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Crítica Literária: Reflexões e Questões

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Crítica en literatura: el camino a un acuerdo, aproximación 
Betsy Fabiola Castillo Ríos 
 
A QUIEN CORRESPONDA 
PAÍS SUMAMENTE IMPORTANTE DE 
EJEMPLAR Y BRILLANTE DESARROLLO 
CON UNA LITERATURA EN PLENA 
EXPANSIÓN AL MERCADO 
INTERNACIONAL SOLICITA CRÍTICO 
LITERARIO IDEAL. 
 Gabriel Zaid 
 
Estudiar una licenciatura que implique como materia prima la literatura, el lenguaje, 
repercute en la reflexión constante del discente sobre cuál es la mejor (y peor) 
manera de abordar los diferentes géneros literarios como objeto de estudio y a su 
vez de crítica; sobre cuál es el objeto de uno y otro (estudio y crítica), y cómo 
hacemos para no caer en el subjetivismo extremo risible para nuestros colegas. 
Aunque a mi mente vienen decenas de preguntas que no dudan en multiplicarse, 
rescato de esta inquietud, que considero necesaria, la formulación de cuatro 
cuestiones: 1) ¿es el crítico literario un Prometeo del siglo XXI?, 2) ¿en qué radica 
la poca empatía, disputa, existente entre la crítica literaria1 y la crítica académica? 
3) ¿existe un punto convergente entre éstas?, 4) a manera de conclusión, ¿cuál es 
el camino que debe seguir el crítico de literatura? 
Cabe destacar que el presente escrito tiene función plenamente reflexiva, cuya 
intención plena es únicamente esbozar algunas consideraciones generales sujetas 
a una próxima profundización. 
 
 
1
 Duヴaミte esta ヴefle┝ióミ, さIヴítiIa liteヴaヴiaざ deHe ヴefeヴiヴ al leItoヴ a aケuella ケue ミo sólo toマa Ioマo oHjeto a la 
literatura, sino que además hace del discurso literario su medio de expヴesióミ; Ioミ さIヴítiIa de liteヴatuヴaざ ミos 
referimos a aquélla crítica cuyo objeto es la obra literaria. 
 
 
2 
 
1) ¿Es el crítico literario un Prometeo del siglo XXI? 
Pensar en el crítico literario como Prometeo equivale a pensar que el primero tiene 
una función en cuanto a un “mortal”, el lector: “[…] las concepciones del gusto en un 
determinado público no siempre coinciden con las de los creadores literarios. En 
esta primera divergencia autor-lector aún no se conceptualiza la figura del crítico 
como elemento mediador.” (Hurtado,1995: 18). 
Sin embargo, no me parece que la labor de este Prometeo sea llevar el mensaje de 
Zeus al hombre, sino llevar el mensaje del mensaje al hombre, porque 
[…] la obra habla de la realidad, no lo hace a través de sino por la realidad imagen 
que la constituye. El novelista crea un personaje y en él habla del mundo; crea 
conflictos, inventa paisajes y en ellos habla del mundo y del hombre; del mundo en 
el hombre; del hombre en el mundo en sí mismo, y, como el sí mismo implica 
participación en el ámbito cultural, histórico en el campo intelectual y en la 
humanidad, todo eso está en su creación, porque está en la lengua. (Verdugo, 1980: 
62) 
Es decir, el crítico de literatura, debemos defender, ya no es el mediador entre el 
autor y el lector sino entre el “conocimiento de la realidad profunda y compleja del 
hombre” (Hurtado, 1995: 22) y el lector, es quien abre el camino hacia la posibilidad 
catártica y reflexiva de la literatura. Si es un mediador, lo es entre la obra y el lector. 
Esto implica desde el punto de vista social-funcional dos cosas: 
1) En el crítico literario reside la vigencia de la postura de Ezra Pound citada por 
Alatorre (2001: 40) en su Discurso de entrada al Colegio Nacional: “la labor del 
crítico ‘consiste en velar por que la literatura sea noticia y siga siendo noticia” pues 
sabemos que “si todo escritor contestara lo que le merece una opinión adversa le 
irrita o le incomoda, quizás habría una vida literaria intensa, pero dejaría de haber 
literatura […]” (Sheridan, 2001: 501) y 
2) El crítico literario tiene el carácter divulgativo que puede desembocar en el 
progreso reflexivo de una sociedad desde la asistencia a la emergencia humanista 
presentada por Fadanelli (2006: 62): 
 
