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Propuesta para el abordaje de casos de estudiantes remitidos a orientación escolar por bajo rendimiento académico desde un enfoque de educación inclusiva Lina Inés Vega Álvarez Asesora de tesis: Paula Bibiana García Cardona, PhD Maestría en Educación Facultad de Educación Universidad de los Andes Julio de 2020 2 Resumen El presente ejercicio investigativo plantea una propuesta pedagógica desde la educación inclusiva basándose en el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). Esta propuesta recibe el nombre de “Alianza por la educación con una visión inclusiva en la escuela y la familia” y quiere contribuir al abordaje de los casos remitidos a orientación escolar por bajo rendimiento académico. Dicha propuesta se enmarca dentro de los principios y pautas establecidos por el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), con ellos presenta un andamiaje teórico que fundamenta el problema y las posibles soluciones al bajo rendimiento escolar desde la inclusión. De ello surge una propuesta que busca enriquecer la forma en que la familia, los docentes y la escuela ven la educación, en función de la inclusión y la diversidad, de forma tal que se genere una perspectiva sobre el bajo rendimiento en donde no dependa de cómo se adapta el estudiante a la educación, sino cómo se adapta la educación al estudiante. Finalmente, se ofrecen algunas recomendaciones generales basadas en las reflexiones que suscitó toda la investigación, a partir de las cuales se promueve la inclusión como la vía que renovaría la forma en que una sociedad ha de plantearse la educación. Palabras clave: Educación Inclusiva, Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), Bajo Rendimiento Académico, Orientación Escolar. 3 Planteamiento del Problema A lo largo de la historia, la educación ha asumido diversos retos en el ámbito social, los cuales la han llevado a convertirse en un elemento fundamental para la transformación de las dinámicas que constituyen el proceso de formación integral de cualquier sujeto en la sociedad. En este sentido, al hablar de procesos formativos debe destacarse que estos están relacionados, profundamente, con la forma en que cada sujeto apropia el saber, lo cual, a su vez, implica aquellas dificultades que se presentan durante los procesos formativos y la forma en que estos se suplan de acuerdo a las necesidades específicas de cada sujeto. Por esta razón, surge la urgencia de reflexionar sobre la educación y desarrollar acciones que contribuyan al mejoramiento constante de los procesos de aprendizaje en la escuela, sobre todo, en aquellas situaciones en que existen dificultades. Un ejemplo de esta urgencia, dentro del contexto colombiano, es aquella que dio paso a la creación e implementación del Decreto 1421 de 2017. Allí se estipula la necesidad de fomentar la educación inclusiva con el objetivo de promover en los estudiantes un ambiente de aprendizaje sin ningún tipo de discriminación y que, además, garantice un entorno diverso y equitativo. Sin embargo, en la actualidad han tenido lugar algunas problemáticas sociales, las cuales evidencian que no se ha consolidado una educación en el país que se pueda llamar, a cabalidad, inclusiva. Son varias las dificultades que pueden destacarse en esta carencia de una educación inclusiva. Entre ellas, se puede destacar la falta de condiciones con las cuales los niños se acercan a la educación, las cuales son muy “diferentes según el nivel de ingresos y el capital cultural de sus familias, sus posibilidades de acceso a las tecnologías de la información y comunicación y las características y los recursos de las comunidades en las que viven” (García, 2016, p. 197). No cabe duda de que tales circunstancias afectan, en distintos niveles, el proceso 4 de aprendizaje de los estudiantes y, además, se convierten en factores determinantes a la hora de analizar las condiciones en que pueden rendir académicamente. Otro aspecto problemático que vale la pena considerar tiene que ver con la innovación sumada a la exigencia que esta conlleva para docentes, directivos e instituciones. Estos actores deben cumplir, de forma imperativa, con los requerimientos de las políticas públicas en relación con la educación inclusiva, no obstante, en pocos casos, docentes y directivos, recibieron, dentro de su formación, preparación para tal fin. Esto evidencia, siguiendo a Blanco: “falencias en infraestructura, didácticas, adaptaciones curriculares entre otros factores, que conllevan a reiterar errores en la educación inclusiva, siendo una barrera para la calidad educativa y la igualdad social” (2016, p. 10). Ambas problemáticas, en este sentido, se suman a la ya difícil tarea de la implementación del currículum estandarizado, el cual no llena a cabalidad las expectativas para atender, desde la individualidad, los procesos de enseñanza-aprendizaje en los estudiantes. De acuerdo con Cerón (2015), por ejemplo, cada alumno presenta una idiosincrasia que lo hace totalmente diverso al resto, por lo cual es el sistema el que debe adaptarse a los estudiantes y no ellos al sistema. Lo cual implica que, al momento de implementar el currículum, se deba tener cierta precaución respecto a las necesidades individuales, pero que requiere evaluar variables distintas para las que hace falta una mayor preparación. Los sistemas educativos enfrentan una creciente preocupación por la atención a la diversidad del alumnado, ya sea por el origen cultural, “socio económico, de género o en lo relacionado con las condiciones específicas de aprendizaje” (López et al., 2013, p. 13). De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE 2016) hace hincapié en que actualmente los estudiantes se encuentran atrapados en un círculo vicioso de 5 bajo rendimiento académico y desmotivación que los hace seguir estancados en el desempeño escolar y perder aún más su compromiso con la escuela. Así pues, cuando se quiere hablar de casos de bajo rendimiento académico, se debe hablar de alumnos que muestran menos interés en el desarrollo de las actividades escolares, poca perseverancia, motivación y confianza en sí mismos, además de las ausencias frecuentes a clases, todo lo cual termina, en el peor de los casos, en la deserción. La OCDE lo expone así: “los alumnos que no rinden adecuadamente a los 15 años tienen más riesgo de abandonar los estudios por completo” (2016, p. 8). Temas como la repitencia y la deserción escolar son cada vez más recurrentes en los entornos escolares. Ambos están directamente relacionados al bajo rendimiento escolar. Es en el ejercicio pedagógico y el continuo interactuar con los niños y niñas que pueden detectarse las variables que influyen en este aspecto. Ahora bien, son los docentes aquellos que viven directamente las experiencias de esto y saben qué factores incrementan dichas problemáticas. Sin embargo, el docente requiere del apoyo de otros profesionales, justamente aquí es donde se hace necesaria la intervención y asistencia del departamento de orientación escolar para dar inicio y seguimiento particular a cada caso remitido. En esta instancia, la orientadora escolar asume un rol de vital importancia, dado que aporta sus conocimientos en la identificación de los aspectos que inciden en las problemáticas puntuales de cada estudiante. La orientadora puede sugerir redes de apoyo con docentes, padres de familia e instituciones externas que se utilizan para fortalecer los procesos educativos y disminuir el bajo rendimiento, la repitencia y la deserción escolar. Sumado a esto, contar con una orientadora escolar es fundamental para el alcance de los logros educativos en lo relacionado con la promoción y el progreso de los educandos en todas sus dimensiones (psicológica, espiritual, afectiva, académica, entre otras). Es allí donde se atiende, de manera personalizada, aquellos casos remitidos por diferentes problemáticas, entre 6 ellas el bajo rendimiento académico, asociados a los procesos de lectura, escritura, comprensión y razonamiento lógico. El departamento de orientación, en cualquier institución educativa, debe ser un espacio pedagógico dentro del cual la profesional en orientación aborde, de manera individualizada, cada uno de los casos remitidos. Como ya se había dicho, esta profesional debe asumir un rol fundamental en la implementación de acciones que favorezcan la capacidad para la toma de decisiones, el pleno desarrollo de la personalidad, el logro del conocimiento científico y los demás aspectos relativos a la formación personal de que trata el artículo 92 de la Ley 115 de 1994. Más aún: la orientadora actúa como una suerte de puente entre la familia, el estudiante y el docente. La situación que presentan los estudiantes con bajo rendimiento académico puede tener diversas causas, entre las que es posible definir tres: biológicas, psicosociales y pedagógicas. En cuanto a las causas biológicas, podría tratarse de trastornos en la neurogénesis. En cuanto a las psicosociales, las causas podrían deberse a salud mental o a signos y síntomas clínicamente significativos que producen en la persona dificultades en su ajuste o adaptación al medio (por ejemplo, ser víctima del conflicto armado o de otro tipo de violencia). Finalmente, en las causas pedagógicas, podría tratarse de la forma en que se aplican las estrategias pedagógicas y didácticas subyacentes en cada saber disciplinar, o bien a la práctica pedagógica y el saber pedagógico. Ahora bien, la mayoría de las remisiones que llegan a orientación escolar corresponden, en gran número, a estudiantes que, por diferentes factores, presentan bajo rendimiento académico. Se puede observar, en consecuencia, que estas situaciones generan fracaso escolar, repitencia