Logo Studenta

207231

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

UNIVERSIDAD 
C A T O L I C A 
DE 
V A L P A R A I S O 
V A L P A R A I S O 
Consecuencias 
de una Guerra 
con 
Armas Atómicas 
Por 
GASTON OSSA S. M. 
1961 
D E L M I S M O A U T O R 
La mitad de los niños 
chilenos no se educan 1948 
El robo de una Herencia 
1.a Edición 1952 
2. a Edición, revisada y 
aumentada 19S8 
PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA DE VALPARAISO 
CONSECUENCIAS DE UNA GUERRA 
CON ARMAS ATOMICAS 
por Gastón Ossa S. M. 
Ingeniero Civil U. C H . 
Consejero Académico 
de la Universidad Católica 
de Valparaíso. 
VALPARAISO, 1961. 
Estos apuntes son un capítulo de un trabajo mucho más extenso 
que aún está inconcluso. La edad y sus achaques por una parte, la 
falta de tiempo por otra, ponen una nota de incertidumbre en la po-
sibilidad de terminarlo. Ante el peligro de perder todo el esfuerzo 
realizado, he creído conveniente publicar estas notas sobre las 
*'consecuencias de una guerra atómica", por tratarse de un asunto 
que es independiente del ensayo en preparación, aunque forma parte 
de él. 
Por estas circunstancias, he aceptado gustoso, las facilidades 
ofrecidas para publicarlo por la Universidad Católica de Valparaíso, 
•a cuyo Consejo Académico tengo el honor de pertenecer. 
Deseo expresar mis agradecimientos al Dr. Pablo Krassa, de la 
Universidad de Chile y al Profesor D. Max von^Brand, de la Uni-
versidad Santa María, que tuvieron la amabilidad de revisar el 
Anexo N" 1 de este ensayo'y al Dr. Bruno Günther, de la Univer-
sidad de Chile, que tuvo la atención de revisar el Anexo N° 2. 
Espero que el interés y la oportunidad del tema hagan excusar 
las limitaciones y deficiencias de su exposición. 
GASTON OSSA S.M. 
CONSECUENCIAS DE UNA GUERRA 
CON ARMAS ATOMICAS 
El verdadero título de este ensayo debería ser "Consecuencias 
de una guerra con Armas Nucleares", porque son las reacciones 
entre los núcleos de los átomos, hasta hace poco inaccesibles, las que 
producen estas enormes cantidades de energía explosiva. Mantene-
mos la expresión armas atómicas por ser la más usada. En el texto 
se emplean ambas indiferentemente. 
Todos sabemos que las bombas atómicas tienen un poder des-
tructor enorme, hemos oído que una nueva guerra mundial con esta 
clase de armas pondría en peligro la civilización y aún sería una 
amenaza para la vida en nuestro planeta, pero no todos sabemos 
en qué consisten y cómo actúan tales armas;. ni conocemos los valo-
res, en cantidad y calidad, de su fuerza destructora; ni la gran varie-
dad de formas y maneras en que se emplea la energía'nuclear con 
fines guerreros; ni la medida como su uso ha transformado y con-
tinua modificando los problemas tácticos y estratégicos; ni, final-
mente, cuáles serían las consecuencias, para la actual y las futuras 
generaciones, de una guerra mundial en que se usaran estas armas; 
consecuencias que son de tal gravedad, que nos hacen considerar el 
empleo de las armas nucleares, como un fenómeno nuevo y sin pre-
cedentes en la historia de la humanidad y como una amenazante 
posibilidad que debería tenerse muy presente al buscar, sin peligrosas 
dilaciones, la solución de aquellos problemas sociales, económicos 
y de otro orden, cuya influencia en la situación internacional, pu-
5 
diera conducirnos a la espantosa e irremediable catástrofe que sig-
nificaría una guerra nuclear. Un breve, estudio de estas cuestiones, 
en sus líneas más generales, es el objeto del presente trabajo. 
Para mejor explicarme en qué consisten y cómo actúan las explo-
siones nucleares, redacté, en forma elemental y muy sucinta, unas no-
tas que forman el Anexo N<? 1. En realidad, más que para publicarlas, 
las escribí para aclarar mis propias ideas sobre esta materia. Su 
lectura no es necesaria para comprender el presente ensayo, pero la 
estimo de interés para personas de cultura corriente, que desearan 
adentrarse un poco por este campo maravilloso y de tanta importan-
cia que nos ofrece la física nuclear í 1 ) . 
Las primeras bombas, nucleares, las de uranio, obtienen su ener-
gía explosiva por la división de los átomos de uranio ( 2 ) , de aquí 
su nombre de bombas de fisión. El material empleado en estas bom-
bas es una variedad (isótopo) del uranio, escasa y costosa de pro-
ducir, conocida con el nombre de uranio 235. La fisión se realiza 
como una explosión violentísima, en menos de una millonésima de 
segundo. La energía explosiva del uranio que se emplea en las bom-
bas, es I8V2 millones de veces mayor, a igualdad de peso, que la 
energía producida por el más poderoso de los explosivos conocidos 
hasta ahora, el trinitrotolueno (T. N. T . ) . 
En la bomba de hidrógeno, que se desarrolló algunos años más 
tarde, la energía se produce por la unión o fusión violenta de va-
riedades (isótopos) de hidrógeno, con formación de elementos más 
pesados. La fusión de los núcleos de hidrógeno, produce 4 % veces 
más energía explosiva que la fisión del uranio y por lo tanto, 81 
millones de veces más que el trinitrotolueno. La bomba de hidrógeno 
(1) Este anexo trata de las siguientes materias, (1) El concepto del átomo 
en la época clásica. (2) La teoría atómica en la edad contemporánea. (3) Ija 
quiebra de la teoría atómica. (4) Las nuevas ¿deas sobre el átomo. (5) Reacciones 
químicas. (6) Isótopos. (7) Relación entre masa y energía. (8) Reacciones química» 
(continuación del párrafo 59). (9) Reacciones nucleares. (10) La fisión atómica y 
(11) fusión atómica. 
(2) También se usa con este objeto el Plutonio, que se comporta, más o 
menos, de la misma manera. Las explicaciones de estos fenómenos se encuentran 
en el Anexo N? 1, a que ya me he referido. 
6 
necesita para estallar que su temperatura se eleve a varías decenas 
de millones de grados centígrados. Estas temperaturas son corrientes 
en el interior del sol y de algunas estrellas, que deben a la fusión de 
núcleos de hidrógeno su enorme energía de radiación, pero aquí en 
la tierra, se ha logrado producirlas únicamente en la explosión de 
la bomba de uranio. De aquí que para poder usar la gran energía 
explosiva de la fusión del hidrógeno, hay que combinarla con la de 
la fisión del uranio y por este motivo, las bombas modernas de mayor 
poder destructor, están compuestas de varias capas: primero, un cen-
tro de uranio 235 o plutonio, que, además de su gran poder explosivo, 
tiene como principal finalidad hacer las veces de detonador, generan-
do los millones de grados de temperatura que se necesitan para pro-
ducir la fusión explosiva de la segunda parte de la bomba, formada 
por isótopos de hidrógeno y probablemente de litio, y que es la que 
constituye la bomba de hidrógeno propiamente tal. La explosión 
doble, del centro de uranio 235 y de los isótopos del hidrógeno, pro-
duce la .expulsión violenta de cantidad de partículas (neutrones) de 
gran energía, la que puede aprovecharse para producir la fisión de 
una tercera capa envolvente, formada de uranio 238, permitiendo 
aumentar así enormemente el poder destructor de la bomba. El ura-
nio 238, es la variedad corriente del uranio, que se obtiene con muy 
poco costo, como subproducto en la preparación de uranio 235. 
Tal es la máquina infernal, llamada bomba de hidrógeno, en la 
que se combinan los procesos de fisión, fusión y fisión de sus tres 
partes componentes y cuyo poder explosivo es ilimitado. 
Como entre los objetivos militares de una guerra están la des-
trucción de las bases aéreas, puertos y principales industrias y cómo 
muchas de éstas están en las ciudades o en su inmediata proximidad, 
estudiaremos el efecto de las bombas atómicas en las áreas urbanas 
densamente pobladas, que serán sus blancos obligados. 
Mucho se ha escrito sobre los efectos destructores de estas pri-
meras bombas de fisión. La bomba que se hizo estallar sobre Hiro-
7 
shima produjo destrucción total en un radio de, por lo menos, una 
milla, a partir del pie de la vertical de la bomba I 3 ) . 
El número de muertos en Hiroshima fue de 70.000, más otros 
tantos heridos.De éstos, la mitad lo fueron por los efectos mecánicos 
de la explosión, esto es, por la onda de presión o de choque y por 
quemaduras debidas a los incendios; una cuarta parte por quema-
duras instantáneas producidas por la llamarada o fogonazo de la 
explosión, o, en términos más técnicos, por la onda de calor y un 
1 5 % por quemaduras y destrucción de tejidos causada por los rayos 
gama, una especie de rayos X muy potentes, que se producen en el 
estallido de la bomba. El 9 0 % de las muertes ocurrieron dentro de 
una distancia de 2Y¿ kilómetros de la vertical de la explosión ( 4 ) . 
Todos estos datos se refieren a las primeras bombas de uranio, 
que tenían un poder explosivo equivalente a 20.000 toneladas de 
trinitrotolueno. Las modernas bombas de hidrógeno pueden fabri-
carse de una potencia ilimitada. Se han construido y probado bom-
bas de un poder igual y aún superior a 20 millones de toneladas de 
trinitrotolueno (20 megatones) ; esto es, mil veces más poderosas 
que la usada en Hiroshima. Esto no quiere decir que su efecto des-
tructor sea 1.000 veces mayor. El radio de destrucción de una bom-
ba debido a la onda de choque, es proporcional a la raíz cúbica de 
su poder explosivo ( 5 ) . Una bomba mil-veces más potente produce 
igual destrucción en un radio solamente diez veces mayor. Hemos 
visto que en Hiroshima el radio de destrucción completa fue por lo 
menos de 1 milla. Una moderna bomba de hidrógeno de 20 mega-
tones destruiría, pues, totalmente, lina superficie de 83.000 hectáreas. 
Esto significa que bastaría una sola de estas bombas para destruir 
(3) " E l radio dentro del cual la destrucción fue total, fue de IY2 milla" 
Kissinger "Atomic Weapons and Foreign Polley" p. 14. "Cuatro millas cuadradas 
fueron absolutamente destruidas". "Westinghouse iiesearch íaboratories. Charts of 
nuclear physics". " E l radio de .severa destrucción fue de una milla" Hans Beths 
"The Hydrogen Bomb II" p. 173. 
(4) "Atomic Weapons and East-West Relations" 19S6 by P. M. S. Blackett. 
