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Historias de Mujeres de la Biblia

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por	el	Dios
que	me	ve
Kerry	Clarensau	y	Kay	Burnett
La	historia	de	cada	mujer	de	la	Biblia	ha	sido	extraída	del	pasaje	correspondiente
de	las	Escrituras.	Con	el	fin	de	presentar	las	historias	en	forma	narrativa,	se	han
agregado	nombres,	diálogos	y	eventos	que	complementan	el	texto	bíblico.
En	algunas	instancias,	se	ha	hecho	un	cambio	de	nombre	para	proteger
la	privacidad	de	las	personas	contemporáneas	que	se	mencionan.
A	menos	que	se	indique	se	otra	manera,	el	texto	bíblico	fue	tomado	de	La	Santa
Biblia,
Nueva	Versión	Internacional®	NVI®	Propiedad	literaria	©	1999	por	Biblica,
Inc.™
Usado	con	permiso.	Reservados	todos	los	derechos	mundialmente.
El	texto	bíblico	identificado	«RV1960»	fue	tomado	de	la	versión	Reina-Valera	©
1960
Sociedades	Bíblicas	en	América	Latina;	©	renovado	1988	Sociedades	Bíblicas
Unidas.
Utilizado	con	permiso.
El	texto	bíblico	indicado	con	«NTV»	ha	sido	tomado	de	la	Santa	Biblia,	Nueva
Traducción	Viviente,	©	Tyndale	House	Foundation,	2008,	2009,	2010.
Usado	con	permiso	de	Tyndale	House	Publishers,	Inc.,	351	Executive	Dr.,
Carol	Stream,	IL	60188,	Estados	Unidos	de	América.	Todos	los	derechos
reservados.
Publicado	originalmente	en	inglés	con	el	título	Adored
Traducido	al	español	por	Interpret	the	Spirit	www.interpretthespirit.com
©	2018	por	Gospel	Publishing	House,	1445	N.	Boonville	Ave.,	Springfield,
Missouri
65802.	Todos	los	derechos	reservados.	Ninguna	parte	de	este	libro	será
reproducida,
almacenada	en	un	sistema	de	recuperación,	o	trasmitida	de	cualquier	forma	o	por
cualquier
medio,	sea	electrónico,	mecánico,	óptico,	grabación,	fotocopia,	o	de	cualquier
otra
manera,	sin	previo	permiso	del	publicador.
02-4113
ISBN:	978-1-60731-571-1
Impreso	en	los	Estados	Unidos	de	América
21	20	19	18	•	1	2	3	4
Dedicatoria
Dedico	este	libro	a	nuestras	hijas	Katie,	Molly,	Lennon,	Danielle,	y	Winnie.
Cuando	Mike	y	yo	nos	casamos,	oré	que	tuviéramos	cuatro	hijos.	A	los	veintiún
años	de	edad,	tener	dos	varones	y	dos	niñas	parecía	la	familia	ideal.	Nuestro
hijo	Tyler	nació	unos	pocos	meses	después	de	nuestro	primer	aniversario	de
bodas;	apenas	nos	sentíamos	listos	para	tener	nuestro	segundo	hijo,	y	Blake	ya
estaba	en	camino.	Pronto	tuvimos	dos	hijos,	tal	como	habíamos	orado.
Estábamos	listos	para	nuestras	niñas,	pero	no	pude	quedar	nuevamente
embarazada.	Para	ser	sincera,	viví	intensos	momentos	de	desilusión.	Nuestra
familia	parecía	incompleta.	¡Entonces	Dios	contestó	nuestras	oraciones	de	la
manera	más	sorprendente!	Nos	dio	dos	nueras	maravillosas.	No	podría	amarlas
más	que	si	las	hubiera	traído	al	mundo.	Ellas	completaron	perfectamente	esa
generación	de	dos	niños	y	dos	niñas.	Luego	vinieron	las	bendiciones	más	dulces
que	hemos	experimentado	hasta	la	fecha:	¡tres	preciosas	nietas!	Oro	por
nuestras	nietas,	que	comprendan	cuánto	las	ama	Dios.	Mi	oración	es	que	ellas
puedan	confiar	en	su	exuberante	amor	y	puedan	descansar	en	el	conocimiento
de	que	Él	las	conoce	desde	lo	más	íntimo.	Con	su	ojo	vigilante,	Él	las	redimirá,
las	guiará	y	les	proporcionará	exactamente	lo	que	necesitan	cada	momento	de
su	vida.	Que	las	páginas	de	este	libro	las	inspiren	a	profundizar	cada	día	más	su
relación	con	Dios.
—Kerry	Clarensau
Dedico	este	libro	a	todas	mis	hijas:	Leandra,	Megan,	Brynna,	Aurora,	Kayla,	y
Bexley.	Ustedes	traen	un	gozo	inefable	a	mi	vida.	Las	amo	y	valoro	a	cada	una
de	ustedes.	Cada	una	es	un	tesoro	inestimable,	único	y	precioso.	Soy	una	mejor
persona	debido	a	su	influencia	en	mi	vida.	Mi	oración	es	que	ustedes	sepan,
verdaderamente,	cuán	importantes	son	en	el	plan	de	Dios.	Ustedes	tienen	mucho
que	ofrecer	a	este	mundo	quebrantado	y	lastimado,	y	lo	harán	en	la	medida	que
conozcan	y	amen	a	Dios	más	profundamente.	Incluso	por	encima	de	eso,	el
clamor	de	mi	corazón	es	que	sepan	sin	lugar	a	dudas	que	su	amoroso	Padre
celestial	sabe	exactamente	dónde	están,	en	cada	prueba,	en	los	tiempos	de
lucha,	fracaso	o	dolor,	y	también	en	cada	tiempo	de	alegría	y	triunfo.	En	las
profundidades	del	corazón	de	Dios,	ustedes	son	su	tesoro:	dignas,	valoradas,
bellas	y	amadas.	Él	las	ve,	mis	preciosas	niñas,	y	las	ama,	¡y	yo	también!
—Kay	Burnett
Índice
IntroducciónAGAR	El	Dios	que	me	ve
Capítulo	1 LA	MUJER	EN	EL	POZO	El	Dios	que	ve	mis	necesidades	más	profundas
Capítulo	2 MARÍA	DE	BETANIA	El	Dios	que	quiere	que	le	conozcas
Capítulo	3 MARÍA	MAGDALENA	El	Dios	que	ve	mi	quebranto
Capítulo	4 DÉBORA	El	Dios	que	ve	mi	lugar	en	su	obra
Capítulo	5 ANA	El	Dios	que	ve	mis	anhelos	más	profundos
Capítulo	6 RUT	El	Dios	que	ve	mi	destino
Conclusión LA	VIUDA	El	Dios	que	me	ve	completamente
Notas
Las	autoras
La	historia	de	cada	mujer	de	la	Biblia	ha	sido	extraída	del	pasaje	correspondiente
de	las	Escrituras.	Con	el	fin	de	presentar	las	historias	en	forma	narrativa,	se	han
agregado	nombres,	diálogos	y	eventos	que	complementan	el	texto	bíblico.
INTRODUCCIÓN
Agar—
El	Dios	que	me	ve
Génesis	16
KAY	BURNETT
Pensamientos	aterradores	inundaron	su	mente,	al	tiempo	que	se	recostaba	debajo
de	un	árbol	de	acacia	para	descansar.	¿Por	qué	todo	parecía	tan	grave	e
insoportable	ahora	que	estaba	sola,	huyendo	de	vuelta	a	Egipto?	Embarazada	y
abandonada	a	la	merced	de	su	señora,	quien	estaba	en	su	contra,	Agar
impulsivamente	huyó	y	ahora	enfrentaba	un	viaje	imposible	a	través	del	desierto
inhóspito	que	se	extendía	interminable	delante	de	ella.	Abrumada	por	el
agobiante	desafío,	Agar	lloró.
No	había	previsto	este	inesperado	cambio.	A	ella	no	le	importaba	servir	a	su
señora,	Sarai.	Aunque	el	trabajo	a	veces	era	tedioso,	encontraba	satisfacción	en
sus	labores	y	apreciaba	la	bondad	de	su	ama.	La	vida	de	Agar	en	este	nuevo
lugar,	con	esta	pareja	rica,	le	había	dado	muchas	ventajas;	estaba	agradecida	y	se
sentía	aliviada.	Pero	todo	cambió	el	día	que	fue	entregada	a	Abram	como	esposa
sustituta,	empujada	a	sus	brazos	por	la	desesperación	de	Sarai	de	proveer	un
heredero	a	su	esposo.
Ciertamente,	ella	estaba	agradecida	por	las	provisiones	y	los	beneficios	que
había	recibido	en	su	vida	a	través	de	su	señor	y	su	esposa.	Tiempo	atrás,	cuando
salieron	de	Egipto,	ella	y	muchos	otros	sirvientes	emprendieron	el	viaje	con
ellos.	Desde	aquel	momento	iban	de	lugar	en	lugar	y	armaban	sus	tiendas
dondequiera	que	Abram	los	llevaba.	Al	principio,	cuando	salieron	de	Egipto,
esto	había	afectado	a	Agar	llenándola	de	temor	a	lo	desconocido.	Siendo	una	de
los	muchos	sirvientes	y	de	las	posesiones	que	Abram	y	Sarai	adquirieron
mientras	vivieron	en	Egipto,	ella,	junto	con	los	demás	sirvientes	eran	pertenencia
de	este	matrimonio	y	debían	ir	dondequiera	que	ellos	fueran.	Agar	no	tuvo	más
opción	que	aceptar	este	giro	de	suerte	y	verlo	de	una	manera	positiva.	Aunque	a
las	mujeres	en	ese	tiempo,	generalmente	se	las	trataba	más	como	posesión	que
como	persona,	su	señor	y	su	esposa	habían	sido	justos	y	amables	con	ella.	Ella
siempre	tuvo	alimento	en	abundancia,	agua	para	beber	y	un	lugar	seguro	donde
vivir.
Pero	una	vez	que	Agar	concibió	el	hijo	de	Abram	todo	cambió.	De	repente,	se
dio	cuenta	de	que	ocupaba	un	lugar	que	su	señora	no	podía	tener	a	los	ojos	de
Abram:	ella	llevaba	a	su	hijo.	Gradualmente,	los	sentimientos	hacia	su	señora
cambiaron;	por	primera	vez	en	su	vida	se	sintió	un	poco	mejor	que	alguien,	un
poco	más	favorecida,	más	bendecida.	Su	comportamiento	se	hizo	otro;	en
maneras	insignificantes	y	sutiles,	pero	rápidamente,	se	volvió	más	atrevida;	de
vez	en	cuando	le	dirigía	una	furtiva	mirada	de	desprecio	o	una	respuesta	con	aire
de	superioridad.	Agar	se	volvió	maliciosa	e	insolente	con	Sarai.
Reflexionando	en	sus	decisiones	y	actitudes,	mientras	descansaba	en	medio	del
calor	en	el	desierto,	Agar	se	dio	cuenta	de	que	ella	había	obrado	mal;	había	sido
cruel	con	su	señora	que,	aunque	la	había	hecho	trabajar	duro,	siempre	fue	justa	y
generosa.
Y,	allí	estaba;	echada	a	la	sombra	de	la	acacia,	cansada,	sedienta,	temerosa	y
desesperada.	Las	lágrimas	rodaban	por	su	rostro	mientras	cruzaba	sus	brazos
sobre	su	vientre	en	crecimiento.	Ella	había	escuchado	historias	de	personas	que
habían	muerto	en	el	brutal	e	implacabledesierto.	La	falta	de	agua,	las	serpientes
venenosas,	y	los	enemigos	imprevistos	habían	dado	fin	a	muchos	que	habían
osado	viajar	por	ese	terrible	desierto.
Insegura	de	qué	hacer,	decidió	descansar	junto	a	un	manantial,	donde	al	menos
había	agua.	Podría	ser	la	última	fuente	que	encontrara	por	mucho	tiempo.	Pensó:
¿O,	qué	será	de	mí	y	de	mi	hijo	que	ya	ha	empezado	a	moverse	dentro	de	mí?
Repentinamente,	un	movimiento	cerca	de	donde	ella	estaba	la	sobresaltó.
Temerosa	de	ser	descubierta,	Agar	se	quedó	inmóvil,	tratando	de	contener	sus
sollozos.	Sin	advertencia,	una	figura	apareció	silenciosamente	delante	de	ella.
Algo	enteramente	diferente	a	cualquier	cosa	o	persona	que	antes	hubiera	visto,
un	hombre—no,	un	ser	extraordinario—se	acercó	a	ella.
«Agar,	sierva	de	Sarai,	¿de	dónde	vienes	tú,	y	a	dónde	vas?»	(v.	8a,	RV1960).
Su	corazón	latía	con	fuerza	y	apenas	podía	hablar,	«Huyo	de	delante	de	Sarai	mi
señora»	(v.	8b,	RV1960).	¿Quién	es	esta	persona?	¿De	dónde	vino?	¿Cómo	sabe
mi	nombre?	Quizás	él	me	ayudará.
La	bondad	y	la	fuerza	de	su	mirada	calmó	su	agitado	corazón	y	alentó	su	espíritu
en	lo	profundo.	Generalmente,	los	hombres	no	la	tomaban	en	cuenta,	excepto
por	razones	no	deseadas.	Pero	allí	estaba	alguien	que	le	habló	con	respeto	y
compasión.	Y	este	no	era	un	hombre	común.	Sin	saber	qué	hacer	o	decir,	Agar	se
levantó,	temblando	ante	este	magnífico	ser.	El	poder	de	su	presencia,	la
compasión	en	su	voz,	y	su	dulzura	tranquilizó	su	corazón,	y	sintió	una	confianza
inmediata	y	profunda.
Atravezando	con	su	mirada	el	alma	de	Agar,	le	habló	nuevamente:	«Vuelve	junto
a	ella	[Sarai]	y	sométete	a	su	autoridad.	De	tal	manera	multiplicaré	tu
descendencia,	que	no	se	podrá	contar.	Estás	embarazada,	y	darás	a	luz	un	hijo,	y
le	pondrás	por	nombre	Ismael,	porque	el	Señor	ha	escuchado	tu	aflicción»	(vv.
9–11).
Agar,	reconfortada	por	este	mensaje,	declaró:	«¡Tú	eres	el	Dios	que	me	ve!»	(v.
13b,	RV1960).
«El	Dios	que	me	ve»	¡Qué	declaración	tan	profunda!
