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UNIVERSIDAD C A T O L I C A DE V A L P A R A I S O V A L P A R A I S O Consecuencias de una Guerra con Armas Atómicas Por GASTON OSSA S. M. 1961 D E L M I S M O A U T O R La mitad de los niños chilenos no se educan 1948 El robo de una Herencia 1.a Edición 1952 2. a Edición, revisada y aumentada 19S8 PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA DE VALPARAISO CONSECUENCIAS DE UNA GUERRA CON ARMAS ATOMICAS por Gastón Ossa S. M. Ingeniero Civil U. C H . Consejero Académico de la Universidad Católica de Valparaíso. VALPARAISO, 1961. Estos apuntes son un capítulo de un trabajo mucho más extenso que aún está inconcluso. La edad y sus achaques por una parte, la falta de tiempo por otra, ponen una nota de incertidumbre en la po- sibilidad de terminarlo. Ante el peligro de perder todo el esfuerzo realizado, he creído conveniente publicar estas notas sobre las *'consecuencias de una guerra atómica", por tratarse de un asunto que es independiente del ensayo en preparación, aunque forma parte de él. Por estas circunstancias, he aceptado gustoso, las facilidades ofrecidas para publicarlo por la Universidad Católica de Valparaíso, •a cuyo Consejo Académico tengo el honor de pertenecer. Deseo expresar mis agradecimientos al Dr. Pablo Krassa, de la Universidad de Chile y al Profesor D. Max von^Brand, de la Uni- versidad Santa María, que tuvieron la amabilidad de revisar el Anexo N" 1 de este ensayo'y al Dr. Bruno Günther, de la Univer- sidad de Chile, que tuvo la atención de revisar el Anexo N° 2. Espero que el interés y la oportunidad del tema hagan excusar las limitaciones y deficiencias de su exposición. GASTON OSSA S.M. CONSECUENCIAS DE UNA GUERRA CON ARMAS ATOMICAS El verdadero título de este ensayo debería ser "Consecuencias de una guerra con Armas Nucleares", porque son las reacciones entre los núcleos de los átomos, hasta hace poco inaccesibles, las que producen estas enormes cantidades de energía explosiva. Mantene- mos la expresión armas atómicas por ser la más usada. En el texto se emplean ambas indiferentemente. Todos sabemos que las bombas atómicas tienen un poder des- tructor enorme, hemos oído que una nueva guerra mundial con esta clase de armas pondría en peligro la civilización y aún sería una amenaza para la vida en nuestro planeta, pero no todos sabemos en qué consisten y cómo actúan tales armas;. ni conocemos los valo- res, en cantidad y calidad, de su fuerza destructora; ni la gran varie- dad de formas y maneras en que se emplea la energía'nuclear con fines guerreros; ni la medida como su uso ha transformado y con- tinua modificando los problemas tácticos y estratégicos; ni, final- mente, cuáles serían las consecuencias, para la actual y las futuras generaciones, de una guerra mundial en que se usaran estas armas; consecuencias que son de tal gravedad, que nos hacen considerar el empleo de las armas nucleares, como un fenómeno nuevo y sin pre- cedentes en la historia de la humanidad y como una amenazante posibilidad que debería tenerse muy presente al buscar, sin peligrosas dilaciones, la solución de aquellos problemas sociales, económicos y de otro orden, cuya influencia en la situación internacional, pu- 5 diera conducirnos a la espantosa e irremediable catástrofe que sig- nificaría una guerra nuclear. Un breve, estudio de estas cuestiones, en sus líneas más generales, es el objeto del presente trabajo. Para mejor explicarme en qué consisten y cómo actúan las explo- siones nucleares, redacté, en forma elemental y muy sucinta, unas no- tas que forman el Anexo N<? 1. En realidad, más que para publicarlas, las escribí para aclarar mis propias ideas sobre esta materia. Su lectura no es necesaria para comprender el presente ensayo, pero la estimo de interés para personas de cultura corriente, que desearan adentrarse un poco por este campo maravilloso y de tanta importan- cia que nos ofrece la física nuclear í 1 ) . Las primeras bombas, nucleares, las de uranio, obtienen su ener- gía explosiva por la división de los átomos de uranio ( 2 ) , de aquí su nombre de bombas de fisión. El material empleado en estas bom- bas es una variedad (isótopo) del uranio, escasa y costosa de pro- ducir, conocida con el nombre de uranio 235. La fisión se realiza como una explosión violentísima, en menos de una millonésima de segundo. La energía explosiva del uranio que se emplea en las bom- bas, es I8V2 millones de veces mayor, a igualdad de peso, que la energía producida por el más poderoso de los explosivos conocidos hasta ahora, el trinitrotolueno (T. N. T . ) . En la bomba de hidrógeno, que se desarrolló algunos años más tarde, la energía se produce por la unión o fusión violenta de va- riedades (isótopos) de hidrógeno, con formación de elementos más pesados. La fusión de los núcleos de hidrógeno, produce 4 % veces más energía explosiva que la fisión del uranio y por lo tanto, 81 millones de veces más que el trinitrotolueno. La bomba de hidrógeno (1) Este anexo trata de las siguientes materias, (1) El concepto del átomo en la época clásica. (2) La teoría atómica en la edad contemporánea. (3) Ija quiebra de la teoría atómica. (4) Las nuevas ¿deas sobre el átomo. (5) Reacciones químicas. (6) Isótopos. (7) Relación entre masa y energía. (8) Reacciones química» (continuación del párrafo 59). (9) Reacciones nucleares. (10) La fisión atómica y (11) fusión atómica. (2) También se usa con este objeto el Plutonio, que se comporta, más o menos, de la misma manera. Las explicaciones de estos fenómenos se encuentran en el Anexo N? 1, a que ya me he referido. 6 necesita para estallar que su temperatura se eleve a varías decenas de millones de grados centígrados. Estas temperaturas son corrientes en el interior del sol y de algunas estrellas, que deben a la fusión de núcleos de hidrógeno su enorme energía de radiación, pero aquí en la tierra, se ha logrado producirlas únicamente en la explosión de la bomba de uranio. De aquí que para poder usar la gran energía explosiva de la fusión del hidrógeno, hay que combinarla con la de la fisión del uranio y por este motivo, las bombas modernas de mayor poder destructor, están compuestas de varias capas: primero, un cen- tro de uranio 235 o plutonio, que, además de su gran poder explosivo, tiene como principal finalidad hacer las veces de detonador, generan- do los millones de grados de temperatura que se necesitan para pro- ducir la fusión explosiva de la segunda parte de la bomba, formada por isótopos de hidrógeno y probablemente de litio, y que es la que constituye la bomba de hidrógeno propiamente tal. La explosión doble, del centro de uranio 235 y de los isótopos del hidrógeno, pro- duce la .expulsión violenta de cantidad de partículas (neutrones) de gran energía, la que puede aprovecharse para producir la fisión de una tercera capa envolvente, formada de uranio 238, permitiendo aumentar así enormemente el poder destructor de la bomba. El ura- nio 238, es la variedad corriente del uranio, que se obtiene con muy poco costo, como subproducto en la preparación de uranio 235. Tal es la máquina infernal, llamada bomba de hidrógeno, en la que se combinan los procesos de fisión, fusión y fisión de sus tres partes componentes y cuyo poder explosivo es ilimitado. Como entre los objetivos militares de una guerra están la des- trucción de las bases aéreas, puertos y principales industrias y cómo muchas de éstas están en las ciudades o en su inmediata proximidad, estudiaremos el efecto de las bombas atómicas en las áreas urbanas densamente pobladas, que serán sus blancos obligados. Mucho se ha escrito sobre los efectos destructores de estas pri- meras bombas de fisión. La bomba que se hizo estallar sobre Hiro- 7 shima produjo destrucción total en un radio de, por lo menos, una milla, a partir del pie de la vertical de la bomba I 3 ) . El número de muertos en Hiroshima fue de 70.000, más otros tantos heridos.De éstos, la mitad lo fueron por los efectos mecánicos de la explosión, esto es, por la onda de presión o de choque y por quemaduras debidas a los incendios; una cuarta parte por quema- duras instantáneas producidas por la llamarada o fogonazo de la explosión, o, en términos más técnicos, por la onda de calor y un 1 5 % por quemaduras y destrucción de tejidos causada por los rayos gama, una especie de rayos X muy potentes, que se producen en el estallido de la bomba. El 9 0 % de las muertes ocurrieron dentro de una distancia de 2Y¿ kilómetros de la vertical de la explosión ( 4 ) . Todos estos datos se refieren a las primeras bombas de uranio, que tenían un poder explosivo equivalente a 20.000 toneladas de trinitrotolueno. Las modernas bombas de hidrógeno pueden fabri- carse de una potencia ilimitada. Se han construido y probado bom- bas de un poder igual y aún superior a 20 millones de toneladas de trinitrotolueno (20 megatones) ; esto es, mil veces más poderosas que la usada en Hiroshima. Esto no quiere decir que su efecto des- tructor sea 1.000 veces mayor. El radio de destrucción de una bom- ba debido a la onda de choque, es proporcional a la raíz cúbica de su poder explosivo ( 5 ) . Una bomba mil-veces más potente produce igual destrucción en un radio solamente diez veces mayor. Hemos visto que en Hiroshima el radio de destrucción completa fue por lo menos de 1 milla. Una moderna bomba de hidrógeno de 20 mega- tones destruiría, pues, totalmente, lina superficie de 83.000 hectáreas. Esto significa que bastaría una sola de estas bombas para destruir (3) " E l radio dentro del cual la destrucción fue total, fue de IY2 milla" Kissinger "Atomic Weapons and Foreign Polley" p. 14. "Cuatro millas cuadradas fueron absolutamente destruidas". "Westinghouse iiesearch íaboratories. Charts of nuclear physics". " E l radio de .severa destrucción fue de una milla" Hans Beths "The Hydrogen Bomb II" p. 173. (4) "Atomic Weapons and East-West Relations" 19S6 by P. M. S. Blackett. (5) "The Effeets of Atomic Weapons" 1950. Publicación preparada para y con la cooperación del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y la Comisión de Energía Atómica, bajo la dirección del Laboratorio científico de Los Alamos. 