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por el Dios que me ve Kerry Clarensau y Kay Burnett La historia de cada mujer de la Biblia ha sido extraída del pasaje correspondiente de las Escrituras. Con el fin de presentar las historias en forma narrativa, se han agregado nombres, diálogos y eventos que complementan el texto bíblico. En algunas instancias, se ha hecho un cambio de nombre para proteger la privacidad de las personas contemporáneas que se mencionan. A menos que se indique se otra manera, el texto bíblico fue tomado de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Propiedad literaria © 1999 por Biblica, Inc.™ Usado con permiso. Reservados todos los derechos mundialmente. El texto bíblico identificado «RV1960» fue tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. El texto bíblico indicado con «NTV» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2008, 2009, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados. Publicado originalmente en inglés con el título Adored Traducido al español por Interpret the Spirit www.interpretthespirit.com © 2018 por Gospel Publishing House, 1445 N. Boonville Ave., Springfield, Missouri 65802. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro será reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o trasmitida de cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o de cualquier otra manera, sin previo permiso del publicador. 02-4113 ISBN: 978-1-60731-571-1 Impreso en los Estados Unidos de América 21 20 19 18 • 1 2 3 4 Dedicatoria Dedico este libro a nuestras hijas Katie, Molly, Lennon, Danielle, y Winnie. Cuando Mike y yo nos casamos, oré que tuviéramos cuatro hijos. A los veintiún años de edad, tener dos varones y dos niñas parecía la familia ideal. Nuestro hijo Tyler nació unos pocos meses después de nuestro primer aniversario de bodas; apenas nos sentíamos listos para tener nuestro segundo hijo, y Blake ya estaba en camino. Pronto tuvimos dos hijos, tal como habíamos orado. Estábamos listos para nuestras niñas, pero no pude quedar nuevamente embarazada. Para ser sincera, viví intensos momentos de desilusión. Nuestra familia parecía incompleta. ¡Entonces Dios contestó nuestras oraciones de la manera más sorprendente! Nos dio dos nueras maravillosas. No podría amarlas más que si las hubiera traído al mundo. Ellas completaron perfectamente esa generación de dos niños y dos niñas. Luego vinieron las bendiciones más dulces que hemos experimentado hasta la fecha: ¡tres preciosas nietas! Oro por nuestras nietas, que comprendan cuánto las ama Dios. Mi oración es que ellas puedan confiar en su exuberante amor y puedan descansar en el conocimiento de que Él las conoce desde lo más íntimo. Con su ojo vigilante, Él las redimirá, las guiará y les proporcionará exactamente lo que necesitan cada momento de su vida. Que las páginas de este libro las inspiren a profundizar cada día más su relación con Dios. —Kerry Clarensau Dedico este libro a todas mis hijas: Leandra, Megan, Brynna, Aurora, Kayla, y Bexley. Ustedes traen un gozo inefable a mi vida. Las amo y valoro a cada una de ustedes. Cada una es un tesoro inestimable, único y precioso. Soy una mejor persona debido a su influencia en mi vida. Mi oración es que ustedes sepan, verdaderamente, cuán importantes son en el plan de Dios. Ustedes tienen mucho que ofrecer a este mundo quebrantado y lastimado, y lo harán en la medida que conozcan y amen a Dios más profundamente. Incluso por encima de eso, el clamor de mi corazón es que sepan sin lugar a dudas que su amoroso Padre celestial sabe exactamente dónde están, en cada prueba, en los tiempos de lucha, fracaso o dolor, y también en cada tiempo de alegría y triunfo. En las profundidades del corazón de Dios, ustedes son su tesoro: dignas, valoradas, bellas y amadas. Él las ve, mis preciosas niñas, y las ama, ¡y yo también! —Kay Burnett Índice IntroducciónAGAR El Dios que me ve Capítulo 1 LA MUJER EN EL POZO El Dios que ve mis necesidades más profundas Capítulo 2 MARÍA DE BETANIA El Dios que quiere que le conozcas Capítulo 3 MARÍA MAGDALENA El Dios que ve mi quebranto Capítulo 4 DÉBORA El Dios que ve mi lugar en su obra Capítulo 5 ANA El Dios que ve mis anhelos más profundos Capítulo 6 RUT El Dios que ve mi destino Conclusión LA VIUDA El Dios que me ve completamente Notas Las autoras La historia de cada mujer de la Biblia ha sido extraída del pasaje correspondiente de las Escrituras. Con el fin de presentar las historias en forma narrativa, se han agregado nombres, diálogos y eventos que complementan el texto bíblico. INTRODUCCIÓN Agar— El Dios que me ve Génesis 16 KAY BURNETT Pensamientos aterradores inundaron su mente, al tiempo que se recostaba debajo de un árbol de acacia para descansar. ¿Por qué todo parecía tan grave e insoportable ahora que estaba sola, huyendo de vuelta a Egipto? Embarazada y abandonada a la merced de su señora, quien estaba en su contra, Agar impulsivamente huyó y ahora enfrentaba un viaje imposible a través del desierto inhóspito que se extendía interminable delante de ella. Abrumada por el agobiante desafío, Agar lloró. No había previsto este inesperado cambio. A ella no le importaba servir a su señora, Sarai. Aunque el trabajo a veces era tedioso, encontraba satisfacción en sus labores y apreciaba la bondad de su ama. La vida de Agar en este nuevo lugar, con esta pareja rica, le había dado muchas ventajas; estaba agradecida y se sentía aliviada. Pero todo cambió el día que fue entregada a Abram como esposa sustituta, empujada a sus brazos por la desesperación de Sarai de proveer un heredero a su esposo. Ciertamente, ella estaba agradecida por las provisiones y los beneficios que había recibido en su vida a través de su señor y su esposa. Tiempo atrás, cuando salieron de Egipto, ella y muchos otros sirvientes emprendieron el viaje con ellos. Desde aquel momento iban de lugar en lugar y armaban sus tiendas dondequiera que Abram los llevaba. Al principio, cuando salieron de Egipto, esto había afectado a Agar llenándola de temor a lo desconocido. Siendo una de los muchos sirvientes y de las posesiones que Abram y Sarai adquirieron mientras vivieron en Egipto, ella, junto con los demás sirvientes eran pertenencia de este matrimonio y debían ir dondequiera que ellos fueran. Agar no tuvo más opción que aceptar este giro de suerte y verlo de una manera positiva. Aunque a las mujeres en ese tiempo, generalmente se las trataba más como posesión que como persona, su señor y su esposa habían sido justos y amables con ella. Ella siempre tuvo alimento en abundancia, agua para beber y un lugar seguro donde vivir. Pero una vez que Agar concibió el hijo de Abram todo cambió. De repente, se dio cuenta de que ocupaba un lugar que su señora no podía tener a los ojos de Abram: ella llevaba a su hijo. Gradualmente, los sentimientos hacia su señora cambiaron; por primera vez en su vida se sintió un poco mejor que alguien, un poco más favorecida, más bendecida. Su comportamiento se hizo otro; en maneras insignificantes y sutiles, pero rápidamente, se volvió más atrevida; de vez en cuando le dirigía una furtiva mirada de desprecio o una respuesta con aire de superioridad. Agar se volvió maliciosa e insolente con Sarai. Reflexionando en sus decisiones y actitudes, mientras descansaba en medio del calor en el desierto, Agar se dio cuenta de que ella había obrado mal; había sido cruel con su señora que, aunque la había hecho trabajar duro, siempre fue justa y generosa. Y, allí estaba; echada a la sombra de la acacia, cansada, sedienta, temerosa y desesperada. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras cruzaba sus brazos sobre su vientre en crecimiento. Ella había escuchado historias de personas que habían muerto en el brutal e implacabledesierto. La falta de agua, las serpientes venenosas, y los enemigos imprevistos habían dado fin a muchos que habían osado viajar por ese terrible desierto. Insegura de qué hacer, decidió descansar junto a un manantial, donde al menos había agua. Podría ser la última fuente que encontrara por mucho tiempo. Pensó: ¿O, qué será de mí y de mi hijo que ya ha empezado a moverse dentro de mí? Repentinamente, un movimiento cerca de donde ella estaba la sobresaltó. Temerosa de ser descubierta, Agar se quedó inmóvil, tratando de contener sus sollozos. Sin advertencia, una figura apareció silenciosamente delante de ella. Algo enteramente diferente a cualquier cosa o persona que antes hubiera visto, un hombre—no, un ser extraordinario—se acercó a ella. «Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes tú, y a dónde vas?» (v. 8a, RV1960). Su corazón latía con fuerza y apenas podía hablar, «Huyo de delante de Sarai mi señora» (v. 8b, RV1960). ¿Quién es esta persona? ¿De dónde vino? ¿Cómo sabe mi nombre? Quizás él me ayudará. La bondad y la fuerza de su mirada calmó su agitado corazón y alentó su espíritu en lo profundo. Generalmente, los hombres no la tomaban en cuenta, excepto por razones no deseadas. Pero allí estaba alguien que le habló con respeto y compasión. Y este no era un hombre común. Sin saber qué hacer o decir, Agar se levantó, temblando ante este magnífico ser. El poder de su presencia, la compasión en su voz, y su dulzura tranquilizó su corazón, y sintió una confianza inmediata y profunda. Atravezando con su mirada el alma de Agar, le habló nuevamente: «Vuelve junto a ella [Sarai] y sométete a su autoridad. De tal manera multiplicaré tu descendencia, que no se podrá contar. Estás embarazada, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Ismael, porque el Señor ha escuchado tu aflicción» (vv. 9–11). Agar, reconfortada por este mensaje, declaró: «¡Tú eres el Dios que me ve!» (v. 13b, RV1960). «El