(5) "The Effeets of Atomic Weapons" 1950. Publicación preparada para y con 
la cooperación del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y la Comisión 
de Energía Atómica, bajo la dirección del Laboratorio científico de Los Alamos. 
8 
Londres o Nueva York o Moscú o cualquiera de las grandes ciuda-
des del mundo, con una parte de las aglomeraciones urbanas que 
las circundan, como puede apreciarse en el cuadro siguiente: 
ALGUNAS CIUDADES CON SUS POBLACIONES Y 
SUPERFICIES 
Ciudad 
Nueva York. . 
Londres 
París 
Moscú 
Buenos Aires. 
Santiago 
Ciudad 
Nueva York. 
Londres . . . . 
París 
Moscú 
Buenos Aires 
Santiago . . . 
Ciudad propiamente tal 
Población Superficie en hectáreas 
7 . 8 9 2 . 0 0 0 (1950) 
3 . 2 7 3 . 0 0 0 (1956) 
2 . 8 5 0 . 0 0 0 (1954) 
4 . 8 3 9 . 0 0 0 (1956) 
3 . 5 8 2 . 5 6 1 (1957) 
820.037 (1958) 
8 0 . 0 0 0 (S. Y. B . ) 
30 .000 (S. Y. B . ) 
38 .200 
32 .400 (Gunther) 
19 .400 (S. Y. B . ) 
4 . 4 0 0 
Agregando los suburbios 
Población Superficie en hectáreas 
12.296.117 (1950) (NU) (a) 162.000 (N. U.) 
8.720.430 (1956) 
5.154.834 (1954) 
4.603.035 (1947) 
1.661.621 (1958) 
(NU) 
Ib) 
( c ) 
(d) 
(e) 
(f) 
185.000 (S.Y.B.) 
48.000 (S.Y.B.) 
60.000 (mapa) 
29.100 
N. U., Anuario .Demográfico de las Naciones Unidas. S. Y. B., Statesman's 
Year Book. Los años entre paréntesis indican la fecha del censo o en que se 
estimó la población. 
a) Esta cifra incluye las poblaciones de Elizabeth, Yersey City, Newark, 
Paterson y Yonkers. 
b) Esta cifra comprende el "Outer Ring" representando, por lo tanto, el 
Greater London. 
c ) Esta cifra comprende el De»partamentó del Sena. 
d) Los /datos de Moscú se han tomado de "Ins'ide Russia" de John Gunther 
(1958). 
•e) Estas >cifras incluyen las poblaciones de Adrogue, Avellaneda, Lanus, 
Lomas de Zamora, Morón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Justo, San 
Martín, Tigre y Vicente López. El área se tomó, de un mapa de la región. 
f) Los datos de Santiago me fueron proporcionados por el Servicio Nacional . 
de Estadística y Censo de Chile. Las segundas cifras incluyen las comunas de 
Santiago; Conchalí (parte), Providencia, Ñuñoa (parte), San Miguel, Quinta Nor-
mal, Rengo (parte), Barrancas (part-e), Cisterna (parte), Las Condes (parte), L& 
Granja (parte). 
Hemos visto ya que la cuarta parte de las muertes en Hiroshi-
ma, fueron causadas por la onda de calor generada por la explosión 
de la bomba. Frecuentes muertes por quemaduras se registraron 
hasta distancias de 1.200 y 1.500 metros de la vertical de la bom-
ba ( 6 ) . Tomemos el menor de estos números. El radio en que se pro-
ducen estos efectos destructores por el calor aumenta en proporción 
a la raíz cuadrada de la potencia de la bomba, en lugar de la raíz 
cúbica como es el caso de la onda de presión ( 6 I . Aplicando esta 
proporción, tendríamos que una bomba, moderna de 20 megatones, 
alcanzaría con su onda fatal de calor hasta una distancia de 38 kiló-
metros, produciendo muertes por quemaduras en una superficie de 
460.000 hectáreas. Esto no quiere decir que morirán quemadas todas 
las personas que estén en esa enorme área en el momento de la ex-
plosión, pero significa, sí, que corren grave peligro de morir en esa 
forma o de quedar malheridos, quienes en esos instantes se encuen-
tren sin protección; peligro que va en aumento, hasta constituir un 
daño cierto, a medida que se acerca al pie de la explosión. Es proba-
ble que con el empleo de una fórmula matemática más rigurosa, se 
llegara a una superficie menor que la señalada para los efectos tér-
micos pero, por mucho que se castiguen las cifras dadas, queda 
siempre la evidencia, al compararlas con la extensión de las ciuda-
des, el enorme peligro que puede significar una sola bomba de gran 
potencia, para las mayores capitales del mundo y los pueblos que la 
circundan ( 7 ) . 
Además de las demoledoras y mortíferas ondas de presión y de 
calor, las explosiones de las bombas atómicas generan también ra-
(6) "The Hydrogen Bomla II" por Hans Bethe, Profesor de Física en la Uni-
versidad de Cornell. Contenido en "Atomic Power" editado por la Scientific 
American Inc., 1955. 
(7) No obstante que el Profesor Hans Bethe establece en "Hydrogen Bomb 
II" una proporcionalidad simple entre el radio del daño térmico y la raíz cua-
drada de la potencia de la bomba; en un desarrollo matemático que aparece en la 
obra ya citada, "The Effects of Atomk Weapons", esta fórmula de proporciona-
lidad está influida por un factor de amenguamiento, de difícil aplicación en un 
caso general como el que estudiamos y que disminuye en ciertas circunstancias 
la magnitud del daño térmico. 
10 
diaciones letales y productoras de graves enfermedades. Recordemos 
que en Hiroshima, se estimó que el 1 5 % de los muertos, lo fueron 
por quemaduras producidas por los rayos gama. 
Es muy complejo este problema de las radiaciones atómicas y 
su efecto sobre el organismo y en el texto de este ensayo puedo tra-
tarlo únicamente en forma muy somera. Para quienes deseen mayo-
res datos sobre tema tan grave como interesante, he preparado una 
exposición, en forma elemental y resumida, que con el título "Las 
radiaciones y la vida" se inserta al final como el Anexo N° 2 ( 8 ) . 
"Las radiaciones producidas por las explosiones de lás bombas 
atómicas, se pueden dividir en tres tipos más o menos definidos" ( 9 ) . 
" 1 ) La radiación local puede llegar hasta el 8 0 % de la radia-
ción total, si la bomba se hace detonar cerca del suelo, de manera 
que la esfera de fuego que produce su estallido alcance hasta la tie-
rra y pulverizando todo lo que toca, succiona este material hacia 
arriba, junto con los gases de la explosión. Este tipo de radioactivi-
dad cae pronto, por el peso relativamente grande de las partículas 
a que están adheridos los productos activos de la explosión y se 
deposita en una área que tiene la forma de una elipse alargada en la 
dirección del viento, la que puede alcanzar, según la fuerza de éste 
yla potencia de la bomba, desde una longitud de unos pocos, hasta 
algunos centenares de kilómetros. Esta radiación local comienza a 
caer desde el momento del estallido de la bomba y dura varias horas, 
tal vez un día o algo más". 
(8) Este Anexo trata de los siguientes asuntos: 1) Naturaleza de las radiacio-
nes. 2) Acción de las radiaciones en el organismo. 3) Medida de las radiaciones. 
4) Radiaciones Naturales. 5) Las radiaciones y la división celular. 6) Los fenó-
menos de la herencia. 7) Las mutaciones. 85 Las mutaciones y la evolución de las 
especies (el por qué son dañinas la gran mayoría de las .mutaciones). 9) Radia-
ciones producidas por las explosiones nucleares. 10) Estroncio 90 y Cesio 137. 
31) Consecuencias biológicas de una guerra atómica. 12) El carbono radio-activo. 
'9) Lo que viene a continuación entre comillas hasta llegar al -resumen del 
informe del Dr. Shatfer al Congreso de los Estados. Unidos, es exactamente el 
conteniidd del capitulo noveno "Radiaciones producidas por las explosiones nu-
cleares" del Anexo N° 2 a que nos acabamos de referir, el que, por su carácter 
e importancia, me ha parecido necesario incorporarlo aquí en el texto. 
11 
"La radiación local lleva la muerte hasta distancias mucho ma-
yores que lo que pueden hacerlo la onda de choque y la onda de 
calor producidas por la bomba". 
"En la prueba de la bomba de hidrógeno de aproximadamente 
15 megatones (15 millones de toneladas de T. N. T.) que se detonó 
el 1° de Marzo de 1954 en el atolón de Bikini, una persona situada 
a 160 kilómetros en la dirección del viento, del sitio de la explo-
sión y, por lo tanto, fuera del alcance del efecto de las ondas de 
presión y calor, habría recibido una radiación de 2.300 roetgens en 
las primeras 36 horas; dosis 5 veces superior a la mortal ( 1 0 ) . Para 
estimar, de una manera general, el efecto de la radiación local de 
una bomba, podemos tomar como ejemplo una de 12 megatones 
(equivalente a 12 millones de toneladas a T. N. T.) que producirá 
al estallar el equivalente a 2 kilotones de radiación por milla cua-
drada en una superficie de 6.000 millas cuadradas (1.554.000 hec-
táreas) ; lo que puede producir desde una dosis promedio máxima de 
7.000 roentgens por hora a una mínima de 2.500 roentgens 
por hora, una hora después de la explosión I 1 1 ) . Esta dosis no 
es naturalmente uniforme en toda el área, dependiendo de los vien-
tos y pudiendo establecerse dentro de ella bolsones con diferencias 
de intensidad de radiación de 1' a 10 veces. En un bombardeo pueden 
sumarse la acción radioactiva de las bombas y producirse áreas que 
tienen varias veces las radiaciones máximas anotadas. La intensidad 
de la radiación disminuye rápidamente: en 7 veces la unidad de 
tiempo, la intensidad baja a la décima parte. Por ejemplo, si la ra-
diación en la primera hora es de 6.000 r, siete horas después será de 
600 r por hora. Para el hombre se considera que una dosis de 400 r, 
recibida en todo el cuerpo, es mortal en el 5 0 % de los casos. Por las 
radiaciones de las otras bombas más cercanas cuyos efectos llegan 
(10) "Bulletin of Atomic Scientists" (Mayo 1955) página 182. Citado por 
K-issinger en "Nuolear Wespons ancl Foreign Policy". Nota página 76. 
(11) "Local Fallout. Radioaetivity" por Ralph E. Lapp, en Bulletin of Atomic 
cientists — M'ayo 1959. 
12 
retardados, así como por la acción de bombardeos sucesivos, podrían 
mantenerse por mucho tiempo dosis letales de radiación en una área 
determinada. 
"2) El segundo tipo de radiación es el que queda en suspenso 
-en la troposfera, que es la parte de la atmósfera que está más cer-
cana a la tierra. Su' altura es variable entre 10 y 15 kilómetros 
aproximadamente y en ella ocurren los fenómenos del tiempo, como 
las lluvias, nevazones y tempestades. El aire, calentado por la tierra, 
sube, se enfría y desciende, para repetir constantemente este ciclo; 
de aquí su nombre de troposfera (trepo, en griego, significa girar). 
Más allá de la troposfera el airé está relativamente tranquilo y como 
