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Propuesta de Educação Inclusiva

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Propuesta para el abordaje de casos de estudiantes remitidos a orientación escolar por bajo 
rendimiento académico desde un enfoque de educación inclusiva 
 
 
Lina Inés Vega Álvarez 
 
Asesora de tesis: Paula Bibiana García Cardona, PhD 
 
 
 
Maestría en Educación 
Facultad de Educación 
Universidad de los Andes 
Julio de 2020 
 
 
 
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Resumen 
El presente ejercicio investigativo plantea una propuesta pedagógica desde la educación 
inclusiva basándose en el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). Esta propuesta recibe el 
nombre de “Alianza por la educación con una visión inclusiva en la escuela y la familia” y quiere 
contribuir al abordaje de los casos remitidos a orientación escolar por bajo rendimiento 
académico. Dicha propuesta se enmarca dentro de los principios y pautas establecidos por el 
Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), con ellos presenta un andamiaje teórico que 
fundamenta el problema y las posibles soluciones al bajo rendimiento escolar desde la inclusión. 
De ello surge una propuesta que busca enriquecer la forma en que la familia, los docentes y la 
escuela ven la educación, en función de la inclusión y la diversidad, de forma tal que se genere 
una perspectiva sobre el bajo rendimiento en donde no dependa de cómo se adapta el estudiante a 
la educación, sino cómo se adapta la educación al estudiante. Finalmente, se ofrecen algunas 
recomendaciones generales basadas en las reflexiones que suscitó toda la investigación, a partir 
de las cuales se promueve la inclusión como la vía que renovaría la forma en que una sociedad 
ha de plantearse la educación. 
Palabras clave: Educación Inclusiva, Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), Bajo 
Rendimiento Académico, Orientación Escolar. 
 
 
 
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Planteamiento del Problema 
A lo largo de la historia, la educación ha asumido diversos retos en el ámbito social, los 
cuales la han llevado a convertirse en un elemento fundamental para la transformación de las 
dinámicas que constituyen el proceso de formación integral de cualquier sujeto en la sociedad. 
En este sentido, al hablar de procesos formativos debe destacarse que estos están relacionados, 
profundamente, con la forma en que cada sujeto apropia el saber, lo cual, a su vez, implica 
aquellas dificultades que se presentan durante los procesos formativos y la forma en que estos se 
suplan de acuerdo a las necesidades específicas de cada sujeto. Por esta razón, surge la urgencia 
de reflexionar sobre la educación y desarrollar acciones que contribuyan al mejoramiento 
constante de los procesos de aprendizaje en la escuela, sobre todo, en aquellas situaciones en que 
existen dificultades. 
Un ejemplo de esta urgencia, dentro del contexto colombiano, es aquella que dio paso a la 
creación e implementación del Decreto 1421 de 2017. Allí se estipula la necesidad de fomentar 
la educación inclusiva con el objetivo de promover en los estudiantes un ambiente de aprendizaje 
sin ningún tipo de discriminación y que, además, garantice un entorno diverso y equitativo. Sin 
embargo, en la actualidad han tenido lugar algunas problemáticas sociales, las cuales evidencian 
que no se ha consolidado una educación en el país que se pueda llamar, a cabalidad, inclusiva. 
Son varias las dificultades que pueden destacarse en esta carencia de una educación 
inclusiva. Entre ellas, se puede destacar la falta de condiciones con las cuales los niños se 
acercan a la educación, las cuales son muy “diferentes según el nivel de ingresos y el capital 
cultural de sus familias, sus posibilidades de acceso a las tecnologías de la información y 
comunicación y las características y los recursos de las comunidades en las que viven” (García, 
2016, p. 197). No cabe duda de que tales circunstancias afectan, en distintos niveles, el proceso 
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de aprendizaje de los estudiantes y, además, se convierten en factores determinantes a la hora de 
analizar las condiciones en que pueden rendir académicamente. 
Otro aspecto problemático que vale la pena considerar tiene que ver con la innovación 
sumada a la exigencia que esta conlleva para docentes, directivos e instituciones. Estos actores 
deben cumplir, de forma imperativa, con los requerimientos de las políticas públicas en relación 
con la educación inclusiva, no obstante, en pocos casos, docentes y directivos, recibieron, dentro 
de su formación, preparación para tal fin. Esto evidencia, siguiendo a Blanco: “falencias en 
infraestructura, didácticas, adaptaciones curriculares entre otros factores, que conllevan a reiterar 
errores en la educación inclusiva, siendo una barrera para la calidad educativa y la igualdad 
social” (2016, p. 10). 
Ambas problemáticas, en este sentido, se suman a la ya difícil tarea de la implementación 
del currículum estandarizado, el cual no llena a cabalidad las expectativas para atender, desde la 
individualidad, los procesos de enseñanza-aprendizaje en los estudiantes. De acuerdo con Cerón 
(2015), por ejemplo, cada alumno presenta una idiosincrasia que lo hace totalmente diverso al 
resto, por lo cual es el sistema el que debe adaptarse a los estudiantes y no ellos al sistema. Lo 
cual implica que, al momento de implementar el currículum, se deba tener cierta precaución 
respecto a las necesidades individuales, pero que requiere evaluar variables distintas para las que 
hace falta una mayor preparación. 
Los sistemas educativos enfrentan una creciente preocupación por la atención a la 
diversidad del alumnado, ya sea por el origen cultural, “socio económico, de género o en lo 
relacionado con las condiciones específicas de aprendizaje” (López et al., 2013, p. 13). De 
hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE 2016) hace 
hincapié en que actualmente los estudiantes se encuentran atrapados en un círculo vicioso de 
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bajo rendimiento académico y desmotivación que los hace seguir estancados en el desempeño 
escolar y perder aún más su compromiso con la escuela. Así pues, cuando se quiere hablar de 
casos de bajo rendimiento académico, se debe hablar de alumnos que muestran menos interés en 
el desarrollo de las actividades escolares, poca perseverancia, motivación y confianza en sí 
mismos, además de las ausencias frecuentes a clases, todo lo cual termina, en el peor de los 
casos, en la deserción. La OCDE lo expone así: “los alumnos que no rinden adecuadamente a los 
15 años tienen más riesgo de abandonar los estudios por completo” (2016, p. 8). 
Temas como la repitencia y la deserción escolar son cada vez más recurrentes en los 
entornos escolares. Ambos están directamente relacionados al bajo rendimiento escolar. Es en el 
ejercicio pedagógico y el continuo interactuar con los niños y niñas que pueden detectarse las 
variables que influyen en este aspecto. Ahora bien, son los docentes aquellos que viven 
directamente las experiencias de esto y saben qué factores incrementan dichas problemáticas. Sin 
embargo, el docente requiere del apoyo de otros profesionales, justamente aquí es donde se hace 
necesaria la intervención y asistencia del departamento de orientación escolar para dar inicio y 
seguimiento particular a cada caso remitido. En esta instancia, la orientadora escolar asume un 
rol de vital importancia, dado que aporta sus conocimientos en la identificación de los aspectos 
que inciden en las problemáticas puntuales de cada estudiante. La orientadora puede sugerir 
redes de apoyo con docentes, padres de familia e instituciones externas que se utilizan para 
fortalecer los procesos educativos y disminuir el bajo rendimiento, la repitencia y la deserción 
escolar. Sumado a esto, contar con una orientadora escolar es fundamental para el alcance de los 
logros educativos en lo relacionado con la promoción y el progreso de los educandos en todas 
sus dimensiones (psicológica, espiritual, afectiva, académica, entre otras). Es allí donde se 
atiende,
de manera personalizada, aquellos casos remitidos por diferentes problemáticas, entre 
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ellas el bajo rendimiento académico, asociados a los procesos de lectura, escritura, comprensión 
y razonamiento lógico. 
El departamento de orientación, en cualquier institución educativa, debe ser un espacio 
pedagógico dentro del cual la profesional en orientación aborde, de manera individualizada, cada 
uno de los casos remitidos. Como ya se había dicho, esta profesional debe asumir un rol 
fundamental en la implementación de acciones que favorezcan la capacidad para la toma de 
decisiones, el pleno desarrollo de la personalidad, el logro del conocimiento científico y los 
demás aspectos relativos a la formación personal de que trata el artículo 92 de la Ley 115 de 
1994. Más aún: la orientadora actúa como una suerte de puente entre la familia, el estudiante y el 
docente. 
La situación que presentan los estudiantes con bajo rendimiento académico puede tener 
diversas causas, entre las que es posible definir tres: biológicas, psicosociales y pedagógicas. En 
cuanto a las causas biológicas, podría tratarse de trastornos en la neurogénesis. En cuanto a las 
psicosociales, las causas podrían deberse a salud mental o a signos y síntomas clínicamente 
significativos que producen en la persona dificultades en su ajuste o adaptación al medio (por 
ejemplo, ser víctima del conflicto armado o de otro tipo de violencia). Finalmente, en las causas 
pedagógicas, podría tratarse de la forma en que se aplican las estrategias pedagógicas y 
didácticas subyacentes en cada saber disciplinar, o bien a la práctica pedagógica y el saber 
pedagógico. 
Ahora bien, la mayoría de las remisiones que llegan a orientación escolar corresponden, 
en gran número, a estudiantes que, por diferentes factores, presentan bajo rendimiento 
académico. Se puede observar, en consecuencia, que estas situaciones generan fracaso escolar, 
repitencia y deserción y, a largo plazo, se convierte en un problema que afecta no solo al 
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estudiante y a la familia, sino, además, su entorno social. De allí la importancia de implementar 
acciones pedagógicas que integren la educación inclusiva, desde la diversidad a través de 
estrategias metodológicas que motiven a los padres de familia, docentes y estudiantes a participar 
de manera activa y significativa en los procesos de formación, con el propósito de mitigar el bajo 
rendimiento académico y las problemáticas asociadas a él. 
El fenómeno antes descrito a llevado a la siguiente pregunta de investigación: ¿cómo 
diseñar una propuesta, desde orientación escolar, para apoyar a estudiantes con bajo rendimiento 
académico a partir de un enfoque de educación inclusiva y el Diseño Universal para el 
Aprendizaje (DUA)? 
Objetivo General 
Diseñar, desde orientación escolar y con un enfoque de educación inclusiva basado en el 
Diseño Universal para el Aprendizaje, un instrumento que brinde una manera de abordar y 
apoyar a los estudiantes con bajo rendimiento académico. 
Objetivos Específicos 
 Argumentar, desde la fundamentación teórica, cómo la educación inclusiva y el DUA son 
herramientas fundamentales para abordar los casos de bajo rendimiento escolar. 
 Identificar los elementos centrales de la orientación escolar necesarios para acompañar 
los procesos de aprendizaje de estudiantes con bajo rendimiento académico. 
 Proponer estrategias pedagógicas para que los docentes y padres de familia contribuyan 
al mejoramiento de los procesos de aprendizaje en los estudiantes con bajo rendimiento 
académico. 
 