y deserción y, a largo plazo, se convierte en un problema que afecta no solo al 7 estudiante y a la familia, sino, además, su entorno social. De allí la importancia de implementar acciones pedagógicas que integren la educación inclusiva, desde la diversidad a través de estrategias metodológicas que motiven a los padres de familia, docentes y estudiantes a participar de manera activa y significativa en los procesos de formación, con el propósito de mitigar el bajo rendimiento académico y las problemáticas asociadas a él. El fenómeno antes descrito a llevado a la siguiente pregunta de investigación: ¿cómo diseñar una propuesta, desde orientación escolar, para apoyar a estudiantes con bajo rendimiento académico a partir de un enfoque de educación inclusiva y el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA)? Objetivo General Diseñar, desde orientación escolar y con un enfoque de educación inclusiva basado en el Diseño Universal para el Aprendizaje, un instrumento que brinde una manera de abordar y apoyar a los estudiantes con bajo rendimiento académico. Objetivos Específicos Argumentar, desde la fundamentación teórica, cómo la educación inclusiva y el DUA son herramientas fundamentales para abordar los casos de bajo rendimiento escolar. Identificar los elementos centrales de la orientación escolar necesarios para acompañar los procesos de aprendizaje de estudiantes con bajo rendimiento académico. Proponer estrategias pedagógicas para que los docentes y padres de familia contribuyan al mejoramiento de los procesos de aprendizaje en los estudiantes con bajo rendimiento académico. 8 Justificación La región latinoamericana y caribeña atraviesa un momento de transición a la educación inclusiva que busca “garantizar la igualdad de oportunidades y no discriminación, desde el principio de equidad y atención a la diversidad” (García, 2016, p. 197). No obstante, al interior de los contextos educativos convergen tantas realidades y diferencias a nivel individual, familiar, socio económico y cultural que el reto de la inclusión apenas está dando los primeros pasos en su implementación. Un sistema educativo inclusivo es aquel que, por encima de cualquier otra característica, elimina las prácticas discriminatorias, es decir, “promueve la valoración de la diferencia en detrimento de la homogeneidad, acoge la pluralidad y garantiza la igualdad de oportunidades – y por lo tanto beneficia a todo el colectivo” (CLADE, 2016, p.19). Justamente, es en la interacción y en el reconocimiento del otro, desde su individualidad, donde se empiezan a generar espacios de socialización, que, si bien se cimientan en el núcleo familiar, es en la escuela donde se fortalecen y se aprende a valorar las diferencias. En esta interacción los individuos aprenden a reconocerse como diferentes y a forjar una identidad, en parte, debido al reconocimiento de lo que pueden hacer y de lo que no. Esto quiere decir que también se da el reconocimiento del lugar de cada individuo frente a los demás. De allí la relevancia de garantizar a todos los niños y niñas, el acceso y permanencia en el sistema educativo en las condiciones adecuadas. Esto se dispone como normativa en la Constitución Política de Colombia en el artículo 67, así: la educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social; con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura. (1991) 9 El Estado, en tal sentido, debe dar respuesta a las necesidades puntuales de los diversos contextos educativos y, en particular, a las problemáticas relacionadas con el entorno escolar, la inclusión educativa y los procesos de enseñanza-aprendizaje. En tal situación toma lugar, sin duda alguna, la atención al bajo rendimiento académico y su incidencia en los procesos educativos de cada estudiante. De forma que el Estado debe garantizar, por un lado, el derecho a la educación y su función social; y, por otro lado, debe garantizar que todo individuo reciba los apoyos, las herramientas, los recursos que hagan falta para que el proceso educativo sea óptimo sin distinguir entre las circunstancias particulares de cada individuo, es decir, debe propender por una búsqueda de una educación completamente inclusiva. En por esto que esta investigación tiene como propósito ampliar los marcos de comprensión en torno al fenómeno del bajo rendimiento académico, a partir de una propuesta concreta basada en referentes teóricos relacionados con la inclusión educativa y el uso del Diseño Universal de Aprendizaje. El DUA, como faro de esta investigación, es primordial en la medida en que centra sus objetivos en facilitar el uso de las herramientas que se tienen a disposición del ejercicio pedagógico, pues permite generar diversas formas de enseñar y dotar de un verdadero significado el aprendizaje de acuerdo a los intereses, necesidades y particularidades de los educandos al interior de la escuela. Si bien el DUA es el principal, existen otros referentes teóricos desde los que se propone un andamiaje conceptual que acompañe la construcción del proceso de formación y de evaluación continua de los estudiantes. Dicho andamiaje teórico debería permitir la flexibilización del aprendizaje sin barreras y debería funcionar en concordancia con las formas particulares de aprender, de manera tal que puedan mejorarse los resultados del rendimiento escolar. 10 Finalmente, cabe mencionar que esta investigación tiene relevancia social y académica en la media que, por un lado, ofrece soporte teórico a una propuesta práctica que busca motivar la reflexión pedagógica en relación con la implementación de la educación inclusiva en las aulas escolares. Por otra parte, este recorrido teórico recoge también las reflexiones de una profesional de la orientación escolar, lo que permite que dicha teoría pueda articularse con experiencias previas y que la teoría sirva de ayuda a la resolución de las inquietudes de otras profesionales del área y a la previsión de nuevas situaciones. 11 Marco Teórico A continuación, se desarrolla el marco teórico de esta investigación que se compone de los siguientes conceptos: Educación Inclusiva, Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), Bajo Rendimiento Académico Escolar, Procesos de Enseñanza/Aprendizaje y Orientación Escolar. Educación inclusiva La escuela, como el principal espacio de socialización, permite a los actores educativos el encuentro con el otro. Esta se presenta como una oportunidad para percibir, desde la interacción, otras realidades, otras formas de ser y de vivir en el mundo. Es en la convivencia, no obstante, donde se presentan tensiones ante la dificultad de aceptar y comprender lo que el otro piensa y siente, la forma en la que decide comportarse y las motivaciones e intereses que determinan el rumbo de su vida. En el ámbito educativo se inicia el camino hacia la transformación en la manera como se reconoce al otro y se afronta la diferencia y la diversidad. Este reconocimiento puede entenderse como un proceso que genera limitantes, no solo en las relaciones interpersonales, sino en los procesos de formación y de enseñanza/aprendizaje. En esto radica la importancia de implementar la educación inclusiva entendida como la oportunidad de ejercer el cambio social hacia la apertura a la diversidad y la diferencia. En relación con lo anterior, el decreto 1421 de 2017 estipula que la educación inclusiva se comprende como: Un proceso permanente que reconoce, valora y responde de manera pertinente a la diversidad de características, intereses, posibilidades y expectativas de los niñas, niños, adolescentes, jóvenes y adultos, cuyo objetivo es promover su desarrollo, aprendizaje y participación, con pares de su misma edad, en un ambiente de aprendizaje común, sin 12 discriminación o exclusión alguna, y que garantiza, en el marco de los derechos humanos, los apoyos y los ajustes razonables requeridos en su proceso educativo, a través de prácticas, políticas y culturas que eliminan las barreras existentes en el entorno educativo (art .7). La educación inclusiva pretende reconocer la diversidad, este es el eje central que le da fundamento a este decreto. Por esa misma vía, puede pensarse en que toda inclusión conlleva el reconocimiento de las diferencias en distintos ámbitos en torno a los procesos de enseñanza y aprendizaje, con ello se garantiza que el aprendizaje ocurra de forma equitativa en estos entornos. La implementación de la inclusión en la educación, en tal sentido, implica la búsqueda de la justicia y la equidad, en última instancia, para toda la sociedad. Gerardo Echeita (2002) afirma que “la educación inclusiva es un modelo comprometido, desde la profunda convicción de la igualdad humana, con el reto de hacer compatibles las diferencias en la escuela” (p.7). La Declaración de Incheon, educación 2030 de la UNESCO, en contraste con lo anterior, especifica que la educación actual -vista como reto general para todos los países- debe incluir “a todos los estudiantes y garantizar que todas las personas tengan una oportunidad igual y personalizada de progresar en el ámbito educativo” (2015, p.13). Esto puede derivar en que cada país considere hacer sus sistemas educativos, dentro de sus planes el desarrollo, más abiertos, con más oportunidades y enfocados a la inclusión. Para esta agenda es imperativo que se brinden oportunidades de aprendizaje equitativos en los centros escolares como una forma de avance y de progreso. De nuevo, se ve por qué la inclusión y la equidad son ejes vitales para una educación y aprendizaje, además de justa, de calidad. Por su parte, la UNESCO promueve que los países tomen medidas para prevenir y “abordar todas las formas de exclusión y marginación, disparidad, vulnerabilidad y desigualdad 13 en el