¡Cuánto	necesita	este	mundo	herido	que	alguien	lo	vea,	que	tome	en	cuenta	a
todos	los	seres	humanos	que	viven	en	él,	y	los	trate	con	compasión	y	amor!
Cuanto	más	observamos	a	la	gente	que	nos	rodea,	tanto	más	notamos	cuán
quebrados	y	lastimados	están.	Las	multitudes	de	la	amada	humanidad	hecha	a
imagen	del	Dios	Todopoderoso	habitan	en	todo	el	mundo	en	las	más	diversas
condiciones	físicas	y	económicas.	Algunos	sufren	hambruna	y	enfermedad,	y
viven	en	extrema	pobreza,	con	la	incertidumbre	de	si	tendrán	suficiente	alimento
o	agua	para	sobrevivir	otro	día.	Otros,	residen	en	mansiones	con	todo	tipo	de
lujos	y	placeres	imaginables.
Hay	multitudes	que	viven	entre	estos	dos	extremos,	pero	todos	necesitamos	algo
más	que	el	sustento	físico,	el	vestuario	y	la	vivienda.	Nuestra	alma	eterna,	la
milagrosa	parte	de	nuestro	ser	que	nos	distingue	de	otras	criaturas,	también	tiene
necesidades.	Nuestra	alma	tiene	hambre	y	sed	de	encontrar	un	sentido;	nuestra
alma	anhela	el	amor	que	recibimos	de	los	demás	desde	el	momento	en	que
respiramos	por	primera	vez.	El	alma	es	una	obra	maestra	del	Padre	Dios	quien
estampó	su	imagen	en	la	humanidad.	Sin	embargo,	las	angustias	y	los	retos	de	la
vida	pueden	resquebrajar	su	delicada	belleza	vitral.
Las	preguntas	y	las	dudas	sobre	nuestro	valor	pueden	hablar	con	tanta	fuerza	en
nuestra	mente	que	nos	impide	escuchar	algo	diferente.	Los	alimentos	pueden
sustentar	el	cuerpo	y	el	agua	pueden	saciar	nuestra	sed	física,	pero	¿qué	satisface
y	da	descanso	a	nuestra	alma	dolorida	y	quebrantada?	El	dinero	tal	vez	ofrezca
un	refugio	y	un	sentido	tangible	de	seguridad	para	el	futuro.	Pero	¿qué	pueden
hacer	las	riquezas	para	sanar	el	quebranto	del	alma	de	una	persona	que	tiene
todas	las	comodidades	que	este	mundo	ofrece	y	que,	aun	así,	se	siente
abandonada	o	ridiculizada	con	el	alma	pisoteada,	y	astillada	en	mil	pedazos?
¿Te	has	encontrado	sola,	confundida,	agobiada	y	desesperada?	Quizás,	como
Agar,	estás	en	medio	de	un	desierto	sin	señal	alguna	de	ayuda	ni	esperanza,	y	tu
corazón	ha	llegado	a	un	lugar	más	allá	de	la	desesperación	y	el	desaliento.
Quizás	estás	sintiendo	el	embate	y	el	peso	del	pecado	de	otros,	y	te	sientes
confundida	respecto	a	cómo	seguir	adelante.	¿Alguien	te	ha	abandonado	y	ha
destruido	tu	autoestima	y	la	alegría	que	una	vez	hubo	en	tu	vida?	¿Te	encuentras
inesperadamente	sola	y	rodeada	de	responsabilidades	y	compromisos	que
todavía	no	sabes	cómo	enfrentar?
Quizás	estás	experimentando	el	dolor	de	tus	propias	malas	decisiones.	Las
transigencias	eran	pequeñas	al	comienzo,	pero	se	han	hecho	gigantescas	y	ahora
te	sientes	cercada	por	todos	lados	debido	a	las	malas	decisiones	y	no	sabes	cómo
volverás	a	encaminar	tu	vida.	Pareciera	que	la	esperanza	está	muy	lejos,	y	cada
momento	te	recuerda	de	lo	que	no	tienes,	al	mismo	tiempo	que	anhelas	lo	que
podrías	tener.
Tal	vez	no	te	encuentras	en	una	situación	dolorosa	ni	tampoco	estés	viviendo	una
temporada	difícil.	Quizás	anhelas	conocer	a	Dios	más	profundamente,	estudiar
su	Palabra	y	vivirla.	Pudiera	ser	que	te	preguntes	si	realmente	hay	una
diferencia.	¿Hay	alguien	que	ve	y	le	importa	tu	fidelidad?	Las	personas	a	tu
alrededor	parecen	estar	floreciendo	mientras	que	tú	te	sientes	anónima,	ignorada
y	olvidada.	Solo	deseas	que	alguien,	cualquiera,	note	tu	presencia	y	se	conecte
contigo	de	una	manera	significativa.
Todas	tenemos	la	necesidad	inherente	de	ser	valoradas.	Todas	necesitamos	ser
sanadas	del	efecto	de	los	errores	y	las	heridas	que	este	mundo	y	otros	han
infligido	en	el	tesoro	de	nuestra	alma.	Todas	necesitamos	el	toque	y	el	cuidado
de	otros,	pero	tenemos	una	necesidad	profunda	de	un	amor	que	es	superior	a
todo	lo	que	el	mundo	nos	puede	ofrecer.
¿Anhelas	esto?	¿Sientes	a	veces	que	nadie	podría	llegar	a	conocer	tu	anhelo	de
ser	vista	y	valorada,	de	ser	atesorada	por	quién	eres,	en	el	medio	de	tus
circunstancias	complicadas?
¡Tengo	buenas	nuevas	para	ti!:	el	Dios	infinito,	omnisciente,	omnipotente	que
vio	las	profundidades	del	alma	de	Agar,	y	la	encontró	mientras	viajaba	por	el
desierto,	quiere	hacer	lo	mismo	contigo.	Este	Dios,	tu	Dios,	te	ve.	Él	te	ve,	estés
donde	estés.	Él	ve	dónde	has	estado	y	hacia	dónde	vas.	Él	ve	tus	errores	y	tus
éxitos.	Él	ve	tus	fortalezas	y	tus	debilidades.	Él	ve	lo	que	te	gusta	y	lo	que	odias.
Él	ve	tu	angustia,	tu	alegría	y	tu	triunfo.	Él	ve	tus	anhelos	más	profundos	y	sabe
exactamente	lo	que	necesitas.	¡Él	lo	ve	todo,	y	aún	tiene	más	para	ti!
Dios	quiere	que	sepas	que	Él	te	ve	desde	una	perspectiva	perfecta	y	eterna.	Él
quiere	consolarte,	ofrecerte	su	tierna	corrección	y	señalarte	el	rumbo	correcto.
Este	Dios	que	te	ve	quiere	darte	el	poder	que	necesitas	para	el	viaje	de	la	vida	y
mostrarte	los	planes	y	las	promesas	que	tiene	para	ti.	La	vida	que	Él	ofrece	es
grande	y	profunda,	llena	de	propósito	y	esperanza.	Él	se	ofrece	a	guiarte	a	toda
verdad	y	a	poner	un	fundamento	firme	bajo	de	tus	pies.
Este	Dios,	el	maravilloso	Dios	Creador	de	todas	las	cosas,	quiere	que	sepas	que
Él	te	ama.	Tú	eres	su	tesoro	y	tiene	planes	maravillosos	para	ti.	Te	animo	a	que
dejes	que	te	guíe	en	este	viaje.	Aunque	podría	comenzar	con	un	desierto	árido	y
estéril,	con	toda	seguridad	tendrás	experiencias	en	la	cima	de	la	montaña	que
alegrarán	tu	alma.	Él	quiere	que	tu	vida	sea	llena	de	alegría	y	satisfacción.	Él
tiene	planes	específicos	para	ti,	cosas	buenas	que	preparó	aún	antes	de	que	lo
conocieras.	Efesios	2:10	dice:	«Porque	somos	hechura	de	Dios,	creados	en
Cristo	Jesús	para	buenas	obras,	las	cuales	Dios	dispuso	de	antemano	a	fin	de	que
las	pongamos	en	práctica».
Él	tiene	reservadas	promesas	invaluables	y	grandes	propósitos	para	tu	existencia.
Tú,	mi	amiga,	eres	amada.
Eres	anhelada.
Eres	muy	valorada	y	apreciada.
Tú	eres	…	amada	por	el	Dios	que	te	ve.
1
CAPÍTULO
La	mujer	en	el	pozo—
El	Dios	que	ve	mis	necesidades
más	profundas
Juan	4
KAY	BURNETT
Sicar,	Samaria:	durante	el	ministerio	de	Jesús
La	mujer	acomodó	la	vasija	de	barro	en	sus	brazos	para	aliviar	el	cansancio.	Un
polvo	fino	recubría	sus	pies	y	sandalias	mientras	caminaba	bajo	el	calordel	sol
del	mediodía.	¡Cuán	refrescante	se	sentiría	una	lluvia!	Dalia	bajaba	la	mirada,
mientras	pasaba	por	las	casas	del	pueblo	de	camino	al	pozo.	Para	entonces,	ya
sabía	qué	esperar	y	hacía	todo	lo	que	podía	para	evitar	las	conversaciones.
Hacía	mucho	tiempo	que	había	abandonado	la	costumbre	de	reunirse	con	las
mujeres	de	la	aldea	para	sacar	agua	en	las	horas	más	frescas	del	día.	Cuando	era
joven,	ella	había	disfrutado	de	ese	encuentro	diario,	enterarse	de	las	noticias	de
la	aldea	y	escuchar	sobre	el	bebé	más	reciente	o	los	nuevos	desposorios.	En	el
pozo	nacían	amistades	y	también	rivalidades.
Pero	con	los	años	su	situación	cambió.	Sus	ofensas	la	perseguían	como	oleadas
de	culpa	y	vergüenza,	especialmente	cuando	iba	a	la	aldea.	La	gente	conocía	su
pasado,	así	como	de	su	situación	actual.	El	secreteo	y	las	miradas	de
desaprobación	ardían	como	sal	en	una	herida.	Para	evitar	estos	encuentros,	ella
tomaba	un	camino	más	largo	o	elegía	la	hora	menos	conveniente	en	el	día	para
sacar	agua	del	pozo	de	Jacob.
El	sol	del	mediodía	le	abrazaba	fuerte	mientras	iba	lentamente	al	pozo.	El	dolor
que	sentía	en	su	alma	era	más	pesado	que	cualquier	carga	física.	Algunas
lágrimas	que	brotaban	de	sus	ojos	amenazaban	revelar	los	pensamientos	que	ella
desesperadamente	quería	ocultar.	¿Esto	es	todo	lo	que	hay	en	la	vida	para	mí?
¿Acaso	fui	destinada	para	esta	existencia	en	la	que	me	siento	atrapada?	Ella
siempre	quiso	sentirse	amada,	valorada	e	incluso	atesorada.	Siempre	quiso
sentirse	segura	y	protegida,	importante	a	los	ojos	de	alguien.
Al	meditar	en	su	pasado,	consideró	la	relación	que	había	tenido	con	hombres	que
habían	hecho	estragos	en	su	vida,	dejando	cicatrices	en	su	corazón	con	cada
doloroso	fracaso.	Recientemente,	con	la	ilusión	de	ser	aceptada	una	vez	más,
había	iniciado	una	relación	sin	medir	las	posibles	consecuencias.	Rápidamente,
se	dio	cuenta	de	que	era	otro	error.	Suspirando	y	conteniendo	las	lágrimas,	se
acercó	al	pozo.
Al	llegar,	notó	que	allí	estaba	alguien	cansando	y	cubierto	de	polvo	del	camino.
Por	su	apariencia	ella	notó	que	era	un	judío.	El	temor	la	hizo	sonrojar.	Enfocada
en	su	tarea,	ella	esperaba	que	el	forastero	no	le	hablara	ni	la	acosara	de	manera
alguna.	¡Hoy	no,	por	favor!	Déjeme	sacar	agua	y	volver	a	mi	casa	sin	ningún
problema.	Ella	bajó	su	cántaro	al	pozo.
El	forastero	percibió	la	ansiedad	y	la	agitación	de	ella,	y	le	habló	suavemente:
«Dame	un	poco	de	agua»	(v.	7,	NTV).
¿Realmente	le	había	hablado,	le	había	pedido	agua?
En	ese	instante	recordó	años	de	desagradables	encuentros	con	otros	judíos,	y	su
respuesta	fue	rápida	y	amarga.	«¿Cómo	se	te	ocurre	pedirme	agua,	si	tú	eres
judío	y	yo	soy	samaritana?»	(v.	9).	Su	cántaro	golpeó	el	agua	y	comenzó	a
llenarse.	Él	no	tenía	vasija	para	sacar	agua,	por	lo	que	ella	dudó	de	su	intención.
Además,	ella	sabía	que	los	judíos	despreciaban	a	su	pueblo.	A	los	ojos	de	un
hombre	judío	no	había	una	posición	más	baja	que	ser	samaritano	y	mujer.
Además,	le	era	prohibido	a	un	judío	beber	de	un	vaso	que	hubiera	tocado	una
mujer	samaritana,	quien	era	considerada	impura	perpetuamente.
Sin	ser	afectado	por	su	cáustica	respuesta,	se	oyó:	«Si	supieras	lo	que	Dios
puede	dar,	y	conocieras	al	que	te	está	pidiendo	agua	—contestó	Jesús—tú	le
habrías	pedido	a	él,	y	él	te	habría	dado	agua	que	da	vida»	(v.	10).
Nerviosa	por	este	inesperado	encuentro	con	un	extraño	y	sorprendida	por	su
apacible	trato,	Dalia	se	detuvo	y	lo	observó,	mientras	sacaba	el	cántaro	del	agua.
«Señor,	ni	siquiera	tienes	con	qué	sacar	agua,	y	el	pozo	es	muy	hondo;	¿de
dónde,	pues,	vas	a	sacar	esa	agua	que	da	vida?	¿Acaso	eres	tú	superior	a	nuestro
padre	Jacob,	que	nos	dejó	este	pozo,	del	cual	bebieron	él,	sus	hijos	y	su	ganado?
(vv.	11,	12).
La	paciencia	con	que	escuchaba	las	respuestas	secas	que	ella	le	daba	la
sorprendió.	Él	respondió	con	toda	calma:	«Todo	el	que	beba	de	esta	agua	volverá
a	tener	sed,	pero	el	que	beba	del	agua	que	yo	le	daré	no	volverá	a	tener	sed
jamás,	sino	que	dentro	de	él	esa	agua	se	convertirá	en	un	manantial	del	que
brotará	vida	eterna»	(vv.	13,	14).