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Justificación 
 La región latinoamericana y caribeña atraviesa un momento de transición a la educación 
inclusiva que busca “garantizar la igualdad de oportunidades y no discriminación, desde el 
principio de equidad y atención a la diversidad” (García, 2016, p. 197). No obstante, al interior 
de los contextos educativos convergen tantas realidades y diferencias a nivel individual, familiar, 
socio económico y cultural que el reto de la inclusión apenas está dando los primeros pasos en su 
implementación. 
Un sistema educativo inclusivo es aquel que, por encima de cualquier otra característica, 
elimina las prácticas discriminatorias, es decir, “promueve la valoración de la diferencia en 
detrimento de la homogeneidad, acoge la pluralidad y garantiza la igualdad de oportunidades – y 
por lo tanto beneficia a todo el colectivo” (CLADE, 2016, p.19). Justamente, es en la interacción 
y en el reconocimiento del otro, desde su individualidad, donde se empiezan a generar espacios 
de socialización, que, si bien se cimientan en el núcleo familiar, es en la escuela donde se 
fortalecen y se aprende a valorar las diferencias. En esta interacción los individuos aprenden a 
reconocerse como diferentes y a forjar una identidad, en parte, debido al reconocimiento de lo 
que pueden hacer y de lo que no. Esto quiere decir que también se da el reconocimiento del lugar 
de cada individuo frente a los demás. De allí la relevancia de garantizar a todos los niños y niñas, 
el acceso y permanencia en el sistema educativo en las condiciones adecuadas. Esto se dispone 
como normativa en la Constitución Política de Colombia en el artículo 67, así: 
la educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función 
social; con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los 
demás bienes y valores de la cultura. (1991) 
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El Estado, en tal sentido, debe dar respuesta a las necesidades puntuales de los diversos 
contextos educativos y, en particular, a las problemáticas relacionadas con el entorno escolar, la 
inclusión educativa y los procesos de enseñanza-aprendizaje. En tal situación toma lugar, sin 
duda alguna, la atención al bajo rendimiento académico y su incidencia en los procesos 
educativos de cada estudiante. De forma que el Estado debe garantizar, por un lado, el derecho a 
la educación y su función social; y, por otro lado, debe garantizar que todo individuo reciba los 
apoyos, las herramientas, los recursos que hagan falta para que el proceso educativo sea óptimo 
sin distinguir entre las circunstancias particulares de cada individuo, es decir, debe propender por 
una búsqueda de una educación completamente inclusiva. 
En por esto que esta investigación tiene como propósito ampliar los marcos de 
comprensión en torno al fenómeno del bajo rendimiento académico, a partir de una propuesta 
concreta basada en referentes teóricos relacionados con la inclusión educativa y el uso del 
Diseño Universal de Aprendizaje. El DUA, como faro de esta investigación, es primordial en la 
medida en que centra sus objetivos en facilitar el uso de las herramientas que se tienen a 
disposición del ejercicio pedagógico, pues permite generar diversas formas de enseñar y dotar de 
un verdadero significado el aprendizaje de acuerdo a los intereses, necesidades y particularidades 
de los educandos al interior de la escuela. Si bien el DUA es el principal, existen otros referentes 
teóricos desde los que se propone un andamiaje conceptual que acompañe la construcción del 
proceso de formación y de evaluación continua de los estudiantes. Dicho andamiaje teórico 
debería permitir la flexibilización del aprendizaje sin barreras y debería funcionar en 
concordancia con las formas particulares de aprender, de manera tal que puedan mejorarse los 
resultados del rendimiento escolar. 
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Finalmente, cabe mencionar que esta investigación tiene relevancia social y académica en 
la media que, por un lado, ofrece soporte teórico a una propuesta práctica que busca motivar la 
reflexión pedagógica en relación con la implementación de la educación inclusiva en las aulas 
escolares. Por otra parte, este recorrido teórico recoge también las reflexiones de una profesional 
de la orientación escolar, lo que permite que dicha teoría pueda articularse con experiencias 
previas y que
la teoría sirva de ayuda a la resolución de las inquietudes de otras profesionales del 
área y a la previsión de nuevas situaciones. 
 