8 Londres o Nueva York o Moscú o cualquiera de las grandes ciuda- des del mundo, con una parte de las aglomeraciones urbanas que las circundan, como puede apreciarse en el cuadro siguiente: ALGUNAS CIUDADES CON SUS POBLACIONES Y SUPERFICIES Ciudad Nueva York. . Londres París Moscú Buenos Aires. Santiago Ciudad Nueva York. Londres . . . . París Moscú Buenos Aires Santiago . . . Ciudad propiamente tal Población Superficie en hectáreas 7 . 8 9 2 . 0 0 0 (1950) 3 . 2 7 3 . 0 0 0 (1956) 2 . 8 5 0 . 0 0 0 (1954) 4 . 8 3 9 . 0 0 0 (1956) 3 . 5 8 2 . 5 6 1 (1957) 820.037 (1958) 8 0 . 0 0 0 (S. Y. B . ) 30 .000 (S. Y. B . ) 38 .200 32 .400 (Gunther) 19 .400 (S. Y. B . ) 4 . 4 0 0 Agregando los suburbios Población Superficie en hectáreas 12.296.117 (1950) (NU) (a) 162.000 (N. U.) 8.720.430 (1956) 5.154.834 (1954) 4.603.035 (1947) 1.661.621 (1958) (NU) Ib) ( c ) (d) (e) (f) 185.000 (S.Y.B.) 48.000 (S.Y.B.) 60.000 (mapa) 29.100 N. U., Anuario .Demográfico de las Naciones Unidas. S. Y. B., Statesman's Year Book. Los años entre paréntesis indican la fecha del censo o en que se estimó la población. a) Esta cifra incluye las poblaciones de Elizabeth, Yersey City, Newark, Paterson y Yonkers. b) Esta cifra comprende el "Outer Ring" representando, por lo tanto, el Greater London. c ) Esta cifra comprende el De»partamentó del Sena. d) Los /datos de Moscú se han tomado de "Ins'ide Russia" de John Gunther (1958). •e) Estas >cifras incluyen las poblaciones de Adrogue, Avellaneda, Lanus, Lomas de Zamora, Morón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Justo, San Martín, Tigre y Vicente López. El área se tomó, de un mapa de la región. f) Los datos de Santiago me fueron proporcionados por el Servicio Nacional . de Estadística y Censo de Chile. Las segundas cifras incluyen las comunas de Santiago; Conchalí (parte), Providencia, Ñuñoa (parte), San Miguel, Quinta Nor- mal, Rengo (parte), Barrancas (part-e), Cisterna (parte), Las Condes (parte), L& Granja (parte). Hemos visto ya que la cuarta parte de las muertes en Hiroshi- ma, fueron causadas por la onda de calor generada por la explosión de la bomba. Frecuentes muertes por quemaduras se registraron hasta distancias de 1.200 y 1.500 metros de la vertical de la bom- ba ( 6 ) . Tomemos el menor de estos números. El radio en que se pro- ducen estos efectos destructores por el calor aumenta en proporción a la raíz cuadrada de la potencia de la bomba, en lugar de la raíz cúbica como es el caso de la onda de presión ( 6 I . Aplicando esta proporción, tendríamos que una bomba, moderna de 20 megatones, alcanzaría con su onda fatal de calor hasta una distancia de 38 kiló- metros, produciendo muertes por quemaduras en una superficie de 460.000 hectáreas. Esto no quiere decir que morirán quemadas todas las personas que estén en esa enorme área en el momento de la ex- plosión, pero significa, sí, que corren grave peligro de morir en esa forma o de quedar malheridos, quienes en esos instantes se encuen- tren sin protección; peligro que va en aumento, hasta constituir un daño cierto, a medida que se acerca al pie de la explosión. Es proba- ble que con el empleo de una fórmula matemática más rigurosa, se llegara a una superficie menor que la señalada para los efectos tér- micos pero, por mucho que se castiguen las cifras dadas, queda siempre la evidencia, al compararlas con la extensión de las ciuda- des, el enorme peligro que puede significar una sola bomba de gran potencia, para las mayores capitales del mundo y los pueblos que la circundan ( 7 ) . Además de las demoledoras y mortíferas ondas de presión y de calor, las explosiones de las bombas atómicas generan también ra- (6) "The Hydrogen Bomla II" por Hans Bethe, Profesor de Física en la Uni- versidad de Cornell. Contenido en "Atomic Power" editado por la Scientific American Inc., 1955. (7) No obstante que el Profesor Hans Bethe establece en "Hydrogen Bomb II" una proporcionalidad simple entre el radio del daño térmico y la raíz cua- drada de la potencia de la bomba; en un desarrollo matemático que aparece en la obra ya citada, "The Effects of Atomk Weapons", esta fórmula de proporciona- lidad está influida por un factor de amenguamiento, de difícil aplicación en un caso general como el que estudiamos y que disminuye en ciertas circunstancias la magnitud del daño térmico. 10 diaciones letales y productoras de graves enfermedades. Recordemos que en Hiroshima, se estimó que el 1 5 % de los muertos, lo fueron por quemaduras producidas por los rayos gama. Es muy complejo este problema de las radiaciones atómicas y su efecto sobre el organismo y en el texto de este ensayo puedo tra- tarlo únicamente en forma muy somera. Para quienes deseen mayo- res datos sobre tema tan grave como interesante, he preparado una exposición, en forma elemental y resumida, que con el título "Las radiaciones y la vida" se inserta al final como el Anexo N° 2 ( 8 ) . "Las radiaciones producidas por las explosiones de lás bombas atómicas, se pueden dividir en tres tipos más o menos definidos" ( 9 ) . " 1 ) La radiación local puede llegar hasta el 8 0 % de la radia- ción total, si la bomba se hace detonar cerca del suelo, de manera que la esfera de fuego que produce su estallido alcance hasta la tie- rra y pulverizando todo lo que toca, succiona este material hacia arriba, junto con los gases de la explosión. Este tipo de radioactivi- dad cae pronto, por el peso relativamente grande de las partículas a que están adheridos los productos activos de la explosión y se deposita en una área que tiene la forma de una elipse alargada en la dirección del viento, la que puede alcanzar, según la fuerza de éste yla potencia de la bomba, desde una longitud de unos pocos, hasta algunos centenares de kilómetros. Esta radiación local comienza a caer desde el momento del estallido de la bomba y dura varias horas, tal vez un día o algo más". (8) Este Anexo trata de los siguientes asuntos: 1) Naturaleza de las radiacio- nes. 2) Acción de las radiaciones en el organismo. 3) Medida de las radiaciones. 4) Radiaciones Naturales. 5) Las radiaciones y la división celular. 6) Los fenó- menos de la herencia. 7) Las mutaciones. 85 Las mutaciones y la evolución de las especies (el por qué son dañinas la gran mayoría de las .mutaciones). 9) Radia- ciones producidas por las explosiones nucleares. 10) Estroncio 90 y Cesio 137. 31) Consecuencias biológicas de una guerra atómica. 12) El carbono radio-activo. '9) Lo que viene a continuación entre comillas hasta llegar al -resumen del informe del Dr. Shatfer al Congreso de los Estados. Unidos, es exactamente el conteniidd del capitulo noveno "Radiaciones producidas por las explosiones nu- cleares" del Anexo N° 2 a que nos acabamos de referir, el que, por su carácter e importancia, me ha parecido necesario incorporarlo aquí en el texto. 11 "La radiación local lleva la muerte hasta distancias mucho ma- yores que lo que pueden hacerlo la onda de choque y la onda de calor producidas por la bomba". "En la prueba de la bomba de hidrógeno de aproximadamente 15 megatones (15 millones de toneladas de T. N. T.) que se detonó el 1° de Marzo de 1954 en el atolón de Bikini, una persona situada a 160 kilómetros en la dirección del viento, del sitio de la explo- sión y, por lo tanto, fuera del alcance del efecto de las ondas de presión y calor, habría recibido una radiación de 2.300 roetgens en las primeras 36 horas; dosis 5 veces superior a la mortal ( 1 0 ) . Para estimar, de una manera general, el efecto de la radiación local de una bomba, podemos tomar como ejemplo una de 12 megatones (equivalente a 12 millones de toneladas a T. N. T.) que producirá al estallar el equivalente a 2 kilotones de radiación por milla cua- drada en una superficie de 6.000 millas cuadradas (1.554.000 hec- táreas) ; lo que puede producir desde una dosis promedio máxima de 7.000 roentgens por hora a una mínima de 2.500 roentgens por hora, una hora después de la explosión I 1 1 ) . Esta dosis no es naturalmente uniforme en toda el área, dependiendo de los vien- tos y pudiendo establecerse dentro de ella bolsones con diferencias de intensidad de radiación de 1' a 10 veces. En un bombardeo pueden sumarse la acción radioactiva de las bombas y producirse áreas que tienen varias veces las radiaciones máximas anotadas. La intensidad de la radiación disminuye rápidamente: en 7 veces la unidad de tiempo, la intensidad baja a la décima parte. Por ejemplo, si la ra- diación en la primera hora es de 6.000 r, siete horas después será de 600 r por hora. Para el hombre se considera que una dosis de 400 r, recibida en todo el cuerpo, es mortal en el 5 0 % de los casos. Por las radiaciones de las otras bombas más cercanas cuyos efectos llegan (10) "Bulletin of Atomic Scientists" (Mayo 1955) página 182. Citado por K-issinger en "Nuolear Wespons ancl Foreign Policy". Nota página 76. (11) "Local Fallout. Radioaetivity" por Ralph E. Lapp, en Bulletin of Atomic cientists — M'ayo 1959. 