 
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“la de crear estrategias de supervivencia fundamentales en una ética que contemple 
al hombre como ser que requiere pensar en el futuro, habitante de una época límite 
consecuencia de un siglo de devastación ecológica y de políticas económicas que 
mantienen a la mayor parte de la humanidad en la miseria.” 
Significa entonces el acercamiento del “erudito”, del “estudioso”, el “escritor”, incluso 
de las Instituciones en quien recae una buena cifra presupuestal federal, a la masa 
común. 
2) ¿En qué radica la poca empatía, disputa, existente entre la crítica 
literaria y la crítica académica? 
En el discurso ya mencionado, Antonio Alatorre (1981: 31) parece realizar un 
reclamo al tipo de crítica de la época, señala: 
Prefiero las sinfonías en blanco, prefiero las simples conversaciones en que se habla 
de lo bonito de unos versos, de lo emocionante de una novela, de lo decepcionante 
del desenlace de un cuento, etcétera, a los productos de cerebros robotizados en que 
la impresión producida por una obra literaria, su resonancia íntima, ha sido 
escrupulosamente raspada. 
 
Y más adelante hace alusión (cfr. Alatorre, 1981: 39, 43 y 46) a tres puntos 
importantes: 1. la “riqueza deslumbrante” pero entrecruzada de diferentes escuelas 
críticas, 2. El carácter entusiasta y seguro de la crítica denominada por él 
“neoacadémica”2 y 3. El que el crítico neoacadémico anteponga qué es el texto, 
desde el punto de vista científico, a las sensaciones que la obra le despierta. 
 
Esta postura despierta, sin duda, la espina del qué tipo de trabajos hago, qué tipo de 
trabajos debo hacer y finalmente, qué tipo de trabajos decido hacer. Como ya dije, el 
presente texto es la materialización de este pensamiento. Parto de dos ideas 
centrales expuestas por Alatorre: 1. el crítico es también lector y 2. hacer crítica es 
tener la capacidad de entablar un diálogo. 
 
 
2
 Alatoヴヴe ふヲヰヰヱ: 4ヰぶ da el título de さミeoaIadéマiIaざ (que es la que nosotros ubicamos como さcrítica académicaざ) 
a aquélla ケue haIe el ケue さdiIta マétodos ┞ pasos que se siguen para el análisis dizケue IieミtífiIo del ヴelato.ざ. Nos 
referimos a aquella que busca seguir el método científico para el conocimiento intrínseco de una obra literaria. 
 
 
4 
 
A mi parecer, desde las lecturas que tengo ya de varios artículos y ensayos de crítica 
de literatura, existen dos tipos de crítica a destacar3: 
 
1. Crítica literaria 
2. Crítica académica 
 
Desde mi postura, la segunda carece de un nombre adecuado (que es desarrollado 
en el siguiente apartado), porque defiendo, no se trata sólo de preceptos (recordemos 
el ejemplo que Alatorre [2001:40] expone sobre las catorce razones de la inmortalidad 
del Quijote) ni de idear receptores comunes o crear conceptos para referir hallazgos 
nuevos (cfr. Hurtado, 1995: 16) sino de una necesidad infinita e indescriptible de 
catarsis a través de la posibilidad de abrazar, retener y manejar el objeto literario. 
 