Dios que me ve» ¡Qué declaración tan profunda! ¡Cuánto necesita este mundo herido que alguien lo vea, que tome en cuenta a todos los seres humanos que viven en él, y los trate con compasión y amor! Cuanto más observamos a la gente que nos rodea, tanto más notamos cuán quebrados y lastimados están. Las multitudes de la amada humanidad hecha a imagen del Dios Todopoderoso habitan en todo el mundo en las más diversas condiciones físicas y económicas. Algunos sufren hambruna y enfermedad, y viven en extrema pobreza, con la incertidumbre de si tendrán suficiente alimento o agua para sobrevivir otro día. Otros, residen en mansiones con todo tipo de lujos y placeres imaginables. Hay multitudes que viven entre estos dos extremos, pero todos necesitamos algo más que el sustento físico, el vestuario y la vivienda. Nuestra alma eterna, la milagrosa parte de nuestro ser que nos distingue de otras criaturas, también tiene necesidades. Nuestra alma tiene hambre y sed de encontrar un sentido; nuestra alma anhela el amor que recibimos de los demás desde el momento en que respiramos por primera vez. El alma es una obra maestra del Padre Dios quien estampó su imagen en la humanidad. Sin embargo, las angustias y los retos de la vida pueden resquebrajar su delicada belleza vitral. Las preguntas y las dudas sobre nuestro valor pueden hablar con tanta fuerza en nuestra mente que nos impide escuchar algo diferente. Los alimentos pueden sustentar el cuerpo y el agua pueden saciar nuestra sed física, pero ¿qué satisface y da descanso a nuestra alma dolorida y quebrantada? El dinero tal vez ofrezca un refugio y un sentido tangible de seguridad para el futuro. Pero ¿qué pueden hacer las riquezas para sanar el quebranto del alma de una persona que tiene todas las comodidades que este mundo ofrece y que, aun así, se siente abandonada o ridiculizada con el alma pisoteada, y astillada en mil pedazos? ¿Te has encontrado sola, confundida, agobiada y desesperada? Quizás, como Agar, estás en medio de un desierto sin señal alguna de ayuda ni esperanza, y tu corazón ha llegado a un lugar más allá de la desesperación y el desaliento. Quizás estás sintiendo el embate y el peso del pecado de otros, y te sientes confundida respecto a cómo seguir adelante. ¿Alguien te ha abandonado y ha destruido tu autoestima y la alegría que una vez hubo en tu vida? ¿Te encuentras inesperadamente sola y rodeada de responsabilidades y compromisos que todavía no sabes cómo enfrentar? Quizás estás experimentando el dolor de tus propias malas decisiones. Las transigencias eran pequeñas al comienzo, pero se han hecho gigantescas y ahora te sientes cercada por todos lados debido a las malas decisiones y no sabes cómo volverás a encaminar tu vida. Pareciera que la esperanza está muy lejos, y cada momento te recuerda de lo que no tienes, al mismo tiempo que anhelas lo que podrías tener. Tal vez no te encuentras en una situación dolorosa ni tampoco estés viviendo una temporada difícil. Quizás anhelas conocer a Dios más profundamente, estudiar su Palabra y vivirla. Pudiera ser que te preguntes si realmente hay una diferencia. ¿Hay alguien que ve y le importa tu fidelidad? Las personas a tu alrededor parecen estar floreciendo mientras que tú te sientes anónima, ignorada y olvidada. Solo deseas que alguien, cualquiera, note tu presencia y se conecte contigo de una manera significativa. Todas tenemos la necesidad inherente de ser valoradas. Todas necesitamos ser sanadas del efecto de los errores y las heridas que este mundo y otros han infligido en el tesoro de nuestra alma. Todas necesitamos el toque y el cuidado de otros, pero tenemos una necesidad profunda de un amor que es superior a todo lo que el mundo nos puede ofrecer. ¿Anhelas esto? ¿Sientes a veces que nadie podría llegar a conocer tu anhelo de ser vista y valorada, de ser atesorada por quién eres, en el medio de tus circunstancias complicadas? ¡Tengo buenas nuevas para ti!: el Dios infinito, omnisciente, omnipotente que vio las profundidades del alma de Agar, y la encontró mientras viajaba por el desierto, quiere hacer lo mismo contigo. Este Dios, tu Dios, te ve. Él te ve, estés donde estés. Él ve dónde has estado y hacia dónde vas. Él ve tus errores y tus éxitos. Él ve tus fortalezas y tus debilidades. Él ve lo que te gusta y lo que odias. Él ve tu angustia, tu alegría y tu triunfo. Él ve tus anhelos más profundos y sabe exactamente lo que necesitas. ¡Él lo ve todo, y aún tiene más para ti! Dios quiere que sepas que Él te ve desde una perspectiva perfecta y eterna. Él quiere consolarte, ofrecerte su tierna corrección y señalarte el rumbo correcto. Este Dios que te ve quiere darte el poder que necesitas para el viaje de la vida y mostrarte los planes y las promesas que tiene para ti. La vida que Él ofrece es grande y profunda, llena de propósito y esperanza. Él se ofrece a guiarte a toda verdad y a poner un fundamento firme bajo de tus pies. Este Dios, el maravilloso Dios Creador de todas las cosas, quiere que sepas que Él te ama. Tú eres su tesoro y tiene planes maravillosos para ti. Te animo a que dejes que te guíe en este viaje. Aunque podría comenzar con un desierto árido y estéril, con toda seguridad tendrás experiencias en la cima de la montaña que alegrarán tu alma. Él quiere que tu vida sea llena de alegría y satisfacción. Él tiene planes específicos para ti, cosas buenas que preparó aún antes de que lo conocieras. Efesios 2:10 dice: «Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica». Él tiene reservadas promesas invaluables y grandes propósitos para tu existencia. Tú, mi amiga, eres amada. Eres anhelada. Eres muy valorada y apreciada. Tú eres … amada por el Dios que te ve. 1 CAPÍTULO La mujer en el pozo— El Dios que ve mis necesidades más profundas Juan 4 KAY BURNETT Sicar, Samaria: durante el ministerio de Jesús La mujer acomodó la vasija de barro en sus brazos para aliviar el cansancio. Un polvo fino recubría sus pies y sandalias mientras caminaba bajo el calordel sol del mediodía. ¡Cuán refrescante se sentiría una lluvia! Dalia bajaba la mirada, mientras pasaba por las casas del pueblo de camino al pozo. Para entonces, ya sabía qué esperar y hacía todo lo que podía para evitar las conversaciones. Hacía mucho tiempo que había abandonado la costumbre de reunirse con las mujeres de la aldea para sacar agua en las horas más frescas del día. Cuando era joven, ella había disfrutado de ese encuentro diario, enterarse de las noticias de la aldea y escuchar sobre el bebé más reciente o los nuevos desposorios. En el pozo nacían amistades y también rivalidades. Pero con los años su situación cambió. Sus ofensas la perseguían como oleadas de culpa y vergüenza, especialmente cuando iba a la aldea. La gente conocía su pasado, así como de su situación actual. El secreteo y las miradas de desaprobación ardían como sal en una herida. Para evitar estos encuentros, ella tomaba un camino más largo o elegía la hora menos conveniente en el día para sacar agua del pozo de Jacob. El sol del mediodía le abrazaba fuerte mientras iba lentamente al pozo. El dolor que sentía en su alma era más pesado que cualquier carga física. Algunas lágrimas que brotaban de sus ojos amenazaban revelar los pensamientos que ella desesperadamente quería ocultar. ¿Esto es todo lo que hay en la vida para mí? ¿Acaso fui destinada para esta existencia en la que me siento atrapada? Ella siempre quiso sentirse amada, valorada e incluso atesorada. Siempre quiso sentirse segura y protegida, importante a los ojos de alguien. Al meditar en su pasado, consideró la relación que había tenido con hombres que habían hecho estragos en su vida, dejando cicatrices en su corazón con cada doloroso fracaso. Recientemente, con la ilusión de ser aceptada una vez más, había iniciado una relación sin medir las posibles consecuencias. Rápidamente, se dio cuenta de que era otro error. Suspirando y conteniendo las lágrimas, se acercó al pozo. Al llegar, notó que allí estaba alguien cansando y cubierto de polvo del camino. Por su apariencia ella notó que era un judío. El temor la hizo sonrojar. Enfocada en su tarea, ella esperaba que el forastero no le hablara ni la acosara de manera alguna. ¡Hoy no, por favor! Déjeme sacar agua y volver a mi casa sin ningún problema. Ella bajó su cántaro al pozo. El forastero percibió la ansiedad y la agitación de ella, y le habló suavemente: «Dame un poco de agua» (v. 7, NTV). ¿Realmente le había hablado, le había pedido agua? En ese instante recordó años de desagradables encuentros con otros judíos, y su respuesta fue rápida y amarga. «¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?» (v. 9). Su cántaro golpeó el agua y comenzó a llenarse. Él no tenía vasija para sacar agua, por lo que ella dudó de su intención. Además, ella sabía que los judíos despreciaban a su pueblo. A los ojos de un hombre judío no había una posición más baja que ser samaritano y mujer. Además, le era prohibido a un judío beber de un vaso que hubiera tocado una mujer samaritana, quien era considerada impura perpetuamente. Sin ser afectado por su cáustica respuesta, se oyó: «Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida» (v. 10). Nerviosa por este inesperado encuentro con un extraño y sorprendida por su apacible trato, Dalia se detuvo y lo observó, mientras sacaba el cántaro del agua. «Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida? ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado? (vv. 11, 12). La paciencia con que escuchaba las respuestas secas que ella le daba la sorprendió. Él respondió con toda calma: «Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna» (vv. 13, 14). En su interior, ella comprendió que Él estaba hablando de algo más que solo agua. ¿Había algún tipo de agua que pudiera saciar su sed física y lavar mucho más que el polvo que cubría sus pies? ¿Conocía Él el agua que podía lavar la vergüenza asentada en cada grieta y cicatriz de un corazón herido? Esta vez, su respuesta fue un silencioso anhelo en vez de sarcasmo. «Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla». Por favor, pensó ella. ¡Ayúdame! ¡Satisface esta sed interior que nunca se acaba! Repentinamente y sin advertencia, brotaron de ella emociones que había tenido toda su vida y respondió a esa sed interior. Sí, tenía sed … tenía sed de respuestas que la levantaran de su baja condición de vida, respuestas que pusieran fin a estas caminatas solitarias al pozo cada día. ¡Sí! Ella quería gritar. ¡Sí! ¡Dame del agua viva! Dame lo que mi alma anhela y necesita. La mirada del hombre llegó a lo más profundo de su alma, como si examinara su espíritu herido. «Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá». Bajando la cabeza, habló suavemente y el arrepentimiento asfixiaba cada palabra. «No tengo esposo». Estaba avergonzada. «Bien has dicho. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo». ¿Cómo pudo saber eso de ella? Esperando el habitual menosprecio, con nerviosismo levantó la vista. ¿Qué extraño? No veía condenación en su mirada, sino otra cosa. Él sabía acerca de su pecado, pero sus ojos todavía reflejaban ese respeto por su dignidad personal. A diferencia de los demás que conocían sus circunstancias pasadas y presentes, este hombre no apartó la mirada ni dio un paso atrás para alejarse de ella. Él dijo claramente lo que ella y muchos otros sabían: su estilo de vida había sido sórdido y vergonzoso. De pie cerca de él, mirándolo a los ojos, y oyendo su declaración serena, sintió una profunda conciencia de su pecado. Este hombre tenía que ser un santo, ¡un profeta! Los samaritanos diferían de los judíos en su adoración a Dios, mezclando los dioses paganos con el Dios judío. Ella nunca se sintió segura en la manera que los samaritanos adoraban. Preguntas que había albergado toda su vida salieron a la superficie. «Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén». ¡Ayúdame a entender cómo vivir, cómo adorar correctamente! Quizás eso es lo que falta en mi vida. ¿No habían estado los samaritanos esperando y buscando un profeta que vendría después de Moisés trayendo restauración y esperanza?¹ Él respondió amablemente a su pregunta. «Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren». Él continuó, «Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad». El corazón de la samaritana latió un poco más rápido y sintió que su espíritu se reanimaba. «Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas». Jesús le dijo: «Yo soy, el que habla contigo» (v. 26, RV1960). Esta revelación la dejó sorprendida. Al instante, creyó que Él era el Cristo. Dalia dejó su cántaro de agua y corrió a la aldea. Toda su vida ella había buscado algo o alguien que llenara el vacío en su alma. Ella había anhelado sentir que su vida tenía valor y propósito. Tenía hambre de sentido y verdad. Su profunda necesidad de seguridad, compañerismo y felicidad la había llevado a los brazos de hombres que no habían podido llenar el vacío de su alma. En un instante su mundo cambió; se desligó de su desesperanza emocional y espiritual, y descubrió una revelación de verdad, libertad y gozo. De inmediato, la carga en su espíritu se desvaneció y por primera vez en su vida se sintió libre. Ella, una mujer pecadora y despreciada, había encontrado al Cristo, el Mesías. Se sentía limpia, liberada del pecado y de la vergüenza. Dondeantes hubo dolor y culpa, ahora fluía libertad y gozo, esperanza y amor. Ella tenía que hablar, a cualquiera, a todos, de aquel que estaba esperando en el pozo de agua. Los demás también debían conocerlo. Toda una aldea escuchó acerca de Jesús aquel día, y muchos de ellos, como Dalia, decidieron seguirlo. Jesús desafió las costumbres y la cultura de ese tiempo porque habló con una mujer de un origen despreciable y de mal nombre. En su conversación con ella, que desafió las reglas de ese tiempo, le mostró que Dios la valoraba a ella tanto como a Nicodemo un judío rico y religioso (véase Juan 3:1-15). La condición, el nombre o la riqueza de una persona no determina el valor del alma humana a los ojos de Dios. Jesús vio un alma perdida que necesitaba salvación, y eso es lo que Él ve todavía. Sea griego, judío, musulmán, hindú, hombre, mujer, viejo o joven, Jesús ve un alma invaluable a quien quiere redimir y liberar. Jesús todavía busca al lastimado y al perdido; en nuestro mundo de hoy encontramos muchas versiones de la historia de Dalia. Jesús causó una revolución en sus días en esta tierra. Él nunca se inclinó ante la tradición o las normas culturales impías. Ese día Él decidió pasar por Samaria; pudo haber elegido otro camino para evitar la aldea samaritana, sin embargo decidió pasar por ahí. Además, le habló a una mujer y samaritana. Un rabino nunca le habría dirigido la palabra a una mujer, especialmente si era samaritana, y conocida por su estilo de vida de pecado. Pero, aun así, Jesús decidió acercarse a ella. Todo lo que Jesús dijo e hizo mientras estuvo en la tierra tuvo propósito y fue hecho con amor y sinceridad. Así fue en su encuentro con la samaritana. Él conectó la necesidad física del agua con la necesidad espiritual de ella, porque lo único que podía satisfacer el anhelo de su corazón era el agua viva que solo Él le podía ofrecer. Jesús usó la revelación profética acerca de sus relaciones pasadas y presentes, no para condenarla, hacerla sentir culpable o avergonzarla, sino para abrir su corazón a la verdad, y guiarla a la respuesta que ella necesitaba: la redención. Una historia del siglo veintiuno Como rabino judío, la decisión de Jesús de hablar con la mujer samaritana fue inesperada y abrió la puerta de redención y salvación para muchos otros en esa aldea. Con su misericordia, Él todavía busca al perdido, como veremos en la historia de mi amiga Jackie. Jackie conquistó mi corazón tan pronto estreché su mano. Con su moderno peinado asimétrico y su pantalón capri estampado, a los noventa años de edad no pasaba inadvertida. Su estilo vivaz e histriónico gritaba: Yo soy una persona interesante. Usted debería conocerme. Su sonrisa y calidez no daba ningún indicio de una historia de vida con años de dolor ni errores que cambian la vida. Conversamos tranquilas en un rincón, saboreando unas galletas y el té. Enseguida abordó la conversación, me preguntó sobre mi vida y mi familia, dándome tranquilidad y de alguna manera haciendo que me sintiera importante. Cuando pregunté acerca de su vida, ella me habló su historia con admirable candidez. En 1940, como esposa y madre de cuatro hijos, Jackie disfrutaba su dulce vida. Ella tenía lo que muchas mujeres querían: un marido que amaba, los hijos que había querido y un estilo de vida cómodo. Pero su mundo cambió el día que su marido la cambió a ella y a sus hijos por su secretaria. Jackie nunca lo vio venir, pero aquel golpe la dejó sin aliento. La repentina traición, y el hecho de que había sido ama de casa por muchos años, la puso a ella y a sus hijos en una vulnerable posición financiera. Desesperada por encontrar una fuente de sustento para ella y sus hijos, inmediatamente aceptó un empleo de nivel básico e hizo lo mejor que pudo para avanzar. Su corazón estaba destrozado no solo porque perdió su matrimonio, sino por las muchas maneras en que sus preciosos hijos sufrirían. Se sentía absolutamente inútil y luchó con los prejuicios culturales de su tiempo. Jackie me contó cómo la gente de esa época pensaba: No eres una buena mujer si no puedes mantener feliz a tu hombre. Era doloroso enfrentar la vida diaria en todos los lugares conocidos. Jackie escuchaba los susurros y notaba las miradas de menosprecio mientras luchaba para cuidar de sus hijos sin derrumbarse. Quizás es cierto, pensaba. Quizás soy poca cosa. Quizás no fui suficientemente buena como para hacer feliz a mi marido, para evitar que se fuera con otra mujer. Sabiendo que era imposible volver atrás para intentarlo, Jackie se fue deslizando emocionalmente en un agujero oscuro y profundo. Poco después llegó un hombre a su vida que le dio atención y muchos elogios. Era atento y estaba interesado en ella, y escuchó su historia con corazón compasivo. No solo la hizo sentir mejor, sino también hermosa, y de alguna manera deseada y valorada. ¡Ah, cómo su atención entró en lo profundo de su alma herida! Cegada por sus emociones Jackie cayó rápidamente en sus brazos, hambrienta de que alguien la amara y la valorara, incondicional y verdaderamente. Conmocionada y aterrorizada al enterarse que estaba embarazada, Jackie le dio la noticia sin tener seguridad de cómo él reaccionaría. Él también mostró ser menos que honorable, al abandonarla a ella y a su hijo que iba a nacer. Anteriormente, su vida había sido dañada y había quedado sin estabilidad alguna, ¿pero ahora qué pensaría la gente? Una vez más, embarazada, sola y abandonada, Jackie tocó fondo en esa oscura y horrible etapa de su vida. Consciente de que sus hijos tenían el primer lugar, avanzó lo mejor que pudo, trabajando en empleos con baja remuneración y luchando para criar cinco hijos sola, mientras también buscaba sentido y sanidad para su vida. Felizmente, su historia no termina aquí. Jackie conoció a Jesús y comenzó una nueva vida de sanidad y transformación. Emocionada y agradecida por la salvación y la promesa de la eternidad con Dios, ella sirvió a Cristo de todo su ser. Jesús llenó su corazón herido y suplió su necesidad de aceptación y propósito. En la iglesia donde asistía, Jackie encontró un