 
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Marco Teórico 
A continuación, se desarrolla el marco teórico de esta investigación que se compone de 
los siguientes conceptos: Educación Inclusiva, Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), 
Bajo Rendimiento Académico Escolar, Procesos de Enseñanza/Aprendizaje y Orientación 
Escolar. 
Educación inclusiva 
 La escuela, como el principal espacio de socialización, permite a los actores educativos el 
encuentro con el otro. Esta se presenta como una oportunidad para percibir, desde la interacción, 
otras realidades, otras formas de ser y de vivir en el mundo. Es en la convivencia, no obstante, 
donde se presentan tensiones ante la dificultad de aceptar y comprender lo que el otro piensa y 
siente, la forma en la que decide comportarse y las motivaciones e intereses que determinan el 
rumbo de su vida. 
En el ámbito educativo se inicia el camino hacia la transformación en la manera como se 
reconoce al otro y se afronta la diferencia y la diversidad. Este reconocimiento puede entenderse 
como un proceso que genera limitantes, no solo en las relaciones interpersonales, sino en los 
procesos de formación y de enseñanza/aprendizaje. En esto radica la importancia de implementar 
la educación inclusiva entendida como la oportunidad de ejercer el cambio social hacia la 
apertura a la diversidad y la diferencia. En relación con lo anterior, el decreto 1421 de 2017 
estipula que la educación inclusiva se comprende como: 
Un proceso permanente que reconoce, valora y responde de manera pertinente a la 
diversidad de características, intereses, posibilidades y expectativas de los niñas, niños, 
adolescentes, jóvenes y adultos, cuyo objetivo es promover su desarrollo, aprendizaje y 
participación, con pares de su misma edad, en un ambiente de aprendizaje común, sin 
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discriminación o exclusión alguna, y que garantiza, en el marco de los derechos humanos, 
los apoyos y los ajustes razonables requeridos en su proceso educativo, a través de 
prácticas, políticas y culturas que eliminan las barreras existentes en el entorno educativo 
(art .7). 
La educación inclusiva pretende reconocer la diversidad, este es el eje central que le da 
fundamento a este decreto. Por esa misma vía, puede pensarse en que toda inclusión conlleva el 
reconocimiento de las diferencias en distintos ámbitos en torno a los procesos de enseñanza y 
aprendizaje, con ello se garantiza que el aprendizaje ocurra de forma equitativa en estos 
entornos. La implementación de la inclusión en la educación, en tal sentido, implica la búsqueda 
de la justicia y la equidad, en última instancia, para toda la sociedad. Gerardo Echeita (2002) 
afirma que “la educación inclusiva es un modelo comprometido, desde la profunda convicción de 
la igualdad humana, con el reto de hacer compatibles las diferencias en la escuela” (p.7). 
La Declaración de Incheon, educación 2030 de la UNESCO, en contraste con lo anterior, 
especifica que la educación actual -vista como reto general para todos los países- debe incluir “a 
todos los estudiantes y garantizar que todas las personas tengan una oportunidad igual y 
personalizada de progresar en el ámbito educativo” (2015, p.13). Esto puede derivar en que cada 
país considere hacer sus sistemas educativos, dentro de sus planes el desarrollo, más abiertos, 
con más oportunidades y enfocados a la inclusión. Para esta agenda es imperativo que se brinden 
oportunidades de aprendizaje equitativos en los centros escolares como una forma de avance y de 
progreso. De nuevo, se ve por qué la inclusión y la equidad son ejes vitales para una educación y 
aprendizaje, además de justa, de calidad. 
Por su parte, la UNESCO promueve que los países tomen medidas para prevenir y 
“abordar todas las formas de exclusión y marginación, disparidad, vulnerabilidad y desigualdad 
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en el acceso, participación y finalización de la educación, así como en los procesos y los 
resultados de aprendizaje” (2015, p. 22). Lo anterior implica que la mirada con la que debe 
abordarse la inclusión tiene que ser minuciosa, de manera que no solo los gobiernos nacionales, 
sino los locales deben comprometerse con impulsar la inclusión educativa para establecerlos en 
los contextos escolares. Es importante que todos, en cuanto actores educativos, tengan una 
mirada sobre la diversidad en todos los niveles sociales. No es posible hablar de educación 
inclusiva si no se ve como una oportunidad, principalmente, para mejorar y democratizar el 
aprendizaje sin discriminaciones o estigmatizaciones. 
A grandes rasgos, la educación inclusiva debe entenderse como un espacio en el que se 
conjugan sociedad y política. Para garantizar una educación inclusiva aterrizada a todos los 
contextos sociales y realidades escolares se debe, sin lugar a dudas, implementar políticas 
educativas inclusivas. En otro documento publicado por la UNESCO, llamado Guía para 
asegurar la inclusión y la equidad en educación (2017) se afirma que, desde el momento en que 
la educación se establece como derecho debe considerarse “la igualdad en el disfrute del derecho 
a la educación de todas las personas, y definiendo las formas de enseñanza, apoyo y liderazgo” 
(p. 12). En este sentido, la escuela está llamada a generar propuestas pedagógicas que atiendan 
de manera oportuna las necesidades particulares de los niños y niñas, siempre con el objetivo de 
promover la participación y el alcance de los logros en igualdad de oportunidades, como parte 
fundamental de todo proceso formativo. 
La inclusión y la equidad son principios esenciales que deben orientar todas las políticas, 
planes y prácticas educativas, en lugar de ser un fragmento de una política separada. Es necesaria 
una actitud de apertura al cambio desde todos los actores educativos, esto debe partir de las 
directrices que establecen los lineamientos curriculares. No obstante, en relación con la 
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educación inclusiva, es posible encontrar algunas dificultades de los lineamientos curriculares. 
En el caso de los docentes, estos están más obligados a cumplir con estándares diseñados para 
todos de manera homogenizada, que a programar sus rutas de trabajo de acuerdo a las 
necesidades personales de las que habla la UNESCO. Esto, a mi modo de ver, genera 
estigmatizaciones en los estudiantes que no cumplan las expectativas que demandan los 
estándares de los lineamientos curriculares. 
En concordancia con lo anterior, es fundamental ajustar el currículo de acuerdo a los 
intereses, necesidades y particularidades de los educandos al interior de los contextos educativos, 
lo cual conlleva a la transformación genuina de las prácticas pedagógicas. Esto incluye la 
implementación de estrategias metodológicas que atiendan las diferencias sin tratar de ocultarlas 
o acentuarlas. La educación inclusiva, en consecuencia, es heterogénea. 
Como se ve, el rol del docente es fundamental dentro de la educación inclusiva y requiere 
de una reflexión por parte de este y de las instituciones educativas, en donde no solo participan 
rectores u otros directivos, sino, además, profesionales de la psicología y la orientación escolar. 
Es claro, pues, que el tránsito a una educación inclusiva queda a cargo de estos actores al ponerse 
en diálogo. Para ponerlo en perspectiva, mientras se siga definiendo el aprendizaje estrictamente 
como la adquisición de conocimientos impartidos por un docente, probablemente las escuelas se 
limitarán a currículos y prácticas de enseñanza rígidamente organizados. Los currículos 
inclusivos, según la UNESCO, “se basan en la opinión de que el aprendizaje tiene lugar cuando 
los y las estudiantes participan activamente y toman la iniciativa para dar sentido a sus 
experiencias” (2017, p. 42). A esto hay que adicionar que tal diálogo debe ocurrir,
como se 
menciona anteriormente, entre toda la estructura de las instituciones educativas y los estudiantes. 
En este diálogo participan todos en igualdad de condiciones, pero sin perder de vista que la 
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intención es siempre la de suplir las necesidades heterogéneas. Justamente, esta participación es 
la que permite que la educación dé el paso a convertirse en una educación inclusiva de las 
opiniones, que no es vertical sino horizontal. 
Dentro del marco de una educación inclusiva, el rol del docente se convierte en el de 
guía, facilitador y promotor de la participación y el aprendizaje, en lugar de ser solo el instructor. 
El docente, en tal sentido, genera espacios que posibilitan la construcción de saberes en forma 
colectiva con especial atención en el respeto y el valor de la individualidad. Los sistemas 
educativos pueden crear oportunidades para que los docentes, entre ellos, construyan un lenguaje 
común sobre aspectos detallados de la práctica y sobre cómo hacer que estos aspectos sean más 
inclusivos y equitativos. Sin esa apertura al diálogo, los docentes pueden encontrar dificultades 
para experimentar nuevas posibilidades en el ámbito escolar. A través de “sus experiencias 
compartidas, los colegas pueden ayudarse unos a otros para expresar lo que hacen actualmente y 
definir lo que les gustaría hacer” (UNESCO, 2015, p.21). Ahora bien, cabe resaltar que la 
orientación escolar cumple un papel fundamental dentro de este diálogo, puesto que, de cierta 
forma, actúa como garante de tal diálogo. Esto se desarrollará más adelante. 
Otro aspecto importante cuando hablamos de la educación inclusiva, lo constituye la 
familia como primer ente formador y socializador, a través del cual se consolidan las bases 
fundamentales en la formación integral del ser humano. Son los padres de familia los 
responsables de estructurar los primeros procesos educativos, son ellos quienes evidencian de 
primera mano las necesidades particulares de sus hijos en el proceso de aprendizaje, ya que es en 
el hogar donde se refuerzan y apoyan los aprendizajes académicos que los estudiantes inician en 
la escuela. Para que la educación inclusiva se fortalezca, es de vital importancia que los padres 
de familia reconozcan las condiciones, necesidades y particularidades que tienen sus hijos, tanto 
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en el ámbito terapéutico y pedagógico como desde el núcleo familiar; ellos deben asumir en su 
vida de padres el compromiso de apoyar y acompañar los procesos que el niño deba tener. De 
hecho, “el siguiente paso lógico es que estos padres se involucren en apoyar el cambio para 
desarrollar la inclusión en las escuelas” (UNESCO, 2015, p.28). Cuando los padres carecen de la 
confianza o las capacidades para participar en los procesos formativos de sus hijos, se hace 
necesario trabajar con ellos en la sensibilización y aceptación de su rol como guías. Esto podría 
incluir la creación de grupos de apoyo y capacitación para padres, que trabajen con sus hijos en 
el desarrollo de las capacidades a nivel individual. 
Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) 
Para la elaboración de la propuesta pedagógica, que es el propósito de este trabajo, se ha 
planteado el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), como un enfoque básico para dar 
respuesta al problema de la atención a la diversidad de los estudiantes en los procesos de 
aprendizaje, es decir, como una vía plausible en pos de una educación inclusiva. 
Alba Pastor ha señalado frente al panorama actual de la educación que está se ha 
planteado para “la mayoría de los estudiantes, pero no [para] todos” (2014, p. 3). De esta premisa 
se derivan varios elementos que ponen en discusión a la educación misma y conducen a la 
generación de discusiones en torno a temas como la accesibilidad al aprendizaje desde la 
diversidad. Tales discusiones ya han traído consigo algunos hallazgos, con los cuales el CAST 
(Centro de Tecnología Especial Aplicada, ubicado en Norteamérica) ha trabajado para mostrar la 
pertinencia de un enfoque a través del cual se pudiera llegar a toda la población estudiantil, 
independientemente de las dificultades, motivaciones o procesos de aprendizaje de cada persona 
y del desarrollo de las capacidades a nivel individual. Con esto, lo que se ha pretendido es 
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romper con la visión de la “educación para la mayoría” para convertirla en una “educación para 
todos” sin exclusión. 
El DUA es un enfoque, resultado de los esfuerzos del CAST, que se plantea como “un 
marco práctico de aplicación en el aula que se organiza en tres principios” (2017, p. 4), en torno 
a los cuales se ofrecen diferentes pautas de aplicación práctica. Este documento parte de la idea 
según la cual la diversidad es la regla dentro de la educación y no la excepción. Con ello surgen 
varios interrogantes que apuntan a determinar las variables que influyen en el reconocimiento de 
tal diversidad. Para el DUA es necesario comenzar desde cómo se entiende la educación 
inclusiva para poder aplicarla en el aula de clase. 
El DUA se puede definir como: “un enfoque basado en la investigación para el diseño del 
currículo […] que permite a todas las personas desarrollar conocimientos, habilidades y 
motivación e implicación con el aprendizaje” (Pastor et al., 2014, p. 9). Solo a través de la 
investigación es posible conocer los elementos que determinan la diversidad de las condiciones 
que afectan el entorno educativo. Por eso el DUA es de interés pedagógico, pues le ofrece al 
docente pautas y principios que le ayudan a ajustar el currículo a su entorno. El DUA permite, a 
través de su implementación, transformar las prácticas pedagógicas y las aulas de clases en 
espacios que faciliten de manera flexible, la apropiación del conocimiento y el seguimiento de 
los procesos educativos. 
De acuerdo con Pastor et al., (2014), el DUA realiza dos aportes fundamentales para 
implementar la educación inclusiva y la diversidad en las aulas de clases. Por un lado, “rompe 
con la dicotomía entre alumnado con discapacidad y sin discapacidad” (p.11) y, por otro, plantea 
que la discapacidad no está centrada en los estudiantes, sino en los recursos que se utilizan en los 
procesos de enseñanza-aprendizaje. 
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Las neurociencias y su relación con el DUA 
El DUA está fundamentado en amplios estudios neurocientíficos, esto se debe a que al 
querer comprender el aprendizaje es necesario saber cómo funciona el cerebro y sus redes 
neuronales en el aprendizaje. A su vez, distintos avances tecnológicos han hecho grandes aportes 
al estudio de la estructura y el funcionamiento del cerebro con el fin de comprender su relación 
con los procesos de aprendizaje (citado en Pastor, 2014). Estos avances han permitido evidenciar 
que, a pesar de las similitudes físicas, no existen dos cerebros iguales y, por lo tanto, las formas o 
maneras de aprender son diversas. 
Las investigaciones de varios neurocientíficos muestran, por ejemplo, que el cerebro 
posee una estructura modular, la cual se distribuye en tres diferentes subredes: a) redes de 
conocimiento; b) redes estratégicas; c) redes afectivas. Cada una de estas redes se especializan en 
tareas como el procesamiento de la información, la planificación, la ejecución y la asignación de 
emociones que intervienen de manera predominante en los procesos de aprendizaje. 
Principios y Pautas del DUA 
Como se había mencionado antes, el DUA cuenta con tres principios. Estos sientan las 
bases del enfoque a la diversidad del aprendizaje y en torno a ellos debería construirse el marco 
práctico para trabajar en las aulas. Dichos principios se han convertido en un referente 
obligatorio de la bibliografía científica sobre el tema. 
Principio 1: proporcionar múltiples formas de representación. 
El primer principio del DUA parte de la idea de que los alumnos son diferentes en la 
forma como perciben y comprenden la información que se les presenta.
Un ejemplo de esto son 
aquellos estudiantes cuyas dificultades visuales o auditivas obstaculizan sus procesos 
individuales de aprendizaje a nivel físico; o, por otra parte, estudiantes con diferencias 
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lingüísticas o culturales que ven afectado su aprendizaje por el contexto. Para estos estudiantes, 
en cada caso, según Pastor et al. (2014), es necesario abordar y presentar los contenidos de 
maneras distintas teniendo en cuenta tres pautas para incorporar este principio en los procesos de 
enseñanza. 
La primera pauta señala la posibilidad de ofrecer al estudiante con dificultades múltiples 
opciones que le permitan acceder a la información, de manera que se preste especial atención a 
sus necesidades personales. Un contenido, por ejemplo, se puede presentar más grande si es 
visual o, en el caso que el contenido sea auditivo, el sonido se podría amplificar. La segunda 
pauta señala que la interacción con los diversos sistemas de representación ―tanto lingüísticos 
como no lingüísticos― varía de un estudiante a otro, ya que el significado que cada quien le da 
al lenguaje y a los símbolos depende del contexto cultural y familiar en el cual se encuentra 
inmerso. Finalmente, la tercera pauta busca ampliar los procesos de comprensión a través de la 
activación de los conocimientos previos, el procesamiento y transferencia de la información, así 
como el fortalecimiento de la percepción, la atención y la memoria (Pastor et al., 2014). 
Principio 2: proporcionar múltiples formas de acción y expresión. 
Es claro, hasta este momento, que cada individuo posee una diferencia íntima que lo hace 
sentir, actuar, pensar y vivir diferente. Por eso es necesario insistir en que el aprendizaje debe 
fundamentarse en la multiplicidad y no en la unicidad. Un mismo contenido puede variar, entre 
individuos, de acuerdo a la forma como lo aprenden. Esto conlleva a que cada individuo exprese 
lo aprendido de forma siempre distinta: hay quienes prefieren expresarse de forma escrita, así 
como hay quienes prefieren hacerlo de forma oral. Por ello, desde las prácticas pedagógicas se 
deben implementar diversas maneras de orientar los procesos de enseñanza aprendizaje con el fin 
de atender las necesidades particulares de los estudiantes (Pastor et al., 2014). 
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Cada principio, como veremos, va acompañado de ciertas pautas que lo complementan y 
ayudan a comprender mejor su practicidad en el aula. La pauta cuatro nos sugiere que las 
respuestas a una pregunta deben ser múltiples. Al aprender un nuevo contenido, el estudiante 
debería expresar su aprendizaje de la manera que más se le facilite. Un libro de texto o un 
cuaderno de ejercicios en formato impreso proporcionan opciones muy limitadas para 
interactuar. Es clave, por eso, ofrecer varios modos de interactuar con la información, algunas 
veces cambiando los ritmos, los métodos de respuesta, otras veces, haciendo uso de plataformas 
interactivas, incluso vendría bien no diferenciar entre usar lápiz o tinta. Esto se complementa con 
la pauta cinco, la cual, por su parte, indica que es deseable “usar objetos físicos manipulables 
(bloques, modelos 3D, regletas, ábacos, etc.); proporcionar aplicaciones de comunicación y 
herramientas web interactivas. Utilizar diferentes estrategias para la resolución de problemas” 
(Pastor et al., 2014, p. 32). 
 Un aspecto fundamental en el aprendizaje es el de poder establecer acciones ejecutivas. 
Esto, según la pauta seis del DUA, puede hacerse a través de la inclusión de metas o de objetivos 
claros. Si un estudiante puede reconocer una meta y entender el objetivo de ella de forma 
realista, puede ejecutar tareas de una manera más efectiva. Además de esto, es importante 
mantener un registro de acciones ya llevadas a cabo y que se vea el proceso por el cual se 
consigue un objetivo. 
Principio 3: proporcionar múltiples formas de implicación. 
El componente emocional es un elemento crucial en el aprendizaje. Allí entra en juego al 
momento de determinarlas diferencias acerca de lo que motiva a los estudiantes y la manera en 
que se implican en su aprendizaje. De hecho, “hay alumnos que se concentran mejor cuando 
trabajan solos; en otros casos, prefieren trabajar en grupo. Por ello, es importante dar opciones o 
21 
 