acceso, participación y finalización de la educación, así como en los procesos y los resultados de aprendizaje” (2015, p. 22). Lo anterior implica que la mirada con la que debe abordarse la inclusión tiene que ser minuciosa, de manera que no solo los gobiernos nacionales, sino los locales deben comprometerse con impulsar la inclusión educativa para establecerlos en los contextos escolares. Es importante que todos, en cuanto actores educativos, tengan una mirada sobre la diversidad en todos los niveles sociales. No es posible hablar de educación inclusiva si no se ve como una oportunidad, principalmente, para mejorar y democratizar el aprendizaje sin discriminaciones o estigmatizaciones. A grandes rasgos, la educación inclusiva debe entenderse como un espacio en el que se conjugan sociedad y política. Para garantizar una educación inclusiva aterrizada a todos los contextos sociales y realidades escolares se debe, sin lugar a dudas, implementar políticas educativas inclusivas. En otro documento publicado por la UNESCO, llamado Guía para asegurar la inclusión y la equidad en educación (2017) se afirma que, desde el momento en que la educación se establece como derecho debe considerarse “la igualdad en el disfrute del derecho a la educación de todas las personas, y definiendo las formas de enseñanza, apoyo y liderazgo” (p. 12). En este sentido, la escuela está llamada a generar propuestas pedagógicas que atiendan de manera oportuna las necesidades particulares de los niños y niñas, siempre con el objetivo de promover la participación y el alcance de los logros en igualdad de oportunidades, como parte fundamental de todo proceso formativo. La inclusión y la equidad son principios esenciales que deben orientar todas las políticas, planes y prácticas educativas, en lugar de ser un fragmento de una política separada. Es necesaria una actitud de apertura al cambio desde todos los actores educativos, esto debe partir de las directrices que establecen los lineamientos curriculares. No obstante, en relación con la 14 educación inclusiva, es posible encontrar algunas dificultades de los lineamientos curriculares. En el caso de los docentes, estos están más obligados a cumplir con estándares diseñados para todos de manera homogenizada, que a programar sus rutas de trabajo de acuerdo a las necesidades personales de las que habla la UNESCO. Esto, a mi modo de ver, genera estigmatizaciones en los estudiantes que no cumplan las expectativas que demandan los estándares de los lineamientos curriculares. En concordancia con lo anterior, es fundamental ajustar el currículo de acuerdo a los intereses, necesidades y particularidades de los educandos al interior de los contextos educativos, lo cual conlleva a la transformación genuina de las prácticas pedagógicas. Esto incluye la implementación de estrategias metodológicas que atiendan las diferencias sin tratar de ocultarlas o acentuarlas. La educación inclusiva, en consecuencia, es heterogénea. Como se ve, el rol del docente es fundamental dentro de la educación inclusiva y requiere de una reflexión por parte de este y de las instituciones educativas, en donde no solo participan rectores u otros directivos, sino, además, profesionales de la psicología y la orientación escolar. Es claro, pues, que el tránsito a una educación inclusiva queda a cargo de estos actores al ponerse en diálogo. Para ponerlo en perspectiva, mientras se siga definiendo el aprendizaje estrictamente como la adquisición de conocimientos impartidos por un docente, probablemente las escuelas se limitarán a currículos y prácticas de enseñanza rígidamente organizados. Los currículos inclusivos, según la UNESCO, “se basan en la opinión de que el aprendizaje tiene lugar cuando los y las estudiantes participan activamente y toman la iniciativa para dar sentido a sus experiencias” (2017, p. 42). A esto hay que adicionar que tal diálogo debe ocurrir, como se menciona anteriormente, entre toda la estructura de las instituciones educativas y los estudiantes. En este diálogo participan todos en igualdad de condiciones, pero sin perder de vista que la 15 intención es siempre la de suplir las necesidades heterogéneas. Justamente, esta participación es la que permite que la educación dé el paso a convertirse en una educación inclusiva de las opiniones, que no es vertical sino horizontal. Dentro del marco de una educación inclusiva, el rol del docente se convierte en el de guía, facilitador y promotor de la participación y el aprendizaje, en lugar de ser solo el instructor. El docente, en tal sentido, genera espacios que posibilitan la construcción de saberes en forma colectiva con especial atención en el respeto y el valor de la individualidad. Los sistemas educativos pueden crear oportunidades para que los docentes, entre ellos, construyan un lenguaje común sobre aspectos detallados de la práctica y sobre cómo hacer que estos aspectos sean más inclusivos y equitativos. Sin esa apertura al diálogo, los docentes pueden encontrar dificultades para experimentar nuevas posibilidades en el ámbito escolar. A través de “sus experiencias compartidas, los colegas pueden ayudarse unos a otros para expresar lo que hacen actualmente y definir lo que les gustaría hacer” (UNESCO, 2015, p.21). Ahora bien, cabe resaltar que la orientación escolar cumple un papel fundamental dentro de este diálogo, puesto que, de cierta forma, actúa como garante de tal diálogo. Esto se desarrollará más adelante. Otro aspecto importante cuando hablamos de la educación inclusiva, lo constituye la familia como primer ente formador y socializador, a través del cual se consolidan las bases fundamentales en la formación integral del ser humano. Son los padres de familia los responsables de estructurar los primeros procesos educativos, son ellos quienes evidencian de primera mano las necesidades particulares de sus hijos en el proceso de aprendizaje, ya que es en el hogar donde se refuerzan y apoyan los aprendizajes académicos que los estudiantes inician en la escuela. Para que la educación inclusiva se fortalezca, es de vital importancia que los padres de familia reconozcan las condiciones, necesidades y particularidades que tienen sus hijos, tanto 16 en el ámbito terapéutico y pedagógico como desde el núcleo familiar; ellos deben asumir en su vida de padres el compromiso de apoyar y acompañar los procesos que el niño deba tener. De hecho, “el siguiente paso lógico es que estos padres se involucren en apoyar el cambio para desarrollar la inclusión en las escuelas” (UNESCO, 2015, p.28). Cuando los padres carecen de la confianza o las capacidades para participar en los procesos formativos de sus hijos, se hace necesario trabajar con ellos en la sensibilización y aceptación de su rol como guías. Esto podría incluir la creación de grupos de apoyo y capacitación para padres, que trabajen con sus hijos en el desarrollo de las capacidades a nivel individual. Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) Para la elaboración de la propuesta pedagógica, que es el propósito de este trabajo, se ha planteado el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), como un enfoque básico para dar respuesta al problema de la atención a la diversidad de los estudiantes en los procesos de aprendizaje, es decir, como una vía plausible en pos de una educación inclusiva. Alba Pastor ha señalado frente al panorama actual de la educación que está se ha planteado para “la mayoría de los estudiantes, pero no [para] todos” (2014, p. 3). De esta premisa se derivan varios elementos que ponen en discusión a la educación misma y conducen a la generación de discusiones en torno a temas como la accesibilidad al aprendizaje desde la diversidad. Tales discusiones ya han traído consigo algunos hallazgos, con los cuales el CAST (Centro de Tecnología Especial Aplicada, ubicado en Norteamérica) ha trabajado para mostrar la pertinencia de un enfoque a través del cual se pudiera llegar a toda la población estudiantil, independientemente de las dificultades, motivaciones o procesos de aprendizaje de cada persona y del desarrollo de las capacidades a nivel individual. Con esto, lo que se ha pretendido es 17 romper con la visión de la “educación para la mayoría” para convertirla en una “educación para todos” sin exclusión. El DUA es un enfoque, resultado de los esfuerzos del CAST, que se plantea como “un marco práctico de aplicación en el aula que se organiza en tres principios” (2017, p. 4), en torno a los cuales se ofrecen diferentes pautas de aplicación práctica. Este documento parte de la idea según la cual la diversidad es la regla dentro de la educación y no la excepción. Con ello surgen varios interrogantes que apuntan a determinar las variables que influyen en el reconocimiento de tal diversidad. Para el DUA es necesario comenzar desde cómo se entiende la educación inclusiva para poder aplicarla en el aula de clase. El DUA se puede definir como: “un enfoque basado en la investigación para el diseño del currículo […] que permite a todas las personas desarrollar conocimientos, habilidades y motivación e implicación con el aprendizaje” (Pastor et al., 2014, p. 9). Solo a través de la investigación es posible conocer los elementos que determinan la diversidad de las condiciones que afectan el entorno educativo. Por eso el DUA es de interés pedagógico, pues le ofrece al docente pautas y principios que le ayudan a ajustar el currículo a su entorno. El DUA permite, a través de su implementación, transformar las prácticas pedagógicas y las aulas de clases en espacios que faciliten de manera flexible, la apropiación del conocimiento y el seguimiento de los procesos educativos. De acuerdo con Pastor et al., (2014), el DUA realiza dos aportes fundamentales para implementar la educación inclusiva y la diversidad en las aulas de clases. Por un lado, “rompe con la dicotomía entre alumnado con discapacidad y sin discapacidad” (p.11) y, por otro, plantea que la discapacidad no está centrada en los estudiantes, sino en los recursos que se utilizan en los procesos de enseñanza-aprendizaje. 