Esbozo el pensamiento que Hurtado tiene sobre la crítica académica y que Verdugo 
señala de la crítica literaria que él identifica como “Crítica de actitud y cualidades 
literarias” en su Teoría aplicada del estudio literario para proceder a mi reflexión: 
 
El primero nos dice (espero que la larga pero necesaria cita, te sea, lector más que 
interesante): 
Lo que ocurre es que pocas veces ha logrado acercar las grandes obras artísticas a 
los lectores comunes. Su afán por la objetividad la aísla demasiado de sus 
destinatarios. La delicadeza de la actividad crítica del arte consiste en su ubicación 
para valorar el producto artístico; su discurrir entre lo objetivo y lo subjetivo le ha 
retribuido incomprensiones tan grandes como las de los escritores. Y es que el 
problema de la crítica actual radica en fundamentalmente en que se ha convertido en 
un ejercicio casi exclusivo para eruditos. Así lo ha hecho ver Armando Pereira cuando 
aborda este problema. De alguna manera, el temor del críticoderiva de su 
preocupación por parecer superficial en sus apreciaciones. Eso lo ha orillado algunas 
veces a practicar un cientificismo crítico casi siempre frío, innecesario, cuando no 
incomprensible, para el virtual lector. (Hurtado, 2005: 37) 
 
Hurtado señala entonces tres elementos que si bien no son en contra de la crítica 
académica sí resultan una pauta para que se muestre perfectible: 
 
3
 Es cierto que en Teoría aplicada del estudio literario, Iber Verdugo señala tres: ideológica, impresionista, y de 
actitud y cualidades literarias, pero a mi parecer las primeras dos pueden encerrarse en la tercera. 
 
 
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1. La crítica académica peca de “búsqueda de objetividad”. 
2. La crítica académica resulta incomprensible para el lector. 
3. La crítica académica es resultado de años de estudio institucional. 
 
Por su parte, Iber Verdugo (1980: 30) remarca sobre la crítica que denominamos 
“literaria” (de nuevo pedimos paciencia y atención): 
Consideramos aquí cierta crítica de la literatura que es ella misma literatura, en el 
sentido de creación imaginaria y en el de lengua poética. Sus proposiciones se alejan 
de toda actitud científica, de rigor demostrativo lógico. […] Como la crítica mítica y 
apriorística, se apoya en reacciones subjetivas y creencias, en “silogismos 
emocionales” que apelan a co-participación del lector por afinidades experienciales y a 
una retórica de convencimiento que sustituye las demostraciones. Se llega a las 
conclusiones mediante actos operatorios aislados que se usan como probanzas 
cuando su evidencia se asume como “consciencia” de una verdad sobre la cual no se 
vuelve críticamente ni se comprueba. […] Richards distingue entre aserciones 
científicas y poéticas. Las segundas son inverificables. […] No le está negado cierto 
coeficiente cognoscitivo, pero lo que predomina son valoraciones simbólico emotivas 
dirigidas a concitar adhesiones y actitudes sentimentales. En el mejor de los casos, la 
actitud literaria de la crítica puede alcanzar una “consciencia” del objeto, y no un 
conocimiento científico, […]” 
 
El autor resalta desde su postura: 
 
1. La crítica literaria es en ella misma literatura. 
2. La crítica literaria tiende a “silogismos emocionales” incomprobables. 
3. La crítica literaria busca afinidades con el lector siempre desde el plano de la 
experiencia. 
4. La crítica literaria puede alcanzar cierta “consciencia” del objeto pero 
difícilmente o nunca un conocimiento intrínseco, científico. 
 
Es posible notar en este pequeño contraste que el problema radica en el temor de 
que una crítica sea reemplazada por la otra, o que diciendo que se desarrolla una se 
caiga en el comportar de la otra. 
 
 
6 
 
Por otra parte la descalificación sobresaliente radica en lo “subjetivo” y “objetivo” 
como elementos verdaderamente opuestos, no aparece la posibilidad de dar cabida a 
uno como elemento pre-formador del otro. 
 
3) ¿Existe un punto convergente entre estas críticas? 
 