variar las dinámicas, de modo que todos los estudiantes puedan implicarse según sus 
preferencias” (Pastor et al., 2014, p. 47). En muchos casos, también ocurre que la información a 
la que no se presta atención, la que no supone una actividad cognitiva del estudiante es, de 
hecho, inaccesible, ya que por lo general, es información que no se procesa y por esta razón se 
convierte en irrelevante, lo cual causa que el estudiante se convierta en una suerte de receptor 
vacío, esto es, alguien que recibe información insignificante que, al final, no se procesa. De ello, 
que en la pauta siete se plantee la gran importancia de permitir que el estudiante tenga la 
posibilidad de elegir autónomamente el proceso de su aprendizaje para que pueda darle 
relevancia, valor y autenticidad. 
Cuando un estudiante ve que es importante para su proceso, además de establecer metas, 
dedicar tiempo y esfuerzo para conseguirlas, su aprendizaje cobra mayor relevancia. La pauta 
ocho habla de que es clave mantener el esfuerzo y la persistencia a través de herramientas de 
gestión del tiempo o que vean las tareas que componen una tarea más grande. De nuevo, cada 
quien debe encontrar en su entorno las posibilidades que se ajusten a sus necesidades. Por 
ejemplo, un estudiante puede ver que es más sencillo trabajar una hora diaria en alguna tarea 
asignada, mientras que otro puede hacerlo en lapsos de veinte minutos durante todo el día. Lo 
más importante que sugiere el DUA es que el esfuerzo puede ajustarse de acuerdo a cada 
individuo sin diferenciar entre quién se esfuerza menos y quién lo hace más. 
Lo anterior, va de la mano de la autorregulación, la pauta nueve. Es importante que “los 
estudiantes desarrollen unas habilidades intrínsecas para regular sus propias emociones y 
motivaciones” (Pastor et al., 2014, p. 43). Esto deriva del hecho fundamental para el desarrollo 
del ser humano de saber controlar sus emociones y administrarlas a la hora de interactuar con el 
entorno. No se puede perder de vista que el estudiante necesita cumplir con sus propias metas, 
22 
 
esto, sin embargo, no debe volverse algo obligante que ocasione la pérdida de motivación y de 
significado del aprendizaje. El estudiante puede encontrar, en distintas actividades, reflexiones 
que le ayuden a regular sus afectos y de la misma forma afrontar sus propias frustraciones. Una 
actividad tan sencilla como regular los tiempos de concentración ayudan a que el estudiante 
pueda saber en cuánto tiempo se cansa, cuánto soporta leyendo y en qué momento debe 
detenerse para evitar la fatiga y, con ello, una posible frustración. 
El Bajo Rendimiento Académico Escolar 
Una de las principales problemáticas que afrontan los entornos escolares es el bajo 
rendimiento académico. Las consecuencias que este trae influyen en las tasas de repitencia, 
deserción y fracaso escolar, además de afectar a nivel emocional, familiar y social a los 
estudiantes, quienes, por diversos factores, presentan, principalmente, un distanciamiento entre 
lo que propone la educación y los logros que evidencian en los procesos de aprendizaje. 
El rendimiento escolar se define como el “nivel de conocimientos demostrado en un área 
o materia comparado con la norma de edad y nivel académico” (Edel, 2003a, p.2). Así, si el 
educando no responde como se espera al conocimiento valorado de acuerdo a ambos criterios, se 
establece que el estudiante presenta dificultades o, directamente, se clasifica como estudiante de 
bajo nivel académico. Si por el contrario, da razón de manera satisfactoria a los procesos 
evaluados, se considera que el estudiante cumple con los objetivos propuestos
por el sistema 
educativo y que por eso su rendimiento es alto. 
En tal sentido, el rendimiento académico “es reconocido por su capacidad clasificatoria y 
su vinculación a la promoción y evaluación de estudiantes, su expresión en notas y promedios 
académicos lo identifican con objetividad” (Erazo, 2012, p. 145). Es importante resaltar que este 
método clasificatorio se convierte en un elemento del entorno cotidiano de la comunidad 
23 
 