18 Las neurociencias y su relación con el DUA El DUA está fundamentado en amplios estudios neurocientíficos, esto se debe a que al querer comprender el aprendizaje es necesario saber cómo funciona el cerebro y sus redes neuronales en el aprendizaje. A su vez, distintos avances tecnológicos han hecho grandes aportes al estudio de la estructura y el funcionamiento del cerebro con el fin de comprender su relación con los procesos de aprendizaje (citado en Pastor, 2014). Estos avances han permitido evidenciar que, a pesar de las similitudes físicas, no existen dos cerebros iguales y, por lo tanto, las formas o maneras de aprender son diversas. Las investigaciones de varios neurocientíficos muestran, por ejemplo, que el cerebro posee una estructura modular, la cual se distribuye en tres diferentes subredes: a) redes de conocimiento; b) redes estratégicas; c) redes afectivas. Cada una de estas redes se especializan en tareas como el procesamiento de la información, la planificación, la ejecución y la asignación de emociones que intervienen de manera predominante en los procesos de aprendizaje. Principios y Pautas del DUA Como se había mencionado antes, el DUA cuenta con tres principios. Estos sientan las bases del enfoque a la diversidad del aprendizaje y en torno a ellos debería construirse el marco práctico para trabajar en las aulas. Dichos principios se han convertido en un referente obligatorio de la bibliografía científica sobre el tema. Principio 1: proporcionar múltiples formas de representación. El primer principio del DUA parte de la idea de que los alumnos son diferentes en la forma como perciben y comprenden la información que se les presenta. Un ejemplo de esto son aquellos estudiantes cuyas dificultades visuales o auditivas obstaculizan sus procesos individuales de aprendizaje a nivel físico; o, por otra parte, estudiantes con diferencias 19 lingüísticas o culturales que ven afectado su aprendizaje por el contexto. Para estos estudiantes, en cada caso, según Pastor et al. (2014), es necesario abordar y presentar los contenidos de maneras distintas teniendo en cuenta tres pautas para incorporar este principio en los procesos de enseñanza. La primera pauta señala la posibilidad de ofrecer al estudiante con dificultades múltiples opciones que le permitan acceder a la información, de manera que se preste especial atención a sus necesidades personales. Un contenido, por ejemplo, se puede presentar más grande si es visual o, en el caso que el contenido sea auditivo, el sonido se podría amplificar. La segunda pauta señala que la interacción con los diversos sistemas de representación ―tanto lingüísticos como no lingüísticos― varía de un estudiante a otro, ya que el significado que cada quien le da al lenguaje y a los símbolos depende del contexto cultural y familiar en el cual se encuentra inmerso. Finalmente, la tercera pauta busca ampliar los procesos de comprensión a través de la activación de los conocimientos previos, el procesamiento y transferencia de la información, así como el fortalecimiento de la percepción, la atención y la memoria (Pastor et al., 2014). Principio 2: proporcionar múltiples formas de acción y expresión. Es claro, hasta este momento, que cada individuo posee una diferencia íntima que lo hace sentir, actuar, pensar y vivir diferente. Por eso es necesario insistir en que el aprendizaje debe fundamentarse en la multiplicidad y no en la unicidad. Un mismo contenido puede variar, entre individuos, de acuerdo a la forma como lo aprenden. Esto conlleva a que cada individuo exprese lo aprendido de forma siempre distinta: hay quienes prefieren expresarse de forma escrita, así como hay quienes prefieren hacerlo de forma oral. Por ello, desde las prácticas pedagógicas se deben implementar diversas maneras de orientar los procesos de enseñanza aprendizaje con el fin de atender las necesidades particulares de los estudiantes (Pastor et al., 2014). 20 Cada principio, como veremos, va acompañado de ciertas pautas que lo complementan y ayudan a comprender mejor su practicidad en el aula. La pauta cuatro nos sugiere que las respuestas a una pregunta deben ser múltiples. Al aprender un nuevo contenido, el estudiante debería expresar su aprendizaje de la manera que más se le facilite. Un libro de texto o un cuaderno de ejercicios en formato impreso proporcionan opciones muy limitadas para interactuar. Es clave, por eso, ofrecer varios modos de interactuar con la información, algunas veces cambiando los ritmos, los métodos de respuesta, otras veces, haciendo uso de plataformas interactivas, incluso vendría bien no diferenciar entre usar lápiz o tinta. Esto se complementa con la pauta cinco, la cual, por su parte, indica que es deseable “usar objetos físicos manipulables (bloques, modelos 3D, regletas, ábacos, etc.); proporcionar aplicaciones de comunicación y herramientas web interactivas. Utilizar diferentes estrategias para la resolución de problemas” (Pastor et al., 2014, p. 32). Un aspecto fundamental en el aprendizaje es el de poder establecer acciones ejecutivas. Esto, según la pauta seis del DUA, puede hacerse a través de la inclusión de metas o de objetivos claros. Si un estudiante puede reconocer una meta y entender el objetivo de ella de forma realista, puede ejecutar tareas de una manera más efectiva. Además de esto, es importante mantener un registro de acciones ya llevadas a cabo y que se vea el proceso por el cual se consigue un objetivo. Principio 3: proporcionar múltiples formas de implicación. El componente emocional es un elemento crucial en el aprendizaje. Allí entra en juego al momento de determinarlas diferencias acerca de lo que motiva a los estudiantes y la manera en que se implican en su aprendizaje. De hecho, “hay alumnos que se concentran mejor cuando trabajan solos; en otros casos, prefieren trabajar en grupo. Por ello, es importante dar opciones o 21 variar las dinámicas, de modo que todos los estudiantes puedan implicarse según sus preferencias” (Pastor et al., 2014, p. 47). En muchos casos, también ocurre que la información a la que no se presta atención, la que no supone una actividad cognitiva del estudiante es, de hecho, inaccesible, ya que por lo general, es información que no se procesa y por esta razón se convierte en irrelevante, lo cual causa que el estudiante se convierta en una suerte de receptor vacío, esto es, alguien que recibe información insignificante que, al final, no se procesa. De ello, que en la pauta siete se plantee la gran importancia de permitir que el estudiante tenga la posibilidad de elegir autónomamente el proceso de su aprendizaje para que pueda darle relevancia, valor y autenticidad. Cuando un estudiante ve que es importante para su proceso, además de establecer metas, dedicar tiempo y esfuerzo para conseguirlas, su aprendizaje cobra mayor relevancia. La pauta ocho habla de que es clave mantener el esfuerzo y la persistencia a través de herramientas de gestión del tiempo o que vean las tareas que componen una tarea más grande. De nuevo, cada quien debe encontrar en su entorno las posibilidades que se ajusten a sus necesidades. Por ejemplo, un estudiante puede ver que es más sencillo trabajar una hora diaria en alguna tarea asignada, mientras que otro puede hacerlo en lapsos de veinte minutos durante todo el día. Lo más importante que sugiere el DUA es que el esfuerzo puede ajustarse de acuerdo a cada individuo sin diferenciar entre quién se esfuerza menos y quién lo hace más. Lo anterior, va de la mano de la autorregulación, la pauta nueve. Es importante que “los estudiantes desarrollen unas habilidades intrínsecas para regular sus propias emociones y motivaciones” (Pastor et al., 2014, p. 43). Esto deriva del hecho fundamental para el desarrollo del ser humano de saber controlar sus emociones y administrarlas a la hora de interactuar con el entorno. No se puede perder de vista que el estudiante necesita cumplir con sus propias metas, 22 esto, sin embargo, no debe volverse algo obligante que ocasione la pérdida de motivación y de significado del aprendizaje. El estudiante puede encontrar, en distintas actividades, reflexiones que le ayuden a regular sus afectos y de la misma forma afrontar sus propias frustraciones. Una actividad tan sencilla como regular los tiempos de concentración ayudan a que el estudiante pueda saber en cuánto tiempo se cansa, cuánto soporta leyendo y en qué momento debe detenerse para evitar la fatiga y, con ello, una posible frustración. El Bajo Rendimiento Académico Escolar Una de las principales problemáticas que afrontan los entornos escolares es el bajo rendimiento académico. Las consecuencias que este trae influyen en las tasas de repitencia, deserción y fracaso escolar, además de afectar a nivel emocional, familiar y social a los estudiantes, quienes, por diversos factores, presentan, principalmente, un distanciamiento entre lo que propone la educación y los logros que evidencian en los procesos de aprendizaje. El rendimiento escolar se define como el “nivel de conocimientos demostrado en un área o materia comparado con la norma de edad y nivel académico” (Edel, 2003a, p.2). Así, si el educando no responde como se espera al conocimiento valorado de acuerdo a ambos criterios, se establece que el estudiante presenta dificultades o, directamente, se clasifica como estudiante de bajo nivel académico. Si por el contrario, da razón de manera satisfactoria a