lugar de pertenencia. Ahora, rodeada de una familia espiritual que la amaba y disfrutaba de su compañía, su relación con el Señor se hizo más profunda y fue liberada gracias al poder sanador de Dios. Secándonos las lágrimas, Jackie terminó de contarme su historia. Luego agregó: «Anoche, mientras escuchaba el mensaje que alguien predicó, mi corazón fue conmovido como nunca. Por primera vez, desde aquellos dolorosos días, siento que soy libre de la vergüenza. El peso de la culpa se ha ido. ¡Me siento libre!». Su rostro irradiaba verdadera libertad. Jackie había recibido un hermoso regalo de Dios a través de un sencillo mensaje en un evento de mujeres. ¡Jesús sigue revelándose en el pozo de agua! Yo podría haber saltado de mi asiento a causa de la alegría por su libertad, pero mi corazón también se dolía ante la idea de que, en los últimos cincuenta años, Jackie había cargado cierta vergüenza por su pecado y errores del pasado. Ella amaba a Jesús y había aceptado su regalo de salvación. Ella había disfrutado constantemente de su presencia en su vida; había vivido esas últimas décadas sirviendo fielmente a Dios y amando a los demás, sin embargo, en todos esos años no había conocido la plena libertad de su doloroso pasado. Ella todavía se veía a través de los lentes viciados que la rotulaban como una mujer fracasada. Jesús nunca tuvo la intención de que ella cargara con esa vergüenza durante cincuenta años. ¡Gloria a Dios!, Él puede obrar en cada etapa de nuestra vida, incluso cuando nos acercamos a los cien años de vida. No importa quien eres, Dios puede satisfacer tu necesidad. Él puede hacer que su palabra cobre vida en tu corazón y te libere del fracaso y la culpa. ¿Qué acerca de ti, amiga? La mujer samaritana tenía la necesidad natural de que la amaran y la valoraran, y por buscar satisfacción, como Jackie, había pasado por relaciones dolorosas. Nuestra necesidad humana de ser amadas y valoradassolo Dios la satisface en lo más profundo de nuestra alma. Entonces, cuando las relaciones humanas fallan o alguien nos traiciona, nuestro valor como persona no es dañado ni destruido. Cuando ponemos nuestro valor en Dios, podemos lidiar con las tormentas y etapas dolorosas de la vida. Tanto la mujer samaritana como Jackie buscaron agua, o personas, para saciar la sed espiritual. Intentaron satisfacer el alma «bebiendo agua» de fuentes humanas a través de las relaciones que no las saciaban y que finalmente fracasaron. Ese día Jesús vio a la mujer samaritana en el pozo, la vio de verdad. Él comprendió su profunda necesidad de ser amada y valorada. Él la había valorado antes de que ella respirara por primera vez. Jesús también vio el sufrimiento que enfrentó Jackie y la desgarradora traición de los hombres en su vida. Él la vio caer en el pecado por su profunda necesidad de ser amada y valorada. Él vio cada lágrima que derramó, cada intento de encontrar respuestas en los lugares equivocados para su corazón quebrantado. Él vio a estas dos mujeres cuando otros las ignoraron o maltrataron, y las amó. ¿De qué pozo estás bebiendo que no sacia tu sed? ¿De qué te estás llenando, de lo que proviene de una fuente humana en vez del Cristo vivo? ¿Tienes un dolor interior debido a un anhelo que no sabes cómo satisfacer? ¿Estás luchando con los rechazos, los pecados y los fracasos del pasado, sepultada bajo el gran peso de la vergüenza? ¿Será que otros han marcado tu vida con palabras hirientes? Tal vez no has dependido de relaciones para tu valía, sino de posesiones o títulos. En verdad, nuestra necesidad más profunda de ser conocidas, amadas y valoradas solo puede ser satisfecha en una relación con Jesucristo. Solo Él tiene poder para perdonar nuestros pecados y sanar nuestra alma. Solo Él puede ofrecer una vida libre de culpa y vergüenza. Hoy no tienes razón de vivir postergada ni angustiada a causa de los errores que cometiste en el pasado. ¡Jesús no quiere que vivas una sola hora de esclavitud a la vergüenza! Él quiere que recibas su amor y perdón. Él te ve amada y conoce tus necesidades más profundas. Él te ama y te valora. Él quiere suplir las necesidades de tu vida como nadie puede hacerlo. Él es tu respuesta y quien te da sentido de identidad, si aceptas el amor que te ofrece. Él te ve y … te ama. Pensemos cómo Dios ve nuestra necesidad más profunda: •Solo Dios puede satisfacer nuestra necesidad más profunda de ser amadas y valoradas. •Dios ve más allá de nuestros pecados y fracasos; ve a la persona con propósito que Él creó. •Dios puede usar nuestra historia para traer salvación, aliento y libertad a otros. •Como creyentes en Cristo, Dios nos invita a andar en libertad, no encadenadas a la culpa y la vergüenza. COSAS PARA TENER EN CUENTA 1.¿A qué «pozo» te diriges en vez de ir a Dios para tu realización, paz y bienestar? 2.Pide al Espíritu Santo que te revele a quien no has perdonado. Considera escribir en tu diario de oración una declaración de perdón para las personas que Dios traiga a tu pensamiento. 3.Si todavía llevas sobre ti la culpa y la vergüenza de los errores del pasado, considera la posibilidad de escribir algunos de los versículos mencionados en este libro sobre tarjetas de índice. Recuerda leerlos varias veces cada día. Pégalos en tu espejo, llévalos en tu bolso o memorízalos. Deja que la Palabra de Dios limpie tu corazón y tu mente con su perdón amoroso y te llene con la verdad. Escrituras que satisfacen tu alma Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete, y con labios jubilosos te alabará mi boca. ~ SALMO 63:5 El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan. ~ ISAÍAS 58:11 Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. ~ MATEO 5:6 ¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres! ¡Él apaga la sed del sediento, y sacia con lo mejor al hambriento! ~ SALMO 107:8, 9 El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. ~ SALMO 34:18 Antes bien, como está escrito: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman». ~ 1 CORINTIOS 2:9, RV1960 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. ~ 1 JUAN 1:9 PREGUNTAS PARA LA APLICACIÓN Y LA CONVERSACIÓN 1.¿Conoces a una mujer que buscó en otras fuentes para satisfacer sus necesidades y luego se encontró con Jesús? ¿Cómo fue que Jesús satisfizo sus necesidades? 2.Nombra algunas de las fuentes, aparte de Dios, donde las mujeres buscan significancia, importancia y realización. 3.¿De qué manera las mujeres pueden actuar entre ellas de manera equivocada? ¿Qué comportamientos alternativos honrarían a Dios, y a cada una? 4.¿Cómo puede Dios usar nuestro testimonio para atraer a otros a sí mismo? 5.Dedica unos minutos a compartir un ejemplo de cómo Dios ha satisfecho tus necesidades más profundas. En tu diario Escribe algunas frases para explicar las necesidades más profundas de tu vida. Pide al Espíritu Santo que te revele si de alguna manera has buscado las respuestas a esas necesidades en otras fuentes. Pídele que te muestre cómo la presencia de Dios y su Palabra pueden satisfacer tus necesidades. 2 CAPÍTULO María de Betania— El Dios que quiere que le conozcas Lucas 10:38–42; Juan 11–12:8 KERRY CLARENSAU Betania: durante el ministerio de Jesús La casa de Marta rebosaba de vida. El delicioso aroma de la comida se difundía en el ambiente, y el estómago de los comensales gruñía de gusto. En la sala principal de la casa, había un grupo de hombres hambrientos y cansados después del viaje. Algunos sentados en sofás y sillas improvisadas, otros en el suelo o apoyados en la pared, los visitantes estaban en cada rincón de la sala. Se notaba que estaban felices de estar ahí y no expuestos al sol y el viento. Se escuchaba como cada uno relataba su versión de la increíble semana que habían pasado con Jesús. Aunque en el rostro mostraban agotamiento, el entusiasmo era claro en la conversación. Mientras, Marta se movía de un lugar a otro en la casa; verificando que las mesas estuvieran perfectamente preparadas; limpiando las manchitas de la última comida que había servido; acomodando las vasijas sobre las ascuas, para que cada plato estuviera preparado a la perfección. Después de todo, tenía que defender su fama de la mejor cocinera de Betania. A Marta le encantaban los detalles de la hospitalidad y tener su casa en orden, y era muy buena en esta tarea, pero, lamentablemente, se molestaba cuando veía migas o polvo en el piso. Ella tomó una escoba, la puso en manos de su hermana y le hizo señas de que barriera los pisos. Marta estaba afanada de tal manera para que todo estuviera perfecto para la cena, que apenas escuchaba las palabras de sus huéspedes. María obedientemente tomó la escoba y comenzó a barrer el piso, pero su corazón no estaba en la tarea; estaba más interesada en lo que Jesús estaba diciendo. Ella sabía muy bien que los lugares alrededor de los grandes maestros como Jesús, normalmente eran para los hombres. Sin embargo, a pesar de las tradiciones de su tiempo, María se sintió acogida por Jesús para unirse a los que escuchaban su enseñanza. Si me acerco un poco más, tal vez pueda barrer y todavía escuchar lo que Jesús está diciendo. Conforme se acercaba a Jesús, su barrido era más lento y no pasó mucho tiempo antes de que la escoba quedara inmóvil y apoyada contra el marco de la puerta. María encontró un lugar en el piso donde se sentó junto a Jesús, cautivada por cada palabra que decía. Atraída por las ideas que compartía, nada más importaba en ese momento, sino solo las palabras de vida que Jesús comunicaba desde su corazón. Él era diferente a cualquier otra persona que ella conocía. Todo lo que decía penetraba en su alma de una maneraindescriptible. Sus palabras producían convicción, pero también daban esperanza y paz. O, cuánto