estratificado en capas cuya densidad disminuye con la altura; es la 
estratosfera, que juega también, como veremos, un importante papel 
en el movimiento de los corpúsculos radioactivos producidos por las 
bombas atómicas". 
"La mayor parte de las partículas que no caen en las primeras 
lloras y quedan en la troposfera, son muy pequeñas para descender 
por su propio peso y flotan en el aire, hasta que la llüvia o la nieve 
las devuelven a la tierra junto con su carga radioactiva. Durante 
este intervalo los vientos pueden haberlas esparcido por áreas enor-
mes, de miles, decenas o centenas de miles de kilómetros cuadrados, 
dependiendo del tiempo que haya transcurrido- sin precipitaciones". 
" 3 ) Finalmente, tenemos la parte de las partículas radioactivas 
que suben a la estratosfera, donde quedan por algunos, años, espar-
ciéndose alrededor de todo el globo. Como en la estratosfera no hay 
precipitaciones, parecería que las partículas livianas que la alcanzan 
deberían permanecer en ella indefinidamente, pero ocurre que la tro-
posfera, en su turbulencia, irrumpe de vez en cuando en las serenas 
regiones estratosféricas, arrebatándole estos corpúsculos y arrastrán-
dolos en sus torbellinos a las partes inferiores de la atmósfera, de 
donde la nieve y el agua las hacen caer a la tierra. Se estima, grosso 
modo, que las bombas grandes, equivalentes a un millón o más de 
13 
toneladas de T. N. T. (megatones) elevan a la estratosfera gran 
parte de su material radioactivo y se queda en la troposfera el pro-
veniente de bombas inferiores a un megaton. Por efecto de los vien-
tos reinantes, las partículas en suspensión en la troposfera, tienden 
a permanecer en las latitudes en que fueron lanzadas, mientras que. 
en las que alcanzan a la estratosfera, esta tendencia es menos mar-
cada y en parte se distribuyen por todo el mundo. 
"Se acepta que la radioactividad que han lanzado a la tropo y 
estratosfera las pocas bombas nucleares que se han hecho estallar 
hasta la fecha, han producido ya un daño y constituyen una ame-
naza para la humanidad ( 1 2 ) , y se discute actualmente la magnitud 
de este daño; pero lo que nadie discute es que, si se declara una gue-
rra atómica mundial, además del inmenso daño causado de inme-
diato por las ondas de choque y de calor y por las radiaciones loca-
les ( 1 3 ) , la radioactividad adherida á las partículas suspendidas y 
esparcidas en las capas atmosféricas, producirán, con el tiempo, tan-
tas muertes y tan crueles enfermedades, aún a los que vivan lejos 
del teatro de la guerra; engendrarán genéticamente tales desviacio-
nes y deformidades, que amenazarán la vida misma de la especie 
humana". Hasta aquí el capítulo 9 del Anexo N° 2. 
Los antecedentes expuestos hasta el momento sobre los efectos 
de las explosiones nucleares, son de carácter muy general, tienen por 
base lo acaecido en Hiroshima, aumentado por fórmulas matemáti-
cas que toman en cuenta la potencia de las nuevas bombas. Extracta-
mos a continuación un informe sobre las consecuencias que podría 
tener para un gran país un ataque atómico, estudio hecho por espe-
cialistas que están en posesión de lcrs resultados de las bombas de 
mayor poder ensayadas en los últimos años. En Mayo de 1957, el 
(12) Después de dos años y medio de estudio, el Comité Científico de las. 
Naciones Unidas emitió, el 11 de Agosto de 1958, un informe sobre el efecto de 
las radiaciones en el hombre. El Comité fue unánime al -declarar, en forma ine-
quívoca, que las radiaciones (radioactive fall-Out) producidas por los énsayos de 
las bombas atómicas, representan un peligro para el hombre física y genética-
mente. Bulletin of tbe Atomic Scientists — Octubre de 1958, página 331. 
(13) Centenares de millones de muertos y heridos, eomo se verá más adelante. 
14 
Congreso de los Estados Unidos conoció este informe directamente 
de sus propios autores, hombres de sólido prestigio profesional y 
científico, ( 1 4 ) el Dr. W. W. Kellogy Charles Shafer. El Dr. Kellog 
es investigador metereólogo de la Rand Corporation y es miembro 
del comité para el estudio de los Efectos Biológicos de las Radiacio-
nes Atómicas, de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados 
Unidos. El Di. Shafer es metereólogo de las oficinas del Gobierno 
(Weather Bureau I y estaba destinado a la Administración Federal 
de la Defensa Civil, departamento de defensa radiológica. 
El Sr. Shafer expuso ante la comisión del Congreso, las proba-
bles consecuencias de un bombardeo atómico a los Estados Unidos, 
en el que una pequeña parte de los aviones atacantes, habría logrado 
eludir las defensas y arrojado 250 bombas termonucleares (de hi-
drógeno ) sobre 144 blancos distribuidos por todo el país, 53 de los 
cuales son grandes ciudades y centros industriales, 59 son áreas de 
importancia esencialmente militar y el resto está compuesto por ob-
jetivos mixtos: centros poblados, industriales y militares. La poten-
cia media de las bombas es de diez megatones (equivalente a diez 
millones de toneladas de trinitrotolueno), y su potencia individual 
fluctúa entre cinco y veinte megatones. (Es un ataque grande, pero 
no de los más; el mismo Sr. Shafer informó a la comisión del Con-
greso que su departamento había considerado, hacía poco tiempo, 
los efectos de otro bombardeo atómico dos y media veces más po-
tente que éste). En el cuadro siguiente se muestran las consecuen-
cias que habría tenido este ataque durante los primeros sesenta días 
después del bombardeo: 
Muertos Dañados Ilesos 
Durante el día 36.000.000 57.000.000 58.000.000 
Hasta el 7"? „ 51.000.000 42.000.000 58.000.000 
„ , , 1 4 ? „ 61.000.000 31.000.000 58.000.000 
„ „ 60? „ 72.000.000 21.000.000 58.000.000 
(14) Extracto del "Bulletin of Atomic Scientists", Enero de 1958. 
15 
El cuadro anterior está hecho tomando por base los habitantes 
de los Estados Unidos en 1950; haciendo la corrección para la po-
blación estimada en 1957, los muertos suben a 82 millones y los 
heridos y dañados sobrevivientes, llegan a 24 millones. Los dados 
como ilesos, expresaron los informantes, habrían sufrido, indudable-
mente, algunos efectos de las radiaciones. Se estima que una mitad 
de las muertes se habría debido a la radiación y la otra a las ondas 
de choque y calor. Entre las muertes consideradas en el cuadro, no 
están comprendidas las que se producirían por la contaminación 
del suelo, ni la del agua, esta última especialmente grave, porque las 
lluvias arrastran hacia los lagos y tranques proveedores de este ele-
mento, el material radioactivo que se deposita en su hoya hidrográ-
fica. Tampoco están considerados los efectos del polvo radioactivo 
que queda en suspensión en la atmósfera y que cae meses y años, 
después de la explosión. 
Este informe se refiere a un caso hipotético; está basado en las 
condiciones atmosféricas existentes en los días 20 y 21 de Noviem-
bre de 1956, en que se supuso habría tenido lugar el ataque. Los 
resultados reales pudieron haber sido menores o más graves; lo pro-
bable es que fueran mucho más graves. En efecto, desde la fecha del 
informe se han continuado haciendo estos estudios, cada vez con 
mejores métodos y con mayores antecedentes recogidos en las nuevas 
pruebas de bombas termonucleares y en Agosto de 1958, el Sub 
Comité de Operaciones Militares, en cooperación con los investiga-
dores de la Rand Corporation, presentaron un nuevo informe, eñ el 
que llegaban a la conclusión, que un taque termonuclear contra las 
150 principales ciudades de los Estados Unidos, causaría la muerte 
de 160 millones de personas, alrededor del 9 0 % de toda la pobla-
ción del país ( 1 5 ) . 
QS> "Bulletin of the Atomie Seientists", Octubre de 1958 p. 332 y Time, 2 5 
de Agosto de 1958, p. 12. 
16 
Según datos de un informe reciente del Instituto de Análisis 
de Defensa (I. D. A.) de los Estados Unidos, publicados en el nú-
mero de Octubre de 1959 del "Bulletin of Atomic Scientists", un 
ataque de 5.000 megatones con bombarderos o cohetes, podría pro-
ducir la muerte del 75 al 80 por ciento de la población de los Esta-
dos Unidos, y hay que tener presente que una guerra no se limi-
tará a un solo ataque. 
Lo que no está dicho en estos informes, pero que se desprende de 
sus cifras, es que no existe defensa eficaz contra un ataque atómico, 
porque basta una bomba para destruir una ciudad; porque bastarían 
las 250 bombas del ejemplo estudiado en el Congreso norteameri-
cano, para inferir el daño descrito a un país del tamaño y poderío 
de los Estados Unidos. Además, un ataque aéreo debilita y destruye 
también las defensas antiaéreas. Un sistema defensivo podrá abatir 
«1 8 0 % de los primeros 2.000 aeroplanos atacantes, pero quizás úni-
camente el 2 0 % de los mil aeroplanos siguientes ( 1 6 ) . El físico y 
estratega inglés P. M. S. Blackett afirma también que, en el presente, 
no hay defensa efectiva, ni tampoco se divisa alguna, en contra de 
un decidido ataque atómico en gran escala a centros de población; 
la ofensiva nuclear aérea tiene ahora la ascendencia definitiva sobre 
la defensa ( 1 7 ) . En la próxima década, cuando el aeroplano se 
considere anticuado como vehículo de las bombas y éstas sean trans-
portadas por cohetes, la defensa será aún muchísimo más difícil ( 1 8 ) . 
En un artículo reciente, publicado en la revista "Vida Internacional" 
(16) Apreciación de Paul Nitze en "Impact of new weapons on Political and 
Strategic Problems of tihe West". Discurso pronunciado en el Instituto Nobel, 
Oslo, Junio de 1955. Citado por Kissinger en "Nuclear Weapons and Foreign 
Policy", p. 105. 
' (17) "Atomic Weapons and East-West relations", 1956. 
(18) Sin duda lo más útil que puede hacerse para .salvar muchas vidas es 
la construcción de refugios con gruesas paredes de concreto o muy metidos bajo 
la tierra. Su realización requiere la inversión de grandes cantidades de dinero, 
que algunos países, con raro criterio, prefieren emplear en incrementar S'U poder 
ofensivo. Parece que Rusia es uno de los países más adelantados en este tipo de 