12 retardados, así como por la acción de bombardeos sucesivos, podrían mantenerse por mucho tiempo dosis letales de radiación en una área determinada. "2) El segundo tipo de radiación es el que queda en suspenso -en la troposfera, que es la parte de la atmósfera que está más cer- cana a la tierra. Su' altura es variable entre 10 y 15 kilómetros aproximadamente y en ella ocurren los fenómenos del tiempo, como las lluvias, nevazones y tempestades. El aire, calentado por la tierra, sube, se enfría y desciende, para repetir constantemente este ciclo; de aquí su nombre de troposfera (trepo, en griego, significa girar). Más allá de la troposfera el airé está relativamente tranquilo y como estratificado en capas cuya densidad disminuye con la altura; es la estratosfera, que juega también, como veremos, un importante papel en el movimiento de los corpúsculos radioactivos producidos por las bombas atómicas". "La mayor parte de las partículas que no caen en las primeras lloras y quedan en la troposfera, son muy pequeñas para descender por su propio peso y flotan en el aire, hasta que la llüvia o la nieve las devuelven a la tierra junto con su carga radioactiva. Durante este intervalo los vientos pueden haberlas esparcido por áreas enor- mes, de miles, decenas o centenas de miles de kilómetros cuadrados, dependiendo del tiempo que haya transcurrido- sin precipitaciones". " 3 ) Finalmente, tenemos la parte de las partículas radioactivas que suben a la estratosfera, donde quedan por algunos, años, espar- ciéndose alrededor de todo el globo. Como en la estratosfera no hay precipitaciones, parecería que las partículas livianas que la alcanzan deberían permanecer en ella indefinidamente, pero ocurre que la tro- posfera, en su turbulencia, irrumpe de vez en cuando en las serenas regiones estratosféricas, arrebatándole estos corpúsculos y arrastrán- dolos en sus torbellinos a las partes inferiores de la atmósfera, de donde la nieve y el agua las hacen caer a la tierra. Se estima, grosso modo, que las bombas grandes, equivalentes a un millón o más de 13 toneladas de T. N. T. (megatones) elevan a la estratosfera gran parte de su material radioactivo y se queda en la troposfera el pro- veniente de bombas inferiores a un megaton. Por efecto de los vien- tos reinantes, las partículas en suspensión en la troposfera, tienden a permanecer en las latitudes en que fueron lanzadas, mientras que. en las que alcanzan a la estratosfera, esta tendencia es menos mar- cada y en parte se distribuyen por todo el mundo. "Se acepta que la radioactividad que han lanzado a la tropo y estratosfera las pocas bombas nucleares que se han hecho estallar hasta la fecha, han producido ya un daño y constituyen una ame- naza para la humanidad ( 1 2 ) , y se discute actualmente la magnitud de este daño; pero lo que nadie discute es que, si se declara una gue- rra atómica mundial, además del inmenso daño causado de inme- diato por las ondas de choque y de calor y por las radiaciones loca- les ( 1 3 ) , la radioactividad adherida á las partículas suspendidas y esparcidas en las capas atmosféricas, producirán, con el tiempo, tan- tas muertes y tan crueles enfermedades, aún a los que vivan lejos del teatro de la guerra; engendrarán genéticamente tales desviacio- nes y deformidades, que amenazarán la vida misma de la especie humana". Hasta aquí el capítulo 9 del Anexo N° 2. Los antecedentes expuestos hasta el momento sobre los efectos de las explosiones nucleares, son de carácter muy general, tienen por base lo acaecido en Hiroshima, aumentado por fórmulas matemáti- cas que toman en cuenta la potencia de las nuevas bombas. Extracta- mos a continuación un informe sobre las consecuencias que podría tener para un gran país un ataque atómico, estudio hecho por espe- cialistas que están en posesión de lcrs resultados de las bombas de mayor poder ensayadas en los últimos años. En Mayo de 1957, el (12) Después de dos años y medio de estudio, el Comité Científico de las. Naciones Unidas emitió, el 11 de Agosto de 1958, un informe sobre el efecto de las radiaciones en el hombre. El Comité fue unánime al -declarar, en forma ine- quívoca, que las radiaciones (radioactive fall-Out) producidas por los énsayos de las bombas atómicas, representan un peligro para el hombre física y genética- mente. Bulletin of tbe Atomic Scientists — Octubre de 1958, página 331. (13) Centenares de millones de muertos y heridos, eomo se verá más adelante. 14 Congreso de los Estados Unidos conoció este informe directamente de sus propios autores, hombres de sólido prestigio profesional y científico, ( 1 4 ) el Dr. W. W. Kellogy Charles Shafer. El Dr. Kellog es investigador metereólogo de la Rand Corporation y es miembro del comité para el estudio de los Efectos Biológicos de las Radiacio- nes Atómicas, de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. El Di. Shafer es metereólogo de las oficinas del Gobierno (Weather Bureau I y estaba destinado a la Administración Federal de la Defensa Civil, departamento de defensa radiológica. El Sr. Shafer expuso ante la comisión del Congreso, las proba- bles consecuencias de un bombardeo atómico a los Estados Unidos, en el que una pequeña parte de los aviones atacantes, habría logrado eludir las defensas y arrojado 250 bombas termonucleares (de hi- drógeno ) sobre 144 blancos distribuidos por todo el país, 53 de los cuales son grandes ciudades y centros industriales, 59 son áreas de importancia esencialmente militar y el resto está compuesto por ob- jetivos mixtos: centros poblados, industriales y militares. La poten- cia media de las bombas es de diez megatones (equivalente a diez millones de toneladas de trinitrotolueno), y su potencia individual fluctúa entre cinco y veinte megatones. (Es un ataque grande, pero no de los más; el mismo Sr. Shafer informó a la comisión del Con- greso que su departamento había considerado, hacía poco tiempo, los efectos de otro bombardeo atómico dos y media veces más po- tente que éste). En el cuadro siguiente se muestran las consecuen- cias que habría tenido este ataque durante los primeros sesenta días después del bombardeo: Muertos Dañados Ilesos Durante el día 36.000.000 57.000.000 58.000.000 Hasta el 7"? „ 51.000.000 42.000.000 58.000.000 „ , , 1 4 ? „ 61.000.000 31.000.000 58.000.000 „ „ 60? „ 72.000.000 21.000.000 58.000.000 (14) Extracto del "Bulletin of Atomic Scientists", Enero de 1958. 15 El cuadro anterior está hecho tomando por base los habitantes de los Estados Unidos en 1950; haciendo la corrección para la po- blación estimada en 1957, los muertos suben a 82 millones y los heridos y dañados sobrevivientes, llegan a 24 millones. Los dados como ilesos, expresaron los informantes, habrían sufrido, indudable- mente, algunos efectos de las radiaciones. Se estima que una mitad de las muertes se habría debido a la radiación y la otra a las ondas de choque y calor. Entre las muertes consideradas en el cuadro, no están comprendidas las que se producirían por la contaminación del suelo, ni la del agua, esta última especialmente grave, porque las lluvias arrastran hacia los lagos y tranques proveedores de este ele- mento, el material radioactivo que se deposita en su hoya hidrográ- fica. Tampoco están considerados los efectos del polvo radioactivo que queda en suspensión en la atmósfera y que cae meses y años, después de la explosión. Este informe se refiere a un caso hipotético; está basado en las condiciones atmosféricas existentes en los días 20 y 21 de Noviem- bre de 1956, en que se supuso habría tenido lugar el ataque. Los resultados reales pudieron haber sido menores o más graves; lo pro- bable es que fueran mucho más graves. En efecto, desde la fecha del informe se han continuado haciendo estos estudios, cada vez con mejores métodos y con mayores antecedentes recogidos en las nuevas pruebas de bombas termonucleares y en Agosto de 1958, el Sub Comité de Operaciones Militares, en cooperación con los investiga- dores de la Rand Corporation, presentaron un nuevo informe, eñ el que llegaban a la conclusión, que un taque termonuclear contra las 150 principales ciudades de los Estados Unidos, causaría la muerte de 160 millones de personas, alrededor del 9 0 % de toda la pobla- ción del país ( 1 5 ) . QS> "Bulletin of the Atomie Seientists", Octubre de 1958 p. 332 y Time, 2 5 de Agosto de 1958, p. 12. 16 Según datos de un informe reciente del Instituto de Análisis de Defensa (I. D. A.) de los Estados Unidos, publicados en el nú- mero de Octubre de 1959 del "Bulletin of Atomic Scientists", un ataque de 5.000 megatones con bombarderos o cohetes, podría pro- ducir la muerte del 75 al 80 por ciento de la población de los Esta- dos Unidos, y hay que tener presente que una guerra no se limi- tará a un solo ataque. Lo que no está dicho en estos informes, pero que se desprende de sus cifras, es que no existe defensa eficaz contra un ataque atómico, porque basta una bomba para destruir una ciudad; porque bastarían las 250 bombas del ejemplo estudiado en el Congreso norteameri- cano, para inferir el daño descrito a un país del tamaño y poderío de los Estados Unidos. Además, un ataque aéreo debilita y destruye también las defensas antiaéreas. Un sistema defensivo podrá abatir «1 8 0 % de los primeros 2.000 aeroplanos atacantes, pero quizás úni- camente el 2 0 % de los mil aeroplanos siguientes ( 1 6 ) . El físico y estratega inglés P. M. S. Blackett afirma también que, en el presente, no hay defensa efectiva, ni tampoco se divisa alguna, en contra de un decidido ataque atómico en gran escala a centros de población; la ofensiva nuclear aérea tiene ahora la ascendencia definitiva sobre la defensa ( 1 7 ) . En la próxima década, cuando el aeroplano se considere anticuado como vehículo de las bombas y éstas sean trans- portadas por cohetes, la defensa será aún muchísimo más difícil ( 1 8 ) . En un artículo reciente, publicado en la revista "Vida Internacional" (16) Apreciación de Paul Nitze en "Impact of new weapons on Political and Strategic Problems of tihe West". Discurso pronunciado en el Instituto Nobel, Oslo, Junio de 1955. Citado por Kissinger en "Nuclear Weapons and Foreign Policy", p. 105. ' (17) "Atomic Weapons and East-West relations", 1956. (18) Sin duda lo más útil que puede hacerse para .salvar muchas vidas es la construcción de refugios con gruesas paredes de concreto o muy metidos bajo la tierra. Su realización requiere la inversión de grandes cantidades de dinero, que algunos países, con raro criterio, prefieren emplear en incrementar S'U poder ofensivo. Parece que Rusia es uno de los países más adelantados en este tipo de defensa civill; no solamente en la construcción de refugiois, (sino también en la preparación de la población para el evento de un ataque nuclear. (Datos propor- cionados en una conferencia en la Universidad de California, en Enero de 1961, por el Sr. León Gouré de la Rand Corporation, considerado como la autoridad máxima en E. U. en estas materias. (Time 10—2—61). Se considera que un subte- rráneo corriente de casa habitación con algunos arreglos puede amenguar entre 10 y 20 veces las dosis producidas por las radiaciones exteriores. 