educativa. Estudiantes, docentes, directivos y padres de familia normalizan el lenguaje de las 
calificaciones cuantitativas al punto que se asume que tal método clasificatorio es inevitable en 
todos los procesos de aprendizaje. Desde esta perspectiva, el rendimiento académico se convierte 
en un termómetro para que las instituciones educativas evalúen la calidad de sus programas, los 
métodos y estrategias de enseñanza con el fin de identificar las debilidades y fortalezas respecto 
a la apropiación del conocimiento en cada una de las áreas o asignaturas, presentes en los planes 
de estudio, así como las estrategias metodológicas pertinentes para avanzar en dichos procesos. 
Este tipo de mediciones resulta bastante limitado, ya que no tiene en cuenta que un 
proceso de evaluación de conocimientos no define el rendimiento académico particular de un 
estudiante. Dentro de tales métodos clasificatorios “se le da mayor valor a los resultados 
académicos que son arrojados en pruebas sistemáticas de verificación de contenidos” (Rodríguez 
et. al, 2004, p. 12) y se le resta importancia a factores emocionales o sociales. El orden 
evaluativo centrado en resultados, en relación con los contenidos abordados en las diversas áreas, 
se ha convertido en muchos escenarios, según Rodríguez et al. (2004), en la única forma de 
medición de los estudiantes, lo que genera procesos que no se ajustan a todas las realidades. Esto 
deja por fuera muchas otras variables que se deben tener en cuenta al momento de apreciar, en su 
conjunto, la manera de acercarse al tema del rendimiento académico en el ámbito educativo. 
Al respecto, se puede afirmar que el sistema de evaluación, enfocado únicamente en los 
objetivos alcanzados, reduce la praxis de las instituciones educativas al ejercicio de clasificar el 
éxito o el fracaso escolar, ya que la mayoría de veces, se fije solo en los resultados generados por 
mediciones internas o externas que se centran en el aspecto de orden cognitivo, referido al saber 
y la adquisición de conocimientos. Por esto, es necesario reflexionar frente otros aspectos de 
orden cognitivo, emocional, relacional, familiar y contextual, los cuales complejizan la manera 
24 
 
de abordar el éxito o fracaso escolar y ponen en evidencia que no existe un único método para 
abordar la evaluación. Para emitir juicios de valor sobre el desempeño escolar de los estudiantes, 
por el contrario, se deben contemplar diversas maneras de aproximarse a la realidad de cada 
educando ya que representan mundos y contextos diferentes. 
De acuerdo con Pastor 2014, es indispensable la adaptación de las herramientas 
metodológicas y ambientes de aprendizaje adecuados para fortalecer la implementación de una 
educación inclusiva, orientada al alcance de los logros desde las necesidades, intereses y 
particularidades de los educandos, disminuyendo las barreras de acceso al aprendizaje que se 
presentan en los modelos tradicionales de enseñanza, y que mantienen un “formato único” 
(p.17), el cual, en su afán por homogenizar los procesos de enseñanza aprendizaje, olvida la 
atención a la diversidad, en particular de aquellos estudiantes que presentan bajo rendimiento 
académico. 
 En esta línea de pensamiento, es de vital importancia reflexionar frente a las prácticas 
pedagógicas en las instituciones educativas y cómo adaptarlas de manera pertinente a la 
diversidad de características, habilidades, intereses y ritmos de aprendizaje presentes en los 
educandos e indispensables para garantizar una educación inclusiva para todos con igualdad de 
oportunidades. 
En relación con lo anterior, Edel (2003) pone de manifiesto que es necesario tener en 
cuenta el nivel de motivación, la disposición e implicación que se genera hacia el aprendizaje. 
Esto permite, desde los propios intereses de los estudiantes, trazarse metas y trabajar para 
alcanzarlas, lo que, a su vez, genera un proceso de enseñanza-aprendizaje significativo que 
posibilite la aprehensión del conocimiento y el deseo por descubrir otras formas de ver el mundo. 
Esto, sin duda, repercute en un mejor desempeño escolar, ya que se parte desde un horizonte de 
25 
 
comprensión que compromete la estimulación como fuente de atracción hacia una meta por 
lograr. 
Visto de esta manera, el rendimiento académico está relacionado directamente con la 
inteligencia emocional, un elemento que hace posible la generación de confianza, de 
autorregulación y posibilita el manejo de la frustración ante las dificultades que se presentan a lo 
largo del proceso de aprendizaje. De allí la importancia de estimular en los estudiantes el 
desarrollo de la madurez emocional que les permita lograr el fortalecimiento de las habilidades y 
competencias individuales fundamentales en la interacción con el otro en la construcción del 
conocimiento, así como la asimilación de la frustración y la capacidad de superar sus propias 
dificultades. 
Si bien para lograr una aproximación al conocimiento, enfocada en los intereses y 
necesidades de los estudiantes, son relevantes la motivación y la inteligencia emocional, es 
importante mencionar las diferentes formas en que los educandos acceden al proceso de 
enseñanza-aprendizaje. Esto se debe a que todos aprenden de manera particular y diversa, 
además de la relación con otros factores como los ambientes familiares, el acceso a la salud, 
estado socioeconómico, entre otros aspectos (Erazo, 2012). En el seguimiento a los casos de 
estudiantes con bajo rendimiento académico se evidencia que, en los hogares disfuncionales, así 
como en los sectores más vulnerables a nivel socioeconómico y de acceso limitado a la salud, se 
presentan, con mayor frecuencia, el incremento del bajo rendimiento académico. Tanto el 
acompañamiento familiar deficiente como las necesidades básicas insatisfechas son, justamente, 
las que generan grandes afectaciones que, en la mayoría de casos, no se tienen en cuenta para 
valorar las condiciones en que un estudiante puede rendir académicamente. 
26 
 
Por otra parte, los investigadores Caso y Hernández (2010), amplían algunas de las 
variables que inciden el bajo rendimiento académico: el ingreso económico familiar, los niveles 
de escolaridad de los padres, las expectativas familiares, el capital cultural, las características de 
la escuela y la influencia del profesor. Además, se incluyen variables asociadas al 
funcionamiento psicológico de los individuos y algunas dificultades en el aprendizaje que 
determinan su interacción con el entorno escolar, familiar y social. Adicionalmente, Pedraza 
(2017, p. 127) explica de manera generalizada ocho aspectos conceptuales determinantes para 
comprender el bajo rendimiento académico estudiantil así: 
 Las diferencias en los resultados escolares están en relación directa con el origen social 
de la población. 
 En el rendimiento escolar influye el nivel socioeconómico de los estudiantes. 
 El bajo rendimiento académico es directamente proporcional a la preparación de los 
docentes. 
 Los resultados escolares se dan en función del proceso educativo. 
 Las diferencias de los resultados escolares se relacionan con la visión sistémica del centro 
educativo. 
 El bajo rendimiento académico no tiene relación con diferencias de género. 
 Existe reciprocidad de características psicológicas de la personalidad con el rendimiento 
académico. 
 El clima escolar influye en el bajo rendimiento académico. 
Estas aproximaciones al estudio del
bajo rendimiento académico permiten reafirmar que 
la valoración de los procesos de aprendizaje es multifactorial. Por esto, debe hacerse un 
seguimiento continuo, permanente y flexible, teniendo en cuenta las variables que influyen en los 
27 
 
niveles de desempeño y que estimulen la participación en la construcción en el planteamiento y 
alcance de sus logros. Para tal fin, las escuelas y la comunidad educativa en general, deben estar 
preparadas para incluir dentro de su horizonte institucional diversas formas de abordar el bajo 
rendimiento académico desde espacios de reflexión con sus estudiantes, pues “la acción 
educativa debe ayudar a los alumnos a ser conscientes de su pensamiento, a ser estratégicos y a 
dirigir su motivación a metas valiosas” (Lamas, 2008, p.19). Con esto queda claro que el 
rendimiento académico no es solo la acumulación de conocimientos, sino que es la suma de 
varios componentes que configuran, a nivel interno y externo, los procesos a través de los cuales 
los estudiantes se relacionan consigo mismos y con el entorno. 
Procesos de Enseñanza y Aprendizaje 
De acuerdo con León (2008), la educación “es un proceso humano y cultural complejo” a 
través del cual se considera la condición natural del hombre y la cultura dentro de la cual se 
encuentra inmerso como parte del proceso de formación en cada una de las dimensiones del ser 
humano (p. 596). Desde esta perspectiva, es en los entornos escolares donde se fortalecen los 
procesos socio-afectivos, comunicativos y cognitivos y donde además se evidencian los 
principios formativos que se han estructurado en el entorno familiar y social. En la escuela se da 
el encuentro que motiva al estudiante a vivir nuevas experiencias significativas para su proceso 
de enseñanza-aprendizaje. 
En este sentido, es importante resaltar que para comprender de manera pluridimensional 
el proceso de enseñanza-aprendizaje, este “es la base o cimiento del proceso pedagógico, 
entendiendo este como el proceso que reúne todos los componentes, eslabones y dimensiones de 
la formación integral del estudiante” (Macías et al., 2012, p. 3). El proceso de enseñanza-
aprendizaje está supeditado a las condiciones individuales y a los mecanismos que sean 
28 
 