En	su	interior,	ella	comprendió	que	Él	estaba	hablando	de	algo	más	que	solo
agua.	¿Había	algún	tipo	de	agua	que	pudiera	saciar	su	sed	física	y	lavar	mucho
más	que	el	polvo	que	cubría	sus	pies?	¿Conocía	Él	el	agua	que	podía	lavar	la
vergüenza	asentada	en	cada	grieta	y	cicatriz	de	un	corazón	herido?
Esta	vez,	su	respuesta	fue	un	silencioso	anhelo	en	vez	de	sarcasmo.	«Señor,
dame	de	esa	agua	para	que	no	vuelva	a	tener	sed	ni	siga	viniendo	aquí	a	sacarla».
Por	favor,	pensó	ella.	¡Ayúdame!	¡Satisface	esta	sed	interior	que	nunca	se
acaba!
Repentinamente	y	sin	advertencia,	brotaron	de	ella	emociones	que	había	tenido
toda	su	vida	y	respondió	a	esa	sed	interior.	Sí,	tenía	sed	…	tenía	sed	de
respuestas	que	la	levantaran	de	su	baja	condición	de	vida,	respuestas	que
pusieran	fin	a	estas	caminatas	solitarias	al	pozo	cada	día.	¡Sí!	Ella	quería	gritar.
¡Sí!	¡Dame	del	agua	viva!	Dame	lo	que	mi	alma	anhela	y	necesita.
La	mirada	del	hombre	llegó	a	lo	más	profundo	de	su	alma,	como	si	examinara	su
espíritu	herido.	«Ve	a	llamar	a	tu	esposo,	y	vuelve	acá».
Bajando	la	cabeza,	habló	suavemente	y	el	arrepentimiento	asfixiaba	cada
palabra.	«No	tengo	esposo».	Estaba	avergonzada.
«Bien	has	dicho.	Es	cierto	que	has	tenido	cinco,	y	el	que	ahora	tienes	no	es	tu
esposo».
¿Cómo	pudo	saber	eso	de	ella?	Esperando	el	habitual	menosprecio,	con
nerviosismo	levantó	la	vista.	¿Qué	extraño?	No	veía	condenación	en	su	mirada,
sino	otra	cosa.	Él	sabía	acerca	de	su	pecado,	pero	sus	ojos	todavía	reflejaban
ese	respeto	por	su	dignidad	personal.	A	diferencia	de	los	demás	que	conocían
sus	circunstancias	pasadas	y	presentes,	este	hombre	no	apartó	la	mirada	ni	dio
un	paso	atrás	para	alejarse	de	ella.	Él	dijo	claramente	lo	que	ella	y	muchos
otros	sabían:	su	estilo	de	vida	había	sido	sórdido	y	vergonzoso.	De	pie	cerca	de
él,	mirándolo	a	los	ojos,	y	oyendo	su	declaración	serena,	sintió	una	profunda
conciencia	de	su	pecado.
Este	hombre	tenía	que	ser	un	santo,	¡un	profeta!	Los	samaritanos	diferían	de	los
judíos	en	su	adoración	a	Dios,	mezclando	los	dioses	paganos	con	el	Dios	judío.
Ella	nunca	se	sintió	segura	en	la	manera	que	los	samaritanos	adoraban.
Preguntas	que	había	albergado	toda	su	vida	salieron	a	la	superficie.
«Nuestros	antepasados	adoraron	en	este	monte,	pero	ustedes	los	judíos	dicen	que
el	lugar	donde	debemos	adorar	está	en	Jerusalén».	¡Ayúdame	a	entender	cómo
vivir,	cómo	adorar	correctamente!	Quizás	eso	es	lo	que	falta	en	mi	vida.	¿No
habían	estado	los	samaritanos	esperando	y	buscando	un	profeta	que	vendría
después	de	Moisés	trayendo	restauración	y	esperanza?¹
Él	respondió	amablemente	a	su	pregunta.	«Pero	se	acerca	la	hora,	y	ha	llegado
ya,	en	que	los	verdaderos	adoradores	rendirán	culto	al	Padre	en	espíritu	y	en
verdad,	porque	así	quiere	el	Padre	que	sean	los	que	le	adoren».	Él	continuó,
«Dios	es	espíritu,	y	quienes	lo	adoran	deben	hacerlo	en	espíritu	y	en	verdad».
El	corazón	de	la	samaritana	latió	un	poco	más	rápido	y	sintió	que	su	espíritu	se
reanimaba.	«Sé	que	ha	de	venir	el	Mesías,	llamado	el	Cristo;	cuando	él	venga
nos	declarará	todas	las	cosas».
Jesús	le	dijo:	«Yo	soy,	el	que	habla	contigo»	(v.	26,	RV1960).
Esta	revelación	la	dejó	sorprendida.	Al	instante,	creyó	que	Él	era	el	Cristo.	Dalia
dejó	su	cántaro	de	agua	y	corrió	a	la	aldea.	Toda	su	vida	ella	había	buscado	algo
o	alguien	que	llenara	el	vacío	en	su	alma.	Ella	había	anhelado	sentir	que	su	vida
tenía	valor	y	propósito.	Tenía	hambre	de	sentido	y	verdad.	Su	profunda
necesidad	de	seguridad,	compañerismo	y	felicidad	la	había	llevado	a	los	brazos
de	hombres	que	no	habían	podido	llenar	el	vacío	de	su	alma.
En	un	instante	su	mundo	cambió;	se	desligó	de	su	desesperanza	emocional	y
espiritual,	y	descubrió	una	revelación	de	verdad,	libertad	y	gozo.	De	inmediato,
la	carga	en	su	espíritu	se	desvaneció	y	por	primera	vez	en	su	vida	se	sintió	libre.
Ella,	una	mujer	pecadora	y	despreciada,	había	encontrado	al	Cristo,	el	Mesías.
Se	sentía	limpia,	liberada	del	pecado	y	de	la	vergüenza.	Dondeantes	hubo	dolor
y	culpa,	ahora	fluía	libertad	y	gozo,	esperanza	y	amor.	Ella	tenía	que	hablar,	a
cualquiera,	a	todos,	de	aquel	que	estaba	esperando	en	el	pozo	de	agua.	Los
demás	también	debían	conocerlo.
Toda	una	aldea	escuchó	acerca	de	Jesús	aquel	día,	y	muchos	de	ellos,	como
Dalia,	decidieron	seguirlo.
Jesús	desafió	las	costumbres	y	la	cultura	de	ese	tiempo	porque	habló	con	una
mujer	de	un	origen	despreciable	y	de	mal	nombre.	En	su	conversación	con	ella,
que	desafió	las	reglas	de	ese	tiempo,	le	mostró	que	Dios	la	valoraba	a	ella	tanto
como	a	Nicodemo	un	judío	rico	y	religioso	(véase	Juan	3:1-15).	La	condición,	el
nombre	o	la	riqueza	de	una	persona	no	determina	el	valor	del	alma	humana	a	los
ojos	de	Dios.
Jesús	vio	un	alma	perdida	que	necesitaba	salvación,	y	eso	es	lo	que	Él	ve
todavía.	Sea	griego,	judío,	musulmán,	hindú,	hombre,	mujer,	viejo	o	joven,	Jesús
ve	un	alma	invaluable	a	quien	quiere	redimir	y	liberar.	Jesús	todavía	busca	al
lastimado	y	al	perdido;	en	nuestro	mundo	de	hoy	encontramos	muchas	versiones
de	la	historia	de	Dalia.
Jesús	causó	una	revolución	en	sus	días	en	esta	tierra.	Él	nunca	se	inclinó	ante	la
tradición	o	las	normas	culturales	impías.	Ese	día	Él	decidió	pasar	por	Samaria;
pudo	haber	elegido	otro	camino	para	evitar	la	aldea	samaritana,	sin	embargo
decidió	pasar	por	ahí.	Además,	le	habló	a	una	mujer	y	samaritana.	Un	rabino
nunca	le	habría	dirigido	la	palabra	a	una	mujer,	especialmente	si	era	samaritana,
y	conocida	por	su	estilo	de	vida	de	pecado.	Pero,	aun	así,	Jesús	decidió	acercarse
a	ella.
Todo	lo	que	Jesús	dijo	e	hizo	mientras	estuvo	en	la	tierra	tuvo	propósito	y	fue
hecho	con	amor	y	sinceridad.	Así	fue	en	su	encuentro	con	la	samaritana.	Él
conectó	la	necesidad	física	del	agua	con	la	necesidad	espiritual	de	ella,	porque	lo
único	que	podía	satisfacer	el	anhelo	de	su	corazón	era	el	agua	viva	que	solo	Él	le
podía	ofrecer.	Jesús	usó	la	revelación	profética	acerca	de	sus	relaciones	pasadas
y	presentes,	no	para	condenarla,	hacerla	sentir	culpable	o	avergonzarla,	sino	para
abrir	su	corazón	a	la	verdad,	y	guiarla	a	la	respuesta	que	ella	necesitaba:	la
redención.
Una	historia	del	siglo	veintiuno
Como	rabino	judío,	la	decisión	de	Jesús	de	hablar	con	la	mujer	samaritana	fue
inesperada	y	abrió	la	puerta	de	redención	y	salvación	para	muchos	otros	en	esa
aldea.	Con	su	misericordia,	Él	todavía	busca	al	perdido,	como	veremos	en	la
historia	de	mi	amiga	Jackie.
Jackie	conquistó	mi	corazón	tan	pronto	estreché	su	mano.	Con	su	moderno
peinado	asimétrico	y	su	pantalón	capri	estampado,	a	los	noventa	años	de	edad	no
pasaba	inadvertida.	Su	estilo	vivaz	e	histriónico	gritaba:	Yo	soy	una	persona
interesante.	Usted	debería	conocerme.	Su	sonrisa	y	calidez	no	daba	ningún
indicio	de	una	historia	de	vida	con	años	de	dolor	ni	errores	que	cambian	la	vida.
Conversamos	tranquilas	en	un	rincón,	saboreando	unas	galletas	y	el	té.
Enseguida	abordó	la	conversación,	me	preguntó	sobre	mi	vida	y	mi	familia,
dándome	tranquilidad	y	de	alguna	manera	haciendo	que	me	sintiera	importante.
Cuando	pregunté	acerca	de	su	vida,	ella	me	habló	su	historia	con	admirable
candidez.
En	1940,	como	esposa	y	madre	de	cuatro	hijos,	Jackie	disfrutaba	su	dulce	vida.
Ella	tenía	lo	que	muchas	mujeres	querían:	un	marido	que	amaba,	los	hijos	que
había	querido	y	un	estilo	de	vida	cómodo.	Pero	su	mundo	cambió	el	día	que	su
marido	la	cambió	a	ella	y	a	sus	hijos	por	su	secretaria.	Jackie	nunca	lo	vio	venir,
pero	aquel	golpe	la	dejó	sin	aliento.	La	repentina	traición,	y	el	hecho	de	que
había	sido	ama	de	casa	por	muchos	años,	la	puso	a	ella	y	a	sus	hijos	en	una
vulnerable	posición	financiera.
Desesperada	por	encontrar	una	fuente	de	sustento	para	ella	y	sus	hijos,
inmediatamente	aceptó	un	empleo	de	nivel	básico	e	hizo	lo	mejor	que	pudo	para
avanzar.	Su	corazón	estaba	destrozado	no	solo	porque	perdió	su	matrimonio,
sino	por	las	muchas	maneras	en	que	sus	preciosos	hijos	sufrirían.	Se	sentía
absolutamente	inútil	y	luchó	con	los	prejuicios	culturales	de	su	tiempo.	Jackie
me	contó	cómo	la	gente	de	esa	época	pensaba:	No	eres	una	buena	mujer	si	no
puedes	mantener	feliz	a	tu	hombre.
Era	doloroso	enfrentar	la	vida	diaria	en	todos	los	lugares	conocidos.	Jackie
escuchaba	los	susurros	y	notaba	las	miradas	de	menosprecio	mientras	luchaba
para	cuidar	de	sus	hijos	sin	derrumbarse.	Quizás	es	cierto,	pensaba.	Quizás	soy
poca	cosa.	Quizás	no	fui	suficientemente	buena	como	para	hacer	feliz	a	mi
marido,	para	evitar	que	se	fuera	con	otra	mujer.	Sabiendo	que	era	imposible
volver	atrás	para	intentarlo,	Jackie	se	fue	deslizando	emocionalmente	en	un
agujero	oscuro	y	profundo.
Poco	después	llegó	un	hombre	a	su	vida	que	le	dio	atención	y	muchos	elogios.
Era	atento	y	estaba	interesado	en	ella,	y	escuchó	su	historia	con	corazón
compasivo.	No	solo	la	hizo	sentir	mejor,	sino	también	hermosa,	y	de	alguna
manera	deseada	y	valorada.	¡Ah,	cómo	su	atención	entró	en	lo	profundo	de	su
alma	herida!
Cegada	por	sus	emociones	Jackie	cayó	rápidamente	en	sus	brazos,	hambrienta	de
que	alguien	la	amara	y	la	valorara,	incondicional	y	verdaderamente.
Conmocionada	y	aterrorizada	al	enterarse	que	estaba	embarazada,	Jackie	le	dio
la	noticia	sin	tener	seguridad	de	cómo	él	reaccionaría.	Él	también	mostró	ser
menos	que	honorable,	al	abandonarla	a	ella	y	a	su	hijo	que	iba	a	nacer.
Anteriormente,	su	vida	había	sido	dañada	y	había	quedado	sin	estabilidad
alguna,	¿pero	ahora	qué	pensaría	la	gente?	Una	vez	más,	embarazada,	sola	y
abandonada,	Jackie	tocó	fondo	en	esa	oscura	y	horrible	etapa	de	su	vida.
Consciente	de	que	sus	hijos	tenían	el	primer	lugar,	avanzó	lo	mejor	que	pudo,
trabajando	en	empleos	con	baja	remuneración	y	luchando	para	criar	cinco	hijos
sola,	mientras	también	buscaba	sentido	y	sanidad	para	su	vida.
Felizmente,	su	historia	no	termina	aquí.	Jackie	conoció	a	Jesús	y	comenzó	una
nueva	vida	de	sanidad	y	transformación.	Emocionada	y	agradecida	por	la
salvación	y	la	promesa	de	la	eternidad	con	Dios,	ella	sirvió	a	Cristo	de	todo	su
ser.	Jesús	llenó	su	corazón	herido	y	suplió	su	necesidad	de	aceptación	y
propósito.