17 de Moscú, el general Nicolai Falensky, del Estado Mayor soviético,, expresa lo siguiente: "No existe una manera.efectiva de rechazar un ataque de cohe- tes nucleares. Una guerra nuclear destruiría países enteros con sus pobla- ciones. . . Las pérdidas de vidas no serían inferiores de 500 a 600 millones". (Citado por "Time", 24-10-60). Meditando sobre las causas de estos posibles desastres, sin pre- cedencia, cae uno en cuenta que la ciudad moderna nos ha traicio- nado. La ciudad, cuyo principal objeto fue el refugio y la defensa de sus habitantes, se torna hoy en su contra. Esas grandes aglome- raciones urbanasj que han hecho posible el refinamiento material y espiritual de que tanto nos orgullecemos, amenazan, en esta edad nuclear, con trasformarse en sepulcros monstruosos. El extraordinario nivel de vida que se alcanza en una ciudad, es el fruto de una combinación, delicada y compleja, de un cierto número de factores, todos los cuales son indispensables para la obtención de estos resultados: suministro de agua, alimentos, ener- gía eléctrica, servicios de atención médica, de desagües, de trans- portes y comunicaciones son, en el orden material, algunos de los más importantes. La carencia o supresión de uno de ellos, no sólo hace imposible el mantenimiento de la vida urbana, sino que la transforma en un peligro inminente. La gran ciudad puede conver- tirsé en unatrampa mortal. Las armas nucleares, junto con matar y malherir a una gran proporción de sus habitantes, arruinar e incen- diar sus edificios, destruyen también, en un instante, todos estos servicios imprescindibles. Las fuentes de agua potable: ríos y lagos se contaminan por las radiaciones, los estanques y cañerías para su distribución, son rotos y desarticulados directamente por la explo- sión, como lo son los ductos del alcantarillado, provocando las consiguientes epidemias. Sería imposible la atención oportuna de los cientos de miles de heridos y enfermos, perdidos entre los es- 18 combros de una ciudad arrasada y en llamas; porque médicos y enfermeras, hospitales y bancos de sangre, cuyo número y capacidad •es apenas, cuando lo es, el estrictamente necesario para las circuns- tancias normales, sería del todo insuficiente en esta contingencia: aparte de que habrían sufrido proporcionalmente, ellos también, la misma pérdida y destrucción del conjunto y porque salir a la intem- perie significaría, en la mayoría de los casos, la inevitable muerte por las radiaciones, que, en los primeros días y semanas, podrían te- ner varias veces el valor letal. Estas son algunas de las causas de que gran parte de los heridos, en el momento de la explosión vayan a aumentar, en los días siguientes, el número de los muertos, como claramente lo demuestra el cuadro presentado por el profesor Shafer al Congreso estadounidense (véase pág. 15) . Por estas mismas ra- zones, gran cantidad de cadáveres permanecerían insepultos, acre- centando el quebranto moral de los sobrevivientes y exponiéndolos a nuevos peligros. Interrumpido el suministro de energía eléctrica por la destrucción de las redes de distribución, de las centrales gene- radoras de las refinerías y depósitos de combustibles, se descompon- drían los alimentos que se mantienen frigorizados como reserva y se paralizarían todas las actividades mecánicas de las que dependen, en tan alto grado, la vida urbana. La obscuridad vendría a agravar más aún este cuadro desolador. Los cuerpos radioactivos, producidos por las explosiones atómicas, especialmente el estroncio 90, absorbido por la tierra contaminaría los vegetales y, a través de ellos, la leche y la carne. Esta contaminación de los terrenos puede mantenerse por varios años. Como complemento de este estado de sufrimiento y destrucción, la casi ninguna esperanza de recibir auxilios adecuados, pues en todas partes se presentaría esta misma necesidad urgente de atención y de ayuda que nadie podría proporcionar. En la última guerra mundial, un ataque aéreo tenía como obje- tivo un barrio de una ciudad; inmediatamente de terminado el bom- bardeo, o aún mientras éste subsistía, la parte no atacada iba en 19 auxilio de los damnificados, atendía los heridos, apagaba los incen- dios, reparaba los daños en los servicios públicos esenciales coma el agua, la electricidad. Un bombardeo atómico moderno destruiría simultáneamente todas las principales ciudades del país atacado, el que se cubriría de mortíferas radiaciones; én estas circunstancias, las personas afectadas por el bombardeo, que son la mayoría de sus habitantes, quedan, en una gran proporción, abandonadas a su pro- pia suerte. Una bomba de hidrógeno de veinte megatones tiene una po- tencia un millón de veces superior a lá de las bombas más des- tructoras que se emplearon en la segunda guerra mundial, las famo- sas block-bursters, con las que se destruía toda una manzana. Una sola de estas bombas modernas de 20 megatones, tiene diez veces el poder explosivo de todas las bombas que se arrojaron sobre Ale- mania durante los cuatro años de guerra y doscientas veces el de las que se lanzaron sobre el Japón ( 1 9 ) , ( 2 0 ) . Más de un centenar de millones de muertos y heridos como posible efecto inmediato del primer gran ataque nuclear a uno de de los beligerantes. Otras tantas víctimas habría que esperar de un ataque atómico aéreo a Rusia ( 2 1 ) . Europa Central a ambos lados de la cortina de hierro y Europa Occidental, con un total, en con- junto, de 400 millones de habitantes, se verían también envuelta^ en una nueva guerra mundial, la que comprometería así, de inmediato, a 800 millones de habitantes. Es posible que la China, con sus 670 millones, armados y adies- trados militarmente por Rusia, aprovechara el derrumbe de los paí- (19) "Kissinger Atomic Weapons a Foreign Policy", p. 70. (20) Esto no quiere decir que tuvieran esas tantas veces de mayor poder destructor; recuérdese que el radio de igual efecto es proporcional a la raíz cúbica de la potencia de la bomba en el caso de la onda de choque y a la raís cuadrada."en el caso de la onda de calor. (21) Senado de los Estados Unidos. "Estudio de Potencia Aérea". Informes proporcionados por el Comité de Fuerza Aérea-— 1956. "Los efectos de un ataque termonuclear (bombas de hidrógeno) a Rusia, se pueden considerar comparables a los de Estados Unidos. La densidad de población un tanto menor en Rusia, estarla compensada por los .efectos de las radiaciones y, en el futuro inmediato, por la superioridad aérea de los Estados Unidos". Citado por Kissinger en "Atomic Weapons and Foreign Policy", p. 67. 20 ses occidentales, incluyendo el de sus aliados soviéticos, para avanzar sus conquistas en el sur del Asia, donde se encuentran la cuarta parte de la población del mundo y riquísimas fuentes de alimentos y materias primas. En la próxima década, varios países, fuera de Estados Unidos, Inglaterra, Rusia y Francia, poseerán, inevitablemente, bombas ató- micas; por lo menos una docena de naciones, fuera de las cuatro nombradas, poseen la capacidad técnica y económica para construir y emplear estas armas nucleares; las poseerán países más peque- ños, de menor responsabilidad, que tienen menos que perder. Recientes perfeccionamientos en las centrífugas de alta velocidad, podrían abaratar considerablemente la obtención de uranio 235, lo que dejaría al alcance de un número aún mayor de naciones, la posibilidad de fabricar estas bombas. ¿Cuáles serían entonces las consecuencias totales de una guerra atómica mundial? El horror de los resultados escapa a la imaginación. Hasta aquí nos hemos referido, casi exclusivamente, a los efec- tos inmediatos de las explosiones atómicas, y en especial a los muertos y heridos que se producen en las ciudades destruidas pol- los bombardeos. Cuando hemos señalado las consecuencias nocivas de las radiaciones, hemos considerado únicamente su acción-violenta sobre el organismo debido a su presencia en grandes dosis. Al lado de estos efectos, hay otros en que la acción de kis radiapiones es más retardada, más difícil de individualizar y reconocer, porque el número de sus víctimas se diluye en la población del mundo y por- que las enfermedades a que dan origen pueden confundirse con las que ordinariamente nos aquejan. Al final del Anexo "Las Radiacio- nes y la Vida", en el capítulo titulado "Consecuencias biológicas de una Guerra Atómica", se llega a la conclusión que una guerra ató- mica en la que se emplearan 5.000 bombas de una potencia pro- medio de 10 megatones produciría leucemia o cáncer a los huesos en 20 millones de personas, de las cuales una mitad sería víctima de 21 la radiación local y la otra sufriría los efectos de las radiaciones de las partículas temporalmente suspendidas en las capas atmosfé- ricas y estaría distribuida por todo el mundo. Esto aumentaría en la próxima generación a más de cuatro veces el número actual de estas crueles enfermedades que no tienen curación ( 2 2 ) . Se ha estimado también, en el mismo capítulo citado del Anexo, que una tal guerra atómica podría producir una dosis mundial de radiación de 50 roentgens, lo que duplicaría el número de mutacio- nes que existen en la actualidad. Como se demuestra en el mismo Anexo, capítulo 8". "Las mutaciones y la evolución de las especies", la. casi totalidad de las mutaciones son perjudiciales para losindi- viduos y para la sociedad, y su duplicación equivaldría a duplicar también el número de monstruos, deformidades y otros males here- ditarios que hoy sufre la humanidad. Según las estimaciones de James Crow, profesor de genética de la Universidad de Wisconsin (Genetic Effects of Radiation. Bulletin of Atomic Scientists. Enero de 1958) estos 50 roentgens podrían ser la causa de que cuatro millones de niños nacieran con graves de- fectos físicos o mentales en la primera generación y un total de cua- renta millones comprendiendo las generaciones siguientes. Asimismo, estima en veinte millones, el número de prenatales y de niños naci- dos que morirían por este motivo en la próxima generación y un total de trescientos cincuenta millones, si se toman en cuenta el futu- ro. Para juzgar de la base de estas predicciones, se remite al lector al final del capítulo 9° del Anexo "Las Radiaciones y la Vida". Lamentablemente, esto no es todo; en una ciencia nueva, como lo es la física nuclear, y sobre todo en aquélla su novísima rama que estudia la acción biológica de las radiaciones, los descubri- mientos se suceden con tal rapidez, que, tan pronto se cree haber terminado de expresar un concepto, ha de someterse a revisión todo lo escrito, para tomar en cuenta las novedades que nos traen libros (22) "Our Nuclear Future" Teller y Latter — 1958, p. 120. 