los procesos evaluados, se considera que el estudiante cumple con los objetivos propuestos por el sistema educativo y que por eso su rendimiento es alto. En tal sentido, el rendimiento académico “es reconocido por su capacidad clasificatoria y su vinculación a la promoción y evaluación de estudiantes, su expresión en notas y promedios académicos lo identifican con objetividad” (Erazo, 2012, p. 145). Es importante resaltar que este método clasificatorio se convierte en un elemento del entorno cotidiano de la comunidad 23 educativa. Estudiantes, docentes, directivos y padres de familia normalizan el lenguaje de las calificaciones cuantitativas al punto que se asume que tal método clasificatorio es inevitable en todos los procesos de aprendizaje. Desde esta perspectiva, el rendimiento académico se convierte en un termómetro para que las instituciones educativas evalúen la calidad de sus programas, los métodos y estrategias de enseñanza con el fin de identificar las debilidades y fortalezas respecto a la apropiación del conocimiento en cada una de las áreas o asignaturas, presentes en los planes de estudio, así como las estrategias metodológicas pertinentes para avanzar en dichos procesos. Este tipo de mediciones resulta bastante limitado, ya que no tiene en cuenta que un proceso de evaluación de conocimientos no define el rendimiento académico particular de un estudiante. Dentro de tales métodos clasificatorios “se le da mayor valor a los resultados académicos que son arrojados en pruebas sistemáticas de verificación de contenidos” (Rodríguez et. al, 2004, p. 12) y se le resta importancia a factores emocionales o sociales. El orden evaluativo centrado en resultados, en relación con los contenidos abordados en las diversas áreas, se ha convertido en muchos escenarios, según Rodríguez et al. (2004), en la única forma de medición de los estudiantes, lo que genera procesos que no se ajustan a todas las realidades. Esto deja por fuera muchas otras variables que se deben tener en cuenta al momento de apreciar, en su conjunto, la manera de acercarse al tema del rendimiento académico en el ámbito educativo. Al respecto, se puede afirmar que el sistema de evaluación, enfocado únicamente en los objetivos alcanzados, reduce la praxis de las instituciones educativas al ejercicio de clasificar el éxito o el fracaso escolar, ya que la mayoría de veces, se fije solo en los resultados generados por mediciones internas o externas que se centran en el aspecto de orden cognitivo, referido al saber y la adquisición de conocimientos. Por esto, es necesario reflexionar frente otros aspectos de orden cognitivo, emocional, relacional, familiar y contextual, los cuales complejizan la manera 24 de abordar el éxito o fracaso escolar y ponen en evidencia que no existe un único método para abordar la evaluación. Para emitir juicios de valor sobre el desempeño escolar de los estudiantes, por el contrario, se deben contemplar diversas maneras de aproximarse a la realidad de cada educando ya que representan mundos y contextos diferentes. De acuerdo con Pastor 2014, es indispensable la adaptación de las herramientas metodológicas y ambientes de aprendizaje adecuados para fortalecer la implementación de una educación inclusiva, orientada al alcance de los logros desde las necesidades, intereses y particularidades de los educandos, disminuyendo las barreras de acceso al aprendizaje que se presentan en los modelos tradicionales de enseñanza, y que mantienen un “formato único” (p.17), el cual, en su afán por homogenizar los procesos de enseñanza aprendizaje, olvida la atención a la diversidad, en particular de aquellos estudiantes que presentan bajo rendimiento académico. En esta línea de pensamiento, es de vital importancia reflexionar frente a las prácticas pedagógicas en las instituciones educativas y cómo adaptarlas de manera pertinente a la diversidad de características, habilidades, intereses y ritmos de aprendizaje presentes en los educandos e indispensables para garantizar una educación inclusiva para todos con igualdad de oportunidades. En relación con lo anterior, Edel (2003) pone de manifiesto que es necesario tener en cuenta el nivel de motivación, la disposición e implicación que se genera hacia el aprendizaje. Esto permite, desde los propios intereses de los estudiantes, trazarse metas y trabajar para alcanzarlas, lo que, a su vez, genera un proceso de enseñanza-aprendizaje significativo que posibilite la aprehensión del conocimiento y el deseo por descubrir otras formas de ver el mundo. Esto, sin duda, repercute en un mejor desempeño escolar, ya que se parte desde un horizonte de 25 comprensión que compromete la estimulación como fuente de atracción hacia una meta por lograr. Visto de esta manera, el rendimiento académico está relacionado directamente con la inteligencia emocional, un elemento que hace posible la generación de confianza, de autorregulación y posibilita el manejo de la frustración ante las dificultades que se presentan a lo largo del proceso de aprendizaje. De allí la importancia de estimular en los estudiantes el desarrollo de la madurez emocional que les permita lograr el fortalecimiento de las habilidades y competencias individuales fundamentales en la interacción con el otro en la construcción del conocimiento, así como la asimilación de la frustración y la capacidad de superar sus propias dificultades. Si bien para lograr una aproximación al conocimiento, enfocada en los intereses y necesidades de los estudiantes, son relevantes la motivación y la inteligencia emocional, es importante mencionar las diferentes formas en que los educandos acceden al proceso de enseñanza-aprendizaje. Esto se debe a que todos aprenden de manera particular y diversa, además de la relación con otros factores como los ambientes familiares, el acceso a la salud, estado socioeconómico, entre otros aspectos (Erazo, 2012). En el seguimiento a los casos de estudiantes con bajo rendimiento académico se evidencia que, en los hogares disfuncionales, así como en los sectores más vulnerables a nivel socioeconómico y de acceso limitado a la salud, se presentan, con mayor frecuencia, el incremento del bajo rendimiento académico. Tanto el acompañamiento familiar deficiente como las necesidades básicas insatisfechas son, justamente, las que generan grandes afectaciones que, en la mayoría de casos, no se tienen en cuenta para valorar las condiciones en que un estudiante puede rendir académicamente. 26 Por otra parte, los investigadores Caso y Hernández (2010), amplían algunas de las variables que inciden el bajo rendimiento académico: el ingreso económico familiar, los niveles de escolaridad de los padres, las expectativas familiares, el capital cultural, las características de la escuela y la influencia del profesor. Además, se incluyen variables asociadas al funcionamiento psicológico de los individuos y algunas dificultades en el aprendizaje que determinan su interacción con el entorno escolar, familiar y social. Adicionalmente, Pedraza (2017, p. 127) explica de manera generalizada ocho aspectos conceptuales determinantes para comprender el bajo rendimiento académico estudiantil así: Las diferencias en los resultados escolares están en relación directa con el origen social de la población. En el rendimiento escolar influye el nivel socioeconómico de los estudiantes. El bajo rendimiento académico es directamente proporcional a la preparación de los docentes. Los resultados escolares se dan en función del proceso educativo. Las diferencias de los resultados escolares se relacionan con la visión sistémica del centro educativo. El bajo rendimiento académico no tiene relación con diferencias de género. Existe reciprocidad de características psicológicas de la personalidad con el rendimiento académico. El clima escolar influye en el bajo rendimiento académico. Estas aproximaciones al estudio del bajo rendimiento académico permiten reafirmar que la valoración de los procesos de aprendizaje es multifactorial. Por esto, debe hacerse un seguimiento continuo, permanente y flexible, teniendo en cuenta las variables que influyen en los 27 niveles de desempeño y que estimulen la participación en la construcción en el planteamiento y alcance de sus logros. Para tal fin, las escuelas y la comunidad educativa en general, deben estar preparadas para incluir dentro de su horizonte institucional diversas formas de abordar el bajo rendimiento académico desde espacios de reflexión con sus estudiantes, pues “la acción educativa debe ayudar a los alumnos a ser conscientes de su pensamiento, a ser estratégicos y a dirigir su motivación a metas valiosas” (Lamas, 2008, p.19). Con esto queda claro que el rendimiento académico no es solo la acumulación de conocimientos, sino que es la suma de varios componentes que configuran, a nivel interno y externo, los procesos a través de los cuales los estudiantes se relacionan consigo mismos y con el entorno. Procesos de Enseñanza y Aprendizaje De acuerdo con León (2008), la educación “es un proceso humano y cultural complejo” a través del cual se considera la condición natural del hombre y la cultura dentro de la cual se encuentra inmerso como parte del proceso de formación en cada una de las dimensiones del ser humano (p. 596). Desde esta perspectiva, es en los entornos escolares donde se fortalecen los procesos socio-afectivos, comunicativos y cognitivos y donde además se evidencian los principios formativos que se han estructurado en el entorno familiar y social. En la escuela se da el encuentro que motiva al estudiante a vivir nuevas experiencias significativas para su proceso de enseñanza-aprendizaje. En este sentido, es importante resaltar que para comprender de manera pluridimensional el