El argentino Enrique Anderson Imbert (cfr. s/a: 6) se cuestiona en “La crítica literaria, 
hoy” qué es crítica literaria y cuál es su función. Deduce que es trabajo del crítico de 
literatura leer, examinar, tomar una posición frente al texto y finalmente valorarlo, 
emitir un juicio de valor. Desarrolla también, algo maravilloso: prácticamente 
cualquier disciplina puede estudiar la literatura pero es trabajo específico de la crítica 
la formulación de juicios de valor. 
 
Concluye con una interesante definición: “es la comprensión sistemática que entra en 
todo lo que en el proceso de expresión escrita y el enjuiciamiento de un texto en 
particular.” (Anderson, s/a: 6) 
 
 Sobre la función del crítico de literatura, dice que consiste en responder 4 preguntas 
(cfr. Anderson, s/a: 6): ¿cuál fue la intención del escritor?, ¿logró expresarla?, ¿valía 
la pena escribir lo que escribió, si se tiene en cuenta el nivel artístico de su tiempo?, y 
finalmente: ¿en qué consiste el valor de la obra? 
 
Cabe preguntarse si el juicio de valor es el fin último de las críticas enunciadas 
(literaria y académica). Asistimos como observadores al coloquio ficticio que Alatorre 
forma con Raimundo Lida, Juan José Arreola, Alfonso Reyes, Tomás Segovia, 
Dámaso Alonso y Leo Spitzer en el ya mencionado discurso de ingreso al Colegio 
Nacional y notamos rápidamente que todos con su inmensa erudición recorren 
atentamente el soneto “A la noche” de Lope de Vega y cada uno desde su 
perspectiva se afilia a lo que Anderson postula como función del crítico literario, 
Spitzer, por ejemplo, cuestiona: “¿es Lope más moderno que Góngora, más 
 
 
7 
 
‘universal’ por más accesible? ¿Es un poeta más ‘humano’ que Góngora? ¿Qué 
significaba ‘humano’ en la España de los Felipes? ¿Y qué tenía Lope en la cabeza al 
llamar mecánica a la Noche, al llamarla ‘filosofía’?” (Alatorre, 2001: 35). 
 
Adelante, Alatorre (2001:45) nos dice: “lo que el crítico neoacadémico [que es a lo 
que tiende la crítica académica] va a decir no es qué tanto le gusta el poemita, ni 
siquiera si le gusta, ni mucho menos qué sensaciones experimenta al leerlo, qué 
cuerdas hace resonar en él. Él va a decir qué es ese texto, en qué consiste desde el 
punto de vista científico”, es decir, el crítico académico desde la visión del filólogo no 
es en realidad un crítico porque no busca emitir juicios sino realizar una descripción, 
un estudio de la obra en cuestión, incluso Verdugo nunca menciona en su Teoría 
aplicada del estudio literario el sintagma “crítica académica”: pasa, recurrimos al 
título de sus capítulos, de II. Caracterización teórica de modalidades de la crítica a III. 
Propuesta para el estudio de la obra literaria. De igual manera, es sencillo notar que 
el estudio que propone y aplica al Martín Fierro resulta descriptivo de estructuras y 
discurso poético, y sólo en algún momento recurre a un intento hermenéutico de 
lectura. 
 
El sintagma “crítica académica” entonces queda transpolada a la construcción 
“estudio académico” y cabe preguntarse si el objeto de estudio de uno y otro es el 
mismo. De nuevo Iber Verdugo (cfr. 1980: 38) nos ayuda a diferenciarlo: el estudio 
literario tiende al conocimiento de la obra, mientras que la crítica de literatura se 
propone la interpretación y valoración de dicha obra. Podemos entonces decir que 
puede existir estudio literario sin crítica de literatura pero que difícilmente habrá crítica 
válida sin estudio. 
 
4) ¿Cuál es el camino que debe seguir el crítico de literatura? 
 
 
 
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En Metadiscursos. Un recorrido por la crítica literaria latinoamericana, Saúl Hurtado 
(1995: 26) rescata de Portuondo las causas de lo que parece ser una crisis general 
de la crítica de literatura: 
a. La falta de una estable concepción del mundo en qué apoyar las tablas de 
valoración. 
b. Falta de una adecuada teoría literaria. 
c. Falta de preparación en los críticos jóvenes. 
d. Falta de prensa realmente independiente. 
 