22 V revistas. Tal sucede en el caso del carbono radioactivo, cuyos graves efectos estaban, al parecer, muy subestimados. Según un estudio del profesor Pauling, del Instituto Tecnológico de California (premio Nobel en 1954) ( 2 3 ) , el carbono radioactivo que produce la explosión de las bombas atómicas causará tanto cán- cer y leucemia como todos los productos de fisión combinados de estas mismas bombas, incluyendo el estroncio 90 y ocasionará 17 veces más daño genético a las nuevas generaciones. En el último capí- tulo del Anexo "Las Radiaciones y la Vida", titulado precisamente "El carbono radioactivo", encontrará el lector interesado, mayores antecedentes sobre estas graves materias. Sólo, nos cabe agregar aquí que si estas estimaciones se confirman, como parece cierto, tendría- mos que duplicar las cifras dadas para los casos de cáncer y leucemia ocasionados por las radiaciones y multiplicar por 17 los daños here- ditarios, muchos de los cuales se presentarán ya en las primeras ge- neraciones, pues el carbono es rápidamente absorbido por el cuerpo, debido a que forma parte de todas las células orgánicas. Si a lo anterior agregamos que las radiaciones que se quedan en la troposfera, y en menor grado, también las que suben a la estratosfera, tienden a permanecer en las latitudes en que se han efectuado las explosiones, llegamos a la conclusión que entre los grados 10 y 60 de latitud norte, donde vive el 8 5 % de la población humana, la concentración de las radiaciones puede ser varias veces superior a las cifras que hemos dado, que son promedios mundia- les y comprenderemos mejor por qué una guerra atómica pondría en grave peligro la civilización, amenazaría la existencia de nues- tra sociedad y aún de la vida misma, en ciertas regiones del pla- neta. A los cientos de millones destrozados y heridos por las explo- siones de las bombas, habría que agregar para todos los habitan- tes del mundo este otro castigo aterrador de las radiaciones, el que (23)"Scientific American" Enero 1959. "Seiencé and tbe Citizen". 23 una vez iniciado ya no tendría remedio, pues la vida media del car- bono radioactivo es de 5.600 años; la humanidad que sobreviviera a la guerra, debilitada y doliente, estaría eondenada a sufrir sus efectos por miles y miles de años. Las armas nucleares y sus vehículos afectan formas muy va- riadas. Las primeras bombas, las de Hiroshima y Nagasaki, fueron lanzadas desde aviones. El avión, con todos sus perfeccionamientos de los últimos años, continúa siendo aún, el portador más pode- roso de bombas atómicas. En la segunda guerra mundial, se aceptaba que la defensa anti- aérea destruyera hasta un 1 0 % de los aviones de bombardeo ata- cantes. Hoy día, con los cohetes provistos de carga nuclear, que buscan y persiguen al blanco y cuya explosión puede destruir cual- quier avión que se encuentre en una milla cúbica (4,1 kilómetros cúbicos) ( 2 4 ) y con otros adelantos recientes, se estima que una buena defensa puede derribar hasta el 8 0 % ( 2 5 ) y en casos muy favorables, hasta el 9 0 % de la flota aérea enemiga. Lamentable- mente, ese 20 o 1 0 % que logra penetrar es suficiente, como ya lo hemos visto, para destruir el país atacado y devastar, al mismo tiempo, sus defensas, a tal punto que, en un segundo gran ataque aéreo, las cifras de penetración podrían invertirse y un 8 0 % de los aviones eludiría esas barreras antiaéreas debilitadas, para com- pletar su obra de destrucción. Una arma que se ha< desarrollado últimamente y que aumenta el poder destructor de un bombardeo aéreo, es el cohete con carga nuclear, desde avión a tierra. Está en ensayo, con buenas expectativas, un tipo de estos proyectiles con un alcance de 800 kilómetros y se avanza en' el estudio de otro con alcance doble ( 2 6 ) . (24) Kissinger. "Nuclear Weapons and Foreign Poliey", p. 121. (25) P. M. S. Blaickett '.'Atomic Weapons and East-West Relations", p. 35. (26) Time, 9 / 2 / 59, p. 13. 24 Los cohetes de la defensa antiaérea que buscan y destruyen los aeroplanos, lo hacen guiados por un mecanismo orientador que es afectado por el calor o por el ruido que produce un avión, o por su masa metálica o por otra causa. La flota aérea atacante, burla en parte este peligro, incluyendo entre sus componentes, aviones que producen, en el más alto grado, estos efectos de ruido, calor, etc., pero que no son portadores de bombas nucleares, las que se en- cuentran a bordo de bombarderos en los que estos efectos están reducidos a un mínimum y que no atraerán, por lo tanto, a los co- hetes destinados a destruirlos. El cohete como arma no es algo nuevo. Lo emplearon los chinos contra los tártaros en el siglo X I I y se usó también en las guerras del siglo X I X . Fue abandonado por su falta de precisión, si se le compara con la artillería de cañón. Los alemanes, al final de la II guerra mundial, revivieron la idea y construyeron la V-2, que era un verdadero cohete balístico con un alcance de 200 millas (poco más de 300 kilómetros) ( 2 7 ) . Todos los estrategas están de acuerdo que en los próximos diez años, el cohete reemplazará al avión como vehículo de las bombas atómicas. Su empleo es de un costo muy inferior, en vidas y ele- mentos, a un ataque aéreo que produzca los mismos efectos. El cohete es muchísimo más difícil de interceptar y de destruir que un avión. Es también más sorpresivo; mientras un gran ataque aéreo requiere una preparación que difícilmente puede pasar inadvertida, los cohetes del futuro inmediato, que emplearán combustible sólido, estarán siempre preparados en montajes subterráneos ocultos y diri- gidos hacia blancos enemigos. Bastará, pues, establecer un contacto eléctrico, apretar un botón, para lanzar simultáneamente centenares de cohetes, del tipo balístico intercontinental, provistos de bombas atómicas, que irán a destruir un país, situado a miles de kilómetros de distancia. La rapidez de los cohetes es un factor desconcertante. (27) "The Race for Mlssiles" por Mary M. Sirapson. Editor asociado del Bu- lletin of the Atomie Scienlists", Octubre, 1957. 25 Mientras Los aviones tardarían de 6 a 8 horas en salvar la distancia entre aeródromos rusos y objetivos norteamericanos o viceversa, el cohete hace este recorrido en menos de media hora. Los puestos de avanzada provistos de radar, que circundan los países amena- zados, como la línea D E W al norte del continente americano, pueden anunciar un ataque aéreo con una y media a dos horas de anticipación, permitiendo así preparar la defensa y tomar algunas medidas para disminuir el número de víctimas.En el caso de los cohetes, con una velocidad de 25.000 kilómetros por. hora, este plazo de aviso se reduciría a muy pocos minutos ( 2 8 ) . El cohete de largo alcance, de ocho mil o más kilómetros, a que me he estado refiriendo, es, lógicamente, el más difícil de fa- bricar y de emplear con seguridad. Se podría decir que, aunque muy adelantado, está todavía en un período de ensayo, por lo menos en los países occidentales. Las numerosas publicaciones norteameri- canas nos han familiarizado con los nombres de "Atlas", "Titán" y recientemente, el de "Minuteman", este último con combustible sóli- do, como los mejores intentos de cohetes intercontinentales. Menos se sabe de lo que ocurre en Rusia, pero, por el éxito obtenido en el lanzamiento de los satélites, se estima que en estas materias lleva la delantera. Esto ha sido claramente confirmado, hace poco, en la declaración del Secretario de Defensa de los Estados Unidos, señor Mc.Elroy, quien declaró ante el Subcomité de Defensa del Senado dé ese país, que para comienzos de 1960, la Unión Soviética tendría probablemente tres veces más cohetes balísticos intercontinentales que los Estados Unidos ( 2 9 ) . Como consecuencia de la última guerra, Rusia adquirió el 8 0 % de la industria aérea alemana, la mayor parte de las plantas pro- ductoras de cohetes y el principal personal científico y técnico, inclu- yendo 160 expertos en cohetes, los que fueron puestos a trabajar (28) Para una descripción vulgarizadora de la línea D. E. W. (Distant E a r l r .Warnlng), véase Time 23 /11 /57 y National Geographic Magazíne, Julio, 1958. (29) Time,' 9 ele Febrero de 1959, p. 12. 