quiero quedarme en su presencia. María oró silenciosamente que pudiera retener y entender lo que Jesús decía. Cautivada por las palabras de Jesús, María no se dio cuenta de que Marta estaba disgustada con ella. Marta tosía sutilmente para llamar la atención de María, pero esta última no apartaba la mirada de Jesús. Entonces Marta tomó la escoba y pasó por detrás de Jesús, fijando la mirada en María. En ese momento comenzó a barrer con movimientos exagerados. «Seguro que esta vez María se dará cuenta y se levantará para ayudarme», murmuró Marta. Algunos de los amigos de Jesús contuvieron la risa al notar las necedades que hacía Marta. Pero su hermana estaba perfectamente quieta, sin poner atención a ninguna cosa, solo a las palabras de Jesús. Finalmente, Marta totalmente frustrada, no pudo más y exclamó: «¡En serio! Jesús, ¿no te importa que estoy haciendo todo este trabajo sola? ¡Puedes decirle a mi hermana que se levante y me ayude!» (paráfrasis de la autora basada en Lucas 10:40). Quizás había otros asuntos en el corazón de Marta que provocaron su enojo, además de tener que hacer las tareas domésticas. ¿Estaría molesta porque María había asumido una postura de discípula al sentarse y escuchar las enseñanzas de Jesús? Quizás Marta también quería sentarse y escuchar, pero estaba distraída por las migas en el piso. Jesús notó la irritación de Marta, pero también entendía que María quería aprender. Ella estaba cautivada con sus palabras y aspiraba a entender la verdad. Jesús parecía estar complacido de que María no dejó que las tradiciones o las ocupaciones, incluso las expectativas de su hermana la distrajeran de pasar tiempo con Él. Más bien era Marta quien debía entender que el quehacer doméstico no era tan importante como ella pensaba. Pero, en ese momento, ella se encontraba atrapada por la presión social de ser la anfitriona perfecta. De inmediato, Jesús respondió al arrebato de Marta, y le dijo: «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (Lucas 10:41, 42, RV1960). Marta en su distracción se estaba perdiendo la oportunidad de estar con Jesús, de pasar tiempo de calidad en su presencia. Solo podemos imaginar los pensamientos y las emociones en ese momento de estas dos hermanas. ¿Entendió Marta lo que se estaba perdiendo y el valor temporal que tenían esas distracciones domésticas? ¿Estaba María plenamente consciente de que solo hay una cosa por la que vale la pena preocuparse, y ella la había descubierto? Cualesquiera que hayan sido sus pensamientos, el mensaje de Jesús fue claro. Él quería que ambas hermanas lo conocieran, que escucharan su corazón y entendieran sus palabras; esa era la mejor elección que ellas podían hacer. En ese momento, siendo Jesús el invitado, pasar tiempo con Él era lo más importante. Las migajas y el polvo podían esperar. A partir de ese momento, el tiempo que María pasó escuchando a Jesús impactó significativamente cada día de su vida, tanto los buenos como los desafiantes. Uno de los días más difíciles fue cuando su hermano, Lázaro, enfermó de muerte. Cualquiera que había visto a Jesús sanar a los enfermos sabía que solo un toque haría que Lázaro se recuperara. Pero, ella y Marta enviaron un mensaje urgente a Jesús acerca de la penosa situación. Jesús llegó después de que Lázaro había muerto. Bajo una densa nube de dolor, los familiares y amigos rodearon a las hermanas en duelo. Para cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro ya había estado en la tumba por cuatro días. Cuando María llegó a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11:32). Fue una proclamación de fe, la fe que había crecido por pasar tiempo a los pies de Jesús. María conocía y amaba a Jesús, pero la respuesta de Jesús revela cuánto Él conocía y amaba a esta preciosa familia. Su tristeza le produjo lágrimas, y aunque Jesús sabía que todo estaba a punto de cambiar, sintió profundamente el dolor de estas mujeres. Lo que sucedió a continuación fue increíble: ¡Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos! Ese día, Betania se llenó de gran gozo y asombro. Algún tiempo después, Jesús estaba comiendo nuevamente en casa de sus amigos en Betania. Esta vez, María estaba llena de gratitud, cuanto más conocía a Jesús, tanto más lo amaba. Ella quería de alguna manera expresar lo que Él significaba para ella. En una exhuberante demostración de adoración, ella vertió sobre los pies de Jesús un costoso ungüento hecho de nardo puro, y después enjugó sus pies con sus cabellos. Los demás en la sala no entendieron esa demostración, pero Jesús sabía exactamente lo que había en el corazón de ella y les impidió que dudaran de su motivación. Para María, este fue un acto de adoración. Una acción que reflejaba su conocimiento de Jesús y su profundo amor por Él. Sin embargo, esta expresión de adoración la situó en un momento mayor que ella misma. Sin saberlo, estaba preparando a Jesús para su sepultura. Días después, cuando estaba en la cruz, entregando su vida por los pecados de ella y los nuestros, en el aire se podía oler la fragancia de aquel nardo. La vida de María muestra claramente que Jesús entiende nuestro anhelo de conocerlo; después de todo, Él produce en nosotros ese anhelo. Su Espíritu despierta nuestro corazón para acercarnos a Aquel que nos creó y nos conoce mejor. Como María, cuando lo buscamos, nos encontramos envueltas en momentos que nunca podríamos imaginar. ¡Descubrimos que el Señor recompensa a quien diligentemente busca una relación con Él! Una historia del siglo veintiuno Muchas de las mujeres que han dejado una impresión en mi vida, como María de Betania, son personas que siempre han dado prioridad al tiempo en la presencia de Jesús. Mi madre, mis hermanas y mi abuela son los primeros ejemplos que conocí. El tiempo que han pasado con Él ha dado forma en gran medida a quiénes son y cómo interactúan con las personas que conocen. Ellas tienen dones y personalidades diferentes, pero lo que tienen en común es que saben cómo amar. De alguna manera, desde niña he sabido que aquello extraordinario en la vida de estas mujeres que me amaron es la huella que Jesús dejó en ellas. El solo hecho de pasar tiempo con ellas despertaba un deseo en mi corazón de estar cerca de Jesús. Si bien no recuerdo de un tiempo en que no «conocí» al Señor, hubo un momento en que ese conocimiento fue de mi cabeza a mi corazón. Si cierro mis ojos, aún puedo sentir el olor del antiguo tabernáculo y ver dónde me paré cuando tuve mi encuentro personal y profundo con Dios. No recuerdo el sermón de esa noche ni quien dirigió el servicio, pero recuerdo exactamente lo que mi corazón de diez años experimentó. ¡Dios es real! ¡Él me ama, y quiere que yo lo conozca! Con la madurez de mi tierna edad, le pedí a Jesús que perdonara mis pecados y le entregué mi corazón y mi vida. ¡Cuánto anhelaba conocer a Dios! Ojalá pudiera decir que desde ese momento hasta hoy he dejado de lado todas las distracciones y que me he propuesto conocerlo plenamente. La verdad es que me distraigo muy fácilmente. Durante los tumultuosos años de la adolescencia, la popularidad, los logros y los muchachos eran enormes distracciones. Cometí errores y me dejé llevar por cosas menos importantes que conocer a Cristo. Felizmente, como joven adulta, empecé a reconocer esas distracciones como falsificaciones, y decidí enfocar mi atención en conocer, amar y servir a Dios. Pero incluso hoy, siendo esposa y madre, con un trabajo de tiempo completo … bueno … a veces la vida puede ser una distracción. Cuando miro hacia atrás en mi vida, creo que Dios siempre ha entendido mi deseo de conocerle. Aunque he tenido muchos momentos parecidos a los de Marta, de ser distraída por los detalles de la vida temporal, Él no ha dejado de revelarme lo que quiere de mí. Felizmente, Diosmira y conoce mi corazón. Pacientemente me habla de muchas maneras; me muestra su amor a través de conversaciones inspiradoras con amigas y con mi familia. Me da exactamente lo que necesito y cuando lo necesito, revelando su provisión y su atención a los detalles de mi vida. Su bondad me rodea cada día en las maneras más comunes: la fragancia de las flores recién cortadas o la calidez de una puesta de sol en Texas que me permite ver su creatividad y su extraordinario poder. Así como María de Betania, cuando me aparto de los detalles temporales y me siento cautivada a sus pies, experimento una comprensión profunda de su Palabra. Él habla la verdad a mi corazón y revela su carácter en maneras que enriquecen mi fe; me rodea con paz y me desafía a ser más como Él. Cuando decido que quiero estar apercibida de su presencia y escuchar su voz, puedo desviar la atención de mí misma y enfocarla en Él. Como Marta, fácilmente nos distraemos y confundimos lo insignificante con lo importante. Los desafíos en la vida fomentan pensamientos que nos distraen. Algunos son mayores: Si tuviera el trabajo perfecto que se ajuste a mis dones y habilidades, podría ser más efectiva, o estaría más contenta si pudiera dedicar más tiempo a mi familia y amigas. Y otros son menores: Si mi casa estuviera limpia y ordenada (¡especialmente el armario!), estaría en paz, o, si tuviera un mejor vestido me sentiría más cómoda para ese evento. Cuando las preocupaciones temporales invalidan las eternas, yo creo que Jesús me mira y dice: «Kerry, estás afanada y turbada acerca de los detalles de la vida y te estás perdiendo de algo que es verdaderamente importante. Conocerme a mí debe ser tu mayor prioridad. Deja que me encargue de todos los detalles de tu vida. Los anhelos que sientes no tienen nada que ver con las “cosas”; puse esos anhelos en tu corazón para despertar en ti el deseo de buscarme». Ah, mis amigas, cuando escucho y respondo