defensa civill; no solamente en la construcción de refugiois, (sino también en la 
preparación de la población para el evento de un ataque nuclear. (Datos propor-
cionados en una conferencia en la Universidad de California, en Enero de 1961, 
por el Sr. León Gouré de la Rand Corporation, considerado como la autoridad 
máxima en E. U. en estas materias. (Time 10—2—61). Se considera que un subte-
rráneo corriente de casa habitación con algunos arreglos puede amenguar entre 
10 y 20 veces las dosis producidas por las radiaciones exteriores. 
17 
de Moscú, el general Nicolai Falensky, del Estado Mayor soviético,, 
expresa lo siguiente: 
"No existe una manera.efectiva de rechazar un ataque de cohe-
tes nucleares. 
Una guerra nuclear destruiría países enteros con sus pobla-
ciones. . . Las pérdidas de vidas no serían inferiores de 500 a 600 
millones". (Citado por "Time", 24-10-60). 
Meditando sobre las causas de estos posibles desastres, sin pre-
cedencia, cae uno en cuenta que la ciudad moderna nos ha traicio-
nado. La ciudad, cuyo principal objeto fue el refugio y la defensa 
de sus habitantes, se torna hoy en su contra. Esas grandes aglome-
raciones urbanasj que han hecho posible el refinamiento material 
y espiritual de que tanto nos orgullecemos, amenazan, en esta edad 
nuclear, con trasformarse en sepulcros monstruosos. 
El extraordinario nivel de vida que se alcanza en una ciudad, 
es el fruto de una combinación, delicada y compleja, de un cierto 
número de factores, todos los cuales son indispensables para la 
obtención de estos resultados: suministro de agua, alimentos, ener-
gía eléctrica, servicios de atención médica, de desagües, de trans-
portes y comunicaciones son, en el orden material, algunos de los 
más importantes. La carencia o supresión de uno de ellos, no sólo 
hace imposible el mantenimiento de la vida urbana, sino que la 
transforma en un peligro inminente. La gran ciudad puede conver-
tirsé en unatrampa mortal. Las armas nucleares, junto con matar y 
malherir a una gran proporción de sus habitantes, arruinar e incen-
diar sus edificios, destruyen también, en un instante, todos estos 
servicios imprescindibles. Las fuentes de agua potable: ríos y lagos 
se contaminan por las radiaciones, los estanques y cañerías para su 
distribución, son rotos y desarticulados directamente por la explo-
sión, como lo son los ductos del alcantarillado, provocando las 
consiguientes epidemias. Sería imposible la atención oportuna de 
los cientos de miles de heridos y enfermos, perdidos entre los es-
18 
combros de una ciudad arrasada y en llamas; porque médicos y 
enfermeras, hospitales y bancos de sangre, cuyo número y capacidad 
•es apenas, cuando lo es, el estrictamente necesario para las circuns-
tancias normales, sería del todo insuficiente en esta contingencia: 
aparte de que habrían sufrido proporcionalmente, ellos también, la 
misma pérdida y destrucción del conjunto y porque salir a la intem-
perie significaría, en la mayoría de los casos, la inevitable muerte 
por las radiaciones, que, en los primeros días y semanas, podrían te-
ner varias veces el valor letal. Estas son algunas de las causas de 
que gran parte de los heridos, en el momento de la explosión vayan 
a aumentar, en los días siguientes, el número de los muertos, como 
claramente lo demuestra el cuadro presentado por el profesor Shafer 
al Congreso estadounidense (véase pág. 15) . Por estas mismas ra-
zones, gran cantidad de cadáveres permanecerían insepultos, acre-
centando el quebranto moral de los sobrevivientes y exponiéndolos 
a nuevos peligros. Interrumpido el suministro de energía eléctrica 
por la destrucción de las redes de distribución, de las centrales gene-
radoras de las refinerías y depósitos de combustibles, se descompon-
drían los alimentos que se mantienen frigorizados como reserva y se 
paralizarían todas las actividades mecánicas de las que dependen, en 
tan alto grado, la vida urbana. La obscuridad vendría a agravar más 
aún este cuadro desolador. Los cuerpos radioactivos, producidos por 
las explosiones atómicas, especialmente el estroncio 90, absorbido 
por la tierra contaminaría los vegetales y, a través de ellos, la leche 
y la carne. Esta contaminación de los terrenos puede mantenerse por 
varios años. Como complemento de este estado de sufrimiento y 
destrucción, la casi ninguna esperanza de recibir auxilios adecuados, 
pues en todas partes se presentaría esta misma necesidad urgente 
de atención y de ayuda que nadie podría proporcionar. 
En la última guerra mundial, un ataque aéreo tenía como obje-
tivo un barrio de una ciudad; inmediatamente de terminado el bom-
bardeo, o aún mientras éste subsistía, la parte no atacada iba en 
19 
auxilio de los damnificados, atendía los heridos, apagaba los incen-
dios, reparaba los daños en los servicios públicos esenciales coma 
el agua, la electricidad. Un bombardeo atómico moderno destruiría 
simultáneamente todas las principales ciudades del país atacado, el 
que se cubriría de mortíferas radiaciones; én estas circunstancias, 
las personas afectadas por el bombardeo, que son la mayoría de sus 
habitantes, quedan, en una gran proporción, abandonadas a su pro-
pia suerte. 
Una bomba de hidrógeno de veinte megatones tiene una po-
tencia un millón de veces superior a lá de las bombas más des-
tructoras que se emplearon en la segunda guerra mundial, las famo-
sas block-bursters, con las que se destruía toda una manzana. Una 
sola de estas bombas modernas de 20 megatones, tiene diez veces 
el poder explosivo de todas las bombas que se arrojaron sobre Ale-
mania durante los cuatro años de guerra y doscientas veces el de las 
que se lanzaron sobre el Japón ( 1 9 ) , ( 2 0 ) . 
Más de un centenar de millones de muertos y heridos como 
posible efecto inmediato del primer gran ataque nuclear a uno de 
de los beligerantes. Otras tantas víctimas habría que esperar de un 
ataque atómico aéreo a Rusia ( 2 1 ) . Europa Central a ambos lados 
de la cortina de hierro y Europa Occidental, con un total, en con-
junto, de 400 millones de habitantes, se verían también envuelta^ en 
una nueva guerra mundial, la que comprometería así, de inmediato, 
a 800 millones de habitantes. 
Es posible que la China, con sus 670 millones, armados y adies-
trados militarmente por Rusia, aprovechara el derrumbe de los paí-
(19) "Kissinger Atomic Weapons a Foreign Policy", p. 70. 
(20) Esto no quiere decir que tuvieran esas tantas veces de mayor poder 
destructor; recuérdese que el radio de igual efecto es proporcional a la raíz 
cúbica de la potencia de la bomba en el caso de la onda de choque y a la raís 
cuadrada."en el caso de la onda de calor. 
(21) Senado de los Estados Unidos. "Estudio de Potencia Aérea". Informes 
proporcionados por el Comité de Fuerza Aérea-— 1956. "Los efectos de un ataque 
termonuclear (bombas de hidrógeno) a Rusia, se pueden considerar comparables 
a los de Estados Unidos. La densidad de población un tanto menor en Rusia, 
estarla compensada por los .efectos de las radiaciones y, en el futuro inmediato, 
por la superioridad aérea de los Estados Unidos". Citado por Kissinger en 
"Atomic Weapons and Foreign Policy", p. 67. 
20 
ses occidentales, incluyendo el de sus aliados soviéticos, para 
avanzar sus conquistas en el sur del Asia, donde se encuentran la 
cuarta parte de la población del mundo y riquísimas fuentes de 
alimentos y materias primas. 
En la próxima década, varios países, fuera de Estados Unidos, 
Inglaterra, Rusia y Francia, poseerán, inevitablemente, bombas ató-
micas; por lo menos una docena de naciones, fuera de las cuatro 
nombradas, poseen la capacidad técnica y económica para construir 
y emplear estas armas nucleares; las poseerán países más peque-
ños, de menor responsabilidad, que tienen menos que perder. 
Recientes perfeccionamientos en las centrífugas de alta velocidad, 
podrían abaratar considerablemente la obtención de uranio 235, lo 
que dejaría al alcance de un número aún mayor de naciones, la 
posibilidad de fabricar estas bombas. ¿Cuáles serían entonces las 
consecuencias totales de una guerra atómica mundial? El horror 
de los resultados escapa a la imaginación. 
Hasta aquí nos hemos referido, casi exclusivamente, a los efec-
tos inmediatos de las explosiones atómicas, y en especial a los 
muertos y heridos que se producen en las ciudades destruidas pol-
los bombardeos. Cuando hemos señalado las consecuencias nocivas 
de las radiaciones, hemos considerado únicamente su acción-violenta 
sobre el organismo debido a su presencia en grandes dosis. Al lado 
de estos efectos, hay otros en que la acción de kis radiapiones es 
más retardada, más difícil de individualizar y reconocer, porque el 
número de sus víctimas se diluye en la población del mundo y por-
que las enfermedades a que dan origen pueden confundirse con las 
que ordinariamente nos aquejan. Al final del Anexo "Las Radiacio-
nes y la Vida", en el capítulo titulado "Consecuencias biológicas de 
una Guerra Atómica", se llega a la conclusión que una guerra ató-
mica en la que se emplearan 5.000 bombas de una potencia pro-
medio de 10 megatones produciría leucemia o cáncer a los huesos 
en 20 millones de personas, de las cuales una mitad sería víctima de 
21 
la radiación local y la otra sufriría los efectos de las radiaciones 
de las partículas temporalmente suspendidas en las capas atmosfé-
ricas y estaría distribuida por todo el mundo. Esto aumentaría en 
la próxima generación a más de cuatro veces el número actual de 
estas crueles enfermedades que no tienen curación ( 2 2 ) . 
Se ha estimado también, en el mismo capítulo citado del Anexo, 
que una tal guerra atómica podría producir una dosis mundial de 
radiación de 50 roentgens, lo que duplicaría el número de mutacio-
nes que existen en la actualidad. Como se demuestra en el mismo 
Anexo, capítulo 8". "Las mutaciones y la evolución de las especies", 
la. casi totalidad de las mutaciones son perjudiciales para losindi-
viduos y para la sociedad, y su duplicación equivaldría a duplicar 