26 de inmediato por Stalin, en su plan de absoluta prioridad para el desarrollo y construcción de estas armas I 2 7 ) . Además de estos grandes cohetes, con los que se pretende lle- gar a cualquiera parte del mundo, esto es, una distancia hasta de 20.000 kilómetros, existen otros de un alcance intermedio, como de 2.500 kilómetros, que han demostrado en los ensayos ser-muy efectivos. Vehículos peligrosísimos para estos cohetes de menor alcance con carga atómica, son los submarinos, que pueden acercarse sin ser advertidos a las costas enemigas y dispararlos aun estando su- mergidos. Las principales ciudades, industrias y otros objetivos mili- tares están, casi siempre, a menos de 2.500 kilómetros del mar. Unicamente la Unión Soviética y tal vez China pueden tener, en sus enormes territorios, importantes objetivos militares a mayor dis- tancia de la costa. Por otra parte, los principales centros rusos, al poniente de los Urales, quedan dentro del radio de acción de estos Cohetes de alcance intermedio, lanzados desde los países afiliados al tratado del Atlántico Norte (N. A. T. O.). Desde Turquía y Gre- cia al Sur, Italia, Francia, Alemania Occidental, los países del Benelux hasta Gran Bretaña por el norponiente. Mientras se perfeccionan los grandes cohetes intercontinentales, estos otros, de potencia media, lanzados desde submarinos o plata- formas sumergidas, son considerados como el peligro más grave del momento actual. Estas plataformas, verdaderas fortalezas sumergidas, con dispo- sitivos para lanzar cohetes con carga nuclear, son remolcadas bajo la superficie por submarinos hasta las proximidades del litoral ene- migo, desde donde pueden lanzar su ataque. Los alemanes cons- truían ya plataformas submarinas al final de la última guerra, en su base de Peenemunde. Los soviéticos, que tomaron posesión de esta 27 base y de sus técnicos, las han perfeccionado y fabricado en gran número en estos últimos dieciséis años ( 3 0 ) . Según informaciones norteamericanas, Rusia tiene varias veces más submarinos que los Estados Unidos y su régimen actual de fabricación es también muy superior ( 3 1 ) . Existen, también armas atómicas, de mucho menor alcance y tamaño, para usos tácticos, cuya forma y modo de emplearse se adaptan a las más variadas condiciones. Hemos visto cómo las armas nucleares han cambiado totalmente los principios estratégicos: todo plan de guerra debe, necesariamente estar subordinado y adaptarse a estos nuevos y poderosos elementos. La Táctica: el planeamiento y conducción de las batallas, ha sido también profundamente transformada por las armas atómicas. No puede pensarse ya en concentraciones y ataque de grandes ma- sas, pues éstas presentarían un blanco peligrosísimo y muy atractivo para las bombas atómicas. En el mar y por igual motivo, parece que la era de los portaviones toca ya a su fin. Todo .elemento bélico deberá transportarse, en lo posible, sumergido o por el aire. La táctica pre-nuclear, la que se empleó en las dos guerras mundiales, estaba basada en la especialización. El infante para las cargas en masa, los sirvientes de una ametralladora o de una pieza de artillería pesa:da, la tripulación de un tanque, los colocadores de minas, los buscadores de minas, etc., estaban preparados y equipa- dos para ejecutar una determinada y exclusiva labor. Con el fin de poderla realizar en la forma más eficaz, llevaban consigo una can- tidad muy limitada de municiones, alimentos y combustible, depen- diendo, en el más alto grado, de las fuentes de aprovisionamiento situadas a retaguardia del frente de combate. Interrumpidas las co- municaciones entre las fuentes y los cuerpos de lucha, éstos podían mantenerse por poco tiempo. De aquí que, cuando se presentaba la (30) "Bulletin of Atomic Scientists", Octubre, 1957, p. 307. (31) "Bulletin of Atomic Scientists", Octubre 1957, p. 307. Time 30 /12 /57 , p. 9. Kissinger "Nuclear Weapons and Foreign Policy", 1957, p. 115. 28 oportunidad, lo más conveniente era rodear al enemigo o a una parte de él, formando bolsones aislados. Cualquier intento de un ejército para penetrar en territorio enemigo, debía planearse cuida- dosamente para no interrumpir el contacto con los medios de abas- tecimiento. Más de una vez, en la última guerra, cuerpos enteros de tanques se vieron perdidos por- no observar esta regla. En la era atómica, esta táctica debe cambiar radicalmente. Ex- tensos frentes de combate, grandes centros de aprovisionamiento y nutridas líneas de comunicación entre unos y otros, serían rápida- mente destruidos, con enormes pérdidas, por las armas nucleares. La nueva táctica, especialmente en lo que se refiere a la defensa contra un ejército invasor, deberá basarse en pequeñas unidades de gran movilidad, provistas de armas atómicas y poseedoras de sus propios medios aéreos para el transporte y abastecimiento. Deberán estar especialmente entrenadas para atacar sorpresivamente, ocul- tarse del enemigo y cambiar de posición con rapidez si son des- cubiertas. Su equipo comprenderá los últimos elementos electrónicos y será lo más liviano posible para aumentar su movilidad, que es condición esencial. Las plataformas voladoras individuales, que he- mos visto tan fotografiadas últimamente en las revistas, obedecen a esta necesidad. En su manejo, estas unidades gozarán de la inde- pendencia necesaria para emplear su iniciativa, con el fin de aco- modarse a las variables circunstancias a que deben hacer frente. Este tipo de guerrilla nuclear, hará muy difícil y peligrosa la ocupación de un país por un ejército enemigo, pues para ello es necesario concentraciones que podrían ser destruidas por el ataque nuclear de estas unidades, que pueden ubicarse rápidamente en cual- quier parte, debilitando las líneas de aprovisionamiento del invasor, armando al pueblo invadido y organizando su resistencia. En estas condiciones, la situación del ejército ocupante puede llegar a ser insostenible. Recordemos que para dominar el levantamiento de Hungría en 1956, fue necesario que Rusia concentrara 22 divisio- 29 nes, más de doscientos mil hombres, en territorio húngaro, no obs- tante que este pueblo estaba prácticamente desarmado. Henry A. Kissinger, en su interesante libro, tantas veces citado, "Nuclear Weapons and Foreign Policy", comparala táctica de estas unidades con la de una nave de guerra: independientes en su acción,, muy movibles, poderosamente armadas, portadoras en gran medida de sus provisiones de boca, de guerra y combustibles y Capacitadas para atacar de manera imprevisible en los puntos más variados. El aprovisionamiento de estas pequeñas brigadas, móviles, se haría-por aire desde centros subterráneos a prueba de bombas y muy bien defendidos por armas nucleares contra un ataque directo. Los indecibles padecimientos que causaría una guerra nuclear; la irremediable ruina que significaría no sólo para los países beli- gerantes sino para el mundo todo, nos hace abrigar la esperanza de que la magnitud de' la catástrofe impedirá su consumación. Así ha ocurrido hasta ahora; el mutuo temor de ser aniquilados, ha tenido un efecto disuasivo sobre cualquiera intención de ataque. Y a me pregunto si podrá prolongarse esta situación indefinidamente. Las potencias rivales gastan, con enormes sacrificios, decenas de mi- les de millones de dólares al año en armarse unas contra otras. Es el precio de la supervivencia,""porque- cualquiera de ellas que se descuidara y que mostrase una falla grave en su armadura podría incitar el inmediato ataque del adversario. Los gastos, per cápita, en preparación para la guerra, fueron en los Estados Unidos de 3,50 dólares en el año fiscal 1913-1914, de 7 dólares en 1929-1930 y de 250 dólares en-1954-1955; un aumen- to de más de 70 veces en 40 años. En Gran Bretaña, el gasto en pre- paración guerrera aumentó de £ 1.14 sh per cápita en 1913-1914. a £ 2.10 sh en 1929-1930 y £ 29.6 sh en 1954-1955. ( Tomado de "Inside Russia «Today" por John Gunther, 1958J . El presupuesto de 30 guerra para 1958, ascendió en los Estados Unidos a cuarenta y cinco mil millones de dólares. Si estos gastos continúan al ritmo actual, se estima que los Estados Unidos tendrán para 1970 un presupuesto de guerra, entre 1.500 y 2.000 billones de dólares, pero es probable que estas cifras queden cortas, porque los nuevos inventos exigirán cada vez armas más costosas. ("Common Sense and Nuclear War", 1959, por Ber- trand Russell, premio Nobel). Nosotros creemos que las naciones de occidente anhelan la paz y que no iniciarían el ataque. Pero, ¿podemos pedirle a la Unión Soviética esta misma confianza? A la Unión Soviética que ha sido invadida dos veces, en menos de 25 años, por potencias occidenta- les ( 3 2 ) . Además, el comunismo aspira al dominio del mundo y persigue esta finalidad con la decisión y el fanatismo de las anti- guas guerras religiosas; para conseguirlo está dispuesta a emplear todos los medios, a hacer cualquier cosa, con el único límite de no poner en peligro el movimiento comunista. Los dirigentes han creído y continúan creyendo que únicamente con el triunfo del comunismo se podrá alcanzar una paz duradera. Ya lo dijo Lenin: "No se pue- de ni pensar en la coexistencia por largo tiempo de la República Soviética y los estados imperialistas. La una o los otros deben triunfar al final y antes que esto suceda, parecen inevitables una serie de terribles guerras entre la República Soviética y los estados burgueses" ( 3 3 ) . Las palabras de Krushchev: "Os agrade o no, la historia está de nuestra parte, nosotros os enterraremos", pronun- ciadas en la Embajada de Polonia en 1956, reflejan sus intenciones finales. (32) En 1918, cuando se celebró el tratado Brest-Litovsk, Alemania tenía ocupadas mijitarmente Georgia y Ukrania. L»a segunda invasión alemana fue la de Hitler. en 1941. La frontera occidental rusa lia sido traspasada por ejércitos extranjeros, catorce veces en los últimos ciento cincuenta %ños. La ciudad de Minsk, capital de Bielorrusia ha estado ciento una veces ocupada por fuerzas invasoras, desde s u fundación ("The Scared Men in ttoe Kremlin" por John Fisher, p. 13. Citado por Gunther en "Inside Kussea to-day", p. 530). (33) Selected Works, Vol. VIII p. ,33,' Citado por, Oygrstreet en.' VVwftal->•»•« must know about Communism", 