En	la	iglesia	donde	asistía,	Jackie	encontró	un	lugar	de	pertenencia.	Ahora,
rodeada	de	una	familia	espiritual	que	la	amaba	y	disfrutaba	de	su	compañía,	su
relación	con	el	Señor	se	hizo	más	profunda	y	fue	liberada	gracias	al	poder
sanador	de	Dios.
Secándonos	las	lágrimas,	Jackie	terminó	de	contarme	su	historia.	Luego	agregó:
«Anoche,	mientras	escuchaba	el	mensaje	que	alguien	predicó,	mi	corazón	fue
conmovido	como	nunca.	Por	primera	vez,	desde	aquellos	dolorosos	días,	siento
que	soy	libre	de	la	vergüenza.	El	peso	de	la	culpa	se	ha	ido.	¡Me	siento	libre!».
Su	rostro	irradiaba	verdadera	libertad.	Jackie	había	recibido	un	hermoso	regalo
de	Dios	a	través	de	un	sencillo	mensaje	en	un	evento	de	mujeres.	¡Jesús	sigue
revelándose	en	el	pozo	de	agua!
Yo	podría	haber	saltado	de	mi	asiento	a	causa	de	la	alegría	por	su	libertad,	pero
mi	corazón	también	se	dolía	ante	la	idea	de	que,	en	los	últimos	cincuenta	años,
Jackie	había	cargado	cierta	vergüenza	por	su	pecado	y	errores	del	pasado.	Ella
amaba	a	Jesús	y	había	aceptado	su	regalo	de	salvación.	Ella	había	disfrutado
constantemente	de	su	presencia	en	su	vida;	había	vivido	esas	últimas	décadas
sirviendo	fielmente	a	Dios	y	amando	a	los	demás,	sin	embargo,	en	todos	esos
años	no	había	conocido	la	plena	libertad	de	su	doloroso	pasado.	Ella	todavía	se
veía	a	través	de	los	lentes	viciados	que	la	rotulaban	como	una	mujer	fracasada.
Jesús	nunca	tuvo	la	intención	de	que	ella	cargara	con	esa	vergüenza	durante
cincuenta	años.
¡Gloria	a	Dios!,	Él	puede	obrar	en	cada	etapa	de	nuestra	vida,	incluso	cuando
nos	acercamos	a	los	cien	años	de	vida.	No	importa	quien	eres,	Dios	puede
satisfacer	tu	necesidad.	Él	puede	hacer	que	su	palabra	cobre	vida	en	tu	corazón	y
te	libere	del	fracaso	y	la	culpa.
¿Qué	acerca	de	ti,	amiga?
La	mujer	samaritana	tenía	la	necesidad	natural	de	que	la	amaran	y	la	valoraran,	y
por	buscar	satisfacción,	como	Jackie,	había	pasado	por	relaciones	dolorosas.
Nuestra	necesidad	humana	de	ser	amadas	y	valoradassolo	Dios	la	satisface	en	lo
más	profundo	de	nuestra	alma.	Entonces,	cuando	las	relaciones	humanas	fallan	o
alguien	nos	traiciona,	nuestro	valor	como	persona	no	es	dañado	ni	destruido.
Cuando	ponemos	nuestro	valor	en	Dios,	podemos	lidiar	con	las	tormentas	y
etapas	dolorosas	de	la	vida.
Tanto	la	mujer	samaritana	como	Jackie	buscaron	agua,	o	personas,	para	saciar	la
sed	espiritual.	Intentaron	satisfacer	el	alma	«bebiendo	agua»	de	fuentes	humanas
a	través	de	las	relaciones	que	no	las	saciaban	y	que	finalmente	fracasaron.	Ese
día	Jesús	vio	a	la	mujer	samaritana	en	el	pozo,	la	vio	de	verdad.	Él	comprendió
su	profunda	necesidad	de	ser	amada	y	valorada.	Él	la	había	valorado	antes	de
que	ella	respirara	por	primera	vez.	Jesús	también	vio	el	sufrimiento	que	enfrentó
Jackie	y	la	desgarradora	traición	de	los	hombres	en	su	vida.	Él	la	vio	caer	en	el
pecado	por	su	profunda	necesidad	de	ser	amada	y	valorada.	Él	vio	cada	lágrima
que	derramó,	cada	intento	de	encontrar	respuestas	en	los	lugares	equivocados
para	su	corazón	quebrantado.	Él	vio	a	estas	dos	mujeres	cuando	otros	las
ignoraron	o	maltrataron,	y	las	amó.
¿De	qué	pozo	estás	bebiendo	que	no	sacia	tu	sed?	¿De	qué	te	estás	llenando,	de
lo	que	proviene	de	una	fuente	humana	en	vez	del	Cristo	vivo?	¿Tienes	un	dolor
interior	debido	a	un	anhelo	que	no	sabes	cómo	satisfacer?
¿Estás	luchando	con	los	rechazos,	los	pecados	y	los	fracasos	del	pasado,
sepultada	bajo	el	gran	peso	de	la	vergüenza?	¿Será	que	otros	han	marcado	tu
vida	con	palabras	hirientes?	Tal	vez	no	has	dependido	de	relaciones	para	tu	valía,
sino	de	posesiones	o	títulos.
En	verdad,	nuestra	necesidad	más	profunda	de	ser	conocidas,	amadas	y
valoradas	solo	puede	ser	satisfecha	en	una	relación	con	Jesucristo.	Solo	Él	tiene
poder	para	perdonar	nuestros	pecados	y	sanar	nuestra	alma.	Solo	Él	puede
ofrecer	una	vida	libre	de	culpa	y	vergüenza.	Hoy	no	tienes	razón	de	vivir
postergada	ni	angustiada	a	causa	de	los	errores	que	cometiste	en	el	pasado.
¡Jesús	no	quiere	que	vivas	una	sola	hora	de	esclavitud	a	la	vergüenza!	Él	quiere
que	recibas	su	amor	y	perdón.
Él	te	ve	amada	y	conoce	tus	necesidades	más	profundas.	Él	te	ama	y	te	valora.	Él
quiere	suplir	las	necesidades	de	tu	vida	como	nadie	puede	hacerlo.	Él	es	tu
respuesta	y	quien	te	da	sentido	de	identidad,	si	aceptas	el	amor	que	te	ofrece.
Él	te	ve	y	…	te	ama.
Pensemos	cómo	Dios	ve	nuestra	necesidad	más	profunda:
•Solo	Dios	puede	satisfacer	nuestra	necesidad	más	profunda	de	ser	amadas	y
valoradas.
•Dios	ve	más	allá	de	nuestros	pecados	y	fracasos;	ve	a	la	persona	con	propósito
que	Él	creó.
•Dios	puede	usar	nuestra	historia	para	traer	salvación,	aliento	y	libertad	a	otros.
•Como	creyentes	en	Cristo,	Dios	nos	invita	a	andar	en	libertad,	no	encadenadas	a
la	culpa	y	la	vergüenza.
COSAS	PARA	TENER	EN	CUENTA
1.¿A	qué	«pozo»	te	diriges	en	vez	de	ir	a	Dios	para	tu	realización,	paz	y
bienestar?
2.Pide	al	Espíritu	Santo	que	te	revele	a	quien	no	has	perdonado.	Considera
escribir	en	tu	diario	de	oración	una	declaración	de	perdón	para	las	personas	que
Dios	traiga	a	tu	pensamiento.
3.Si	todavía	llevas	sobre	ti	la	culpa	y	la	vergüenza	de	los	errores	del	pasado,
considera	la	posibilidad	de	escribir	algunos	de	los	versículos	mencionados	en
este	libro	sobre	tarjetas	de	índice.	Recuerda	leerlos	varias	veces	cada	día.
Pégalos	en	tu	espejo,	llévalos	en	tu	bolso	o	memorízalos.	Deja	que	la	Palabra	de
Dios	limpie	tu	corazón	y	tu	mente	con	su	perdón	amoroso	y	te	llene	con	la
verdad.
Escrituras	que	satisfacen	tu	alma
Mi	alma	quedará	satisfecha	como	de	un	suculento	banquete,	y	con	labios
jubilosos	te	alabará	mi	boca.
~	SALMO	63:5
El	Señor	te	guiará	siempre;	te	saciará	en	tierras	resecas,	y	fortalecerá	tus
huesos.	Serás	como	jardín	bien	regado,	como	manantial	cuyas	aguas	no	se
agotan.
~	ISAÍAS	58:11
Dichosos	los	que	tienen	hambre	y	sed	de	justicia,	porque	serán	saciados.
~	MATEO	5:6
¡Que	den	gracias	al	Señor	por	su	gran	amor,	por	sus	maravillas	en	favor	de	los
hombres!	¡Él	apaga	la	sed	del	sediento,	y	sacia	con	lo	mejor	al	hambriento!
~	SALMO	107:8,	9
El	Señor	está	cerca	de	los	quebrantados	de	corazón,	y	salva	a	los	de	espíritu
abatido.
~	SALMO	34:18
Antes	bien,	como	está	escrito:	«Cosas	que	ojo	no	vio,	ni	oído	oyó,	ni	han	subido
en	corazón	de	hombre,	son	las	que	Dios	ha	preparado	para	los	que	le	aman».
~	1	CORINTIOS	2:9,	RV1960
Si	confesamos	nuestros	pecados,	Dios,	que	es	fiel	y	justo,	nos	los	perdonará	y
nos	limpiará	de	toda	maldad.
~	1	JUAN	1:9
PREGUNTAS	PARA	LA	APLICACIÓN	Y	LA	CONVERSACIÓN
1.¿Conoces	a	una	mujer	que	buscó	en	otras	fuentes	para	satisfacer	sus
necesidades	y	luego	se	encontró	con	Jesús?	¿Cómo	fue	que	Jesús	satisfizo	sus
necesidades?
2.Nombra	algunas	de	las	fuentes,	aparte	de	Dios,	donde	las	mujeres	buscan
significancia,	importancia	y	realización.
3.¿De	qué	manera	las	mujeres	pueden	actuar	entre	ellas	de	manera	equivocada?
¿Qué	comportamientos	alternativos	honrarían	a	Dios,	y	a	cada	una?
4.¿Cómo	puede	Dios	usar	nuestro	testimonio	para	atraer	a	otros	a	sí	mismo?
5.Dedica	unos	minutos	a	compartir	un	ejemplo	de	cómo	Dios	ha	satisfecho	tus
necesidades	más	profundas.
En	tu	diario
Escribe	algunas	frases	para	explicar	las	necesidades	más	profundas	de	tu	vida.
Pide	al	Espíritu	Santo	que	te	revele	si	de	alguna	manera	has	buscado	las
respuestas	a	esas	necesidades	en	otras	fuentes.	Pídele	que	te	muestre	cómo	la
presencia	de	Dios	y	su	Palabra	pueden	satisfacer	tus	necesidades.
2
CAPÍTULO
María	de	Betania—
El	Dios	que	quiere	que	le	conozcas
Lucas	10:38–42;	Juan	11–12:8
KERRY	CLARENSAU
Betania:	durante	el	ministerio	de	Jesús
La	casa	de	Marta	rebosaba	de	vida.	El	delicioso	aroma	de	la	comida	se	difundía
en	el	ambiente,	y	el	estómago	de	los	comensales	gruñía	de	gusto.	En	la	sala
principal	de	la	casa,	había	un	grupo	de	hombres	hambrientos	y	cansados	después
del	viaje.	Algunos	sentados	en	sofás	y	sillas	improvisadas,	otros	en	el	suelo	o
apoyados	en	la	pared,	los	visitantes	estaban	en	cada	rincón	de	la	sala.	Se	notaba
que	estaban	felices	de	estar	ahí	y	no	expuestos	al	sol	y	el	viento.	Se	escuchaba
como	cada	uno	relataba	su	versión	de	la	increíble	semana	que	habían	pasado	con
Jesús.	Aunque	en	el	rostro	mostraban	agotamiento,	el	entusiasmo	era	claro	en	la
conversación.
Mientras,	Marta	se	movía	de	un	lugar	a	otro	en	la	casa;	verificando	que	las
mesas	estuvieran	perfectamente	preparadas;	limpiando	las	manchitas	de	la
última	comida	que	había	servido;	acomodando	las	vasijas	sobre	las	ascuas,	para
que	cada	plato	estuviera	preparado	a	la	perfección.	Después	de	todo,	tenía	que
defender	su	fama	de	la	mejor	cocinera	de	Betania.	A	Marta	le	encantaban	los
detalles	de	la	hospitalidad	y	tener	su	casa	en	orden,	y	era	muy	buena	en	esta
tarea,	pero,	lamentablemente,	se	molestaba	cuando	veía	migas	o	polvo	en	el	piso.
Ella	tomó	una	escoba,	la	puso	en	manos	de	su	hermana	y	le	hizo	señas	de	que
barriera	los	pisos.	Marta	estaba	afanada	de	tal	manera	para	que	todo	estuviera
perfecto	para	la	cena,	que	apenas	escuchaba	las	palabras	de	sus	huéspedes.
María	obedientemente	tomó	la	escoba	y	comenzó	a	barrer	el	piso,	pero	su
corazón	no	estaba	en	la	tarea;	estaba	más	interesada	en	lo	que	Jesús	estaba
diciendo.	Ella	sabía	muy	bien	que	los	lugares	alrededor	de	los	grandes	maestros
como	Jesús,	normalmente	eran	para	los	hombres.	Sin	embargo,	a	pesar	de	las
tradiciones	de	su	tiempo,	María	se	sintió	acogida	por	Jesús	para	unirse	a	los	que
escuchaban	su	enseñanza.	Si	me	acerco	un	poco	más,	tal	vez	pueda	barrer	y
todavía	escuchar	lo	que	Jesús	está	diciendo.	Conforme	se	acercaba	a	Jesús,	su
barrido	era	más	lento	y	no	pasó	mucho	tiempo	antes	de	que	la	escoba	quedara
inmóvil	y	apoyada	contra	el	marco	de	la	puerta.	María	encontró	un	lugar	en	el
piso	donde	se	sentó	junto	a	Jesús,	cautivada	por	cada	palabra	que	decía.
Atraída	por	las	ideas	que	compartía,	nada	más	importaba	en	ese	momento,	sino
solo	las	palabras	de	vida	que	Jesús	comunicaba	desde	su	corazón.	Él	era
diferente	a	cualquier	otra	persona	que	ella	conocía.	Todo	lo	que	decía	penetraba
en	su	alma	de	una	maneraindescriptible.	Sus	palabras	producían	convicción,
pero	también	daban	esperanza	y	paz.	O,	cuánto	quiero	quedarme	en	su	presencia.