proceso de enseñanza-aprendizaje, este “es la base o cimiento del proceso pedagógico, entendiendo este como el proceso que reúne todos los componentes, eslabones y dimensiones de la formación integral del estudiante” (Macías et al., 2012, p. 3). El proceso de enseñanza- aprendizaje está supeditado a las condiciones individuales y a los mecanismos que sean 28 utilizados para lograr un buen desarrollo en las diversas áreas que comprometen tanto la enseñanza como el aprendizaje mismo. Visto de este modo, el desarrollo y la enseñanza van de la mano, es decir, a mayor enseñanza mejor nivel de desarrollo y a mayor progreso mejor nivel de enseñanza, todo lo cual posibilita el incremento de las posibilidades de aprendizaje. Para comprender con mayor claridad la enseñanza y el aprendizaje, se hace indispensable valorarlos de manera individual. La enseñanza se puede entender como la acción mediante la cual el docente ayuda al estudiante a aprender, mientras que el aprendizaje se define como el “proceso activo y continuado que tiene como resultado un cambio de concepto, de comportamiento, de percepción o motivación y el cambio podría ser positivo o negativo” (Macías et al, 2012, p. 3). El proceso de aprendizaje pone de manifiesto múltiples variables sobre la forma en que los estudiantes se acercan al conocimiento, lo adquieren y desarrollan competencias al respecto. Si se sigue esta concepción de aprendizaje, se hace necesario un proceso de transformación en las prácticas educativas que combine la resignificación de valores, habilidades y destrezas que, unidos a los saberes previos con los que cuentan los estudiantes, potencian procesos de aprendizaje significativo. Los autores Casassus, Arancibia y Froemel (1996, p. 224) afirman que hay diversos actores y factores que inciden de manera importante en los procesos educativos. Algunos de estos son: la política social-educativa, la familia del estudiante, la escuela, el alumno, el currículum y el profesor. Estos actores y factores constituyen las bases estructurales de una educación de calidad y de procesos de aprendizaje sólidos, en la medida en que cada uno asume su responsabilidad y aporte en la consolidación de un sistema educativo que integre y dé respuesta a las necesidades individuales y colectivas que demanda la sociedad. 29 En esta situación, es indispensable destacar que existe una importante diferencia entre lo que se quiere aprender y lo que se necesita aprender, dependiendo de la perspectiva de cada persona (Dedos, 2015). Esto implica que no todo lo que se enseña en la escuela es recibido de igual manera por los estudiantes, ya que estos establecen criterios de acuerdo a sus campos de interés, necesidades, capacidades y habilidades individuales, además de las expectativas para mejorar la calidad de vida. De allí la pertinencia de diversificar las metodologías de enseñanza, para lograr procesos educativos integrales e inclusivos. Estos aspectos son relevantes, puesto que desde las prácticas pedagógicas se debe procurar que la actividad del aprendizaje tenga carácter innovador y creador, haciendo que la enseñanza se desarrolle desde referentes en los que “el alumno, guiado por el profesor, busque solución a problemas nuevos para él. Para lograrlo, es necesario utilizar vías que le permitan al estudiante participar de una forma más activa en el proceso de enseñanza-aprendizaje” (González, 2012, p. 23). De esta manera, el docente se configura como constructor de nuevas realidades, pues parte de los intereses y motivaciones de los estudiantes, a los que además orienta. El docente es capaz de dotar de significado y sentido al conocimiento, con ello logra las transformaciones en el desarrollo de las competencias, habilidades y saberes. Ahora bien, no basta solo con la presencia del docente, ni tampoco solo con la del estudiante. Es ineludible que interactúen el uno con el otro: el docente desde estrategias que inviten y conlleven al ejercicio de la creatividad y a despertar el deseo por el conocimiento y el estudiante desde su participación, su motivación y la disposición para apropiarse, de acuerdo a sus intereses, de todo lo novedoso que representa la guía dada por el docente. 30 Cabe resaltar que, en la medida de lo posible, los procesos de enseñanza-aprendizaje deben convertirse en dispositivos activos y dinámicos para evitar que se limiten las opciones y estrategias en el ambiente educativo. Así, una mirada plural sobre la enseñanza y el aprendizaje va a posibilitar que tanto en la escuela, como en otros ámbitos de la vida, donde las relaciones son complejas, se pueda diversificar las maneras y formas de asumir y abordar la vida, como un escenario para aprender a aprender y aprender a desaprender (Álvarez, 2012 p. 382). Otro aspecto importante en la implementación de herramientas metodológicas lo constituyen la creatividad e innovación de los maestros al momento de integrar estrategias que tengan en cuenta todas las variables presentes en la vida de sus estudiantes. Utilizando herramientas como las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), los docentes pueden apoyar los procesos de aprendizaje y contribuir tanto en los niveles de desempeño como en los espacios de interacción de estos. Las redes sociales y otras fuentes de uso de la tecnología, por ejemplo, implican la incorporación y transformación de los parámetros de una educación como la conocemos, así permiten que se deconstruyan y reconstruyan nuevos paradigmas en las prácticas pedagógicas. Esto ayuda a los docentes a integrar “en sus estrategias de enseñanza, los nuevos referentes en los cuales se desarrolla la vida cotidiana, de la gran mayoría de aquellos que interactúan en los procesos de aprendizaje” (Dedos, 2012, p. 33). Descritos los elementos que comprometen el proceso de enseñanza-aprendizaje, es importante tener en cuenta que, además de incorporar elementos como las redes sociales y la tecnología en las didácticas de enseñanza, se debe reflexionar sobre el papel que juega la evaluación, en tal proceso. La evaluación es fundamental a la hora de valorar metodologías y estrategias de enseñanza. Esta debe de “ser progresiva y prospectiva para verificar la calidad y el 31 nivel de lo aprendido, que refleje de una manera completa el aprendizaje, la comprensión, los logros, la motivación y las actitudes del estudiante respecto al proceso enseñanza-aprendizaje” (López, 2005, p.42). Además de abrir espacios de reflexión para los docentes en torno a la pertinencia de su práctica pedagógica y los aspectos por mejorar. En suma, para lograr escenarios significativos de enseñanza y aprendizaje toda la comunidad educativa debe asumir un compromiso para dinamizar diversos espacios donde se resignifiquen las maneras de enseñar, aprender y evaluar. Solo de esta manera se podrán favorecer nuevos espacios de transformación en el entorno escolar, en donde los actores educativos se conviertan en protagonistas de procesos formativos centrados en las necesidades e intereses particulares hacia una educación más inclusiva. Lo anterior implica una coherencia entre la teoría y la práctica, es decir, no se puede “hablar de procesos de enseñanza y aprendizaje que busquen transformación de paradigmas, apropiación de conocimientos y desarrollo de competencias y destrezas, si se dice una cosa y se hace totalmente lo contrario” (Álvarez, 2012, p. 387). Si al interior de la escuela se continúan desarrollando las mismas estrategias que se utilizaron en décadas pasadas, con otros contextos, circunstancias y necesidades, no estaremos dando respuesta a la individualidad y a la diversidad presente en los contextos educativos ni a los desafíos que la sociedad actual demanda. El Orientador Escolar: un Apoyo Fundamental en los Procesos de Formación La orientación escolar se define como: “el proceso de ayuda y acompañamiento continuo a todas las personas, en todos sus aspectos, con objeto de potenciar la prevención y el desarrollo humano a lo largo de toda la vida” (Bisquerra, 2006, p. 10). En este sentido, el rol del profesional en orientación escolar promueve la atención y acompañamiento a todos los miembros de la comunidad educativa en torno a aspectos educativos, vocacionales, familiares y personales, 32 como parte integral en los procesos de formación. La orientación escolar, además, debe ser “considerada [como] un proceso educativo que tiene como finalidad ayudar al educando a confrontar las dificultades que surgen al encarar las exigencias del medio escolar” (Molina, 2002, p. 5). El profesional en orientación realiza una intervención puntual en los procesos de enseñanza aprendizaje, desarrollo de la autonomía, atención a la diversidad, orientación para la prevención de problemáticas del entorno social y la orientación profesional. Desde el punto de vista de la relación enseñanza-aprendizaje, la orientación escolar es “un proceso dirigido al desarrollo de habilidades y destrezas para aprender a aprender y formar hábitos, actitudes, valores y comportamientos positivos hacia el medio escolar en relación a las actividades de aprendizaje” (Molina, 2002, p. 9). Es por esto que, desde la práctica profesional del orientador, se promueven espacios de encuentro personal, familiar y pedagógico que favorecen la búsqueda de posibles soluciones a determinadas problemáticas en el contexto escolar. Las definiciones de orientación escolar que la ven como un proceso de asesoría al estudiante en el ámbito escolar denotan como elemento clave en el desarrollo académico la formación de hábitos de estudio, el dominio de métodos y técnicas para el aprendizaje junto a la promoción del trabajo cooperativo dentro y fuera del aula con la ayuda e intervención directa de los padres y representantes. Tabla 1 