son entendidos como sistemas complejos. La historia de la semiología ilustra la evolución de esta problemática. La primera semiología (década del ’60) se proclama inmanentista, encerrada en su corpus no se interesaba por la producción o el reconocimiento. La segunda semiología (década del ’70) desplazó el acento hacia la producción. La semiótica del ‘80 debe integrar en su marco conceptual una teoría del reconocimiento, una teoría de los efectos de sentido. En tanto no se conceptualice el reconocimiento, la teoría de la producción queda incompleta, porque toda producción discursiva es un reconocimiento de discursos anteriores. El obstáculo que representaba el funcionalismo: al formular la teoría del lenguaje partiendo del punto de vista del locutor, la indeterminación constitutiva del sentido quedaba invisible. Para el sujeto parlante la lengua es transparente, puesto que él sabe lo que quiere decir cuando habla. La pregunta de ¿Para qué sirve el lenguaje? Es una pregunta de productor. Si el desfase entre la producción y el reconocimiento es constitutivo de la circulación de sentido, si el carácter no lineal es una propiedad de esta última como sistema complejo, la indeterminación relativa es un principio válido en todos los niveles de la comunicación. Cuanto más complejo sea el soporte discursivo (al intervenir materias significantes heterogéneas y simultáneas) tanto más se acreciente la distancia entre producción y reconocimiento. Antes que reforzar la uniformidad social, la mediatización acelerada de las sociedades industriales nos conduce hacia funcionamientos significantes cada vez más complejos.
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