María	oró	silenciosamente	que	pudiera	retener	y	entender	lo	que	Jesús	decía.
Cautivada	por	las	palabras	de	Jesús,	María	no	se	dio	cuenta	de	que	Marta	estaba
disgustada	con	ella.	Marta	tosía	sutilmente	para	llamar	la	atención	de	María,
pero	esta	última	no	apartaba	la	mirada	de	Jesús.	Entonces	Marta	tomó	la	escoba
y	pasó	por	detrás	de	Jesús,	fijando	la	mirada	en	María.	En	ese	momento
comenzó	a	barrer	con	movimientos	exagerados.	«Seguro	que	esta	vez	María	se
dará	cuenta	y	se	levantará	para	ayudarme»,	murmuró	Marta.	Algunos	de	los
amigos	de	Jesús	contuvieron	la	risa	al	notar	las	necedades	que	hacía	Marta.	Pero
su	hermana	estaba	perfectamente	quieta,	sin	poner	atención	a	ninguna	cosa,	solo
a	las	palabras	de	Jesús.	Finalmente,	Marta	totalmente	frustrada,	no	pudo	más	y
exclamó:	«¡En	serio!	Jesús,	¿no	te	importa	que	estoy	haciendo	todo	este	trabajo
sola?	¡Puedes	decirle	a	mi	hermana	que	se	levante	y	me	ayude!»	(paráfrasis	de	la
autora	basada	en	Lucas	10:40).
Quizás	había	otros	asuntos	en	el	corazón	de	Marta	que	provocaron	su	enojo,
además	de	tener	que	hacer	las	tareas	domésticas.	¿Estaría	molesta	porque	María
había	asumido	una	postura	de	discípula	al	sentarse	y	escuchar	las	enseñanzas	de
Jesús?	Quizás	Marta	también	quería	sentarse	y	escuchar,	pero	estaba	distraída
por	las	migas	en	el	piso.
Jesús	notó	la	irritación	de	Marta,	pero	también	entendía	que	María	quería
aprender.	Ella	estaba	cautivada	con	sus	palabras	y	aspiraba	a	entender	la	verdad.
Jesús	parecía	estar	complacido	de	que	María	no	dejó	que	las	tradiciones	o	las
ocupaciones,	incluso	las	expectativas	de	su	hermana	la	distrajeran	de	pasar
tiempo	con	Él.	Más	bien	era	Marta	quien	debía	entender	que	el	quehacer
doméstico	no	era	tan	importante	como	ella	pensaba.	Pero,	en	ese	momento,	ella
se	encontraba	atrapada	por	la	presión	social	de	ser	la	anfitriona	perfecta.	De
inmediato,	Jesús	respondió	al	arrebato	de	Marta,	y	le	dijo:	«Marta,	Marta,
afanada	y	turbada	estás	con	muchas	cosas.	Pero	sólo	una	cosa	es	necesaria;	y
María	ha	escogido	la	buena	parte,	la	cual	no	le	será	quitada»	(Lucas	10:41,	42,
RV1960).	Marta	en	su	distracción	se	estaba	perdiendo	la	oportunidad	de	estar
con	Jesús,	de	pasar	tiempo	de	calidad	en	su	presencia.
Solo	podemos	imaginar	los	pensamientos	y	las	emociones	en	ese	momento	de
estas	dos	hermanas.	¿Entendió	Marta	lo	que	se	estaba	perdiendo	y	el	valor
temporal	que	tenían	esas	distracciones	domésticas?	¿Estaba	María	plenamente
consciente	de	que	solo	hay	una	cosa	por	la	que	vale	la	pena	preocuparse,	y	ella	la
había	descubierto?	Cualesquiera	que	hayan	sido	sus	pensamientos,	el	mensaje	de
Jesús	fue	claro.	Él	quería	que	ambas	hermanas	lo	conocieran,	que	escucharan	su
corazón	y	entendieran	sus	palabras;	esa	era	la	mejor	elección	que	ellas	podían
hacer.	En	ese	momento,	siendo	Jesús	el	invitado,	pasar	tiempo	con	Él	era	lo	más
importante.	Las	migajas	y	el	polvo	podían	esperar.
A	partir	de	ese	momento,	el	tiempo	que	María	pasó	escuchando	a	Jesús	impactó
significativamente	cada	día	de	su	vida,	tanto	los	buenos	como	los	desafiantes.
Uno	de	los	días	más	difíciles	fue	cuando	su	hermano,	Lázaro,	enfermó	de
muerte.	Cualquiera	que	había	visto	a	Jesús	sanar	a	los	enfermos	sabía	que	solo
un	toque	haría	que	Lázaro	se	recuperara.	Pero,	ella	y	Marta	enviaron	un	mensaje
urgente	a	Jesús	acerca	de	la	penosa	situación.	Jesús	llegó	después	de	que	Lázaro
había	muerto.	Bajo	una	densa	nube	de	dolor,	los	familiares	y	amigos	rodearon	a
las	hermanas	en	duelo.	Para	cuando	Jesús	llegó	a	Betania,	Lázaro	ya	había
estado	en	la	tumba	por	cuatro	días.	Cuando	María	llegó	a	donde	estaba	Jesús	y	lo
vio,	se	arrojó	a	sus	pies	y	le	dijo:	«Señor,	si	hubieras	estado	aquí,	mi	hermano	no
habría	muerto»	(Juan	11:32).	Fue	una	proclamación	de	fe,	la	fe	que	había	crecido
por	pasar	tiempo	a	los	pies	de	Jesús.
María	conocía	y	amaba	a	Jesús,	pero	la	respuesta	de	Jesús	revela	cuánto	Él
conocía	y	amaba	a	esta	preciosa	familia.	Su	tristeza	le	produjo	lágrimas,	y
aunque	Jesús	sabía	que	todo	estaba	a	punto	de	cambiar,	sintió	profundamente	el
dolor	de	estas	mujeres.
Lo	que	sucedió	a	continuación	fue	increíble:	¡Jesús	levantó	a	Lázaro	de	entre	los
muertos!	Ese	día,	Betania	se	llenó	de	gran	gozo	y	asombro.
Algún	tiempo	después,	Jesús	estaba	comiendo	nuevamente	en	casa	de	sus
amigos	en	Betania.	Esta	vez,	María	estaba	llena	de	gratitud,	cuanto	más	conocía
a	Jesús,	tanto	más	lo	amaba.	Ella	quería	de	alguna	manera	expresar	lo	que	Él
significaba	para	ella.	En	una	exhuberante	demostración	de	adoración,	ella	vertió
sobre	los	pies	de	Jesús	un	costoso	ungüento	hecho	de	nardo	puro,	y	después
enjugó	sus	pies	con	sus	cabellos.	Los	demás	en	la	sala	no	entendieron	esa
demostración,	pero	Jesús	sabía	exactamente	lo	que	había	en	el	corazón	de	ella	y
les	impidió	que	dudaran	de	su	motivación.
Para	María,	este	fue	un	acto	de	adoración.	Una	acción	que	reflejaba	su
conocimiento	de	Jesús	y	su	profundo	amor	por	Él.	Sin	embargo,	esta	expresión
de	adoración	la	situó	en	un	momento	mayor	que	ella	misma.	Sin	saberlo,	estaba
preparando	a	Jesús	para	su	sepultura.	Días	después,	cuando	estaba	en	la	cruz,
entregando	su	vida	por	los	pecados	de	ella	y	los	nuestros,	en	el	aire	se	podía	oler
la	fragancia	de	aquel	nardo.
La	vida	de	María	muestra	claramente	que	Jesús	entiende	nuestro	anhelo	de
conocerlo;	después	de	todo,	Él	produce	en	nosotros	ese	anhelo.	Su	Espíritu
despierta	nuestro	corazón	para	acercarnos	a	Aquel	que	nos	creó	y	nos	conoce
mejor.	Como	María,	cuando	lo	buscamos,	nos	encontramos	envueltas	en
momentos	que	nunca	podríamos	imaginar.	¡Descubrimos	que	el	Señor
recompensa	a	quien	diligentemente	busca	una	relación	con	Él!
Una	historia	del	siglo	veintiuno
Muchas	de	las	mujeres	que	han	dejado	una	impresión	en	mi	vida,	como	María	de
Betania,	son	personas	que	siempre	han	dado	prioridad	al	tiempo	en	la	presencia
de	Jesús.	Mi	madre,	mis	hermanas	y	mi	abuela	son	los	primeros	ejemplos	que
conocí.	El	tiempo	que	han	pasado	con	Él	ha	dado	forma	en	gran	medida	a
quiénes	son	y	cómo	interactúan	con	las	personas	que	conocen.	Ellas	tienen	dones
y	personalidades	diferentes,	pero	lo	que	tienen	en	común	es	que	saben	cómo
amar.
De	alguna	manera,	desde	niña	he	sabido	que	aquello	extraordinario	en	la	vida	de
estas	mujeres	que	me	amaron	es	la	huella	que	Jesús	dejó	en	ellas.	El	solo	hecho
de	pasar	tiempo	con	ellas	despertaba	un	deseo	en	mi	corazón	de	estar	cerca	de
Jesús.	Si	bien	no	recuerdo	de	un	tiempo	en	que	no	«conocí»	al	Señor,	hubo	un
momento	en	que	ese	conocimiento	fue	de	mi	cabeza	a	mi	corazón.
Si	cierro	mis	ojos,	aún	puedo	sentir	el	olor	del	antiguo	tabernáculo	y	ver	dónde
me	paré	cuando	tuve	mi	encuentro	personal	y	profundo	con	Dios.	No	recuerdo	el
sermón	de	esa	noche	ni	quien	dirigió	el	servicio,	pero	recuerdo	exactamente	lo
que	mi	corazón	de	diez	años	experimentó.	¡Dios	es	real!	¡Él	me	ama,	y	quiere
que	yo	lo	conozca!	Con	la	madurez	de	mi	tierna	edad,	le	pedí	a	Jesús	que
perdonara	mis	pecados	y	le	entregué	mi	corazón	y	mi	vida.	¡Cuánto	anhelaba
conocer	a	Dios!
Ojalá	pudiera	decir	que	desde	ese	momento	hasta	hoy	he	dejado	de	lado	todas	las
distracciones	y	que	me	he	propuesto	conocerlo	plenamente.	La	verdad	es	que	me
distraigo	muy	fácilmente.	Durante	los	tumultuosos	años	de	la	adolescencia,	la
popularidad,	los	logros	y	los	muchachos	eran	enormes	distracciones.	Cometí
errores	y	me	dejé	llevar	por	cosas	menos	importantes	que	conocer	a	Cristo.
Felizmente,	como	joven	adulta,	empecé	a	reconocer	esas	distracciones	como
falsificaciones,	y	decidí	enfocar	mi	atención	en	conocer,	amar	y	servir	a	Dios.
Pero	incluso	hoy,	siendo	esposa	y	madre,	con	un	trabajo	de	tiempo	completo	…
bueno	…	a	veces	la	vida	puede	ser	una	distracción.
Cuando	miro	hacia	atrás	en	mi	vida,	creo	que	Dios	siempre	ha	entendido	mi
deseo	de	conocerle.	Aunque	he	tenido	muchos	momentos	parecidos	a	los	de
Marta,	de	ser	distraída	por	los	detalles	de	la	vida	temporal,	Él	no	ha	dejado	de
revelarme	lo	que	quiere	de	mí.	Felizmente,	Diosmira	y	conoce	mi	corazón.
Pacientemente	me	habla	de	muchas	maneras;	me	muestra	su	amor	a	través	de
conversaciones	inspiradoras	con	amigas	y	con	mi	familia.	Me	da	exactamente	lo
que	necesito	y	cuando	lo	necesito,	revelando	su	provisión	y	su	atención	a	los
detalles	de	mi	vida.	Su	bondad	me	rodea	cada	día	en	las	maneras	más	comunes:
la	fragancia	de	las	flores	recién	cortadas	o	la	calidez	de	una	puesta	de	sol	en
Texas	que	me	permite	ver	su	creatividad	y	su	extraordinario	poder.
Así	como	María	de	Betania,	cuando	me	aparto	de	los	detalles	temporales	y	me
siento	cautivada	a	sus	pies,	experimento	una	comprensión	profunda	de	su
Palabra.	Él	habla	la	verdad	a	mi	corazón	y	revela	su	carácter	en	maneras	que
enriquecen	mi	fe;	me	rodea	con	paz	y	me	desafía	a	ser	más	como	Él.	Cuando
decido	que	quiero	estar	apercibida	de	su	presencia	y	escuchar	su	voz,	puedo
desviar	la	atención	de	mí	misma	y	enfocarla	en	Él.
Como	Marta,	fácilmente	nos	distraemos	y	confundimos	lo	insignificante	con	lo
importante.	Los	desafíos	en	la	vida	fomentan	pensamientos	que	nos	distraen.
Algunos	son	mayores:	Si	tuviera	el	trabajo	perfecto	que	se	ajuste	a	mis	dones	y
habilidades,	podría	ser	más	efectiva,	o	estaría	más	contenta	si	pudiera	dedicar
más	tiempo	a	mi	familia	y	amigas.	Y	otros	son	menores:	Si	mi	casa	estuviera
limpia	y	ordenada	(¡especialmente	el	armario!),	estaría	en	paz,	o,	si	tuviera	un
mejor	vestido	me	sentiría	más	cómoda	para	ese	evento.
Cuando	las	preocupaciones	temporales	invalidan	las	eternas,	yo	creo	que	Jesús
me	mira	y	dice:	«Kerry,	estás	afanada	y	turbada	acerca	de	los	detalles	de	la	vida
y	te	estás	perdiendo	de	algo	que	es	verdaderamente	importante.	Conocerme	a	mí
debe	ser	tu	mayor	prioridad.	Deja	que	me	encargue	de	todos	los	detalles	de	tu
vida.	Los	anhelos	que	sientes	no	tienen	nada	que	ver	con	las	“cosas”;	puse	esos
anhelos	en	tu	corazón	para	despertar	en	ti	el	deseo	de	buscarme».	Ah,	mis
amigas,	cuando	escucho	y	respondo	a	ese	tierno	llamado,	mi	deseo	de	buscar	a
Jesús	por	lo	que	puede	darme	cambia	al	deseo	de	conocerlo	más.	Mi	vida	cobra
un	nuevo	significado	y	descubro	la	realización	que	mi	corazón	anhela.