utilizados para lograr un buen desarrollo en las diversas áreas que comprometen tanto la 
enseñanza como el aprendizaje mismo. Visto de este modo, el desarrollo y la enseñanza van de la 
mano, es decir, a mayor enseñanza mejor nivel de desarrollo y a mayor progreso mejor nivel de 
enseñanza, todo lo cual posibilita el incremento de las posibilidades de aprendizaje. 
Para comprender con mayor claridad la enseñanza y el aprendizaje, se hace indispensable 
valorarlos de manera individual. La enseñanza se puede entender como la acción mediante la 
cual el docente ayuda al estudiante a aprender, mientras que el aprendizaje se define como el 
“proceso activo y continuado que tiene como resultado un cambio de concepto, de 
comportamiento, de percepción o motivación y el cambio podría ser positivo o negativo” 
(Macías et al, 2012, p. 3). El proceso de aprendizaje pone de manifiesto múltiples variables sobre 
la forma en que los estudiantes se acercan al conocimiento, lo adquieren y desarrollan 
competencias al respecto. Si se sigue esta concepción de aprendizaje, se hace necesario un 
proceso de transformación en las prácticas educativas que combine la resignificación de valores, 
habilidades y destrezas que, unidos a los saberes previos con los que cuentan los estudiantes, 
potencian procesos de aprendizaje significativo. 
Los autores Casassus, Arancibia y Froemel (1996, p. 224) afirman que hay diversos 
actores y factores que inciden de manera importante en los procesos educativos. Algunos de 
estos son: la política social-educativa, la familia del estudiante, la escuela, el alumno, el 
currículum y el profesor. Estos actores y factores constituyen las bases estructurales de una 
educación de calidad y de procesos de aprendizaje sólidos, en la medida en que cada uno asume 
su responsabilidad y aporte en la consolidación de un sistema educativo que integre y dé 
respuesta a las necesidades individuales y colectivas que demanda la sociedad. 
29 
 
En esta situación, es indispensable destacar que existe una importante diferencia entre lo 
que se quiere aprender y lo que se necesita aprender, dependiendo de la perspectiva de cada 
persona (Dedos, 2015). Esto implica que no todo lo que se enseña en la escuela es recibido de 
igual manera por los estudiantes, ya que estos establecen criterios de acuerdo a sus campos de 
interés, necesidades, capacidades y habilidades individuales, además de las expectativas para 
mejorar la calidad de vida. De allí la pertinencia de diversificar las metodologías de enseñanza, 
para lograr procesos educativos integrales e inclusivos. Estos aspectos son relevantes, puesto que 
desde las prácticas pedagógicas se debe procurar que la actividad del aprendizaje tenga carácter 
innovador y creador, haciendo que la enseñanza se desarrolle desde referentes en los que “el 
alumno, guiado por el profesor, busque solución a problemas nuevos para él. Para lograrlo, es 
necesario utilizar vías que le permitan al estudiante participar de una forma más activa en el 
proceso de enseñanza-aprendizaje” (González, 2012, p. 23). 
De esta manera, el docente se configura como constructor de nuevas realidades, pues 
parte de los intereses y motivaciones de los estudiantes, a los que además orienta. El docente es 
capaz de dotar de significado y sentido al conocimiento, con ello logra las transformaciones en el 
desarrollo de las competencias, habilidades y saberes. Ahora bien, no basta solo con la presencia 
del docente, ni tampoco solo con la del estudiante. Es ineludible que interactúen el uno con el 
otro: el docente desde estrategias que inviten y conlleven al ejercicio de la creatividad y a 
despertar el deseo por el conocimiento y el estudiante desde su participación, su motivación y la 
disposición para apropiarse, de acuerdo a sus intereses, de todo lo novedoso que representa la 
guía dada por el docente. 
30 
 
Cabe resaltar que, en la medida de lo posible, los procesos de enseñanza-aprendizaje 
deben convertirse en dispositivos activos y dinámicos para evitar que se limiten las opciones y 
estrategias en el ambiente educativo. Así, una mirada plural sobre la enseñanza y el aprendizaje 
va a posibilitar que tanto en la escuela, como en otros ámbitos de la vida, donde las 
relaciones son complejas, se pueda diversificar las maneras y formas de asumir y abordar 
la vida, como un escenario para aprender a aprender y aprender a desaprender (Álvarez, 
2012 p. 382). 
Otro aspecto importante en la implementación de herramientas metodológicas lo 
constituyen la creatividad e innovación de los maestros al momento de integrar estrategias que 
tengan en cuenta todas las variables presentes en la vida de sus estudiantes. Utilizando 
herramientas como las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), los docentes 
pueden apoyar los procesos de aprendizaje y contribuir tanto en los niveles de desempeño como 
en los espacios de interacción de estos. Las redes sociales y otras fuentes de uso de la tecnología, 
por ejemplo, implican la incorporación y transformación de los parámetros de una educación 
como la conocemos, así permiten que se deconstruyan y reconstruyan nuevos paradigmas en las 
prácticas pedagógicas. Esto ayuda a los docentes a integrar “en sus estrategias de enseñanza, los 
nuevos referentes en los cuales se desarrolla la vida cotidiana, de la gran mayoría de aquellos que 
interactúan en los procesos de aprendizaje” (Dedos, 2012, p. 33). 
Descritos los elementos que comprometen el proceso de enseñanza-aprendizaje, es 
importante tener en cuenta que, además de incorporar elementos como las redes sociales y la 
tecnología en las didácticas de enseñanza, se debe reflexionar
sobre el papel que juega la 
evaluación, en tal proceso. La evaluación es fundamental a la hora de valorar metodologías y 
estrategias de enseñanza. Esta debe de “ser progresiva y prospectiva para verificar la calidad y el 
31 
 
nivel de lo aprendido, que refleje de una manera completa el aprendizaje, la comprensión, los 
logros, la motivación y las actitudes del estudiante respecto al proceso enseñanza-aprendizaje” 
(López, 2005, p.42). Además de abrir espacios de reflexión para los docentes en torno a la 
pertinencia de su práctica pedagógica y los aspectos por mejorar. 
En suma, para lograr escenarios significativos de enseñanza y aprendizaje toda la 
comunidad educativa debe asumir un compromiso para dinamizar diversos espacios donde se 
resignifiquen las maneras de enseñar, aprender y evaluar. Solo de esta manera se podrán 
favorecer nuevos espacios de transformación en el entorno escolar, en donde los actores 
educativos se conviertan en protagonistas de procesos formativos centrados en las necesidades e 
intereses particulares hacia una educación más inclusiva. 
Lo anterior implica una coherencia entre la teoría y la práctica, es decir, no se puede 
“hablar de procesos de enseñanza y aprendizaje que busquen transformación de paradigmas, 
apropiación de conocimientos y desarrollo de competencias y destrezas, si se dice una cosa y se 
hace totalmente lo contrario” (Álvarez, 2012, p. 387). Si al interior de la escuela se continúan 
desarrollando las mismas estrategias que se utilizaron en décadas pasadas, con otros contextos, 
circunstancias y necesidades, no estaremos dando respuesta a la individualidad y a la diversidad 
presente en los contextos educativos ni a los desafíos que la sociedad actual demanda. 
El Orientador Escolar: un Apoyo Fundamental en los Procesos de Formación 
La orientación escolar se define como: “el proceso de ayuda y acompañamiento continuo 
a todas las personas, en todos sus aspectos, con objeto de potenciar la prevención y el desarrollo 
humano a lo largo de toda la vida” (Bisquerra, 2006, p. 10). En este sentido, el rol del 
profesional en orientación escolar promueve la atención y acompañamiento a todos los miembros
 de la comunidad educativa en torno a aspectos educativos, vocacionales, familiares y personales,
32 
 
 como parte integral en los procesos de formación. La orientación escolar, además, debe ser 
“considerada [como] un proceso educativo que tiene como finalidad ayudar al educando a 
confrontar las dificultades que surgen al encarar las exigencias del medio escolar” (Molina, 
2002, p. 5). El profesional en orientación realiza una intervención puntual en los procesos de 
enseñanza aprendizaje, desarrollo de la autonomía, atención a la diversidad, orientación para la 
prevención de problemáticas del entorno social y la orientación profesional. 
Desde el punto de vista de la relación enseñanza-aprendizaje, la orientación escolar es 
“un proceso dirigido al desarrollo de habilidades y destrezas para aprender a aprender y formar 
hábitos, actitudes, valores y comportamientos positivos hacia el medio escolar en relación a las 
actividades de aprendizaje” (Molina, 2002, p. 9). Es por esto que, desde la práctica profesional 
del orientador, se promueven espacios de encuentro personal, familiar y pedagógico que 
favorecen la búsqueda de posibles soluciones a determinadas problemáticas en el contexto 
escolar. Las definiciones de orientación escolar que la ven como un proceso de asesoría al 
estudiante en el ámbito escolar denotan como elemento clave en el desarrollo académico la 
formación de hábitos de estudio, el dominio de métodos y técnicas para el aprendizaje junto a la 
promoción del trabajo cooperativo dentro y fuera del aula con la ayuda e intervención directa de 
los padres y representantes. 
Tabla 1 
Definiciones de la orientación escolarcon énfasis en los aspectos escolares 
Definición Objetivos Funciones 
Proceso educativo mediante el cual se asiste 
al educando con el fin de que este pueda 
obtener el pleno rendimiento en sus 
actividades escolares, formular y realizar 
- Promover el 
rendimiento escolar
 