a ese tierno llamado, mi deseo de buscar a Jesús por lo que puede darme cambia al deseo de conocerlo más. Mi vida cobra un nuevo significado y descubro la realización que mi corazón anhela. ¿Qué acerca de ti, amiga? El profeta Jeremías nos dice que Dios nos dará un corazón para conocerlo. «Les daré un corazón que me conozca, porque yo soy el Señor» (Jeremías 24:7). El profeta dice: «Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón» (Jeremías 29:13). ¡Dios promete que Él se nos revelará! ¡Qué increíble verdad! El Dios del universo quiere que lo conozcamos. ¡Cuánto necesitamos negarnos a las circuntancias temporales que nos distraen, y rendirnos al más profundo anhelo de nuestro corazón de conocer realmente a Dios! Considera cómo Dios busca tu corazón para que lo conozcas: •Él ha puesto dentro de tu corazón el deseo de conocerlo profundamente. •Él se complace cuando cada día te sientas a sus pies para descubrir más de su carácter. •Él quiere que estés consciente de su presencia, incluso en tus momentos más ocupados. •Él promete que se revelará a ti en la medida que tú lo busques. Dallas Willard dijo, «Dios nos ama, y porque nos ama se complace en nosotros, se enfoca en nosotros, se relaciona con nosotros y nos sirve. Así que, cuando escuchamos que una persona está buscando a Dios, es evidencia de que Dios la amó primero. … Es como si hubiera un cartel en la puerta que conduce a la vida eterna que dice: “Todo el que quiere puede venir”. Así, tú decides pasar por esa puerta, pero cuando te das vuelta para mirar, lees un cartel por encima del marco de la puerta que dice, “Tú no me elegiste a mí, sino que yo te elegí a ti”».² ¡Qué maravilla! COSAS PARA TENER EN CUENTA 1.¿Dónde te encuentras en este momento en tu búsqueda de conocer a Jesús? 2.¿Te sientes distraída por los detalles momentáneos de tu vida? 3.¿Qué haces para buscar oportunidades de apartarte de las exigencias cotidianas y estar con Él para estudiar la Palabra y orar? Escrituras que te acercan al corazón de Dios Les daré un corazón que me conozca, porque yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. ~ JEREMÍAS 24:7 Señor, tú me examinas, tú me conoces. ~ SALMO 139:1 Pero, si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás. ~ DEUTERONOMIO 4:29 En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. ~ HEBREOS 11:6 Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan. ~ SALMO 119:2 Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. ~ LAMENTACIONES 3:25 No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. ~ JUAN 15:16 Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente. ~ 1 CRÓNICAS 16:11, RV1960 Los leoncillos se debilitan y tienen hambre, pero a los que buscan al Señor nada les falta. ~ SALMO 34:10 PREGUNTAS PARA LA APLICACIÓN Y LA CONVERSACIÓN 1.Relata la primera vez en que te sentiste atraída a Dios. 2.¿Cuáles son algunas de las distracciones comunes en tu vida diaria? 3.Lee en voz alta Lucas 10:42. ¿De qué manera la respuesta de Jesús a Marta nos desafía a modificar nuestras prioridades cada día? 4.¿Cómo podemos dar prioridad al tiempo que pasamos «a los pies de Jesús»? 5.Considera las características de alguien que tú sabes que pasa tiempo con Jesús. En tu diario En Lucas 10:42, Jesús dijo que solo una cosa es necesaria: buscarlo con el fin de conocerlo. ¿De qué manera puedes modificar tu pensamiento o tu agenda para dedicar más tiempo a Jesús a fin de conocerlo mejor? 3 CAPÍTULO María Magdalena— El Dios que ve mi quebranto Juan 20 KAY BURNETT Jerusalén: durante la crucifixión y la resurrección de Jesús La oscuridad se disipaba, y el rosado resplandor del amanecer se colaba por las ventanas. Tomando las especias y el ungüento que habían preparado, las mujeres levantaron sus lámparas y fueron a la tumba para ungir el cuerpo de Jesús. María iba adelante por las calles sinuosas de Jerusalén; su lámpara apenas emitía suficiente luz para guiar su próximo paso. Estas tres mujeres, María, Juana, y Susana se habían hecho amigas desde el momento en que Jesús las sanó a cada una de ellas de enfermedad, posesión demoníaca y quebranto. A causa de esta nueva libertad, cada una de ellas tenía un anhelo ferviente de seguirlo y aprender de Él. María estaba agradecida de que ella, y algunas personas más tenían los medios financieros para ayudar a Jesús en sus viajes por toda la región. Ella había dejado su hogar en Magdala para seguir al Maestro que la había hecho completamente libre. El deseo que estas mujeres tuvieron desde el principio de ayudar a Jesús se había convertido en una maravillosa oportunidad de servirle; servir a quien las había ayudado de manera milagrosa. Si Jesús necesitaba alimentos para su viaje a una aldea, ellas reunían los suministros y le preparaban comida. Lavaban y remendaban ropas, realizaban los encargos sencillos, y le ofrecían su apoyo sin vacilar, y con gusto aceptaban la oportunidad de servirle en todo lo que podían. Los doce discípulos que viajaban y estaban siempre con Jesús se habían convertido en hermanos para ellas. Jesús les enseñaba acerca de Dios, y explicaba el significado de las parábolas a su grupo más cercano en las conversaciones que tenían mientras iban por el camino de una aldea a otra. De alguna manera, María y las otras mujeres se consideraban discípulas del Maestro. Ellas estaban plenamente convencidas de que Jesús era el Mesías enviado para liberar a los judíos. El corazón de cada una estaba lleno de gozo y propósito al servirle. En las primeras horas de la mañana, después del sábado, el grupo de mujeres caminó silenciosamente hacia la tumba, cada una consumida por sus propios pensamientos, estaban muy tristes por la pérdida de su Señor. María orabaen su pensamiento que Dios las ayudara a permanecer firmes sin Jesús y a encontrar la fortaleza para obedecer todo lo que Él les había enseñado. Mientras ella oraba silenciosamente por estas mujeres a quienes amaba, revivía cada momento desgarrador de los días anteriores. Parecía imposible entender lo que había sucedido. Horas antes de su arresto, Jesús parecía sombrío y apesadumbrado. Sus palabras eran de advertencia, pero también de consuelo. Esto había preocupado a María y a los demás. Era confuso. Ella había escuchado a los discípulos discutiendo en voz baja sobre algunas de las cosas que Jesús había dicho. ¿Los iba a dejar?¿Por qué les advertía de esto con tanta frecuencia? Esa noche fatídica, Jesús había llevado a sus discípulos a orar en el Huerto de Getsemaní. Las mujeres que se quedaron se dedicaron a preparar los alimentos y otras necesidades prácticas. Siempre había mucho que hacer, especialmente porque eran cuidadosas de mantener las tradiciones de sus antepasados judíos, para honrar el día de reposo y las festividades judías. No advirtieron que esa noche sería el comienzo de un tiempo de gran tristeza e incertidumbre para los seguidores de Jesús. María se estremeció, impresionada por la inconcebible decisión de Judas de traicionar a Jesús. Era uno de sus discípulos de confianza el que había ido a buscar a Jesús al huerto con una multitud de guardias armados, sacerdotes y líderes judíos. Los demás discípulos les contaron que Judas había saludado a Jesús con un beso, mientras lo entregaba a los líderes y a los guardias del templo para que fuera arrestado. El corazón y la mente de ellas no podía imaginar lo que Judas había hecho. El concilio de ancianos y sumos sacerdotes enjuiciaron a Jesús con cargos inventados. Sufrió terribles golpizas, azotes y burlas toda la noche. Aunque los discípulos habían huido del huerto, algunos enviaron la noticia a las mujeres y a otras personas de lo que estaba ocurriendo. No podían hacer nada, solo esperar para saber cómo el juicio avanzaba; cada hora parecía interminable. Temprano, la mañana siguiente, llegó noticia de que Pilato había condenado a Jesús a la cruz. La noticia se divulgó, y la ciudad rompió en un incontrolable frenesí. María, con las demás mujeres y algunos de los amigos más cercanos de Jesús, siguieron de cerca la procesión de la crucifixión que se avanzaba lentamente hacia el monte Gólgota. María jamás olvidaría el caos de la multitud. Ya no se escuchaban alabanzas a Jesús como unos días antes. Sino al contrario, los soldados y los líderes religiosos se burlaban de Él, lo insultaban, y decían que no era más que un criminal. Muchos en la multitud se sumaron, gritando palabras irrepetibles de blasfemia a su amado maestro y sanador. María y los otros empujaban para abrirse camino en la multitud, decididos a acercase tanto como fuera posible. Le hablaban, y lloraban a la vista de su rostro desfigurado. Los soldados y los líderes lo golpearon hasta que quedó irreconocible, después encajaron sobre su cabeza una corona de espinas. Varias veces cayó bajo el peso del madero y el agotamiento. Finalmente, los soldados lo clavaron a la cruz, donde sufrió una dolorosa agonía, al tiempo que luchaba para respirar. Mientras, desde las sombras, miraba la horrible crucifixión, María esperaba acercarse lo suficiente para hablar con Jesús; quería ayudarlo de alguna manera y una vez más decirle cuán agradecida estaba por la libertad que Él le había dado. Este grupo de mujeres permaneció unido durante la crucifixión. María y Salomé lloraron y oraron con la madre de Jesús y su tía. Ellas escucharon cuando Jesús clamó a gran voz y fueron testigos de su último respiro. María Magdalena sintió que su propia respiración salía de lo profundo de su ser como un gemido que traspasó el aire, poniendo un punto final a ese momento. Esos recuerdos llenaban de lágrimas sus ojos, mientras entraban al jardín que estaba cerca de la tumba. Jesús había rescatado a María Magdalena de una aterradora oscuridad; la había