¿Qué	acerca	de	ti,	amiga?
El	profeta	Jeremías	nos	dice	que	Dios	nos	dará	un	corazón	para	conocerlo.	«Les
daré	un	corazón	que	me	conozca,	porque	yo	soy	el	Señor»	(Jeremías	24:7).	El
profeta	dice:	«Me	buscarán	y	me	encontrarán	cuando	me	busquen	de	todo
corazón»	(Jeremías	29:13).	¡Dios	promete	que	Él	se	nos	revelará!	¡Qué	increíble
verdad!	El	Dios	del	universo	quiere	que	lo	conozcamos.	¡Cuánto	necesitamos
negarnos	a	las	circuntancias	temporales	que	nos	distraen,	y	rendirnos	al	más
profundo	anhelo	de	nuestro	corazón	de	conocer	realmente	a	Dios!
Considera	cómo	Dios	busca	tu	corazón	para	que	lo	conozcas:
•Él	ha	puesto	dentro	de	tu	corazón	el	deseo	de	conocerlo	profundamente.
•Él	se	complace	cuando	cada	día	te	sientas	a	sus	pies	para	descubrir	más	de	su
carácter.
•Él	quiere	que	estés	consciente	de	su	presencia,	incluso	en	tus	momentos	más
ocupados.
•Él	promete	que	se	revelará	a	ti	en	la	medida	que	tú	lo	busques.
Dallas	Willard	dijo,	«Dios	nos	ama,	y	porque	nos	ama	se	complace	en	nosotros,
se	enfoca	en	nosotros,	se	relaciona	con	nosotros	y	nos	sirve.	Así	que,	cuando
escuchamos	que	una	persona	está	buscando	a	Dios,	es	evidencia	de	que	Dios	la
amó	primero.	…	Es	como	si	hubiera	un	cartel	en	la	puerta	que	conduce	a	la	vida
eterna	que	dice:	“Todo	el	que	quiere	puede	venir”.	Así,	tú	decides	pasar	por	esa
puerta,	pero	cuando	te	das	vuelta	para	mirar,	lees	un	cartel	por	encima	del	marco
de	la	puerta	que	dice,	“Tú	no	me	elegiste	a	mí,	sino	que	yo	te	elegí	a	ti”».²	¡Qué
maravilla!
COSAS	PARA	TENER	EN	CUENTA
1.¿Dónde	te	encuentras	en	este	momento	en	tu	búsqueda	de	conocer	a	Jesús?
2.¿Te	sientes	distraída	por	los	detalles	momentáneos	de	tu	vida?
3.¿Qué	haces	para	buscar	oportunidades	de	apartarte	de	las	exigencias	cotidianas
y	estar	con	Él	para	estudiar	la	Palabra	y	orar?
Escrituras	que	te	acercan	al	corazón	de	Dios
Les	daré	un	corazón	que	me	conozca,	porque	yo	soy	el	Señor.	Ellos	serán	mi
pueblo,	y	yo	seré	su	Dios,	porque	volverán	a	mí	de	todo	corazón.
~	JEREMÍAS	24:7
Señor,	tú	me	examinas,	tú	me	conoces.
~	SALMO	139:1
Pero,	si	desde	allí	buscas	al	Señor	tu	Dios	con	todo	tu	corazón	y	con	toda	tu
alma,	lo	encontrarás.
~	DEUTERONOMIO	4:29
En	realidad,	sin	fe	es	imposible	agradar	a	Dios,	ya	que	cualquiera	que	se	acerca
a	Dios	tiene	que	creer	que	él	existe	y	que	recompensa	a	quienes	lo	buscan.
~	HEBREOS	11:6
Dichosos	los	que	guardan	sus	estatutos	y	de	todo	corazón	lo	buscan.
~	SALMO	119:2
Bueno	es	el	Señor	con	quienes	en	él	confían,	con	todos	los	que	lo	buscan.
~	LAMENTACIONES	3:25
No	me	escogieron	ustedes	a	mí,	sino	que	yo	los	escogí	a	ustedes	y	los	comisioné
para	que	vayan	y	den	fruto,	un	fruto	que	perdure.	Así	el	Padre	les	dará	todo	lo
que	le	pidan	en	mi	nombre.
~	JUAN	15:16
Buscad	a	Jehová	y	su	poder;	buscad	su	rostro	continuamente.
~	1	CRÓNICAS	16:11,	RV1960
Los	leoncillos	se	debilitan	y	tienen	hambre,	pero	a	los	que	buscan	al	Señor	nada
les	falta.
~	SALMO	34:10
PREGUNTAS	PARA	LA	APLICACIÓN	Y	LA	CONVERSACIÓN
1.Relata	la	primera	vez	en	que	te	sentiste	atraída	a	Dios.
2.¿Cuáles	son	algunas	de	las	distracciones	comunes	en	tu	vida	diaria?
3.Lee	en	voz	alta	Lucas	10:42.	¿De	qué	manera	la	respuesta	de	Jesús	a	Marta	nos
desafía	a	modificar	nuestras	prioridades	cada	día?
4.¿Cómo	podemos	dar	prioridad	al	tiempo	que	pasamos	«a	los	pies	de	Jesús»?
5.Considera	las	características	de	alguien	que	tú	sabes	que	pasa	tiempo	con
Jesús.
En	tu	diario
En	Lucas	10:42,	Jesús	dijo	que	solo	una	cosa	es	necesaria:	buscarlo	con	el	fin	de
conocerlo.	¿De	qué	manera	puedes	modificar	tu	pensamiento	o	tu	agenda	para
dedicar	más	tiempo	a	Jesús	a	fin	de	conocerlo	mejor?
3
CAPÍTULO
María	Magdalena—
El	Dios	que	ve	mi	quebranto
Juan	20
KAY	BURNETT
Jerusalén:	durante	la	crucifixión	y	la	resurrección	de	Jesús
La	oscuridad	se	disipaba,	y	el	rosado	resplandor	del	amanecer	se	colaba	por	las
ventanas.	Tomando	las	especias	y	el	ungüento	que	habían	preparado,	las	mujeres
levantaron	sus	lámparas	y	fueron	a	la	tumba	para	ungir	el	cuerpo	de	Jesús.	María
iba	adelante	por	las	calles	sinuosas	de	Jerusalén;	su	lámpara	apenas	emitía
suficiente	luz	para	guiar	su	próximo	paso.
Estas	tres	mujeres,	María,	Juana,	y	Susana	se	habían	hecho	amigas	desde	el
momento	en	que	Jesús	las	sanó	a	cada	una	de	ellas	de	enfermedad,	posesión
demoníaca	y	quebranto.	A	causa	de	esta	nueva	libertad,	cada	una	de	ellas	tenía
un	anhelo	ferviente	de	seguirlo	y	aprender	de	Él.	María	estaba	agradecida	de	que
ella,	y	algunas	personas	más	tenían	los	medios	financieros	para	ayudar	a	Jesús	en
sus	viajes	por	toda	la	región.	Ella	había	dejado	su	hogar	en	Magdala	para	seguir
al	Maestro	que	la	había	hecho	completamente	libre.
El	deseo	que	estas	mujeres	tuvieron	desde	el	principio	de	ayudar	a	Jesús	se	había
convertido	en	una	maravillosa	oportunidad	de	servirle;	servir	a	quien	las	había
ayudado	de	manera	milagrosa.	Si	Jesús	necesitaba	alimentos	para	su	viaje	a	una
aldea,	ellas	reunían	los	suministros	y	le	preparaban	comida.	Lavaban	y
remendaban	ropas,	realizaban	los	encargos	sencillos,	y	le	ofrecían	su	apoyo	sin
vacilar,	y	con	gusto	aceptaban	la	oportunidad	de	servirle	en	todo	lo	que	podían.
Los	doce	discípulos	que	viajaban	y	estaban	siempre	con	Jesús	se	habían
convertido	en	hermanos	para	ellas.	Jesús	les	enseñaba	acerca	de	Dios,	y
explicaba	el	significado	de	las	parábolas	a	su	grupo	más	cercano	en	las
conversaciones	que	tenían	mientras	iban	por	el	camino	de	una	aldea	a	otra.	De
alguna	manera,	María	y	las	otras	mujeres	se	consideraban	discípulas	del
Maestro.	Ellas	estaban	plenamente	convencidas	de	que	Jesús	era	el	Mesías
enviado	para	liberar	a	los	judíos.	El	corazón	de	cada	una	estaba	lleno	de	gozo	y
propósito	al	servirle.
En	las	primeras	horas	de	la	mañana,	después	del	sábado,	el	grupo	de	mujeres
caminó	silenciosamente	hacia	la	tumba,	cada	una	consumida	por	sus	propios
pensamientos,	estaban	muy	tristes	por	la	pérdida	de	su	Señor.	María	orabaen	su
pensamiento	que	Dios	las	ayudara	a	permanecer	firmes	sin	Jesús	y	a	encontrar	la
fortaleza	para	obedecer	todo	lo	que	Él	les	había	enseñado.	Mientras	ella	oraba
silenciosamente	por	estas	mujeres	a	quienes	amaba,	revivía	cada	momento
desgarrador	de	los	días	anteriores.	Parecía	imposible	entender	lo	que	había
sucedido.
Horas	antes	de	su	arresto,	Jesús	parecía	sombrío	y	apesadumbrado.	Sus	palabras
eran	de	advertencia,	pero	también	de	consuelo.	Esto	había	preocupado	a	María	y
a	los	demás.	Era	confuso.	Ella	había	escuchado	a	los	discípulos	discutiendo	en
voz	baja	sobre	algunas	de	las	cosas	que	Jesús	había	dicho.	¿Los	iba	a	dejar?¿Por
qué	les	advertía	de	esto	con	tanta	frecuencia?
Esa	noche	fatídica,	Jesús	había	llevado	a	sus	discípulos	a	orar	en	el	Huerto	de
Getsemaní.	Las	mujeres	que	se	quedaron	se	dedicaron	a	preparar	los	alimentos	y
otras	necesidades	prácticas.	Siempre	había	mucho	que	hacer,	especialmente
porque	eran	cuidadosas	de	mantener	las	tradiciones	de	sus	antepasados	judíos,
para	honrar	el	día	de	reposo	y	las	festividades	judías.	No	advirtieron	que	esa
noche	sería	el	comienzo	de	un	tiempo	de	gran	tristeza	e	incertidumbre	para	los
seguidores	de	Jesús.
María	se	estremeció,	impresionada	por	la	inconcebible	decisión	de	Judas	de
traicionar	a	Jesús.	Era	uno	de	sus	discípulos	de	confianza	el	que	había	ido	a
buscar	a	Jesús	al	huerto	con	una	multitud	de	guardias	armados,	sacerdotes	y
líderes	judíos.	Los	demás	discípulos	les	contaron	que	Judas	había	saludado	a
Jesús	con	un	beso,	mientras	lo	entregaba	a	los	líderes	y	a	los	guardias	del	templo
para	que	fuera	arrestado.	El	corazón	y	la	mente	de	ellas	no	podía	imaginar	lo	que
Judas	había	hecho.
El	concilio	de	ancianos	y	sumos	sacerdotes	enjuiciaron	a	Jesús	con	cargos
inventados.	Sufrió	terribles	golpizas,	azotes	y	burlas	toda	la	noche.	Aunque	los
discípulos	habían	huido	del	huerto,	algunos	enviaron	la	noticia	a	las	mujeres	y	a
otras	personas	de	lo	que	estaba	ocurriendo.	No	podían	hacer	nada,	solo	esperar
para	saber	cómo	el	juicio	avanzaba;	cada	hora	parecía	interminable.
Temprano,	la	mañana	siguiente,	llegó	noticia	de	que	Pilato	había	condenado	a
Jesús	a	la	cruz.	La	noticia	se	divulgó,	y	la	ciudad	rompió	en	un	incontrolable
frenesí.	María,	con	las	demás	mujeres	y	algunos	de	los	amigos	más	cercanos	de
Jesús,	siguieron	de	cerca	la	procesión	de	la	crucifixión	que	se	avanzaba
lentamente	hacia	el	monte	Gólgota.
María	jamás	olvidaría	el	caos	de	la	multitud.	Ya	no	se	escuchaban	alabanzas	a
Jesús	como	unos	días	antes.	Sino	al	contrario,	los	soldados	y	los	líderes
religiosos	se	burlaban	de	Él,	lo	insultaban,	y	decían	que	no	era	más	que	un
criminal.	Muchos	en	la	multitud	se	sumaron,	gritando	palabras	irrepetibles	de
blasfemia	a	su	amado	maestro	y	sanador.	María	y	los	otros	empujaban	para
abrirse	camino	en	la	multitud,	decididos	a	acercase	tanto	como	fuera	posible.
Le	hablaban,	y	lloraban	a	la	vista	de	su	rostro	desfigurado.	Los	soldados	y	los
líderes	lo	golpearon	hasta	que	quedó	irreconocible,	después	encajaron	sobre	su
cabeza	una	corona	de	espinas.	Varias	veces	cayó	bajo	el	peso	del	madero	y	el
agotamiento.	Finalmente,	los	soldados	lo	clavaron	a	la	cruz,	donde	sufrió	una
dolorosa	agonía,	al	tiempo	que	luchaba	para	respirar.
Mientras,	desde	las	sombras,	miraba	la	horrible	crucifixión,	María	esperaba
acercarse	lo	suficiente	para	hablar	con	Jesús;	quería	ayudarlo	de	alguna	manera	y
una	vez	más	decirle	cuán	agradecida	estaba	por	la	libertad	que	Él	le	había	dado.
Este	grupo	de	mujeres	permaneció	unido	durante	la	crucifixión.
María	y	Salomé	lloraron	y	oraron	con	la	madre	de	Jesús	y	su	tía.	Ellas
escucharon	cuando	Jesús	clamó	a	gran	voz	y	fueron	testigos	de	su	último	respiro.
María	Magdalena	sintió	que	su	propia	respiración	salía	de	lo	profundo	de	su	ser
como	un	gemido	que	traspasó	el	aire,	poniendo	un	punto	final	a	ese	momento.