- Asistencia al 
educando. 
- Apoyo a los 
alumnos 
33 
 
planes según a aptitudes y sus intereses para 
alcanzar más armónicamente los fines 
últimos de una educación integral 
(Nereci, 1990). 
en las actividades 
escolares. 
Proceso de asesoramiento continuo donde 
el docente promueve actividades de tipo 
preventivo, dirigido a la formación de 
hábitos de estudio, atención y concentración 
en clase, aprovechamiento del tiempo y 
desarrollo de habilidades cognitivos (Ayala 
1998). 
- Asesorar en la 
formación de 
hábitos 
de estudio. 
- Desarrollar 
habilidades 
cognitivas 
básicas 
- Asesoramiento 
preventivo 
- Prevención y 
desarrollo 
Está dirigida a ofrecer ayuda y atención al 
alumno para que alcance un alto 
rendimiento académico y progrese en sus 
estudios (Mora, 2000). 
- Promover el 
rendimiento 
académico 
- Ayudar y 
atención 
Proceso dirigido al desarrollo de 
habilidades y destrezas para aprender a 
aprender y formar hábitos, actitudes, 
valores y comportamientos positivos hacia el medio 
escolar y frente a las actividades de aprendizaje 
(Molina, 2002). 
-Formar hábitos, 
actitudes, valores. 
-Formar conductas 
positivas frente al 
estudio. 
-Formación y 
guía a los sujetos 
 
-Desarrollo 
-Habilidades y 
destrezas. 
Fuente: Molina, D. (2002) 
La tabla 1 presenta las definiciones que hacen alusión al concepto de la orientación 
escolar en relación con los aspectos escolares. En la tabla se evidencia que la orientación escolar 
está enfocada a acompañar los procesos de aprendizaje de los estudiantes para promover el 
desarrollo de sus habilidades y destrezas. Ahora bien, de acuerdo con la resolución 09317 de 
2016 del Ministerio de Educación Nacional de Colombia (MEN), uno de los propósitos del cargo 
del docente orientador se enfoca en “promover el mejoramiento continuo del ambiente escolar
34 
 
 [para que] contribuya a la formación de mejores seres humanos, comprometidos con el respeto 
por el otro y la convivencia pacífica dentro y fuera de la institución educativa” (p. 107). Para 
cumplir con este propósito, se establecen, entre otras, las siguientes funciones: 
 Participar en la formulación, revisión y actualización del Proyecto Educativo 
Institucional (PEI), del Plan Operativo Anual y del Plan de Mejoramiento 
Institucional para incorporar una estrategia que promueva ambientes escolares 
adecuados. 
 Participar en la definición de una estrategia cuyo propósito sea generar un ambiente 
sano y agradable que favorezca el aprendizaje de los estudiantes y la convivencia en 
la institución. 
 Atender la consulta personal sobre aspectos psicológicos y sociales demandados por 
estudiantes y padres de familia. 
 Evaluar y monitorear los aspectos psicopedagógicos de los estudiantes remitidos por 
los docentes y determinar el curso de acción. 
 Identificar factores de riesgo psicosocial que afectan la vida escolar de los estudiantes
y proponer una estrategia de intervención. 
 Diseñar y poner en marcha las escuelas de padres para apoyar a las familias en la 
orientación psicológica, social y académica de los estudiantes (MEN, 2016, p. 108-
109). 
Las competencias pedagógicas, tal como logra verse, atraviesan los aspectos 
metodológicos de la acción del orientador y dan cuenta de su capacidad para integrar su práctica 
profesional con las acciones didácticas y formativas pertinentes para en el abordaje de las 
necesidades y problemáticas particulares del contexto escolar en continua interacción con todos 
35 
 
los actores educativos. De esta manera, la labor del orientador escolar como profesional de apoyo 
a los procesos educativos cobra gran relevancia, dados los aspectos que abarca y los
miembros 
de la comunidad educativa que beneficia en su práctica profesional. Su rol en el seguimiento y 
acompañamiento permanente a los procesos, así como la activación de las rutas de atención que 
involucran a los padres de familia, docentes y entidades externas, contribuye de manera oportuna 
en la consolidación de procesos educativos más diversos. 
La práctica del orientador escolar debe orientarse de manera integral en la atención a la 
diversidad. Por esto, es de especial importancia que el orientador conozca los llamados modelos 
educativos flexibles impulsados por el Ministerio de Educación Nacional y los promueva a 
través de la implementación de talleres, escuela de padres y otras estrategias pedagógicas que 
fortalezcan la atención a diferentes actores educativos en el marco de una educación inclusiva 
(MEN, 2012, p. 21). 
 
 
 
36 
 
Metodología 
La presente propuesta de investigación se enmarca dentro del enfoque cualitativo, el cual 
surge cuando: 
el investigador se interesa por el significado de las experiencias y los valores humanos, el 
punto de vista interno e individual de las personas y el ambiente natural en que ocurre el 
fenómeno estudiado, así como cuando buscamos una perspectiva cercana de los 
participantes (Hernández, et al., 2014, p. 368). 
En este sentido, el actuar de los sujetos se constituye como una herramienta de análisis vital para 
el planteamiento de esta propuesta que pretende abordar los casos de estudiantes con bajo 
rendimiento académico. Sumado a esto se recurrió a la revisión de conceptos teóricos para 
comprender los conceptos que rodean el bajo rendimiento académico de los estudiantes y la 
orientación escolar. 
Paradigma 
Esta investigación se basó en el paradigma hermenéutico, el cual se centra en el arte de la 
interpretación. Schleiermacher propuso “la sistematización de la hermenéutica general como arte 
del comprender mismo, que sirviera de base a las teorías y metodologías para la interpretación de 
textos” (Aguilar, 2004, p.62). El paradigma hermenéutico pretende comprender el sentido de un 
texto, para luego desarrollar su respectiva interpretación según lo expresado por un autor. En ese 
orden de ideas, se abordó la revisión documental sobre el bajo rendimiento escolar para 
contrastarlo con los casos de estudiantes remitidos a orientación escolar por este motivo. 
Método 
Aguilar (2004) puntualiza que el método hermenéutico pretende estudiar, analizar y 
comprender los fenómenos sociales propios de las vivencias de los seres humanos al relacionarse 
37 
 
entre sí y con los diferentes contextos en que estos interactúan para construir sentido y dar 
significado, desde una mirada subjetiva, a la realidad de los sujetos. En tal sentido, el 
investigador, al realizar estudios desde el enfoque hermenéutico, tiene que ver varios elementos 
entre los que se encuentran: la inmersión en el contexto, los marcos de referencia conceptual, la 
utilización del lenguaje como herramienta para acercarse y acceder a las formas de pensar de las 
personas. Tales elementos permiten entender y establecer marcos de comprensión de las 
situaciones que aquejan a las personas, lo que, a su vez, permite desarrollar una mirada subjetiva 
y crítica para entender y poder explicar los fenómenos que surgen en los diferentes contextos 
sociales. 
Así, esta investigación se basa en el método hermenéutico, porque pretende, desde los 
marcos de referencia conceptual, estudiar, entender e interpretar los factores asociados al bajo 
rendimiento académico, para plantear, desde una revisión teórica, una reevaluación de la 
educación inclusiva como posible solución del fenómeno del bajo rendimiento académico. En el 
desarrollo de la práctica profesional desde orientación se tiene la posibilidad de acceder a las 
realidades de la población escolar y desde la interacción con los estudiantes. Justo allí es donde 
surge la inquietud de abordar, estudiar interpretar y comprender dicho fenómeno. 
 
Contextualización 
El Colegio Gabriel Betancourt Mejía Sede B jornada tarde, es una Institución Educativa 
Distrital, ubicada en la ciudad de Bogotá D.C., en la Localidad 8a de Kennedy barrio Ciudad 
Tintal. Ofrece el servicio educativo a 870 estudiantes de primaria y bachillerato aproximadamente, 
atendidos por una profesional en Orientación Escolar. 
38 
 
La población estudiantil reside en el mismo barrio donde se ubica el colegio y en barrios 
aledaños dentro de la misma localidad. Las familias pertenecen a estratos socioeconómicos 1 y 2, 
con una ocupación laboral de los padres o cuidadores en el sector productivo informal e 
independiente en su mayoría, actividades que limitan las condiciones en la calidad de vida, los 
procesos formativos, de interacción y acompañamiento de los educandos, realidades que reflejan 
en el ámbito educativo diversidad de problemáticas relacionadas con el desempeño escolar y los 
procesos de enseñanza aprendizaje, incidiendo en el incremento de fenómenos como el bajo 
rendimiento académico, la repitencia, la deserción y el fracaso escolar. 
En este sentido, es en el ejercicio pedagógico y la socialización continua con los 
estudiantes, donde se pone de manifiesto la influencia que tienen los actores educativos y los 
ambientes de aprendizaje en los cuales están inmersos los estudiantes y su núcleo familiar, así 
como las necesidades particulares de los niños/niñas cuyos niveles de desempeño escolar presentan 
dificultades por lo cual se hace necesaria la remisión de los casos a orientación escolar (anexo 1), 
para que sean atendidos y se establezca la ruta de atención a nivel individual, familiar e 
interinstitucional más oportuna. 
 