también el número de monstruos, deformidades y otros males here-
ditarios que hoy sufre la humanidad. 
Según las estimaciones de James Crow, profesor de genética de 
la Universidad de Wisconsin (Genetic Effects of Radiation. Bulletin 
of Atomic Scientists. Enero de 1958) estos 50 roentgens podrían ser 
la causa de que cuatro millones de niños nacieran con graves de-
fectos físicos o mentales en la primera generación y un total de cua-
renta millones comprendiendo las generaciones siguientes. Asimismo, 
estima en veinte millones, el número de prenatales y de niños naci-
dos que morirían por este motivo en la próxima generación y un 
total de trescientos cincuenta millones, si se toman en cuenta el futu-
ro. Para juzgar de la base de estas predicciones, se remite al lector 
al final del capítulo 9° del Anexo "Las Radiaciones y la Vida". 
Lamentablemente, esto no es todo; en una ciencia nueva, como 
lo es la física nuclear, y sobre todo en aquélla su novísima rama 
que estudia la acción biológica de las radiaciones, los descubri-
mientos se suceden con tal rapidez, que, tan pronto se cree haber 
terminado de expresar un concepto, ha de someterse a revisión todo 
lo escrito, para tomar en cuenta las novedades que nos traen libros 
(22) "Our Nuclear Future" Teller y Latter — 1958, p. 120. 
22 
V revistas. Tal sucede en el caso del carbono radioactivo, cuyos 
graves efectos estaban, al parecer, muy subestimados. 
Según un estudio del profesor Pauling, del Instituto Tecnológico 
de California (premio Nobel en 1954) ( 2 3 ) , el carbono radioactivo 
que produce la explosión de las bombas atómicas causará tanto cán-
cer y leucemia como todos los productos de fisión combinados de 
estas mismas bombas, incluyendo el estroncio 90 y ocasionará 17 
veces más daño genético a las nuevas generaciones. En el último capí-
tulo del Anexo "Las Radiaciones y la Vida", titulado precisamente 
"El carbono radioactivo", encontrará el lector interesado, mayores 
antecedentes sobre estas graves materias. Sólo, nos cabe agregar aquí 
que si estas estimaciones se confirman, como parece cierto, tendría-
mos que duplicar las cifras dadas para los casos de cáncer y leucemia 
ocasionados por las radiaciones y multiplicar por 17 los daños here-
ditarios, muchos de los cuales se presentarán ya en las primeras ge-
neraciones, pues el carbono es rápidamente absorbido por el cuerpo, 
debido a que forma parte de todas las células orgánicas. 
Si a lo anterior agregamos que las radiaciones que se quedan 
en la troposfera, y en menor grado, también las que suben a la 
estratosfera, tienden a permanecer en las latitudes en que se han 
efectuado las explosiones, llegamos a la conclusión que entre los 
grados 10 y 60 de latitud norte, donde vive el 8 5 % de la población 
humana, la concentración de las radiaciones puede ser varias veces 
superior a las cifras que hemos dado, que son promedios mundia-
les y comprenderemos mejor por qué una guerra atómica pondría 
en grave peligro la civilización, amenazaría la existencia de nues-
tra sociedad y aún de la vida misma, en ciertas regiones del pla-
neta. 
A los cientos de millones destrozados y heridos por las explo-
siones de las bombas, habría que agregar para todos los habitan-
tes del mundo este otro castigo aterrador de las radiaciones, el que 
(23)"Scientific American" Enero 1959. "Seiencé and tbe Citizen". 
23 
una vez iniciado ya no tendría remedio, pues la vida media del car-
bono radioactivo es de 5.600 años; la humanidad que sobreviviera 
a la guerra, debilitada y doliente, estaría eondenada a sufrir sus 
efectos por miles y miles de años. 
Las armas nucleares y sus vehículos afectan formas muy va-
riadas. 
Las primeras bombas, las de Hiroshima y Nagasaki, fueron 
lanzadas desde aviones. El avión, con todos sus perfeccionamientos 
de los últimos años, continúa siendo aún, el portador más pode-
roso de bombas atómicas. 
En la segunda guerra mundial, se aceptaba que la defensa anti-
aérea destruyera hasta un 1 0 % de los aviones de bombardeo ata-
cantes. Hoy día, con los cohetes provistos de carga nuclear, que 
buscan y persiguen al blanco y cuya explosión puede destruir cual-
quier avión que se encuentre en una milla cúbica (4,1 kilómetros 
cúbicos) ( 2 4 ) y con otros adelantos recientes, se estima que una 
buena defensa puede derribar hasta el 8 0 % ( 2 5 ) y en casos muy 
favorables, hasta el 9 0 % de la flota aérea enemiga. Lamentable-
mente, ese 20 o 1 0 % que logra penetrar es suficiente, como ya lo 
hemos visto, para destruir el país atacado y devastar, al mismo 
tiempo, sus defensas, a tal punto que, en un segundo gran ataque 
aéreo, las cifras de penetración podrían invertirse y un 8 0 % de 
los aviones eludiría esas barreras antiaéreas debilitadas, para com-
pletar su obra de destrucción. Una arma que se ha< desarrollado 
últimamente y que aumenta el poder destructor de un bombardeo 
aéreo, es el cohete con carga nuclear, desde avión a tierra. Está en 
ensayo, con buenas expectativas, un tipo de estos proyectiles con 
un alcance de 800 kilómetros y se avanza en' el estudio de otro 
con alcance doble ( 2 6 ) . 
(24) Kissinger. "Nuclear Weapons and Foreign Poliey", p. 121. 
(25) P. M. S. Blaickett '.'Atomic Weapons and East-West Relations", p. 35. 
(26) Time, 9 / 2 / 59, p. 13. 
24 
Los cohetes de la defensa antiaérea que buscan y destruyen 
los aeroplanos, lo hacen guiados por un mecanismo orientador que 
es afectado por el calor o por el ruido que produce un avión, o por 
su masa metálica o por otra causa. La flota aérea atacante, burla 
en parte este peligro, incluyendo entre sus componentes, aviones que 
producen, en el más alto grado, estos efectos de ruido, calor, etc., 
pero que no son portadores de bombas nucleares, las que se en-
cuentran a bordo de bombarderos en los que estos efectos están 
reducidos a un mínimum y que no atraerán, por lo tanto, a los co-
hetes destinados a destruirlos. 
El cohete como arma no es algo nuevo. Lo emplearon los chinos 
contra los tártaros en el siglo X I I y se usó también en las guerras 
del siglo X I X . Fue abandonado por su falta de precisión, si se le 
compara con la artillería de cañón. Los alemanes, al final de la II 
guerra mundial, revivieron la idea y construyeron la V-2, que era un 
verdadero cohete balístico con un alcance de 200 millas (poco más 
de 300 kilómetros) ( 2 7 ) . 
Todos los estrategas están de acuerdo que en los próximos diez 
años, el cohete reemplazará al avión como vehículo de las bombas 
atómicas. Su empleo es de un costo muy inferior, en vidas y ele-
mentos, a un ataque aéreo que produzca los mismos efectos. El 
cohete es muchísimo más difícil de interceptar y de destruir que un 
avión. Es también más sorpresivo; mientras un gran ataque aéreo 
requiere una preparación que difícilmente puede pasar inadvertida, 
los cohetes del futuro inmediato, que emplearán combustible sólido, 
estarán siempre preparados en montajes subterráneos ocultos y diri-
gidos hacia blancos enemigos. Bastará, pues, establecer un contacto 
eléctrico, apretar un botón, para lanzar simultáneamente centenares 
de cohetes, del tipo balístico intercontinental, provistos de bombas 
atómicas, que irán a destruir un país, situado a miles de kilómetros 
de distancia. La rapidez de los cohetes es un factor desconcertante. 
(27) "The Race for Mlssiles" por Mary M. Sirapson. Editor asociado del Bu-
lletin of the Atomie Scienlists", Octubre, 1957. 
25 
Mientras Los aviones tardarían de 6 a 8 horas en salvar la distancia 
entre aeródromos rusos y objetivos norteamericanos o viceversa, el 
cohete hace este recorrido en menos de media hora. Los puestos 
de avanzada provistos de radar, que circundan los países amena-
zados, como la línea D E W al norte del continente americano, 
pueden anunciar un ataque aéreo con una y media a dos horas de 
anticipación, permitiendo así preparar la defensa y tomar algunas 
medidas para disminuir el número de víctimas.En el caso de los 
cohetes, con una velocidad de 25.000 kilómetros por. hora, este 
plazo de aviso se reduciría a muy pocos minutos ( 2 8 ) . 
El cohete de largo alcance, de ocho mil o más kilómetros, a 
que me he estado refiriendo, es, lógicamente, el más difícil de fa-
bricar y de emplear con seguridad. Se podría decir que, aunque 
muy adelantado, está todavía en un período de ensayo, por lo menos 
en los países occidentales. Las numerosas publicaciones norteameri-
canas nos han familiarizado con los nombres de "Atlas", "Titán" y 
recientemente, el de "Minuteman", este último con combustible sóli-
do, como los mejores intentos de cohetes intercontinentales. Menos 
se sabe de lo que ocurre en Rusia, pero, por el éxito obtenido en 
el lanzamiento de los satélites, se estima que en estas materias lleva 
la delantera. Esto ha sido claramente confirmado, hace poco, en la 
declaración del Secretario de Defensa de los Estados Unidos, señor 
Mc.Elroy, quien declaró ante el Subcomité de Defensa del Senado 
dé ese país, que para comienzos de 1960, la Unión Soviética tendría 
probablemente tres veces más cohetes balísticos intercontinentales 
que los Estados Unidos ( 2 9 ) . 
Como consecuencia de la última guerra, Rusia adquirió el 8 0 % 
de la industria aérea alemana, la mayor parte de las plantas pro-
ductoras de cohetes y el principal personal científico y técnico, inclu-
yendo 160 expertos en cohetes, los que fueron puestos a trabajar 
(28) Para una descripción vulgarizadora de la línea D. E. W. (Distant E a r l r 
.Warnlng), véase Time 23 /11 /57 y National Geographic Magazíne, Julio, 1958. 
(29) Time,' 9 ele Febrero de 1959, p. 12. 
26 
de inmediato por Stalin, en su plan de absoluta prioridad para el 
desarrollo y construcción de estas armas I 2 7 ) . 
Además de estos grandes cohetes, con los que se pretende lle-
gar a cualquiera parte del mundo, esto es, una distancia hasta de 
20.000 kilómetros, existen otros de un alcance intermedio, como 
de 2.500 kilómetros, que han demostrado en los ensayos ser-muy 
efectivos. 
Vehículos peligrosísimos para estos cohetes de menor alcance 