Definiciones de la orientación escolarcon énfasis en los aspectos escolares Definición Objetivos Funciones Proceso educativo mediante el cual se asiste al educando con el fin de que este pueda obtener el pleno rendimiento en sus actividades escolares, formular y realizar - Promover el rendimiento escolar - Asistencia al educando. - Apoyo a los alumnos 33 planes según a aptitudes y sus intereses para alcanzar más armónicamente los fines últimos de una educación integral (Nereci, 1990). en las actividades escolares. Proceso de asesoramiento continuo donde el docente promueve actividades de tipo preventivo, dirigido a la formación de hábitos de estudio, atención y concentración en clase, aprovechamiento del tiempo y desarrollo de habilidades cognitivos (Ayala 1998). - Asesorar en la formación de hábitos de estudio. - Desarrollar habilidades cognitivas básicas - Asesoramiento preventivo - Prevención y desarrollo Está dirigida a ofrecer ayuda y atención al alumno para que alcance un alto rendimiento académico y progrese en sus estudios (Mora, 2000). - Promover el rendimiento académico - Ayudar y atención Proceso dirigido al desarrollo de habilidades y destrezas para aprender a aprender y formar hábitos, actitudes, valores y comportamientos positivos hacia el medio escolar y frente a las actividades de aprendizaje (Molina, 2002). -Formar hábitos, actitudes, valores. -Formar conductas positivas frente al estudio. -Formación y guía a los sujetos -Desarrollo -Habilidades y destrezas. Fuente: Molina, D. (2002) La tabla 1 presenta las definiciones que hacen alusión al concepto de la orientación escolar en relación con los aspectos escolares. En la tabla se evidencia que la orientación escolar está enfocada a acompañar los procesos de aprendizaje de los estudiantes para promover el desarrollo de sus habilidades y destrezas. Ahora bien, de acuerdo con la resolución 09317 de 2016 del Ministerio de Educación Nacional de Colombia (MEN), uno de los propósitos del cargo del docente orientador se enfoca en “promover el mejoramiento continuo del ambiente escolar 34 [para que] contribuya a la formación de mejores seres humanos, comprometidos con el respeto por el otro y la convivencia pacífica dentro y fuera de la institución educativa” (p. 107). Para cumplir con este propósito, se establecen, entre otras, las siguientes funciones: Participar en la formulación, revisión y actualización del Proyecto Educativo Institucional (PEI), del Plan Operativo Anual y del Plan de Mejoramiento Institucional para incorporar una estrategia que promueva ambientes escolares adecuados. Participar en la definición de una estrategia cuyo propósito sea generar un ambiente sano y agradable que favorezca el aprendizaje de los estudiantes y la convivencia en la institución. Atender la consulta personal sobre aspectos psicológicos y sociales demandados por estudiantes y padres de familia. Evaluar y monitorear los aspectos psicopedagógicos de los estudiantes remitidos por los docentes y determinar el curso de acción. Identificar factores de riesgo psicosocial que afectan la vida escolar de los estudiantes y proponer una estrategia de intervención. Diseñar y poner en marcha las escuelas de padres para apoyar a las familias en la orientación psicológica, social y académica de los estudiantes (MEN, 2016, p. 108- 109). Las competencias pedagógicas, tal como logra verse, atraviesan los aspectos metodológicos de la acción del orientador y dan cuenta de su capacidad para integrar su práctica profesional con las acciones didácticas y formativas pertinentes para en el abordaje de las necesidades y problemáticas particulares del contexto escolar en continua interacción con todos 35 los actores educativos. De esta manera, la labor del orientador escolar como profesional de apoyo a los procesos educativos cobra gran relevancia, dados los aspectos que abarca y los miembros de la comunidad educativa que beneficia en su práctica profesional. Su rol en el seguimiento y acompañamiento permanente a los procesos, así como la activación de las rutas de atención que involucran a los padres de familia, docentes y entidades externas, contribuye de manera oportuna en la consolidación de procesos educativos más diversos. La práctica del orientador escolar debe orientarse de manera integral en la atención a la diversidad. Por esto, es de especial importancia que el orientador conozca los llamados modelos educativos flexibles impulsados por el Ministerio de Educación Nacional y los promueva a través de la implementación de talleres, escuela de padres y otras estrategias pedagógicas que fortalezcan la atención a diferentes actores educativos en el marco de una educación inclusiva (MEN, 2012, p. 21). 36 Metodología La presente propuesta de investigación se enmarca dentro del enfoque cualitativo, el cual surge cuando: el investigador se interesa por el significado de las experiencias y los valores humanos, el punto de vista interno e individual de las personas y el ambiente natural en que ocurre el fenómeno estudiado, así como cuando buscamos una perspectiva cercana de los participantes (Hernández, et al., 2014, p. 368). En este sentido, el actuar de los sujetos se constituye como una herramienta de análisis vital para el planteamiento de esta propuesta que pretende abordar los casos de estudiantes con bajo rendimiento académico. Sumado a esto se recurrió a la revisión de conceptos teóricos para comprender los conceptos que rodean el bajo rendimiento académico de los estudiantes y la orientación escolar. Paradigma Esta investigación se basó en el paradigma hermenéutico, el cual se centra en el arte de la interpretación. Schleiermacher propuso “la sistematización de la hermenéutica general como arte del comprender mismo, que sirviera de base a las teorías y metodologías para la interpretación de textos” (Aguilar, 2004, p.62). El paradigma hermenéutico pretende comprender el sentido de un texto, para luego desarrollar su respectiva interpretación según lo expresado por un autor. En ese orden de ideas, se abordó la revisión documental sobre el bajo rendimiento escolar para contrastarlo con los casos de estudiantes remitidos a orientación escolar por este motivo. Método Aguilar (2004) puntualiza que el método hermenéutico pretende estudiar, analizar y comprender los fenómenos sociales propios de las vivencias de los seres humanos al relacionarse 37 entre sí y con los diferentes contextos en que estos interactúan para construir sentido y dar significado, desde una mirada subjetiva, a la realidad de los sujetos. En tal sentido, el investigador, al realizar estudios desde el enfoque hermenéutico, tiene que ver varios elementos entre los que se encuentran: la inmersión en el contexto, los marcos de referencia conceptual, la utilización del lenguaje como herramienta para acercarse y acceder a las formas de pensar de las personas. Tales elementos permiten entender y establecer marcos de comprensión de las situaciones que aquejan a las personas, lo que, a su vez, permite desarrollar una mirada subjetiva y crítica para entender y poder explicar los fenómenos que surgen en los diferentes contextos sociales. Así, esta investigación se basa en el método hermenéutico, porque pretende, desde los marcos de referencia conceptual, estudiar, entender e interpretar los factores asociados al bajo rendimiento académico, para plantear, desde una revisión teórica, una reevaluación de la educación inclusiva como posible solución del fenómeno del bajo rendimiento académico. En el desarrollo de la práctica profesional desde orientación se tiene la posibilidad de acceder a las realidades de la población escolar y desde la interacción con los estudiantes. Justo allí es donde surge la inquietud de abordar, estudiar interpretar y comprender dicho fenómeno. Contextualización El Colegio Gabriel Betancourt Mejía Sede B jornada tarde, es una Institución Educativa Distrital, ubicada en la ciudad de Bogotá D.C., en la Localidad 8a de Kennedy barrio Ciudad Tintal. Ofrece el servicio educativo a 870 estudiantes de primaria y bachillerato aproximadamente, atendidos por una profesional en Orientación Escolar. 38 La población estudiantil reside en el mismo barrio donde se ubica el colegio y en barrios aledaños dentro de la misma localidad. Las familias pertenecen a estratos socioeconómicos 1 y 2, con una ocupación laboral de los padres o cuidadores en el sector productivo informal e independiente en su mayoría, actividades que limitan las condiciones en la calidad de vida, los procesos formativos, de interacción y acompañamiento de los educandos, realidades que reflejan en el ámbito educativo diversidad de problemáticas relacionadas con el desempeño escolar y los procesos de enseñanza aprendizaje, incidiendo en el incremento de fenómenos como el bajo rendimiento académico, la repitencia, la deserción y el fracaso escolar. En este sentido, es en el ejercicio pedagógico y la socialización continua con los estudiantes, donde se pone de manifiesto la influencia que tienen los actores educativos y los ambientes de aprendizaje en los cuales están inmersos los estudiantes y su núcleo familiar, así como las necesidades particulares de los niños/niñas cuyos niveles de desempeño escolar presentan dificultades por lo cual se hace necesaria la remisión de los casos a orientación escolar (anexo 1), para que sean atendidos y se establezca la ruta de atención a nivel individual, familiar e interinstitucional más oportuna. De acuerdo con el Sistema Institucional de Evaluación Escolar (SIEE), para garantizar el seguimiento a los procesos escolares de cada estudiante, posterior a la remisión a orientación escolar, cada trimestre son presentados por los docentes de las diferentes áreas en las comisiones de evaluación y promoción, los casos de estudiantes que presentan bajo desempeño académico en tres o más asignaturas, con el fin de concretar las estrategias pedagógicas pertinentes para su abordaje, y establecer un trabajo articulado entre los docentes, la orientación escolar y los padres de familia para el avance en los procesos escolares. 