1958, p. 87. M La tensión que produce este estado de cosas, tensión que irá en aumento a medida que se perfeccionen las armas y se hága más inminente el peligro de su empleo, puede llegar un día á ser inso- portable. Los denuestos y amenazas aumentan los rozamientos, los ánimos se exacerban, la desconfianza se ahonda, fracasan los con- venios de desarme. Todas las carreras armamentistas han terminado en una guerra. Fue tan grande la matanza, las mutilaciones y la ruina de la guerra de 1914, que sus mismos horrores encendieron una esperanza. Se pensó que tan espantosa catástrofe no podría repetirse y se dijo que era "la guerra que terminaría con las gue- rras". No habían transcurrido 21 años antes que la humanidad se viera envuelta en un nuevo conflicto mundial más terrible aún. Es evidente que el que ataca primero lleva una gran ventaja, pues, además del desastre y desorganización que produce en el país enemigo, tiene la oportunidad de destruir o dañar sus fuerzas para el contraataque. Este temor a un ataque sorpresivo y la necesidad de estar listos para contestarlo inmediatamente, aumenta, en esta era atómica, el peligro de las guerras casuales, ésas que no se desean y que, sin embargo, pueden estallar por diferentes causas. Por ejem- plo : Una futura guerra local en la que tomen partido algunas de las grandes potencias, como la guerra de Corea, la de Indochina o la que en 1958 estuvo a punto de encenderse en el Medio Oriente, podría transformarse inesperadamente en un conflicto mundial. Bas- taría para encender la chispa, la equivocación o el fanatismo de un aviador que arrojase bombas atómicas sobre terreno prohibido, so- bre una ciudad de alguna de las naciones que no están directa- mente en guerra, acto que, interpretado como la iniciación de un ataque nuclear, podría provocar-el inmediato contraataque de la nación afectada. Mientras más cerca de grandes potencias esté el teatro de la guerra local, tanto mayor será este peligro. Por este justificado temor a una acometida sorpresiva, los países que se sien- 32 ten hmenazados, se han rodeado por estaciones de advertencia, cuya finalidad es dar aviso en caso de un ataque aéreo. De la oportuni- dad y exactitud de sus comunicaciones depende la vida de cente- nares de millones de seres. Nunca se ha puesto una responsabilidad más grande sobre un tan pequeño número de observadores. Estos puestos de vigilancia están dotados de aparatos de radar que les permiten conocer con anticipación el acercamiento de los aviones enemigos y dar la alarma para preparar la defensa, evacuar las ciudades, guarecerse en los refugios e iniciar inmediatamente, antes que sea tarde, el contraataque aéreo al país enemigo. Pero si los que dan la alarma se equivocan, porque los aviones señalados poij el radar no venían a atacar, sino, únicamente a hacer ejercicio de patrulla je, o porque la natural tensión nerviosa de estos •vigías, les hace interpretar mal las muchas veces confusas y débiles señales del radar o, finalmente, porque los delicados instrumentos detectores sufren un desperfecto, entonces, esa equivocación puede significar una catástrofe para la humanidad. Los horrores que se han descrito, se producirían con las armas que ahora conocemos (1960) . Cada día éstas se hacen más podero- sas, más mortíferas. Decenas de miles de científicos y técnicos, pro- vistos de los mejores medios, dedican su vida a perfeccionar la manera de destruir la humanidad. Entre las cosas que se ven ve- nir está la construcción de bombas termonucleares de 100 mega- tones, esto es, con un valor explosivo equivalente a cien millones de toneladas de trinitrotolueno; cinco mil veces más poderosas que las que arrasaron las ciudades japonesas. 100 megatones no es un límite; se pueden construir bombas de una potencia tal, que esta- lladas a la altura adecuada, puedan destruir con su onda de calor, toda demostración de vida en áreas enormes. Se prevé también ellan- zamiento de satélites provistos de bombas atómicas, que girarán alrededor de la tierra, esperando la orden electrónica, el cierre de un contacto, para destruir al país enemigo. Se anuncian satélites de gran tamaño, tripulados por seres humanos, que harían mayor y más certero el daño causado. Existen otras posibilidades, relacio- nadas con viajes espaciales y la conquista y el empleo, con fines guerreros, de la luna y aun de los planetas más cercanos;cosas qu& a los no iniciados nos parecen fantasías; también nos parecía un sueño irrealizable, hace apenas veinte años, la utilización de la energía nuclear y el lanzamiento de satélites. Hay quienes opinan que se podrían hacer convenios valederos para emplear, en caso de guerra, únicamente bombas atómicas que produzcan un mínimum de radiaciones, o, aún, para no usar armas nucleares. Los que tales cosas sostienen, citan como ejemplo el caso de la II guerra mundial, en la que no se utilizaron gases asfixian- tes, que habrían hecho más graves aún sus desastrosas consecuen- cias. Sir George Thomson, premio Nobel de física y actual profesor del ramo en las universidades de Londres y Cambridge, expresa en su interesante libro "The Atom" (1956) , su opinión sobre las causas por las que no se usaron gases en la última guerra: En las primeras etapas, cuando el empleo de gases habría presentado ven- tajas para los alemanes, el coloso norteamericano era todavía un país neutral, al que no era prudente enfadar. Más tarde, en la inva- sión a Normandía, la fuerza aérea alemana estaba demasiado debi- litada para poder hacerlo con eficacia. Además, como no había provisto de máscaras a su población civil, no podía correr el riesgo del desquite que tal medida habría provocado. Si se llegara al caso extremo de una guerra entre las naciones capitalistas y comunistas, es lo más probable que ésta fuera una lucha a muerte y que en ella se emplearan las armas más destruc- toras, para aniquilar material y moralmente al enemigo, para destro- zarlo tan rápida y completamente, que se le impidiera, si fuese posible, desencadenar su represalia contra el atacante. Desatada la guerra, con sus inevitables atrocidades, es el odio y el deseo de venganza lo que domina los espíritus y es peligroso 34 alimentar ilusiones en contrario. ¡Ha pasado tan poco tiempo del bombardeo aéreo de los barrios residenciales en las ciudades in- glesas y alemanas; han transcurrido apenas quince años del lan- zamiento de las primeras bombas atómicas sobre las ciudades inde- fensas de Hiroshima y Nagasaki! Mucho se ha especulado sobre la forma cómo se organizarían los que sobrevivieran a una guerra mundial con armas nucleares. Puede ser que la obra de reconstrucción fuera superior a las posibilidades de esa humanidad enferma y que sus fuerzas debilita- das hubieran de emplearse por completo en la diaria batalla por la existencia. La lucha será dura e incierta en ese mundo destruido y envenenado. Puede ser que, en tales circunstancias, afloren en su espíritu, desilusionado y confuso, los instintos primitivos del sal- vaje ancestral, que se vuelva a la barbarie y se imponga el predo- minio brutal y directo del más fuerte, la ley de la selva. En todo caso parece muy difícil que sobre esos escombros pudiera instaurarse alguno de los sistemas que, en su afán de predo- minio, desencadenaron la catástrofe: el socialismo ruso o el capi- talismo industrial moderno, porque ambos requieren para su fun- cionamiento, un grado de organización y una confianza colectiva, que se habrían perdido por mucho tiempo. A N E X O N ? 1 . BREVE Y ELEMENTAL EXPLICACION DE ALGUNOS ASPEC- TOS DE FISICA NUCLEAR QUE PUEDEN SERVIR PARA COMPRENDER MEJOR LAS ARMAS ATOMICAS. Estos apuntes son el resultado de un rápido repaso, que hice con el objeto de aclarar mis propias ideas en este campo fasci- nante de la física nuclear, que no es de mi especialidad. No son 35 ordenados ni sistemáticos y están llenos de vacíos, pues no se han considerado en ellos sino los principios y procesos estimados indis- pensables para entender, en líneas muy generales, los fenómenos que ocurren en las armas nucleares. 1) El concepto del átomo en la época clásica. La idea que la materia no es continua, es decir, que no puede dividirse hasta el infinito, sino que está formada, en último tér- mino, por pequeñísimas partículas elementales indivisibles, los áto- mos, es tan antigua como la filosofía griega. Se cree que fue Leu- cipo (siglo V a. C.) quien primero la enunció: "El universo, dijo, está formado por átomos y espacio vacío. Los mundos se originan de los átomos que caen en el vacío y se combinan mutuamente" ( * ) . No se ha conservado lo que Leucipo escribió y las opiniones que de él se conocen, aparecen mezcladas con las de su eminente dis- cípulo Demócrito (siglo V a. C.) : "Los átomos, expresó este últi- mo, son infinitos, tanto en magnitud como en número. Se mueven en giro y van por el universo formando las concreciones de fuego, agua, aire y tierra; pues todas estas cosas constan de ciertos agregados de átomos, los cuales, por su solidez, son impasibles e inmutables" í 1 ) . Más tarde Epicuro (siglo IV a. C.) tomó y desarrolló las ideas sobre física de Leucipo y Demócrito: "De los cuerpos, escribió, unos son compuestos y otros son simples, de los que los compuestos se forman. Los cuerpos simples son indivisibles e inmutables y per- severan firmes cuando se disuelven en los compuestos; siendo com- pactos por naturaleza, y no tienen en qué ni cómo se disuelvan. Así los principios de las cosas son la naturaleza de estos cuerpos átomos o indivisibles" ( 2 ) . "Se ha de suponer que los átomos no traen (1) "Los Filósofos más Ilustres" por Diógenes Laercio. Traduoción de José Ortiz y Sanz. (2) El prefijo " a " antes de consonante significa en griego "sin" y "tomos" significa "división". 