con carga atómica, son los submarinos, que pueden acercarse sin 
ser advertidos a las costas enemigas y dispararlos aun estando su-
mergidos. Las principales ciudades, industrias y otros objetivos mili-
tares están, casi siempre, a menos de 2.500 kilómetros del mar. 
Unicamente la Unión Soviética y tal vez China pueden tener, en 
sus enormes territorios, importantes objetivos militares a mayor dis-
tancia de la costa. Por otra parte, los principales centros rusos, al 
poniente de los Urales, quedan dentro del radio de acción de estos 
Cohetes de alcance intermedio, lanzados desde los países afiliados 
al tratado del Atlántico Norte (N. A. T. O.). Desde Turquía y Gre-
cia al Sur, Italia, Francia, Alemania Occidental, los países del 
Benelux hasta Gran Bretaña por el norponiente. 
Mientras se perfeccionan los grandes cohetes intercontinentales, 
estos otros, de potencia media, lanzados desde submarinos o plata-
formas sumergidas, son considerados como el peligro más grave del 
momento actual. 
Estas plataformas, verdaderas fortalezas sumergidas, con dispo-
sitivos para lanzar cohetes con carga nuclear, son remolcadas bajo 
la superficie por submarinos hasta las proximidades del litoral ene-
migo, desde donde pueden lanzar su ataque. Los alemanes cons-
truían ya plataformas submarinas al final de la última guerra, en su 
base de Peenemunde. Los soviéticos, que tomaron posesión de esta 
27 
base y de sus técnicos, las han perfeccionado y fabricado en gran 
número en estos últimos dieciséis años ( 3 0 ) . 
Según informaciones norteamericanas, Rusia tiene varias veces 
más submarinos que los Estados Unidos y su régimen actual de 
fabricación es también muy superior ( 3 1 ) . 
Existen, también armas atómicas, de mucho menor alcance y 
tamaño, para usos tácticos, cuya forma y modo de emplearse se 
adaptan a las más variadas condiciones. 
Hemos visto cómo las armas nucleares han cambiado totalmente 
los principios estratégicos: todo plan de guerra debe, necesariamente 
estar subordinado y adaptarse a estos nuevos y poderosos elementos. 
La Táctica: el planeamiento y conducción de las batallas, ha 
sido también profundamente transformada por las armas atómicas. 
No puede pensarse ya en concentraciones y ataque de grandes ma-
sas, pues éstas presentarían un blanco peligrosísimo y muy atractivo 
para las bombas atómicas. En el mar y por igual motivo, parece 
que la era de los portaviones toca ya a su fin. Todo .elemento bélico 
deberá transportarse, en lo posible, sumergido o por el aire. 
La táctica pre-nuclear, la que se empleó en las dos guerras 
mundiales, estaba basada en la especialización. El infante para las 
cargas en masa, los sirvientes de una ametralladora o de una pieza 
de artillería pesa:da, la tripulación de un tanque, los colocadores de 
minas, los buscadores de minas, etc., estaban preparados y equipa-
dos para ejecutar una determinada y exclusiva labor. Con el fin de 
poderla realizar en la forma más eficaz, llevaban consigo una can-
tidad muy limitada de municiones, alimentos y combustible, depen-
diendo, en el más alto grado, de las fuentes de aprovisionamiento 
situadas a retaguardia del frente de combate. Interrumpidas las co-
municaciones entre las fuentes y los cuerpos de lucha, éstos podían 
mantenerse por poco tiempo. De aquí que, cuando se presentaba la 
(30) "Bulletin of Atomic Scientists", Octubre, 1957, p. 307. 
(31) "Bulletin of Atomic Scientists", Octubre 1957, p. 307. Time 30 /12 /57 , p. 9. 
Kissinger "Nuclear Weapons and Foreign Policy", 1957, p. 115. 
28 
oportunidad, lo más conveniente era rodear al enemigo o a una 
parte de él, formando bolsones aislados. Cualquier intento de un 
ejército para penetrar en territorio enemigo, debía planearse cuida-
dosamente para no interrumpir el contacto con los medios de abas-
tecimiento. Más de una vez, en la última guerra, cuerpos enteros 
de tanques se vieron perdidos por- no observar esta regla. 
En la era atómica, esta táctica debe cambiar radicalmente. Ex-
tensos frentes de combate, grandes centros de aprovisionamiento y 
nutridas líneas de comunicación entre unos y otros, serían rápida-
mente destruidos, con enormes pérdidas, por las armas nucleares. 
La nueva táctica, especialmente en lo que se refiere a la defensa 
contra un ejército invasor, deberá basarse en pequeñas unidades de 
gran movilidad, provistas de armas atómicas y poseedoras de sus 
propios medios aéreos para el transporte y abastecimiento. Deberán 
estar especialmente entrenadas para atacar sorpresivamente, ocul-
tarse del enemigo y cambiar de posición con rapidez si son des-
cubiertas. Su equipo comprenderá los últimos elementos electrónicos 
y será lo más liviano posible para aumentar su movilidad, que es 
condición esencial. Las plataformas voladoras individuales, que he-
mos visto tan fotografiadas últimamente en las revistas, obedecen a 
esta necesidad. En su manejo, estas unidades gozarán de la inde-
pendencia necesaria para emplear su iniciativa, con el fin de aco-
modarse a las variables circunstancias a que deben hacer frente. 
Este tipo de guerrilla nuclear, hará muy difícil y peligrosa la 
ocupación de un país por un ejército enemigo, pues para ello es 
necesario concentraciones que podrían ser destruidas por el ataque 
nuclear de estas unidades, que pueden ubicarse rápidamente en cual-
quier parte, debilitando las líneas de aprovisionamiento del invasor, 
armando al pueblo invadido y organizando su resistencia. En estas 
condiciones, la situación del ejército ocupante puede llegar a ser 
insostenible. Recordemos que para dominar el levantamiento de 
Hungría en 1956, fue necesario que Rusia concentrara 22 divisio-
29 
nes, más de doscientos mil hombres, en territorio húngaro, no obs-
tante que este pueblo estaba prácticamente desarmado. 
Henry A. Kissinger, en su interesante libro, tantas veces citado, 
"Nuclear Weapons and Foreign Policy", comparala táctica de estas 
unidades con la de una nave de guerra: independientes en su acción,, 
muy movibles, poderosamente armadas, portadoras en gran medida 
de sus provisiones de boca, de guerra y combustibles y Capacitadas 
para atacar de manera imprevisible en los puntos más variados. 
El aprovisionamiento de estas pequeñas brigadas, móviles, se 
haría-por aire desde centros subterráneos a prueba de bombas y 
muy bien defendidos por armas nucleares contra un ataque directo. 
Los indecibles padecimientos que causaría una guerra nuclear; 
la irremediable ruina que significaría no sólo para los países beli-
gerantes sino para el mundo todo, nos hace abrigar la esperanza 
de que la magnitud de' la catástrofe impedirá su consumación. Así 
ha ocurrido hasta ahora; el mutuo temor de ser aniquilados, ha 
tenido un efecto disuasivo sobre cualquiera intención de ataque. Y a 
me pregunto si podrá prolongarse esta situación indefinidamente. 
Las potencias rivales gastan, con enormes sacrificios, decenas de mi-
les de millones de dólares al año en armarse unas contra otras. Es 
el precio de la supervivencia,""porque- cualquiera de ellas que se 
descuidara y que mostrase una falla grave en su armadura podría 
incitar el inmediato ataque del adversario. 
Los gastos, per cápita, en preparación para la guerra, fueron 
en los Estados Unidos de 3,50 dólares en el año fiscal 1913-1914, 
de 7 dólares en 1929-1930 y de 250 dólares en-1954-1955; un aumen-
to de más de 70 veces en 40 años. En Gran Bretaña, el gasto en pre-
paración guerrera aumentó de £ 1.14 sh per cápita en 1913-1914. 
a £ 2.10 sh en 1929-1930 y £ 29.6 sh en 1954-1955. ( Tomado de 
"Inside Russia «Today" por John Gunther, 1958J . El presupuesto de 
30 
guerra para 1958, ascendió en los Estados Unidos a cuarenta y 
cinco mil millones de dólares. 
Si estos gastos continúan al ritmo actual, se estima que los 
Estados Unidos tendrán para 1970 un presupuesto de guerra, entre 
1.500 y 2.000 billones de dólares, pero es probable que estas cifras 
queden cortas, porque los nuevos inventos exigirán cada vez armas 
más costosas. ("Common Sense and Nuclear War", 1959, por Ber-
trand Russell, premio Nobel). 
Nosotros creemos que las naciones de occidente anhelan la paz 
y que no iniciarían el ataque. Pero, ¿podemos pedirle a la Unión 
Soviética esta misma confianza? A la Unión Soviética que ha sido 
invadida dos veces, en menos de 25 años, por potencias occidenta-
les ( 3 2 ) . Además, el comunismo aspira al dominio del mundo y 
persigue esta finalidad con la decisión y el fanatismo de las anti-
guas guerras religiosas; para conseguirlo está dispuesta a emplear 
todos los medios, a hacer cualquier cosa, con el único límite de no 
poner en peligro el movimiento comunista. Los dirigentes han creído 
y continúan creyendo que únicamente con el triunfo del comunismo 
se podrá alcanzar una paz duradera. Ya lo dijo Lenin: "No se pue-
de ni pensar en la coexistencia por largo tiempo de la República 
Soviética y los estados imperialistas. La una o los otros deben 
triunfar al final y antes que esto suceda, parecen inevitables una 
serie de terribles guerras entre la República Soviética y los estados 
burgueses" ( 3 3 ) . Las palabras de Krushchev: "Os agrade o no, la 
historia está de nuestra parte, nosotros os enterraremos", pronun-
ciadas en la Embajada de Polonia en 1956, reflejan sus intenciones 
finales. 
(32) En 1918, cuando se celebró el tratado Brest-Litovsk, Alemania tenía 
ocupadas mijitarmente Georgia y Ukrania. L»a segunda invasión alemana fue la 
de Hitler. en 1941. 
La frontera occidental rusa lia sido traspasada por ejércitos extranjeros, 
catorce veces en los últimos ciento cincuenta %ños. La ciudad de Minsk, capital 
de Bielorrusia ha estado ciento una veces ocupada por fuerzas invasoras, desde 
s u fundación ("The Scared Men in ttoe Kremlin" por John Fisher, p. 13. Citado 
por Gunther en "Inside Kussea to-day", p. 530). 
(33) Selected Works, Vol. VIII p. ,33,' Citado por, Oygrstreet en.' VVwftal->•»•« 
must know about Communism", 1958, p. 87. 
M 
La tensión que produce este estado de cosas, tensión que irá 
en aumento a medida que se perfeccionen las armas y se hága más 