De acuerdo con el Sistema Institucional de Evaluación Escolar (SIEE), para garantizar el 
seguimiento a los procesos escolares de cada estudiante, posterior a la remisión a orientación 
escolar, cada trimestre son presentados por los docentes de las diferentes áreas en las comisiones 
de evaluación y promoción, los casos de estudiantes que presentan bajo desempeño académico en 
tres o más asignaturas, con el fin de concretar las estrategias pedagógicas pertinentes para su 
abordaje, y establecer un trabajo articulado entre los docentes, la orientación escolar y los padres 
de familia para el avance en los procesos escolares. 
39 
 
 Sin embargo, las estadísticas anuales sobre las tasas de repitencia escolar estudiantil 
realizadas a nivel institucional muestran que para el 2018 reprobaron el año escolar el 11.54% de 
los estudiantes y para el 2019 el 7.97% del total de los educandos, poniendo en evidencia que, pese 
a los procesos de seguimiento y acompañamiento escolar, los resultados no son los esperados. 
Adicionalmente, según el informe por colegio del cuatrienio, en el análisis histórico y 
comparativo publicado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN 2018), los datos muestran 
que en el colegio Gabriel Betancourt Mejía (IED), se presentan coincidencias en los bajos niveles 
de desempeño en el área de matemáticas y lenguaje, en los grados tercero, quinto y noveno, en 
relación con la media distrital y en general con las instituciones educativas del país, elementos 
que demuestran que en la sede B J.T, el bajo rendimiento académico es una de las problemáticas 
que más afecta a la población estudiantil y que bien vale la pena analizar y reflexionar. 
 
 En concordancia con lo anterior, se desarrolla la presente investigación con el propósito de 
fortalecer las prácticas pedagógicas desde el planteamiento de una propuesta que involucre de 
manera más participativa a los padres de familia y docentes en los procesos educativos, con la 
implementación del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) como un enfoque metodológico 
que contribuya a la disminución del bajo rendimiento académico y fortalezca la implementación 
de una educación inclusiva, vista desde la diversidad y basada en
los intereses y necesidades 
particulares de los educandos en los entornos escolares. 
 En relación con lo anterior, la propuesta que se plantea en la escuela desde la inclusión 
educativa, está enfocada en factores diferentes a la discapacidad y a estudiantes que pueden 
presentar necesidades educativas, pero no están diagnosticados. Para ser más específica, en la 
institución educativa, siguiendo las directrices que se plantean desde el Ministerio de Educación 
40 
 
Nacional (MEN), los casos de estudiantes que son calificados con limitaciones físicas, mentales o 
con capacidades excepcionales, (decreto 1421 del 2017), son ubicados en la sede A, donde son 
atendidos por un equipo interdisciplinario de apoyo a esta población y a sus necesidades 
específicas. 
 Para concluir, si bien las condiciones del contexto, los recursos de infraestructura, material 
didáctico, entre otros, son limitados para que las prácticas pedagógicas se desarrollen de manera 
interactiva al interior de las instituciones educativas y en el hogar, con la implementación de 
estrategias como las que plantea el presente estudio, los logros que se pueden alcanzar 
contribuirían notablemente en los procesos de apropiación significativa del conocimiento y de la 
inclusión en el entorno escolar con la participación de todos en beneficio de los educandos. 
 
41 
 
Presentación de la Propuesta 
A continuación, se presenta la Propuesta para el Abordaje de los Casos de Estudiantes 
Remitidos a Orientación Escolar por Bajo Rendimiento Académico, a través de la cual se busca 
fortalecer la educación inclusiva en la escuela. Esta se hace tomando como base el Diseño 
Universal para el Aprendizaje (DUA) con el fin de favorecer la reflexión de padres y docentes 
para que, desde sus roles, enriquezcan las experiencias inclusivas dentro y fuera del aula de 
clase. 
Los conceptos desarrollados en el marco teórico fueron los que orientaron el proceso de 
diseño de la propuesta. El DUA, por ejemplo, ayuda “a tener en cuenta la variabilidad de los 
estudiantes al sugerir flexibilidad en los objetivos, métodos, materiales y evaluación que 
permitan a los educadores satisfacer dichas necesidades” (Pastor, et al., 2013 p. 3). Con esto se 
da paso a la implementación de una educación inclusiva en la institución y se ofrecen algunas 
recomendaciones que promueven la reflexión acerca de cómo organizar la propuesta desde el 
enfoque del DUA. 
Objetivo de la Propuesta 
Sensibilizar a padres de familia y docentes sobre la importancia de los roles que 
desempeñan en los procesos educativos de los estudiantes remitidos a orientación escolar por 
bajo rendimiento académico, para que contribuyan en la implementación de una educación 
inclusiva, teniendo en cuenta el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). 
Introducción e Importancia de la Propuesta 
La propuesta surgió de la necesidad de involucrar a los padres y docentes en los procesos 
escolares de los estudiantes. Al realizar el seguimiento de los casos remitidos a orientación 
escolar por diferentes problemáticas, se ha evidenciado un número significativo de estudiantes 
42 
 
que presentaban bajo rendimiento académico. Esto llevó a la indagación de conceptos que 
permitieran reunir las teorías que explicaran aquellos aspectos relacionados al problema. En tal 
investigación, se encontró que una posible solución para el bajo rendimiento académico, la cual 
implicaba una propuesta que además de sensibilizar y generar conciencia en los padres y 
docentes frente a su rol en los procesos de enseñanza-aprendizaje de los estudiantes, les brindara 
las herramientas para ampliar su conocimiento en relación con la educación inclusiva. 
El DUA responde, en este orden de ideas, a las expectativas para implementar una 
educación inclusiva, ya que parte de la premisa de que cada individuo aprende de forma diferente 
puesto que no hay dos cerebros que funcionen igual. Esto incita a que se tengan en cuenta las 
necesidades de cada estudiante desde sus particularidades durante el proceso de aprendizaje. El 
DUA se ha planteado como un enfoque universal flexible, pues insiste en el reconocimiento de la 
diversidad en las maneras de recibir, ejecutar y motivar el acceso de todos los estudiantes para 
aprender. Es decir, tiene en cuenta los intereses, la forma de acceder y de procesar la información 
de cada educando y la particularidad en la manera que lo demuestra y se implica en su propio 
proceso (Pastor, et al., 2014). 
Dicho lo anterior, esta propuesta está enfocada en organizar, desde orientación escolar, 
varias actividades con docentes y padres de familia que apliquen tanto los principios como las 
pautas del DUA. Tales actividades permitirán fortalecer los procesos de acompañamiento a los 
estudiantes dentro y fuera del aula. Para ser más específica, la idea es recalcar la importancia de 
los roles que los padres y docentes cumplen en el apoyo y acompañamiento de los procesos 
educativos de los niños y niñas tanto en el hogar como en la escuela. Se trata de un compromiso 
de ambos actores educativos para que la educación inclusiva sea una realidad, ya que del 
concepto que se tenga de ella, así mismo dependerán las acciones que se desarrollen para 
43 
 
fortalecerla. Se requiere, en definitiva, que los maestros desde la escuela reflexionen con 
respecto a la práctica pedagógica y que los padres lo hagan desde el hogar. Es decir, que cada 
uno esté dispuesto a realizar los ajustes necesarios en la planeación y el uso de diversos recursos 
para desarrollar las prácticas pedagógicas en las que se encuentran involucrados. 
Por su parte, es importante que los padres de familia, con su intervención en las 
actividades que organiza la institución, establezcan un compromiso en el acompañamiento y 
apoyo en casa para que sus hijos estén motivados a aprender. Así pues, esta propuesta también 
busca que desde casa y desde sus posibilidades materiales e intelectuales, los padres puedan 
utilizar diferentes formas de acceder y desarrollar las actividades escolares con sus hijos. Cabe 
resaltar que los pasos que se van dando, progresivamente, hacia la educación inclusiva en el 
hogar, deben darse desde el reconocimiento de la diversidad en las maneras de aprender, lo cual 
implica un cambio de actitud por parte de los padres hacia su rol en el proceso de 
acompañamiento en la educación de sus hijos. 
Para iniciar este proceso de interacción escuela-familia, se hace una invitación a padres y 
docentes de estudiantes remitidos a orientación escolar con bajo rendimiento académico a que 
asistan a talleres organizados por orientación. Dichos talleres buscan introducir la propuesta de 
educación inclusiva basada en el DUA. Con esto, padres y docentes reconocen que la escuela, 
como escenario de formación, debe proponer alternativas que busquen beneficiar y fortalecer los 
procesos educativos de sus hijos y estudiantes. Se espera que esto, al menos, los motive a 
participar en beneficio de sus hijos o alumnos, según sea el caso. En este sentido, es esencial 
entender que, para lograr grandes avances en la formación de una alianza entre la familia y la 
escuela, es primordial el compromiso de todos hacia el cambio de actitud para apoyar las 
actividades de enseñanza y aprendizaje. 
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Esta propuesta de educación inclusiva estaría conformada por varias etapas, las cuales se 
describen a continuación:1 
Trabajo previo de motivación e involucramiento con padres, docentes y estudiantes 
Con el fin de generar interés en los padres de familia por participar en el desarrollo de la 
propuesta de educación inclusiva, además de brindar un espacio de acercamiento a los docentes 
que permita reconocer fortalezas, habilidades, intereses y expectativas de los educandos, así 
como motivar a los estudiantes que presentan bajo rendimiento académico a dar especial 
relevancia a los aspectos positivos que los