liberado de siete demonios que la habían atormentado por años. Él pudo ver más allá de su desaliñado aspecto de mujer poseída; sus ojos compasivos traspasaron su corazón y habló palabras de amor y esperanza a su alma atormentada. Con una autoridad innegable, Jesús ordenó a los demonios que salieran de ella. Era como si Él pudiera ver la terrible vida que ella había vivido por años, controlada por el poder de los demonios que la habían atado con su infame presencia, convirtiéndola en una criatura despreciable y sumergiéndola en la vergüenza. Otros se habían alejado de ella, temerosos de que los demonios se posesionaran de ellos también. María había estado espiritualmente cautiva durante muchos años. Pero un día glorioso Jesús la liberó. Sus palabras habían llegado como corrientes de agua, lavando para siempre su vida del tormento, el dolor y la vergüenza. ¡Fue libre instantáneamente! ¡Libre para pensar y hablar claramente! ¡Libre para amar y ser amada! ¡Libre para ser ella misma, y no un ser atormentado, sino una mujer con un futuro y una esperanza! En ese momento se sintió totalmente nueva. Los recuerdos de ese día precioso la llenaban de alegría y asombro. Fue en ese momento que ella supo que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías, su Mesías. En ese mismo momento prometió seguirlo y servirle el resto de su vida. No le importó cual fuera el futuro, ella resolvió servir a Jesús con su servicio a los demás, compartir lo que Él había hecho por ella hasta el día que muriera. Cuando las mujeres llegaron a la tumba ya había amanecido. Se detuvieron abrumadas por lo que vieron. Nada ocurrió como ellas esperaban. Alguien había quitado la piedra, y el cuerpo de Jesús no estaba en la tumba. ¿Qué sucedió? ¿Quién había llevado el cuerpo de Jesús durante la noche? María se apresuró para llevar la terrible noticia a los discípulos. Pedro y Juan corrieron a la tumba y vieron que el cuerpo de Jesús había desaparecido. Ellos, también, habían pasado noches de inquietud y días agitados, y al descubrir que el cuerpo de Jesús no estaba en la tumba se sintieron abrumados. ¿Quién pudo llevarse el cuerpo? ¿Por qué lo harían? Confundidos, angustiados e inseguros de qué hacer, regresaron al lugar donde estaban todos reunidos. Pero María se quedó en la tumba, profundamente turbada por la misteriosa desaparición del cuerpo de su Señor. Finalmente no pudo más y colapsó en la entrada de la tumba, perdiendo la pizca de compostura que había mantenido. Dio un nuevo vistazo dentro de la tumba, buscando una explicación para lo sucedido. Repentinamente, aparecieron dos hombres que le hablaron: «Mujer, ¿por qué lloras?». Entre sollozos, ella trató de explicarles, pero era difícil encontrar el sentido de todo. ¿Eran estos personajes hombres o ángeles? Cuando dio media vuelta, pensó que estaba ante el jardinero y le suplicó: «Señor, si usted se ha llevado el cuerpo, por favor, dígame dónde está, así puedo ir a verlo». Quien estaba delante de ella no era el jardinero, sino Jesús. Él, con esa paz inconfundible, pronunció su nombre: «María». Al instante ella reconoció su voz y se dio cuenta de quién era: ¡sí! ¡ese era su Sanador, su Maestro, su Amigo, su Señor y Mesías! Él no estaba muerto, su cuerpo no estaba perdido ni nadie lo había robado. Él estaba de pie ante ella, poderoso, vivo y llamándola por su nombre. Con ternura, Jesús la consoló, y le instruyó que regresara y le dijera a sus discípulos que Él había resucitado. Feliz de obedecer y con el corazón que casi estallaba de alabanza, María corrió para dar la gran noticia a los discípulos (Jn 20:1-17). En los días siguientes, María vivió una extraordinaria mezcla de emociones: alegría, temor, esperanza, e incertidumbre. Había un pensamiento en su mente: Jesús, era su Salvador, Él estaba vivo y todo lo que les había dicho era verdad. Si Dios pudo levantar a su Hijo de la tumba, no había nada que Él no pudiera hacer. Cuando Jesús ascendió para volver a su Padre, María entendió que ella estaba viviendo el amanecer de un nuevodía. Las oportunidades se ampliaban a medida que ella soñaba que ofrendaría su vida como Dios le pidiera. Con profundo anhelo y gozo, se propuso guiar a la eternidad cuántas personas pudiera. Sí, ese era un nuevo día. ¡Un día de promesa y propósito! A través de su vida redimida, Jesús le había mostrado que ningún quebranto era demasiado profundo como para que Él lo sanara. Su pasado jamás podría definir su vida. Ella sabía que la gloria de Dios estaba en ella, y que su presencia y su verdad la guiarían. Desde allí, María entró a un nuevo ministerio de compartir las buenas nuevas de un Señor que salva, sana y libera a todos los que están esclavizados. Una historia del siglo veintiuno La historia de María Magdalena es de gran afirmación y aliento para todas las mujeres del pasado y del presente. En los tiempos neotestamentarios, Jesús honró a las mujeres dándoles el mismo valor, honor y estima que a los hombres. Creo que Dios valora la manera en que las mujeres le sirven, el fervor y la profundidad con que dedican su vida a Él. Reconocemos claramente la dedicación de este grupo de mujeres que sirvieron a Jesús en su ministerio. María y las demás mujeres estuvieron hasta el último momento al pie de la cruz, fueron devotas hasta el final. También fueron las primeras en ir a la tumba. María Magdalena fue la primera a quien Cristo intencionalmente escogió revelarse como el Mesías resucitado. Él la honró de una manera especial, y se apareció a ella antes que a los demás discípulos. En el primer siglo, la sociedad consideraba a las mujeres de tal manera inferior, que el testimonio de una mujer no era aceptado en un tribunal de justicia. Jesús desafió audazmente la cultura de los tiempos, a través de su interacción con María, mostrando el amor de Dios y el respeto a la mujer. Las acciones de Jesús hacia las mujeres durante todo su tiempo en la tierra nos comunican claramente que, en el corazón de Dios, las mujeres tienen la misma estima, mérito y valor que los hombres. Algunas culturas de hoy día aún consideran a las mujeres como inferiores a los hombres. ¡Cómo debe esto entristecer el corazón de Dios! Habiendo sido criada en una familia de cinco hermanas, estoy agradecida de saber que Dios nos valora a cada persona por igual, sin preferencia de sexo o raza. Desde mi niñez he anhelado sentirme preciada, amada y valorada a los ojos de Dios, como también a los ojos de otros. Gálatas 3:26–28 nos habla del honor y el amor que Dios tiene para cada persona en su familia, independientemente de su sexo, raza o condición: «Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús». ¡Qué gloriosa declaración para todos los que deciden seguir a Cristo! Cuando acepté a Jesús como mi Salvador y Señor a la tierna edad de ocho años, Él comenzó en mi vida una obra de sanidad, especialmente de los temores que se apoderaban de mí. Tenía miedo a la oscuridad, al peligro, al fracaso y a los espacios reducidos (¡todavía lucho con esto!). Yo me sentía abrumada con el miedo al rechazo, la traición y el abandono. Estos temores me siguieron hasta la edad adulta, afectando mi matrimonio y acosándome como mamá. Experimenté úlceras, insomnio, pesadillas y ansiedades ocultas. En mis primeros años de adulta, a menudo sentía que la vida era desordenada y que estaba fuera de control. Pero en algún lugar del camino, cuando avancé a una relación más profunda con Dios, fluyeron la sanidad y la libertad. Asistí a un grupo pequeño de estudios bíblicos para mujeres donde aprendí que las demás personas también sufrían en otras áreas. El discipulado en la iglesia a través de la capacitación y la enseñanza me ayudó a desarrollar las disciplinas espirituales de leer mi Biblia diariamente, orar, y aprender a escuchar la voz del Espíritu Santo. He derramado mi vida sirviendo en mi iglesia, la cual me dio como regalo dulces amigas que oraron conmigo y me enseñaron a contar con el apoyo de otras personas cuando se trata de mis luchas personales. Hoy, estoy sorprendentemente libre del temor y soy un testimonio de que el poder de Dios todavía sana al quebrantado. En la vida de cada una de nosotras hay áreas que están quebrantadas y heridas por el dolor y el pecado, sea el nuestro o el de otros. Todas necesitamos el poder transformador que solo viene a través de la devoción a nuestro salvador y sanador, Jesucristo. ¡Alabado sea Dios, Él aún sana y libera a los cautivos! Aunque las luchas de Jessica eran diferentes a las de María Magdalena, ella también tuvo un pasado difícil y de quebrantos. Ella creció en medio del alcoholismo y el abuso, su vida oscilaba entre el temor y la inseguridad. Para compensar esto, ella se esforzaba por alcanzar la perfección, con la esperanza de que, si sobresalía en la escuela o en los deportes o en diversas áreas, su vida en casa sería más segura y feliz. Cuando era niña, a menudo se refugiaba en sus escondites para escapar de las peleas y el abuso que gobernaban en su casa. Después de muchos años de vivir en este conflictivo ambiente familiar, Jessica sufrió enormes angustias y desarrolló mecanismos de supervivencia. Ella era una superviviente fuerte, que sufrió dolor y maltrato en el hogar, y al mismo tiempo se destacó como estudiante. Cuando fue a la universidad con una beca completa, Jessica pensó que había escapado del dolor y el terror de su pasado; esperaba tener un futuro esplendoroso. Sin embargo, lo que experimentó fue su propio descenso rápido en el alcoholismo y la drogadicción. No pasó mucho tiempo antes de que se trasladara para vivir en una casa llena de drogas con personas que apenas conocía, y pasaba sus días haciendo lo posible para prolongar el efecto que le daba la droga. Pero ella