Evidentemente no es motivo de este trabajo formular una respuesta mesiánica para 
la destitución de la llamada “crisis”, sin embargo, creo, la unión del estudio académico 
a la crítica literaria debe servir para responder a tan fuerte karma. 
 
Explico: no basta con tender a la descripción con cientos de teorías adaptadas a 
fuerza o libremente a las diferentes obras: es necesario además crear (o acrecentar, 
hacer funcional el ya existente) un código común no sólo para el apasionado crítico 
sino también para el desocupado lector que ansioso por adentrarse en el mundo 
literario recurre a su Prometeo por fuego santo; es válido, y presumible, que el crítico 
literario pueda no sólo desarrollar adecuadamente su discurso sino además 
hermoso, cuidando desde el primer momento que la ambigüedad no haga decaer ni 
el estudio ni la crítica. 
 
Sobre esta misma línea me parece necesaria la creaciónde aspiraciones claras tanto 
para el estudio como para la crítica, un buen ejemplo para el primero es posible 
encontrarlo en Verdugo (cfr. 1980: 46): 1. Plano de la obra particular, 2. Plano del 
discurso literario y 3. Plano genético, para con ello desprender de ahí lo intrínseco del 
estudio ¿qué es? Y ¿por qué es así?; en cuanto a la crítica podemos quedarnos con 
la que considero la más importante de las cuestiones formuladas por Anderson (cfr. 
s/a: 6): ¿en qué consiste el valor de la obra? 
 
Sobre la falta de preparación enunciada por Portuondo puedo expresar que sólo a 
través de la curiosidad y la pasión de cada uno, como eternos discentes, será posible 
 
 
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la reivindicación —si es que Alatorre me permite el término— de la crítica literaria 
como elemento fundamental para hacer vigente una literatura u otra. Es decir, sólo el 
crítico literario puede y debe formar la “crítica independiente”. 
 
En conclusión: el crítico de literatura que venga (formado a la par con el rigor 
científico y con la sensibilidad de un poeta) tiene por objeto ganar unos centavos 
contándole al mundo su lectura sobre su más grande pasión, la literatura por el 
camino de: la impresión, es decir el crítico es ante todo un lector nato y dispuesto a 
sorprenderse e imponerse retos, la exégesis conseguida por el camino del estudio de 
la obra que ante todo pretende el conocimiento intrínseco de la obra y finalmente el 
juicio: elemento que pone al crítico primero como autoridad, después como rey y por 
qué no, como Dios (en cuanto a su cualidad de creador [de textos]). Es decir, el 
crítico de literatura es una figura de poder con posibilidad de corromperse, con 
posibilidad de mantenerse honorable. 
 
 
 
 
 
 
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B I B L I O G R A F Í A 
 
Alatorre, A. (2001). “Crítica literaria tradicional y crítica neoacadémica” en 
_______Ensayo literario mexicano de Brushwood, J. México: UNAM. 
 
Fadanelli, G. (2006). “El impulso de escribir” en En busca de un lugar 
_______habitable. México: Almadía. 
 
Hurtado, S. (1995). Metadiscursos. Un recorrido por la crítica literaria latinoamericana. 
_______Toluca: Ediciones de H. Ayuntamiento de Toluca. 
 
 
Sheridan, G. (2001). “Idea de la polémica” en Ensayo literario mexicano de 
_______Brushwood, J. México: UNAM. 
 
Verdugo, I. (1980). Teoría aplicada del estudio literario (Análisis del Martín Fierro. 
_______México: UNAM. 
 
 
M E S O G R A F Í A 
Anderson, E. (s/a). “Crítica literaria, hoy”. Artículo [en línea] disponible en: 
_______http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/6765/2/19776P6.pdf México, 
_______Universidad Veracruzana [consultado: junio 8, de 2013]. 
http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/6765/2/19776P6.pdf

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