Esos	recuerdos	llenaban	de	lágrimas	sus	ojos,	mientras	entraban	al	jardín	que
estaba	cerca	de	la	tumba.	Jesús	había	rescatado	a	María	Magdalena	de	una
aterradora	oscuridad;	la	había	liberado	de	siete	demonios	que	la	habían
atormentado	por	años.	Él	pudo	ver	más	allá	de	su	desaliñado	aspecto	de	mujer
poseída;	sus	ojos	compasivos	traspasaron	su	corazón	y	habló	palabras	de	amor	y
esperanza	a	su	alma	atormentada.	Con	una	autoridad	innegable,	Jesús	ordenó	a
los	demonios	que	salieran	de	ella.	Era	como	si	Él	pudiera	ver	la	terrible	vida	que
ella	había	vivido	por	años,	controlada	por	el	poder	de	los	demonios	que	la	habían
atado	con	su	infame	presencia,	convirtiéndola	en	una	criatura	despreciable	y
sumergiéndola	en	la	vergüenza.	Otros	se	habían	alejado	de	ella,	temerosos	de
que	los	demonios	se	posesionaran	de	ellos	también.	María	había	estado
espiritualmente	cautiva	durante	muchos	años.
Pero	un	día	glorioso	Jesús	la	liberó.	Sus	palabras	habían	llegado	como	corrientes
de	agua,	lavando	para	siempre	su	vida	del	tormento,	el	dolor	y	la	vergüenza.
¡Fue	libre	instantáneamente!	¡Libre	para	pensar	y	hablar	claramente!	¡Libre	para
amar	y	ser	amada!	¡Libre	para	ser	ella	misma,	y	no	un	ser	atormentado,	sino	una
mujer	con	un	futuro	y	una	esperanza!
En	ese	momento	se	sintió	totalmente	nueva.	Los	recuerdos	de	ese	día	precioso	la
llenaban	de	alegría	y	asombro.	Fue	en	ese	momento	que	ella	supo	que	Jesús	era
el	Hijo	de	Dios,	el	Mesías,	su	Mesías.	En	ese	mismo	momento	prometió	seguirlo
y	servirle	el	resto	de	su	vida.	No	le	importó	cual	fuera	el	futuro,	ella	resolvió
servir	a	Jesús	con	su	servicio	a	los	demás,	compartir	lo	que	Él	había	hecho	por
ella	hasta	el	día	que	muriera.
Cuando	las	mujeres	llegaron	a	la	tumba	ya	había	amanecido.	Se	detuvieron
abrumadas	por	lo	que	vieron.	Nada	ocurrió	como	ellas	esperaban.	Alguien	había
quitado	la	piedra,	y	el	cuerpo	de	Jesús	no	estaba	en	la	tumba.	¿Qué	sucedió?
¿Quién	había	llevado	el	cuerpo	de	Jesús	durante	la	noche?	María	se	apresuró
para	llevar	la	terrible	noticia	a	los	discípulos.	Pedro	y	Juan	corrieron	a	la	tumba	y
vieron	que	el	cuerpo	de	Jesús	había	desaparecido.	Ellos,	también,	habían	pasado
noches	de	inquietud	y	días	agitados,	y	al	descubrir	que	el	cuerpo	de	Jesús	no
estaba	en	la	tumba	se	sintieron	abrumados.	¿Quién	pudo	llevarse	el	cuerpo?	¿Por
qué	lo	harían?	Confundidos,	angustiados	e	inseguros	de	qué	hacer,	regresaron	al
lugar	donde	estaban	todos	reunidos.
Pero	María	se	quedó	en	la	tumba,	profundamente	turbada	por	la	misteriosa
desaparición	del	cuerpo	de	su	Señor.	Finalmente	no	pudo	más	y	colapsó	en	la
entrada	de	la	tumba,	perdiendo	la	pizca	de	compostura	que	había	mantenido.	Dio
un	nuevo	vistazo	dentro	de	la	tumba,	buscando	una	explicación	para	lo	sucedido.
Repentinamente,	aparecieron	dos	hombres	que	le	hablaron:	«Mujer,	¿por	qué
lloras?».	Entre	sollozos,	ella	trató	de	explicarles,	pero	era	difícil	encontrar	el
sentido	de	todo.	¿Eran	estos	personajes	hombres	o	ángeles?	Cuando	dio	media
vuelta,	pensó	que	estaba	ante	el	jardinero	y	le	suplicó:	«Señor,	si	usted	se	ha
llevado	el	cuerpo,	por	favor,	dígame	dónde	está,	así	puedo	ir	a	verlo».	Quien
estaba	delante	de	ella	no	era	el	jardinero,	sino	Jesús.	Él,	con	esa	paz
inconfundible,	pronunció	su	nombre:	«María».	Al	instante	ella	reconoció	su	voz
y	se	dio	cuenta	de	quién	era:	¡sí!	¡ese	era	su	Sanador,	su	Maestro,	su	Amigo,	su
Señor	y	Mesías!	Él	no	estaba	muerto,	su	cuerpo	no	estaba	perdido	ni	nadie	lo
había	robado.	Él	estaba	de	pie	ante	ella,	poderoso,	vivo	y	llamándola	por	su
nombre.	Con	ternura,	Jesús	la	consoló,	y	le	instruyó	que	regresara	y	le	dijera	a
sus	discípulos	que	Él	había	resucitado.	Feliz	de	obedecer	y	con	el	corazón	que
casi	estallaba	de	alabanza,	María	corrió	para	dar	la	gran	noticia	a	los	discípulos
(Jn	20:1-17).
En	los	días	siguientes,	María	vivió	una	extraordinaria	mezcla	de	emociones:
alegría,	temor,	esperanza,	e	incertidumbre.	Había	un	pensamiento	en	su	mente:
Jesús,	era	su	Salvador,	Él	estaba	vivo	y	todo	lo	que	les	había	dicho	era	verdad.	Si
Dios	pudo	levantar	a	su	Hijo	de	la	tumba,	no	había	nada	que	Él	no	pudiera	hacer.
Cuando	Jesús	ascendió	para	volver	a	su	Padre,	María	entendió	que	ella	estaba
viviendo	el	amanecer	de	un	nuevodía.	Las	oportunidades	se	ampliaban	a	medida
que	ella	soñaba	que	ofrendaría	su	vida	como	Dios	le	pidiera.	Con	profundo
anhelo	y	gozo,	se	propuso	guiar	a	la	eternidad	cuántas	personas	pudiera.	Sí,	ese
era	un	nuevo	día.	¡Un	día	de	promesa	y	propósito!	A	través	de	su	vida	redimida,
Jesús	le	había	mostrado	que	ningún	quebranto	era	demasiado	profundo	como
para	que	Él	lo	sanara.	Su	pasado	jamás	podría	definir	su	vida.	Ella	sabía	que	la
gloria	de	Dios	estaba	en	ella,	y	que	su	presencia	y	su	verdad	la	guiarían.	Desde
allí,	María	entró	a	un	nuevo	ministerio	de	compartir	las	buenas	nuevas	de	un
Señor	que	salva,	sana	y	libera	a	todos	los	que	están	esclavizados.
Una	historia	del	siglo	veintiuno
La	historia	de	María	Magdalena	es	de	gran	afirmación	y	aliento	para	todas	las
mujeres	del	pasado	y	del	presente.	En	los	tiempos	neotestamentarios,	Jesús
honró	a	las	mujeres	dándoles	el	mismo	valor,	honor	y	estima	que	a	los	hombres.
Creo	que	Dios	valora	la	manera	en	que	las	mujeres	le	sirven,	el	fervor	y	la
profundidad	con	que	dedican	su	vida	a	Él.	Reconocemos	claramente	la
dedicación	de	este	grupo	de	mujeres	que	sirvieron	a	Jesús	en	su	ministerio.
María	y	las	demás	mujeres	estuvieron	hasta	el	último	momento	al	pie	de	la	cruz,
fueron	devotas	hasta	el	final.	También	fueron	las	primeras	en	ir	a	la	tumba.
María	Magdalena	fue	la	primera	a	quien	Cristo	intencionalmente	escogió
revelarse	como	el	Mesías	resucitado.	Él	la	honró	de	una	manera	especial,	y	se
apareció	a	ella	antes	que	a	los	demás	discípulos.	En	el	primer	siglo,	la	sociedad
consideraba	a	las	mujeres	de	tal	manera	inferior,	que	el	testimonio	de	una	mujer
no	era	aceptado	en	un	tribunal	de	justicia.	Jesús	desafió	audazmente	la	cultura	de
los	tiempos,	a	través	de	su	interacción	con	María,	mostrando	el	amor	de	Dios	y
el	respeto	a	la	mujer.	Las	acciones	de	Jesús	hacia	las	mujeres	durante	todo	su
tiempo	en	la	tierra	nos	comunican	claramente	que,	en	el	corazón	de	Dios,	las
mujeres	tienen	la	misma	estima,	mérito	y	valor	que	los	hombres.
Algunas	culturas	de	hoy	día	aún	consideran	a	las	mujeres	como	inferiores	a	los
hombres.	¡Cómo	debe	esto	entristecer	el	corazón	de	Dios!	Habiendo	sido	criada
en	una	familia	de	cinco	hermanas,	estoy	agradecida	de	saber	que	Dios	nos	valora
a	cada	persona	por	igual,	sin	preferencia	de	sexo	o	raza.	Desde	mi	niñez	he
anhelado	sentirme	preciada,	amada	y	valorada	a	los	ojos	de	Dios,	como	también
a	los	ojos	de	otros.	Gálatas	3:26–28	nos	habla	del	honor	y	el	amor	que	Dios	tiene
para	cada	persona	en	su	familia,	independientemente	de	su	sexo,	raza	o
condición:	«Todos	ustedes	son	hijos	de	Dios	mediante	la	fe	en	Cristo	Jesús,
porque	todos	los	que	han	sido	bautizados	en	Cristo	se	han	revestido	de	Cristo.	Ya
no	hay	judío	ni	griego,	esclavo	ni	libre,	hombre	ni	mujer,	sino	que	todos	ustedes
son	uno	solo	en	Cristo	Jesús».	¡Qué	gloriosa	declaración	para	todos	los	que
deciden	seguir	a	Cristo!
Cuando	acepté	a	Jesús	como	mi	Salvador	y	Señor	a	la	tierna	edad	de	ocho	años,
Él	comenzó	en	mi	vida	una	obra	de	sanidad,	especialmente	de	los	temores	que	se
apoderaban	de	mí.	Tenía	miedo	a	la	oscuridad,	al	peligro,	al	fracaso	y	a	los
espacios	reducidos	(¡todavía	lucho	con	esto!).	Yo	me	sentía	abrumada	con	el
miedo	al	rechazo,	la	traición	y	el	abandono.	Estos	temores	me	siguieron	hasta	la
edad	adulta,	afectando	mi	matrimonio	y	acosándome	como	mamá.	Experimenté
úlceras,	insomnio,	pesadillas	y	ansiedades	ocultas.	En	mis	primeros	años	de
adulta,	a	menudo	sentía	que	la	vida	era	desordenada	y	que	estaba	fuera	de
control.
Pero	en	algún	lugar	del	camino,	cuando	avancé	a	una	relación	más	profunda	con
Dios,	fluyeron	la	sanidad	y	la	libertad.	Asistí	a	un	grupo	pequeño	de	estudios
bíblicos	para	mujeres	donde	aprendí	que	las	demás	personas	también	sufrían	en
otras	áreas.	El	discipulado	en	la	iglesia	a	través	de	la	capacitación	y	la	enseñanza
me	ayudó	a	desarrollar	las	disciplinas	espirituales	de	leer	mi	Biblia	diariamente,
orar,	y	aprender	a	escuchar	la	voz	del	Espíritu	Santo.	He	derramado	mi	vida
sirviendo	en	mi	iglesia,	la	cual	me	dio	como	regalo	dulces	amigas	que	oraron
conmigo	y	me	enseñaron	a	contar	con	el	apoyo	de	otras	personas	cuando	se	trata
de	mis	luchas	personales.	Hoy,	estoy	sorprendentemente	libre	del	temor	y	soy	un
testimonio	de	que	el	poder	de	Dios	todavía	sana	al	quebrantado.
En	la	vida	de	cada	una	de	nosotras	hay	áreas	que	están	quebrantadas	y	heridas
por	el	dolor	y	el	pecado,	sea	el	nuestro	o	el	de	otros.	Todas	necesitamos	el	poder
transformador	que	solo	viene	a	través	de	la	devoción	a	nuestro	salvador	y
sanador,	Jesucristo.	¡Alabado	sea	Dios,	Él	aún	sana	y	libera	a	los	cautivos!
Aunque	las	luchas	de	Jessica	eran	diferentes	a	las	de	María	Magdalena,	ella
también	tuvo	un	pasado	difícil	y	de	quebrantos.	Ella	creció	en	medio	del
alcoholismo	y	el	abuso,	su	vida	oscilaba	entre	el	temor	y	la	inseguridad.	Para
compensar	esto,	ella	se	esforzaba	por	alcanzar	la	perfección,	con	la	esperanza	de
que,	si	sobresalía	en	la	escuela	o	en	los	deportes	o	en	diversas	áreas,	su	vida	en
casa	sería	más	segura	y	feliz.	Cuando	era	niña,	a	menudo	se	refugiaba	en	sus
escondites	para	escapar	de	las	peleas	y	el	abuso	que	gobernaban	en	su	casa.
Después	de	muchos	años	de	vivir	en	este	conflictivo	ambiente	familiar,	Jessica
sufrió	enormes	angustias	y	desarrolló	mecanismos	de	supervivencia.	Ella	era	una
superviviente	fuerte,	que	sufrió	dolor	y	maltrato	en	el	hogar,	y	al	mismo	tiempo
se	destacó	como	estudiante.
Cuando	fue	a	la	universidad	con	una	beca	completa,	Jessica	pensó	que	había
escapado	del	dolor	y	el	terror	de	su	pasado;	esperaba	tener	un	futuro
esplendoroso.	Sin	embargo,	lo	que	experimentó	fue	su	propio	descenso	rápido	en
el	alcoholismo	y	la	drogadicción.	No	pasó	mucho	tiempo	antes	de	que	se
trasladara	para	vivir	en	una	casa	llena	de	drogas	con	personas	que	apenas
conocía,	y	pasaba	sus	días	haciendo	lo	posible	para	prolongar	el	efecto	que	le
daba	la	droga.
Pero	ella	quería	escapar	de	ese	estilo	de	vida,	y	así	llegó	a	la	iglesia.	Allí
encontró	amigas	amorosas	y	sinceras	que	velaron	por	ella	y	la	ayudaron	a
escapar	de	su	pasado	destructivo	para	que	entrara	a	un	futuro	con	Cristo.	Jessica
le	dijo	sí	a	Jesús	y	jamás	regresó	a	aquel	doloroso	pasado	de	quebrantos.