quería escapar de ese estilo de vida, y así llegó a la iglesia. Allí encontró amigas amorosas y sinceras que velaron por ella y la ayudaron a escapar de su pasado destructivo para que entrara a un futuro con Cristo. Jessica le dijo sí a Jesús y jamás regresó a aquel doloroso pasado de quebrantos. Hoy, Jessica testifica de cómo Jesús la rescató, porque sabe que así ayudará a otras personas que sufren y luchan con el dolor de una niñez disfuncional. El Señor siempre ha estado con ella en el camino a la sanidad. Jessica y su esposo son pastores y establecen iglesias. Con compasión y comprensión sirven a muchas personas heridas y quebrantadas que Dios trae a su puerta. Jessica irradia la luz de Cristo. Su gozo en el Señor es tangible y contagioso. Ella sabe que siempre tendrá que buscar fortaleza y dirección en el Señor. Su autenticidad y disposición de animar a los demás es cautivadora. Su vida muestra cómo el Señor aún sana a los quebrantados … de cualquier tipo. ¿Qué acerca de ti, amiga? María Magdalena es un hermoso ejemplo de una mujer que encontró sanidad y redención a través del poder de Jesús. La historia de Jessica también habla de la liberación de adicciones y de los quebrantos internos. ¡Ambas mujeres se hicieron ministras poderosas y eficaces del Evangelio! No hay yugo demasiado grande para Dios. ¡No hay cautividad tan oscura o complicada que el Rey de reyes no pueda reemplazar con libertad! Él ve tus quebrantos, y no te abandona. Veamos cómo Dios ve nuestros quebrantos: •Dios ve a la mujer que Él creó; no solo quién eres hoy. •Dios no se amedrenta ante el temor, las adicciones, o ningún tipo de cautividad, porque Él es la respuesta perfecta. •Dios no nos define por nuestro pasado. •Cuando nos aventuramos en la transformación espiritual que Dios quiere obrar, Él nos invita a cumplir nuevas asignaciones. •Dios puede usar los quebrantos de nuestro pasado para su gloria y para dar libertad a otras personas. Te invito a que pongas tu confianza en Dios, para que Él sea la respuesta a cualquier quebranto en tu vida. Él puede liberarte de las drogas, la pornografía, el miedo y la ansiedad, lospatrones de pensamiento que te encadenan al pasado, donde pueden estar también el dolor de un aborto. Él es tu respuesta. Mediante el poder de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, tú puedes andar en libertad sin importar la profundidad de los quebrantos que hayas conocido. COSAS PARA TENER EN CUENTA 1.¿Hay algo en tu pasado que es una carga para ti? Pide al Señor que te haga libre. Considera en oración buscar una consejera de confianza para que te ayude. 2.¿Estás atrapada por el miedo? Pide a Dios que te muestre cómo renovar tu mente, a través de su Palabra. Pide a una amiga de confianza que ore contigo acerca de tu situación. 3.La falta de perdón puede atarnos al pasado, y mantenernos quebrantadas. Pide al Espíritu Santo que te guíe a las personas a quien debes perdonar. Pídele que te dé el poder para andar en ese perdón. 4.Si estás luchando con alguna adicción, pide al Señor las fuerzas para buscar ayuda. Busca recursos bíblicos para estudiar con la ayuda de una amiga o mentora de confianza. Escrituras que te sanan y te fortalecen Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. ~ 2 CORINTIOS 3:17 Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! ~ 2 CORINTIOS 5:17 Los sacó de las sombras tenebrosas y rompió en pedazos sus cadenas. ~ SALMO 107:14 Restaura a los de corazón quebrantado y cubre con vendas sus heridas. ~ SALMO 147:3 [Jesús leyó estas Escrituras en la sinagoga de Nazaret.] «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor». ~ LUCAS 4:18, 19 «Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados». ~ ISAÍAS 43:25 «Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa». ~ ISAÍAS 41:10 «Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: “No temas, yo te ayudaré”». ~ ISAÍAS 41:13 Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza. ~ JEREMÍAS 17:14 PREGUNTAS PARA LA APLICACIÓN Y LA CONVERSACIÓN 1.¿Cuáles son algunas formas comunes de quebranto que muchas mujeres experimentan hoy? 2.¿Qué herramientas o acciones has visto que ayudan a las mujeres a tener éxito en la sanidad y la transformación? 3.¿Cómo puede la iglesia ayudar a las mujeres a desarrollar plenamente su potencial, a pesar de los grandes quebrantos en su vida? 4.¿Cuál es la importancia de que hablemos de nuestras luchas con las hermanas en la fe? 5.¿De qué manera hablar de nuestras luchas puede dar valor a otras mujeres para buscar ayuda? En tu diario Cuando ores, medita en la obra que Dios ha hecho en tu vida. ¿Te ha sanado de tus quebrantos y te ha dado libertad? Dale gracias y escribe en tu diario tu alabanza a Él. Pide al Espíritu Santo que te revele cualquier área de quebranto en tu vida. Deja que el Señor continúe su obra de sanidad en ti. 4 CAPÍTULO Débora— El Dios que ve mi lugar en su obra Jueces 4–5 KERRY CLARENSAU La región montañosa de Efraín: en tiempos de los jueces Después de un día agotador, solucionando disputas y orando con muchas personas, Débora caminó a su casa. Había sido un día largo; la fila de personas que necesitaban un consejo sabio parecía extenderse hasta la próxima aldea. Su corazón estaba cargado a causa de las dificultades que muchos habían compartido con ella. Mientras iba por el camino, ella oró: ¡O, Señor, cuánto anhelo que el corazón de tu pueblo se vuelva a ti! ¿Por qué ignoran abiertamente tu ley? Si tan solo obedecieran tu ley, recibirían las bendiciones que tú has prometido. Creo de todo corazón que si tan solo dependieran de ti, tú los librarías de la opresión de Jabín. ¡Señor, por favor, ayúdame a guiar este pueblo para que vuelva a ti! Cada día que pasaba, el pesar de Débora por su pueblo aumentaba. La maldad en Israel era cada vez mayor, cada uno hacía lo que le parecía bien a sus propios ojos, sin ningún respeto por la ley de Dios. El pecado del pueblo provocó una situación desesperada. En muchos sentidos, parecía que no había esperanza para el pueblo. En los años anteriores Josué había subyugado a sus enemigos, los cananeos, pero los israelitas fracasaron en cuanto a expulsarlos de su territorio, y como el pueblo había dado la espalda a Dios, Él permitió que Jabín, un rey cananeo, los oprimiera. De hecho, Jabín y su general Sísara habían aterrorizado a los israelitas durante los últimos veinte años. Con sus novecientos carros de hierro, los cananeos tenían una clara ventaja militar sobre el pueblo de Dios. Una victoria sobre el opresor de Israel requeriría la intervención divina. Como profetisa y jueza, Débora fue capaz de discernir el corazón de Dios y compartir la Palabra con otros. Muchas personas venían a ella para resolver sus controversias. En cada conversación, Débora comunicaba la verdad de Dios y la esperanza de la liberación. Con el tiempo, los corazones empezaron a despertarse. Aquellos que conocían las palabras de Moisés entendían que esta opresión era resultado de la desobediencia a Dios. Ellos sabían que arrepentirse y volver a Él era su única esperanza, solo el Señor era su libertador. Y felizmente, una vez más clamaron a Él. Un día, temprano por la mañana, Débora iba de camino a la palmera que la comunidad ya identificaba como la palmera de Débora. Allí era donde la gente venía a escuchar la Palabra de Dios a través de esta poderosa profetisa. A diferencia de otras mañanas, esa vez llegó antes que la multitud comenzara a reunirse. Ella utilizó esos momentos de silencio para orar e interceder con denuedo a favor de su pueblo. Enseguida entendió claramente lo que Dios le estaba diciendo: debía llamar a Barac de Neftalí, debía pedirle que reuniera un ejército de diez mil hombres. ¡Dios iba a liberar a su pueblo! Débora estaba alerta, esperando que alguien llegara para enviarle un mensaje Barac a fin de que viniera de inmediato. Barac era consciente de la capacidad que Débora tenía para escuchar a Dios, su fama era conocida en todo Israel. Barac respondió rápidamente al llamado. Mientras Débora le decía a Barac lo que Dios le había pedido que hiciera, éste le dijo que considerara el tamaño y la fuerza del ejército de Sísara. Ella notó que cuando hablaba de las tropas cananeas, la valentía de Barac disminuía. Ciertamente, en todo sentido lógico, la posibilidad de ganar estaba en contra de los hijos de Israel. Ella no respondió a la pregunta que él hizo acerca de la ventaja de Sísara, sino que le recordó que era Dios quien les daría la victoria. Ella pudo ver la lucha de Barac para creer; aún así, él respondió: «Si quieres venir conmigo, yo iré: pero si no vienes conmigo, no iré» (4:8). Sin tener en cuenta su propia seguridad, Débora aceptó de inmediato ir a la batalla con él. Ella sabía que Barac debía dirigir el ejército y que Dios iría delante de ellos para pelear la batalla. Barac podría haber recibido esa instrucción directamente de Dios, pero porque le faltó la fe, tendría que compartir la victoria con una mujer. Barac siguió las instrucciones de Débora y reunió a los hombres. Por todo el campamento se podían oír nerviosas conversaciones. Por momentos todos parecían seguros de que Dios estaba concertando el plan de batalla; de pronto temían una derrota segura. Se percibían el murmullo y los susurros entre ellos. «¿Qué estamos haciendo?» «¿Cuántos hombres perderemos en esta batalla?» «¡Esto es una locura!» «Pero, hombres recuerden que Débora, al parecer, confía en las palabras que escuchó de Dios». «Sabemos que ella es una líder sabia y fuerte». «¿Seremos el hazmerreír de Jabín y su reino?» «¿Podremos lograr la paz tras veinte años de persecución?» Cuando Sísara escuchó que los israelitas se reunieron
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