39 Sin embargo, las estadísticas anuales sobre las tasas de repitencia escolar estudiantil realizadas a nivel institucional muestran que para el 2018 reprobaron el año escolar el 11.54% de los estudiantes y para el 2019 el 7.97% del total de los educandos, poniendo en evidencia que, pese a los procesos de seguimiento y acompañamiento escolar, los resultados no son los esperados. Adicionalmente, según el informe por colegio del cuatrienio, en el análisis histórico y comparativo publicado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN 2018), los datos muestran que en el colegio Gabriel Betancourt Mejía (IED), se presentan coincidencias en los bajos niveles de desempeño en el área de matemáticas y lenguaje, en los grados tercero, quinto y noveno, en relación con la media distrital y en general con las instituciones educativas del país, elementos que demuestran que en la sede B J.T, el bajo rendimiento académico es una de las problemáticas que más afecta a la población estudiantil y que bien vale la pena analizar y reflexionar. En concordancia con lo anterior, se desarrolla la presente investigación con el propósito de fortalecer las prácticas pedagógicas desde el planteamiento de una propuesta que involucre de manera más participativa a los padres de familia y docentes en los procesos educativos, con la implementación del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) como un enfoque metodológico que contribuya a la disminución del bajo rendimiento académico y fortalezca la implementación de una educación inclusiva, vista desde la diversidad y basada en los intereses y necesidades particulares de los educandos en los entornos escolares. En relación con lo anterior, la propuesta que se plantea en la escuela desde la inclusión educativa, está enfocada en factores diferentes a la discapacidad y a estudiantes que pueden presentar necesidades educativas, pero no están diagnosticados. Para ser más específica, en la institución educativa, siguiendo las directrices que se plantean desde el Ministerio de Educación 40 Nacional (MEN), los casos de estudiantes que son calificados con limitaciones físicas, mentales o con capacidades excepcionales, (decreto 1421 del 2017), son ubicados en la sede A, donde son atendidos por un equipo interdisciplinario de apoyo a esta población y a sus necesidades específicas. Para concluir, si bien las condiciones del contexto, los recursos de infraestructura, material didáctico, entre otros, son limitados para que las prácticas pedagógicas se desarrollen de manera interactiva al interior de las instituciones educativas y en el hogar, con la implementación de estrategias como las que plantea el presente estudio, los logros que se pueden alcanzar contribuirían notablemente en los procesos de apropiación significativa del conocimiento y de la inclusión en el entorno escolar con la participación de todos en beneficio de los educandos. 41 Presentación de la Propuesta A continuación, se presenta la Propuesta para el Abordaje de los Casos de Estudiantes Remitidos a Orientación Escolar por Bajo Rendimiento Académico, a través de la cual se busca fortalecer la educación inclusiva en la escuela. Esta se hace tomando como base el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) con el fin de favorecer la reflexión de padres y docentes para que, desde sus roles, enriquezcan las experiencias inclusivas dentro y fuera del aula de clase. Los conceptos desarrollados en el marco teórico fueron los que orientaron el proceso de diseño de la propuesta. El DUA, por ejemplo, ayuda “a tener en cuenta la variabilidad de los estudiantes al sugerir flexibilidad en los objetivos, métodos, materiales y evaluación que permitan a los educadores satisfacer dichas necesidades” (Pastor, et al., 2013 p. 3). Con esto se da paso a la implementación de una educación inclusiva en la institución y se ofrecen algunas recomendaciones que promueven la reflexión acerca de cómo organizar la propuesta desde el enfoque del DUA. Objetivo de la Propuesta Sensibilizar a padres de familia y docentes sobre la importancia de los roles que desempeñan en los procesos educativos de los estudiantes remitidos a orientación escolar por bajo rendimiento académico, para que contribuyan en la implementación de una educación inclusiva, teniendo en cuenta el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA). Introducción e Importancia de la Propuesta La propuesta surgió de la necesidad de involucrar a los padres y docentes en los procesos escolares de los estudiantes. Al realizar el seguimiento de los casos remitidos a orientación escolar por diferentes problemáticas, se ha evidenciado un número significativo de estudiantes 42 que presentaban bajo rendimiento académico. Esto llevó a la indagación de conceptos que permitieran reunir las teorías que explicaran aquellos aspectos relacionados al problema. En tal investigación, se encontró que una posible solución para el bajo rendimiento académico, la cual implicaba una propuesta que además de sensibilizar y generar conciencia en los padres y docentes frente a su rol en los procesos de enseñanza-aprendizaje de los estudiantes, les brindara las herramientas para ampliar su conocimiento en relación con la educación inclusiva. El DUA responde, en este orden de ideas, a las expectativas para implementar una educación inclusiva, ya que parte de la premisa de que cada individuo aprende de forma diferente puesto que no hay dos cerebros que funcionen igual. Esto incita a que se tengan en cuenta las necesidades de cada estudiante desde sus particularidades durante el proceso de aprendizaje. El DUA se ha planteado como un enfoque universal flexible, pues insiste en el reconocimiento de la diversidad en las maneras de recibir, ejecutar y motivar el acceso de todos los estudiantes para aprender. Es decir, tiene en cuenta los intereses, la forma de acceder y de procesar la información de cada educando y la particularidad en la manera que lo demuestra y se implica en su propio proceso (Pastor, et al., 2014). Dicho lo anterior, esta propuesta está enfocada en organizar, desde orientación escolar, varias actividades con docentes y padres de familia que apliquen tanto los principios como las pautas del DUA. Tales actividades permitirán fortalecer los procesos de acompañamiento a los estudiantes dentro y fuera del aula. Para ser más específica, la idea es recalcar la importancia de los roles que los padres y docentes cumplen en el apoyo y acompañamiento de los procesos educativos de los niños y niñas tanto en el hogar como en la escuela. Se trata de un compromiso de ambos actores educativos para que la educación inclusiva sea una realidad, ya que del concepto que se tenga de ella, así mismo dependerán las acciones que se desarrollen para 43 fortalecerla. Se requiere, en definitiva, que los maestros desde la escuela reflexionen con respecto a la práctica pedagógica y que los padres lo hagan desde el hogar. Es decir, que cada uno esté dispuesto a realizar los ajustes necesarios en la planeación y el uso de diversos recursos para desarrollar las prácticas pedagógicas en las que se encuentran involucrados. Por su parte, es importante que los padres de familia, con su intervención en las actividades que organiza la institución, establezcan un compromiso en el acompañamiento y apoyo en casa para que sus hijos estén motivados a aprender. Así pues, esta propuesta también busca que desde casa y desde sus posibilidades materiales e intelectuales, los padres puedan utilizar diferentes formas de acceder y desarrollar las actividades escolares con sus hijos. Cabe resaltar que los pasos que se van dando, progresivamente, hacia la educación inclusiva en el hogar, deben darse desde el reconocimiento de la diversidad en las maneras de aprender, lo cual implica un cambio de actitud por parte de los padres hacia su rol en el proceso de acompañamiento en la educación de sus hijos. Para iniciar este proceso de interacción escuela-familia, se hace una invitación a padres y docentes de estudiantes remitidos a orientación escolar con bajo rendimiento académico a que asistan a talleres organizados por orientación. Dichos talleres buscan introducir la propuesta de educación inclusiva basada en el DUA. Con esto, padres y docentes reconocen que la escuela, como escenario de formación, debe proponer alternativas que busquen beneficiar y fortalecer los procesos educativos de sus hijos y estudiantes. Se espera que esto, al menos, los motive a participar en beneficio de sus hijos o alumnos, según sea el caso. En este sentido, es esencial entender que, para lograr grandes avances en la formación de una alianza entre la familia y la escuela, es primordial el compromiso de todos hacia el cambio de actitud para apoyar las actividades de enseñanza y aprendizaje. 44 Esta propuesta de educación inclusiva estaría conformada por varias etapas, las cuales se describen a continuación:1 Trabajo previo de motivación e involucramiento con padres, docentes y estudiantes Con el fin de generar interés en los padres de familia por participar en el desarrollo de la propuesta de educación inclusiva, además de brindar un espacio de acercamiento a los docentes que permita reconocer fortalezas, habilidades, intereses y expectativas de los educandos, así como motivar a los estudiantes que presentan bajo rendimiento académico a dar especial relevancia a los aspectos positivos que los