Hoy,	Jessica	testifica	de	cómo	Jesús	la	rescató,	porque	sabe	que	así	ayudará	a
otras	personas	que	sufren	y	luchan	con	el	dolor	de	una	niñez	disfuncional.	El
Señor	siempre	ha	estado	con	ella	en	el	camino	a	la	sanidad.	Jessica	y	su	esposo
son	pastores	y	establecen	iglesias.	Con	compasión	y	comprensión	sirven	a
muchas	personas	heridas	y	quebrantadas	que	Dios	trae	a	su	puerta.	Jessica
irradia	la	luz	de	Cristo.	Su	gozo	en	el	Señor	es	tangible	y	contagioso.	Ella	sabe
que	siempre	tendrá	que	buscar	fortaleza	y	dirección	en	el	Señor.	Su	autenticidad
y	disposición	de	animar	a	los	demás	es	cautivadora.	Su	vida	muestra	cómo	el
Señor	aún	sana	a	los	quebrantados	…	de	cualquier	tipo.
¿Qué	acerca	de	ti,	amiga?
María	Magdalena	es	un	hermoso	ejemplo	de	una	mujer	que	encontró	sanidad	y
redención	a	través	del	poder	de	Jesús.	La	historia	de	Jessica	también	habla	de	la
liberación	de	adicciones	y	de	los	quebrantos	internos.	¡Ambas	mujeres	se
hicieron	ministras	poderosas	y	eficaces	del	Evangelio!	No	hay	yugo	demasiado
grande	para	Dios.	¡No	hay	cautividad	tan	oscura	o	complicada	que	el	Rey	de
reyes	no	pueda	reemplazar	con	libertad!	Él	ve	tus	quebrantos,	y	no	te	abandona.
Veamos	cómo	Dios	ve	nuestros	quebrantos:
•Dios	ve	a	la	mujer	que	Él	creó;	no	solo	quién	eres	hoy.
•Dios	no	se	amedrenta	ante	el	temor,	las	adicciones,	o	ningún	tipo	de	cautividad,
porque	Él	es	la	respuesta	perfecta.
•Dios	no	nos	define	por	nuestro	pasado.
•Cuando	nos	aventuramos	en	la	transformación	espiritual	que	Dios	quiere	obrar,
Él	nos	invita	a	cumplir	nuevas	asignaciones.
•Dios	puede	usar	los	quebrantos	de	nuestro	pasado	para	su	gloria	y	para	dar
libertad	a	otras	personas.
Te	invito	a	que	pongas	tu	confianza	en	Dios,	para	que	Él	sea	la	respuesta	a
cualquier	quebranto	en	tu	vida.	Él	puede	liberarte	de	las	drogas,	la	pornografía,
el	miedo	y	la	ansiedad,	lospatrones	de	pensamiento	que	te	encadenan	al	pasado,
donde	pueden	estar	también	el	dolor	de	un	aborto.	Él	es	tu	respuesta.	Mediante	el
poder	de	la	Palabra	de	Dios	y	del	Espíritu	Santo,	tú	puedes	andar	en	libertad	sin
importar	la	profundidad	de	los	quebrantos	que	hayas	conocido.
COSAS	PARA	TENER	EN	CUENTA
1.¿Hay	algo	en	tu	pasado	que	es	una	carga	para	ti?	Pide	al	Señor	que	te	haga
libre.	Considera	en	oración	buscar	una	consejera	de	confianza	para	que	te	ayude.
2.¿Estás	atrapada	por	el	miedo?	Pide	a	Dios	que	te	muestre	cómo	renovar	tu
mente,	a	través	de	su	Palabra.	Pide	a	una	amiga	de	confianza	que	ore	contigo
acerca	de	tu	situación.
3.La	falta	de	perdón	puede	atarnos	al	pasado,	y	mantenernos	quebrantadas.	Pide
al	Espíritu	Santo	que	te	guíe	a	las	personas	a	quien	debes	perdonar.	Pídele	que	te
dé	el	poder	para	andar	en	ese	perdón.
4.Si	estás	luchando	con	alguna	adicción,	pide	al	Señor	las	fuerzas	para	buscar
ayuda.	Busca	recursos	bíblicos	para	estudiar	con	la	ayuda	de	una	amiga	o
mentora	de	confianza.
Escrituras	que	te	sanan	y	te	fortalecen
Ahora	bien,	el	Señor	es	el	Espíritu;	y,	donde	está	el	Espíritu	del	Señor,	allí	hay
libertad.
~	2	CORINTIOS	3:17
Por	lo	tanto,	si	alguno	está	en	Cristo,	es	una	nueva	creación.	¡Lo	viejo	ha
pasado,	ha	llegado	ya	lo	nuevo!
~	2	CORINTIOS	5:17
Los	sacó	de	las	sombras	tenebrosas	y	rompió	en	pedazos	sus	cadenas.
~	SALMO	107:14
Restaura	a	los	de	corazón	quebrantado	y	cubre	con	vendas	sus	heridas.
~	SALMO	147:3
[Jesús	leyó	estas	Escrituras	en	la	sinagoga	de	Nazaret.]
«El	Espíritu	del	Señor	está	sobre	mí,	por	cuanto	me	ha	ungido	para	anunciar
buenas	nuevas	a	los	pobres.	Me	ha	enviado	a	proclamar	libertad	a	los	cautivos	y
dar	vista	a	los	ciegos,	a	poner	en	libertad	a	los	oprimidos,	a	pregonar	el	año	del
favor	del	Señor».
~	LUCAS	4:18,	19
«Yo	soy	el	que	por	amor	a	mí	mismo	borra	tus	transgresiones	y	no	se	acuerda
más	de	tus	pecados».
~	ISAÍAS	43:25
«Así	que	no	temas,	porque	yo	estoy	contigo;	no	te	angusties,	porque	yo	soy	tu
Dios.	Te	fortaleceré	y	te	ayudaré;	te	sostendré	con	mi	diestra	victoriosa».
~	ISAÍAS	41:10
«Porque	yo	soy	el	Señor,	tu	Dios,	que	sostiene	tu	mano	derecha;	yo	soy	quien	te
dice:	“No	temas,	yo	te	ayudaré”».
~	ISAÍAS	41:13
Sáname,	Señor,	y	seré	sanado;	sálvame	y	seré	salvado,	porque	tú	eres	mi
alabanza.
~	JEREMÍAS	17:14
PREGUNTAS	PARA	LA	APLICACIÓN	Y	LA	CONVERSACIÓN
1.¿Cuáles	son	algunas	formas	comunes	de	quebranto	que	muchas	mujeres
experimentan	hoy?
2.¿Qué	herramientas	o	acciones	has	visto	que	ayudan	a	las	mujeres	a	tener	éxito
en	la	sanidad	y	la	transformación?
3.¿Cómo	puede	la	iglesia	ayudar	a	las	mujeres	a	desarrollar	plenamente	su
potencial,	a	pesar	de	los	grandes	quebrantos	en	su	vida?
4.¿Cuál	es	la	importancia	de	que	hablemos	de	nuestras	luchas	con	las	hermanas
en	la	fe?
5.¿De	qué	manera	hablar	de	nuestras	luchas	puede	dar	valor	a	otras	mujeres	para
buscar	ayuda?
En	tu	diario
Cuando	ores,	medita	en	la	obra	que	Dios	ha	hecho	en	tu	vida.	¿Te	ha	sanado	de
tus	quebrantos	y	te	ha	dado	libertad?	Dale	gracias	y	escribe	en	tu	diario	tu
alabanza	a	Él.	Pide	al	Espíritu	Santo	que	te	revele	cualquier	área	de	quebranto	en
tu	vida.	Deja	que	el	Señor	continúe	su	obra	de	sanidad	en	ti.
4
CAPÍTULO
Débora—
El	Dios	que	ve	mi	lugar	en	su	obra
Jueces	4–5
KERRY	CLARENSAU
La	región	montañosa	de	Efraín:	en	tiempos	de	los	jueces
Después	de	un	día	agotador,	solucionando	disputas	y	orando	con	muchas
personas,	Débora	caminó	a	su	casa.	Había	sido	un	día	largo;	la	fila	de	personas
que	necesitaban	un	consejo	sabio	parecía	extenderse	hasta	la	próxima	aldea.	Su
corazón	estaba	cargado	a	causa	de	las	dificultades	que	muchos	habían
compartido	con	ella.	Mientras	iba	por	el	camino,	ella	oró:	¡O,	Señor,	cuánto
anhelo	que	el	corazón	de	tu	pueblo	se	vuelva	a	ti!	¿Por	qué	ignoran	abiertamente
tu	ley?	Si	tan	solo	obedecieran	tu	ley,	recibirían	las	bendiciones	que	tú	has
prometido.	Creo	de	todo	corazón	que	si	tan	solo	dependieran	de	ti,	tú	los
librarías	de	la	opresión	de	Jabín.	¡Señor,	por	favor,	ayúdame	a	guiar	este	pueblo
para	que	vuelva	a	ti!
Cada	día	que	pasaba,	el	pesar	de	Débora	por	su	pueblo	aumentaba.	La	maldad	en
Israel	era	cada	vez	mayor,	cada	uno	hacía	lo	que	le	parecía	bien	a	sus	propios
ojos,	sin	ningún	respeto	por	la	ley	de	Dios.	El	pecado	del	pueblo	provocó	una
situación	desesperada.	En	muchos	sentidos,	parecía	que	no	había	esperanza	para
el	pueblo.	En	los	años	anteriores	Josué	había	subyugado	a	sus	enemigos,	los
cananeos,	pero	los	israelitas	fracasaron	en	cuanto	a	expulsarlos	de	su	territorio,	y
como	el	pueblo	había	dado	la	espalda	a	Dios,	Él	permitió	que	Jabín,	un	rey
cananeo,	los	oprimiera.	De	hecho,	Jabín	y	su	general	Sísara	habían	aterrorizado	a
los	israelitas	durante	los	últimos	veinte	años.	Con	sus	novecientos	carros	de
hierro,	los	cananeos	tenían	una	clara	ventaja	militar	sobre	el	pueblo	de	Dios.	Una
victoria	sobre	el	opresor	de	Israel	requeriría	la	intervención	divina.
Como	profetisa	y	jueza,	Débora	fue	capaz	de	discernir	el	corazón	de	Dios	y
compartir	la	Palabra	con	otros.	Muchas	personas	venían	a	ella	para	resolver	sus
controversias.	En	cada	conversación,	Débora	comunicaba	la	verdad	de	Dios	y	la
esperanza	de	la	liberación.	Con	el	tiempo,	los	corazones	empezaron	a
despertarse.	Aquellos	que	conocían	las	palabras	de	Moisés	entendían	que	esta
opresión	era	resultado	de	la	desobediencia	a	Dios.	Ellos	sabían	que	arrepentirse
y	volver	a	Él	era	su	única	esperanza,	solo	el	Señor	era	su	libertador.	Y
felizmente,	una	vez	más	clamaron	a	Él.
Un	día,	temprano	por	la	mañana,	Débora	iba	de	camino	a	la	palmera	que	la
comunidad	ya	identificaba	como	la	palmera	de	Débora.	Allí	era	donde	la	gente
venía	a	escuchar	la	Palabra	de	Dios	a	través	de	esta	poderosa	profetisa.	A
diferencia	de	otras	mañanas,	esa	vez	llegó	antes	que	la	multitud	comenzara	a
reunirse.	Ella	utilizó	esos	momentos	de	silencio	para	orar	e	interceder	con
denuedo	a	favor	de	su	pueblo.	Enseguida	entendió	claramente	lo	que	Dios	le
estaba	diciendo:	debía	llamar	a	Barac	de	Neftalí,	debía	pedirle	que	reuniera	un
ejército	de	diez	mil	hombres.	¡Dios	iba	a	liberar	a	su	pueblo!	Débora	estaba
alerta,	esperando	que	alguien	llegara	para	enviarle	un	mensaje	Barac	a	fin	de	que
viniera	de	inmediato.
Barac	era	consciente	de	la	capacidad	que	Débora	tenía	para	escuchar	a	Dios,	su
fama	era	conocida	en	todo	Israel.	Barac	respondió	rápidamente	al	llamado.
Mientras	Débora	le	decía	a	Barac	lo	que	Dios	le	había	pedido	que	hiciera,	éste	le
dijo	que	considerara	el	tamaño	y	la	fuerza	del	ejército	de	Sísara.	Ella	notó	que
cuando	hablaba	de	las	tropas	cananeas,	la	valentía	de	Barac	disminuía.
Ciertamente,	en	todo	sentido	lógico,	la	posibilidad	de	ganar	estaba	en	contra	de
los	hijos	de	Israel.	Ella	no	respondió	a	la	pregunta	que	él	hizo	acerca	de	la
ventaja	de	Sísara,	sino	que	le	recordó	que	era	Dios	quien	les	daría	la	victoria.
Ella	pudo	ver	la	lucha	de	Barac	para	creer;	aún	así,	él	respondió:	«Si	quieres
venir	conmigo,	yo	iré:	pero	si	no	vienes	conmigo,	no	iré»	(4:8).
Sin	tener	en	cuenta	su	propia	seguridad,	Débora	aceptó	de	inmediato	ir	a	la
batalla	con	él.	Ella	sabía	que	Barac	debía	dirigir	el	ejército	y	que	Dios	iría
delante	de	ellos	para	pelear	la	batalla.	Barac	podría	haber	recibido	esa
instrucción	directamente	de	Dios,	pero	porque	le	faltó	la	fe,	tendría	que
compartir	la	victoria	con	una	mujer.
Barac	siguió	las	instrucciones	de	Débora	y	reunió	a	los	hombres.	Por	todo	el
campamento	se	podían	oír	nerviosas	conversaciones.	Por	momentos	todos
parecían	seguros	de	que	Dios	estaba	concertando	el	plan	de	batalla;	de	pronto
temían	una	derrota	segura.	Se	percibían	el	murmullo	y	los	susurros	entre	ellos.
«¿Qué	estamos	haciendo?»	«¿Cuántos	hombres	perderemos	en	esta	batalla?»
«¡Esto	es	una	locura!»	«Pero,	hombres	recuerden	que	Débora,	al	parecer,	confía
en	las	palabras	que	escuchó	de	Dios».	«Sabemos	que	ella	es	una	líder	sabia	y
fuerte».	«¿Seremos	el	hazmerreír	de	Jabín	y	su	reino?»	«¿Podremos	lograr	la	paz
tras	veinte	años	de	persecución?»
Cuando	Sísara	escuchó	que	los	israelitas	se	reunieron

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