36 cualidad alguna de Cuanto aparece (color, olor, etc.) excepto la figu- ra, peso, magnitud y demás cosas que necesariamente se siguen a la figura, pues toda cualidad se muda, pero los átomos no se mu- dan" l 1 ) . Como se ve por estas citas, los filósofos griegos no poseían sobre estas materias lo que hoy día llamamos conocimiento . cien- tífico; no era posible que entonces lo poseyeran, se trata más bien de intuiciones, verdaderamenté geniales, si se toma en considera- ción la época en que fueron concebidas. 2) La teoría atómica en la edad contemporánea. Parece que estas ideas, que no recibieron el venerable apoyo de Aristóteles, cayeron en el olvido durante la Edad Media y la Edad Moderna, hasta que fueron revividas a comienzos del siglo X I X , con .gran fuerza y acopio de antecedentes, por el químico inglés John Dalton en su obra "Nuevo Sistema de Filosofía Quí- mica", publicado en 1808. No hay duda que Dalton se inspiró en los trabajos del sabio francés Luis José Proust, que había establecido la "ley de las proporciones definidas", esto es, "que un determinado compuesto contiene siempre los mismos elementos químicos, o cuer- pos simples, combinados en las mismas proporciones en peso". Dalton repitió y amplió las experiencias de Proust, enunciando una segunda ley tan fundamental como la anterior, "la ley de las pro- porciones múltiples", según la cual "cuando dos elementos químicos se unen para formar varios compuestos, las diversas cantidades, en peso, de uno de ellos que se combina con un determinado peso del otro, son entre sí múltiplos exactos". Estas leyes experimentales tenían una explicación sencilla y lógica si suponemos que cada cuerpo simple está formado por átomos con un peso definido. No es la finalidad de estos apuntes tratar de exponer, así fuere muy sucintamente, el desarrollo de la teoría atómica, pero confieso 37 qué me habría sido difícil dejar de referirme a la decisiva colabora- ción del gran químico ruso Dimitri Ivanovich Mendeleeff (1834- 1907 ). Este sabio encontró que ordenando los elementos químicos conocidos, segúnsu peso atómico ascendente, se presentaban periódi- camente cuerpos que tenían cualidades muy semejantes ( 3 ) . Mende- leef generalizó atrevidamente este descubrimiento y en 1869 publicó su famosa "Clasificación Periódica de los Elementos". En esta clasi- ficación habían vacíos, esto es, existían en ella casilleros que no esta- ban ocupados por elementos conocidos. El sabio ruso sostuvo que esos cuerpos debían existir en la naturaleza y señaló su peso y algunas de sus propiedades. Grandes polémicas se cruzaron en el ambiente científico de la época, pero los químicos de todo el mundo fueron descubriendo los cuerpos que faltaban en la clasificación y todos éstos poseían las propiedades que Mendeleeff había pronosticado. La teoría atómica, complementada con el concepto de molécula, se demostró una herramienta de gran potencialidad y a su impulso la química hizo enormes progresos durante todo el siglo X I X . Este concepto de molécula, como la parte más pequeña posible de mate- ria que puede existir en estado libre, formada, en el caso de los cuerpos compuestos, por los átomos de los cuerpos simples que lo integran, vino a aclarar mucho la confusión de los primeros años. Esta idea se debe al científico italiano Amadeo Avogadro, así como la hipótesis de que la mayoría de los cuerpos simples gaseosos están formados por moléculas de dos átomos cada una y el "principio" que lleva su nombre y por el que es más conocido, que afirma que "iguales volúmenes de gases, sometidos a las mismas condiciones de presión y temperatura, contienen igual número de moléculas". Un mol o gramo molécula, es el número de gramos de un cuerpo igual a su peso molecular. Un mol de un gas cualquiera tiene, pues, el mismo número de moléculas que el mol de otro gas y por (3) Se entiende por .peso atómico, el peso de un átomo de un elemento en relación con el átomo de oxígeno, al que se le ha asignado un peso atómico 16. 38 lo tanto, ocupa igual volumen. Este volumen es, a 0 o C y 760 mm., de 22.412 litros. Por diferentes métodos se ha determinado que en un gramo molécula o en un gramo átomo hay 6.025 x 1023 molé- culas o átomos respectivamente. Este número se conoce con el nom- bre de constante de Avogadro. Para saber cuántos átomos hay en un gramo, se divide la constante de Avogadro por el peso atómico. 6.025 x lO 2 3 En un gramo de radio, por ejemplo, hay 226^ * átomos, o sea, 266 seguido de 19 ceros. El peso de un átomo es igual a su peso atómico dividido por la constante de Avogadro. 226 El peso de un átomo de radio sería en consecuencia ^ — , _„» = r 6.025 x 10*" 3.75 x 10— 2 2 gramos. Como el peso atómico del hidrógeno es aproximadamente 1, el peso de su átomo será el valor recíproco de 1 la constante de Avogadro — , = 1.66 x 10" ~24 "ramos. 6.025 x 1 0 " 3) La quiebra de la teoría atómica. Esta llamada teoría atómica, que consideraba al átomo como un límite de pequenez, como algo final e indivisible, que gozó del favor de filósofos y sabios por más de dos mil años y que tantos y tan buenos servicios prestó a la ciencia, comenzó a perder pres- tigio primero y a derrumbarse, finalmente, por una serie de tras- cendentales descubrimientos que se inician con el de los rayos X en 1895, de la radioactividad en 1896 y del radium en 1898; des- cubrimientos a los que están unidos los nombres de Roentgen, de Becquerel y de lós esposos Curie. Si se hace pasar una corriente eléctrica por un tubo de gas enrarecido, se desprende del electrodo que está unido al polo nega- tivo, o cátodo, un flujo cargado negativamente —los rayos cató- 39 dicos— que al chocar contra la pared del tubo producen los rayos X que tienen la extraordinaria propiedad de atravesar los cuerpos opacos. Se determinó que los rayos X eran de carácter ondula- torio, como la luz pero de una longitud de onda muchísimo menor. Los rayos catódicos, en cambio, están formados por corpúsculos car- gados negativamente, los electrones; se mueven en línea recta a una velocidad del orden de los 30.000 kilómetros por segundo (1/10 de la velocidad de la luz) y son portadores, por lo tanto, de una gran cantidad de energía; estos rayos son desviados por los cam- pos magnéticos y eléctricos. Se encontró que la masa de un elec- trón es aproximadamente 1.840 veces inferior a la masa del átomo de hidrógeno, el más liviano de los átomos, y su tamaño es muchos miles de veces menor que el de cualquiera de los átomos, no obs- tante la pequeñez de éstos, pues se necesitan cien millones de átomos colocados uno al lado del otro, para alcanzar un centímetro. Se descubrió también, poco después, que ciertos cuerpos que se- denominaron radioactivos emiten espontáneamente tres clases de ra- diaciones, una de ellas los rayos beta son sencillamente los elec- trones a que ya nos hemos referido, poseedores de una carga, eléctrica negativa; otra, los rayos gama, son una especie de rayos X y finalmente los rayos alfa, que están formados por corpúsculos mucho más pesados que los electrones, cargados positivamente, que resultaron ser, como veremos más adelante, núcleos de átomos de helio. Por efecto de estas emanaciones, los cuerpos radioactivos se transforman en otros elementos de menor peso atómico. El uranio, por ejemplo, se transforma en radio y éste, después de una serie de cambios, todos espontáneos, queda finalmente convertido en plomo. Estos descubrimientos vinieron a probar la existencia de un complejo mundo subatómico y a demostrar que el átomo, lejos de ser indivisible está, a su vez, compuesto por otros corpúsculos mu- 40. chísimo más pequeños que él y dotados de las propiedades más. extraordinarias. 4 ) Las nuevas ideas sobre el átomo. Los descubrimientos recientes nos presentan los átomos for- mados por un núcleo central, cargado de electricidad positiva y que posee la casi totalidad de la masa atómica, rodeado de, elec- trones, cargados de electricidad negativa, que neutralizan la carga, positiva del núcleo, de modo que los átomos, en su estado normal, son eléctricamente neutros. Los electrones giran alrededor del núcleo, a distancias que, guardadas las proporciones, son mayores que las distancias a que giran los planetas alrededor del sol. En efecto, con- sideremos el átomo más simple, el de hidrógeno, compuesto por un núcleo con un solo corpúsculo con carga positiva —un protón— y un electrón satélite girando a su alrededor. Tenemos que el 0.53 radio del átomo de hidrógeno es igual a ^qq qqq qqq centímetros- o sea, (0.53 x l 0 ~ 8 ) "(4) y el radio del núcleo de este átomo es 1.4 10 000 000 000 000 c e n t í m e t r o s ' e s t 0 es> (1-4 x 10~ 1 3 ) ( 5 ) . El cuo- ciente de dividir el radio del átomo por el radio del núcleo es 37.800. El radio medio de todo nuestro sistema planetario hasta la órbita de Pluton es 5.900.000.000 kilómetros, valor que dividido por el radio del sol de 700.000 kilómetros, da 8,428. De esto se desprende que la distancia relativa del sol al más alejado de nues- tros planetas, es proporcionalmente cuatro y media veces menor que la distancia entre el núcleo central y el electrón satélite del átomo de hidrógeno. Es verdadera, pues, la concepción de que l a materia está formada principalmente por espacios vacíos. Si fuese (4) Robert Shankland "Atoraré and Nuclear Physies", 1955. P. 73 (5) Germán Villar "Energía Atómica", 1956. P. 27. 41 maciza, su- densidad sería inmensamente superior a todo cuanto conocemos. La materia contenida en los núcleos de los átomos, donde se la supone compacta, o con muy pocos huecos, alcanza la inconcebible densidad de cien millones de toneladas por tentímetro cúbico ( 6 ) . Lds átomos y el sistema planetario presentan, además, otras curiosas analogías: tanto electrones como planetas giran alrededor de su propio eje y también alrededor del núcleo o del sol, descri- biendo circunferencias o elipses. El núcleo atómico contiene el 99 ,94% de la masa total del átomo y la masa del sol es el 99 ,86% de toda
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