inminente el peligro de su empleo, puede llegar un día á ser inso-
portable. Los denuestos y amenazas aumentan los rozamientos, los 
ánimos se exacerban, la desconfianza se ahonda, fracasan los con-
venios de desarme. Todas las carreras armamentistas han terminado 
en una guerra. Fue tan grande la matanza, las mutilaciones y la 
ruina de la guerra de 1914, que sus mismos horrores encendieron 
una esperanza. Se pensó que tan espantosa catástrofe no podría 
repetirse y se dijo que era "la guerra que terminaría con las gue-
rras". No habían transcurrido 21 años antes que la humanidad se 
viera envuelta en un nuevo conflicto mundial más terrible aún. 
Es evidente que el que ataca primero lleva una gran ventaja, 
pues, además del desastre y desorganización que produce en el país 
enemigo, tiene la oportunidad de destruir o dañar sus fuerzas para 
el contraataque. Este temor a un ataque sorpresivo y la necesidad 
de estar listos para contestarlo inmediatamente, aumenta, en esta 
era atómica, el peligro de las guerras casuales, ésas que no se desean 
y que, sin embargo, pueden estallar por diferentes causas. Por ejem-
plo : Una futura guerra local en la que tomen partido algunas de las 
grandes potencias, como la guerra de Corea, la de Indochina o la 
que en 1958 estuvo a punto de encenderse en el Medio Oriente, 
podría transformarse inesperadamente en un conflicto mundial. Bas-
taría para encender la chispa, la equivocación o el fanatismo de un 
aviador que arrojase bombas atómicas sobre terreno prohibido, so-
bre una ciudad de alguna de las naciones que no están directa-
mente en guerra, acto que, interpretado como la iniciación de un 
ataque nuclear, podría provocar-el inmediato contraataque de la 
nación afectada. Mientras más cerca de grandes potencias esté el 
teatro de la guerra local, tanto mayor será este peligro. Por este 
justificado temor a una acometida sorpresiva, los países que se sien-
32 
ten hmenazados, se han rodeado por estaciones de advertencia, cuya 
finalidad es dar aviso en caso de un ataque aéreo. De la oportuni-
dad y exactitud de sus comunicaciones depende la vida de cente-
nares de millones de seres. Nunca se ha puesto una responsabilidad 
más grande sobre un tan pequeño número de observadores. Estos 
puestos de vigilancia están dotados de aparatos de radar que les 
permiten conocer con anticipación el acercamiento de los aviones 
enemigos y dar la alarma para preparar la defensa, evacuar las 
ciudades, guarecerse en los refugios e iniciar inmediatamente, antes 
que sea tarde, el contraataque aéreo al país enemigo. 
Pero si los que dan la alarma se equivocan, porque los aviones 
señalados poij el radar no venían a atacar, sino, únicamente a hacer 
ejercicio de patrulla je, o porque la natural tensión nerviosa de estos 
•vigías, les hace interpretar mal las muchas veces confusas y débiles 
señales del radar o, finalmente, porque los delicados instrumentos 
detectores sufren un desperfecto, entonces, esa equivocación puede 
significar una catástrofe para la humanidad. 
Los horrores que se han descrito, se producirían con las armas 
que ahora conocemos (1960) . Cada día éstas se hacen más podero-
sas, más mortíferas. Decenas de miles de científicos y técnicos, pro-
vistos de los mejores medios, dedican su vida a perfeccionar la 
manera de destruir la humanidad. Entre las cosas que se ven ve-
nir está la construcción de bombas termonucleares de 100 mega-
tones, esto es, con un valor explosivo equivalente a cien millones 
de toneladas de trinitrotolueno; cinco mil veces más poderosas que 
las que arrasaron las ciudades japonesas. 100 megatones no es un 
límite; se pueden construir bombas de una potencia tal, que esta-
lladas a la altura adecuada, puedan destruir con su onda de calor, 
toda demostración de vida en áreas enormes. Se prevé también ellan-
zamiento de satélites provistos de bombas atómicas, que girarán 
alrededor de la tierra, esperando la orden electrónica, el cierre de 
un contacto, para destruir al país enemigo. Se anuncian satélites de 
gran tamaño, tripulados por seres humanos, que harían mayor y 
más certero el daño causado. Existen otras posibilidades, relacio-
nadas con viajes espaciales y la conquista y el empleo, con fines 
guerreros, de la luna y aun de los planetas más cercanos;cosas qu& 
a los no iniciados nos parecen fantasías; también nos parecía un 
sueño irrealizable, hace apenas veinte años, la utilización de la 
energía nuclear y el lanzamiento de satélites. 
Hay quienes opinan que se podrían hacer convenios valederos 
para emplear, en caso de guerra, únicamente bombas atómicas que 
produzcan un mínimum de radiaciones, o, aún, para no usar armas 
nucleares. Los que tales cosas sostienen, citan como ejemplo el caso 
de la II guerra mundial, en la que no se utilizaron gases asfixian-
tes, que habrían hecho más graves aún sus desastrosas consecuen-
cias. Sir George Thomson, premio Nobel de física y actual profesor 
del ramo en las universidades de Londres y Cambridge, expresa 
en su interesante libro "The Atom" (1956) , su opinión sobre las 
causas por las que no se usaron gases en la última guerra: En las 
primeras etapas, cuando el empleo de gases habría presentado ven-
tajas para los alemanes, el coloso norteamericano era todavía un 
país neutral, al que no era prudente enfadar. Más tarde, en la inva-
sión a Normandía, la fuerza aérea alemana estaba demasiado debi-
litada para poder hacerlo con eficacia. Además, como no había 
provisto de máscaras a su población civil, no podía correr el riesgo 
del desquite que tal medida habría provocado. 
Si se llegara al caso extremo de una guerra entre las naciones 
capitalistas y comunistas, es lo más probable que ésta fuera una 
lucha a muerte y que en ella se emplearan las armas más destruc-
toras, para aniquilar material y moralmente al enemigo, para destro-
zarlo tan rápida y completamente, que se le impidiera, si fuese 
posible, desencadenar su represalia contra el atacante. 
Desatada la guerra, con sus inevitables atrocidades, es el odio 
y el deseo de venganza lo que domina los espíritus y es peligroso 
34 
alimentar ilusiones en contrario. ¡Ha pasado tan poco tiempo del 
bombardeo aéreo de los barrios residenciales en las ciudades in-
glesas y alemanas; han transcurrido apenas quince años del lan-
zamiento de las primeras bombas atómicas sobre las ciudades inde-
fensas de Hiroshima y Nagasaki! 
Mucho se ha especulado sobre la forma cómo se organizarían 
los que sobrevivieran a una guerra mundial con armas nucleares. 
Puede ser que la obra de reconstrucción fuera superior a las 
posibilidades de esa humanidad enferma y que sus fuerzas debilita-
das hubieran de emplearse por completo en la diaria batalla por la 
existencia. La lucha será dura e incierta en ese mundo destruido 
y envenenado. Puede ser que, en tales circunstancias, afloren en su 
espíritu, desilusionado y confuso, los instintos primitivos del sal-
vaje ancestral, que se vuelva a la barbarie y se imponga el predo-
minio brutal y directo del más fuerte, la ley de la selva. 
En todo caso parece muy difícil que sobre esos escombros 
pudiera instaurarse alguno de los sistemas que, en su afán de predo-
minio, desencadenaron la catástrofe: el socialismo ruso o el capi-
talismo industrial moderno, porque ambos requieren para su fun-
cionamiento, un grado de organización y una confianza colectiva, 
que se habrían perdido por mucho tiempo. 
A N E X O N ? 1 . 
BREVE Y ELEMENTAL EXPLICACION DE ALGUNOS ASPEC-
TOS DE FISICA NUCLEAR QUE PUEDEN SERVIR PARA 
COMPRENDER MEJOR LAS ARMAS ATOMICAS. 
Estos apuntes son el resultado de un rápido repaso, que hice 
con el objeto de aclarar mis propias ideas en este campo fasci-
nante de la física nuclear, que no es de mi especialidad. No son 
35 
ordenados ni sistemáticos y están llenos de vacíos, pues no se han 
considerado en ellos sino los principios y procesos estimados indis-
pensables para entender, en líneas muy generales, los fenómenos 
que ocurren en las armas nucleares. 
1) El concepto del átomo en la época clásica. 
La idea que la materia no es continua, es decir, que no puede 
dividirse hasta el infinito, sino que está formada, en último tér-
mino, por pequeñísimas partículas elementales indivisibles, los áto-
mos, es tan antigua como la filosofía griega. Se cree que fue Leu-
cipo (siglo V a. C.) quien primero la enunció: "El universo, dijo, 
está formado por átomos y espacio vacío. Los mundos se originan 
de los átomos que caen en el vacío y se combinan mutuamente" ( * ) . 
No se ha conservado lo que Leucipo escribió y las opiniones que 
de él se conocen, aparecen mezcladas con las de su eminente dis-
cípulo Demócrito (siglo V a. C.) : "Los átomos, expresó este últi-
mo, son infinitos, tanto en magnitud como en número. Se mueven en 
giro y van por el universo formando las concreciones de fuego, agua, 
aire y tierra; pues todas estas cosas constan de ciertos agregados 
de átomos, los cuales, por su solidez, son impasibles e inmutables" 
í 1 ) . Más tarde Epicuro (siglo IV a. C.) tomó y desarrolló las ideas 
sobre física de Leucipo y Demócrito: "De los cuerpos, escribió, 
unos son compuestos y otros son simples, de los que los compuestos 
se forman. Los cuerpos simples son indivisibles e inmutables y per-
severan firmes cuando se disuelven en los compuestos; siendo com-
pactos por naturaleza, y no tienen en qué ni cómo se disuelvan. Así 
los principios de las cosas son la naturaleza de estos cuerpos átomos 
o indivisibles" ( 2 ) . "Se ha de suponer que los átomos no traen 
(1) "Los Filósofos más Ilustres" por Diógenes Laercio. Traduoción de José 
Ortiz y Sanz. 
(2) El prefijo " a " antes de consonante significa en griego "sin" y "tomos" 
significa "división". 
36 
cualidad alguna de Cuanto aparece (color, olor, etc.) excepto la figu-
ra, peso, magnitud y demás cosas que necesariamente se siguen a 
la figura, pues toda cualidad se muda, pero los átomos no se mu-
dan" l 1 ) . 
Como se ve por estas citas, los filósofos griegos no poseían 
sobre estas materias lo que hoy día llamamos conocimiento . cien-
tífico; no era posible que entonces lo poseyeran, se trata más bien 
de intuiciones, verdaderamenté geniales, si se toma en considera-
ción la época en que fueron concebidas. 
2) La teoría atómica en la edad contemporánea. 
Parece que estas ideas, que no recibieron el venerable apoyo 
de Aristóteles, cayeron en el olvido durante la Edad Media y la 
Edad Moderna, hasta que fueron revividas a comienzos del siglo 
X I X , con .gran fuerza y acopio de antecedentes, por el químico 
inglés John Dalton en su obra "Nuevo Sistema de Filosofía Quí-
mica", publicado en 1808. No hay duda que Dalton se inspiró en 
los trabajos del sabio francés Luis José Proust, que había establecido 
la "ley de las proporciones definidas", esto es, "que un determinado 
compuesto contiene siempre los mismos elementos químicos, o cuer-
pos simples, combinados en las mismas proporciones en peso". 
Dalton repitió y amplió las experiencias de Proust, enunciando una 
segunda ley tan fundamental como la anterior, "la ley de las pro-
porciones múltiples", según la cual "cuando dos elementos químicos 
se unen para formar varios compuestos, las diversas cantidades, en 
peso, de uno de ellos que se combina con un determinado peso del 
otro, son entre sí múltiplos exactos". Estas leyes experimentales 
tenían una explicación sencilla y lógica si suponemos que cada 
cuerpo simple está formado por átomos con un peso definido. 
No es la finalidad de estos apuntes tratar de exponer, así fuere 
muy sucintamente, el desarrollo de la teoría atómica, pero confieso 
37 
qué me habría sido difícil dejar de referirme a la decisiva colabora-
ción del gran químico ruso Dimitri Ivanovich Mendeleeff (1834-
1907 ). Este sabio encontró que ordenando los elementos químicos 
conocidos, segúnsu peso atómico ascendente, se presentaban periódi-
camente cuerpos que tenían cualidades muy semejantes ( 3 ) . Mende-
leef generalizó atrevidamente este descubrimiento y en 1869 publicó 
su famosa "Clasificación Periódica de los Elementos". En esta clasi-
ficación habían vacíos, esto es, existían en ella casilleros que no esta-
ban ocupados por elementos conocidos. El sabio ruso sostuvo que esos 
cuerpos debían existir en la naturaleza y señaló su peso y algunas 
de sus propiedades. Grandes polémicas se cruzaron en el ambiente 
científico de la época, pero los químicos de todo el mundo fueron 
descubriendo los cuerpos que faltaban en la clasificación y todos 
éstos poseían las propiedades que Mendeleeff había pronosticado. 
La teoría atómica, complementada con el concepto de molécula, 
se demostró una herramienta de gran potencialidad y a su impulso la 
química hizo enormes progresos durante todo el siglo X I X . Este 
concepto de molécula, como la parte más pequeña posible de mate-
ria que puede existir en estado libre, formada, en el caso de los 
cuerpos compuestos, por los átomos de los cuerpos simples que lo 
integran, vino a aclarar mucho la confusión de los primeros años. 
Esta idea se debe al científico italiano Amadeo Avogadro, así como 
la hipótesis de que la mayoría de los cuerpos simples gaseosos están 
formados por moléculas de dos átomos cada una y el "principio" 
que lleva su nombre y por el que es más conocido, que afirma que 
"iguales volúmenes de gases, sometidos a las mismas condiciones de 
presión y temperatura, contienen igual número de moléculas". 
Un mol o gramo molécula, es el número de gramos de un 
cuerpo igual a su peso molecular. Un mol de un gas cualquiera tiene, 
pues, el mismo número de moléculas que el mol de otro gas y por 
(3) Se entiende por .peso atómico, el peso de un átomo de un elemento en 
relación con el átomo de oxígeno, al que se le ha asignado un peso atómico 16. 
38 
lo tanto, ocupa igual volumen. Este volumen es, a 0 o C y 760 mm., 
de 22.412 litros. Por diferentes métodos se ha determinado que en 
un gramo molécula o en un gramo átomo hay 6.025 x 1023 molé-
culas o átomos respectivamente. Este número se conoce con el nom-
bre de constante de Avogadro. Para saber cuántos átomos hay en 
un gramo, se divide la constante de Avogadro por el peso atómico. 
6.025 x lO 2 3 
En un gramo de radio, por ejemplo, hay 226^ * 
átomos, o sea, 266 seguido de 19 ceros. El peso de un átomo es 
igual a su peso atómico dividido por la constante de Avogadro. 
226 
El peso de un átomo de radio sería en consecuencia ^ — , _„» = 
r 6.025 x 10*" 
3.75 x 10— 2 2 gramos. Como el peso atómico del hidrógeno es 
aproximadamente 1, el peso de su átomo será el valor recíproco de 
1 
la constante de Avogadro — , = 1.66 x 10" ~24 "ramos. 
6.025 x 1 0 " 
3) La quiebra de la teoría atómica. 
Esta llamada teoría atómica, que consideraba al átomo como 
un límite de pequenez, como algo final e indivisible, que gozó del 
favor de filósofos y sabios por más de dos mil años y que tantos 
y tan buenos servicios prestó a la ciencia, comenzó a perder pres-
tigio primero y a derrumbarse, finalmente, por una serie de tras-
cendentales descubrimientos que se inician con el de los rayos X 
en 1895, de la radioactividad en 1896 y del radium en 1898; des-
cubrimientos a los que están unidos los nombres de Roentgen, de 
Becquerel y de lós esposos Curie. 
Si se hace pasar una corriente eléctrica por un tubo de gas 
enrarecido, se desprende del electrodo que está unido al polo nega-
tivo, o cátodo, un flujo cargado negativamente —los rayos cató-
39 
dicos— que al chocar contra la pared del tubo producen los rayos 
X que tienen la extraordinaria propiedad de atravesar los cuerpos 
opacos. Se determinó que los rayos X eran de carácter ondula-
torio, como la luz pero de una longitud de onda muchísimo menor. 
Los rayos catódicos, en cambio, están formados por corpúsculos car-
gados negativamente, los electrones; se mueven en línea recta a una 
velocidad del orden de los 30.000 kilómetros por segundo (1/10 
de la velocidad de la luz) y son portadores, por lo tanto, de una 
gran cantidad de energía; estos rayos son desviados por los cam-
pos magnéticos y eléctricos. Se encontró que la masa de un elec-
trón es aproximadamente 1.840 veces inferior a la masa del átomo 
de hidrógeno, el más liviano de los átomos, y su tamaño es muchos 
miles de veces menor que el de cualquiera de los átomos, no obs-
tante la pequeñez de éstos, pues se necesitan cien millones de átomos 
colocados uno al lado del otro, para alcanzar un centímetro. 
Se descubrió también, poco después, que ciertos cuerpos que se-
denominaron radioactivos emiten espontáneamente tres clases de ra-
diaciones, una de ellas los rayos beta son sencillamente los elec-
trones a que ya nos hemos referido, poseedores de una carga, 
eléctrica negativa; otra, los rayos gama, son una especie de rayos 
X y finalmente los rayos alfa, que están formados por corpúsculos 
mucho más pesados que los electrones, cargados positivamente, que 
resultaron ser, como veremos más adelante, núcleos de átomos de 
helio. Por efecto de estas emanaciones, los cuerpos radioactivos se 
transforman en otros elementos de menor peso atómico. El uranio, 
por ejemplo, se transforma en radio y éste, después de una serie 
de cambios, todos espontáneos, queda finalmente convertido en 
plomo. 
Estos descubrimientos vinieron a probar la existencia de un 
complejo mundo subatómico y a demostrar que el átomo, lejos de 
ser indivisible está, a su vez, compuesto por otros corpúsculos mu-
40. 
chísimo más pequeños que él y dotados de las propiedades más. 
extraordinarias. 
4 ) Las nuevas ideas sobre el átomo. 
Los descubrimientos recientes nos presentan los átomos for-
mados por un núcleo central, cargado de electricidad positiva y 
que posee la casi totalidad de la masa atómica, rodeado de, elec-
trones, cargados de electricidad negativa, que neutralizan la carga, 
positiva del núcleo, de modo que los átomos, en su estado normal, 
son eléctricamente neutros. Los electrones giran alrededor del núcleo, 
a distancias que, guardadas las proporciones, son mayores que las 
distancias a que giran los planetas alrededor del sol. En efecto, con-
sideremos el átomo más simple, el de hidrógeno, compuesto por 
un núcleo con un solo corpúsculo con carga positiva —un protón— 
y un electrón satélite girando a su alrededor. Tenemos que el 
0.53 
radio del átomo de hidrógeno es igual a ^qq qqq qqq centímetros-
o sea, (0.53 x l 0 ~ 8 ) "(4) y el radio del núcleo de este átomo es 
1.4 
10 000 000 000 000 c e n t í m e t r o s ' e s t 0 es> (1-4 x 10~ 1 3 ) ( 5 ) . El cuo-
ciente de dividir el radio del átomo por el radio del núcleo es 37.800. 
El radio medio de todo nuestro sistema planetario hasta la 
órbita de Pluton es 5.900.000.000 kilómetros, valor que dividido 
por el radio del sol de 700.000 kilómetros, da 8,428. De esto se 
desprende que la distancia relativa del sol al más alejado de nues-
tros planetas, es proporcionalmente cuatro y media veces menor 
que la distancia entre el núcleo central y el electrón satélite del 
átomo de hidrógeno. Es verdadera, pues, la concepción de que l a 
materia está formada principalmente por espacios vacíos. Si fuese 
(4) Robert Shankland "Atoraré and Nuclear Physies", 1955. P. 73 
(5) Germán Villar "Energía Atómica", 1956. P. 27. 
41 
maciza, su- densidad sería inmensamente superior a todo cuanto 
conocemos. La materia contenida en los núcleos de los átomos, 
donde se la supone compacta, o con muy pocos huecos, alcanza la 
inconcebible densidad de cien millones de toneladas por tentímetro 
cúbico ( 6 ) . 
Lds átomos y el sistema planetario presentan, además, otras 
curiosas analogías: tanto electrones como planetas giran alrededor 
de su propio eje y también alrededor del núcleo o del sol, descri-
biendo circunferencias o elipses. El núcleo atómico contiene el 
99 ,94% de la masa total del átomo y la masa del sol es el 99 ,86% 
de toda

Continuar navegando

Materiales relacionados

208 pag.
Energia-nuclear (1)

User badge image

Daniela De la cruz

21 pag.
Energía nuclear

User badge image

Daniela De la cruz

17 pag.
RAFAEL CUELLO H

Vicente Riva Palacio

User badge image

Arving Hernandez